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Guillermo de Lapena
Guillermo de Lapena
LA A N T R O PO L O G IA SOCIAL E N M E X IC O 1
G u il l e r m o de la P eña
El Colegio de M ichoacán/CIESAS
ln M emoriam Angel Palerm (1917-1980)
El tejido regional
El concepto región empieza a formar parte del instru
mental ampliado de nuestra disciplina. No es nuevo: exa
minaremos luego los significados que ha adquirido en tra
diciones científicas diferentes. N o se trata de una catego
ría trans-histórica, no expresa una definición real, no és
un concepto unívoco (monotético) en tomo al cual pueda
construirse un tipo ideal o una teoría general de las regio
nes.4 Por el contrario: es un concepto histórico, politéti-
co, cuyo significado se modifica por circunstancias de tiem
po y lugar. (Pero ¿no ocurre lo mismo con algunos de
los conceptos clave de la antropología social: parentesco,
matrimonio, religión, campesinado, sin que por ello dejen
de ser útiles y necesarios?).5 Refiere a “un espacio pri
vilegiado de investigación” (Bellingeri, 1979); pero supo
ne un planteamiento previo de problemas a partir de teo
rías y conceptos “transregionales”; se trata, en fin, de un
recurso metodológico de particular importancia, que pue
de incluso ser exigido por la propia teoría.
Q ue el concepto región no es unívoco lo prueban los
usos variados que le han dado diversas disciplinas. La ar
queología tradicional y la etnología, sobre todo cuando han
estado influidas por las teorías difusionistas de cuño bda-
siano, hablan de áreas o regiones culturales para indicar la
distribución espacial y el ritmo de comunicación de cier
tos rasgos ( traits) o patrones Qpatterns) creados o utiliza
dos por un grupo humano durante cierta época u horizon
te. Para los biólogos, el concepto está inextricablemente
unido al de nicho ecológico y al de ecosistema: remite a los
procesos y combinaciones por los que un conjunto más o
menos heterogéneo de seres vivientes coexiste y se adapta
en un territorio. Los economistas “regionalizan” un país
al dividirlo en espacios caracterizados por formas distingui
bles de organización de los recursos y de la población; el
enfoque neoclásico ha creado, además, una sofisticada “teo
ría de la localización” que pretende explicar las relaciones
entre población y recursos, y entre las zonas rurales y ur
banas, a partir de criterios de optimización.6 Los planifi
cadores parten de las regiones económicas para establecer
sus niveles diferenciados de desarrollo y buscar, con ma
yor o menor ingenuidad, remedios a las desigualdades; ellos
mismos definen "regiones al futuro”, que supuestamente
resultarían de la acción de organismos gubernamentales y
planes de desarrollo.
Los geógrafos utilizan el concepto en forma más ver
sátil. H an abandonado —me refiero sobre todo a las ten
dencias francesa y británica contemporáneas— la rigidez
de la “región natural” para insistir en la formación histó
rica de los territorios, condicionada, pero no determinada,
por factores fisiográficos (Brookfield, 1975; Bataillon, 1970,
1973, 1974). Recurren a las ideas de ecólogos y econo
mistas sin olvidar que los espacios son también percibidos
y realizados por quienes los habitan: en el hombre el es
pacio no es meramente categoría a priori de conocimien
to sino experiencia acumulada, proyecto de cotidianidad
que puede continuarse o transformarse. Este énfasis fe-
nomenológico mucho adeuda a los psicólogos sociales (P ia
get, 1948) y a los filósofos de la percepción (Bachelard,
1957); pero fueron los antropólogos sociales quienes desde
hace mucho mostraron empíricamente que el concepto de
espacio es socialmente creado porque es socialmente vivi
do: recuérdense los análisis de Marcel Mauss (1904-1905)
sobre los esquimales, los de Evans-Pritchard (1940) sobre
los nuer, de Leach (1954) sobre los kachín o de Peters
(1960) sobre los beduinos. Recogido este enfoque por los
geógrafos, y yuxtapuesto a enfoques más objetivizantes”,
puede formularse una definición compleja (aunque no
real) de región:
.. .se presenta como un espacio medio, menos ex
tendido que la nación o el gran espacio de civiliza
ción, más vasto que el espacio social de un grupo y
a fortiori que un lugar.7 Integra lugares vividos y es
pacios sociales con un mínimo de coherencia y espe
cificidad, que hacen de la región un conjunto que
posee una estructura propia (la combinación regio-
na'l), distinguible por ciertas representaciones en la
percepción de los habitantes y los extraños (las imá
genes regionales). La región es menos netamente
percibida y concebida que los lugares de lo cotidia
no o los espacios de la familiaridad. Pero constitu
ye, en la organización del espacio-tiempo vivido, Una
envoltura esencial, anterior al acceso a entidades mu
cho más abstractas, mucho más desviadas de lo co
tid ia n o ... (Frémont, 1976: 138).
Continúa el mismo autor distinguiendo entre regio
nes fluidas, arraigadas y funcionales, según la mayor o me
nor rigidez de las prácticas sociales de los grupos que dan
significado a una región; el primer tipo correspondería a
trashumantes, el segundo a campesinos, el tercero a eco
nomías modernas —a sociedades orgánicamente planeadas
(Frém ont, 1976: 139-161).
Por último debemos hablar del tratamiento que del
término región hace la historia social contemporánea. La
escuela de Lucien Fabvre y Marc Bloch, al romper con
la historiografía superestructural y anecdótica, insistía en
la necesidad de una “geografía histórica”, de la búsqueda
por el arraigo espacial de los acontecimientos, del conoci
miento “de los fundamentos naturales ofrecidos a las fuer
zas productivas desarrolladas por el hombre en cada una
de las etapas atravesadas por la economía” (Vilar, 1979a:
13).8 Por otra parte, la llamada historiografía coyuntural
(Labrousse [1962], Hamilton [1947], en México Flores-
cano [1969]) insistía en las variaciones a largo plazo, de-
tectables en series estadísticas continuas, que no pueden
explicarse por constantes geográficas o estructuras intem
porales, sino exigen modelos interpretativos más comple
jos. Pero ¿cuál es el sujeto de estas variaciones? ¿Es el
estado moderno el marco —la condición— de la historia, o
por el contrario la historia de los segmentos sociales, las
clases, las regiones debe emprenderse para entender la con
figuración histórica del estado? A su vez, estas realidades
'm enores” ¿no surgen históricamente?
La respuesta a tales interrogantes la empiezan a dar,
por un lado, los historiadores locales o parroquiales (Luis
González [1968] en México, Emmanuel Leroy Ladurie
[1966, 1975] en Francia, Alan M acfarlane [1977] en In
glaterra. . .) y por otro lado los historiadores del “hecho
nacional” en es';ados multinacionales (sobre todo Pierre
Vilar en su estudio de C ataluña). Ambos tipos de histo
riadores hacen historia regional. En los primeros, la re
gión es un marco de referencia que surge irremediable
mente al hablar de fenómenos locales —pero que varía a
través del tiempo—, cuyos componentes “estratigráficos”
son las oleadas de poblamiento, los sistemas de propiedad
territorial y su concreción en patrimonios y heredades, los
sistemas de producción agraria y de organización del tra
bajo, la movilidad de la mano de obra, las formas de do
minación administrativa e ideológica y sus dimensiones es
paciales, las configuraciones simbólicas (lengua, arte, ri
tual), la conciencia de un espacio propio. . . Los segun
dos cuestionan radicalmente la correspondencia entre es
tado y nación: niegan que el hecho nacional pueda sub
ordinarse a factores de continuidad política. N o es lí
cito, entonces, hablar de “la España una, entera, gloriosa,
tal como salió del crisol romano, tal como nuestro impe
rio del siglo XVI volvió a integrarla” (G arcía Rives y Gil
Robles, 1922: 267),9, o de la Francia, o la Alemania, o la
Gran Bretaña (o el México). La nación es la historia de
un tejido inextricable de etnia, política y economía, y la
región --en la acepción de los historiadores nacionales-
es la expresión espacial de tal tejido.10
Me referiré en las páginas que siguen a algunos ejem
plos de investigación de antropología social en México don
de se han utilizado enfoques regionales. La lista no pre
tende ser exhaustiva: selecciono los ejemplos que me pa
recen más significativos.
N O T A S