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QUO VADIS SOCIALDEMOCRACIA.

Andrés Díaz Trujillo

El ministerio de Finanzas ha sido finalmente la moneda de cambio que ha permitido el


acuerdo entre Ángela Merkel y Martin Schulz, líderes de CDU (Democracia Cristiana
Alemana y SPD (Socialdemócratas) respectivamente y que permitirá un cuarto mandato de
la democratacristiana, gobierno que obtiene tras un pobre 33% en las elecciones generales y
tras un fallido acuerdo con liberales y verdes. La misma Merkel califica de “doloroso” el
consenso obtenido con el SPD ya que en la práctica significa un cese en la política de
austeridad impulsada por el gobierno anterior de Merkel y un retorno a mayor gasto
público. Por otra parte, Schulz ha recibido fuertes críticas al interior del SPD por este nuevo
acuerdo con Merkel, que a la luz de los resultados electorales obtenidos, ha significado un
fuerte detrimento en su rendimiento y una creciente pérdida de electorado. Más aún, las
juventudes y el ala izquierda del partido, más idealista, lamentan que el nuevo pacto de
gobierno no incluya propuestas clave como el aumento de impuestos a los más ricos o la
creación de un seguro sanitario universal y que, en cambio, si incluya otras como la
restricción de la reunificación familiar de los refugiados. Es, en el fondo, una crítica a la ya
insostenible forma de actuar de los partidos socialdemócratas que han evidenciado una
incapacidad de generar un proyecto político que ofrezca respuesta a los desafíos del siglo
XXI y a la etapa actual del capitalismo y su forma de determinar la hegemonía, aceptando
un orden social que aparenta ser univoco, y hasta natural, y al que se aspira como horizonte
reformar parcialmente y administrar con un rostro humano.

Resulta relevante el proceso alemán para entender la crisis de la Socialdemocracia, desde


que el SPD es el más antiguo de los partidos Socialdemócratas europeos, en medio del
surgimiento de nuevas alternativas de izquierda y perdiendo la posición, hasta hace poco
incuestionable, de ser la principal fuerza progresista y la más importante del siglo XX. La
crisis de la Socialdemocracia es fundamentalmente de identidad y de ethos, que ha
determinado una imposibilidad de interpretar bien a la sociedad actual, surgida tras la caída
del socialismo y configurada por la determinación hegemónica sin contrapeso del
capitalismo. Todo en un contexto donde la hegemonía mundial se disputa lejos de Europa y
donde este continente actúa más bien como un gran burócrata, cuya institución central, la
Unión Europea, está siendo seriamente amenazada.

Es fundamental entonces que fijemos un horizonte al cual aspirar, que otorgue significados
solidos y realizables a significantes vacíos como lo son hoy la izquierda y el progresismo.
Debemos exigirnos aspirar a un progresismo que esté realmente disponible a imaginar una
realidad que vaya más allá de la mera administración “social” del modelo neoliberal y
disputar la transformación de la realidad como el antagonismo fundamental. Debemos
focalizar los esfuerzos en construir una respuesta colectiva que, a partir de los valores
fundantes de la Socialdemocracia, genere un discurso y un relato pertinente a nuestro país y
contemporáneo respecto de sus formas de relaciones sociales. Quiero proponer a
continuación algunas definiciones que podrían contribuir a esta construcción:

1. Una Democracia Radical

La consagración de la Democracia como instrumento legitimador de los principios


de libertad e igualdad en el imaginario de la modernidad debe ser considerado como
un punto de inicio para el diseño de cualquier proyecto político que pretenda
superar el estado actual de las cosas. Resulta obvio que el imaginario social esta
determinado por los principios democráticos de libertad e igualdad, constituyéndose
como poderosos significantes en ámbitos que superan los de origen y que han
determinado la forma en la que se relaciona el pueblo con el Estado. Y eso no
escapa a la Socialdemocracia, desde que ha sido aceptada, en mayor o menor
medida, la responsabilidad del Estado por el bienestar de los ciudadanos siendo este
un claro ejemplo de como la ciudadanía ha modificado su ethos, atribuyéndose
ahora derechos sociales.

Vemos entonces, un número creciente de relaciones sociales entre los ciudadanos,


entre ciudadanos y mercado y entre ciudadanos y Estado, dando forma a una cultura
democrática que eleva mayores deseos de libertad e igualdad y que manifiestan, con
cada vez más claridad, los antagonismos y el conflicto social.
¿Se trata entonces de extender la gama de programas sociales, medidas y
contramedidas que permitan satisfacer las demandas y controlar el conflicto social?
Es poco probable que un proyecto político moderno pueda modificar la realidad
siguiendo ese camino. Es más seguro que avanzando hacia una democracia radical,
es decir, la consagración y garantía de que las instituciones existen para permitir la
disputa por la hegemonía mediante la articulación de los antagonismos, se pueda
lograr superar la época determinada por la hegemonía neoliberal. Es comprender
que la democracia no reside en las instituciones formales e informales, mucho
menos en los actos eleccionarios, si no que existe en el seno de la disputa
hegemónica. Se trata finalmente de superar proyectos de izquierda o progresistas y
dotarlos de la mayor democracia posible y transitar a un proyecto demócrata que
incluya contenidos socialistas.

2. Una relectura del proceso social y el cambio epocal

Desde Gramsci entendemos por hegemonía como la forma en que las clases
dominantes ejercen el control sobre las clases dominadas, pero no solo desde un
punto de vista económico y político si no que también cultural, incluyendo por lo
tanto a la religión, la educación y los medios de comunicación en esta construcción
cultural que determina las relaciones de poder. No cabe duda que desde la glasnost
y la perestroika que se ha configurado un escenario donde la hegemonía capitalista
ha dominado sin contrapeso. Más aún, la globalización ha hecho su contribución
para establecer algo así como una pan-dominación, o la estandarización de la
hegemonía a lo largo y ancho del planeta, que funcionó con vaivenes pero dentro de
los márgenes del neoliberalismo hasta la crisis del subprime de 2008. Es a partir de
este momento donde se observa que el sistema financiero y capitalista neoliberal
está sufriendo de síntomas que hace suponer su agotamiento como mecanismo de
acumulación. Y con ello también se agota una hegemonía que ha determinado las
relaciones sociales por los últimos 30 años. Se hace necesario tener especial
atención a las señales que nos están ofreciendo los tiempos para comprender el
cambio epocal y tener un rol activo en la construcción de una nueva realidad.
3. La fraternidad, como el hermano olvidado de la libertad y la igualdad

Es corriente oír hablar de una sociedad materialista e individualista, centrada en el


individuo y en la capacidad particular de emprender, cerrado en el grupo familiar y
sin mayores intereses colectivos. Podemos señalar sin temor a equivocarnos que es
un sujeto histórico bien definido por la determinante hegemónica neoliberal y a
través de la democracia liberal que hizo particularmente relevantes los principios
tomados de la Revolución Francesa libertad e igualdad, pero que sospechosamente
relega muy atrás al principio de fraternidad. Probablemente parte se debió al hecho
de que el verdadero interés de los burgueses franceses revolucionarios era
aprovechar la coyuntura para mejorar su posición en la sociedad más que dar un
giro revolucionario en la historia, pero conviene poner en valor al principio de
fraternidad en la construcción de un proyecto político nuevo, incluirlo en un modelo
de desarrollo más integral que caracterice a un sujeto mucho más solidario,
cooperativo, compasivo y a una sociedad que tenga en su ethos la convivencia y el
buen vivir.

4. La construcción del relato y el advenimiento del nuevo sujeto histórico

Es imperativo que la Socialdemocracia se sacuda de las influencias conformistas y


hegemónicas y se proyecte como una alternativa democrática llena de contenido
socialista. Se requiere una nueva construcción de pueblo a partir de la cesión de
poder desde las instituciones para permitir una verdadera autodeterminación. Este es
un camino legítimo para la búsqueda de transformaciones profundas por la vía
democrática, que sean sostenibles y sistemáticas. Se debe ser culturalmente radical
y elaborar una alternativa creíble al orden neoliberal, con reformas estructurales que
superen el marco institucional establecido. Debemos entender que el pueblo no es
algo dado con anterioridad y que requiere ser caracterizado, si no que el pueblo es
fundamentalmente líquido y exige ser autodeterminado por sí mismo, construyendo
su propio relato, su propia capacidad de dar nombre a la realidad y constituir de esa
manera a un nuevo sujeto histórico.
Referencias.

1. Mouffe, Shantal; Laclau, Ernesto. (2010). “Hegemonía y Estrategia Socialista”.


Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
2. Laclau, Ernesto. (2006). “La Razón Populista”. México: Fondo de Cultura Económica.
3. Planas Bou, Carles. (2018, febrero, 2) Nota de Prensa “Los jóvenes del SPD se rebelan
contra el acuerdo de gobierno en Alemania. “El Periodico”, Cataluña, Recuperado de
https://www.elperiodico.com/es/internacional/20180208/los-jovenes-del-spd-se-
rebelan-contra-el-acuerdo-de-gobierno-en-alemania-6610671.
4. Velazquez Ramos, Juan Carlos. Iglesias Turrión, Pablo (Productores); (2012) “Fort
Apache” (Programa de Televisión, tertulia política); Madrid, HispanTV.

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