Fragmento de la entrevista al Cardenal Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia y fundador
y primer presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para el estudio del matrimonio y la familia, publicada por “Il Foglio” el día 15 de marzo de 2015.
P. Se habla de la posibilidad de readmitir a la eucaristía a los divorciados y vueltos a
casar. Una de las soluciones propuestas por el cardenal Kasper es que hagan un periodo de penitencia que les lleve al pleno acercamiento. ¿Es una necesidad ineludible o es una adecuación de las enseñanzas cristianas según las circunstancias? R. Quien plantea esta hipótesis, al menos hasta ahora, no ha respondido a una pregunta muy simple: ¿Qué pasa con el primer matrimonio “rato et consumato”? Si la Iglesia admite a la eucaristía debe hacer en cualquier caso un juicio de legitimidad la segunda unión. Esto es lógico. Pero entonces, como decíamos ¿Qué pasa con el primer matrimonio? El segundo sabemos que no puede ser un verdadero matrimonio puesto que la bigamia está en contradicción de la Palabra del Señor. ¿Y el primero? ¿Está disuelto? Los Papas siempre han enseñado que la potestad del Papa no llega a esto: sobre el matrimonio “rato et consumato” el Papa no tiene poder ninguno. La solución propuesta lleva a pensar que queda el primer matrimonio, pero que hay también una segunda forma de convivencia que la Iglesia legitima. Así pues se da un ejercicio de la sexualidad humana extraconyugal que la Iglesia considera legitima. Pero con esto se niega la columna sobre la que se asienta la doctrina de la Iglesia en torno a la sexualidad. Llegados a este punto uno podría preguntarse: ¿Y por qué no se aprueba la libre convivencia? ¿Y por qué no las relaciones íntimas entre homosexuales? La pregunta de fondo es por tanto simple: ¿Qué pasa con el primer matrimonio? Pro nadie responde. Juan Pablo II decía en el 2000 en una alocución a la Rota que “emerge con claridad que la no extensión de la potestad del Romano Pontífice respecto a los matrimonios ratos y consumados, es enseñada por el magisterio de la Iglesia como doctrina segura y definitiva, esto quiere decir que no se admiten más disensiones entre los teólogos ni más dudas entre los fieles. P. Por tanto ¿no es solo cuestión de praxis sino también de doctrina? R. Sí, aquí se toca la doctrina. Inevitablemente. Se puede también decir que no lo hace, pero sí que lo hace. No solo eso sino que se introduce una costumbre que a largo plazo determina esta idea en el pueblo cristiano y no cristiano: no existe ningún matrimonio absolutamente indisoluble. Y esto está ciertamente en contra de la voluntad del Señor. No tengo ninguna duda sobre ello.