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El arquitecto de una atrocidad

Colombia se oscureció el domingo 4 de diciembre del año pasado, cuando en Bogotá fue ejecutado
uno de los más siniestros actos que se han realizado en estos últimos años.

Alrededor de las nueve de la noche del mismo día fue encontrado, en un edificio de uno de los
sectores adinerados de la ciudad, el frío y rígido cuerpo de siete años, embadurnado totalmente de
aceite, de Yuliana Samboni. Un cuerpo tirado debajo de un jacuzzi, al lado de las tuberías internas y
motores de éste.

Con mordiscos en varias áreas de su cuerpo, signos de asfixia, estrangulamiento y forcejeo y con la
certeza de haber sido abusado sexualmente, así estaba el cadáver de Yuliana. Todos estos actos
fueron cometidos por Rafael Uribe Noguera, un arquitecto de una reconocida familia de Bogotá,
para quien él era una persona tranquila y sin ningún tipo de trastorno que pudiera dar sospecha de
aquel acto tan terrible.

“Por qué ese hombre escogió a la niña de nosotros, por qué a Yuliana” fueron las palabras que un
familiar de la víctima pronunció cuando supo de aquella noticia que se estaba convirtiendo en una
terrible pesadilla. “Yo sé que mi hermano tenía muchos problemas, pero nunca pensamos que
pudiéramos llegar a esto” dijo Francisco Uribe Noguera, hermano de Rafael. Estos comentarios se
repetían entre los allegados a Rafael, todos coincidían con el hecho de que él había tenido su historia
bochornosa entre pleitos y actitudes extrañas durante momentos de borracheras y adicción, pero
cuando él estaba en sus cabales parecía una persona completamente sana. La expresión de sorpresa
de todos fue un común denominador.

El Gaula de la Policia Nacional fue quien lideró la investigación del paradero de la niña y quienes
estuvieron en contacto con Francisco y Catalina Uribe Noguera, cuando se dieron cuenta que la
camioneta implicada en el rapto de Yuliana figuraba bajo el nombre de la esposa de Francisco.
“Llegué por el contrario a pensar que habían secuestrado a mi hermano y que estaban utilizando el
carro que él tenía” dijo Rafael cuando el Gaula le habló por teléfono que ese vehículo estaba
vinculado a un crímen.

Ya desde varios días antes, Rafael estuvo rondando por el barrio Bosque Calderón, donde vivía
Yuliana con su familia, observando y analizando sus movimientos para poder buscar el momento
oportuno para raptarla. No pasó mucho tiempo en que ese momento se presentó. El domingo en
cuestión, a las nueve de la mañana, Rafael se acercó a la casa de la niña, afuera estaba ella jugando
con su primo de siete años. Rafael abrió la puerta de la camioneta y la subió con fuerza al vehículo,
su primo, en un vano intento de salvarla, la agarró de las piernas para evitar que se la llevaran. El
conducto arrancó a toda prisa y el niño de inmediato corrió de nuevo a la casa a comentarles a los
padres de Yuliana lo sucedido.

Nelly Muñoz Velazco y Juvencio Samboní, los padres de la niña, quedaron en shock luego de lo que
les contó el niño, llamaron a la Policia Nacional y ellos iniciaron la búsqueda, mientras tanto la espera
por noticias se hizo eterna, los minutos parecían horas y las horas, días. Siempre con la esperanza
de que Yuliana se encontrase viva para cuando la encontraran.
Juvencio Samboní se había mudado al barrio Bosque Calderón para el año 2012 con el fin de
encontrar mejores oportunidades labores que en El Tambo, donde se quedaron tanto Yuliana como
Nelly. Tuvo un empleo en las construcciones que se hacían colina abajo en los barrios adinerados y
de vez en cuando viajaba al Cauca con el fin de ver a su hija y familiares. Yuliana y Nelly, junto con
otros familiares se mudaron a Bogotá unos meses antes del incidente, las condiciones de vida y la
lejanía Juvencio hacía que fuera prácticamente imposible quedarse en El Tambo, allí en esa casa
humilde, vivían todos, pero felices y también ansiosos por la llegada de un nuevo niño a la familia,
el que podría haber sido el hermano menor de Yuliana.

Pero no. Los llantos y sollozos en el barrio Bosque Calderón fueron los únicos sonidos que se emitían
en horas de la noche del domingo; la noticia se había esparcido entre las casas y la tristeza por la
muerte de Yuliana Samboní. La magnitud de la noticia y la atrocidad de tal acontecimiento no sólo
estremecieron a ese barrio, luego la tristeza se fue esparciendo a medida que se daban a conocer
detalles en los medios de comunicación. Personas de toda Colombia y de todo el mundo se
pronunciaron e hicieron voz sobre lo terrible que fue aquel crimen cometido por Rafael y también,
unidos a la espera de que se diese justicia legal y firme ante lo sucedido.

Y así fue, la justicia dictaminó una sentencia de 51 años de cárcel para Rafael Uribe Noguera y
también una serie de limitaciones e impedimentos para sus hermanos y padres con el cargo de
obstrucción a la justicia y alteración en la escena del crimen, a pesar de que ellos testifican y
mantienen su inocencia ante aquellas acusaciones.

Ahora el verdadero reto comienza para las dos familias, por un lado está la capacidad de resiliencia
de los Samboní ante la tristeza y el dolor y sobrellevar esa situación para la llegada del nuevo bebé
en la familia y, por el otro lado, están los Uribe quienes ahora están bajo la mira de los medios de
comunicación y la indignación colectiva y con el peso de que en su familia se cometió uno de los
crímenes más atroces de estos últimos años.

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