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Tema 13.

Cárceles de
mujeres en la España
contemporánea: Un
enfoque histórico-
social
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Antecedentes: Siglo XIX
• Las Casas de Corrección:

o Los autores de la historia del Derecho han subrayado, para el siglo XIX, el paso de un encierro
femenino de carácter “religioso” a otro plenamente “judicial” o “penitenciario”, en el que se
daría una progresiva aproximación normativa a la legislación penitenciaria masculina.

o El Reglamento de 1847, encomendaba la principal responsabilidad del funcionamiento de


cada Casa de Corrección a un Rector o sacerdote que velaba por la seguridad del orden del
establecimiento, ejercía de capellán y dirigía, asimismo, las escuelas de instrucción primaria
(primeras letras, aritmética), que por vez primera, se instalaban en las prisiones de mujeres.

o Esto hablaba bien poco del presunto rasgo secularizador de la reforma, al menos para los
establecimientos femeninos. El propio Reglamento establecía, además, la obligatoriedad para
estos establecimientos de la asistencia a misa, pláticas del capellán, rezo diario del rosario,
instrucción religiosa a cargo del mismo capellán y de las distintas Asociaciones femeninas de
Caridad, que venían funcionando desde finales del siglo XVIII.

o La principal prueba del disímil tratamiento de los establecimientos masculinos y femeninos, la


encontramos en las realizaciones prácticas y concretas de la época. El Reglamento de 1847,
disponía la necesidad de construcción de nuevas prisiones de mujeres que nunca llegaron a
levantarse: ni siquiera las obras de mejora de las existentes (todas ellas antiguos conventos y 2
monasterios), resultaron eficaces. La única reforma relevante fue la instalación de la casa-
galera de Alcalá de Henares.
Antecedentes: Siglo XIX (II)
• La Penitenciaría central de Alcalá de Henares:

o Su instalación, a mediados de siglo, tendría una larguísima vida, ya que este


establecimiento pasó progresivamente a absorber a la población penal de las
demás casas de corrección provinciales, según fueron cerrándose, hasta
convertirse, en penitenciaría central para cumplimiento de penas graves,
dependiente del presidio masculino.

o La centralización absoluta en Alcalá, se alcanzaría finalmente en 1913, con su


nueva consideración de penitenciaría o prisión central femenina, la única
existente en el mapa carcelario de la época, reservada para condenados a
prisión mayor y reclusión temporal o perpetua.

o La “galera” de Alcalá vendría a ostentar durante más de cinco décadas, la


condición de mayor establecimiento penitenciario femenino del reino.

o Arquitectónicamente, la penitenciaría alcalaína no pasaba de ser un híbrido


de presidio y de convento que, sin apenas cambios, continuaría alojando
presas hasta una fecha tan avanzada como los años setenta del siglo XX. Este
ruinoso edificio vino a coincidir aproximadamente en el tiempo con otro bien
flamante: la nueva cárcel Modelo de hombres de Madrid, inaugurada en 3
1884.
Antecedentes: Siglo XIX (III)
o De 1880 data el concierto que la orden religiosa de las Hijas de la
Caridad de San Vicente de Paúl firmó con el Estado por el cual pasaba
a desempeñar una serie de servicios en la penitenciaria.

o Poco después, el reglamento de 31 de enero de 1882, sancionó


definitivamente la presencia en Alcalá de las religiosas. Las Hijas de la
Caridad pasaron de ese modo a encargarse de la administración,
vigilancia, enseñanza y gestión cotidiana del penal. Todas estas tareas
se resumían una vez más en el término de la “corrección y
moralización” de las reclusas.

o Cerca de un millar de mujeres se hacinaban, por entonces, en la


penitenciaría. De un total de dos mil doscientas repartidas por la
geografía española, menos de un 10% del total de la población
reclusa. En 1890, Alcalá pasaba a reunir a las condenadas desde
prisión correccional hasta prisión perpetua, mientras que las
sentenciadas a arresto mayor y menor quedaban en las “prisiones 4
provinciales”.
Siglo XX
• Las reformas republicanas:

o La realidad carcelaria comenzó a moverse con las novedosas


reformas penitenciarias de la Segunda República, que tuvieron a
Victoria Kent, primera Directora General de Prisiones de la historia de
España, como máximo exponente.

o De la Defenestración de Victoria Kent –ejecución política- acabó por


imponerse un modelo más punitivo que rehabilitador en el conjunto
de las prisiones republicanas. Y sin embargo, la semilla de los
cambios introducidos por la directora general en el paisaje carcelario
femenino, daría sus frutos, sobre todo, por lo que se refirió a su
mayor logro: la Sección Femenina Auxiliar del Cuerpo de Prisiones.

o El nuevo colectivo de funcionarias especializadas, quedó encargado


de sustituir a las Hijas de la Caridad en las prisiones femeninas, que al
igual que los capellanes, fueron expulsadas de los establecimientos
en aplicación, por vez primera, de una política penitenciaria
verdaderamente laica. 5
Siglo XX (II)
• La herida de la guerra y de la posguerra:

o Nunca podrá destacarse lo suficiente, el trascendental impacto que significó la


violencia bélica y post-bélica en España. El paisaje carcelario se transformó de
manera radical: las menos de 500 reclusas de 1934 existente en el territorio
nacional, superaron las 23.000 a principios de la década siguiente, según las
estadísticas oficiales. En correspondencia con lo sucedido en el universo carcelario
masculino, decenas de prisiones centrales, provinciales y “habilitadas” o
“provinciales” salpicaron la geografía española.

o Lo que hasta el estallido de la guerra había sido un proceso más o menos continuo
de extensión de la pena privativa de libertad, con un sentido correccionalista,
acentuado en la época republicana, quedó herido de muerte con la guerra y
demolido sistemáticamente con el franquismo.

o El discurso y el lenguaje de los vencedores se apoyó en una tradición o cultura


nacional-militarista de largo aliento que, en la represión de la “Antiespaña”, erigió
como protagonista principal a la pena de muerte y, como secundario, a las masivas
penas de prisión ordenadas por instancias militares que provocaron una enorme
población penal.

o Así, según las estadísticas oficiales, con fecha de 1 de enero de 1940, se alcanzó la 6
máxima cifra de presos de la historia de España: 270.719 personas, de las cuales
22.232 eran mujeres.
Siglo XX (II)
• Moral y política en la represión penal femenina:

o “Deshacer las casas de todos los que hubieran pensado diferente. Por
eso, en la cárcel, había familias enteras”. Este fue el primer objetivo
de los vencedores.

o Las fuentes documentales han confirmado esta práctica represiva en


las prisiones de guerra y posguerra: ingresos de madres con hijas, de
varias hermanas, incluso de las tres generaciones de una misma
familia. En no pocas ocasiones, falangistas y policías detenían a las
mujeres del grupo familiar cuando no encontraban a los varones a los
que habían ido a buscar.

o Ahora bien, la imagen de víctimas pasivas “inocentes”, que podrían


desprenderse de este perfil de rehenes, debería ser matizada, ya que
no era en absoluto inusual que muchas de estas mismas mujeres
hubieran desempeñado, asimismo, un papel político activo durante 7
la guerra.
Siglo XX (III)
• Las monjas de Franco:

o El nuevo Estado franquista contó, desde un primer momento, con la eficaz


colaboración del estamento religioso en la organización del mundo penitenciario,
y esto fue todavía más cierto y evidente, en el caso de las cárceles de mujeres.

o Las monjas retomaron su papel secular, sólo que esta vez no se trató solo de las 34
Hijas de la Caridad, expulsadas por Victoria Kent, en el año 1932. Fueron
muchísimas más –decenas de Órdenes diferentes- encargándose, como en la
época monárquica, tanto de los servicios asistenciales de los establecimientos
masculinos, como del régimen interior de los femeninos, gracias al modelo de
contrato instituido en 1938, entre la congregación religiosa de turno y el Servicio
Nacional de Prisiones.

o La politización de estas Órdenes era más que evidente, pero es que las usuarias de
las cárceles también habían cambiado de manera radical. A parte de las
inevitables “quincenarias”, el perfil dominante durante la guerra y la primera
posguerra fue el de la “roja”, como encarnación concreta de la “Anti-España”,
enemiga de la religión.

o La tradicional dialéctica, ya de por si conflictiva, entre correctoras y corregidas,


entre carceleras y encarceladas, vio así reforzado sus términos de oposición, con 8
el aporte variable político-ideológica.
Siglo XX (IV)
• Reajustes en la Sección Femenina Auxiliar del cuerpo de Prisiones:

o El “problema penitenciario” tuvo su reflejo, para el Nuevo Estado, en


la necesidad de multiplicar tanto las cárceles, como el personal
adecuado para dirigirlas y gestionarlas. Para ello, los miembros de la
Acción Católica Nacional de Propagandistas instalados en el Servicio
Nacional de Prisiones, recurrieron a significados elementos del
antiguo aparato penitenciario de la monarquía, que con mayor o
menor fortuna, había superado el periodo republicano y de guerra.

o Las nuevas autoridades franquistas se apresuraron a designar a


mujeres afectas al Régimen, para que sustituyeran a las funcionarias
y guardianas depuradas en aquellas cárceles que no habían firmado
concierto con Órdenes religiosas femeninas.

o En principio, el hecho de formar parte del “grupo de víctimas” de la


Ley de 25 de agosto, se convirtió en la principal vía de promoción en
la Administración, junto a los méritos y tareas desarrollados durante
la guerra. 9
Siglo XX (IV)
• La redención femenina de pena por el trabajo:

o El programa exterminista de los sublevados se complementó, con un


programa de carácter redentorista y naturaleza compleja que se
articuló en la llamada “Obra de Redención de Penas por el Trabajo” y
significó toda una reinvención del utilitarismo punitivo.

o Los caracteres aflictivo –imposición de dolor- y retributivo de la pena


–los presuntos culpables debían compensar los daños ocasionados a
la sociedad- quedaron resaltados pero envolviéndose en el discurso
del llamado “Doble rescate”, a través del trabajo de los presos
políticos, tanto dentro como fuera de las cárceles.

o El primer rescate era físico, de restitución de lo dañado, mientras que


el segundo era espiritual: todo un programa de regeneración moral y
patriótica, destinado a hacer de aquellos “buenos cristianos” para
que resulten buenísimos españoles. Todo ello quedaba justificado
como un privilegio, un “acto de caridad” que se traducía en el
descuento del tiempo de pena que correspondía a cada caso. 10
Siglo XX (V)
o Al margen de su utilización como mecanismo de propaganda o de
adoctrinamiento, la redención de penas por el trabajo constituyó en si,
una eficaz herramienta de sumisión dentro de las cárceles.

o Del gran alcance y previsión de este sistema, da cuenta su incidencia, no


ya en los presos, sino en sus familias. El subsidio familiar que recibían los
reclusos trabajadores casados – por esposa e hijos- que era canalizado y
entregado por las juntas locales pro-presos, servía de instrumento de
control social de dichas familias, también contempladas en el programa
de regeneración moral y patriótico.

o Que las reclusas trabajadoras no recibieran este subsidio familiar –salvo


excepciones como las viudas con hijos a su cargo- además de suponer
una evidente discriminación, nos descubre los diferentes modelos de
masculinidad y feminidad que el régimen pretendía proyectar: En el caso
de los reclusos, el modelo de productor-padre-cabeza de familia;
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mientras que el de las mujeres presentaba los rasgos característicos
tradicionales de la domesticidad femenina.
Siglo XX (VI)
• Las presas políticas y las presas comunes:

o A partir de mediados de la década de los cuarenta, el número de presos condenados por


delitos de guerra, cometidos con anterioridad al 1 de abril de 1939, había comenzado a
descender sensiblemente, gracias a los sucesivos decretos de indulto y de reducción de
condena que habían servido al régimen para descongestionar los establecimientos.

o Si en enero de 1940, las estadísticas oficiales hablaban de más de 23.000 presas, la mayoría
de ellas políticas, a mediados de 1946, la cifra total se había reducido a poco más de 5.000.

o Además, el número de presas comunes casi cuadruplicaba al de políticas, condenadas ya


prácticamente todas por delitos de posguerra: 4.039 frente a 1.219.

o Hacia finales de década, la mayoría de las presas políticas de posguerra, que seguían
arrastrando largas condenas, habían sido concentradas en una cárcel: la Prisión central de
Segovia. Para mediados de los cincuenta, cerrada Segovia, las presas de posguerra – las pocas
que quedaban- pasaron a ser concentradas en la central de Alcalá de Henares, la antigua
penitenciaria, donde, aprovechando su escaso número, fueron mezcladas con las comunes.

o La redención de pena por el trabajo, concebida y restringida ya en 1937 para los prisioneros
de guerra y los presos condenados por delitos “no comunes”, comenzó a ser aplicada a los
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presos comunes en el Código Penal de 1944, en determinados supuestos que se irían
ampliando.

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