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La Alianza del Pacífico o el ofensivo retorno del ALCA

Por Stella Calloni


13 junio 2013

La integración suramericana, que continúa avanzando por sobre las especulaciones de los cuarteles
mediáticos y los proyectos geoestratégicos del poder hegemónico imperial, enfrenta en estos
momentos otra amenaza, que es necesario analizar desde diversos ángulos: la renovada Alianza del
Pacífico.
A esto hay que añadir la propuesta colombiana para integrar la Alianza del Atlántico Norte (OTAN en
sus siglas en inglés) que se enfrenta al proyecto integrador emancipatorio de América Latina y el
Caribe, donde privan ideas básicas: la construcción de un sistema de defensa conjunta en función de
las necesidades defensiva de la región, la implementación del Banco del Sur, para desestructurar la
dependencia, la decisión de los países de la Unión de Naciones Suramericanas de constituir a esta en
un territorio de paz y lograr responder definitivamente y con armas a la desesperada demanda social
de nuestros pueblos. Un proyecto antihegemónico que necesita de tiempos y voluntades.
La OTAN nada tiene que hacer en nuestra región, cuando se ha convertido, en un gendarme de
intervención mundial que a su vez maneja ejércitos privados (mercenarios) para comenzar sus
acciones bélicas.
Algo realmente grave si se advierte la tragedia del retorno de guerras coloniales que están sacudiendo
otras regiones del mundo en estos momentos y que han llevado a Europa a una crisis inconcebible en
el siglo XXI, vía gobiernos que deciden a espaldas de sus pueblos, llevando a sus tropas a combatir en
guerras ajenas, con gastos millonarios en armamentos y convirtiendo a sus tropas en conquistadores
de territorios para otros. Eso es lo que está sucediendo.
La VII cumbre de la Alianza del Pacífico realizada en Cali a principios de junio, con la participación de
México, Colombia Chile y Perú, incorporó en este caso a Costa Rica, mientras asisten como
observadores España, Canadá, Panamá, Guatemala y Uruguay.
La intervención del presidente de Colombia Juan José Santos, si bien no fue del todo sorpresiva
porque, de hecho, siempre aparecía en el proceso de integración jugando a dos bandos, aunque más
contenido, hablando en este caso sobre el nuevo “motor” de la economía regional, no es sino la
decisión de ir a fondo en un proceso enmarcado en lo que fuera el Área de Libre Comercio para las
Américas (ALCA),un proyecto recolonizador por excelencia, dignamente rechazado por los integrantes
del Mercado Común del Sur y Venezuela en noviembre de 2005, en Mar del Plata. Lo que la Alianza del
Pacífico plantea es profundizar los caminos hacia el decadente neoliberalismo del siglo XXI.
Esto implica un enorme retroceso para los pueblos de los países que conforman esa Alianza, que no
responde a los intereses estratégicos regionales, sino a los imperiales de turno.
Si algunos países pequeños creen encontrar una salida, el espejo el futuro muestra que esto sólo
puede llevar a resolver asimetrías vía la subordinación de los pequeños y también de los grandes.
Cualquier proyecto emancipatorio queda relegado en estos planes, ya que no se trata de cumplir con
la idea de una independencia definitiva, que no sólo libera a la región auténticamente sino que la
fortalece en cualquier negociación.
Esto sin hablar de las demandas sociales, en las que jamás pensaron los equipos del Libre Mercado,
como ya se vio en los años 90, o como se está viendo hoy en la Unión Europea (UE).

“La tarea del corto plazo, implica la liberación del 90 por ciento de aranceles en forma poco
discriminada, permitiendo crear un `mercado` de más de 216 millones de personas sin incluir los
observadores, con una tendencia a la desregulación estatal en sectores estratégicos: de tipo agrícola o
en los recursos naturales; un retorno al proceso de reestructuración neoliberal que tomó fuerza
desde la década de los 70 a los 90 (época dorada de los Chicago Boys), propuesto como alternativa al
cepalismo (Cepal) de (Raúl) Prebisch acusado de ‘proteccionista’ bajo el modelo de industrialización
por sustitución de importaciones”.
Así lo define Attac (La Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción
Ciudadana), en un análisis recientemente publicado.
Para esta organización, aquella cumbre de Cali, coincidía con “el papel activo de América Latina, en la
agenda económica para el segundo período del gobierno de Barack Obama”.
No pueden olvidarse ni las recientes palabras del secretario de Estado John Kerry sugiriendo ante el
Congreso de Estados Unidos, que América Latina es el patio trasero, ni su aseveración sobre la
necesidad de un acercamiento “vigoroso” con la región. Este vigor no es para ayudar a los
latinoamericanos, sino para proteger los intereses norteamericanos y establecer un control regional a
todas vistas recolonizador.
Si hay quienes no pueden festejar esta Alianza del Pacífico son los pueblos de los países que la
conforman, por lo menos en nuestra región. ¿Volver a los 90?. Una tragedia social, política y
económica.
La única oferta que está mirando hacia un futuro justo y digno para los pueblos de América Latina y
realmente independiente, es la que se plantea desde sus diversos planos la integración como el Alba,
el Mercosur, UNASUR y el proyecto más complejo y completo que es el CELAC (la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños) que nació como tal en Caracas, bajo la presidencia de Hugo
Chávez Frías, el fallecido mandatario, motor de la estrategia liberadora.
En este renovado nuevo proyecto recolonizador de Estados Unidos se inscriben las recientes visitas de
Barack Obama a México y Centroamérica y otras que se propone en tiempos cercanos.
En el libro “Inteligencia Estratégica para la Política Mundial Latinoamericana” (1949), el escritor
Sherman Kent advertía sobre algo que hoy es una realidad: “La guerra no siempre es convencional:
en efecto, una gran parte de la guerra, de las remotas y las más próximas, ha sido siempre realizada
con armas no convencionales”
Se refería al tipo de guerra, en la cual vía la política (en estos días también bajo el virtual terrorismo
mediático que se aplica contra nuestros países) y la vía económica, una verdadera guerra actualizada
en estos tiempos, en que América Latina toma o intenta hacerlo el control real de sus recursos y sus
Estados. Es parte de la ofensiva que en este momento despliega Estados Unidos contra Venezuela y la
región tratando de fragmentar el verdadero proyecto unitario y aislar a los gobiernos regionales. Es
una ofensiva tan guerrera como la que hoy están aplicando sobre Venezuela.

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