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renunciar como consecuencia de un movimiento social

llamado “Cordobazo”. Desde entonces, la violencia


política comenzó a ser constante en la argentina.
El último golpe de Estado (1976) se caracterizó por haber
sido el más sangriento de la historia de la Argentina. Se
impuso el terrorismo de Estado y se violaron los derechos
humanos, decenas de miles de desaparecidos, muertos,
secuestros y exilios.
La derrota en la guerra de Malvinas (1982) y la quiebra
económica del país, ocasionaron un desastre de tal
magnitud que hasta el día de hoy no se ha registrado
ningún otro gobierno militar. Tampoco los militares han
vuelto a aparecer ante la opinión pública como posibles
líderes para solucionar situaciones de crisis, habitual en
los años anteriores.
La interrupción del régimen democrático por la fuerza es
el síntoma y la muestra de profundos desacuerdos y de la
imposibilidad una sociedad de llegar a acuerdos y a una
estabilidad del régimen, aún con sus diferencias.
EL TERRORISMO DE ESTADO - Por Graciela
Etchevest*
INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO DE TERRORISMO
Terrorismo: uso de la violencia para obligar a un gobierno
o a instituciones de la sociedad, a tomar determinadas
decisiones en favor de quien efectúa la acción terrorista.
Este concepto tiene fuertes implicancias, relaciones
políticas y un alto contenido emocional entre la población.
Cuando se usa el terrorismo como herramienta de acción
política, no importan los costos, no se tienen en cuenta
las leyes ni los derechos humanos. El grupo que utiliza
métodos terroristas considera que su causa justifica toda
acción por más cruel y sanguinaria que sea.
El terrorismo busca a través de la utilización del terror
conseguir objetivos que una persona o grupo consideran
que por otra vía no serán posibles de alcanzar.
EL TERRORISMO DE ESTADO
Actos violentos e ilícitos cuya responsabilidad es
asignable a las instituciones del Estado. Es un tipo
especial de terrorismo. Su protagonista – el que ejerce el
terror- no es un grupo extremista ni personas que buscan
imponer una religión o idea por la fuerza. El terrorista es
el Estado. Estas acciones son producto de un plan
sistemático y planificado para lograr objetivos vinculados
con el poder.
El Estado al violar las leyes contradice su propia
existencia, porque uno de los objetivos del Estado es
proteger y cuidar la seguridad de la sociedad. Por esto, la
sociedad delega en el Estado poderes especiales para
usar en función defensiva o para garantizar el
cumplimiento de la ley, le reconoce al Estado el uso
monopólico de la violencia legítima como un instrumento
y atributo propio de su condición estatal .Los cuerpos de
seguridad pueden matar, allanar propiedades privadas y
detener personas; los ciudadanos pueden hacerlo
excepto en situaciones muy particulares y límites.
El ejercicio abusivo del poder puede llevar a que desde el
Estado se utilicen acciones violentas y represivas al
margen de lo que establecen las leyes. En muchos
casos, el terrorismo de Estado obstaculiza la actividad
judicial para lograr no recibir castigo alguno ante posibles
acciones ilegales.
Paradójicamente, la dictadura iniciada en 1976 se
convirtió en un peligro para la población civil, más grave
que aquel que se pretendía eliminar.
Quienes utilizan la violencia ilegal argumentan que no se
trata de una guerra “convencional”, y por eso las formas
usuales de la guerra tampoco son utilizadas; la acción
estatal no estaría sujeta a normas que marcan los
tratados internacionales en la materia.
El Estado al realizar acciones que violan la ley, utiliza los
procedimientos y estrategias de los grupos que combate.
Las actividades de inteligencia, obtener información de
un único modo: la tortura y la fuerza, métodos aberrantes.
El uso de la crueldad y de la violencia desmedida es
justificado por el Estado terrorista porque permitiría
anticipar acciones terroristas y lograr así salvar vidas de
“posibles víctimas civiles”. De allí que desde el Estado se
impone a la sociedad la aceptación de métodos ilegales
para conseguir información. Oponerse al Estado en este
tema equivaldría a la aceptación del terrorista.
El terrorismo de Estado es la peor forma de violencia
política porque se ejerce sobre personas que no pueden
defenderse, porque viola ese “contrato” entre una
sociedad y el Estado. El Estado no puede violar la ley y
usar la fuerza que la sociedad le concede contra ella
misma.
EL TERRORISMO DE ESTADO EN LA ARGENTINA
A partir de la aplicación de la Doctrina de la Seguridad
Nacional que se transmitía en la escuela del Ejército de
los EE.UU. En ella participaron y se entrenaron militares
latinoamericanos. La excusa para la violencia ilegal era
eliminar la amenaza comunista..
En Argentina, la violencia se había instalado en los años
´70 con el surgimiento de proyectos revolucionarios que
empleaban la lucha armada como estrategia política; los
Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP). A su vez, desde el Estado (bajo el tercer gobierno
de Perón) se organizó una fuerza paramilitar (asociación
que copia la organización y distintivos de cuerpos
militares y es de ideología reaccionaria) de derecha
llamada Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A)
para enfrentar a las guerrillas de izquierda. La idea
predominante en los años ´70: una violencia podía
terminar con otra violencia. Se combina la acción estatal
con la de los grupos paramilitares de la Triple A.
El golpe halló justificación pública en el clima de guerra
civil que organizaciones guerrilleras, bandas paramilitares
y las propias Fuerzas Armadas y de seguridad ayudaron
a instalar en el país desde principios de 1975.
Desde el Estado y antes del golpe de 1976 se
sancionaron medidas legislativas represivas como el
Estado de Sitio. El gobierno de Isabel Perón pidió a las
FF.AA. “aniquilar” a la guerrilla a principios de 1975. La
práctica represiva del Estado se iniciaba con el secuestro
de personas, luego se las transladaba a centros
clandestinos de detención en los que se los interrogaba
bajo tortura. La gran mayoría, “los desaparecidos”, fue
asesinada de distinta manera. Una minoría fue
transferida a centros de detención legal, y un pequeño
grupo fue liberado. Se impusieron otras formas
represivas como la suspensión de toda actividad política
y sindical, limitaciones a las libertades públicas,
persecuciones y restricciones en el campo cultural. Grado
de violencia ilegal a partir de 1976 nunca visto en la
historia del país. La desaparición forzada de personas y
la apropiación y cambio de identidad de niños
secuestrados o nacidos en cautiverio, formaron parte de
un plan sistemático para acabar con personas que se
oponían a la dictadura. En 1985 se realizó el Juicio a las
Juntas militares, condena de los responsables máximos
de aquellas acciones. También hubo participación de
sectores civiles en procesos de este tipo; grupos
minoritarios que fueron directamente beneficiados con la
imposición a la sociedad de determinado modelo político
y económico. Por ello, los militares contaban con un
amplio respaldo de sectores importantes del
empresariado, de gran parte de la cúpula eclesiástica y
de un sector de la política.
Gran parte de la sociedad toleró estos hechos injustos
realizados por los gobernantes. Ese acuerdo era
condición indispensable para conformar un gobierno que
pudiera concretar el objetico de cambiar para siempre a
la sociedad argentina.
El apoyo a la dictadura no fue de toda la población. Las
consecuencias del terrorismo de Estado generaron una
fuerte corriente opositora, no solo en los círculos
cercanos a las víctimas, sino también en una parte de la
opinión pública. Para esto, colaboraron organizaciones
como Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, la
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, los
Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones
Políticas y el Movimiento Ecuménico por los Derechos
Humanos, fundamentalmente en la lucha por la verdad y
por la justicia cuando se inició el proceso de transición a
la democracia en 1983.
LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA –Por Nicolás
Simone
DEFINICIONES
Transición: intervalo que se extiende entre un régimen
político y otro. Las transiciones están demarcadas por la
disolución de un régimen autoritario y por el
establecimiento de alguna forma de democracia.
En la Argentina- con la última dictadura, la derrota en la
guerra de Malvinas (1982) deja al gobierno militar sin
ningún apoyo y con el rechazo total de los ciudadanos.
En ese contexto los militares deben convocar a
elecciones para volver a un régimen democrático. El fin
de la guerra es el momento de inicio de la transición entre
ambos regímenes.
Ese período de transición finalizó cuando el gobierno de
Menen derrotó a los militares “carapintadas”. Esa victoria,
obtenida por la fuerza, dio a la democracia un empuje
definitivo y ya no hubo peligros de retroceso. Los
períodos de transición constituyen momentos de muchos
conflictos. Un cambio de régimen político implica el
cambio de reglas que regulan el acceso al poder y un
cambio en el grupo que tomará el control del Estado.
Los estudios e investigaciones sobre las transiciones a la
democracia comenzaron en la década de 1980; fueron
iniciados por expertos en el tema, comprometidos con la
democracia. Tenían la idea de que la élite política podía
construir un orden nuevo capaz de encaminar de manera
armónica los conflictos políticos, económicos y sociales
de cada sociedad dejando de lado la forma violenta y
dictatorial.
La democracia, poliarquía que no incluye todo lo que una
democracia sustantiva podría ser, sino que se limita a
todo aquello que no puede dejar de tener. Una versión
mínima pero que puede lograr consenso.
LOS ACTORES POLÍTICOS EN LA TRANSICIÓN A LA
DEMOCRACIA
La transición- en ese lapso se tiempo, los actores
políticos conviven y compiten a la vez. Uno de esos
actores es la élite política de cada país, conformada por
dirigentes políticos expulsados del poder por los militares
y sus aliados en los golpes de Estado.
En el primer momento de la transición esa élite política
“conspira” contra el régimen autoritario, cuando las
dictaduras van perdiendo legitimidad por una crisis
económica o por la represión ejercida en el gobierno y
que genera descontento en la población. La transición a
un gobierno democrático necesita que el gobierno
autoritario esté debilitado. Los integrantes de la élite
empiezan a reunirse y, con sus diferencias, llegan a
acuerdos. Estos son muy generales, tienen que ver con
la intención de expulsar cuanto antes al gobierno no
democrático. Los pactos apuntan a lograr un llamado a
elecciones en las que los políticos se puedan presentar
libremente.
La sociedad civil, otro actor clave. “La gente” y sus
organizaciones mediante sus actos suele presionar a
favor de la democracia (los sindicatos, las organizaciones
de derechos humanos, los estudiantes universitarios).
La participación activa de la sociedad civil comienza
cuando la dictadura está débil y su final se percibe
cercano y la represión es cada vez menor, lo que
estimula el crecimiento de esa participación.
La participación social y la movilización callejera tiene
dos funciones. La primera es apoyar a la élite política
para que logre la vuelta a un sistema democrático y,
empujar fuera del sistema a los sectores que quieren
volver al régimen autoritario, dejarlos aislados y sin
apoyo. La segunda función es ampliar la agenda pública
de temas que luego los partidos deben encaminar, es
decir, influir en los temas que se discuten en una
sociedad. Si los partidos no quisieran incluirlos, los obliga
a tomar posiciones arriesgadas electoralmente.
Otros actores son los sectores “blandos” del régimen
autoritario, dirigentes que apoyaron inicialmente la
dictadura y que, como se está terminando, se inclinan por
una salida democrática. Estos en forma clandestina,
participan de esa conspiración a favor del llamado a
elecciones y comienzan a actuar en forma conjunta con
sectores de la élite política. Buscan mantener su
influencia, aunque cambie el régimen político o negociar
para evitar futuras investigaciones judiciales o porque
creen que es lo correcto. En la transición argentina- el
pacto militar-sindical.
Los nostálgicos del régimen autoritario- grupos que
durante la transición hasta las elecciones, y también
luego de asumido el gobierno democrático, pueden
conspirara contra la consolidación del mismo. Buscan
volver al régimen autoritario donde tenían poder e
influencia, y coincidían ideológicamente. En la Argentina,
los militares Aldo Rico y Mohamed Alí Seineldin durante
la transición iniciada en 1983.
Para evitar regresiones autoritarias, la élite que busca la
democracia debe alinearse aunque pertenezca a partidos
diferentes. Los sectores democráticos no deben competir
entre ellos crudamente. La manera en que los políticos
pueden bloquear intentos de retroceder a una dictadura,
es por medio de pactos y acuerdos de gobernabilidad.
Los actores internacionales, organismos que presionan
desde afuera de las fronteras del país con el objetivo de
lograr la efectiva instalación de la democracia. Apoyan a
los políticos locales afines a sus ideas con dinero o
logística para las elecciones. Componen este grupo los
organismos supranacionales (están “por encima” de las
naciones), la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) o la Organización de los Estados
Americanos (OEA).
PACTOS E INCERTIDUMBRE
La élite política, la encargada de conducir el proceso de
instalación de la democracia y muchas veces recurre a
pactos. Las élites toman decisiones, algunas pensando
en el bien común y otras tratando de sacar el máximo
beneficio personal o grupal.
La activación de los nostálgicos del régimen autoritario
anterior obliga a que los políticos de diversos partidos
tengan que acordar reglas entre sí para controlar la lucha
por el poder.
Para acordar estas reglas, los miembros de una élite
deben alcanzar pactos que den formas institucionales a
los acuerdos. Estos pueden ser secretos o públicos y
tienen como fin generar seguridad mutua para competir
en igualdad de condiciones por el poder. Por ej. acordar
que no habrá proscripciones, qué día serán las
elecciones ,etc. Quienes definen esas reglas son los
miembros de la élite política de distintos partidos con el
objetivo de que los partidos que gobiernan vayan
cambiando y que ninguno se quede para siempre en el
poder o fuera de él.
Los pactos son importantes por dos motivos. El primero,
porque se constituyen en la garantía de que los sectores
nostálgicos del régimen autoritario no tendrán margen de
maniobra para intentar otro golpe de Estado. El segundo,
porque la alianza de la élite forma una red de contención
de los reclamos de una sociedad después de años de
represión.
Los pactos y la necesidad de controlar las demandas y
expectativas de la sociedad, y a la vez contener posibles
golpes de Estado, son las claves para que una transición
sea exitosa y ordenada.
DISTINTOS EJEMPLOS DE TRANSICIÓN : ESPAÑA Y
ARGENTINA
ESPAÑA
La transición española comenzó con la muerte de su
dictador, el Gral. Francisco Franco, en 1975. Dos años
antes, la posibilidad de reemplazo del dictador se había
llenado de dudas con el asesinato del sucesor designado
por Franco, el Almirante Luis Carrero Blanco, asesinado
por la organización terrorista nacionalista ETA: grupo que
exige por la vía armada la independencia del País Vasco.
El dictador Franco designó como rey y nuevo sucesor a
Juan Carlos I.
El Gral. Franco murió y dos días después de muerto se
inicia la transición a la democracia con el nombramiento
del rey Juan Carlos I. Esta transición ocurrió de manera
gradual y consensuada entre 1975 y 1982.
Muchos dirigentes tomaron opciones arriesgadas, incluso
para sus propios intereses. El rey Juan Carlos I optó por
abrir paso al régimen democrático.
En 1981 un grupo de militares irrumpió a los tiros en el
parlamento español intentando derribar al gobierno.
Estos golpistas argumentaban tener el apoyo del rey y
tomaron de rehenes a todos los parlamentarios
presentes. Juan Carlos I habló por televisión, condenó el
golpe y este fracasó.
En 1982 la Argentina perdió la guerra de Malvinas. Por
ese hecho el gobierno militar, gobernado por el Gral.
Leopoldo F. Galtieri perdió toda legitimidad ante la
sociedad. La sociedad y la élite política le exigían su
renuncia y que se convocara a elecciones. Galtieri debió
renunciar y lo reemplazó provisoriamente otro militar,
Reynaldo Bignone, quien convocó inmediatamente a
elecciones.
El declive del gobierno militar había comenzado en 1979
cuando la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos de la OEA visitó el país y denunció las
violaciones a los derechos humanos.
Además, la situación económica argentina era cada vez
peor, desgastaron rápido al régimen militar.
El intento por recuperar Malvinas- los jefes militares
buscaron recuperar la unidad y el apoyo perdió. Pero su
efecto fue el contrario y la derrota dejó expuesta sus
debilidades y errores. El fracaso del gobierno militar era
definitivo y, por eso, el régimen militar se cayó.
La Argentina tuvo, de ese modo, una transición en 1982.
Esta tuvo características propias y distintas a la transición
española.
La dictadura argentina se derrumbó sin plan alternativo
más que irse rápidamente y dejar el problema a los
civiles.
Los políticos argentinos a diferencia de sus pares
españoles, no buscaron una salida pactada. Solo
acordaron presionar por elecciones inmediatamente en
las que compitieron crudamente sin acuerdos mínimos
para esa lucha por la presidencia.
Algunos de ellos buscaron apoyarse en lo que quedaba
del poder militar para que los ayudara en la lucha contra
sus adversarios de la élite política. A pesar de la crítica
situación que vivía el país, los partidos no entablaron
diálogos entre sí para enfrentar conjuntamente problemas
que enfrentarían siendo gobierno. La inconciencia y la
falta de lealtad entre los partidos y dirigentes políticos
argentinos fue una marca que quedó en el sistema
político del país hasta nuestros días.
1983- primeras elecciones, ganó el radical Raúl Alfonsín,
candidato que más criticaba al régimen saliente; no había
apoyado la guerra de Malvinas y prometía juzgar a los
militares culpables de violar los derechos humanos.
Los peligros de una nuevo golpe fueron visibles todo el
mandato del dirigente radical.
La ausencia de pactos entre la élite política, hizo que no
hubiera acuerdos sobre un modelo económico a seguir.
Tampoco hubo acuerdo sobre qué hacer con los militares.
El gobierno radical, en soledad y en cumplimiento de lo
que había prometido en su campaña. Esto hizo que los
sectores nostálgicos del régimen militar se mantuvieran
en alerta y mostraran constantemente su capacidad de
daño. Se produjeron así tres revelaciones militares
durante los años de Alfonsín, y un cuarto en el mandato
del peronista Carlos Menem; este resolvió el asunto de
raíz, reprimiendo a los militares rebeldes y concediendo
indultos que dejaron a los militares juzgados en libertad.
Desde entonces, se consolidó la democracia política y
finalizó la transición ya que los militares nunca volvieron a
ser una amenaza.
“LOS NUEVOS LIDERAZGOS POPULISTAS Y LA
DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA”
-Por Flavia Freidenberg
LOS LÍDERES QUE REEMPLAZARON A lOS
POLÍTICOS TRADICIONALES
Dos últimas décadas - nuevos líderes de discurso radical
han ganado democráticamente las elecciones en América
Latina. Estos presentan características en su manera de
hacer política que los diferencia de los políticos que
habían ganado hasta ese momento: el modo en que se
constituyen como alternativa frente a los actores
tradicionales, con una clara intención de cambiar el
sistema político y, conseguir articular una alianza plural
de sectores sociales que les otorga legitimidad y abre la
posibilidad de poner en marcha proyectos de cambio,
sobre la base de una democracia de mayorías.
En Venezuela, Bolivia Y Ecuador los votantes eligieron
candidatos diferentes, al margen de la política de
siempre.
Características de estos liderazgos:
Pretensiones de inclusión identitaria de grupos sociales
que se sentían excluidos del sistema o que simplemente
creyeron en la capacidad de este nuevo líder de poder
cambiar a situación vigente.
Su discurso está radical y polarizador, excluyente de la
oposición partidista, de algunos medios de comunicación
de masas y de aquellos sectores de la ciudadanía que
critican su proyecto político.
Tres líderes: Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en
Bolivia y Rafael Correa en Ecuador.
Chávez ganó las elecciones presidenciales en contra de
los políticos que habían dominado por muchas décadas
instituciones, apelando a ciudadanos desencantados con
las reformas económicas neoliberales y proclamando un
intento de refundar la República. Su ausencia de
militancia partidista, su condición de militar de izquierdas
y su participación previa en un fallido golpe militar le
colocó un vanguardista al sistema político.
Evo Morales ganó las elecciones presidenciales en un
intenso clima de conflictividad social, y luego de haber
liderado la movilización por la recuperación del control
estatal del gas y otros hidrocarburos privatizados durante
el gobierno de Sánchez de Lozada.
Rafael Correa- su interpretación del cansancio de los
ciudadanos respecto al modo en que los partidos habían
hecho política hasta ese momento fue exitosa. Su
propuesta incluyó la Revolución Ciudadana, una
Asamblea Constituyente y un profundo cambio
institucional. Su estrategia de no presentar candidatos a
diputados le colocó al margen de los “políticos de
siempre”.
LA TENSIÓN ENTRE LA INCLUSIÓN POLÍTICA Y EL
ATAQUE A LAS INSTITUCIONES DEMOCRÁTICAS
Los líderes populistas incluyen con su discurso a los
ciudadanos que no se sentían representados y/o que
estaban decepcionados con el sistema político. Elegidos
para cambiar el statu quo, mejorar la calidad de la
representación y la equidad social. “Estilo de liderazgo
populista” caracterizado por la relación directa y
paternalista entre líder- seguidor, sin mediaciones
organizativas o institucionales, que habla en nombre del
pueblo y potencia su oposición a “los otros”, donde los
seguidores están convencidos de las cualidades
especiales del líder y creen que gracias a ellas, a los
métodos redistributivos conseguirán mejorar su situación
personal o la de su entorno.
Sacan a la gente a la calle, lo hacen como hechos que
“democratizan” la democracia y crean expectativas
respecto a que esos actos recuperan sus derechos.
Dirigen la palabra ,pidiendo apoyo, con una lógica
discursiva de dicotomización: el pueblo y los “otros”,
haciendo este elemento el eje central de la movilización.
Recurren al pueblo a partir de lo que les diferencia de los
otros, en función de las contradicciones existentes entre
ambos como un instrumento para reforzar la identidad de
su grupo.
Su figura simboliza la posibilidad de hacer cumplir los
deseos populares o un “antidepresivo” social.
Morales presenta diferencias respecto de los otros
líderes. El vínculo líder-bases se sostiene en la
negociación constante y en la exigencia de rendición de
cuentas.
LOS LIDERAZGOS POPULISTAS SE ENFRENTAN A
LAS INSTITUCIONES DE LA DEMOCRACIA
Estos líderes se han relacionado de manera contraria con
la democracia, han empleado las elecciones como un
instrumento plebiscitario (resolución tomada mediante
una consulta popular), han legitimado sus proyectos en
las urnas. Pero han sido responsables de múltiples
ataques a las instituciones de la democracia, el ejercicio
arbitrario del pode, la personalización de la política y de
buscar cambiar las reglas de juego.
El contenido autoritario de su discurso es contrario al
pluralismo. El líder está por encima de las reglas, por lo
que no necesita preocuparse por el Estado de Derecho ni
por los instituciones. Se ampara en los resultados de
unas elecciones que le otorgan legitimidad para hacer
cambios, incluso alterar la legalidad vigente. Las
instituciones son utilizadas y luego despreciadas. En el
marco de un régimen político, la manera de hacer política
de los líderes tensiona su funcionamiento pluralista.
Estas prácticas recuerdan a la “democracia delegativa2.
Han mostrado cómo ha (mal) interpretado la legalidad.
La política supone la integración identitaria y los líderes
populistas suelen tener dificultad para integrar a quiénes
no están de acuerdo con su proyecto político.
Los líderes polarizan a partir de la exclusión discursiva de
quienes no opinan como ellos, rechazando el pluralismo y
agotando la capacidad de control de unas instituciones
sobre otras, poniendo en tensión la vigencia del Estado
de Derecho.
POPULISMO, CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA
Sectores populares, intelectuales y nuevas élites
perciben que esta manera de hacer política permite la
incorporación de la gente común a las instituciones y lo
consideran como parte constitutiva de la democracia.
Liderazgo que defiende una concepción de democracia
mucho más amplia que la liberal. En ese sentido,
profundizan la democracia.
Otros sostienen que el populismo afecta la
institucionalidad y la convivencia democrática,
subordinando las instituciones a las decisiones de un
líder y enfrentando a los órganos del Estado entre sí;
polarizando el discurso contra los que opinan diferente o
critican al proyecto, y generando inclusión a través de
prácticas de subordinación más que de empoderamientos
de los ciudadanos.
Se está totalmente a favor o totalmente en contra. No hay
términos medios.
Estos líderes no están solos, hay ciudadanos populistas.
Los votantes eligen tener un vínculo directo y emocional
con el líder, al mismo tiempo que desconfían de los
partidos tradicionales y de las instituciones para resolver
sus problemas cotidianos. Prefieren la representación
delegativa antes que la democracia pluralista. La manera
en que se ejerce ese liderazgo dificulta la convivencia y la
autonomía de las instituciones democráticas.

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