Está en la página 1de 14

Mitos mexicanos

La hermosa Tzintzin
Una muchacha llamada Tzintzin que vivía en un pueblo de la Meseta Tarasca, iba
todos las tardes a acarrear agua en un cántaro hasta un manantial. Debido a que
era deslumbrantemente hermosa, los hombres de su comunidad la asechaban y le
decían muchos piropos con el fin de conquistarla, aunque todos sabían que Tzintzin
estaba enamorada de un muchacho de nombre Quanicoti, de oficio cazador.
Ambos jóvenes se encontraban en el camino que conducía al manantial, que estaba
situado en medio de una increíble vegetación en donde destacaban las flores de
todos los colores y clases. Ahí los chicos pelaban la pava sin ser molestados.
Cuando ellos se encontraban curiosamente las plantas eran más verdes y las flores
mucho más fragantes que de costumbre. Tan enamorados estaban que el tiempo
transcurría rápidamente para ellos, lo que a veces ocasionaba que Tzintzin se
retardara en su cometido. Debido a sus continuos retrasos, sus padres la
amonestaban.
En una de sus citas amorosas se les hizo más tarde que de costumbre, el Sol estaba
ya por meterse. Cuando Tzintzin se dio cuenta, se puso a temblar de angustia, pues
aún le faltaba acarrear el agua en su cántaro. Presa del miedo, se puso a rogarle al
Sol que le ayudara a encontrar un lugar más cercano de donde obtener el agua, ya
que el manantial quedaba aún bastante lejos, y sus padres la iban a medio matar.
Ante tan angustiada y devota súplica, apareció un hermoso colibrí cerca de las
flores, agitando sus pequeñas alas. En seguida Tzintzin se percató de que se
trataba de un dios, dado que era un colibrí muy especial, más bello y más majo que
cualquiera que antes hubiese visto la muchacha. Alumbrada por los últimos
resplandores del Sol, Tzintzin vio que de las plumas del pajarito caían gotas de agua
que brillaban como cristales de roca muy pulidos. La señal divina había llegado, la
joven se acercó a unos matorrales y vio que escondido se encontraba un pozo de
agua muy profundo. Tzintzin tomó su vasija y la llenó completamente de esa agua
tan clara y maravillosa.
Al llegar a su casa, sus padres estaban maravillados de tanta agua como su hija
había llevado, pues nunca solía el cántaro estar lleno a rebosar. Pensaron: -¡Ha de
haber sido Quanicoti que le ayudó a obtener al agua! Sin embargo, Tzintzin les
aclaró que había encontrado un pozo de agua mucho más cerca del manantial, en
un camino conocido por todos los habitantes del pueblo. Inmediatamente todos se
enteraron del nuevo pozo, al que bautizaron con el nombre de Quiritzícuaro, la Gran
Fuente, por lo profundo y abundante que era.
Los jóvenes acudían muchas veces a ese lugar, muy contentos por haber
descubierto el pozo del que obtenían agua no solamente los habitantes de su
pueblo, sino de otros aledaños. Mientras los jóvenes intercambiaban promesas de
amor eterno, que quien sabe si cumplirían, el Sol en el alto Cielo sonreía satisfecho
de su obra.
Los verdaderos hombres
Cierto día, Tepeu y Gucumatz decidieron hacer a los verdaderos hombres, después
de haber fracasado en sus intentos anteriores. Querían que los hombres existieran
sobre la Tierra para ser adorados, nutridos y celebrados. Ellos dijeron: Ha llegado
el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han
de sustentar, y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca
el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra.
En la noche se reunieron y decidieron de qué debía estar hecha la carne de los
humanos: Se juntaron, llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y en la noche;
luego buscaron y discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron. De esta manera
salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía
entrar en la carne del hombre. Poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas
aparecieran sobre los Creadores y Formadores. De un lugar llamado Paxil, de
Cayalá, Yac, el Gato Montés; Utiú, el Coyote, Quel, La Cotorra; y Hoh, el Cuervo
trajeron elotes blancos y amarillos.
Con parte de la masa de estas mazorcas, Ixmucané hizo nueve bebidas para dar
vigor y músculos a los primeros cuatro hombres, y con otra parte formó su carne y
su sangre. Ellos se llamaron: Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah, y Iqui-Balam.
Estos fueron los primeros padres de los mayas creados por el Formador, los
Progenitores, Tepeu y Gucumatz. Fueron hombres que hablaban, veían, andaban
y asían las cosas. Era bella su figura de varón. Además, eran inteligentes y lograban
ver el mundo que los rodeaba, aun cuando la distancia de las cosas fuese inmensa.
Se trataba de hombres maravillosos, que no tardaron en darles las gracias al
Creador y al Formador por haberles dado vida.
Y en seguida acabaron de ver cuánto había en el mundo. Luego dieron las gracias
al Creador y al Formador: — ¡En verdad os damos gracias dos y tres veces! Hemos
sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos, oímos, pensamos y
andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está
cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra. Os damos
gracias, pues, por habernos creado, ¡oh Creador y Formador!, por habernos dado
el ser, ¡oh abuela nuestra! ¡Oh nuestro abuelo!, dijeron dando las gracias por su
creación y formación.
Pero a los dioses no les agradó que estos seres fuesen tan perfectos, siendo que
habían sido creados por ellos: Corazón de Cielo, Huracán, Chipi-Caculhá, Tepeu,
Gucumatz, los Progenitores, Ixpiyacoc, Ixmucané, el Creador y el Formador; o sea,
todas las divinidades creadoras. Entonces, Corazón de Cielo les echó vaho en los
ojos, y los hombres solamente pudieron ver lo que estaba cerca de ellos. La
sabiduría y los conocimientos de los hombres, padres de los maya-quichés, se
destruyeron, ya no eran tan perfectos como los dioses.
Para que formaran pareja con los estos seres, los dioses crearon a Cahd-Paluna,
Comihá, Tzununihá, y Caquixahá, todas hermosas mujeres que engendraron con
sus esposos a las tribus grandes y a las pequeñas de los mayas. Los descendientes
Tepeu, Olomán, Ahau, Cohah y Quenech se fueron hacia el Oriente y se
multiplicaron. Balam-Quitzé fue el abuelo y el padre de las nueve casas de los
Cavec; Balam.Acab lo fue de las nueve casas de los Nihaib; y Cahucutah formó las
cuatro casas de Ahau-Quiché. Y así nacieron todos los grupos de indios mayas.
Sonia Iglesias y Cabrera.
Teotihuacán
“El lugar donde fueron hechos los dioses”, Teotihuacan, fue una de las más grandes
ciudades de Mesoamérica; así la llamaban los mexicas, pues su verdadero nombres
nos es desconocido al igual que su la lengua y el origen del pueblo que en ella
habitaba. El monumento más grande de esta hermosa ciudad es la Pirámide del
Sol, localizada en la parte oriental de la Calzada de los Muertos, cuyo uso se
desconoce. Su construcción dio inicio en la llamada etapa cultural Tzacualli (1-150
d.C.) Cuenta con sesenta y tres metros de altura, en cuya cúspide se encontraba
un templo ceremonial. Fue construida empleando adobes, se la recubrió con estuco
y se la decoró con pinturas religiosas
A su vez, la Pirámide de la Luna es uno de los edificios más antiguos de Teotihuacan
situada hacia el lado norte, de menor tamaño que su compañera. En la plataforma
superior se realizaban rituales en honor a la diosa Chalchiuhtlicue, diosa del agua
relacionada con la Luna.
Hace muchos cientos de años, antes de que la luz existiese, los dioses –entre ellos
Quetzalcóatl, Tláloc y Tezcatlipoca- efectuaron una reunión en Teotihuacan y
decidieron que el mundo debía estar alumbrado, pero no sabían quién lo haría. Uno
de los dioses que era muy rico y poderoso, llamado Tecuzitecatl, dijo que se
encargaría de tal tarea. Pero necesitaba a otra persona que le ayudase. Como nadie
se ofreció a hacerlo, nombraron como ayudante a Nanahuatzin, que tenía la mala
suerte de ser pobre, jorobado y lleno de bubas; es decir, de pequeños tumores
llenos de pus y muy dolorosos. Como correspondía, antes de llevar a cabo su
honorable tarea, los dos dioses se pusieron a hacer penitencia y a llevar a cabo los
rituales de rigor. Tecuzitecatl, como era de posibilidades económicas, ofrendó oro,
piedras preciosas, corales, hermosísimas plumas de quetzal, y mucho copal para
ser quemado. A su vez, Nanahuatzin, que carecía de medios, sólo pudo ofrendar
heno, espinas de maguey que llevaban su sangre, y las postillas de sus bubas para
que sirviesen como copal; o sea, sus costras. Después de finalizar la etapa de las
penitencias de rigor que les llevó hasta la media noche, dieron inicio los oficios.
Tecuzitecatl se cubrió con una hermosa capa elaborada con las más bellas plumas
de pájaros exóticos que se pudieron encontrar, que le obsequiaron los dioses para
tal efecto. En cambio, a Nanahuatzin le regalaron una pobre capa de papel.
Ataviados de tal manera, los dioses encendieron una hoguera y le indicaron al dios
opulento que se arrojase en ella. Sin embargo, a Tecuzitecatl le entró mucho miedo
y, cobardemente, se hizo para atrás. Pero lo volvió a intentar y sintió el mismo pavor.
Cuatro veces trató de echarse, pero el miedo fue superior a sus deseos y fracasó.
Cuando los dioses le indicaron a Nanahuatzin que se arrojara al fuego, no dudó ni
un instante: cerró sus tristes ojos, se aventó y comenzó a arder. Cuando
Tecuzitecatl vio que el dios pobre se había arrojado al fuego sin temor, se arrojó a
su vez a la hoguera. En esas estaban cuando de repente entró un águila que se
quemó en el fuego –razón por la cual desde entonces las águilas tienen las plumas
de color negruzco-, después apareció un tigre que se chamusco todito y se manchó
de blanco y negro.
Todos los dioses se sentaron en espera de ver de qué parte saldría Nanahuatzin.
Dirigieron su mirada hacia el Este, donde hizo su aparición un Sol muy rojo, al que
no podían mirar directamente a causa de sus potentes rayos. Pero aun así volvieron
a mirar hacia el este y vieron salir a la Luna. Tanto el Sol como la Luna brillaban de
una manera intensísima; pero entonces uno de los dioses tomó a un conejo y lo
arrojó directamente hacia la Luna, que no era otra que el dios rico Tecuzitecatl, y el
satélite perdió mucho de su inicial resplandor. Todos los dioses se quedaron muy
quietecitos, para después decidir que debían morir para dar vida al Sol y a la Luna.
La triste tarea de matar a los dioses correspondió al Aire, quien inició toda una serie
de movimientos y soplidos dirigidos primero al Sol y luego a la Luna, hasta que
ambos ascendieron al Cielo. Es por ello que el Sol sale por el día y la Luna durante
la noche. Este interesante mito de constancia del nombre de Teotihuacan que deriva
de: téotl, “dios”; y teotihua, “ser transformado en dios”.
Tlalcíhuatl-Tlaltecuhtli, la diosa sapo
El sapo es un animal tímido y nocturno, que se oculta en lugares oscuros y que por
la noche sale a cazar insectos para alimentarse. En muchas culturas antiguas se le
ha asociado con la Luna. Varias tribus de indios norteamericanos lo relacionaban
con la fase oscura del ciclo lunar; es decir, el período de tiempo más silencioso y
profundo que permite encontrar y enseñar la sabiduría. Asimismo, se le ha vinculado
con diversos dioses. Por ejemplo, en la religión mexica el sapo excavador,
tamazolin, (Scaphiopus Multlipicatus), “animal viejo con verrugas”, estaba
relacionado con el dios del agua Tláloc, obviamente por la lluvia de la cual ambos
eran partícipes, era el lento mensajero del dios, pues al dar un brinco se quedaba
abstraído y mirando a la nada, como lelo. El sapo también ha tenido fama de flojo y
descuidado, como nos informa fray Bernardino de Sahagún: El sapo (tamazolin) es
flojo, no va caminando con las patas cuando anda, sino que nomás va dando
brinquitos; y cuando brinca no va haciéndolo seguido, sino que nomás va de
brinquito en brinquito (zan chocholotiuh); o brinca una vez y ahí se queda sentado,
mirando, croando nomás.

Los sapos y las ranas fueron asociados por los mexicas con la lluvia, cuando se
escuchaba croar a los sapos sabían que las lluvias estaba cerca. El dios Tlaltecuhtli,
Señor de la Tierra, era un monstruo marino que vivió en el mar pasado el cuarto
diluvio que sufrió la Tierra. En su forma femenina se la llamaba Tlalcíhuatl. La diosa
Tlalcíhuatl-Tlaltecuhtli, Señor/Señora de la Tierra, la Gran Devoradora de Hombres,
se representaba en la iconografía mexica con una parte de su cuerpo en forma de
serpiente y la otra como un sapo con bocas llenas de sangre en sus coyunturas, y
en la posición del parto indígena con las fauces abiertas. A veces, se la
representaba con la mitad de su rostro descarnado con una boca de la cual sale un
tepatl, cuchillo, con ojos y boca. Su cabello era rizado, por ello asociado a los dioses
de la Tierra y del Más Allá. Esta extraña diosa se tragaba los cadáveres y los hacía
pasar hasta su matriz a través de su vagina dentada, a fin de encaminarlos hacia el
Mictlan. Se le reverenciaba llenándose el dedo cordial con polvo del suelo y
llevándoselo a la boca; se le ofrecían corazones que se colocaban en unas vasijas
nombradas cuauhxicalli, la sangre se vaciaba en el temalácatl, el altar circular de
sacrificios, como parte del rito de fertilidad. Hemos de mencionar que los rituales
dedicados a Tlaltecuhtli sólo los realizaban los sacerdotes, por tratarse de un
aspecto tan importante como era el nacimiento de una nueva vida. Como afirma
Eduardo Matos Moctezuma: Al ser un rito de tránsito o de iniciación muy importante
que dará pie para que el individuo pueda nacer o renacer para continuar su nueva
vida, se convierte en algo sumamente sagrado que permanece or esta razón en el
mundo de lo oculto.
El mito relata que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca raptaron a la diosa del Cielo y la
colocaron en un sitio donde había agua. Ellos la observaban en silencio y pensaron
que era necesario fundar la Tierra. Se transformaron en serpientes gigantes y la
atacaron. Cada uno de los dioses agarró un brazo y una pierna, y jalaron hasta que
la partieron por la mitad: una parte la aventaron hacia arriba para crear al Cielo y las
estrellas; la otra, la tiraron y se convirtió en la Tierra. Fue tan brutal la acción a que
sometieron a Tlaltecíhuatl, que los dioses viejos se enojaron, y decidieron que para
mitigar el dolor infligido a la diosa de su cabeza surgiera todo lo bueno de la Tierra
para que los hombres pudieran habitarla. Así pues, de sus ojos nacieron las cuevas,
las fuentes y los pozos; de sus largos cabellos surgieron las flores, las plantas, y los
árboles; de su piel la hierba chiquita y las pequeñas florecitas; y de su nariz, los
valles y las montañas. El monolito de esta destripada diosa se encontró en las
Ajaracas, en el Centro histórico de la Ciudad de México un 2 de octubre de 2006.
Se trata de un disco de andesita rosa proveniente del cerro de Tenayuca que pesa
doce toneladas. Matos Moctezuma dijo que se trataba de: …una deidad telúrica y
nocturna del sexo femenino que porta un faldellín adornado con cráneos y huesos
cruzados, además de lucir un adorno dorsal con tiras y caracoles, exclusivo de las
deidades femeninas.

Watakame y la mujer perro. Mito huichol.


En el inicio de los tiempos todo era oscuridad en el mundo. Un buen día, desde su
morada subterránea, la diosa Tate’ Yuliana’ka, la Madre Tierra, -la diosa del suelo
fértil y del barro para la alfarería-, trató se levantarse del suelo y se movió cinco
veces. Cuando ejecutó el primer movimiento se vio en el horizonte una lumbrecita
muy pequeña; con el segundo movimiento, se vio un sol oscuro; con el tercero, se
sintió una sacudida y se aclaró un poco más el mundo; con el cuarto, hubo más luz
todavía y los animales nocturnos que vivían en las cavernas y bajo las piedras, se
asombraron muchísimo; con el último movimiento de la Madre Tierra, es decir, el
quinto, apareció Tatewari, Dios del Fuego, a quien también se le conoce como Tai,
el Sol. Se materializó en el centro de la región Wixarika, en Teakata, cuyo color es
el blanco, con una luminosidad extraordinaria. Entonces, todo fue luminosidad y
éxtasis de las animales de la noche.
Después de miles de años de que la luz ya había sido creada, porque el Sol ya
existía en lo alto del Cielo y la Luna se veía por la noche, existió en el mundo una
persona-animal que conservó la forma humana: Watakame. Este hombre joven era
un campesino que se dedicaba, todos los días, a trabajar su milpa. Cada día tiraba
los árboles para poder sembrar; pero, cosa extraña, a la mañana siguiente los
árboles estaban en el mismo lugar. Intrigado, decidió aclarar el misterio: al quinto
día de que esto sucediera, se escondió entre los arbustos, y de pronto vio aparecer
del suelo a una viejita que portaba una vara en la mano. Con su vara señaló hacia
los cinco puntos cardinales. Entonces, los árboles que había tirado el joven el día
anterior, se levantaron. Así supo Watakame, que la diosa Takutsi Nakaawe, Nuestra
Bisabuela Crecimiento, la que dio orden al cosmos, era la que responsable. Él le
preguntó a la diosa por qué lo hacía, a lo que ella le respondió que era porque
estaba trabajando en balde, ya que llegaría una inundación en menos de cinco días,
anticipada por un viento, amargo y picoso como el chile, que le haría toser, le
aconsejó que se hiciese una caja de salate con tapa, y que se llevase con él cinco
granos de maíz de cada color, cinco semillas de frijoles de diferentes colores;
además, debía llevarse cinco tallos de calabaza que nutrieran al fuego, y una perrita
negra. Al quinto día, el joven campesino tenía todo listo dentro de la caja, tal y cual
le había dicho la diosa Takutsi Nakaawe. Acto seguido, Watakame se metió en la
caja, la diosa la tapó y calafateo las grietas de la madera, para después sentarse en
la caja con una guacamaya al hombro. En el tiempo indicado dio comienzo el diluvio
anunciado, y la caja flotó en el agua hacia el sur durante todo un año; otro año flotó
hacia el norte; otro, hacia el oeste; y, finalmente, el cuarto año flotó hacia el este.
El quinto año la caja navegó hacia arriba, y entonces el mundo se inundó. En el
sexto año, el agua empezó a descender, para detenerse en una montaña que se
encontraba cerca de Toapu’li, en Santa Catarina, en donde se conservó para
siempre.
Cuando Watakame quitó la tapa de la caja para ver qué sucedía afuera, se dio
cuenta de que todavía el agua no se quitaba por completo y que unas guacamayas
y unos pericos con sus picos trataban de separar las aguas, para formar cinco
mares. Fue entonces cuando todo se empezó a secar y, gracias a
Tate’Yulianana’ka, la Madre Tierra, brotaron árboles y plantas. En ese momento, la
diosa Takutsi Nakawe se transformó en viento. El joven se puso a trabajar y limpió
los campos para poder sembrar la tierra, mientras su perrita se quedaba,
pacientemente, en la casa. Cuando el joven regresaba de su trabajo, siempre
encontraba tortillas preparadas para que las comiera. Como no sabía quién hacía
los panes de maíz, decidió no ir a la milpa y quedarse a vigilar para esclarecer el
misterio. Para su sorpresa, Watakame vio el quinto día que su perrita se despojaba
de la piel y se convertía en una bellísima mujer, que iba al ojo de agua con su guaje
a acarrear agua, molía el maíz en el metate, torteaba las tortillas, y las cocía en el
comal de barro. Watakame, entre asombrado y asustado, tomó la piel de la perra y
la arrojó al fuego del hogar. La mujer se puso a aullar, porque mientras la piel se
quemaba a ella le ardía tremendamente todo su hermoso cuerpo. Presto, el joven
le cubrió el cuerpo con maíz molido al que roció con agua de nixtamal;
inmediatamente a la mujer se le calmó el ardor, y ya no necesito de la piel de perra.
Había aparecido la primera mujer en la Tierra.

Iztaccíhuatl y el Popocatépetl
Tonatiuh, el Dios Sol, vivìa con su familia en el Cielo número trece, en el que no se
conoce la oscuridad ni la angustia…El hijo de Tonatiuh era el príncipe Izcozauhqui,
a quien le encantaban los jardines. Un día, el príncipe oyó hablar de los vergeles
del señor Tonacatecuhtli. Curioso fue a conocerlos. Las plantas parecían más
verdes y los prados frescos y cubiertos de rocío. Al descubrir una laguna
resplandeciente se acercó con presteza, y al hacerlo se encontró con una mujer que
salía de las aguas ataviada con vestido de plata. Ambos se enamoraron de
inmediato ante el beneplácito de los dioses. Pasaban el tiempo junto, recorriendo
los cielos. Pero los dioses les prohibieron ir más allá de los trece cielos.
Los enamorados conocían el firmamento. La curiosidad por saber qué había bajo
de él hizo que descendieran a conocer la Tierra. Allí la vida era diferente. El sol no
brillaba todo el tiempo, descansa por las noches. Había más colores, texturas,
sonidos y animales que en todos los cielos recorridos por ellos.
Los enamorados, al descubrir que la tierra es más hermosa que los paraísos
celestiales, decidieron quedarse a vivir en ella para siempre. El lugar escogido para
su morada estaba cerca de un lago, al lado de valles y montañas.
Los dioses, furiosos por la desobediencia de la pareja, decidieron infringirles un
castigo. La princesa enfermó repentinamente, fueron vanos los esfuerzos de
Izcozauhqui por aliviarla. La mujer supo que esa era la sanción de los dioses,
Tonatiuh se lo hizo saber con sus abrasadores rayos. A ella no le permitirían vivir.
Separándolos con su muerte para siempre. Así see lo hizo saber a su amado, le
pidió que la llevara a una montaña con el fin de estar junto a las nubes, para que,
cuando él regresara con su padre, pudiera verla más cerca desde el Cielo. Fueron
sus últimas palabras, después se quedó quieta y blanca como la nieve.
El príncipe con su preciosa carga a cuestas caminó días y noches hasta llegar a la
cima de la montaña. Encendió una antorcha cerca de su amada y la veló, parecía
como si la mujer durmiera.
Izcozauhqui se quedó junto a ella, sin moverse, hasta morir. Ella se convirtió en la
Mujer Dormida, Iztaccíhuatl, y él en el cerro que humea, Popocatépetl.
Mitos griegos
Pandora
El mito de la caja de Pandora se inicia
cuando Prometeo se atrevió a robar el
fuego que portaba el dios Sol en su
carro. Zeus furioso ordenó a
diferentes dioses crear una mujer que
pudiera seducir a cualquier hombre.
Hefesto la creó con arcilla y le brindó
formas sugerentes. Atenea la vistió
elegante y Hermes le dio el don de
seducir para que finalmente Zeus le
dé vida y la mande a la casa de
Prometeo.
Allí vivía junto a su hermano Epimeteo que a pesar de haber sido advertido de la
venganza de Zeus aceptó la llegada de Pandora y se enamoró hasta tomarla por
esposa. Pero Pandora traía con ella una caja con todos los males que puedan
contaminar al mundo de desgracias. Uno de esos elementos era la esperanza,
consuelo de quien sufre. Pandora presa de la curiosidad abrió la caja y así dejó
escapar sin quererlo todos los males. Los bienes subieron hasta el Olimpo y junto a
los dioses. La muchacha presa del pánico cerró la caja y quedó dentro la Esperanza,
que era necesaria para superar todos los males.
Pandora corrió hacia los hombres para intentar consolarlos, hablándoles de la
esperanza, explicándoles que siempre podrían acudir a ella ya que estaba bien
guardada.
Atlas
El titán Atlas era hijo de Japeto y de
la ninfa Climene. Después de que los
titanes se hubiesen puesto a
disposición de Zeus y sus hermanos,
Atlas no fue hecho prisionero en el
mundo de los muertos como el resto
de ellos. Zeus le infligió un castigo
especial que consistió en cargar con
el arco del cielo sobre sus hombros.
Atlas llevó a cabo la tarea en el
rincón más occidental que los griegos conocían y que se situaría cerca del estrecho
de Gibraltar.
Heracles visitó a Atlas en uno de sus Doce Trabajos para recoger las manzanas de
oro de las Hespérides. Gaya, la diosa de la tierra, le había dado las manzanas a
Hera cuando se casó con Zeus y ésta a su vez se las entregó a las Hespérides,
hijas de Atlas, para que las guardasen en un bello jardín que estaba protegido por
el dragón Ladón. Atlas le puso una condición a su visita.
Para evitarle el problema de luchar con el dragón, iría él mismo hasta eljardín
mientras Heracles le sostenía el arco del firmamento.
Afortunadamente, Heracles era lo suficientemente fuerte y Atlas pudo llegar al
jardín. Cuando regresó con las manzanas, le sugirió que podría ir él a entregárselas
a Eurystheus (Euristeo), jefe de Heracles, mientras el héroe seguía sosteniendo el
arco un poco más.
HeracIes fingió estar de acuerdo con la idea, pero le pidió a Atlas que tomase el
arco un momento para poder ponerse un almohadón sobre sus hombros doloridos.
Atlas accedió y así HeracIes pudo huir con las manzanas, provocando el lamento
eterno del primero ante tan pesada carga.
Ovidio describe cómo Perseo, hijo de Zeus como HeracIes, visitó a Atlas. Perseo le
pidió pasar la noche con él, a lo que aquél se negó, recordando un oráculo que en
cierta ocasión le había dicho que un hijo de Zeus llegaría para robarle las manzanas
de sus hijas -probablemente se refería a HeracIes-. Atlas amenazó a Perseo y éste
utilizó la cabeza de Medusa (ver Gorgonas, Las y Perseo) para convertirle en
montaña de piedra, la cadena del Atlas en Marruecos. Esta versión ofrece la
contradicción de que Perseo visitase a Atlas antes que HeracIes y que éste luego
no le encontrase convertido en montaña, sino aún como titán.
Sísifo
Fue uno de los personajes más
astutos de la mitología griega,
existiendo un nutrido grupo de
leyendas que hablan sobre él.
Sísifo era hijo de Eolo y Enáreta.
Reinaba en la ciudad de Corinto,
que había sido fundada por él,
aunque con el nombre de Éfira.
Rodeó toda la ciudad con grandes
murallas para obligar a los
viajeros a pagarle abundantes
tributos cuando pasaban por allí.
Su gran inteligencia le sirvió para
obtener múltiples beneficios en todos los aspectos de la vida, pero la falta de ética
de algunos de sus actos, le valió, en determinados momentos y circunstancias, la
consideración de ladrón o malechor.
Sísifo tenía un vecino envidioso que, una vez robó sus rebaños llamado Autólico.
Sísifo nada pudo hacer en ese momento para recuperar sus reses, pero, cuando
tiempo después, volvió a sufrir la desaparición de parte de su ganado acudió a
Autólico acusándole de ladrón y demostrando la fechoría cometida porque entre los
rebaños de Autólico se veían muchas ovejas con la leyenda "me ha robado Autólico"
grabada en las pezuñas. Admirado Autólico de la listeza de Sísifo le entregó la mano
de su hija Anticlea con el objetivo de tener descendencia tan astuta como él. Para
ello, tuvo que detener la boda que al día siguiente se celebraría entre Anticlea y
Laertes, el que, hasta el momento, había sido su pretendiente. Como consecuencia
de esta unión, que algunos autores consideran llevada a cabo sin boda de por
medio, nació el magnánimo héroe Odiseo. No obstante, Sísifo también se casó con
Mérope y tuvo cuatro hijos con ella: Glauco, Órnito, Tersandro y Halmo.
La muerte de Sísifo sobrevino a causa de un castigo divino, si bien, existen
contradicciones sobre el detonante del mismo habiendo dos versiones diferentes.
La primera de ellas indica que Sísifo, que se llevaba muy mal con su hermano
Salmoneo, quiso matarlo y, para ello, consultó la forma más adecuada a Apolo, a
través del oráculo de Delfos. El oráculo le dijo que lo que tendría que hacer era
unirse carnalmente con Tiro, su sobrina, y darle muchos hijos. Tal mala intención,
o, quizás, tal incesto, habrían provocado su muerte. La segunda tesis desarrollada,
resulta de la siguiente forma: Zeus raptó una vez, como tantas otras, a la bella Egina,
para poseerla. Buscándola, su padre, Asopo, pasó por Corinto donde intentó que
Sísifo le ayudara a encontrarla o al menos, le indicase alguna pista para localizarla.
Ante esto, Sísifo, que había visto a Zeus escapar con Egina, indicó a Asopo que le
diría el nombre del raptor de su hija a cambio de que hiciese nacer una fuente en
los reinos de Sísifo, y así fue (Asopo pudo hacer brotar el agua porque era un dios
- río). Enojadísimo Zeus por tal acción condenó a Sísifo a la muerte, enviándole a
Tánato. Sin embargo, el valiente y audaz Sísifo consiguió encadenarlo, logrando
así, no sólo librarse de su propia defunción, sino evitando que, durante mucho
tiempo, ningún hombre muriese. De nuevo tuvo que actuar Zeus para liberar a
Tánato, recibiendo, por fin, Sísifo la sentencia de muerte.
A pesar de todo, y este hecho es ya común a las dos versiones narradas en el
párrafo anterior, Sísifo aleccionó a su mujer para que cuando muriese no llevase a
cabo los cortejos fúnebres. Su esposa así lo hizo y cuando Sísifo llegó al infierno se
quejó a Hades de lo que había hecho su familia y le pidió que le concediera volver
a la tierra para aleccionar a sus allegados sobre las exequias que debían llevar a
cabo. Hades le concedió tal deseo a condición de que volviese pronto. Sin embargo,
Sísifo, por otra parte divertidísimo ante la inocencia divina, se jactó en el mundo real
de lo ocurrido, y, por supuesto, no volvió en mucho tiempo. Finalmente, Hermes, o,
tal vez, Teseo, le devolvieron al inframundo donde se le condenó a un castigo cruel:
debía subir un enorme peñasco a una alta cima del inframundo, y, cuando casi
estaba a punto de lograrlo, volvía a caérsele y tenía que subirla de nuevo. Tal tarea
sólo se detuvo durante el intento de Orfeo de recobrar el alma de Eurídice pero
después continuó durante toda la eternidad.
Hércules
Hércules conocido en griego como
Heracles era uno de los héroes más
conocidos de la mitología griega y
romana. Era hijo de Zeus, rey de los
dioses, y la mujer mortal Alcmena. Su
vida no fue sencilla ya que tuvo que
soportar muchas pruebas y realizó
muchas tareas de mucha dificultad,
pero la recompensa por su sufrimiento
fue una promesa de que iba a vivir para
siempre entre los dioses en el Monte
Olimpo.

Hércules era conocido como el más


fuerte de todos los mortales, e incluso
era mucho más fuerte que muchos dioses. Como compensación a su falta de
inteligencia o sabiduría, los dioses le concedieron la fuerza de un dios. Ese fue el
factor decisivo en la victoria triunfal de los olímpicos contra los gigantes.
Cuenta la leyenda, que un día que hacía mucho calor, Hércules amenazó al sol con
su arco porque la temperatura era muy alta. Los cambios de humor eran muy
habituales, y se metía en numerosos problemas. En cambio no pasaba eso con su
amigo y primo Teseo que gobernó Atenas. Hércules tenía muchos problemas para
controlar su fuerza cuando se enfadaba. Su orgullo era herido con frecuencia. Por
eso era muy rencoroso y cuando alguien le hacía algo, no olvidaba y se vengaba
cuando tenía la ocasión.
Era muy glotón, le gustaba, el vino y las mujeres, estos placeres eran tan intensos,
como era su fuerza. Muchas de sus grandes hazañas se produjeron mientras se
dejaba llevar por su ira o por su atolondramiento. Sería sencillo imaginarse a
Hércules como un bufón musculoso. De hecho, muchos de los dramaturgos de la
comedia griega, utilizaron esta característica del personaje. A demás eran sabidas
por sus críticos, de sus numerosas rabietas, era un hombre primitivo, muy bruto y
violento.
Hay mucha información al respecto sobre este punto de vista. Su ropa habitual era
una piel de león, con la cabeza todavía unida. La mayoría de los problemas los
creaba él mismo. Sin embargo, no sería justo quedarnos con la imagen de Hércules
como un bufón con musculitos, sería injusto. Él podía odiar tanto a una persona o a
un dios, como también podía acudir al instante para ayudar a un buen amigo. Como
tenía una parte de humano, era muy drástico, cuando se dejaba llevar por sus bajos
instintos, pero una vez que su ira pasaba, se relajaba y comprendía el daño que
había causado en su entorno. Él era el juez más crítico de sus propias acciones.
Aunque fuera condenado por los hombres, era demasiado fuerte para que
cualquiera pudiera forzar un castigo sobre él. Así que hizo penitencia y durante sus
castigos mantuvo su promesa de no actuar ni utilizar su fuerza, hasta que se hubiera
cumplido su condena… A causa del odio de Hera su madre, le pasaron cosas
terribles, del que él cosa muy rara no era responsable…
La diosa Hera le causaba muchos problemas a su hijo Hércules, esta como no podía
vencerle, le hizo perder la memoria. En un estado confuso y enojado, mató a su
propia esposa e hijos. Cuando recobró el conocimiento Hércules se dio cuenta de
lo que había hecho, asesinar a su propia familia, molesto consigo mismo por lo que
había hecho, le pidió al dios Apolo para que le orientara el oráculo del dios le dijo
que tendría que servir Euristeo, rey de Tirinto y Micenas, durante doce años, como
castigo por los asesinatos. Como parte de su condena, Hércules tuvo que realizar
doce trabajos tan difíciles que parecían imposibles.
•El primer trabajo:Matar al León de Nemea y despojarle de su piel.
•Segundo trabajo: Matar a la Hidra de Lerna..
•Tercer trabajo: Capturar la cierva Cerinea .
•Cuarto trabajo: Capturar vivo a Erimantiano.
•Quinto trabajo: Limpiar los Establos de Augías en un solo día.
•Sexto trabajo: Matar a los pájaros de Estínfalo.
•Séptimo trabajo: Capturar al Toro de Creta.
•Octavo trabajo: Capturar a los caballos del rey Diomedes.
•Noveno trabajo: Robar el Cinturón de Hipólita.
•Decimo trabajo: Robar el ganado de Gerión..
•Décimo primer trabajo: Robar las manzanas del Jardín de las Hespérides..
•Décimo segundo trabajo: Capturar a Cerbero y sacarlo del Inframundo..
Afortunadamente, Hércules tuvo la ayuda de Hermes y Atenea, deidades simpáticas
que se presentaron cuando realmente necesitaba de su ayuda. Al final de estos
trabajos, Hércules se convirtió sin lugar a dudas en el mayor héroe griego. Sus
luchas elevaron a Hércules a los altares y la experiencia en la lucha junto con el
sufrimiento fue lo que llevaría a Hércules a la inmortalidad
El hecho de que Hércules cumpliera su condena, fue una victoria moral para el
propio Hércules. Este modo de actuar, hizo que la historia de Hércules cambiara
considerablemente con el tiempo. La mitología se ha centrado a pesar de sus
evidentes dones, también en sus virtudes. Los romanos lo valoraron como el mejor
héroe dedicándole una estatua para que la dieran culto como a un dios más del
Olimpo junto a Zeus y Hera.

También podría gustarte