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CatequesisZDOMUNDZ2017ZWeb 1
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Impreso en México
Presentación 4
Pbro. Lic. José Ayala Madrigal
Reflexión bíblica 9
La misión está en el corazón de la fe cristiana
Tema 1 14
La misión de la Iglesia: una prolongación de amor ilimitado e
incondicional del Dios Uno y Trino por la humanidad
Tema 2 19
Comunicar el Evangelio: tarea fundamental de la Iglesia
Tema 3 24
La misión ad gentes: constante horizonte y paradigma por
excelencia de toda la Iglesia
Rosario Misionero 40
Estadísticas 44
Presentación
Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada
por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica
el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se
solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y volunta-
riado [...]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a
cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (Evangelii gaudium, 106).
Que Dios Padre, “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento pleno de la verdad” (1Tm 2,4), su Hijo Jesucristo, nuestro
Salvador, y el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, sostengan nuestras
vidas en el ardor y la pasión por compartir con todos nuestros semejantes
la Buena Nueva del amor misericordioso.
4
Esta próxima Jornada Mundial de las Misiones reviste una particular importancia: habiendo resituado el amor
misericordioso en el centro mismo de su propia vida y misión, la Iglesia entera se perfila hacia el próximo
sínodo de los obispos, que se dejará inspirar por el Espíritu para ofrecer alguna luz sobre los jóvenes, la fe
y el discernimiento vocacional. Asimismo, toda la Iglesia se prepara para proclamar el mes de octubre de
2019 como un Mes Misionero Extraordinario, en conmemoración del primer centenario de la carta apostólica
Maximum illud sobre la propagación de la fe católica en el mundo entero, del papa Benedicto XV, que es el
primer documento del magisterio pontificio contemporáneo dedicado específicamente al tema de la misión
de la Iglesia.
En la audiencia con el Papa Padre Francisco que tuvimos en la última Asamblea de Directores Nacionales de
Obras Misionales Pontificias en Roma, el Santo Padre, entre otras cosas, hacía hincapié en que el modo como
la Iglesia entera está llamada a desempeñar su misión universal está marcado por cuatro características, que
brotan del modo mismo como Cristo Jesús llevó a cabo su misión aquí en la Tierra: con CERO BUROCRACIA,
anunciar el EVANGELIO (es decir, la Buena Nueva del Reino) con PASIÓN y con AMOR.
Queridos hermanos y hermanas, que el próximo domingo 22 de octubre sea un momento culminante de una
entrega apasionada por todos nuestros hermanos, reflejo pequeño pero fiel y sincero de la misericordia eterna
del Padre. Pidamos a Santa María de Guadalupe, madre del Evangelio viviente y Estrella de la evangelización,
que interceda por nosotros ante su Hijo, a fin de que nos acompañe en nuestras entregas y empeños para que
su Reino se haga una realidad viva y latente en medio de todos nosotros.
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Mensaje del Santo Padre
Francisco para la Jornada
Mundial de las Misiones 2017
La misión en el corazón de la fe cristiana
Este año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno
a la persona de Jesús, “el primero y el más grande evangelizador” (Evangelii
nuntiandi, 7), que nos llama continuamente a anunciar el Evangelio del amor de
Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar
de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es
misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería
solo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su pro-
pósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan
nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo
confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por nume-
rosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es
el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes
vitales de la misión?
1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre
la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una
alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, co-
municando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn
14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro
Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios
Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de
creatividad en el amor.
2. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se ex-
presa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo
en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. “La gloria de Dios es el hombre viviente”
(Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra
viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente
se hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1,14).
6
· La misión y el kairos de Cristo
4. Recordemos siempre que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran
idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte
a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que
continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa
a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resu-
rrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva, libre del
dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo; por medio de la Confirma-
ción, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias
nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento
del hombre nuevo, “medicina de inmortalidad” (Ignacio de Antioquía, Epístola ad Ephesios, 20,2).
5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia,
continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de
Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una
meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza trans-
formadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que, a costa de su propia
vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella cele-
bración eucarística en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por
la ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo las palabras
de Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, como expresión del
grito desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración fue para la
gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testi-
monios de cómo el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo,
promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.
6. La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de salir
de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evange-
lio» (Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a
través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed,
de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para
hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria
final, entre el “ya” y el “todavía no” del Reino de los Cielos.
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Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones
7. La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento
y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la
Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una
Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el
encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (Evangelii gaudium, 49).
8. Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada
por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica
el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. “Son muchos los jóvenes que se
solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y volunta-
riado [...]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean callejeros de la fe, felices de llevar a Jesucristo a
cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!” (Evangelii gaudium, 106). La próxima Asam-
blea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema
“los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, se presenta como una oportunidad providencial
para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación
y creatividad.
9. Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en cada comunidad
cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para
anunciar el Evangelio a todos. A través de una profunda espiritualidad misionera, que hay que
vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación misionera, muchachos,
jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que crezca en cada
uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Pro-
pagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades
cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en
la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.
10. Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión inspirándonos en María, Madre de la evan-
gelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en lo más profundo de su fe hu-
milde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro sí en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva
de Jesús en nuestro tiempo; que nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el
Evangelio de la vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos ad-
quirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.
Francisco
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REFLEXIÓN BÍBLICA
La misión está en el corazón
de la fe cristiana
Reflexión biblica: la misión está en el corazón de la fe cristiana
Por eso, si la misión está en el corazón de la fe cristiana, ¿cuáles deberían ser sus características? Para
precisar un poco y no divagar demasiado hemos optado por releer el texto Mateo 28,16-20 teniendo
como trasfondo el mensaje del Papa Francisco con ocasión del DOMUND del presente año.
· La misión es un don
El evangelio de Mateo, igual que Marcos (Mc 16,14ss), enfatiza más que la inmediatez de la misión, la gra-
tuidad del encargo. El evangelio no titubea en decir que algunos de los discípulos dudan, y que, incluso,
apenas hacía unos días antes se habían comportado como unos desertores: uno de ellos había negado
a Jesús, otro lo había traicionado; varios de ellos hasta habían dudado de que hubiera resucitado. La si-
tuación no era muy alentadora, al menos no como para suponer que se merecían ir a todas las personas
y hacerlas discípulas. Sin embargo, Jesús les pide: “vayan y hagan discípulos a todas las gentes” (Mt 28,19)
dejando claro que, lejos de ser un merecimiento, la misión es esencialmente un don, una gracia.
Cuando la misión se entiende como un don, se asume —con temor y temblor— una responsabilidad;
por lo contrario, cuando se percibe como un merecimiento, la misión, se aprovecha como un trabajo
disfrazado de servicio que genera privilegios y hasta ciertas regalías.
El encargo principal en la misión es hacer discípulos a todos; dice el evangelio que Jesús les dijo: “vayan,
pues, y hagan discípulos a todas las gentes” (v. 19). No hay ninguna duda: los discípulos tendrán que ‘dis-
cipular’, es decir, persuadir a otros a que vayan detrás de Jesús, a que se orienten y vivan de acuerdo a
su enseñanza y vivencia (cf. Mt 5-7; 28,20). No se trata, de ningún modo, de aumentar la membresía del
grupo, sino de generar la adhesión al Maestro; mucho menos la misión consiste en generar una cadena
casi infinita de clones; el evangelio deja claro que la tarea misionera consiste prioritariamente en animar,
favorecer y acompañar a las personas para que vivan como seguidores de Jesús.
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no abrir a todos, sin excepción, la invitación a estar siendo discípulos de Jesús. Por otra parte, en muchos
textos —quizás este de Mateo no es la excepción— cuando se habla de todas las personas, también se
está haciendo referencia a los lugares en donde éstas habitan. Por esto, quizás, podríamos sostener que
el encargo de discipular incluye al mismo tiempo la disponibilidad, por parte del misionero, de ir a todos
los lugares sin excepción alguna. Esto estaría garantizando que realmente queden cubiertas todas las
personas.
· Bautizando y enseñando
Al encargo no le debe faltar el modo; el pasaje de Mateo presenta al Señor resucitado diciendo los dos
modos principales de discipular: bautizando y enseñando.
El verbo ‘bautizar’, por su trasfondo judío y por la raíz de la que proviene significa: ‘introducirse en algo’,
‘sumergirse’, ‘compenetrarse’, ‘llenarse’. En este sentido, aunque el verbo ‘bautizar’ estuviera haciendo
referencia a un rito cristiano (el sacramento del bautismo), tiene en sí mismo una idea fundamental: la
consagración, sumergirse en algo y empaparse hasta lo más profundo de algo. Más claro no podría
aparecer: uno de los mejores modos de hacer discípulos, si no es que el principal, es favorecer y hasta
garantizar que las personas se introduzcan, se llenen, se empapen, del amor del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
El otro modo que señala el evangelio es enseñando. El verbo ‘enseñar’ significa ‘instruir’ pero, sobre
todo, ‘compartir’, incluso ‘acompañar’; por eso el evangelio lo junta con la acción de guardar, tener en
alto aprecio algo… Los recién enviados deben discipular compartiendo la enseñanza de Jesús, ayudando
a que se aprecie, se valore y asuma lo que Él dijo y vivió como punto de referencia fundamental para la
existencia.
La limitación del discípulo, así como la convicción de que la misión es un don, pide necesariamente, que
admitamos que la responsabilidad del misionero supone la presencia del Señor. Esto aparece expresado
en el texto a través de dos modos: por una parte, en la constatación de que, al Señor, Dios le ha dado
todo el poder y la gloria (v. 18). Pero no hay que pasar de la limitación del discípulo a la simplificación
del encargo; el que envía es grande: esto garantiza la seriedad del encargo y la eficacia de la misión; la
limitación y pequeñez del enviado le aporta responsabilidad y modestia a la misión.
Por otra parte, el evangelio expresa esta presencia permanente del Resucitado a través de una garantía:
“Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (v. 20). Esta expresión va unida a todo lo an-
terior; es como si se dijera: “y para el encargo que les acabo de hacer…”, “y debido a su limitación y a la
seriedad de la misión… … sepan que yo estaré con ustedes”.
La presencia del Señor corresponde ciertamente a la limitación del discípulo misionero, pero sobre todo
a la seriedad del encargo; el discípulo cuenta con la presencia del Señor, no para sentirse bien, sino
principalmente para cumplir mejor su responsabilidad. De ahí que la garantía de la presencia esté con
relación, más que con el fin del mundo, con la plenitud de la existencia; es decir, los discípulos cuentan
con la presencia permanente del Señor, más que hasta que todo acabe, hasta y para que ellos realicen
plenamente su misión.
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Reflexión biblica: la misión está en el corazón de la fe cristiana
Reflexionemos:
Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en cada comunidad
cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro
para anunciar el Evangelio a todos. A través de una profunda espiritualidad misionera, que
hay que vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación misionera,
muchachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que
crezca en cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por
la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero
de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la
comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización
(Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2017, 9).
¿En qué nos hace reflexionar Mt 28,16-20 con relación a la actitud de salir, no a pesar de nuestras dificul-
tades, sino reconociendo la misión como un don que nos responsabiliza?
Escojamos un elemento del evangelio de Mateo que nos llame especialmente la atención y preguntémonos
¿de qué manera podemos hacer de la Jornada Mundial de las Misiones una ocasión favorable para inten-
sificar nuestro compromiso misionero a nivel personal y comunitario?
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LA MISIÓN DE LA IGLESIA
Una prolongación del amor ilimitado
e incondicional del Dios Uno y Trino
por la humanidad
Tema 1
Tema 1: La misión de la Iglesia
Ubicar
Como cada año, nos preparamos para celebrar la Jornada Mundial de las Misiones. Pero más allá de que
se trata de una colecta, ¿qué más sabemos sobre esta Jornada?, y, más específicamente, ¿qué sabemos de
las misiones? ¿Qué son las misiones de la Iglesia?, ¿son actividades o una especie de programas de ayuda y
asistencia que la Iglesia extiende a los más pobres y abandonados?; ¿son actividades proselitistas o de con-
vencimiento para que los no cristianos se conviertan?; ¿son actividades de expansión, para que se formen más
comunidades de cristianos y se construyan más templos?
Orientar
Hay que comenzar diciendo que la misión está envuelta en un misterio que brota del amor misericordioso de
Dios. En su origen, la misión de la Iglesia tiene su origen en el amor fontal de Dios Padre, amor que se des-
pliega sobre la humanidad entera, queriendo que todos los seres humanos de todos los lugares y de todos los
tiempos “se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tm 2,4).
La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la
misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre.
Este designio dimana del «amor fontal» o caridad de Dios Padre, que, siendo principio sin prin-
cipio del que es engendrado al Hijo y del que procede el Espíritu Santo, creándonos libremente
por su benignidad excesiva y misericordiosa y llamándonos además por pura gracia a participar
con Él en la vida y la gloria, difundió con liberalidad y no deja de difundir la bondad divina, de
modo que el que es Creador de todas las cosas se hace por fin todo en todas las cosas (1 Cor, 15,28),
procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad. Quiso Dios llamar a los hombres no
sólo individualmente, sin ninguna conexión mutua, sino constituirlos en un pueblo en el que sus
hijos, que estaban dispersos, se congreguen en uno (cf. Jn 11,52) (Ad gentes, 2).
La misión de la Iglesia, en consecuencia, debe entenderse como una prolongación del amor ilimitado e incon-
dicional del Dios Uno y Trino por la humanidad. Ahora bien, la noticia de este amor del que todo se desprende
llega a nosotros a partir de la fe que suscita la escucha de la Palabra.
Hace siglos, el Apóstol Juan escribía: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto
con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra
de Vida, es lo que les anunciamos” (1Jn 1,1): la fe nace de la escucha de la Palabra de Dios hecha carne, que es
narración, explicación, revelación del Padre (cf. Jn 1,18). Tal escucha nos abre a un conocimiento experiencial y
amoroso, capaz de impregnar profundamente nuestras vidas transmitiéndonos la vida misma de Dios.
La fe cristiana que nos impulsa a transmitir en un gesto de amor la vida misma de Dios no está puesta en algo;
está puesta en alguien, en una Persona. Por esta razón, la fe cristiana no resulta del solo interior de un sujeto,
de un argumento o de un esfuerzo de su voluntad para creer en algo; la fe cristiana surge del encuentro vivo
y personal con una Persona. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orien-
tación decisiva” (Deus caritas est, 1).
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La Iglesia puede hacerse cargo de la misión que le ha sido confiada poniéndose en la presencia de Jesucristo,
Palabra de Dios hecha carne. Él es la grande “sorpresa de Dios”, Aquel que está al origen de nuestra fe y que
en su vida nos ha dejado un ejemplo, para que camináramos sobre sus huellas (cf. 1P 2,21). Sólo la continua y
renovada escucha del Verbo de la vida, sólo la contemplación constante de su rostro, permitirá una vez más a
la Iglesia comprender quién es el Dios vivo y verdadero, pero también quién es el ser humano. Sólo siguiendo
el sendero de la misión del Enviado —desde el corazón del Padre hasta la glorificación a la derecha de Dios,
pasando por el anonadamiento y la humillación del Mesías—, será posible para la Iglesia asumir el estado de
misión permanente, al que Papa Francisco nos ha llamado:
Asimismo, el momento actual, en el que las mediaciones de la fe son cada vez más escasas y no
faltan dificultades para su transmisión, exige poner a vuestras Iglesias en un verdadero estado
de misión permanente, para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe, especialmente en
los niños. Para ello no dejéis de prestar una atención particular al proceso de iniciación a la vida
cristiana. La fe no es una mera herencia cultural, sino un regalo, un don que nace del encuentro
personal con Jesús y de la aceptación libre y gozosa de la nueva vida que nos ofrece. Esto requie-
re anuncio incesante y animación constante, para que el creyente sea coherente con la condición
de hijo de Dios que ha recibido en el bautismo (Discurso del santo padre Francisco a los obispos de la
Conferencia Episcopal Española marzo 2014).
Realizar
En el corazón del discípulo misionero, no puede no brotar el deseo de compartir el don recibido, de “amar,
así como hemos sido amados”. Después de convencernos que el Maestro está vivo y entre nosotros, hemos
decidido seguirlo y anunciarlo porque no hemos encontrado a nadie más en nuestra vida que realmente la
transforme y le dé sentido (cf. Jn 6,67-69).
Todos los que han encontrado al Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a los
otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús. Estos, después de haber reconocido al Señor al
partir el pan, «levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reu-
nidos a los once» y refirieron lo que les había sucedido por el camino (Lc 24,33-34) (Mensaje del Papa
Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Misiones 2011).
15
Tema 1: La misión de la Iglesia
Celebrar
Dios Padre, en la unidad de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor y Redentor, y del Espíritu Santo, Señor y dador de
vida, al amarnos desde un principio, nos envía a anunciarlo por esa misma vía del amor. Ya que el Dios Uno y
Trino nos ha amado primero y, por una amorosa iniciativa, ha salido a nuestro encuentro para elegirnos, nos
impulsa a no quedarnos con ese inmenso júbilo sino compartirlo con los demás.
Conscientes del significado fundamental de la Palabra de Dios en relación con el Verbo eterno de
Dios hecho carne, único salvador y mediador entre Dios y el hombre, y en la escucha de esta Pa-
labra, la revelación bíblica nos lleva a reconocer que ella es el fundamento de toda la realidad. El
Prólogo de san Juan afirma con relación al Logos divino, que «por medio de la Palabra se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho» (Jn 1,3); en la Carta a los Colosenses, se afirma
también con relación a Cristo, «primogénito de toda criatura» (1,15), que «todo fue creado por él y
para él» (1,16). Y el autor de la Carta a los Hebreos recuerda que «por la fe sabemos que la Palabra
de Dios configuró el universo, de manera que lo que está a la vista no proviene de nada visible»
(11,3) (Verbum Domini, 8).
Dejar unos minutos de silencio para la reflexión personal. Concluyamos orando todos juntos con la Palabra:
En el principio existía la Palabra la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba
en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella nada se hizo. Lo que se hizo en ella
era la vida, y la vida era la luz de los hombres; y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
vencieron (Jn 1, 1-5).
Asimilar
A través de la historia Dios se ha revelado al género humano. Formando equipos, revisemos cuáles son, según
la Constitución Dogmática Dei Verbum en sus números 9 y 10, las fuentes de la revelación divina:
Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas.
Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mis-
mo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la
inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los
Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con
la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación;
de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de
todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de
piedad.
La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la pala-
bra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en
la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y en
la oración (cf. Hch 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación,
en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida.
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Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confia-
do únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo.
Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando
solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la
oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe
saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia,
según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene
consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.
Para finalizar, exterioricemos de qué manera comunicamos la fe, tomando en cuenta las fuentes de la revela-
ción divina.
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COMUNICAR EL EVANGELIO
Tarea fundamental de la Iglesia
Tema 2
Ubicar
Para volver a descubrir la misión en el corazón de la fe cristiana, tenemos que partir preguntándonos
por el hoy de Dios, sobre las oportunidades y sobre los problemas puesto a la misión de la Iglesia en
el tiempo que estamos viviendo y en los cambios que lo caracterizan, para pasar después a focalizar
las tareas y prioridades para poner en acto la misión a la que Papa Francisco nos urge.
Orientar
En nuestro mundo que cambia y que busca —a veces sin saberlo— razones para alegrarse y esperar,
nuestra tarea es la misma que Jesús les encomendó a sus discípulos en sus palabras de despedida,
antes de subir al cielo: “Vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia a toda criatura” (Mc
16,15); esa tarea es la misión, y la misión es comunicar la buena noticia del amor, la buena noticia de la
vida de Cristo bajo la guía del Espíritu, la buena noticia de la alegría del Evangelio.
El encuentro con Cristo Jesús nos transforma personal y completamente: ilumina nuestra inteligencia,
inflama nuestros sentimientos, acrecienta corazón, motiva nuestra voluntad, conforta nuestra corpo-
reidad, intensifica nuestras emociones, fortalece nuestras relaciones… El encuentro con Jesucristo, el
Misionero del Padre cambia todo en nosotros y para nosotros. Este encuentro puede revelarnos con
claridad la esperanza futura, la verdad de nuestra vocación en la historia, el sentido de la vida, el gusto
de ser peregrinos, el gozo de ser compañeros.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar
donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de
ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!” Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado.
Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté
con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes” (Jn 20 19-21).
El Señor muestras los signos de su Pasión: el Resucitado es el Cordero, que ha tomado sobre sí nues-
tros sufrimientos, nuestras derrotas, nuestros fracasos, nuestros pecados, para mostrarnos una vía de
luz en medio de las tinieblas. Ahora Él envía a sus discípulos: ¡la Iglesia es desde el comienzo misio-
nera! Lo que es fundamental, es aquel “como” en las palabras de Jesús: “Como el Padre me envió a
mí, yo también los envío a ustedes”. El Verbo ha cumplido su misión bajando, injertándose en cada
obscuridad, con humildad y con profundo amor por los hombres, todos nosotros pobres pecadores.
También la Iglesia, entonces, no puede seguir otro camino sino el de la kénosis (rebajamiento) para
revelar el rostro del Siervo de Dios.
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Tema 2: Comunicar el Evangelio
Comunicar el Evangelio es la tarea fundamental de la Iglesia, y el Evangelio es el don más grande del
cual disponemos los cristianos. Por tanto, tenemos que compartirlo con todos los hombre y mujeres
que están en búsqueda de razones para vivir, de una plenitud de vida. Éste es el camino que conduce
a la fecundidad: una Iglesia humilde y sierva, que sale a las periferias, que se acerca a los hombres,
que sufre con ellos cada una de sus debilidades, que anuncia a Jesucristo y así hace renacer la espe-
ranza y la alegría en el corazón de sus hermanos y hermanas, como lo afirma el Papa Francisco: Sueño
con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios,
el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del
mundo actual más que para la autopreservación (Evangelii gaudium, 27).
Realizar
Si comunicar el Evangelio es y sigue siendo la tarea principal de la Iglesia —es decir, de todos los que
hacemos parte de ella—, entonces, a la luz del contexto socio-cultural que vivimos, son útiles algunas
opciones fundamentales capaces de recalificar nuestro camino de Iglesia misionera. En particular:
darle a toda la vida cotidiana de la Iglesia, también a través de cambios pastorales si necesarios, una
clara connotación misionera; fundamentar esta opción sobre un fuerte compromiso en orden a la
calidad formativa, en el sentido espiritual, teológico, cultural, humano; favorecer, en definitiva, una
más adecuada y eficaz comunicación con los hombres, en medio de los cuales vivimos, del misterio
de Dios viviente y verdadero, fuente de gozo y de esperanza para la humanidad entera.
Celebrar
Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin
rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para
mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado
del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para
que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad (Evangelii gaudium, 46).
El espíritu del Señor me acompaña, por cuanto que me ha ungido Yahvé. Me ha enviado a anunciar
la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos la liberación,
y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahvé (Is 61, 1-2).
20
Asimilar
Como Iglesia en salida se nos presentan varios y muy diversos desafíos. En seguida presentamos
cuatro desafíos que se han planteado desde la dirección nacional de las Obras Misionales Pontificio
Episcopales de México (proyecto pastoral 2017-2021), para que por grupos sean leídos y analizados:
Hay una crisis generalizada y profunda de fe que conduce a la indiferencia, apatía, falta
de compromiso e, incluso, rechazo al proyecto evangelizador, por el cual se expresa la
voluntad salvífica del Padre que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al co-
nocimiento pleno de la verdad (cf. 1 Tim 2, 4).
El mundo se ha visto envuelto, desde hace varios decenios, por la cultura tecnocrática
—protagonizada por las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TICs) — y
del “descarte”, cuyos modelos y estereotipos incitan muchas veces a la agresión, al consu-
mismo, a lo inmediato, a lo frívolo y superficial, al egoísmo, a la indiferencia y a la insensi-
bilidad ante el dolor y el sufrimiento.
Para llevar a cabo la misión, ante estos desafíos y muchísimos otros, ¿qué líneas de acción se pueden
plantear en los equipos que han discutido y analizado los anteriores desafíos? Coméntalos y enumera
tres líneas de acción para ser compartidas en pleno:
1.
2.
3.
21
LA MISIÓN AD GENTES
Constante horizonte y paradigma por
excelencia de toda la Iglesia
Tema 3
Tema 3: La misión ad gentes
Ubicar
Orientar
El Espíritu Santo obra libremente, a semejanza del viento que sopla donde quiere (cf. Jn 3, 8) y, más allá
del escaso testimonio que logramos dar, nuestra esperanza se funda sobre todo en la confianza que
es Dios mismo quien sostiene de manera misteriosa los hilos invisibles de la historia. Esto no tiene
de ninguna manera que des-responsabilizarnos: el Espíritu Santo obra normalmente en el mundo a
través de nuestra cooperación. Por esto los creyentes estamos llamado a vigilar en cada momento, a
custodiar nuestra vocación, a colaborar a la alegría y a la esperanza del mundo compartiendo la perla
preciosa del Evangelio. Nos ha dicho el Señor: “Ustedes son la sal de la tierra: pero si la sal perdiera su
sabor, ¿con qué se la volverá a salar?” (Mt 5, 13).
La presencia cierta del Espíritu nos recuerda constantemente que sólo dejándonos conformar a Cristo,
hasta asumir su mismo sentir (cf. Fil 2, 5), podremos anunciar a Jesucristo y no a nosotros mismos. La
evangelización puede concretizarse sólo siguiendo el estilo del Señor Jesús, el “primer y más grande
evangelizador” (Evangelii nuntiandi, 7).
La característica de toda vida misionera auténtica es la alegría interior, que viene de la fe. En un
mundo angustiado y oprimido por tantos problemas, que tiende al pesimismo, el anunciador de
la «Buena Nueva» ha de ser un hombre que ha encontrado en Cristo la verdadera esperanza (Re-
demptoris missio, 91).
Se es testigo en cuanto se pregona la Palabra, cuando se anuncia el amor de Dios. Y con esto se com-
plementa la vida espiritual del cristiano que no sólo se conforma con tener un encuentro vivo con el
Señor, sino que decide salir y anunciar lo fascinante de ese encuentro, es decir lleva a la vivencia lo
conocido porque sabe que muchos más necesitan encontrarse con Jesús.
Por lo demás, animados por ese Espíritu, protagonista de la misión, que sopla por donde quiere, no
podemos excluir, además, que los no creyentes tengan algo que enseñarnos en relación con la com-
prensión de la vida y que, por tanto, por caminos inesperados, el Señor pueda hacernos escuchar su
voz también a través de ellos. Asimismo, estemos conscientes de que, al hacernos pregoneros de la
Palabra, no nos hacemos sus dueños ni sus administradores. Recordemos que la
Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. El Evangelio habla de una semilla
que, una vez sembrada, crece por sí sola también cuando el agricultor duerme (cf. Mc 4, 26-29). La Igle-
sia debe aceptar esa libertad inaferrable de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy
diversas que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas (Evangelii gaudium, 22).
24
Realizar
Es importante saber que hay mucho que hacer para que un gran número de seres humanos conoz-
can el Evangelio, ya que sería atrevido pensar que la evangelización está completada o que toda
persona en el mundo ha oído hablar del mensaje de Jesús. Es asombroso, pero dos terceras partes de
la humanidad no son cristianos, son de muy variadas creencias religiosas y no han conocido a Jesús
de Nazaret. Tomar en cuenta esta situación es estar conscientes que se necesita del esfuerzo de toda
la Iglesia para que el Evangelio sea divulgado en todos los rincones de la tierra, y así, toda persona
tenga la oportunidad de escuchar el mensaje de salvación que nuestro Señor Jesucristo propone al
género humano de todos los tiempos. La misión ad gentes no es solamente el punto conclusivo del
compromiso pastoral, sino su constante horizonte y su paradigma por excelencia.
Si queremos adoptar un criterio oportuno del cual dejarnos guiar para cumplir un discernimiento
evangélico, tendremos que esforzarnos para ponernos a la escucha de la cultura de nuestro tiempo,
para discernir las semillas del Verbo ya presentes en ella, también más allá de las fronteras visibles de
la Iglesia —las periferias a que hace referencia Papa Francisco—. Escuchar las esperanzas más íntimas
de nuestros contemporáneos —sobre todo las nuevas generaciones—, tomar en serio sus deseos y
sus búsquedas, y esforzarnos por entender qué es lo que hace arder sus corazones, así como aquello
que suscita en ellos miedo e indiferencia es fundamental para poder hacernos siervos de su gozo y
de su esperanza.
El reto no es menor: necesitamos ser cristianos auténticos, es decir cristianos proféticos de mirada
profunda, que han intuido y vislumbrado la necesidad de experiencias de vida, personales y comuni-
tarias, fuertemente enraizadas en el Evangelio; cristianos con una fe adulta, constantemente compro-
metidos en su conversión, encendidos por el llamado a la santidad, capaces de dar testimonio con
absoluta dedición, con plena adhesión y con la humildad y misericordia del Evangelio. Todo ello será
posible sólo si permanecemos dóciles al Espíritu de Jesucristo del cual procede la fuerza y la capaci-
dad de plasmar los corazones y transformarnos en auténticos discípulos misioneros.
Celebrar
Anunciar el Evangelio es comunicar los dones y gracias que Dios transmite al mundo “haciendo nue-
vas todas las cosas”. Como Iglesia, no debemos permanecer sin actuar y en un estado de comodidad
frente a los desafíos de la actualidad, sino que, mediante el impulso del Espíritu Santo, debemos llevar
sin exclusiones el mensaje de Jesús a todos los rincones de la tierra.
¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias,
las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que
ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y esperanza! (Documento Conclusivo
de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil, 548).
25
Tema 3: La misión ad gentes
Dejar unos minutos de silencio para la reflexión personal. Concluyamos orando todos juntos con la
Palabra:
Una vez bautizado Jesús, salió del agua. En eso se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que
bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Éste es mi Hijo
amado, en quien me complazco» (Mt 3, 16-17).
Asimilar
Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 16-20).
Ubica, en tu historia personal, la primera vez que te encontraste con la persona de Je-
sús de Nazaret. Identifica cómo ha guiado tus pasos para que, con tu vida, seas testigo
de su Evangelio. Identifica, también, como ha estado presente en los momentos donde
anuncias su amor y misericordia a los que te rodean.
26
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
por la evangelización de los pueblos
Celebración Eucarística por la Evangelización de todos los pueblos
Monitor:
Del nombre del Señor enorgullézcanse y alégrese el corazón de los que lo buscan. Busquen al Señor y serán
fuertes. Recuerden las maravillas que han hecho.
RITOS INICIALES
(del Ordinario de la Misa, Misal romano, pp. 457-475)
Oración colecta
S: Oremos. Dios nuestro, que con el poder del Espíritu Santo enviaste a aquel que es tu Palabra para evangeli-
zar a los pobres, haz que nosotros, teniendo los ojos fijos en él, vivamos siempre con verdadera caridad, como
mensajeros y testigos de su Evangelio en todo el mundo.
P: Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
(del Ordinario de la Misa, Misal romano, pp. 476-480 y 1344-1364; lecturas tomadas de la Misa por la Evangelización de los
Pueblos, Leccionario III: Propio de los Santos y Otras Misas, pp. 256-258)
Monitor:
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (60, 1-6)
Caminarán los pueblos a tu luz.
Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti. Mira:
las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y
en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las
traen en brazos.Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará, cuando
se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multi-
tud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo
incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios.
P: Te alabamos Señor.
28
(Otras lecturas propuestas: Is 2, 1-5: Confluirán todas las naciones al monte del Señor; Is 56, 1.6-7: Mi casa será casa de
oración para todos los pueblos; Jon 3, 10-4,11: ¿No voy a tener lástima de Nínive?; Zac 8, 20-23: Vendrán numerosos pueblos
a buscar al Señor en Jerusalén)
Salmo responsorial
Sal 116 (R.: 2)
R: Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
Que alaben al Señor todos los pueblos, que todas las naciones lo festejen. R.
(Otros salmos propuestos: 18: R: El mensaje del Señor llega a toda la tierra; 66: R: Que te alaben, Señor, todos los pueblos;
o bien: R: Todos los pueblos de la tierra conocerán tu salvación; 95: R: Cantemos la grandeza del Señor; o bien: R: Vayan
por todo el mundo, aleluya, y enseñen a todas las naciones, aleluya; 97: R: El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad;
o bien: R: Toda la tierra ha visto al Salvador)
Monitor:
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2, 1-8)
Dios quiere que todos los hombres se salven.
Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los
hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida
tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos
lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos.
Él dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento,
pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.
Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren,
levantando al cielo sus manos puras.
Palabra de Dios.
P: Te alabamos Señor.
(Otras lecturas propuestas: Hech 1, 3-8: Ustedes serán mis testigos hasta los últimos rincones de la tierra; Hech 11, 19-26:
Comenzaron a predicar también a los griegos la buena nueva del Señor Jesús; Hech 13, 46-49: Ahora nos dirigiremos a los
paganos; Rom 10, 9-18: ¿Cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se los anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes se lo
anuncien, si no son enviados?; Ef 3, 2-12: Se ha revelado actualmente el misterio de Cristo, que consiste en que los paganos
son partícipes de la misma promesa)
29
Celebración Eucarística por la Evangelización de todos los pueblos
Monitor:
Aleluya
Aleluya, Aleluya.
Aleluya, Aleluya.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (28, 16-20)
Vayan y enseñen a todas las naciones
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había
citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Dios me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan
y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado. Y sepan que yo estaré con ustedes
todos los días, hasta el fin de los tiempos”.
(Otros evangelios propuestos: Mc 16, 15-20: Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio; Lc 24, 44-53: Era necesario
que se predicara a todas las naciones la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados; Jn 11, 45-52: Jesús de-
bía morir para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos; Jn 17,11.17-23: Así como tú me enviaste al
mundo, así los envío yo también al mundo)
En la primera lectura el profeta Isaías presenta a Jerusalén como reflejando la luz del Salvador a todas
las naciones; la luz no proviene de Jerusalén; ella sólo la refleja. Cristo Jesús es la luz de todos los pue-
blos (cf. Lumen gentium 1). Previamente (capítulo 53), Isaías había presentado al Redentor, “el justo, [quien]
traerá a muchos la salvación cargando con las culpas de ellos” (v. 11). Ahora que el Señor ha resucitado,
“está siempre dispuesto a salvar, y su oído pronto a escuchar” (Is 59, 1), y a su luz, reflejada por Iglesia, la
nueva Jerusalén, “caminarán los pueblos, y los reyes al resplandor de su aurora” (Is 60, 3).
El salmo 116, que hemos proclamado entero, es —como dice el padre Konrad Schäfer— “un pequeño
salmo a gran escala”: “El salmo 117 pide el reconocimiento universal de Dios. […] La asamblea es bene-
ficiaria de la bondad de Dios; hacia nosotros se refiere a Israel o comprende a todo el mundo. El poeta
recuerda que la alabanza está completa cuando la intención es unirse en armonía con todos”1.
1 SCHAEFER, Konrad, Salmos – Cantar de los Cantares – Lamentaciones, Villatuerta (Navarra): Verbo Divino, Biblioteca Bíblica Básica, 2006 (2ª reimpr.: 2012), p. 217.
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En la segunda lectura, San Pablo pone de manifiesto el designio salvífico de Dios, que “dimana del
«amor fontal» o de la caridad de Dios Padre” (Ad gentes, 2): “él quiere que todos los hombres se salven y
todos lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2, 4). La misión de la Iglesia es, con todos sus límites
y sus fallas, pero también con sus esperanzas y sus anhelos, una misteriosa prolongación de este amor
fontal del Padre, pues esta misión y, en consecuencia, la misma naturaleza misionera de la Iglesia, “toma
su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre” (Ad gentes, 2), como
nos lo recuerda el Concilio Vaticano II.
El evangelio nos presenta lo que en la Iglesia conocemos como el “mandato misionero”. Este mandato,
como ya lo habían anticipado las otras lecturas, proviene en último término de Dios Padre. Jesús les dice
a los Apóstoles: “Dios me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos a todos
los pueblos…” La misión de la Iglesia proviene del poder de Dios que su Hijo Jesucristo, el Salvador de
la humanidad, ha conferido a los Apóstoles y, a través de ellos, a toda la Iglesia. ¿Cuál es este poder?
Es el poder del amor misericordioso, un poder, una luz, un amor que abarca a todos los seres humanos
de todos los pueblos y de todos los tiempos. Ahora bien, este mandato misionero se da en el marco de
una promesa: “Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin de los tiempos”. Por más
difíciles y adversas que parezcan las situaciones en medio de las cuales la Iglesia se esfuerza a llevar
a cabo con fidelidad la misión evangelizadora, en ningún momento camina sola; Cristo Jesús siempre
avanza con ella, especialmente en las horas más obscuras.
Credo
Elevemos, hermanos, nuestras súplicas a Dios Padre de misericordia, y oremos por todos los hombres.
Digámosle confiadamente: Te rogamos, Señor.
R: Te rogamos, Señor.
Por la Iglesia, para que sea verdaderamente sacramento de salvación para el mundo, y trabaje
incansablemente en el anuncio de la Buena Nueva.
Por el Santo Padre Francisco, para que su testimonio de vida nos aliente a encontrarnos con
Cristo y a vivir en comunión con nuestros hermanos.
Por todas las personas del mundo, especialmente las que no te conocen, y que incluso te
rechazan, para que abras su mente y su corazón a tu Palabra, Jesucristo.
Por los gobernantes y quienes manejan el poder económico y social, para que, iluminados por
tu amor, promuevan la justicia, el desarrollo humano y la paz.
Por los pueblos y culturas que no han oído aún el Evangelio, para que suscites misioneros en
medio de tu Pueblo, que con valentía hagan entrega generosa de sí mismos.
Por todos los misioneros, para que lleguen a ser testigos fieles de tu amor, y con esperanza
planten la semilla del Evangelio, en todos los lugares donde se encuentren.
Por todos nosotros, para que ampliemos los límites de nuestra fe, y asumamos con un corazón
universal el compromiso misionero de nuestro bautismo saliendo al encuentro del otro.
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Celebración Eucarística por la Evangelización de todos los pueblos
Por todos los hombres y mujeres de la tierra, para que en el ejemplo de la santísima Virgen
María encontremos caminos para ser auténticos discípulos y misioneros tuyos.
S: Te pedimos, Padre de misericordia, que ilumines benignamente a tu familia; para que, adhiriéndose a cuanto
te agrada, obtenga de ti toda clase de bienes. Por Jesucristo nuestro Señor.
P: Amén.
LITURGIA EUCARÍSTICA
(del Ordinario de la Misa, Misal Romano, pp. 481-589)
Te rogamos, Señor, que santifiques estos dones y acojas, en tu bondad, nuestra humilde ofrenda para que
nuestros cuerpos se conviertan en oblación viva, santa y agradable a ti y nos concedas servirte, no según la
antigua condición del hombre, sino en novedad de vida, según tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
P: Amén.
RITO DE COMUNIÓN
(del Ordinario de la Misa, Misal Romano, pp. 590-595).
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para procla-
mar el año de gracia del Señor y el día de la redención.
Renovados espiritualmente con el alimento precioso del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, te rogamos, Señor,
que transformes nuestro corazón y nos concedas un espíritu nuevo, para que, con perseverancia, caminemos
por sendas de vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.
P: Amén.
RITOS DE CONCLUSIÓN
(del Ordinario de la Misa, Misal Romano, pp. 598-597)
Monitor: Que esta celebración Eucarística nos impulse a darle un sentido misionero a nuestras acciones ecle-
siales y a nuestra vida cotidiana; pidamos a Jesús que nos abra el corazón para ampliar los límites de nuestra fe
y salgamos siempre más allá de nuestra comodidad y confort. Que seamos verdaderamente Iglesia Universal
para los pueblos y culturas del mundo.
32
HORA SANTA
MISIONERA
Hora Santa Misionera
Canto de exposición
Canto de adoración todos de rodillas
34
Ministro:
Señor Jesús, Dios de la Vida, en esta mañana en la que tú nos convocas, estamos aquí como Iglesia de América,
como Iglesia misionera, queremos adorarte, queremos permanecer en tu presencia, queremos escucharte.
Lector:
Jesús se acercó a ellos y les habló así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; vayan, pues, y
hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y en-
señándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta
el fin del mundo” (Mt 28, 18-20). Palabra de Dios
Momento de silencio
Acción de gracias
Niño 1
Jesús Eucaristía, Pan partido para dar vida al mundo, gracias porque nos has llamado a seguirte,
porque nos invitas constantemente a escucharte, a permanecer a tu lado, a compartir la vida
contigo.
Niño 2
Jesús Eucaristía, Pan partido para dar vida al mundo, gracias porque nos llamas a la conversión, dán-
donos la fuerza para dejarlo todo e ir tras de Ti, cambiando nuestra forma de pensar y de vivir, acep-
tando la cruz de cada día, que es tu misma cruz; en la conciencia de que morir es alcanzar la vida.
Niño 3
Jesús Eucaristía, Pan partido para dar vida al mundo, gracias porque nos llamas a conocerte,
amarte y servirte; porque nos acompañas a través de la vida sacramental fortaleciendo nuestra
conversión inicial.
Niño 4
Jesús Eucaristía, Pan partido para dar vida al mundo, gracias porque nos llamas a vivir en comuni-
dad, participando de la vida de la Iglesia, en el encuentro con los hermanos, en una vida fraterna
y solidaria.
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Hora Santa Misionera
Niño 5
Jesús Eucaristía, Pan partido para dar vida al mundo, gracias porque nos llamas a compartir con
otros, la alegría de ser enviados, gracias porque compartiendo tu misma misión nos haces cons-
tructores del Reino.
Momento de silencio
Lector
Jesús les dijo otra vez: “La paz con ustedes, como el Padre me envió; también yo les envío. Dicho
esto, sopló sobre ellos y les dijo reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 21-22). Palabra de Dios
Canto
Ministro: Como comunidad llevada por el Espíritu te presentamos Jesús, Pan de vida, las necesi-
dades de nuestros hermanos con esta súplica: Envíanos, Señor tu Espíritu.
Niño 1
Por el continente europeo, para que aumentes en número y santidad las vocaciones sacerdotales,
religiosas y misioneras, así mismo te pedimos que en las familias acrecientes el amor a la vida y
la capacidad de gozar de ella. Oremos.
Niño 2
Por el continente africano, para que cada uno de los cristianos viva con autenticidad, buscando
siempre el servicio, haciendo de África la familia de Dios. Oremos.
Niño 3
Por el continente asiático, para que a través del diálogo, la Iglesia enfrente el reto de la evange-
lización en medio del mundo contemporáneo.
Niño 4
Por el continente de Oceanía, para que vea compensada con dones y carismas la generosa ayuda
donada a través de sus discípulos y misioneros, más allá de sus fronteras. Oremos.
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Niño 5
Por nuestro continente americano, para que avives en nosotros la conciencia misionera, y llenos
del Espíritu Santo sepamos leer los signos de los tiempos, manifestando a cada uno de nuestros
hermanos la ternura de tu amor a través de gestos, sentimientos y actitudes verdaderamente
humanos. Oremos.
Niño 6
Por nuestra Iglesia, para que dóciles a la acción del Espíritu, aprendamos a vivir en fidelidad a Ti
Señor Jesús y a la humanidad, en estado permanente de misión. Oremos.
Momento de silencio
Canto de adoración
Lector: Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: “Maestro,¿qué he de hacer para tener en herencia
vida eterna?” Él le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? “Respondió: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.
Le dijo entonces: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”. Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: “Y ¿quién
es mi prójimo?” Jesús respondió: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores
que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel
camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y le
dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y acercándose,
vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una
posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: “Cuida de él y, si
gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.” Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en
manos de los salteadores? “Él dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo”
(Lc 10, 25-37). Palabra de Dios
Momento de silencio
Ministro: Enséñanos Señor Jesús a no pasar de largo, indiferentes, sin detenernos al lado del hermano que está
en necesidad. A comprender y sufrir con el que sufre; a alegrarnos con el que se alegra; a llorar con el que llora;
a hacernos como San Pablo “todo a todos, para salvar a toda costa a algunos” (1 Cor 9, 22).
A tener un corazón bueno, compasivo y misericordioso, capaz de enternecerse ante el sufrimiento del otro. Y
también, Señor, ayúdanos a hacer algo eficaz para remediar el dolor. En esto tú eres nuestro modelo de Buen
Samaritano, remediabas sus necesidades espirituales y corporales, consolabas, predicabas el amor del Padre,
curabas enfermedades físicas y sanabas toda dolencia, multiplicabas los panes para darles de comer. A los
37
Hora Santa Misionera
ciegos devolvías la vista, curabas a los leprosos, resucitabas a los muertos. Y al final te nos has dado por entero
en la Eucaristía y en el Calvario, para darnos vida eterna.
Canto
Momento de silencio
Oremos:
Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas
venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente
en nosotros el fruto de tu redención.
Amen.
De pie con todo respeto se entona un canto mientras el sacerdote o ministro traslada el Santísimo Sacramento
al lugar de la reserva, el canto termina cuando el sacerdote o ministro se ha retirado del lugar.
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ROSARIO MISIONERO
Rosario Misionero
Para rezar el rosario misionero se sigue el mismo esquema de cualquier rosario, con la particularidad de que
todas las intensiones van dirigidas a pedir por las misiones.
• 1º Misterio: Pidamos por África, para que pueda superar el sufrimiento provocado por el hambre,la
pobreza, las continuas guerras y las desigualdades raciales.
A pesar del panorama prevalentemente negativo que hoy presentan numerosas regiones de África y de las
tristes experiencias que no pocos países atraviesan, la Iglesia tiene el deber de afirmar con fuerza que es
posible superar estas dificultades. Ella debe fortalecer en todos los africanos la esperanza en una verdadera
liberación. Su confianza se fundamenta, en última instancia, en la conciencia de la promesa divina, que
nos asegura que nuestra historia no está cerrada en sí misma, sino que está abierta al Reino de Dios. Por
esto ni la desesperación ni el pesimismo pueden justificarse cuando se piensa en el futuro tanto de África
como de las demás partes del mundo.
Ecclesia in Africa, 14
• 2º Misterio: Pedimos por la Iglesia en América, para que, obedientes al Maestro, pueda escuchar
el consejo de María, que nos dice: “Hagan lo que Él les diga”.
[…] las Iglesias particulares de América están llamadas a extender su impulso evangelizador más allá de
sus fronteras continentales. No pueden guardar para sí las inmensas riquezas de su patrimonio cristiano.
Han de llevarlo al mundo entero y comunicarlo a aquéllos que todavía lo desconocen. Se trata de muchos
millones de hombres y mujeres que, sin la fe, padecen la más grave de las pobrezas. Ante esta pobreza se-
ría erróneo no favorecer una actividad evangelizadora fuera del Continente con el pretexto de que todavía
queda mucho por hacer en América o en la espera de llegar antes a una situación, en el fondo utópica, de
plena realización de la Iglesia en América.
Ecclesia in America, 74.
• 3º Misterio: Pidamos para que la Iglesia en Europa, recupere su vitalidad cristiana y misionera.
¡Iglesia en Europa, te espera la tarea de la «nueva evangelización»! Recobra el entusiasmo del anuncio.
Siente, como dirigida a ti, en este comienzo del tercer milenio, la súplica que ya resonó en los albores del
primer milenio, cuando, en una visión, un macedonio se le apareció a Pablo suplicándole: «Pasa por Ma-
cedonia y ayúdanos » (Hch 16, 9). Aunque no se exprese o incluso se reprima, ésta es la invocación más
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profunda y verdadera que surge del corazón de los europeos de hoy, sedientos de una esperanza que
no defrauda. A ti se te ha dado esta esperanza como don para que tú la ofrezcas con gozo en todos los
tiempos y latitudes. Por tanto, que el anuncio de Jesús, que es el Evangelio de la esperanza, sea tu honra
y tu razón de ser. Continúa con renovado ardor el mismo espíritu misionero que, a lo largo de estos veinte
siglos y comenzando desde la predicación de los apóstoles Pedro y Pablo, ha animado a tantos Santos y
Santas, auténticos evangelizadores del continente europeo.
Ecclesia in Europa, 45.
• 4º Misterio: Pidamos por todos los hombres y mujeres de Oceanía, para que escuchando la
Palabra de Dios, se dejen transformar por ella.
Desde la antigüedad, los pueblos de Oceanía se emocionaban ante la presencia divina en los tesoros de la
naturaleza y de la cultura. Pero sólo con la llegada de misioneros extranjeros durante la última mitad del
segundo milenio supieron los nativos de Jesucristo, el Verbo humanado. Quienes emigraron de Europa y
de otras regiones del mundo llevaron consigo su fe. Para todos, el Evangelio de Jesucristo, recibido con fe y
vivido en la communio de la Iglesia, realizaba, superándolas, las más profundas expectativas del corazón
humano. Es la Iglesia en Oceanía fuerte en la esperanza, ya que ha experimentado la infinita bondad
de Dios en Cristo. Hasta hoy, el tesoro de la fe cristiana permanece invariado en su dinamismo y en sus
perspectivas, ya que el Espíritu de Dios resulta siempre nuevo y sorprendente. La Iglesia diseminada por
todo el mundo comparte la esperanza de los pueblos de Oceanía de que el futuro depare nuevos y aún
más maravillosos dones de gracia a las tierras del Gran Océano.
Ecclesia in Oceania, 1.
• 5º Misterio: Pidamos por los pueblos de Asia, para que permanezcan abiertos al anuncio del
Evangelio proclamado por los misioneros.
La Iglesia en Asia canta las alabanzas del «Dios de la salvación» (Sal 68, 20) por haber elegido iniciar su
plan salvífico en la tierra de Asia, mediante hombres y mujeres de ese continente. En efecto, fue en Asia
donde Dios, desde el principio, reveló y realizó su proyecto de salvación. Guió a los patriarcas (cf. Gn 12) y
llamó a Moisés para que condujera a su pueblo hacia la libertad (cf. Ex 3, 10). Al pueblo que había elegido
para sí le habló a través de muchos profetas, jueces, reyes e intrépidas mujeres de fe. En la «plenitud de
los tiempos» (Ga 4, 4), envió a su Hijo unigénito, Jesucristo, el Salvador, que se encarnó como asiático. La
Iglesia en Asia, exultando por la bondad de los pueblos del continente, por las culturas y la vitalidad religio-
sa, y, al mismo tiempo, consciente de la unicidad del don de la fe recibida para el bien de todos, no puede
dejar de proclamar: «Dad gracias al Señor, porque es bueno; porque es eterna su misericordia» (Sal 118, 1).
Dado que Jesús nació, vivió, murió y resucitó en Tierra Santa, esa pequeña porción de Asia occidental se
ha convertido en tierra de promesa y de esperanza para todo el género humano. Jesús conoció y amó
esa tierra, haciendo suyos la historia, los sufrimientos y las esperanzas de ese pueblo; amó a su gente,
abrazando las tradiciones y la herencia judías. En efecto, Dios, ya desde la antigüedad, eligió a ese pueblo
y a él se reveló como preparación para la venida del Salvador. Desde esa tierra, mediante la predicación
del Evangelio, con la fuerza del Espíritu Santo, la Iglesia fue por doquier a «hacer discípulos a todas las
gentes» (cf. Mt 28, 19).
Ecclesia in Asia, 1.
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Rosario Misionero
Letanías misioneras
42
San Leandro de Sevilla Ruega por Europa
San Pedro de Chanel Ruega por Oceanía
Padre Damián de Hancy Ruega por Oceanía
Estrella del Mar Rueguen por Oceanía
Beatos y Stos. Las Innumerables Islas Rueguen por Oceanía
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Perdónanos, Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Escúchanos, Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Ten piedad y misericordia de nosotros
«Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a
los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio,
no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso
de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del
Rosario […], oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de
los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo».
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La misión en el corazón de la fe cristiana
1 087
756
537 537
81
Circunscripciones 16 523 Dispensarios
eclesiásticas África Ámerica Asia Europa Oceanía 5 158 Hospitales
755 612 Leproserías
593 414
15 679 Casas para
ancianos, enfermos
y minúsvalidos
70
35
Estaciones misioneras 9 492 Orfanatos
con sacerdote residente África Ámerica Asia Europa Oceanía 12 637 Kinders
76 656
3 782 Centros
39 929 educativos
19 126
103 758
Estaciones misioneras 37 601 instituciones
sin sacerdote residente África Ámerica Asia Europa Oceanía beneficas
31 915 en
4 “Estaban todos reunidos con un mismo objetivo” (Hch 2,1) 14 350 en Asia (8.6%)
Europa (3.8%)
314 890 en
Ámerica (85.4%)
NOTAS
46
NOTAS
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en junio 2017