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Tierras Superficiales en Latinoamérica
Tierras Superficiales en Latinoamérica
LATINOAMÉRICA
Con un sistema jurídico que, al igual que el resto de los países latinoamericanos distingue la
propiedad d la superficie de la propiedad de los minerales, el concesionario minero en
México necesita contar con el permiso del propietario o poseedor superficial para usar su
terreno.
Si el concesionario no puede llegar a un arreglo voluntario con el superficiario, la Ley
Minera establece que , cito, que la concesión da derecho a “obtener la expropiación,
ocupación temporal o constitución de servidumbre de los terrenos indispensables para
llevar a cabo las obras y trabajos de exploración, explotación y beneficio, así como para el
depósito de jales, escorias y graseros”. (Jales es una palabra mexicana, de origen náhualt,
sinónima de relaves).
A este respecto ha surgido una controversia jurídica en México, ya que, con motivo de la
negociación del antes del mencionado Tratado de Libre Comercio, y como una exigencia de
los Estados Unidos y Canadá para proteger a sus inversionistas, fue reformada la Ley de
Expropiación para exigir que la expropiación u ocupación temporal a nivel federal se
realicen por acto del Presidente de la República. Dado que la Ley Minera permite que la
ocupación temporal la resuelva la Secretaría de Estado encargada de la minería, y conforme
al principio jurídico de que la ley posterior derogada a la anterior y la especial deroga a la
general, surge la duda respecto a cual disposición resulta aplicable, si la de la Ley Minera,
que es especial en cuanto a la materia minera anterior, o la de la Ley de Expropiación, que
es especial en cuanto a la materia de expropiación y posterior. La conclusión doctrinal ha
sido que dado que la Ley Minera trata en especial la expropiación minera, mientras que la
Ley de Expropiación se refiere a la expropiación en general, debe prevalecer la Ley Minera,
lo que representa una ventaja para los mineros por la gran demora que conlleva elevar una
resolución a la consideración del Presidente.
Parece haber una diferencia de fondo entre el concepto de servidumbre que utilizan las
legislaciones mineras sudamericanas y el de la Ley Minera mexicana. Si bien la
servidumbre parece ser la forma típica sudamericana de adquirir derechos al uso del
terreno, en la mayoría de los casos este derecho es excluyente del derecho del superficiario
al uso de su propio terreno. Es decir, cuando el minero usa un terreno para un tajo abierto, o
para edificios e instalaciones, resulta imposible al dueño del terreno seguirlo utilizando.
Este derecho que excluye al superficiario del uso de su terreno se adquiere en México a
través de la expropiación u ocupación temporal mas no a través de la servidumbre, que no
priva al dueño del uso de su terreno, sino que simplemente le impone la obligación de
respetar ciertas cargas a su terreno, como serían el derecho de paso o de acueducto, típicos
del derecho civil.
La Ley Minera mexicana tiene una disposición muy favorable, que, en adición a considerar
a la minería de interés público, como ya se dijo, establece que la exploración, explotación y
beneficio de los minerales serán preferentes sobre cualquier otro uso o aprovechamiento del
terreno. Ante esto, en México en teoría no cabe la discusión respecto a cuál de las distintas
actividades que compiten por un terreno, como podría ser la agrícola, ganadera, turística o
industrial, es más importante. Sin embargo, la disposición no es tan contundente como
parece, ya que la Ley Forestal, posterior a la Minera, contiene una disposición similar
referida a los bosques, sin que se haya derogado la Ley Minera que estamos comentando.
Da ala impresión que el legislador insertó esta preeminencia de la materia forestal sin
realmente haber hecho un estudio comparativo entre ambas actividades. Esta mala técnica
legislativa nos lleva a que cuando venga una nueva ley minera, que seguramente repetirá la
disposición que da preferencia ala minería, la minería volverá a pasar del segundo al
primer lugar y los bosques serán desbancados de su lugar de privilegio. O tal vez venga una
Ley de Aguas que declare que el uso del suelo para presas es preferente, que desbanque a
los bosques y a las minas. La estipulación mencionada también se ve debilitada por las
disposiciones ambientales relativas a reservas de la biosfera o ecológicas, que llegan a
prohibir la actividad minera dentro de ciertas áreas.
Junto con la propiedad particular de los terreno s rurales existen cerca de la mitad del
territorio nacional la propiedad colectiva de las tierras por parte de núcleos de población
llamados ejidos y comunidades agrarias (a quien me referiré solamente como ejidos),
producto de la revolución mexicana y su reforma agraria consagrada en la constitución de
1917 y, como muchos de lo sagrado, durante décadas intocables. Al resultar los ejidos una
forma extraordinariamente ineficiente de organización social y económica, ha sido objeto
de extremo tutelaje y paternalismo estatal y político, y en correspondencia los ejidos han
sido apoyo permanente del partido político que ha gobernado a México desde hace 70 años.
Esta simbiosis, políticamente corrupta, ha provocado que los ejidos se conduzcan con
frecuencia al margen de la ley, por lo que regularmente desconocen acuerdos voluntarios
sin que el Poder Judicial se atreva a condenarlos, o , de hacerlo sin que el Poder Ejecutivo
se atreva de ejecutar la sentencia condenatoria. La naturaleza de las autoridades electas del
ejido también causa problemas, ya que es frecuente que una dirigencia posterior
desconozca los actos de una anterior, alegando violaciones formales en el proceso de
elección, o simplemente alegando que la compensación económica pagada al ejido con
motivo del acuerdo se quedó en los bolsillos de los miembros de la directiva.
Es para tratar de reducir los riesgos anteriores que el reglamento de la ley de minería
permite que, además del acuerdo voluntario entre las partes se dé un acto administrativo del
poder ejecutivo que ordene la ocupación temporal o servidumbre, ya que los ejidos serán
respetuosos de un acto de la autoridad que de un acto contractual.
La solución al problema de los ejidos, por sus serias implicaciones socioeconómicas y por
políticas no puede ser inmediata. Los primeros pasos se dieron durante la administración
del hoy vituperado presidentes salinas, que con valor político y acierto logro una reforma
constitucional que acabo con el reparto de las tierras y sentó las bases para que los
miembros de los ejidos que así lo deseen se conviertan en pequeños propietarios de sus
tierras. Con cierto cinismo, puedo decir que en México, no hay tierras erizas propiedad del
estado, todas fueron repartidas a los ejidatarios.