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La historia de Lilith

Teresa Dey

Para Ethel y Francesca, por que demuestran que Lilith tenía razón;
y para Carmen Ros que habla con ella todas las noches.

Y creó Dios al hombre a su imagen,


a imagen de dios lo creó; varón y
hembra los creó.
Génesis 1:27

 Yo soy Lilith, la innombrable, la Shejinah, la primera producían mejor su imagen. Sopló sobre ellos y les in-
mujer de Adán. Soy mujer y soy demonio; el demo- fundió vida. Los llamó Adán, que quería decir tierra,
nio del deseo, la mujer que se introduce en los sueños y Lilith, viento; esos elementos fusionados les habían
lúbricos, la de pubis de fuego; el demonio de la rebel- dado origen. Les dio el poder de la palabra para que
día, la mujer insumisa; el demonio de la libertad, la nombraran el universo. Les confió Su Gran Nombre y
mujer nocturna de barro de la tierra; mis Lilim se han los bendijo para que viento y tierra multiplicaran su
mezclado con las hijas de Eva. Los vástagos de Adán especie... 
me niegan por que incapaz de reflejar mi imagen, soy  
espejo de sus miedos. Hombre y mujer se miraron deslumbrados; no sa-
   bían hacía dónde dirigir la vista, si al cielo brillante,
Su mirada se perdió en la búsqueda; hubiera que- al verdor que los rodeaba, o a sus propios cuerpos, al
rido traspasar montañas, atravesar vertientes, posarse cuerpo del otro o a Él, quien con una sonrisa se alejaba;
sobre las alas de un pájaro, como colibrí robar una gota debía descansar. Un mareo intenso de colores, olores
de miel de sus ojos. Sin embargo, la encontraba en un y sonidos contrastaba con la leve brisa que acaricián-
recuerdo lejano, y ahora, en sus sueños. Cada día de- dolos les revolvía los cabellos. Lilith, piel verde olivo,
seaba permanecer dormido durante más tiempo para negra guedeja, iris dorados. Adán, color arena, ébano
gozar de sus visitas. ¿Sería éste un nuevo castigo? So- en los ojos, rizos de madera de cedro. Frente a frente,
ñarse en aquellos brazos y al abrir los ojos, toparse comenzaron a explorar ese mundo nuevo que se les
con la imagen gastada de la mujer con quien debía acababa de reglar y a cumplir con su única misión, po-
permanecer hasta el fin de sus días. Ver ese abdomen blarlo. Aprendieron a escuchar la voz del otro, oler las
hinchado, los senos caídos, las canas; respirar ese olor fragancias ajenas, tocar suavidades y asperezas, de-
agrio, olor viejo. Él la amó, ¿la amó?; no recordaba, gustar néctares de piel. Adán y Lilith se conocieron.
había pasado mucho tiempo...
  Durante los encuentros ambos experimentaron la
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Dijo; revelación de esa Presencia Creadora que llevaban
“Sea la luz”. Y la luz fue; la separó de las tinieblas, hizo dentro. Juntos rodaron por los pastos del paraíso;
el día y la noche. Apartó las aguas; hizo que surgieran Adán siempre quedaba sobre ella, aplastándola. Lilith
cielos, tierra y mares. Hizo florecer el verde, crecieron intentaba invertir las posición pero él la inmovilizaba.
los árboles y dieron frutos. El sol y la luna aparecie- Se le fue agotando el asombro, el peso del hombre era
ron por su voluntad, alumbraron el día y la noche. Las asfixiante. Levantó la vista, encontró una faz sonrien-
aguas produjeron vida; los cielos se poblaron de aves; te y satisfecha; sin embargo, ella se sentía atrapada en
animales de variadas especies caminaron por la tierra. una rendija del Edén. Deseó tener alas, correr como
Durante el sexto día decidió crear al género humano. antílope, rasgar cual pantera. Miró de nuevo hacia
Tomó polvo y la tierra, los amasó y dio forma a un Adán y suspiró. Intuyó que debía haber otras maneras
cuerpo masculino. Al mirarlo se vio reflejado; sin em- de unir esos maravillosos cuerpos nuevos. Le propuso
bargo, era un Él incompleto. De nuevo recogió tierra al hombre un cambio; él se negó.
debajo de un olivo y polvo del desierto, los unió y mo- —Tú debes ir debajo —le dijo; mira a tu señor hacia
deló a la primera mujer. Al verlos, supo que juntos re- lo alto, a tu señor hacia lo alto, con respeto.
—Mi señor es Elohim, no tú —respondió Lilith—; Las palabras de Lilith liberaron los vientos, que se
nosotros fuimos hechos del mismo material, bien po- reunieron azotando a su paso cuanto encontraban; lle-
dría yo estar sobre ti. garon hasta posarse debajo de sus plantas y la levan-
—¿No ves acaso la diferencia? —dijo Adán. taron —La negra cabellera de la mujer se agitaban en
—Somos distintos pero iguales; Yahveh nos dio cien brazos; sus ojos dorados centelleaban sonrientes
vida juntos—dijo Lilith con mirada de águila. ante la mirada pueril del hombre; por fin podía res-
—Mirame —dijo él—, soy como la luz del medio pirar a sus anchas. El paraíso había resultado un sitio
día, tú como la sombra de la tarde, fuiste creada des- demasiado angosto para dos iguales. Se podía quedar
pués de mí, tu color lo dice. Adán con sus animales y sus árboles; la creación era
—Todos los colores de la creación se concentran en vasta, ya encontraría ella dónde vivir. Remontó sobre
Adonai, Él nos ama por igual a ambos—lo retó. las praderas, se despidió de las cuatro vertientes del
El hombre enronqueció, era más alto, más muscu- río que fluía a través de Edén. Voló hacía oriente, la
loso; podría someterla. luna menguante iluminó su camino. Sólo la intran-
—Me debes obediencia mujer—le dijo tomándola dela quilizó ese calor que subía desde la parte inferior de
muñeca con una mano de tronco. su cuerpo; bajó la vista, su pubis se había convertido
—Mientes. Adonai, Elohim, Yahveh ¿dónde estás? en fuego ardiente. Así viento en brazos de los cientos
Quiero saber si este hombre habla con verdad — abandonó el paraíso.
suplicó.  
—¿Quién eres tú para interrogar al Creador? Si Él Ella flotaba sobre las corrientes aéreas, con el hal-
así lo hubiera querido te habría hecho más grande que cón, recibía las caricias heladas de los bóreas y alcan-
yo, pero mira, con una sola mano puedo hacer que te zaba con una mirada los rincones de tierra y mar al
postres ante mí —la increpó el hombre mientras tiraba alejarse de aquella planicie llamada Edén.
de su brazo. Yo la había visto antes, en compañía de  Adán.
—Solamente me postraré antes Yahveh —respon- Ambos fueron la creación última de Elohim, los ha-
dió Lilith; las piernas le temblaban por el esfuerzo, bía hecho a su imagen. Sin embargo. El barro tiene
debía permanecer erguida. imperfecciones propias, y Yahveh quiso obligar a los
espíritus puros a rendirle homenaje al hombre recién
A cada palabra pronunciada por Adán, sentía que moldeado. Adán nos miraba desafiante, altivo, segu-
el jardín se encogía, los árboles la cercaban, cubrían la ro de que Adonai los amaba por encima de sus otras
luz; el vaho de los animales humedecía la piel, restrin- creaturas. Muchos accedieron obedientes. Yo me ne-
gía su más leve movimiento. Adán, violento, la tomó gué. ¿Por qué habría de arrodillarme Samael ante este
por los hombros, quería tenderla una vez más. Ella ser de barro y aire?
odió esas manos, espinos que le traspasaron la carne;  
se resistió con la rigidez aprendida de las rocas, pero Ella era y no, la que había visto en el Edén. Coro-
un golpeteo que se le desbordaba en el pecho y una nada por los céfiros que revolvían sus cabellos noctur-
lluvia de aguijones se clavó en su espalda; el espacio nos; cintura, pubis y piernas de fuego, incandescente.
se estrechó entre ambos. Volaba hacia el Mar Rojo. Su parecido al Señor me ins-
—Adonai, Elohim, Yahveh ¿dónde estás? —gimió. piró temor. Sentí que está otra mitad de la creatura sí
Sintió un tirón de cabellos, la proximidad de esa cara merecía mi homenaje. Me miró lenta, trató de recordar
sudorosa, de ese aliento que se mezclaba con el de mi nombre en vano, yo era un ángel caído. Suspiré a
ella; quiso girarse para evadirlo pero él era más fuer- su oído la pregunta. Sus ojos amarillos respondieron.
te. Miró llena de rabia los del hombre, respiró hon- Decidí ofrecerle mi guarida. Jamás volvieron a verse
do y pronunció el nombre secreto de Adonai: con sus sobre Zmargad semejantes ráfagas de luz. Conocía a la
doce, treinta y dos y setenta y dos letras a la vez. Adán mujer Lilith sobre los vientos del Este que nos mecieron
retrocedió asustado. Ella había hecho uso del poder durante siete días y siete noches. Estallábamos en giros
del nombre secreto; había recitado las letras que ni y vuelos circulares, provocábamos lluvias de estrellas,
siquiera el detentador del Gran Nombre se atrevía a simulábamos cometas. Nuestras cópulas iluminaron
formular. las praderas y sus cavernas. Fuimos lunas carmesíes.
Samael había abrazado a la mujer viento y fuego.
 
—Señor, Lilith salió de Edén volando y yo estoy después del nacimiento; mientras tanto, nosotros lo
solo. He intentado acoplarme con cabras de tersa piel, protegeremos—respondieron los ángeles.
bec3erras gordas y burras dóciles pero no se tienden. —Ustedes podrán cuidarnos por siempre, en su
Sin mujer no puedo acatar tu orden. Elohim, quiero que ausencia, en su descuido estaré yo —amenazó Lilith.
vuelvas a Lilith para servirte y hablarte como es debido. —Si lo intentas siquiera frente a nuestros nombres
Yahveh miró  que Adán se hallaba compungido y so- morirán cientos de Lilim y te quedarás sola —senten-
litario. Sintió pena por él. Llamó a Senóy, Sansenoy y ciaron los tres.
Semangedolf para que buscaran a Lilith y la invitaran —Sea—dijo Lilith—. Pero él pagará.
a regresar a Edén que era su lugar. El señor estaba dis- —repetiremos ante Elohim tus palabras —conesta-
puesto a olvidar su huida. ron Semangelof, Senoy y Sansenoy.
Los ángeles la encontraron en las cavernas. Repi- —¿A qué repetirle algo que sabe ya?—gritó la mu-
tieron las palabras de Adonai y la conminaron a vol- jer. Fuera, fuera de mi casa, de mis tierras, vayan a
ver con Adán. Ella se rehusó; no quería volver a ver al Edén  a proteger al hombre.
hombre, no quería someterse a él. Volaron los ángeles preocupados por ese don que
—No puedo retornar, he roto el pacto, soy impura Dios había otorgado a estos seres corpóreos; al albe-
para pisar los pastos del Edén, acaso no han mirado a drío podría convertir a esas nuevas creaturas en per-
mis Lilim, ellas son mi descendencia, Zmargad es su petuos proscritos.
tierra, les pertenece, como les pertenezco yo ahora, no Lilith bajó la cabeza para contener las cascadas de
quiero partir. agua salada que brotaban de sus ojos. Esa noche, el
—No puedo negarte, Elohim te lo ordena—dijeron Mar Rojo se desbordó mientras ella murmuraba:
los ángeles en trío. —Elohim, Adonai, Yahveh ¿dónde estás?
—Adonai es dulce como las uvas pero Adán es una Adán dormía plácidamente confiado en Yahveh. Elo-
raza que rasga y hace sangrar. Yo llamé a mi Señor y Él him se le acercó sin hacer ruido, acarició sus rizos y lo
no me escuchó. No quiero volver a Edén. sumió en un sueño más profundo aún. Le extrajo la
—Por tercera y última vez. ¡Lilith, regresa! quinta costilla, el barro no había fraguado del todo y
—¿Acaso no saben que Elohim me regaló también era maleable. Las hábiles manos de Dios modelaron a
la voluntad? Pues bien, hago uso de ella y me quedo una mujer más parecida al hombre que a Él mismo.
aquí—respondió Lilith airada. Le dio una alma inmortal y la libertad. La aderezó
—Si has decidió ser libre, deberás pagar las conse- con una tiara de flores y la llmó Eva, que quiere decir
cuencias de tus actos; vivirás y conservarás en tu ros- en lenguaje humano fertilidad. Despertó al hombre y
tro Su semejanza, por que Yahveh aún te ama, a pesar le acercó la nueva mujer diciéndole:
de que abandonaste el paraíso— dijo Senoy. —Esta es Eva, tu compañera, es sangre de tu sangre
—Pero no volverás a ver la faz de Dios por toda la y hueso de tus huesos. Es tan similar a ti que no po-
eternidad, no disfrutarás de la luz del día— condenó drás separarte de ella, ni ella de ti. Deberás tener buen
Sansenoy. cuidado de mostrarle todo el huerto. Pero recuerda,
—No tendrás siquiera el consuelo de mirarlo en tu pro- no deberán comer ni tocar el árbol de que se encuentra
pia cara, no reflejarás tu imagen nunca más. Tu nombre en el centro del jardín; de hacerlo, morirán— senten-
y tu faz se volverán en tu contra— declaró Semangelof. ció Yahveh.
Lilith sentía que millones de hormigas le caminaban  
por el cuerpo, que la sangre la abandonaba. El fuego Adán miró a la creatura nueva, la llamo Varona,
hervía en sus entrañas. pues de varón había salido; vio que era dócil y mansa
—Adonai, Elohim, Yahveh, ¿dónde estás?— clamó como camella y se alegró. La tomó de la mano y le
Lilith. fue enseñando los nombres con que había de llamar
—Él nos envió para llevarte con Adán—contesta- a todos los frutos y animales del paraíso. El hombre
ron los tres. habló a Dios y se aprestó a servirlo encima de su nue-
—Adán es culpable de que Elohim me abandone, va mujer.
él deberá pagar—rugió convertida en leona.  
—No podrás tocarlo; ni a su descendencia una vez El vacío de Lilith se ahondaba cada noche; yo al
que se haya celebrado el pacto con Jehová, ocho días menos la tenía a ella y veía la semejanza en su imagen.
Juntos alimentábamos una hoguera en la que Adán —¿Cómo podríamos buscar el mal si estamos he-
tendría que caer. El hombre era un ser habitado por la chos a su imagen y Él es todo bien?
soberbia y Yahveh no parecía notarlo. —Adán está moldeado en barro y tu de su costilla;
 Pensábamos que si demostrábamos al Señor que no son si no arcilla débil y maleable a Sus designios
Adán podía volverse en su contra, Elohim sabría que y así seguirán, a menos que conozcan el sabor de la
Lilith y yo habíamos actuado con justicia, nos perdo- sabiduría—me burlé.
naría y podríamos volver a gozar de su presencia. Li- —Somos hombre y mujer, la creación última... casi
lith insistía en la sabiduría absoluta del Creador; de como Él.
día que con sólo una mirada, Adonai comprendería —Casi... pero no del todo—respondí.
que había diso Adán quien se había interpuesto. Pero —Sí comemos de este árbol seremos además sabios
ella no podía acercarse al paraíso, ya que cada una de como Él. ¿cómo podríamos equivocarnos?
las puertas estaba custodiada. Por los ángeles envia- —Entonces prueba...—le tenté.
dos. No obstante, yo sí lograría introducirme en Edén. —¿Seríamos como dioses?
Después de todo, Senoy, Sansenoy y Semangelof eran —Por así decirlo.
viejos conocidos. Yo sabría burlarlos. La soberbia de Alargó la mano, cortó un fruto y lo mordió. Sus
Adán quedaría al descubierto. ojos adquirieron un brillo de hielo. Miraba a su al-
  rededor asustada. El velo de vello que la cubría
Fue así que me introduje en la piel de la serpien- se desprendió. Había comprendido que la natura-
te, trepé en el árbol que se hallaba justo en el cora- leza recién creada no era continuación de su piel.
zón del huerto y me dispuse a esperara al hombre. Supo Eva que podría crear, modificar y destruir...
Eva era más curiosa que Adán; sus ojos, más nue- Apareció Adán que la buscaba. Antes de que ella pu-
vos que los de él, se maravillaban tan a menudo de diera proferir palabra, él vio la fruta en su mano y la
la grandeza de la creación que se negaba a cerrarlos increpó.
aún por las noches, abstraída en las formas estela- —¿Que hiciste Eva? ¿Cómo te atreviste a co-
res, en el caminar de los animales nocturnos, en el mer del árbol? ¡Nada te ha sucedido!... Muéstra-
roció del amanece sobre los pétalos de las flores. Ella me el fruto—Se lo arrancó de entre los dedos.
se acercaba más al árbol, lo rondaba extasiada. No Eva se quedó muda, no podía explicarle con las
fue difícil convencerla de que se aproximara más. palabra para él conocidas. Solamente le dijo:
Al verme preguntó: Sé cosas que ignoraba. Veo cosas que tú no ves...
—Mientras, tú provienes de mí. No puedes cono-
—¿Quién eres tú que vives entre las ramas del ár- cer más que yo—respondió Adán.
bol prohibido? —Aun así, sé. Adán, tengo miedo...
—Me llaman veneno de Dios—contesté. —¿Miedo? ¿Que es el miedo? Habla mujer. ¿Por
—¿Eres tal vez el guardián del árbol? qué te mueves como las hojas del sauce al atardecer?
—No lo soy—respondí. —Tiemblo porque tengo miedo y frío, estoy desnu-
—Entonces, ¿por qué no mueres, si el creados nos da—respondió Eva.
ha dicho que con solo tocar las hojas del árbol caería- —¿Desnuda? ¿Qué dices?—preguntó mientras se
mos fulminados por su rayo? acercaba a ella con mirada de ocelote.
—Acércate, toca, verás que nada sucede—afirmé. —El fruto del árbol otorga sabiduría, sé que estoy
Eva apenas rozó las hojas y se escondió la mano, estu- desnuda. Yahveh lo sabrá también.
pefacta comprobó que seguía ilesa. Se le llenaron los —¿Sabes tanto como Yahveh?
ojos de agua. —Pregúntale a la víbora.
—¿Elohim... mintió? El hombre levantó la vista, me miró enredado en
—Para Yahveh no es necesario que Adán y tú ten- el árbol. Mordió el fruto que tenía en la mano y dijo:
gan la ciencia de reconocer el bien frente al mal, los —Yo también quiero ser como Él... 
quiere en la inocencia—sentencié. Adán  y Eva tejieron hojas de higuera para cu-
—¿Por qué? brir su desnudez; desde que fueron creados nun-
—Porque podrían enfrentarlo. Él no desea que du- ca había sentido necesidad de proteger sus cuerpos.
des. Ustedes tienen el don de elegir, podrían optar por Al escuchar el murmullo de la presencia de Dios, co-
el mal—le dije. rrieron a ocultarse, habían desobedecido y dentían to-
das las piedras del paraíso sobre sus hombros. Yahveh escuché al Terrible. Solamente Él y yo conocíamos esa
los llamó. mitad oscura. Siento su dolor como aguijones de abejas
—Estamos desnudos—contestaron. ciegas que quisieran salir de mi cuerpo, su decepción
—Han comido del árbol prohibido. Adán ¿por qué no me alegra. Mira la lluvia. No nos perdonó—Supo
desobedecieron?—dijo Eliohino con vos de relámpago. que samael no podría responderle y sin embargo hizo
—Señor, la mujer que me diste por compañe- la pregunta—, ¿cómo podré vivir sin sentir de nuevo
ra me dio del arbol y yo comí—respondió Adán su presencia? Adonai, Elohim, Yahveh, ¿dónde estás?
de inmediato. Elohim se dirigió entonces a Eva:  
¿Qué has hecho? Al disponerse a descansar en su nuevo hogar, Adán
—La serpiente me engañó—contestó asustada. notó un brote de sangre que partía de entre las piernas
Entonces Yahveh miró a Samael y lo maldijo: de Eva; lo supuso un castigo, era la muestra de su im-
—Por cuanto esto hiciste, maldito serás en- pureza; ella no lo había mencionado, temerosa de que
tre todas las bestias y entre todos los animales éste fuera el medio que Jehová hubiese elegido para
del campo; sobre tu pecho andarás y polvo come- que muriera. Sin embargo, al tercer día el sangrado
rás todos los días de tu vida. Samael, nadie pue- se detuvo. El hombre se acercó a la mujer y la conoció
de mostrarme el camino a seguir, Yo soy tu Señor. por primera vez en tierra inhóspita. A los pocos meses
Y volviéndose hacia el hombre y la mujer dijo: el vientre de Eva se infló, sus pechos crecieron y son
—Deberán salir de Edén. No quiero que prueben aullidos de lobo dio a luz al primer niño nacido de
del árbol de la vida. Eva, tú sentirás que se te abre el mujer. Lo llamó Caín. Toda vía conservaba la imagen
cuerpo al parir a tus hijos, obedecerás a tu hombre. pero era pequeño y lloraba. A Eva le brotaban rios de
Adán, habrás de labrar la tierra, arrancarás espinas y leche de los pechos, el niño bebió, dejó de llorar y se
abrojos. Y volverán al polvo del que han sido forma- quedó dormido. Adán no acertaba a comprender la
dos —musitpo con tristeza mientras se alejaba. Des- concepción de esa pequeña creatura, era Eva quien
de hoy tendrán conciencia de su finitud, conocerán la debía dar la vida, ella quien alimentaba al nuevo ser,
muerte, pretenderán evitarla en vano. Enterrarán a sus en su vientre se hallaba el futuro de la humanidad; sin
muertos, inventarán rituales. De poco les servirá el co- embargo, Eva y el niño eran frágiles.
nocimiento, mientras más sabios, mas sufrirán por sus
perdidas, no podrán curar el dolor por que excederá A él correspondía solamente sembrar la simiente. Se
sus cuerpos. No encontrarán el sitio que punza. Ese asustó ante semejante descubrimiento, debía proteger
será su castigo. a su descendencia. Eva era madre, de su cuerpo había
Mandó que se les entregaran unas pieles de brotado vida y con eso le bastaba; estaba atada a este
animales para que se cubrieran y ordenó al án- pequeñísimo hombre por la enredadera más fuerte.
gel de la llamada de las espadas remolinean- Dejó de prestar atención a lo que Adán hacía mientras
tes que guardara la gran entrada del Edén. ella admiraba la tez brillante de su crío y lo ofrecía a
Más allá de las tierras colindantes con el paraíso se Jehová. Después nacieron Abel y Set. Con cada alum-
escuchó una risa como alud de piedras. Era Lilith. bramiento la carne de Eva envejecía, se aflojaba. Pero
Al escucharla, Adán pensó: “lilith nunca hubiera no conoció el verdadero dolor, la rajadura del cuerpo,
comido del fruto”, y siguió caminando mientras Eva si no la muerte de Abel y el destierro de Caín; entonces
iba tras él. comprendió el significado del castigo impuesto por
El cielo se tornó gris, una tormenta centelleante los Yahveh. Eva lloró tanto que se hizo más pequeña, casi
cubrió. Yahveh estaba triste. La pareja caminó durante como una nuez, encorvada y reseca como tierra árida.
tres días y sus noches. Al amanecer del cuarto día, es- A cada desgracia escuchaba la lamentación de Adán:
campó. Supieron que allí debían parar. Ésas eran sus —Si tú no hubieras comido del árbol...
tierras. Ella bajaba la cabeza y callaba, no tenía nada que
Cuando Samael regresó a Zmargad, se arrastraba decir, nada que repararía la pérdida.
cansado y polvoriento. Lilith lo recibió distante.  
—¡Por qué no me creíste cuando te dije que Ado- Por esos tiempos, Lilith, dolorosamente bella y
nai lo sabría todo? No puedo evitar los aleteos de los eterna, comenzó a rondar los sueños del hombre; que-
colibríes en mi garganta al observar la forma en que ría mirar de nuevo la semejanza; quiso atraerlo a su
hiciste caer a la pareja de Éden. Sin embargo, también universo onírico para poder asomarse por los ojos de
Adán y ver al menos la sombra de Adonai. Pero en- aterrado, se tentaba la cara y los brazos sin poder creer
contró tan sólo a un anciano de setecientos años, me- lo que veía. Huyó del Lugar despavorido, ésa no po-
dio calvo y estriado, de enorme nariz y grandes orejas día se su imagen. Entonces no sóloEva, sino también
pobladas de pelos blancuzcos; que se gozaba en sus él había cambiado.
sueños y sonreía desdentado pero que no podía darle
nada a cambio, ni la más leve imagen, el tiempo se la No en los cien años que le restaron de vida pudo
había robado. Lilith comprendió que había perdido la Adán olvidar esa cara decrépita; ni las palabras de Li-
oportunidad de ver la faz de Dios, que estaba conde- lith susurradas en un vientecillo suave al su oído entre
nada a buscarla por toda la eternidad hasta que Elo- tintineos de risa:
him se dignara a volver a mirarla.
  —Mi imagen no refleja por no verlo a Él en mí, pero
Por medio de sus sueños guió al hombre hasta su tú lo has perdido también. ¿A qué reflejarse para mi-
estanque, a las orillas de Zmargad. Adán, que había rar lo que tú viste? ¿Dónde está tu belleza Adán? ¿Y tu
caminado un largo trecho, tuvo sed; al inclinarse a be- soberbia? Dentro de poco serás sólo polvo. Parece que
ber creyó que lo que el espejo de agua reflejaba era un después de todo, Adonai nos amó por igual. El Señor
animal que él había olvidado nombrar, pero al reco- Todopoderoso es justo. Adonai, Elohim, Yahveh, ¡aquí
nocer los movimientos paralelos gritó; se observaba estoy!

 Este cuento fue


extraído del libro
“Mujeres Transgresoras”
de Teresa Dey

Editorial OCEANO.
ISBN—970—651—050—8

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