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Del hecho de la muerte de Jesús, podemos decir, que es un hecho patente en sus rasgos
fundamentales, aunque muchos detalles concretos queden en la oscuridad, como el día y la
hora exacta. De lo que sí podemos hablar con certeza es de que desde cuatro desafíos que
eran expresión y consecuencia de la autoconciencia de Jesús, dichos desafíos, fueron la causa
del rechazo por parte de las autoridades del pueblo. Puesto que, las autoridades judías tenían
la conciencia de que si prevalecía Jesús, el judaísmo se vería amenazado al punto de llegar a
perecer; por tal razón, si el judaísmo quería perdurar, Jesús tenía que perecer. Veamos a
continuación los desafíos que planteaba Jesús:
4. Desafío teológico: Arranca a Dios del lugar, función, poderes y categorías en que el
judaísmo le tenía.
A modo de conclusión, de esta primera parte de los desafíos podemos decir que resultaban
inaceptables por parte de quienes se sentían con la responsabilidad de velar por el judaísmo.
Dado que Jesús, no sólo amenazaba el aspecto religioso, sino que también repercutía en el
ámbito político por la siguiente razón: “Dada la difícil relación entre Judea, provincia
sometida, y Roma, es pensable que las autoridades judías temieran que los representantes del
poder romano reaccionaran limitando más las libertades del pueblo o incluso que amenacen
con su destrucción”. A lo dicho anteriormente, se sumamos la forma de muerte de Jesús por
crucifixión, siendo esta la muerte más ignominiosa, propia de los más pobres de su tiempo
(los esclavos). Pues, el juicio, explícito y jurídico de los romanos, y el implícito y moral de
los judíos, que condena a Jesús marcando un final que repercutía negativamente sobre el
principio; pero dicho principio cambia con la resurrección, ya que, con ella se invierte el
juicio histórico de los hombres, en cuanto que ella es la acción, el juicio y la manifestación
escatológica de Dios que afirma a Cristo en la vida frente a la muerte, haciéndole partícipe
de su poder y gloria.