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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 1
ESTADO DE LA CUESTIÓN 3
MARCO CONCEPTUAL E HIPÓTESIS DE PARTIDA 5

1) LOS AVATARES DEL COMERCIO CANARIO 7


Generalidades 7
Períodos del desarrollo comercial de Canarias 9
El comercio isleño inmediatamente después de la Conquista 12
La etapa azucarera 15
La etapa vitícola 16
El interregno depresivo 20
La etapa liberal 22
Los puertos francos 23

2) EL RÉGIMEN ESPECIAL CANARIO: LOS PUERTOS FRANCOS 26

3) CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL SECTOR AGRARIO EN CANA-


RIAS (Siglo XIX) 32

4) LA DESAMORTIZACIÓN EN CANARIAS 37
Concepto de ‘desamortización’ 37
Consideraciones finales 50

5) APROXIMACIÓN A LA EVOLUCIÓN DEL SECTOR AGRARIO EN EL SI-


GLO XIX 52

6) LA EMIGRACIÓN CANARIA DURANTE EL SIGLO XIX 59


Factores de expulsión 61
Factores de atracción 63
Aspectos jurídicos 63

7) REFLEJO DE LA EMIGRACIÓN CANARIA EN LA PRENSA LOCAL (Siglo


XIX) 67

RECAPITULACIÓN FINAL 78
BIBLIOGRAFÍA 81
NOTAS 84
1

INTRODUCCION

El tema que hemos elegido para la realización de este trabajo consiste en una apro-
ximación a la estructura económica canaria durante el tránsito hacia la consolidación del modo
de producción capitalista en la Islas (último tercio del siglo XIX). Dentro de este repaso general
trataremos de relacionar los fenómenos económicos generales con la evo-lución de la
producción y la estructura de la propiedad agraria, para de esta manera intentar aproximarnos
a una hipotética definición de la formación social canaria. Además de llevar a cabo el susodicho
repaso de la evolución del sector primario en Canarias trataremos de fijar de forma muy general
los puntos de partida de este proceso, así como los factores que en nuestra opinión contribuye-
ron en definitiva a la transformación de las estructuras económicas y sociales en general y de
la estructura agraria en particular.

El principal motivo que nos ha llevado a elegir este tema viene derivado de algunas
consideraciones que hemos puesto en común a cerca de la actualidad canaria ; es decir,
queríamos aproximarnos a las causas de algunos fenómenos presentes en la sociedad cana-ria
de nuestros días, tales como la desarticulación social, el desarraigo en el plano cultural de un
importante sector de la población, el ‘pleito insular’ y, sobre todo, la debilidad del agro canario
en lo que se refiere a la producción enfocada hacia el mercado interior. La consideración de
tales cuestiones nos hizo fijar nuestra atención en aspectos tales como, por ejemplo, el gran
número de trabajadores de la construcción o del sector servicios que completan sus jornadas
con labores agrarias a tiempo parcial en pequeñas parcelas de su propiedad.

¿Por qúe está tan fragmentada la propiedad de la tierra en las medianías y tan con-
centrada en la costa? ¿Cuáles son los elementos que han conducido a las Islas hacia un modelo
económico basado en los servicios y en la agroexportación? Creemos que la res-puesta a tales
interrogantes se encuentran en la evolución económica del Archipiélago, en especial en lo que
concierna a la agricultura, y en la estructura social del mismo durante el siglo pasado, o incluso
desde antes. El objetivo primordial de este Trabajo de Curso es, como decimos, dar una visión
general del problema partiendo de un reducido número de hipótesis originadas, más que de un
2

estudio sistemático del tema tratado, de las primeras intuiciones que teníamos en relación con
el mismo. Nuestra exposición no pretende, por tanto, ser un estudio sistemático del asunto
elegido ni constituir una aportación definitiva al respecto. Se trata más bien de un punto de
partida que tal vez nos sirva para la realiza-ción de trabajos ulteriores. Las limitaciones a las
que nos hemos tenido que enfrentar son, por otro lado, múltiples, siendo las más importantes,
en primer lugar, el escaso material que hemos podido cotejar, sobre todo a causa del poco
tiempo de que se ha podido dispo-ner en función de la dinámica del curso académico ; en
segundo lugar ha pesado sobrema-nera nuestra indudable ignorancia acerca del estudio de
cuestiones económicas ; en tercer lugar, por fin, está la dificultad intrínseca que presenta el
realizar generalizaciones sobre estas cuestiones, por las razones más arriba comentadas.
3

ESTADO DE LA CUESTION

A pesar de la numerosa bibliografía existente que trata los aspectos económicos de


Canarias durante el siglo XIX, hay en la actualidad demasiadas lagunas en la investiga-ción de
estos temas, así como una evidente falta de consenso en la caracterización de las estructuras
económicas de la formación social canaria. El necesariamente limitado mate-rial bibliográfico
que hemos consultado abarca cuestiones tan dispares como la problema-tica de los puertos
francos o los precios, pasando por la emigración o los efectos de la des-amortización. Para ello
hemos utilizado fundamentalmente obras de divulgación y algu-nos estudios especializados.
Cuestiones dispares, en efecto, pero su interacción dialéctica, unida a otras cuestiones, dan las
claves para comprender los fenómenos a los que nos pre-tendemos enfrentar. Las obras
consultadas responden a las corrientes de interpretación histórica dominantes en la
historiografía canaria, siendo mayoritarios los estudios de ca-rácter descriptivo-positivista. En
un segundo plano numéricamente hablando están los trabajos que parten de las premisas de la
teoría del subdesarrollo y del capitalismo depen-diente, que se oponen sistemáticamente a los
anteriormente nombrados. El primer trabajo significativo basado en esa postura teórica es el
que escribieron O. Bergasa y A. González Viéitez 1. Estos autores y sus seguidores partían de
la versión estructuralista que realizó Ramón Tamames2 de los trabajos de A. Gunder-Frank
sobre el caso latinoamericano, en el que la sociedad canaria es descrita en función de su
vinculación con el comercio exte-rior, ya que la “incapacidad del sistema productivo interno
para satisfacer las exigencias de una demanda de bienes y servicios en crecimiento constante”
determinará “su absoluta dependencia del mercado exterior”3. Es por eso que la economía
canaria habría cristali-zado en un sucesión de ciclos monocultivistas, siendo la baja tasa de
acumulación de capi-tal y la falta de cualificación de la fuerza, unidas al uso hecho de las
franquicias exteriores, los factores que propiciaron el retraso y desequilibrio del crecimiento
económico canario. Los trabajos basados en la tesis del capitalismo dependiente siguen el
esquema planteado por I. Wallerstein respecto a la creación de un mercado mundial capitalista
desde el siglo XVI4. Dentro de este esquema Canarias ocuparía una situación dependiente del
centro capitalista. El principal valedor de esta teoría en Canarias es Antonio Macías, quien
plantea la existencia en las Islas de dos subsectores agrarios, exportación y mercado interior,
4

que conformarían un ‘feudalismo isleño’ inserto en el mercado mundial capitalis-ta. Siguiendo


estas tres tendencias teóricas la mayoría de los estudios se han dedicado, a nuestro entender,
más a las cuestiones vinculadas con la agricultura de exportación y el comercio exterior que a
las relacionadas con la agricultura de subsistencia y el desarrollo de las fuerzas productivas. En
definitiva, consideramos que queda mucho camino por recorrer y no compartimos plenamente
ninguno de los marcos teóricos principales que se barajan. La mayoría de las obras que hemos
consultado podríamos decir que son eclécticas, que conjuntan los aspectos descriptivos con la
tesis del capitalismo dependien-te. En lo que respecta a las fuentes directas, sólo queremos
dejar constancia de que hemos buscado algunos materiales estadísticos en el Archivo Histórico
Municipal de La Laguna, y hemos consultado algunos periódicos de la década de los 80 del
siglo pasado con el fin de sacar alguna información general acerca del volumen de la
producción agraria y de las posibles causas de la emigración relacionadas con este sector.
5

MARCO CONCEPTUAL Y PREMISAS DE


PARTIDA

En este trabajo partimos de una serie de supuestos teóricos y de las limitaciones


comentadas en el apartado anterior. Nos basamos principalmente en información que trata de
las Islas Centrales, por lo que las generalizaciones a lo mejor serán excesivas. El voca-bulario
que utilizaremos en esta exposición para describir los fenómenos económicos es básicamente
de origen marxista, entendido no como un sistema cerrado, determinista, a la manera de la
ortodoxia del antiguo Bloque del Este, o de los estructuralistas marxistas del tipo de Althusser
y congéneres. En resumidas cuentas, las premisas de las que partimos son las siguientes:

I. Consideramos que la explicación de los fenómenos económicos debe partir del


análisis de la producción y sus condicionantes más que de la circulación de
mercancías y demás factores alógenos, que aunque tengan una gran im-portancia,
pueden llevar a confusión cuando se convierten en dato principal. Por esta razón
no compartimos en su totalidad las formulaciones circulacio-nistas de la teoría
del subdesarrollo, asociada a la idea del predominio de los monocultivos.

II. Consideramos, al menos ‘a priori’, que el sector clave de la economía cana-ria


hasta bien entrado el siglo XIX era el de la agricultura de subsistencia, ya que
éste posibilitaba la reproducción del sistema económico y social.

III. Consideramos que durante los siglos XVIII y XIX el embrión de burguesía
agraria existente en las Islas no se constituyó como un grupo innovador. A nuestro
juicio no fue más que un grupo subsidiario de la terratenencia tradi-cional que
reproducía el sistema a pequeña escala.

IV. Consideramos que en Canarias la burguesía, en su gran mayoría, no fue pro-


ductiva, sino más bien especuladora y compradora, lo que contribuyó decidi-
damente a convertir al Archipiélago en una semicolonia del capitalismo eu-ropeo,
especialmente del británico.

V. Consideramos que el desarrollo de la economía canaria y de sus sucesiva crisis


está directamente relacionado con una estrategia de la clase dominante basada en
la indecisión en la toma de decisiones innovadoras y en la repro-ducción del
‘status quo’ social y político a cualquier precio. Esto constitui-ría, a nuestro
entender, una de las razones que explicarían la elevada tasa de explotación de la
población trabajadora isleña, el atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas
y el sometimiento al capitalismo exterior. En el plano político social, esta
6

estrategia tendría su expresión en el clientelismo o casi-quismo y en la endogamia


de los dos grandes bloques de poder.

VI. Consideramos que la emigración que tradicionalmente ha acechado al Ar-


chipiélago es un indicador casi infalible para detectar la problemática econó-mica
y social de nuestras Islas, ya que ha sido consecuencia directa de las crisis del
sistema.
7

1) LOS AVATARES DEL COMERCIO


CANARIO

Generalidades

Víctor Morales Lezcano, en un estudio titulado ‘Síntesis de la historia económica de


Canarias’, manifiesta lo siguiente5:

“Curioso resulta constatar cómo una vez más, todo intento de historiar la
economía del Archipiélago desemboca en una relación histórica del comercio. Una
economía de intercambio, que jamás se ha permitido algunos ensayos de autoabas-
tecimiento, a causa de la pobreza de recursos locales y del aislamiento con otros países,
sin hinterland ni vínculos cómodos con los continentes de cuyos envíos e importaciones
tanto dependió siempre su subsistencia”.

Sin embargo, este autor advierte en la introducción a su trabajo que en realidad él


pretende con el mismo más que llevar a cabo una exhaustiva aportación a un tema poco
estudiado, una presentación sumarísima de las relaciones comerciales entre Canarias y el resto
del mundo atlántico6. No coincide en esta opinión con la de José Mateo Díaz, el cual, en una
conferencia pronunciada en Madrid en 1934, confiesa que preferiría tratar de otros asuntos al
referirse a su tierra natal, o sea, hablar ante tan selecto público “... de otros aspectos de las Islas
Canarias menos áridos, menos adustos que los económicos” 7 ; sin embargo, reconoce la
importancia de la economía y, sobre todo, del desarrollo del comer-cio en Canarias, y así lo
manifiesta más adelante al referirse a la crisis de la exportación del plátano que tenía lugar
precisamente entonces, es decir, durante los años 30 de nuestro siglo8:

“La crisis de exportación ha producido la crisis de la agricultura y de rechazo la


del comercio, que ha sufrido una correlativa disminución de ventas. Y, en fin, las nume-
rosas suspensiones de pagos y quiebras ocurridas, han dado lugar a la contracción de
los créditos. Bajo estos trazos es como puede ser brevemente descrita la grave crisis
económica de las Islas Canarias”.
8

Al referirse al desarrollo del comercio en las Islas Canarias, ninguno de estos autores
se preocupa mucho acerca de la composición de la sociedad canaria en los siglos estudiados,
ni de la distribución de la renta y la propiedad según los diversos grupos sociales ; tan sólo nos
apunta algo (muy poco, desde luego) el mencionado José Mateo Díaz, en relación con el
‘período azucarero’9: “Arriba, un pequeño núcleo de ricos y poderosos. Abajo, otro núcleo de
parias y esclavos, desheredados, no mucho mayor. En el centro, nadie”. Morales Lezcano, por
otra parte, aunque su aportación no contribuye prácticamente en nada, a nuestro modesto en-
tender, a esclarecernos la composición social de la población canaria en los primeros tiempos
de la colonización, nos comenta lo siguiente con respecto a las repercusiones inmediatas que
la adopción de lo que él denomina ‘monocultivo azucarero’ tuvo sobre la misma10:

“De una parte la mano de obra, asalariada, comenzó a ser demandada y por tanto
a percibir decentes retribuciones, que, en régimen de aparcería, podía consistir en ter-
cios convenidos de las cañas o azúcar ya refinado”.

Lo que no queda demasiado claro en este texto es un extremo al cual Mateo Díaz se re-
fiere, aunque muy de pasada: el de la presencia en dicho período de la historia canaria de mano
de obra esclava ; lo que Morales Lezcano nos cuenta al respecto parece, en efecto, contradecir
lo expresado en la anterior cita, ya que más adelante nos informa de que “... la necesidad de
una dedicación intensa a las plantaciones durante la zafra y aún durante el verano y otoño
confirmó la idoneidad de los esclavos para cumplir las más duras faenas agrícolas”11. Mateo
Díaz, por otro lado, nos aclara algo más esta cuestión, aunque refiriéndose más bien a un pe-
ríodo anterior al de la explotación de la caña de azúcar12: “En el siglo XV había tan poca gente
en Canarias, que se llegó incluso a autorizar la traída de esclavos de Africa, para trabajar las
tierras, los cuales habían sido repartidos entre los conquistadores”. Más adelante añade, en-
trando ya en el período considerado:

“La vida en Canarias en estos dos siglos es la vida característica de toda colonia
puesta en explotación. Primeras roturaciones e terrenos, y primeras luchas por la pose-
sión de los mismos. Ambiciones y codicias. Luchas de familias. Luchas. La mayor parte
del tiempo la emplearon los canarios en discutir los repartimientos de tierras”.
9

En ambos escritos resulta evidente el escaso interés que muestran sus autores por la
vida cotidiana de la población de las Islas en esa primera época. Cuando hablan de los canarios
se refieren únicamente a los estamentos poderosos, a los propietarios de las tierras de labranza,
descendientes directos de los conquistadores, y la economía que contemplan no es precisa-
mente la de la población en su totalidad, por escasa que ésta fuese. No obstante, en este capítulo
del presenta trabajo nos basaremos fundamentalmente en estos dos artículos, tratando de com-
pletar las lagunas que vayan surgiendo con las aportaciones de otros autores que han abordado
esta temática.

Períodos del desarrollo comercial de Canarias

Como subraya Morales Lezcano13, la economía de cualquier lugar estará siempre inse-
parablemente ligada a lo geográfico ; en ese sentido se muestra explícitamente partidario de lo
expresado por Ferdinand Braudel en su libro ‘Mediterráneo y mundo mediterráneo en la época
de Felipe II’14 acerca de “... la inserción de lo geográfico y físico en la casi siempre temporal
visión de lo histórico”. En su opinión, por tanto, y refiriéndose al caso de Canarias, el historia-
dor no puede obviar el hacer mención de las relaciones comerciales habidas entre el Archipiéla-
go y la Europa occidental y marítima en su fase de expansión moderna, una circunstancia his-
tórica que generalmente se ha visto oscurecida por la indudable intensidad del intercambio co-
mercial con América. Según este autor, “... entre las dos, a medio camino, habría que instalar
las funciones históricas desarrolladas en los archipiélagos e islas del Atlántico”. Tampoco
habría que olvidar, por supuesto, la naturaleza española del Archipiélago y, en consecuencia,
los avatares de la economía española en los siglos estudiados, ya que, como muy bien nos ad-
vierte Morales Lezcano, “... dependiendo de ella y en contra de ella, la economía insular cana-
ria aspirará, durante más de 350 años, a unas condiciones y justificadas prerrogativas con las
que poder subsistir en una atmósfera de creciente competencia”. Nos estamos refiriendo aquí
a lo que José Mateo Díaz denomina en su charla „hecho económico diferencial canario‟15, que
según él ha vinculado secularmente la economía de las Islas más con el extranjero que con la
10

propia metrópoli, la cual, en opinión de dicho autor, no ha hecho generalmente más que poner
constantes zancadillas al desarrollo de las mismas.

Lo que José Mateo Díaz denomina ’lucha secular por las libertades del tráfico comer-
cial’ entre las Islas Canarias y la Península encontraría su final en 1852 con la concesión -por
parte de D. Juan de Bravo Murillo- del régimen de Puertos Francos, que según este autor cons-
tituyó, efectivamente, la panacea universal, la definitiva salvación económica de las Islas. No
es tal, sin embargo, la opinión de Morales Lezcano, para quien la problemática planteada por
la economía isleña no ha sido jamás solucionada, “... ni por el mercantilismo desde 1500 hasta
Carlos III, ni por la posterior política de franquicias legalizadas”, puesto que es esto, y no ver-
daderos puertos francos, lo que se concedió entonces a las Islas Canarias ; en ese sentido afirma
que la presión económica a que Canarias ha tenido que hacer frente se ha ejercido tradicional-
mente desde tres vertientes a que ya nos hemos referido: europea, hispánica (estas dos a menu-
do combinadas entre sí) y americana, que han convertido al Archipiélago durante más de tres
siglos, en virtud de su indudable interés estratégico, en lo que Morales Lezcano describe como
“un provisionalísimo juego de experiencias económicas”16. Como constata el referido autor,
ya desde el siglo XV va haciendo poco a poco acto de presencia en el territorio un grupo de lo
que se ha dado en llamar extranjeros estantes (i.e., pobladores de procedencia foránea, no espa-
ñola): genoveses, flamencos, portugueses y británicos, que se establecían mayormente en las
ciudades portuarias más importantes de Tenerife, Gran Canaria y La Palma17. Las arriba men-
cionadas experiencias económicas se concretizan en lo que a agricultura se refiere en los deno-
minados monocultivos (v.gr., caña de azúcar, vid, cochinilla y plátanos, que en realidad no eran
tales, como veremos más adelante), que terminaron todos ellos por generalizarse a gran escala
en tierras de América, “... desplazando con ello la seguridad económica de un mercado preca-
rio que sólo podía sobrevivir si mediaban unas mínimas garantías comerciales”. De conformi-
dad con lo que llevamos dicho hasta el momento, José Mateo Díaz divide la historia de la
economía canaria en dos únicos períodos, estructurados en torno al tema de las franquicias18:
11

SITUACION GEOESTRATEGICA DE CANARIAS (1460-1520)

1) ANTIGUO (1402-1852)

• Desde la llegada a Lanzarote de Juan de Bethencourt hasta la concesión de los


puertos francos

2) MODERNO (1852 en adelante)

• Desde la concesión de los puertos francos hasta la actualidad subdividido a su


vez en dos subetapas19:

- 1852-1882: Puertos Francos y cochinilla


- De 1882 a nuestros días: Plátanos y puertos.
12

Morales Lezcano, por su parte, aunque básicamente respeta esa división, prescinde en
su estudio del segundo período y procede a subdividir el primero en cinco etapas, quedando el
esquema como sigue20:

1) ETAPA PREHISPANICA (Siglo XV)

2) ETAPA AZUCARERA (finales del siglo XV y 1a mitad del XVI)

3) ETAPA VINICOLA (hasta el último tercio del siglo XVII)

4) INTERREGNO DEPRESIVO (hasta la promulgación por Carlos III, en 1778, del


„Reglamento para la liberalización del comercio‟)

5) ETAPA LIBERAL (1a mitad del siglo XIX)

6) PUERTOS FRANCOS (desde 1852)

El comercio isleño inmediatamente después de la conquista

Según Miguel Angel Ladero, al constituirse la nueva economía en las Canarias recién
conquistadas hubo que tener en cuenta dos factores21:

a) La repoblación de las Islas

b) La importancia de su situación geoestratégica (ver mapa, página anterior), al encon-


trarse “... situadas en la intersección de las rutas principales que unían Europa,
Africa y América, y en pleno centro de la prolongación oceánica del mediterráneo,
de ese ‘Mediterráneo Atlántico’ tantas veces nombrado desde que Chaunu22 acuñó
la expresión, con todo lo que ello comporta tanto de herencias medievales como de
13

perspectivas nuevas y posibilidades específicas de producción de bienes económi-


cos”.

La expresión ‘monocultivo’ no es, desde luego, la mejor que define la economía isleña,
en ninguna de sus etapas, dado que el cultivo dominante destinado básicamente a la exportación
estuvo siempre acompañado de otros cultivos, fundamentalmente de auto consumo, pero que
también producían en ocasiones excedentes exportables. Así, Ladero consigna la existencia, ya
incluso desde antes de la conquista española, de diversos productos de recolección y forestales
que cumplían esas condiciones23. La explotación del liquen conocido por orchilla, por ejemplo,
fue objeto desde los primeros momentos de la colonización de regalías que controlaban los se-
ñores en las Islas de Señorío, y los Cabildos municipales en las de Realengo, siendo comerciali-
zada por mercaderes genoveses, ingleses y holandeses ; con todo, se trataba de una explotación
sumamente marginal, aunque estuvo algo más desarrollada en La Gomera, la Palma y Fuerte-
ventura. De los bosques, por otro lado, se extraía pez negra, material ideal para calafatear naví-
os, y madera ; tal producción llegó a poner en peligro nuestra riqueza forestal, por lo que las
Autoridades tuvieron que tomar medidas restrictivas. El Cabildo Municipal de La Laguna, por
ejemplo, acotó los pinares desde el año 1498, cobrando derechos sobre la explotación de la pez
y limitando las talas ; en 1500 se prohibió totalmente extraer pez en los pinares del Norte de
Tenerife, y en 1515 se limitó la tala de madera para exportar a las zonas de malpaís ubicadas
entre Icod y Daute y entre Güímar y Abona. En lo que a pesca se refiere, se sabe que el banco
canario-sahariano fue frecuentado por pescadores andaluces desde finales del siglo XV y que
por tal concepto tenían que satisfacer un impuesto a la Corona. También había ganadería en las
Islas, pero no constituía un sector excesivamente importante. Dominaba el ganado menor
(ovino y cabrío), que producía algunos excedentes para la exportación, y así el cronista Thomas
Nichols menciona la venta de cueros, cordobanes y badanas canarios a los mercaderes ingleses;
la mayor parte de la producción, sin embargo, iba destinada al autoconsumo, reduciéndose de
esta manera la necesidad de importar calzados castellanos. El ganado mayor (bovino y equino)
era bastante escaso, lo cual causó más de una dificultad a la hora de roturar los campos y poner
en explotación las tierras de labranza ; ya desde 1521, y para contravenir el problema, se proce-
dió en Tenerife a importar camellos desde Africa.

La agricultura estuvo al principio constituida por cereales (trigo, cebada y Centeno), en


cultivos de secano. situados en las medianías y en algunas zonas resguardadas de la montaña.
14

Las unidades de explotación solían tener mayor extensión en Gran Canaria (~ 50-90 fanegadas)
que en Tenerife (~ 30 fanegadas) En esta última isla se autorizó, a partir de 1512, exportar la
tercera parte de lo recogido, siempre y cuando la isla estuviese abastecida de cereales ; Gran
Canaria, en cambio, fue siempre deficitaria en este producto, viéndose obligada con frecuencia
a importar trigo de Tenerife, la Palma y las Azores. Aparte del azúcar, al que nos referiremos
en el apartado siguiente, en las zonas bajas y en las tierras de regadío de las islas se cultivaban
parrales y otras especialidades hortícolas. El vino se produjo en un principio únicamente con
vistas al consumo interior; no obstante, Gran Canaria, La Palma y Tenerife alcanzaron el auto-
abastecimiento en este terreno desde 1515, y a partir de entonces comenzaron a exportar caldos
a otras islas. Ante tal superproducción vinícola, las Autoridades publicaron Ordenanzas prohi-
biendo la importación de vinos foráneos, sobre todo de Madeira y de Andalucía ; a partir de
1520-30 comenzó a exportarse vino canario a los mercados ingleses y holandeses; la comercia-
lización solía correr a cargo de mercaderes genoveses sitos en las Islas, como fue el caso de
Della Noce, Casanova y Zerli-Centurione, residentes en Tenerife. Los beneficios obtenidos de
las exportaciones permitieron al Archipiélago importar algunas mercancías que no se producían
de forma autóctona. Según Ladero24, se trataba fundamentalmente de ropa procedente de Sevi-
lla, Cádiz, Génova, Marsella, Nápoles, Venecia, Brujas, Amberes, etc., lugares con los que se
tenían buenas relaciones comerciales a causa del tráfico del azúcar, pero también llegaban a
los puertos canarios muchas otras mercaderías: armas, mercería, cobre y herrajes, papel, quin-
callería, aceite, jabón, muebles, obras de arte, azafrán, especias, etc. Ese activo comercio exte-
rior se vio seriamente obstaculizado, sin embargo, por la ausencia en las Islas, al menos durante
las primeras décadas, de moneda en cantidad suficiente para realizar las transacciones ; como
solución del problema a corto plazo se toma ron dos tipos de medidas:

a) Premiar la moneda de oro, plata, o vellóñ~ de forma que ésta adquirió en Canarías
un valor nominal más alto que el aceptado en Castilla:

CASTILLA CANARIAS
Ducado o Dobla de oro 375 maravedíes 500 maravedíes
Real de plata 34 maravedíes 42 maravedíes
Vellón (ceutí de cobre) 1/6 maravedí 1/3 maravedí
15

b) Obligar a los mercaderes extranjeros a que tomasen como precio de sus ventas cier-
tas mercancías isleñas a las que se confería un valor fijo ; en Tenerife, por ejemplo,
tenemos las siguientes:

Arroba de azúcar 400 maravedíes

Fanega de trigo ~ 1.500-2.000 maravedíes

Fanega de cebada ~ 70-100 maravedíes

Ladero corrobora su afirmación diciendo:

“En las actas de escribanos públicos laguneros se observa que, entre 1508 y
1510, más de la mitad de los pagos se hacen en azúcar. Es posible que al actuar así el
municipio de La Laguna hiciese un bien a la economía isleña, al impedir que el precio
del azúcar se degradase frente al de las manufacturas, siguiendo la conocida ley de los
términos de relación del comercio, que se produce en todo pacto colonial, pero, en
realidad, los precios de tasa del azúcar parecen a ve-ces inferiores a los que el producto
alcanzaba realmente en el mercado isleño, con lo que la intervención de la entidad pú-
blica fijadora de los mismos resultaba incluso contraproducente”.

La etapa azucarera

Según Víctor Morales Lezcano25, la caña de azúcar fue introducida en el Archipiélago


por Pedro de Vera, y dado el carácter industrial de esta explotación, ello implicó que hubiese
que importar personal especializado del que las Islas carecían entonces: maestros de azúcar,
cañavereros, jornaleros y contratistas del transporte (almacrebes), mayormente portugueses
procedentes de Madeira. La caña de azúcar quedó rápidamente extendida por las zonas costeras
de Gran Canaria (Agaete, Aumastel, Tenoya, Guiniguada, Aguatona) y Tenerife (Daute, Reale-
jos, Icod, Taganana, Valle de Taoro y Güímar), así como igualmente extensas zonas de La Pal-
ma y La Gomera. Este despliegue tuvo inmediatas consecuencias para la población canaria, a
las cuales ya nos hemos referido brevemente al principio26:
16

• Demanda de mano de obra en régimen de aparcería

• Crece la riqueza generada por las plantaciones (Subida de precios: hasta 600 y 700
maravedís la arroba en las décadas del 30 y del 40)

• Utilización de mano de obra esclava.

Las operaciones mercantiles y de transporte derivadas de la industrialización de los azú-


cares eran llevados a cabo, como hemos apuntado más arriba, por una población foránea, com-
puesta –aparte de los ya mencionados portugueses- por catalanes, genoveses y florentinos,
amén de componentes de la colonia judía. Eso era debido, según Morales Lezcano, a que las
relaciones comerciales de las Islas en este período se establecían con dos zonas geográficas
concretas: el mundo mediterráneo y Flandes27. Los puertos del Mare Nostrum a los cuales arri-
baba el azúcar de Canarias con mayor frecuencia eran Barcelona, Génova y Civitavecchia, y
las mismas naves hacían generalmente escala en Cádiz, Sevilla y Valencia. Era en estas últimas
ciudades precisamente donde residían muchos capitalistas, mercaderes y accionistas con intere-
ses en la industria y el comercio azucareros. El principal puerto de Flandes era el de Amberes.
Es ya a partir de este etapa económica cuando -como hemos dicho y Morales Lezcano confir-
ma- la historia de Canarias ha sido movilizada por los mercados e intereses del capital extranje-
ro28. A partir de 1520, no obstante, el comercio del azúcar en la Islas entra en franco declive en
las Islas a causa de la fuerte competencia ofrecida por la producción antillana ; es entonces
cuando comienza a ponerse interés en la producción de vinos a gran escala.

La etapa vitícola

Como consigna Morales Lezcano, ya en la segunda mitad del siglo XVI “... el malvasía
canario era objeto de especulaciones, fraudes aduaneros y contrabando en los puertos ingleses
de Bristol y Londres”. Holanda, por su parte, se dedicaba directamente a la piratería y al abor-
daje. Si a estas indudables dificultades añadimos la ya referida pugna entre la Casa de Contrata-
ción y los puertos canarios en torno a la conquista y abastecimiento de los mercados de las In-
17

dias, comprenderemos que la situación económica no resultaba demasiado halagüeña para el


Archipiélago. Morales Lezcano lo expresa como sigue29:

“La condición española del archipiélago la expondrá al perpetuo asedio de inva-


sores y piratas, ‘interlopers’30 y comerciantes, ajenos a los intereses del campo, la eco-
nomía, el equilibrio de la coyuntura insular. España, enemiga de gran parte del hemisfe-
rio interesado en Canarias, como trampolín para sus manio bras en América y campo
fácil para el tráfico ilegal, ni pudo ni intentó intervenir en una situación que daría al
traste con las esperanzas de los cosechadores, exportadores y propietarios de tierras o
terrazas consagradas a la cepa”.

José Mateo Díaz, por el contrario, analiza la situación desde una visión mucho más radi-
cal ; él ve una verdadera ‘mala voluntad’ en la actitud de la metrópoli en este conflicto, cuando
afirma31: “Gran parte de la culpa del atraso de las Islas durante todo este largo período [se
refiere a la etapa anterior a los puertos francos] la han tenido los gobernantes españoles, que
han desoído siempre las voces y clamores desesperados de nuestras Islas, demasiado alejadas
de la Península para dejarse oír ...”.

El caso es que, como recuerda Morales Lezcano32, el así llamado „monocultivo‟ del vi-
no, contrariamente a la caña de azúcar, no suponía la simultánea creación de industria. Los cal-
dos canarios, no obstante, atrajeron, igual que el azúcar, a factores e intermediarios de Europa
; lo que sí que cambió fue el destino de las exportaciones, ya que el eje comercial se trasladó
del Mediterráneo al Atlántico Norte (Inglaterra concretamente) y a las Indias. En el continente
americano se chocó con los intereses y la competencia de los vinos andaluces –y de ahí el con-
flicto anteriormente mencionado con la Casa de Contratación, así como con los cultivados en
la propia América. Esta circunstancia, unida al súbito viraje de la situación política internacio-
nal en el último tercio del siglo XVII, provocó la inexorable ruina de los cultivos canarios y el
inicio de un período claramente depresivo para la economía del Archipiélago. Según Antonio
Bethencourt33, el cultivo de la vid en Canarias, especialmente entre finales del siglo XVI y fina-
les del XVII, período en el cual, como hemos visto, el vino se convirtió en el producto de expor-
tación dominante en las Islas, estuvo sujeto a un régimen de privilegios “... sometido a todo ti-
po de tensiones y alteraciones, producto de la acción de los intereses monopolísticos centrados
en Sevilla, primero, y luego en Cádiz”. El resultado de todo ello fue que se declarasen tres crisis
18

que, efectivamente, dieron al traste con este negocio en un principio floreciente: 1620-30,
1665-67 y 168587. La primera crisis vitícola canaria se debió, según Bethencourt, a las duras
limitaciones que impusieron el Consejo de Indias y la Casa de Contratación al tráfico de Cana-
rias con América, con el fin de frenar la extraordinaria competencia que significaban los vinos
canarios frente a los andaluces en aquellos mercados. Las consecuencias que tales medidas tu-
vieron para el negocio del vino en Canarias fueron las siguientes:

a) Exceso de producción sin salida inmediata.

b) La superabundancia de la oferta trajo consigo la caída de los precios.

c) Exposición de la economía canaria a los vaivenes de los mercados extranjeros.

d) Falta de capitales de reserva, junto con la estricta aplicación de los principios mer-
cantilistas que regían en los países en cuestión.

Los viticultores canarios optaron por buscar otros mercados que diesen salida a las exis-
tencias ; primero intentaron entrar en el área dominada por el imperio colonial lusitano, y al fi-
nal terminaron volviéndose hacia el Norte de Europa y nuestro cliente de siempre: Inglaterra.
Bethencourt se pregunta a este respecto34:

“... ¿Qué atrae a los mercaderes británicos a los puertos de Canarias, qué mantie-
ne su enorme interés por las islas? Creemos que existe una doble motivación para todo
ello:

- beneficiarse de la plata acuñada, producto del retomo de las mercancías envíadas


por los canarios en disfrute del régimen de privilegio comercial indiano, y

- posibilidad de introducir mercancías de contrabando en las embarcaciones isleñas


que zarpaban hacia las Indias, así como suministrarse de productos exóticos ameri-
canos, unos legales -palo de Campeche, cueros, índigo, cacao, etc.- y otros prohibi-
dos taxativamente por reales cédulas que otorgaban los prórrogos de la merced -
oro, plata, grana, añil, etc.-, cargando también orchilla canaria”.

La Casa de Contratación, como nos recuerda Francisco Morales Padrón35, fue creada
en Sevilla en 1503, y ya en 1508 fue enviado a Canarias -aunque todavía de manera provisional-
un Juez Oficial encargado de hacer un registro de todos los barcos que zarpasen desde allí hacia
19

las Indias, con el fin de controlar la salida de mercancías prohibidas, a saber, esclavos, oro o
plata labrada, libros vetados, paños, lienzos y tapicería36 ; hasta 1564, no obstante, no se nom-
brarán Jueces de Registro de manera definitiva, con funciones similares a los Jueces Oficiales.
Tales Jueces estaban radicados al principio en La Palma, pero más tarde, al percatarse la Corona
de la incomodidad que suponía para la flota comercial que todos los barcos mercantes que se
fletasen hacia América tuviesen que desplazarse obligatoriamente a aquella isla para registrar
las mercancías que transportasen, se acabó nombrando cargos similares en Gran Canaria y en
Tenerife. Ante la inoperancia de los susodichos Jueces de Registro, sin embargo, éstos fueron
suprimidos en 1650, siendo sustituidos por un Juzgado Superintendente sito en Tenerife. El co-
mercio de las Islas Canarias con América quedaba, por otro lado, regulado desde principios del
siglo XVI por una serie de ‘permisiones’ que el Consejo de Castilla concedía cada cierto tiempo
y que no siempre favorecían los intereses isleños, dejándose llevar más bien por los consejos
de la Casa de Casa de Contratación. Así, aunque en 1525 Carlos V había consentido a La Palma
y a Tenerife exportar sin limitaciones y a cualquier parte de América, esa autorización fue de-
negada por su sucesor, Felipe II, quien expidió en 1553 una nueva „permisión‟ en virtud de la
cual los barcos canarios podían salir de cualquier puerto, siempre que fuesen de los no prohibi-
dos, pagasen los correspondientes derechos e hiciesen los registros reglamentarios. En 1635,
ante la reiterada petición de los mercaderes canarios, se accedió a que las autorizaciones tuvie-
sen una validez de un sexenio ; esta disposición, sin embargo, no se aplicó por mucho tiempo,
ya que en 1649 el Consejo de Indias resolvió suprimir totalmente el comercio entre Canarias y
América. Los permisos volvieron a expedirse, no obstante, a partir de 1650, y en 1653 se conce-
dió una nueva prórroga por tres años. En 1717, por fin, tuvo lugar una nueva interrupción de
los permisos37.

La segunda crisis vitícola se produjo a raíz de la creación en Inglaterra de la „Compañía


de ‘Mercaderes de Londres que negocian para las Islas de Canaria’ (Compañía de Canarias).
Por aquellas fechas, como constata Bethencourt38, se había producido, como consecuencia del
anteriormente mencionado cambio de rumbo de las exportaciones canarias de vinos, un impor-
tante incremento del consumo de malvasías en Gran Bretaña. El exceso de demanda de vinos
canarios duplicó su valor en el mercado londinense, al tiempo que el precio de las mercaderías
británicas que llegaban masivamente a los puertos canarios descendía correlativamente debido
a la superabundancia de las mismas. Según los economistas ingleses de la época, tal situación
20

estaba ocasionando una sustanciosa pérdida de metales preciosos al Tesoro ; para intentar con-
trarrestar dicho efecto se resolvió entonces fundar una sociedad monopolística que controlase
los negocios vinícolas con las Islas Canarias. La ‘Compañía’, una vez puesta en funcionamien-
to, comenzó a imponer unos precios ruinosos a los cosecheros isleños, al tiempo que se subía
de forma abusiva el precio de las mercancías inglesas. La nueva y calamitosa situación comer-
cial desencadenó pronto en Tenerife diversos movimientos de protesta contra las condiciones
en que se estaba llevando a cabo la exportación vinícola. Estas revueltas se extendieron pronto
a otras islas, y la situación se recrudeció hacia 1685, agravándose notablemente la crisis del
sector.

El interregno depresivo

El siglo XVIII, como consecuencia de lo que acabamos de narrar, significó un receso


para la economía canaria, debido principalmente al fracaso, a finales del siglo precedente, del
comercio de los vinos. No obstante, aunque este período no es muy brillante desde el punto de
vista de la economía, se hace interesante por otros motivos: los culturales. En toda España, por
influencia de los que estaba ocurriendo en Europa, se va implantando paulatinamente la Ilustra-
ción: una minoría audaz y renovadora se encarará con las cosas pasadas y presentes y pretende-
rá crear mejoras a escala nacional, mermando algunos privilegios a la aristocracia y cediéndole
el turno a una burguesía no muy poderosa, pero sí impaciente. Pero, tal como lo describe Mora-
les Lezcano39, todo quedó a medias: “... la estructura económica de España no se subsanó, in-
cluso bajo la administración de Carlos III y a pesar de sus medidas secularizadoras, liberales
y fiscalmente leves”. En el transcurso de dicho siglo, Canarias dejó de ser una exclusiva planta-
ción de frutos. A pesar de la demanda, la producción total de vinos descendió como resultado
de la crisis ; lo que sí aumentó fueron, por el contrario, las importaciones, por varias razones:

a) Refinamiento social de los estamentos poderosos

b) Crecimiento demográfico
21

c) Ascenso general de la industria y el comercio europeos (regulación naviera, aumen-


to del tonelaje)

COMERCIO BRITANICO CON CANARIAS


Segunda mitad del siglo XVIII
Como consigna Morales Lezcano40,
el máximo beneficiario de toda esta situa-
ción fue, desde luego, Inglaterra, que tam-
bién era, como ya hemos apuntado, la na-
ción europea que más comerciaba con Ca-
narias Estas relaciones comerciales prefe-
rentes (al igual que las que a la sazón se
mantenían entre las Islas y el continente americano) se verían, sin embargo, seria-mente dañadas
por la situación internacional, incidiendo mayormente tres factores:

- La enemistad política hispano-británica

- La desconfianza religiosa (la Inquisición)

- La implacable política aduanera del centralismo borbónico.

La Intendencia General, creada en 1718, daba, en efecto, absoluta supremacía a lo mili-


tar. El resultado de todo esto queda ingeniosamente reflejado en la siguiente décima, que por
aquella época circulaba de boca en boca:

¿A quién se ofende y se daña?


A España.
¿Quién prevalece en la guerra?
Inglaterra.
¿Y quién saca la ganancia?
Francia.
Con que así saco en sustancia
Que con un riesgo eminente
Amenazan claramente
A España, Inglaterra y Francia.
22

Como resumen de todo lo dicho acerca de este período de la historia económica de Ca-
narias, citemos las tres etapas legislativas que, en opinión de Morales Lezcano, regularon el
comercio de Canarias con América a lo largo del siglo XVIII41:

I) Del Reglamento de 1718 al fracasado Decreto de 1729

Las Islas se debaten por quedar fuera de las concesiones de libre tráfico entre
los puertos de Indias y la Península

II) Desde el Decreto de 1765 hasta 1772

Malas cosechas de granos


Impuesto del 1% para fortificaciones
Emigración a América del proletariado agrícola

III) Comercio libre en 1778

La etapa liberal

De acuerdo con Morales Lezcano42, como consecuencia de la política liberalizadora de


Carlos III, entre 1790 y 1852 Canarias pasa a beneficiarse de dichas medidas reformistas ; prue-
ba de ello serían las Instituciones que por aquellos entonces se crearon para laborar en esa di-
rección: las Reales Sociedades de Amigos del País, el Consulado del Mar y la Junta de Comer-
cio. Morales Lezcano piensa que es precisamente a partir de este período cuando puede hablar-
se del origen de una conciencia clara de canariedad. Pues con la liberalización del comercio
se pudo comenzar a hacer cábalas –y de hecho se hicieron- acerca de las posibilidades de nue-
vos cultivos (café, tabaco, etc.), al procederse por fin a la internacionalización oficial, y no
clandestina como hasta ese momento, de los puertos canarios. En definitiva, en esa época asisti-
mos al nacimiento de una clase burguesa en Canarias. Según Morales Lezcano, el proceso arri-
23

ba resumido se inició en 1782 con la creación del „Consulado Marítimo y Terrestre de las Islas
Canarias‟ (Consulado del Mar), que funcionó hasta 1882. Este organismo auspició la construc-
ción, entre otras cosas, del muelle de Santa Cruz de Tenerife, de un montepío y de una escuela
de aprendizaje en oficios útiles relacionados con el mar, amén de cooperar activamente en la
progresiva liberalización del comercio entre Canarias, América y Europa. En 1786 José Anto-
nio Gómez pronunció su crucial Discurso Político-Económico para promover los alivios de
estas Islas Canarias. Este texto provocó casi inmediatamente la caída de las ideas mercantilis-
tas y la subsiguiente adopción de un liberalismo económico, unas medidas que fueron apoyadas
vivamente por lo que se ha dado en llamar ‘liberalismo intelectual’ canario, inspirado en las
ideas de Adam Smith, con autores como Ruiz de Padrón, Gordillo, Graciliano Afonso, Murphy,
etc. Como consecuencia, Canarias pasó a mantener un elevado tráfico comercial con Europa,
el cual contribuyó a salvar los tradicionales déficits y ahogos de la economía isleña. Las
‘Breves reflexiones sobre los Nuevos Aranceles’, que José Murphy publicó hacia 1850, presu-
ponían ya en teoría lo que iban a ser en la práctica a partir de 1852 los puertos francos. Por su
parte la Junta de Comercio de Canarias promovía a partir de los años 30 y 40 del siglo XIX la
producción y el comercio de la cochinilla, de vinos y pescados y de barrilla y cueros, así como
de cultivos exóticos como son los nopales, el algodón y el tabaco. Este organismo, sin embargo,
cayó pronto en manos centralistas (entre 1831 y 1844) ; esta circunstancia, junto con la ruina
en 1860 del monocultivo de la cochinilla a causa, entre otras cosas, de la puesta en circulación
en Europa de los colorantes sintéticos a base de anilinas, termina de golpe con esta etapa de
auge de la economía canaria. El declive económico se tradujo en la emigración masiva hacia
Cuba de gran parte de la población trabajadora del Archipiélago.

Los puertos francos

Para desarrollar este apartado, en el cual no nos extenderemos excesivamente, ya que


será objeto de un tratamiento ‘in extenso’ en el capítulo próximo, nos basaremos mayormente
en el estudio de José Mateo Díaz, dado que, como ya hemos apuntado, Morales Lezcano finali-
24

za el suyo justo donde el de aquél empieza. Ya hemos visto, efectivamente, que para Mateo
Díaz toda la historia económica de Canarias anterior a las franquicias no fue más que una espe-
cie de prólogo del período que ahora nos ocupa, que este autor divide en dos subperíodos, el
primero de los cuales coincide con el desarrollo y el declive de la cochinilla ; el fracaso de esta
última provocó en Canarias una época de experimentación con nuevos cultivos que desembocó
en un nuevo monocultivo: el plátano43.

EVOLUCION DE LA INDUSTRIA Y EL COMERCIO MUNDIALES 1840-


1914

Tasa de crecimiento anual acumulativo del comercio1840-1870 5,5%


mundial (precios constantes) 1871-1890 2,2%
1891-1913 3,7%

Tasa de crecimiento anual acumulativo de la 1848-1875 4,55%


producción industrial en Gran Bretaña 1876-1893 1,2%
2,2%
1894-1913

Idem. Alemania 1850-1874 5,4%


1975-1892 2,5%
1893-1913 4,3%

Idem. EE.UU. 1849-1873 5,4%


1874-1894 4,9%
1895-1913 5,9%

Las primeras experiencias con esta fruta fueron realizadas en el Jardín de Aclimatación
de La Orotava por el Marqués de Villanueva del Prado y en Gran Canaria por el Conde de la
Vega Grande, junto con el comerciante de procedencia británica Mr. Wolfson, ya que, efectiva-
mente, las labores de exportación de los plátanos se encontraban en su mayor parte, como casi
todo lo demás, en manos de comerciantes ingleses, centralizados en la compañía exportadora
Casa Fyffes. Todo este tráfico promocionó, según Mateo Díaz, el imparable crecimiento de los
25

dos principales puertos canarios: el de Santa Cruz de Tenerife (1750-1912) y el Puerto de la


Luz en Gran Canaria (1883-1902)44. El inicio de la Primera Guerra Mundial, por otro lado,
significó, como es de suponer, el cierre de los mercados europeos y, en consecuencia, una nue-
va depresión económica para Canarias, a causa del brusco descenso que experimentaron las
exportaciones de plátanos, y correlativamente la disminución del tráfico portuario debido al
desarrollo de la contienda45. La crisis decayó, lógicamente, al terminar el conflicto, y la post-
guerra se tradujo en una nueva, aunque breve, etapa de prosperidad para las Islas: aumentó el
consumo de plátanos en la metrópoli, y el principal cliente europeo fue ahora Francia. En esa
época se comenzó a experimentar con el cultivo de tomates de invierno y patatas tempranas46.
26

2) EL REGIMEN ESPECIAL CANARIO:


LOS PUERTOS FRANCOS

En este apartado esbozaremos brevemente la importancia del puerto franco en relación


con las estructuras agrarias. La crisis del sector vinícola y el estancamiento económico general
de las primeras décadas del siglo XIX obligaron a los diversos grupos de la clase dominante
isleña a buscar nuevas estrategias en el plano productivo y a defender las tradicionales
excepciones en materia fiscal del archipiélago ante la centralización o uniformación que se
estaba llevando a cabo en el resto del Estado. Desde la primera mitad del siglo XVIII se
realizaron numerosas peticiones a las autoridades centrales en defensa del libre comercio o de
la flexibilización de los intercambios tanto con América como con el Norte de Europa.
Atendiendo a estas reivindi-caciones la Corona tomó medidas liberalizadoras en el ámbito del
monopolio oficial que fueron inicialmente bien recibidas en Canarias -1772 y 1788,
Reglamento de Libre Comercio-. A me-dida que la crisis se agravaba, la minoría burguesas y
algunos sectores de la terratenencia tradi-cional fueron perfilando sus propuestas en lo referido
al comercio, y ya en 1809 la Junta Subal-terna de la Palma pidió los puertos francos. En general
el programa planteado durante las dos primeras décadas era el siguiente:

• Libertad plena de comercio y eliminación de las trabas aduaneras.

• Libertad para poder comerciar sin limitaciones con productos extranjeros.

• Establecimiento de mecanismos favorecedores de la emigración.

• Plena libertad de precios.

• Plena libertad de trabajo.

Estas medidas de corte liberal fueron mayoritariamente apoyadas hasta los años del
Trienio Liberal (1820-1823) por la embrionaria burguesía, que fue, junto con el grueso de la
población campesina, la principal afectada de la crisis exportadora. A partir de este momento,
la terratenencia tradicional unió sus fuerzas en pro de la consecución de estas reivindicaciones.
En las Cortes del Trienio Liberal se trató, siguiendo la lógica del Estado liberal, de establecer
27

un sistema arancelario, fiscal y aduanero único para toda la monarquía, lo que lesionaba o rom-
pía con la larga tradición de fiscalidad atenuada y diferenciada de las islas, que era compensada
por los servicios a la Corona. En 1820 se impone un arancel único que para Canarias tenía tres
efectos fundamentales:

1. Encarecía de las importaciones -manufacturas y bienes de subsistencia.

2. Limitaba la competitividad de las producciones locales en los mercados del exterior.

3. Alejaba el tráfico marítimo que se dirigía hacia el Atlántico Sur.

Los representantes canarios se opusieron -con J. Murphy a la cabeza, que con sus Bre-
ves reflexiones expuso toda la argumentación en favor del libre comercio en Canarias (las Islas
no pueden ser consideradas adyacentes, el comercio con Inglaterra no puede ser sustituido por
el comercio con la Península, ya que siguen produciendo lo mismo, etc.) y consiguió que el 20
de Enero de 1822 se revocase el arancel único. Posteriormente seguiría la lucha por las franqui-
cias comerciales, incluso con mayor fuerza, ya que el estancamiento económico se mantenía y
se agravaba en la medida en que las colonias españolas de América se independizaron y tempo-
ralmente la emigración se vio imposibilitada. En la década de 1830 se solicitó el desestanco
del tabaco y su libre cultivo, y en 1831 se le concede a Canarias el Arancel de libre comercio.
Será, no obstante, en la década de 1840 cuando la lucha por el libre comercio llegue a su clímax.
Dos factores reavivaron esta lucha: en primer lugar, las disposiciones de la reforma hacendís-
tica llevada a cabo por Mon y Santillán, que unificaba de nuevo los aranceles en todo el reino,
y en segundo lugar, la desastrosa situación por la que estaba pasando el Archipiélago. El ham-
bre, motivado por la mala cosecha de cereales y por la pérdida de la de papas, y la epidemia de
cólera morbo de 1846-1847, con un rebrote en 1851, hicieron pensar de nuevo en el puerto
franco como remedio. En 1842 se realizó un proyecto de ley que contemplaba las ideas que
diez años más tarde se verían plasmadas en el Decreto de 11 de junio de 1852, en cuya expo-
sición se decía lo siguiente47:

“Entre tanto el país va precipitándose en una decadencia visible, los cultivos se


abandonan, la especulación desaparece, la miseria cunde, el azote del cólera morbo
vino el año pasado a agravar los males y va tomando ya alarmantes pro porciones la
emigración que es el síntoma de la próxima muerte de los pueblos”.
28

Desde finales de la década de 1840 los sectores de las clases dominantes isleñas realiza-
ron una intensa campaña. Ejemplo de ello es el despliegue de las reivindicaciones en la prensa.
En 1851 M. Rafael Vargas, en el ‘Avisador de Canarias’48 realizó una serie de artículos que
destacaban por sus argumentos librecambistas, en el más puro estilo de la escuela escocesa,
que prefiguran al Decreto. Entre los argumentos de estos artículos destacan la identificación de
proteccionismo con tiranía y la de libre comercio con prosperidad, civilización y paz entre los
pueblos ; además se hace hincapié en la potencialidad de las Islas como puerto clave en el trá-
fico con dirección al Atlántico Sur -no se debe olvidar que Canarias, con la independencia de
las colonias americanas, pierde su papel de eslabón en el comercio colonial, por lo que su situa-
ción debía adaptarse a las nuevas circunstancias de expansión británica y de nacimiento de la
navegación a vapor. En 1852 se decreta el Régimen Especial Canario, que se confirma en 1870,
pero ¿cuál es la definición del ‘puerto franco’?. Según A. Carballo, no existe una definición
legal del puerto franco insular, pero según su opinión, se podría definir como49:

“... el ámbito territorial circunscrito al archipiélago, importantemente desarmado, co-


mo área de tributos aduaneros y de consumo, cuyas especiales normas económico-fis-
cales determinan la liberación de impuestos que graven el tráfico mercantil y el desplie-
gue del libre comercio sin intervenciones administrativas”.

No existe una definición jurídica porque el sistema adoptado en Cananas no es un puer-


to franco en sentido pleno, ya que el Real Decreto de 1852 es “... un sistema de excepciones y
aranceles muy reducidos, con un mecanismo complementario destinado a proteger las produc-
ciones propias frente a ¡as importaciones con mayor capacidad competitiva. De otra parte, su
alcance territorial es limitado al no incluir a todas las is las y puertos en sus potenciales bene-
ficios”50. Se protegían a las harinas locales, lo cual no estimuló la producción cerealística y los
beneficios fiscales que se recaudaban pasaban a la administración central y no a los Cabildos.
Si atendemos sólo al plano jurídico, los puertos francos se pueden entender como una especie
de panacea, pero no consideramos que esto fuese así en la medida en que las posibles ventajas
de este sistema fueron explotadas no en beneficio de la comunidad, sino de los intereses de las
élites comerciales y agrarias, como lo demuestra el hecho de que la producción harinera, que
estaba protegida, no fuese estimulada, sino que por el contrario fue progresivamente decayendo
por el interés de los sectores importadores de la burguesía. El puerto franco era un instrumento
29

legal que podía estimular la producción interior o bien incrementarla, o incluir a Canarias en
una mayor dependencia económica con respecto al exterior: En líneas muy generales, algunos
de los resultados, directos e indirectos, políticos y económicos del régimen fiscal de Canarias
fueron51:

1. Reconocimiento de la especialidad canaria.

2. Fue un factor de concienciación regional.

3. Orientó la planificación de la economía isleña en base al libre comercio exterior.

4. Favoreció la entrada del capital extranjero; en especial del británico.

5. Aumentó en volumen del tráfico marítimo por nuestras islas. Facilitando la importa-
ción de productos.

6. Facilitó la exportación de los cultivos de exportación.

Estas consecuencias no se notaron en las islas menores, sino que los efectos del puerto
franco se desarrollaron en Tenerife y Gran Canaria, sede de los dos grupos de poder y principa-
les puertos del archipiélago. “La franquicia potenció, de una parte, el elemento geoeconómico
de Canarias, su situación en las corrientes mundiales de comercio y, de otra, la tendencia ex
portadora de su economía”52. Esta afirmación se puede interpretar de dos formas: en primer
lugar, como el reconocimiento de la franquicia como un paso decisivo en el cambio de las es-
tructuras económicas y en el camino de la dependencia ; o como el motor del desarrollo y la
prosperidad canaria -esta sería la opinión de los sectores dominantes. Un testimonio favorable
al desarrollo del puerto franco que a nuestro entender ilustra perfectamente el sentir de las cla-
ses dominantes isleñas, nos lo da el ya citado J. Mateo Díaz, quien en 1934 decía lo siguiente53:

”Todo el actual desenvolvimiento económico de las Islas Canarias está cimenta-


do sobre la ley de Puertos Francos o Franquicias Canarias [...] hasta tal punto tiene im-
portancia esta disposición que, sin exagerar mucho pudiera decirse que las islas nacen
propiamente, desde el punto de vista económico en la fecha en que fue promulgada [...]
Al amparo de esta Ley de Puertos Francos, una caravana de extranjeros acudió paulati-
namente a las islas, estableciendo negocios, impulsando la agricultura y el comercio,
invirtiendo enormes capitales en sus instalaciones portuarias [...] La vida aldeana de las
Islas comienza a sacudirse el polvo ancestral de su aislamiento dando lugar al nacimien-
to de nuestra actual clase media”.
30

En este párrafo se condensan las transformaciones que se produjeron en la economía


canaria, aunque desde un punto de vista exageradamente optimista. La clase media que se desa-
rrolló era una clase mayoritariamente vinculada a los puertos y a las actividades comerciales ;
no era productiva y por lo general estaba al servicio del capital extranjero, lo que nos lleva a
considerar que el puerto franco no estimuló un desarrollo económico centrado, sino dependien-
te y favorecedor en el interior de los intereses de la terratenencia tradicional y de los sectores
burgueses urbanos aliados a ésta y al capital foráneo. Tras 1852 se fue consolidando el ciclo
exportador de la cochinilla, y posteriormente el del plátano, tomate y papa de temporada, pero
no creemos que se produjeran mejoras notables en la agricultura de mercado interior. Lo cierto
es que los fenómenos antes descritos favorecieron el desarrollo de las relaciones de producción
capitalistas -la forma de trabajo asalariada como dominante-, en especial a partir de la década
de 1886, por dos factores que se añaden a la legislación puertofranquista y que a nuestro enten-
der son: la culminación o avance de las obras en los puertos capitalinos: la recuperación econó-
mica europea tras la crisis de 1870 -que permitió la concentración de capitales y el surgimiento
del capital monopolista y del imperialismo del siglo XIX- y la participación directa del capital
británico en el sector exportador de la agricultura. Consideramos que el uso que se le dio a la
legislación de 1852 estuvo en función de los intereses de las clases dominantes canarias y con-
tribuyó decisivamente a la destrucción del modelo de agricultura de subsistencia anterior, pero
sin capitalizar los campos ni mantener a ese sector. Los males de la agricultura, según Carballo
Cotanda54, no estaban motivados por los puertos francos sino porque el proceso agrícola estaba
“... bajo una estructura anacrónica de la propiedad, un régimen técnico y empresarial de ex-
plotación anticuadísimo y un esquema social cuasi feudal, entre muchas otras quiebras que
nada tienen que ver con el puerto franco y sus fines concretos”. Esta afirmación la considera-
mos totalmente válida, pero se debe matizar, ya que los grupos dominantes canarios vieron, en
el puerto franco y en la exportación masiva de productos „coloniales‟, la forma de incrementar
sus ganancias sin tener que invertir demasiado en la reorganización del aparato productivo y
manteniendo las mismas formas de control laboral y social. Los puertos francos fueron, en defi-
nitiva, una pieza clave en el tránsito o consolidación del capitalismo en Canarias, pero55:

“Sin embargo, algunos de los propósitos reflejados en el Decreto no se cumpli-


rían. La preponderancia de los intereses egoístas imposibilitaría la permanencia de una
agricultura básica como la de los cereales, o de una industria propia basada en aquéllos
como la del azúcar o del tabaco, ambas protegidas en el decreto”.
31

No hace falta ser muy lúcido para darse cuenta de que los “intereses egoístas” de nues-
tras clases dominantes impidieron otros desarrollos, pero también es cierto que la lógica del
capitalismo es la obtención de beneficios individuales, es decir, la realización de esos intereses
egoístas, que en el caso canario no se realizan mayoritariamente desde las actividades industria-
les o con la articulación del mercado interior, sino de manera subordinada o dependiente del
exterior.
32

3) CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
DEL SECTOR AGRARIO EN CANARIAS
(SIGLO XIX)

Durante el siglo XIX el sector agrario era, con mucha diferencia, el sector productivo
que ocupaba a mayor número de personas y era la clave del sistema social, ya que56: “... la tie-
rra en Canarias fue la primera fuente para acceder a la riqueza y riqueza y poder fueron sinó-
nimos”. En este apartado repasaremos algunos de los aspectos principales del desarrollo de las
fuerzas productivas y de las relaciones de producción, para posteriormente comentar algunas
generalidades acerca de la evolución de este sector productivo. Hasta finales del siglo pasado
no se producen transformaciones de gran relieve en el agro isleño; más bien se intensifican las
prácticas y problemas heredados de la etapa anterior. Respecto a los suelos, se operaron varios
procesos todavía hoy en curso que Oswaldo Brito refiere de la siguiente manera57:

a) Escasez de suelo directamente cultivable, por la complejidad geológica del mismo,


así como por el efecto sostenido de una persistente erosión.

b) Un imparable proceso de movimientos de suelos, al objeto de crear espacios artifi-


cialmente estructurados, capaces de adaptarse a las necesidades de los diferentes
cultivos de exportación.

c) La lentitud en la introducción de nuevas técnicas agrícolas, capaces de mejorar los


nutrientes naturales y favorecer la rentabilidad de los espacios cultivables, sin te-
nerse que recurrir a la presión destructiva de las masas forestales.

d) La escasa incidencia real de las ideas ilustradas en orden a mejorar la formación de


los campesinos, a pesar de los notables esfuerzos de algunos de sus más destacados
integrantes y las experiencias auspiciadas por las Reales Sociedades Económicas
de Amigos del País.

Las masas forestales fueron esquilmadas de forma intensiva, provocando reacciones de


sobra conocidas, como la esqueletización de los suelos o la pérdida de recursos hídricos, siendo
los principales afectados las pequeñas unidades domésticas campesinas, que progresivamente
33

vieron limitado su acceso a los montes, para de esta manera completar sus recursos y dietas. El
problema del agua tomó su fisonomía actual durante el siglo pasado. La explotación intensiva
y la orientación principalmente exportadora que la agricultura iba adquiriendo provocó que es-
te recurso fuese cada vez más escaso y, lógicamente, más necesario. El consumo de la pobla-
ción, más el agua demandada en los puertos y la de uso agrícola hicieron desaparecer a princi-
pios del presente siglo a la gran mayoría de manantiales y cursos de agua superficiales. Además
del incremento del consumo, otro problema se planteó de forma agravada: la disputa acerca del
derecho de uso o de propiedad de este recurso. Las élites isleñas convirtieron al agua por la vía
de los hechos consumados en propiedad privada. Los grandes propietarios de tierras lucharon
desde el Antiguo Régimen por hacerse con la propiedad del agua, hasta que lo consiguieron en
1879, dejando de ser un bien común -o un recurso estratégico- para convertirse en una mercan-
cía sujeto sólo por las leyes de la oferta y la demanda. Desde el siglo XVIII hubo pleitos a este
respecto. Las Cortes de Cádiz establecieron que el aprovechamiento del agua era competencia
de los municipios, siendo libre su uso. El problema se complicó a partir de la década de 1860
y su solución, mantenida hasta la actualidad, llegó en 1879 con la promulgación de la Ley de
Aguas., que dejaba en manos privadas, al menos parcialmente, la explotación de los acuíferos.

Los historiadores del derecho no se ponen de acuerdo en la interpretación de este fenó-


meno y han opuesto dos versiones contrapuestas acerca del uso y propiedad del agua. De un
lado, están los que justifican la apropiación del agua en manos privadas en base a la suposición
de ésta era continuación del Heredamiento histórico ; a esto se le une la legitimación en función
de la necesidad de compensar a la inversión privada por su aporte en la obtención de aguas
subterráneas. Por contra, algunos autores plantean que la propiedad privada del agua es herede-
ra de un largo proceso de usurpaciones y abusos que no tienen que ver con la legalidad. A esta
tesis nos adherimos, no sólo por la convicción de que el agua debe ser un bien público sometido
a una explotación planificada, sino porque en los repartimientos posteriores a la conquista sólo
se cedieron derechos de uso, recayendo en los Cabildos el control de este elemento. En Cana-
rias el agua tuvo y, en gran medida sigue teniendo, un significado similar al que le dábamos
anteriormente a la tierra, porque el agua proporcionaba riqueza y era un valioso medio de con-
trol social en benefició de unos pocos ‘aguatenientes’, que también eran grandes propietarios
agrarios. La situación se ha perpetuado hasta la actualidad, pero con un ligero matiz: el acuífero
está completamente esquilmado58. Respecto a la tecnología que se utilizaba en el agro canario,
sólo tenemos que decir que hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX tanto las herra-
34

mientas como los procedimientos de cultivo, abonado y recolección eran medievales: arados
de tipo romano, azadas, picos, palas y en algunos casos rastrillos eran los útiles que se emplea-
ban. El sistema de cultivo dominante era la rotación bienal, año y vez, y el estercolado, siempre
escaso, era de origen animal y, sobre todo, vegetal (abonos verdes). El subsector que primero
comenzó a innovar, aunque lentamente, el agro canario fue el de exportación, que, además de
introducir algunas herramientas, introdujo nuevos abonos desde el exterior, como el guano o
el nitrato de Chile. A este subdesarrollo de las fuerzas productivas se le unían unas relaciones
de producción de características feudales decadentes en la que el trabajo asalariado no fue la
forma de trabajo dominante en el sector exportador hasta la implantación de la tríada de pláta-
nos, tomates y papas de temporada, aunque algo antes ya englobaba a un volumen de trabaja-
dores similar e incluso superior que otras formas tradicionales. En el sector subsistencial la me-
dianería y sus derivados era la relación laboral mayoritaria. Ambas formas de trabajo fueron
complementarias antes del último tercio del siglo pasado, incrementándose el número de asa-
lariados en función de la coyuntura existente, volviéndose en tiempos de crisis a las formas de
trabajo tradicional -en estas épocas se incrementaba la presión sobre las medianías-. Desde
nuestra óptica fue la intervención directa del capitalismo inglés en el campo canario, mediante
arrendamientos de tierras, control de la producción, etc. lo que convirtió en hegemónicas a las
relaciones de producción capitalistas, aunque hasta hace muy poco tiempo todavía quedaba un
importante número de medianeros. Desde el Antiguo Régimen hasta la actualidad el factor
clave fue la altísima tasa de explotación a los campesinos y peones, ya sea en forma de renta
de la tierra como de plusvalía. Esta elevada tasa de explotación proporcionaba mayores benefi-
cios a los grandes propietarios y amortiguaba los altos costes de producción en el sector expor-
tador -importantes gastos en agua, abonos, empaquetado, transporte, etc.-, además de favorecer
la no inversión, ya que al existir una numerosa masa de población en el umbral de la subsisten-
cia, resultaba más cómodo y barato sobreexplotar a esa fuerza de trabajo barata que invertir o
intensificar la producción en las explotaciones y esperar amortizar dichas inversiones mante-
niendo el sistema tradicional.

Estas relaciones de producción estaban directamente relacionadas con las fuerzas pro-
ductivas existentes, con las formas de propiedad de la tierra que en Canarias se desarrollaron y
con la dinámica demográfica que se desarrolló. En las Islas podemos distinguir dos grandes ti-
pos de propiedad de la tierra y uno secundario -la mediana propiedad no tuvo un gran desarrollo
en Canarias y siempre estuvo supeditada a la dinámica seguida por la gran propiedad. La peque-
35

ña propiedad campesina, destinada a la reproducción de la unidad doméstica, y la gran propie-


dad, no latifundio, han coexistido durante toda la historia de Canarias. Los grandes terratenien-
tes -ateniéndonos a la escala territorial canaria- sólían tener sus posesiones distribuidas entre
los distintos pisos climáticos, comarcas e incluso entre islas distintas. Reforzaban su patrimo-
nio mediante las herencias y una rígida política matrimonial, junto con la incorporación de tie-
rras tras el proceso desamortizador, aunque en el mismo tuvo un mayor protagonismo la bur-
guesía -al igual que la mayoría del Estado, ésta prefirió el valor seguro de la tierra al peligroso
riesgo de las inversiones productivas a medio y largo plazo. También el sector burgués incre-
mentó su patrimonio rústico tras la crisis de la cochinilla, mediante el cobro de deudas, o a
cambio de un pasaje para América. Los mayores propietarios rústicos eran pocos y, por decirlo
llanamente, eran ‘los de siempre’, por ejemplo, los Condes de la Vega Grande y los Manrique
de Lara en las Islas Orientales. Allí la propiedad estaba más concentrada que en las Canarias
Occidentales, aunque la situación era bastante similar. Refiriéndose al grupo oriental, Agustín
Millares Cantero nos resume la situación de la siguiente forma59:

“Las Canarias Orientales de 1850 están impregnadas de rasgos precapitalistas y


dirigidas por un grupo de terratenientes enlazados, en proceso de aburguesamiento o
aburguesados totalmente [...] Buena parte de la agricultura de las Islas Orientales en la
segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX, funciona todavía según el modo
de producción feudal, en el que el plusproducto tiene principalmente la forma de la ren-
ta de la tierra”.

La maquinaria productiva de esta sociedad era puesta en marcha por la gran mayoría
de la población, de ascendencia rural. La evolución demográfica de esta población es un indi-
cador de los más fiables para descubrir las alzas y crisis del sistema. Desde el punto de vista
demográfico, la caracterización que ofrecemos, a título de hipótesis, de la formación económi-
co-social canaria se sustenta en la siguiente afirmación de J. Martín Ruiz, que plantea acerca
de las tasas de fecundidad hasta 1940, que60:

“... no es lícito hablar de inicios de transición demográfica en la fecundidad. In-


cluso puede afirmarse que el cambio en el comportamiento de las parejas comenzó a
esbozarse mucho más tarde, hacia 1960-65, con un retraso respecto a la península de
más de medio siglo. Las causas de este mantenimiento tardío de la alta natalidad y del
hecho diferencial canario con respecto a otros espacios del Estado Español son varias,
pero estrechamente relacionadas entre sí. En primer lugar el secular bajísimo nivel cul-
tural de la población [...] Por otro lado la ausencia de industrialización en el desarrollo
36

económico canario a lo largo de la historia contemporánea imposibilitó la existencia de


una burguesía industrial, clase social que primero practicó el control de los nacimientos.
Por último, el peso de la población agraria [...] por cuanto el coste de los hijos es menor
...“.

El crecimiento vegetativo medio durante el siglo XIX estaba en torno al 1%o, lo que
provocaba un crecimiento constante de la población que sólo se veía atenuado por las crisis de
mortalidad catastrófica -que empieza a remitir en la segunda mitad del siglo- y por la constante
emigración hacia América. Los tres períodos de mayor drenaje de población hacia el exterior
coinciden con los tres momentos de crisis aguda del sector exportador: década de 1940, crisis
de la cochinilla (~ 1880-90), y crisis de la 1a Guerra Mundial. Otro dato representativo de la
realidad socioeconómica isleña lo constituía el hecho de que una décima parte de las defuncio-
nes se debían a desnutrición. La esperanza de vida media era de 40 años, y el analfabetismo en
adultos estaba en torno al 82% de la población, lo cual nos completa este cuadro nada bucólico.
En definitiva, unos escasos recursos, una agricultura técnicamente infradesarrollada, unas rela-
ciones de producción casi feudales, un desigual reparto de la propiedad y una masa de pobla-
ción en constante crecimiento son los principales elementos del agro y en general de la sociedad
canaria del siglo XIX.
37

4) LA DESAMORTIZACION EN CANA-
RIAS

Concepto de ‘desamortización’

Según la Nueva Enciclopedia Larousse, entendemos por este término lo siguiente61:


“Acción legal encaminada a liberar y entregar a la contratación general las propiedades in-
muebles acumuladas en poder de entidades incapacitadas para enajenar sus bienes (comuni-
dades eclesiásticas, municipios, etc.)”. El proceso desamortizador, generalmente referido al
siglo XIX español, es en realidad bastante más complejo y arranca de la Baja Edad Media ; así,
es a precedentes medievales a los que debemos retrotraer, según Ricardo Beltrán y Rúspide,
cualquier acontecimiento desamortizador de nuestro país anterior a 179862:

“Prescindiremos de las concesiones apostólicas que para enajenar bienes de la


Iglesia disfrutaron Carlos I, Felipe II, Fernando VI y otros monarcas, así como de las
incautaciones de propiedades eclesiásticas que llevaron a cabo algunos reyes, como
Felipe V, que aplicó a la Real Hacienda los bienes de algunas comunidades religiosas
para castigar su rebeldía, y Carlos III que dispuso también de los pertenecientes a los
Jesuitas, porque estos actos tuvieron el carácter, ora de donativos, ya de confiscaciones
por pena, y tienen muy lejanos precedentes en la época de la Edad Media”.

En las ideas económicas de los ilustrados del siglo XVIII –fundamento, como se sabe,
del pensamiento liberal del siglo XIX- estaba ya presente, por supuesto, la necesidad de poner
en marcha en España la desamortización, especialmente en lo concerniente a las propiedades
eclesiásticas, que constituían a mediados de la centuria (así lo constatan los datos contemporá-
neos proporcionados por el Catastro de La Ensenada) nada menos que el 14,73% de todo el
territorio de Castilla, suponiendo un 24,12% del producto bruto de la agricultura63. La mayor
parte de los economistas españoles de la época (Macanaz64, Campomanes65, Jovellanos66, Ustá-
riz67, Floridablanca68, etc.), como refleja Ojeda Quintana, “... abogan por detener los progresos
38

de la acumulación de la propiedad territorial en manos de la Iglesia, señalando no sólo los


efectos perniciosos de la amortización en cuanto a la decadencia y a la despoblación del país
sino intentan do demostrar la ilegalidad de los bienes adquiridos por el clero”. Ya durante el
reinado de Carlos III se empezó a actuar en ese sentido sobre los bienes de la iglesia, los Mayo-
razgos y los Propios69, aunque de forma tímida ; el primer paso francamente desamortizador,
sin embargo, lo dio carlos IV con su real Cédula de 21 de Febrero de 1798, que, entre otras co-
sas, mandaba enajenar “los bienes raíces pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de mise-
ricordia, de reclusión y de expósitos, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos”,
y más tarde en 1805 ordenando vender, apoyándose en una autorización a tal efecto que le ha-
bía sido otorgada por Pío VII, propiedades de la Iglesia por valor de 6.300.000 reales de renta.
En lo que se refiere a la desamortización civil, ya en 1738 había ordenado Felipe V se incorpo-
rasen a la Corona las tierras baldías y realengas que habían sido roturadas por pueblos y particu-
lares, disposición que fue revocada por Fernando VI ; entre 1761 y 1768 se decretó la distribu-
ción entre los vecinos de las tierras concejiles, y Carlos III ratificó esa orden en 1770. La referi-
da Real Cédula de Carlos IV, por fin, seguida de otras disposiciones similares en años subsi-
guientes, abundaba en la misma política70. Ya en el siglo XIX se distinguen, según Ojeda, cua-
tro etapas de desamortización71:

1) Desde el año 1798 hasta el Trienio Liberal

• 1808: Napoleón ordena reducir en sus dos terceras partes los conventos existen-
tes en España, sin contar para nada con el Papa.

• 1809: José I suprime las órdenes religiosas, aplicando sus bienes, mediante la
creación de cédulas hipotecarias y de indemnización y recompensa, a extinguir
la Deuda Pública.

La Junta General manda que los productos de las obras pías no destinados a beneficen-
cia, o algún objeto de utilidad pública, sean destinados a las necesidades del Estado.

• 1813: Se prohibe a las instituciones religiosas que edifiquen nuevamente los


conventos destruidos durante la guerra ; se suprimen aquellas congregaciones
que no alcanzan un número de 12 componentes, excepto si se trata del único
convento existente en un pueblo dado, no pudiendo haber en cada población
más de una comunidad de la misma orden.
39

• 1814: Fernando VII ordena se devuelvan a los conventos sus bienes, y las corpo-
raciones eclesiásticas vuelven a disfrutar de su antiguo patrimonio, el cual se
verá incrementado con nuevas donaciones.

2) Trienio Liberal

• 1820: El Gobierno restablece los acuerdos de 1813, suprimiendo nuevamente la


Compañía de Jesús, así como los monasterios monacales, los conventos de las
Ordenes militares, etc. ; los bienes expropiados se aplican al crédito público.

• 1823: Terminado el Trienio Liberal, vuelve la calma desamortizadora.

• 1833: Muerte de Fernando VII. Se decretan una serie de medidas y disposicio-


nes que culminarán con las ventas de 1836.

• 1834: Las Cortes legitiman las compras y ventas de bienes nacionales realizadas
entre 1820 y 1823.

• 1835: El 25 de Julio se suprimen los monasterios y conventos con menos de 12


profesos, con excepción de los escolapios y de los colegios misioneros para
América ; el 11 de Octubre se publica un Decreto por el que quedan suprimidos
todos los monasterios de órdenes monacales, los de canónigos regulares, de San
Benito, San Agustín y premonstratenses.

3) Desamortización de Mendizábal (1836-1844)


40

a) Ningún convento con menos de 20 religiosas se mantendría abierto.

b) No habrían en una misma población dos o más conventos de una misma or-
den.

• Aunque durante el año 1836 se vendieron un total de 727 fincas, las ventas no
tomaron verdadero impulso hasta el año siguiente. Bajo la Regencia de Esparte-
ro, por fin, se pusieron en venta todas las fincas, derechos y acciones del clero
secular (Ley de 2 de Septiembre de 1841), llegándose hasta un total de 9.741
fincas vendidas ese año.

• 1844: El Gobierno de Narváez suspende la venta de los bienes del clero secular
y la de las comunidades religiosas de monjas.

4) Desamortización de Madoz (1855)

• 1-V-1855: La Ley de Desamortización, sancionada por Isabel II muy a su pesar,


provoca la ruptura de relaciones diplomáticas con la Santa Sede.
41

• 15-V-1855: Creación de
la Dirección General de
Venta de Bienes Nacio-
nales, dependiente del
Ministerio de Hacienda ;
la enajenación de las fin-
cas se lleva a cabo a tra-
vés de la Junta Superior
de Ventas, integrada en la
misma.

• 16-IV-1856: Se establece
una Administración de
Bienes Nacionales en ca-
da provincia.

• 11-VII-1856: Nueva Ley


de Desamortización, que
modificaba algunos as-
pectos de la anterior.

• 14-X-1856: Se decreta la
suspensión de la venta de
los bienes del clero secu-
lar, dejando sin efecto las
disposiciones contrarias a
lo acordado en el Concor-
dato suscrito con la Santa
Sede en 1851.

• Enero de 1859: Se concede un mes de plazo a los rematantes de fincas a los que
no se les hubiese adjudicado las mismas a causa de la suspensión de 1865 para
que renuncien o no a la subasta.

• 1861: Se empieza de nuevo a enajenar los bienes de la Iglesia.

• 1865: Se determinan los bienes que habían de formar el Patrimonio de la Coro-


na, ordenando la venta de los demás a favor del Estado.

• 1868: Se extreman las medidas contra las instituciones religiosas ; se decreta


(12-X) la suspensión de la Compañía de Jesús, ordenándose la ocupación de to-
dos sus bienes.

Ojeda concluye: “La desamortización de 1855, suspendida en 1856 y reemprendida en


1858 ya no se interrumpe hasta comienzos del siglo XX, aún cuando el volumen de las ventas
42

anuales de ninguna forma fuese homogénea y hubiesen años de fuertes ventas y otros de meno-
res”. José Luis Abellán, por su parte, identifica liberalismo y desamortización, afirmando lo
siguiente:
“El liberalismo, si quería implantarse y arraigar, necesitaba una nueva base so-
cial, y ésta no podía ser otra que la constitución de la burguesía como clase social conso-
lidada. Ahora bien, ello suponía a su vez liberar los medios de adquisición de la tierra.
He aquí por qué liberalismo y desamortización van íntimamente unidos y no se pueden
comprender –como dos caras de la misma moneda- el uno sin la otra. Al principio se
pensó que la privatización de la tierra –al igual que había ocurrido en Francia- produci-
ría una propiedad agraria de tipo medio, la cual favorecería a campesinos y labradores,
pero cuando se vio que en España no era así, las críticas se desataron, provocando una
fuerte efervescencia ideológica”.

El proceso desamortizador en Canarias

A) Desamortización de Mendizábal

DESAMORTIZACIÓN EN CANARIAS
300

250

200

150

100

50

Fincas rústicas
Fincas urbanas

Frailes Monjas Clero secular


43

Según Ojeda Quintana72, los bienes que fueron subastados durante esa Desamortización
correspondían en su totalidad al clero regular y al secular ; no se subastaron, sin embargo, al
contrario que lo que luego ocurriría durante la Desamortización de Madoz, bienes del Estado,
de Propios, de Instrucción Pública ni de Beneficencia. Predominaron, por otra parte, las ventas
de propiedades del clero regular, sobre todo de frailes (431 fincas ; de ellas 322 rústicas y 109
urbanas) ; las fincas de monjas vendidas fueron 253, siendo 218 rústicas y 35 urbanas. Ojeda
señala, por otro lado, la discrepancia de datos estadísticos que se observa entre las dos principa-
les fuentes contemporáneas disponibles, a saber, el Diccionario Geográfico, Estadístico de Es-
paña‟, de Pascual Madoz, y la Gaceta de Madrid. Por otro lado, en Canarias no se adjudicó
ninguna finca hasta Febrero de 1838, fecha en la cual únicamente estuvieron implicadas dos
propiedades, en las que el valor de tasación fue igual de venta, debido al recelo con que se
acogió en Canarias, como en el resto de España, la puesta en marcha de este proceso desamor-
tizador”73. La actividad vendedora volvió a interrumpirse hasta Enero de 1839, cuando se adju-
dicaron tres fincas, observándose a partir de entonces una cierta regularidad de las ventas, rom-
piéndose, como muestran los índices, el recelo inicial hacia el proceso desamortizador. Las
conclusiones que pueden sacarse de los datos estadísticos son las siguientes, según Ojeda74:

a) El período álgido de adjudicaciones corresponde al año 1840 ; a partir de entonces


comienza un descenso pronunciado de los valores tanto de tasación como de venta.

b) El índice más alto de venta-tasación se alcanzó en 1841 ; a partir de entonces se


produjo un descenso, volviendo a incrementarse en 1843.

c) El período más activo tiene lugar entre los años 1840 y 1842 ; entonces se observa
un mayor interés comprador, así como un número mayor de fincas adjudicadas.

Si nos centramos en la provincia de Las Palmas, vemos, en primer lugar, que la casi
totalidad de las fincas urbanas del clero regular adjudicadas se encontraban en la capital.
Destaca asimismo la alta proporción que se observa en ventas de fincas rústicas, debido, según
Ojeda, “... no al número de fincas, precisamente, sino a los altos precios que se pagaron”75.
44

GRAN CANARIA ∼ 20.675.750 reales de vellón

LANZAROTE ∼ 475.539 reales de vellón (recaudación total)

FUERTEVENTURA ∼ 15.005 reales de vellón

CANARIAS OCCIDENTALES
Recaudación total por venta de fincas

OJEDA QUINTANA

Los doce primeros Municipios de las Canarias Orientales en lo que a mayores compras
se refiere fueron:

1. Las Palmas 7. Agaete

2. Guía 8. Gáldar

3. Telde 9. San Mateo

4. Santa Brígida 10. San Lorenzo


45

5. Arucas 11. Teror

6. Santa Lucía 12. Teguise

En la provincia de Tenerife destaca la poca entidad de Santa Cruz de Tenerife en el


cómputo general y la preeminencia de la isla de Tenerife sobre las demás Canarias Occidenta-
les, quedando la recaudación total como indica el gráfico de la página anterior. El valor de las
ventas se distribuyó por Municipios en el siguiente orden76:

1. La Laguna 7. Tegueste

2. Tacoronte 8. Garachico

3. Granadilla 9. El Sauzal

4. Icod 10. Santa Cruz de Tenerife

5. La Orotava 11. La Matanza

6. Los Realejos 12. Buenavista

En cuanto a la composición social de los compradores de fincas, Ojeda, considerando a


los 26 principales en las Islas Orientales, deduce lo siguiente, aplicable también sin muchas
variaciones, según él, a la provincia de Tenerife77:

a) Hay varios compradores con residencia en Tenerife, lo que indica la existencia de


intermediarios.

b) Se incluye un buen número de terratenientes, figuras militares conocidas y personas


relacionadas con los medios políticos y culturales.

De las cifras proporcionadas por Madoz deduce Ojeda que la importancia de la desa-
mortización de 1836 en Canarias sólo fue mediana en comparación con la Península78. De las
47 provincias con las que contaba España a la sazón, Canarias ocupó el puesto 35 en cuanto a
ventas, por encima de provincias como Cuenca, Ciudad Real, Vizcaya, Coruña, Soria y
Gpúzcoa, con un 40o puesto en fincas rústicas y un 28o en fincas urbanas, “... lo que indica que
46

las propiedades rústicas del clero canario –en su dimensión nacional- tienen una importancia
relativa superior a las urbanas”. Sin embargo, si miramos la relación entre valor de venta y
valor de tasación, veremos cómo el índice canario (2,57) supera ampliamente al nacional
(2,26). A lo largo del proceso desamortizador se vendieron en Canarias alrededor del 66% de
todas las posesiones del clero. Las ventas, como ya hemos comentado, fueron algo mayores en
las Islas Orientales (68%) que en la Occidentales ; Gran Canaria (66,51%) y Tenrife (31,14%)
encabezaban la lista en cuanto a cantidades recaudadas, y el resto de las Islas sólo alcanzaron
en conjunto un 2,35%. No obstante, las Islas Occidentales superaron a las Orientales en lo que
se refiere a la venta de bienes correspondientes al clero secular.

c)
d)
B) Desamortización de Madoz

ISLAS CANARIAS (1855)


Con respecto a este perío-
do se dispone de datos bastante Total de fincas vendidas
Clero secular
más precisos y esclarecedores.
Ojeda lo divide en cuatro eta-
pas79: Clero regular
Instrucción pública

Propios
Beneficencia Estado

a) Desde 1845 hasta 1855.-


Etapa intermedia en la que si
bien no hay ventas de bienes, Superficies vendidas
sí se liquidan situaciones
pasadas y se prepara una
Clero secular
nueva etapa vendedora. Clero regular
Beneficencia
Estado
b) Desde 1855 hasta 1875.- Propios
Instrucción pública
Gran etapa compradora, en el
curso de la cual se liquida la ISLAS OCCIDENTALES ISLAS ORIENTALES

casi totalidad de los bienes. Ojeda

c) A partir de 1875.- Actividad muy reducida, con la novedad de que muchas fincas son
sacadas a subasta otra vez, por quiebra de los compradores anteriores.
47

Tras la puesta en vigor de la Ley de 1 de Mayo de 1855 se solicitó a la Administra-ción


de Hacienda de Canarias remitiese al Gobierno un inventario de los bienes a desa-mortizar ;
más adelante hubo que rectificar dicho inventario, lo que conllevó diversas difi-cultades80:

1) Que las corporaciones que dieron las primitivas relaciones de sus bienes no las
podían rectificar por no poseer otros datos.

2) Que, aparte de la incapacidad de los Alcaldes y la repugnancia de los curas, al estar


la provincia dividida en muchas islas y pueblos muy distantes de la capi-tal, no
podían obtenerse con prontitud las noticias que se reclamaban.

3) Que había muchas fincas rústicas diseminadas por las Islas que no producían renta,
siendo desconocidas su cabida y su situación.

4) Que la falta de agrimensores en los pueblos dificultaba sobremanera la medi-ción y


tasación de los terrenos.

5) Que el único medio seguro para poder rectificar los inventarios era disponer la
medida y tasación general de los bienes de todas las procedencias, una ope-ración
sumamente costosa.

ISLAS CANARIAS
Evolución del número de fincas vendidas
600

500

400

300

200

100

0
185518561857185818591860186118621863186418651866186718681869187018711872187318741875

Serie 1
48

En cuanto al total de las ventas, el clero secular superaba ampliamente al regular, lo


cual resulta lógico81, “…si pensamos que las fincas de esta última procedencia se ven-dieron
masivamente en el período de 1836”. Al clero secular le seguían en importancia los Bienes de
Beneficencia. Por otra parte, mientras que en las Islas Occidentales predo-minaban los Bienes
de Propio, en las Orientales lo hacían los del Estado ; la causa de este fenómeno fue la diferente
estructura rural que mostraban las dos islas más significativas: Tenerife y Gran Canaria, cuyos
bienes dependían del Municipio y del Estado respectiva-mente. Por otro lado, y analizando el
valor medio por hectárea de los bienes de Propio y del Estado, se observa lo siguiente82:

a) Puesta en venta de enormes extensiones de baldíos ; en las Islas Orientales, apertura


de nuevas propiedades de diversas personas, con lo que aumenta el número de
propietarios, o bien la superficie poseída por alguno de ellos.

b) El resto de las fincas son de cultivo y de regadío, por el valor que alcanzan, lo que
indica un grado apreciable de concentración de la propiedad, principal-mente en
manos de las Instituciones religiosas.

El máximo de ventas tuvo lugar los años 1866, 1859, y en algunos se dio una acti-vidad
escasa o nula, correspondiendo los mejores índices a los años 1870, 1867 y 1866, en ese orden83.
En ambos grupos de islas ocupó siempre la primera posición el clero se-cular, manteniéndose
los índices de demanda superiores a 2 ; llama la atención el alto índice alcanzado por el capítulo
de aguas en las Islas Orientales, donde el valor medio de las fincas fue más alto que en las
Occidentales, aunque hay que tener en cuenta que en aquéllas la superficie media era inferior.
En cuanto a los bienes del clero regular, las ventas fueron mayores en las Islas Occidentales que
en las orientales, aún cuando el valor medio de las fincas era menor84. Teniendo en cuenta el
volumen de las ventas, los doce primeros Municipios en las Islas Occidentales fueron los
siguientes85:

1. Los Realejos 7. La Matanza

2. La Orotava 8. Guamasa

3. La Laguna 9. Tegueste

4. Arico 10. Santa Cruz de Tenerife


49

5. Tacoronte 11. Icod

6. Candelaria 12. Mazo

En cuanto a las Islas Orientales, la relación de los Municipios fue como sigue86:

1. Valleseco
7. Ingenio
2. Telde
8. Gáldar
3. Las Palmas
9. Santa Brígida
4. San Bartolomé de Tirajana
10. Arucas
5. San Lorenzo
11. Teror
6. San Mateo

En las listas de compradores de este proceso desamortizador para las Islas Occi-dentales
se observa, según Ojeda, la aparición de una mayoría de nombres nuevos en sustitución de los
propietarios de la lista de 1836 ; el valor de las compras realizadas por persona es por lo general
muy bajo y no presenta oscilaciones notorias. La propiedad, por tanto, quedó mejor repartida
que en la anterior Desamortización. Los compradores estaban encuadrados mayoritariamente
en la burguesía, tanto rural como comercial, o bien en la nobleza, y la participación en las com-
pras de los pequeños propietarios rurales fue escasa. Por otro lado, las ventas en las islas orien-
tales superan en mucho a las Occidentales ; en este grupo se observa asimismo la presencia de
intermediarios. La concentración de la propiedad resulta superior aquí que en las Islas occi-
dentales: 40 personas quedan, en definitiva, en poder de más del 50% de las propiedades adqui-
ridas. Los compradores proceden, al igual que en el grupo anterior, de estratos sociales más
cercanos a la burguesía rural que a la nobleza.
50

Consideraciones finales

a) Mientras que en las Islas de Realengo (Tenerife y Gran Canaria) el porcentaje


de superficie desamortizada fue superior al 10% ; en las de Señorío no llegó
al 1%.

b) El mayor volumen de ventas en zona rústica corresponde a la Isla de Gran


Ca-naria, que supera en casi el doble a Tenerife. Como en el caso de las
superfi-cies, la diferencia en las ventas entre Gran Canaria y Tenerife y las
demás islas es considerable.

c) En lo que se refiere a Municipios:

• Los valores medios por hectárea oscilaron entre 7 y 8.433 reales de vellón;
estos índices tienen, no obstante, una gran dependencia de la procedencia
del bien desamortizado, dominando Clero y Beneficencia en el capítulo
de superficies cultivables, y Estado y propios en cuanto a pastos y baldíos.
• Las superficies vendidas fueron sustanciosas en algunos Municipios,
supe-rando el 30% en Fasnia, San Bartolomé de Tirajana, Guía de Isora,
Los Realejos y La Guancha.

En opinión de Ojeda, la desamortización tuvo mucho que ver con la emigración


y con muchas de las actitudes sociales observables en Canarias en aquella época, por las
siguientes razones87:
• La forma de vender las fincas forzó a los compradores a obtener mejores
arrendamientos de sus colonos, causando dificultades a éstos a la hora de pa-
gar las nuevas tasas.

• La ocupación directa de varias fincas, monopolizando el trabajo que antes es-


taba repartido, llevó a dejar sin trabajo a un número considerable de agricul-
tores.

• La venta de fincas del Estado y Propios, y el cerramiento de esas propiedades


a un único comprador.

• La beneficencia atravesó un miserable estado de abandono y necesidades, pa-


sando a depender de fuentes externas de financiación, lo que tendió a empeo-
rar su funcionamiento.

• La situación final después de los años de desamortización no arroja un


balance positivo en lo que se refiere a un reparto más equitativo de la
propiedad, tanto agraria como urbana. La masa de los jornaleros siguió
51

estando sometida a sus exiguos salarios y no pasó a la categoría de


propietarios.
52

5) APROXIMACION A LA EVOLUCIÓN
DEL SECTOR AGRARIO EN EL SI-
GLO XIX

EXPORTACIONES AL REINO UNIDO


BRITO, op. cit., pg. 54

En este apartado intentaremos


realizar un recorrido a través del
desarro-llo de la agricultura canaria del
siglo pa-sado, con la finalidad de
describir las ca-racterísticas de cada
ciclo o coyuntura. Se prestará una
mayor atención a la se-gunda mitad del
siglo – expansión de la cochinilla y su
crisis e introducción de la tríada de
papas, tomates y plátanos-, ya que fue
en estos momentos donde a nuestro
entender se pusieron las bases para la
generalización de las relaciones de
producción capitalistas y se produjo,
en las dos últimas décadas, una
importante transformación de las fuer-
zas productivas. No nos detendremos en los procesos de comercialización, ya que éstos
han sido tratados en otro apartado. Durante la primera mitad del siglo XIX las clases
dominantes, en especial los sectores burgueses, trataron de reajustar el sistema
productivo y comercial para remontar la larga crisis del sector vinícola y exportador en
general –ver el apartado dedicado a los Puertos Francos. Exceptuando algunos años
comprendidos entre 1800 y 1820, las guerras napoleónicas, etc., la situación general fue
de crisis larvada anteriormente y complicada por la independencia de las colonias
españolas en América, lo que se traducía en los escasos volúmenes de vinos,
aguardientes, barrilla y orchilla exportados, principalmente a Inglaterra (ver gráficas).
53

En este momento de recesión del sector extravertido de la eco-nomía canaria se produjo,


como era habitual, una mayor presión sobre el sector subsis-tencial –agricultura de
medianías- que se tradujo en un incremento de la producción de cereales y en un
endurecimiento de las condiciones de arrendamiento, para de esta manera asegurarse los
propietarios las rentas. A pesar de esta recuperación del sector subsistencial se sucedieron
hambrunas y epidemias, estando esta situación agravada por la imposibili-dad de emigrar
a América –la principal válvula de escape de las tensiones sociales- duran-te las décadas
de 1820-1830. Desde la década de los años veinte se introdujo y se inició el proceso de
aclimatación de la cochinilla, que se convirtió en el primer producto de ex-portación
canario desde 1848 hasta 1852 aproximadamente, llegando a representar el 90% del total
de las exportaciones y evitando durante algunos años la deficitaria situación tra-dicional
de la balanza comercial. La cochinilla –opunta vulgaris- es un insecto que se pro-duce
en las pencas de los nopales y que, previamente desecada, da la ‘grana’, que sirve tanto
como colorante en la industria textil como en las industrias cosméticas. Durante la década
de 1840 este cultivo se fue imponiendo progresivamente en el agro canario, para
posteriormente generalizarse. Tres fueron los factores principales que estimularon la pro-
ducción masiva de este insecto:

1. Su buena adaptación al clima canario.

2. La franquicia de 1852 y la política librecambista adoptada por el Gobierno


británico (Gobierno Peel).

3. La epidemia de maleza que en 1846 asoló las plantaciones mexicanas y que


posteriormente se extendió por toda Centroamérica.

Estos tres elementos propiciaron el ‘boom’ de este cultivo y que fuese cultivado
por grandes y pequeños propietarios. Los últimos años. de la década de 1850 y la década
de 1860 fueron los de alza, y la cochinilla llegó a venderse a precios elevados en los mer-
cados europeos, británicos y franceses. En 1853 la libra de cochinilla se cotizaba a 23,75
reales de vellón ; veinte años más tarde se había depreciado y se vendía a 7,5 reales de
ve-llón. A pesar de la constante depreciación se siguió produciendo cochinilla hasta la
década de 1880. La situación de euforia de los primeros veinte años y algunas
implicaciones de este ciclo nos la relata, de forma algo exagerada, J. Mateo Díaz de la
siguiente manera88:
54

“Del cultivo y exportación de este bicho vivieron espléndidamente las


Canarias durante el tercer lustro del siglo pasado, pues los fabricantes europeos
pagaban por él precios magníficos [...]. Esta actividad fue excitada en gran parte
por el nuevo tráfico marítimo y el contacto con los numerosos extranjeros que ha-
bían llegado a las islas y en ellas se habían establecido [...]. Con los ingresos
proce-dentes de la cochinilla se pusieron los puntales de nuestro actual
desenvolvimien-to. El negocio de la cochinilla fue la primera sacudida fuerte de
los canarios para incorporarse a la vida económica mundial”.

Entre 1845 y 1853 el valor exportador pasó de 14.187 libras a 275.114. La euforia
se incrementaba al tiempo que decaían los precios y no se buscó una alternativa basada
en el control de la producción, que se iba incrementando y extendiendo hacia zonas no
aptas, con rendimientos decrecientes. Como hemos visto, la década de 1860 fue la de
mayor auge, como demuestra el volumen exportado a los principales mercados importa-
dores de este producto89:

AÑO KG. DESTINO Valor Total


(escudos)
1866 1.203.672 UK ∼ 1.040.586 Francia ∼ 28.662 2.667.702
1867 1.794.672 UK ∼ 1.357.058 Francia ∼ 378.562 3.394.843
1868 1.839.848 UK ∼ 1.262.903 Francia ∼ 532.012 5.027.831
1869 2.791.431 UK ∼ 1.945.858 Francia ∼ 712.636 7.364.758

De la euforia se pasó a la depresión ; la cotización exterior del producto bajaba y


se avecinaba una crisis de gran importancia que se basaba en cinco factores:

• Los efectos de la contracción económica mundial de la década de 1870

• La introducción en el mercado de anilinas sintéticas de menor coste de pro-


ducción que la cochinilla

• La irracional política de acumulación de ‘stocks’ en los mercados europeos,


que contribuía a depreciar aún más el producto

• La excesiva extensión territorial del cultivo de nopales, que, además de gene-


rar rendimientos decrecientes, imposibilitaba el generar otra alternativa ex-
portadora y limitaba el desarrollo de los cultivos de subsistencia

• La recuperación de las plantaciones centroamericanas.


55

Los efectos de la crisis fueron brutales, aunque Europa seguía demandando cochi-
nilla centroamericana hasta bien entrado en siglo XX. La década de 1880 fue de emigra-
ción masiva y de reajuste de la agricultura. Los dos bloques de poder intentaron ver al-
ternativas, como el intento planeado en Gran Canaria de reproducir parcialmente el mo-
delo cubano mediante el cultivo del tabaco y la vuelta a la caña de azúcar, o como la pru-
dente política tinerfeña de mantener la cochinilla. Ambos intentos fracasaron, y la recu-
peración vino de manos del capitalismo inglés, que interesado en los puertos cana-rios
como base de carboneo, también se introdujo en el agro canario. Esta transición en los
cultivos de exportación fue relativamente lenta y fue causa y consecuencia del pro-fundo
cambio económico y social que se avecinaba y que como principal consecuencia traería
un incremento de la dependencia del exterior y un progresivo crecimiento de las activida-
des urbanas. En estas fechas se quebró definitivamente el modelo tradicional con las
subidas de precios de los productos de subsistencia, la crisis de la cochinilla y el creci-
miento de las dos principales capitales canarias. F. Galván y L. Martínez siguiendo la
evolución de los precios a finales del siglo pasado, nos describen la situación agónica de
la agricultura de mercado interior de la siguiente manera90:

”Como consecuencia del encarecimiento de precios existen diferencias


substanciales en el precio de productos de primera necesidad, como por ejemplo
las papas, y ello motivado porque al precio original del producto, habrá que su-
marles los precios por intervención de los intermediarios y el transporte de dichos
productos, desde su lugar de producción hasta el lugar donde se lleva a cabo su
comercialización ...”.

1875-76

Archivo Municipal de La Laguna

A partir de esta afirmación pode-


mos observar un cambio drástico en el sec-
tor subsistencial, podemos afirmar que a
finales del siglo XIX se inicia la creación
de un mercado interior que nace herido de
muerte a manos de los intereses de los in-
termediarios y de los importadores. Esta pésima situación era evitable, pero por sí misma
56

constituía “... un entramado de intereses que contribuyeron a empeorar la ya precaria


situación”. A los grupos dominantes canarios les interesaba ante todo el sector exporta-
dor en lo referido a la agricultura, pero sobre todo los beneficios derivados de la cola-
boración con el capital foráneo en las áreas portuarias, pero manteniendo la estructura
socio-política caciquil ; a este respecto Gran Canaria es el caso paradigmático de unión
de toda la oligarquía. Las firmas inglesas penetraron en las islas y las convirtieron en
‘colonias sin bandera’, que tenían para los británicos tres funciones claramente definidas,
que eran: ser una importante estación carbonera, ser un pródigo centro de producción de
ciertos frutos y un saludable rincón de vacaciones91.
PARTIDO JUDICIAL DE LA LAGUNA
Contribución territorial según renta 1866-67

El plátano fue introducido en Ca-


narias por los británicos para comprobar
su posible adaptación en las colonias afri-
canas ; Canarias era un laboratorio. Junto
a las papas de temporada y los tomates
que demandaba Gran Bretaña estos tres
productos constituyeron un nuevo ciclo exportador. En 1905 ya se exportaban 2,5 mi-
llones de huacales, que en su gran mayoría iban en dirección a Inglaterra. Según constata
J. Mateo, “... a principios de siglo se estableció en Canarias la casa Fyffes, que fue la
firma que más poderoso impulso dio a este cultivo en Canarias, controlando el negocio
bananero durante muchos años”92. De la mano inglesa, según este autor, hubo una in-
mensa prosperidad hasta 1914, pero no nos dice para quién, ya que en esos momentos se
está intensificando el proceso de proletarización en las ciudades y en el campo, y como
antes hemos señalado, se estaba dañando gravemente al sector subsistencial. Para los úl-
timos años del siglo XIX y los primeros del XX estos procesos tenían93:

“... una repercusión directa sobre el pequeño agricultor canario y sobre el


consumidor en general, que verá su poder adquisitivo considerablemente merma-
do, propiciándose un abandono del campo y huida a las ciudades, donde a princi-
pios de siglo hay expectativas de trabajo mejor remunerado, aunque hacia 1910 ya
se acusaba el paro, la caída de salarios y la ruina.
57

A pesar de todos estos procesos de tránsito hacia la consolidación del capitalismo


en Canarias la propiedad de la tierra seguía siendo un elemento fundamental como fuente
de rentas y de poder político. Sobre los padrones de riqueza territorial de La Laguna de
1866-67 y de 1875-76 hemos realizado unos gráficos (página anterior) que dan una clara
muestra del peso de la riqueza rústica en la zona y por grupos de contribuyentes. Los
datos con los que hemos confeccionados las tablas no son exactos, ya que, como se sabe,
la estadística se utilizaba bastante mal en la época y los datos de los principales contri-
buyentes probablemente estén falseados a la baja para eximirse de pagar una parte de sus
impuestos. “Los ayuntamientos realizaban amillaramienios y fijaban las contribuciones
y por todo ello constituyen el soporte básico de las estructuras caciquiles”. A pesar de
estos problemas nos parece interesante ver el peso de la riqueza rústica en comparación
con la total (v.gr., rústica, urbana y colonial).

PARTIDO JUDICIAL DE LA LAGUNA


Líquido imponible (rentas territoriales)

En 1876-77 observamos
que una importantísima porción
de la contribución territorial de-
pendía del patrimonio rústico.
Diez años más tarde, sin embar-
go, el peso de éste había descen- desciende a lo largo de estos diez años. Esto
dido considerablemente. Por
grupos según renta la mayor
Contribución agraria por cultivos
parte de los contribuyentes esta-
1884-85
ban encuadrados en el nivel infe- Trigo
Maíz
Cebada
rior (menos de 300 escudos en Papas
Nopales (fruta)
Pastos
1866 y menos de 2.000 Pts. en Hortalizas
Habas y chícharos secos
Cebollas
1875) ; la propiedad de la tierra, Viñedos
Monte
‘a priori’ aparece más concentra- Chochos
Frutales
Ñames
da en 1866, y en el caso de los SECANO REGADIO

mayores contribuyentes, el peso Archivo Municipal de La Laguna

de las propiedades rústicas


58

puede achacarse, o bien a la ocultación de datos, o bien al mayor peso que


adquirieron las actividades de corte urbano-portuario. Es necesario señalar, por
otra parte, que algu-nos de los principales contribuyentes no residían en La
Laguna ni en su término munici-pal, sino en La Orotava, Garachico, etc., lo que
denota la existencia de absentismo. En 1884-85, en términos generales, la
situación no ha cambiado en exceso, ya que las pro-piedades rústicas siguen
aportando el grueso del líquido imponible en el partido judicial de La Laguna.
Estas cifras, obtenidas, como decimos, en La Laguna, no son del todo
extrapolables al conjunto del Archipiélago, ya que el referido municipio ha sido
y es uno de los más importantes en lo que respecta a la producción agraria ; no
obstante, pensamos que nos pueden servir para aproximarnos de forma general
al resto del territorio isleño.
Como hemos dicho anteriormente, el tránsito de la cochinilla a la tríada de
papas, toma-tes y plátanos se realizó de forma lenta, por lo que durante los años
de la crisis de la co-chinilla, y a pesar de todas las transformaciones que estaban
en curso, la presión volvió a recaer sobre las medianías. Si seguimos con el
ejemplo lagunero, podemos constatar cuáles eran los cultivos de subsistencia
más frecuentes en el municipio y en todo el Ar-chipiélago (ver grafica, página
anterior). En el Padrón de Riqueza Territorial de 1884-85 vemos a través de los
cultivos predominantes -cereales, papas, leguminosas, etc.- que todavía están
vigentes los sistemas tradicionales, tales como la rotación de los cultivos, como
demuestra la presencia de habas, chícharos y chochos, que son los encargados
de aportar nitrógeno a los suelos tras la recolección de los cereales.
59

6) LA EMIGRACION CANARIA DURAN-


TE EL SIGLO XIX

Marco histórico:

Poblar parte de los espacios conquistados y defender intereses concretos y de gru-


pos dominantes fue una de las funciones asignadas a Canarias por el Estado español en su
relación con las Indias Occidentales. Las necesidades de la Corona de poblar áreas de
Tejas, Luisiana, Florida, Santo Domingo, Méjico, Cuba y Venezuela, fueron en parte cu-
biertas por el aporte de la emigración canaria ; la política de „blanquear‟ la fuerza de tra-
bajo en la colonia de Cuba en los períodos anteriores a la guerra de la Independencia e in-
crementar el bloque de leales a la Corona se realizó asimismo a través de inmigraciones
masivas de canarios. Estos objetivos, sin embargo, no siempre pudieron lograrse, como lo
demuestra el constante arribo a las costas de Venezuela de emigrantes canarios, aunque
en el momento de salida de Canarias su destino oficial fuese Cuba y Puerto Rico. Entre
los factores más significativos de este fenómeno hay que considerar los siguientes:

1. La nueva política migratoria posibilitó la denominada „migración golondrina‟


por su estacionalidad. Los canarios eran contratados en un elevado porcentaje
para trabajos temporales, especialmente agrícolas y para la construcción de
obras importantes, como fue el caso del ferrocarril de Matanzas.

2. Entre las motivaciones de las migraciones hay que considerar las propiciadas
por un sistema económico extrovertido y dependiente y unas relaciones de pro-
ducción que impedían el desarrollo de las mismas.

3. Es necesario referirse a un sistema generalizado de contratación por medio de


intermediarios, factor éste que si bien era muy conocido en Canarias, sin em-
bargo tuvo la connotación de utilizar por primera vez publicidad en los munici-
pios, incitando a la emigración.

4. La clandestinidad ha sido un instrumento muy conocido en Canarias para emi-


grar. Los diferentes sistemas utilizados por quienes abandonaron Canarias en-
tre 1941 y 1959, tenía amplios antecedentes históricos.
60

5. Cifrar, siquiera, el número total de salidas de Canarias a Cuba, Venezuela y


Puerto Rico es un objetivo que no podrá lograrse jamás, aunque sí es posible
una aproximación, considerando que se trata de las denominadas „migraciones
golondrinas‟.

Los movimientos migratorios en las dos últimas décadas del siglo XIX no pueden
considerarse en realidad como el inicio de un nuevo ciclo, sino más bien como el relanza-
miento de un fenómeno siempre activo en la formación social canaria. Los veinte años de
cierta prosperidad que aportó la cochinilla, redujeron en su momento las dimensiones de
este hecho social, que tomó a reactivarse tras la aparición de la crisis; entre 1876 y 1822
se registraron salidas masivas de fuerza de trabajo canario, relanzándose la emigración
hasta 1900. El fenómeno se repetiría posteriormente con la crisis de comercialización del
plátano como consecuencia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Otros argumen-
tos históricos se refieren al constante crecimiento demográfico de Canarias, que llegó a
doblar la media nacional en la primera época, y, en el decir de algunos historiadores, el
‘síndrome americano’ del canario y un cierto espíritu aventurero de su carácter. En reali-
dad, el crecimiento de la población canaria de la época y su relación con el resto del Es-
tado español no representa siquiera el 1%, y en referencia con la media nacional conviene
señalar que el territorio peninsular se hallaba inmerso en diversos frentes conflictivos, co-
mo la Guerra de la Independencia, las Guerras Carlistas y la situación bélica en las colo-
nias de ultramar. El así llamado ‘síndrome americano’ tenía, por otra parte, otro signifi-
cado: la escapada del hambre o de una situación permanente de explotación iba unida a la
posibilidad de emigrar a las Indias, dado que casi siempre era la única opción real.

La política del Estado español en el transcurso del siglo XIX, habitualmente con-
traria a las emigraciones, cambió de forma radical en la década de los 70, cuando se pro-
cedió a su fomento, aunque orientándola hacia Cuba y Puerto Rico en función de los inte-
reses estratégicos españoles en las citadas colonias. Todo el trasfondo social y humano
que representan las ordenanzas reales sobre migraciones entre Julio de 1881 y Mayo de
1888 parte del objetivo de reglamentar un movimiento difícilmente controlable, tratando
de impedir que los emigrantes se dirigieran hacia las repúblicas sudamericanas liberadas
y canalizarlos hacia Cuba. En esta época jugó un papel destacado la actuación de la Junta
Informativa de Ultramar, creada con anterioridad a los decretos citados y que tuvo como
61

objetivo el estudio de las relaciones entre las colonias de Ultramar y la Administración,


figurando entre sus temas el social, que se subdividía en varios apartados para analizar los
problemas de los negros, esclavos y libres, los asiáticos y la inmigración española. Entre
sus obsesiones insistía en que “... la emigración más conveniente para las colonias espa-
ñolas del Caribe era la blanca, que no produciría disturbios algunos raciales, ni altera-
ción social”, y la emigración que mejor correspondía a dichos criterios selectivos de la
citada Junta era, evidentemente, la canaria. Otro organismo, la Sociedad Protectora del
Trabajo Español en las Posesiones de Ultramar, creada en marzo de 1889, tenía como fi-
nalidad explícita “... contener la emigración que se dirige a territorios extranjeros y orien-
tarla hacia Cuba y Puerto Rico”. Los objetivos de esta política se concretan en los aspec-
tos siguientes:

a) Dirigir hacia las colonias conflictivas a la población que se encontraba desocu-


pada en España, en parte como consecuencia de los diversos conflictos regis-
trados en el Estado con las guerras de Liberación, Carlista y de liberación de
las colonias americanas de ultramar, con lo que se intentaba estabilizar el siste-
ma mediante la expulsión de fuerzas generadoras de conflictos potenciales.

b) Reforzar la burocracia administrativa del Estado en las colonias de ultramar y


blanquear la fuerza del trabajo en Cuba, lo que implicaba incrementar el núme-
ro de leales al Estado español y liberarse de lo que los hacendados cubanos y
españoles llamaban el “... terror que despertaban los negros”.

Con respecto al período comprendido entre 1874 y 1899, existe entre los historia-
dores un consenso generalizado ante la imposibilidad de cifrar con exactitud el total de
canarios salidos en dirección a Cuba, Puerto Rico o Venezuela. A la hora, por otra parte,
de profundizar en las causas que motivaron la salida de tantos canarios a lo largo del siglo
XIX y la primera mitad del XX, J.F. Martín Ruiz distingue entre factores de expulsión y
factores de atracción94.

Factores de expulsión:

Son múltiples los procesos internos que contribuyeron a esta salida masiva de emigran-
tes de Canarias ; entre ellos cabría distinguir:
62

a) Demográficos

• El elevado crecimiento vegetativo de la población en Cananas no permitía


un equilibrio entre aquélla y los recursos, dando lugar a que un alto porcen-
taje de la misma no dispusiera ni de los recursos mínimos para la subsis-
tencia. Este contingente poblacional saturaba el mercado de trabajo, provo-
cando la necesidad de búsqueda de nuevos mercados que acogiesen estos
excedentes de mano de obra.

b) Geográficos

• El alejamiento espacial de la metrópoli supuso un handicap importante pa-


ra el desarrollo de las Islas, ya que el gobierno central se olvidaba en múlti-
ples ocasiones de su existencia. Además, en momentos de conflictos béli-
cos, los bloqueos dejaban a las islas en una absoluta indenfensión politica
y económica. Nuestra condición insular y nuestra situación estratégica en
el Atlántico facilitaba también en gran medida el fenómeno migratorio, so-
bre todo en su faceta clandestina.

• Influencia de la climatología, que a lo largo de todo el período estudiado


se mostró negativa para el desarrollo de la agricultura. Las fuertes sequías,
que afectaron sobre todo a las Islas Orientales, y los temporales se suce-
dieron, trayendo consigo la pérdida de las cosechas y el hambre.

• La propia naturaleza de los suelos canarios exigía grandes inversiones de


capital y de esfuerzo humano para su puesta en cultivo, lo que supuso un
duro condicionante para las clases menos favorecidas.

c) Económicos

• Papel preponderante desempeñado por una agricultura dedicada funda-


mentalmente a la exportación, que traía consigo un enorme grado de de-
pendencia con respecto a los mercados exteriores. Este hecho, sin lugar a
dudas, fue esencial para la economía de las islas, cuyos períodos de auge
estarían marcados siempre por su carácter coyuntural. No se insistió sufí-
cientemente en el desarrollo de la agricultura tradicional, y cuando apare-
ció la crisis, no hubo medios para afrontarla.

• La injusta distribución de la tierra y de los medios de producción, condena-


ba a la mayoría de la población a convertirse en mano de obra agrícola, la
cual, al depender de los ciclos de crisis económica y de la retraccion del
mercado de trabajo, se vio ineludiblemente en la necesidad de abandonar
las Islas.

• La excesiva presión fiscal ejercida en unos momentos en los que las crisis
de subsistencia mermaban las arcas de los distintos municipios de las islas
63

supuso un impulso a la salida, principalmente clandestina, de muchos ca-


narios con el fin de evitar tener que hacer frente a tales pagos.

Factores de atracción:

a) La politica de atracción de mano de obra ejercida por las repúblicas hispanoame-


ricanas, ofreciendo al emigrante „múltiples ventajas‟ que aparecían ante sus ojos
como garantías de una vida más acomodada de la que llevaban en su tierra.

b) La tradición migratoria, que hacía que el ‘hacer las Américas’ fuese visto como
algo corriente, incluso transmitido de padres a hijos.

c) Las cartas de llamada por parte de los familiares afincados en América ejercieron
un poderoso influjo sobre el futuro emigrante.

d) El mito del ‘indiano’ (i.e., el emigrante que regresaba enriquecido) contribuyó al


nacimiento y potenciación del sueño del Samborondón americano.

Aspectos jurídicos:

Para poder comprender el desarrollo tanto de la emigración legal como de la clan-


destina, hemos de tener en cuenta las principales medidas de tipo jurídico tomadas por el
Estado español a la hora de contener o potenciar el fenómeno migratorio. En primer lugar
hay que destacar las R.R.O.O. de 1 de Octubre y de 6 de Noviembre de 1836, a tenor de
las cuales se dictó la prohibición de emigrar hacia las nacientes repúblicas americanas ;
las causas expuestas para tal resolución se basan en la inestabilidad interna de aquellos
países de reciente creación y en los sucesivos abusos cometidos por los capitanes de los
navíos de la emigración. Con respecto a esto último, veamos lo que nos dice J.A. Alvarez
Rixo sobre la expedición del bergantín goleta ‘Lucrecia’ realizada en 183695:

“Pero la más horrorosa y vergonzosa de las expediciones fue la que en el


Bergantín goleta Lucrecia hicieron el año 1836 Dn. Francisco y Dn. Antonio Mo
rales, hermanos, vecinos de Arrecife, donde tomaron parte de los pasajeros, y vi-
nieron a recibir la mayor porción del puerto de Cabras en Fuerteventura. La codicia
o la ignorancia les cegó, contratando más de los que cabían en su nave ; y al ver
64

que en ella ya no había plaza, picaron los cables e hicieron vela con 500 [...] Pero
a los que a bordo faltaron los víveres, se apuró todo, siendo tanta el hambre que se
sortearon e hicieron antropófagos ...”.

La denuncia de las condiciones en las que se realizaban estas expediciones viene


muchas veces de la mano de las autoridades insulares, las cuales, preocupadas por el trato
que recibían sus paisanos emigrantes, disponían en ocasiones algunas medidas de carácter
restrictivo. Sin embargo, a pesar de éstas y de las tomadas por el Gobierno central, el abu-
so continuó, adquiriendo cada vez mayores proporciones. La principal razón de esta con-
tradicción entre la teoría y la práctica estaba en función de los intereses que se creaban las
oligarquías locales en torno a la emigración. Para ellas, en efecto, ésta supuso no sólo una
válvula de escape para las tensiones sociales, sino también un remunerador negocio ; un
importante observador de la época, Francisco Ma de León, en un trabajo crítico sobre las
medidas prohibitivas impuestas por el gobierno español, decía96:

“... porque V.E. sabe que prohibidas como lo estaban las expediciones di-
rectas a los países independientes, principiaron los fraudes desde el momento mis-
mo de la prohibición, como principiará siempre en todas aquellas cosas en que el
lucro esté de una, y el deber de otra parte ; y V.E. sabe que en las muchas expedí-
ciones hechas a cada instante, los buques se despachaban para P. Rico y la Habana,
y los pasajeros se despide autoridades para Montevideo o Caracas ...”.

En virtud de la R.O.C. de 16 de Septiembre de 1853, S.M. la Reina autorizaba a


los canarios a emigrar libremente a las repúblicas latinoamericanas ; era la ansiada res-
puesta a una multitud de constantes súplicas elevadas desde las distintas esferas políticas
y sociales canarias. Así, el ya citado Francisco Ma de León criticaba la prohibición de emi-
grar sostenida hasta ese momento por el Gobierno de Madrid, ya que en su opinión “...
cuando aplicó el remedio del que voy hablando, hizo lo que un médico con un enfermo a
quien no ve porque está distante, que da medicinas para atacar el efecto del mal, pero no
conoce su origen, descuida la causa y subsiste la enfermedad ...”. Para poder llevar a cabo
esta política favorecedora se requerían, según este autor, unos pasos previos que evitasen
los pasados abusos: “... proporciónese que los canarios puedan colonizar ; proporció-
neseles protección en los estados independientes de América, singularmente en Montevi-
deo y en Caracas, y proporcióneseles política en los embarques, cumpliéndose religiosa-
65

mente lo que las ordenanzas de marina marcan, sobre el número de pasajeros con rela-
ción a las toneladas, y con relación a los mantenimientos que han de acopiarse ...”97. Co-
mo vemos, se estaba exigiendo, con una década de adelanto, lo que de manera oficial se
promulgaría en 1853. En esta R.O.C. se ponía un énfasis especial en la necesidad de ubicar
representantes españoles en las repúblicas americanas, con el objeto de salvaguardar los
derechos de los inmigrantes, controlar las diversas expediciones con la exigencia de una
Real Autorización y de inspeccionar el número de pasajeros, así como la cantidad y la ca-
lidad de los alimentos. La promulgación de la R.O. del 12 de Enero de 1865 refleja la ne-
cesidad que sentía en aquella época el Gobierno de añadir aquellos aspectos que conside-
raba imprescindibles para impulsar la emigración y evitar unos abusos que no cesaban.
En este mismo sentido de impulsar el movimiento migratorio se encuadra igualmente la
R.O. de 30 de Enero de 1873, por la que se suprimía el depósito de 320 reales de vellón
por pasajero que hasta ese momento tenían que depositar los dueños y armadores de los
buques en concepto de fianza. La eliminación del susodicho seguro suponía en realidad
una aún mayor desprotección del emigrante, que quedaba en manos de los intereses espe-
culadores de capitanes y armadores ; éstos, con el fin de sacar la máxima rentabilidad a
cada viaje, dispensaban un trato a los pasajeros que no siempre era el deseable, tal y como
lo apunta el siguiente suelto aparecido en la prensa local98:

“Los que suscriben, naturales de la provincia de Canarias y en la actualidad


residentes en la filantrópica y leal Antilla de P. Rico, protestan enérgicamente y en
debida forma contra las expediciones que se vienen sucediendo en esas islas, en
virtud del lamentabilísimo estado de la que llegara a este puerto el 5 del corriente
mes y año en el vapor francés Salvador [...]. 150 indviduos de ambos sexos y
diversas edades desembarcaron a las 6:30 de La tarde y pasaron aquella noche, casi
pudiera decirse á la intemperie.
Esto por una parte y por la otra el estado de abandono y miseria que en ellos
se estaba debido en su mayor parte al trato que á bordo recibieron ...”.

Ante la avalancha migratoria de la década de los 70, el Gobierno español optó por
buscar soluciones que evitasen la masiva pérdida de brazos que la emigración estaba
trayendo consigo ; para ello se hacía vital un profundo conocimiento de las motivaciones
que empujaban a la salida. En ese sentido se orientó la labor del Ministerio de Fomento,
que envió a las distintas provincias un Comisionado cuya misión consistía en indagar las
causas específicas del fenómeno migratorio y proponer, analizadas éstas, las posibles so-
66

luciones99. Simultáneamente se procedió a dictar nuevas normas que intentaban, si no


restringir directamente el tráfico de emigrantes, sí al menos regular el cumplimiento de
las disposiciones legislativas promulgadas hasta la fecha, en respuesta a las sucesivas de-
nuncias formuladas por los Gobernadores Civiles de las provincias sobre numerosas irre-
gularidades que se efectuaban no sólo durante la travesía, sino también en la expedición
de los documentos requeridos para el embarque. D. Tomás Iriarte, Gobernador Civil de la
provincia de Canarias, por ejemplo, manifestaba lo siguiente en una circular correspon-
diente al 30 de septiembre de 1881100:

“... la emigracion legal no es la que únicamente se fomenta por los medios


ya indicados sino que también y quizás con empeño más decidido, se favorece el
embarque clandestino de individuos sujetos a responsabilidad.
A fin de buscar la vigilancia de las autoridades, escójense puntos de embar-
que por playas solitarias [...] Por otra parte la deserción de mozos sujetos al servi-
cio de las armas es un mal de consecuencias inmediatas para los que permanecen
en estas islas [...] Siempre que se ha hecho inevitable en las Islas la emigración de
parte de sus habitantes, ha vístose despertar en ellas, y fuera de ellas el afán de lu-
cro, que no sería reprochable si se contuviera en sus justos límites, no tratara de
concluir la ley y no se fundara en la explotación de la desgracia y la miseria del
pobre emigrante ...“.

Por último habría que reseñar la R.O.C. de 21 de Enero de 1900, por la cual Cuba
y Puerto Rico, una vez reconocida su independencia, quedaban sometidos a las mismas
condiciones que el resto de las Repúblicas de América en materia de emigración.
67

7) REFLEJO DE LA EMIGRACION CA-


NARIA EN LA PRENSA LOCAL (Siglo
XIX)

Las últimas décadas del siglo XIX fueron las que registraron, según estudios reali-
zados por diversos autores, los más altos índices migratorios de nuestra historia, y más
concretamente entre 1881 y 1885, a causa de la depreciación de la cochinilla a partir de la
década de los 70, cuando debido a una crisis económica internacional, al descubrimiento
de los tintes sintéticos en Alemania y a la Guerra Franco-prusiana, entre otros factores,
disminuyó considerablemente la demanda de la grana canaria. El primer quinquenio de
los ochenta se presentaba, pues, como una etapa de importantísimos flujos migratorios de
canarios, que salían de su tierra hacia las posesiones españolas y los países de América
Latina, que, además, demandaban mano de obra en esos momentos. El principal destino
fueron las Antillas de la Corona, sobre todo Cuba, aunque no faltaron otros, como Vene-
zuela, México, Brasil o los Países del Río de la Plata. Consideramos a la prensa como una
fuente de suma importancia para indagar esta temática, ya que en ella aparecen cartas de
los emigrantes y orientaciones al isleño sobre cuáles eran los países que ofrecían las mejo-
res condiciones. Además, también se observan las propagandas publicadas por los ‘engan-
chadores’ de colonos y se reproducen algunos de los contratos de trabajo a los que se en-
comendaban los canarios, muchos de ellos con muy duras condiciones laborales. Durante
la segunda mitad del siglo XIX la prensa en Canarias experimentó, por otra parte, un espe-
cial auge ; surgió un elevado número de publicaciones de contenido político, sobre todo
en relación con el pleito insular. Muchas de ellas tuvieron una vida más bien corta, como
fue el caso de ‘La Democracia’, aquí estudiada. No obstante, puede afirmarse que todas
ellas influyeron en la población canaria, ya que, a pesar de ser ésta en su mayoría analfa-
beta, siempre había alguien que leía o comunicaba a los demás los contenidos periodísti-
cos en un bar o en la calle. Por ello, los problemas y las miserias experimentados por los
que salían eran conocidos por los que se quedaban gracias a la difusión de correspon-
dencia, noticias y opiniones. Hemos analizado el reflejo del fenómeno emigratorio en dos
68

rotativos tinerfeños sumamente significativos para ese momento: ‘El Memorándum’


(1880-84) y ‘La Democracia’ (1882, 1883 y 1884) ; transcribiremos únicamente aquellos
artículos que nos han parecido más relevantes en relación con el presente trabajo.

“El Memorándum” (Periódico independiente)

10 de Enero de 1880:

Canarios afincados en San Juan de Puerto Rico denuncian, en una Carta al Direc-
tor, estado de abandono y miseria en que llegaron a esa isla caribeña 150 paisanos que
iban en un vapor francés procedente de Santa Cruz de Tenerife, quienes quedaron aquella
noche sin techo. Las deficientes condiciones higiénicas y el mal trato recibido a bordo son
también objeto de queja por parte de los autores de esta correspondencia, los cuales acon-
sejan a los lectores que no se dejen llevar por las falsas propagandas de los enganchadores
de emigrantes, ya que, según ellos, pintaban la emigración a América con muy vivos colo-
res, y luego resultaba ser todo lo contrario.

1 de Febrero de 1880:

E. S. Tebán aconseja a los Canarios que no emigren a Cuba, por su mala situación
política y económica. Además denuncia el tráfico que se había perpetrado con 7 jóvenes
canarias para destinarlas a la prostitución en Cuba, engañadas por su contratador. También
señala la indignación de la Asociación Canaria en la isla caribeña y el aumento del oficio
de billetero entre los canarios que se encontraban sin trabajo.

15 de Febrero de 1880:

El periódico se muestra contrario a las condiciones de la emigración a Brasil. El


autor se indigna porque Francisco Ferreira de Moraes, natural de Río de Janeiro, trata de
someter a los canarios a servicios personales durante cinco años, lo que equipara a una es-
clavitud temporal. Ofrece, a su vez, una copia del contrato que suministraba este brasileño
a los posibles emigrantes, que básicamente consiste en el pago del pasaje, el alojamiento
y un sueldo por parte del contratante a cambio de que el colono se quede durante 5 años
69

en las tierras de destino sin poder romper el contrato. Este artículo de opinión indica a los
lectores las desventajas que esa situación supone, ya que no conocen las tierras de destino
ni al dueño y no tienen derecho, según la contrata, a abandonar el lugar en caso de desfa-
vorables condiciones.

20 de Febrero de 1880:

Los contratos de emigración del señor Ferreira tratados en el número anterior son
comentados otra vez por el medio. Ahora se señala que este contrato, aun con el inconve-
niente que exige permanecer cinco años en las tierras de destino, es el que más garantías
y seguridades ofrecía hasta ese momento desde el punto de vista legal. Después se habla
de que Brasil posee un clima perjudicial en algunas de sus zonas. Sorprende, desde luego,
este cambio de postura tan rápido: en tan solo cinco días se pasa de la indignación por las
malas condiciones de emigración propiciadas por el señor Ferreira a manifestar que es el
que más garantías ofrece.

1 de Septiembre de 1880:

Una carta desde Cuba vuelve a tratar los abusos de los contratadores americanos
para con los inmigrantes canarios. La compañía del bergantín ‘Juanito’, incumpliendo las
condiciones del contrato, negó alimentos y alojamiento a los menos aptos para el trabajo.

1 de Agosto de 1881:

Se trata de una carta datada en San José de Costa Rica a 22 de Junio de 1881. En
ella aparece un contrato entre el Gobierno de esa república y el canario Esteban Ma Perera.
El acuerdo le obliga a introducir en ese país un mínimo de 8.500 personas blancas de am-
bos sexos aptas para la agricultura en un plazo de 9 años, a mil anualmente. A este señor,
a cambio de llevar emigrantes, se le adjudicaban tierras en la comarca costarricense de Li-
món (dos millas de ancho por 19 de largo en usufructo), que irían pasando a su propiedad
gradualmente con la llegada de cada emigrante.
70
71

5 de Septiembre de 1881:

Se reproduce un artículo del periódico ‘El Clamor de la Patria’ (6-VI-1881) en el


que canarios residentes en Cuba muestran su indignación al gobernador de esa provincia
y al Ministro de Ultramar por el tráfico de mujeres efectuado desde Canarias hacia La Ha-
bana. Según el texto se trata de jóvenes engañadas por los contratistas para que emigren,
y al llegar a la isla caribeña se las vende al mejor postor por un precio entre 60 y 150 pe-
sos.

5 de Octubre de 1881:

El gobernador de la provincia de Canarias dice en este artículo que las principales


causas de la emigración masiva que experimenta el Archipiélago en esos años es la depre-
ciación de la cochinilla, que constituía el principal elemento de riqueza de las Islas, y la
sequía de este momento, que había ocasionado la casi total pérdida de las cosechas de ce-
reales. Indica que esas circunstancias impulsan a los isleños a buscar los recursos necesa-
rios para la vida en las Antillas y en el continente americano. Condena, además, a los que
se lucran de la desgracia ajena de los habitantes que se ven en la obligación de emigrar,
ya que según él, muchos contratadores de colonos se aprovechaban de la situación para
explotarlos. El autor recuerda las funestas consecuencias de la emigración a Venezuela en
1874-1875 y pide a los alcaldes, autoridades y “personas de buena voluntad” que vigilen
por las medidas y leyes de la emigración legal y denuncien la ilegal ; para que no se pro-
duzcan abusos, añade.

l5 de Octubre de l88l:

El autor indica que la emigración es un efecto dolorosísimo, y no una causa. Si no


desaparece la causa (crisis económica de la cochinilla), añade, no finalizará el mal de las
masivas salidas de población hacia América.
72

5 de Febrero de 1882:

Un habitante de Granadilla manifiesta la mala situación de la época. Dos años de


sequías en el Sur de Tenerife, con la consiguiente reducción de las cosechas, y la bajada
del precio de la cochinilla habían supuesto el estado de penuria de muchas familias, con
lo que la emigración a América tomó gran impulso, comenta el autor. Según dice, los
agentes estimuladores de la migración abundaban por los pueblos, debido a que ganaban
un duro por cada pasajero que consiguiesen. También denuncia que muchos individuos
sujetos a quintas o ya en las milicias optan por atravesar el Atlántico, lo que supone el
perjuicio de terceros que tienen que ir a cubrir sus plazas.

1 de Abril de 1882:

Un folleto mandado por José Curbelo desde La Habana propone transportar gratui-
tamente a Cuba, a cargo del Estado, a agricultores de las provincias de la Península, Balea-
res y Canarias hacia la isla caribeña. A cambio, manifiesta el autor, España obtendría be-
neficios por el incremento de producción en Cuba (más exportaciones) y por las importa-
ciones de productos peninsulares a la Isla para mantener a esos trabajadores. Debían ser
un total de 600.000 colonos en diez años, transportándoles gratis y garantizándoles un
porvenir en las nuevas tierras. A su vez se pretende crear de una Junta Protectora de la
Inmigración Agrícola, compuesta por dos individuos de cada provincia, que asegure las
buenas condiciones del viaje y anuncie las ventajas ofrecidas a las familias agricultoras y
artesanas que deseen emigrar.

20 de Junio de 1882:

José Curbelo vuelve a informar a los lectores con una carta del proyecto de inmi-
gración que pensaban llevar a cabo algunos hacendados cubanos. Para ello manda un re-
corte de ‘La Aurora de Matanzas’, periódico de Cuba, qué aclara lo que proponen los pro-
motores del plan migratorio. En éste se relata la necesidad de los terratenientes de la isla
caribeña de recibir nuevos trabajadores y la remuneración, a cargo del presupuesto de Cu-
ba, de los importadores de inmigrantes: de 12 a 15 pesos por cada canario, de 15 a 20 por
cada europeo y de 30 a 40 por cada asiático.
73

15 de Octubre de 1882:

El autor escribe al periódico desde Cuba señalando que entre los proyectos de mi
gración más aceptables se encuentra el del paisano José Curbelo, quien se propone en la
empresa de que forma parte atraer trabajadores a la Antilla española. A las familias cana-
rias que lo deseen se les propone ir a trabajar en 6 grandes ingenios azucareros de una de
las zonas más fértiles de la Isla, según el autor, y se les ofrece un anticipo de viaje, una
caballería de tierra sembrada de caña, una vivienda y un pequeño lote de tierra para poner-
lo en producción, que también se les asigna para la siembra de viandas y hortalizas. A
cambio, como indica en la carta, las familias tendrían que abonar 160 duros al año, durante
5 décadas, que es lo que dura el convenio, quedando en esa fecha los colonos dueños del
terreno.

1 de Enero de 1883:

Se habla de un contrato realizado entre el Gobierno de México y el canario Gumer-


sindo Hidalgo, quien se compromete a llevar 1.000 familias canarias a dicha República.
Se añade que ya salieron para Cuba 300 trabajadores naturales del Archipiélago y se confa
en que sea una buena contrata. El autor matiza que luego se debe cumplir y se queja de la
mala situación en esos momentos de muchos isleños en Cuba.

20 de Febrero de 1883:

El autor indica que la depreciación de la cochinilla, la sequía de 7 años, salvo un


pequeño período intermedio, y los excesivos impuestos sobre la propiedad, el comercio y
la industria son las causas del precario estado experimentado, uno de los más calamitosos
del Archipiélago. Añade que la emigración crecía de un modo tan asombroso que iban a
quedar despobladas las islas de Fuerteventura, Lanzarote, el sur de Tenerife y el de Gran
Canaria. Se lamenta de que millares de familias canarias se dirijan a Cuba, Venezuela, los
países del Río de la Plata, México y Brasil, despoblándose así las Islas Canarias por no
haber ni agricultura ni comercio. Pone el ejemplo de Lanzarote convertida, según él, en
un campo de soledad y tristeza, y se queja de la presión fiscal, que crece y eleva las cargas
sobre los campesinos, propiciando el embargo de sus propiedades y la consiguiente emi-
gración.
74

25 de Febrero de 1883:

Francisco Lorenzo y Díaz escribe a „El Memorándum‟ para comunicar a los lecto-
res que deseen trasladarse a México a trabajar que los hacendados de aquel país ofrecen
“ventajosísimas condiciones, mejores que las de ningún otro”. Señala que a los colonos
se les pagará el pasaje y que estima beneficioso la marcha a esa nación de los que tienen
la necesidad de emigrar. Añade que ha contratado al bergantín Juanito y que saldrá a fina-
les de Marzo próximo hacia esas tierras.

20 de febrero de 1884:

El director del medio, J. M. Pulido, reproduce una carta enviada por canarios resi-
dentes en Cuba. En ella se denuncian los engaños de que hacían objeto muchos contratistas
a los emigrantes canarios, abusando de su ignorancia y de su buena voluntad, ya que los
hacían suscribir contratos nefastos para ellos. Los naturales del Archipiélágo, dice el autor,
eran los inmigrantes que más beneficio aportaban a la Gran Antilla en las labores agrícolas
; en cambio, no sólo eran los más pobres, sino también los menos considerados. Avanzada
la carta se aporta un artículo de ‘El Palenque’ basado en el testimonio de tres agricultores
isleños, en el que se informa de que más de 600 canarios permanecían encerrados en la
fragata ‘Gran Canaria’, detenidos y vigilados como esclavos, a la espera de que fuesen
sus hacendados a comprarlos. Según el escrito, estaban en un estado lastimoso, carecían
de los alimentos más necesarios, de médico (murieron dos niños) y habían llegado engaña-
dos por el capitán Arocena, que les hizo creer en un viaje en mejores condiciones y les
dio un pésimo trato.

24 de febrero de 1884:

La Asociación de Beneficencia Agraria, por medio de su presidente Sixto Lecuona,


escribe desde Matanzas (Cuba) una carta al director de „El Memorándum‟ donde se mues-
tra a favor de la inmigración de canarios en familia a la Antilla española, como la mejor
manera de colonizar, pero, a su vez, condena la actitud de muchos contratistas deshonro-
sos, y recomienda a los campesinos que, a la hora de emigrar, permanezcan alerta, obren
de común acuerdo y con conocimiento de causa.
75

“La Democracia” (Periódico político)

27 de Marzo de l882:

Proyecto de emigración de quinientos o seiscientos mil isleños en un plazo de 10


años para formar una nueva colonia agrícola en Cuba. Este tipo de colonos convienen, se-
gún el autor, para ahogar toda idea separatista y evitar una nueva guerra civil. Se ve la
necesidad de emigrar de muchos canarios por las constantes sequías de los últimos años
y por la depreciación y falta de demanda de la cochinilla en los mercados internacionales.
También se denuncia a los que se aprovechan de las situaciones de miseria de los braceros
y pequeños labradores, que son contratados en muy malas condiciones y para ser explo-
tados, como el caso indicado de una emigración de no hacía mucho a Venezuela. Estamos
ante un claro ejemplo de la colonización de canarios para blanquear la población de Cuba,
con lo que se trataba de evitar rebeliones de esclavos y nuevas tendencias secesionistas.
Los isleños iban, pues, a partir de estos momentos, no sólo a poblar tierras de labranza,
sino también a defender los intereses de la Corona española.

17 de Abril de 1882:

Continuación de la propuesta del lunes día 27 de Marzo. El autor señala que para
atraer a inmigrantes canarios a Cuba hay que llevarlos gratis y asegurarles un buen porve-
nir. Habla de las ventajas que tiene sobre otros lugares por sus similitudes en la lengua y
las costumbres y por no perder la nacionalidad española. Señala que es necesario que los
recursos para facilitar la colonización sean prestados por el Gobierno español, proporcio-
nando buenas tierras, y dentro de 50 años serían amortizados con intereses por los nuevos
pobladores de la isla caribeña.

27 de Abril de l882:

José Curbelo continúa explicando su proyecto de emigración a Cuba. Indica que


sería llevado a cabo por la Junta Protectora de la Colonización y garantiza a todos los ca-
narios que deseen emigrar que alli se les aportarían tierras para cultivar caña de azúcar,
bien gubernamentales o de los hacendados. Añade que los puntos de establecimiento son
76

muy buenos: cercanos al río, a la costa o al ferrocarril, para poder transportar las produc-
ciones agrícolas fácilmente. Este autor defiende el sistema de colonización de pequeñas
propiedades, porque atrae a más brazos para la caña que el régimen de jornaleros, ante la
necesidad de mano de obra tras la abolición de la esclavitud en Cuba. Menciona el caso
de Puerto Rico, donde faltaron trabajadores a los hacendados por no optar por ese método
e indica que los grandes propietarios se dedicarían al refino de la caña, no perdiendo así
sus beneficios. También afirma Curbelo que con este reparto de la propiedad en familias
se evitarían, además, los problemas politicos existentes entonces en Cuba (movimientos
separatistas). Al final del texto aparecen las inversiones que tendrían que realizar las fami-
lias canarias, haciendo especial mención de las de mala situación económica, y los supues-
tos beneficios obtenidos, estimulando así a la emigración.

27 de Abril de 1882:

El autor informa de la miseria que están viviendo en esos momentos el Sur de Te-
nerife y la isla de La Gomera, donde sus habitantes se alimentaban con las tuneras y con
raíces de helechos.

12 de Junio de 1882:

El pueblo de Guía de Isora solicita el perdón de las contribuciones al Gobierno por los
años de calamidades vividos.

15 de Marzo de 1883:

El autor escribe desde el norte de Tenerife diciendo que ha llovido en el último


mes, lo que hizo renovar las esperanzas, comenta, de propietarios y labradores. Pensaban
cultivar caña de azúcar para sustituir la grana en crisis, y si no diera resultado, añade, se
verían obligados a ‘liar el petate’ y encomendarse al primer contratador para el Brasil,
México, Venezuela o cualquier otro punto. Vuelve a aparecer la crisis agrícola de la co-
chinilla como la principal causa de la emigración.
77

20 de Diciembre de 1883:

Se exponen las reglas dictadas por el Gobierno y que deben observar todos los
emigrantes españoles, para evitar las salidas clandestinas. Se hace especial hincapié en
presentar documentos que demuestren que se está libre de obligaciones de quintas y con
la justícia. Para los menores y las esposas era necesaria la autorización de sus padres y sus
maridos respectivamente, y también se exige a los contratantes una serie de requisitos:
comida suficiente y precauciones sanitarias en los barcos, que el pago de los pasajes no
pase de una tercera parte de los salarios y que el plazo de pago no exceda de los dos años.
Según el comunicado, los que no atendiesen esas medidas serían sancionados, y el permiso
para embarcar debía darlo el Gobernador de cada provincia.
78

RECAPITULACION FINAL

En el transcurso de esta exposición hemos intentado ser coherentes con una serie
de criterios teóricos y premisas de partida que han constituido el eje de la misma. En nues-
tra opinión la formación social canaria desde la conquista castellana hasta bien entrado el
siglo XIX se ha caracterizado por una serie de elementos socioeconómicos que experi-
mentaron muy pocas variaciones durante esos tres siglos. Las Islas, desde el siglo XVI, se
pueden definir como unas sociedades fundamentalmente agrarias con un claro contraste
en las formas de tenencia de la tierra: de un lado la pequeña propiedad destinada al auto-
consumo y al mercado local, y de otro la gran propiedad, destinada al mercado exterior.
La organización de la economía canaria, lógicamente, estaba basada en las características
del medio fisico y de sus recursos, por lo que los dos tipos de propiedad anteriormente ci-
tados conformaban una unidad estructural en la que la segunda de ellas necesitaba a la
primera para subsistir y reproducir el sistema. Pensamos, por otro lado, que la formación
social canaria desde el siglo XVI hasta principios del XIX no puede ser considerada como
una formación social capitalista, en la medida en que ni el desarrollo de las fuerzas pro-
ductivas ni las relaciones sociales de producción eran, a nuestro entender, de ese tipo, lo
cual, unido a la inexistencia de un mercado regional articulado, nos hace pensar más bien
en una sociedad feudal, pero no en el sentido de la Europa Occidental de la Plena y Baja
Edad Media, sino presentando una característica fundamental que la diferenciaba y en
cierto sentido la hacía comparable a otras formas decadentes del feudalismo: los grandes
propietarios obtenían sus beneficios en el mercado exterior; esto es, las relaciones de pro-
ducción eran feudales, pero el excedente se rentabilizaba mediante relaciones mercantiles.

Los cambios que se produjeron a mediados y finales del siglo XVIII en las formas
de propiedad de la tierra a consecuencia de la crisis del vino no nos parecen un elemento
realmente transformador de la realidad social, ya que, a nuestro juicio, no basta un cambio
de la estructura de la propiedad para transformar su dinámica general, en la medida en que
no afecta al desarrollo de las fuerzas productivas y que al reproducir formas similares de
explotación y obtención de rentas simplemente se adaptan a la realidad preexistente101.
79

Las formas básicas de arrendamiento de la tierra eran la ‘enfiteusis’ o censo, la ‘aparcería’


y la ‘medianería’102 ; a éstas se les unía en el sector exportador el trabajo asalariado, y en
el subsistencial la explotación directa por parte del pequeño propietario. El trabajo
asalariado no era, como hemos visto, la forma dominante en el seno de las relaciones
sociales de producción, por lo que es dificil caracterizar cómo „capitalista‟ a la sociedad
de las Islas desde esta perspectiva. La integración de ambos sistemas se realizaba de forma
que la zona dedicada al autoconsumo fuese capaz de reproducir a la fuerza de trabajo para
que a su vez ésta se insertase en las labores de los cultivos de exportación y propiciando
rentas a los terratenientes. La agricultura de autoconsumo y/o de mercado interior estaba
destinada a la supervivencia de las unidades domésticas que intercambiaban sus
excedentes mediante el trueque, lo cual constituye el indicador de una fuerte autarquía
territorial.

Para que este sistema entrase en quiebra debería romperse por su sector
fundamental, que a nuestro entender era la agricultura de mercado interior.
Consideramos que este proceso se produjo a partir de la implantación de la
cochinilla como cultivo central, de la instauración del régimen aduanero
puertofranquista, de la desamortización y de una actitud tendente al cambio de
forma de obtener beneficios por parte de las clases dominantes de las Islas. Estos
cuatro procesos contribuyeron a debilitar las relaciones económicas tradicionales
y provocaron el tránsito de la economía canaria hacia el capitalismo, que en un
plazo de 60 años (1a década del siglo XX) ya estaba consolidado plenamente. El
principal hito que marca la integración de nuestra economía en el sistema
capitalista estaría constituido por la integración económica de Canarias en la red
imperial británica ; a esto se le uniría el arrendamiento de tierras y la
reorientación de la producción agraria efectuada por los británicos en las dos
últimas décadas del siglo XIX, que convertiría al trabajo asalariado en relación
de producción dominante y marcaría el modelo económico canario hasta la
primera mitad del presente siglo. Todas estas tendencias se reforzaban con dos
elementos tales como la emigración como válvula de seguirdad del sistema y un
poder político formado por la terratenencia tradicional y apoyado por los grupos
mesocráticos, que se perpetuaba en el poder no sólo por su coherencia como
80

clase, sino también porque la estructura económica, aplastantemente agraria,


facilitaba el control oligárquico y paternalista de este grupo sobre la gran masa
de la población. La inexistencia de un mercado interno bien articulado entre islas
y el elevado grado de autarquía territorial en lo referido a la subsistencia, unido
a una vocación exportadora de las islas centrales, constituye un elemento
fundamental no sólo para explicar la dinámica económica, sino también para
entender la cohesión interna de las clases dominantes y el denominado „pleito
insular‟, o lucha de dos bloques de poder endogámicos.

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81

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NOTAS
1
BERGASA, O., y GONZALEZ VIEITEZ, 1969, Desarrollo y subdesarrollo en la economía canaria, Madrid
2
TAMAMES, R., 1971, Estructura económica de España, Madrid, Alianza
3
BERGASA, O., y GONZALEZ VIEITEZ, op. cit., pg. 124 ; GUNDER FRANK, André, 1967, Capitalismo y subde-sarrollo
en América Latina, México, Siglo XXI ; ROMANO, Roggiero y LUJÁN, Mario, 1970, “A propósito de ‘Capitalismo y
subdesarrollo en América Latina’, de André Gunder Frank”, en Desarrollo Económico, Vol. 10, No 1, pp. 285.292
4
WALLERSTEIN, 1., 1974, El moderno sistema mundial (1), Madrid, Siglo XXI
5
MORALES LEZCANO, Víctor, 1966, Síntesis de la historia económica de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, Cabildo
Insular, pg. 43
6
Ibid., pg. 7
7
MATEO DIAZ, José, 134, Esquema de Historia Económica de las Islas Canarias, Universidad de La Laguna
(fotocopia), pg. 15
8
Ibid., pg. 50
9
Ibid., pg. 19
10
MORALES LEZCANO, op. cit., pg. 16
11
Ibid., pg. 17
12
MATEO DIAZ, op. cit., pp. 18-19
13
MORALES LEZCANO, op. cit., pp. 8 ss.
14
BRAUDEL, Fernand, 2001, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México Fondo de
Cultura Económica
15
MATEO DIAZ, op. cit., pg. 22
16
MORALES LEZCANO, op. cit., pg. 9
17
Ibid., pp. 10-11
18
MATEO DIAZ, op. cit., pg. 16
19
Ibid., pg. 27
20
MORALES LEZCANO, op. cit., pp. 12 ss.
21
LADERO QUESADA, Miguel Angel, 1977, “La economía de las Islas Canarias a comienzos del siglo XVI”, en
MILLARES TORRES, Agustín, Historia General de las Islas Canarias (III), Las Palmas de Gran Canaria, EDIRCA, pp.
124-25
22
Básicamente en Seville et l’Atlantique, París, SEVPEN, 1955-1960, 12 vol.
23
LADERO, op. cit., pp. 132 ss.
24
Ibid., pp. 137-38
25
MORALES LEZCANO, op. cit., pp. 15 ss.
26
Vid., supra
27
Ladero complementa esta información: “Los genoveses formaban el núcleo más importante de este gru-po
minoritario. Valencia, Granada y Málaga, Sevilla y Cádiz, Lisboa y Madeira habían sido sus etapas ante-riores de
colonización mercantil. Llegaron a Canarias, por lo tanto, con métodos de acción muy maduros y capitales fuertes.
Los Riberol, Francisco Palmaro o Palomar y Jerónimo de Orerio en Gran Canaria, Mateo Viña, Bautista Ascanio,
Cristóbal Ponte y Tomás Justiniano en Tenerife ; tales son los nombres más destaca-dos de inversores de capital,
explotadores de ingenios azucareros y vecinos que se encuentran siempre en-tre las personas más ricas y con
mejores tierras de las islas ... En lo que respecta a la llegada de mercaderes atlánticos hay que señalar que fue
algo más tardía: fueron bretones y normandos, alemanes y flamencos interesados también en el negocio de la
caña de azúcar. Por ejemplo, Jácomo Groenenbach o Monteverde, de Amberes, que adquirió las plantaciones de
Tazacorte, en La Palma, poco después de 1510, o los Van de Valle, originarios de Brujas. Ingleses establecidos en
las islas apenas los hubo antes de mediar el siglo XVI, pero su llegada obedecería también a idénticas
motivaciones mercan - tiles”. [LADERO QUESADA, op. cit., pg. 129]
28
MORALES LEZCANO, op. cit., pp. 18-19
29
Ibid., pp. 20 ss.
30
Traficantes ilegales. [N.A
31
MATEO DIAZ, op. cit., pg. 23
32
MORALES LEZCANO, op. cit., pg. 21
85

33
BETHENCOURT MASSIEU, Antonio, 1977, “Canarias y el comercio de vinos (siglo XVII)”, en MILLARES TO-RRES,
op. cit., pp. 266-67
34
Ibid., pg. 268
35
MORALES PADRON, Francisco, 1977, “Las relaciones comerciales canario-americanas”, en MILLARES TO-RRES,
op. cit., pg. 318
36
Ibid., pp. 323 ss.
37
Ibid., pp. 321-22
38
BETHENCOURT, op. cit., pp. 269 ss.
39
MORALES LEZCANO, op. cit., pg. 30
40
Ibid., pp. 31 ss.
41
Ibid., pp. 34-35
42
Ibid., pp. 36 ss.
43
MATEO DIAZ, op. cit., pp. 29 ss.
44
Ibid., pp. 36 ss.
45
Ibid., pp. 40 ss.
46
Ibid., pp. 43 ss.
47
Exposición del R.D. de 11 de julio de 1852.
48
GUIMERÁ PERAZA., M.; 1989, Los puertos Francos en el siglo XIX: Textos, Santa Cruz de Tenerife, Lito-grafia
Romero, pp. 100 ss.
49
CARBALLO COTANDA., A.; 1972, Canarias región polémica. Análisis crítico del régimen económico fiscal del
archipiélago, Madrid, EDICUSA, pg. 49-50
50
BRITO, O., 1989, El tránsito a la contemporaneidad (Historia Popular de Canarias, 5), La Laguna, CCPC, pg. 52
51
BOURGON TINAO, 1982, Los puertos francos y el régimen especial de Canarias, Madrid, Instituto de Es-tudios
de Administración Local
52
CARBALLO, op. cit., pg. 64
53
MATEO DIAZ, op. cit., pg. 25
54
CARBALLO, op. cit., pg. 65
55
BOURGON TINAO, op. cit., pg. 101
56
MILLARES CANTERO, A., 1977, “Sobre la gran propiedad en las Canarias Orientales (Para una tipificación de la
terratenencia contemporánea)”, en MILLARES TORRES, op. cit., V, pg. 258
57
BRITO, op. cit., pg. 11
58
Una aproximación al estado actual del agua en las islas está en RODRÍGUEZ BRITO., W, 1996, Agua y agricultura
en Canarias, La Laguna, CCPC
59
MILLARES CANTERO, op. cit., pg. 285
60
MARTIN RUIZ, J. 1977, “El desarrollo histórico de la población canaria: la evolución del régimen demo-gráfico
antiguo (1520-1940)”, en MILLARES TORRES, op. cit., V, pp. 211-212
61
VARIOS, 1980, Nueva Enciclopedia Larousse (VI), Barcelona, Planeta, pp. 2.835-36
62
BELTRAN Y ROSPIDE, Ricardo, 1890, Artículo “Desamortización”, en VARIOS, Diccionario Enciclopédico Hispano-
Americano de Literatura, Ciencias y Artes (VI), Barcelona, Muntaner & Simón, pg. 344 ; “En 1523, Carlos I, logró
del Papa Adriano VI vincular a perpetuidad la Administración de los maestrazgos de las Or-denes Militares ...
Merced a bulas concedidas por Clemente VII, Paulo III y Paulo IV, en el siglo XVI, se pro-cedió a la secularización
y desmembración de diversas villas, lugares y heredamientos pertenecientes principalmente a las órdenes de
Santiago y Calatrava, situados en distintas regiones del antiguo reino de Castilla y León. Estas ventas iniciadas
por Carlos I, continuaron con Felipe II. año en el que Carlos I obtuvo del Papa Julio III una bula por la que se le
permitió enajenar bienes hasta el valor de 40.000 ducados de renta. En 1574, Felipe II quedó autorizado para
disponer de villas, lugares, jurisdicciones, etc. Esta medida, apoyada por posteriores disposiciones, llevó a que
tuvieran lugar numerosas ventas que se realizaron len-tamente y que continuaron incluso en el siglo XVII,
afectando a posesiones de todo el reino y de modo es-pecial al Arzobispo de Toledo”. [OJEDA QUINTANA, José
Juan, 1977, “La Desamortización en Canarias, 1836 y 1855”, en Cuadernos Canarios de Ciencias Sociales, No 3),
La desamortización de bienes proceden-tes de iglesias y monasterios tuvo lugar a partir de 1551, Las Palmas de
Gran Canaria, Caja Insular de Aho-rros, pp. 17-18]
63
NADAL, Jordi, 1982, “El fracaso de la Revolución Industrial en España, 1830-1914”, en CIPOLLA, Carlo M. (ed.),
Historia económica de Europa (4. Nacimiento de las sociedades industriales, II), Barcelona, Ariel, pg. 199
86

64
Melchor Rafael de Macanaz (1670-1760). Fue nombrado en 1714 Fiscal del Consejo de Castilla: “Enton-ces el
rey (Felipe V) le pidió un informe que expusiese el punto de vista de la corona en la querella que des-de 1706 le
enfrentaba a Roma, sobre todo respecto a la cuestión de las regalías. Este informe, en principio secreto, fue
conocido por la Inquisición, y el cardenal Giudice, inquisidor general, le condenó como hereje. Felipe V destituyó
al cardenal e hizo anular la resolución, pero, tras la intervención de Alberoni y de Isabel Farnesio, el rey revocó
estas decisiones. Macanaz, que se encontraba en Francia, no regresó al país ...”. [VARIOS, Nueva Enciclopedia
Larousse, op. cit., XII, pg. 6.015]
65
Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez (1723-1803), Tratado de la regalía de amortización (1765). Marcelino
Menéndez Pelayo comenta lo siguiente acerca de esta obra: “Es el de Campomanes libro de mucha erudición,
pero atropellada e insegura, donde llega a citarse como ley de amortización un canon del concilio III de Toledo
referente a los siervos del fisco ... Bueno será advertir que Campomanes no propo-ne ni defiende el inicuo despojo
que luego hizo Mendizábal, sino que se limita a recopilar las leyes antiguas que ponen tasa a las adquisiciones de
manos muertas y, apoyado siempre en el derecho positivo, intenta prevenirlas para en adelante, lo cual no dejaba
de ser un ataque, aunque indirecto y menos escandaloso, al derecho de propiedad, siendo vano subterfugio el
decir que la ley no tendría por objeto prohibir a los eclesiásticos adquirir bienes raíces, sino prohibir a los seglares
enajenárselos”. [MENENDEZ PELAYO, Mar-celino, 1987, Historia de los heterodoxos españoles (II), Madrid, BAC,
pg. 433]
66
Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), Informe en el expediente de la Ley Agraria (1795). Según Jovellanos,
la reforma económica española debía comenzar por la desamortización, tanto civil como ecle-siástica. La Iglesia,
en su opinión, debía volver a su “pacífico ministerio”, dentro del cual carecía de razón de ser la perpetuación de
la amortización territorial que se le había concedido durante la Reconquista ; creía, por otro lado, que era la
propia Iglesia la que debía encargarse, ateniéndose a motivos estrictamen-te morales, de esa tarea
desamortizadora ; en el caso de que se resistiese a ello –lo cual era, por supuesto, previsible-, bastaría con
detener el proceso de desamortización para el futuro. En cuanto a la desamortiza-ción civil, consideraba que
tampoco la nobleza tenía ya la misión guerrera que se le había encomendado antaño ; el método desamortizador
que proponía en este caso era similar al propugnado para la desamor-tización eclesiástica. [ABELLAN, José Luis,
1981, Historia Crítica del pensamiento español (3. Del Barroco a la Ilustración), Madrid, Espasa-Calpe, pg. 572]
67
Gerónimo de Ustáriz/Ustáriz (1670-1732)
68
José Moñino, conde de Floridablanca (1728-1808). Beltrán y Rózpide dice lo siguiente en relación con el tema
que nos ocupa: “En el mismo año (1766) hubo un alboroto popular en Cuenca, á donde fue enviado Moñino con
encargo de hacer las indagaciones judiciales más conducentes al esclarecimiento de lo ocurri-do. Entretanto, el
obispo de dicha ciudad, D. Isidro Carvajal y Láncaster, escribía al confesor de Carlos III una grave y destemplada
carta afirmando que la Iglesia estaba saqueada en sus bienes, ultrajada en sus ministros y atropellada en su
inmunidad, de las cuales causas provenían los males de la nación española. D. José Moñino, como fiscal de lo
criminal, dilucidó y redujo á la nada los todos los puntos de la representa-ción en una alegación sumamente
notable. Del dictamen del Consejo extraordinario nombrado para averi-guar el origen de varios alborotos, se
derivó la Real Pragmática de 2 de abril de 1767 sobre el extrañamien-to de los Jesuitas y la ocupación de sus
temporalidades, y para tratar de que éstas tuvieran el mejor destino posible fueron agregados á dicho Consejo
varios arzobispos y obispos, y el fiscal D. José Moñino”. [BEL-TRAN Y ROZPIDE, op. cit.,, XIII, pg. 427]
69
OJEDA, op. cit., pg. 19
70
BELTRAN Y ROZPIDE, op. cit., pg. 344
71
OJEDA, op. cit., pp. 20 ss.
72
Ibid., pp. 31 ss.
73
ibid., pg. 39
74
Ibid., pg. 42
75
Ibid., pg. 43
76
Ibid., pp. 45-46
77
Ibid., pp. 50 ss.
78
Ibid., pp. 64 ss.
79
Ibid., pg. 71
80
Ibid., pg. 72
81
Ibid., pp. 73-74
82
Ibid., pg. 75
83
Ibid., pg. 76
87

84
Ibid., pp. 89 ss.
85
Ibid., pg. 93
86
Ibid., pg. 96
87
Ibid., pp. 178 ss.
88
MATEO DIAZ, op. cit., pp. 26-27
89
MORALES LEZCANO, Víctor, 1977, “Esbozo …, op. cit., pg. 294
90
Estas ideas aparecen en un informe inglés de 1919 citado por MORALES LEZCANO, 1977, op. cit., pg. 295
91
MATEO DIAZ, op. cit., pg. 39
92
GALVÁN & MARTINEZ de AZAGRA., op. cit., pg. 4
93
NOREÑA SALTO, Teresa, 1991, “La restauración: Oligarquía y caciquismo”, en VARIOS, Historia de Cana-rias,
No 44, Las Palmas de Gran Canaria, Prensa Ibérica
94
MARTÍN RUIZ, Juan Francisco, 1992, “El proceso migratorio Canarias-America: emigración y retorno. Las
implicaciones sociodemográficas, económicas y espaciales en uno y otro lado del Atlántico”. En Coloquio de
Historia Canario-Americana, no IX (1990), Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular
95
ALVAREZ RIXO, J.A. 1982, Historia del Puerto de Arrecife, Santa Cruz de Tenerife, Cabildo Insular, pp. 168-169
96
PAZ SANCHEZ, Manuel de, 1992, La esclavitud blanca, Santa Cruz de Tenerife, Taller de Historia, pg. 133
97
ibid., pg. 136
98
Memorandum, año 6, No 384, 10-I-1880
99
DIAZ PEREZ, N., 1882,Dictamen sobre las causas y origen de la emigración en las provincias de Baleares y
Canarias, Madrid, Ministerio de Fomento, pg. 21
100
Memorandum, año 8, No 510, 5-X-1881
101
Un trabajo bastante bien documentado y fundamentado teóricamente que trata de estas cuestiones es el de
Núñez Pestano, cuya hipótesis central es la siguiente: “... en relación con el aumento de la deman-da de tierras
por parte de todos los grupos sociales de la comunidad rural, y con el aumento de beneficios que origina el alza
de los precios de la subsistencia, se produjo un proceso de acumulación de tierras en manos de los grupos
dominantes de la sociedad del Antiguo Régimen y de la burguesía rural, quienes se benefician de la ruina del
pequeño cultivador vitícola (que poseía tierras en régimen de’ censo o mediane-ría perpetua en las áreas de
medianía) para constituir grandes propiedades o reforzar las que ya poseen”. [NUÑEZ PESTANO, J., 1984, La
dinámica de la propiedad de la tierra en Icod de los Vinos (17961830), Uni-versidad de La Laguna, Secretaría de
Publicaciones, pg. 4] El cumplimiento de esa suposición implica, en nuestra opinión, más un reforzamiento de las
relaciones preexistentes, aunque con una reorientación en cuanto al tipo de productos, que un salto hacia el
capitalismo.
102
Para una descripción exhaustiva de la propiedad de la tierra y del uso del agua en Canarias tras el final de la
conquista, véase: AZNAR, E., 1983, La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla: 1478-1526,
Madrid, Colección ‘Viera y Clavijo’, No 6, pp. 229-264

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