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LA MUERTE DE JESÚS

Al hablar de la muerte de Jesús, es preciso tener en cuenta cinco aspectos en cuanto


a: hecho histórico, hecho jurídico, hecho teológico, hecho soteriológico y hecho eclesial-
cultural. Sin dejar de lado el contexto del problema, las fuentes que nos brindan lo referente
a este acontecimiento, la conexión existente entre la vida y la muerte de Jesús, ¿cuáles fueron
las causas que motivaron el hecho de su muerte?, entre otras.

En lo pertinente al contexto del problema, debemos tener en cuenta que el hecho de


la vida de Jesús es su muerte, ya que sin el acontecimiento de la cruz, la vida de Jesús
carecería de sentido, pues es en la cruz donde se da el cumplimento a plenitud de la voluntad
de Dios padre, de esto da razón la máxima ascética que reza: “per crucem ad lucem” (es
decir, a través de los sufrimientos de la cruz se llega a la felicidad de la luz). Por otro lado,
como dato histórico, quienes atestiguan unánimemente este hecho son las fuentes cristianas,
judías y romanas, que, aunque concuerdan en la descripción del modo de morir, discrepen a
la hora de interpretar las causas y las responsabilidades. Ahora, la muerte de Jesús en la cruz,
ha sido el fin de su vida entregada al Reino, en el sentido final cronológico y en el sentido
metateológico; esto en cuanto a hecho histórico fácilmente puede ser comprobado, por las
fuentes a otrora mencionadas, pero la cuestión más compleja que nos lleva a reconocer a
Jesús como el Mesías y confesarle como el Señor de la gloria, es solamente posible con la
ayuda de la interpretación y la fe, de lo contrario cualquier esfuerzo sería en vano. De la
muerte de Jesús, podemos decir, que esta no fue casual, ni fruto de una previa mala voluntad
de los hombres, ni de un destino ciego, ni siquiera un designio de Dios, que la quisiera por sí
misma, al margen de la condición de los humanos y de su situación bajo el pecado; por tal
razón, este acontecimiento, debe ser entendido desde las situaciones, las instituciones y las
personas en medio de las que Jesús vivió, pues como veremos más adelante, las razones que
llevaron a Jesús a la muerte, fueron los desafíos que este planteó en cuanto a lo moral, lo
teológico, lo salvífico y lo social. (Reino, muerte y resurrección constituyen el triángulo
hermenéutico desde dentro del cual hay que comprender el destino y la persona de Jesús).
Las fuentes que nos trasmiten el relato sobre la pasión los encontramos en los
Evangelios, los cuales, de acuerdo con los autores, recibieron estos relatos de un relato
primordial del que dependieron los evangelistas. Entre las intenciones y motivaciones
comunes que podemos encontrar en dichas fuentes, destacamos cuatro puntos, a saber: a) la
voluntad de identificar a Jesús (acumulando títulos a lo largo del proceso, testimonios a la
hora de la muerte y fenómenos cósmicos o signos de orden religioso, de forma que sepamos
quien es el que muere); b) el estilo (es el propio de un texto litúrgico, que repite las cosas,
con rasgos hímnicos y anamnéticos); c) elaboración (están elaborados sobre la falsilla del
antiguo testamento, mostrando a Jesús como el justo que muere delante de Dios, el salterio y
el profeta Isaías son los dos libros con cuya ayuda la comunidad interpreta y asimila la pasión
de Jesús); d) la intensión paremnética (todos son incitados a mantener la fidelidad e incluso
imitar a Cristo Jesús que hizo esa bella confesión en presencia de Poncio Pilato). Por otro
lado, dentro de los rasgos comunes mencionados, Mateo resalta la Mesianidad y autoridad
de Jesús; Marcos la filiación divina unida al silencio y soledad en que muere, como siervo de
Dios abandonado de los hombres; Lucas la delicadeza y ternura de Jesús hasta el final,
concluyendo su vida en oración por sus perseguidores; y, por último, en Juan la majestad del
Hijo de Dios que sufre, pero que va libre y decididamente a la muerte.

Del hecho de la muerte de Jesús, podemos decir, que es un hecho patente en sus rasgos
fundamentales, aunque muchos detalles concretos queden en la oscuridad, como el día y la
hora exacta. De lo que sí podemos hablar con certeza es de que desde cuatro desafíos que
eran expresión y consecuencia de la autoconciencia de Jesús, dichos desafíos, fueron la causa
del rechazo por parte de las autoridades del pueblo. Puesto que, las autoridades judías tenían
la conciencia de que si prevalecía Jesús, el judaísmo se vería amenazado al punto de llegar a
perecer; por tal razón, si el judaísmo quería perdurar, Jesús tenía que perecer. Veamos a
continuación los desafíos que planteaba Jesús:

1. Desafío moral: reconduce la ley a sus intenciones más profundas en la línea de un


profetismo y monoteísmo éticos, resaltando la pureza del corazón y no la de las
manos, la justicia real y no el cumplimiento formal.
2. Desafío social: al acercarse a los grupos humanos e individuos rechazados por su
cumplimiento de la ley, sus ocupaciones y procedencias, Jesús yendo más allá de lo
que una legislación de pureza ritual permitía.

3. Desafío salvífico: al realizar mediante sus acciones el amor y el poder de Dios; al


realizar milagros curando en sábado, mostrando la superioridad del hombre sobre la
ley y el amor del Padre para con sus hijos necesitados frente a los preceptos humanos.

4. Desafío teológico: Arranca a Dios del lugar, función, poderes y categorías en que el
judaísmo le tenía.

A modo de conclusión, de esta primera parte de los desafíos podemos decir que resultaban
inaceptables por parte de quienes se sentían con la responsabilidad de velar por el judaísmo.
Dado que Jesús, no sólo amenazaba el aspecto religioso, sino que también repercutía en el
ámbito político por la siguiente razón: “Dada la difícil relación entre Judea, provincia
sometida, y Roma, es pensable que las autoridades judías temieran que los representantes del
poder romano reaccionaran limitando más las libertades del pueblo o incluso que amenacen
con su destrucción”. A lo dicho anteriormente, se sumamos la forma de muerte de Jesús por
crucifixión, siendo esta la muerte más ignominiosa, propia de los más pobres de su tiempo
(los esclavos). Pues, el juicio, explícito y jurídico de los romanos, y el implícito y moral de
los judíos, que condena a Jesús marcando un final que repercutía negativamente sobre el
principio; pero dicho principio cambia con la resurrección, ya que, con ella se invierte el
juicio histórico de los hombres, en cuanto que ella es la acción, el juicio y la manifestación
escatológica de Dios que afirma a Cristo en la vida frente a la muerte, haciéndole partícipe
de su poder y gloria.

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