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¡Estamos salados!

Enlace No. 15

Hay que comer una vez un su vida una comida sin sal para acordarse que la sal existe y
que importante, no solo por el sabor que da a toda nuestra comida, sino para el buen
funcionamiento de nuestro cuerpo. El cloruro de sodio, que es el nombre científico de la
sal, es tan necesaria a la vida como el aire que respiramos. De hecho, la sangre contiene
la misma cantidad de sal que el propio mar. Pero, como todo lo que botamos fuera de
nuestro cuerpo es salado, como la sangre, el sudor, las lágrimas y el orín, tenemos
siempre que reemplazar esta sal.

Es que, hasta en un desierto, uno se muere de sed, o sea falta de agua, sino falta de sal.
De allí, que las tribus de Beduínos que viven en unos desiertos africanos, a demás de la
cantimplora de agua siempre llevan con ellos una bolsita de sal. Felizmente, Dios o la
naturaleza se aseguro que no falte la sal, porque a todos los hombres y también a los
animales nos dio por igual una atracción por el sabor salado. A todos no, en realidad,
pues, a los animales carnívoros o sea que solo comen carne que es naturalmente salada,
no les gusta comer sal.

Igual pasa con los Eskimales que es un pueblo que vive en las zonas cubierto de hielo
del norte de américa y que sólo come carne ya que ni las malezas crecen en el hielo.
Desde siempre, los hombres se han peleado por la sal que era tan valiosa que la usaban
como una moneda. Los soldados romanos eran pagados con un puño de sal, llamado
“Salarium”, de allí viene la palabra salario.

Toda la historia de la humanidad está muy ligada a la sal. La sal, por siglos, fue la única
manera de conservar alimentos durante el invierno. Y todavía, a pesar de la reciente
invasión de las refrigeradoras para hacer los embutidos, carnes, pescados y quesos se
utilizan técnicas de conservación a base de sal, viejas como el mundo, pues la sal chupa
el agua de los alimentos y así evita que se pudran. Los Incas, en los andes, construyeron
las primeras carreteras empedradas para transportar la sal del pacifico hasta sus
ciudades, en las montañas.

En Europa, hasta los años 1800, el principal impuesto era el impuesto sobre la sal que
servia para financiar las guerras. Y hablando de guerras durante las dos guerras
mundiales, la sal era tan importante como las municiones y solo los gobiernos tenían
derecho de comerciar con ella. No tan lejos de aquí, en la Pitilla al lado de la Conquista,
en Carazo, existe una comunidad donde todos los habitantes viajan, a las salinas del
pacífico. De allí vuelven con la sal que van a consumir durante el año. Pero si la sal es
una maldición de Dios, también, se ocupa en muchos ritos de brujería porque simboliza
la resurrección ya que es mágica: se disuelve en el agua, pero reaparece cuando el agua
se seca. Hasta existe una iglesia de sal, al fondo de una mina abandonada, en Zipaquirá,
en Colombia.

Para conjurar al diablo, en muchos países, se hecha sal al fuego o por encima del
hombro y, en la ceremonia del bautizo cristiano, se le pone sal en la frente, al tierno.
Pero, la sal es también causa de muerte. Si se consume en exceso, hace engordar y cansa
el corazón. La sal se saca del mar o de la tierra. La sal de tierra o sal gema se saca en
minas como las de oro. Proviene de mares o lagos antiguos que se han secado, hace
miles de siglos.
La sal marina que es la que se consume en nuestro país, se saca de lugares llamados
salinas que fueron inventadas por los romanos para atrapar y secar el agua de mar y así,
recoger la capita de sal que queda. Esa sal es mas rica porque contiene un montón de
elementos como el yodo, que el cuerpo necesita para no enfermarse y en especial, para
no padecer de bocio. La sal se usaba, en el pasado, para curar los piquetes de avispa, las
caries, las anginas, la tos y hasta la pereza. Lo cierto es que si le duele la garganta, se
cura con gárgaras de agua salada, si tiene los pies inflamados o el cuerpo molido, dése
un baño de agua salada para descansar y relajarse.

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