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feudalismo norio y ‘|Se | Primera época: los vinculos de dependencia Robert Boutruche STeT20g ap eoe30TTGTE 9212 I90000T 2° edicion Sido vemmumo editors sa Av Cen DEL ASUA 4, HENICO 2, OF Siglo vemtumo de espana editors, si GaiLe Puazh & waOnO 3, ESPASK Siglo veto argentmas editors, sa ‘Titulo original: Seigneurie et féodalit Le premier age: Des liens @homme a homme Primera edicion en francés: 1968 © “Aubier, Editions Mantalgne, Paris. Primera eaicign en espanol, 1973 Strand sccion, agosto 197 ‘Siglo XXI Argentina Ealtores S.A. Per 952, Buenor Aires fen coedicién con XX de Espana Eaitores 5. A, Hecno el depésito que marca ia ley 11.723 Impreso. on. Argentin Printed in Argentina INDICE pF D.een19} i L.ewas a: L3-U- po A. BEFIS Signature SREY mméuoco IMeTRODUCCIEN, FEUDALISMO x HISTORIA I. Bl feudalismo, fase de la evoluciin humana ‘A. De Spelman y Montesquieu a los historiadores del siglo x1x 1B. EL feudalismo marxista UL, Los excesos del lenguaje LIBRO PRIMERO LOS VINCULOS DE DEPENDENCIA EN LA EUROPA FRANCA carte 1 comacie ¥ encitscén MoNTTANA 1. Desde de lt inaones I. Ineamblory moneda 2 Batali de orders By Deadencn comely monearia has I niacon del ilo vat : Inco de um renacinieno en a po carlingla Ita reaauraion mona 2 Hl uratco de ngs dsancla 5 tnwereambios interregional y Yocte ¢ Ghudsda y meraders Cconction ccartruio Tl, 105 CAMPESINOS ¥ SUS AMOS. HL MARCO DOMINIAL I. Consideraciones generalee IL. Broves indicaciones referentes a las fuentes IIL Superfcie y topografia de los dominios IV, Bsiructura y composicién de los dominios A. La reserva B. Los mansos Extensiones comparadas de reserva y mansos YV. La economia dominial. Administracion y explotacién de tierras VI. Tradiciones occidentales ¢ influencias externas VIL La economia dominial y la sociedad de la riqueza VILL. Cambios en la orgenizacién dominial del siglo 1% al x Conclusién cavfruto TIL, Los CAMPESINOS ¥ $U8 AMOS. DL GRAN DOM.NIO AL GRAN sERoRIO B. Las inmunidades seeaeesses 8 Seganazsssane TL Las sociedaites rurales ‘A. Libertad y servidumbs Bi. Las dlases sociales 1, Los exclavos 2 Libertos y colonos 5. bos hombres sin sefior 6. Nivdacon de los status juridicos en el mundo rural del siglo rx al siglo x conctvsio cavfroto TV, DEL YASALLAJE AL REGIMEN FEUDAL 1. Proteccién y subsstencia, EI Periodo vasallitico A El trastondo police B. Las relaciones vasalliticas . El beneficio it, Formacidn del régimen feudal 1 orclaciones personales y beneficios durante la gestidn de Jos mayor Gomos carolingios del Palacio 1, Vasallae y Estado durante la spoca de Carlomagno . La decadencia imperial S, Secense del vasallaje y del beneficio durante los siglos * y Xt TET Extado frente al sistema de dependencia 21 Los poderes territoriales y sus éreas Conctusién 1. Aristocracia y feudalismo 11 Selores 9 vasallos ‘A. Encomendacion y fidelidad B. Surgimniento del feudo © Predominfo creciente de las tenencias en el marco de las relacio nes privadas ~ p, Debeies y derechos vasaléticos 11, Coracteristins propias de Tialia y Alemania Conclusion LIBRO SEGUNDO Los VINCULOS DE SUBORDINAGION FUERA DEL AREA EURO: FRANCA rsrnopucci6s ccartrovo 1, “PEUDALISMOS" DEL ANTIGUO ORIENTE L Egipto II, Meropotamia, Asie Menor ¢ Trin MIL Georgie Armenia 1V. China Conclusion ccarfruto Hl cOFRABIAS Y CLIENTELAS 1, Espafa: una evolucion interrumpida Hi Uhe evolucién acelerada por la conguista normanda: Inglaterra IIL El mundo eseandinavo IV. El mundo eslavo A. Polonia B. Rusia V, Los mongoles VEL Ef mundo musulman Vit. Ef mundo bizantino ‘carkrvo IIL, UN REUDALISMO DE ASIA: JAPON 1. La eristocracia el sho hasta pleno siglo xt IL Hl regimen de los Kamakura: transformaciones del sho y de le 11, Desdrdenes y divisiones. Desde el siglo x1v hasta el inicio del siglo xvi LV, Garacteristicas predominantes del fevdatismo japones CONCLUSON GENERAL A. El seforio 1. Cémo el presente aclara el pasado 11 Los patronazgos en cl Imperio Romano HE. Giertos elementos de las clases campesinas durante la Alta Edad Media IY, Dominios seftoriales en Occidente VW. Un diploma de inmunidad B, El feudalismo ‘Las cofradias en la antigua Germania La encomendacién en ia época merovingia Los ritos vasallatico Vasallaje y beneficlo del siglo 1x al siglo xt EI feudalismo y la Igle Vi. Debetes y slerechos vasalliticos VIL Division’ de la sociedad en tres Ordenes (fines del siglo x) G. Ejemplos de dependencia fuera del mundo occidental {. Miserias campesinas en China a mediados del siglo vit y en et siglo’ xt HL, En Rusia HI, En Bizancio sunuiocaarta 1. Los vincutes de dependencia en el marco de le historia general IL El medio comercinne 9 wbeno UL. Ocupacin del suelo y medio rural IV. Dominios y sefiorios (Francia, Atemania, 1 V. La sociedad feudal y sus instituciones (Francia, Alemania, lala VL EI feudelismo 5 ef Estado (Francia, Alemania, lala) VIL. Ensayos de historia comparada referidos a tos vinculos de VIN. Los “feudatismos” antiguos TX. Cofeadias 9 clientolas X. Japon Jepen: $08 50) 312 315 315 316 320, 33 380 333 25 340 carauLo WV DEL VASALLAJE AL REGIMEN FEUDAL! 1. PROTECCION ¥ SUBSISTENCIA, Et reriovo vasattAtico A. El trasfondo politico En la historia de las civilizaciones, es notorio el desfavor y la rudeza con que son considerados los "tiempos merovingios”, y ello, aun en mayor medida que a Espaiia visigoda, Italia ostrogoda, de los lombrados 0 Inglaterra anglosajona. Los cronistas y hagidgrafos del rein franco, casi todos clérigos y jueces severos de Jas sociedades laicas por tendencia y costumbre, a menudo olvidaron mencionar las vietudes de la época y centraron la atencién en las “vidas tejidas de perfidias” de reyes y grandes, vidas que provocaban tan quejosas lamentaciones de la Iglesia ®, Si damos fe a lo que ellos afirman, el enfrentamiento de facciones en busqueda de fortuna y poder era un hecho comin; por todas partes imperaba una espantosa atmésfera de matanzas. El cuadro seria quizés menos alucinante —y mas exacto— si los Iaicos se hubie- * Bibliogratia, n° 214-290 (pp. 329-334); Complementos, p. 328-329. Fl estudio se desarrollard al igual que lo hecho para el cefiorio, hasta los prime- ros afios del siglo X dentro del marco territorial que fuera el del Imperio carolingio, Fuentes variadas, aunque incompletas, permiten entrar en contacto con los primeros tiempos del feudalismo: encre otras, las leyes birbaras, los for: mulatios y diplomas de los siglos vy VUt, también fuentes carolingias ~Capitulares, Diplomas y cartas zeales, anales oficiales y monisticos, Anales de Flodoardo, crénicas de los siglos I y %, correspondencia de Eginardo y mar, cartas concedidas a abadias... (Utilizacién de nume- ros0s textos, gracias a und critica vigilante de la documentacién, por P. L. Ganshof, Qwert-ce que la feodalzé, 3° ed, Bruselas, 1956) (El feudalismo, Atiel, Barcelona, 1963). 2 Gregorio de Tours, Historie Francorum, VI, 43, 46; Fredegatio, Chro- nicarum libri IV, ed. Keush, p. 151 133 ran beneficiado con la indulgencia concedida a los hombres de la Iglesia, y si los contemporéneos hubieran apreciado con la misma serenidad al tiempo vivido por ellos y al de sus padres. Lo cierto es que el régimen construido por Clodoveo contuvo gérmenes de debilidad que se multipticaron después de su reinado, EI soberano considera al pais que ha conquistado por las armas como una posesién personal, un patrimonio sometido a las reglas sucesorias del derecho franco; su concepcién de las prerrogativas reales es absoluta y tiranica, En consecuencia, le resulta en extremo dificil concebir una nocién abstracta del Estado, Con todo, es un déspota mal servido, Tal como se venera a los santos en relaciéa con las ventajas obtenides mediante su intervencién, del mismo modo el rey es obedecido en la medida de las regalias que distribuye —tierras, funciones y rentas—, o del temor que inspira, Sus agentes son servidores antes que funcionarios y el rango que detentan depen. de de los altibajos del favor real. Los mecanismos de la administra- ida galorromana acabaron por quedar en las manos torpes de estos advenedizos, mal ejercitados para el cumplimiento de las pesa- das tareas que exigia la expansin del reino. El Palacio merovingio que concentra los rudimentos de una administracién central, es una “desordenada casa grande”? cuyos esfuerz0s por legislar, por hacer cumplir las decisiones tomadas, se frustran a menudo; y esos intentos fallidos se repiten dentro del perimetro condal, unidad principal de la administracién local. El detalle revela que todo se desenvuelve del mismo modo. Legado por el Bajo Imperio, e! sistema financiero cuyo impuesto territorial ya no se recauda, marcha a Ia deriva. Toda- via campesino, el franco se rebels ante la percepcién del gravamen y, por lo demas, es incapaz de levantar un catastro nuevo y mante- nerlo al dia; en remplazo del viejo impuesto territorial se multi- plicaron los remuneradoras tasas aplicadas a Ia circulacién y la ‘venta de mercaderias. La misma decadencia se produce en materia judicial, en donde Ia personalidad de la ley sustituye el principio de universalidad sustentado por el derecho romano, en donde el procedimiento se torna formalista, en donde las inmunidades se erigen como murallas que se interponen ante los agentes del conde. Junto a Ja Iglesia, una clase domina el mundo merovingio: Ia aris- wocracia; clase abierta, heterogénea y mévil, en la que convergen descendientes de familias galorromanas que ostentaron el titulo honorifico de “senadores de Roma”, herederos de jefes barbaros y agentes del rey. Poseen la mayor parte de la tierra y, por ende, el 2.R, Laouche, Les srander invasions et la erise de VOccident an V" sitcle, p. 251. 134 medio para gobernar « los hombres: esclavos entregedos a los amos, Golonos mal protegidos de las exacciones del , grupos inquie tos de pequefios propietarios y de mercaderes, clientelas domésticas (© guerteras, Esta aristocracia sirve a la reyecia aunque también presiona sobre ella y contribuye a degradarla mediante revueltas ¥ codicias desmesuradas, i El euadro que ofrecen los gobiernos birbaros que, junto los frances, ocuparon el oeste europeo. recuerda en diversos aspectos le situacién precedente. Con todo, la alta aristocracia de los paises ¢gocos no padecié una decadencia tan pronunciada como la que afes £6 a la Galia, si bien Ias reyecias ostentaron el mismo caracter tiré- nico fundado en el poder personal. Todas ellas, al revelar que el radio de su campo de accién estaba circunscripto a la presencia del soberano, ponen en descubierto la escasa eficacia que las afect También se manifiesta la misma preponderancia de la aristocracia, a cual en Espafia finalmente procede a la eleccién de él, mientras que en Italia lombarda obtiene el control de las actas legislativas Por iiltimo, sefialemos las atroces rivalidades que agravan confisca cones y homicidios Ys ‘ "A pesar de sus inguficiencias, el régimen merovingio perduré d ientos afos. En el seno de una Europa desgarrads, de precario equilibrio siempre cuestionado, la Galia de Jos francos contuvo las fnvasiones y extendi6 su dominio més alld del Rin, El asesinato no fue el tinico freno aplicado al despotismo. A pesar de las diversas ocasiones en que los reyes se dividieron el territorio, el esfuerzo por mantener vigente 1a nocién de un solo reino fue intenso. Un mismo derecho piiblico regia al pueblo de los francos fuese éste de origen germinico 0 galorromano: este pueblo, que combatié integrando un ejército reclutado mediante Ia aplicacién de un prin- cipio regulador del servicio de los hombres libres —a sus propias costas y con una duraciéa de tres meses—, logré reunir efectivos militares relativamente importantes. De una Iglesia ain con reser- ‘yas como para propagar el cristianismo y sostener la unidad de fe, recibi6 ensefianzas. Y como rasgo final, podetes de hecho fijaron hitos de radicacién e impidieron ia derrota, El mayordomo det Palacio, en un primer momento intendente de la casa del rey, hallé en la fuacién que le otorgaba el control de la organizacién econd- mica de la corte —y lo asociaba a sus intrigas— el trampolin para alcenzar nuevos poderes: el mando de Ia custodia armada del sobe- rano, la eutela de sus encomendados y Ia presidencia del tribunal. Durante el transcurso de un primer perfodo, el mayordomo aparece unte el rey como el portaestandarte de Ia aristocracia galofranca, «Para Inglaterra anglosajona, ver més adelante p. 216 y st 135 cuyo punto de reunién es el Palacio, puesto que alli se distribuyen funciones y honores. El cargo, unas veces tnico, otras creado no s6lo para Neustria sino para Austrasia y Borgofia, cuyos particula. rismos destaca, crece en tiempo de minoridades reales; el titular concentra en sus manos la autoridad que escapa al soberano. Casi Jos del siglo V1, el mayordomo comienza a acosar a la aris. tocracia que solicita entonces el privilegio de elegir el funcionario, controlar sus actos, e incluso llega a reclamar Ja supresién de tal funcién. Todo en vano. Mediante la mayordomia de! Palacio, trans- tormado en cargo hereditario, los carolingios se elevan al poder supremo, Fue el triunfo de una familia; poseedora en Austrasia de extensas Herras, de fieles agrupados en torno a jefes que supieron combatir Jos regionalismos rivales, supo defender Ia frontera y, més tarde, extenderla, Fue también la victoria de las fuerzas nuevas, liberadas por la descomposicién del Estado y base a su ver de un reagrupa- miento de poderes. Estas fuerzas adquirieron solidez mediante Ja wtilizacién de juramentos privados, de fidelidades rersonales, ele- mentos que sustituyeron la nocién de autoridad publica ejercida en un territorio y reflejaron Ia mentalidad y las necesidades naturales de las sociedades birbaras, Retrocedamos en el tiempo para analizar estos elementos, ubicindonos en su tierra de eleccién: la Gali B. Las relaciones vasalléticas En medio del desorden causado por las guerras civiles y los ajustes de cuentas, surgia un clamor de lo mis profundo de aquellos geu- pos humanos que intentaban una recuperacién: proteccién y subsis- tencia, Ahora bien, en tal momento se carecia casi del sentido de responsabilidad piiblica. Aisladas, las comunidades familiares y las colectividades aldeanas formaban células independientes desprovis- tas de esos vineulos que, en las antiguas sociedades tribales, estre- chaban solidaridades y proveian mecanismos de mando. Ante tal realidad, los hombres buscaron seguridad y alimento en la proxi- midad de personajes —también ellos ocasionalmente nrotegidos por un poderoso— en busqueda de “amigos y servidores” para ubicar bajo su proteccién; incluso se produjeron ingresos voluntarios en. Ia esclavitud, si bien escasos. La mayoria de los solicitantes perdia Ja independencia aunque conservaba Ja libertad. Tales usos conclu- yeron por conferir carécter y color a la época barbara; ignorados al principio por las leyes, finalmente evolucionaron hasta alcanzat €l rango de institucién Los vinculos de dependencia se establecian mediante la encomen- 136 i A dacién 8, Esta vieja prictica, de aspectos miiltiples y efectos desigua- les, ania temporariamente o en modo vitalicio a patrones y subord nades. Ni Occidente, ni la Edad Media tuvieron su monopolio; sin dada, la encomendacién se remonta al inicio de la historia y fue patrimonio de sociedades que no hallaron medios adecuados de proteccién en tribus, linajes u organizaciones estatales, Durante el Bajo Imperio, la encomendacién se practicaba tanto entre grandes y pequefios propietarios como entre jefes aldeanos y grupos cam. pesinos; de tal vinculo derivé un patrocinio rural colectivo antes que privade, fundado en laz0s personales que fueron uno de los elementos originarios del sefiorio *, Del mismo modo, este patrocinio se practicaba en el nivel mas alto de personajes ricos, o altos fun- cionarios y sus clientelas, 0 bien, entre jefes de guerreros y sus escol- tas privadas de buccellarii —o comedores de bizcochos—, de servido- res 0 de hombres de confianza y guerreros. a escasa informacién que poseemos sobre la antigua Germania reyela también la existencia de “compafieros” reclutados en. part cular con fines bélicos ". Los hombres de la época franca conservaron el recuerdo de estos usos que se repiten en todos los reinos birbaros. Los descendientes de los germanos, mezclados con la comunidad indi géna y con las poblaciones romanizadas entradas en la dependencia de los recién Iegades, asociaron a la practica de la encomendacién romana —a menudo acompafiada de distribuciones de terrazgos— los rasgos mas personales y vigorosos de la cofradia germénica, De e:te modo, dieron a Ia encomendacién un sentido nuevo, 0 mejor dicho, significados variados que respondian a diversas necesidades, de las cuales, en iiltima instancia, el vasallaje fue su resultante. En una recopilacién de Tours, de mediados del siglo vii, en la ‘que se reunieron actas consuetudinarias utilizadas como modelos por los escribas, se lee una formula tan caracteristica que el historiaor de los origenes del vasallaje no puede evitar reproducirla®, “Aquel que se encomienda a Ia potestad ajena. Al magnifico sefior ‘un tal’, yo ‘un tal’, Siendo perfectamente conocido por todos que carezco’ de alimentos y vestimenta, solicito de vuestra piedad —y 5 Del latin commendatio, empleado sobre todo a partir del siglo 1, aun- ue ya con antecedentes en Ia expresién s¢ commendare utilizada en el mis Puro latin clisico y mas tarde, en las leyes bicbaras y en las cronicas del Siglo vi; su significado cobraba mayor vigor en nuestro lenguaje. Encomen arse consistia en convertirse en hombre de otro hombre, refugiarse en su autoridad y comprometerse a obedecerle ©. Harmand, Le petronas sur les collectvités publiques, p. 473 y ss 7 Documentos, 0° 21 (p. 282). © Documentos, 29 22 (p. 283). 137 ‘vuestra buena voluntad asi me lo ha concedido— poder entcegarm © encomendarme a vuestra maimbour.® Lo que hago en las seal tes condiciones. Deberéis ayudarme y sustentarme, tanto para el alimento como para la vestimenta en ia medida en que pueda servi. 108 y merecer bien, Cudnto tiempo viva, os deberé el servicio y la obediencia que puede esperarse de un hombre libre, y no tendré el poder de sustraerme a yuestro patr © maimbour; por el contrario, deberé permanecer todos los dias de mi vida bajo vuesteo patrocinio y protecciéa, En consecuencia, se convino que si uno de nosotros quisiera sustraerse a esta convencién deberé pagar a 3u par una composiciéa de X sueldos; y la misma convencién conser- varé su vigencia, Por lo cual, esta justificado que de esta acta se redacten dos escritos del mismo tenor que serén confirmadas por ambas partes, Asi se ha hecho.” Esta formula no determina el vinculo de subordinacién, pues éste se establece mediante gestos y palabras al ser presentadas ambas partes, Tampoco implica testimonio "9, Solamente instituye una mui ta que pena toda transgresin a las obligaciones contraidas; pero su predmbulo recuerda uno de los méviles de Ia encomendacién y_sefiala, al mismo tiempo, su indole y sus efectos: un individuo aislado, sin recursos, se ubica en Ia dependencia de un personaje, del cual juridicamente contimia siendo su igual; dicho personaje puede exigirle toda suerte de servicios, a condicién de que sean compatibles con la dignidad de un hombre libre. En reciprocidad, su existencia material esté asegurada, ya que el contrato —indi ‘nbleshemssi mene esta tie lee perect-scompooentce eal hombres. En caso de falta, el culposo es pasible de sanciones. La encomendacién respondié a necesidades diversas e interes a todas las categorias de hombres libres; Ia férmula de Tours evoca tun caso entre otros muchos. Eslabén de una larga cadena originada en el pasado céltico y germinico, no obstante, ofrece ciertos carac teres que detentaré el vasallaje: libertad personal de los contrayen- tes, duracién vitalicia de un contrato que determina obligaciones reciprocas", Con todo, el vasallaje adopté en general las formas 9 Es decir “entrar en vuestro patrocinio". Maimbour es Ia traduecién en francés antiguo del germanico latinizado mundeburdis 0. muundium (Sind timo de petrocinium). El término mithinm también era empleado pars desi ape Drotcién con ol secdo de represenacién del protegdo ante los IN Ganihol Quearee ue l Heda, yp. 21-22 1 Sin embargo, parece que en 1a época merovingia ninguna disposicién pidisgh G coatobnainant Cols conyers thet Senta am Ildticos. Afadamos que tanto para el derecho visigodo como. para el lom 138 . } de la encomendacién por motivos de mayor alcance que los mencio- oe ea is asi que el grueso de sus contingentes, aun en los origenes, os. vor reclutado en mayor medida en los aiveles medios 0 bajos arioe Fistocracia que entre los sectores humildes. Expresado con ee téeminos: la fortuna, la disponibilidad de capacidad, la indole cers repligaciones y el rango del amo establecieron una gradacion seeps "hombres libres en dependencia” —ingemud in obsequio— Gjue wbiee, en primer término, 4 los vasallos. Me Gates, ve destacan os hombres que constituyen la custodia personal, la "trust" del rey 3; viven a su lado, velan por su set Peed, sizven en am ejército, Soa, por excelencia, sus compafieros y Fouman el nucleo de sus fieles, de sus leudos. Tal como més tarde re'estimaré de Ia condicién noble, valen “mas que los otros”. De © corde a la ley silica, el homicida de un antrustiOn debia pagar a la familia de éste una composiciOn tres veces superior a aquella exigida por el homicidio de un simple hombre libre, Sucesores de los com- Magieros que formaban el comitatus —el séquito armado de los re- pee germanicos—, los antrustiones representan la categoria superior de los dependientes; con distinta denominacion se los ‘vuelve a en- Contra en Italia lombarda y sobre todo en Espafa visigoda donde ley se rodea de gardingi que prestan un juramento especial, Por su parte, mayordomos del Palacio, condes, miembros de! alto clero, grandes propietarios dan mantenimiento a una clientela Jntegeada en su mayor parte por “convidados”, “eriados” que cum- plen el aprendizaje de funciones civiles y militares, acompaniindolos aitus promisorios destinos. Entre ellos, se destaca el grupo de los fuerreres domésticos que escoltan y protegen » un jefe; adhieren Bis querellas y combaten a su lado en el ejército real, La época bat, pars calificd a estos grupos de diversos modos: gasindus (de gisind, Compaiero, término en uso en la Germania primitiva y wtlizado nueramente en el rein lombardo; Espaia los denomind criados); puer (joven, esclavo doméstico); homo (susceptible de diversos sig- Tificados que sefialen dependencia); por ilrimo y en modo especialy tassus, De origen céltico (gwas), la palabra aparece por primera vex, adornada con ropaje latino, en Ia ley sélics; en ella, adquiere El centido de esclavo que conservaré para ciertos casos hasta plena 1239 Fdad Media, Pero el término se impone con otra variante desde co- mienzos del siglo vin, y entonces designa generalmente al hom bre libre que se ha encomendado, y en particular, al acompafiante de un hecho de armas, Dos hipétesis pueden ofrecernos la explica cién de tan exitosa difusién. Aplicado en un primer momento a los esclavos pertenecientes a las custodias privadas de grandes persona. jes, el término designé también —y mis tarde exclusivamente— los libres dependientes, en particular a aquellos que se destacaban por la consideracién prestigiosa de sus servicios. O bien, fue adop- tado por los mismos encomendados, dado que el término sefalaba la calidad honrosa de la subordinaciéa con respecto al amo siendo éste designado con los nombres de dominus 0, mas ain, de senior (el ‘mayor, el sefior)'5, Un acto viejo de un centenar de afios, y cuyos ritos en cierta me- dida determina la férmula de Tours, presidia el ingreso de los an- trustiones a la guardia real. En forma individual, juraban fidelidad eaiendo sus manos con Jas del rey. Cabe suponer que el ceremo- nial se cumplia por igual, en un primer momento, para todos los libres dependientes, inclusive para aquellos que jucaban segiin In formula turenesa, En definitiva, el vasallaje en estricto sentido surge ea el Ambito de los guerreros domésticos. Nucleado a través de un formalismo que muy pronto determina mecanismos y opera exclusivamente en funcién de él, demanda progresivamente obligaciones especializa- das y canaliza, por sobre todo, el endeble sistema legado por las encomendaciones primitivas. C. El beneficio Durante los siglos vi y vi, periodos de depresion comercial, de penuria monetaria y de constitucién de grandes fortunas raices, nu- ‘merosos dependientes comparten Ia mesa del amo y se alojan en sus vastas moradas, Vestidos, equipados y armados también esperan de él —y aun reciben— "presentes”. ¢Estin obligados por sus servi ios a residir lejos de 1a morada del amo? Pues la lejania es com. pensada mediante gratificaciones en especies. De suerte que, en su Origen, el vasallaje esti impregnado de digo asi como “el aroma del 14 ‘Asi lo testimonia por primera ver Ia ley de los alemanes redactada durante el primer cuarto del siglo vin (ed. Lehman, en M. GH, Legen, V. I, Lex Alamannorum, XXXVI, 3). 48 Marc Bloch, La société féodale, I, pp. 239-240; F. Lot, Les destinges de VEmpire en Occident, p. 689 y 3 Documentos, n° 23 (p. 284) 140 an casero” '", Pero en los niveles superiores de la sociedad, algunos ‘asallos desean obtener, cumplidas las pruebas, una dotaciéa territo- tial —villa 0 fraccién de ville, por ejemplo— que otorgue un sélido ‘marco al trajin diario o que acreciente la forcuna y el rango. Antes de Ia creacién de los vinculos vasalliticos tanto como en la época de cu formacién, aunque sin una necesaria relacién entre ellos, el periodo merovingio ofrece ejemplos de concesiones territoriales acordadas por reyes, mayordomos del Palacio, condes y personas ps vadas a particulares de condiciones diversas, La pecan ada una liberalidad, una accién bienhechora (beneficium), En nu- esl ciate egeet tae see in mi «i, se aplica antes al stetus de la tierra concedida que el acta misma We concesion, Se atorgaron beneficior en plena propiedad iglesias personajes, sea como recompensa sea como premio a una futura adhesin "8, Por piedad o por interés, los merovingios multiplicaron esta practica, con la consiguiente merma de las posesiones privadas. De suerte que un dia, se enfrentan con Ia imposibilidad de pagar a sus funcionarios, exigir a sus leudos 0 ganar nuevos apoyos. De he- cho, devoraron su capital raiz., randes utilizaron también otra forma de concesién: Ia treced enencusa parteslees gut sectian ol uaftac er mods ‘gratuito o contra el pago de-un debil censo, en tanto el donante se reservaba Ia propiedad de lo otorgado, Este tipo de concesién era tambien considerada un heneficium dado que derivaba de un acto de generosidad. En la época merovingia, la mayoria de los beneficios —aplicando al término su estricto sentido técnico— adoptaron Ia forma muy antigua y difundida de la precaria (de precari,plega ria), El solicitance dirigia al otorgante una peticién consignada en na cry yeste timo slab ef acuerdo motiante ov act, En primer momento, las precerias fueron simples convenciones que otor. gaban una concesién de tierra, revocable y sin duracién precisa; pero, 4 partir del sigio vt, fue frecuente que se transformaran —y con éllas también el beneficio— en contratos a término, 0 vitalicios ®, 19 J. Dhont, Nuisance des principautés territoriales en France, pp. 9-11 MI La operacién garantizaba los derechos de propiedad del otorgan y los derechos de usufructo del precarsta, Uno, inmovilizabe una parte de su capital raiz aunque retenga la facultad de recuperar dicha arte de acuerdo con las condiciones fijadas por el contrato; el otro, recibia la plena explotaciGn de tenencias tertitoriales exentes de pa. 0s pecuniarios o gravadas con censos de poco monvo. Es compren- sible que un sistema tan flexible haya determinado un medio pro. picio para el surgimiento del beneficio vasallitico, que inclusive Mega a identificarse con él antes de adquirir individualidad propia en Ia época carolingia. La precaria acentiia entonces su cardcter de tenencia gravada con cargas particularmente econdmivas mientras que el beneficio es otorgado principalmente en recompensa de ser- vicios militares 0 politicos, cumplidos © por cumplirse. El problema radica en saber si reyes y grandes entregaron, antes del siglo vin, beneficios-tenencias territoriales a vasallos con la in- tencién de dar mantenimiento. La penuria de la documentacién es fan grande que en modo alguno aclara In situacién; solamente la concesin de tierras en propiedad obligaba a la redaccién de dip! ‘mas reales y los beneficios casi siempre se estipulaban verbalmente! SR er eras gr er science aay coraran cette erin eam Se a en eer eee ei mira Be ero che elec SSS ea ae ce deen ps Seeder ao le STapte atc dee SIE nae a ee aa emote ieee ha See oren| i Reman poeta rom arate, ora eee So eee Peet eee een ee pal alent merterieg oben = ey ae een ae ree iae att ecdacernrce ey pp. 481-505). ings aa de pada ote etnies, wns tes ame 1422 De ahi que Ia carencia de testimonios enmascare los inicios de este movimiento que pudo haber alcanzado cierta amplitud antes de ser asentado en los textos ® En Ia historia de los vinculos de dependencia, los siglos vt y vit sefalan un periodo de tanteos, de Jenta gestacién, En respuesta al proceso que desemboca en Ia fragmentacién de los poderes piblicos, Se produce una variante con respecto « los grupos sociales: estrechant sus filas en torno a jefes que imponen su voluntad. Una poderosa aristocracia terrateniente vive en tierras tanto més vastas cuanto las densidades humanas son débiles y los rendimientos mediocres. Por fortuna y por rango social, esta aristocracia se eleva por encima de In masa de hombres libres, refuerza la autoridad ejercida sobre los campesinos de los dominies y acrecienta el mimero de encomenda- dos. El sefiorio impone su presencia; las practicas vasallaticas se mul- ican en particular entre el Loira y el Mosa, en el sudeste de Ger- ‘mania, en Espafia visigoda y en Italia lombarda. Con todo, el feuda- fismo ain no ha surgido. La asociacién del vasallaje con beneficios destinados al mantenimiento de los dependientes contimia siendo poco frecuente, inclusive en el circulo real o en la comitiva que zcompafia a los mayordomos del Palacio, Ocurre que el feudalismo, desprovisto de un verdadero fundamento juridico no alcanza 2 con- formar un sistema organizado; por otra parte, tampoco la autoridad piiblica procura alentar su difusién, Son numerosos los vasallos que carecen de tierras; por el contrario, se conceden beneficios por mo- tivos ajenos al servicio vasallético. Marchando por vias diferentes, Ia encomendacién y el beneficio habrian resultado de fugaz apari- cién y Jas clientelas de Occidente se perderian como aquellas que poblaron las estepas asisticas, Pero luego de un desarrollo que du- rante ia época barbara evidencia esporddicas convergencias, las dos instituciones finalmente se unen de acuerdo « un ritmo cuyas fases 22 Concesién en plena propiedad, tenencia resultante o no de un contrato de peecaria, el beneficium suscita conclusiones divergentes u opuestas. Una de las hipétesis mas reciente sobre sus origenes y sa naturaleza fue formu. ada por Sinchez-Albornoz, El stipendium bispeno-godo y los origenes del benelicio prefeudal (Buenos Aires, 1947). Luego de sefialar numerosos rasgos ‘comunes a ambas instituciones —franca y visigoda—, el autor investiga los nes del beneficio dentro del marco de las concesiones de bienes hechas 4 clerigos con el fia de asegurarle: mantenimiento; segin él, no cuvieron como fundamento ia precaria de la época birbara —tenencia econémica de cardcter contractual, sino el precario romano que habris sobrevivido a las invationes canto en Espafia como en Galia con el nombre de stipendium (Sueldo o pags). Tafluidor por tal ejemplo, reyes y grandes habrian dado ‘auancenimiento a sus vassllos, # partir el’ siglo vt, mediante concesioncs Semejantes, Esta ingeniosa argumentacion acentia netamente el caricter pro- visorio impreso « antiguos benef 143 ‘esti determinadas por Ia historia politica: ascensién de los mayors domos carolingios del Palacio, gobierno de Carlomagno, disturbios de los siglos 1x y x. El régimen feudal es resultante, en parte, de esa unién, Tl. ForMAacton bE REGIMEN FEUDAL A. Relaciones personales y bencficios durante la gestién de los mayordomos carolingios del Palacio Victorioso después de la derrota del ejército neustriano en 687, en Tertry, el mayordomo del Palacio de Austrasia Pepino d'Herstal ogra unificar Ia mayor parte del reino. El resultado empero es pre- cario. Después de su muerte renace el desorden, en tanto acrecen los peligros externos, Sin embargo, uno de sus descendientes, el bastardo Carloe Martel, cumple la tarea de reagrupar las fuerzas dispersas y con ello preanuncia la unién de los francos bajo la égida carolingia. En efecto, combate los regionalismos eficazmente, rechaza cerca de Poitiers una incursién sarracena, contiene a frisones y sajones y resta- blece la hegemonia franca en el sur y centro de Germania donde san Bonifacio prosigue la misién evangelizadora, En 751, su sucesor, Pepino el Breve, acomete acciones decisivas: la eleccién como rey de los francos, la consagracién real. Y asi, emerge en el horizonte ‘europeo un pueblo nuevo, cohesionado y orgulloso, que extrae fe y moral de un cristianismo progresivamente regenerado. La nueva fuerza presiona en Germania, avanza sobre las riberas del mar del Norte y sobre Italia; de hecho, establece los pilares del futuro impe- rio de Occidente. Un vivo impulso cobran entonces Jos vinculos de subordinacién; pues, sin ef concurso de las clientelas reclutadas en Austrasia y sin los fieles seguidores de éstas, los mayordomos carolingios no habrian doblegado resistencias ni alcanzado Ia corona. Fueron estos los con- tingentes que conformaron el nticleo del ejército, En modo contrario a lo que sostiene cierta corriente de opinién de vigencia sostenida gracias a su simplicidad, Carlos Martel no creé en bloque Ia caba- Heria como arma nueva, en intento de adaptarse a Ja tictica musul- mana. Desde la segunda mitad del siglo v1, Ia lucha contra los 144 ee - ke informes referentes a los ejércitos bizantinos y luego arabes, inci taron a francos, visigodos de Espafia y lombardos de Italia a impul- sar el nuevo cuerpo militar. Fue quizds Carlos Martel quien le asig. 16 una funcién de primer orden; funcién que conservé hasta el siglo XIV, en particular en operaciones de tanteo y de remate después de un triunfo, Esté lejos de ser una caballeria ligera; cada hombre, pesadamente armado y equipado, cumple un dificil aprendizaje pues- to que el arte del combate éxige un entrenamiento iniciado en la adolescencia, El servicio ademas es en extremo costoso. En efecto, Ja montura, el equipo y el mantenimiento del caballero y de sus sit- vientes de armas estan a cargo del interesado durante el transcursa de la campafia cuya duracién, en principio, es de tres meses por afio. ‘Ahora bien, los “adictos” que habian colaborado en la toma de po- der aguardaban una recompensa tanto como los jinetes profesiona- les una paga. Se otorgaron entonces presentes en especies 0 bien, se realizaron distribuciones de oro y plata; era un modo de alentar la participacién, una simple atenci6n, Con todo, los guerreros veian en la tierra —o para ser mas precisos, en los sefiorios rurales— la remuneraci6n ideal, El capitular de Thionville que, en 805, fija en doce mansos la fortuna minima e indispensable para el manteni- miento de un jinete completamente equipedo, sanciona una larga ex- periencia #, Fue en el patrimonio y en los bienes del fisco en los que los mayordomos del Palacio hallaron los medios necesarios tanto para el sustento del ejército como para asentar la autoridad que ejer- cian; pero esos recursos, durante el primer tercio del siglo vit, corrian el riesgo de agotarse tanto mas rapidamente cuanto que nu- merosas tierras eran atin entregadas en plena propiedad; surgia asi la posibilidad de una nueva crisis, tal como la que habia abatido a los merovingios. Era necesario, por lo tanto, renovar recursos y hallar otros medios. Mas atin que en la época precedente, las tierras baldias —en particular del este de Alemania— y los bienes de la Iglesia solventaron el costo de la operacién, La accién sin duda caus6 inquietud entre esa gente hostigada por el temor al infierno; pero Ia necesidad se impuso finalmente. Las expoliaciones Ievadas 2 cabo por Carlos Martel le aportaron una reserva considerable que lo ubicé por encima de los poderosos: signo evidence de la funcién desempeiada por la tierra en el juego poli- 4 Documentos, 2% 52 (p. 305). % Referente a Ia forcuna de éstos: F. Rousseau, "La Meuse et le pays ‘mosan en Belgique", Apénd. II (danales de la Soc. archéol. de Namur, XXKIX, 1980); J. F. Niermeyer, “La Meuse et Vexpansion franque vers le nord, Vite VIMI sigcies” (Malanger Rourreon, Bruselas, 1958, pp. 445-463); T. Mayer, Die Konigsfreiem (Compl. bibl. p. 334), 145 tico. No obstante, el procedimiento afects —y peligrosamente— la erganizacién eclesiistica y la vida religiosa. Atento a un estado de cosas que provocaba vivas resistencias en la Iglesia, Pepino el Breve —también él expoliador de bienes eclesidsticos— acepts las disposi. ciones preconizadas por los tres concilios reunidos entre los afios 742 y 744, La Iglesia recuperd entonces los bienes que le habian sido confiscados aunque sin poder disponer de ellos; debid entre- garlos a sus detentores, en calidad de precatia, a cambio del pago de un médico censo, “Precaria atribuida por orden del rey”, se diri més tarde. Al mismo tiempo, el soberano otorgaba dichas ‘po- sesiones como beneficios vitalicios a los mismos detentores; de este mode, fueron vasallos del rey exclusivamente *, Definida asi, la cos. tumbre tuvo vigencia hasta el siglo 1x, en modo paralelo a Ia distri. bucion de beneficios adquiridos directamente de los bienes reales, El desarrollo creciente de la caballeria no fue la "causa determi. nante” del feudalismo; como tampoco lo fueron 10s adelantos téc- nicos que situaroa tal arma en primera linea de combate, Pero di cho desarrollo si contribuyé —y poderosamente— a la formac de una casta de poseedores de bienes raices que constituyd el ele- mento principal de los ejércitos y mas tarde, de la sociedad caba- leresce, Del mismo modo, impulsé la evoluciéa de los vinculos de dependencia, proceso ya acelerado por los acontecimientos del aio 751, época de requisas masivas de bienes del clero y de repartos de tierras vinculados al cambio de dinastia, Finalmente, ef doble con- rato formalizado por los detentores de bienes eclesiasticos —con la Iglesia y con el rey— permitid definis la nocién de beneficio va- sallatico, Desde entonces, el mimero de encomendados alojados en Ja morada sefiorial, o de aquellos que recibian bienes en propiedad, disminuy6 en relacién con la cantidad de vasallos que detentaba Ja posesién de tenencias territoriales. La férmula atin no ha alean- zado, categoria de sistema pero se le reconocen sus ventajas; en la construccién del régimen feudal sefialé indudablemente un s6lido jalén, %6 La Iglesia ganaba con esta medida una satisfaccién de orden. moral antes que material, pues "en ‘aio de necesidad’, los bienes cousedidos no volvian a ells después de la muerte de los primeros detentores El sey lot twansferia a herederos u otros fieles. Obtuve una veataja mucho, mis st. tancial de una disposicion de Pepino el Breve —confirmada y precouda por Carlomagno— que imponia a los habitantes el pago de un dicen rlescy ido sobre Tos productos de sus tierras, Una tase suplementarie ae las precarias concedidas por orden del rey: a none; sea esto por Carlomagno, (Art Ia, en Speculum, 1G, pp. 228250.5 46 eT So también procede de esta época, el primer ejemplo conocido de setae arse iit ‘inado a perpetuarse durante el transcurso de un milenio no pu = “de coumover al historiador, En 757, el duque de Baviera Ta: silén TH, ance la presencia de Pepino el Breve se encomienda en vasallae mediante las manos. Jura miltiples e innumerables com- promisos y posindo sus manos sobre reliquias de santos, promete fideided al rey cal como debe hacerlo un vasallo™. Asi el vie) ritual que antaio presidia el ingreso de hombres libres en depen- dencin se enriquece con elementos nuevos: la encomendacién me- diane las manos y mas tarde, el juramenco de fidelidd sors co ¢1 afadido de caracerescrstianos *. Cumplida de acuerdo con ext modalidad, la ceremonia se reserva en forma progresiva para los protegidos que se destacan del conglomerado de modestos subor- dinados © de hombres libres entrados en servicio, por la categoria de sus protectores 0, més atin, por la naturaleza de los servicios que deben cumplir ®, ‘ Desde la época de Pepino el Breve, se afirma una cierta “mistics del vasallaje” que ha sorprendido a los mas destacados historiado- res de los origenes feudales. La unidn entre sefior y vasallo se torna tan estrecha que a veces se impone por sobre los vinculos que ligan al soberano con sus siibditos, 0 incluso entre marido y mujer ®. No obstante, la relacién llega a ser 2 menudo conflictual, sobre todo en- tre Jas clases altas en las que la dependencia es motivada no tanto por un deseo sincero como por afin de beneficios o por circuns- tanciales necesidades politicas. Algunos afios después de haberse en- comendado a Pepino el Breve, Tasilén de Baviera se rebela contra ibre de obligacién, en 757 presta homenaje a Carlomagno con in de conservar su ducado™, Los historiadores le estin agrad~- cidos; gracias a él, llega a nosotros el conocimiento del primer ho- menaje, de la primera "traicién” de un vasallo, de la primera inves- tidura “ya algo més caracterizada— de un beneficio. 147 B. Vasalleje y Estado durante la época de Carlomagno™ Rey de los francos, mas tarde de los lombardos, emperador de Occidente, Carlomagno no impuso nuevamente la vigencia de los Principios romanos referentes al gobierno y a la propiedad. Las cos. tumbres adoptadas, Ia persistencia de métodos utilizados por los mayordomos carolingios del Palacio, Ia misma evolucién social no se prestaban para una ruptura con el pasado reciente. El primer em- perador carolingio, luego de haber llevado las fronteras hasta los confines de los mundos bizantino, musulmén, eslavo y escandinavo, de triunfo en triunfo, se esfuerza por lograr el cumplimiento de sus Grdenes. Lo cierto es que faltan cuadros administrativos 0 estin incompletos; son escasos los hombres competentes. La gente, dis. persa en grandes extensiones, se inclina tanto menos a la obediencia cuanto que carece del sentimiento de pertenencia « una misma comunidad, Por tal suma de circunstancias, Carlomagno y sus sucesores am- pliaron el marco de las experiencias de Pepino el Breve y elevaron <1 vasallaje al rango de institucidn, Altos personajes, tales como du- ques y condes, obispos y abades, elegidos y nombrados por el sobe- Fano, se vincularon al carolingio no s6lo por Ia fidelidad que todo individuo debia al rey sino también por la devocién personal, Va- sallos del monarca, unos cumplen las principales funciones publi en el Palacio; otros, diseminados a través de los territorios imperia- les, afirman su autoridad en comarcas recién sometidas 0 pacifica- das, Tal el caso de Alemania, Baviera, reino lombardo, Aquitania, Marca de Espafia, Todos ellos procuran —y se los anima para tal logro— el ingreso al vasallaje de los agentes situados bajo sus drde- nes y de los particulares que gozan de riqueza e influencia. El sobe. Fano no ordena, sugiere. Exhorta a todos los hombres libres, de cualquier condicién, a elegir un sefior que les reclamara el pago de impuestos en nombre del estado, los conducira a la hueste real y el tribunal pablico. Con todo, este sefior carece de fuerzas militares privadas; tampoco juzga a sus propios vasallos que dependen det tribunal condal o bien del tribunal del Palacio. De algiin modo, el sistema vasallitico desempefia a lo largo del Imperio la funcién ejercida por los imunes en areas regionales; 0 % Para ta historia general del reinado de Carlomagno, y de la posterior decadencia carolingia, se puede remitir por ejemplo al anilisis de L. Alphen, con abundante bibliografia, en Charlemagne et Empire carolingien (es “L'Evolution de 'Humanite", Paris 2 ed, 1940 {Corlomagno y el impe- tio carolingio, La evolucién de Ia humanidad, t. 51, Uteha, México}. Tam én se pueden mencionar loz trabajos de temas generales vitalos ela Bibliogratie, pp. 315-316), 48 a, uma tarea que extiende y complementa los mecanismos adminis- ene aerial ‘Mediance la aplicacién de este sistema, el estado halla agentes para su administraci6n y su policia, asesores para su justicia, jefes y tropas tanto para ejércitos en campafia como para guarniciones instaladas en las fronteras. Asi se tiende una red de subordinaciones que, unida en todos los niveles a poderes delegados y responstbilidades, llega por intermedio de los vasallos transfor ‘mados —en su mayor parte— en sefiores rurales hasta el més humil de de los individuos. Enriquecido extraordinariamente mediante conquistas y confiscaciones de bienes arrancados a vencidos o re- beldes, el soberano distribuye beneficios a varios centenares de lina- jes que, por el mismo procedimiento, remuneran los servicios de sus ‘encomendados. Todavia en esta época, el dependiente no puede te ner més de un amo; el derecho le concede el privilegio de negar la declaracién de fe y homenaje jurada al sefior si éste falta a sus dleberes de protecciéa y defensa ®, o en caso de perjuicio, En modo reciproce, el sesior puede separarse del vasallo infiel y sustraerle los beneficios, Por lo tanto, es evidente que la reglamentacién esta des- Uinada a limita los motivos de rupture y a reforar Ia estabilidad fe las relaciones personales, El vasallaje precisa su contenido insti- ‘heloeal 4 al nce tempo, es ramifice Y al brace 1 woe a 1 sin afectar su supremacia; elementos aislados hasta entonces se integran finalmente en un sistema de instituciones. Pero en Ia inten- cién del fundador dei Imperio, solamente el estado debia benefi- iarse, en tiltima instancia, coa el servicio cumplido por los depen- dientes, C. Le decadencia imperial ‘Tan grandioso esfuerz0 fracasé, Muerto Carlomagna y vanas ya Ie otis de Lai ol Pad or afar ured inperal segiin los principios definidos por los clérigos, la historia carolingia se transforma en una larga decidencia que conduce al reparto de Verdin y luego de una temporaria restauracidn, al derrumbe final del aio 888, Sobre las ruinas del antiguo imperio despliegan sus unidades —tal como un mosaico— reinos amenazados por la anac- quia, principados que luchan contra Ia divisién y pequeias unidades territoriales En un intento de explicacién de estos hechos, ciertos autores pre- sentan a los sucesores de Carlomagno bajo los rasgos de pequeiios mediocres hombres; insistentemente destacan la inaplicacion de la ley que determinabs la sucesién imperial, se lamentan de las que- 2 Ver mis adelante, p. 183, 9. 45 149 rellas tumitiares, de Jas particiones politicas y de los reajustes terri- toriales realizados en época de Luis el Piadoso. Por cierto que estos factores han jugado en el: proceso; pero no son las causas profun. das que lo determinsron, El soberano disponia de recursos conside. ables, si bien de dificil movilizacién, Poseia grandes dominios y centenares de vasallos, Hombres libres de origen modesto, ubicados bajo su proteccién, le sseguran fidelidades y adhesiones™. Estaba ‘en condiciones de reunir efectivos militares superiores a los de sus adversarios y conducirlos hacia la guerra motivados por Ia apetencia de riquezas. Su tribunal entrega a su juicio las causas importantes ys fiualmente, Ia Iglesia lo aconseja y le brinda apoyo en los momen- ‘0s dificiles. Sin embargo, el Imperio subsistié menor tiempo que la monar- quia merovingia 0 que la mayoria de Jos reinos barbaros, Se des- integré porque no respondia a la mentalidad ni a la instruccién de los hombres de entonces, poco inclinados a captar la nociéa abs- ‘racta del Estado, incluso bajo Ia forma en: que era presentada por Jn élite imperial. Cayé porque fue una construccién’ desmesurada, ‘monstruosa en relacién a su organizacién econdémica y a su estruc. ‘ura social, Los carolingios realizaron conmovedores esfuerzos por difundir el uso de la escritura entre los principales agentes, Lana. ron sobre las incémodas rutas de los territorios imperiales « envia. dos portadores de recomendaciones reales, explicando, manteniendo una comunicacién directe entre el Palacio itinerante y los condes Y sus subordinados, Entre mediados del siglo vint y e! afio 820, cons- ‘sruyeron una estructura imponente aunque agrietada desde su bast- mento, El Estado carolingio jamés posey6 un sistema administrative capaz de transmitir drdenes a tiempo, de imponer obediencia o de contener las fuerzas internas que arrastraban a Ia disgregacién, El imperio fue destrozado por les regionalismos, imagenes vivientes de todos esos pueblos que Ia guerra reunié bajo una misma autori- dad y cuya posterior debilidad, incit6 a la emancipacién. Ya Car. Jomagno habia comenzado a abandonar la labor emprendida cuando lo sorprendié la muerte; sus sucesores fueron testigos del ripido derrumbe, impotentes la magnitud de la tarea, 3 Sobre todo et el caso de parte de Lali y de Alemania. En lo referente 4 los “libres del rey” ln estructura de sus grupos, las relaconer cone soba, rano y los cambios producidos en sus statuy, ver los trabajos de Bomeeed (on Lut longobards, Milo, 1966-1967, 3 vols), Danaenbaae, Majer To bacco, Toubert y Werali, cindos en Complementes bibliogsfican ver 336 334-335. es PR 38 F. L, Ganshof, “Charlemagne” (Speculum, XXIV, 1949, pp. 520.598): “Ia fin du regne de Charlemagne. Une’ decompontion (ekscbif fie Sebweiteritche Geschichte, 1948, 09 4, pp. 438489), 150 Kinalmente, amenazas externas agravaron la crisis y precipitaron Pay ings ere craen Ree prgeey Maea del imperio y de los reinos resultantes de su desmembramiento, arra- san el territorio; se mofan de los pesados ejércitos continentales, ineptos para uaa defensa mévil, y se infiltran tanto.entre las tropas de frontera como entre las guarniciones de Ias fortalezas. Acaban ‘con las guerras de conquistas y con las consiguientes distribuciones de tierra que eran su signo, Los musulmanes operan mediante razzias a lo largo de las costas mediterréneas europeas; se instalan en Sicilia y en el sur de Italia y alejan asi 2 Occidente de Bizancio. Los hingaros invaden el norte de Kalia y Alemania occidental ¢ incursionan hasta Borgoéa y la regién al sur del Loira. Los nor- mandos, procedentes de Escandinavia, son los expertos ejecutores de devastadores desembarcos sobre las costas; remontan los ros, saquean los monasterios y Ias iglesias, atacan las ciudades. Las poblaciones viven en estado de alerta; en los rios levantan barreras que impi den los pillajes pero que también cierran las vias de intercambio, Numerosos castillos pierden su caricter de fortaleza piblica, con- trolada por el rey o sus representantes y administrada por uno de sus fieles , Llegan a ser’ centros de apoyo de las aristocracias loca- les que las transfofman en bastiones vedados para los agentes reales. El éxodo inunda rutas y senderos; de residencia en residencia, los ‘monies transportan las reliquas del fandador de sus comunidades y Jos objetos preciosos donados por la generosidad de los files. Tal ‘como los del monasterio de san Filiberto que, entre los afios 826 ¥.875, abandonan Noirmoutier para instalarse en las riberas del Iago de Grandlieu, lugar que muy pronto dejan para dirigirse, en cons- tante retroceso, hacia las regiones del Samurois, del Poitou y de ‘-Pourcain-sur-Sioule; finalmente, se establecen en Tournus, en Jas mérgenes del Saona, D. Ascenso del vasallaje y del beneficio durante los siglos X y Xt Las redes de subordinacién desempefiaron en este proceso una 1c- cién condicionada por dos factores que no tendian necesariamente hacia el mismo fin, aunque sus consecuenciss se combinaran, En efecto, Ia politica de los tiltimos carolingios y la presién ejercida % Y cao, a pear de las medidas adopeadas por Carlos el Calvo, quien, por slew fun atclo aad al eco de Pie, doar: “Eugios £ todos aquellos que, en eos dempos,consruyeron slo nests autorizacion Castillon, fordfenciones 0 empalizdas, destrayan ese_geneso.de_forufice: Stones antes del 19 de Aponte? (Capitebarian ths a0 275, py 328: 860. 151 Por los estratos dependientes®” dominsroa el imbito de or Jos estas dep 0% ito del Estado y 1. EI Estado frente al sistema de dependencia Los sucesores de Carlomagno, imitando su ejemplo, intentaron ha: cer del vasalije un instrumento de ‘utorided poblicn walizando, al mismo tiempo, sus mecunismos para reforzar el principio de ss. Fesind: Adi This el Pixiag caries tate nee a tar a sus hijos a la obediencia ef hecho de ser éstos sus asallos, Eq 870, el obipo de Laon declara: "Seré fiel para con mi sehor Carlon como na valle debe sete por dene nae ete Cason obispo para con su rey” ®, Pero siendo las obligaciones vasallavices de naturaleza més compulsiva que los deberes debidos al monarca, se etige entre éste y los subvasallos una suerte de barrera, Para todo subordinado, el sefior directo se ubica en primer lugar; ante eb ba comprometido su fe; a él ha entregado su responsabilidad; de 41 procede la totalidad o parte de su fortuna, Las redes de dependen. i hicieron uso y abuso de los organismos del Estado, El sistema detentaba un poder de expansién que afectaba los compromisos del monarca con las facciones aristocraticas, susceputibles de favor recer los proyectos de politica exterior, de contener las invasiones 6 de solucionar Jos conflictos familiares. Ya durante el reinado de Luis el Piadoso —y aiin en mayor medida después de su muerte— comenzé a admitirse que si el rey faltaba a sus deberes, us sibdivos asi como sus vasallos no estaban obligados a prestarle obediencia, De este modo, la idea de contrato, incorporada a la consageacion real después del afio 869 y extraida del contexto vasallateo mie aia que de la promesa verbal, se impone a la nociéa de poder abso. luo; al suscribino, el rey compromete la obligacion de dispenser jus az, Asi establecido, el contrato fue uno de los fundamen. tor de a sociedad feudal ™ Sac ae eae La maltiplicacién de los compromisos vasalliticos produjo como consecuencia un acrecentamiento similar de los beneficion Yoel, ‘ven a sparecer entonces, en mayor medida, el salario, la recompense de los subordiaados, Pero si Carlomagno teunis ta enoree chert » me ashi latine, CXXVI, p. 575. fs < Sein andes ee rma ‘ara las obligaciones estipuladas y prometidas en la consageacion real, Mar. cel David, Le serment du sacre du IX® au XV° iicle, p. 47 y se. i 182 raiz mediante sus conquistas, el pacifico Luis el Piadoso, por el con- trario, dio sustento a tropas ociosas 0 dedicadas a tareas menores; de hecho, consumié el activo heredado de su antecesor. El menoscabo infligido a los dominios reales por accién de Luis el Pindoso fue tanto mas grave cuanto que, no satisfecho con la distribucién de beneficios, concedié bienes en plena propiedad o transformé tenen- cias territoriales en alodios: signo evidente, repetido durante el ‘ranscurso del siglo x, de sumision ante la presién de los grandes. A su vez, Carlos el Calvo mediante oscuros recursos operd sobre los bienes del fisco y, por ultimo, recurrié a las tierras de la Iglesia; pero renuncié al subterfugio de Ia precaria ya sea concediendo directs. mente bienes usurpados o bien, solicitando a diversas comunidades Ia radicacién de hombres que, sin dejar de cumplir el servicio del rey, se incorporaban al vasallaje de éstas. Y después irrumnieron las invasiones, las convulsiones internas y Ia necesidad de adquirit nuevas clientelas; todo lo cual redujo atin en mayor medida los do- jos carolingios, En plena curva descendente, los monarcas se enfrentan con la retraccin de las fidelidades que se vuelcan hacia Jos poderosos; éstos, después de haber acumulado tierras y funcio- res, distribuyen el mana otrora prodigado por el soberano. Inmu- nes, € incluso antiguos vasallos del rey, presentan su homenaje a principes territoriales. Para captar Ja totalidad de los aspectos de fal decadencia es necesario analizar otea forma de las relaciones de dependencia o sea, un sorprendente episodio del drama desarrolla- do entre el rey y sus encomendados Carlomagno y Pepino el Breve, al solicitar a los funcionarios que se vincularan con sus reales personas mediante el vasallaje, creyeron someterlos a la obediencia tanto mas cuanto que podian, en cual- auier momento, desplazarios o revocarlos de sus funciones. Sin em- bargo, una serie de fallas corrié répidamente a lo largo del sistema En efecto, con el fin de obtener una cierta continuidad en la admi- nistraci6n local y en la defensa militar de comarcas aisladas del po- der central, generalmente por el estado de las comunicaciones 0 por la divisién’ de los grupos sociales, se mantuvo durante afios en las ismas circunscripciones a condes y subordinados, Mas atin, se con- fi6 a hijos de funcionarios los cargos de sus padres. Iniciada en el si- glo vit, Ia innovacién se difundié durante el reinado de Carlomag- ne, legando a ser de uso corriente en el periodo subsiguiente; si el rey hubiera retenido los poderes de disposicién, quiza la nueva préc- tica habria carecido de peligrosidad. Pero, Luis el Piadoso y sobre todo Carlos el Calvo se enfrentaron, en este sentido, con crecientes dificultades, Durante la primera mitad de su reinado, Carlos despla- 153 28 a nunierosos agentes —incluso irreprochables—, demorando el ‘ororgamiento de compensaciones *, Simulténeamente, en més de una cocasién, cedié ante las exigencias de los grandes quienes se aferra- ban tanto més a sus funciones (bonores) cuanto que eran remunera- dos mediante una dotacién territorial y derechos de regalia concedi. dos de ordinario en beneficio, En una sociedad invadida por la prictica de las subordinaciones provechosas, por la multiplicacién de juramentos que significan el usufructo de bienes materiales, la nocién de beneficio finalmente abarcé no s6lo a los dominios relacionados con una funcién sino también a esta tltima, con su marco territorial; el conjunto con- formé un bonor, en su més amplio sentido, Se produjo entonces una suerte de contaminacién, tal como lo testimonian expresiones de 1a cancilleria; los textos mencionan muy sigaificativamente "honores heneficiarios” derivados de condados u obispados detentados en cali- dad de "beneficios” *. Ahora bien, como lo veremos més adelante, el beneficio fue incor- porando paulatinamente In nocién de herencia. De este modo, se asistié al singular espectéculo de un Estado cuyos agentes superiores asi como los funcionarios ubicados bajo sus érdenes —y vinculados a ellos mediante Ja encomendacién—, tratan no solamente de rete- ner los cargos publicos de por vida, sino también de transmitirlos de padres a hijos. En caso de necesidad, legan a oponer la fuerza frente a aquellos que intentan privarlos del “condado de sus pa- des". Decididos permanecer en calidad de amos dentro del pe metro de sus ciccunscripciones, se esfuerzan por eliminar tanto a los “‘missi" como a los vasallos del rey. Frenados en su accién hasta el siglo x1, en Alemania, por Ia monarquia que ha conservado 0 re- conquistado ciertos elementos de Ia potencia piblica, en Francia el ‘movimiento se intensifica después del afio 850, Los carolingios, lejos de aceptar pasivamente el arraigo de pri ticas que conducian inevitablemente a la ruina, actuaron con ener- gia castigando a los rebeldes e intentando salvaguardar los princi- pios de autorided. Una célebre acta fechada en 877 —el Capitular de Quierzy-sur-Oise—, sefiala el alcance de los cambios que se estin operando. En momentos de la partida a Italia, Carlos el Calvo dicta una serie de disposiciones relativas al gobierno del reino que serian, aplicadas durante el transcusso de su ausencia; algunas se refieren 49 De ahi, las reclamaciones formuladas en la asamblea de Coulaines en 843 (ver nota 39). 41 Por ejemplo, Annales Bertiniani, ed. Waitz, p. 20 (839) 154 a la transmision de beneficios , Si un conde muere, 10s oficiales del difunto y el obispo administrarin el condado hasta que el empe: rador, advertido del hecho sin demora, se pronuncie sobre !a suce- in. Hay hijos menores, 0 acompafiantes del emperador en su ex- pedicién a Italia? El consejo mencionado vigilaré los intereses y ad- finistrara el condado en su nombre, No obstante, el emperador se Heserva el poder de decision aunque la sucesién recaiga casi con cer- teza en el heredero del muerto“, En tal sentido, 1a proclama final Ieida en la asamblea de Quierzy Iega ain més lejos que el edicto, no dando lugar a ambigiiedad alguna, estipula que el consejo gober- hard el condado hasta ser advertido el emperador del deceso del conde; en ese momento, el hijo del funcionario fallecido “sera in- vestido por nosotros de las funciones de su padre”, Capitular y pro- lama sefialan finalmente Ja aplicacién de las mismas reglas en favor de la generalidad de los vasallos; éstos, a sa ver, las aplicardn “para con sus hombres”, Las investiduras de beneficios vacantes se difieren; con todo, los derechos de los herederos mantienen su vigencia. El Capitular de Quierzy no instituyé la herencia de los beneficios; con todo, si bien preservé los derechos del soberano, consagré un estado de hecho frecuente en Francia, con una ya definida tenden- cia a.generalizarse. Después de la muerte de Carlos el Calvo, Luis el Tartamudo y sus sucesores intentaron —sin ningiin éxito— des- plazar o revocar a los condes“*, Los cuadros politicos comenzaron entonces a olvidar hasta el sentido del caricter puiblico que otrora omentaban las funciones y las obligaciones que derivaban de ells srsonal se radica y se provincializa; y lo hace, no para consn- rt nu decenalzactn que supondtia a vigencis det Exado, sina para conquistar autonomia. 2. Los poderes territoriales y sus areas Nos apartaremos de los reinos constituidos en los limites del anti- guo imperio o de los territorios de inmunidad; en cambio, insist- remos en una formacién original: los principados. ‘ 1a circunstancia de reunir Ja totalidad de los poderes regionales entre las manos de un solo hombre, fue una prictica de larga data, {2 Capituleria, Ul, 09 281-282, pp. 360 y 368 (Extractos en Documentos, 8° 45, p. 300), 4 ten estipulactn adn nis significative: i ol soberapo euere dare el transcurso de la expedicién, aquellos de sus fieles que desearan rénunciar ‘al mundo con el propésito de orar por él podrin disponer de sus honores fen favor de sus hijos 0 de sus allegados, capaces de servir al Estado. «'Femplos en J, Dhont, Naitsance des principautes terriroriaes, p. 41 yess. 155 Sin necesidad de retroceder en el tiempo, recordemos las tierras de- pendientes de la autoridad de los mayordomos merovingios de Aus. asia y Borgofia, y més tarde, las marcas creadas por los primeros carolingios en las fronteras. Después del gobierno de los Herstal, Ja institucién evidencia una muy répida difusién, agrupando gene. ralmente a varios condados subordinados a un mismo magnate. El debilitamiento del Estado y Ia irrupcién de las invasiones provoca- ron la concentracién de poderes locales y la radicacién de cuadros administrativos ejercitados en los mecanismos de gobierno. Los so- beranos alentaron este tipo de organizacién con el fin de contenet Jas correrias normandas. Asi, Carlos el Simple creo en favor de Ro- berte, hermano del viejo rey Eudes, el principado de Neustria, fu" s0 micleo del dominio capeto. Conscientes del peligro que amenazaba a la autoridad monarquica, otros reyes prohibieron este género de administracién, en particular entre el Sena y Ja regién flamenca; = incluso, dado el caso, legaron a suprimirio tal como ocurrié en Franconia. De hecho, la mayoria de los principados es resultante de empre- sas individuales o familiares proseguidas durante varias generacio- nes y cumplidas en varias etapas. Potentados, a menudo relaciona- dos mediante matrimonio a una dinastia real, permanecen en la re. gidn donde sus padres o ellos mismos han constituido un digno patrimonio y donde ejercen la delegacién de poderes reales; dado que detentan Ia potencia publica, construyen castillos, adquieren siuevas tierras y nuevos derechos y Megan a ser cabeza de un elevado simero de vasallos. Amparados por el derecho de herencia, incor- poran a su patrimonio los derechos delegados fomentando un sen. timienco de adhesin a la dinastia familiar. Asi se configuraron, de 875 a 925 aproximadamente, el condado de Flandes, los primeros ducados de Borgovia y Aquitania, y cinco ducados alemanes: Sajon Baviera, Suabia, Franconia y Lorena, Formacién totalmente origi. nal, puesto que proviene de una cesién otorgada por Carlos el Simple al jefe vikingo Rolén, el ducado de Normandia se consti: tuye durante el primer tercio del siglo x. Con todo, en el proceso de creacién de los principados, el agru- pamiento de ios condados no fue mas que un punto de partida. En Jas comarcas que fundamentaban su cohesién en la conjuncién de diversos factores, ef resultado fue sorprendente. Ejemplos de ello, ya sea antiguas comunidades de civilizacién, algunas veces unidas en mayor medida por el precedente de un reino birbaro, o bien un espacio geogréfico, carente de unidad natural, cuyos diversos cen- ‘ros estin vinculados mediante rutas hien mantenidas y cuyos recu 808 econémicos se complementan. Los jefes exaltan jos regionalis 156 nites anaes coal frie se ee daciac ao rosabs ie eralided Ge los clean de ‘una “nacionalidad” o si, en cambio, anexan poblaciones alégenas. Hie aie el seourdo del reiso fonbardo sou los dees e residuales de viejas naciones relacionadas con la monarquia franca, Sica eit awcaba wuaeicec ee Numerosos principados, a los cuales se sumaron las potencias ecle- siasticas en posesion de poderes condales, conocieron su época mas esplendente durante el transcurso de los siglos x y x1; en esas cir- cunscripciones el rey ya no nombra condes ni obispos. Las poblacio- 1c son ajenay ala realenn 0 se vinculan con ella través de ss efes y ante expreso requerimiento. El monarca lega a ser una figura {ue no se conoce; la region del Maconnsis, por ejemplo, luego de recibie la visita de Luis IV en 951, recién en 1166 volveri asistir al retorno de un soberano®, El rey continuaba poseyendo otro recur- so: Ia vinculacién feudo-vasallitica, Sin embargo, tanto en la regis: al sur del Loira como en Borgofa meridional, el nimero de vasallos reales disminuye, y casi desaparece durante el transcurso del siglo X puesto que han ingresado en Ia dependencia de los principes terri- toriales, Por su parte, estos ailtimos demoran el homenaje al Ca- rolingio o se abstienen de prociamarlo, Asi, Guillermo Cabeza de Estopa, conde de Poitou, se declara vasallo de Luis IV seis afios des- pués del advenimiento de éste. Durante Ia segunda mitad del si- glo x, el marqués de Gotia y el conde de Ia Marca de Espaia, entre otros, jamis han recibido al rey 0 unido sus manos entre las del monarca, Cada uno vive en su esfera y abusando del pretexto de la Jejania o de Ja inseguridad de las rutas se mantiene alejado** La solidez de los vinculos entre el rey y los jefes de fos principa- dos situados al norte del Loira no se vio afectada en igual medida; la mayoria de ellos contindan siendo sus “fieles”. No porque hayan prestado, salvo excepcién, el juramento piiblico de fidelidad sal como exigia Carlomagno de todos los hombres libres; este juira- mento esta en vias de desaparecer en los albores del siglo x. Pero se han encomendado a él, sin comprometer necesariamente la tota- © G. Duby, La socité en Mécomnain pp. 91, 540.9 3. 4 Ouro indcio stale la debiidad de Is monarqua’ ia auzenca de diplo- sp sal ue concede oufme eviepion coe rene dee lena cos, entre los ahes 987 y 1108 (Lomarignie, Sirctures manastiques Sonetere oldtgaeh danr 1b France dele fon da Xo ot den debuts fe Xi Wick pp. SOU6s. Bblogrelas 350 157 lidad de sus cargos ni de sus bienes. Es cierto que alguna vez demos traron escasa diligencia; tal como lo hizo Guillermo Cabeza de Es. topa, el duque Alain de Bretaia también aguardé seis. afios para prestar homenaje a Luis IV. Otros rompieron el vinculo con el so- berano y lo restablecieron en diversas ocasiones, sirviendo alterna- tivamente en el ejército real y asistiendo a las sesiones de la corte 1u oponiendo sus tropas a las reales durante los monétonos y agitados periodos en que carolingios y robertianos se apoderan por turno de Ia corona“. Sin embargo, el aislamiento de los sefiores meridionales, la pre- cariedad de las selaciones entre reyes y poderosos y las desavencn- cias temporarias no impidieron el mantenimiento de Ia jerarquia feudal francesa dentro del marco geogrifico establecido por el tra- tado de Verdin *, Los jefes de principados gozaban de autonomia aunque ninguno era independiente. Aun sin prestar homenaje son miembros de una gran familia que, aunque alejados del jefe y sin conocerlo, conservan el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad, Herederos de altos funcionarios carolingios, reconocen implicitamente la autoridad moral del rey, sostenida por ia tradicién y Ia consagracién real, fechando las actas de acuerdo con los afios de un reinado, o bien permitiendo que los stibditos eclesiasticos soli- citen sus diplomas al soberano. No excluyen para con el monarca la posibilidad de una ayuda que ellos mismos reclaman en caso de necesidad, Alarmado por el avance sarraceno, Borel conde de la Marca de Espafia, solicita colaboracién militer a Lotario, Luis V y Hugo Capeto; ofrece marchar hacia ellos con el fin de prestarles ju- ramento vasallitico, El socorro no arribé y, por lo tanto, el home- naje no liegé a concretarse sin que por ello se alterara el laxo vincu- Jo de la Marca con el reine, Es posible delimitar el contorno de los principados y esbozar asi- mismo las distintas etapas que sefialan el desarrollo de dichas orga- 41 Para todos estos hechot, ver un articulo decisivo de J. F. Lematignier, redactado en base sobre todo los Annales de Flodoardo y los Recueil de las actas de Luis IV, Lotario y Luis V (936-987). Este trabajo sefala una fecha —o quizé da término— x las eruditas controverss hhace medio siglo, por 1a nacuraleza jusidica de los vinculos que uni rey con los grandes del reino (Les fidéles du roi de France. Bibliogra n° 279), 4 Por su parte, el reino de Germania se expandia con Ia incorporacién de los territorios lotaringios (para los principados alemanes, més adelante, p. 162). ‘ Lemarignier, art. cit, enn. 47, 158 nizaciones®, Tipico, el primer ducado de Borgofia que cobré for- ma en los iltimos afios del siglo 1x, reunié en su mayor extensién Jas comarcas comprendidas desde Sens, Troyes y Langres hasta la regién del Maconnais, asi como Auxerrois, Nivernais y Autunois hasta Ia zona ubicada al norte del Saona. Los habitantes de estas re- giones, distintas o contrastadas, mantuvieron latente el recuerdo de una unidad fugazmente concretada por el antiguo reino de los bur- gundios dentro de un marco mis vasto. Ademés, numerosas rutas vinculaban los puntos més alejados de las principales cindades: Autin y Dijon, Emparentados con la familia robertiana y habien- do trocado en varias ocasiones la corona ducal por la corona real de Francia, los amos del ducado ostentaban un rango de muy grandes personajes. Hasta la segunda mitad del siglo 1%, se beneficiaron con la organizacién administrativa impuesta por los carolingios*!, En cuanto detentan Ia autoridad de duques, mantienen la paz publica, convocan a los ricos poseedores territoriales —vasallos y alodia. rios— tanto a las sesiones de la corte como a Ia hueste, protegen las iglesias, controlan medidas y monedas, autorizan 0 prohiben la cons- truccién de fortalezas, disponen de los bienes del fisco. Sin embargo, estos poderes cubrian, sin sustituirlos, derechos de igual naturaleza que los condes ejercian en sus circunscripciones. Por lo tanto, e! duque habria sido s6lo un convidado honorable si no hubiera agre- gado a sus prerrogativas sobre la totalidad regional, medios de ac- cién extraidos de origenes diversos, tales como dominios rurales de su pertenencia, redes de dependencia vinculadas a su persona, tierras de abadias y su correspondiente funcién de avoué y, por iltimo, los condados de propia dependencia que hacia fines del siglo x comprenden Autiin, Avallon, Beaune, Dijon y Chatillon-sus Seine. El campo de accién ducal basico se redujo progresivamente a estas 6 Escudios recientes: a) para el nivel del reino de Francia, J. Dhondt, Neissence des principautés territoriales, F. Lot y R. Fawtier, Institutions scigneuriales, J. F. Lematignier, L’bommage en marche et les frontiéres Séodates; ') para el masco de un ducado, J. Richard, Les ducs de Bourgogne et Ia formation du duché, ©) para el marco de un condado, G. Duby, Ls société en Méconnais (Bibliografia, 1 225, 282, 252, 260 y 142) 4) consultar también los trabajos de los autores citados en Complemenio bibl, pp. 332-333 (Bosl, Buisson, Cristiani, Déprez, Fasoli, Navel, Tellenbach, Werner, Yver--) 51 Recordemos que en Francia el término ducatus abarca en su mis ‘amplio significado la funciéa ducal, el marco territorial en donde ejercia ¥ Ta doca ‘que daba a su titular los recursos necesarios para cumplie su misiéa_ y asegurar su existencia; comitalus, episcopatus, etc, cubrian los ‘mismos elementos. 159 liltimas regiones en las que finalmente fue alcanzado por la declina- ién que padecia todo tipo de potencia pablica. Los jefes de conda- dos situados en los limites de Borgofia continuaron sensibles para con el prestigio de Ia dinastia ducal honrada por Ricardo el Justi- ciero y Hugo el Negro. Conservaron el sentimiento de la superiori- dad ducal puesto que se ubicaban por debajo de dicha dignidad en a antigua jerarquia administrativa, No obstante, las relaciones ten- dieron a limitarse a los vinculos vasalliticos. Es pues, desde un as- pecto feudal que se percibe Ia visién de Borgofia hacia el inicio del siglo xt, La autoridad condal experiment6 una evolucién paralela; la re- gién del Maconnais ofrece ejemplo de ello. Reclutados en Ia misma familia desde fines del siglo 1 hasta los tiltimos afios del x, los con- des de Macon supieron sacar ventaja del emplazamiento geografico de la comarca situada en la convergencia de los limites del reino con Borgofia. En efecto, la lejania del rey y la debilidad de la in- fluencia ducal influyeron en Ia creacién del pequefio principado vuelto en mayor medida hacia las regiones del bajo Saona que en direccién a la zona circundante de Autin o Dijon, Los condes, no sélo se beneficiaron con los deberes vasalliticos impuestos a sus de- pendientes sino que, investidos del bando real, mantuvieron Ia orga- nizacién fiscal, judicial y militar del buen periodo carolingio. Ya en decadencia hacia el fin del siglo x, esta organizacién se derrum- ba en la época siguiente. La ruina de las instituciones piblicas afec- ta brucalmente la superioridad del conde. El pagus, vieja unidad territorial absorbida por el condado, y su principal subdivisin, la veguetia, se fragmentan y dan lugar a eélulas cuyas fronteras muy rara vez coinciden con las antiguas circunscripciones ; las més im- portantes fueron territorios de inmunidad cuyos jefes, favorecidos Por instituciones de paz y del movimiento gregoriano, se liberan de la tutela del conde y créan tribunales propios. Y asi surgieron las castellanias®, En esa regién de Maconnais en donde los vinculos 2 EL pagus mantuvo vigencia durante un period més largo en Norman dia y Flandes que en el sur de Borgofia, Ile-de-France, Maine y Poitou (para este tema, J. F, Lemarignier, "La dislocation du pagus et le probléme des consuetudiaes", en Mélanges Halphen, Paris, 1951, pp. 401-410). Ver tam: big M. Garau, “Lorganisation administrative du comeé de Poitou aux X* sigcle et Vavenement des chitelains et des chitellenies" (Bull. de la Soc, det Amiguaires de !Ouest, 1953). 53 Castillos y castellanias consti:uyeron los puntos de apoyo ecenciales del feudalismo durante los siglos 31 y Xl por ende, serin analizados en Ia obra que continuara este trabajo (Tipos de estadios: R. Aubenas, "Les cha- teaux forts des x et xf sideles", en Rev. biztér. de Droit frangais et diranger, 1938, pp. 548-586, urabajos de Dépres, Fusoll, Garaud, Perroy, Richard, ver, citados ea Complemento bibliografico, pp. 331-333). 160 personales y reales no obligaban a deberes tan esttictos como en el norte del Loira, ciertos castellanos se sustrajeron a la autoridad con- dal en materia judicial y militar, De este modo no acuden a la asam- blea judicial y politica (plaids), nia Ia hueste y se transforman en los verdaderos duefios de fortalezas confiadas a su custodia 0 enfeu- dadas por el conde. Al mismo tiempo imponen el bando a las aldeas de los aldeafios. Herederos —también ellos— de una potencia pi- blica incorporada al patrimonio de los funcionarios, son los encar- gados del mantenimiento del orden; protegen y tiranizan, Asi se se forman los micleos de la sociedad sefiorial y feudal, En defini- tiva, el condado tanto ha perdido vigencia dentro del marco terri- torial como poderes. En el siglo X1, el amo del condado ya no es el representante del rey, el jefe investido de una misién superior; es el sefior del condado, un sefior casi semejante a sus vecinos. Llegaré el dia en que el titulo condal, carente de sustancia, no sea mas que una dignidad personal, un grado de la jerarquia nobiliaria. Muy caracteristico, el ejemplo borgofién no podria resumir Ia his. toria de los principades. Alguaor de ellos +2 dividieron, desde. el siglo x, en dominios mas pequefios y mejor adaptados a la geografia ya los instrumentos de gobierno que las formaciones originarias. Ejemplo de ello son las unidades regionales creadas en el seno del principado de Aquitania. Otros, en cambio, conservaron durante si- gl0s el mismo marco territorial o con escasas modificaciones; asi sucedié con el condado de Flandes, el ducado de Bretafia —exten- ido en algén momento hasta Maine y Anjou—, y sobre todo ¢: ducado de Normandia cuyos amos supieron crear, en los siglos x y Xi, una organizacién administrativa integrada por escalonados ele- ‘mentos carolingios complementados con instituciones feudales™. Colosos de pies de barro, los principados padecieron las mismas debilidades que aquejaron a imperios y reinos; en particular, cuan- do la cohesién y la eficacia eran afectadas por la desmedida exten- sién. También fueron vulnerables por Ia escasa habilidad de jefes {que no supieron imponer costumbres sucesorias que frenaran la frag- mentaciéa territorial. Con todo, las grandes dinastias provincianas ‘ocuparon los estratos superiores del gobierno de los hombres y ase. guraron, de algiin modo, el relevo de poderes que escaparon al do- inio de las reyecias. Es en ese ambiente, tanto en principados como en condados, donde emerge con viva luz la creacién de las redes % Actualmente se debate el mantenimiento o a desaparicién de las ins tituciones carolingias en la Normandia ducal; la pri en particular por J. Veer y L. Musser, la segunda por M. de Board (Biblio. eratia, 09 265, 188, 217), 161 feudales que se multiplican sin desembocar en inmunidades ni en sefiorios feudales y sin subordinar la totalidad de condes, vizcondes © castellanos a los principes territoriales; es también alli donde la transformacién de las instituciones pablicas en organismos privados cobra pleno significado. En Alemania, la situacién fue diferente, A excepcién de Lorena, los ducados coincidieron en mayor medida que los franceses con las viejas unidades regionales que han conservado lengua y costum- bres particulares, Hacia el fin del siglo 1 y durante el primer cuar- to del x, los amos casi han transformado al pais en una suerte de mosaico compuesto por principados independientes. Mas tarde, la monarquia se recupera bajo Ia guia de la dinastia sajona, El apoyo suministrado por los vasallos reales, Ia renovacién de los funcions- ios ducales, Ia habil aplicacién de las reglas vasallaticas a la totali- dad de los duques vinculéndolos con Ia corona y sobre todo, el retorno a los principios carolingios de gobierno en virtud de les cuales el vasallo es considerado también un funcionario, fueron factores que permitieron a Otén I doblegar Ia mayor parte de las resistencias. Los duques continuaron siendo poderosos aunque vigi- Jados . Es el rey quien los elige, de preferencia entre los miembros de su parentela vinculados a familias locales; también es él quien Jos revoca del cargo en caso de rebelién e incluso, tal como sucedié en 939 en Franconia, quien llega a suprimir el ducado para trans- formarlo en un condado directamente dependiente de Ia corona. A la muerte de Otén I no existe obligacién de confiar los ducados a los hijos ni de enfeudarlos; por otra parte, este soberano mantuvo 6 restableci6 Ia distincién entre el “honor condal” y los feudos atribuidos a los condes a titulo de salario, Combatié Ia herencia de los cargos, enfrentindose con oposiciones tan vivas que no siempre le permitieron imponer el triunfo de su politica. Sus sucesores inms. diatos mantuvieron 1a adhesién a los mismos principios; pero en vano, ya que no lograron detener el irresistible movimiento que condujo hasta la herencia de los honores y el deterioro de la potenci publica ®., 4% Referente a Ia distincién entre prerrogativas ducales y simples poderes condales, R. Schroeder, Lebrbuch der deutschen Rechtsgeschichte, 7* ed 1932. ‘Los ducados "“nacionales” fueron también afectados, desde el siglo XI y mas atin en el transcurso del XM, por la accién de fuerzas feadales que los fragmentaron en ducados territoriales carentes de unidad étnica. Por cotta parte, ol titulo ducal, al difundiree, perdiS parte de su antiguo. sigai- ficado; por ejemplo, duques que son representantes del rey pero sin ducado, ‘9 poderows que vineulan el tinula con la casa. Tambien duques que son telesiésticos poseedores de varios condados. 162 ‘CONCLUSION Volvamos a Francia para extraer ensefianzas de una experienc que conocieron, mas tarde o temprano, los paises de feudalismo espontineo. Los sucesores de Carlomagno concedieron tierras y fun- ‘ciones sin recibir los servicios correspondientes, Incapaces de reunir fen sus débiles manos los haces de dependencia, fueron aprisionados por el engranaje que ellos mismos contribuyeron a establecer. No podria reprocharseles de haber sido reyes holgazanes; pero no pudie. ron —o no supieron— impedir que los sefiores volcaran hacia si el beneficio de las tareas debidas al Estado. En el siglo x, las tropas de los grandes tienden a sustituir al ejército real, las tasas particu- Iares a los impuestos, Ia moneda sefiorial a la del soberano; la mayo- ria de las asambleas judiciales se tornan cortes privadas cuyos miem- bros, llamados a juzgar a uno de sus pares, son a menudo indulgences ante las faltas cometidas, imagenes de sus propias falencias 0 impo- tentes para reprimirlas. Los tltimos carolingios, luego de haber distribuido sin medida bienes y cargos, conocieron una extrema penuria, Asi se explica el desdibujado retroceso que evidenciaron ante la familia robertiana, rica en tierras ubicadas entre el Sena y el Loira. Provenientes de los rangos feudales e impregnados de su espititu, los robertianos se mostraron liberados de las ambiciones desmesuradas que carcomieron a sus predecesores. Por su parte, los principes territoriales y los condes se esforzaron por defender del empecinamiento de sus subordinados las conquistas adquiridas me- diante usurpacién, 0 con el beneplicito del rey. Por causas en parte semejantes, Ia declinacién del dominio de principes y condes fue la continuacién de la quiebra de la autoridad monérquica, El feu- dalismo atrajo hacia si los antiguos poderes pero al costo de esos golpes de fuerza que acompafian el nacimiento de un nuevo orden. ‘cAPETULO PRIMER ESBOZO DE LA SOCIEDAD FEUDAL? Abandonemos ahora esta suerte de constelaciones, para aproxi ‘marnos a los hombres vinculados por los lazos de dependencia; Iue- g0, siguiendo Ia progresidn del feudalismo en el seno de Ia sociedad, definiremos la naturaleza de los contratos formalizados entre seo. res y vasallos hasta los albores del siglo x1 I, ARISTOCRAGIA Y FEUDALISMO El avance del feudalismo a la manera de una inundacién que todo lo cubre, es una concepcién clisica que ha perdurado durante un tiempo excesivo; es hora ya de plantear serios reparos, introduciendo os matices necesatios. Asi, sefialemos que son multiples los pode- 10508 situados al margen del proceso: antiguos dependientes en rup- tura de bando, 0 recusados por el amo; Vasallos que no renuevan el juramento a la muerte del sefior 0 que demoran en prestar home- naje’; y, por sobre todo, alodiarios que, habiendo conservado una valiente independencia, son sibditos de lo que resta del Estado sin estar sometidos a persona alguna, sin haber unido sus manos entre Jas de un superior’, {Transformaron sus tierras en sefiorios? Pues entonces se ubican a Ja cabeza de una red de subordinaciones que se detiene en ellos. El hecho es notorio principalmente en las regio- ‘es marginales del antiguo imperio, alejadas de los centros de accién de los carolingios: Sajonia, Paises Bajos, Catalufia; también lo es én las regiones meridionales —desvalida seccién de la historiogra. fia— en donde las tradiciones romanas, la mentalidad y los habitos * Bibliograt 89 214-290 (pp. 329-331; 333-334); Complemento bibl Pp, 3: or i 333; 334.335, 3 Asi to demuestran los Annales de Plodoardo (ed. Lauer, Paris, 1905), Sonchitt ls oposicién entee fuertes alodiasios y vasallos, consultar Mirecula fancti Bertini, en M. G. H., Seripiores, XV, , P. 513. 165 de vida inadaptados a los usos vasalléticos frenaron el asentamiento del feudalismo; las mas destacadas, Aquitania, sur de Borgofa, regio nes del Rédano, Provenza, Italia central. En estas mismas comarcas, ya lo sefialamos, perduran numerosos alodios campesinos‘. Por lo demés, jamés las redes de subordinacién aprisionaron a las tierras en igual medida que a los hombres. Desde el siglo 1x hasta mediados del siglo x1, y atin més tarde, hay ricos que luego de haber nego- ciado su fidelidad a buen precio, comprometen su persona sin some- ter la totalidad de sus tierras. Reyes y grandes conceden propiedades sus vasallos®, A la inversa, en aquellas regiones donde Ia demanda €s mayor que la oferta, personas de modesta condiciéa prestaron homenaje sin recibir bienes territoriales, Fueron mas numerosos de Jo que puede suponerse, dado que los textos mencionan muy escasamente a las pequefias colectividades anénimas dedicadas a fun- ciones domésticas y a la custodia de castillos, o a los parisitos que viven oscuramente a la sombra de los poderosos, sin dejar rastros, Sefialadas estas reservas, destaquemos con énfasis que bienes y Personas se incorporaron, en modo progresivo, al dominio feudal. A impulso dado por 10s carolingios se sumaron crecimientos espon- tneos que volcaron hacia el nuevo régimen a hombres engolo- sinados por Ia promesa de tierras, 0 resignados a ceder sus alodios para retomarlos en calidad de beneficios luego de encomendarse. La operacién correspondia a aquella cumplida por los campesinos que, habiendo abandonado a un sefior sus pequefias propiedades, las recuperaban gravadas con censos y servicios; conjuntamente con Ja transferencia del alodio se operaba una disociacién entre propie- dad y posesién: al sefior correspondian los derechos eminentemente alodiaies del bien concedido; al vasallo, el usufructo del mismo bien. Codiciados por la Iglesia, objeto de ventas, de donaciones y de Fepartos que escapan a las reglas de transmisidn relativas a las tenen- Cias, 10s alodios cambian con frecuencia de manos. Por su parte, los vasallos sin tierra disminuyen. numéricamente durante el transcurso del siglo X, pues la encomendacién acompafia ‘ Puede remitirse, por ejemplo, a la visién que oftecen dominios cubier de alodios y cuya enumeracion ‘se encuentra en los diplomes carolingios relativos a Catalufia (R. D'Abadal 1 De Vinyals, Catalumye Corolingias M, Els diplomes carolingit « Catalunya, 1* parte, pp. 78, 92. 9698, 163-165, 170-174, 198.200. ..: 938-986), 8 Reference sales en posesiin de propiedades y benef Capitularia, 1, 0° 34, p. 100, art. 10 (802), 0° 49, p. 136, art. 4 (ROT apror ximadamente); n° 140, p. 287, art. 3 (818-819). Numerosss menciones de en el Recucil des actes de Charles III le Simple (ed. Lauer, Paris, 1940: por ejemplo, n? 27, p. 56: n° 99, p. 227: a? 118, p. 277s a 12h, p. 286, 166 al beneficio con mayor frecuencia que antafio. Amos y dependientes sacan ventaja de ello, Es que la muchedumbre de “criados” es bulli- ciosa, exigente y su mantenimiento suscita irritantes problemas coti- dianos, En cuanto a los subordinados, ansian obtener casa y tierras que permitan instalar un hogar. ZEstn ya provistos gracias a alo- dios, precarias o beneficios? Entonces aguardan otros bienes, en rela- cid a Ia posicién social que detentan y a los servicios que les son exigidos. Sin caer en paradoja alguna, podemos afirmar que el ingreso a Ia dependencia llega a ser para pequefios y aun para poderosos personajes condicién de fortuna ¢ influencia, Este ingreso sefialé el acceso a los honores, a las ventajosas concesiones territoriales, a los intercambios de servicios y buenos procederes, He ahi Ia razén ‘que determind el crecimiento numérico del reclutamiento vasallé- tico a partir de Ia época franca. Las redes de subordinacién penetraron tempranamente en Ia Igle- sia, presa de un ambiente que presionaba en modo extrafio y de un ‘medio que finalmente la contaminé *, Obispos, elegidos en principio de acuerdo al derecho canénico por el clero y el pueblo de ia comu- nidad, aunque de hecho designados por el rey 0 por un principe territorial, ubicados al frente del temporal organizado en sefiorios inmunes, asociéndose al gobierno del reino gracias a la atribucién de altos cargos —entre otras, funciones condales—, prestan home- naje y fidelidad; luego, reciben la investidura de cargos y bienes vin- cculados a su iglesia. Finalmente, se procede a la consagracién litar- gica, En efecto, el obispado —funci6n episcopal, circunscripcién diocesana, secular— era considerado un “honor tenido en beneficio” en igualdad de condiciones con un condado 0 ducado; sobre él se extendia Ia protecciéa y la autoridad del soberano o del jefe territo- rial quien consideraba a su detentor un vasallo sujeto a servicios de ayuda y consejo, A la muerte del obispo, 0 en caso de deposicién re- tomaban el obispado “en sus manos”. Supeditadas a la misma tutela y ademas dependiendo del obispo diocesano, numerosas abadias co- © Desarrollo general y bibliogratia en E. Amana y A. Dumas, Liglise «pouvoir des laiques, 888-1057 (Coll. “Histoire de I'Eglise”, t. VIII, Paris, ced. de 1948). Cir. también, entre otros, Imbart de La Tour, Les élections ‘riscopates dans VEglise de France du IX¢ au XI sécle, p. 110 y 395 E. ne, Histoire de la propidté ecclésastique en France, t. Il, fasc. 1-3 (Lila, 1922-1928); Micteis, Lebnrecht und Staatigewalt (Bibl, n° 257); Ganshof, fislise et le pouvoir royal (Compl. bibliog, pp. 334335). Debo a M. wvisse cil informacién referente a Hincmar, arzobispo de Reims, caya Obra y persons son objeto de cstudios para complemcntar + tesis de doct torado, : a 167 ocen una situacién andloga. A través de esta brecha, Ia proteccién se transforma entonces en dominacién. Al generalizarse los abusos, el elemento secular somete a apropiaciones un mimero considerable de iglesias y monasterios’. Los dignatarios eclesiasticos no siempre aceptaron de buen grado el sometimiento « reglas que los incorporaba a Ia esencia misma de Ja sociedad feudal y que presidian la fijacién de dependencias pri- vadas en el seno de Ia Iglesia. Candnigos y curas prestan juramento vvasallético al obispo, en tanto monjes rinden homenaje al abate y Jaicos se encomiendan a los hombres de Dios. Un testimonio manifiesto lo ofrece el arzobispo de Reims, Hinc- mar, quien fue vocero de resistencias. Cuando, en 858, Luis el Ger- minico invade el reino de Francia, Hincmar le niega toda subordi nacidn personal; en términos vigorosos, eleva a Ia categoria de prin- argumentos extraidos no solamente de hechos circunstanciales sino de una vieja tradicién de Ia Iglesia, originada en la época de Gregorio el Grande y precisada luego por concilios o sinodos en ios siglos vm y 1X, Los bienes y los cargos no serian beneficios; sin per- tenecer a ia drbita seglar, corresponden al cuerpo de la Iglesia. ¥ como tales, forman un bloque indisoluble, inajenable, aunque el rey pposea ocasionalmente el derecho a disponer de parte de los bienes seculares de la Iglesia. Por otra parte, cémo osar constrefiir a los clé- rigos a “encomendarse en vasallaje” o aun a prestar cualquier tipo de juramento a un laico. La funcién que abre las puertas del cielo no s asimilable a ninguna otra; al dar a los clérigos la responsabilidad del prdjimo, tal funcién no esté sujeta a menoscabo ni destinada a fines temporales, Y ademas zcOmo calificar Ia abominable accién de ‘unir una mano ungida con el santo carisma con la de un Iaico?* La teoria evidenciaba ciertas lagunas. En efecto, no determinaba netamente el status de los bienes personales pertenecientes a los clé- rigos, entre los cuales se ubicaban los beneficios, Hincmar no desco- nocia que su doctrina era en extremo radical como para lograr gene- ralizarse y que, ademés, se oponia a la tendencia imperante. En va- Had Cease liane ecaaoeSS Gua eth pode rca y que era legitimo, aunque lamentable, reclamar en ciertas circuns- tancias a los clériges, sea el juramento general de fidelidad, sea la encomendacién y la fe vasallaticas, El futuro inmediato infligira un rotundo y cruel desmentido al 7 Que por lo demas 1a sociedad Isica haye practicado requisas en los bienes de la Iglesia, es un hecho frecuente —de larga data— que ya hemos ‘mencionado; expoliaciones de los primeros carolingios, precarias dadas por el rey, dominio creciente de los avowes. Ver en Documentos, n° 47 (p. 302), algunos extactos de esta doctrins. 168, arzobispo de Reims, Durante el siglo x y la primera mitad del x1, la Iglesia occidental cayé bajo el dominio de los laicos. Ninguna region logré escapar a tal situacién: ni Francia septentrional, ni Italia, ni Alemania, en donde, sin embargo, las dinastias sajona y salia frenaron el movimiento, disponiendo de obispados “por invi- tacién del clero y del puebio” y enfrentando a la aristocracia con una alta sociedad eclesisstica en significativa posesion de derechos conda- les ¢ inmunidades. La crisis alcanzé cierto paroxismo en el centro y mediodia de Francia; alli, en mayor medida que en otras regio- ines, principes territoriales, condes y vizcondes traspasan en heren- cia, enajenan o dan en prenda, funciones y bienes eclesiasticos consi- derados patrimonios. Disponen obispados y sobre todo monasterios, en favor de su propia familia o de sus fieles. Con mayor frecuencia que durante el siglo xt, encabezan numerosas abadias sin tener en cuenta las interdicciones candnicas que vedan portar armas y derra- mar sangre, Hay clérigos que conducen a sus contingentes a la hues- te, dirigen expediciones, cambaten, en lugar de abandonar al avoué tales tareas. La salvacién procedié, en parte, de Ia renovacién mondstica, En proceso de desarrollo a partir del siglo x, cobra impulso en el x sobre todo por el aporte de la orden de Cluny que, apartandose de la mo- narquia impotente y desprendiéndose de la autoridad de obispes ex- cesivamente inclinados a la vida secular, se vuelve hacia Roma y se ubica bajo Ja directa autoridad del Paps. Una nueva contribucion renovadora provee la reforma gregoriana que, hallando una solucién 4 los problemas planteados por las investiduras de las funciones y de los bienes eclesiisticos, obtiene una profunda modificacién de los hechos. El mimero considerable de alodios auténticos incorporados al secular eclesidstico, las donaciones de feudos o de censos conver- tidos en limosna franca, Ia misma naturaleza de los establecimien- ‘os religiosos —de supuesta perennidad— que escapa al juego normal de sucesiones y enajenaciones y finalmente, la misién espiricual con- cerniente a los hombres de Dios, explican que los clérigos, transcu- trido el siglo x, haciendo figuras de francotiradores, no compartan las preocupaciones del mundo feudal cuyas reglas respetan a rega- fadientes. Este mundo mévil y abigarrado es ya conocido a través de la des- ctipcién del seforio rural; ahora Jo reencontramos bajo los rasgos atin inmaduros del feudalismo. Conforma una sociedad de amos: domini, seniores, términos que pueden especificar dos grados del Poderio, En la cima, miniisculos sitrapas, elevados a la jefatura de Principados y condados, monopolizando cargos y bienes hereditarios 169 o entregindolos a allegados, contraen matrimonio entre ellos y unen. intereses; ocasionalmente, ostentan vinculos de parentesco con Ia fa- milia real®, 2Es. neceserio recordar a los Boson, Bernard, Evrard, Guillaume 0 evocar el linaje robertiano? Integrada por fuertes pro- pietarios y clientelas radicadas, una élite de fortuna y rango, que asume cierto aspecte de banda, domina el Estado, Por debajo de cellos, se ubican obispos y abates, oficiales del Palacio, castellanos y ricos sefiores territoriales sin titulatura, La masa de pequefios propie- tarios pertenecientes a los estratos inferiores de la aristocracia ter- mina de conformar el cuadro de los privilegiados. Estos amos son también dependientes puesto que prestan homenaje y fe, En primer lugar, los vasallos del rey", luego los vasallos de los, sefiores privades ", Pero esta divisién no coincide necesariamente con la riqueza y el prestigio, Si hay vasallos reales que detentan car- gos ducales, episcopales 0 abaciales, si poseen fortunas raices que al- ‘canzan varios centenares de manso, otros en cambio no son mis que “yasallos pobres” vinculados con los aspectos domésticos del Pala- cio", Frente a los subordinados de simples sefiores que gozan de un generoso bienestar, estos vasallos ofrecen una imagen casi indigente. EI lenguaje erudito calificé a la totalidad del grupo con denomina. ones que destacan la dependencia personal: vassus, vassallus —tér- mino en boga a partir del siglo X en Francia y del Xr en Alemania; fidelis, aplicado como sinénimo de vasallo o bien al que presta un juramento de fe ajeno al vasallaje 8; bomo, vocablo general, atribui- do 2 numerosos subordinados, tanto a vasallos como a terrazgueros. ‘Antes de los ‘iltimos afios del siglo 1X, una denominaci6n Mega a ser frecuente en el mundo laico: miles, El vocablo finalmente se impon- dré a los otros aunque sin desplazarios totalmente. Merece un exa- ‘men detenido; por Io tanto, es necesario retroceder en el tiempo. ° Seguin G. Tellenbach (Kéniginm und Stimme in der Werdescit des deaucbem Reichs, p36 y sa muy alt aistocrcia comprendia, ene Gpoca de Catlomagno, algo mas de un centenar de personas pertenecientes ‘cuarenta familias, en s% mayoria austrasianas y aleminicas. Consultar alos trabajos de Bosl, y de Werner (Compl. bibliogr.. pp. 332-333). 1® Esbozo de una clasifieacién de sus fortunas (de treinta a doscieatos ‘mansos, 0 més), en Capitularia, I, n° 21, p. 52 (aproximadamente 792-793). I Tncluyendo, entre ellos, hombres de origen servil (Capitularia, I, n? 25, p. 67, art. 4: 793-793). 11M. G. H., Seriptores, I, p. 38 (802). 1 Se sostuvo que varsus detignaba de ordinario un simple seguidor armas que habia prestado encomendacién, mientras que fidelis mis bien te reservaba para los vasallos del rey (Ch. Odegaard, Vasti and fidelis im the Carolingian Empire, Cambridge, Mass, 1945). La distincion es sutil, pero fos textos raramente la confirman. 170 Los vasallos Inicos se reclutaban en parte en el medio de una aris- tocracia rural cuya fortuna, género de vida y ejercicio del poder distinguen de los otros hombres libres. Desprovista de carécter juri- ico, acogedora para con los recién Ilegados aunque desprendién- dose de aquellos elementos que no pueden mantener su nivel, confor- ma una masa flotante de imprecisos limites, Para designar a los miembros de esta aristocracia, los escribas usan diversos calificatives, entre los cuales son los més frecuentes, nobilis 0 el comparativo nobilior, términos que traducen un estado diferenciado del comin @ integrado por varios grados. Nobilis, hacia fines del siglo x y por Jo menos en Francia, es ocasionalmente inferior a miles, Esta altera- cién del vocabulario consagra transformaciones sociales y militares operadas durante el periodo carolingio. Por debajo de los rasgos del “poble” se vislumbra el soldado por excelencia, el hombre pesada mente armado y equipado: el caballero, Miles es un titulo individual que designa al miembro de una milicia terrestre dedicada por pro- fesién a la guerra, y reclamante, por contrapartida, de sus cargos, de Jos derechos sancionados en modo progresivo por Ia costumbre. La vieja aristocracia contuvo el embrién de la caballeria; le proporcio- ‘n6 numerosos elementos para, a su vez, recibir de ella definicién y contenido ™. Zn qué medida, volviendo nuestro propésito, se dio un pro- ceso de mutua asimilacién entre el vasalleje laico y la caballeria? La primera atrajo hacia si no solamente a los encomendados sino también a los alodiarios, bastante numerosos en la sociedad del poder; de suerte que miles es a veces ajeno a toda idea de subordinacién ¥. Por el contrario, la caballeria continu vedada para los vasallos mo- destos: sirvientes de armas, prebostes de sefiorios, dependientes sin feudo, Seiialadas estas caracteristicas algo cargantes, queda por des- tacar que la mayoria de los vasallos est madura para ser incorpo- rada a la caballeria, En definitiva, la sociedad de los poderosos no debe su organizacién 14 Las selaciones entre Ia noblers, Ia caballeria y el feudalismo, desde cl siglo Xr hasta fines del Xin, serdn estudindas en el t. Il. Por ahora, sedia- lemos para el alto medievo, el interés de los trabajos realizados por M. Bloch, Bosl, Dannenbauer, Duby, von Dungern, Génicor, Th. Mayer, Schlesinger, Tellenbach, Versiest, K. F. Wetner.... (Bibl., n® 216. Complementos, pp. 332333; 334.335.) Sometidas a verdaderas confrontaciones, las teorias se modifican répidamente (Boutruche, en Rev. bistér, t. CCXXXIM, 1965, Pp. 199-203) 18 Contratiamente a la célebre tesis de Guilhermoz, quien no sélo planted la ecuacién liber = nobilis, sino sostuvo que caballeria, nobleza y vasallaje Fepresentan Una misma condicién (Estat sur fer origines we le noblesze en France au Moyen Age, Patis, 1902). La cuestion fue retomada desde entonces Por numerosos autores, citados en la nota precedente. 171 tan s6lo a las instituciones feudales, El espiritu caballeresco le incul- 66 modos de pensar y de vivir, virtudes y la totalidad de un cédigo moral que favorecieron su desarrollo y lo impregnaron con un sen- tido de casta, desconocido por la aristocracia carolingia y que en rigor no correspondia a la esencia del vasallaje. Este mismo espiritn reaccioné frente a la aplicacién de las reglas feudo-vasallaticas, otor- gindoles un nuevo vigor y también aportindoles una cierta limita. cién en relacién con la toma de conciencia de una clase decidida a defender sus privilegios y a exigic la definicién de sus deberes. TI. Se Sores ¥ vAsALLos eCuiles son las reglas vigentes en los inicios del siglo x12 Por aho- fa responderemos brevemente. Epoca seductora para quien vuelca Ja arencién en las etapas de una larga evoluciéa, es de imperfecta conveniencia para el estudio de un régimen cuyos mecanismos ain no esti totalmente estabilizados, A. Encomendacién y fidelidad La descripcién de ritos vasalliticos inicié esta obra; justicia pera con un formalismo que alcanzé importancia capital ante los ojos de os contemporéneos, Volvamos a él para precisar su significado, La encomendacién mediante las manos, llamada corrientemente home- naje a partir del siglo Xt, constituy6 el primer acto. Luego seguia la fidelidad, compuesta por una promesa verbal y por un juramento pronunciado sobre un objeto sagrado, que el vasallo tocaba con sus dos manos 0 con Ia mano derecha ¥. Atestiguados, como sabemos, a partir de la época de Pepino el Breve, estos ritos exigieron hasta el siglo X11! Ia presencia de dos participantes, cualquiera fuese el rango costentado por ellos ", No se concebia que lazos tan estrechos se esta- blecieran mediante procuracién. En tanto, un nuevo gesto se sumaba al ceremonial: el beso. Se lo menciona por primera vez en la narra- cién hecha por un monje de Saint-Gall, quien escribia un cuarto de siglo después del acontecimiento, de un homenaje prestado ante Otén I en 971", Sin embargo, el rito se difundid sobre todo en 18 Para el valor respectivo de Ia promesa y del juramento, ‘menudo en forma simultinea antes que en dos tiempos, ver ferment dis Sacre dur IX* au XV° siecle (Bibl, n® 266). 37 Documentos, n° 24-26 (pp. 284-285). 1 Documentos, 9° 27 (p. 285). Cf. Chénom, Le rite de Vorculum (Bibl. 9 223), 172 Francia en donde las diferencias sociales entre sefiores y vasallos eran a menudo mucho més atenuadas; con frecuencia, el beso seguia ai igesto de las manos unidas, sellando el homenaje denominado a justo Fitulo “homenaje de manos y de boca!*. A. veces, el beso se daba después del juramento de fidelidad, 0 asin después de Ia investidurs, Era un gesto de paz, nacido quizés en Ia atmésfera de los movimien- tos de concordia fomentados por la Iglesia ante la proximidad del aie mil®, También era un gesto de amistad y evidencia sensible de la calidad alcanzada por 10s lazos vasallaticos. La encomendacién perduré a través del tiempo como el acto pri mero y especifico del vasallaje, confiriendo a la institucién vigorosa originalidad, Por medio de ella, el vasallo entrega al sefior “Ia ofren- da de si mismo", libremente consentida y aceptada; también de ella recibe proteccién y Ia formalizacién del contrato que lo compro- mete, en principio, de por vida, No obstante, la encomendacién habria carecido de efectividad si no hubiera sido complementada con el juramento de fidelidad. Considerando a este iiltimo en modo aislado, es indudable que pertenece a cualquier época o pais”. En la era feudal, tanto como en otros periodos, el juramento establecié toda suerte de compromisos ajenos a aquellos que nos interesan. Laico en un primer momento, adopté a la potencia divina como firbiero y juez durante el transcurso de la primera mitad del siglo v1, época de expansion del cristianismo y de sus leyes. Es también en este momento, recordémoslo, cuando fue asociado a la encomenda- cién no s6lo para dar un sentido religioso a los compromisos vast- éticos sino también para elevar al vasallaje por encima de las subordinaciones, cuyo ejemplo bien atestigua la formula turenesa; de este modo, la encomendacién, reforzada en su contenido, se dife- rencié de otras sumisiones privadas de libertad. En la mavor parte 1 Ciertos narradores prestan tal importancia al beso que olvidan men- cionar el gesto de las manos considerindolo implicito en el otro. 20 En efecto, hubo adversatios que recurrieron al homenaje para resta- blecet Ia par entre ellos; en ese caso, era de carter exclusivamente personal ¥ no implicaba relaciones de subordinacién tan estrechas como el homenaje ordinario. Los duques de Normandia, desde el siglo %, prestaron al rey de Francia homensjes semejantes en entrevistas que tuvieron lugar “en marcha’ ‘es decir, en los limites del ducado con el dominio real (J. F. Lemarigoi Recherches sur Vhommage en marche et les frontiéres féodales, Lila, 1943) 31 Testimonio de ello, el juramento exigido por Carlomagno, en 802, todos los hombres libres del Imperio y cuyo significado expone un Capit lar (Capitalaria, I, n° 33, p. 92); sus términos probablemente fueron extra dos del lengnaje vatallitice. Un mismo personaje, por tanto, podia prestar dos juramentos: uno como siibdito del rey, otro como vasallo 173 de Occidente, homenaje y fidelidad continuaron indisolublemente unidos hasta el fin del feudalismo™. B, Surgimiento del feudo Una vez cumplidos estos ritos, el sefior procedia a la ceremonia de la investidura; es decir, a un acto material, de contenido simbé- lico, que realizaba Ia transferencia y Ia toma de posesién de un derecho real, De acuerdo a un ceremonial que parece haber sido establecido en el siglo vit, con algunos agregados posteriores, ope. rabe mediante el cetro, la vara, le expada 0 la lanza; o bien se entregaba al vasallo un objeto: estandarte o bastén de mando para uun ducado, terrén de tierra para un simple sefiorio territorial. La ceremonia correspondia a un obispado? Desde Ia época de Luis el Piadoso en Francia y de Luis el Germénico en Alemania, Ia inves. tidura se efectuaba mediante Ia entrega de un cayado. Con intencién de designar a los bienes otorgados, una palabra aparece bajo diferentes formas en los escritos de numerosos clérigos de Borgofia meridional, Auvernia, Rouergue, Languedoc y atin de Talia central; asi, hacia fines del siglo 1% y comienzos del x, el término feum, ferum, feudum, feodum... inicia su divulgaci6n, En este momento atin no eclipsa a beneficinm, del cual es su sind. imo, Seré necesario aguardar hasta la segunda mitad del siglo X11 para que evidencie superioridad sobre un rival, al cual no desplaza toralmente, en Francia, Paises Bajos e Italia; 0 hasta el siglo xn para que logre igual difusién en Inglaterra o Alemania, El término es In consagracién latina de un viejo lentguaje hablado, del cual el provenzal ofrece ejemplos con el plural feus, feos y que adonté ‘en el galorromano la forma de “fié, fit, fief”, De origen germinico, probablemente febu (= ganado, como el latin pecus, y el aleman moderno vieb) al cual se aiiadié éd = bien, designé durante mucho tiempo a bienes muebles de un cierto precio, sometidos a transac- ciones*, Luego fue referido, por algtin extrafio rodeo, al salario 2 Segin un texto 2 menudo citado, de 1087: “Beneficium, quod vulgo dicitur feodum” (C. Duvivier, Actes et Documents intéressent la Belgique, Bruselas, 1903, n® 6, p. 18). 72 El alcance respectivo fue objeto de diversas interpretaciones (cfts pot ciemplo, Mitteis, Lebmrecht und Staatsgewalt, p. 47 y s53 J. Calmette, La socité féodale, pp. 35-40; M. Bloch, Le société féodale, 1, pp. 224-227; Gan: shof, Lrorigine des rspports féodo-vastaliques, pp. 31-42. Bibly n9® 257, 222, 216, 232). Ver también, referente a la fidelidad, los exudios de Dumat y de Davis citados en la Bibl, n°% 269 y 266-267. Sobre los ritos vasallaticos en mis adelante. p. 184-187. El alemin no continué utilizando ol término vieh para designar al correspondiente al cumplimiento de servicios especializados, a los ‘objetos mobiliarios concedidos por el sefior a sus vasallos domésticos y finalmente a Ia tenencia vasallitica *, Durante los iltimos siglos de la Edad Media el epiteto “noble” ola expresién “feudo de caballero” surgen para expresar con cierta frecuencia 1a diferencia entre el feudo propiamente dicho, los bienes entregados a artesanos 0 a servidores encargados de realizar deter- minadas tareas —denominados con el mismo nombre—, y sobre todo el terrazgo gravado con censos (censive, en francés). Asi como vasa- Ilo, de origen modesto, extendid su significado al grupo superior de los libres encomendados, asi también feudo, durante mucho tiem- [po sin lustre, se aplicé a la categoria mas elevada de las tierras depen. Gientes. Vasallo y terrazguero, feudo y terrazgo: dos estratos que respondian a dos condiciones sociales y a dos formas de tenencias*, Sel sefor 0 cuando les ert cnsregada una tenencia servil vinculads por tra 175 C. Predominio creciente de las tenencias en el marco de las rela. ciones privadas Costumbres y actas legislativas que consagran antiguos usos esta- blecieron relaciones juridicas sdlidamente estrechas entre los vincue los personales y los vinculos reales. Una serie de nociones cobra valor a partir de Ia segunda mitad del siglo vit, sin que pueda deter- minarse la fecha precisa de aparicién; asi, la investidura del feudo subordinada a la prestacién de juramentos vasallaticos, la obliga ante el vasallo de consagrar los ingresos de la tenencia al servicio del sefior, la confiscacién de bienes en caso de falta grave del depen- diente, o a Ja inversa, el derecho de este iltimo cuando el amo falta a su palabra, de tener el feudo del sefior superior 0 de convertirlo en alodio, imponen su vigencia, Nada mds adecuado que el problema de Ia herencia para demos- trar la accién ejercida por el feudo en el juego de las relaciones vasalliticas”"; quizd se planted en tiempo mis temprano para los beneficios ordinarios que para los “honores”. Desde el siglo vin, ‘numerosas concesiones son vitalicias, sobre todo en la alta aristo- cracia. {Deseaba el sefior recuperar un beneficio? Negociaba el retracto y daba en intercambio un bien de igual valor. En la época siguiente, las presiones vasalliticas acentuaron su intensidad. Es cier- to que al morir el sefior el contrato se anulaba y se ponia témino 4 Ia concesién; pero el dependiente se esforzaba por renovar el home- naje entre las manos del heredero del difunto, con el propésito de set repuesto en posesin del beneficio. Podia exponerse a un recha- zo, En su correspondencia, Eginhardo recoge las inquietudes que preocupan a pequefios personajes. En este momento en que la prictica continia siendo fluida, el derecho lo es mas ain. Luego, el rechazo ante Ia insistencia del encomendado comienza a tener caricter de excepcién, El amo, por lo demés, vacila en expulsar al vasallo de su padre, en cometer un acto que habria inquietado a fa totalidad de sus dependientes. En un caso, por lo menos, la tierra concedida hubiera debido volver al sefior: a la muerte del subordinado. Tal circunstancia anulaba el contrato y dejaba sin efecto el beneficio. Sin embargo, este ultimo era otorgado a menudo, bajo reserva de homenaje, ya oR autores creen que fue introducido tardiamente, por analogia con los ritos de la encomendacién superior, para destacar el sometimiento de. los ‘no libres. En una época en que el seatimiento de casta erecia en el Ambit de una nobleza aferrada a sus ritos, sus efeulos y sue prerrogetivas, tal de vacién parece en extremo dudosa. El debate contigs 2 Ver supra, pp. 154-155, 2% Documentor, n° 43, p. 297. 176 2 al hijo mayor del difunto o bien a uno de los hijos menores, sn mee dae te hijos, el beneficio era entregado al pariente varén mas préximo o aun a una hija, en particular en Francia meridional. Los sos, a repugnancia que se experimentaba en perjudicar la familia de tun buen vasallo, el cuidado por impedir el agotamiento de un domi- rio entregado a titulo temporario, favorecian la herencia de hecho, fantecedente de la herencia de derecho. Dada la ausencia de una fautoridad capaz de imponer la universalidad de la ley, Ia primera se afirmé a partir del siglo 1X, especialmente en la regién que se extiende del Loira a los paises renanos; la segunda se impuso en el transcurso del siglo x1 en la misma regién. Por obra de Conrado II la ley se introduce en el reino de Italia y en Alemania, en la misma época, Recién en el siglo xit se difundié en modo decisivo en Fran- cia meridional y en los paises germénicos en donde, no obstante, los feudos vitalicios continuaron siendo numerosos hasta fines del siglo siguiente. La evolucién no deja por ello de ser menos notable. La alta aristocracia es la primera en aferrarse a los bienes territoriales y 1 los cargos. Luego Hegaré el dia en que deba reconocer el mismo derecho a la totalidad de sus dependientes ®, El vasallo adquirié, por lo tanto, cierta ventaja en el reparto de los derechos concernientes al feudo. Con todo, en la época sefialada, las conquistas vasallaticas no avanzaron en mayor medida por sobre los derechos sefioriales; es cierto que el vasallo podia subenfeudar 2 Asi el dominio de Folembray, dependencia de una familia emparentada con un obispo de Laon, fue traspazado de padre a hijo, en el siglo 1%, duran- te cuatro generaciones (Documentos, n’ 44, p. 299), Testimonio opuesto: el ejemplo del feado de Saint-Saturnin que, en el siglo XI, fue recobrado en varias ocasiones por el conde de Anjou, en perjuicio de los herederos (Les: ne, Le propiété ecclesistique, Ul, pp. 251-252; Bloch, Le société féodale, 1, 303-304), Otros ejemplos de heneficios hereditarios en el Recweil des actes de Charles I le Chauve (ed. Giry, Prou, Lot et Tessier, Paris, 1943; tal el n° 34 1 844), nein 30 Sélo Ia experiencia, aumerosa y variada, resolveri problemas plantea- dos ef ln época carolingia que no welven suaciarse anves del siglo x1 tasas de sucesibn, devolucién hereditaris del feudo en el seno de cada fami- lia y la cuestién de la indivisiblidad; retracto del linaje, o derecho, del here- dero més préximo, de sustituir al adquirente o al donante en caso de cesion el feudo; reteacto feudal que confiere el mismo poder al sefior, intervencién del amo en el casamiento de hijas 0 de viudas en posesién de una tenencia feudal. Existe mejor informaci6n sobre la tutela de menores, asegurada por tun consejo de administracion, tal como lo testimonian los articulos del Ca- pPitular de Quierzy, sea por un hombre del senor encargado en modo provi- sorio del cumplimiento de servicios, sea de preferencia por el propio setior. 7 la tenencia, y aun dividirla, pero era indispensable el consentimiento del sefior. Podia también enajenaria dadas tres condiciones: Ia auto- rizacién del amo, Ia recuperacién temporaria del bien por el propio sefior, Ia prestacin del homenaje y de la fidelidad por el adquirente ‘o el donante antes de la toma de posesién. Agreguemos que, en ese caso —asi como en las sucesiones—, era gratamente recibido un “pre- sente” del nuevo dependiente. Finalmente, el vasallo podia renunciar al feudo aunque el derecho no autorizara, aun en el siglo X, a poner fin a los compromisos personales. Por otra parte, si hubo vasallos ‘que se beneficiaron con Ia carencia de catastros, con Ja negligencia del amo en transformar tenencias en alodios 0 en cederlas como tales a terceros, es evidente que aquella accién fue siempre consi- derada ilegal”!. Ademés, tal practica habria podido desencadenar una reaccién en cadena: del sefior directo con respecto al vasallo, de los sefiores superiores con respecto a los subvasallos. Anticipindo- nos a las doctrinas formuladas por los juristas de los siglos Xit y Xitt, podemos afirmar que el sefior ejercia derechos directos —o emi- nentes— sobre el feudo mientras que el vasallo recogia el usufructo. El feudo no era una propiedad, sino una tenencia. A pesar del acrecentamiento de los reales derechos vasalléticos y del ensancha- miento de los correspondientes poderes de disposicién, el vasallo ‘no modificé la condicién ostentada desde los origenes hasta el fin Con tales rasgos especificos, el feudo influyé en las relaciones vasalliticas modificando sus caracteristicas. Aun en el siglo X, era comin que al dirigirse a los dependientes el sefior lo hiciera en estos términos: “Os seré dado manutencién; por tal razén, quiz recibiréis tarde 0 temprano un feudo que os permitira asegurar vuestros servicios. No obstante, vuestras obligaciones estaran ligadas inicamente a vuestros compromisos personales.” A comienzos del siglo xi, alli donde se ha producido una répida evolucién, el candi- dato al ‘vasallaje habria podido responder: “No entraré en vuestro homenaje a menos de que se me conceda un beneficio; 1a extensién de mis obligaciones sera dictada no solamente por mis juramentos sino también por los bienes otorgados” ®. Incluso Iega a ocurrit que se encomiende para obtener tierras o funciones designadas nomi- nalmente. Tal caracteristica se exhibe despiadadamente, en la época siguiente, en el reino de Italia, donde la investidura precede al juramento, Es cierto que atin no se afirma que los servicios derivan del feudo; pero existe conciencia de que, en parte, le corresponden, 3 Por ejemplo Capitularia, I, n° 46, p. 131, art. 6 y 7 (806). 32 Hincmar empleo 1a expresion desde 868: "Secundum q ‘qualitatem beneficit”. (Migne, Patrologiae latinae cursus complet col, 1050). 178 Si los servicios contindan siendo en esencia el salario de la fidelidad, tienden, no obstante, a convertirse en el pago de Ia tenencia®. Esta concepcién no se difundié con pareja intensidad en la totalidad de Ia Europa franca. Asi, en Francia meridional, aun a mediados del siglo x, los vinculos reales carecen de definicién; por el contrario, fen In vasta region que se extiende desde el Loira hasta el Rin, ‘constituyen el fundamento de los deberes cuyo cumplimiento aguar- da la sociedad feudal. El feudo, superando el horizonte de una vida, unié a generaciones de vasallos con generaciones de sefiores; de este modo, reforz6 oca- sionalmente las fidelidades. El hecho, sin embargo, esta escasamente atestiguado, Una ver radicados, los vasallos no comparten ya la vida del sefior. Carentes de contactos humanos, no experimentan el apego demostrado por las clientelas exclusivamente vasalléticas; adhesin que perduré en las esferas modestas de los humildes vasallos domés ticos durante todo el. periodo feudal. Buen niimero de ellos ven al sefior bajo los rasgos del jefe y protector antes que como un mero distribuidor de tierras 0 funciones; pero también, cudn numerosos son los vasallos que reciben beneficios mediante herencias y n0 por sus capacidades. A menudo es el feudo el que impone al amo o el que obliga a acoger un dependieate, Un testimonio notable de la confusién provocada por los vinculos reales en las relaciones de subordinacién fue la posibilidad conce- dida al vasallo de “tener” sus bienes de varios sefiores, luego de prestar a cada uno de ellos homenaje y fidelidad, Tal practica hubiera sido inconcebible en un régimen vasallético no contami- nado; en efecto, fue prohibida en numerosas ocasiones durante el transcurso de los siglos vin y 1x, Es que el vasallo podria verse obligado a no cumplir los deberes para con uno de sus amos y también podria considerarse exento de obligaciones pretextando desavenencias, EL’ vasallaje multiple sera atestigado por primera vez en 895 *; probablemente se remonta al reino de Luis. el Piadoso, época de pujas entre las facciones aristocriticas y de debilitamiento de la fe jurada. Desde el siglo x en Francia, y a partir del x1 en Alemania, numerosos dependientes adhirieron a varios sefiores con el unico 33 Ver mis adelante, p. 180 y 55. 4 Por ejemplo en 787 (Capitularia, I, no 94, pp. 199-200). 3 Documentos, 0° 28 (p. 285). Ctr. Ganshot, Depuis quand at-on pu en France dire vatial de plasicurs seigneurs? (Mélanges Paul Fournier, p. 261 Y 58). Esta practica condujo, en el siglo Xt, a la creacién del homenaje ligio. 179 objeto de acumular feudos™. Se afirma a.menudo que tal hecho introdujo “un germen mortal” en Ia estructura feudal, Muerte 2 plazos, en iiltima instancia; pues el régimen perdurard durante més de 1a mitad de un milenio. Sin Ia pluralidad de homenajes, el vasallo poco afortunado habria vegetado al servicio del mismo’ personaje y compartido, daclo el caso de un sefior de rango modesto, una existencia mediocre. La sociedad entonces se habria esclerosado ¢ inmovilizado, La nueva costumbre tradujo el ensanchamiento de las bases econdmicas de Ia subordinacién y seal6 la incorporacién del vasallaje al régimen feudal, para el cual significd un elixir de larga vida, D. Deberes y derechos vasalldticos A pesar de la evolucién cumplida por el feudo, las relaciones per- sonales, wnidas mediante una trama més densa que Ia expuesta Bor los vinculos reales, conservaban buena parte de las viejas virtu- des. Gracias a ellas, el sefior podia decir a sus subordinados: "Soi mis hombres, sois mios”; asi, ingresaban al circulo de In famili Citada con frecuencia y susceptible de variadas interpretaciones, una carta dirigida en 1020 por el obispo de Chartres, Fulbert, al duque de Aquitania, quien deseaba conocer la naturaleza y el aleance de los contratos vasallatices, define claramente la situacion ™” En efecto, indica los resultados de Ia evolucién cumplida. ;Acaso no afirma su autor que recurrié a “los libros que dictan autorided” textos legislativos, sentencias de cortes, quizé recopilaciones de cos. tumbres? Fulbert inicia el comentario a partir del juramento de fidelidad y Mega a omitir toda mencién del homenaje. Esta omision Ro podria sorprendernos en el pensimiento de un canonista que compartia la desconfianza de su orden en cuanto al viejo acto pagano, xonimo de una total “entrega” de la persona, Por aadidura, con sideré materia més propicia para Ia disertacién insistir sobre la fe, implicitamente declarada en el juramento y destacada por él, antes que comentar los efectos de Ia encomendacién®. Fulbert moviliza seis epitetos al servicio de Ia siguiente idea: aquel que ha jurado fidelidad se compromete antes que nada a no perjudicar al sefor, En consecuencia, debe respetar su persona, sus designios, su rango 3 Asi lo hizo Eudes de Blois quien, durante el primer cuarto del siglo X!, fue vasallo del rey de Francia asi como del conde de Sens y del obispo, de Auxerre (Lematingnier, Siractures monattiques et structures politigere, P. 376 y a. 62) 3 Documentos, n. 54 (p. 306). 31 En cambio, hay textos que slo menciouan el homenaje; el otro acto es sobrentendido, 180 yy sus posesiones; no debe atentar en modo alguno contra su segu- Tidad 9 no debe oponer obsticulos al bien que pueda hacer fa exe mundo. Esta idea conductora se vuelve « encontrar, resumida, en aumerosis actas de los silos x y XI que, a vees, se atin 6 2 ella, Sorprendids por tal insistencia, algunos historiadore yyeron a la fidelidad un caricter esencialmente negativo, mani- compromisos Es cervo que en la atmésfera de violencia imperane earonces, el inst ién hacia prevalecer el sentimiento entonces, el instinto de conservacién hacia prevalec into Ae precauciéa sobre la exigencia de los servicios, Dirigida a hombres rudos, Ia advereencia revise ex Falbert In failing forme de vo homilia que se inicia con una admonicién. ¢Pero qué ventaja bubria obtenido el sefior, rodedndose de vasallos y obligado a permanece en constante estado de alerta? Lo cierto es que a fuerza de insistir sobre esta caracteristica, las obligaciones de los subordinados se tifen con un ligero matiz rosado. é estos tiltimos servicios posit De hecho, bésicamente se exigia a estos ulti ie vos; del cumplimiento de tales rareas proceilia el derecho a In ra- dicacién y el respeto a Ia f¢ jurada: combinacién tivica del vasa- Ilaje y del feudo en las relaciones entre amos y dependientes, Fulbert sume tales servicios en dos férmulas muy antiguas que se mencio- en sus contenidos, Estos son lo suficientemente vasios y generals como para adaptarse a las circunstancias, ya que carecen de limices definidos en cuanto a duracion w objeto. Recordemos que en ex i ymentos y la Epoca e! vasallaje conserva vestigios de los primeros mor yh Subordinacién del bombre escapa, de algin modo, a ls leyes res trictivas que sin embargo existen, Los textos de los siglos 1 al % aportan, con todo, ciertas aclaraciones. : “cortes” organizadas por el amo; las realza con su presencia y emite también su opinién tanto sobre la administraciOn del seforio como sobre las cuestiones vinculadas ya sea a preocupaciones cotidianas, © bien a actos graves: arbitrajes en funcidn de altercados, guerra 0 paz Del mismo modo, es convocado al tribunal y tlamado a juzgar Ins causes que dependen de su competenca, sin perjuicio de parti cipar junto a los otros hombres libres en las sesiones judiciales de! condado o de la centena, si atin mantienen vigencia. Tales compro- misos obligaban a los vasallos a desplazamientos onerosos que, sin 3 En la carta de Fulbert, el epiteto sutus debe ser relacionado con el sus- tantive securitar empleado a menuclo en la época. 0'Las mismas reticencias manifiestan numerosos juristas, Documentos, n® 53 (p. 305). 181 embargo, les reportaban buen mimero de compensaciones, Festines, juegos y gratificaciones reforzaban amistades que recordaban Ja célida atmésfera de las primeras clientelas vasalléticas. Tanto como sus dependientes, el sefior apreciaba las reuniones que acrecentaban su prestigio. En Ia busqueda de nuevos vasallos, esta consideracién ciertamente proveia una ateaccién no desdefiable. Tarea més pesada era seguramente la ayuda propiamente dicha: ayuda financiera de la cual poseemos escasa informacién antes del siglo 1%, y principalmente ayuda militar denominada a veces sersi- siam, que en Francia comprendia también servicios de corte y admi- nistracién y que se confundia, en parte, con el consilium. Los caro. Tingios de Ia época brillante fomentaron el desarrollo del vasallaje con fines esencialmente guerreros, En principio, el servicio era debi do s6lo al rey y cada vasallo debia concurrir en persona a la hueste real o condal, De hecho, durante el periodo de Luis el Piadoso y de sus sucesores, hubo grandes que emplearon su gente para fines particulares. Como todas las instituciones de ese tiempo, el servicio militar revistié en modo progresivo caricter privado, Elesfuerzo solicitado a los dependientes tenia en cuenta, sin dema- siada precisién, las fortunas , la naturaleza de Ia expedicién y de Jos acuerdos suscriptos entre los vasallos y los sefiores que mantenian ‘tropas personales. Lejos entonces de la reglamentacién que la época siguiente iba a introducir. Se desconocia la limitacién de los cuarenta dias por afio, ya que tal Iapso se establecera legalmente para fijar cl intervalo entre dos convocatorias; tampoco se distinguif la dura- ida ni el espacio entre hueste y cabalgada; ni existia tasa monetaria ‘en reemplazo del servicio militar. Y sin embargo, el siglo x exhibi6 tanto en Francia como en Alemania el desarrollo de las pesadas caba Herias feudales, Como cabalgadura, el corcel —caballo de batalla, herrado, adornado con silla y estribo—, cuya crianza, en vasta esca- la, fue posible gracias al desarrollo del cultivo de la avena; como equipamiento defensivo, cota, yelmo y escudo; como armas ofen- sivas, espada y lanza, El servicio podia ser requerido todos los afios, generalmente entre la primavera y el otofio, sin perjuicio de servi- ios de custodia en el castillo del amo. En principio no daba lugar a remuneracién particular alguna; pero los recursos conjugados del sefiorio, de pillajes y ricos botines no siempre permitian encarar En 805, repitimosio, Carlomagno estipulé que todo hombre poseedor por lo menos de doce mansos debia servir con un equipo completo (Capita aria, 1,09 44, art. 6, p. 123). Otros detalles referentes al equipamiento y a las armas en Ibid. I, n9 25, at. 4, p. 67 (792-793). Pasa el servicio, ver igual- mente Ibid. 1, n° 48, art. 2, p. 134; n° 49, arts. 2 a4, p. 136: n° 50, pp. 137-1385 0974, pp. 166-167 (806.811). Doctmentos, a9 31-52 (pp. 304-308). 182 el gasto de tales tareas. De ahi que, ante la unidad de uns caballe- ria cohesionada por la conciencia de clase, se produce una limi- tacién progresiva de la ayuda militar, probablemente ya iniciada cuando Fulbert de Chartres respondia a las preguntas del duque de reciprocidad no fuera total puesto que el sefior recibia més de lo ‘que otorgaba, el subordinado recibia una paga, De lo que se deduce que el consejo y In ayuda no menguaban los bienes del vasallo. El sefior también debia darle mantenimiento; Fulbert, parco en la descripcién de hechos materiales, omite precisar detalles. Los vincu- los se rompian si el vasallo se reconocia culpable de “perfidia y perjurio" ol sefior, de “mala fe”, Del mismo modo, podian anularse cuando vasallo y sefior, de comin acuerdo, decidian separarse *. Tal es Ia teoria, De hecho, no sabemos en qué medida se ajusta a la realidad, 0 si por el contrario, s6lo refleja el mundo de los grandes vasallos, predilecto de la documentacién, Los relatos de los cronistas y las actas describen casos particulares, aun excepcio- nales, que carecen de validez para el conjunto de la sociedad vasa- ética y Ia variedad de la vida cotidiana. A la geografia del espacio feudal, se suma una geografia compleja e inasequible, de los matices impuestos por la aplicacién de las reglas vasalliticas. Con todo, se puede adelantar una impresién, En el siglo x, el respeto de las obligaciones dependié con bastante frecuencia de las relaciones de fuerza entee los protagonistas. El modesto vasallo de un conde estaba sometido a una estrecha subordinacién; el personaje impor- tante ligado por juramento a un sedor de igual fortuna comprueba que los vinculos lo aprisionan en menor medida. La apetencia de feudos y los homenajes miiltiples afectaron en cierto modo a las jirtudes vasallaticas y desencadenaron multitud de “traiciones”, con- sideradas en la época el peor de los crimenes. En cambio, en el inte- rior de las castellanias, donde los contactos eran casi cotidianos, las idades conservaron espontaneidad y frescor, sobre todo en el sector de los hildagiielos de aldea, rodeados de pocos vasallos aloj © Vatios Capitulares de Carlomagno previeron motivos de ruptura pot falta del seBor. Testar de reducis al dependiente a Ia condicién servily quit tarle mujer 0 hija; golpearlo o intentar asesinarlo; faltar al deber de protec i6n. Tales circunstancias justificaban la denuncia del homenaje (Documen- 405, 09 49, p. 303). La lista se alargari en el transcurso del siglo *!, “4 Fjemplos en M. Bloch, La sociedad feudal, I, cap. VII (para el siglo * ¥ ol periodo siguicate); J. Dhondy, Naisiunce es principaute: territoriales, ‘ap. Il, y V; J. F. Lemarignier, Les fidéles du roi de France, p. 142 y $3. 183, dos en Ja morada dominial o radicados en Ia vecindad. Los siglos x1 y Xi ofrecen numerosos ejemplos de este hecho; se puede admitir que sea también valido para la época precedente. En mayor medida que Jos jefes de grandes casas, a pesar de ser éstos polos de atraccion cde numerosos contingentes vasalliticos, fueron los hombres de rango ‘modesto quienes transmitieron vitalidad impetu al feudalismo, En cuanto a esta tltima afirmacién, esté lejos de ser exacta para la totalidad del Occidente franco; el feudalismo no fue un fendmeno general ni simultineo, Evidentemente, presenté, en el inicio del siglo X1, tendencias, rasgos comunes 0 semejantes: ritos, naturaleza de Jos contratos personales y de los concernientes al feudo, carac- teristica territorial y militar de la aristocracia, No obstante, es impo- sible pretender que aun entre el Loira y la cuenca moselo-renana —cuna del régimen— haya presentado aspectos idénticos; 0 el mismo grado de penetracion e igual espiritu desde la regién del Maine hasta los Paises Bajos, En Normandia, por ejemplo, el poder ducal, tenaz y meticuloso, impone estrictas’reglas militares a los depen. dientes y crea, para su beneficio, la organizacién coherente anhelada por Carlomagno para el imperio; ademés, sin duda se aplica alli or primera vez el homenaje ligio. Con ello, se forja el instrumento de amplia y futura experiencia en el sur de Italia, Inglaterra y los estados latinos de Oriente. Los verdaderos contrastes se evidencian entre los paises situados al norte del Loira y las comarcas meridionales donde la dependencia dentora en tender sus redes ante la resistencia de numerosos alodios y donde “la amistad” del vasallo, “el afecto y In benevolencia” del sefior mantienen relaciones poco rigurosas compartidas sdlo por parte de ia aristocracia *, Acentuadas en mayor medida que en terri. torio francés, estas diferencias llegan a ser extremadamznte notorias en Italia y en Alemania, IIL, Caracrenisticas Propias pe ITALIA y ALEMANIA Sometida a numerosos dominios extranjeros, Italia ofrecia una sor- prendente diversidad en cuanto a vinculos de dependencia**, En el siglo ¥, los territorios en los cuales Bizancio ejerce directamente 4 Ejemplos en R. Boutruche, L'alleu en Bordelait ot en Bazadsis du XI€ su XVIII siéele, cap. MV; G. Duby, La société en Méconneis aux Xle ef XIE sidcles, pp. 140-145, 185, n° 1 Bibliogratia, n° 221, 245, 249.251, 288, 263 (pm, 330-331); Comple- mento, pp 332.333, 334-335, 336. (Teabajos de Drauculi Busdraghi, Cristian, Falco, Fassoli, Guillow, Leicht, Marongil, Tabacco.) 184 la ley —Ja region veneta, Apulia, Lucania, Calabria—, asi como los principados de Amalfi, Sorrento, Napoles y Gaeta, desconocen 1 feudalismo; del mismo modo, la Sicilia musuimana, Estas regiones fueron asiento de prineipados, de dominios inmunes y de simples seforioscuraes on ella clientelas militares reibiron errs: pe juefias propiedades, en principio inajenables, en el area bizantina; Goncesiones terrtoriales denominadas igtd en Sicilia . Si es posible sefialar juramentos de fidelidad que ostentan caricter piblico, en ‘cambio se desconoce mencién alguna de feudo u homenaje, Sin duda existe —se la detecta— Ia nocién de una tierra otorgada en calidad de salario, a cambio de servicios especializados: pero no se arribé a Ia idea de un bien concedido en compensacién de jura- mentos privados, vigentes hasta el momento en que cesa Ia fidelidad del subordinado 0 Ia vida de uno de los contrayentes. Sin embargo, la organizacién mencionada se prestaba para el asentamiento de dependencias estrictas; y en efecto, tal hecho ocurrié con la admi- nistracién normanda. Sélo una regién mantuvo su desarrollo mar- ginado; marcada por las presiones externas y las aventuras de con- ‘quista, Cerdefia continué siendo un medio seforial y campesino ajeno al feudalismo. Los estados pontificios, menos reacios, conocieron tardiamente las subordinaciones feudo-vasallaticas que, ‘no obstante, revistieron durante mucho tiempo caricter superficial. Un francés —Gerbert d’Aurillac—, papa con el nombre de Silvestre II, fomenté tales usos y @ partir del aio mil se esforzd por transformar las tenencias enfitéuticas concedidas ordinariamente por vé en feudos; las viejas tenencias respondian a las necesidac pero no se adecuaban a los vinculos personales, més ain siendo éstos vitalicios‘*, Falto de tiempo, Silvestre no pudo Mevar a cabo Ja empresa que fue proseguida por sus sucesores, no sin éxito, | Quedan por mencionar, por una parte, los ducados lombardos de Benevento, Salerno y Capua; por otra, el propio reino de Italia, he redero del reino lombardo conquistado por Carlomagno y luego incorporado, en 962, al Imperio reconstituido por Otén I, Desde el sigio vit, los duques habian especulado habilmente con el alejamiento de toda autoridad central para lograr una autonomia cercana a Ie independencia; pero al usurpar las clientelas las fun- nes pablicas —tanto como ellos—, y escapando los inmunes al Sr Reference 1 los bienes miliares en Bizancio y al fté en el mundo ‘musalmin, mas adelante, p. 237 ys. p. 243 y 5 * Karl Jorden, Das Eindringen des Lebnswerens im das Recbisleben der romischen Karie (Archiv, fir Urkundenjorschung, 1931, pp. 13-110). Docw- mentos, a” 48 (p. 303). 185 control de Ja autoridad superior en materia fiscal y judicial, se produjo Ia division de los ducados en dominios de escaso radio de accién. Quiz4 la situacién habria sido diferente ante la presencia de una fuerte red de subordinaciones que frenara el deterioro de la potencia publica; pero esa red apenas se insinuaba hacia fines del siglo x, vinculando sélo a las comitivas de duques, condes Ianos y de las principales iglesias. Las lineas de dependencia, das inorginicamente las unas de las otras, conforman entonces un esbozo de sistema que recuerda el imperante en la Galia merovingia de comienzos del siglo vill: fidelidades andlogas a las primitivas rclaciones vasalliticas aunque escasos homenajes; concesiones te toriales, pero otorgadas a menudo en plena propiedad; y por encima de todo, una muy habil relacién entre el beneficio, importado du- rante la época carolingia, y los servicios. Por titimo, la terminologia relativa al vasallaje y al beneficio continda siendo vaga y susceptible de variadas aplicaciones. ‘No es dificil hallar razones que expliquen tan inacabada conclu- sin, En primer lugar, Ia débil influencia de las instituciones caro- lingias en Jas regiones situadas en el extremo meridional de Ja frontera franca, impregnadas de tradiciones romanas y bizantinas. Luego, la caracteristica de la aristocracia, urbana por residencia y voleada en su mayor parte a las funciones civiles antes que a las tareas militares, abandonadas a las milicias urbanas encargadas de la defensa local. Con todo, las tendencias feudales se infiltraron en los principados lombardos, apoyandose en el carécter de los sefiorios ru rales, en parte, y en una economia principalmente agricola. En el siglo x1, fueron los normandos quienes procedieron a implantar el feudalismo en modo més radical. Con anterioridad a esta época ya habia penetrado en el centro y norte de Italia aunque tolerando la subsistencia de numerosos alo- dios. No se podria hacer remontar tal ingreso a Ia época del Estado lombardo independiente; alli las fidelidades personales no sobre- pasaron el estadio de clientelas armadas y, por lo dems, las “‘conce- siones bienhechoras” carecieron de rigor judicial, Pero, afadidas a la impronta de la encomendacién: romana, facilitaron indudable- mente la penetracién feudal. No obstante, fue la conquista carol Ia autoridad que transformé el poco riguroso vasallaje local en un verdadero sistema feudal; asi, instalé cuadros administrativos y hombres, sin imponer por ello'el nuevo régimen a la totalidad de In aristocracia indigena. Condes y grandes vasallos del rey, llega dos en su mayoria de Austrasia en la primera mitad del siglo se rodearon de dependientes en posesién de beneficios, En las fron- teras, las marcas agruparon a varios condados: Friul y Spoleto, més 186 tarde Ivrea y Lombardia. Finalmente se construyeron fortalezas en las cimas de los Apeninos con el fin de vigilar pasajes y controlar cuencas y Ilanuras cercanas, en las cuales se infiltra insensiblemente el poder de los castellanos; tales construcciones se multiplican du- ante el transcurso del siglo x1, Como en Francia, la heredabilidad de las funciones piblicas y de los beneficios se difunde en los circu- fos de Ia alta sociedad en los siglos 1X y x. Al mismo tiempo, s¢ acentia el debilitamiento de la autoridad piblica; en primer lugar, Jo acusa Ia realeza, luego principados y condados. En el siglo X! alcanza Jos estratos inferiores de la aristocracia. Evitemos, sin embargo, forzar Ia similitud con el Area francesa, Las caracteristicas propias de la vida italiana, tanto como el vinculo del pais con el Imperio otoniano, confieren a las subordinaciones cierta originalidad. Asi lo testimonia el papel relativamente impor- tante atribuido al feudalismo eclesidstico en el gobierno del reino. Como en Alemania, fue utilizado por los Otones como contrapeso de las empresas laicas, Y asi también lo revela el cardcter adminis. trativo que reviste el régimen feudal en numerosos casos: delega- ciones y subdelegaciones de poderes, desde 1s més altos cargos hasta modestas funciones de corte y de servicio doméstico; de suerte que deriva de ellas la totalidad de una escalonada jerarquia nobiliaria, La vocacién militar, por cierto, ocupa un lugar preponderante en las marcas y castellanias; pero en el cuadro global de Ia sociedad feudal se ve desplazada a un segundo plano, Ademés es necesario sefialar —y nunca lo sera en demasia— la ausencia de una clase caballeresca al sur de los Alpes. Finalmente, en lo que se refiere a las instituciones propiamente dichas, cabe mencionar que Ja inves- tidura del feudo precedi6 a los ritos vasalléticos, ellos mismos redu- cidos en numerosos casos a Ia fidelidad. El profundo significado del gesto de las manos parece haber escapado a estos hombres poco inclinados al formalismo y a los simbolos importados de otras tie- rras, En este pais donde las ensefianzas del derecho escrito mantu- vieron su vigencia, donde el gran comercio y la vida urbana cono- cieron un precoz renacimiento, el feudalismo no encontré un clima tan favorable como en el extremo occidental del continente europeo. Mis ain que el reino de Italia, Alemania ofrece caracteristicas particulares al ser comparada con el territorio septentrional francés del siglo x. La mas notoria es el retraso que evidencia el proceso © Bibliografia, n&% 220, 226, 245, 246, 257, 264, 277, 284, 287-89 (pp. 330-331; 333334); Complemento, pp. 328-329; 334335 (trabajos de Bols, Dannenbauer. von Dungern, Maver. Metz, Miller-Martens, Schramm, Sproem- ber, Werner, Wernli-s.) 187 de feudalizacién. Por una parte, subsisten numerosos alodios: alo- dios campesinos, tanto como “alodios-soberanos”, alli donde Ia aris- tocracia conserva vastas extensiones de tierra bajo su autoridad. Por otra parte, Ia organizacién de redes privadas sefiala aun innumera- bles elementos arcaicos. Con todo, este retraso no se manifesté con similar intensidad. Alemania esté constituida por regiones que no ‘poseen la misma estructura social y econémica y que se integraron a Ia unidad franca en distintas etapas. Lotaringia, luego el sur y centro de Alemania habian sido parcialmente feudalizadas. Pero Sajonia, dltima en incorporarse al Imperio y ajena a esa fusién de pueblos que en Galia dio lugar al primer desarrollo feudal, aceptaba pasivamente la progresiva invasién de las subordinaciones priva- das, En cambio, regiones dominadas por fuertes nucleamientos de inajes —tal como Frisia— rechazaban tanto el feudalismo como el sefiorio, ‘Analicemos las regiones de antigua feudalizacién situadas al este del Rin; las divergencias entre ellas y el norte de Francia se obser- van, en primer lugar, en la terminologia. Aunque feadum haya sido calcado de una palabra germénica, el lenguaje erudito empleé pre- ferentemente beneficium, hasta pleno siglo Xu, para designar no s6lo al feudo sino también a los bienes concedidos a ministeriales a cambio de fidelidad, a ciertas tenencias plebeyas y, tal como ocu- rria siempre, a beneficios eclesidsticos, Por otra parte, mientras que en Francia el vocablo bonor designé finalmente a Ja funcién pébli- ca y a los bienes que la retribuian, allende el Rin era utilizado solamente con el primer sentido; de este modo, tal como sucedié bajo los primeros carolingios, se destacaba Ia distincién entre los cargos y sus correspondientes dotaciones. Detras de las palabras aso- maba una realidad: 1a supervivencia del poder publi Diferencias similares aparecen igualmente en los ritos. Apegada desde sus origenes al formalismo, a los gestos y a las palabras sim- bélicas, Ia sociedad alemana otorgaba un sentido absoluto a cada acto y expresaba cierta repugnancia ante las innovaciones; 1a alta aristocracia prestaba de buen grado el juramento de fidelidad que de vieja data pergamino de nobleza. Pero con evidente reticencia adheria al homenaje que conservaba la “impronta de la servidumbre” de sus lejanos comienzos. El mismo retraso se obser- vaba en las instituciones. La pluralidad de homenajes, de extrema rareza hacia fines del siglo x, se generaliz6 recién hacia fines dei siglo Xt, y la herencia de feudos, en el xil, aunque no desaparecie- ron totalmente los feudos vitalicios. Por otra parte, ni las tasas de ‘mutacin en caso de herencia o enajenacién del feudo, ni feudales en metélico, conocieron gran difusi 188 La originalidad alemana también se manifiesta en el campo social, una de cuyas caracteristicas fue la importancia numérica de los vasa- los no radicados, derivada principalmente de las relaciones del feu- dalismo con el Estado bajo la dinastia sajona, o sea de 919 a 1024. Ya hemos analizado ciertos pormenores de ia politica de Otén I en cuanto a los principados, sus intentos de obstaculizar la feuda- lizacién de los altos cargos publicos asi como de transformar a los duques y a Ia mayoria de los condes en agentes de la realeza, Otros elementos sefalan la aplicacién de métodos de gobierno basados cimulténeamente en principios de autoridad publica y en la practica de la subordinaci6n; de suerte que se exigid el servicio militar tanto 1 los alodiarios como a los vasallos. Los campesinos libres que goza- an de un cierto bienestar servian en Ia infanteria y podian ser convocados, tal como ocurria en Sajonia, con el fin de custodiar fortalezas construidas en Ias fronteras, En consecuencia, la distanci que separaba a los elementos superiores de Ia nobleza —privada del monopolio de las armas puesto que la caballeria recién se impuso a comienzos del siglo xtii— del alto campesinado, era menor que cn Francia; por Io tanto, es evidente que el proceso de feudalizacién fue lento, Finalmente, en el dominio judicial, con excepcién de Lotaringia influida por el sistema francés, las cortes fendales juz- gaban tnicamente las causas vinculadas con los feudos y las rela- Ciones vasalléticas; los tribunales condales atendian los restantes asuntos y podian convocar a sefiores y vasallos para cuestiones ajenas a los laz0s privados®, Enfrentando a la alta aristocracia laica, la dinastia sajona se alié a la Iglesia transformandola en una Iglesia nacional asociada al gobierno del pais. Fl soberano designa a obispos y abades de los monasterios reales, recibe sus juramentos vasalléticos y los inviste de funciones espirituales y de bienes temporales. En mayor medida que en Francia, los prelados se benefician con los derechos condales correspondientes a sus didcesis y @ veces, por afiadidura, son ubicados al frente de uno o varios condados, ncleos de verdaderos principados en potencis. Apoyada-en el clero y en el sector de los subvasallos, obteniendo lustre antes que fuerza de la posesién del reino de Italia y de la restauracién de un Imperio frunco, poseyendo jurisdicciones, finanzas, contingentes militares de alodiarios, 1a monarquia alemana sostuvo al Estado frente al feudalismo, finalmente victorioso, atin durante dos siglos. 5 Sefalaremos en otra obra el contraste, definido en el siglo Xu, entre cl derecho de feudo o Lebnrecht y el derecho territorial 0 Lendrecht 5 Sobre el prestigio del Imperio otoniano, G. A. Bezzola, Des ottonische Keiserium in der jranzohsschen Gescblebrescbrelbung des 10. und beginnew dew 11, Jabrbunderts, Graz y Colonia, 1956. 189 concwusion En la historia de la primera edad feudal, dividida a su vez en dos ‘ecapas —origenes y formacién—, el periodo que trancurre del Siglo 1% al segundo tercio del x1 representa Ja fase decisiva en la {que se unieron elementos claves, hasta entonces dispersos. Fase polt- then e institucional més atin que fase social, en raz6n de la reticencia manifestada por un sector de las altas clases ante el ingreso a la rncia. En modo més preciso, el proceso se definié durante fos reinados de Carlos el Calvo y sus sucesores inmediatos, por lo menos en las regiones de vanguartlia extendidas desde el Loira basta as comarcas renanas, Se conocen los resultados: concrecién de un vocabulario feudal, extensién de los vinculos privados, tendencia hhacia In préctica de la herencia, vasallaje multiple, acentuacién de Jas caracteristicas territoriales y militares de una aristocracia madu- ra para la caballeria, ‘Una bula del papa Silvestre U1, fechada el 26 de diciembre de! aio mil, que fomenté la creacién de feudos en el dominio poatificio, Ia carta de Fulbert de Chartres al duque de Aquitania —1020— que precisa la naturaleza del contrato vasallético, una Constitucién de Conrado Il, del 28 de mayo de 1037, destinada a Italia, que extien- de la heredabilidad a la mayoria de los feudos “tenidos” por sub- Vasallos y, por iltimo, las costumbres anélogas imperantes en Ia ‘Alemania de 1a misma época, traducen los cambios operados en el régimen, Y a continuacién las conclusiones. Régimen ain imperfecto en el momento del corte determinado por la extensiéa de este estudio. La alta pirimide de derechos y responsabilidades de los carolingios inteataron construir, ese “orden feudal” basedo en una jerarquia de poderes que se apuntalaban mutuamente y cuyas virtudes se ensalzaron ocasionalmente, eran formulas de grandeza pero ilusorias: fantasias del espiritu, El orden feudal alcanza categoria de tal s6lo cuando Ilega a ser domest Timitado a Ia morada mondrquica por los tedricos de los wltimos siglos medievales, Y en ese momento, su hora comienza a declinar, En Jos inicios del siglo x no existe jerarquia vasallética que se extienda, sin discontinuidad, del rey a los més modestos vasallos, ni superposicién de feudos dependientes los unos de los otros; st, hay células auténomas que fraccionan Ia sociedad en isloses. Tam- poco existe un “sistema feudal” que teja una monétona red exten- Jide a lo largo de cada pais; pero si feudalidades —unidas 2 un tronco comiin— que preanuncien las variantes nacionales, o impues- 5 Documen:on, 28 48 (p. 303); n@ 54 (p. 306); 0 46 (p. 301). 190 tas por la conquista de la era siguiente. Violacién de los mis solem- oes jraments, Iuchas intestnas, politiens mezquinas de casio y campanarios, tal es el especticulo ofrecido por la génesis de I tiempos feudales. Entre el Estado distorsionado, ya incapar de impo. ner su ley, y el feudalismo de la primera edad, destrozado por fuer. zs cenagas pero emprendedor aunque vacilnte, se abre un Que se:lea nuevamente ef lamento del diicono de Lyon, le! diécono de Lyon, Florus, cuando cuestiona el tratsdo de Verdin y In nueva sociedad: "El mis bello Imperio florecia bajo una brillante diadema, Sélo un principe y ua pueblo... Llorad por la raza de los trancos que elevada por el don de Cristo al rango de Imperio esta hoy reducida 4 polo Ea lugar de ua ry, up ejezilo en lg deun ring ragmentos de reinos, El interés general se ha perdido; cada uno peeege oo boca EI-Eaa oun a espe Wasson? amiento contemplamos” *, Resonancias similares en el si Trosly, del a0 909: "Asi come fo primeros hoabres vivian sia temer & Dios, asi hoy los hombres hacen lo que les place. Los fuertes oprimen a los débiles. El mundo est dominado por la vio lencia para con los pobres. Los hombres se devoran mutuamente como los peces del mar” #, Un siglo més tarde, el obispo de Laon, Adalberon, retoma el mismo tema en un poema dedicado a Roberto ¢l Piadoso: "EI Estado se precipita a la rvina; las leyes se debi Sin embargo, a pesar de rud itaci Sin embargo, + pesar de ruderas y limitaciones, la sociedad feudal 90s inscribe en pleno bajo el signo del espanto y del terror. Lejos Ae anular as actividades que le son ajenes u hostiles, se muestra sensible ante ls presencia de ln realeza consagrada, respeta por pria- Sipio los derechos de los slodarios sobre sus dominos, de ls com eter sono sobre sus teruto delos grupos feulaes sobre campos, mientras que gracias al acrecentamiento de los inter- ambios y al ascenso del artesanado Ie burguesia inne va {ogar junto a ella ®. Por afiadidura, la sociedad feudal es crstiana y el sentimiento religioso frena sus desmanes, Los clérigos se esfuer- 1H Qeerele de divine import (M. GH Poetae lain, Up $61). 5 Mans, Secrerum coniliorum... collecio,«. XVM, co. 263. snccGazmen ad Rotbertum resem, editada por G. A. Huckel, "Les podmes ilbéron” (en Bib. de la Paculsé des Lettres de Paris, XU 1901, p. 136). De o1 ecumentos, n° 55 (p. 307). J, Diane as "‘olidaridades” que se establecieron fuera del feudalism, Lolks lidarisés méligvates..." (Annales, E. 5. Cy 1937, PD. 191 zan en difundir las ensefianzas de Cristo, en luchar contra los dis- ‘turbios provocados por Ia debilidad de la realeza y Ia fragmentacién territorial, Lanzan anatemas y excomuniones contra perjuros y cri- minales; amenazan con el castigo eterno a los culpables y los invitan 4 rescatar sus faltas mediante el sacrificio de parte de sus bienes temporales. Reunidos en concilios o sinodos, por ejemplo, en Cha- roux —cerca de Poitiers— en 989 oen Puy al afio siguiente, animan movimientos de paz a los que adhieren todos, nobles o risticos, que juran renunciar a la violencia contra eclesiisticos, mercaderes 0 campesinos desarmados. Ante Ia inoperancia y la carencia de los poderes judiciales se multiplican los arbitrajes. Por su parte, Ia Organizacién basada en los vinculos de dependencia contiene fer- ‘mentos de renovacién, La anarquia, cuya responsabilidad se Je impu- ta, derivaba en mayor medida de las costumbres que de ella misma. Sus reglas no determinabaa exacta ni suficientemente las tareas co- rrespondientes a los vasallos. Y su justicia, tan pesada para la pobre gente, casi no castiga al magnate culposo, Pero la sociedad feudal lege a ser capaz, una vez asentada, de imponer disciplina, de afian- zar un gobierno, Aun en los dias més sombrios mancuvo el senti- miento de una comunidad que debia colaborar en Ia recuperacién de los estados, Lo cierto es que In sociedad feudal fue preferible fa los hombres que la animaron, En el siglo XI, sefiores y vasallos se entregan al ideal caballeresco que sefiala como virtudes no sélo tl coraje guerrero sino también el respeto de la fe jurada y que propicia ia proteccién de los débiles y desdichados. Una potente Savia circula por esa sociedad atraida tanto por Ia conquista del suelo cercano como por las aventuras lejanas, por esa sociedad lla- mada a vivir en un maravilloso marco artistico. El mundo feudal alcanza el maximo esplendor en medio de un renacimiento. 192 Lrsro TI LOS VINCULOS DE SUBORDINACION FUERA DEL AREA EUROFRANCA

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