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«Es verdad que solamente mi hija me ha impedido emprender un viaje a la India, que mejoraría mi

espíritu y remediaría mi pobreza

también ha sido ella mi único consuelo después de la muerte de Sara;

pero tú lo quieres, sea hija tuya. Las cristianas son dulces y buenas, y tu esposa debe de ser una
santa madre. Si el cristianismo da en las desgracias supremas el alivio que tú me has dado, tal vez
yo haría desdichada a mi hija dejándola judía. No lo digas a nuestros parientes, pero cuando
llegues a la primera costa donde se halle un sacerdote católico, hazla bautizar y que le cambien el
nombre de Ester en el de María»

1. El Idilio como elemento estructurante de la acción

La novela sentimental romántica se caracteriza por tener como soporte básico el desarrollo del idilio
en sus diferentes alternativas en medio de un clima sentimental.

En María la trama es sencilla. Se presentan los amores de dos adolescentes: Efraín y María, en una
forma inocente e idílica, hasta que son interrumpidos por la muerte de la protagonista. Los hechos
son desarrollados en forma lineal y el narrador presenta los hechos en primera persona o narrador
autobiográfico.

2. La exaltación del yo

Uno de los rasgos definitorios del Romanticismo es la presencia del yo. En la novela María, al ser el
narrador en primera persona, se puede confundir con el autor; sin embargo hay que dejar claro que
el protagonista no es Jorge Isaac, sino un personaje ficticio (ente de papel, como diría Carmen
Bustillos), con algunos rasgos personales.

3. Identificación de la Naturaleza con los estados de ánimo del protagonista

La idealización del paisaje y el subjetivismo se presentan claramente en la novela: el Valle del Cauca,
donde el poeta pasó su infancia y juventud, se presenta con descripciones impregnadas por alegres
recuerdos; como es el ambiente natural donde transcurre el idilio, todo se aprecia sobre la base de
las emociones; por ese motivo, el paisaje refleja los estados de ánimo de los personajes: si Efraín
está contento, el paisaje es alegre y si está triste, el paisaje es oscuro, opaco y fúnebre.

4. El sentimiento religioso

Esta característica se refleja en la novela por medio del ambiente humano, en la medida que existe
una especie de bondad por parte los dueños de la hacienda hacia los esclavos. Este hecho produce
que hombres y mujeres, blancos y negros, vivan llenos de amor cristiano y con una convivencia
perfecta. Ante el dolor y la alegría siempre está la presencia de Dios.

5. Presencia del color local

El color local es una de las características del Romanticismo y consiste en demostrar las costumbres
propias de la región; Jorge Isaac recrea en su obra aspectos relacionados con la vida de la región
del Cauca; entre ellas: las actividades propias de los campesinos, los bailes, las tradiciones del
hogar, comer juntos en la mesa y tener puesto fijo, rezar antes de las comidas, entre otros. Para ello,
el narrador interrumpe lo referente al idilio y muestra algunos cuadros y episodios realistas.

6. El exotismo romántico

Los románticos comúnmente chocaban con la realidad que los rodeaba y por eso a menudo volvían
su mirada hacia países y ambientes remotos; este exotismo se aprecia en María cuando se introduce
el relato de Nay y Sinai. En esta parte del texto, se describen las inhumanas cacerías de negros.
Otro elemento exótico presente en la obra se destaca en el lenguaje, cuando se alude a detalles y
elementos de mundos lejanos.

7. Temas y recursos románticos

En María se desarrollan y se mezclan los cuatro temas fundamentales del Romanticismo: el amor,
la naturaleza, la muerte y el aspecto religioso religioso. El amor es la base sentimental del relato que
tiene como marco y en primer plano una naturaleza idealizada, pero el tema de la muerte va a estar
presente, pues ella va a ser motivo de que se quiebre bruscamente el idilio. La muerte se presiente
a cada momento mediante anticipaciones y presagios que contribuyen a darle ese clima de tristeza
a la novela; estos indicios son evidentes en el cuervo o ave negra que revolotea en algunos capítulos
y en la evidente enfermedad de María. El sentimiento religioso cristiano acompaña a los otros
aspectos de la obra.

Cuando hizo mi padre el último viaje a las Antillas, Salomón, primo suyo a quien mucho había
amado desde la niñez, acababa de perder su esposa. Muy jóvenes habían venido juntos a Sur-
América; y en uno de sus viajes se enamoró mi padre de la hija de un español, intrépido capitán
de navío, que después de haber dejado el servicio por algunos años, se vio forzado en 1819 a
tomar nuevamente las armas en defensa de los reyes de España, y que murió fusilado en
Majagual el veinte de mayo de 1820.
La madre de la joven que mi padre amaba exigió por condición para dársela por esposa que
renunciase él a la religión judaica. Mi padre se hizo cristiano a los veinte años de edad. Su primo
se aficionó en aquellos días a la religión católica, sin ceder por eso a las instancias para que
también se hiciese bautizar, pues sabía que lo que hecho por mi padre, le daba la esposa que
deseaba, a él le impediría ser aceptado por la mujer a quien amaba en Jamaica.
Después de algunos años de separación volvieron a verse, pues, los dos amigos. Ya era viudo
Salomón. Sara, su esposa, le había dejado una niña que tenía a la sazón tres años. Mi padre lo
encontró desfigurado moral y físicamente por el dolor, y entonces su nueva religión le dio
consuelos para su primo, consuelos que en vano habían buscado los parientes para salvarlo.
Instó a Salomón para que le diera su hija a fin de educarla a nuestro lado; y se atrevió a
proponerle que la haría cristiana. Salomón aceptó diciéndole: «Es verdad que solamente mi hija
me ha impedido emprender un viaje a la India, que mejoraría mi espíritu y remediaría mi
pobreza: también ha sido ella mi único consuelo después de la muerte de Sara; pero tú lo
quieres, sea hija tuya. Las cristianas son dulces y buenas, y tu esposa debe de ser una santa
madre. Si el cristianismo da en las desgracias supremas el alivio que tú me has dado, tal vez yo
haría desdichada a mi hija dejándola judía. No lo digas a nuestros parientes, pero cuando
llegues a la primera costa donde se halle un sacerdote católico, hazla bautizar y que le cambien
el nombre de Ester en el de María». Esto decía el infeliz derramando muchas lágrimas

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