Al privatizarse Teléfonos de México en 1990, se transforman de nueva
cuenta las formas de negociación laboral frente a una empresa que
devenía de un monopolio estatal a monopolio de empresa global, que para el actual sexenio, de Peña Nieto, la coloca en competencia monopólica internacional con la reforma constitucional en 2013. Competencia global que impone otras condiciones laborales en lo general, debido a las nuevas prácticas de comercio internacional, nuevas reglas sujetas a tratados internacionales de comercio que se someten a tribunales, leyes en organismos internacionales, arriba del marco jurídico nacional.
A esto responde las reformas estructurales impulsadas a final del
sexenio de Calderón e inicio del actual de Peña Nieto, que desde nuestra revisión son impuestas desde los organismos internacionales como el FMI y Banco Mundial, a causa del crecimiento de la deuda externa, de la obligatoriedad que impone para su cumplimiento de pago a capital y de intereses, sobre todo ante la reestructuración a lo que se vio obligado el FMI en 2009 por la crisis hipotecaria en EUA en 2007 – 2008.
Lo expuesto hasta el momento es parte de la investigación efectuada a
lo que llamamos “Estado Neoliberal en las Telecomunicaciones y Respuesta Laboral: Escisión de Teléfonos de México.” Y pretende dar entrada al resultado de la misma en la parte que consideramos más importante, exponer el impacto en la parte que más nos interesa de manera breve, esperando tener la oportunidad de su publicación.
De esta manera señalamos varias circunstancias. Como el hecho de que
el crecimiento de una industria no fue suficiente para un crecimiento de país, desde que la misma se instala por capitales externos a final del siglo XIX, e insuficiente cuando esta pasa a ser empresa paraestatal, resultado de la política económica del gobierno de Luis Echeverría; que aunque con un aumento mayor y modernización en su privatización, tampoco es suficiente para un país que en la óptica de un neoliberalismo económico o nuevo liberalismo impulsado a inicios de la década de 1980, que se adentra en las raíces de la política y del gobierno prácticamente en todos sus niveles, que decide impulsar al país en una apertura del mercado nacional a la entrada de capital y sus mercancías externas.
Por ello la decisión de señalar que el cambio es impulsado por un Estado
neoliberal, ya que los cambios son impulsados más allá de la dinámica del mercado y para ello los cambios del marco jurídico constitucional para hacerlo obligatorio a través de sus leyes, lo que hoy sabemos por las reformas estructurales. Por eso en los prolegómenos del capital se resalta la necesidad del capital de un Estado Neoliberal, que ha tenido su costo para la mayoría de la población incluyendo la industria nacionalista, muchos lo llaman ya como la pérdida de las cuatro décadas. Como los representantes del capital, el gran capital, el trasnacional, mediante sus organismos surgidos al final de la segunda gran guerra (FMI, Banco Mundial, OMC, OCDE), promueven, impulsan, obligan a tomar como parte de la actividad económica el comercio internacional, ser parte de un mercado necesariamente global, con sus propias reglas, que beneficia primero a las empresas y luego a sus países de origen, aunque a la entrada de D. Trump pone en entredicho tales beneficios para los trabajadores industriales de EUA.
La visión que tenemos del impacto de la lógica neoliberal, en las
telecomunicaciones, es de romper el monopolio natural de Teléfonos de México e insertarlo en la competencia monopólica global, bajo el supuesto de impulsar el crecimiento de la industria en la modernización que supone beneficios de una nueva sociedad, aunque como sector de las telecomunicaciones en la parte de la televisión surgida a mediados del siglo XX limite a Telmex su entrada a la industria.
Evitamos el comentario largo de la reforma en sí de las
telecomunicaciones, algo común en los medios de comunicación, resaltando la cuestión de que la decisión del gobierno de separar la empresa en dos, obligadamente tiene un impacto laboral, como ha sido históricamente a cada cambio cuando se modifica la organización y división de trabajo, a la entrada de tecnología o por razón de mercado; que pareciera una decisión de Estado, sin embargo concluimos que ello beneficia a la empresa en la lógica del capital para reducir costos, de producción y laboral, la oportunidad de resolver algunos pasivos contraídos desde la privatización, como es la cuestión de las pensiones a los jubilados que por su número es importante en la nómina, aunque ello este respaldado por un fondo de garantía.
Separación que supone, cambios en el contenido del Contrato Colectivo
de Trabajo, lo que en la revisión en 2014-16 la empresa intento reducir su contenido, seguramente de algunas prestaciones económicas y del ámbito administrativo. La titularidad del contrato colectivo de la empresa separada, suponiendo una de las intenciones de la empresa en propiedad, o a la figura de patrón sustituto el contrato colectivo de trabajo a definir, la validación del actual contrato para la misma.
Seguramente la planta laboral será reorganizada, por lo que requerirá de
su movilidad, cuestión ya vivida por la organización y contemplada en el contrato colectivo. La incorporación de nueva fuerza laboral, cuestión que ha venido sucediendo paulatinamente al estar los trabajadores de las filiales en los centro de trabajo. El perfil que define sus obligaciones laborales se modificara al de los trabajadores telefonistas, probablemente con una mayor universalización de la mano de obra y menor costo laboral, olvidando que la materia de trabajo siempre requiere una especialización.
Tenemos que destacar que todo cambio siempre ha tenido una
respuesta de los trabajadores telefonistas históricamente, el reto es cómo lograr el cambio a favor de todos, para ello la empresa y sindicato deberán establecer la mesa de diálogo y resolver las formas y contenido del cambio en una negociación formal, lo contrario genera un conflicto que obedece a otras razones.
Finalmente la separación o no de la empresa, la entrada de empresas
multinacionales al mercado nacional, presenta un problema no atendido como país, a causa de la distribución desigual de la riqueza, bajos salarios frente a altas ganancias de las empresas, la concentración de la riqueza en pocas manos; mayor pobreza que resulta en mayor marginación, bajo acceso a una calidad de vida que se define como mínimo en la Constitución y en organismos internacionales como la OIT, con el salario decente como preocupación mundial, está cada vez más lejos. Ello significa el acceso desigual y marginal a los supuestos beneficios de la modernidad que implica e impulsa las nuevas telecomunicaciones, sobre todo en entidades o localidades urbanas- rurales de mayor pobreza.
La permisibilidad del gobierno en general del bajo mantenimiento de las
redes físicas, que definirá la calidad del servicio, seguramente atendido sólo cuando ello se refleje en quejas a través de la Profeco, cuando sea una obligatoriedad por ley involucrara a las empresas a un reto difícil de resolver en el corto plazo.
Las especificidades que implica el proceso no se detendrá, aún con la
entrada de un gobierno de tinte político diferente, por la importancia que tiene las comunicaciones cada día más acorde a la dinámica del capital global, la circulación del mismo en los mercados financieros y del sistema bancario. Es cuestión que los trabajadores tendrán que tomar en cuenta obligadamente por los cambios de la dinámica del capital global, nuevas formas de lucha y de asociación de las organizaciones sindicales al interior del país y entre países.