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El positivismo jurídico.
El positivismo no reconoce otro derecho que el impuesto por el legislador humano. Podría ser
también llamada doctrinad el formalismo jurídico, ya que basa el estudio del Derecho únicamente
en lo textos preceptivos dictados por el legislador .
Tendencias:
Escuela de la Exégesis: nace en Francia junto con la dictación de los grandes códigos
(comienzos del siglo XIX) que fueron muy prestigiosos, en especial el Código Napoleón. El sistema
legislativo forma la plenitud del orden jurídico, el que debe ser aplicado llanamente, evitando hasta
donde sea posible la interpretación de los textos legales. Si se hace indispensable, debe acudirse a la
intención del legislador que lo dictó. Al juez no le esta permitido crear Derecho, pues tal facultad es
exclusiva del Parlamento.
Dogmática Jurídica: se desarrolló en Alemania y propone el conocimiento racional y sistemático
de los fenómenos jurídicos a través de la búsqueda de los conceptos generales que se contienen
objetivamente en el ordenamiento jurídico positivo. La dogmática considera al Derecho positivo
como un sistema cerrado que se basta a sí mismo, del que pueden deducirse soluciones para todos
los casos determinados en que este deba aplicarse. Hay un grado alto de racionalización del estudio
de las normas jurídicas positivas, que se efectúa solamente a partir del contenido que recibieron al
ser dictadas.
Teoría Pura de Derecho: creación de Hans Kelsen. Según este no existe otro Derecho que el que
emana de la autoridad estatal. Elimina del Derecho todos los elementos que le son extraños, en
especial la política. Toma como objeto de la ciencia jurídica al Derecho positivo tal cual es. El
Derecho es autónomo de la moral; un orden coactivo constituido a base de normas, que reglamenta
el empleo de la fuerza en las relaciones sociales y se reserva el monopolio de ésta. Es además una
técnica social destinada a inducir a los hombres a conducirse de determinada manera. Para lograr
esa inducción sanciona toda conducta no deseada. Los deberes jurídicos son el elemento primario
del orden normativo. El Derecho regula su propia creación y aplicación, en forma y en contenido.
Una norma es válida si es creada de acuerdo con las prescripciones de las normas de grado superior.
Hay unidad entre Estado y Derecho. Se rechaza al Derecho Natural porque identifica las leyes
naturales con las reglas jurídicas. Los únicos juicios de valor que acepta la ciencia del Derecho son
los que comprueban la conformidad u oposición de un hecho con la norma. Lo que al Derecho
objetivo le interesa son los hombres y sus conductas.
El Neokantismo.
Tendencia de un movimiento iusfilosófico que se inicia a comienzos de siglo; que se caracteriza en
su conjunto por ser una reacción contra el positivismo y por profundizar el contenido y los fines del
Derecho, aspectos que el formalismo, especialmente la teoría pura del Derecho, habían abandonado
y declarado ajenos a la ciencia jurídica.
Esta corriente comprueba que el concepto positivista de la ciencia se adecua muy bien a aquellas
ciencias que se sirven de los métodos naturales. Pero tales no son apropiados para las llamadas
ciencias de la cultura o del espíritu a las cuales pertenece el derecho.
El verdadero problema consiste en si se puede aprehender la totalidad de la realidad con los
métodos de las ciencias naturales exactas. Si la respuesta fuera negativa se habría demostrado la
necesidad y la justificación de otra clase de ciencias.
Cultura es todo aquello que en virtud de su referencia a valores tiene sentido y significación para el
hombre que reconoce estos valores como tales. Los valores, el sentido y la significación no los
podemos “percibir” sino solo “comprender”. Por ello, si la naturaleza es perceptible, la cultura es en
cambio, el ser lleno de significacion, inteligible.
El hombre transforma la realidad en virtud de los valores a los que tiende. La cultura nace para
realizar valores. El Derecho es un fenómeno cultural que integra en una conexión sistemática el
contenido de las normas reconocidas. Este deriva de su referencia a valores y fines reconocidos
socialmente. El sentido del Derecho es enderezar hacia la justicia la conducta de la sociedad. Dentro
del neokantismo existe una dualidad: realidad y valor.
El Realismo Jurídico.
Su explicación lógica debe encontrarse en el pragmatismo del pueblo norteamericano. Los realistas
se niegan a concebir el derecho como un sistema lógico o sistemático. Lo consideran un conjunto de
decisiones judiciales.
Corresponde a la “ciencia jurídica” precisar los factores que intervienen en la decisión judicial. Las
normas son una predicción generalizada de lo que harán los tribunales. Lo único que interesa es la
forma que revestirá la aplicación real del Derecho por los órganos jurisdiccionales, con toda la
incertidumbre que ello significa, pues es necesario atenerse a lo único real, que son las
determinaciones del tribunal y los factores que influirán sobre ellas.
Cualquier abstracción es tenida como algo metafísico e inaceptable. Se pretende tener en
consideración únicamente hechos observables y mensurables.
Solamente es científico lo que tiene fundamento en la experiencia.
El Marxismo.
Se contienen en sus escritos algunas referencias a lo jurídico, que no tienen toda la extensión y
consistencia necesaria como para articularlas en una verdadera teoría. Son más completas y
sistemáticas sus referencias al Estado. No hay una teoría marxista del Derecho oficial y
generalmente reconocida y aceptada.
La estructura económica de la sociedad, constituida por la suma total de las relaciones de
producción, forma la base real sobre la que se levanta una superestructura jurídica y política, a la
cual corresponden determinadas formas sociales de la conciencia.
El Derecho es una forma plasmada que irresistiblemente se adapta a la estructura económica de la
sociedad. Es un producto histórico y sociológico.
Aún cuando el Derecho depende de la economía, se rige hasta cierto punto por sus propias leyes. Se
da una interacción entre los hechos jurídicos y económicos. Las formas del pensamiento jurídico
pueden ser reducidas a causas económicas. La superestructura jurídica suele prolongarse por más
tiempo que su fundamento económico y mantenerse aún después de que éste ha sido superado.
La noción de “bien común” parece una ilusión. El estado está al servicio de los intereses comunes
de la clase dominante. El Derecho es una de las expresiones de poder de Estado; y éste es el
instrumento de que se vale la clase dominante para cristalizar su poder.
El marxismo supone una posición positivista en el Derecho, porque considera tan solamente a lo
que la ley aprueba. La idea de valores absolutos es supersticiosa.
Según Marx, la estructura económica de la sociedad constituida por la suma total de las relaciones
de producción, forma la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica. El futuro se
desarrollara en dos etapas: una primera de transición, durante la cual seguirá dominando el derecho
burgués y la fase final con la llegada del comunismo, donde termina la división de la sociedad en
clases.
Se obtendrá la plena realización de la personalidad humana. El trabajo se convertirá en un medio de
vida y en la aspiración primera de la vida.
Los hombres poseerán de sobra para sus necesidades y quedaran descargados de preocupaciones
materiales. Logrado ese pleno desarrollo humano en una sociedad armónica y grata, el derecho se
hará innecesario.
Santo Tomás de Aquino
La ley
Primera de las meditaciones sobre la metafísica, en las que se demuestra la existencia de Dios y la
distinción del alma y del cuerpo.
Para establecer un sistema firme y permanente de pensamiento, uno debe dedicarse a la destrucción
sistemática de sus opiniones. No será necesario probar la falsedad de todas. Bastará para rechazarlas
todas encontrar en cada una algún motivo de duda. Excavar los cimientos, atacar los principios
mismos en los que se apoyaba todo lo que uno creía.
Admitiendo como absolutamente cierto lo percibido de los sentidos o por ellos, se descubre que
éstos engañan de vez en cuando. Pero hay cosas de las que no se puede dudar aún cuando se las
reciba por medios de los mismos, como por ejemplo, que “estoy aquí”. ¿Con que razón se puede
negar que estas manos y este cuerpo son de uno? Al imaginar cosas en sueños nos vemos engañados
por diversos pensamientos. Estar despierto no se distingue con indicio seguro del estar dormido.
Puede soñarse que no son verdaderos los actos particulares. Sin embargo, es sabido que durante el
sueño suelen ser vistas imágenes que no pudieron ser ideadas sino a semejanza de cosas verdaderas,
y que por lo tanto existen; puesto que no es posible crear una naturaleza nueva en todos los
conceptos. Incluso se piensa algo nuevo y que nada haya sido visto que se le parezca, ciertamente
deberán ser verdaderas las cosas más simples y generales (como los colores).
La física, la astronomía, la medicina y demás disciplinas que dependen de la consideración de las
cosas compuestas, son ciertamente dudosas; mientras que la aritmética, la geometría y otras
disciplinas de este tipo, que tratan sobre cosas más simples y absolutamente generales, sin
preocuparse de si existen en realidad en la naturaleza o no, poseen algo cierto e indudable.
De acuerdo a una antigua idea, existe un Dios omnipotente, que nos ha creado tal como somos. Pero
es posible que del mismo modo que uno juzga que se equivocan algunos en lo que creen saber
perfectamente, así nos induzca Dios a errar siempre.
Quizás algunos prefieran negar a un Dios tan potente antes que suponer todas las demás cosas
inciertas. Por lo tanto, de todas las cosas que juzgábamos verdaderas, no existe ninguna de la que no
se pueda dudar por razones fuertes y bien meditadas. Debemos abstenernos así, de dar fe tanto a
esos pensamientos como a los que son abiertamente falsos, si se quiere encontrar algo cierto.
Suponiendo que algún genio maligno de extremado poder e inteligencia pone todo su empeño en
hacernos errar. De este modo, aunque no nos sea permitido conocer algo verdadero, debemos
procurar al menos no dar fe a cosas falsas y evitar que este engañador pueda inculcarnos nada.
Meditación segunda: sobre la naturaleza del alma humana y del hecho de que es más cognoscible
que el cuerpo.
Suponiendo que todo lo que vemos es falso, y que no tenemos ningún sentido. ¿Qué es entonces lo
cierto? Quizás solamente que no hay nada seguro. ¿Somos por lo tanto algo? Si negamos tener
algún sentido o algún cuerpo, ¿qué somos en ese caso? ¿Estamos de tal manera ligados al cuerpo y
a los sentidos que no podemos existir sin ellos? Pero si nos persuadimos de que no existe nada en el
mundo, ¿no significa esto que nosotros no existimos? Ciertamente existimos si nos persuadimos de
algo. Pero hay algo engañador que nos hace errar siempre a propósito. Sin dudas pues, si nos
engaña, existimos; y por más que nos engañe no podrá nunca conseguir que no existamos, mientras
sigamos pensando que somos algo. En conclusión, siempre que decimos “yo soy, yo existo” o lo
concebimos en nuestra mente, necesariamente ha de ser verdad. No alcanzamos todavía sin
embargo a comprender quiénes somos. Recordamos lo que creíamos ser en otro tiempo: hombres.
¿Pero qué es un hombre? Debemos dedicar nuestra atención en especial a lo que se nos ocurre
espontáneamente siguiendo las indicaciones de la naturaleza siempre que consideramos que es.
Cuando no dudábamos del cuerpo y nos parecía conocer definidamente su naturaleza. Pero
¿podemos afirmar que tenemos algo, por pequeño que sea de todo aquello que atribuíamos a la
naturaleza del cuerpo, como tener cara, manos, brazos, y todo ese mecanismo de miembros?. Y las
cosas que atribuíamos al alma como alimentarnos, sentir y pensar, ¿qué ocurre con ellas? Si no
tenemos cuerpo no son sino ficción. ¿Y sentir? No se puede levar a cabo sin un cuerpo. ¿Y pensar?
El pensamiento existe y no puede arrebatársenos. Somos, existimos: es manifiesto. Pero ¿por cuánto
tiempo? En tanto que pensamos. Somos por lo tanto una cosa; una cosa cierta y a ciencia cierta
existente, que piensa.
Conocemos que existimos; debemos preguntarnos ahora ¿quién, pues, soy yo que he advertido que
existo? Imaginar no es otra cosa que contemplar la figura o la imagen de una cosa corpórea. Puede
suceder al mismo tiempo que todas esas imágenes y, en general, todo lo que se refiere a la
naturaleza del cuerpo no sean sino sueños. Nada de lo que se pueda aprehender por medio de la
imaginación atañe al concepto que tenemos de nosotros mismos. Se ha de apartar la mente de
aquello con mucha diligencia, para que ella misma perciba su naturaleza lo más definidamente
posible. ¿Qué es lo que puede separarse de nuestro pensamiento? ¿Qué es lo que puede separarse de
nosotros mismos? Nosotros somos los que dudamos, conocemos y queremos. Por otra parte, somos
también los que imaginamos, dado que aunque ninguna cosa imaginada sea cierta, existe el poder
de imaginar, que es una parte de nuestro pensamiento. Somos igualmente los que pensamos, es
decir, advertimos las cosas corpóreas como por medio de los sentidos. Todo es falso, puesto que
dormimos, sin embrago, nos parece que vemos, oímos y sentimos, lo cual no puede ser falso, y es lo
que se llama en nosotros propiamente sentir; y esto tomado en un sentido estricto, o es otra cosa que
pensar.
Las cosas corpóreas cuyas imágenes forma el pensamiento, son conocidas con mayor claridad que
este no se qué nuestro que no se halla bajo nuestra imaginación. Pero nuestra mente se complace en
errar y no soporta estar circunscrita en los límites de la verdad.
Las cosas que son aprehendidas con mayor claridad entre todas son los cuerpos que tocamos y
vemos. Por ejemplo, en el caso de la cera. Su color, su figura y su magnitud son manifiestos. Tiene
todo lo que parece requerirse para que un cuerpo pueda ser conocido lo más claramente posible.
Pero si se la coloca junto al fuego ¿queda todavía la misma cera? Sí ¿Qué existía por tanto en
aquella cera que aprehendíamos tan claramente? Con seguridad nada de lo apreciado, puesto que
todo lo que excitaba nuestros sentidos cambió, pero con todo, la cera permanece.
Quizás era lo que podemos pensar ahora: que la cera misma consiste en un cuerpo que se mostraba
hace poco con unas cualidades y ahora con otras totalmente distintas. La cera es capaz de
innumerables mutaciones, que no podemos imaginar todas; por lo que esa aprehensión no se realiza
por la facultad de imaginar. No imaginamos qué es esta cera sino que la percibimos únicamente con
el pensamiento. ¿Qué es esta cera que no se percibe sino mediante la mente? La misma que vemos,
tocamos, imaginamos y finalmente, que creíamos que existía desde un principio. Su percepción es
solamente una inspección de la razón.
Nosotros no vemos la cera en sí si esta presente, no deducimos que está presente por el color o la
figura. Lo que creíamos ver por los ojos lo aprehendemos únicamente por la facultad de juzgar que
existe en nuestro intelecto.
¿En qué momento percibimos la cera más perfecta y evidentemente? Cuando separamos la cera de
las formas externas. Entonces, aunque todavía pueda existir algún error en nuestro juicio, no la
podemos percibir sin el espíritu humano.
¿Qué diremos por último de ese mismo espíritu, es decir, de nosotros mismos? No admitimos que
exista otra cosa en nosotros a excepción de la mente. Si juzgamos que la cera existe a partir del
hecho de que la vemos, mucho más evidente será que existimos a partir del mismo hecho de que la
vemos. Lo mismo se concluye del echo de imaginar o de cualquier otra causa. Esto mismo que
hicimos constar de la cera es posible aplicarlo a todo lo demás situado fuera de nosotros. Nos
conocemos a nosotros mismos, puesto que no hay ningún argumento que pueda servirnos para la
percepción, ya de la cera, ya de cualquier otro cuerpo, que al mismo tiempo no pruebe con mayor
nitidez la naturaleza de nuestra mente.
Conociendo que los mismos cuerpos son percibidos tan sólo por el intelecto y porque los
concebimos, nos damos clara cuenta de que nada absolutamente puede ser conocido con mayor
facilidad y evidencia que nuestra mente.
David Hume
Investigación sobre el conocimiento humano
De la asociación de ideas.
Es evidente que hay un principio de conexión entre los distintos pensamientos o ideas de la mente y
que, al presentarse a la memoria o a la imaginación, unos introducen a otros con un cierto grado de
orden y regularidad.
Hay tres principios de conexión entre ideas: semejanza, proximidad en el tiempo o en el espacio y
causa o efecto.