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11 de noviembre de 2016  |  Las12

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¿TE LO EXPLICO? NO, GRACIAS


Mansplaning es un término que nació en las redes sociales para definir a los hombres explicándolo todo, aun lo que no saben o
lo que nadie les preguntó.

Poco tiempo atrás, la astronauta Jessica Meir (@astro_jessica) publicó un video: “Mi primera aventura >63,000’, la zona
equivalente al espacio, donde el agua hierve de forma espontánea. Por suerte, yo iba preparada”. A lo que, el desconocido
tuitero @caseyoquin, respondió: “Yo no diría que es espontáneo. La presión en la sala cayó por debajo de la presión del vapor
del agua a temperatura ambiente. Simple termodinámica”. Entonces la red atacó y condenó la arrogancia de este usuario, fiel
representante del neologismo “mansplaining”, compuesto por las palabras “hombre” y “explicar”, utilizado para cuando un
hombre dice de manera paternalista algo a una mujer. Finalmente, @caseyoquin cerró su cuenta de Twitter, porque quizá
comprendió que Jessica está en el espacio porque es doctora en biología marina, profesora de Harvard Medical School y desde
el 2013 trabaja en la NASA: ella sabía lo que hacía.
Si bien esta actitud existe desde siempre en diversos ámbitos y hacia hombres y mujeres, la primera vez que fue utilizada como
expresión fue en 2008 y desde entonces, con el auge de las redes sociales, va en ascenso. Fue palabra del año en The New
York Times en 2010 y en 2014 se incorporó al Diccionario de Oxford. 
“No se trata de género, sino de idoneidad”, respondieron a montones en Twitter a la periodista Paula Gimenez (@yofermina) en
su artículo para Diario Registrado “¿Por qué tenemos que demostrar que somos capaces?, porque somos mujeres”, en las
mismas redes, al respecto del cupo femenino. Los trolls en Internet, usuarios sin nombre ni apellido, son los más
experimentados en desacreditar argumentos. Hay estudios que demuestran, con datos duros, que interrumpimos
desacreditando más a interlocutores mujeres que hombres. No es algo de género, es algo con el género.  
“Es un recurso muy fácil desacreditar las cuotas diciendo que no se trata de porcentajes sino de idoneidad o aptitud, que tienen
que llegar a los puestos que sean los más o las más competentes. Pero hay trampa”, dice las LAS12 Juana Gallego, escritora
española especialista en género y comunicación al respecto de la situación argentina: “Siempre se esgrime este argumento para
referirse a la cuota femenina. Nadie pregunta si los hombres son idóneos o no, si tienen aptitudes o no. Solo se dice para
referirse a las capacidades de las mujeres, que por lo visto las tienen que demostrar, aunque no hay ningún examen que
acredite que los hombres estén capacitados para ejercer cualquier cargo o puesto de responsabilidad. A ellas se les exige
demostrarlo”.
La escritora Rebecca Solnit, autora de “Men explain to me” caracteriza este fenómeno como la tiranía de lo cuantificable, como
lo que puede ser medido tiene siempre prioridad sobre lo que no puede serlo. El ejercicio consiste en ver el patrón y definirlo, no
de apuntar a cualquier hombre por el hecho de poder pecar de todo esto. Cuál paradoja, seguramente estos términos serán
desacreditados pero si no se los señala seguirán pasando como la norma: “No es una sensación la de creer que los hombres
aparentan saber siempre más que las mujeres de todo, e intentan dar lecciones incluso de aquello que desconocen. Esto
significa que se han auto-otorgado autoridad y la sociedad les ha dado la autoridad suficiente según la cual su criterio –su
palabra– siempre ha tenido más credibilidad que la femenina”, indica Gallego y agrega: “Por eso se tiende al mansplaining,
porque ellos han interiorizado este estado de cosas según el cuál lo que dicen las mujeres es charlatanería insustancial.  Nos
falta mucha pedagogía todavía y mucho “feminazismo” por mucho que les moleste a muchos hombres para contrarrestar esta
actitud”. Solnit lo compara con el “Síndrome de Casandra” en la mitología griega, una sacerdotisa con don de la profecía certera
pero maldecida a no ser creída por nadie. Por eso, aunque ella avisó, Troya ardió. 

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