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VIAJE

A
MARRUECOS
Viajando por Marruecos con mi amiga Ángela de la infancia y
adolescencia que gracias a la tecnología nos habíamos reencontrado
después de muchos años de haber perdido el contacto. Íbamos al
Sahara Occidental, con unas ganas tremendas de deleitarnos con
cada paisaje, de tener la mente abierta para disfrutar de cada
momento al máximo y poder olvidar el día a día rutinario en que
todo se convierte en preocupaciones que envejecen
prematuramente. Realicé el trayecto Granada-Algeciras en autobús
y Algeciras-Ceuta en barco y allí me encontré con Ángela. Salimos
de Ceuta, franqueamos en coche la aduana, como siempre caótica,
era impactante pasar por allí por muchas veces que la cruzaras.

Nos atravesamos todo Marruecos llegando al Sahara Occidental, nos


recorrimos tres mil kilómetros de ida y otros tres mil kilómetros de
vuelta. El viaje resultó muy placentero y variado, con sus paisajes
inmensos, espectaculares que proporcionaban unos preciosos ratos
de serenidad y sosiego, esos encuentros espontáneos con personas
entrañables y también esos instantes de agobio por que se nos
adhirió algún “parásito” que a parte de algún escozor en el bolsillo,
nos proporcionaban unos momentos muy divertidos y de muchas
risas al recordarlo.

Nos encontrábamos ya en la vuelta del viaje cuando decidimos


quedarnos unos días en un pueblo saharaui situado al lado del mar.
Llegamos al lugar y a continuación localizamos el hotel donde
teníamos previsto alojarnos, se llamaba “El loco mundo”, limpio,
económico, muy familiar, saharaui en su decoración y con mucho
ambiente de viajeros bohemios, me gustó, se respiraba buen rollito.

Después de haber dejado el equipaje en la habitación bajamos a la


recepción bar comedor, había un par de mesas ocupadas por un par
de parejas y otra mesa ocupada por un grupito, supuse que eran dos
chicas y un chico marroquíes y dos chicas francesas pero lo que me
atrajo la atención era que una de las chicas marroquíes acariciaba el
cuello de una de las chicas francesas, me sonreí, me encantaba ver
esos gestos de amor entre mujeres. Mientras el recepcionista
camarero, llamado Salec, nos devolvía los pasaportes y
conversábamos con él, una de las chicas marroquíes del grupo se
acercó y le pidió algo a Salec en árabe, y ella al darse cuenta que
hablábamos español dijo:
- Salec hace un té moruno riquísimo.
Salec contestó diciendo con una sonrisa:
- Gracias. ¿Vosotras queréis té?
- Si, gracias Salec.
Salec se dispuso a preparar el té mientras la chica se presentó:
- Hola me llamo Nasila.
- Yo Ángela.
- Y yo Claudia.
- Acabáis de llegar, ¿no? Nosotros llevamos tres días por aquí,
mañana nos vamos. ¿Vosotras vais a quedaros muchos días?
- Nos queremos quedar unos cinco días. Dije yo.

Ángela no pudo evitar preguntarle algo que yo también estaba


cavilando:
- ¿Cómo hablas tan bien el español? Ya sabemos que por aquí
mucha gente lo habla, pero tú tienes hasta el acento.
- Bueno ahora vivo en Rabat pero nací en Tetuán mi familia vive
allí, en casa de mis padres se hablan los dos idiomas, mi abuela, la
madre de mi padre es española, se casó con un tetuaní, mi abuelo, y
a partir de ahí se quedó en Tetuán y cuando murió mi abuelo se
mudó a vivir con nosotros, yo era muy pequeñita y ella siempre nos
hablaba en castellano, además hace cinco años que trabajo en Rabat
para una empresa catalana y se habla mayormente en español. ¿De
dónde sois vosotras?
Ángela contestó:
- Yo vivo en Ceuta y Claudia en Granada.
- ¿Vacaciones?
- Si, hemos viajado en coche desde Ceuta a Dajla y ahora a la
vuelta hemos parado unos días aquí.

Nos invitó a sentarnos en su mesa con sus compañeros de viaje, nos


presentamos todos.
Tomamos té mientras nos sumergimos en una conversación de lo
más variopinta, logrando un entendimiento no sé si demasiado
nítido pero si divertido por el amasijo idiomático improvisado que
inevitablemente surgió. Hansa se llamaba el chico marroquí, la otra
chica Basima y junto con Nasila vivían los tres en Rabat
compartiendo piso y las chicas francesas Cecil y Francine eran
amigas de Hansa, se conocieron en París y habían venido a pasar
unos días con él, Cecil y Hansa eran pareja a distancia, Francine y
Basima recién se conocían, tenían un flirteo y ahora todos ellos
disfrutaban de unos días de vacaciones. Llegó la hora de almorzar y
nos invitaron a comer con ellos en la haima, que se hallaba en la
terraza de arriba, tajín de dromedario (plato culinario típico de la
gastronomía saharaui). Me senté al lado de Nasila, estábamos
degustando tan sabroso guiso que en uno de esos movimientos en
que ella fue a coger un poco más de pan, al volver su brazo hacia
atrás, sin querer, chocó con el mío cayéndose el pan de su mano, no
sé que sucedió en ese instante pero nos miramos y yo apoyando mi
mano en su brazo le dije “perdona” y ella colocando su otra mano
encima de mi mano “no pasa nada” pero en ese mismo momento en
que nos tocamos y nos miramos, recibimos una conexión y un
entendimiento de una hacia la otra que no pasó desapercibido para
ninguna de las dos. Nos separamos un tanto sorprendidas pero
inevitablemente se creó una corriente mágica que nos envolvió a las
dos repentinamente, a partir de ahí empecé a sentir cada roce, cada
espera al próximo se convirtió en un dejar de respirar, ese contacto
sutil entre ambas se había transformado en lo primordial en ese
momento. Terminamos de comer, charlamos un ratito y antes de
irnos a las habitaciones Francine dijo tener muchas ganas de ir a un
hamman (baño público árabe) y propuso que después de descansar
y reposar la comida podíamos ir a uno, quedamos a las seis. Fuimos
Nasila, Basima, Francine y yo, Cecil se quedó con Hansa, él no podía
entrar con nosotras y Ángela prefirió ir a pasear por el pueblo. Una
vez en el hammam nos quitamos la ropa en el vestuario, me envolví
en una toalla y entramos en una gran sala llena de vapor, repleta de
arcos que daban a unas salas más pequeñas, pasando por uno de los
arcos más alejado de la entrada, encontramos un rincón muy
acogedor, allí tendríamos intimidad, Basima traía el material, unos
guantes de tela negra rasposa y un jabón marrón que parecía como
plastilina, en la recepción nos habían dado unos cubos para coger el
agua y un par de cazos para echárnosla por encima, me senté en el
banco de mampostería que había embaldosado recorriendo toda la
pared de la habitación y cuando trataba de untarme ese extraño
jabón y a frotarme con la tela negra, Nasila se puso delante de mí y
me dijo a la vez que me cogía el jabón y el guante de las manos:
- Déjame a mí.

Se agachó y mientras me impregnaba de jabón las piernas, la


espalda, los brazos yo iba percibiendo el movimiento sensual de sus
manos, me pareció que pretendía excitarme, cosa que por supuesto
estaba consiguiendo, siguió por mi vientre, por mis senos, se oían
los respiraciones de Francine y Basima que cada vez eran más
intensas, luego Nasila colocándose el guante, me fue frotando por
todos los lugares por donde antes había pasado, me echó un par de
cazos de agua y después de quitarse el guante me secó con la toalla
muy suavemente, una vez finalizado todo el proceso, se sentó a mi
lado, besó mis labios que respondieron al instante, sus labios eran
carnosos, tiernos, un placer besarlos, colocó su mano en mi vientre
que fue bajando hasta que percibí sus dedos paseándose por mi
clítoris, nos mirábamos muy de cerca, ella parecía disfrutar de mi
creciente excitación, en ese momento yo ya me había convertido en
parte de ese efluvio de vapor que ambientaba el lugar. Ella
continuó besando mi cuello, el movimiento de su mano se iba
agilizando, sucesivamente sus dedos penetraban en mi vagina
empapándose, para luego resbalar hasta el clítoris acariciándolo,
presionándolo, masajeándolo, con la otra mano me acariciaba los
senos, primero uno y luego el otro, me encontraba al borde de la
explosión, no pude contenerme más y todo mi cuerpo estalló, Nasila
se quedó quieta con su mano atrapada entre mis piernas mientras
yo permanecía bajo el efecto del estallido de mi cuerpo que poco a
poco se iba apaciguando.

Era mi turno, el turno de la venganza, me dispuse a proceder de la


misma manera, le unté el jabón recreándome con caricias por todas
las partes de su cuerpo, obteniendo más de un estremecimiento que
me proporcionaban un placer inmenso, a continuación le froté con el
guante y le eché agua por encima, acabando en cuclillas delante de
sus piernas que separé y coloqué una encima de mi hombro y la otra
encima del banco donde estaba ella sentada descubriendo un
mundo sin vello, achocolatado, con su centro de un rosado intenso
extraordinario, todo lo que deseaba en ese momento era degustarlo,
saborearlo, hacerlo trizas, cogiéndola por la cadera la acerqué al
borde del asiento, me aproximé con mi boca y lengua a deleitarme
con el mayor de los placeres que pudiera proporcionarle y muy
suavemente deslicé mi lengua mojada desde la entrada de la vagina
hasta el clítoris, a lo que ella respondió con un gemido, a partir de
ahí exploré todos los rincones como buena turista, buceé en su
vagina, recorrí todas sus dunas hasta que llegué a esa puntita dura
que sobresalía y que me volvía loca, la amasé con mi lengua
empapada, la apreté con mis labios, la chupé, la libé, la lamí,
intensificando mis movimientos según ella me hacía entender con
sus respiraciones, jadeos, agitaciones, hasta sentir su mano en mi
frente separándome de tan jugoso manjar, unió sus piernas y
concluyó con un suspiro que cosquilleó todo mi cuerpo.

Agradecí enormemente poder estirar las piernas.

Volvimos al hotel y nos fuimos a nuestras habitaciones pero quedé


con Nasila en vernos en la cena, Ángela se hallaba en la habitación
estuvimos dialogando un ratito, nos preparamos y bajamos a cenar.

La sala estaba de lo más concurrida había una pareja de guitarristas


que tocaban y cantaban country y blues de los sesenta, cenamos
mientras disfrutábamos de la música y de la conversación.

Después de cenar parecía que nadie quisiera ir a dormir, el ambiente


estaba de lo más animado, todos se hallaban hablando unos con
otros y yo mientras tanto no podía evitar observar a Nasila como se
desenvolvía hablando con todos, en francés, árabe, español, solo
podía pensar en lo que me apetecía estar con ella a solas, vi que se
despedía de algunas personas y acercándose a mi, me dijo:
- ¿Te vienes conmigo?
- ¡Claro!

Fuimos a su habitación pero pasé primero por la mía a coger un par


de cosas que necesitaba, fue llegar y me dijo:
- Antes que nada tengo que hacer algo contigo.
- Bueno, ya me imaginaba que no solo íbamos a dormir, pero tan
¿ya?
- Ja, ja, ja, no, me refiero a otra cosa. ¡Ven!

Cuando solté las cosas que llevaba, me cogió de la mano, me llevó al


baño me desnudó muy apaciblemente, con una sonrisa en sus labios
un tanto sospechosa y me sentó muy suavemente en una silla que
había debajo de la ducha. Yo no entendía que pretendía, le pregunté:
- Antes de nada dime que vas a hacer.
- Afeitarte el coño.
- ¿Cómo?
- Si, cariño, afeitártelo, no puedo con el vello, además los tienes tan
largos y rizados que podrías llevar rastas.
- Ah, ja, ja, ja, vaya con el romanticismo marroquí.
- Igualmente se acabaría el romanticismo si se me atraganta un
pelo.
- Te diré algo, yo ninguna vez me atraganté con un pelo y el tuyo
es el primero pelado que veo, pero aféitame si eso te hace feliz, no
quiero ser la culpable de un atragantamiento.
- Bueno, no te preocupes, te volverán a crecer.
- Que sepas es la primera vez, siento como si me fueras a
desvirgar.
- Ja, ja, ja, será un honor.

Puso un poco de jabón en una de sus manos y abrió la ducha, de


pronto recibí una cascada de agua fría en todo el vientre
impulsándome a dar un brinco de la impresión, con el jabón me
frotó el pubis surgiendo un montón de espuma, cogió la maquinilla
y muy despacito empezó a afeitarme entretanto yo embobada
observando como tan delicadamente efectuaba la labor. Una vez
rasurado me sequé, era un poco extraño no sentir el vello, era como
estar más desnuda que antes, me puse unas bragas y una camiseta,
me lavé los dientes y me dirigí a un enchufe con el mp3 y unos
altavoces que había traído, puse música y salí a la terraza, era una
bonita noche, allí estaba ella apoyada en la barandilla, mirando el
mar y fumando un porro de hachís, estaba preciosa, me acerqué y
me coloqué a su lado, sin decir nada le acaricié la mano libre y
mientras jugueteábamos con nuestros dedos sonaba una linda
canción:

“Te daré sal de mar, una orilla donde atracar, te daré tierra de fuego
donde descansan mujeres volcán, un lugar donde reposar, el rincón
de nuestros sueños, un ratito que te envuelvo, para llevar en un
recuerdo…”

Después de pasarme el canuto y darle unas caladas lo dejé en el


cenicero de la mesa de la terraza, ella me cogió de la mano y
entramos en la habitación, nos quedamos una delante de la otra
contemplándonos, mientras seguíamos escuchando:

“....funcionaron los deseos, hagan sitio para el alma, juega conmigo


esta partida, es divertido con desconocidas.” (Alicia Martel).

Nasila con una sonrisa pícara se acercó hasta rozar su cuerpo con el
mío, me fijé en sus labios rollizos, marcados, eran tan apetecibles y
sin reprimir las ganas de perderme en ellos, besé su labio inferior
muy despacito absorbiéndolo muy dulcemente y luego hice lo
mismo con su labio superior, ella acariciándome la nuca y
cogiéndome del pelo me tiró despacito hacia atrás besó mis labios y
entreabriéndolos con los suyos deslizó su lengua entre mis dientes
enredándose con la mía, recibiendo un beso de esos en que la
intensidad es tanta que parece que los labios y las lenguas se
multiplican, mientras su otra mano se escurría por mi cintura. Me
desnudó, yo le quité su camiseta y nos tendimos en la cama
adentrándonos en un mundo de goce y placeres embriagadores.

Amaneció y desperté al sentir cosquillas en mi oreja.


- Buenos días, guapísima. Me dijo.
- Buenos días, hermosa.
Fui al baño y luego le pregunté:
- ¿Preparada para irte?
- No todavía no.

Me dijo mientras me cogía de la mano y me arrastraba hacia la


cama, besándome y atrayéndome hacia su cuerpo volvimos a
sumergirnos en un mundo de deliciosas sensaciones.

Desayunamos todos juntos, y llegado el momento de la despedida


ella me preguntó:
- ¿Te acordarás alguna vez de mí?
- Seguro y más de una vez.
- Ha sido muy cortito.
- Bueno, pero podía no haber sido, imagina que en vez de llegar
ayer llegamos hoy, no nos hubiera dado tiempo a nada, al menos
tuvimos un día y por cierto muy bien aprovechado.

Ella se fue y yo seguí disfrutando de mis vacaciones, luego volví a


mi vida. Me acordé de ella y mucho sobre todo los primeros
días.... mientras me crecía el vello, picaba de lo lindo.

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