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RENE DESCARTES

Claudio Di Gregorio, 2017

I) UNA VIDA BREVE, PERO FRUCTIFERA.

René Descartes nació en 1596 en Francia, cerca de Tours, en una familia burguesa.
Fue enviado pupilo a colegio jesuita donde, como señala Bertrand Russell, le enseñaron más
matemáticas de las que habría recibido en otro lado. Recibió allí también educación
escolástica (aristotélica), a la que después opondría toda su inteligencia. En 1615 y 1616 se
graduó en derecho civil y derecho canónico en la Universidad de Poiters. En el verano de
1618 fue a los Países Bajos como voluntario en el ejército de Mauricio de Nassau. Allí
conoció a Isaac Beekman, la influencia más importante en su juventud, quien reavivó el
interés de Descartes en la ciencia y le abrió los ojos a la posibilidad de aplicar técnicas
matemáticas en otros campos. Descartes compuso un tratado sobre la música (considerada
por entonces parte de las matemáticas) y en 1619 comenzó a trabajar en serio en problemas
matemáticos y mecánicos bajo la guía de Beekman. Finalmente dejó el servicio de Mauricio
de Nassau. Comenzó a buscar un nuevo método para la investigación científica y prever una
ciencia unificada. Poco después, escribió los borradores de las primeras once Reglas para la
Dirección del Espíritu --que prefiguran o anuncian bue,na parte de sus fut uras
concepciones filosóficas--, y trabó amistad con el padre Marin Me rsenne, filósofo
francés que estudió diversos campos de la teología, matemáticas y la teoría musical.
Descartes también trabajó en otros proyectos, orientados de forma más científica, como
optics. Para esa época inventó la notación moderna de las Potencias en Matemáticas. Es
posible que haya descubierto la ley de la refracción en 1626. Su trabajo sobre la inercia y el
movimiento contribuyó directamente a la nueva física mecánica, y su poder explicativo hizo
mucho para expulsar la ciencia aristotélica de la escena. Descartes trató de descubrir cómo
circula la sangre antes de que William Harvey produjera su propia solución en gran medida
definitiva (1628), momento en el que Descartes procedió a defender el descubrimiento de
Harvey.

Descartes pasó 20 años en los Países Bajos hasta trasladarse a Suecia, por invitación
de la reina Cristina, a fines de 1649. En 1629 comenzó a trabajar en "un pequeño tratado",
que le llevó aproximadamente tres años de trabajo, titulado El Mundo (que nunca completó y
que fue publicado recién en 1701, cincuenta años después de su muerte). Entre otras ideas
mecanicistas, este trabajo postula una concepción heliocéntrica del sistema solar, así que
después de enterarse de la condena de Galileo por la Inquisición Descartes suprimió su
publicación. Los biógrafos observan que, a lo largo de su vida, Descartes mantuvo una gran
preocupación por no malquistarse con la Iglesia; contemporáneos suyos, incluso católicos
como el cardenal Bossuet, juzgaron que el filósofo estaba demasiado temeroso de ser
condenado.

En lugar del controversial El Mundo, terminó sus ensayos científicos Dioptique y


Meteoritos, que aplican su método geométrico a estos campos. También escribió un prefacio
de estos ensayos, y este "prefacio" se convirtió en su famoso Discurso del Método (“Discurso
del Método para conducir bien el pensamiento y buscar la verdad en la ciencia” era su título
completo) publicado en 1637. Un tercer ensayo fue “Geometría”, en donde virtualmente
creaba lo que hoy se conoce como geometría analítica. En mecánica, Descartes acepta la
primera ley del movimiento, según la cual un cuerpo abandonado a sí mismo se moverá con
velocidad constante en línea recta. Pero no hay ninguna acción a distancia, como más tarde
revelará la teoría de la gravitación de Newton. En los postulados cartesianos no hay tal cosa
como un vacío, y no existen los átomos.

Descartes comenzó a trabajar en Meditaciones sobre la Filosofía Primera


(“Meditaciones acerca de la filosofía primera, en las cuales se demuestra la existencia de
Dios, así como la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre” era su título completo)
en 1639. Tras su publicación en 1641 enfrentó acusaciones de heterodoxia y otras críticas
igualmente absurdas, especialmente de protestantes recalcitrantes. Empezaron a decir que
sus puntos de vista conducían al ateísmo, y Descartes habría sido procesado de no mediar la
intervención del embajador francés y el Príncipe de Orange. Otro ataque llegó un par de años
más tarde, de las autoridades de la Universidad de Leiden, que prohibió toda mención de
Descartes, favorable o desfavorable. De nuevo, el príncipe de Orange intervino, y dijo a la
universidad que se dejaran de tonterías.

En 1643, comenzó su famosa correspondencia filosófica con la princesa Isabel de


Bohemia, que era conocida por su intelecto agudo y había leído el Discurso del Método (y
quien, por ser princesa, se creía con derecho a robarle tiempo a sabios eminentes, en
opinión de un biógrafo). Descartes estaba escribiendo una versión de su filosofía, para
estudiantes, titulada Principios de Filosofía. Elizabeth lo estimuló a escribir Las Pasiones del
Alma, sobre el libre albedrío, las pasiones y la moral. Además, sus Meditaciones y Principios,
su más importante obra junto al Discurso del Método, fueron traducidas y publicadas de
nuevo en 1647.

En 1646, la reina Cristina de Suecia inició una correspondencia con Descartes. Ella lo
consultó en materias éticas y discutió con él acerca del bien absoluto, hasta que lo invitó a
unirse a su corte en Estocolmo en febrero de 1649. Descartes llegó a Suecia en septiembre
de 1649. Lamentablemente, debido al frío sueco y el madrugar para dar clases a la reina (a
lo que Descartes no estaba acostumbrado), a poco de llegar contrajo neumonía y alli murió,
en febrero de 1650.

CONTRIBUCIONES DE DESCARTES

“René Descartes (1596-1650) es considerado el fundador de la filosofía moderna, y,


creo, con razón. Él es el primer hombre de gran capacidad filosófica cuya perspectiva está
profundamente afectada por la nueva física y la astronomía. Si bien es cierto que conserva
gran parte de la escolástica, no acepta bases establecidas por los predecesores sino que se
esfuerza en construir un edificio filosófico completo de novo. Esto no había ocurrido desde
Aristóteles, y es un signo de la nueva auto-confianza en que el resultado de los avances de
la ciencia. Hay una frescura en su trabajo que no se encuentra en ningún filósofo anterior
eminente, desde Platón. Todos los filósofos intermedios eran maestros, con la superioridad
profesional que pertenece a esa vocación. Descartes escribe no como un maestro, sino
como un descubridor y explorador, ansioso de comunicar lo que ha encontrado. Su estilo es
fácil y nada pedante, dirigido a los hombres inteligentes del mundo en lugar de alumnos; es,
además, un extraordinariamente excelente estilo. Es muy afortunado para la filosofía
moderna que el pionero haya tenido tan admirable sentido literario.” (Cf Russell)
Descartes proveyó la semilla para una nueva filosofía que rompió con la vieja, de
Aristóteles, que era la posición filosófica oficial del mundo cristiano.

La visión cartesiana de la filosofía era la de un árbol: "Las raíces son la metafísica, el


tronco es la física y las ramas que salen del tronco son todas las otras ciencias, que pueden
reducirse a tres principales, a saber, la medicina, la mecánica y la moral, que son las
ciencias más útiles y beneficiosas para la humanidad." (Principios de la filosofía, Prólogo)

Descartes negó la tesis de los escolásticos, de que todo conocimiento debe venir de la
sensación. Aristóteles había argumentado que todo el mundo nace con una pizarra limpia, y
que todo el material para la comprensión intelectual se obtiene a través de la sensación.
Descartes, sin embargo, sostuvo que puesto que los sentidos engañan a veces, no pueden
ser una fuente fiable de conocimiento.

Para argumentar o demostrar, Aristóteles y los dialécticos medievales utilizan


"silogismos", compuestos de una premisa general o mayor, una premisa particular o menor y
una conclusión. En Reglas para la Dirección de la Mente Descartes reconoce que los
silogismos preservan la verdad desde las premisas hasta la conclusión ––de tal manera que
si las premisas son verdaderas entonces la conclusión debe ser verdadera–– pero los
encuentra insuficientes, por partir de una base débil: se supone que las premisas que
componen los silogismos son hechos conocidos cuando, en realidad, dice, no son más que
creencias, ya que expresan sólo probabilidades basadas en información de los sentidos. Las
conclusiones derivadas de premisas meramente probables sólo pueden ser probables y, por
lo tanto, estos silogismos probables sirven más para aumentar la duda que el conocimiento.

Descartes cree que, a diferencia de la información recibida de los sentidos, las


verdades percibidas y deducidas intuitivamente no dejan duda. Quería demostrar que, a
pesar de los argumentos escépticos que el mismo irá levantando, hay al menos una verdad
intuitiva que está más allá de toda duda y de la cual el resto del conocimiento humano se
puede deducir. Este es precisamente el nudo de su obra fundamental, Meditaciones sobre la
Filosofía Primera, tratado que proyectó la fama de Descartes más allá del mundo filosófico.

Georges Dicker (op. cit.) opina que “las Meditaciones de Descartes le hablan al filósofo
novato tan bien como al más sofisticado; introducen cuestiones básicas de la filosofía en una
forma breve, convincente y penetrante, y las desarrollan con una sutileza que sigue siendo
estimulante para nosotros, los descendientes filosóficos de Descartes. No es de extrañar,
entonces, que las Meditaciones sigan siendo leídas y analizadas en todos los niveles del
programa de la filosofía, desde el curso de introducción al seminario de posgrado”.

PRIMERA MEDITACION

Para empezar, Descartes pone en duda todas sus creencias. Observa que los
sentidos a veces nos engañan, de modo que todo lo que percibimos podría ser imaginario.
Ahora mismo yo podría estar soñando que estoy leyendo este texto. Dado que ––a diferencia
del largometraje “Inception”–– NO hay ninguna forma de distinguir la vigilia de los sueños,
toda creencia basada en la experiencia de los sentidos, aun los experimentos científicos más
rigurosos, son dudosos. Todo puede ser un sueño, o una alucinación.

Descartes se pregunta si Dios podría hacernos creer que hay un cielo, tierra y otras
cosas cuando de hecho nada de eso existe. Un amigo religioso de Descartes objetó la
posibilidad de que Dios, que es definido como la bondad suprema, sea capaz de engañar al
hombre. Descartes coincidió con ello y, para continuar su línea de argumentación,
poniéndose provisionalmente en la posición de un ateo postula que, hasta que él pueda
demostrar lo contrario, Dios NO existe y que además hay un demonio con poderes supremos
que nos está engañando en todo.

Para estar bien seguro y construir bases sólidas, Descartes decide considerar como
falsa toda creencia que permita, aunque sea, la más mínima duda. (En realidad él no cree
que todo sea ilusorio, pero lo que está haciendo aquí es aplicar lo que se llamó “la duda
metódica” o duda cartesiana: descartar todo para quedarse solamente con aquello que sea
absolutamente cierto, y donde ningún demonio lo pueda engañar.) Descartes duda hasta
de la existencia de su propio cuerpo.

Es en este momento cuando llega a su famosa conclusión, “cogito, ergo sum” (pienso,
luego existo). Escribe: “¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que no puedo
existir sin ellos? Yo estaba convencido de que no había nada en todo el mundo, que no había
ni cielo ni tierra, que no había mente ni ningún cuerpo: No me convencí del mismo modo de
que yo no existo? De ningún modo; por cierto, yo existo ya que me convencí de algo [o
simplemente porque pensé en algo]. Pero hay algún falsario, muy poderoso y muy astuto,
que emplea su ingenio en engañarme. Pero sin duda también existo aún si me engaña, y
dejémoslo que me engañe tanto como quiera: nunca podrá convertirme en nada en tanto yo
piense que soy algo. Así que, después de haber reflexionado bien y examinado
cuidadosamente todas las cosas, debemos llegar a la conclusión definitiva de que esta
proposición “yo soy, yo existo” es necesariamente cierta cada vez que la pronuncio, o que la
concibo mentalmente.” (Descartes citado en Bracken)

Cabe mencionar que San Agustin anticipó el cogito de Descartes. En la Ciudad de Dios
escribe: “En ninguno de estos puntos le temo a los argumentos de los escépticos de la
Academia que dicen: ¿y si te engañas? Porque si soy engañado, soy (existo). Porque el que
no existe no puede ser engañado. Y si soy engañado, por esta misma razón, soy.” En sus
Soliloquios dice: "Usted, que desea saber, ¿sabe quién es? Yo lo sé. ¿De dónde es usted? Yo
no sé. ¿Se siente usted mismo único o múltiple? Yo no sé. ¿Se siente usted mismo en
movimiento? Yo no sé. ¿Sabe lo que usted piensa? Yo sí.” Estas líneas no sólo contienen el
cogito de Descartes, sino también su réplica al ambulo, ergo sum de Gassendi. (En respuesta
a Descartes, su contemporáneo Pierre Gassendi propuso Ambulo ergo sum ('ando, por lo tanto
existo'). Lo de Gassendi tiene su lógica: la mente y el cuerpo son inseparables, en opinión de
Gassendi, mientras que Descartes creía que la mente podría existir separadamente del
cuerpo. El acto de caminar ilustra perfectamente la íntima conexión mente-cuerpo a que se
refiere Gassendi. Hay que admitir, sin embargo, que San Agustín no llevó su propia
observación hasta sus últimas consecuencias. La originalidad de Descartes, por lo tanto,
consistiría menos en inventar el argumento que en percibir su importancia. (Cf. Russell)
SEGUNDA MEDITACION

Descartes examina y ratifica la absoluta certeza de su Cogito, ergo sum. El mero


hecho de que estoy pensando ––dice––, sin importar si lo que pienso es verdadero o falso,
implica que hay alguien (“un algo, un ente”) ocupado en la actividad de pensar. Alguien a
quien llamamos “Yo”. Por lo tanto, “Yo existo” es indudable y sirve como un axioma del cual
otras verdades absolutamente ciertas pueden ser deducidas.

Escribe: “Mientras quería pensar que todo es falso, tenía que ser necesariamente yo
el que pensaba que era algo; y observando que esta verdad ––pienso, luego existo–– era tan
sólida y tan cierta que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran
capaces de demoler, juzgué que podía aceptarla sin escrúpulo como el primer principio de la
filosofía que yo buscaba.” (Cit. por Russell)

Descartes, brillante matemático, afirma que las expresiones geométricas proporcionan


una certeza absoluta. En geometría, los teoremas se deducen de axiomas que son evidentes
y universales, por lo que las deducciones de esas verdades pueden conducir a
conocimientos nuevos e indudables. Las ideas de la geometría son claras y nítidas, y por lo
tanto son fáciles de entender, a diferencia de las ideas confusas y oscuras que nacen de las
sensaciones. En segundo lugar, las proposiciones geométricas son absolutamente seguras,
a diferencia de los silogismos de los escolásticos, que son meramente probables. Aquí se
pregunta: ¿por qué el cogito ergo sum es tan evidente? Llega a la conclusión de que es sólo
porque es claro y nítido. Por lo tanto, adopta como regla general este principio: Todas las
cosas que concebimos muy clara y nítidamente son verdaderas. Admite, sin embargo, que a
veces hay dificultades para saber cuáles son estas cosas. Además, para que su postulado
subjetivo de claro + nítido = verdadero sea aceptado, Descartes debe demostrar a) que Dios
Existe, y b) que Dios no puede engañar. (Russell observa que la filosofía moderna en gran
medida ha retenido la tendencia al individualismo y al subjectivismo que subyace en esta
noción de las ideas claras y nítidas.)

Después de desechar el concepto escolástico-aristotélico tradicional de ser humano


como animal racional debido a las dificultades inherentes a la definición de "racional" y
"animal", Descartes finalmente llega a la conclusión de que él es una cosa que piensa, una
mente: "Una cosa que duda, entiende, afirma, niega, está dispuesta, no quiere, y también
imagina y tiene percepciones sensoriales". No tengo seguridad de que mi cuerpo exista. Por
lo tanto, lo que soy es una cosa pensante inmaterial con las facultades de inteligencia y
voluntad. Una mente que tiene ideas.

TERCERA MEDITACION

Descartes distingue tres tipos de ideas: las que fabrica mi mente (y cuyo contenido
puedo controlar o modificar), las que me llegan de afuera (por intermedio de los sentidos y
que por tanto no puedo alterar ––por ejemplo, si estoy junto a una estufa no puedo evitar
sentir calor) y las que son innatas (están dentro de mí desde el momento de la creación,
puestas por Dios. Las nociones de geometría son un ejemplo de esas ideas innatas).

Al comienzo de la Tercera Meditación solamente las afirmaciones "yo existo" y "soy


una cosa que piensa (es decir, que tiene ideas)" están fuera de toda duda y, por tanto, son
absolutamente seguras. A partir de estas verdades absolutas alcanzadas intuitivamente,
Descartes pasa a deducir la existencia de algo que no sea él mismo, y lo primero es Dios.

Empieza considerando qué es necesario para que algo sea la causa adecuada de su
efecto, noción que expresa como: "debe haber al menos tanta realidad en la causa como en
el efecto de esa causa", lo que en pocas palabras significa que algo no puede surgir de la
nada. Cuando una olla de agua hierve, debe haber recibido calor de alguna causa que tenía
al menos esa cantidad de calor; algo que no está caliente no puede hacer que el agua hierva.
En otras palabras, no se puede dar lo que no se tiene. En el campo de las ideas ––que ahora
tanto importa a Descartes–– todo lo que está contenido en una idea objetiva debe estar
contenido también en la causa de esa idea.

Una vez establecido este principio, Descartes observa que él mismo es una sustancia
finita (limitada), por lo que puede ser la causa de cualquier idea que tenga la realidad objetiva
de una sustancia finita. Pero la idea de Dios es la idea de una sustancia infinita. Dado que
una sustancia finita es menos real (o menos perfecta) que una sustancia infinita --ya que la
sustancia finita, para existir, depende de una sustancia infinita-- se deduce que Descartes,
una sustancia finita, no puede ser la causa de la idea que en este momento tiene, de una
sustancia infinita. Sin embargo, la idea debe haber venido de algún lado. Así que algo que es
en realidad una sustancia infinita, es decir, Dios, debe ser la causa de la idea de una
sustancia infinita. Por lo tanto, Dios existe como la única causa posible de esta idea.

Dice: La idea de Dios es algo que no podría haber venido de mí, puesto que Dios es
una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente y omnipotente - y yo,
ciertamente, no lo soy. La idea de substancia "existe en mí desde el hecho de que soy una
sustancia." La idea de un ser perfecto la extraigo del hecho de que soy una sustancia
imperfecta. Y sé que yo soy imperfecto porque soy un ser que duda. Así que la idea de Dios
no es una que yo podría haber generado dentro de mí mismo. Si tuviera ese potencial me
habría dado a mí mismo atributos infinitamente superiores! Nací “equipado” con la idea de
Dios, pero la idea de una sustancia infinita sólo puede haber sido creada por una sustancia
infinita, que es Dios.

Descartes anticipa una posible objeción a este primer argumento. Esta objeción es
que la causa de una sustancia finita con la idea de Dios también podría ser una sustancia
finita con la idea de Dios. Sin embargo, se responde Descartes, cuál fue la causa de esta
sustancia finita con la idea de Dios? Bueno, otra sustancia finita con la idea de Dios. Pero
cuál fue la causa de esta otra sustancia finita con la idea de Dios? Bueno, otra sustancia
finita... y así sucesivamente hasta el infinito. Eventualmente se debe llegar a una causa
última de la idea de Dios, para dar una explicación adecuada de su existencia en el primer
lugar y, con ello, detener la regresión infinita. Esa causa última debe ser Dios, porque sólo él
tiene suficiente realidad para causarla.

Con esta acrobacia mental, Descartes cree que puede pasar de la idea de una
sustancia perfecta (Dios) a la existencia de esa sustancia. (Cf. Bracken)
CUARTA MEDITACION

En su Cuarta Meditación, como parte de su explicación de cómo se produce el error,


Descartes dice que tenemos dos facultades, la facultad de conocer, de concebir, y la facultad
de elegir. Nuestra facultad de concebir es bastante limitada, mientras que nuestra facultad de
elección, la voluntad, es aparentemente infinita. Tenemos, Descartes cree, un total libre
albedrío. El error entra en la condición humana porque a menudo juzgamos como verdadero
algo que es dudoso.

¿Cómo evitar el error? Juzguemos como verdaderas sólo aquellas cosas que vemos
con claridad y nitidez o al menos lo más cercano a esos criterios como podamos. El error
surge de errores (evitables) que elegimos hacer.

En cuanto a nuestro libre albedrío, Descartes se limita a afirmar que nuestras


voluntades son totalmente libres y que este es un dato absoluto en nuestra experiencia.
Cabe repetir: Descartes lo afirma, ni lo intenta sustentar. Y nunca titubeará en su certidumbre
respecto de este principio. Teniendo presente que desde el comienzo de la historia filosófica
registrada la cuestión del libre albedrío siempre ha estado en la agenda, la actitud de
Descartes resulta desconcertante. ¿Nuestras acciones están "determinadas"? ¿Estamos
programados ya sea "internamente" o por nuestro medio ambiente? Descartes no habla de
estos asuntos. Para él, nuestras voluntades son libres y se acabó. (Bracken)

QUINTA MEDITACION

En esta Meditación aparece el Argumento Ontológico. Descartes sostiene que la


existencia de Dios es deducible a partir de la idea de su naturaleza, del mismo modo que el
hecho de que la suma de los ángulos interiores de un triángulo sea igual a dos ángulos
rectos es deducible a partir de la idea de la naturaleza de un triángulo. Esta propiedad se
encuentra en la naturaleza del triángulo y es inseparable de ella; un triángulo sin esta
propiedad sería ininteligible. La prueba de Descartes es ésta:
1. Tengo la idea de un ser supremamente perfecto.
2. El concepto de este ser necesariamente incluye toda perfección (todas las
perfecciones en el más alto grado).
3. La existencia real es una perfección (al menos la mayoría de la gente
estaría de acuerdo en que es mejor existir en realidad que no existir).
Entonces: la idea de un ser supremamente perfecto incluye su existencia (o
sea, un ser supremamente perfecto existe).1

(Dios es el ser supremo, máximo ––postula San Anselmo de Canterbury en 1087––


pero si no existiera habría un ser superior a él, igual a él pero que además tiene la perfección
adicional de existir. Este último ser sería entonces Dios, y no el anterior, el que no tiene
existencia real.)

1 En 1946, Bertrand Russell escribe: “La verdadera pregunta es: ¿Existe algo que nosotros podamos pensar que; por el mero
hecho de que podamos pensar en él, se demuestra que existe fuera de nuestro pensamiento? A todo filósofo le gustaría decir
sí, porque el trabajo de un filósofo es encontrar cosas sobre el mundo mediante el pensamiento en vez de mediante la
observación. Si sí es la respuesta correcta, existe un puente entre el pensamiento puro y las cosas, Si no, no.”
Por lo tanto, la idea de un ser sumamente perfecto o un Dios sin existencia real es
ininteligible. Esto significa que la existencia está contenida en la esencia de una sustancia
infinita, y por lo tanto, por su propia naturaleza, Dios debe existir.

Y añade Descartes: "no es menos repugnante a nuestra concepción de un Dios (que es


un ser sumamente perfecto) que carece de existencia (es decir, a quien le falta una cierta
perfección), que concebir una montaña que no tiene ningún valle". El Argumento Ontológico
existe desde el medioevo, cuando lo formulara San Anselmo, se venía repitiendo y venía
siendo refutado2. El propio Descartes transcribe de antemano la refutación esperable, en estos
términos: “Sin embargo, del hecho de que concibo una montaña sin un valle no se sigue que
no existe tal montaña en el mundo; del mismo modo, aunque concibo a Dios como poseedor
de existencia, parecería que no se desprende que hay un Dios que existe, porque mi
pensamiento no transforma las cosas en necesarias. Así como puedo imaginar un caballo con
alas aunque no existe ningún caballo con alas, así tal vez podría atribuir existencia a Dios,
aunque no exista Dios.” Esto, dice Descartes, es un sofisma. No puedo pensar en Dios excep-
to como existente. Es cierto que para las sillas, mesas y montañas podemos separar fácil-
mente su existencia de su esencia, pero Dios es un caso especial. Él no es sólo una silla o una
mesa cuya existencia puede ser separada de su esencia. Dios es un ser único y sumamente
perfecto; no es el tipo de ser cuya existencia sólo es posible. Considerar la existencia de Dios
como una mera posibilidad es ignorar el hecho de que Dios es un ser necesario.

Recordemos que en la primera meditación Descartes supone que un demonio lo está


engañando. Mientras esta suposición no pueda ser rebatida no hay esperanza de llegar a
ningún conocimiento absolutamente cierto más allá del pienso, luego existo inicial. Pero a
estas alturas Descartes entiende que ha sido capaz de demostrar la existencia de Dios a
partir de premisas captadas intuitivamente. Si Dios existe y seguimos engañados es porque
Dios acepta que seamos engañados por el demonio o es Él el que nos engaña. Por eso, el
siguiente paso es demostrar que Dios no puede engañar ni querer engañar. Al comienzo de
la Cuarta Meditación, Descartes afirma que la voluntad de engañar es "sin duda alguna
evidencia de malicia o debilidad" de manera que sería una imperfección. Escribe: “Es
evidente a la luz natural que todo fraude y engaño depende de algún defecto.” (Cf. Dicker)

Pero ––sigue diciendo Descartes––, puesto que Dios tiene todas las perfecciones y
ninguna imperfección, se desprende que Dios no puede ser tramposo: concebir un Dios con
la voluntad de engañar sería concebirlo teniendo a la vez no imperfecciones y una
imperfección, lo cual es imposible; como “tratar de concebir una montaña sin un valle”. Esta
conclusión, además de la existencia de Dios, proporciona el fundamento absolutamente
seguro que Descartes buscaba desde el principio de las Meditaciones. Es absolutamente

2 Entre los muchos rechazos a este argumento, cabe citar el comentario burlón del biólogo Richard Dawkins en “El
Espejismo de Dios”. Dawkins ––quien también se pregunta “¿No es demasiado bueno para ser verdad que una verdad
sobre el cosmos provenga de un mero juego de palabras?”–– escribe:
Permítanme traducir este pueril argumento al lenguaje apropiado, que es el lenguaje de un parque infantil:
“Te apuesto a que puedo probar que Dios existe”
“Te apuesto a que no puedes”
“Está bien; entonces, imagina la cosa más perfecta perfecta perfecta posible”
“Ya está. ¿Ahora qué?”
“Ahora, ¿Es esa cosa perfecta perfecta perfecta real? ¿Existe?”
“No, sólo está en mi mente”
“Pero si fuese real, sería aún más perfecta, porque una cosa realmente realmente perfecta tendría que ser mejor
que una cosa tontamente imaginaria. Así que he probado que Dios existe. Pronto, pronto todos los ateos son tontos.”
seguro porque ambas conclusiones (a saber, que Dios existe y que Dios no puede ser un
falsario) han sido demostradas a partir de verdades intuitivas inmediatamente comprendidas
y absolutamente ciertas.

Esto significa que Dios no puede ser la causa de un error humano, ya que él no creó a
los humanos con la facultad para producirlos, ni puede Dios crear un ser tal como un
demonio que se dedica al engaño. Por el contrario, los seres humanos son la causa de sus
propios errores cuando no utilizan su facultad de juzgar correctamente. En segundo lugar, la
naturaleza no engañosa de Dios garantiza la veracidad de todas las ideas claras y nítidas,
porque Dios sería un mentiroso si hubiera una idea clara y nítida que fuese falsa, ya que
nuestra mente no podría evitar creer que es verdad. Por lo tanto, las ideas claras y nítidas
deben ser verdad, so pena de contradicción. Esto también implica que se requiere el
conocimiento de la existencia de Dios para tener algún conocimiento absolutamente cierto.
En consecuencia, los ateos, los que son ignorantes de la existencia de Dios, no pueden tener
conocimiento absolutamente cierto de ningún tipo, incluyendo el conocimiento científico.

Este postulado da lugar a un problema grave dentro de las Meditaciones, derivado de


la afirmación de que “todas las ideas claras y nítidas son en última instancia garantizadas por
la existencia de Dios” porque Descartes proveyó pruebas de la existencia de Dios recién en
la Tercera Meditación. Eso significa que las verdades alcanzadas en la Segunda Meditación,
tales como "yo existo" y "soy una cosa que piensa" y los principios utilizados en la Tercera
Meditación para deducir que Dios existe no pudieron ser entendidos clara y nítidamente, por
lo que no se puede estar absolutamente seguro. Por lo tanto, ya que las premisas del
argumento de la existencia de Dios no son absolutamente ciertas, la conclusión de que existe
Dios no puede ser segura tampoco. Esto es lo que se conoce como el "círculo cartesiano",
porque el razonamiento de Descartes parece ir en un círculo en el que necesita la existencia
de Dios para la certeza absoluta de las verdades anteriores y necesita la certeza absoluta de
estas verdades anteriores para demostrar con certeza que Dios existe. Esta debilidad de la
circularidad fue cuestionada ya en tiempos de Descartes, respondida por éste (a juicio de
algunos, de un modo insatisfactorio) y continúa siendo debatida aun hoy.

SEXTA MEDITACION

En este punto de las Meditaciones, Descartes ha obtenido certeza sobre una variedad
de temas: su existencia, su esencia, el principio de causalidad, la existencia de Dios, que
Dios lo hizo a él, que Dios no es un impostor, que la claridad y nitidez son indicadores de la
verdad, que él tiene una voluntad libre y cuál es la fuente del error humano.

La Sexta Meditación es un texto bastante largo en el que Descartes completa su


"programa" básico y aborda una serie de temas subsidiarios. Entre otros, una discusión
sobre la imaginación y de cómo esta facultad hace que sea "probable" que existen cosas
materiales; una revisión de lo que Descartes creyó inicialmente sobre los sentidos y de las
razones que encontró posteriormente para dudar de ellos; la prueba de la distinción real
entre la mente y el cuerpo (es decir, del dualismo cartesiano); la prueba de que existe el
mundo material; una mención de creencias particulares sobre las cosas materiales que, a la
luz de esta prueba, con seguridad pueden ser aceptadas y de creencias erróneas sobre las
cosas materiales; una explicación fisiológica de por qué a veces perseguimos fines que son
malos para nosotros y de por qué este hecho no influye negativamente en la perfección de
Dios y, una resolución del problema de los sueños. (Cf. Dicker)

En su resumen, Descartes expresa así su propósito: “Por último, en la sexta, distingo


el acto del entendimiento del de la imaginación, describiendo las señales de esa distinción.
Muestro que el alma del hombre es realmente distinta del cuerpo, estando, sin embargo, tan
estrechamente unida a él, que junto con él forma como una sola cosa. Se exponen todos los
errores que proceden de los sentidos, con los medios para evitarlos. Y por último, traigo a
colación todas las razones de las que puede concluirse la existencia de las cosas materiales:
no porque las juzgue muy útiles para probar lo que prueban —a saber: que hay un mundo,
que los hombres tienen cuerpos, y otras cosas semejantes, jamás puestas en duda por
ningún hombre sensato—, sino porque, considerándolas de cerca, echamos de ver que no
son tan firmes y evidentes como las que nos guían al conocimiento de Dios y de nuestra
alma, de manera que estas últimas son las más ciertas y evidentes que pueden entrar en
conocimiento del espíritu humano.”

Por razones de tiempo y espacio, nos concentraremos en los dos temas que
Descartes menciona en el resumen, que son los más importantes:

I) Distinción entre Mente y Cuerpo (el llamado “dualismo cartesiano”).


Abreviadamente, Descartes razona de este modo:
a) El hecho de que clara y nítidamente puedo diferenciar una cosa de otra es
suficiente para que tener la certeza de que las dos cosas son distintas, ya que
son capaces de ser separadas, al menos si Dios así lo quisiera.
b ) Además del pensamiento, no sé de que ninguna otra cosa que pertenezca a
mi naturaleza o esencia. Entonces, mi esencia consiste únicamente en el hecho
de que soy una cosa que piensa.
c ) Por un lado tengo una idea clara y distinta de mí mismo como una cosa que
piensa, y por otro lado tengo una idea distinta del cuerpo, que percibo como
una cosa no-pensante. Por lo tanto, es cierto que soy realmente distinto de mi
cuerpo, y que puedo existir sin él.

A esto, los filósofos han respondido: El argumento b) no es válido. Uno no puede


válidamente ir desde la premisa de que "sobre mí solamente sé que soy X” a la conclusión de
que "entonces solamente soy X”. Se trata de un "argumento de la ignorancia" (en el mundo
sólo existe lo que yo conozco; si no lo conozco, no existe) .

En c), del hecho de que X y Z sean dos cosas distintas no se desprende


necesariamente que una pueda existir sin la otra: un CD es distinto de lo que se grabe en él,
pero la grabación no puede existir sin el soporte del CD. Sobre esto se ha argumentado que
Descartes no sostuvo que la mente vive sin el cuerpo, sino que, por ser dos cosas diferentes,
si Dios lo quisiera, la mente podría vivir separada del cuerpo.

Al argumentar a favor de una distinción real entre la mente y el cuerpo, Descartes


sostiene que 1) la mente es una sustancia, 2) que puede ser clara y nítidamente entendida
sin ninguna otra sustancia, incluidos cuerpos, y 3) que Dios podría crear una sustancia
mental por sí mismo sin ninguna otra sustancia. Así, Descartes está, en última instancia,
argumentando a favor de la posibilidad de mentes o almas existentes sin cuerpos.
Como dijimos, todo este capítulo es lo que se conoce como El Dualismo Cartesiano
(dualismo mente-cuerpo).

II) Las Pruebas de Descartes sobre la Existencia del Mundo Material.


Tras haber demostrado que “yo existo” y que Dios existe, con la secuencia que sigue
Descartes encara la demostración de que también existe el mundo real que nos rodea:
a) Tengo ideas sobre los objetos sensibles que no parezco producir por mí
mismo; estas ideas deben de haber sido producidas por alguna otra causa. Y
no sólo “deben haber sido”; Descartes argumentó que lo son ––que la causa de
las ideas de Descartes sobre los objetos físicos no es el propio Descartes––
porque en su mente no hay un pensamiento previo a la idea (toda noción va
precedida por pensamientos que la sustentan) y porque la experiencia llega con
independencia de su voluntad.
b) “La causa de mis ideas de las cosas, por tanto, debe ser alguna sustancia
que no soy yo.” Por otra parte, esta sustancia debe contener toda la realidad
que contienen las ideas que produce. (Aquí Descartes utiliza una vez más el
principio de que la causa de una idea debe tener al menos tanta realidad formal
como la idea.)
c) Las posibles causas de lo que experimento entonces pueden ser dos: un
objeto físico (la cosa misma) o Dios.
d) La causa de mis ideas sobre los objetos no puede ser Dios porque Dios no
me ha dado ninguna capacidad para detectar que Él es la causa sino, por el
contrario, nací con una fuerte inclinación a creer que esas ideas provienen de
objetos materiales. De modo que Dios sería un mentiroso si las ideas fuesen
causadas por alguna otra cosa. Pero dado que Dios es un ser supremamente
perfecto no puede ser un mentiroso.
e) Por lo tanto, los objetos físicos existen.

De este modo, Descartes entiende haber demostrado la existencia real del mundo
físico que nos rodea.

CONCLUSION

A René Descartes a menudo se lo llama el "padre de la filosofía moderna”. Este título


se justifica debido tanto a su ruptura con la filosofía escolástica aristotélica tradicional
prevaleciente en su época como por su decisiva contribución al desarrollo y promoción de las
nuevas ciencias mecanicistas. Desde Descartes, la mayoría de los filósofos se han
preocupado por la teoría del conocimiento (hoy una de las grandes ramas de la filosofía) y
que lo hagan es debido en gran parte a él.

Fue uno de los creadores de la ciencia del siglo XVII. La geometría analítica resulta
del trabajo de varios matemáticos del siglo XVII, de entre los cuales la mayor contribución fue
hecha por Descartes.

Descartes fue filósofo, matemático y hombre de ciencia. En la filosofía y las


matemáticas, su trabajo es de importancia suprema.
REFERENCIAS

Russell, Bertrand – Historia de la Filosofía Occidental. George Allen and Unwin, UK 1946.
Routledge Classics, NY 2003.

Dawkins, Richard – El Espejismo de Dios (The God Delusion, Bantam Press, UK 2006)

Dicker, Georges – Descartes: Una Introducción Analítica e Histórica, Oxford: Oxford


University Press, 1993.

Frankfurt, Harry – Demonios, Soñadores y Locos: la Defensa de la Razón en las


Meditaciones de Descartes. Bobbs-Merrill, Indianapolis, 1970.

Bracken, Harry M. – Descartes. Colección Oneworld Philosophers, Oxford, 2002.

Williams, Bernard – Descartes, El Proyecto de la Investigación Pura. Ediciones Cátedra,


Madrid, 1996 (The Project of Pure Enquiry, Sussex: Harvester Press, 1978.)

Wilson, Margaret – Descartes. London and Boston, Routledge and Kegan Paul, 1978.

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