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Comentario al evangelio del domingo, 5 de noviembre de 2017

“Les gusta ocupar los primeros puestos”

Cada profesión tiene sus peligros y tentaciones particulares. Los banqueros sentirán la tentación de
quedarse con el dinero ajeno. Los que venden fruta, por ejemplo, tendrán la tentación de dar menos
peso del debido en lo que venden. Así, podríamos seguir con todas las profesiones. Pues bien, la
tentación de los que tienen autoridad es precisamente la de abusar de ella. Pueden llegar a pensar que
son propietarios de esa autoridad y que se pueden aprovechar de ella para su propio beneficio.

De esa tentación no están exentos los que


están al frente de la Iglesia. Han sido allí puestos por voluntad de Dios. Y su trabajo es precisamente
servir a la comunidad, atender a los más débiles, repartir el pan de la Eucaristía, de modo que en la
mesa de la fraternidad todos tengan lo suficiente. Pero, como son humanos, también conocen la
tentación y a veces caen en ella. Y a veces se aprovechan de la comunidad para su propio beneficio,
para sus propios intereses o los de sus amigos, para aumentar su bienestar, y se olvidan de atender a los
débiles, de repartir el pan de la Eucaristía y de la Palabra para todos por igual. En una palabra, se
olvidan de servir.

El Evangelio de hoy aplica estas ideas a los letrados y los fariseos del tiempo de Jesús. A ellos
Jesús les dice que “lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a los demás, pero ellos no están
dispuestos a mover un dedo para llevarlos”. Y recuerda a sus discípulos que no se deben dejar llamar
“maestro” ni “padre” ni “jefe” porque uno sólo es el padre de todos y uno sólo el maestro y uno sólo
el jefe. La autoridad en la Iglesia es un servicio. Y el que no sirve, pierde automáticamente su
autoridad, traiciona al “maestro”y “padre” al que dice representar, a Jesús.

¿Es que Jesús dijo esto sólo para los letrados y fariseos de su tiempo? No creo. Hoy tenemos que
aplicar el cuento a nuestra Iglesia. Porque todos los que tenemos alguna responsabilidad en ella, alguna
autoridad, todos tenemos la tentación de abusar de nuestra autoridad, de creernos jefes y maestros,
superiores a nuestros hermanos. Y en ese momento les dejamos de servir. Y rompemos la comunidad
de Jesús. Obispos, sacerdotes, ministros diversos, agentes de pastoral, catequistas, etc, todos estamos
para servir a la comunidad, para con nuestro trabajo contribuir a formar la familia de Dios, reunidos
como hermanos y hermanas en torno a la mesa de la Eucaristía, sin que nadie quede excluido.

Para la reflexión

Hoy no hay preguntas. Hoy los que predicamos, todos los que tenemos alguna autoridad en la
Iglesia, pedimos la oración de nuestros hermanos cristianos. Para que no caigamos en la
tentación, para que nuestra vida sea un servicio. Lo pedimos humildemente.

Fernando Torres cmf

Publicado en Ciudad Redonda


www.ciudadredonda.org

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