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joa Lage Zepede Diraceibn edtora ayo Ramiez Alvarez 2 Forgmafia do cusierta: Narfa Elena Mézaute Conca Diseno da cube: Esai SM moreso en Mexico / Punted w Monica 2 parcial ce est IB gun fora por or registra u olas métode jares dal copyegnt Después del entierro exageran Miss pasos retumban en el corredos, Las casas Jos sonidos. ¥ mids todavia las que exirafian a sus dui cstin tristes. Las que estin de luto, Me ‘que se puede eseuchar La casa parece mis grande, Ja tristeza nos hace empequerecer’... Teng abrazo de mis tios. Su consuelo. Su compafila. Su amor. Me siento ccomo aquel aifio imdefenso y atolondrado que Llegd aqui de vaca- ‘ciones hace dieciocho aftos, sin siquiera sospechar que esta ciudad se convertiria en su eiudad, esia casa en su cast, y estos tios abue~ Ios en sus padres. Las vacaciones Ex tren comenz6 a frenar... Habiamos Hegado a San Miguel. Mi ‘eatomago se hizo mudo ¥ Tes palmas de mis manos se empaparon. Recordé a mi mamé despidiéndome en el pueblo: “Te portas bien, Pamchito.. Te lavas las manos antes de comer yno te olvides de los sees. Sé bueno con mi tia Chabela y, sobre todo, obedeces a mi Tacho...” {El tie Tacho de mi mamil... ;Mi tio Tacho! Mi estd- Zo se amar en nude: ciego. Con toda seguridad él nos iriaa por le ventana. Ahi estaba: altisimo, el pelo demasiado asi a rape, y su eterna bata blanca. Miraba el tren con ansie~ ddad, como con ganas de vernos, de que bajésamos ya. En cuanto aparecimos pot la puerta Gel vagon, su mirada se velvioindiferente Y hasta algo burlona. Al verme a mi, se trnsform® en Ts de un yalcbn que ha descubierto a su presa. Me puse dewés de mi prima Peque, Con su falda me sequé el sudor de las manes y tambiéa ‘unas gotas que escucrian por mis patillas. Ella me jalb carifiosa- mente del brazo y me dijo: —Saluda, Panchito. Me armé de valor: —,C-2-cémo I-rle va, ‘A todos los chicos nos salud6 con fuertes jalones de pelo, y ala ala Nena y a Lola, que ya eran grandes, con ligeros apreto~ los cacheves. Caminamos hacia el coche, donde nos estaba esperando Lino Pirnos, su chofer. Lino Pirnos se lama en realidad Noé Lopez, Su cable de wttio? nombre se Gebid a que cuando mi tio fu San Miguel, Noé loavompafiaba a todos ‘de estos ponian el disco del Himno Nacional, en cuento le acereaba y en secreto le fan ire, pero, €0% al fi Noé se sentia cansado 0 aburrido, 2 ¥ Lino Pi Un tiempo después me emeré de Somptendido por este deseubrimi —Tio, :por qué no eprende? El responcié enojado: {3 Lino en qué wabajaria? {Cree a patar Ja chamba?... {Qué mal me conece, legando al coche, & ugar unos a otros. M “No cobemos todos de una vee. —Que se vayan primero los —dijo la Peque ~ -Por qué los chiquitos? —respondi6 enajado— pisimo sobreprotegera le geste, Lo dejaremos a a présteme inna moneda! ‘Mi tio Tacho se hablaba de “usted” < g sabia mane el coche arranes. ~ Nos abrazamos a Chucho, que era el mayor del grupo (tenia doce aiios). Estébamos muy ssustados. Toda Ja gente que habia en la esta cida tenia cara de rabachicos Caty me tenia el brazo marcado por los pellizeos. Pellizeaba siempre que estaba nerviosa (muy seguido, por cierto). Lucha se rascaba salvajemente, tenia surcos por todos lados. Los dientes de Martha sonaban como castafluelas. Los ojos de Agustin pareeian salirse de sus orbitas, Lupita, siempre taa seriecita, hablaba con vor estridente y reiaa carcajadas. Chucho nos tranquilizaba diciéndonos que no perdiérames les esperanzas, que confidramos cn nuestro tio: “Seguramente antes Ge que anochezca volverd por nosotros.” Eran las dos de la tarde. "Mis primos seguian con sus ties nerviosos y yo me estaba ha- ciendo pip. De pronto, el coche de mi tio aparecis junto a nosotros. Se bajo y aos dijo: —;Subon, nifios! ‘Al Ver que no cabjamos todos atris, agreg6: —Penchito y Caty se vienen con Lino y conmigs Caty se puso feliz pues no tendria que dejar mi. zo, Yo, disimuladsmente, me carnbié de lugar para que, siguiera con el otro. ‘Ya en el coche, le dije a mi tio en voz baja: —Tio, quiero hacer pipi. Muy biea, Panchito—me contesté—, no hay problema, jHi- guse ea los pantalones! —;,Cmo, tio? —Le preguaté asombrado. —Mire, niio —me explicé—, si su necesidad es de tal magai- tud que no pueda dominarla, jadelante!, idesaboguese!, neda mas nome vaya 2 apuntar a mal —iNia mi tampoco! —grit6 Caty subiéndose easi alas piernas ee Lit ‘2 —continud mi tio Tacho—, si tiene usted control so- bre su cuerpo, en u satisfacer su necesiclad didae. Yo cruct fertemente las piernas y descubr, presa, mi ca cca muy itil en la vide. El cuarto de Camila Esra casa es muy antigua; tiene paredes de adobe, may anchas, de las que guardan los ruidos y los sveltan cuando menos te lo espe- ras: “En los techos guarda las voces de la gente—decia mi tio Tacho— yen las losetas del patio, as de la Madre Naturaleza’" Tiene también ‘una foente de cantera y arcos en los corredores. Antes tenta un peri- co, cue era como perte misma de la construccién, y fs aderacién de rmaba Rorro, Ea cuanto llegibamos a Sen Mi- 1 Recto se ponia a gritar: jmis rifoon. lavoz de su duefia. Fra un perico libre; jaula blanca no tenia puerta y eatraba y salia a voluntad, al igual que «todas las babitaciones de la casa. Lo mismo lo encontrabas acurru~ cado en un sillén de Ia sala que en la tina del bafto. Tia y perico (ella): Corazin santo; (8D: Ti reinardy; (cllay: Ti 5; BD: ‘También cantaba, en la bela hacia como que no lo ofa, ella adorabe a su perico y le consent ‘muchisimo, igual que a nosotros. Por lo tinico que se enojaba, con él y-con nosotros, era porque maltratdramos sus plantas: —jRorro, no deshojes los helechos!... jNio, no cortes los du- ramos verdes! ‘Un dia, mi tio Tacho me dio una espada de plistico: —Andele, Panchito, juegue ahi, diviértase un poco. Yo comencé a luchar timidamente contra les enemigas ima- ginarios... Poco a poco el aval ceabera salio volando, despué ero al gesto de su cara me enojade conmigo. Me dieron que él me habia hizo enmudecet, Nunca antes se hal ganas de Horar. —jPerd nan fue lo tinico que dije. Wo, Panchito, esto no lo podemos pasar por alto. Lo sieato mucho, nifio, pero te vas a quedar en el cuarto de Camila hasta li hora de la merienda —me senrencid ‘euario de Camila! jE lo peor qu Ese cuarto nos daba miedo, Esté en el fondo de la huerta, Del techo de pronto sale un sonido agus y lodo en ese cuatt de diay de noche: mid, Decis que nunca eaeontrar vestido, las joyas y a pe volado y se habiar que, jado en las ranuras de ia enconando 3&2 iglos de lo3 sigios nos decia en tono cachinaba el cuerpo vaba basta ahi. castigo. Entré muy temeroso, escuchando pis puerta, Senti que alguien la jalaba por fuera. Temblando como ge- latina, logré dar unos pasos y me senté en un rineén. Con todas mis fuerzas canté para mis adentros: “jCamila, no me vaya a sali La puerta se comeazé a abi ‘enconché para protegerme. Se seguia abriendbo... ;Una cabeza as0- m6! Cerré los ojos esperando lo peor. Escuché una voz que, en temor, sond como de ultratumba: pas, Panchito? ‘Techo, Me miruba entre compasivo y burl6n. Me dio mucho coraje. Decidi no hablarle. —{No me contests? —me pregunt5. Sega‘ callado — {Esti enojado coamigo, nifio? —se me acercd y se sent —respondi al fin—. Por su culpa mi tia me castigo. —;Por mi culpa? —se sorprendié— (Es culpa mia que usted haya jugado en un lugar que sabia prohibido? —Pero usted me dijo que. —Pero usted me dijo que... —me interrumpid haciendo ua ‘vor chillona, dando a entender que era la mfa, luego, ya con su vor, continud—: Sabe bien que las plantas no son mias, sino de su tia, {Camo acepta que alguien le asegure que puede disponer de lo ‘jeno? Si le hubiera ofrecido mi instrumental médico para que ju- ¢gara, entonces la responsabilidad seria mia, pero si usted acepté jugar con las plantas de su tia sdlo porque yo se lo suger, el res- ponsable es usted y nadie mis. Ademis, ,oSmo se le courre hacer desirozos en una casa en donde usted esté solamente de visita’? ‘Al ver mi compungida cara, de Ia bolsa de su bata extrajo una ‘concha de pan y me la offecid, Noté mordiscos en la capa azucara- da y me explicd: —Es pan labrado, Panchito, y, como yo mismo lo labré, es pan sograda ‘Yo acepté la concha sagrada, pues el miedo me habia dejado un vacio en el estimago. 12 —Cémascla rapido —me dijo—, no s¢ Ia vayan a arrebatar. 2 —pregunté sintiendo escalofrios. Con una vor once, muy lento, como un eco de! mas alli, me Me meti a la boea la coneka ent Como me estaba ahogando, él m abajo, me golped en la espalda repedisi —Por ser usted mi sobrir tcagantamiento 861 que traiga usted en el bol: El charco del ingenio TeniaMOs una semana de haber llegedo a San Miguel y todos sis primos ya habion recibide lamadas de sus paps, menos yo. —Tia, {no me ha hablado mi mama? —le pregunté sabiendo die antemano la respuesta, ya que yo habia estado muy al pendiente del teléfone; os més, yo habia contestado todas las llamadas de mis do —me contestd, Recapaci luego agreg6: — Aunque te voy a decir que e! teléfono ha estado muy mal; se han cortado varias llamadas, a lo mejor era ella. Mi decepeiém no se alivio con la suposicién de mi te; ella se- guramente lo note, ya que me abrazo y me bes® repetidamente en el pelo, luego, acomodandome el peinado con los dedos, me dijo: —Pero no te preocupes, mi cielo, yo erco que no tarda en entrar su llamada, Vete tranquilo al paseo, si llama, yo te guardo iba a llevar al Charco del Ingenio. Sélo a los ‘Tenfamos que atravesar toda Ia ciudad para tomar la carretera que conduce al famoso ojo de ogua. Al Hegar a lo avenida princi- pal, un agente de trinsito estaba marcando el alto, Lino no frend pues esperaba la ‘y como no s¢ lado, pasamos come rafaga junto al agente, Casi nos lo Hle’ umes de corbata. Se puso a pitar come loco can su silhato, haciendo sefias para que aos 14 detuvieramos. rediante una orden de mi tio, frend, y el agente llegé al coche jo por la carrera. — {Qué se le oftece, oficial? —pregunt —Se me oitece infraccionarlos, sef —Disculpe, es que no lo vimos —ex: snbre enrojeci6. Temblando de coraje fue hacia la ent i Quién es? —prees El hombre seguia tocando y comenzé a resoplar, © soplido sus eachetes se inflaban cor bpomiba de aire. Nosotros reiamos con gatas —Conirélense, nifios, voy a abrir la ventar Nos tapames Ia boca par con vehemencia resepl que era un yende- achetes. Nos dio aim mas Se escuehd una cari risa se puso el ded pero la risa se habia vuelto ine: ancé, se las dio de mel modo jveli 3s papeles. 0 era uno gue por una cara decia: “Consul "No hay”. El ajo de agua del Charco del Ingenio esti rodeado de peewe- de 9 a2" y por la otra, sol fosarbustos y de nopaleras euajadas de tunas. En cuanto nos baja- ‘mos del coche, mi tio se dirigié a Lino: —iBisturi! Rapidamente Lino lo saeé del m: e lo dio. Instrumenco en mano, mi tio se puso a cortar tunas, las pelo y nos las reparti. Mientras comiamos, é! manoseaba las cscaras. Tio! gPor qué hace eso? —le preguntamos sorprendidos. Pues, no estin para saberlo —nos dijo muy serio—, pero las tunas son mi fruta preferida... jpero me hacen un dafio!.. Asi, me hago ilusiones de que com{ muchas. Muchas! ‘Cuando sus manos parecian alfileteros, amé a Lino: —Pinzas de Kelly! etin, sacé las pinzas y, vigorosemente, ano extendida. jtemente se quit una por una, Nosotros nos sentamos a bservarlo. Cuando por fin termind, nos orden6 desvestienos. —iYo no sé nadar! —dije en seguida. {Yo tampoco! —chilld Caty. —1Ah, no? —se avercé amenazante, nosotros retrocedimos—. {Pues ahorita mismo van a aprender! Nos quit la ropa, Quedames a su merced. Desnudos parecia- mos mis pequetios. Caty comenzé a llocar. Con cada sollozo sus trencitas pelirro- jas rebotaban ea sus hombros, parecian resortes, Yo apreté ‘bios con todas mis fuerces, Mi daron a Ia misma ltara —2¥ usted por qué no Hora, Panchito? —me dijo—. {Hagalo de una vez, porque adentro del agua no va a poder hacer —{Buaasa! —me solté. Else desvisti6, quedando en ealzoncillos, nos tomé de la mano yeantes de darnos cuenta, ya estébamos en el agua. —jLino, métase con los ottos nifiost —e grité desde la orilla, En veloz movimiento, Lino se qued también en calzoncillos, se lanzé al agua y los llam6. Agustin se desaudé por completo, 16 Chucho se dejé los calzoncillos y Lucha y Lupita, el fondo, Martha no Se quiso desvestir, asi que se metid con ropa ‘Al principio, Caty y yo no nos soltabamos del ¢ pero él, con mucha paciencia, poco deslizamos, jEse dia aprendimos 4 nad —jChareo del Ingenio! —repetiamos. tu segundo apelativo! Que se nos pegue tu segundo apelativo! Lo dijimos infinidad de veces. ppeasé que el seguado apelat lodo y las hojas secas en que que apreté mi cucipo fu leno de basro y de hojas me levanté de un salto y grite feliz, —Ya se me pego cl apelativo ‘Obedecimos de inmediato. Cuando estuvimas listos, nos pre ‘guntd si queriames ira comer sopes. —Pero con una coniicis 0. —¢Cual? —preguntamos Toriquear y, sobre todo —agu no le van decir nada a su tia, zde acuerdo? —iSi, tio! —aceptamos. 17 En el puesto de sopes, pedimes tres cada uno y agua de tuna para todos, s6lo mi tio pidié de horchata, Mi tio puso una cucharada de salsa en cada sope y un chile jalepesio en cada plato (menos en el de —Observen a Lino disfrutando el picante. que muerde su jalapeno, Miramos.a Lino con atencidn y seguimes su ejemplo, ‘A Chucho se le salieron las lagrimas, Martha comenzé a toser, nla forma en Lupita y Lucha se pusieron como jitomates y Agustin y yo nos quedamos sin respiracién ‘Antes de morder el chile, Caty se le acercé y haciendo puche- muerda su chile! ‘Al tecmninar, todos teniamos dolor de estémago. Bl sacd su reeetario ¢ hizo una receta para cada uno y nos las repartié, des- pugs nos las fue pidiendo, yy nos daba una tableta de leche de magnesia que Ilevaba en el maletin. —Hoy apreadieron algo muy importante, nifios —nos dijo so~ Jemnemente—: comer chiles a mordidas no es cualquier cosa; den ino por su enseana, ! —Aijimos a coro, nifios —nos respondié may atento, baciendo una reverencia, —Despues van a aprender algo més de él —nos dijo mi camino al coche—, cuando tengan edad, les va a ensear a ma- nejar. Regresamios a San Miguel con esa ilusibn, aunque le mia de que mi mamé me hubiera hablado era mayor gue aquélla. Entrando a la casa se lo pregunté e mi tfa, Ella dudé un mo- mento y luego me dijo: smor, te hablo, Me dijo que te extrafia mucho y que te manda un beso, 18 Después me miré largamente, sus abrazé con fuerza. ve humedecievon y me La neveria (Con era primero de mes, mi tio tenia que ir a Celaya a com- prar la medicina de la farmacia a los laboratorios. Mi tia le dijo que ros Hevara, él acepté, pero como no cablamos todos en el cache decidié hacer una rifa ‘Tomé uno de los papelitos del sorteo para verquién iba y quién jo desdoble. Decia Si, Senti un vuelco en el estimago. Salic fempre una aventura. Afortunadamente a la Peque Nos despedimos de mi tia y de los primos que les tocé en suer- te quedarse y nos acomodamos en el coche. —Panchito y Caty se vienen con Lino y conmigo. Los demés Caty era muy hibil. Su manita se abri6 paso y se inserte en mi bracit. Mi tio nes fue contando el cuento de Los tres masqueteros, Los nervios de Caty se calmaron y mi brazo descans®. Liegamos a Celaya. Le preguntamos a mi to si nos podiamos bajar del coche para pasear un poco, quedari aqui para c Cerca de abi estaba la neveria ce don Vicencio. fa? —pregunté Chucho. ido mientras revisaba unos levaba en su portafolios. —{Podemos pedir una nieve? —se oy6 la voceeita de Agustin, 20 —Si, Pueden hacerlo —dijo mi tio ean |: los papeles. —¢¥ una leche malteada? —pregunté Lucha, emocionacla, Pues si, si les gusta 1 Le prometimas a Lit — {De qui lo quieres, Lit preguntamas, —De eajeta —respondis, saboreancose Don Vieencio nos saluda y anoté el pedido: malteadas y galletas, un flan para la Peque, y para Lucha y ademis de sus helados, molletes. Lucha, los molletes son muy caros —1 so tengo hambre Lupita reflexions ea la respuesta y dijo —Ay, yo también —se sobs el estémago—. {Puede pedir otros fe advertido Lupita, sucha— ;Hay que aprovechar que mi —\Claro! —tespo ‘io anda de disparador! —No coman mucho porque no var la comida —aije la Peque—. No q de mi tio. ¥ mis ti, Lupita, que eres tan remilgos Déjame pedir unos molletites, Peque! —| prometo que si como! —Esti bien —consintié ella Cuando vimos venir a mi tio, pedimos lz cuenta, —jHola, don Vicencio! —gnitd mi tio desde la puerta—. Ter hora de al pobre 5. iTe todos en la neveria Se enteraroa del prcl Lego a nuestra mesa de tres zancadas. {Como esti es0, nifios? jExpliqaermele porque ne entien- do! —vorifers. —Pero, tio, usted dijo que lo podiamos esperar aqui —le recor 6 Lucha. 21 | Si, nif, eso dije, ,Acaso habia algo que se los im —Pero tambien dijo que podiamos pedir lo que quisiéra- mos —dijo Chucho. —4¥ por qué no ibsn 2 poder hacerlo? :pusimos que usted iba a pagar —dijo Agustin, al borde del Ianto, —;Yo? —dijo mi tio con exagerada extrafleza—. ;Y por qué supusieron eso? Acaso les dije pidan lo que quieran, que yo pagaré? Bueno, 0, pero nosotros supusimes que... —la voz de in temblaba. —jEn la vida no hay que suponer! —exclamé escandalosa- mente—. Hay que estar seguros antes de actuar! ,Cémo 3¢ ponen a consumir @ tontas y 2 locas sin contar con recursos para pager? cecita interrampig —Peque, quicro vomitar. —grité ini tio—, {Bsa no es la forma de remediar jendo lo que se engulld quedard cxenta de deuda? jNo sefiorita! Ademis, don Vicencio no acepta esa forma de pago, con él hay que saldar las cuentas al con-ta-do —recales. La Peque se senté 2 Caty en las piernas y se puso a consen- tirla, Caty se inconmovible. Rascamos nuestros bolsillos, pero, atin juntando lo de to- des, no alcanzaba para pagar ni la mitad. Chucho salié de la neveria y al poco tiempo volvis con el dinero faltante. me feliz. De pura casita su semana por adelantade. Que no se nos olvide su bargh y 8 La Peque fue al mostrador para comprarlo y payat la cuen- ta, Iba cargando a Caty. Mi tio se la quito de los brazos. mesa, hacia Rumbo al coche, m: Por qué me miran con esos 0}9s) sas son muy feas. Ademtas, desearle mal bueno. Como sinos hubiéramos puesto de acuerdo, dejamos la ven- ‘ganza en manos de auesira tia: niaguno probamos bocado a la hora de la comida, nos dijo Corte de pelo Der dinero que mi mama me habia dado para las vacaciones, «cinco pesos eran para iral peluquero. Se lo comenté 2 mi tio y me llevé a donde nadie nos escuchar “Mire, Panchito—me dijo—. :Para qué va a iral peluquero a agar tanto dinero? No, nifio. Aorita que su tla se vaya al centro ‘con los demis, yo mismo Ie corto el pelo. —En serio, tio! le pregunté entusiasmado, —En serio, sobrino —me dijo—; usted conte en mi, No més no le diga nada a nadie. Le dije a mi tia que estaba cansado. Que preferia quedarme en acasa Ella me dejo acostado, con una taze de té de manzanilla en el bund y galletas en un plativo. Cuando mi tio estuvo seguro de que se habian ido, me llevé a sspués de habernos puesto de acuerdo sobre el ida, saco de su maletin unas tijeras, un gorro yun dejé amano, personalidad. A ver... Perseo... Aleimedonte...Ulises... el mismo Agpiles... {Ya sé! ‘Se puso el gorre y el cubrebocas, colocé una toalla en mis hom- ‘bros, y empezs a tijeretear, ‘Alli en el Rancho Grande, allé donde viviiiia.. —me dijo que todos los peluqueros eantaa. 24 cel copete, pero no estaba mal. Una pa pasaba, Mi tio se acere6 con un espejo de n demi cabeza para ensefiarme el corte cor hizo que me doliera eles! Mire ami tio, Esperaba enc dijo, ahora estin igu ro! jLas amigas de s En eso, escuché la puerta, {Mis prin Corr ala recimara. Busqué con desesper orto, de perdi, algana paiioleta, pero 10 ba muy preocupada p: boxeadores de los que te gus. "7 jNo puede ser! extratieza’ pA que te refieres, Chab: —iNo te hagas el inocent ra nada mts cémo Lo cobré Ia mitad de lo que cualquier peluquero le hubiera cobrado. 25 No recuerdo si el gorrito tejido que traje puesto durante todas sus vacaciones me lo compré mi tia 0 me lo hizo ella misma, pero de lo que si me acuerdo bien es de cémo distiuté gastenda mis des cineuente. Los Reyes Magos — Qué problemas tiene mi mami? —e pregunté tremenda angustia. Mis que por las supuesios problemas, por suber que j,y como yo no passa els de Reyes y cuantas cosas te van a traer. ia cambio por la duda —iUsted qué les va a pedir a antes de saludarlo. les reyes? —siguid desay —1Como que a cuiles? {A los Reyes Mages! quod pensativo y despugs hab. mrente: Ppmaconcomnaeseoleta, ahorro, ;Que toda la gente aprends 27 Reflexioné en sus peticiones, —Tio, ninguna de esas cosas las puede usted coger eon lamano. Con ninguaa puede jugar ni divertirse.. |, habla usted de cosas casas, Panchito, ya veo que usted ista al que s6lo le interesan los objetos y no piensa on sus semejantes... ‘Como yo no entendia bien el significado de materialista y del desemejantes no estaba muy seguro, no di importancia a sus palabras. —Yo les voy a pedir una bicicleta y unos patines —Ie dije con excitacién, — {Dos cosas?... Ay, Panchito, es usted muy arbicioso, Ese calificativo me soné a insulto, —Bueno, mejor nada més mi bicicleta —rectifiqué —Para que se la dejen en su casa ;xerdad') —me dijo coma si fuera algo evidente. Me parecié increible. Mi tio Tacho no estaba enterado del po- res Magos. 0, que no sabe que los Reyes Magos dejan los regalos ‘los nifios en donde estén el seis de enero, aunque no sea su casa? —Pues no, no lo sabia, Emocionado por poder ensaflarle algo you él, me le paré enfrente jese: ellos nos ven desde el cielo, adivinan nues- vvinan penseznientes, leen las cartas de los nies —recaleé. Me llené do miedo. Yo todavia no sabia escribir bien. —Tio —dije al borde del Hanto—, en mi casa siempre me de- jan lo que pido sin tener que hacer ninguna carta... _jEn su casa, nifo, en su casal —me dijo con impaciencia— ‘Allé seguramente ya lo tienen identificado como el nifio que no deja carta gPero aqui...” El resto del dia me dedique a ensayar la carta para los Reyes. Pensé en pedir s6lo los patines porque era més facil de escribir, pero no, me interesaba mds la bieicleta. 28 4 la sal, busqué en el debajo de los Me encendi de vergtienza. Cuando iba a empezar a llorar, nové que la puerta del patio estaba entreabierta Me asomé, [No lo podis creer! ;Tres enormes mo ‘quecito, estaban junto ala fuente y al zo paré ahi, también estaban Pegué carrera 2 la recé los de estigrcal, fres- Jo de estos mi bicicleta! |Y caballo y el camello! —gLo que hicieron? —salto mi tia de la cama por delante de nosotres La cara de disgusto que mi tia habia cia de cmocisn, Sus patines? —intervino mi to—. ;Se equivoce, Pan [Los patines los pe —Anaaaty —salié a flote mi desilusion. Intentd ponérselos —Se me olvidé decirles en la carta de qué nimero calzo —me dijo, a ver, prudbeselos usted. jEran de mi medida! ‘pero me los cuida —me advirtié Mi papa ANpRENDER a controlar la bicicleta me dio menos trabajo que t2uardar el equilibrio en los patines, asi que jugaba con ellos como si fucran carritos El patin egarro vuelo, entrd por la puerta de a sala y se estrell6 cen Ia mesita repleta de adornos y recuerdos, que mi tia Hamaba des. s de que mis tios se dieran cuenta, me puse a levantar lo que se habia caido, Una fotogratia en un portarretratos plateado llamo mi atencidn: mi papa, mi mamé y yo. Mi pap me tenia en brazos, Miré su cara morena, sus ojos negros y su pelo chino. Yo era idéntico a mi papa. Casi no lo recordaba, De hecho, el dice recuerdo que tenia de €lerael deaquella noche, ea aquel sal mamé me cargé y me asomé a aquella caja plateada: de su papé, Panchito. zante vuelve una y otra vez ami mente, al igual que ia y tan pallida. {Por qué sc habia muerto si no era viejito? Por qué los jovenes también se podian morir? —Papito.... papito... —gemi en vor baja. Mis lagrimas empezaron a caer en el vidrio que cubria la fot. ‘Una mano acarieié mi cabeza, Contuve el llanto y, avergonza~ do, me sequé los ojos. —Cuando teage ganas de llorar, higalo —era la voz de mi tle ‘Tacho—. ¥ higalo fuerte, sin pena, Es Ja tinica forma de que la 30 La tristeza fue se atoraba, lle: + —Tio, {por qué llezos. Se senté en ur ren los papas? —le pregunté entre so- me abeazd. Yo ¥: {que tiznen paps, como mis primos, y como yo? je preguncar: pafiuclo, —,Por qué todos en mi sa Con cl mismo pafuela se seed los ojos y $e s —Asi es la vida, Panchito —me dijo—: ‘pop, como sus primos y sus compaiiet0s, y olFO5, Jos quiere mucho, como si Un poco sofdcado por la forma en que me apretaba, le dije A veces tno se nota muy bien evando lo quieren a uno, zver- dad, to A veces no, Panehito —admitié —, pero usted nanea que yo lo quiero como si fuera su padre. ‘Me.abrazé aiin mas fuerte y mi tristeza desapareci6, 31 Mi nueva casa: San Miguel Miss tios me inseribieron en una escuela en donde la cra amiga de mi tia Chabela, para que pudiere continvar escolar que habia empezado en el pueblo (era primero de prima~ ria), Me compraron uniformes, ropa y juguctes y cambiaron Ia de- coracidn del cuarto de visitas. —;Te gustan las colchas, Panchito? —me pregunté mi tia en cuanto termind de cubrit las dos camas individuales con una tela suave ¥ \da con bicieletas rojas y amarillas. —\Estén padrisimas! —le dije y me eehé un clavado en una cama, De pronto, un extrafio sentimiento me invadié, Como cuando estis a punto de destapar una caja y no sabes lo que contiene. — Ya me voy a quedar a vivir aqui’ —escuché mi voz extrafa, como si hubiera salido desde el fondo de mi cuerpo. Mi tia se sent junto a mf y me cogié la mano. {No te gusta estar con nosotros, mi amor? —noté cierta an en su voz. yné un momenta y [nego Ie respond: que pasaba. Pensé que algo me ocultaba. Un gran miedo me asalté, —{Le paso algo a mi mama? —el recuerdo de aquel i mente a toda velocidad. Sent! en el pecho una opresion que me asfixiaba, Claro gt qué piensas ¢: —Pues como no vine por mi después d ne habia prome No pienses cosas, quien hablo otro tanto, Las dos siguientes se portd c que platicamos muy poco porgue estaba tio Tacho quien estaba al otto Tado del iiosa, aun- ‘ato que parecia jon y no ella. 33 Anécdota de sobremesa Pare ias vacaciones de Semans Santa, todos mis primos vinie- rona San Miguel, Ayudé a mi tis a preparar recdmaras y la acom- pafié al mercado a comprar los ingredientes pars las comidas favo- ritas de cada uno. La hora de la comida era toda una ceremonia, Debiamos estar , dos, con las uias impecables, para pasar pt fa aduana, decia n Nos sentabamos en el lugar que él nos indicaba, S610 podia- ‘mos hacer comentarios sobre temas agradables, hablando de uno or uno, sin arrebatarnos lz palabra, Mi tle era buen dibujante. Cada ia escogia a uno de nosotros como modelo. El elegide tenfa que permianever pricticamente inmSvil hasta que mi fo hubiera te nado de estampar | mantel. Todos los digs mi t decia que no lo daba las graci a probaclo, y si él no queria comer al Jo habian mandado de la haciends del Bla nacido, entonces, s¢ lo coma con gusto y lo , donde él gicba con Siempre haciamos sobremesa. ‘A veees, mi tio nos platicaba emocionantes anéedocas de Ie ‘Médico Militar, donde &1 habia estudiado la carrera Lo que ese diz ros contd, me dej6 impresionado: —Me habian arresiado por Hegar tarde a clases. Un arresto ere 34 ta, y no era de 2—, em de negocios donde estaban curso que quedaba era la ventana, pero torcer piso. ,Cémo poder salir? Caminaba de un lads ‘cuarto come Iedn enjaulado. En esas estaba, cuando «lases de yoga, jClaro! jConcentracién y fuerza de voluntad es todo lo que necesitaba! Decidi lanzarme, ‘Abrimos mucho los ojos. S: —Me pase mi uniforme re samente, perfume elo y me coloqué el kepi, Fra solo una cita de negocios — pero ya ven queen el mundo de las finai apariencia, we subi 10, continud: Janchade, cre resuré meticule- —continud—, me im de jabén, como un papeli lacaida disminuyo... me al suelo con yla Peque, desde a tado a ayudar a mi ta pompa de jabén al fin podria realizar e] suefio de toda mi vie me subj a la azat vole! ‘Apenas aman Después de haberine cconcentrado en que era una pluma, salié, Cai ruidosamente sobre una macets. Me golpeé tan fuerte que erei taberme roto zodos los uesos. Mi tia salié al escuchar el ruido. Me miré con angustia y =i nifio! {Qué te pas6 Estaba verdaderamente asus cares. No pude convertisme en pluma, tia le dije pujando de dolor. —iAnascasio, ven en seguidal ;Corre! —gritd con todas sus ganas. Llegé mi tie diciéndole que bajara la voz, que ibaa despertar a los nifios, y ella me deposits en sus brazos, Haciends caso omisoa Ja recomendacién de no griter, Ie dijo: —<¥a ves, Anastasio, lo que provocan tus aventaras inventadas? —(Mis aventuras? —se hizo el sorprendido. —|Bste nifio se aventé de la azotoa! Aloaneé a nota: la cara de preocupacisn de mi En el consultotio me revi Josament —No tiene nada, Chabelita —le dijo tranquilamente—. Los niles estin hechos para rebotar y para que su cabeza suene como calabaza cuando se estrella en el piso —iAy, Anastasio! ;Cémo te gusta decir impertinencias! Mi pobre niio casi se mata por haber creido tus historias, ¥ ni todavia... tio la interrampi6s —Mira, Chabelita, aunque parezca cruel, este nifio acaba de recibir una importante leccién, Ya no seré tan crédulo. Te aseguro que de aqui en adelante, analizard las cosas con mayor de:enimien- to antes de actuar, No te preocupes, preciosa, no le pas6 nade. Lo voy a llevar a su recémara, Me toms en brazos y en el cat —;Sabe qué, Panchito? Yo creo que no s Me quedé con la duda, pero, afortunadar intenté salir de ella, mi tia Chabela me lo impidi ie da, Haciendo un esfuerzo, me ate, las veces que 36 La pelicula stan a buena hera, nifios, no deala funcién —nos dijo, —Si, tole al y que sig 0 ¥ VOLE a Los, tectora. i tio mostro alivio y el perico La Peque le advirtié que n —No importa, haremos dos v —Pero nos vamos pr La vie con enojo. jenen que Hevar nada, —;Te sientes bien’? —le tocé Ia frente. —Me siento perfectamente —sonriendo, lleno de bondad, le hizo un carino—. Bueno, nifios, regreso por ustedes en una hora — nos dijo, y salié, dejénconos muy sarprendicos, —Tia, co orees que sea una broma? —dijo la Peque. —Pues, mira, Peque, yo estoy tan asombrada como ustedes. Lievate este billetito bien guardado, por si las dudas. Exactamente a la hora, ni un minuto més ni uno menos, mi tio 0 por nosotros. ‘entrada del cine habia unos carteles con las fotos de unos niles muy contentos nadando en una laguna, el titulo era: £7 parai- 0 encontrado, —Lino va a entrar coa nosotros —nos dijo mi tio, Lo miramos con desconfianza. Lino el primero. ;Seria capaz i tio de pagar tansos boletos? Los pagé. ‘Nuestro asombro fue ain mayor en la duleeria, cuando mi tio nos dijo de excelente buen humor: —Pidan lo que quieran, chiquitines, y usted, Lino, también, No, dotor, gracias, yo no quiero nada —respondié Lino, re- celoso, —1Cémo que no? Ande! ;Pida algo! —insistié mi tio empe- zindose a mostrar impaciente. Lino y nosottos pedimos cualquier casita —iNo, no, no!, pidan bien —dijo con franca impaciencia—. A —s0 voz se dulcificé—, tréiganos palomitas, refres- Felices de la vida, golosinas en mano, nos dispusimos a disfru- ture la funei6n, Se apagé la luz, Una musica muy rara se eseuchd, Apareci ‘una espantosa cara, mited animal y mitsd gente, que Hen6 lap. lla, De su hocico, babeante y colmilludo, salié un espeluznante ala- rido. Caty, Agustin, y yo, nos caimos de Ia butaca, Lucha y Lupita 38 se abrazaron y empezaton a gritar com pegaron un salto y cayeron en las piernus ta Peque quedaron regades por e! piso. M poor que el del espanto de 1a pantalla, se cogid de la cabeza del scior que tenia entfrente y se quedé con algo @ 10. Cuando se repu- Mi primer trabajo "Yo estaba en el patio de ats jugando con el Retro, —Bscuché accidentalmente, desde luego —aclard de inmedia- Io que estaba platicando hace un momento con su tie, Por e30 para hablar con usted. —En mi casa hay problemas econdmicos —empezd a explicar ‘mi prima—., Mi papd no est enterado sobre mis intenciones de dejar la escuela —le advirtié—, usted sabe que él no estaria de acuerdo con que yo dejara de estudiar, asi que por favor no le vaya ted a decir nada... yo voy a buscar trabajo y... —Le propongo algo, Peque —la interrumpié—, si usted esté de acuerdo, yo la vey a emplear. —{Usted?. sorprendida—. ,Y cual seria mi trabajo? —Su ttabajo seria terminar sus estudios. Yo le asignaria un suel- do mensual, que variaria segin sus calificaciones. No podria re- prober ninguna asignatura pues quedaria despedida de inmediato cAcepta? —iClaro que si, tio! —acept6 la Peque de inmediato— ,Pue- do ira contirselo a mi tia? —Si, Peque, vaya. Le aseguro que ella se quedo muy preocupada, Mi tfo estaba tomando su café muy tranguilo cuando yo entré cen la cocina y me senté a su lado. 40 je—, cno tendré un trabajo para mi come el que le yaa dar ala Peque? —Poes mire, ahora que lo para usted. {De veras tio? le pregunteé incrédulo de Jo que estaba es- cuchando. \ejores calificaciones de su cle- lo que su puesto seri de meritorio. —quise reconocer la palabra—, No ‘e3 como los muchachos que estin de eyuduntes en el despacho de mi padrine Pedro? probs satisfeche. lico, como el de todo bues explicaré?.. Seri casi nulo... mis bien colaborador mis cercano —agregé confianza, el ms estimado... ;Azep! —jClaro que si, tio! —respondi feli2— gracias! Todo ia anduve con la sonrisa en la boca ‘emocién! La sonrisa desaparecid ct ignificado de las palabras simbottico 4 El valor de ta intencion Mss grimos habéan regresado a su casa y yo, curiosamente, ya no habia sentido ninguna sngu La compaiiia de mis tios era muy ica, Los queria tanto...! Eran los tios abuelos mas jovenes del mundo, Parecian novies. Una de mis diversiones favorites era oir sus conversacione: —Anastasio, quiero hablar contigo seriamente Ie di —Si, Chabelita, estoy a tus drdenes le resp dose como soldado—. Nada mis que no sea dea unto —agregé suavemente, haciéndole un caritio—, sabes bien que me conquistaste por tu sonrisa, Mi tia retrocedio y —Entonees por qué no me lo dijiste cuands reclamé—. Toda Ia tarde pensé que te encontrabas en Celaya, y luego, por pura casualidad mo entero de que estuviste jugando dominé ea casa de los Barrer. —Bueno, amorcito, eco es cierto —dijo mi tio con una vor cxaperadamente d pero toda mi intencién era haber ido a —Iuego su voz se volvié acusadora—, donde habia estado. —, porque antes de inte me di as a Celaya y yo lo di por hecho. Mi tio se quedé pensativo un momento, y luego dijo: 42 —Pues te dité que un eincuenta por ciento estuve ayer en Celaya. —1Qué dices, Anastasio? —mi tia lo miré sorprendi ecome que suenta por ciento? —iMuy bien! —m Ya va a serhora de merendar. ¥. se fue a ln cocina y élh thhhht a merendar, mi sin Heg6 corriendo al 2 su despacho, saboreandose: les. Mi tia le sirvid dos 15 con extrafieza el platén cucharadas: quedar nariz eon nariz, me preguato: (A que leccién se refiere, Pam Yotemblé. Habia metido la pa ésta? Dije las primeras palabras que Ge una leccién 6e #0203 que le dio al ‘Mi tia se seat6 a mi lado y me abrazs. Como: tensiGn desaparecié y los tres empezamos a comer los ricos frjelitos Aficién literaria Mairia chabets a nadie le ensefaba sus poemas, pero yo sabia de celles, sin sospechar que eran suyos porque, a veces, cuando ereia que nadie Ia estaba escuchando, os leiaen voz alta. Ademés, come 1 Rorro andsba todo el dia detris de ella, se habia eprendido algu- nos fragments, y los repetia una y otra vez de corrido, casi sin tomar aire ‘Una tarde en que mi tia arreglaba la cocina, fui a ha versacidn —1Cual —Mira, ven —la Ilevé de la mano a la ventana que da al pa to, {lo oyes? Se quedé escuchando por un momento y luego salid de prisa ro! —le grtS—, jno se te ocurra decir esos versos de~ Jante de Anastasio! {Entendiste? El Rorro, asustade, guardé silencio unos instantes y luego con- tinud desde donde lo habia interrampido. — {Por qué no quieres que mi to los oige? —le pregumt intsi- gedo. — Porque... —se quedé pensativa—, porque son mics yn0 quie~ ro que tu tie los escuche. —;Son tuyos? —

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