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CIENCIA OCULTA - CUIA FACTI, Zoraida Candela PUAN: GNI Bu09 PACs SS Sa pat) aud or cristal y todos sus Pe ee a adivinacion, rituales y hechizos magicos b = Zoraida Candela La bola de cristal y los espejos magicos { : € UL Gide Si usted desea que le mantengamos informado de nuestras publicaciones, s6lo tiene que remitimnos su nombre y direcci6n, indicando qué temas le interesan, y gustosamente complaceremos su peticién. Ediciones Robinbook informacién bibliografica Industria 11 (Pol. Ind. Buvisa) 08329 - Teia (Barcelona) info@robinbook.com www.robinbook.com © 2004, Ediciones Robinbook, s. 1., Barcelona. Disefio de cubierta: Regina Richling. Fotografia de cubierta: Regina Richling. ISBN: 84-7927-704- Depésito legal: B-14.610-2004. Impreso por Limpergraf, Mogoda 29-31 (Can Salvatella), 08210 Barbera del Valles. 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Se acercaba la fiesta de ofrenda a Beltaine, la diosa de la pri- mavera, y era menester que todas las jévenes virgenes lim- piasen su cuerpo y su espiritu. Mientras las aguas acariciaban el cuerpo desnudo de Be- lisama, ella sentia algo extrafio en su interior. Belisama no sabia si era la impresién que le producia la temperatura del liquido —ciertamente un poco frio para la época— o bien el hecho de saber que tras aquel bafio ya nunca mas seria una nifia, pues a partir del dia siguiente seria considerada por to- dos los de la aldea como una mujer. La joven estaba tumba- da boea arriba en el agua que soportaba su liviano cuerpo y mecia la ondulante cabellera negra que al dia siguiente los druidas impregnarian en ceremonia ritual con una mezcla de resinas, cal y hojas. De pronto escuché cémo una voz dulce y serena de mujer parecia llamarla. Belisama efectué un li- gero giro de cabeza de manera que sus ojos pudieran ver si alguna de sus familiares habia pronunciado las palabras, pero ellas no habian sido. Se encontraban entretenidas, ha- blando entre ellas y ajenas a todo lo que ocurria. La voz soné de nuevo, y esa vez parecié hacerlo desde el interior del lago. Belisama, asustada e incé6moda, nadé répi- damente hacia la parte menos profunda, se incorporé y ob- servé las aguas, concretamente la zona donde habia estado tan sélo unos segundos antes. Nada parecia perturbar la su- perficie del lago. Ninguna criatura de ésas a las que hacian referencia los druidas en sus ensefianzas; ningiin antepasado adoptando una forma espiritual, y tampoco la diosa que, si bien podia manifestarse de multiples maneras y con distintos rostros, no parecia estar haciendo acto de presencia. Belisama, observando las aguas desde la orilla, pensé nuevamente que todo era fruto de su imaginacién, de mane- ra que decidié volver al lago y seguir con su bajfio ritual. Cuando estaba a punto de entrar, algo la sorprendié: se re- flejaba en las aguas con un brillo especial. Era ella, pero se observaba distinta a otras veces. Sus ojos parecian haber cambiado. Su rostro, que reconocia perfectamente, era mas adulto, y sus cabellos estaban coronados por una guirnalda de flores. Era ella, pero diferente. De pronto la paz invadié el cuerpo y la mente de Belisa- ma. Se habia levantado viento y su cuerpo estaba himedo, pero ella s6lo sentia tibieza. Los nervios de unos minutos an- tes habian desaparecido, y al escuchar de nuevo la voz, que ahora sabia que procedia de su propio reflejo sumergido en las aguas, ya no tuvo miedo... El otro «yo» de Belisama ase-, gur6 ser su futuro. La doncella se habia formado en los mis- terios de la vida y del espiritu junto a los sacerdotes y se ha- bia convertido en «bandruid» o mujer druida. El reflejo le dijo a Belisama que cuando aquella noche acudiera a su casa el archidruida, aceptase sus peticiones y siguiera su camino. El ordculo determinaria que ella era la elegida y, pese a la oposicién de sus padres, deberia ingresar en la orden. Belisama no tuvo tiempo de preguntarle nada a la imagen del reflejo. Una ligera ondulacién de las aguas provocé su desvanecimiento y, tras él, la joven sélo pudo ver sobre el agua un rostro que reconocia muy bien, el suyo. Habian de- saparecido los rastros del paso del tiempo, las flores en su cabello y la luminiscencia. Las aguas le devolvian su imagen acostumbrada. La joven no pudo seguir el bafio ritual. Se li- mité a sumergirse para dar unas rdpidas brazadas que la La conoeida obra La Venus del espejo, de Velizquez, nos recuerda que el espejo, como la hola de cristal, sirve para ver més alld de lo tangible. 9 condujeran a la orilla donde la esperaban sus familiares. Nerviosa y excitada le cont6é a su madre aquella visién. La matriarea palidecié, al tiempo que un atisbo de humedad prendia sus ojos. Después dejé escapar un par de lagrimas. Tenia otros planes para su hija: Beltaine se celebraria al dia siguiente y pensaba concertar una boda. El sacerdocio no impedia el matrimonio, pero la formacién sacerdotal si. Aquella noche, a la hora de la cena, el archidruida hizo acto de presencia en la casa de la joven y la reclamé a sus pa- dres para la orden. Tal como habia presagiado el reflejo en el agua de Belisama, sus padres se mostraron reticentes, pero los druidas poseian la autoridad y sus palabras eran la ley. Ademas, el oraculo habia hablado y nadie, ni tan siquie- ra un druida, podia contradecirlo. Belisama se levant6 de la mesa y tras decirle al archi- druida que le estaba esperando, accedié a irse con él. Veinte afios después se habia convertido en una experta conocedo- ra de la magia, de la ley sagrada y natural, de los secretos de las hierbas y plantas que utilizaba para la curacién de quie- nes acudian a ella. Y con frecuencia acudia a su lago sagra- do y particular, para pedir consejos a las aguas en las que siempre tuvo la capacidad de vislumbrar el futuro. El relato que acabamos de conocer no es ni mucho menos ex- clusivo, aunque si alude a la que se supone fue, dentro de las leyendas célticas, una de las grandes y pocas pitonisas perte- necientes a las corrientes druidicas. Una mujer que, ademas, utiliz6 lo que podriamos denominar como los precursores de la bola de cristal: las aguas y los espejos. La mitologia céltica, como tantas otras, esta Hena de epi- sodios similares al referido, en que las aguas se convierten en puertas abiertas a dimensiones desconocidas. En otros rela- tos, a veces de otras latitudes y otras culturas, vemos que son incluso las espadas —ritualmente preparadas—, las que 10 ofrecen a través de sus filos reflejos del mas alla. En ocasio- nes son los escudos magicos, que, pulidos como si fueran un espejo, muestran episodios de batallas atin sin celebrar, de actos sociales, bodas o muertes no producidas, cuando no rostros a veces ansiados y en ocasiones desconocidos. Este libro es un viaje. Sabemos cual es nuestra meta y destino, pero nos resulta sumamente misterioso c6mo y de qué manera se efectuard el transito. Sabemos que la meta es lograr obtener un espejo o una bola de cristal que utilizare- mos tanto con fines magicos como adivinatorios, pero igno- ramos qué experiencias obtendremos de ellos, y ahi reside precisamente la riqueza de estos elementos que iremos des- cubriendo a lo largo de las siguientes paginas. Muchas personas creen, probablemente influidos por lo que han visto en el cine o la televisién, que tanto los espe- jos como las bolas de cristal son algo asi como pantallas o monitores multimedia en los que podemos sintonizar mil y un canales y ver cientos de imagenes perfectamente defini- das. Algunos piensan incluso que el espejo, en su faceta de puerta dimensional, es en realidad eso, un umbral magico a otras dimensiones. Y creen que, al situarnos frente a él y tras dar uno o dos pasos, entraremos en otro plano de exis- tencia, mundo o esfera de realidad paralela. Para no desi- lusionar al lector poco conocedor de estas tematicas, dire- mos que, en cierto modo, lo referido puede ocurrir, pero no debemos engafiarnos: las vivencias en este sentido son mas de indole energético e intuitivo que fisico. Dicho de otro modo, es cierto que podemos tener vivencias, pero a través de la intuicién, de los destellos de videncia o de percepcién de las cosas, mds que a través de una experiencia pura- mente fisica. Los espejos, como sucede con las aguas magicas, son ca- minos de iniciacién, puertas de misterio y senderos que nos llevan a lo desconocido, a veces a lo mas profundo de nues- 1 tra mente o, tal vez, de nuestra alma. Es cierto, los espejos poseen una magia especial, incluso cuando no son magicos. Nadie puede escapar a la seduccién o al miedo que a veces nos provoca la imagen de nuestro reflejo, pero de ahi a pen- sar que con sélo situarnos frente a un espejo nuestra vida puede cambiar, hay un gran paso. Otro tanto sucede con las bolas de cristal. Son equiparables al espejo ya que permiten entrar en otros planos de realidad. Ahora bien, no muestran imagenes en su interior, aunque las veamos... {De dénde sa- len?, Todo parece indicar que se producen en nuestro sub- consciente y que, a través de la fijacién de la mirada en el cristal de la bola, creemos estar viéndolas en su interior, aunque realmente las hemos producido nosotros. Ello no quiere decir que sean falsas, al contrario, eso seria tanto como afirmar que no existen ni los pensamientos ni tampoco los recuerdos. Lo que vemos en la bola o en el espejo es real, al menos para nosotros; y es que, en el fondo, se trata de una expe- riencia personal e intransferible: la percepcién es tinica. Si dos personas miraran la misma bola, quiz ambas podrian tener una vision, pero seguramente serian distintas y, en el caso de ser parecidas, indudablemente cada una de ellas sus- citaria en el vidente una impresién y, por tanto, una inter- pretacién. Pero no adelantemos acontecimientos. Este libro aborda dos disciplinas que, si bien son dife- rentes, resultan en verdad complementarias. De hecho, para muchos investigadores y expertos en esoterismo, forman parte de una misma cosa, de un mismo patrén, ya que ambos objetos, la bola y el espejo, son canales de percepcién. Qui- za el espejo esta mas asociado a las corrientes de la magia ya que, al revés de lo que sucede con la bola, se emplea mas en artes magicas que en adivinaci6n. La bola, si se prefiere, es mas adivinatoria que magica. Sin embargo, las dos herra- mientas nos servirdn tanto para una como para otra cosa. 12 Deciamos que son dos disciplinas distintas aunque com- plementarias, y es cierto. De hecho, a medida que el lector se familiarice con el uso de ambos elementos, espejos y bolas, sera aconsejable que recurra a los dos de forma indistinta, e incluso que utilice el espejo y la bola a la vez. La experiencia sera, sin duda, muy interesante y, por supuesto, nunca nos dejara indiferentes. Pero volviendo al tema que nos ocupa, la complementacién de estos dos elementos, diremos que tan- to los espejos como las bolas de cristal han tenido como pre- cursores a las aguas. Cuando el ser humano no disponia de espejos ni tampoco dominaba el arte del soplado del vidrio, eran las aguas las encargadas de abrir esa puerta a la abs- traccién, al mas alla. Estableciendo una relacién comparativa, se ha dicho que, desde un punto de vista simbélico, el espejo es el lago en el que anidan los reflejos del subconsciente y del misterio, mientras que la bola es una gota de agua solidificada para conectar con el lago de los misterios. El punto que los dos elementos tienen en comin —y que nos ha llevado a incluir- los en este libro— no es precisamente el agua, que también es un elemento mistico, a la vez que magico y adivinatorio. El motivo es que con la bola de cristal y los espejos magicos podemos trabajar la abstraccién, canalizar las vibraciones del entorno, desarrollar la conciencia, proyectar la energia y, al fin, aventurarnos de una forma sencilla y amena en el descubrimiento de sefiales o destellos del futuro o de aquello que nos rodea. Porque, de hecho, de eso se trata: de ser ca- paces de descubrir informacion sutil a través de una vision, de una percepcién o de la idea o recuerdo que surge en la mente cuando trabajamos con la bola o el espejo. Intencionadamente hemos dividido esta obra en dos grandes bloques, uno histérico y practico sobre el espejo y la bola, y un segundo de cardcter interpretativo. La parte del viaje hacia los instrumentos que abren las puertas del otro 13 lado nos servira para descubrir la importancia que han teni- do los espejos y las bolas a lo largo de la historia, y también para ver cémo algunos alquimistas, magos e iniciados los usaron como herramientas para romper las barreras de la conciencia y obtener la magia y la adivinacién. Asi, conoce- remos algunos de los mas relevantes espejos de la historia magica, aprenderemos a elaborar el nuestro y a utilizarlo, tanto sea para desdoblar nuestra conciencia e intentar via- jar energéticamente a través de él, como para obtener infor- macién sobre aquellos temas que nos preocupan o sobre los que precisamos mas informacién, o para lograr fines «trans- mutadores» y magicos. En todos los casos, procuraremos siempre que las metodologias a seguir sean las mas sencillas, rapidas y efectivas. Por lo que se refiere a las bolas de cristal, nos centrare- mos en todo lo relativo a su origen, leyendas, tradiciones y, sobre todo, a su uso. Asi, veremos de qué manera podemos utilizar adecuadamente la bola de cristal, tanto para usos magicos como adivinatorios. En el segundo bloque del libro, hemos considerado opor- tuno incluir un diccionario orientador de algunos de los mu- chos simbolos que podemos apreciar no sélo en la bola de cristal, sino también en los espejos magicos. Con respecto al diccionario que complementa este libro, creemos que el con- cepto «orientador» hace, nunca mejor dicho, honor a la pa- labra, puesto que si bien los simbolos resaltados pueden te- ner una cierta relevancia, deberia ser el lector quien, en ultima instancia, determine qué significan para él los dife- rentes signos o simbolos que aprecia. Esta sera la mejor for- ma de trabajar para conseguir proyectar y desarrollar al maximo su conciencia de lo abstracto. Un iltimo apunte relacionado tanto con la bola como con el espejo magico: debemos saber que la magia es la capacidad de « 65 5. Por ultimo, volveremos a pensar en el dia siguiente y esperaremos que se produzca una visién. No de- bemos tener prisa, pero no alargaremos el ejercicio més de diez minutos; pasado dicho tiempo el ejerci- cio se dara por terminado. Agrippa, el hombre del espejo negro Su nombre, Cornelius Agrippa (1486-1523), nos remite a su poder para el gran conocimiento en teologia y espiritualidad. Y también al dominio de las artes magicas, a las que les apli- cé una singular filosofia que mezclaba el ocultismo con lo es- piritual y adivinatorio. Agrippa no fue el primer ocultista o conocedor del esote- rismo en usar espejos magicos, aunque sus métodos hicieron escuela y, con el paso de los siglos, otros, como Cagliostro, recogieron el testigo de sus ensefianzas. Agrippa tuvo la gran suerte de ser un hombre polifacético y muy culto, lo que le permitié relacionarse con personas de las mas variopintas esferas sociales —Leén X lo llamaba «hijo muy querido»—. Entre otros, los personajes que tuvieron en cuenta sus cono- cimientos esotéricos fueron Catalina de Médicis y Enrique IV de Francia, en cuyas esferas era conocida su aficién al tra- bajo con espejos, ya fuese para vislumbrar el futuro o para lograr «remediar cosas que sélo el reflejo de una situacién puede solventar». De hecho, los magos y adivinos cercanos a los mandatarios quisieron ser como el ocultista practicando sus sistemas mAgicos y adivinatorios. En relacién con la practica con espejos de Agrippa, se tiene constancia de que usaba de varios tipos, pero los que mas destacaban eran sus espejos negros. Al parecer, se tra- 66 taba de cristales que pintaba en su parte trasera de negro, para asi detener la entrada de la luz por la parte anterior y conseguir visiones reveladoras. Otro de los sistemas que acostumbraba a utilizar este mago consistia en sumergir los espejos pintados de negro en el interior de toneles en los que habia recogido agua de lluvia, ya que consideraba que ese liquido poseia parte de la vida espi- ritual del cielo. Una vez situado el espejo en el fondo del tonel, procedia a iluminarlo, ya fuera con la luz de la luna o me- diante el fuego, para obtener un reflejo que le permitiese es- cudrifiar el futuro. Destaca en su sistema el hecho, siempre arriesgado, de determinar si la persona tendria o no larga vida, para lo cual observaba la nitidez del reflejo de quien se miraba en las aguas que contenian su espejo. Si el rostro se mostraba claro, indicaba una existencia préspera y duradera; en caso contrario indicaria la posibilidad de padecer alguna que otra dolencia 0 hecho tempestuoso. Ocasionalmente al analizar dichos reflejos, aparecian imagenes complementa- rias... «He visto escenas que todavia estan por llegar, anima- les, plantas y hasta espiritus de difuntos que son, en definiti- va, los que nos orientan sobre aquello que esta por suceder». Seguramente fue la excesiva profusién de apariciones que supuestamente observaba Agrippa en sus espejos lo que le Ile- v6 a ser considerado un charlatan y un embaucador por al- gunos sectores de la Iglesia, institucién que, sin embargo, si tenia en consideracién lo peligrosa que podia ser la aparicién ocasional de espiritus, demonios y hasta almas errantes en los reflejos de los espejos y en las aguas que los contenian. Cagliostro y los espejos magicos No cabe duda de que la evocacién del nombre de Cagliostro implica hablar de magia, conocimientos ancestrales y, por 67 supuesto, esoterismo. La vida del conde de Cagliostro (1743- 1795), de verdadero nombre Giuseppe Balsamo, es convulsa y extrafia. Para unos se trataba simplemente de un vividor, un aventurero capaz de inventarse todo tipo de historias ex- traiias, pero para otros fue un genio loco incomprendido por la sociedad en que le tocé vivir. Lo cierto es que Cagliostro tuvo la suerte de trabajar como aprendiz de boticario, lo que, con el tiempo, le permi- tié tener un vasto conocimiento sobre la botanica y la me- dicina. Poco a poco fue profundizando en otras disciplinas e, interesado profundamente por los misterios del ser humano, estudié la mente, desarrollé técnicas de hipnosis y, final- mente, hizo de la alquimia uno de los sistemas para entender cual era su destino en la vida. Tal vez una de las facetas mas conocidas de Cagliostro, al margen de sus singulares medicinas (llegé a desarrollar va- rios elixires de amor y de eterna juventud), es la de adivina- cién. Sus conocimientos, la singularidad de su persona y unas buenas relaciones sociales hicieron que Cagliostro fue- ra un personaje conocido en las principales esferas de la so- ciedad en la que vivia. No en vano era un personaje de refe- rencia en la corte del rey Luis XVI de Francia, teniendo entre la nobleza su mas selecta y fiel clientela. No nos engafiemos, la Corte francesa —o mejor dicho los personajes que la conformaban—, ciertamente estaban inte- resados en su salud y en los posibles remedios que tenia para ello Cagliostro, pero lo que de verdad les provocaba un mor- bo especial era conocer su futuro. Y nuestro hombre, junto a sus espejos, estaba alli para resolver sus inquietudes. Al parecer, Cagliostro era un perfecto conocedor de los espejos. Los habia utilizado combinandolos de varias formas para fabricar con ellos un aparato que denominaba «induc- tor de suefio» y que le servia para hipnotizar a algunos de sus pacientes. El artilugio en cuestién, o al menos uno de los 68 varios que supuestamente usaba, era algo asi como un col- gante mévil formado por varios cristales de distintos tama- fios y formas geométricas. Intercalados con los cristales ha- bia algunos espejos; solia hacer sus predicciones a través de un magico espejo. Cuando Ilegaba el momento de realizar la terapia, Cagliostro provocaba la emisién de un punto de luz que, al reflejar en los cristales, producia sugerentes efectos hipnéticos. Se cuenta que, en numerosas ocasiones, algunas de las personas que llegé a hipnotizar Cagliostro tuvieron «suefios reveladores» 0, si se prefiere, visiones. Sin duda, esas per- cepciones fueron provocadas por la fijacién de la mirada en aquellos espejos y cristales que giraban suavemente en el aire pendiendo de un cordel, mientras la llama de unas velas o incluso algunos rayos del sol los iluminaban. Pero volviendo al uso de los espejos en si mismos, debe- mos sefialar que Cagliostro disponia de varios de ellos, no sélo de diferentes formas, sino también de distintas tipolo- gias, como eran los céncavos o convexos. En funcién del tipo de adivinacién que debia practicar recurria a uno u otro. Su técnica acostumbraba a ser de indole privada, es decir, reci- bia las consultas de sus clientes y después procedia a reti- rarse a su templo o lugar de meditacién donde disponia de todas sus herramientas magicas, los espejos entre ellas. En otras ocasiones, las menos, Cagliostro se tomaba la licencia de actuar en ptblico. En dichos casos solicitaba que la luz fuese producida sélo por unas velas que él portaba y que, se- gun aseguraba, habian sido confeccionadas y preparadas con fines magicos. Asi, en un ambiente misterioso, se situaba frente al espejo y penetraba magicamente en él a través de lo que actualmente denominamos un desdoblamiento de la con- ciencia. Las practicas de Cagliostro y la excesiva popularidad que le supusieron acabaron por significarle un terrible proble- 69 ma. La Inquisicién se fijé en él mas de lo que habria sido de- seable, y fue condenado por hereje. El motivo no fueron sélo los espejos, sino asegurar que a través de ellos podia mante- ner contacto con entidades difuntas e incluso con dioses de la Antigiiedad. Al margen de estos motivos, Cagliostro habia es- tado participando en grupos de poder y en la formacién de sociedades secretas, por lo que es de suponer que represen- taba un supuesto peligro para el poder establecido. Y fue el poder, en este caso el nobiliario y el de algunos personajes influyentes de la Corte, el que le salvé de ser ejecutado por la Inquisicién aunque, eso si, no pudo evitar la carcel. Fue condenado a cadena perpetua y sus dias acabaron entre re- jas en la fortaleza de San Leén de Roma, aunque él aseguré a alguno de sus discipulos tener una vida muy cémoda ya que, segtin parece, disponia de un pequefio espejo a través del cual su espiritu se evadia en busca de otros mundos. El poder de la mirada magnética Consideramos que no es preciso entrar en los terrenos de la hipnosis para llevar a cabo el trabajo con espejos. Ahora bien, de la misma forma que ha sido preciso acostumbrarnos a dejar que la vista vague sin un sentido aparente por la su- perficie del espejo, es aconsejable, tanto para el uso de la bola de cristal como para los espejos, que entrenemos el po- der de nuestra mirada. Debemos hacerlo como los antiguos magos, cabalistas y esoteristas que trabajaron el arte adivi- natorio y magico con los espejos. Por lo general, el concepto de «mirada magnética» suele estar relacionado con la hipnosis, ya que se define de esta forma la fuerza o el poder que el hipnotizador es capaz de condensar en sus ojos para inducir al sujeto a aleanzar el es- tado hipnético. Sin embargo, insistimos, no es necesaria la 70

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