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He sido invitado como huésped de honor a una cena que comenzaría a las 9pm.

Lamentablemente a esa hora yo ya no funciono. De modo que les envío mis pensamiento,
algo desordenados para que sean leídos con mis excusas, ya que no podré asistir en
cuerpo. En mi mente y en mi corazón, eso sí, el Grupo Tucapel estará presente siempre.

Empecé con una patrulla, la cual se unió con otra que se había iniciado, en casa de mi
amigo, hermano scout Gregorio Seguel. Su hijo Juan fue el guía de esa patrulla, a la cual
llamaron ardillas. La otra patrulla, la cual llamaron Águilas, tuvo por guía otro Juan,
Montenegro. A esas patrullas se les unió la patrulla gaviotas de Mujeres, y, pasando los
años se les unió la otra patrulla femenina, los lobatos, las lobatas, los ruteros y se hizo
chico el local. Conseguimos material para ampliar nuestra casa. Varios años estuvimos
en Carrera 87, hasta que nos mudamos a León Gallo 0951.

Nos asaltaba el temor de que faltarían dirigentes. Pero Dios, o la providencia, o nuestro
angel guardian, siempre hacían aparecer los dirigentes que faltaban en el momento
preciso. Le robamos a Carlos Méndez al grupo que él tenía en Quepe. Le robamos la
Janina Lara al Grupo San Francisco. Apareció Rodrigo Palma. De la Tropa ascendieron
Henry Wagner y Fredy Paiva, y otros que llenaron vacíos. Nunca quedamos acéfalos.

Hicimos excursiones a varios lugares, campamentos de Veranos, ya fueran cerca o lejos.


Había que economizar en pasajes. Acampamos en Queule, donde nos hartamos de
machas. Participamos en campamentos regionales y nacionales en Concepción, en
Santiago, en Ancud. Había que ir de uniforme completos, pero carecíamos de sombreros.
Se me ocurrió dotar a los chiquillos de sombreros de paja, que estaban baratos en el
mercado. Pensé que Baden Powell siempre hallaba soluciones originales y por qué no.
Después me llegó la llamada de atención ya que las chupallas de paja no son
reglamentarias.

Nuestro pañolín era calipso con orilla naranja. Tenía que ser de dos colores. Pero se
confundía con otras, azul con rojo, verde con amarillo, etc. Así que decidimos que nadie
nos obligaba a usar un color de orilla. Quedaba mejor, original, un color a un lado, la otra
mitad de otro color. El grito del grupo es “hacha, cuchillo y cordel; grupo Tucapel” y de
ahí también salió la insignia del grupo, con un hacha y cuchillo rodeado de un cordel y
dos manos que se unen fraternalmente. Picho.
En general siempre organizábamos todos con bastante anticipación. Pero para un
campamento grande nos faltaba una carpa. Teníamos el género pero no estaba hecha.
Una apoderado estuvo hasta las tres de la madrugada cosiendo la carpa, que quedó muy
buena. Menos. Me sentí avergonzado por mi falta de previsión. Otras dos de nuestras
carpas eran norteamericanas. Una alumna mía estuvo becada en estados unidos. Las
compró en boy scouts of América y me las trajo, duraron años.

Tuvimos varios locales. Al principio nos reuníamos en una bodega oscura detrás de la
Universidad. Peor es nada. Nos la quitaron. Un tiempo nos reuníamos en la subida del
cerro Ñielol, y si llovía, no había reunión. Hasta que pudimos comprar Carrera 87.
Pasados algunos años, vimos que ese local estaba en un barrio “fome”. Nos fuimos a León
Gallo 0951, pero este quedó chico. Las cuñas y los regalos aportaron material construir, y
hubo voluntario para construir un gran galpón. ¿Cómo llamarlo? ¿Galpón? ¿Gimnasio?
¿Aula Magna? Nada satisfizo, Quedó como futa Ruca, casa Grande en Mapudungun.

El tiempo que estuvimos sin local hacíamos las sesiones de dirigentes almorzando, un
sábado al mes, en el mercado municipal. Solución original. Accidentes hubo pocos. Uno
de los muchachos el más maceteado de todos quiso cortar un renoval para una
construcción. Acaba de mostar como no debía usarse el hacha. Con tan mala suerte que
el hacha se resbaló y le hizo un feo corte en el empeine. Con dos ramas grandes y dos
blusas se improvisó una camilla con la cual llevamos al herido hasta la carretera, allí lo
recogió el auto de mi esposa, que había sido citada por teléfono y lo llevó hasta su casa.

“los cuatro eventos” fue un encuentro en el estado nacional. Mis muchachos, sin ayuda
mía, consiguieron unos sacos de harina vacíos, y con restos de pintura le dibujaron unos
motivos que creían mapuches. Presentaron varias piezas y obtuvieron premios.

Hubo un campeonatos de Patrullas en Arica. La directiva nacional nos prometió


transporte entre Santiago y Arica. Eran unos micros malacatosas con que llegamos apenas
y para el regreso el viaje, que debía durar 48 horas duró 84 horas. A mitad de camino,
Investigaciones nos detuvo y quería arrestarme, diciendo que yo había secuestrado a esos
muchachos. Había que ser valiente. De Santiago a Temuco contratamos un transporte
decente, pagado por nosotros. La directiva nacional no sirvió.

Vino el 11 de septiembre de 1973 y nos presentamos en el regimiento donde nos pasaron


pintura. Con ésta estuvimos borrando pinturas políticas. Como ni estudiantes ni
profesores teníamos clases esos días aprovechamos de pasear por los cerros aledaños a
Temuco. De entre unos matorrales salieron unos militares que nos aconsejaron volver a
nuestras casas, por que andaban “patos malos” por todos lados.
Vino la unificación de nuestra asociación con la federación católica nosotros decidimos
dar buen ejemplo a nuestros muchachos y quedarnos en la asociación en que habíamos
estado siempre. Así quedamos hasta el día de hoy. Mantenemos lazos fraternales.

En 1999 hubo un jamboree mundial, en Chile. Tuve el rogullo de ver a nuestros


muchachos de mi grupo en toda clase de funciones. El jamboree estuvo lleno de
tucapelinos.

Una mamá no quiso dar permiso a su hija para ingresar al grupo, porque en los
campamentos no había duchas para todos los días. No ingresó. Hay grupos que van a
campamento con manipuladoras, es decir cocinera, para que los muchachos puedan
dedicarse a actividades scoutivas. Nosotros no llevamos manipuladoras porque
opinamos que la alimentación es actividad scoutiva.

Yo necesitaba vender una casa en Santiago, y el comprador quiso fijar un precio


ridículamente bajo. Yo me acorde de un arquitecto que había sido scout en el Grupo, y le
pedí una tasación a él. Me dio una tasación más justa, y en ese valor se vendió.

El nombre Tucapel le fue dado al grupo por los muchachos. No dijeron porqué, pero el
hecho era que la mitad de los muchachos vivían en la población Tucapel; tal vez fue por
eso. Y el apellido mio es Lasch, con cinco letras, por favor no escatimen una letra.

Hace pocos años hubo un terremoto, que botó la parte de nuestro local que daba a la calle,
con gran esfuerzos de apoderados y dirigentes estamos reconstruyendo.

Cuando fuimos Arica, pensamos que sería bueno alcanzar Tacna, en Perú. Dos de
nuestros muchachos son hijos de padres separados y tuvieron que ubicar a sus papas
para que les dieran permiso para salir del país. Hubo un curso para dirigentes femeninas,
y yo fui para llevar a mi hija. Al terminar el curso, una de las asistentes le dijo a mi hija
que le gustaría confesarse con ese viejito con barba (me indicó a mi) “ Es mi papá” le dijo
mi hija Plop.

Los que fueron scouts, en este grupo, aprendieron a hacer nudos y amarres, a seguir
pistas, primeros auxilios, y sobre todo, ser buenos hermanos entre todos.

De entre los que están aquí hoy, los que tengan más recuerdos que los hagan presentes
para completar este relato.

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