Ast bablaba Zaratusira 37
hablar y-desde entonces no quiero que me empujen para cam~-
biar de sitio. .
Ahora soy lgero, ahora vuelo, ahora me veo por debajo de
mi, ahora baila en mi un dios.
Asi hablaba Zaratustra.
DEL ARBOL DE LA MONTANA
Habia visto Zaratustra que un joven rehufa su presencia.
¥ atravesando una tarde las montafias que rodean la ciudad
llamada “La Vaca Pinta”, encontré en su paseo a dicho joven,
recostado en un arbol y dirigiendo al valle una mirada cansa-
da, Zaratustra agarré el arbol en que se apoyaba eljoven y dijo:
“Si yo guisiera sacudir este drbol con mis manos, no podria,
Mas el viento, al que no podemos ver, le agita y le dobla a
su antojo, A nosotros nos doblan y agitan manos invisibles.”
Le miré asombrado el joven’y le dijo: “Estoy oyendo a
Zaratustra, y justamente pensaba en él” Zaratustra preguntd:
“qPor qué te asustas?” Lo mismo le pasa al hombre que al 4r-
bol. Cuante mas quiere elevarse hacia las alturas y hacia Ja cla-
tidad, mas profundamente se clavan sus raices en la tierra, ha-
cia abajo) hacia Jo oscuro y tenebroso: hacia el mal.”
“jSt, hacia el mal! —exclamé el joven—. « i
que hayas descubierto mi alma?” Joven. gGbmo es posible
_ Zaratustra sonrié y dijo: “Hay almas que nunca se descu-
brirén, a menos que se empiece por inventarlas,”
iSf, hacia el mal exclamé de nuevo el joven.
lego arriba, siempre me encu i
habla y el frie dene IP encuentro solo, Nadie me
pues, en Ie canceled me hace tirirar. :Qué es Jo que
1 desprecio y mi deseo crecen a un ti
me ely’ ° i un Uempo; cuanto més
cman tes § desprecio al que se eleva. éQué quiere él, enton-38 Pederioo Nistzrcha
iCudnto me averglenzo de mi
iCémo me slo de ta Comte
Ce a he to el
cl joven, mits Zaratustra ol j
ba, y hablé ass “Esto drbol se eleva see ee el eee
per encima de los hombres y de tos animales, Y si isle hae
af pio le comprenderfa; tanto ha crecido, “os
.ctpera, y no cesa do esperar. Qué espera? Habi
myhome al asiento de las nubes: ghceso pera el priner
Dicho esto por Zaratustra, el j
vehomentes: “SI, Paratumts, dices Is vost” doce
eafda al querer llegar 4 lag alturas, y td erey el rayo que espera-
ba, |Miramel Qué soy yo desde que t4 has idk La en-
vidia mo ha aniquilado”. Hablé ast el joven Tlorando amarga-
inente, Zaratustra Ie rodeé Ia cintura con su brazo y le levé
consign.
cuando hubieron andado juntos algunos minutos, Zara-
tustra comenzé a hablar asf:
. “Desgarrado tengo el corazén. Mejor que tus palabras, me
dicen tus ojos el peligro que corres.
"Ti no eres libre adn, aun duscas la libertad. ‘Tus pesquisas
te han desyeludo demasiado.
Quieres ascender a la altura fibre; tu alma tiene sed de es-
trellas, pero tus malos instintos tienen también sed de libertad.
‘Tus perros salvajes quieren ser libres; Iadran de alegria en
su cueva, cuanda tu espirita tiende a abrir todas Jas prisiones.
Para md, eres atin un prisionero que suefia con Ia libertad.
jAy! jl alma de tales prisioneros se hace prudente, pero tam-
high astuta y mala! . i, .
EL que fa logrado libertar su espiritu, necesita atin, purifi-
Qnedan en él todavia diversos rastros de violencia y de
sagres hace falta que sus ojos se purifiquen, ,
Conozca cl peligro que corres, pero, jpor mi amor y m!
espera te exhurto a que no arro)es Icjos de ti tu amor y
esperanet! . ,
“La te reconoecs atin noble, y asf te reconocen Ios demis,
lug que no te quieren bien y te miran_ con malos ojos. Sabe que
tudes tropiezan con algtin noble en ef camino.Asi hablaba Zaratustra 39
También los bucnos tropiczan con algun noble en su ca-
mino y si le Maman bueno, no es mis que para apartarle a un
Jado.
El noble quicre crear alguna cosa nueva y una nueva vir-
tud. El bueno desea las cosas viejas y la conservacién de elas.
Pero el peligro del noble no es que se torne bueno, sino in-
solente, burlén y destructor.
jAy! Yo he conocido nobles que perdicron su nis alta es-
, y después calumniaron todas las aleas csperanzas.
Desde entonces vivicron, decididamente, con menguados
deseos, y apenas se trazaron una meta de un dia para otro.
“El espiritu es también voluptuosidad”, dijeron, y entonces
su espiritu se quebré Jas alas: ahora se arrastran de acd paca
alla y manchan todo Jo que rozan.
Antes pensaron hacerse hérocs; ahora son holgazanes y Ja
idea del herofsmo les causa afliccién y espanto.
Pero por mi amor y mi esperanza te lo digo: jno arrojes
lejos de ti al héroe que hay en tu alma! {Santifica su mis alea
eranza!” .
Asi hablaba Zaratustra.
DE LOS PREDICADORES DE LA MUERTE
“Hay predicadores de la muerte, y el mundo esti leno
de seres a quienes hay que predicar que desaparezcan de la
vida.
EI mundo estd Meno de superfluos, y Ja vida corrompida
por los que sobran, ;Que les saquen de esta vida con el sefiue-
To de Ja “eterna”! /
A los predicadores de la muerte se les designa como “ama-
rillos”. También se les Ilama “‘negros”, pero yo los quiero pre-
sentar bajo otros colores. . .
Son terribles los que evan en si la bestia salvaje, y que no
pueden escoger mis que entre las concupiscencias y las morti-
ficationes, y aun sus concupiscencias son mortification ae
Ni siquiera Hej ‘a. ser hombres esos seres terrib) ie iQe
prediquen Je eversién a la vida, y que la sbandonen jos! &
tos son log distcos del alma, que apenas han naci jo cuando