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A
MARRUECOS
Viajando por Marruecos con mi amiga Ángela de la infancia y
adolescencia que gracias a la tecnología nos habíamos reencontrado
después de muchos años de haber perdido el contacto. Íbamos al
Sahara Occidental, con unas ganas tremendas de deleitarnos con
cada paisaje, de tener la mente abierta para disfrutar de cada
momento al máximo y poder olvidar el día a día rutinario en que
todo se convierte en preocupaciones que envejecen
prematuramente. Realicé el trayecto Granada-Algeciras en autobús
y Algeciras-Ceuta en barco y allí me encontré con Ángela. Salimos
de Ceuta, franqueamos en coche la aduana, como siempre caótica,
era impactante pasar por allí por muchas veces que la cruzaras.
“Te daré sal de mar, una orilla donde atracar, te daré tierra de fuego
donde descansan mujeres volcán, un lugar donde reposar, el rincón
de nuestros sueños, un ratito que te envuelvo, para llevar en un
recuerdo…”
Nasila con una sonrisa pícara se acercó hasta rozar su cuerpo con el
mío, me fijé en sus labios rollizos, marcados, eran tan apetecibles y
sin reprimir las ganas de perderme en ellos, besé su labio inferior
muy despacito absorbiéndolo muy dulcemente y luego hice lo
mismo con su labio superior, ella acariciándome la nuca y
cogiéndome del pelo me tiró despacito hacia atrás besó mis labios y
entreabriéndolos con los suyos deslizó su lengua entre mis dientes
enredándose con la mía, recibiendo un beso de esos en que la
intensidad es tanta que parece que los labios y las lenguas se
multiplican, mientras su otra mano se escurría por mi cintura. Me
desnudó, yo le quité su camiseta y nos tendimos en la cama
adentrándonos en un mundo de goce y placeres embriagadores.