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La lengua es poderosa: úsela bien

“Deseo que te complazca todo lo que digo.” (SAL. 19:14, La Palabra de Dios para
Todos)
CANCIONES 82 Y 77

¿CÓMO NOS AYUDA EL EJEMPLO DE JESÚS A DECIDIR...


... cuándo vamos a hablar?
... qué vamos a decir?
... cómo vamos a decirlo?
A PRINCIPIOS de octubre de 1871 se desató en el estado de Wisconsin uno de los incendios
más terribles en la historia de Estados Unidos. Las llamas devoraron más de dos mil millones de
árboles y mataron a más de 1.200 personas. Al parecer, el desastre comenzó por culpa de unas
simples chispas que soltó un tren mientras pasaba por la zona. Este detalle confirma lo ciertas que
son las palabras de Santiago 3:5: “¡Con cuán pequeño fuego se incendia tan grande bosque!”.
El discípulo Santiago habló del fuego para hacer una comparación. Pero ¿con qué?
2 El versículo 6 da la respuesta: “La lengua [también] es un fuego”. Tal como el fuego es
peligroso, la lengua —es decir, nuestra capacidad de hablar— puede causar mucho daño. De hecho,
la Biblia dice: “Muerte y vida están en el poder de la lengua” (Prov. 18:21). Desde luego,
no dejamos de usar el fuego tan solo porque podría quemarnos. De igual manera, no vamos a dejar
de hablar tan solo porque podríamos herir a alguien con nuestras palabras. Lo importante es
mantener el control. Si controlamos el fuego, nos sirve para cocinar, calentarnos o ver en la
oscuridad. Si controlamos la lengua, nos servirá para alabar a Jehová y servir al prójimo (Sal.
19:14).
3 Sea que nos comuniquemos con la lengua o haciendo señas con las manos, la capacidad de
transmitir nuestros pensamientos y sentimientos es un regalo de Dios. ¿Cómo podemos usarlo para
hacer el bien a quienes nos rodean y no el mal? (Lea Santiago 3:9, 10.) Veamos tres cosas que
debemos tomar en cuenta al hablar: qué decir, cómo decirlo y cuándo decirlo. Empecemos por el
cuándo.
CUÁNDO DECIRLO
4 Hablamos todos los días, pero no tenemos por qué hablar todo el día. Como bien dice la Biblia,
hay un tiempo para callar (Ecl. 3:7). Por lo general se considera una falta de respeto interrumpir a
alguien que está hablando (Job 6:24). También es de sabios morderse la lengua cuando alguien nos
provoca o para no revelar información confidencial (Sal. 4:4; Prov. 20:19).
5 Por otro lado, la Biblia dice que hay un tiempo para hablar (Ecl. 3:7). Si un amigo nos da un
regalo, lo agradecemos, y una manera de demostrar ese agradecimiento es dándole buen uso,
no dejándolo abandonado. Del mismo modo, mostramos agradecimiento a Jehová cuando usamos
bien el regalo que nos ha dado: la capacidad de comunicarnos. Una manera de hacerlo es
animando a otros y alabando a Jehová, así como expresando nuestros sentimientos y necesidades
(Sal. 51:15). Ahora bien, hay que saber cuál es el mejor momento para hablar.
6 Proverbios 25:11 explica el valor de saber cuándo hablar: “Decir la palabra adecuada en el
momento preciso es como manzana de oro servida en bandeja de plata” (La Palabra de Dios para
Todos). Por sí solas, unas manzanas de oro pueden ser muy hermosas. ¡Imagínese si están sobre
una bandeja de plata! De igual modo, si queremos que nuestras palabras surtan todo el efecto
deseado, tenemos que elegir el momento adecuado para decirlas. ¿Cómo se hace eso?
7 El discernimiento nos ayudará a elegir el mejor momento para hablar. De otro modo, lo que
digamos no ayudará a quienes nos rodean, aunque sea justo lo que necesiten (lea Proverbios
15:23). Por ejemplo, en marzo de 2011, un tsunami arrasó una gran región en el este de Japón y
mató a más de quince mil personas. Aunque los testigos de Jehová de la zona sufrieron igual que
sus vecinos, usaron toda oportunidad para consolarlos con la Biblia. Ahora bien, la mayoría de las
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personas de la región son budistas y no conocen la Biblia, así que nuestros hermanos
comprendieron que ese no era el mejor momento para hablarles sobre la esperanza de la
resurrección. Se concentraron en darles apoyo emocional con sus palabras y les explicaron con la
Biblia por qué le pasan cosas malas a la gente buena.
8 Jesús sabía cuándo hablar y cuándo no (Juan 18:33-37; 19:8-11). En una ocasión les dijo a
sus apóstoles: “Tengo muchas cosas que decirles todavía, pero no las pueden soportar ahora” (Juan
16:12). Los hermanos de Japón siguieron ese ejemplo. Pasados dos años y medio del tsunami,
participaron en la campaña mundial para distribuir el tratado ¿Será posible que los muertos vuelvan
a vivir? En ese momento, las personas estaban en mejores condiciones para escuchar el consolador
mensaje de la resurrección y muchas aceptaron el tratado. Claro, todas las culturas y religiones son
distintas, de modo que debemos aprender a elegir el mejor momento para hablar.
9 Hay otras ocasiones en las que es necesario esperar a que llegue el mejor momento para
hablar. Por ejemplo, ¿cómo reaccionaría si alguien le dijera algo ofensivo? Lo más prudente sería
detenerse y preguntarse si siquiera hay que responder. Quizás la persona tenía buenas intenciones,
o lo que dijo no es tan grave. Si después de pensarlo cree que es necesario responder, no lo haga
mientras está enojado, pues el enojo es muy mal consejero (lea Proverbios 15:28). El mismo
cuidado debemos tener al hablar con nuestros familiares no Testigos. Obviamente queremos que
conozcan a Jehová, pero tenemos que ser pacientes y medir nuestras palabras. Las palabras
adecuadas en el momento preciso pueden ser la llave que abra su corazón. Veamos ahora qué
podemos decir.
QUÉ DECIR
10 Las palabras pueden hacer mucho bien, pero también mucho mal (lea Proverbios 12:18).
En el mundo de hoy, controlado por Satanás, es muy común usar el habla para hacer daño.
Siguiendo el ejemplo que ven en el cine y la televisión, muchas personas afilan su lengua como si
fuera una espada con la cual atacar, y lanzan palabras hirientes como si fueran flechas (Sal. 64:3).
El cristiano tiene que huir de esa costumbre. Una manera de herir con palabras es usando el
sarcasmo. El sarcasmo es la burla o ironía con la que se desprecia, humilla o ridiculiza a los
demás. La persona sarcástica tal vez piense que está siendo graciosa, pero podría ofender a
alguien. El sarcasmo es cruel y los cristianos lo evitan. Es cierto que el sentido del humor les añade
sabor a nuestras conversaciones, pero debemos resistir la tentación de hacer reír a la gente a costa
de otros. La Biblia nos aconseja que no usemos palabras ofensivas, sino animadoras, que ayuden a
los demás (Efes. 4:29, 31).
11Jesús dijo que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mat. 12:34). O sea, las cosas
que decimos revelan lo que hay en nuestro corazón, lo que pensamos de los demás. Si en nuestro
corazón abundan el amor y la compasión, nuestras palabras serán amables y compasivas.
12 Las palabras que salen de nuestra boca no solo dependen de lo que hay en el corazón, sino
también en la mente. Hasta el sabio rey Salomón meditó e investigó a fin de hallar “palabras
deleitables” que poner por escrito (Ecl. 12:9, 10). Pero, ¿y si a usted se le hace difícil encontrar
“palabras deleitables”? Pues intente aumentar su vocabulario. Una manera de hacerlo es tomando
nota de las palabras que se usan en la Biblia y en nuestras publicaciones. Busque el significado de
las palabras que no conozca. Pero más importante aún, úselas de tal manera que beneficien a los
demás. La Biblia dice que Jehová capacitó a su Hijo para que pudiera dar palabras de aliento a
quien las necesitara (Is. 50:4). Si medita antes de hablar, será más fácil que encuentre las palabras
adecuadas (Sant. 1:19). Pregúntese: “Si digo esto que estoy pensando, ¿me entenderán los demás?
¿Cómo los haré sentir?”.
13 En Israel se usaban toques de trompeta para dar instrucciones al pueblo. Un tipo de toque
para que se reuniera, otro para que levantara el campamento, otro para que el ejército atacara al
enemigo... Imagínese qué pasaría si durante una batalla los soldados no pudieran distinguir el toque
de trompeta y no supieran qué instrucciones se estaban dando. ¡Sería un desastre! De manera
parecida, si no somos claros al hablar o si nos andamos por las ramas, podríamos confundir a
quienes nos escuchan. Por supuesto, una cosa es ser claro y otra muy distinta es ser brusco o
hablar sin tacto (lea 1 Corintios 14:8, 9).
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14 Nadie ha sabido elegir sus palabras mejor que Jesús. Pensemos en su breve, pero impactante
Sermón del Monte, que se encuentra en los capítulos 5 a 7 de Mateo. Jesús no usó palabras
rebuscadas o difíciles de entender; tampoco habló con rudeza o brusquedad. Eligió expresiones
sencillas y claras que llegaran al corazón. Por ejemplo, él sabía que a sus oyentes les preocupaba
conseguir el pan de cada día. Para tranquilizarlos, les habló de las aves y de cómo Jehová cubre
sus necesidades. Luego les dijo que ellos eran como esas aves y les preguntó: “¿No valen ustedes
más que ellas?” (Mat. 6:26). ¡Qué palabras tan sencillas, pero tan poderosas! Veamos ahora con
más detalle el último aspecto: cómo decirlo.
CÓMO DECIRLO
15 No solo es importante escoger bien nuestras palabras, sino también la manera en que vamos
a decirlas. Cuando Jesús habló en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, la gente se quedó maravillada
por su manera de hablar tan agradable (Luc. 4:22). Así es, las palabras dichas de manera agradable
son más convincentes y llegan mejor al corazón (Prov. 25:15). ¿Cómo podemos seguir el ejemplo
de Jesús? Hablando con amabilidad y tomando en cuenta los sentimientos de quienes nos
escuchan. Al ver el esfuerzo que hacía la gente por escucharlo, Jesús sintió compasión y “comenzó
a enseñarles muchas cosas” (Mar. 6:34). Ni siquiera cuando sus enemigos lo insultaron respondió
mal (1 Ped. 2:23).
16 Hablar con amabilidad y tacto es especialmente difícil cuando estamos con alguien al que
conocemos bien, ya que nos sentimos en la libertad de ser más francos. Puede tratarse de un
familiar o de un amigo cercano de la congregación. ¿Pensó Jesús en algún momento que la
amistad tan cercana que tenía con sus apóstoles le daba libertad para ser grosero con ellos?
Al contrario. Aunque no dejaban de discutir sobre quién de ellos era el mayor, Jesús los corrigió con
tacto y usó a un niño para enseñarles una poderosa lección (Mar. 9:33-37). Los ancianos en
especial deben seguir su ejemplo y dar consejo con apacibilidad (Gál. 6:1).
17 Aun si alguien nos dice algo ofensivo, las palabras amables y bien pensadas pueden aliviar la
tensión (Prov. 15:1). En una congregación, una madre soltera tenía un hijo adolescente que estaba
llevando una doble vida. Una hermana le dijo sin malas intenciones: “¡Qué lástima que no lo hayas
sabido educar!”. ¿Cómo cree que reaccionó la madre? Se detuvo a pensar antes de hablar y dijo:
“Es cierto que mi hijo no está tan bien como yo quisiera, pero aún no he terminado mi trabajo. ¿Por
qué no hablamos después del Armagedón? Entonces veremos el resultado”. Esta respuesta tan
calmada no solo ayudó a la madre a mantener la paz con la otra hermana, sino que hizo recapacitar
a su hijo, que alcanzó a escuchar la conversación. Al darse cuenta de que su madre no lo había
dado por perdido, tomó la decisión de dejar sus malas amistades. Con el tiempo se bautizó y sirvió
por un tiempo en Betel. Sea que hablemos con nuestros hermanos, con la familia o con
desconocidos, asegurémonos de que a nuestras palabras nunca les falte su pizca de sal (Col. 4:6).
18 La capacidad de expresar nuestros pensamientos y sentimientos es un auténtico milagro.
Sigamos el ejemplo de Jesús: escojamos bien qué decir, cuándo decirlo y cómo decirlo. Así
ayudaremos a los demás y le demostraremos a Jehová que estamos usando bien el hermoso regalo
que nos ha dado.
[Preguntas del estudio]
1, 2. ¿En qué se parecen el fuego y la lengua?
3. ¿Qué tres cosas debemos tomar en cuenta al hablar?
4. ¿En qué momentos es mejor callar? Dé ejemplos.
5. ¿Cómo demostramos que agradecemos el regalo del habla?
6. ¿Qué ilustración usa la Biblia para explicar el valor de escoger el momento adecuado para
hablar?
7, 8. ¿Qué hicieron nuestros hermanos de Japón siguiendo el ejemplo de Jesús?
9. ¿En qué ocasiones es necesario esperar a que llegue el mejor momento para hablar?
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10. a) ¿Por qué debemos seleccionar con cuidado nuestras palabras? b) ¿Qué es el sarcasmo y por
qué debemos evitarlo?
11. ¿Por qué dijo Jesús que “de la abundancia del corazón habla la boca”?
12. ¿Cómo podemos encontrar “palabras deleitables” que decir?
13. ¿Por qué es importante que seamos claros al hablar?
14. Mencione un ejemplo que demuestra lo fácil que era entender a Jesús.
15. ¿Por qué debemos hablar con amabilidad?
16, 17. a) ¿Cómo podemos seguir el ejemplo de Jesús al hablar con familiares y amigos cercanos?
(Vea la ilustración del principio.) b) Mencione el ejemplo de alguien que supo cómo hablar.
18. ¿Cómo podemos seguir el ejemplo de Jesús?
[Recuadro de la página 22]
ANTES DE HABLAR, PREGÚNTESE:
CUÁNDO: ¿Es el mejor momento?
QUÉ: ¿He escogido mis palabras con cuidado?
CÓMO: ¿Voy a hablar con amabilidad?

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