EL MAS ALTO DE LOS BARRIOS BAJOS

Es agosto en la ciudad del valle amplio, a las once de la noche del domingo en el parque los amigos
se han reunido y están sentados sobre las escaleras del atrio de la Iglesia Metropolitana muy cerca
de ellos un viento frío mece los arboles:

-Es que no vaya a creer no es fácil distinguir las políticas de Bienestar que hacen los gobiernos a
través de las épocas, de las políticas de Estado equitativas en las que las personas son tratadas
como se merecen.

-Y a usted quien le dijo que hay gobiernos o Estados equitativos libres de burocracias o con una
buena Administración Pública, que distribuya los beneficios económicos a todos los ciudadanos
con equidad y eficiencia y menos en este país, en donde cualquiera líder político que pretenda
actuar justa, honrada y honestamente solo causa desconfianza y desconcierto.

Vean mejor par de zotes terminen ese eterno e insoluble cuento y regresen pronto a disertar
sobre lo que les inspiraban las antiguas musas a través de la canción la poesía y el conocimiento,
que si es nuestro asunto, por mi parte aquí les suelto esta brillante perla:

Porque no tu boca en mí?

Porque no tu dulce aliento?

Porque no yo en tus adentros?

Mientras reposas a mi lado esta madrugada?

Brillante no, tal vez profunda sí en el sentido erógeno y eso asumiendo la heterogeneidad de la
producción simbólica ya que no hay que olvidar que los procesos de masificación y conformación
de las mercancías culturales son explicadas por otras dinámicas, otras lógicas, que también
involucran las transformaciones políticas y socioeconómicas, y que llevan a asumir “que aquello
que pone en juego la intervención de la política en la cultura, no concierne solamente a la
administración de unas instituciones, la distribución de unos bienes, sino a la producción misma de
sentido en la sociedad y a los modos de reconocimiento entre los ciudadanos”.

Luego viene el silencio y dejar que el viento hable.

Actualmente es ya vieja historia hablar suavemente del paraíso