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El Pensamiento de Cervantes PDF
El Pensamiento de Cervantes PDF
Américo Castro*
Cuando se ha hablado de la cultura de Cervantes se ha hecho con alguna
de estas finalidades:
a. Para analizar el contenido de su obra y ver qué elementos influyeron en
su composición. Se aspira en estos casos a encontrar ya elaborada
fuera del autor la mayor cantidad posible de la obra de arte: el artista es
entonces un receptáculo. Los eruditos se afanan por probar que el dato
procede de aquí o de allá. Debemos a tal procedimiento valiosos
resultados; pero su exageración es querer hallar los «modelos vivos
del Quijote» (Icaza, Rodríguez Marín).1
b. Para extraer de sus obras noticias acerca de la vida
contemporánea. Don Quijote es la novela social por excelencia:
«Retrata el estado de la civilización de un pueblo en un momento
preciso de su historia» (Morel-Fatio, «ElQuijote considerado como
pintura y crítica de la sociedad española de los
siglos XVI y XVII», trad. de E. Juliá en Semana Cervantina: resúmenes y
artículos, Castellón: Biblioteca Escolar del Instituto General y Técnico
de Castellón, 1920, p. 125).
c. Para aclarar el sentido de la expresión lingüística en Cervantes. Tal
estudio se realiza por los comentaristas y por los filólogos.
Mas Cervantes no es mero receptáculo, colector de fuentes, en el que se
vierte el pasado y el presente de España; y no es en eso, por tanto, donde
hay que poner el mayor énfasis de la investigación. El teatro español nos
brinda mejores documentos desde el punto de vista social. Parece que lo
realmente importante sería, en nuestro caso, el ángulo vital del autor, la
perspectiva que él escogió para sí, merced a lo cual las cosas reciben
típica existencia y se transforman en esa realidad maravillosa que se llama
mundo cervantino. Habría, pues, que proceder de dentro a fuera, y no al
revés. La cultura de Cervantes es elemento funcional y constituyente
dentro de su obra; para este hombre, tildado de espíritu mediocre y vulgar,
tachado de poseer naturaleza análoga a quienes le circundaban, no hay
aspecto y detalle que no hayan sido esencialmente pensados. La labor de
selección y de preferencia es visible a cada paso. Decir que acierta
genialmente, «sin saber cómo ni por qué», según ha escrito hace poco un
crítico italiano, equivale a pensar que del posarse la abeja en los frágiles
cálices pudo salir cualquier cosa, y que la miel es un bello imprevisto. Tiene
mucha razón B. Croce al rechazar, como método de investigación literaria,
la búsqueda desesperadamente minuciosa de cuanto pudo ver, leer o
sentir el artista en torno a sí, como si esas cosas fuesen la materia del arte,
cuando la verdadera materia del arte «no son las cosas, sino los
sentimientos [yo añadiría «y las ideas»] del poeta, y éstos determinan y
explican aquéllas, o sea cómo y por qué razón él se torna a aquellas cosas
y no a otras, a aquellas cosas más que a otras» (B. Croce, Ariosto,
Shakespeare e Corneille, Bari: Laterza, 1920, p. 33). Por lo demás, la
discusión sería ociosa, ya que Cervantes, según veremos, nos ha dejado el
plano de sus construcciones. En obras como el Quijote o Persiles, el
mismo módulo ideal se nos muestra a cada paso, así como cualquier
sección de la esfera nos presenta un círculo.
Páginas espléndidas han sido escritas sobre Don Quijote, mas no sobre su
autor. La escasa información que en el extranjero se tenía del detalle de la
civilización española, el poco cuidado con que entre nosotros seguimos
nuestra historia intelectual (a veces sobrepreciada, a veces negada) ha
hecho que se soslayen los problemas de esa índole que ofrece Cervantes.
Sus obras han sido más saboreadas que meditadas; el trabajo de la
sensibilidad ha sido tal vez mayor que el de la serena reflexión. Por otra
parte, a los extranjeros que tanto han contribuido a la formación de las
ideas sobre Cervantes, puros literatos muy a menudo, sería improcedente
pedirles una visión de lo que representa Cervantes dentro de nuestra
historia, cuando los mismos españoles no hemos hecho todavía el análisis
de lo que en nuestro siglo XVI responde a cultura y pensamiento modernos.
Así acontece que aún no se ha producido un libro sobre las fuentes de
Cervantes; el ensayo de Menéndez Pelayo, por brillante y valioso que fuera
para aquella época, dista de ser lo que hay derecho a pedir en vista de los
esfuerzos realizados sobre Montaigne, Rabelais, Shakespeare, etc., (Villey,
Plattard, etc.).2
Cervantes no compuso el Quijote con personalidad distinta de la que
revelan lasNovelas, el teatro o Persiles. Conviene olvidar por ahora el
desigual valor artístico de esas producciones para meditar algo sobre la
visión ideal de Cervantes, sobre su actitud ante la realidad que le cerca,
sobre el sentido moral que proyecte en las personas que nacieron de su
fantasía. El que estas preguntas puedan formularse legítimamente es
independiente del hecho que Cervantes no sea un sabio como Galileo, ni
un filósofo como Descartes. Rabelais, Shakespeare o Molière tampoco lo
eran, y, sin embargo, gentes curiosas han abordado el estudio de su
pensamiento y de su moral, sin los cuales ni su obra ni la de Cervantes
serían lo que son.
Armonía y disonancia
El Viaje del Parnaso, como es sabido, ya estaba escrito en 1613 y salió
impreso en 1614.3 Los editores e historiadores se han detenido, sobre
todo, en el aspecto erudito de este inventario poético, y han notado «la
poca maña del catalogador», «lo deshilvanado de la traza».4 Pero hállase
en este poema un pasaje importante en que Cervantes resume su credo
intelectual y artístico, reflexionando sobre el curso de su vida literaria,
presta ya a extinguirse:
Que a las cosas que tienen de imposibles,
siempre mi pluma se ha mostrado esquiva;
las que tienen vislumbre de posibles,
de dulces, de suaves y de ciertas
explican mis borrones apacibles.
Nunca a disparidad abre las puertas
mi corto ingenio, y hállalas contino
de par en par la consonancia abiertas.
¿Cómo puede agradar un desatino,
sino es que de propósito se hace,
mostrándole el donaire su camino?
Que entonces la mentira satisface
cuando verdad parece, y está escrita
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con gracia, que al discreto y simple aplace.
Análoga idea aparece en la comedia La entretenida:
El discreto es concordancia
que engendra la habilidad;
el necio, disparidad
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que no hace consonancia.
Henos ante un programa de razón y de lógica. ¿Cómo lo cumple el autor?
Antes de intentar responder a esta pregunta hemos de ver cómo venían
planteándose los problemas literarios que más de cerca afectan a
Cervantes. Previamente digamos lo que opinaron otros sobre la actitud de
nuestro autor a ese respecto.