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Voces: CONTRATO ~ CAUSA FIN ~ CAUSA DEL CONTRATO ~ CELEBRACION DEL CONTRATO ~

CUMPLIMIENTO DEL CONTRATO ~ EXTINCION DEL CONTRATO ~ EFECTOS DEL CONTRATO ~


RESCISION DEL CONTRATO ~ TEORIA DE LA IMPREVISION ~ DERECHO COMPARADO ~ CODIGO
CIVIL ~ CASO FORTUITO O FUERZA MAYOR
Título: La frustración de la causa fin del contrato
Autor: Leiva Fernández, Luis F. P.
Publicado en: LA LEY 24/02/2014, 24/02/2014, 1 - LA LEY2014-A, 856 - LA LEY24/02/2014, 1
Cita Online: AR/DOC/322/2014

Sumario: 1. Sobre el cumplimiento e incumplimiento contractual. 2. Origen del instituto. 3. Los casos de
la Coronación. 4. Otros casos en la jurisprudencia inglesa. 5. La doctrina de la frustración de la causa fin
del contrato en la legislación comparada. 6. La doctrina de la frustración de la causa fin del contrato en la
Argentina. 7. Algunas aplicaciones de la doctrina sobre la frustración de la causa fin del contrato en la
jurisprudencia argentina. 8. Comparación con instituciones análogas. 9. Requisitos de aplicación. 10.
Efectos de la aplicación del instituto. 11. A modo de colofón.

Abstract: En la frustración del fin de la causa del contrato, el hecho jurídico que altera el contexto contractual
no genera un obstáculo en el campo fáctico sino en la volición. El acreedor deja de desear el cumplimiento
porque aun si se cumpliese, la prestación carecería del sentido buscado al contratar. La prestación es posible
pero inútil, pues -por la concurrencia del hecho frustrante- se pierde el interés que se buscaba satisfacer al
contratar.
1. Sobre el cumplimiento e incumplimiento contractual
La manera más simple de empezar el desarrollo de una idea es empezar definiendo el significado de la
palabra con la que se expresa esa idea.
Con ese alcance, la voz "Frustrar" es según el diccionario de la Real Academia Española "privar a uno de lo
que esperaba".
Yo prefiero decir que frustrar es quebrar una esperanza. Por ende, para que exista frustración debe existir
esperanza.
Es sabido que de la oferta contractual aceptada, surge -en la medida que concurran otros ingredientes- un
contrato vinculante de las partes que lo celebren.
Esa es la regla conceptual y sociológica. Por cada miles de contratos que se celebran y cumplen hay algunos
pocos que se incumplen. Y de ellos casi todos son de aquellos en los que se ha pactado un cumplimiento
diferido; totalmente diferido por tener un plazo suspensivo, o parcialmente diferido por tratarse de contratos de
tracto sucesivo en los que el cumplimiento es paulatino y continuado, como en el arrendamiento de cosas.
En estos -los de cumplimiento total o parcialmente diferido- la falta de cumplimiento obedece a múltiples
causas. En algún caso al mero voluntarismo de la parte incumplidora, es decir una mutación subjetiva de los
términos del contrato. En tales casos algo cambia en la voluntad de la parte que, aunque en su momento acordó
el contrato por considerarlo conveniente a sus intereses, luego decide no cumplirlo. Son casos de
incumplimiento liso y llano que suelen ser sancionados por los tribunales con el cumplimiento forzoso o la
indemnización sucedánea de la prestación debida.
Otros contratantes, sin embargo, resisten el cumplimiento, por haber detectado luego de la celebración del
contrato, contextos invalidantes como la existencia de abuso del derecho, o alguna causa de nulidad no evidente
al momento de contratar. En tales casos, si se verifica la existencia del abuso o la causa de nulidad, los tribunales
suelen concluir que la obligación no existe. O mejor aún, que nunca existió. Por ende rechazan la pretensión de
cumplimiento.
Finalmente existen algunos contratos en los que se resiste el cumplimento de la prestación diferida, por
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haberse producido, luego de su celebración, un cambio objetivo del contexto contractual, pero no en su periferia,
sino una verdadera ruptura de las bases objetivos sobre las que se celebró el contrato. Y en ese caso, tales
incumplimientos son convalidados por el sistema jurídico que declara resuelto el contrato por concurrir una
causa justificada de incumplimiento sin mediar responsabilidad civil.
A veces la mutación objetiva y ajena a la voluntad de las partes afecta solo el valor de las prestaciones
debidas y en ese caso se corrige o se resuelve el contrato por existir una excesiva onerosidad sobreviniente. Es el
caso de la teoría de la imprevisión recibida por el artículo 1198 del Código Civil vigente
La pérdida del valor adquisitivo de la moneda que proporciona el Estado para favorecer el intercambio de
bienes y servicios, constituye la fuente casi exclusiva de aplicación de tal remedio; sea que se produzca por la
devaluación tan repentina y violenta como la avulsión, sea por la inflación que a modo de aluvión socava lenta y
persistentemente el valor de la moneda.
El quiebre de la base objetiva del contrato por fluctuación del valor de la prestación debida, se corrige o
sanciona, por aplicación de la teoría de la imprevisión al verificarse la existencia de una excesiva onerosidad
sobreviniente.
¿Pero que ocurre cuando la ruptura de la base objetiva del contrato se produce en otro elemento ajeno a las
partes que no sea el valor las prestaciones?
La respuesta es el objeto de este análisis, y se conoce como "frustración de la causa fin del contrato", que en
caso de verificarse, autoriza a resolver el contrato sin obligación de resarcir.
2. Origen del instituto
Aunque el Derecho Privado y el de los contratos, sin duda, es hijo del derecho romano, no fue entonces
cuando se desarrollaron los institutos más sutiles; aunque sí lo atinente a las causales de nulidad.
En cambio los restantes institutos referidos son de creación muy posterior. La excesiva onerosidad
sobreviniente es obra de canonistas y postglosadores (1), y el abuso del derecho se origina en la doctrina
francesa de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, principalmente en la obra de Josserand. En ambos
casos puede decirse que tales remedios no son hijos, pero si nietos, del derecho de la República romana.
En cambio, la frustración de la causa fin del contrato no se vincula en forma alguna al derecho romano.
Nace en la Inglaterra de principios del siglo XX en forma coetánea al surgimiento del abuso del derecho en
Francia. Es el único instituto de los mencionados ajeno al derecho continental pues nace en la jurisprudencia
inglesa en los conocidos como Casos de la Coronación.
Pero antes de referirme a ellos, debo explicar el estado de la cuestión a esa época y para ello remontarme a
varios siglos antes.
Concretamente en la causa Paradine vs Jane del año 1647 se trató de un locatario que debió pagar el alquiler
pese a haber sido privado de la tenencia por un enemigo del Rey pues el inmueble había quedado situado en
territorio en el que el Rey carecía en los hechos de autoridad.
En tal oportunidad se dijo que si la relación jurídica es de origen legal y no se puede cumplir por
circunstancias insuperables, es la propia ley la que exonera de responsabilidad al deudor de la prestación, pero
que si el origen de la obligación es contractual el deudor debe responder de cualquier manera por no haber
previsto la cláusula de exoneración de responsabilidad. Se reconocía -en definitiva- el caso fortuito y la fuerza
mayor como supuestos que liberaban al deudor del cumplimiento de la prestación debida, pero esa exoneración
de responsabilidad no se admitía en el campo de las obligaciones de origen contractual (2).
Puede concluirse como síntesis de lo entonces resuelto, la "inflexibilidad en punto al cumplimiento del
contrato" (3), pues lo pactado debía cumplirse indefectiblemente, "cualquiera sea el acontecimiento o situación"
que pueda invocarse.
Eso fue en 1647. Pasaron 216 años y en 1863 el juez Lord Blackburn resolvió la causa Taylor vs Caldwell.
Se trataba en el caso del alquiler de un Music Hall para dar cuatro conciertos entre junio y agosto de 1861, sin
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embargo el teatro se incendió por caso fortuito antes de comenzar las funciones.
Era claro que en tal caso no había previsión contractual alguna que hiciese recaer el perjuicio en ninguna de
las partes contratantes.
El juez Lord Blackburn podía reiterar la conclusión de 1647 recaída en Paradine vs Jane en el sentido que
los contratos se deben cumplir a rajatabla; sin embargo decidió que el contrato podía considerarse sujeto a "una
condición implícita" que supuestamente establecía que si la cosa arrendada se destruía sin culpa de nadie, las
partes quedaban liberadas del cumplimiento de sus obligaciones, sin responsabilidad alguna. El locador no
proporcionaría el teatro ni el locatario pagaría el alquiler (4).
Como se advierte, es una notoria aproximación al instituto del caso fortuito en el derecho continental,
aunque a través de incorporar la ficción de la condición implícita.
En enero de 1901 Londres, despedía a la Reina Victoria. Al año siguiente asumiría el nuevo rey con el
nombre de Eduardo VII. Su coronación se haría en Londres en junio de 1902, acompañada de una serie de
desfiles y actos públicos entre los que se destacaba, el desfile real y la revista de la flota de mar. Ambas
situaciones dieron origen a los emblemáticos Casos de la Coronación.
3. Los casos de la Coronación
La situación era para alquilar balcones, y así se hizo pues el futuro Rey recorrería sitios emblemáticos como
Pall Mall. Se alquilaron para el día del desfile balcones y ventanas que -sin embargo- quedaron desiertas porque
el futuro rey se enfermó y debió postergase el desfile. Sin duda, algunas de tales locaciones solo cambiaron de
fecha, pero otros contratos desembocaron en conflictos que debieron ser resueltos por la Corte de Apelaciones
de Londres, en el año 1903.
Dos de tales pronunciamientos son significativos para la doctrina de la frustración de la causa fin del
contrato. Me refiero a "Chandler v. Webster", y a Krell v. Henry".
En ellos, y en los que luego referiré, la prestación debida es de cumplimiento posible pero inútil, pues no
proporciona a una de las partes la satisfacción buscada, que es conocida y aceptada por el otro contratante, lo
que la erige en la causa fin del contrato. El evento frustrante priva al contrato de su causa y así quiebra su base
objetiva.
En el primero de ellos -"Chandler v. Webster"- el locatario, había pagado los dos tercios del precio, cuya
restitución reclamaba por falta de "consideration". A su vez el locador exigía el pago del saldo de precio. Al
desestimar la demanda y aceptar la reconvención la Corte de Apelaciones de Londres sostuvo que "el efecto de
la frustración no era declarar la nulidad 'ab initio' del contrato, sino solamente relevar a las partes de ulteriores
prestaciones".
En el segundo caso -Krell v. Henry- se había alquilado una ventana sobre Pall Mall. El locador exigía el
pago del saldo de las 2/3 partes del precio adeudado que deberían haberse pagado el mismo día en que se
anuncio la suspensión del desfile, mientras que el locatario reconvino por restitución del tercio pagado
anteriormente. Pero la solución de la Corte de Apelaciones, al rechazar la demanda del locador y acoger la
reconvención de restitución del locatario, fue diametralmente opuesta.
Se concluyó que para llegar a establecer el sentido del contrato debía analizarse que ya en el mismo anuncio
puesto por el locador en la ventana ofrecida en alquiler, surgía la finalidad del arriendo consistente en observar
el desfile real. Esa era su "consideration " -su causa en derecho continental- que formaba parte de "la base del
contrato", pues siendo común, quedó incorporada explícitamente para ambas partes al contexto contractual, y la
no realización del desfile la frustró (5).
También la fallida revista de la flota de mar originó casos análogos y entre ellos merece destacarse el de
"Herne Bay Steamboat Co. v. Hutton" en el que se arribó a una solución totalmente diferente.
En esa oportunidad el futuro rey debía subirse a una chalupa y recorrer la flota de mar fondeada en Spithead.
El Tribunal, en este caso, hizo lugar al pedido de cobro del saldo de precio por considerar que no podía
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concluirse que observar la revista de la flota de mar fuese la "consideration" común del contrato, pues los
pasajeros bien podrían realizar un crucero observando a la flota, aun sin presencia del rey.
4. Otros casos en la jurisprudencia inglesa
Los conflictos bélicos son situaciones propicias para la aplicación de la doctrina.
Durante la Ia. Guerra Mundial se sucedieron casos vinculados al derecho de la navegación, destaco los
referidos a los buques Tamplin y Quito.
También durante la IIa. Guerra Mundial debe recordarse el caso de Fibrosa Spolka de 1939 al que luego me
referiré al tratar de los efectos del instituto. A ello debe sumarse situaciones planteadas a consecuencia de la
Guerra Civil Española, del conflicto del Canal de Suez de 1956, y durante la guerra entre Irán e Irak en 1982.
Este último conflicto dio lugar al caso del buque Evia que involucró a la Empresa Cubana de Fletes.
El buque Evia había sido fletado para embarcar en Cuba un cargamento de cemento para su traslado a Irak.
Al llegar al puerto de Irak realizó la descarga en dos días pero no pudo dejar el puerto por causa del conflicto
armado que se desencadenó el mismo día en que concluyo la descarga. Seis meses quedó el buque sin poder
hacerse a la mar y la mayoría de la tripulación fue repatriada. Los armadores demandaron por cobro del flete de
los seis meses pero los fletadores resistieron la demanda sosteniendo que el contrato se había frustrado. En la
instancia arbitral, y en las judiciales que hubo, se juzgó que había concurrido un supuesto de frustración de la
causa fin del contrato que se había producido a los 12 días de terminar la descarga, cuando ya la situación
resultaba insuperable.
Otros casos referidos a distintas embarcaciones también vinculados al mismo conflicto bélico, concluyeron
en que la frustración se produjo en distintas fechas (6).
5. La doctrina de la frustración de la causa fin del contrato en la legislación comparada
Empiezo por Puerto Rico. Cuando el gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, me distinguió
encargándome elaborar varios Títulos y Capítulos del Proyecto de Código Civil de Puerto Rico, propuse dos
disposiciones que expresan:
Art. 224:"El acto jurídico debe tener causa lícita al momento de su celebración y conservarla hasta su
ejercicio.
La alteración sustancial de las circunstancias existentes al momento de la celebración, priva de causa al acto
otorgado en miras a la satisfacción de un interés que presupone ostensiblemente la subsistencia de esas
circunstancias al momento del cumplimiento".
Art. 225: "La falta de causa lícita coetánea a la celebración, vicia de nulidad al acto jurídico.
Si al momento del cumplimiento del acto, la causa se frustra por razones no imputables a las partes, el acto
puede resolverse por decisión del perjudicado, o adecuarse las prestaciones".
Tal Proyecto está a consideración de la Asamblea Legislativa de Puerto Rico y me permito citarlo, no solo
porque refleja mi pensamiento sobre el instituto, sino principalmente porque Puerto Rico pertenece al muy
reducido grupo de países con sistema jurídico mixto -19 en la opinión de Vernon PALMER (7)- y es el único en
América en el que confluye el common law con el subsistema continental español.
También - por el mismo motivo, porque buscan sintetizar instituciones del common law con las del derecho
continental romanista - debo citar los trabajos preparatorios de los proyectos europeos más recientes.
Me refiero al Contract Code de Harvey Mc Gregor que recibe la frustración sobrevenida en su regla 591 (8);
a la regla N° 6.2.1. de UNIDROIT relativa al hardship o excesiva onerosidad sobreviniente; al artículo 102 del
Proyecto de Código Europeo de Contratos de la Academia de Iusprivatistas Europeos, de Pavía, que tengo el
honor de integrar, y también su art. 97 relativo a la excesiva onerosidad sobreviniente.
Sí, cabe lamentar, que el Draft of Common Frame of Reference (Borrador del Marco común de referencia
para el derecho europeo de los contratos), carezca de los dos institutos que remedian el quiebre de la base

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objetiva del contrato. Me refiero a la excesiva onerosidad sobreviniente y a la frustración de la causa fin del
contrato (9).
6. La doctrina de la frustración de la causa fin del contrato en la Argentina
En la Argentina hay una tendencia marcada hacia la admisión del instituto, desde hace 20 años.
En 1991 en Buenos Aires se realizó la XIII edición de las Jornadas Nacionales de Derecho Civil, que nuclea
a todos los profesores de derecho civil, romano e internacional privado de las universidades participantes. En
esa oportunidad se propició la recepción legislativa del instituto lo que se tradujo en la incorporación del art. 943
del Proyecto de Reformas de 1987, lamentablemente vetado por el Poder Ejecutivo.
En el año 1993 se elaboraron dos Proyectos de reformas al Código Civil: el encargado por el Poder
Ejecutivo a la Comisión creada por Dec. 468/92 en su art. 1204; y el elaborado a propia iniciativa por la H.
Cámara de Diputados de la Nación por medio de la llamada Comisión Federal en su art. 1200.
Se reiteró el intento en el Proyecto de Código Civil de 1998 para la República Argentina en su art. 259, y
más recientemente en el art. 1090 del Proyecto de Código Civil y Comercial de que obtuvo en el reciente mes de
diciembre, media sanción legislativa.
Esto me permite sostener que en la Argentina existe acuerdo en su recepción legislativa que, por lo demás,
se admite en el derecho vigente a través de la teoría de la causa fin contenida en los arts. 500, 501, 502 y
particularmente en el ámbito del contrato de locación en los arts. 1522, y 1604, del Código Civil.
7. Algunas aplicaciones de la doctrina sobre la frustración de la causa fin del contrato en la
jurisprudencia argentina
En orden a la recepción jurisprudencial existen precedentes muy interesantes.
Entre ellos está el que resolvió la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil en octubre de 1997 al
sentenciar la causa promovida por Alerces SRL c. Carrefour Argentina SA (10).
Alerces S.R.L. organizó un shopping donde tenía previsto incorporar comercios diversos, en particular,
algunos que impulsaban a los visitantes a permanecer en el sitio, porque proporcionaban entretenimientos, salas
de cine, restaurantes etc. La permanencia en el shopping, de alguna manera promovía el consumo, pues el
visitante concurriría a disfrutar del esparcimiento y, a veces por comodidad y otras por tentación, haría otras
compras en los otros comercios del shopping.
Carrefour Argentina esperando recibir las ventajas que proporcionaba el emprendimiento alquiló un gran
local dentro del shopping. Sin embargo Alerces no logró interesar a empresarios del rubro de entretenimientos y
gastronómicos de modo que el shopping estaba organizado y funcionado pero la gente concurría solo a efectuar
una adquisición determinada y concluida la compra se retiraba.
Así las cosas, Carrefour concluyó que lo que recibía no era lo que satisfacía la causa fin del contrato de
locación del inmueble, por lo que entró en un conflicto con su arrendador que luego desembocó en el juicio.
Allí claramente se malogró la finalidad económica perseguida, que no sólo era conocida y aceptada, sino
incluso promovida por el organizador del centro de compras, arrendador del local. En conclusión la Cámara de
Apelaciones resolvió el contrato invocando la doctrina de la frustración de la causa fin del contrato.
Otro caso, desafortunadamente inédito, es citado por STIGLITZ: un padre contrató con una confitería la
prestación de servicio de lunch para la fiesta de casamiento de su hija, y pagó la totalidad del precio, pero luego,
los novios desistieron de celebrar la boda, lo que le fue comunicado a la confitería demandada con una
antelación de 15 días (11).
En otra oportunidad se decidió aplicar la doctrina al contrato de aparcería en el que la falta de agua en el
campo arrendado impidió su explotación agropecuaria, pues la explotación ganadera exige continuidad y
regularidad en la provisión de agua para la subsistencia de los animales y aunque la sequía no se haya
prolongado durante toda el período del contrato (12).
RIVERA (13), por su parte, menciona en Alemania, el caso del arrendamiento de un comercio situado en
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una playa, luego de haberse prohibido el uso de la playa. También el arriendo de la pared de una casa para
instalar un anuncio luminoso frustrado por las medidas de oscurecimiento durante la guerra; y, finalmente, la
locación de un club nocturno, cuyo uso se vio afectado por haberse establecido el toque de queda.
8. Comparación con instituciones análogas
Paso ahora a comparar la doctrina sobre la frustración de la causa fin del contrato, con el caso fortuito, la
excesiva onerosidad sobreviniente, la condición resolutoria y el incumplimiento del plazo esencial.
a) Con el caso fortuito y fuerza mayor
El caso fortuito guarda una gran analogía.
Sin embargo, la diferencia esencial, es que en la frustración es posible el cumplimiento, mientras que en el
caso fortuito o en la fuerza mayor es imposible cumplir. La imposibilidad en el caso fortuito es material., es
fáctica.
Por el contrario, en la frustración del fin de la causa del contrato, el hecho jurídico que altera el contexto
contractual no genera un obstáculo en el campo fáctico sino en la volición. El acreedor deja de desear el
cumplimiento porque aun si se cumpliese, la prestación carecería del sentido buscado al contratar. La prestación
es posible pero inútil, pues -por la concurrencia del hecho frustrante- se pierde el interés que se buscaba
satisfacer al contratar.
Piénsese en los balcones de Pall Mall. Estaban disponibles para el locatario, pero aceptar su tenencia no
proporcionaría el espectáculo.
Lo que se pierde es la utilidad que habría proporcionado el contrato
Además, en la frustración de la causa fin del contrato, no es necesario que concurran los seis recaudos que se
exigen para la procedencia del caso fortuito. Me refiero al carácter imprevisible, inevitable, ajeno al deudor,
actual, sobreviniente, que se erige como obstáculo insuperable para el cumplimiento; aunque algunos de tales
recaudos -en realidad- son comunes a ambos institutos.
Pero la diferencia más importante es conceptual: la frustración de la causa fin del contrato no constituye una
exoneración de responsabilidad por incumplimiento, sino de resolución por haberse perdido la causa fin que es
un elemento esencial del contrato (14).
b) Con la excesiva onerosidad sobreviniente
Si se compara la frustración de la causa fin del contrato con la resolución por excesiva onerosidad
sobreviniente, lo primero que se advierte es que en la frustración se afecta la causa, mientras que en la excesiva
onerosidad sobreviniente sólo se afecta la magnitud de la prestación. Se pierde la proporción entre el valor que
se esperaba pagar o recibir y el que se pretende recibir o pagar.
Mientras en la frustración del fin la prestación puede cumplirse sencillamente pero es inútil, en la excesiva
onerosidad sobreviniente es útil pero de cumplimiento muy gravoso.
Pero en definitiva en la excesiva onerosidad sobreviniente lo afectado es sólo la relación entre valores
económicos. Por eso es que puede inhibirse readecuando los valores, lo que no es posible en la frustración
porque la causa concurre o no lo hace. No sería posible -por ejemplo- adecuar el caso de Pall Mall
proporcionando otro espectáculo que no sea el desfile real (15).
Sin embargo la analogía es fuerte porque ambas instituciones surgen como remedio para situaciones de
quiebre de la base objetiva del contrato, lo que condujo que algunos autores propiciasen la aplicación analógica
de algunos de los recaudos, por ejemplo el carácter bilateral del contrato.
Por mi parte, aun reconociendo que ambos institutos comparten la defensa de la base objetiva del contrato,
no veo inconveniente alguno en que la doctrina sobre la frustración de la causa fin del contrato se aplique a un
contrato unilateral, en el que la causa común, conocida y aceptada por el otro contratante, no parece que
merezca menos respeto que la adjunta a un contrato bilateral.

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c) Con la condición resolutoria
Puesto a diferenciar la doctrina de la frustración con la condición resolutoria, advierto que la condición -en
primer lugar- es una modalidad de las obligaciones de origen contractual, y por ende puede o no concurrir en un
contrato. No es igual con la causa fin cuya existencia es requisito para la existencia misma del contrato.
Hay contratos con obligaciones puras y simples, sin modalidad alguna, pero no hay contrato sin causa fin.
La condición -en segundo término- en cuanto modalidad de los actos jurídicos, se expone en forma expresa,
lo que no suele ocurrir con la causa fin, común a la voluntad de ambas partes, que surge muchas veces de las
negociaciones precontractuales, como en la causa Krell vs Henry en la que el futuro arrendador anunció en la
nota ofreciendo la ventana en alquiler la finalidad común del contrato consistente en ver el desfile real.
Finalmente los efectos son disímiles, pues la condición resolutoria cumplida extingue el contrato como si
nunca hubiese existido, lo que no acontece en la frustración de la causa fin del contrato que en caso de suceder
autoriza la subsistencia de los efectos cumplidos
La confusión suele originarse en que una misma circunstancia puede erigirse por las partes como causa fin y
pactarse como condición resolutoria.
d) Con el incumplimiento del plazo esencial
Lo mismo puede decirse del plazo esencial.
También el plazo es una modalidad de la obligación contractual y puede concurrir o no hacerlo mientras que
la causa fin siempre debe existir para que pueda haber contrato.
Hay sin embargo una diferencia más importante entre ambos institutos. Consiste en que en caso de acordarse
un plazo esencial, y no cumplirse, no existe resolución, sino que directamente eso constituye un incumplimiento
del contrato que otorga derecho al acreedor a recibir resarcimiento de todos los daños sufridos. En cambio, si se
malogra la causa fin antes del cumplimiento, y tal quiebre es ajeno a las partes, no nace el derecho a resarcir
(16).
9. Requisitos de aplicación
a) Que el contrato al que se aplique sea bilateral, oneroso y conmutativo
La doctrina exige varios recaudos para la procedencia del instituto (17).
Se requieren por analogía con la excesiva onerosidad sobreviniente en razón que ambos institutos afrontan el
desequilibrio o el quiebre de la base objetiva del contrato.
El primero de los requisitos es que el contrato al que se aplique sea bilateral, oneroso y conmutativo.
Sin embargo, en derecho argentino, en el que solo se puede aplicar la teoría de la imprevisión a los contratos
bilaterales, onerosos y conmutativos, merecen hacerse al menos dos acotaciones: primero que la propia letra del
artículo 1198 del Código Civil argentino referido a la imprevisión admite su procedencia en los contratos
aleatorios en la medida que la desproporción sea ajena al alea propia del contrato. Y en segundo lugar, que desde
su recepción legislativa en el año 1968 la doctrina argentina viene señalando que no hay motivo alguno para
excluir de la aplicación de la teoría de la imprevisión a los contratos gratuitos, postura que aparece ahora
recibida en el art. 1091 del Proyecto de Código Civil y Comercial en tratamiento ante el Congreso argentino
(18).
Es que si se admite la frustración por haberse quebrado la base objetiva del contrato, nada importa que tipo
de contrato sea, porque todos tienen causa fin.
Por los mismos motivos no me parece procedente exigir que el invocante este exento de de mora. Debo
destacar en este punto que la jurisprudencia argentina al término del período de gran inflación que cesó a
principios de 1991 actualizaba obligaciones dinerarias medie o no mora del deudor.

b) Que el contrato sea de cumplimiento diferido

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También existe unanimidad (19) en requerir que el contrato sea de cumplimiento diferido, sea por tener un
plazo suspensivo, sea por ser de tracto sucesivo. En todo caso, debe permitirse abrir la ventana temporal
necesaria para que el evento ajeno a las partes pueda producirse y malogre la causa.
c) Que el contrato tenga una causa fin
La aplicación de esta doctrina asume que el contrato tiene una causa fin. Por "fin del contrato" debe
entenderse -en opinión de DIEZ-PICAZO- el propósito a que el contrato sirve dentro de la vida real, vale decir,
el resultado empírico o práctico que en orden a los propios y peculiares intereses se pretende alcanzar" (20).
Sin embargo explicar en qué consiste la causa fin es muy complejo, porque derivaría invariablemente en la
necesidad de distinguir la causa fin del objeto del contrato, para acabar irremediablemente en dos posturas
marcadamente diferenciadas: causalismo o anticausalismo, según se admita o no, la existencia de la causa fin
como requisito esencial de los contratos.
Más sencillamente, yo tengo por cierta la explicación que efectuó LLAMBÍAS al enseñar que en un contrato
de locación de inmueble para prostíbulo -por ejemplo- la causa consiste en ejercer la prostitución que es una
causa fin ilícita e invalidante en la Argentina, y el objeto es el inmueble. Sin embargo, reconozco que ese es un
caso extremo y que en muchísimos otros supuestos la diferencia es difícil de explicar (21).
Una manera eficaz de soslayar la dificultad es distinguir -como explica BREBBIA (22)- entre causa fin
inmediata y objetiva que es común a toda una misma categoría de contratos -de cambio, de liberalidad etc.- y
una causa fin mediata y subjetiva formada primero por los "motivos" -que se refieren al pasado y explican por
qué se decide contratar y con qué alcance- y en segundo término por los móviles que se refieren al futuro en el
deseo del contratante, es decir para que contrata.
Y, desde luego que, si dos o más contratos se encuentran vinculados por su causa que los constituye en
conexos, la frustración de la causa en uno de ellos afecta a la subsistencia de los demás (23).
En derecho inglés el tema parece ser un poco más sencillo porque refieren el instituto al elemento
"consideration" que difiere de nuestra causa fin, y, por ende, es ajeno a este debate.
d) Que esa causa haya sido incorporada al contrato
También se exige que la causa fin esté incorporada al contrato, que es la única manera de integrarla a su base
objetiva. Y para estar incorporada a la base objetiva del contrato, obviamente, debe ser conocida o resultar
cognoscible por el otro contratante (24).
No es necesario que esté incorporada en forma expresa como cláusula contractual, aunque si lo estuviese, es
claro que no debe estar prevista como condición resolutoria pues el efecto en caso de cumplirse sería muy
diferente.
e) Que se frustre dicho fin
También es requisito de procedencia que se frustre dicho fin. Es decir que se malogre el fin del contrato.
Frustración es en expresión de MORELLO (25) el "supuesto en el cual el contrato válidamente constituido no
ha llegado a su fin debido a la irrupción en su desarrollo de un hecho sobreviniente que derivó en la
imposibilidad relativa de cumplimiento..."
Debe entenderse que "imposibilidad relativa de cumplimiento" no significa imposibilidad fáctica de realizar
la prestación sino imposibilidad absoluta de obtener el fin buscado, aunque se realice la prestación (26).
f) Que la frustración se origine en un hecho ajeno a las partes
Se exige también la "ajenidad" en la producción del evento frustrante. Es decir, que haya una
desnaturalización de la base objetiva del contrato sin que tal quiebre pueda ser imputable a la actividad de las
partes (27).
En los casos en los que la finalidad es propia de uno de los contratantes y aceptada por el otro, si el evento
frustrante es imputable a la actividad del deudor de la prestación, el evento configuraría incumplimiento; y si es
imputable a la propia actividad del sujeto que erigió su móvil en la causa fin común del contrato, se aplicaría el
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brocardo "nemo auditur propriam turpitudinem allegans".
En ninguno de ambos supuestos podría aplicarse la doctrina sobre la frustración de la causa porque es
inexcusable que la producción del evento no resulte imputable a ninguno de los contratantes. Por eso, en el
ejemplo referido, el padre pudo aplicar la doctrina al contrato sobre el servicio de lunch de la fiesta de
casamiento de su hija, porque él era un tercero en relación a la causa que obstaba al cumplimiento (la decisión
de no contraer matrimonio por su hija).
g) Que la frustración sea definitiva y no meramente temporal
Debo señalar que resolver el contrato es un efecto que solo puede asumirse ante un evento definitivo.
Por ello la frustración de la causa fin del contrato si solo tiene un efecto temporario no habilita la aplicación
de la doctrina, salvo desde luego que ese retardo afecte un plazo esencial como lo propone el Restatement of
Law. Contracts, del American Law Institute (28).
h) Que no impida el cumplimiento del contrato
Un último requisito es de carácter negativo. El evento frustrante de la causa fin del contrato no debe impedir
el cumplimiento material de la prestación debida, por la sencilla razón que en caso contrario -si lo impidiese-
sería un supuesto de caso fortuito o de fuerza mayor (29).
10. Efectos de la aplicación del instituto
Paso a referirme ahora a los efectos, tanto a los vinculados a la implementación del instituto, como los
atinentes a la eficacia del contrato, y la suerte de las prestaciones pendientes y cumplidas.
a) Invocación por la parte afectada
La parte afectada debe invocar la doctrina. Aunque en Gran Bretaña se resolvía de pleno derecho sin mediar
voluntad de las partes (30) en nuestro sistema jurídico debe ser invocada por las partes que son las únicas que
saben de la causa fin común, en particular por aquella a la que se reclama el cumplimiento.
Por el mismo motivo, en mi opinión tampoco procede su aplicación de oficio por el juez.
b) Resolución del contrato
La resolución del contrato constituye la única reacción posible. Es lo que diferencia este instituto de la
excesiva onerosidad sobreviniente, en la que el reajuste de las prestaciones es la consecuencia primigenia, por
aquello del principio de conservación de los actos jurídicos.
Además, el caso fortuito es una mera causal de exención de responsabilidad del deudor por quiebre de la
relación causal entre la actividad del deudor y el incumplimiento; en cambio en la frustración de la causa fin del
contrato, se llega a la ineficacia por supresión de la utilidad buscada por ambas partes o por una y aceptada por
la otra (31).
c) Hay ausencia de resarcimiento
La resolución por frustración de la causa fin del contrato obsta a la pretensión de resarcimiento. Esta
consecuencia se sigue de la "ajenidad" del evento frustrante. Aunque no consiste en una mera causal de
exoneración del incumplimiento produce a este respecto el mismo efecto que el caso fortuito. No habrá
resarcimiento.
d) Suerte de las prestaciones cumplidas
En orden a la suerte de las prestaciones debe distinguirse entre las ya cumplidas y las futuras.
Las ya cumplidas, como la ineficacia carece de efecto retroactivo, quedarán firmes.
e) Suerte de las prestaciones pendientes
En cambio, las prestaciones pendientes no deberán cumplirse ni pueden reclamarse. Me refiero a las
prestaciones equilibradas, es decir a aquellas que cuentan con contraprestación
Excluyo a las prestaciones huérfanas de contraprestación. De modo que si alguna prestación fue cumplida
antes del quiebre de la base objetiva del contrato por frustración de su causa fin, y su contraprestación no se
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encuentra cumplida, puede repetirse y deberá devolverse.
De la misma manera, si alguna de las partes efectuó algún gasto en cumplimiento del contrato que no podrá
cumplirse, deberá restituirse lo gastado.
Finalmente, si se entregó algún adelanto a cuenta de una prestación, su dador puede repetirla y quien lo haya
recibido deberá restituirlo. Esto último es lo que sucedió en la causa Fibrosa Spolka en Gran Bretaña en el año
1939. Ese año una empresa inglesa vendió a Fibrosa Spolka de Polonia una máquina por la que recibió 1000
libras en concepto de adelanto. Pero el pago total y la entrega nunca pudieron realizarse, pues inmediatamente se
produjo el evento que fracturó la base objetiva del contrato que fue, nada más y nada menos, que el comienzo de
la II Guerra Mundial a consecuencia de la invasión de Polonia por las fuerzas alemanas. En tal oportunidad los
jueces ingleses ordenaron que la empresa inglesa devolviese a Fibrosa Spolka las 1000 libras recibidas.
Años más tarde, en 1943 Gran Bretaña dictó una ley recibiendo la doctrina de la sentencia recaída en el caso
Fibrosa.
f) Interpretación restrictiva
El último efecto que referiré es la interpretación restrictiva que debe darse al instituto.
En Gran Bretaña, durante siglos campeó la regla del cumplimiento a ultranza y recién luego de los Casos de
la Coronación empezó a abrirse paso esta doctrina. Por ende, por ser de excepción su interpretación es
restrictiva.
En nuestro medio -aplicando derecho continental romanista- a los contratos les cabe el principio de
conservación de los actos jurídicos por lo que cualquier incidencia tendiente a privarles de efecto, también debe
ser de interpretación restrictiva.
La frustración de la causa fin del contrato es una medida protectiva que como tal corresponde aplicar a la
parte débil del contrato, tal como lo señaló la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina (32) al
negársela a una persona jurídica que toma un préstamo de cuatrocientos cincuenta mil dólares (U$S 450.000).
11. A modo de colofón
Para concluir debo efectuar una valoración del instituto.
Su origen es relevante porque proviene de un país que durante siglos asignó a los contratos un efecto
vinculante casi quiritario, y que es paradigma del common law cuyo sistema es necesario integrar para sintetizar
-algún día- un derecho europeo de los contratos, que sin duda influirá en los códigos americanos.
En el Código Civil argentino vigente existen normas que proporcionan adecuada cobertura a situaciones
análogas a las aquí descriptas, pero restringidas a algunos contratos en particular. Hoy no existe una norma
general. Es necesaria una regla que se integre el plexo de soluciones que son la base de un orden público de
protección de la parte débil como sostuvo la Corte Suprema de la República Argentina (33).
Considero conveniente su incorporación para extender el abanico de soluciones equitativas a todos las
situaciones que puedan generarse, sea cual sea el tipo contractual.
(1) LLAMBÍAS Jorge Joaquín, ob t. I. N° 214.

(2) RAY, José Domingo, p. 20.

(3) STIGLITZ, Rubén S., Frustración del fin del contrato, JA, 1998-II-937.

(4) Conf. STIGLITZ, Rubén S., Frustración del fin del contrato, JA, 1998-II-937, con cit de SMITH and
KEENAN'S, "English Law", Pitman, London, 1996, p. 691.

(5) V. STIGLITZ, op. y loc. cit.


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(6) RAY José D., Frustración del contrato, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1996, p. 61.

(7) PALMER Vernon V., "Mixed Jurisdictions worldwide. The thrid legal family", University of Cambridge.
Cambridge. 2001.

(8) MC GREGOR. Harvey, Contract Code. J. M. Bosch, Barcelona, 1997, p. 197.

(9) V. VAQUER ALOY, Antoni, BOSCH CAPDEVILA, Esteve, y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, María Paz
(Coordinadores). Derecho Europeo de Contratos. Libros II y IV del Marco Común de Referencia. Barcelona.
Atelier, 2012.

(10) Sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil en autos "Alerces S.R.L. c. Carrefour
Argentina SA", del 13/10/97, LA LEY, 1998-E, 566.

(11) C. 1ª Civ. y Com. La Plata, sala 3ª, 30/07/87, "Dominella, Aníbal v. Panadería y Confitería La
Argentina s/reintegro de gastos" Cit por Stiglitz, Rubén S. Frustración del fin del contrato en JA, 1998-II-937.

(12) CNCivil, sala F, "Turay S.R.L. c. Nahuel S.A." del 25/04/1996, LA LEY, 1997-D, 342.

(13) RIVERA, Julio C., La doctrina de las bases en el proyecto de unificación legislative, en RDCO, 1987-
867.

(14) STIGLITZ, op. y loc. cit.

(15) Ese es el defecto de la decisión recaída en "Herne Bay Steamboat Co. v. Hutton".

(16) WÜST, Graciela C., Obligaciones de plazo esencial. En AMEAL Oscar J. (dir.) - TANZI Silvia Y.
(coord.)- Obligaciones y contratos en los albores del siglo xxi. Bs As. Abeledo Perrot. 2001.

(17) DE LORENZO, Miguel Federico, "La causa del negocio jurídico. Relevancia genética y funcional. La
frustración de la causa fin", en Colección de Análisis Jurisprudencial Derecho Civil - Parte General - Director:
José W. Tobías, Editorial LA LEY, 2003, 01/01/2003, 467; FREYTES, Alejandro E., La frustración del fin del
contrato y el Proyecto de Código, LA LEY, 2013-C, 951; BAROCELLI, Sergio Sebastián, La frustración del fin
del contrato, DJ, 2004-2, 861.

(18) V. sobre su aplicación a contratos gratuitos y aleatorios: NICOLAU, Noemí L., "La frustración del fin"
LA LEY, 1993-A, 882, y KING, Juan Carlos - SILVESTRE AIMO, Norma Olga, "Una interesante aplicación de
la teoría de la frustración del fin del contrato", LA LEY 1992-E, 119.

(19) Puede verse BREBBIA, Roberto H., La frustración del fin del contrato, LA LEY, 1991-B, 876.

(20) DIEZ PICAZO, Luis, prefacio a la obra de ESPERT SANZ, Vicente, "La frustración del fin del
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contrato", Tecnos, Madrid, 1968, p. 11.

(21) La CN Civil, sala F, in re "Turay S.R.L. c. Nahuel S.A" del 25/04/1996, LA LEY, 1997-D, 342 expresó
que fin del contrato es el propósito básico de una de las partes, conocido y aceptado por la otra, de manera tal
que se objetiva y se convierte en fin para ambas partes. No es necesario que la finalidad en cuestión se haya
convertido en contenido del contrato por encontrarse mencionada expresamente, pero sí que haya sido tenida en
cuenta por ambas partes al determinar tal contenido y manifestarse, al menos, mediatamente en el mismo.

(22) BREBBIA Roberto H., La frustración del fin del contrato, LA LEY, 1991-B, 876.

(23) DE LORENZO, Miguel Federico. TOBÍAS, JOSÉ W. Complejo de negocios unidos por un nexo (El
ligamen negocial), LA LEY, 1996-D, 1387.

(24) La CN Civil, sala F, in re "Turay S.R.L. c. Nahuel S.A", del 25/04/1996, LA LEY, 1997-D, 342 sostuvo
que fin del contrato es el propósito básico de una de las partes, conocido y aceptado por la otra, de manera tal
que se objetiva y se convierte en fin para ambas partes. No es necesario que la finalidad en cuestión se haya
convertido en contenido del contrato por encontrarse mencionada expresamente, pero sí que haya sido tenida en
cuenta por ambas partes al determinar tal contenido y manifestarse, al menos, mediatamente en el mismo.

(25) MORELLO, Augusto M.; "Ineficacia y frustración del contrato", Buenos Aires, Platense/Abeledo-
Perrot, 1975, t. 1, n. 1.

(26) En CN Civil, sala F, "Turay S.R.L. c. Nahuel S.A", 25/04/1996, LA LEY, 1997-D, 342 se expresó que
la frustración del fin del contrato presupone la insubsistencia del propósito impulsor inicialmente considerado
como la razón o el sentido para contratar. Así, las circunstancias sobrevinientes deben proyectarse sobre el
resultado o finalidad, de manera que malogren el motivo que impulsó a contratar, al punto que desaparezca el
interés en la subsistencia del contrato. También es requisito de procedencia de la doctrina de la frustración del
fin del contrato que las circunstancias que inciden sobre la causa, conocida o conocible, no hayan sido
provocadas por ninguna de las partes de la relación sustancial.

(27) CN Civil, sala F, "Turay S.R.L. c. Nahuel S.A". del 25/04/1996, LA LEY, 1997-D, 342.

(28) American Law Institute. Restatement of Law. Contracts. St. Paul. Minn. Ed. American Law Publishers.
1981. II N° 269 y en general N° 265 y ss.

(29) La sala F de la CN Civil, in re, "Turay S.R.L. c. Nahuel S.A". del 25/04/1996, LA LEY, 1997-D, 342
expresó que el acontecimiento que da lugar a la frustración del fin del contrato, si bien es sobreviniente e
imprevisible, no ocasiona la imposibilidad total y definitiva de la prestación, como ocurre en el caso fortuito.
Por el contrario, la prestación es posible, pero el acreedor ha perdido interés en su cumplimiento porque para él
se ha frustrado la causa fin o razón de ser del contrato, elemento esencial de éste.

(30) RAY, José D., op cit. p. 71.

(31) V. STIGLITZ, op. cit.


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(32) CS in re "Longobardi vs. Instituto de Educación Integral San Patricio". LA LEY, 2008-B, 43.

(33) CS ídem.

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