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Bocardo Crespo (2007) El Giro Contextual. Cinco Ensayos de Quentin Skinner y Seis Comentarios PDF
Bocardo Crespo (2007) El Giro Contextual. Cinco Ensayos de Quentin Skinner y Seis Comentarios PDF
......
(Editor)
EL GIRO CONTEXTUAL
CINCO ENSAYOS DE QUENTIN SKINNER,
Y SEIS COMENTARIOS
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. -.'._), '
Diseño de cubierta:
JV Diseño gráfico, S. L.-
_, _.
© RAFAEL DEL ÁGUILA TE.lEruNA, JOAQUÍN ABELLÁN GARCÍA, PABLO BADILLO O'FARRELL,
ENRIQUE BOCARDO CRESPO, SANDRA CHAPARRO, JOSÉ M.ª GONZÁLEZ GARCÍA y
KARr PALONEN, 2007
© EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA), S. A., 2007
Juan Ignacio Luca de T~na, 15 - 28027 Madrid
ISBN: 978-84-:309-4550-4
Depósito Leg¡¡I:
). -.M. :--24.856-2007
~ .
' ~
l. INTRODUCCIÓN ............................................................................................ 43
[7]
De Ideas y Política
Colección patrocinada por la Obra Cultural de la Caja San Femando
[15]
PREFACIO
ALGUNAS MITOLOGÍAS
EN LA HISTORIOGRAFÍA RECIENTE ESPAÑOLA
ENRJQUE BOCARDO CRESPO
JEREMY BENTHAM
Esta tesis parece que entrara en conflictO con la idea que con
más frecuencia se asume de pensar que las palabras que leemos en
el texto que queremos entender deben de significar lo mismo que
pensamos que significan para nosotros. Que el sentido de .las pala-
bras que utilizaron los escritores pasados sigue siendo el mismo
que tienen las nuestras, y que en el fondo están tratando y discu-
tiendo los mismos problemas que nos preocupan a nosotros.
Maquiavelo expresa esta peculiar tendencia mental en una carta
que le escribió a su amigo Vettori: ·
Llegada la noche regreso a casa y entro en mi estudio; y en el umbral
me despojo de aquella ropa cotidiana, llena de barro y lodo, y visto pren-
das reales y curiales; y decentemente vestido, entro en las antiguas c"or-
tes de los hombre antiguos, donde récibido amorosamente por ellos, me
alimento de esa comida que es sólo mia, ya que nací para ella; allí no me
avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles la razón de sus acciones;
y ellos, por su humanidad me responden; y durante cuatro horas de tiem-
po no siento tedio alguno, olvido todo afán, no temo la pobreza, no me
asustá la muerte: me transfiero del todo en ellos2•
1
Quentin Skinner, «Significado y comprensión en la historia de las ideas», pp. 98-
99. La referencia de las páginas corresponde a la traducción castellana que aparece en
este volumen. · · ·
2
Citado por Maurizio Viroli en La sonrisa de Maquiavelo, p. 183, traducción de
Atilio Pentimalli, Tusquets Editores, Madrid, 2000.
20 EL GIRO CONTEXTUAL
3
Skinner, «Significado y comprensión en la hisforia delas ideas», p. 71.
4
Ibíd., p. 76.
22 EL GIRO CONTEXTUAL
tiene que asumir que pudo haber dicho o incluso debió de haberlo
dicho, para que sus textos encajen dentro del esquema que impone
la noción de doctrina. Naturalmente nos encontramos con dos con-
juntos incompatibles de intenciones, una las intenciones con las que
escribió originariamente el autor, y el otro las intenciones históri-
cas que maneja el historiador para formú.lar el sentido. de los tex-
tos dentro de los presupuestos previos de la doctrina. Estas inten-
ciones históricas no forman parte del contexto histórico en donde
aparece la obra ni tiene nada que ver con las circunstancias y suce,..
sos que vivió el autor, forman parte de la elaboración teórica que
hace el historiador para entender el significado de una doctrina, lo
que implica descartar como irrelevantes todas aquellas circunstan.;.
cías que contribuyen a pensar que un téxto se dio en una determi-
nada época, dentro de un, contexto .diferente, con unas presuposi-
ciones ideológicas diferentes, tratando unos problemas diferentes,
y con una visión también ·diferente. Pero todas estas diferencias _son
irrelevantes para la mitología de las doctrinas. Si pensamos que
entender el significado de un texto es analizar la contribución espe-
cífica que su autor ha hecho a una cierta doctrina,lo natural es que
no nos preocupemos de averiguar las relaciones que tenía con los
problemas de su época, si discutía o no algunas creencias estable-
cidas o si se mantiene en una cierta tradición de pensamiento, o pro-
pone, por el contrario, otra visión, silo que dice está relacionado con
otras concepciones cú.lturales de su tiempo ya sean estéticas, cien-
tíficas, filosóficas o religiosas, o en qué medida los sucesos histó-
ricos contribuyeron a presentar esos problemas, o qué nos propon-
gamos averiguar si los problemas quela gente de una determinada
época percibían como acuciantes o perentorios siguen siendo real-
mente los mismos que nos preocupan a nosotros.
II
vol. 2, p. 75.
6 Ibíd., p. 77.
7
Ibíd.
8
Ibíd., p. 78.
24 EL GIRO CONTEXTUAL
9 lbíd., p. 80.
JO lbíd., p. 81.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 25
Hegel rechaza el mito del estado de naturaleza por carecer del menor
fundamento histórico y ofrece a cambio un ser en sí; un hombre gober-
nado por el deseo, presa de sensaciones primarias y de su satisfacción
que, a través del proceso de desarrollo que se describe en la fenomeno-
logía del espíritu llega a ser un ser para sí capaz de crear el Estado 11 •
11
Ibíd., p. 88.
12
Ibíd.
26 EL GIRO CONTEXTUAL
13 lbíd., p. 90.
14
lbíd., p. 103.
15 lbíd.
16
lbíd., p. 102.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 27
17 Ibíd., p. 103.
18 Ibíd.
19
Ibíd.
20
Ibíd., p. 104.
21
Ibíd., p. 143.
28 EL GIRO CONTEXTUAL
22
lbíd.
23
lbíd.
24
lbíd.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 29
25
Ibíd.
26
Ibíd.
27
Ibíd. Véase Peter Laslett, Introduction a John Locke, Two Treatises on Govern-
ment, particularmente las páginas 45-49, 50-51, 61.
30 EL GIRO CONTEXTUAL
28
Victoria Camps (ed.), Historia de la Ética, 3 vols., Crítica, Barcelona, 1992,
vol. 2, p. 144.
ENRlQUE BOCARDO CRESPO 31
29
Ibíd., p. 153.
30
Ibíd., p. 152.
31 Ibíd., p. 153.
32 EL GIRO CONTEXTUAL
32
Ibíd., p. 155.
33
Ibíd., p. 160.
34
Véase Quentin Skinner, «Ambigüedad moral y el arte de la elocuencia en el Rena-
cimiento», p. 183 en esta misma edición; así como James Knowlson, Universal Langua-
ge Schemes in England and France 1600-1800, Toronto, 1975.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 33
35
Ibíd., p. 162.
36
Aunque los modos mixtos sean asociaciones arbitrarias de ideas simples, eso no
significa que su definición tenga que ser el producto del acuerdo. Para que los hombres
sean capaces de construir una moralidad lo esencial no es que se pongan de acuerdo,
sino que logren ponerse de acuerdo reconociendo las mismas propiedades siguiendo un
sistema riguroso de definiciones.
37
Victoria Camps (ed.), Historia de la Ética, 3 vols., Crítica, Barcelona, 1992,
vol. 2, p. 316.
38
Ibíd.
34 EL GIRO CONTEXTUAL
39
Ibíd.
40
Ibíd.
41
Ibíd.
42 Ibíd.
ENRJQUE BOCARDO CRESPO 35
Las últimas décadas del siglo anterior se ven ahora en tan lejano pasa-
do que más parecen pertenecer a la Edad Media que al presente. Entre
nuestro tiempo y el tiempo de nuestros padres se alza la divisoria de la
Revolución43 •
43
lbíd., p. 317.
44
lbíd.
45
lbíd.
36 EL GIRO CONTEXTUAL
46
lbíd.
47
lbíd., p. 319.
48
lbíd., p. 320.
49
lbíd.
so lbíd.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 37
51
Ibíd., p. 321.
52
Ibíd., p. 324.
53
Ibíd., p. 329.
54
Ibíd., p. 339.
55
Ibíd., p. 385.
56 Ibíd., p. 386.
57
Ibíd., p. 385.
58
Ibíd., p. 325.
59
Ibíd., p. 326.
60
Ibíd., p. 336.
61
Ibíd., p. 389.
38 EL GIRO CONTEXTUAL
62
Ibíd., p. 467.
63 Ibíd., p. 385.
64
Ibíd., p. 457.
65 Ibíd.
66
Ibíd., p. 458.
67
Ibíd.
68 Ibíd., p. 460. La cursiva es mía.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 39
III
69
Ibíd., p. 461.
70 Ibíd.
71
Ibíd., p. 462.
72
Ibíd.
40 EL GIRO CONTEXTUAL
para eso hace falta que se abandone la mayor parte de los presu-
puestos que se asumen sin la menor discusión. Primero habría que
discutir sobre qué bases se podría hacer una historia de las ideas
políticas y morales. La metodología de las metáforas y de las ver-
dades ocultas es demasiado restrictiva y exige una intuición his-
tórica que no está al alcance de la mayoría, su ejercicio debe ser
una labor de mentes excepcionalmente clarividentes. No es una
opción, por consiguiente, viable para el historiador medio.
Es plausible esperar que algun~s ideas de Skinner puedan resol-
ver el problema para los que quierán. hacer una historia más humil-
de, sin que tengan.la pretensión de exhibir esquema trans-históri-
co alguno y se contenten con descubrir el sentido de un texto, que
vean a un autor como alguien que tiene ciertas. creencias, fines,
motivos o intenciones y que lo que dice se pueda entender, sin
grandes aspavientos metafísicos, como la respuesta de ciertas pre-
guntas cuyo sentido forma parte de un tiempo, de una época que
no es la nuestra, y cuyos presupuestos se justifican sobre ideas o
principios que no tienen nada que ver con los nuestros. Entonces
es posible que esos autores no nos hablen con nuestra propia len-
gua, pero si somos capaces de apreciar la distancia ideológica que
nos separa de ellos, comprenderemos mejor las9lución que die-
ron a sus problemas, y descubriremos tal vez la·inutilidad de esca'."
par hacia ellos buscando el consuelo de un tedio que es el nuestro,
y que ellos no pudieron sentir..
Q. S.-Sí, pero no, como espero haber dejado en claro, por nin-
guna de las razones que ha puesto de relieve la hermética tradicio-
nal, o las que han de-construido los críticos post'."modernos.
introducción con gran interés. Laslett demostraba que los ·dos tra:.:.
tados de Locke, que siempre se habían considerado como una cele-
bración de la Revolución Gloriosa de 1688, se habían escrito en
gran parte casi diez años antes, como una contribución a la cam-
paña que el conde de Shaftesbury había orquestado en oposición
a la supuesta política arbitraria. del rey Carlos It Hablando con
Laslett sobre su descubrimiento, me sorprendió comprobar lo que
él pensaba sobre la significación de su estudio. Creía que había
demostrado que el tratado de Locke era esencialmente el panfleto
de un partido político. Pensaba que, al demostrar cómo había sur-
gido de una crisis política específica, lo había degradado del canon
al sembrar algunas dudas sobre su caráctery significación ahistó-
ricas. Recuerdo haberme dicho que había demostrado que a Locke
no se debería situar a la altura de los arquitectónicos escritores
como Hobbes, sobre el que no se podía hacer este tipo de análisis.
Sentí como si fuera de una manera a priori que debería de haber
algún trabajo de contextualización que se podría aplicar igual-
mente a cualquier texto de la filosofía política. No estoy seguro
de dónde vino esa confianza, pero sospecho que se debía en gran
medida a mis lecturas de Collingwood. Pero cualquiera que haya
sido su origen, el resultado fue que tuve la ambición de hacer con
Hobbes lo que Laslett había hecho con Locke. No lo conseguí
desde luego, y no tengo la menor intención de comparar los ensa-
yos que escribí entonces con el trabajo de investigación que mar-
caba toda una época· de Laslett. Pero creo que fue esto lo que prin-
cipalmente me condujo a poner mi atención en Hobbes, y que a
finales de los años sesenta publicara una serie de artículos sobre
su filosofía política. Como ha observado usted acertadamente, el
título de uno de ellos fue «el contexto ideológico del pensamien-
to político de Hobbes». Pero el fin que perseguía en todos ellos
era el de intentar demostrar que existía en realidad un contexto
ideológico que uno podía invocar para entender el sentido de lo
que Hobbes estaba haciendo al escribir como lo hizo sobre la polí-
tica de su tiempo.
A primeros de la década de los años setenta abandoné a Hob-
bes para estudiar la teoría política del Renacimiento. Esta segun-
da fase de mi carrera continuó hasta mediados de los años ochen-
ta, para entonces ya había publicado mis Foundations of modern
Political Thought, que como le indiqué en su primera pregunta se
centra fundamentalmente en el siglo XVI, así como un gran núme-
60 EL GIRO CONTEXTUAL
* Esté ensayo es una vérsión más abrevidáda y exteliSamente reVÍsáda ·de un artícu~
lo que originariamente apareció bajo el mismo título en History and Theory, 8 (1969):
3~3. ,
1
Para la confusa variedad de maneras en la que esta aparentemente ineludible frase
se ha usado véase Mandelbaum, 1965. ·. · · · ··
2
Catlin, 1959: x.
3Bluhm, 1965: 13.
4
Merkl, 1967: 3. . .. •
5
Jaspers, 1962; Nelson, 1962; 32-33. Cfr. Murphy, 1951': v sobré la necesidad de
centrarse en «lo que Platón dijo»; Ryan, 1965: 219 sobre la nécesidad de centrarse eri
<<lo que dijo Locke». ·
6
McCoy, 1963: 7. . . • .· , . ·
7
Sobre las cuestiones «perdurables» y <<perennes» véase Morg'entbau; 1958: 1; Sibley,
1958: 133; Strauss y Cropsey, 1963: Prefacio. Sobré.las cuestiones perenÍles como lá
(única) garantía de <<relevancia» de los textos clásicos véase Hacker, 1954; McCloskey,
1957. Para una exposición más reciente de una posición similar véase Bevir, 1994. ·
8 Bloom, 1980: 128. · · ·
[63]
64 EL GIRO CONTEXTUAL
9
Hacker, 1954; Bluhm, 1965: 13.
10 Macintyre, 1966: 2.
11
Véase Wolin, 1961: 11-17 sobre «el vocabulario de la filosofía política».
QUENTINSKINNER 65
12
Allport, 1955: especialmente las páginas 23.9-240.
13 Que esto debe de producir una historia concebida en términos de nuestros criterios
filosóficos e intereses (¿de quiénes si no?) lo demuestra enteramente Dunn, 1980: 13-28.
14
Véase Gombrich, 1962: especialmente 57-78 cuya noción de «paradigma» adop-
to yo. Gombrich también ha acuñado el relevante epigrama: «sólo donde existe un cami~
no hay también una voluntad» (p. 75).
15
Véase Khun, 1962: especialmente 43-51 donde desarrolla la noción de «la priori-
dad de los paradigmas». Cfr. la comparable insistencia en Collingwood,' 1940: especial-
mente .11-48, de que el pensamiento de cualquier período se organiza de acuerdo con
«Constelaciones de presuposiciones absolutas». Para un análisis valioso de la teoría de
la ciencia de Khun y de sus implicaciones para el historiador intelectual, véase Hollin-
ger, 1985: 105-129.
66 EL GIRO CONTEXTUAL
II
20
Pocock, 1987: especialmente 30-55.
21
Gwyn, 1965: 50n.
22 Plucknett, 1926-7: 68. Para la reivindicación de que fue «la propia intención» de
Cake de articular la doctrina «que hoy en día aplican los tribunales americanos», véase
también Corwin, 1928: 368 y cfr. Corwin, 1948: 42.
23
Para un rechazo puramente textual véase Thorne, 1938.
2
~ Hooker, 1989 l. 10.4: 89-91.
25 Morris, 1953: 181-197.
26
Locke, 1988 Il. 149: 367; Il. 155: 370-371.
QUENTIN SKINNER 69
27
Véase Gough, 1959: 47-72 (gobierno por consentimiento) y pp. 136"171 (fidei-
comiso político).
28
Gwyn, 1965: 52.
29
Lovejoy, 1960: 15.
70 EL GIRO CONTEXTUAL
30
Bury, 1932: 7.
31
Weston, 1965: 45.
32
Raab, 1964: 2.
33 Bury, 1932: 7.
34
Silmpson, 1956: 39.
35
Vile, 1967: 30.
36
Para una defensa interesante del enfoque de Lovejoy véase Oakley, 1948: 15-40.
37
Raab, 1964: 2.
38
Iones, 1947: 50.
39
Armstrong, 1965: 382.
40
Popkin, 1953: 300.
QUENTIN SKINNER 71
41
Cassirer, 1955: 151.
42
Morris, 1966: 89-90.
43
Raab, 1964: 1, 11. Para una crítica véase Anglo, 1966.
44
Bloom y Jaffa, 1964: 1-2, 36.
45
Gwyn, 1965: 9.
46
Vile, 1967:46.
47
Gough, 1957: 59.
72 EL GIRO CONTEXTUAL
8
4 Strauss, 1957: 12.
49Bloom y Jaffa, 1964: 1-2. Para una crítica de esta creencia en la filosofía política
como articulación o recuperación de ciertas <<Verdades finales», véase Kau:fman; 1954.
Para su defensa véase Cropsey, 1962.
50
Para esta opinión de Hobbes véase Strauss, 1953; para esta opinión de Maquiave-
lo véase Strauss, 1958.
51 Véase, por ejemplo, el ataque a Anthony Ascham y la defensa del conde de Cla-
54
Craston, 1964: 34-35.
55
Marsílio de Padua, 1951-6, vol. I: 312.
56
Shírley, 1949: 256.
74 EL GIRO CONTEXTUAL
57
Weldon, 1946: 26, 63-64.
58 Sabine, 1951: 67.
59
Aaron, 1955: 184-185.
6
°Friedrich, 1964: 178.
QUENTIN SKINNER 75
1946: 578 sobre el error de Hobbes de «no percatarse de la importancia de la lucha entre
diferentes clases»; Hacker, 1961: 192, 285, notando esta «gran omisión>> en el pensa-
miento de Maquiavelo así como en el de Locke; Lemer, 1950: xxx sobre la ausencia en
Maquiavelo de <<UUa genuina comprensión de la organización social como fundamento
de la política>>; ·
62
Davies, 1964: 80.
63 Dahl, 1963: 113.
64
Cos, 1960: xv, 89.
65 Stark, 1960: 144, 153.
76 EL GIRO CONTEXTUAL
IIl
66
. Para una discusión reciente de los problemas relacionados véase Lemón, 1995:
225-237.
67
Una observación similar sobre el problema de acomodar diferentes «niveles de
abstracción» lo ha planteado Pocock, 1962. Para una crítica del planteamiento de Pocock
y de mis opiniones sobre los mitos de la coherencia véase Bevir, 1997.
68
McGrade, 1963: 163.
69
Warrender, 1957: vii.
QUENTIN SKINNER 77
70
Stewart, 1963: v-vi.
7
1 Barnard, 1965: xix, 139.
72
Watkins, 1965: 10.
73 Cassirer, 1954: 46, 62.
74
Hood, 1964: 28.
75
Parkin, 1956: 2, 4.
78 EL GIRO CONTEX1UAL
76
Avineri, 1968: 3.
77
Sabine, 1951: 642.
78
Hearnshaw, 1928: 243. -
79 Adler, 1967: xi; Bird, 1967: 22; Adler, 1967: ix-xi declara la promésa (en su Pró-
logo a Bird, 1967) que el Institute far Philosophical Research continuará la <<transfor-
mación del "caos" de diferentes opiniones sobre otras materias "en un conjunto ordena-
do de puntos claramente definidos"». Los elementos que se habrían de ordenar
propiamente incluyen el progreso, la felicidad y el amor.
QUENTINSKINNER 79
80
Abrams, 1967, 7-10, 63-83.
81
Seliger, 1968: 209-210.
82
Hobbes, 1996: 489, 491.
80 EL GIRO CONTEXTUAL
83
Hood, 1964: 64, 116-117, 136-137.
84
Harrison, 1955.
85
Macpherson, 1962: viii.
86
Strauss, 1952: 30-31.
QUENTIN SKINNER 81
87
Para un examen de e_ste enfoque véase Cochane, 1961. La asunción aparece en la
obra de Federico Chabod así como (y especialmente) en la de Friedrich Meinecke. Para
un comentario crítico dé tales asunciones véase Baron, 1961.
88
Avineri, 1968: 2.
89
Tucker, 1961: 7, 11, 21. Lo que permite la provechosa conclusión de que la
«relevancia» que normalmente se da por sentada en los textos clásicos se queda corta
para el caso de Marx, porque su obsesión religiosa significa que «tenía poco que
decirnos» sobre el capitalismo (p. 233) y <<no sólo no hizo ninguna contribución posi-
tiva, sino que prestó un gran prejuicfo» sobre lo que tenía que decir sobre la libertad
(p. 243).
90
Strauss, 1952: 24-25, 30, 32.
82 EL GIRO CONTEXTUAL
IV
91
Para estas consideraciones, y otros ejemplos de una clase similar, véase la discu-
sión en Danta, 1965: 149-181.
92
Popper, 1962, vol. I: 169.
93 Bronowski y Mazlish, 1960: 303.
84 EL GIRO CONTEXTUAL
94
Chapman, 1956: vii. Las cursivas son mías. Para los juicios que allí se discuten,
véase, por ejemplo, Cobban, 1941: 67 y especialmente Talmon, 1952 donde se reclama
(p. 43) que Rousseau «dio origen a la democracia totalitaria>>.
95
Winiarski, 1963: 247.
96
Cassirer, 1946: 140.
97
Winiarski, 1963: 273. Las cursivas son mías.
98
Como se asume en Gough, 1950; Gough, 1957; Plamenatz, 1963 y Seliger, 1968.
QUENTIN SKINNER 85
99
Para un análisis de esta confusión y su posible solución véase.Dunn, 1969: 29-31,
204-206. Véase, también, Tully, 1993: especialmente 2, 3, 73-79.
86 EL GIRO CONTEXTUAL
100 Véase Mansfield, 1965: 86 y cfr. también 41, 66; 80. Para la córrespondiente rei-
vindicación de que Bolingbroke «se anticipa» aBurke, véase Hart, 1965: 95, 149 et
passim .
. 101 Mansfield, 1965: 49 et passim. Los rruu:males sobre él périsamienfo oel siglo XVIII
encuentran «la tradición de Locke» indispensable por lo menos como·un vehículo para
explicar algunas de las características releyantes del período. Véase, por ejemplo, Laski,
1961: 47-53, 131;
102 Para esta asurición véase Strauss, 1953 y Cox, 1960.
103 Ésta es la teoría generalmente más extendida. Incluso Wolin, 1961: 26 insiste en
que «un lector atento no puede dejar de vern que Locke se estaba dirigiendo a criticar a
Hobbes. Esta asunción se presenta en la mayor parte de los manuales sobre elpensa~
miento político de principos de la era moderna. Véase, por ejemplo, Martin, 1962: 120.
104
Véase, por ejemplo, Strauss, 1957: 48 para la defender lá asunción ae que Hob-
bes «aceptaba» la «crítica de la.filosofía política tradicional».
105
Véase Raab, 1964; y cfr. Cherel, 1935 y Prezzolini, 1968.
106 Para un ánálisis más completo de los problemas relativos a las «influencias» véase
Skinner, 1966. Para los que reclaman que mi argumento eri este punto es innecésaria-
mente escéptico, incluso inválido, véase Oakley, 1999: 138-187. Sin embargo no niego
que el concepto se puede utilizar de una manera provechosa (yo mismo lo uso en ocac
siones). Sólo afirmo que debemos de tener alguna fe en que nuestras invocaciones del
concepto hacen alguna cosa para verificar el test que he propuesto ..
QUENTINSKINNER 87
107
Para un número más amplio y un resumen general véase Foord, 1964: especial-
mente 57-109, 113-159.
108
Para los teóricos de facto de comienzos de la década de los cincuenta en el si-
glo XVII y su relación con Hobbes véase el vol. 3 de Visions ofPolitics, caps. 9 y 10.
Sobre la lectura de Locke véase Laslett, 1965.
88 EL GIRO CONTEXTUAL
109
Véase Brailsford, 1961: 118 y cfr. Wootton, 1986: 38-58 sobre la «aparicióru> de
la democracia en el siglo XVII en Inglaterra.
110
Brailsford, 1961: 118, 457.
iu Brailsford, 1961: 233; cfr. Woodhouse, 1938: 83.
112
Como, por ejemplo, en Gough, 1950: 47-72.
QUENTIN SKINNER 89
115
Armstrong, 1965: 382.
116
Para la elaboración véase Mandelbaum, 1967.
117
Dunn, 1980: 13-28 incluye una enunciación más amplia de este punto.
QUENTIN SKINNER 91
A estas alturas puede que parezca que existe una obvia obje-
ción a la línea de argumento que he estado proponiendo. He esta-
do anatomizando los peligros que surg~n si uno examina los tex-
tos clásicos de la historia de las ideas como si fueran· objetos
auto-suficientes de investigación, concentrándose en lo que cada
escritor dice sobre las doctrinas canónicas y pretendiendo en con-
secuencia recuperar el significado y la significación de sus obras.
Se podría responder, no obstante, que con una atención necesaria
y alguna investigación, tales peligros se pueden evitar seguramen-
te. Pero si se pueden evitar, ¿en qué se convierte mi reivindicación
inicial de que hay algo inherentemente erróneo en este enfoque?
A manera de respuesta, me gustaría avanzar una tesis comple-
mentaria, pero más fuerte, a la que hasta. ahora he defendido. El
enfoque que he estado discutiendo, argumentaré, no puede en prin.:..
cipio capacitarnos para llegar a una adecuada comprensión de los
textos que estudiamos en la historia del pensamiento. La razón fun-
damental es que, si queremos entender cualquiera de los textos,
debemos de ser capaces de ofrecer una explicación no sólo del sig-
nificado de lo que se dice, sino también de lo que el escritor en
cuestión pudo haber querido decir al decir lo que dijo. Un estudio
que se centre exclusivamente en lo que el escritor dijo sobre algu-
na doctrina dada no sólo será inadecuado, sino que en algunos
casos puede ser positivamente erróneo, si se le considera una: guía
para entender lo que el escritor en cuestión intentó o quiso decir.
Consideremos en primer lugar la obvia observación de que los
significados de los términos que usamos para expresar nuestros
92 EL GIRO CONTEXTUAL
118
Baxter, 1745, vol. 2: 280; Reíd, 1941: 120.
119 Bracken, 1965: 25, 59-81.
QUENTIN SKINNER 93
120
Plamenatz, 1963, vol. 1: x.
121
Taylor, 1938: 418. Warrender, 1957 asume una posición semejante, mientras Hood,
1964 ofrece una enunciación más extrema. Para una versión más incisiva del argumen-
to véase Martinich, 1992: 71-135.
122
Véase Dibon, 1959: xv y cfr. Labrousse, 1964: 346-386, discutiendo los artícu-
los de Bayle sobre David y el maniqueísmo.
94 EL GIRO CONTEXTUAL
123
Hood, 1964: vii; Labrousse, 1964: x.
124
Aubrey, 1898, vol. 1: 339.
125 Para estos detalles sobre Hobbes véase Mintz, 1962 y sobre Bayle véase Robin-
son, 1931.
QUENTIN SKINNER 95
res, sino sólo una variedad de enunciados hechos por una gran
variedad de agentes con una gran variedad de diferentes intencio-
nes, lo que descubrimos es que no existe una historia de la idea
que se tenga que escribir. Sólo existe la historia de sus diferentes
usos y dela variedad de intenciqnes con las que se utilizó. Es difi-
cil esperar que una historia de este tipo retenga siquiera la forma
de la historia de la «unidad de idea». Porque la persistencia de
expresiones particulares no nos dice nada fiable sobre la persis-
tencia de aquellas cuestiones que se pueden responder utilizando
las expresiones, no lo que los diferentes escritores que utilizaron
las expresiones habrían querido decir cuando la utilizaron.
Resumiendo. Una vez que comprendemos que hay siempre una
cuestión que se pueda responder sobre qué es lo que los escritores
están haciendo al decir lo que dicen, me parece que ya no querría-
mos organizar nuestras historias siguiendo la <<Unidad de la idea»
o centrándonos en lo que los escritores individuales dicen sobre
«los problemas perennes». Afirmar esto no es negar que haya habi-
do continuidades que han persistido en la filosofía moral, social y
política occidental, y que éstas se hayan reflejado en un empleo
estable de un conjunto de conceptos centrales y formas de argu-
mento134. Significa solamente decir que existen buenas razones
para no seguir organizando nuestras historias en tomo a tales con-
tinuidades para acabar con más estudios del tipo ewel que se expo-,
nen y comparan, por ejemplo, las opiniones de Platón, San Agus-
tín, Hobbes y Marx sobre «la naturaleza detestado justo» 135 •
Una razón para mi escepticismo sobre esas historias, como .he
intentado acentuar en la primera parte de mi argumento, no es sim-
plemente que cada pensador-por tomar el ejemplo que acabo de
dar- parece responder a la cuestión sobre la justicia a su propia
manera. También es que los términos empleados al formular la
cuestión --en este caso los términos «estado», <<justicia» y <<natu-
raleza>>, tal y como aparecen en sus diferentes teorías, sólo lo hacen,
si es que lo hacen de alguna manera, de forma divergente que pare-
ce una confusión obvia suponer que se haya elegido un conjunto
permanente de conceptos-. El error, en suma, se haya en supo-
ner que existe un conjunto de preguntas que los diferentes pensa-
dores se proponen responder.
134
Sobre este punto véase Maclntyre, 1966: 1-2.
135
Véase Lockyer, 1979 y cfr. Collingwood, 1939: 61-63.
100 EL GIRO CONTEXTUAL
VI
136
. Para una discusión de esta sugerencia sobre la primacía del contexto, especial-
mente del lingüístico, véase Turner, 1983; Boucher, 1985; Gunn, 1988-9; Zuckert, 1985;
Spitz, 1989; Amole!, 1993: 15-21; King, 1995i Bevir, 2001.
137
· Para una breve descripción de un compromiso similar véase Greene, 1957-8. Cfr.
también Collingwood, 1939 y Dunn, 1980: 13-28, dos discusiones con las que me sien-
to profundamente en deuda. Véase Dunn, 1996: 11-38. Para una discusión de la influen-
cia de Collingwood sobre los que empezaron a escribir sobre la historia de la filosofia
política en la década de los años sesenta véase el valioso resumen de Tuck, .1993.
102 EL GIRO CONTEXTUAL
139
Para la reivindicación de que <<los problemas centrales de la política son atempo-
rales» véase Hacker, 1961: 20.
104 EL GIRO CONTEXTUAL
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2. MOTIVOS, INTENCIONES
E INTERPRETACIÓN*
II
* Este trabajo está basado en gran parte en mi artículo «Motives, intentions and the
interpretation oftexts» que apareció originariamente en laNew Literary History, 3 (1972),
pp. 393-408 y en parte en mi trabajo «From Hume's intentions to deconstruction and
baclo>, en The Journal ofPolitical Philosoph, 4 (1996), pp. 142-154.
[109]
110 EL GIRO CONTEXTUAL
1
Wimsatt y Beardsley, 1976: l. Este trabajo clásico, que se ha reeditado a menudo,
apareció originariamente en Sewanee Review en 1946. :Véase, también, WIIllsatt, 1954;
Beardsley, 1958 y Beardsley, 1970.
2
Barthes, 1979; Foucault, 1979: 141-160.
3 Derrida, 1976: 6-100..
4
Wimsatt y Beardsley, 1976: 6, 11.
5 Beardsley, 1992: 23.
QUENTIN SKINNER 111
9
Ricoeur, 1981: 174.
10
Ricoeur, 1981: 201.
11
Sobre la intepretación entendida como una apropiación véase Ricoeur, 1981:
145-164.
12
Fisch, 1980: 3.
13
Fisch, 1980: 13.
QUENTIN SKINNER 113
m
Mi intención en este capítulo dedicado a aclarar el terreno es el
de calibrar cuánta atención, en el caso en el que merezca alguna,
deberíamos de prestarle a los motivos y a las intenciones de los
escritores al intentar interpretar el significado de lo que escriben.
parapluie"».
18
Derrida, 1979: 123, 125, 131.
114 EL GIRO CONTEXTUAL
19
Wrmsatt y Beardsley, 1976: 3, 12.
20
Monis Jones, 1964: 140.
21
Wimsatt y Beardsley, 1976: 9.
22
Wimsatt y Beardsley, 1976: 2.
QUENTIN SKINNER 115
T. M. Gang, por ejemplo, insiste en que «cada vez que se dice algo
directamente y sin ambigüedades, apenas. si tiene sentido pregun-
tarle al hablante qué intención quería significar con sus palabraS»23 •
Graham Hough coincide en que «con un poema enteramente con-
seguido todo es perfección y la. cuestión de una intención conce-
bida separadamente no se plantea»24 •
La otra reivindicación (además incompatible) ha sido que, por
el contrario, puesto que los motivos y las intenciones se encuen-
tran «afuera» de la obra de un escritor, y, por consiguiente, no·for-
man parte de su estructura, el crítico no debería prestarles aten-
ción a la hora de intentar elucidar los significados de los textos.
Este segundo argumento, sin embargo, se ha formulado de una
manera un tanto confusa. Cuándo menos tres razones diferentes se
han dado para suponer que se sigue de la manera en la que los moti-
vos y las intenciones estén «fuera» de las obras el que tengan que
ser irrelevantes para la actividad de interpretación. Necesitamos
empezar intentando desenredarlas.
Una de las propuestas ha sido que los motivos ylas intencio-
nes sencillamente no se pueden recuperar. Son «entidades priva-
das a las· que nadie puede accedern25 • Éste es el primer argumen-
to que avanzaron Wimsatt y Beardsley, que retóricamente se
preguntaron «cómo puede un crítico esperar obtener una respues-
ta a la cuestión relativa a la intención>>, y responden que la consta-
tación del «designio o de la intencióm>·sencillamente no se encuen-
tra disponible 26 • El mismo compromiso subyace en un número de
contribuciones recientes al debate. Se nos dice que «la intención
no se puede realmente conocern27 y que, por lo tanto, el crítico lite-
rario y el historiador intelectual se ven enfrentándose a una «in~vi
table incertidumbre sobre los procesos mentales» 28 • Se estarán
engañando a sí mismos si suponen que puedan alguna vez «pro-
yectarse en la mente de los autores» para recobrar las intenciones
con las que aquéllos escribieron29 •
23
Gang, 1957: 178.
24
Hough, 1966: 60.
25
VéaseAiken, 1955: 752, para una discusión (pero no una aceptación) de este argu-
mento.
26
Wimsatt y Beardsley, 1976: 1-2.
27
Smith, 1948: 625.
28
Gang, 1957: 179.
29
Harlan, 1989: 587.
116 EL GIRO CONTEXTUAL
IV
30
Wimsatt y Beardsley, 1976: 1-2.
31
Gang, 1957: 175.
32
Smith, 1948: 625.
33 Wunsatt y Beardsley, 1976: 6-9.
QUENTIN SKINNER 117
35
Aiken, 1955: 752.
36 Geertz, 1980: 135.
37
Cioffi, 1976: 57.
QUENTIN SKINNER 119
38
Una observación bien hecha por Morris Jones,.1964: 143.
39
Estoy en deuda con Anscombe, 1957 y Kenny, 1963; dos discusiones clásicas en
las que el concepto de motivo e intención se distinguen siguiendo lineas similares~ Para
una aceptación (parcial) del empleo que hago de estas distinciones véase Hancher, 1972:
especialmente las páginas 836n y 842-843n.
40
Austin, 1980: 98-108.
120 EL GIRO CONTEXTUAL
41
Austin, 1980: 94 et passim.
42
Para una introducción al concepto de efectos perlocucionarios véaseAustin, 1980:
99, 101-102. .
QUENTIN SKINNER 121
43
Gang, 1957: 177; Richards, 1929: especialmente 180-183 parece que hubiera teni-
do una gran influencia en dirigir la atención hacia esos tipos de efectos intencionales.
122 EL GIRO CONTEXTUAL
44
Para una discusión de estos problemas véase Strawson, 1971: 170-189.
QUENTIN SK.INNER 123
45
Véase, por ejemplo, Clase, 1972: 36-38.
46
Bateson, 1953: 16.
124 EL GIRO CONTEXTUAL
BIBLIOGRAFÍA
47
Castoradis, 1987: especialmente 353-373.
QUENTIN SKINNER 125
[127]
128 EL GIRO CONTEXTUAL
II
5 Austin,
1980:94,98 ..
6
Sobre la fuerza de la emsión de una frase como una dimensión que se puede abs-
traer del lenguaje véase Holdcroft, 1978.
7
Austin, 1980: 99.
8 Austin, 1980: 109-120.
QUENTIN SKlNNER 129
9
Strawson, 1971: 153.
130 EL GIRO CONTEXTUAL
10
Austin, 1980: 99.
11
Austin, 1980: 98.
12 Austin, 1980: 128.
13
La ampliación que hace Strawson en Strawson, 1971: 149-169 adquiere la forma
de poner en tela de juicio la prominencia que Austin le asigna a las convenciones (como
algo opuesto a las intenciones del hablante) en su análisis de «asegurarse de que se ha
entendido». ·
14
Para el papel de las intenciones reflexivas véase el análisis de Searle de los actos
ilocucionarios en Searle, 1969: 60-61. . · ·
15
Schiffer,· 1972: 88-117 desarrolla una versión de la teoría intencional del signifi-
cado de Grice para analizar la relación entre significado y áctos de habla. Véase, tam-
bién, la importancia que se le asigna al reconocimiento de las intenciones comunicati-
vas en Bach y Harnish, 1979.
16
Como originariamente lo argumenté en Skinner, 1970.
QUENTIN SKINNÉR 131
18
Me estaré basándo principalmente en Skinner, 1970; Skinner, 1971; Skinner, 1975;
Skinner, 1978a y Skinner, 1996.
19
Graham, 1988: 151.
20
Austin, 1980: 116.
QUENTIN SKINNER 133
21
Para la elaboración de esta propuesta véase Kenny, 1963: 171-186.
22
Austin, 1980: 116.
23
Como intenté demostrar en Skinner, 1971: 3-12.
24
Davidson, 1967: 86.
134 EL GIRO CONTEXTUAL
25
Sobre la semántica de «hacer una advertencia>> véase, también, Vanderveken, 1990,
vol. 1: 174.
26
Para una discusión más detallada véase McCullagh, 1998: 150-155.
27
Graham, 1988: 152. Para la misma crítica véase Shapiro, 1982: 563 y Boucher,
1985: 220, 230.
28
Graham, 1988: 153, 1963.
QUENTIN SKINNER 135
29
Holdcroft, 1978: 149-150, 154.
°Como observa Holdcroft no está muy claro que este punto se haya reconocido en
3
31
Hirsh, 1967: 12, 13. Cfr. Hirsh, 1976 y Juhl, 1976: 133-156.
32
Hirsh, 1967: 27. Para las observaciones de Juhl sobre Hirsh, véase Juhl, 1980: 16-44.
33
LaCapra, 1980: 254; Baumgold, 1981: 935; Grinnell, 1982: 318; Seidrrían, 1983:
83, 88; Femia, 1988: 157; Keane, 1988: 207; Harlan, 1989. Ya he respondido a las críti-
cas de Harlan en Skinner, 1996.
34
Como ha señalada acertadamente Jenssen, 1985. Véase; también, Vossenkuhl,
1982; Viroli, 1987.
35
Una observación muy excelente hecha por Dunn, 1980: 84.
QUENTIN SKINNER 137
texto resulte que refleje por su parte las intenciones del autor en
todas partes. Y seria un error manifiesto inferir que, si nos encon-
tramos con los elementos obviamente no intencionados, tuviéra-
mos que excluirlo de la explicación del significado del texto.
Sólo he querido, no obstante,..decir sobre este problema lo justo
para que me permitiera distinguirlo de una segunda cuestión dife-
rente que se plantea en relación con la intencionalidad del autor.
Ésta es la cuestión sobre lo que un autor puede haber querido decir
o tuvo la intención de decir con una cierta expresión (cualquiera
que sea el significado que la expresión pueda tener). Por ponerla
en el lenguaje que he venido utilizando, mi interés principal se ha
centrado no en el significado, sino más bien en la realización de
los actos ilocucionarios.
Como ya he argumentado, la cuestión de qué es lo que un hablan-
te o escritor puede haber querido significar al decir algo se plantea
en el caso en que se emita en serio cualquier expresión. Pero plan-
tea graves problemas en la interpretación de dos tipos de casos. Uno
es el que nos encontramos con: los códigos secretos como ocurre
con el caso de la ironía, Como ya he dejado indicado en mi ensayo
Significado y comprensión en la historia de las ideas, me parece
indiscutible que en este caso nuestra comprensión deba de depen-
der de nuestra capacidad para recuperar lo que el autor tuvo la inten-
ción de decir o qúiso decir con lo que dijo. Pero parece que mere-
ce la pena resaltar la manera en la que se lleva a cabo~ Porque creo
que el argumento no se ha planteado bien por aquellos, como Peter
Juhl, que han querido defender la tesis sobre la intencionalidad del
autor que acabo de considerar y dejado aparte.
Juhl y otros han argumentado que el fenómeno de la ironía pro-
porciona la más clara evidencia a favor de la propuesta de que nece-
sitamos recuperar las intenciones de un autor si queremos enten-
der «el significado de una obra», el significado de lo que se dice36 •
Sin embargo, cuando alguien habla o escribe irónicamente, puede
que ocurra que no se plantee dificultad alguna sobre cómo enten-
der el significado de lo que dice. Puede que todo lo que dice lo
diga en virtud de su significado ordinario. Cuando se plantea algu-
na dificultad sobre la comprensión de tales expresiones, se hace
no porque surjan dudas sobre su significado, sino más bien por-
36
Juhl, 1980: 62, 64. Véase, también, Stem, 1980: 122-124.
138 EL GIRO CONTEXTUAL
37
Defoe, 1965: 96. Stern, 1980 menciona el ejemplo (p. 124) pero en mi opinión
saca una conclusión errónea de él. Véase, sin embargo, la provechosa discusión en Bevir,
1999: 81-82.
QUENTIN SKINNER 139
38
Austin, 1980: 56 ss.; cfr. p. 116n.
140 EL GIRO CONTEXTUAL
IV
39
Para la importancia de este problema en la hermenéutica de Paul Ricoeur véase
Leeuwen, 198 L Para una discusión de mi propio enfoque frente al de Ricoeur véase
Thompson, 1993.
QUENTIN SKINNER 141
40
Graham, 1980: 147-148. Shapiro, 1982: 548 repite la critica. Véase, también, Bou-
cher, 1985: 122; Levine, 1986: 38, 44-45.
41
Sobre interrogativos y performativos véase Holdcroft, 1978: 102-106.
42
He intentado rebatir el escepticismo de Cohen en Skinner, 1970: 120~121, 128-
129. Cfr. también Graham, 1977.
43
Para la discusión de este punto véase Bevir, 1999: 134-137.
44 Para una critica de esta concepción del contexto de emisión véase Oakley, 1999:
8-24.
45
Sobre las complejidades filosóficas véase Holdcroft, 1978: 151-170. Sobre las
dificultades prácticas relativas a la reconstrucción de los contextos históricos véase Hume,
1999.
142 EL GIRO CONTEXTUAL
46
Austin, 1980: 116-120.
47
Tully, 1988: 8-10.
48
Wootton, 1986: 10. ,
49
Para esta formulación véase Ayers,·1978: 4 y Hylton, 1984: 392.
5
°Collingwood, 1939: 39.
QUENTIN SKINNER 143
51
Collingwood, 1939: 29-43. . . ..
52 En este punto intento afrontar una critica hecha porTurner, 1983: 283~286.
53
Véase Pocock, 1980: especialmente 147-148, y cfr. Pocock, 1973. ·
144 EL GIRO CONTEXTUAL
rica entre los textos y los contextos54 • Críticos como John Keane,
me han acusado de adoptar el enfoque tradicional del «autor-mate-
ria», dando a entender que yo todavía no haya reparado en la muer-
te del autor anunciada hace ya mucho tiempo por Roland Barthes
y Michel Foucault55 • Es cierto que su anuncio siempre se me anto-
jó algo exagerado. Acepto desde luego que todos estemos limita-
dos por los conceptos que tenemos a nuestra disposición si nos
queremos comunicar. Pero no es menos cierto que el lenguaje cons-
tituye tanto unrecurso como una limitación -un punto que he de
explorar en mis ensayos Principios morales y cambio social y
La idea de un léxico cultural56- . Esto significa que, si queremos
hacer justicia a todos esos momentos en donde se desafia una con-
vención o se subvierte una verdad comúnmente aceptada, no nos
podemos conformar solamente con la categoría de autor. La obser-
vación adquiere una significación adicional cuando reparamós en
que, en la medida en que nuestro mundo social está compuesto por
nuestros conceptos,· cualquier alteración efectiva en el uso· de los
conceptos constituirá al mismo tiempo Un. cambio en nuestro
mundo social. Como ha observado James Tully, la pluma puede
ser una espada poderosa57 • ,
A pesar de eso, debe ser obvio que el enfoque que estoy bos-
quejando deja la figura del autor en un estado de salud extrema..,
<lamente pobre. Reiterando, sosteniendo y defendiendo observa-
ciones comunes como generalmente hacen los autores individuales,
es posible que aparezcan como meros productos de sus contextos,
como Barthes y Foucault lo hicieron notar originariamente. Cier-
tamente es una consecuencia de mi enfoque que nuestra atención
principal no tenga que recaer en los autores individuales sino en
el discurso más general de su época58 • El tipo de historiador que
estoy describiendo es alguien que estudie principalmente lo que
J. G. A. Pocock llama los «lenguajes» de debate, y sólo de mane-
54
Jenssen, 1985: 129 acentúa valiosamente este punto. Sobre los géneros y la expec-
tación que hizo surgir véase, también, Jauss, 1970: 111-114.
55 Véase Keane, 1988: 205 y cfr. también Kjellstréim, 1995 ..Sobre la muerte del autor
59
Pocock, 1985: 7-8, 23.
6
ºVéase Hollis, 1988: 139-140 y cfr. Tully, 1988: 10.
QUENTIN SKlNNER 147
texto esté haciendo algo y proponer que su autor sea el que esté
haciendo algo. Por expresarlo como una respuesta a la objeción de
Hollis y Tully, no parece que en ciertas ocasiones sea un asunto de
gran dificultad pasar de sostener que una cierta emisión constitu-
ya la respuesta a una línea de argumento aceptada, a suponer que
se tenga que explicar por el hecho de que su autor tuvo la inten-
ción de que tal emisión se comprenda como una respuesta.
A manera de ilustración, consideremos de nuevo el ejemplo que
he venido sacando. sobre las opiniones de Maquiavelo sobre los
ejércitos mercenarios. Ya contamos con una lista de las cosas que
indudablemente estaba haciendo al decir lo que dijo sobre ellas.
Pero también sabemos, si estaba implicado en un acto intencional
de cómunicación, que debe de haber habido algo que estuviera
haciendo intencionalmente al decirlo que dijo. Quizá la mejor
hipótesis que se pueda adoptar es que, cualquiera que fuera la cosa
que estuviera hacü~ndo, lo estaba haciendo intencionalmente, y que
con eso hemos identificado el rango de fuerzas ilocucionarias con
las que sepr,odujo la emisión de su expresión.
Una vez que se ha llegado a esta etapa, podemos esperar llenar
el vacío comprobando nuestras hipótesis de varias maneras. Pu~s.,.
to que las intenciones dependen de las creencias, podemos hacer
una simple comprobación para estar seguros de· que Maquiavelo
estaba en posesión de las creencias adecuadas en la formacíón de
la clase de intenciones que le adscribimos. Podemos hacer una
comprobadón másaí aprovecharnos del hecho de que las inten-
ciones con las qqe actuamos están siempre conectadas con nues.,.
tros motivos. Este hecho nos proporciona UI1 instrinnento vital para
corroborar.cualquier hipótesis al efecto de que un hablante o escri-
tor pueda hab~r tenidó la intención de que la emisión de una cier-
ta expresión tenga una fuerza ilocucionaria particuJar. Porque la
sospecha de .que.alguien pueda haber hecho una cierta acción se
verá mayormente reforzada (como cualquier lector de Jos relatos
de detectives sabe) cuando se llega a descubrir el motivo para hacer-
la .. Supongamos que, al emitir lá expresión que estamos. conside-
rando, Maquiavelo defendiera upa cierta posiciói!'en un argumen-
to, rechazara una, o denunciara Un deternlinado curso de acción,
o recomendara otra, o hiciera cualquier otra cosa. Asumiendo que
mantuviera unas creencias mínimamente coherentes, podemos con
seguridad asumir -en un sentido hasta podemos predecir- que
también adoptará un núillero de actitudes relativas. Si defiende la
148 EL GIRO CONTEXTUAL
61
Para una crítica de la interpretación que hago de este ejemplo véase Rosebury,
1997. . .
· 62 Cfr. la discusión en Geertz, 1980: 134~136. Sobre la falacia de suponer que los
historiadores deben de «estar en comunión con los muertos» véase Strout, 1992.
QUENTIN SKINNER 149
63 Sobre las acciones sociales como textos véase Ricoeur, 1973 y Geertz, 1983: 30-
33. Para una discusión de la relación entre texto y acción véase Makkreel, 1990.
64
Derrida, 1979: 122, 123.
65 Derrida, 1979: 128: «Chacun comprend ce que vent veut dire "j'ai oublié mon
parapluie"». ·
66 Derrida, 1979: 123, 125, 131.Nehamas, 1985: 17,240discutedeunamanerainte-
68
Hough, 1976: 227. Cfr. también Seidman, 1983: 91.
69 Véase Close, 1972 para una discusión de la historiografía.
7°Close, 1972 ofrece una intepretación pionera análoga a estas líneas.
71 Véase Close, 1972: 37 y para una consideración general de los problemas que se
72 Por ejemplo, Parekh y Berki, 1973: 169 se quejan de que esté solamente interesa-
do en <runa "intención" definida al realizar una sola acción que produzca un resultado
definido».
73
Forster, 1924: 325. La firma final ha sido desgraciadamente omitida, sin explica-
ción, de la edición de Abinger de A Passage to India (1978).
74 Joyce, 1969: 704.
QUENTIN SKINNER 153
VI
75
Este punto se ha elaborado correctamente en Pratt, 1977, en dondéelblanco prin-
cipal es la idea de que el discurso literario representa un tipo especial de lenguaje antes
que un uso particular del lenguaje.
154 EL GIRO CONTEXTUAL
76
Leslie, 1970: 433; Tarlton, 1973: 314; Warrender, 1979: 939; Gunnell, 1982: 327;
Fem.ia, 1988: 158-159, 163; Mandell, 2000: 119-130. Para una deuda aún más radical
véase Rée, 1991: 978-980.
77
Véase Gadamer, 1975: 235-274 sobre «la historicidad de la comprensión» y cfr.
Rorty, 1979: 362-365 y las referencias que se hace a Gadamer.
QUENTIN SKINNER 155
78
Para esta y otras consideraciones sobre el valor de la diversidad véase Geertz,
1983: 3-16.
79
Tully, 1995: especialmente 99-182. Para una evaluación véase Owen, 1999.
80 Adkins, 1960: 348-351.
81
Geertz, 1980: 121-136.
156 EL GIRO CONTEXTUAL
BIBLIOGRAFÍA
82
En este punto reconozco una gran influencia por parte de Maclntyre, 1971: espe-
cialmente viii-ix.
83
Véase, por ejemplo, los argumentos citados y criticados en Geertz, 2000: 42-67.
QUENTIN SKINNER 157
[161]
162 EL GIRO CONTEXTUAL
II
4
Williams, 1976: 13; Williams, 1983: 15.
5 Williams,1976: 12-13; Williams, 1983: 15.
6
Williams, 1976: 84, 189. Pero en Williams, 1983: 95, 224, estos argumentos se han
suprimido, y en su nueva Introducción Williams reconoce explícitamente (p. 21) «las
difíciles relaciones entre las palabras y los conceptos».
QUENTINSKINNER 163
7
Para una discusión de este problema general véase Normal, 2000.
164 EL GIRO CONTEXTUAL
III
mos a otra diferente. Por ejemplo, alguien podría pensar que sea
una acción valiente el que me enfrente con una muerte dolorosa
con alegría. Se podría objetar, sin embargo, que estrictamente
hablando no existe peligro alguno en tal circunstancia, y que por
consiguiente no deberíamos hablar de valentía sino tal vez de for-
taleza. O una vez más, alguien podría considerar valiente que sal-
tara a la pista de un circo para ponerme en el puesto del domador
de leones. Pero se podría conceder que esta alocada acción antes
que considerarse como un ejemplo de valentía es sobre todo pura
temeridad. Los dos argumentos tratan de la referencia (pero no
sobre el significado) de la palabra valiente. Ambos tienen que Ver
con que un conjunto de circunstancias -lo que un abogado lla-
maría los hechos del cascr:-- se pueden entender de tal manera que
justifiquen los criterios acordados para poder aplicar dicho crite-
rio evaluativo. ·
Para aplicar cualquier palabra al mundo, es necesario tener
una clara comprensión de su significado y de su referencia. Pero
en el caso de los términos evaluativos se precisa un elemento más
en su comprensión. Además necesitamos saber en qué rango de
actitudes se/puede usar el término con sentido. Por ejemplo, nádie
podría decir que haya comprendido la aplicación correcta del
adjetivo valiente si sigue sin ser consciente de su uso generali-
zado para alabar, para expresar aprobación, y especialmente para
expresar (y solicitar) la admiración de cualquier acción con la
que se quiera describir. Llamar a una acción valiente no· es sola-
mente describirla, sino situarla dentro de una luz moralmente
específica. Puedo alabar o elogiar una acción al llamarla valien-
te, pero no puedo condenarla o degradarla si la nombro de esta
manera.
Si son éstas las tres cosas principales que necesitamos conocer
para identificar la clase de términos laudatorios y aplicarlos correc-
tamente, podemos volver a considerar la cuestión que planteé al
comienzo de esta sección. Preguntaba lo que podríamos estar deba-
tiendo.sobre una palabra clave si nos vemos que estamos pregun-
tando sí debería o no aplicarse en un caso particular. Como hemos
visto la respuesta de Williams es que ese argumento debe de tra-
tar sobre los sentidos o significados de las palabras implicadas;
Como me he preocupado, sin embargo, de demostrar podríamos
no estar de acuerdo sobre al menos una de las tres cosas diferen-
tes que se podrían considerar como desacuerdos sobre el signifi-
QUENTIN SK.INNER 167
IV
12
Williams, 1976: 272; Williams, 1983: 322.
13
Para un ataque a esta linea de pensamiento véase Putnam, 1975: 117-131.
14
Esta objeción de Putnam, sin embargo, parece que no estuviera tan bien argu-
mentada. Es difícil pensar en casos claros en los que el significado se hubiera mante-
nido constante en medio de las ideas cambiantes, y los ejemplos que o:frece Putnam
para demostrar lo contrario se me ocurren que son pocos convincentes. Putnam, 1975:
127-128 considera el ejemplo de la palabra oro y argumenta que su significado no se
vería afectado aun en el caso en que el oro se oxidara y nos obligara a cambiar m:íes-
tras creencias sobre dicha sustancia. Esto parece dogmático. ¿Podríamos en ese caso
continuar diciendo cosas como «Esto es tan .bueno como el oro»? Y si así no fuera,
¿no nos veríamos obligadós a conceder que el significado de la palabra oro habría
cambiado?
QUENTIN SKINNER 169
15
Williams, 1983: 22-23; ligeramente revisado de Williams, 1976: 20. En Williams,
1983: 23 se queja de la clase de lector que, al ·criticar su perspectiva, se «contenta con
reafirn:iar los hechos sobre la conexión e interacción con el que comenzó toda la inves-
tigación». La nueva Introducción de Williams se muestra explícita sobre los problemas
que plantean un enfoque holístico (y en ese sentido escéptico) del «significado». Pero
no alcanzo a ver que las implicaciones de este escepticismo se hayan acomodado inclu-
so en la nueva versión de su texto.
16 De otra manera sería dificil de entender cómo podrían estar argumentando los con-
tendientes.
17 Sobre este punto véase Dununett, 1973b.
170 EL GIRO CONTEXTUAL
22 Para una consideración más compl~ta de este ejempl~ veáse el capítulo 14 del
VI
25
Williams, 1976: 176-178; Wtlliams, 1983: 210-212.
26
Williams, 1976: 117; Williams, 1983: 211.
178 EL GIRO CONTEXTUAL
VII
27
Aquí me baso en la propuesta clásica de Seárle, 1962.
28 Noten, sin embargo, que Williams, 1983: 22 se hace cargo de esta objeción.
QUENTIN SKINNER 179
29
Williams, 1976: 43. Pero en Williams, 1983 esta propuesta se ha eliminado.
30 Williams, 1976: 53; Williams, 1983: 62.
31
Williams, 1976: 13-14. Pero en Wtlliams, 1983: 16, la propuesta se ha modificado.
180 EL GIRO CONTEXTUAL
33
Taylor, 1971: 24.
182 EL GIRO CONTEXTUAL
BIBLIOGRAFÍA
* Este ensayo es una versión más revisada y ampliada de un artículo que apareció
originariamente bajo el mismo título en Essays in Criticism, 44 (1994), pp. 267-292.
1
Locke, 1979, III.IX, 4 y 6: 477.
2
Slaughter, 1982 percibe correctamente la aparición del proyecto del lenguaje uni-
versal como una respuesta a las insuficiencias del lenguaje. Pero cuando discute a John
Wtlkins se centra en sus esperanzas de crear defmiciones fijas y taxonomías en lás cien-
cias. Es necesario que se acentúe que mantenía las mismas aspiraciones para el discur-
so moral y religioso. Para una discusión de su intención de desenmascarar los «graves
errores» de la religión que se «atrincheran bajo el ropaje de frases afectadas» véase Sha-
piro, 1969 especialmente p. 129. Para estudiar su intento de proporcionar una tipología
fija de las virtudes y los vicios véase Wtlkins, 1668: 206-213. Para otras discusiones del
proyecto de Wilkins véase Knowlson, 1975: 91-107 y Stillman, 1995: 228-262.
3
Sprat, 1959: 111.
[183]
184 EL GIRO CONTEXTUAL
4
. Locke,
1979: ID.IX: 6, 478.
5
Locke, 1979: ID.IX: 479.
6
Hobbes, 1969b: 23. Si bien Hobbes, 1969b es la edición estándar, contiene tantos
errores de transcripción que he preferido citarla de fa British Library, Harl. MS 4235:
Thomas Hobbes, The Elements ofLaw, Natural! and Politique, con reservas el mejor
manuscrito conservado, aunque las referencias de las páginas que doy son de la edición
de 1969.
7
Hobbes, 1996: 110-111.
8 Hobbes, 1996: 111.
QUENTINSKINNER 185
9
Existen discusiones interesantes en Brunschvicg, 1944: 113-154; Battista, 1966:
135, 145, 172-175; y Curley, 1978, quien describe valiosamente el transfondo de la
filosofía de Descartes. Pero el argumento había sido desarrollado principalmente por
Richard Popkin. Véase Popkin, 1979, y para una lista completa de sus contribucio-
nes véase Popkin, 1988. El argumento ha sido aplicado específicamente a Hobbes
por un número importante de comentaristas modernos. Véase Missner, 1983; Sara-
sohn, 1985; Kahn, 1985: 154, 181; Tuck 1989: 64, 93, 102; Hampsher-Mónk, 1992:
644-645; Flathman, 1993: 2-3, 43-47, 51-52. Se encuentra una excelente lista corre-
gida en Sorell, 1993.
186 EL GIRO CONTEXTUAL
por la aparición del pirronismo como por renovación por el arte clá-
sico de la elocuencia10 • De hecho, estoy tentado a insistir que no se
trata más bien de una hipótesis como de un hecho. Cuando Hobbes
se pregunta en De Cive sobre «el verdadero carácter de quienes ins-
tigan e incitan al populacho a seguir nuevos caminos», responde que
lo que invariablemente distingue a esos agitadores es «una podero-
sa forma de elocuencia separada del verdadero conocimiento de las
cosas» 11 • Cuando Locke en el libro III del Essay se pregunta por las
fuentes de la ambigüedad y de la confusión, también él pone la mayor
parte de la culpa en <<la Retórica, ese poderoso instrumento del Error
y del Engaño» 12• Acaba proclamando que «todo el Arte de la retó-
rica, excepto por el Orden y la Claridad, toda la aplicación artificial
y figurativa de la Elocuencia de las palabras han sido inventados
nada más que para insinuar Ideas erróneas, incitar a la Pasión, y con
ello a engañar al. Juicio» 13 • Resumiendo la concepción general, Sprat
de manera similar declara en suHistory que la elocuencia es «fatal
para la Paz y las buenas Costumbres», tanto que «debería desterrar-
se de todas las Sociedades civiles» 14•
TI
. .
10
Para un intento de proseguir con este argumento en el caso de Hobbes, véase Skin-
ner, 1996.
11
Véase Hobbes, 1983a. XII.XII: 193 sobre «eloquentia potens, separata a rerum
scientia>> como «verus character sit eorum qui populum ad res novas sollicitant & con-
citant>>.
12
Locke, 1979: IIl.X, 34: 508.
13 Locke, 1979: IIl.X, 34: 508.
14
Spratt, 1959: 111.
QUENTIN SK.INNER 187
15
Cicerón, 1942a, II.XLII, 178, vol. 1: 324; Ill.VI, 23, vol. 2: 18; III.xrv, 55,
vol. 2: 44. [Las traducciones castellanas de los textos latinos citados son obra del editor.]
16
Cicerón, 1942a, Il.XVII, 72, vol. 1: 252: cuando el juez es «amicus adversario et
inimicus tibi», entonces «tanquam machinatione aliqua... est contorquendus»:
17
Cicerón, 1942a, LV, 17, vol. 1: 12-14yl.VI, 20, vol. 1: 16.
18
Cicerón, 1949, I.I, 1: 2: «civitatibus, eloquentiam vero sine sapientia... prodesse
numquam>>.
19
Ver Cicerón, 1949; 1.II, 3: 6 sobre sapientia como «tacita>> e «inops dicendi».
188 EL GIRO CONTEXTUAL
sita «en el caso de que una comunidad vaya a recibir los máximos
beneficios posibles» es ratio atque oratio, un razonamiento robus-
to adornado por una palabra poderosa20 • «Una parte extensa e
importante» de cualquier ciencia civil ha de estar relacionada con
el arte de la elocuencia, y especialmente «por aquella forma artís-
tica de elocuencia que generalmente se conoce como retórica, cuya
función evidentemente es la de hablar de una manera que ha sido
previamente calculada para persuadir>>21 •
La idea de la elocuencia como una fuerza que incita a actuar,
una fuerza capaz de obligar a dudar o a conseguir que una audien.,.
cía se llegue a poner de nuestro lado, la retomó con entusiasmo el
retórico vernacular del Renacimiento inglés22 • Thomas Wilson .se
refiere en su pionero Arte ofRhetorique de 1554 a la habilidad del
orador para «movern sus oyentes, para presionarles u obligarles a
que adopten un punto de vista particular23 • George Puttenham en
su Arte of English Poesie de 1589 habfa asimismo del poder del
orador para engañar a una audiencia24, mientras que Henry Peach-
man en su Garden ofEloquence de 1593 alaba igualmente el poder
del lenguaje figurativo para «atraer la atención de la audiencia»,
con lo que le-ayuda al orador a «llevarlos a su lado, a que estén con
él, a que sean conducidos por él»25 • Este sentido de la elocuencia
como si fuera una fuerza fisica se convirtió en una fórmula encap-
sulada en un conjunto de metáforas que se han mantenido con no-
sotros desde entonces como una forma de dramatizar la vis verbo-
rum, o el poder de persuadir que tiene una expresión. Aún nos
referimos a la capacidad de un hablante elocuente para arrebatar
la atención de una audiencia, también hablamos del poder de un
discurso elocuencia para conmovérnos, para transportarnos, para
embelesarnos. · ·
Queda por preguntar con qué medios la fuérZa de la elocuen-
cia puede alterar o llevarnos a hacer lo que la razón ordena. De
2
ºVer Cicerón, 1949, UI, 3: 6 y I.IV, 5:12 sobre la necesidad de ratio atque oratio
para asegurarse que «ad rem publicam plurima commoda veniunb>.
21
Cicerón, 1949, LV, 6: 12-14: <<magna et amplia pars est artificiosa eloquentia quam
rhetoricam vocant... officium autem eius videtur esse dicere apposite ad persuasionem>>;
22
Para más detalle sobre los retóricos vernáculos que aquí se discuten véase Crane,
1965 y Skinner, 1996: 51-65.
23 Wilson, 1554. Prefacio, Sig. A 2v; cfr. también fos. 34v, 63r, 73r.
24
Puttenham, 1970: 147, 151, 189. Para la atribución del Arte a Puttenham véase
Willcock y Walker, 1970: xi-xliv.
25
Peacham, 1593: 121.
QUENTIN SKINNER 189
26
Cicerón, 1942a, II.XVII, 72, vol. 1: 324: «ipse sic movetur, ut impetu quodam
animi et perturbatione, magis quam iudicio aut consilio regaturn.
27
Quintiliano, 1920-2, VI.II, 3, vol. 2: 416: «quo nihil adferre maius vis orandi
potest>>.
28
Quintiliano, 1920-2, Vl.II, 3, vol. 3: 418: <<hoc est quod dominetur in iudicis, haec
eloquentia regnat>>.
29
Cicerón, 1942b, Vl, 22: 328: «maximeque movet ea quae motum aliquem animi
miscet oratio».
30
Sherry, 1961: 22.
190 EL GIRO CONTEXTUAL
31
Wtlson, 1554: fo. 2v.
32
Peacham, 1593: 63, 65, 77.
33
Para la admisión de que la exageración -incluso «más allá de toda razón>>-- es
indispensable, véase Wtlson, 1554: fos. 63v, 65', 78v.
34
Cicerón, 1942a, I.LI, 221, vol. 1: 156: «El orador en efecto realiza con las pala-
bras todas estas cosas que se creen en la vida ordinaria que son malas, y molestas y que
para evitarlas son más graves y dificiles; y al rríismó tiempo esas otras, que al vulgo les
parecen dignas y deseables, las amplia y adorna cuando las dice».
35
Quintiliano, 1920-2, !LXVII, 26, vol. 1: 336: «et falsum dicat et adfectus moveat».
36
Quintiliano, 1920-2, Il.XVII, 27, vol. 1: 336: «si aliter ad aequitatem perduci iudex
non poterit>>. ·
37
Quintiliano, 1920-2, Il.XVII, 28, vol. 1: 336: «lmperiti enim iudicant et qui fre-
cuenter in hoc ipsum fallendi sint, ne errent>>.
QUENTIN SKINNER 191
38
. Sherry, 1961: 70.
39
Wilson, 1554: fos. 63' y 71 v.
40
Peacham, 1593: 119, 121.
41
Ver Ad C. Herennium, 1954, l.II, 3: 6 quizás para el resumen más influyente de la
opinión sobre la retórica como Ars que tiene cinco partes, con la elocutio (que incorpo-
ra el ornatus, es decir, las figuras y los tropos) como su tercer elemento. Para una dis-
cusión del lugar que ocupa la. elocutio en la retórica clásica y del Renacimiento véase
Vickers, 1981.
42
Sobre el ornatus como el elemento que da color y sobre la relación entre añadir
color y mejorar los argumentos con el color, véase, por ejemplo, Wilson, 1554: fos. 86r,
fo 5 , 39v a 810r [recte 90'] y fo. 11 lv. Para una discusión más amplia de este aspecto de
la teoría del lenguaje persuasivo véase Skinner, 1996: 181-211.
192 EL GIRO CONTEXTUAL
43
Hobbes, 1983b: 26. La frase se debe al traductor de Hobbes, que ha sido ahora
identificado en Malcolm, 2000 como el poeta Charles Cotton.
44
Quintiliano, 1920-2, rv.rr, 75, vol. 2: 90: <<incendit iudices et plenos iraea reliquib>.
45
Quintiliano, 1920-2, rv.rr, 76-77, vol. 1: 90: «eadem [exponemus] sed non eodem
modo; alias causas, aliam mentem, aliam rationem daba».
46
Quintiliano, 1920-2, rv.rr, 77, vol. 2: 90-92: «Verbis elevare quaedam licebit; luxu-
ria liberalitas, avaritia parsimoniae, negligentia simplicitas nomine lenitun>. Para una
explicación sobre de qué manera este análisis fue asumido posteriormente por los teó-
rico romanos de la retórica véase el vol. 3 de Visions ofPolitics, capítulo rv, sección I.
QUENTIN SKINNER 193
ligeros por las palabras, como cuando alguien que ha sido golpeado
por un granuja, y éste a su vez afirma que sólo le dio un pequeño
golpe»47 • Más adelante añade un número de otros ejemplos para
ilustrar la misma técnica:
La primera manera de aumentar o disminuir es cambiando la pala-
bra de la cosa, cuando se aumenta utilizamos una palabn1 más cníel, y
una más suave al disminuir, como cuando decimos que un ladrón es ú.n
hombre malo, y decimos que nos ha asesinado cuando en realidad rios
ha golpeado.Y aún es más vehemente si al corregir comparamos pala-
bras más grandes con otras que ya antes hemos puesto, como: «No nos
has traído a un ladrón, sino a un extorsionador, no a un adúltero sino a
un violador, etc.»48 •
47
Sherry, 1961: 61.
48
Sherry, 1961: 70-71.
49
Wilson, 1554: fo. 66v; cfr. también fo. 69r.
50
Wilson, 1554: fos. 66v, 67r. Ascham, 1970: 206-207.
51
Véase Cox, 1989.
52
Peacham, 1971: sig. N, iiiiv.
194 EL GIRO CONTEXTUAL
53
Puttenham, 1970: 220.
54
Puttenham, 1970: 220.
55
Aristóteles, 1926, III.II, 10: 355-357.
56
Quintiliano, 1920-2, VI.TI, 23, vol. 2: 430: cfr.. VIII.IY, 9-14, vol. 3: 266-270.
51 Quintiliano, 1920-2, IX.III, 65, vol. 3: 482: «Cum te pro astuto sapientem appe-
III
59
Peacharn, 1971: sig. N, iiiiv.
60
Puttenharn, 1970: 184.
61
Para observaciones valiosas, sin embargo, véase Cox, 1989: especialmente 53-55
y Whlgham, 1984: 40-42 y 204-205: y para una discusión más reciente véase Condren,
1994: 78-84 y Skinner, 1996: 138-180.
196 EL GIRO CONTEXTUAL
62
Hobbes MSS (Chatsworth) MS Dl: 24. «Confinia virtutibus vitia>>. EstenÍanus-
crito es una paráfrasis del texto de Aristóteles que hizo Hobbes para utilizarlo en sus cla-
ses a comienzos de la decáda de los treinta del siglo XVII. Para más detalles sobre este
manuscrito véase el vol. 3 de Visions ofPolitics, capítulo 1, nota 27 y capítulo 2, nota 79.
63 Cicerón, 1949, Il.LIV, 165: 332: <<non ea modo que his [se. virtutibus] contraria
sunt, ut fortitudini ignavia et iustitiae iniustitia, verum etiam illa quae propi.nqua viden-
tur et finitima esse».
64
Cicerón, 1949, Il.LIV, 165: 332: <<fidentiae contrarium est diffidentia et ea re vitium
est; audacia non contrarium, sed appositum est ac propinquum et tamen vitium est. Sic
uni cuique virtuti finitimum vitium reperietur>>.
QUENTIN SKINNER 197
repite que <<hay una cierta cualidad vecina entre los vicios y las vir-
tudes»65. Continúa citando (sin que llegue a reconocerlo) tres ejem-
plos de Aristóteles sacados de El «Arte» de la Retórica: la calum-
nia puede pasar por franqueza, la temeridad por coraje, la
extravagancia por liberalidad»66 . ·
Con estas consideraciones sobre el vicio y la.virtud como veci-
nae, los retóricos llegaron a la explicación der por qué se podría
esperar siempre usar la técnica de la paradiástole para excitar los
sentimientos de la audiencia. Debido a estas relaciones de proxi-
midad, un hábil orador siempre puede desafiar la descripción ofre-
cida de una acción con algún indicio de plausibilidad. Siempre
puede extenuar una acción mala imponiendo sobre ella el nombre
de un vicio próximo. El fin, como Cicerón lo expresó en D.ePar-
titione Oratoria, es que «es preciso.que seamos prudentes, si no
queremos caer en aquellos vicios que parecen imitar las virtud.es»67 .
Podemos fácilmente caer víctimas del hecho de que la «astucia
imita la prudencia, la insensibilidad la temperancia, el orgullo de
conseguir honores como desdeñarlos imitan la magnanimidad, Ja
estravaganza imita la liberalidad y la audacia a la valentía»68 .
Los poetas y moralistas de la Inglaterra de los Tudor ofrecen un
análisis muy similar de lo que hace posible la redescripción retó-
rica. Revelaban una especial inclinación por las imágenes del dis-
fraz, acentuando cómo la proximidad entre lo bueno y lo malo con-
tribuye demasiado fácilmente a que los vicios se enmascaren
escondiéndose bajo el manto de la bondad. Quizá el primer escri-
tor inglés en comentar la técnica de la paradiástole de esta mane-
ra fue SirThomas Wyatt en la versión que hizo en 1536 dela sáti-
ra de Luigi Alammani sobre la vida en la corte 69 . AWyatfle
65
Quintiliano, 1920-2, II.XII, 4, vol. 1: 284: «faite praeterea quaedam virtutum vitio-
rumque vicina».
66
Aristóteles,1926, I:IX, 28-29: 96-98. Cfr. Quintiliano, 1920-2, II.XII, 4, vol. 1:
284: «maledictus pro libero, temerarius pro forti, effusus pro copioso accipiturn. .
67
Cicerón, 1942b, XXIII, 81: 370: «Cernenda autem sunt diligenter, ne fallunt ea
nos vitia, quae virtutum videntur imitari>>.
68
Cicerón, l 942b, XXIII, 81: 3 70: «Nam et prudentiam malitia et temperantiam
immanitas in voluptatibus aspernandis et magnitudinem animi superbia in nimis exto-
llendis et despicientia in contemnendis honoribus et Iiberalitem effusio et fortitudinem
audacia imitatun>.
69
Para Alammanni, y para la impresión del poema que utiliza Wyatt, véase Mason,
1986: 260-263. Sobre la <<fascinación del ego» que se encuentre en él rechaza de Wyatt
del cinismo cortesano véase Greenblatt, 1980: especialmente 127-156.
198 EL GIRO CONTEXTUAL
?º Wyatt, 1978: 187. Cfr. Whigham, 1984: 204; y para un comentario véase Mason;
1986: 283-289.
71
Nashe, 1958, vol. 1: 10.
72 Lodge,1614: Sig. XX, F.
73
Wilson, 1554: fos. 66" a 67f.
QUENTIN SKINNER 199
74
Puttenham, 1970: 184.
75
Harman, Milner y Mellers, 1962: 121.
76 Wyatt, 1978: 187-188.
77
Sidney, 1973: 31.
78 Para la significación simbólica del episodio véase Worden, 1996: 146, 151-152,
217-219.
200 EL GIRO CONTEXTUAL
84
Lyly, 1868: 115.
85
Wyatt, 1978: 187.
86
Wyatt, 1978: 188.
202 EL GIRO CONTEXTUAL
88
Hall, 1624: 33.
89
Hall, 1624: 34-35.
90
Hall, 1624: 33-34.
204 EL GIRO CONTEXTUAL
91
Commons Debate 1628, vol. 4: 115.
92
Esta última frase proviene de un informe en los manuscritos de Stowe. Véase Com-
mons Debate 1628, vol. 4: 119.
93 Milton, 1962: 501.
QUENTINSKINNER 205
94
Wotton, 1907, vol. 2: 37. Como el mismo Wottonreconoce; la frase que elige cita
a Plinio, Historia Natura/is, XXXVII, 12. ·
95 Jonson, 1988: 404.
96
Bramhall, 1643: 55.
206 EL GIRO CONTEXTUAL
97
El texto del sermón se refiere a Romanos, 1:8. [Nota del editor: la referencia al
texto de San Pablo no es correcta en la edición original, debería de ser Romanos, 1:18.]
9s Whichcote, 1698: 80.
99
Para una explicación de cómo la doctrina de qüe las palabras se encuentran en
lugar de las cosas animadas en el proyecto de Wilkins para un lenguaje filosófico véase
Slaughter, 1982: 161-163.
QUENTIN SKINNER · 207
105
Swift, 1967: 230, posiblemente refiriéndose a la desafortunada observación en Wtl-
kins, 1668, Sig. a, 2r con el fin de indicar que <<las cosas son mejores que las palabras».
106 Hobbes, 1996: 33.
107
Hobbes, 1996: 33.
º Hobbes, 1996: 32-33.
1 8
QUENTIN SKINNER 209
BIBLIOGRAFÍA
109
Hobbes, 1969b: 188-189.
210 EL GIRO CONTEXTUAL
1
Véase R. Koselleck:; <<Begriffsgeschichte, Sozialgeschichte, begriffene Geschich-
te. Reinhart Kose!leck im Gespriich mit ChristofDippern, en Neue Politische Literatur,
43 (1998), pp. 187-205..
[215]
216 EL GIRO CONTEXTUAL
2
Un ejemplo de cómo la Begri.ffegeschichte que practic!!- Koselleck no se queda en
la mera exégesis de las fuentes, sino que hace l!Il puente con la realidad extralingüísti~
éa se puede ver en su análisis de un pasaje del prbgriifua del reformador prusiano Har-
denberg, del que cita el siguiente pasaje: «[el programa pretende] una estructura racio-
nal que no privilegie a una clase frente a otras, sino que asigne su lugar a los ciudadanos
de todos los estamentos según ciertas clases es una de las necesidades verdaderas y nada
superficiales del Estado» [Denkschrift über.die Reorganisation despreussischen Staats
(12.9.1807), en Georg Wmter, Die Reorganisation des Preussischen. Staates unter Stein
und Hardenberg, 1931, p. 316]. Koselleck dice que, para entender.este pro~a de Har-
denberg, se necesita una exégesis crítica que explique los conceptos que al:ií se utilizan:
«necesidades verdaderas y necesidades superficiales», «Estado», «estamento», «clase»,
JOAQUÍN ABELLÁN 217
«ciudadano». Koselleck va analizando cada uno de ellos, mostrando, por ejemplo, que
ciudadano es un terminus technicus, que todavía no se usaba en los textos legales pru-
sianos, y que contenía una alusión crítica a la sociedad estamental («la expresión era
actual, tenía gran porvenir, indica un modelo de constitución a q:alizar en lo sucesivo».
Cuando utiliza «clase» tiene presente los distintos significados de estamento (Stand).
Observa que clase a veces se solapa con estamento, pero que Hardenberg ya la está uti-
lizando en un sentido económico. Esto le permite afirmar que su utilización por Har-
denberg está ya poniendo en juego un nuevo modelo social que apunta hacia el futuro,
mientras que el concepto de «estamento» se cvincula a la tradición, que el Allgemeines
Landrecht, de 1974, había confirmado. Su conclusión es que «la extensión del espacio
semántico de cada uno de los conceptos centrales utilizados pone de manifiesto una alu-
sión polémica al presente, un componente de futuro y elementos permanentes de la orga-
nización social procedentes del pasado. La conjunción de todos ellos confiere sentido a
este pasaje» (R. Koselleck, <<Historia conceptual e historia social», en Futuro pasado,
Paidós, Barcelona, 1993, pp. 105-126, esp. 107-110).
218 EL GIRO CONTI;':XTUAL
7
R. Koselleck, <<Richtlinien» (como en nota 3), 86.
8
R. Koselleck, «Begriffsgeschichte» (como en nota 6), 124.
9 R.: Koselleck, «Einleitung>> (como en nota 4); xxiii. ·
10 R. Koselleck, <<A Response to Comment on the Geschichtliche Grundbegriffe»,
en Hartmut Lehmann y Melvin Richter (eds.), The Meaning ofHistorical Terms and
Concepts. New Studies on Begri.ffegeschichte, Washington; 1996, 59-70, p. 64. Aplican~
do las categorías de Austin, Palonen indica que la polisemia de las palabras es locucio-
naria, mientras que la de los conceptos es ilocucionaria o perlocucionaria (desde el punto
de vista de la recepción). Véáse Kari Palonen, Die Entzaubenmg der Begriffe. Das Um-
schreiben der politischen Begrijfe bei Quentin Skinner und Reinhart Koselleck, Münster,
2004, p. 257.
220 EL GIRO CONTEXTUAL
nario distingue: conceptos constitucionales básicos, términos clave de. la. organización
política, económica o social, las denominaciones de las ciencias, los conceptos clave de
los movimientos políticos, las denominaciones de las profesiones dominantes Y.. de la
estructura social, los conceptos centrales de las ideologías que interpretan el mundo del
trabajo (como en nota 4, xiv). Desde el punto de vista de su significado, y atendiendo
no sólo a su función teorética, sino también a su función pragmática Koselleck habla de
<<Kampfbegriffe», <<Zukun:ftsbegriffe», <<Erwartungsbegriffe», «Aktionsbegriffe» (<<Richt-
linien>>, 92 ss.).
JOAQUÍN ABELLÁN 221
12
R. Koselleck, <<Response» (como en nota 10), 64.
13 R. Koselleck, «Einleitung» (como en nota 4), xxi.
14
R. Koselleck, <<Historia de los conceptos y conceptos de historia», en Ayer. Revis-
ta de Historia Contemporánea, 53 (2004), 27-45, p. 30.
222 EL GIRO CONTEXTUAL
15
R. Koselleck (como en nota 14), p. 36.
16
En la tensión existente entre la realidad histórica y su registro lingüístico, que esta-
lla repetidamente en la historia, encuentra Koselleck un reto intelectual: cualquier histo-
ria, incluso después de ser establecida y registrada, ha de ser siempre reescrita, aunque
esto no sea sinónimo de un relativismo sin límites (R. Koselleck, como en nota 14, p. 40).
JOAQUÍN ABELLÁN 223
17
R. Koselleck, <<Probleme der Relationsbestimmung der Texte zur revolutioniiren
Wrrklichkeit», en R. Koselleck y R. Reichardt (eds.), Die FranziJsische Revolution als
Bntch des gesellschaftlichen Bewusstseins, Múnich, 1988, 664-666, p. 664.
18
R. Koselleck, «Feindbegriffe», enJarhburch der DeutschenAkademiefilr Spra-
che und Dichtzmg, 1993, 83-90, p. 84 (citado en H. E. Bodeker, «Reflexionen>>, como
en nota 5, p. 114). Bodeker destaca la contradicción en Koselleck de clasificar como
extralingüística la realidad que ha de ser explicada ep. términos conceptuales, a la vez
que señala que las situaciones históricas sólo surgen como situaciones conocidas a tra-
vés de los usos de Ic1s pafabras (<<Reflexionen>>, p. 115). La crítica de Reichardt a Kose-
lleck se mueve en ·esta dirección, como hemos mencionado antes, en el sentido de que
los conceptos son realidades, que no son meros indicadores, sino que .son factores dados,
previos a la conciencia y a la acción colectiva. Los conceptós son entonces sobre todo
factores de creación de la conciencia y de disposición para la acción. Si, para esta línea
de pensamiento, la «realidad>> no es nada más que un sistema de coñocimiehto, es lógi-
co que no tenga sentido reconstruir la realidad pasada de forma independiente de su
representación contemporánea. Y no todos los historiadores aceptan este planteamien-
to. Véase, a este respecto, Lucian HO!scher, «Hacia un diccionario de los conceptos polí-
ticos europeos», en Ayer, 53 (2004), 97-108, p. 103.
19
R. Koselleck, «Response» (como en nota 10), 65.
224 EL GIRO CONTEXTUAL
20
En 1967, en «Richtlinien>> (como en nota 3) se delimita la época de investigación
del Diccionario entre 1700 y 1900, y se dice que, entre 1750 y 1850, se produce un cam-
bio en los conceptos (p. 81).
JOAQUÍN ABELLÁN 225
/
/
1. EMANCIPACIÓN23
24
<<Emanzipatiom> (como en nota 23), pp. 153-154.
25
«Emanzipatiom> (como en nota 23), pp. 176-197.
228 EL GIRO CONTEXTUAL
2. PROGRESO
26
«Emanzipatiom> (como en nota 23), p. 166.
27
R. Koselleck, «Fortscbritt>>, en Geschichtliche Grundbegrijfe, 2, 351-353, 363-423.
JOAQUÍN ABELLÁN 229
3. STAAT
28
Ibíd., 352-353. Después de este resumen de las transformaciones que se producen
en el concepto de progreso, Koselleck señala que este concepto es un indicador y un fac-
tor de la industrialización, que se va abriendo camino y avanza con rapidez, cambiando
muchas de las condiciones de la vida política y social o creando otras nuevas.
29
R. Koselleck, «Staat und Souveriinitiit>>, en Geschiclztliche Grundbegriffe, 6, 1-4,
25-64. En Francia, sin embargo, señala Koselleck que, en la misma época, era más fre-
cuente el uso de «Republique» o «Empire» que de <<Estado».
230 EL GIRO CONTEXTUAL
3
°Koselleck ejemplifica esta dimensión con un texto del príncipe Karl :August von
Hardenberg, en el que pone de manifiesto el nuevo papel del Estado haciael fufuro. Se
trata del Denkschrift über die Reorganisation des preussischen Staats (12.9.1807), en
ibídem, p. 30. · ·
31
En su Metafisica de las costzimbres (1797), párrafo 45.
32
Fichte, Beitriige zur Berichtigung der Urteile des Publikums über die Franzosi-
sche Revolution (1793), en Siimtliche Werke, vol. 6 (1845, reimpr. 1968), p. 103.
33
Koselleck remite a la Filosofia del derecho, párrafo 259.
JOAQUÍN ABELLÁN 231
4. VOLK
34
R. Koselleck, «Volk, Nation, Nationalismus, Masse», en Gesc/zichtliche Gnmd-
begriffe, 7, 142-151, 380-431.
35
Ibíd., p. 147.
36 Ibíd., p. 148.
37
Ibíd., p. 148. Este proceso de politización e ideologización de Volk es analizado
por Koselleck hasta bien entrado el siglo XX, pues desde comienzos del siglo observa
nuevas transformaciones con nuevos significados y denominaciones.
232 EL GIRO CONTEXTUAL
3
s Ibíd., pp. 148-149.
39
Véase R Koselleck, «Geschichte, Historie», en Geschichtliche Grundbegrijfe, 2,
593-595, 647-718. El descubrimiento de este cambio, del singular colectivo, lo aplica
Koselleck también a otros conceptos, como el de Staat.
40
El pasaje que recoge Koselleck de J. M. Cladenius es muy ilustrativo al respecto:
«Los eventos, y con ellos también la historia, son cambios. Pero éstos, sin embargo, pre-
suponen un sujeto, una esencia o substancia permanente» (Allgemeine Geschichtswis-
senschaft, worinnen der Gnmd zu einer neuen Einsicht in allen Arten der Gelehrtheit
gelegt Word, Leipzig, 1752, p. 11). Vid. «Geschichte, Historie» (como en nota 39), p. 649.
JOAQUÍN ABELLÁN 233
41
Koselleck trae a este respecto el siguiente texto de G. Droysen: <<Por enciii:ta de
las historias está la historia, así resumía Droysen en 1858 el nuevo mundo de experien-
cia dela historia>> (J. G. Droysen, Historik, Darmastad, 1960, 4.ª ed., p. 354), Geschichtc
liclze Grundbegriffe, 2, 652 (como en nota 39, p. 652).
42
Ibíd., 594.
43
El pasaje de J. c;hr· Adelu,ng que reproduce Koselleck es claro a este respecto: «la
expresión (Geschichte) tiene tres significados de igual rango, que ya no ha perdido desde
entonces: 1. Lo que ha sucedido, una cosa sucedida... , 2. La narración de esta historia o
de los eventos acontecidos; la Historia (Historie) ... 3. El conocimiento de los eventos
acontecidos, la ciencia de la historia; sin plur~> CVersuch eines vo/lstiindigen gramma-
tisch-kritischen Worterbuchs der hoclzdeutschen Mzmdart, 5 vols., Leizpig, 1774-1786,
vol. 2, 1775, pp. 600 ss., en Koselleck, como en nota 39, p. 657). ·
234 EL GIRO CONTEXTUAL
44
R. Koselleck, <<Begriffsgeschichtliche Probleme der Verfassungsgeschichtsschrei-
bung>>, enDer Staat Beiheft, 6, 1983; 7-21, Aussprach~, 22-46:
45 lbíd., p. 14. .
46
Pocos años después lo repetiría:-«Whaf m:atters here is that as son a word is uséd
with a specific meaning and with reference to á specific reality, it is unique» («Sorné
Reflections on the Temporal Structure of Conceptllal Change», en W. Melching y W.
Velema (eds.), Main Trends in Cultural Histoíy, Amsterdam, 1994, 7-16, p. 8.
JOAQUÍN ABELLÁN 235
47
Ibíd., 14.
48
R Koselleck, <<Hinweise auf die tempooralen Strukturen begri:ffsgescbichtlichen Wan-
dels», en Hans-Erich Bodeker (ed.), Begri.ffegesclzichte (como en nota 5), 31-47, p. 34.
236 EL GIRO CONTEXTUAL
49
Ibíd., 15.
50
Heiner Schultz, «Begriffsgeschichte undArgumentationsgeschichte», en R Kose-
lleck (ed.), Historische Semantik und Begriffegeschichte, Stuttgart, 1979, 43-74, esp. 64-
67. Koselleck se refiere a esta clasificación, por ejemplo, en <<Hinweise» (como en nota
48, pp. 34-35) y en «Historia de los conceptos y concepto de historia>>, en Ayer. Revista
de Historia Contemporánea, 53 (2004), 27-45, p. 31. ·
51
H. Schultz, como en nota anterior, p. 65.
52
R. Koselleck, «Historia de los conceptos» (como en nota 48), 31-32.
53
Schultz se refiere a <<Einleitung>> (como en nota 4), p. xxiii. Schultz hace la obser-
vación de que uno se puede imaginar perfectamente que un usuario insista en el uso de
un concepto por no haber notado cambio relevante o porque, habiéndolo notado, no quie-
re notarlo (ibíd., 65-66).
JOAQUÍN ABELLÁN 237
54
R. Koselleck, <<La historia de los conceptos» (como en nota 50), 32.
55
H. Schultz (como en nota 50), 66-67.
238 EL GIRO CONTEXTUAL
56
R. Koselleck, «Historia de los conceptos» (como en nota 50), 32-33.
57 H. Schultz (como en nota 50), 67.
JOAQUÍN ABELLÁN 239
58
R. Koselleck, «Historia de los conceptos» (como en nota 50), 34-36. En Francia
ocurre de manera distinta. Ya en el siglo XVII se habla del état souverain en abstracto, cuya
traducción sólo se encuentra en Alemania en el siglo XIX. «Soberanía>> --como última
instancia de decisión- era en Francia acorde con la realidad histórica desde Luis XIV,
mientras que en Alemania era un concepto al que se teiídía, pero sin darse en la realidad:
ni eran soberanos los Príncipes de los Estados territoriales que componían el Reich
-aunque les gustase llamarse así- ni lo era el Kaiser, pues estaba vinculado jurídica y
políticamente al Reichstag y a los príncipes electores. La suina de Kaiser; Reichstag y los
Príndpes nunca llegó a ser una unidad que actuara con soberanía. El Reich en ese senti-
do nunca fue un Estado en sentido francés del concepto. Véase R. Koselleck, «Staat und
Souveriinitiit», en Geschichtliche Grundbegriffe, vol. 6, 1997, 1-154, pp. 1-4.
59 R. Koselleck, «Hinweise» (como en nota 48), 38-39.
240 EL GIRO CONTEXTUAL
60
R Koselleck, <<Hinweise» (como en nota 48), 37.
JOAQUÍN ABELLÁN 241
582-671.
242 EL GIRO CONTEXTUAL
IV OBSERVACIÓN FINAL
65
Véase Hans-Erich Bi:ideker, «Reflexionen>> (como' en nota 5), especialmente
pp. 116-121, y <<Auspriigungen der historischen Semantik in den historischen Kultur-
wissenschaften>>, en Begriffegeschichte (como en nota 5), 12,22. . ..
66
Véase, sobre todo, la aportación de Melvin Richter, <<Pocock, Skinner and Begriffs-
geschichte», en The History ofPolitical and Social Concepts, Oxford, 1995, 124-142.
Kari Palonen ha realizado un amplio y detallado estudio comparativo sobre Q. Skinner
y R. Koselleck en Die Entzauberung der Begriffe. Das Umschreiben der politischen
Begriffe bei Quentin Skinner und Reinhart Koselleck, Münster, 2004. Su tesis :fundamen-
tal es que Q. Skinner mantiene una perspectiva retórica en el cambio de los conceptos, :
mientras que la perspectiva de Koselleck se basa en una teoría del tiempo. ,
En la tesis de que los «conceptos no tienen historia>> cabe constatar, sin duda, una
gran proximidad entre Koselleck y Skinner. En «Reply to My Critics» escribe Skinner:
«l can best restate my objection by observing, in Wittgensteins's phrase, that concepts are
tool. To understand a concept, it is necessary to grasp not merely the meanings of the
terms used to express it, but also t!ie range of this things that can be done with it. This is
why in spite of the long continuities that have undoubtedly marked 'out inherent pattérns
of thought, 1 remain unrepentant in my belief that here can be no histories of concepts;
there can only be histories oftheir uses in argument>> (en James Tully, ed., Meaning and
Context. Quentin Skinner and his Critics, Cambridge, 1988, 231-288, p. 283).
244 EL GIRO CONTEXTUAL
67
R. Koselleck, «Begriffsgeschichte» (como en nota 1), 193.
68
«Historia conceptual, memoria e identidad (1). Entrevista a Reinhart Koselleclo>,
por J. Femández Sebastián y J. F. Fuentes, en Revista de Libros de la Fundación Caja
Madrid, 111 (2006), 19-22.
69
Ibidem, p. 22. Koselleck puntualiza que cuando habla de prescindir de conceptos
normativos se refiere a su tarea de historiador. Otra cosa es si se entrara en el terreno de
la política.
JOAQUÍN ABELLÁN 245
BIBLIOGRAFÍA
ESCRITOS DE KOSELLECK
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Ramos, historia/Historia, Madrid, 2004. Con introducción de Antonio Gómez
Ramos).
- «"Erfahrungsraum" und "Erwartungshorizont" - zwei historische Katego-
riem>, en U. Engelharadt y otro.s (eds.), Soziale Bewegung undpolitische Ver-
fassung. Beitriige zur Geschichte der modernen Welt, Stuttgart, 1976,
pp. 13-33.
- <<Revolution, Rebellion, Aufruhr und Bürgerkrieg» (Caps. I, IV-VII), en Ge-
schichtliche Grundbegrijfe, vol. 5, Stuttgart, 1978, pp. 653-656, 689-788.
- <<Begriffsgeschichte und Sozialgeschichte», en Reinhart Koselleck (ed.), His-
torische Semantik und Begriffsgeschichte, Stuttgart, 1979, pp. 19-36.
- «Begriffsgeschichtliche Probleme der Verfassungsgeschichtsschreibung»,
enDer Staat, Beiheft:, 6 (1983), pp. 7-21; 22-46.
- «Sozialgeschichte und Begriffsgeschichte», en Wolfgang Schieder y Volker
Sellin (eds.), Sozialgeschichte in Deutschland I, Gottingen, 1986, pp. 89-
109.
- «Hermeneutik und Historie», en R. Koselleck y Hans Georg Gadamer, Her-
meneutik und Historik, Heidelberg, 1987, pp. 9-28 (trad. de Faustino Onci-
na, en R. Koselleck y Hans Georg Gadamer, Historia y hermenéutica, Bar-
celona/Buenos Aires/México, 1997, pp. 65-94. Con introducción de José
Luis Villacañas y Faustino·Oncina, pp. 9-62.
246 EL GIRO CONTEXTUAL
BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA
./
2. EL MAQUIAVELO DE SKINNER:
ACCIÓN, LIBERTAD Y REPÚBLICA
RAFAEL DEL ÁGUILA y SANDRA CHAPARRO
QUENTIN SKINNER1 .
I. REPÚBLICA
1 «The reason for wishing to bring the republican vision ofpolitics back into view
[ ... ] [is] because it conveys a warning which [ ... ] we can hardly afford to ignore: that
unless we place our duties befare our rights, we must expect to find out our rights them-
selves undermined.» Ver Q. Skinner, «The Republican Ideal of Political Liberty>>, en G.
Boclc, Q: Skinner y M. Viroli (eds.), Machiavelli and Republicanism, Cambridge Uni-
versity Press, Cámbridge, 1990, p. 309.
2
Ver R. del Águila y S. Chaparro, La república de Maquiavelo, Tecnos, Madrid,
2006, cap. l.
[249]
250 EL GIRO CONTEXTUAL
II.. VIRTÚ
3
Ver R. Price, «The senses ofvirtU in Machiavelli», European Studies Review, 3, 4,
1973. También, R. del Águila y S. Chaparro, La república de Maquiavelo, op. cit., cap. 9.
RAFAEL DEL ÁGUILA/SANDRA CHAPARRO 251
6
Ver Salustio, La conjuración de Catilina. La Guerra de Yugurta, v.c. M. Marin y
A. Pariente, Editorial Remando, Madrid, 1984.
RAFAEL DEL ÁGUILAJSANDRA CHAPARRO 253
7
Abreviaturas de las obras citadas de Maquiavelo:
P (seguido de número arábigo indicando capítulo): <di Príncipe», en Tutte le Opere.
Versión castellana de M. A. Granada, Alianza, Madrid, 1981 y H. Puigdomenech, Tec-
nos, Madrid, 1988.
D (seguido de número romano indicando libro y arábigo indicando capítulo): <<Dis-
corsi sopra la prima deca di Tito Livio», en Tutte le Opere. Versión castellana A. Martí-
nez Arancón, Alianza, Madrid, 1987.
IF (seguido de número romano indicando libro y arábigo indicando capítulo): <<lsto-
rie fiorentine», en Tutte le Opere. Versión castellana F. Fernández Muga, Alfaguara,
Madrid, 1979.
SPM (seguido de número arábigo indicando página de Tutte le Opere y de la edición
española): «Scritti politiche minori», en Tutte le Opere. Versión castellana M. T. Nava-
rro Salazar, Tecnos, Madrid, 1991.
CaS Ghiribizzi a Soderini. Versión castellana («Capricho a Soderini>>), en M. A. Gra-
nada, Maquiavelo, Península, Barcelona, 1987.
CF (seguido de números arábigos indicando versos): <<l Capitoli di Fortuna>>, en Tutte
le Opere. Versión castellana M. A. Granada, Península, Barcelona, 1987.
254 EL GIRO CONTEXTUAL
8
Ver C. Lefort, Le travail de l'ouvre Machiavel, Gallimard, París, 1972, pp. 442 ss.
RAFAEL DEL ÁGUILA/SANDRA CHAPARRO 255
9
Ver V. Kahn, « VirtU and the Example ofAgathocles in Machiavelli>>, en A. Russel
y V. Kahn (eds. ), Machiavelli and the Discourse ofLiterature, Cornell University Press,
Ithaca y London, 1993; C. J. Nederman, <<Machiavelli and the Moral Character: Princi-
pality, Republic and the Psychology ofVtrtID>, History ofPolitical Thought, xxi, 3, 2000.
10 Ver Q. Skinner, «The Idea ofNegative Liberty: Philosophical and Historical Pers-
11
Ver Q. Skimier, <<A Third Concept ofLiberty>>, Proceedings ofthe BritishAca-
demy, 117, 2002, pp. 242-243 (hay v.c. de C. Castells para Claves de Razón Práctica,
115, 2005). .
12
Por ejemplo, H. C. Mansfield, Machiavelli s Virtue, The Chicago University Press,
Chicago y London, 1998, pp. 19 y 319; o bien M. Hulliung, Citizen Maclziavelli, Prin-
ceton University Press, Princeton, 1983, p. 103. Ver también, M. Senellart, <<Republica-
nisme, eudaimonia et liberté individue!: le modele Machiavéliene selon Quentin Skin-
nern, en F. Domínguez (e.a., eds.), A1istotelica et Lulliana, Instrumenta Patristica, 26,
La Haya, 1995.
13 Ver R. del Águila, La senda del mal. Política y razón de Estado, Tauros, Madrid,
16
Ver M. P. Gilmore, The World ofHumanism (1413-1517), Harper, Nueva York,
1962, p. 190.
17
Ver P. Kristeller, Eight Philosophers oftlze Italian Renaissance, Stanford Univer-
sity Press, 1966, pp. 10 y 76.
18
Ver R. Ridolfi, The Life ofNiccolo Machiavelli, The University ofChicago Press,
1963, p. 2, nota 7. En la biblioteca existía un ejemplar de la Ética de Aristóteles, ade-
más de un comentario a la obra escrito por Donato Acciaioli; comentario que habría
suplido sus deficientes conocimientos del griego.
258 EL GIRO CONTEXTUAL
19
Una idea que, por cierto, compartían en el siglo tanto los maquiavelianos como
los antimaquiavelianos. Sobre la relación entre individuo, libertad y acción en los siglos
XVI y XVII ver S. Chaparro, «El silencio del horno loquens: los orígenes modernos del
individuo moderno», Revista de Estudios Políticos, 130, octubre 2005, pp. 113-150.
20
Ver H. Arendt, «¿Qué es la libertad?», Entre el pasado y el futuro, v.c. A. L. Pol-
jak, Peninsula, Barcelona, 1996, pp. 55 ss.
21
Ver Aristóteles, Ética Nicomaquea, v.c. J. Pallí, Gredos, Madrid, 1985, 1095a y
1098b.
22 Ver M. Nussbaum, The Fragility of Goodness, Cambridge University Press, Cam-
bridge, 1986,p.324.
RAFAEL DEL ÁGUILA/SANDRA CHAPARRO 259
23
Estas polémicas pueden seguirse más técnicamente en J. McDowell, «The Role of
Eudaimonia inAristotle's Ethics», en A. Rorty (ed.), Essays OnAristotle's Ethics, Uni-
versity ofCalifornia Press, Berkeley, 1980; D. Hutchinson, The Virtues ofAristotle, Rou-
tledge, London, 1986; B. Suits, «Aristotle on the Function ofMarm, Canadian Joumal
ofPhilosophy, 4, 1974.
24
Ver Aristóteles, La política, v.c. C. García Gual y A. Pérez Jiménez, Alianza, Madrid,
1986, 1252b y 1253a.
25
Una discusión más pormenorizada en H. G. Gadamer, The Idea of the Good in
Platonic-Aristotelian Philosophy, Yale University Press, New Haven, 1986, pp. 18 ss.;
260 EL GIRO CONTEXTUAL
V PARTICIPACIÓNY AUTONOMÍA
29
Ver Q. Skinner, The Foundations ofModern Political Tlzought, I, cit., p. 184.
30
Ver Q. Skinner, «The Republican Ideal of Political Liberty», op. cit.; ver también
más adelante.
31
Ver Q. Skinner, Renaissance Virtues, op. cit., pp. 163 ss.
262 EL GIRO CONTEXTUAL
los ciudadanos y la ley sean los depositarios del poder. Yen el que
el ciudadano esté dispuesto a.hacer lo que sea necesario para pro-
teger su modo de vida libre (D,ID,41 ).
Ahora bien, dado que los ciudadanos no son diferéntes del resto
de los mortales, la malignidad prevalecerá en ellos a menos que la
ley y la disciplina los predispongan a abandonar sus tendencias
autodestructivas y les inclinen a perseguir lo que de todos modos
les conviene: su libertad, mediante su servicio al bien común
(D,I,3). Es cuidar de sus libertades públicas lo que les .hace tam-
bién personalmente libres. La teoría neo-romana de nuestro autor
desarrolla una defensa de las libertades <<negativas» sin hacer men-
ción alguna de derechos individuales, indistinguibles ahora•de su
vínculo con los deberes cívicos32 •
Así pues, el florentino propone recurrir al poder coactivo de la
ley para frenar la natural tendencia humana a la corrupción, pues
también considera probado que los hombres se muestran menos
ambiciosos y mejores por miedo al castigo (D,I,29). La ley pare-
ce así erigirse en una especie de «guardiana de la libertac:l»33 , pues:
Es ella la que genera la unión en los estados y reinos, su conserva-
ción y potencia, defiende a los pobres e impotentes, contiene a los ricos
y poderosos, humilla a los soberbios y audaces, frena a los codicfosos y
avaros, castiga a los insolentes y dispersa a los violentos, y genera en los
estados esa igualdad deseable en un estado, si uno quiere conservarlo
(SPM, 36). .
34
Ver Th. Hobbes, Leviathan, C. B. Macpherson (ed.), Penguin, Hannondsworth,
Middlesex, 1971, caps. 14 y 21.
35
Ver, por ejemplo, I. Berlin, Four Essays on Liberty, Oxford University Press, Oxford,
1982, p. 161; J. Rawls, A Theo1yofJustice, Harvard University Press, Cambridge Mass,
2003, p. 302.
264 EL GIRO CONTEXTUAL
36
Esta tensión entre derecho natural y positivo estaba viva en tiempos de Maquia-
velo y con posterioridad. La visión teopolítica entonces hegemónica aludía a un marco
limitadory fijo que, aunque también requería de acción en sus variantes providencialis-
tas, exigía salvaguardar los derechos naturales y la justicia de los posibles excesos del
actuar ciudadano. Ver S. Chaparro, «Mito y razón: religíón y política en una historia del
mundo del siglo XVI», Foro lntemo. Anuario de Teoría Política, 3, diciembre 2003.
37 Las fuentes romanas y una exposición detallada en Q. Slánner; Liberty Befare Libe-
ralism, Cambridge Universíty Press, Cabridge, 1998, cap. l. También Ch. Wírszubski,
Libertas as a Political Idea in Rome, Cambridge University Press, Cambridge, 1968.
RAFAEL DEL ÁGUILAJSANDRA CHAPARRO 265
38
Ver A. Renaudet, Machiavel, Gallimard, París, 1956, p. 186. Ver también Q. Skin-
ner, «The Idea ofNegative Liberty: Philosophical and Historical Perspectives», op.. cit.
266 EL GIRO CONTEXTUAL
39
Ver l. Berlin, Four Essays On Liberty, op. cit., pp. 118 ss.
40
Ver J. F. Spitz, La liberté politique. Essai de généalogie conceptuel, Presses Uni-
versitaires de France, París, 1995, p. 131.
41
Ver Q. Skinner, Renaissance Virtues, op. cit., pp. 160 ss. y 186 ss. También Q. Skin-
ner, <<A Third Concept ofLiberty>>, op. cit.
RAFAEL DEL ÁGUILA/SANDRA CHAPARRO 267
44
Ver Q. Skinner, «The Idea ofNegative Liberty>>, op. cit.
RAFAEL DEL ÁGUILA/SANDRA CHAPARRO 269
45
Ver J. F. Spitz, La liberté politique, op. cit., p. 163.
270 EL GIRO CONTEXTUAL
Este esquema procede de uno muy similar en Q. Skinner, «States and the Freedom
of Citizens», en Q. Skinner y Strath (eds.), States and Citizens, Cambridge University
Press, Cambridge, 2003, p. 22. Una discusión sobre ciertas diferencias con los concep-
tos de no-dependencia y no-interferencia en Ph. Pettit, <<Keeping Republican Freedom
Simple: On a Difference with Quentin Skinnern, Political Theory, 30, 3, 2002;
47
Ver J. F. Spitz, La libe11é politique, op. cit., pp. 169 ss.
RAFAEL DEL ÁGUILA/SANDRA CHAPARRO 271
soledad social y política. Así que, según Spitz, nuestro autor rehui-
ría admitir que es un bien vivir entre hombres libres. Este extremo
no parece, sin embargo, demasiado claro cuando todo el concep-
to gravita en tomo a la necesidad de la acción política en común
para conservar la libertad personal.
En segundo lugar, Spitz desafia el pluralismo skinneriano. Así,
sugiere que no sería suficiente mostrar que «si» quieres ser libre,
lo racional es ser virtuoso; más allá le parece aconsejable tratar de
demostrar que es racional ser libre y que es una virtud desear serlo.
En realidad, la teoría skinneriana nó permite desautorizar a todos
aquellos que optan por la heteronomía, es decir, a aquellos que
dentro del imperativo hipotético de clara influencia maquiaveliá-
na («si quieres ... entonces debes ... ») escogen la dependencia y el
paternalismo por comodidad o por convicción. Y aquí no cabe acu-
dir a un expediente muy maquiaveliano y sugerir las coacciones
legales que nos «obliguen>> a ser libres, porque no existe ley capaz
de empujarnos a hacer o.dejar de hacer de manera estable si, a su
vez, no existen buenas razones y argumentos convincentes para
hacerlo.
En una palabra,.la principal deficiencia de la propuesta skinne-
riana sería que no fundamentaría la libertad en su racionalidad
intrínseca, en el interés objetivo humano en ser autónomo, decidir
por uno mismo y autodeterminarse políticamente. Esto ciertamen-
te se vería como una deficiencia por todos aquellos que, de John
Stuart Mili a Joseph Raz y las visiones perfeccionistas48 , han hecho
de la reivindicación de la autonomía el centro de gravedad de las
libertades personales o colectivas.
Nos da la impresión de que todo esto remite al ya citado pro-
blema del pluralismo de fines y que está en conexión con la inter-
pretación skinneriana de Aristóteles que hemos criticado con ante-
rioridad. Hay en todo esto un par de malentenidos más que nos
parece que conviene tratar.
Creemos que el pluralismo de fines es perfectamente compati-
ble (o puede hacerse perfectamente compatible) con ~l punto de
vista de Aristóteles y, desde luego, con Hannah Arendt49 • Que el
48
Ver J. Raz, The Morality ofFreedom, Oxford University Press, Oxford, 1986.
49
De hecho el plúralismo es el rasgo definidor por antonomasia de la política en la
concepción arendtiana. Ver, por ejemplo, H. Arendt, The Human Condition, The Uni-
versity of Chicago Press, Chicago y London, 1958.
272 EL GIRO CONTEXTUAL
53
Ver Q. Skinner, «Machiavelli's Discorsi and the prehumanist origin ofRepublican
ideas», en G. Bock, Q. Skinner y M. Viroli (eds.), Machiavelli and Republicanism, op.
cit., en cuya p. 136 nos dice que para Maquiavelo: «Ifthe promotion ofthe common
good is genuinely your goal, you must be prepared to abandon the ideal ofjustice».
54
Sobre esto ver R. del Águila, <<Machiavelli and the Tragedy of Political Action»,
Quademi Fiorentini, 32, 2003. También R. del Águila y S. Chaparro, La República de
Maquiavelo, op. cit., cap. 11.
3. LIBERTAD Y LIBERTADES
EN QUENTIN SKINNER
PABLO BADILLO O'FARRELL
I. INTRODUCCIÓN
1
Q: Skinner, <<Machiavelli on the Maiútenance ofLiberty>>, en Polítics, 18 (1983),
pp. 3-15; «The Idea ofNegative Liberty: Philosophical and Historical Perspectives», en
Richard Rorty, J. B. Schneewind y Quentin Skinner (eds. )~ Philosophy in History, Cam-
[275]
276 EL GIRO CONTEXTUAL
2
En History and Theory, 8 (1968), pp. 3-53.
278 EL GIRO CONTEXTUAL
4
B. Parekh y R N. Berki, op. cit. passim, pero especialmente pp. 164-166 y 181-182.
280 EL GIRO CONTEXTUAL
8
Marco Geuna, Introduzione a la edición italiana de la obra de Q. Skinner, La liber-
tá prima del liberalismo, Einaudi, Torino, 2001, p. XXI.
286 EL GIRO CONTEXTUAL
12
Marco Geuna, op. cit., p. XVI.
292 EL GIRO CONTEXTUAL
13
Jean Fabien Spitz, La liberté politique, Presses Universitaires de France, París,
1995, pp. 143-144.
294 EL GIRO CONTEXTUAL
14
Thomas Hobbes, Leviathan, editado por C. B. Macpherson, Penguin, Hardmons-
worth, 1968, p. 266.
PABLO BADILLO O'FARRELL 295
15
Quentin Skinner, <<Pre-humanists origins of republican ideas», en Gisela Bock,
Quentin Skinner y Maurizio Viroli (eds.), Machiavelli and Republicanism, cit., p. 134.
296 EL GIRO CONTEXTUAL
21
Michel Senellart, «Républicanisme, eudaimonia et liberté individuelle. Le mode-
le machiavélienselon Quentin Skinnern, en Femando Dorrúnguez, Rudi Imbach, Theo-
dor Pindl y Peter Walter (eds.), Aristotelica et Lulliana, Instrumenta Patristica, The
Hague, 1995, pp. 259~287. Cita a la p. 273. ·
302 EL GIRO CONTEXTUAL
22
Quentin Skinner, «The Third Concept ofLiberty>>, clt., pp. 262-263;
23
Alan Patten, «The Republican Critique ofLiberalisnm, en BritishJournal of
Political Science, vol. 26, Isssue 1, January 1996, pp. 25-44. Cita a las pp. 27 y 36.
PABLO BADILLO O'FA.RRELL 303
1
Schochet, 1974: 263-264.
[305]
306 EL GIRO CONTEXTUAL
2
Skinner, 2003b: 130.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 307
5
Strawson, 1964: 446.
314 EL GIRO CONTEXTUAL
6
Ibíd., p. 449.
7
Ibíd., p. 450
ENRJQUE BOCARDO CRESPO 315
8
Ibíd., p. 459.
316 EL GIRO CONTEXTUAL
9
lbíd., p. 445.
ENRJQUE BOCARDO CRESPO 317
10
Skinner, 1970: 123.
318 EL GIRO CONTEXTUAL
11
Ibíd., p. 133.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 319
14 lbíd., p. 124.
15
Skinner, 2003b: 148.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 321
18 Ibíd., p. 143.
19 Ibíd., p. 142.
2
° Collingwood, 2002: 29-39.
324 EL GIRO CONTEXTUAL
II
23
Skinner, 2003a: 119.
326 EL GIRO CONTEXTUAL
24
Strawson, 1964: 444.
328 EL GIRO CONTEXTUAL
26
Lewis, 1969.
ENRJQUE BOCARDO .CRESPO 333
27
Chomsky, 1980: 81-84.
28
Skinner, 1978a: 68-70.
334 EL GIRO CONTEXTUAL
ilocucionaria y criterios para justificar su adscripción se basa en una distinción que trazó
originariamente N oam Chomsky entre «criteria for correct assertion>> y «criteria for jus-
tified assertion>> en Chomsky, 1969: 279.
30
Skinner, 2003b: 144.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 337
31
Skinner, 1970: 131.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 339
m
La tercera objeción tiene que ver con una condición que en el
análisis de Austin y Strawson resulta ser esencial para compren-
ENRlQUE BOCARDO CRESPO 341
32
Austin, 1975: 14.
342 EL GIRO CONTEXTUAL
33
Skinner, 2003b: 145-146.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 345
34
Ibíd., p. 140.
346 EL GIRO CONTEXTUAL
35
Véase Bocarda, 2006 sobre este aspecto.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 347
37
Ibíd., p. 133.
350 EL GIRO CONTEXTUAL
IV
el tema o las materias que el texto trata» 38 • Ahora bien, los actos
perlocucionarios, si se conciben como originariamente los enten-
dió Austin, como «lo que uno causa o logra cuando dice algo»39 ,
no son actos convencionales40 , lo que hace que la invocación de
un conjunto de convenciones para explicar qué efectos o fines pre-
tende conseguir el escritor cuando le han dicho, o se ha propues-
to escribir de esa manera, resulta ser innecesaria. Estrictamente
hablando no existen un conjunto de convenciones que gobiernen
la ejecución de un acto perlocucionario, los actos perlocucionarios
cuyo sentido nos interesa recuperar para entender el contexto polí-
tico, no se gobiernan por convenciones.
Ahora bien, si queremos incorporar al sentido del texto que que-
remos entender las acciones, fines o efectos que se propone con-
seguir, y resulta que esos efectos no son convencionales, entonces
nos encontramos con un problema que tenemos que resolver. O se
admite que existen actos perlocucionarios que no son convencio-
nales y se acepta que Ja referencia a las convenciones no es una
condición necesaria para entender el· sentido del texto, con lo que
la tesis principal que reivindica Skinner corre un serio peligro, o
se llega a algún otro tipo de solución que haga compatible la invoca-
ción de Ja presencia de un conjunto reconocible de convenciones
como parte del sentido del acto perlocucionario que se realiza. La
solución que propone Skinner pasa por conceder que:
Por una parte, admitiré que las intenciones perlocucionarias del escri-
tor (lo que puede haber intentado decir al escribir de una cierta manera)
no es necesario que se considere por más tiempo. No parezcan que requie-
ran de estudio alguno aparte, ya que la cuestión de si la obra hubiera teni-
do la intención por parte de su autor, por ejemplo, de inducir un senti-
miento de tristeza en el lector, parece que se puede solventar (si es que
puede hacerse) sólo si consideramos. la obra misma y las indicaciones
sobre sus pretendidos efectos como si estuvieran contenidos en ellas41 •
38
Skinner, 2003a: 124.
39
Austin, 1975: 109.
40
lbíd., p. 122.
41
Skinner, 2003a: 121.
352 EL GIRO CONTEXTUAL
42
Laswell, 1927: 62.
354 EL GIRO CONTEXTUAL
43
Achinstein, 1994: 137.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 355
44
Ellul, 1973: 11.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 357
45
Peacey, 2004: 19.
46
Skinner, 2003b: 144.
358 EL GIRO CONTEXTUAL
47
Skinner, 2003a: 122.
48
Ibíd., p. 121.
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 359
descubrir las verdaderas intenciones con las que fue escrito. Esto
nos permite recuperar la noción de razón, que, por otra parte, Skin-
ner había ignorado por completo, como parte del sentido original
del texto. Resulta ser esencial recuperar para la interpretación de
un texto la perspectiva vinculada a· preguntas como ¿por qué un
autor dice esto, a qué razones obedece que diga lo que dice, qué
clase de efectos está buscando, o qué es lo que pretende conseguir
cuando dice esto?
La segunda limitación depende de la aceptación de que un texto
se proponga como una razón para pensar O actuar. Ni las acciones
que un texto quiere generar, ni los fines que persigue ni las razó;;
nes que expone para pensar o actuar se pueden entender en-uri. sen-
tido concebible como actos convencionales; por consiguiente la
referencia a un conjunto de convenciones para entender las inten-
ciones con las que fue originariamente escrito el texto no son rele-
vantes: los actos perlocucionarios no son actos convencionales. La
ausencia de convenciones para entender el conjunto de acciones
que persigue un texto pone de relieve que las estrategias interpre-
tativas de un autor no dependen de las convenciones-prevalentes,
sino más bien·del conjunto de expectativas que tiene sobre la situa-
ción en la que se escribe el texto. Por consiguiente, debe de ser
relevante exponer las distintas visiones·que sobre una misma situa-
ción tienen aquellos que pretenden dirigirJas acciones de los demás,
sin que estemos comprometidos con la noción de convención, que
Skinner, por su parte; no llega nunca a aclarar.. Cuando hablamos
de expectativas o de cómo se representaban ciertas situaciones polí-
ticas los actores que intervienen en el suceso estamos hablando
básicamente de intencionalidad humana, cuya comprensión esté
más cerca de la noción de presuposiciones absolutas de Colling-
wood o de la noción de paradigma de Khun que de la idea de con-
vención que parece defender Skinner, si se·las entiende como un
conjunto de creencias que nos permitan hablar de los intereses polí-
ticos que los actores ponen en juego, de las ideas que defienden o
de la interpretación que de un determinado suceso pretenden impo"'
ner para ganar ciertas ventajas políticas, o simplemente para legi-
timar una cierta concepción.
La segunda dificultad está relacionada con la comprensión de
un acto ilocucionario entendido esencialmente como una acción,
si un acto ilocucionario es una clase de acción, debe de ser posi-
ble saber o describir qué clase de acción realiza el agente al que
ENRIQUE BOCARDO CRESPO 361
BIBLIOGRAFÍA
1
J. W Goethe, Máximas y reflexiones, n.º 152, en el sexto volumen de la Werkaus-
gabe preparada por E. Staiger para la editorial Insel, Frankfurt a. M., 1981, p. 510.
[367]
368 EL GIRO CONTEXTUAL
4
Ma:x: Weber, La ética protestante y el desarrollo del capitalismo, Península, Bar-
celona, 1973, p. 244. Dicho sea de paso, estas palabras en cursiva del texto de Ma:x: Weber
hay que entenderlas en su contexto cultural como una criptocita del Fausto de Goethe.
El diablo, Mefistófeles, al presentarse por primera vez ante Fausto, se define a sí mismo
JOSÉ M." GONZÁLEZ GARCÍA 371
como <<Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal, pero que acaba producien-
do siempre el bien>>. Sirva la cita de pequeño ejemplo de las virtudes del análisis con-
textual de tipo skinneriano, de cómo unos textos se refieren a otros, a veces invirtiéndo-
los conscientemente en su sentido, como ocurre en este caso.
5
K. Mannheim, Ideología y Utopía, Aguilar, 2.ª ed., Madrid, 1966, p. 137.
372 EL GIRO CONTEXTUAL
6
K Mannheim, «El pensamiento conservadorn, en su libro Ensayos sobre sociolo-
gía y psicología social, FCE, México, 1963, p. 87.
JOSÉ M.• GONZÁLEZ GARCÍA 373
7
He ampliado estas ideas en mi artículo <<Reflexiones sobre El pensamiento ·conser-
vador de Karl Mannheirrm, REJS, 62, abril-junio 1993, pp. 61-81.
374 EL GIRO CONTEXTUAL
9
Q. Skinner, Visions ofPolitics, vol. II, Renaissance Virtues, Cambridge University
Press, 2002, p. 39. Dicho sea de paso, el análisis que Skinner hace de Lorenzetti había
sido publicado en forma de libro tanto en inglés (Q. Skinner, Ambroglio Lorenzetti: tlze
artistas political philosop/zer, British Academy, London, 1986) y en francés (Q: Skin-
ner, L'artiste en plzilosoplze politique. Ambrogio Lorenzetti et le Bon Gouvemement, Rai-
sons d'agir éditions, Paris, 2003). En esta nueva versión como capítulos de Visions of
Politics adquieren todo su significado en el contexto más amplio del análisis de Skinner
sobre las virtudes del Renacimiento italiano y el pre-humanismo cívico.
376 EL GIRO CONTEXTUAL
JO Ibíd., p. 56.
JOSÉ M.ª GONZÁLEZ GARCÍA 377
11
Ibíd., pp. 87-88.
378 EL GIRO CONTEXTUAL
12
E. Panofsky, Estudios sobre iconología, Alianza, 19, Madrid, p. 24.
13
Cfr. J. Brown y J. H. Elliot, Un palacio para el rey..El Buen Retiro y la corte de
Felipe IV, Madrid, Alianza, 1981.
14 Cfr. los libros de P. Burke, La fabricación de Luis XIV, Nerea, Madrid, 1995 y
Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico, Critica, Barcelona, 2001.
15 De M. Warnke puede verse especialmente su libro Politische Landschaft. Zur Kl,mst~
Por otra parte, cabe recordar que dentro del panorama español,
Manuel García Pelayo llamó la atención hace ya décadas sobre el
valor sociológico y politológico de la escuela de Warburg, inten-
tando en varios escritos mostrar la iniportancia de la obra artísti-
ca como reveladora de la presen~ia de ideas políticas, de forma
que éstas no deberían buscarse sólo en los textos, sino también én
las representaciones visuales:
Podemos, pues, concluir que el historiador de las ideas políticas y
sociales puede encontrar expresadas a éstas no sólo en los libros y docu-
mentos escritos, sino también eventualmente, en las representaciones
artísticas visuales,- en esa forma profunda total y emocional de decir las
cosas y de¡;tinada a ser sentida de un solo golpe, aunque sea susceptible
de un análisis y de una síntesis racionales 16•
16
M. García Pelayo, «Ideología e iconología>>, recogido en sus Obras completas, vol.
ID, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, pp. 2582-2583.
17
Cfü M. García Pelayo, Ensayo de una teoría de los símbolos políticos, en Obras
completas, ed. cit., vol. I, p. 1031.
380 EL GIRO CONTEXTUAL
como acicate para una mayor sensibilidad hacia los símbolosy las
representaciones iconográficas del pensamiento humano. Cassirer
reconoce con gratitud la deuda contraída con toda la comunidad
de estudiosos en tomo a la famosa Biblioteca, en su dedicatoria al
«querido y venerado amigo» Aby Warburg en su sexagésimo cum-
pleaños, al comienzo de uno de sus libros magistrales, Individuo
y cosmos en la Filosofía del Renacimiento. En el tercer capítulo
de esta obra, titulado «Libertad y necesidad en la Filosofía del
Renacimiento», Emst Cassirer estáblece como úná de Ias caracte-
risticas de la época el intento de conectar el pensall)iento y el arte,
la filosofía y los símbolos visibles, de maneqrquéla idea.,debía
representarse y concretarse en forma de imágenes y és_tas pueden
ser pinturas o también metáforas o alegorías que llenan el lengua-
je de la época. Sin el análisis de las «imágenes del lenguaje» es
imposible entender los textos renacentistas<? b~oéos:
18
E. Cassirer, Individuo y cosmos en la Filosofia del Renacimiento, Emecé Edito-
res, Buenos Aires, 1951, p. 123.
JOSÉ M.• GONZÁLEZ GARCÍA 381
20
F. Nietzche, La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 1972, p. 34.
JOSÉ M! GONZÁLEZ GARCÍA 383
21
F. Nietzsche, Sobre verdad y me11tira e11 se11tido extramoral, Cuadernos Teorema,
Valencia, 1980, pp. 9-10.
22
Q. Skinner, Visio11s ofPolitics, vol. I., ed. cit., p. 176.
384 EL GIRO CONTEXTUAL
23
Q. Skinner, Visions ofPolitics, vol. I., ed. cit., p. 149.
JOSÉ M.ª GONZÁLEZ GARCÍA 385
24
Ibíd., p. 157.
6. EL LENGUAJE RETÓRICO
DE LA POLÍTICA PARLAMENTARIA*
KARl PALONEN
[387]
388 EL GIRO CONTEXTUAL
4
Gagarin y Woodroff, 1995: 187, nota de los editores en paréntesis.
5 Skinner, 1978 I, xi, para la explicación véase Palonen, 2005.
KARI PALONEN · 389
8
Véase la entrevista con Koikkalainen y Syrjamiiki, Skinner, 2002d.
9
Véase Skinner, 2001: 20 y Palonen, 2003: 150.
10 Véase Skinner, 1987, revisado en Skinner, 2002b.
11
Ahora publicado en Skinner, 2002b.
KARI PALONEN 391
12
Skinner, 1996: 98, una perífrasis de Cicerón véase también 9-1 O.
13
Ibíd., p. 99.
14
Skinner, 1978 I: 229.
15
Ibíd., p. 241.
16
Skinner, 1996: 20, 22.
392 EL GIRO CONTEXTUAL
deuda de Elyot con los retóricos romanos: «Elyot sugiere que una
manera de aprender todo el arte de la retórica consistía simplemen-
te en leer a Quintiliano»17 . Elyot sigue la concepción de que la elo-
cuencia necesita «el poder de persuadir, de conmover y de gozarn 18 •
Uno de los aspectos más originales del libro es su revisión parcial
del canon romano de las virtudes 19 y su relación con la práctica de
redactar la crónica de la ciudad de convertir a la historia en <<un
almacén de sabiduría.>>2º, que ya era un topos común entre los huma-
nistas. Skinner considera ahora al Governor de Elyot como «alguien
con el deber de· actuar junto a su soberano y "como si le estuviera
ayudando en la distribución de la justicia"»21 , ytambiénhace notar
la ampliación de la audiep.cia de Elyot al insistir que «SU fin es el
de ofrecer consejo, no únicamente a los príncipes y nobles, sino a
cualquiera que sea "estudioso del bienpúblico"»22 • En otras pala-
bras, <<Elyot elabora una forma de educación apropiada para la gen-
tileza y la nobleza a la parn 23 •
Utilizo este ejemplo con el objeto de ilustrar la manera en que
Skinner «re-contextualiza» la kctura de la obra de Elyot, cambi_an-
do así el énfasiL<le-sus-argumentos históricos. La agenda huma-
nista--eonteñiPÓránea en la Europa .del Renacimiento se encontra-
ba en el fondo y los autores romanos eranre_conocidos como
contemporáneos a los autores ingleses del siglo XVI. De acuerdo
con Skinner, los retóricos del Renacimiento carecían del «sentido
del pasado como si fuera un país extranjero» y, por consiguiente,
no hay nada ahistórico en poner juntos a Cicerón y Quintiliano con
los retóricos vernáculos- en la Inglaterra de los Tudor ... y tratarlos
como si estuvieran elaborando los mismos arguinentos24 • Cuando
se compara con The Foundations, Quentin Skinnet consiguió obte-
ner una comprensión más profunda en la década de los noventa
sobre las capas retóricas de significado y de la acción lmgüística25
en el contexto político del Renacirl:riento26 • ·· ·· ·
17
Ibíd., I, p. 34.
18
Ibíd., p. 85.
19
Ibíd., p. 81.
20
Ibíd., p. 82.
21
Ibíd., p. 285.
22 Ibíd., p. 72.
23
Ibíd.
24
Ibíd., p. 40.
25 Ibíd., pp. 7-8.
26
Véase también su autoevaluación en Skinner, 1999: 66-67.
KARI PALONEN 393
27
Véase también Gowland, 2002.
28
Skinner, 1996: 5.
29
lbíd., p. 6.
30
lbíd.
31 lbíd., pp. 2-3.
32
Skinner, 1989, ampliado en Skinner, 2002b.
33
Para una interpretación más detallada: Palonen, 2003, especialmente 69-73,
81-88.
394 EL GIRO CONTEXTUAL
34
Skinner, 1996: 15.
35 Véase Palonen, 2003: 76.
36
lbíd., pp. 7-8.
37
lbíd., p. 8.
38
Véase Palonen, 2003, 161-169; Palonen, 2004a, 167-173.
KARI PALONEN 395
«las cosas que hacen>> los agentes políticos, sus actos de habla y
sus estrategias retóricas, que con frecuencia se ven marginados en
muchos de los artículos de la Geschichtliche Grundbegriffe.
La cultura política retórica se lleva fundamentalmente a cabo
en términos de acciones lingüístj.cas. Uno de las principales apor-
taciones de The Reason and Rhetoric de Skinner es la de descri-
bir en detalle el inteligente uso que hizo Hobbes de un número de
técnicas retóricas y tácticas para desacreditar la cultura retórica.
El blanco principal de su critica se basaba en la asunción básica
de la retórica clásica de que siempre era posible defender un argu-
mento desde dos lados, y la posibilidad de cambiar el contenido,
el alcance y el color normativo de un concepto al aplicar la técni-
ca retórica de la paradiástole.
- En el éapítulo cuatro de su libro.Skinner analiza profusamente
tanto los orígenes latinos como las prácticas renacentistas para ree-
valuar el tono normativo .de -los conceptos, ya sea para denunciar
sus virtudes o despreciar sus vicios. Analiza.las diferentes estrate-
gias-_ de la redescripción retórica de la paradiástole alternando los
instrumentos de renombrar o revisar el contenido o el rango de sig-
nificación de los conceptos39 • _Comparados c:on la práctica antigua,
los retóricos renacentistas ampliaron el uso de las reevaluaciones
conceptuales, si bien es cierto que el uso de las técnicas de la para-
diástole también provocaron µna amplia resistencia. Hobbes. desde
luego no estaba solo en la búsqueda qe un significado estable ~
indisputable de los conceptos.
39
Véase Skinner, 1974 y 1979, reeditados en 2002a.
40
Skinner, 1996 especialmente cap. l.
41
Para esta fórmula originaria de Bacon véase ibíd., p. 97.
396 EL GIRO CONTEXTUAL
42
lbíd., cap. 2.
43
Publicado en Skinner, 2002b.
44
Tomkins, 2005, especialmente 67-95.
45
Skinner, 2004.
KARI PALONEN 397
46
Véase Pierre, 1887 y Redlich, 1905.
398 EL GIRO CONTEXTUAL
47
Redlich, 1905, 31-41.
KARI PALONEN 399
to de ley. Hasta que se haya leído una o dos veces, y parezca que se ase-
meja a algo razonable, con esa mejora en las palabras y con la revisión
de las frases con las disputas parecen que se favorecen48 •
48
Ibíd.
49
Especialmente Redlich, 1905: 586-587.
50
Ibíd., pp. 41-70.
400 EL GIRO CONTEXTUAL
51
Veáse Redlich, 1905, especialmente p. 403.
KARl PALONEN 401
tar una posición sobre las propuestas dentro de las dos posibilida-
des una a favor y otra en contra.
Una exposición relativamente detallada.de las prácticas retóri-
cas del Parlamento inglés se encuentran en las máximas de William
Gerard Hamilton (al que se le conocía como el <<Hamilton de un
solo discurso») de la segunda mitad del siglo XVIII sobre el Parla-
mento inglés e irlandés, que se publicaron póstumamente bajo el
título de Parlamentary Logic. El libro contiene una ilustrativa con-
traposición retórica a la «verdad de las partes» del debate parla-
mentario. Si.Guizot y Habermas ofrece una visión platónica de la
situción ideal del discurso, Hamilton, por su parte, ofrece un.libro
inteligente de consejos del estilo franco parlamentario sofistico
sobre el arte de hablar «para vencen> a un oponente52 • Para Hamil-
ton: «la Retórica es el poder, o la facultad de considerar en cada
materia lo que contiene propiamente para persuadir»53 •.
No hay nada siniestro sobre el estilo de Bamilton .de analizar los
fenómenos desde la perspectiva de su potencial persuasivo, o más
concretamente, de describir las estrategias y las detalladas técnicas
retóricas del discurso persuasivo parlamentario. Por el contrario,
sus máximas nos proporcionan una clara representación de la pro-
funda que era la implicación que los parlamentos del siglo XVIII
contrajeron con la cultura retórica clásica y renacentista. Conside-
remos, por ejemplo, la máxima «En el apoyo de todo principio y
medida habrá siempre alguna excelencia y algunos defectos; de
suerte que sean sus méritos comparativo, y no su perfección, lo que
constituye su verdadera cuestión»54• Podemos ya apreciar; aquí la
idea de que resulta vano que un político espere algo para lo que
siempre es posible ofrecer algunas razones, porque de lo que se trata
es de la voluntad que juzga entre los méritos comparativos y los
deméritos de. las posibles. alternativas.
. Un ejemplo claro de la deuda con.la retórica también se incluye
en la fórmula: «Cuando se formula un argumento en tu contra para
probar una cosa, demuestra que se puede probar oJ:ra>>55 • Si un miem-
bro del Parlamento se muestra incapaz de hacer eso, entonces aquél
-.por aplicar los pronombres característicos de la época de Hamil-
52
Véase también Skinner, 2004.
53
Hamilton, 1806: 62.
54
Ibíd., p. 60.
55 Ibíd., p. 4.
402 EL GIRO CONTEXTUAL
56 Op. cit., 6.
57
Véase Redlich, 1905: 93-251.
58
Véase Rousselier, 1997, 2000.
K.ARl PALONEN 403
59
Ankersmit, 1997.
404 EL GIRO CONTEXTUAL
60
J. s. Mili, 1861: 117-118.
KARl PALONEN 405
füWeber, 1904: 153: «Das Kennzeichen des sozialpolitischen Charakters eines Pro-
blems ist es ja geradezu, dal3 es nicht auf Grund bloJ3 technischer Erwiigungen aus fes-
tstehenden Zwecken heraus zu erledigen ist, daJ3 um die regulativen WertmaJ3stiibe selbst
gestritten werden kann und muJ3».
62
Véase Weber, 1918.
63
Veáse para la teoría del conocimiento parlamentaria Palonen, 2004b.
64 Weber, 1904, 170-171.
406 EL GIRO CONTEXTUAL
Weber, 1917: 287: «daB ... ein Parlamentarier im Kampf der Parteien zu lemen
65
70
Véase Palonen, 2005.
71
Skinner, 1998: 112.
KARI PALONEN 409
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