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Se da una extraña paradoja con la izquierda y la religión.

Esta ideología nació anti-clerical en los


salones parisinos, repletos de ilustrados dispuestos a erradicar el oscurantismo, el fanatismo y el
error de nuestras vidas. La ilustración basculó entre el teísmo de Voltaire y el materialismo ateo
de corte fundamentalista de D'Holbach. El anti-clericalismo inicial de esa izquierda revolucionaria
era la consecuencia no buscada del ideal secularizador y racionalista de las luces. La revolución
francesa inició un violento proceso de secularización del clero y de sus propiedades, que continuó
durante las revoluciones socialistas. Pese a los embates materialistas del positivismo marxista, lo
religioso, lo místico y lo mesiánico, siempre han estado presentes en el pensamiento de izquierdas.
Ya sea en el judeo-marxismo de Ernest Bloch, en la escatología alegórica de Walter Benjamin o en
el neo-paulinismo de Zizek y Badiou, que ven en la teología crístiana de la parusía Paulina el
paradigma del buen acontecimiento revolucionario.

La fascinación de la nueva izquierda por lo mesiánico y por la adopción del paradigma cristiano
como modelo de “verdadera” revolución (acontecimiento en la ontología de Zizek y de Badiou) se
puede explicar desde dos puntos de vista. Por un lado la secularización se puede entender como un
cambio de la cosmovisión que se produce en la ilustración, por la que se intenta edificar un nuevo
mundo a partir de premisas seculares y racionalistas, pero también se puede entender en el llamado
sentido del teorema de la secularización que apuntaran Hegel y Carl Schmitt. Según esta visión la
secularización consistiría en la transferencia de conceptos teológicos al ámbito de la política. De ahí
que el pensamiento político (no sólo de izquierdas) haya tomado muchos conceptos del
pensamiento teológico, fundamentalmente un visión secularizada de la escatología, en detrimento
de la visión clásica e historicista del marxismo ortodoxo.

Sin embargo, desde mi punto de vista lo que justifica más claramente esta tendencia a recuperar la
eclesiología y la escatología cristiana por parte de la nueva izquierda es la analogía . Al igual que el
cristianismo se impuso en medio de un ambiente hostil y en decadencia (la crisis espiritual y
material del bajo Imperio Romano), la nueva izquierda debe imponerse en medio de una decadente
y terminal cosmovision neo-liberal, que ha hecho del cinismo y la increencia, en ningún marco
utópico, su razón de ser. No es casual que pensadores como Zizek, Badiou, Agamben o
Hinkelammert hayan puesto sus ojos en las enseñanzas, que la nueva izquierda puede extraer, de la
teología Paulina. Tanto para Zizek, como para Badiou, el cristianismo es una perfecta
ejemplificación de su categoría ontológica del acontecimiento-verdad, del que se pueden extraer
lecturas que permitan superar lo que ellos denominan el horizonte del capital-parlamentarismo.

Para Zizek, que hace una lectura psicoanalítica del idealismo alemán, el ser humano está
ontológicamente escindido por una incompletud, que la hace vivir instalado en un orden simbólico .
Para él, el capitalismo es fundamentalmente un orden simbólico que viene a llenar esa incompletud,
instalando al ser humano en una ilusión libidinal de goce eterno a través del sueño capitalista
consumista. Tomando la ideas del psicoanalista francés Lacan, postula trascender ese orden
simbólico a través de un acto de libertad radical que permita acabar con el “gran otro” capitalista,
algo similar a lo que llevo a cabo el cristianismo paulino con respecto al paganismo romano. Este
acto de libertad suprema supondría una ruptura violenta del orden simbólico capitalista y un
encuentro traumático con la naturaleza de lo real.

La analogía religiosa de Zizek va incluso más allá al hacer uso de las concepciones verticales de la
eclesiología cristiana para defender una visión jerarquizada y dictatorial del poder político1.Para
Zizek la democracia (que para él sólo puede ser demo-liberal) está ligada de modo esencial al
capitalismo, por lo que la superación de éste último implica acabar con ella. Una buena parte de los
regímenes políticos que han inspirado las conceptualizaciones de la nueva izquierda han hecho uso
de formas, metáforas y analogías religiosas en un intento de afianzar su poder entre las clases
populares, todavía muy cristianizadas e inmunes en muchos casos a los procesos de secularización
contemporáneos vividos en Europa. La mayoría de las alocuciones de muchos líderes populistas
están trufadas de interpelaciones a permanecer fieles al mensaje revolucionario, a no caer en la
tentación consumista neo-liberal, y a iniciar procesos “evangelizadores” del nuevo socialismo.
También es cierto que la denominada teología de la liberación latinoamericana creó las condiciones
cognitivas adecuadas para el encuentro entre socialismo del siglo XXI y fe religiosa mediatizada
por una lectura marxista del evangelio cristiano.

¿Qué puede apotar la religión a la izquierda radical del siglo XXI? Aquello que Bloch
conceptualizaba como principio de esperanza, un especie de idea regulativa kantiana que permita
albergar una expectativa de un mundo nuevo donde no se dé una visión alienante de la naturaleza
humana.

¿Qué no puede aportar la relgión? Un recetario tamatúrgico de soluciones milagrosas para


problemas tan inmanentes, que poco tienen que ver con la “trascendencia”. Cuando el comunismo
se convierte en un breviario de recetas anquilosadas, tampoco dista mucho del catecismo del padre
Astete

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