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La Crisis Múltiple
Dinámica y nexos de las dimensiones de la crisis,
exigencias a las instituciones políticas y oportunidades
para la política progresista 1
DISTRIBUCIÓN GRATUITA
Título original de la edición alemana:
La Crisis Múltiple
Dinámica y nexos de las dimensiones de la crisis, exigencias a las instituciones políticas y
oportunidades para la política progresista
DISTRIBUCIÓN GRATUITA
EDICIONES BÖLL
La Crisis Múltiple
Dinámica y nexos de las dimensiones de la crisis, exigencias a las instituciones políticas y
oportunidades para la política progresista
©Fundación Heinrich Böll, Oficina Regional para Conosur / Diseño Gráfico: Carolina Quinteros / Impreso en Chile por: Jorge Luis
Roque / Esta edición consta de 1000 ejemplares / Nota Editorial: Las opiniones, análisis, conclusiones o recomendaciones expresadas
en el documento son responsabilidad de los autores.
Licencia Creative Commons: Reconocimiento – No comercial – Compartir igual: El artículo puede ser distribuido, copiado y
exhibido por terceros si se reconoce la autoría en los créditos. No se puede obtener ningún beneficio comercial y las obras derivadas
tienen que estar bajo los mismos términos de licencia que el trabajo original. Más información en: http://creativecommons.org
1 Este documento surge por encargo de la Fundación Heinrich Böll, Berlín, para la discusión de las siguientes preguntas: ¿Qué
sabemos sobre los nexos entre las diferentes crisis, sobre las repercusiones y enfoques de solución y qué nos aporta este
conocimiento? ¿Qué estructuras e instituciones políticas de decisión y de ejecución se necesitan para la superación de la
crisis múltiple?
La Crisis Múltiple
Presentación
Esto se evidenció durante el año pasado en el carácter del plan de rescate de los bancos
o en la reciente escasa restricción de la circulación de capitales. Por ejemplo, la reunión del
G20 en Pittsburgh, Estados Unidos, tuvo como resultado conclusiones no vinculantes y no
permite avizorar una regulación de los mercados financieros en el corto plazo. Y, segundo, en
muchos casos las élites se limitan a políticas simbólicas, como respecto de la crisis ecológica.
No se visualizan los nexos con otras dimensiones de la crisis, ni mucho menos se perciben como
-políticamente- relevantes.
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existentes entre sus diversas dinámicas.2 Esta es la finalidad de este documento y lo he desglosado
de la siguiente manera: breve esbozo de la interpretación dominante de la crisis, exposición
de una comprensión alternativa, aspectos de la posible evolución y, para concluir, ejemplos de
enfoques de solución y condiciones generales requeridas. Respondiendo a lo planteado por la
Fundación Heinrich Böll, me concentraré especialmente en el plano político-institucional.
2 El concepto de crisis múltiple, tal como es usado también por Elmar Altvater, no sugiere que se trate de la suma de
dimensiones distintas e independientes entre sí. La misión del análisis crítico es justamente establecer los nexos causales,
sin descuidar la asincronía y particularidades de los diferentes aspectos.
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1.
Interpretaciones y políticas dominantes
sobre la crisis
Las discusiones sobre las crisis y las formas de enfrentarlas nunca han sido neutrales,
sino están estrechamente vinculadas a las relaciones sociales de poder. Esto es válido también
para la interpretación dominante de la crisis, que en términos generales atribuye su origen a
la desregulación de los mercados financieros y, sobre todo, a la ausencia de control sobre sus
administradores, a los que se ha acusado también de avaricia. Como pretexto, se ha señalado
la crisis hipotecaria en los Estados Unidos y el desplome del banco “Lehmann Brothers”, lo
que habría desencadenado una espiral incontrolable que se extendió posteriormente a la
economía real. La palabra “capitalismo” se ha puesto de moda y se refiere a esta relación. Una
vez concretado el rescate de los bancos, el Estado debe intervenir en dos direcciones:3 por un
lado, regular con mayor fuerza los mercados financieros no controlados y, por el otro, mitigar la
crisis con programas de emergencia y posibilitar un nuevo ciclo de crecimiento. Desde mediados
de 2009 se ha ampliado esta interpretación: los primeros y débiles indicios de recuperación
económica, especialmente en los sectores exportadores, reforzaron la idea de que no se trataría
de una crisis estructural, sino de una crisis coyuntural que estaría superada para el año 2010.
Otro indicador sería la recuperación de las utilidades de algunos bancos, como el Goldman
Sachs o el Deutschen Bank, las que, dicho sea de paso, provienen del endeudamiento asumido
por el Estado para enfrentar la crisis. Este clima positivo actual en el sector bancario tiene, con
toda seguridad, un trasfondo político-psicológico: no fue tan terrible como se pensaba, las
altas utilidades de los bancos son positivas para todos y las regulaciones estrictas llevan a un
menoscabo del bienestar.4
3 Las medidas de rescate de los bancos del segundo semestre de 2008 debían proteger de la ruina a los propios bancos,
asegurar la estabilidad de las economías nacionales y particularmente los flujos de créditos nacionales e internacionales. En
todos los países, estas medidas fueron oleadas y sacramentadas por pocas personas bajo gran presión de tiempo. Debido a
la confidencialidad, sabemos relativamente poco acerca de las condiciones puestas por los gobiernos para el rescate de los
bancos. Sin embargo, en futuras investigaciones debería evidenciarse que las elites políticas no perjudicaron demasiado a
las elites económicas.
4 La entrevista con Josef Ackerman en la revista “Spiegel” (4/1/2009) resulta muy sugestiva al respecto.
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Eso respecto de la interpretación dominante de la crisis. Las políticas pueden ser calificadas
preferentemente como estabilizadoras y conservadoras de las estructuras. Durante el segundo
semestre de 2008, el sector bancario fue apoyado rápidamente -y con mucho dinero- por el
Estado (en parte acompañado de la participación del Estado en la propiedad). Al mismo tiempo,
se dispusieron planes económicos de emergencia dotados con mucho menos dinero. Si bien
las intervenciones del Estado han sido catalogadas muchas veces como keynesianas (para
hacer la diferencia con la ideología neoliberal de los mercados que se regulan solos), lo que
nunca fue efectivo en la realidad, se trata a lo sumo de un “medio” keynesianismo, es decir, de
intervenciones del Estado ante la crisis. Una política keynesiana exige, junto a un estricto control
de la circulación de capitales y tipos de cambio estables, también un incremento de los ingresos
salariales en tiempos de crisis (más allá de medidas ad hoc, como el bono para la compra de
nuevos automóviles). Sin embargo, esto se elude especialmente en los países occidentales
orientados a la exportación, donde la “contención salarial” es parte del éxito exportador. Hasta
ahora no se ha cuestionado la orientación neoliberal respecto de una redistribución del ingreso
y el patrimonio desde abajo hacia arriba y las respectivas relaciones de fuerzas (véase también
Candeias/Rilling 2009, Brand 2009a).5
Lo interesante en las interpretaciones y políticas es, primero, que relacionan las causas casi
exclusivamente a la crisis financiera y no consideran la relación y la importancia de las crisis
endógenas de otros sectores económicos. Por ejemplo, la crisis estratégica de productos errados
en la industria automotriz, que no supo responder a las nuevas exigencias del mercado. A lo sumo,
se mencionan desequilibrios en la economía mundial (altos excedentes en las importaciones
de EE.UU., excedentes de exportaciones sobre todo de Alemania y China; Onaran 2009, Wade
2009: 542 sig.). Por ello, en las formas de tratamiento de la crisis existe una clara jerarquía. El
énfasis se pone en la recuperación del crecimiento económico y las utilidades; y asociado a ello
se considera la mantención de los puestos de trabajo (no importando su calidad). Al mismo
tiempo, vivimos un proceso de concentración económica en algunas ramas (sobre todo en la
industria automotriz), donde las políticas nacionales para enfrentar la crisis se orientan a que las
empresas “propias” sobrevivan la crisis o salgan fortalecidas de ella.
En segundo lugar, tal como se mencionó, los diagnósticos y políticas parten de la base de
que se trata de una crisis coyuntural que estaría superada el año 2010 o 2011 y no de una crisis
estructural.
5 Mis argumentos están inmerso en el trasfondo occidental europeo-norteamericano. Las políticas para enfrentar la crisis
de países como China, que apuntan al fortalecimiento del mercado interno, Brasil o India, requieren un análisis separado.
Esto es válido también para Europa del Este, donde la dependencia de las importaciones de capital y el enorme volumen de
créditos en moneda extranjera juegan un papel especial (véase Becker/Jägr 2009).
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Las implicaciones políticas de género, tanto en la génesis como en los efectos, no juegan
ningún papel: no se discute que la crisis fue originada y sigue siendo manejada por los hombres
o por un tipo de actuación masculino, orientada más al mercado, el poder y el éxito y menos a
considerar las bases sociales de reproducción (Young 2009a, Wichterich 2009).
Cuarto, y aquí existe una clara diferencia entre la interpretación dominante y los procesos
reales. En la crisis actual el Estado es considerado como “salvador” y nadie se pregunta si la
política estatal contribuyó a ocasionar la crisis y en qué medida lo hizo. Las instituciones e
instrumentos políticos existentes se consideran adecuados -en principio- para manejar la crisis.
Para terminar: hasta ahora parecen haber pocas respuestas progresistas a la crisis. La
masividad de la crisis y las astronómicas sumas de los paquetes públicos de rescate dejan poco
margen para propuestas que vayan más allá de la estabilización y la esperanza de que “arranque
nuevamente el motor del crecimiento”. Esto se evidencia en que también los sindicatos y la
mayoría de los partidos políticos comparten la interpretación dominante de la crisis.
6 Uwe Hoering (2009) habla de “Peak soil” en analogía con el “Peak oil”, es decir, el punto en que el petróleo que se consume
sobrepasa los recursos petrolíferos nuevos que se encuentren.
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Por ello precisamos de una interpretación alternativa de la crisis. Finalizando el año 2009,
ésta parece estar marcada por grandes incertidumbres, no obstante, tales interpretaciones son
parte de la discusión política actual.
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2.
Crisis múltiples: una interpretación
alternativa de la crisis
Una tarea central del análisis crítico y de la política progresista es descifrar los nexos causales
de la crisis y extraer de ellos las conclusiones políticas. Para marcar la diferencia respecto de las
interpretaciones dominantes de la crisis, cabe destacar las siguientes dimensiones:
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equidad social y los aspectos sociales y ecológicos. (palabra clave: manejo de la crisis desde
una perspectiva conservadora de las estructuras, véase más arriba).
Tercero, desde los años 70 (con algunos precursores en los ‘50) se ha producido una
desregulación de los mercados financieros, lo que posibilitó su fuerte crecimiento. Esto fue
acompañado por el término del sistema de los tipos de cambio fijo de inicios de los años 70,
por lo cual las empresas internacionales comenzaron a asegurarse contra los riesgos del tipo
de cambio con los llamados instrumentos derivados. Estas operaciones de cobertura de riesgos
fueron usadas también para la especulación.
7 Véase como selección a la que yo me remito, Huffschmid 2002, Young 2009b, Bischoff 2008, Onaran 2009, Altvater
2009ª, Sablowski 2009, Evans 2008, Becker/Jäger 2009, análisis instructivos en el Cambridge Journal of Economics 2009
8 Este problema se ha politizado con el gobierno de Obama en los EE.UU. y la “establishment fraction”, que acepta la
redistribución (Volcker, Soros, Gates), parece ganar terreno frente a la “oligarchic fraction” (Bush, Greespan) (Wade 2009:
556). De todas formas creo que la situación aún no está decidida.
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invertidos individualmente, llevó a que una cantidad cada vez mayor de dinero debiera ser
invertida a muy largo plazo (décadas).
Hasta el momento no es claro qué tan profundo será el desarrollo de la crisis actual (a
diferencia de la crisis de 1929 no vivimos actualmente una crisis monetaria). También son
inciertos los efectos de las políticas para enfrentar la crisis. Las medidas concretas, como la
distribución de los costos derivados de las intervenciones actuales en la crisis, son y serán objeto
de acaloradas discusiones políticas.
Robert Wade (2009) planteó hace poco la pregunta sobre si las políticas actuales son
similares a las posteriores a 1945, es decir, van desde una reorientación general del capitalismo
liberal a un capitalismo coordinado, con más políticas keynesianas, aumento de impuestos,
fuertes regulaciones del mercado financiero y la estatización de ramas claves, o si es una
regulación de la crisis como la de 1999, donde si bien se fomentaron amplias modificaciones
para hacer frente a la crisis financiera, éstas nunca fueron implementadas cuando se evidenció
que la crisis no alcanzaría a los centros capitalistas. Todo quedó en pasos incrementales, como
9 Los crecientes desequilibrios globales de las Balanzas de Pago y las consecuentes dependencias específicas de algunas
economías nacionales y espacios monetarios son otros factores que han ganado importancia en la crisis (Wade 2009,
Becker/Jäger 2009).
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la constitución del Financial Stability Forum. Para Wade, las políticas seguidas están relacionadas
con la profundidad de la crisis; en mi opinión se trata también de los cambios producidos en las
relaciones de fuerzas y las orientaciones hegemónicas.
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No obstante, en los últimos años es cada vez más evidente que la implementación de las
políticas acordadas no es efectiva. Los mercados no son el mejor mecanismo de asignación,
pues están dramáticamente dominados y, en la situación actual, los certificados de derechos de
emisión entregados gratuitamente a las empresas energéticas se han transformado en “máquinas
de hacer dinero” (Brouns/Witt 2008); al parecer sigue predominando aún la competencia
económica entre los Estados nacionales (Altvater/Brunnengräber 2008, Brunnengräber et al.
2008).
En las sociedades del Norte global, la globalización neoliberal e imperial ha dado lugar a
un crecimiento económico y, al mismo tiempo, a una severa polarización. En todos los países se
produjo un retroceso en la cuota salarial y simultáneamente en los ingresos medios. La crisis ha
tenido distintas repercusiones sobre cada grupo de la población. Así, por ejemplo, los créditos
hipotecarios subprime de alto riesgo fueron otorgados predominantemente a personas de bajos
ingresos y especialmente a afroamericanos, que querían asegurar con ellos su nivel de vida
en una época de menor Estado social, y que fueron los más afectados posteriormente por la
crisis. Se estima que el 10% de los propietarios afroamericanos y latinoamericanos, deudores de
créditos, sufrieron el remate forzoso, en comparación al 4% de la población “blanca” (Oliver/
Shapiro 2008).
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Ciertos procesos importantes son ignorados en el debate actual sobre la crisis. Como
forma de ejemplo, cabe mencionar el empobrecimiento de cada vez más personas, lo que las ha
llevado a una migración forzosa hacia los países más ricos, donde deben emplearse en precarias
condiciones y residir en un estatus jurídico incierto. Estas relaciones de trabajo asalariado han
sido y son parte integrante de la “productividad” económica. La creciente migración forzosa es
también expresión de la crisis de la globalización neoliberal en sus países de origen. Durante las
crisis económicas, las personas en situación de ilegalidad con un trasfondo de migración están
sometidas a una mayor presión que aquéllas con una residencia asegurada.
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Esta ambivalencia, es decir, que el bienestar de amplias capas de la población haya sido
“adquirido” a costa de relaciones asimétricas de clase, del disciplinamiento social, relaciones
patriarcales entre los géneros y la destrucción de las bases naturales de vida, fue la bandera política
de los movimientos sociales de los años 70 en muchos países. Sin embargo, durante los años
80 no se impusieron las perspectivas libertarias y emancipatorias, sino el modelo de desarrollo
neoliberal, lo que fue acompañado de flexibilización y creciente incertidumbre, desregulación
en beneficio de poderosos actores económicos y políticos, privatización, desdemocratización
(a pesar de una mayor participación en algunos ámbitos), un uso más intensivo de los recursos,
entre otros. Estos procesos generaron una crisis de integración social y un desmantelamiento
-políticamente intencionado- de los instrumentos del Estado, que bajo ciertas circunstancias
hubieran podido ser usados contra poderosos intereses. La crisis de las instituciones políticas ya
no es tema en el debate actual, en contraposición a lo acontecido en los años 90. Se hace como
si el Estado estuviera, por principio, en condiciones de representar adecuadamente los intereses
sociales y manejar, de forma apropiada, los problemas. Sin embargo, ello representa más bien
la autoimagen de las elites que las experiencias y percepciones de la población. La decreciente
participación en las elecciones, el surgimiento de un populismo de derecha y ultraderecha y, el
tema de este documento, la crisis misma, así como su insuficiente manejo, son indicadores de
una crisis de representación política y/o de las instituciones políticas mismas.
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Los problemas de las instituciones políticas se expresan en forma aún más grave en muchos
países del Sur global, en los cuales los Estados, desde ya ineficientes, fueron debilitados aún
más con los Programas de Ajuste Estructural (PAE). En este sentido, el debate y las estrategias
de buena gobernanza, se concentran en el retorno a las estructuras políticas efectivas para
aprovechar más eficientemente los ingresos de recursos financieros externos en el marco de la
ayuda presupuestaria.
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3.
Respecto de los nexos entre las dimensiones
de la crisis
A la fecha, aún no está claro si la aguda crisis económica y de los mercados financieros
puede ser resuelta exitosamente con los instrumentos políticos establecidos para manejarla.
Al parecer, la mayoría de los actores políticos supone que será así, los actores económicos lo
esperan y los medios de comunicación siguen el juego. Incluso desde una perspectiva progresista
es importante que la situación económica se estabilice, pues la crisis afecta con mayor fuerza a
los sectores más desprotegidos de la población. No obstante, tal como se ha dicho, esto sucede
al precio de insuficientes políticas efectivas para enfrentar la crisis.
Desde una perspectiva política progresista, las crisis son siempre ambivalentes: por un lado,
agudizan las inequidades existentes y, por el otro, también representan situaciones abiertas, en
las cuales se pueden poner en tela de juicio los sobreentendidos y las relaciones de dominación
política, económica, cultural y socio-ecológica. Esto no depende sólo de los aportes críticos a la
discusión pública, de las propuestas y estrategias pertinentes, sino también de las perspectivas,
las estrategias y el poder del discurso de aquellos actores que se oponen a las transformaciones,
así como de las selectividades admitidas en las instituciones sociales y políticas.
Las formas actuales de manejo de la crisis están estrechamente relacionadas con las
transformaciones de los últimos treinta años que fueron impulsadas por las instituciones políticas
locales, nacionales e internacionales, aún cuando de diferente forma. Los Estados occidentales
del Norte, la UE como actor autónomo y poderosas organizaciones internacionales como la
OCDE, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional o el Banco
Mundial contribuyeron a la reestructuración neoliberal-imperial, junto a las grandes empresas
financieras e industriales y sus centros de estudio.
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4.
Estructuras políticas adecuadas de
decisión e implementación, reforma de las
instituciones políticas
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Las instituciones políticas (el aparato del Estado en sentido estricto, corporaciones
territoriales, organizaciones internacionales y, en parte, también las empresas públicas) son
importantes en este proceso, pero no son los únicos mecanismos para enfrentar la crisis.
Tampoco se trata de generar necesariamente instituciones nuevas o paralelas. Sin embargo, será
necesario reducir el poder de algunas instituciones políticas, como la Organización Mundial de
Comercio con su constitución neoliberal.
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Por otro lado, es necesario transformar también a las instituciones políticas de carácter
local, nacional e internacional, lo que no sucederá separadamente de las relaciones sociales de
fuerzas, que deben concretizar sus propias instituciones. Para ello se deberá resolver sobre:
- Las lógicas institucionales: ¿qué problemas son tomados en cuenta?, ¿qué propuestas
son consideradas plausibles?
- Las interrogantes sobre ¿quién integra los grupos de decisión?, ¿qué intereses y fuerzas
están representados principalmente?
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las instituciones políticas. Las formas actualmente dominantes de regulación de crisis no sólo
son producto de la burocracia y la política partidaria, sino también de los intereses sociales y
relaciones de poder. Entre las diferentes instituciones existe además una relación asimétrica. El
mayor poder de los ministerios de economía y de hacienda, en comparación con los ministerios
de medioambiente o de desarrollo, se explica por la importancia que tienen los aparatos para la
sociedad y los intereses dominantes.
Se generan coherencias entre las instituciones cuando existen proyectos sociales que
orientan las “lógicas” de las instituciones y son sustentados por fuerzas políticas, económicas y
civiles. Este fue el caso durante la época de posguerra y ésta es la causa del éxito del proyecto
neoliberal-imperial de reestructuración social. No se trata sólo de una política económica
orientada a más mercado, sino de un proyecto de transformación social, que alcanzó y alcanza
hasta hoy a las instituciones del Estado, en forma del New Public Management.
En los próximos meses y años será de gran importancia en qué medida, a la luz de las
insuficientes políticas ante la crisis, se produce un disenso dentro de las élites políticas y
económicas y se fortalecen las propuestas alternativas (Stiglitz en 2009 formula un desacuerdo
entre las élites, aún cuando se queda en el paradigma de la competitividad y el libre comercio).
Por parte de la política dominante predominan aún resistencias, como lo mostró la reunión del
G 20 en Pittsburgh de fines de septiembre de 2009.
En qué medida se constituirán nuevas alianzas será algo que se verá en el transcurso de la
crisis, y dependerá de la reflexión y capacidad estratégica de los actores y alianzas específicas.
Existen puntos de partida si los respectivos actores reconocen la crisis actual como una crisis
profunda del modelo de producción y consumo fosilista y como crisis de la globalización
neoliberal-imperial.10 En caso contrario, las formas dominantes de regulación de la crisis serán
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rechazadas por ser insuficientes. El asunto decisivo para la política progresista es entonces la
conformación de un nuevo modo de producción y de vida, que sea sustentable, solidario y
democrático. En este contexto podría ser significativo un nuevo tipo de “proteccionismo”
(Wichterich 2009) que resguarde ámbitos sociales centrales, como la alimentación, seguridad
social o los bienes públicos de los vaivenes de los mercados financieros y de los intereses
vinculados a ellos. En relación con esto, es importante la discusión sobre los bienes comunes
(commons) llevada adelante por la Fundación Heinrich Böll.11
Un importante punto de partida es una reducción radical de las horas de trabajo semanales
sin una prolongación forzosa de la vida activa. Por un lado, con la reducción de la jornada
laboral se puede cuestionar el productivismo (producción a cualquier costo) y el consumismo
(“viva la avaricia”) dominantes en la actualidad y fortalecer los modos de producción y de
consumo sustentables. Por otro lado, las personas contarían con más espacio para desarrollar
otras actividades, además del empleo remunerado: se revalorizaría el trabajo no pagado y
como consecuencia se cuestionaría el fetiche del empleo remunerado en relaciones laborales
convencionales. Tercero, se podría llegar a una revalorización de lo público en contraposición a la
dominación de los mercados y consumidores privados. Por ejemplo, si la necesidad de movilidad
es satisfecha con el transporte público en forma permanente eso puede significar una mayor
calidad de vida con menos consumo privado. Se podría relativizar el supuesto imperativo de
crecimiento y competitividad a todo precio. Finalmente, se podría llevar a cabo una discusión
urgente sobre la redistribución social del trabajo: ¿qué actividades son necesarias, quién debe
realizarlas (mujeres, hombres, migrantes), cómo deben ser remuneradas y respaldadas por la
seguridad social? Las formas de división social del trabajo, dominantes y alienantes, determinan
decisivamente la vida cotidiana de las personas y son un obstáculo en el camino a una
transformación ecológica y social.
A pesar de los acuciantes problemas, los aspectos antes mencionados y muchos otros
deberían constituir el horizonte de las transformaciones emancipatorias. El proyecto de una
profunda transformación social-ecológica debería ser impulsado y respaldado por instituciones
políticas junto a los más diversos actores sociales.
11 Véase, Helfrich, Silke/Heinrich-Böll-Stiftung (2009): Wem gehört die Welt? Zur Wiederentdeckung der Gemeingüter.
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