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Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
4 Infonomía.com
Índice 5
Infonomía.com
La empresa es información
Alfons Cornella
Prólogo
Algunos lectores recordarán que en 1994 escribí un libro, Los recursos de in-
formación, en el que ya reflexionaba sobre la importancia de la información en las or-
ganizaciones. Para mí ha sido una gran satisfacción comprobar que todo lo que allí
decíamos se ha ido cumpliendo, a pesar, incluso, de que en el texto no aparecía ni una
sola vez la palabra Internet.
Hoy ya es imposible hablar de información en la empresa sin hablar de Inter-
net. Pero también hay que recordar que hablar de la empresa no se reduce a hablar
sólo de Internet. En otras palabras, Internet se ha convertido en una exigencia de todo
discurso sobre las organizaciones modernas, y por ello se tratará a menudo de la red
en este nuevo texto. Pero éste no es «un texto sobre Internet». Intenta ir más allá: es una
reflexión sobre cómo la gestión inteligente de la información se convierte en una exi-
gencia para el éxito de las organizaciones. En este sentido, proponemos que se supere
el discurso sobre los «sistemas de información en las organizaciones», para entrar de
pleno en el discurso sobre las «organizaciones como sistemas de información».
En esta línea, se tratarán en el texto temas muy diversos, hoy considerados bajo
disciplinas distintas (informática, organización, semiología, pragmática, diseño, etc.).
Nuestra propuesta, quizás algo arriesgada, es justamente que debe encontrarse un
acuerdo entre todas aquellas disciplinas que tratan, de una u otra forma, sobre la in-
formación y la comunicación entre personas y en las organizaciones. Hemos dado el
nombre de Infonomía a una disciplina de consenso entre todas ellas.
Este texto pretende, pues, ser una introducción a este nuevo campo. Una disci-
plina que habrá que desarrollar entre todos los interesados en la información como re-
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curso dinámico en las organizaciones. Una tarea de todos, que intentaremos vehicular
a través de Internet, en el espacio Infonomia.com (http://www.infonomia.com), en el
que esperamos atentamente la participación del lector una vez leído el texto.
Durante cinco años (1995-2000), he ido hilvanando mis ideas a través de la
revista digital Extra!-Net (hoy en el espacio Infonomia.com). De hecho, ha sido gracias
a la fidelidad de los lectores de la misma que me he animado a escribir este texto. En
reconocimiento a la relevancia de Extra!-Net en el proceso de destilación de las ideas
aquí recopiladas, hemos incluido en el libro algunos de los mejores mensajes enviados
en la revista durante estos cinco años. Aunque escritos en un estilo más coloquial que
el utilizado en el resto del texto, creo que aportan ideas frescas que complementan el
discurso generalmente más «serio» del libro.
Finalmente, debo dar gracias a muchísima gente. Ante todo a mis compañeros
en Infonomia.com, así como a los colaboradores en el espacio Infonomía aplicada,
por creer en el proyecto. A algunos profesionales que se han ilusionado por las posibi-
lidades de la infonomía desde el primer momento, incluso con «viento en contra»,
como Agustí Canals, y a todos los que hoy ya se denominan a sí mismos infonomistas.
A personas que han tenido un impacto importante en mi trayectoria profesional (a ve-
ces sin saberlo...), como Rolf Tarrach, Pere Pascual, Joan Bravo, Ramon Folch, Joan
Juan, Juan Goicolea, Montse Ollé, Donald Marchand, Tom Martin, Chuck McClure,
Marcel Planellas, Eduard Bonet o Miquel Barceló, entre otros. A contemporáneos en la
historia reciente de Internet en Catalunya o España, como Vicent Partal, Javier Creus,
Luis Angel Fernández Hermana, David Boronat, Tomás Baiget o Eudald Doménech. Y a
tantos y tantos más...
Pero, como el lector o lectora puede imaginar, todo esto habría sido absoluta-
mente imposible si mi compañera, Fina, no me hubiera ayudado a hacerlo disfrutando al
mismo tiempo de nuestros tres hijos. Con la inestimable ayuda, justo es decirlo, de nues-
tra «canguro» Mercè, que ha hecho posible que aflorara tiempo de donde no había...
Capítulo 1
La riqueza está en las ideas
El capital ideas
Las ideas parecen haber sustituido al capital en su función de generador de ri-
queza. La explotación inteligente de la información, su conversión en conocimientos,
puede que sea la única fuente de competitividad sostenible. Las organizaciones así lo
están entendiendo, y responden convirtiéndose en más intensivas en información. A su
vez, los ciudadanos de los países más avanzados se informacionalizan, es decir, utili-
zan información de manera constante tanto en el ocio como en el negocio. Y, final-
mente, surge con fuerza en la economía un sector información que parece ser el único
capaz de generar los empleos que las sociedades requieren para la estabilidad social.
Todos estos cambios son resumidos por la afirmación de que estamos entrando en una
sociedad informacional, en una sociedad del conocimiento.
La difusión del nuevo paradigma, el de las ideas como motor del crecimiento, preo-
cupa a los gobiernos, que intentan entender cómo pueden conseguir que sus ciudadanos
no pierdan el tren de esta «revolución del conocimiento». Es obvio que algo puede hacerse
en términos de planificación, del «orden construido» de Hayek.1 Pero las acciones que pue-
dan planificarse, como por ejemplo la renovación, posiblemente radical, del modelo educa-
tivo —la sustitución del «aprender de por vida» al «aprender toda la vida»— exige algo más
que políticas. Exige todo un cambio social, posiblemente un cambio de valores sociales, al
que quizás sólo es posible llegar a través de un cambio natural, del «orden espontáneo» de
Hayek. Cambiar hacia la sociedad del conocimiento llevará su tiempo, y para conseguirlo es
preciso entender mejor por qué ahora el conocimiento es la clave del crecimiento y la ri-
queza. Y es preciso que la gente adquiera como valor personal la renovación intelectual;
que esto no sea un patrimonio de un colectivo, la intelligentsia de la sociedad del conoci-
miento, sino que sea un valor extendido a todos los niveles de la sociedad. Cosa que, ob-
viamente, generará tensiones sociales que ahora resulta difícil ni tan siquiera imaginar.
En esta línea, resulta fundamental entender que si algo hemos aprendido de la
revolución tecnológica, del maremoto ocasionado por las impresionantes posibilidades
de las tecnologías de la información, es que su faceta automatizadora no nos basta. De
hecho, no está claro que las tecnologías de la información hayan aumentado la produc-
tividad en los países occidentales. La solución proviene del reconocimiento de que la
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organizaciones, porque, como se verá más adelante, la única forma que se nos ocurre,
hoy por hoy, de medir el conocimiento, es medir al conocedor. En esta evolución, será
también importante determinar qué entendemos por habilidades informacionales, es
decir, qué tipo de habilidades deberá tener un ciudadano de la sociedad de la informa-
ción para poder desempeñarse con tranquilidad.
2 Aunque, para algunos, esta historia es una mera leyenda. Véase Lottman (1996) y Ferguson (1998).
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Decir que las ideas son motor de crecimiento puede parecer una obviedad his-
tórica: todos los avances tecnológicos han sido resultado de buenas ideas que han sa-
bido aplicarse. Pero lo diferencial en estas nuevas teorías del crecimiento es que los ac-
tivos intangibles no se consideran variables intratables, sino que precisamente
mediante la exploración de sus propiedades especiales en contraste con las de los acti-
vos tangibles se intenta explicar por qué la actual economía es muy distinta de la eco-
nomía industrial.
Así, por ejemplo, se considera muy relevante que, a diferencia de otros factores
económicos, como el capital, la tierra o la maquinaria, las ideas no cumplen la ley del
retorno decreciente (según la cual, conforme se aumentan los recursos productivos de-
crece el ritmo de crecimiento del output); en otras palabras, si bien una máquina solo
puede usarse para una determinada actividad en un determinado momento, una idea
puede reproducirse y compartirse indefinidamente, a bajo coste, produciendo así un
efecto multiplicativo importante. Un ejemplo muy ilustrativo de la ruptura de la ley del
retorno decreciente en el «dominio de las ideas» se encuentra en el mundo del software:
desarrollar la «primera copia» de un programa puede costar millones de dólares, pero ni
la segunda copia ni la copia cien millones cuestan prácticamente nada. Y cuando al-
guien está usando su copia del programa, no está impidiendo en absoluto que otro
haga lo propio con su copia.9
Las teorías de Romer tienen algunas implicaciones interesantes en política cien-
tífica. Así, por ejemplo, se debería recomendar a los países en desarrollo que pusieran
más atención en la generación y transferencia de ideas, por ejemplo a través de la atrac-
ción de multinacionales, que en la mera construcción de infraestructuras. Porque aque-
llos países que disponen de capital generador de ideas dispondrían de un activo real-
mente valioso, que deberían cuidar con especial mimo. Una reflexión muy pertinente
en un país como España en dónde no está claro que sepamos aprovechar precisamente
el valor de nuestros científicos.10
Así, mientras que el discurso económico ortodoxo tiende a poner el acento en
el impacto de las tecnologías de la información en la economía, es decir, en la impor-
9 Algunos críticos a esta teoría señalan que si las ideas fueran en realidad el motor del crecimiento, los Estados Unidos, que capita-
lizan más del 40% del total de la inversión en I+D en el mundo deberían obtener como resultado un crecimiento anual superior al
promedio de los últimos años, limitado a una cifra entre el 2% y el 4%, aunque en 1999 y 2000 esa cifra se ha superado. Quizás
la respuesta es que esta enorme inversión está en realidad sirviendo para que los Estados Unidos puedan mantenerse en su posi-
ción de líder mundial, mejorando incluso su distancia relativa a los demás países occidentales.
10 Recuérdese, en este sentido, la polémica sobre el «amiguismo» en la universidad española, inciada por un artículo publicado en
Nature el 24/12/98, y que originó un cierto debate sobre la situación de los jóvenes investigadores en el país en el primer tri-
mestre de 1999.
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tancia creciente de la aportación de las tecnologías al PIB, las nuevas teorías del creci-
miento ponen más énfasis en la generación y explotación de ideas y conocimientos.
Que las empresas apuestan por las ideas lo ilustra un artículo de Gunn (1998),
en el que se describe cómo las grandes multinacionales están invirtiendo no ya sólo en
sus departamentos de R+D, sino en pequeñas empresas que parten con pocos recursos
pero con grandes ideas. En concreto, el artículo comenta que el 30% del capital riesgo
invertido durante 1997 provenía de grandes empresas, cuando en 1990 la cifra era sólo
del 5%. Quizás es que las grandes empresas se están dando cuenta de que resulta muy
difícil cambiar desde dentro, y que hay que buscar la renovación intelectual desde el
estímulo exterior. Sólo un grupo de 120 inversores, conocidos en el Silicon Valley como
«Band of Angels»11 han invertido decenas de millones de dólares en 80 empresas desde
1995, con un promedio de retorno de la inversión del 30% (Ante, 1999).
Figura 1.1.
«El capital intelectual es la verdadera riqueza de las naciones»
(© Roberto Cuesta y José Cruz)
11 En esta economía digital, se denominan «angeles tecnológicos» a aquellos inversores que ayudan a pequeñas pero muy innova-
doras empresas a crecer, con un mínimo nivel de exigencia, incluso sin pedir un «plan de empresa». Algunos ángeles son muy ac-
tivos, como Paul Allen, cofundador de Microsoft, hasta el punto de que se les conoce en el Silicon Valley como los «arcángeles».
En otra dirección, universidades en todo el mundo han creado sus propias em-
presas de capital riesgo, con el fin de financiar empresas innovadoras que surgen de
sus centros, pero también con el fin de hacer dinero. Esta incursión de las universida-
des en un campo, el del capital riesgo, hasta ahora dominio exclusivo de las empresas
financieras, ilustra un muy interesante giro del interés científico puro al más tecnólogi-
camente aplicado. Aunque también hay quien duda de que sea posible casar las formas
de comportamiento de un establecimiento académico con las prácticas empresariales,
necesariamente basadas en la búsqueda del beneficio, económico y no intelectual. Sim-
plemente, parece que son distintas las habilidades necesarias para generar ideas que
para generar dinero.
La conclusión, por tanto, es que, hoy más que nunca, las ideas importan, y mu-
cho, en el discurso económico.
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pal diferencia entre las naciones. Y esto fue aun más cierto durante la revolución indus-
trial, porque si antes era la pura inversión lo que garantizaba un crecimiento sostenido,
en la nueva etapa se precisaba además un entorno favorable a la adopción de innova-
ciones, aunque ello representara la sustitución de prácticas bien establecidas. Sin un
entorno dispuesto al cambio, no hay conocimientos nuevos que puedan llegar a apli-
carse.
En otra dirección, Castells (1996) advierte sobre el papel fundamental del Es-
tado como fuerza motriz para el desarrollo de la innovación en un país: «cuando el Es-
tado da marcha atrás en su interés por el desarrollo tecnológico ... el modelo estatista
de innovación lleva al estancamiento, a causa de su efecto esterilizador de la energía in-
novativa autonóma de la sociedad para crear y aplicar tecnologías» (p. 10). Aunque la
experiencia histórica también enseña que un país que haya «fallado» tecnológicamante
en un período histórico, puede que tenga éxito en otro posterior (caso típico, por ejem-
plo del Japón anterior y posterior a la Restauración Meiji). En otras palabras, «una
misma cultura puede inducir trayectorias tecnológicas muy diferentes dependiendo del
patrón de relaciones entre Estado y sociedad». De la tensión creativa entre la cultura de
un país (su percepción positiva o negativa de «lo nuevo», su voluntad o reticencia a in-
novar, etc.) y la disposición más o menos abierta de su estructura política, depende que
su sociedad pueda modernizarse mediante el avance tecnológico o, al contrario, se es-
tanque.
Por tanto, podríamos deducir que la cultura innovadora en una sociedad (su ca-
rácter abierto, un sistema de valores que aprecie «lo nuevo» frente al statu quo intelectual)
es una condición necesaria para el progreso de la misma, pero no es una condición sufi-
ciente, porque sin una correcta intervención del Estado todas las potencialidades pueden
verse desaprovechadas. En este sentido, por ejemplo, una de las preguntas más intere-
santes a hacerse en los próximos tiempos es si la creatividad es uno de los puntos fuertes
de la sociedad española, y si esta creatividad recibe el suficiente apoyo por parte de la so-
ciedad (en términos de reconocimiento, prestigio social, etc.) y del Estado (con medidas
políticas, financieras, estructurales, que impidan la fuga de cerebros y el desaprovecha-
miento o infrautilización del capital intelectual de la nación), para que se convierta en
ciencia y tecnología aplicada.
Gary Becker, premio Nobel de Economía, también nos recuerda que «el capital
humano es una forma de riqueza mucho más importante que los valores y obligaciones
en las bolsas... y además no resulta afectado por las turbulencias de los mercados» (Bec-
ker, 1997). En una opinión que abunda, pues, lo que se ha dicho hasta ahora, la forma-
ción, la cultura, los conocimientos de la población de un país constituyen un salvavidas
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ron imponer a los que iban llegando posteriormente unas normas más propias de una
comunidad cuáquera del siglo xix, repleta de reglas de lo que «no se podía hacer»
(exagero un poco, pero algo así era...) que de una sociedad de personas civilizadas
capaces de discernir mediante el sentido común si algo era permisible o no en el espa-
cio común de la comunidad. La historia de la comunidad ha ido demostrando que, a
pesar de que hay unas «leyes» escritas en unos papeles, la marcha diaria de la misma
se basa en el consenso y en el sentido común colectivo.
Tanto el caso de la empresa que funciona a pesar de sus directivos, como en el
de los funcionarios, como el de la comunidad donde vale más el sentido común que las
reglas, quizás estén demostrando que estamos ya en una sociedad en la que es posi-
ble el «orden sin control». Que, a pesar de la influencia que ha tenido en este siglo el
«paradigma tecnocrático» («ante un problema, hay que hacer un plan y ejecutarlo»),
hoy nos empezamos a dar cuenta de que quizás los mecanismos espontáneos, más
propios de una evolución que de una planificación, pueden aportar mejores solucio-
nes. Que en una sociedad de personas (civilizadas, valga la redundancia conceptual),
no tiene ya sentido un control estricto mediante «reglas», sino el establecimiento de
unos «principios» generales que definan las reglas del juego.
Pero quizás hay mucho más. Cuando, por ejemplo, hay quien propone la idea
del «vuelo libre» (free flight) para la navegación aérea comercial (según la cual, con la
tecnología de comunicaciones actual, los aviones podrían volar de manera más libre,
sin tener que seguir rutas especificadas, sino marcando a su alrededor una zonas de
protección para evitar la colisión con otras naves; si las aves lo hacen, por qué no nos-
otros?), quizás esta mostrando que hay una salida, incluso en las situaciones más com-
plejas, que no se basa en el «hay un problema, define una regla».
Cuando reconocemos que «a veces la evolución espontánea puede hacer
emerger soluciones que son mejores que las de los mejores ingenieros», estamos des-
cubriendo todo un reto: que debemos entender la vida como un proceso, el tiempo
como la clave de toda evolución, y el aprendizaje colectivo como la garantía del or-
den sin control.
Y cuando entendemos de verdad Internet, vemos que es la mejor plasmación
de un sistema ordenado que nadie controla, y que evoluciona con unos niveles de es-
pontaneidad nunca antes imaginados por el hombre... Internet solo tiene unos princi-
pios (el protocolo IP) y una infraestructura, y a partir de ahí todo se desarrolla gracias
a la creatividad, la participación, y la interactividad de la gente.
Porque Internet es, claro está, la gente...
Incluso en la política, son ya muchos los que desconfian, aunque solo sea por
aburridos, de aquellos políticos que descalifican a otros por no tener programa... qui-
zás porque estos últimos destacan por el peligroso vicio de escuchar a la gente, y de
hacerles partícipes de la ilusión... Son ya muchos los que no esperan a que alguien de-
fina grandes planes para solucionar los problemas, sino que se hacen voluntarios, ac-
tuan por si mismos, y nutren con su esperanza miles de ONGs.
Para este tipo de gente, que piensa que no hay un único futuro programable
(diseñable por los tecnócratas), sino que hay tantos futuros como individuos; para esta
gente que cree que en la diversidad está la fuerza y que en el equivocarse reside la
fuente de todo avance; para esta gente que quiere escuchar y ser oída; para esta
gente ya no hay derecha ni izquierda política... hay, simplemente, los que piensan en
clave de futuro frente a los que miran al futuro con la nuca... Para estos «dinamistas»,
su partido es «el partido de la vida»...
Soy consciente de que este mensaje sonará raro en algunas latitudes en las que
justamente se está clamando por algo de control, por algo de planificación... y que
puede parecer un mensaje propio de una sociedad rica al inicio de su decadencia...
Solo he querido compartir algunos pensamientos, que han surgido de la lectura
de un fascinante ensayo sobre el futuro, «The future and its enemies» de la norteameri-
cana Virginia Postrel (http://www.dynamist.com/). De obligada lectura si quieres que
no te roben el futuro...
Y, finalmente, pon todo lo dicho no en clave de sociedad, sino en clave de em-
presa, y verás que sólo las empresas que renuncien al control estéril, y que apoyen la
creatividad como motor de la ilusión, podrán sobrevivir...
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12 De hecho, en el estudio se aplica técnicas avanzadas de análisis multivariante para identificar cuatro componentes principales
que permitan agrupar a los países por similitudes.
13 O sea, en la línea de Hayek, la evolución espontánea de los países (kosmos), lenta pero inexorable, explicaría mucho más que las
políticas concretas, más típicas del «orden construido» (taxis), a la hora de entender por qué unos países son más competitivos que
otros. Aunque el caso de algunos países del sudeste asiático, en particular Singapur, que son un claro ejemplo de «imposición»
por la vía rápida de un modelo de éxito en países anglosajones, muestra que, a veces, las acciones políticas pueden permitir sal-
tarse la evolución espontánea, más segura pero también más lenta.
14 Se hablará más de dipolos en el capítulo 2.
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ha duplicado cada 18 meses; o sea, hemos ido disponiendo de mejor tecnología a una
velocidad increíble. Al mismo tiempo se ha cumplido la Ley de Grosch: el precio de
esos chips ha ido decreciendo. Piénsese, por ejemplo, que 1 MIPS (millón de instruc-
ciones por segundo) costaba en 1991 unos 230 dólares, mientras que en 1997 costaba
sólo 3 dólares.16
No es extraño, por tanto, que las inversiones de las empresas en tecnologías de
la información hayan ido aumentando progresivamente. De hecho, en los Estados Uni-
dos (la referencia clave en este tema), mientras que en 1960 las inversiones en TI repre-
sentaban sólo el 3% del total de inversiones de las empresas en equipamiento, en 1995
esa cifra aumentó hasta el 45% (figura 1.2). Como consecuencia de este interés persis-
tente de las empresas (y de los hogares) por las TI, el sector de las tecnologías de la in-
formación pasaron de representar, también en los Estados Unidos, del 4,2% del PIB en
Figura 1.2.
Evolución de la inversión en tecnologías de la información versus
la inversión en equipamiento en general, por parte de las empresas
norteamericanas, 1960-1996
Una ordenada con valor 0,5 indica que el 50% de las inversiones en equipamiento lo fueron en tecnologías de la información (Fuente:
US Dept. Comm., 1998).
16 Un simple ejemplo de la potencia conseguida por las tecnologías de la informacion es que el Gobierno de Japón tuvo que limitar
la exportación de la videoconsola PlayStation II porque se consideró que podía ser utilizada para fines bélicos por terceros, y se
pasó a clasificarla como «arma convencional» (El País, 17/04/00, p. 80)
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1977 al 8,2% estimado en 1998.17 Más aún, el 25% del crecimiento real de la economía
norteamericana se debió a ese sector. Que las empresas españolas sigan invirtiendo
poco en TI es, en este sentido, por lo menos preocupante.
Paradoja de la productividad
Seguimos teniendo el problema de la paradoja de la productividad. Aunque las
TI han contribuido a aumentar significativamente la productividad en algunos sectores,
como el industrial y algunos de servicios (principalmente el sector financiero), en la
mayor parte del sector servicios las TI todavía no contribuyen a aumentar significativa-
mente la productividad. Así, por ejemplo, la productividad de alguien que trabaja de
«canguro», cuidando niños, es la que se deriva de las horas de las que dispone cada día,
horas que no puede multiplicar por mucha tecnología que use. Las tecnologías pueden
incluso disminuir la productividad en determinadas funciones. Así, por ejemplo, una de
las funciones de un autor consiste en escribir documentos como éste (lo más creativos
que pueda); que disponga de un fantástico procesador de textos ha aumentado su pro-
ductividad, comparada con cuando los tenía que confeccionar con una máquina de es-
cribir, pero al mismo tiempo la ha disminuido, porque ahora el autor dedica un tiempo
a la «edición» del documento (ponerlo bonito, adjuntar gráficos, etc.), función que antes
hacían otras personas más especializadas y, posiblemente, más hábiles. En otras pala-
bras, seguimos teniendo la asignatura pendiente de como aplicar las TI para aumentar
la productividad en muchas ocupaciones del sector servicios.
Que no aumente la productividad tan fácilmente puede ser a causa de muchos
factores:
– Primero, tenemos que entender que las empresas son conjuntos sociales, hu-
manos, y por tanto, extraordinariamente complejos; la gente tiene resistencia
al cambio, la gestión de la información genera claros problemas de lucha de
poderes. Diseñar, por tanto, sistemas de información que no estén centrados
fundamentalmente en el usuario, ya no tiene ningún sentido.
– Segundo, hasta ahora nos hemos centrado en la disposición de tecnologías
en las actividades secundarias de la cadena de valor (hemos mecanizado las
nóminas, por ejemplo), aquellas actividades que son necesarias para llevar
adelante las funciones de la organización pero en las que no se genera el va-
lor que se trasmite al cliente; para notar los efectos de la tecnología en la pro-
17 Véase el estudio The emerging digital economy, publicado por el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, en febrero de
1998 (http://www.ecommerce.gov).
30 Infonomía.com
Figura 1.3.
La transferencia de información no se convierte necesariamente
en transacción de información entre emisor y receptor, y aun en
este caso, la información no genera automáticamente resultados
Transferencia Transacción Uso de la
de información de información información
i RE SU LTADO
S
Ante todo hay que entender que, como dice MacDonald, quizás el principal pro-
blema a la hora de obtener información es discriminar cuál de la posible información
obtenible es la que precisamos. O sea, el problema reside en separar la que necesitamos
de la que no necesitamos. Pero, en muchas ocasiones, no estamos en condiciones de sa-
ber qué información de la que está a nuestro alcance (o la que nos ofrece alguien que la
busca para nosotros) es de nuestro interés. Un ejemplo simple: si yo no sé nada de mú-
sica antigua, ¿cómo puedo saber qué parte de la información que está a mi alcance me
es de utilidad o no? Puede, por un lado, ocurrir que la información que a mí me parece
fantástica esté anticuada, o, simplemente, que me quede con una burda introducción a
un tema sobre el que hay mucho conocimiento acumulado, a causa de que sé tan poco
que me conformo con muy poco, aunque a mí me parezca que es mucho.
En otras palabras, normalmente uno no sabe cuánto ignora, y ello le dificulta
discriminar la oferta de información que está a su alcance. Esto lo vemos claramente en
un ejemplo que MacDonald pone: los que más saben sobre un tema («expertos docto-
res») son más conscientes de lo que ignoran que de lo que saben. Sabiendo lo que les
falta por saber se ven a sí mismos como estudiantes, mientras que los estudiantes, igno-
rantes de cuánto llegan a ignorar, se creen expertos. Cuanto más sabes, más difícil te re-
sulta dar tu opinión en un tema, porque eres mucho más consciente de lo que no sa-
bes. Todo esto queda resumido en el fantástico aforismo «sólo sé que no sé nada».
Desde el punto de vista de los sistemas de información, e incluso más concreta-
mente desde el de los servicios de información, el principal problema que esto plantea
es la dificultad de «satisfacer» a usuarios que saben poco sobre lo que preguntan.
Así, pues, ¿se puede establecer un mercado de la información, a la manera de
los mercados de otros «bienes»? Primera dificultad: la información es un «bien» muy dis-
tinto (infinitamente replicable, darla no es perderla, el valor lo determina exclusiva-
mente el usuario, etc.). Mostrar este bien a un posible comprador es dárselo gratis. No
es posible «probar» información. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo puede el posible com-
prador adquirir algo que no ha probado? La solución pasa muchas veces por el presti-
gio de la fuente: compras aquella fuente de información que en otras ocasiones ha sa-
tisfecho tus necesidades (¿por qué te gusta un determinado periódico y no otro?). La
forma en que funcionan los mercados de bienes no es aplicable al «mercado de infor-
mación». De hecho, no hay lo que podríamos denominar «tiendas de información»
donde la gente va a ver el «género» para quedarse con el que mejor prestaciones le
ofrece al mejor precio.
Como alternativa a los «mercados» de información (en los que habría, a la ma-
nera de otros mercados, una transferencia de información —«bien»— a cambio de un
dinero), que nunca hemos podido organizar, lo que verdaderamente funcionan son las
«transacciones» de información: cuando más «comunicación» hay entre la «fuente» de in-
formación y el «cliente», más rico y útil será la transferencia de información. MacDonald
lo dice perfectamente: el factor que afecta más fundamentalmente a la habilidad de un
individuo para utilizar información es la información que el individuo ya posea en ese
momento.
La conclusión de todo ello es que podemos poner dudas sobre la utilidad de los
grandes sistemas de información (y los servicios) que se basen exclusivamente en la
idea de transferir, u ofrecer acceso, a grandes cantidades de información. La gran capa-
cidad de las tecnologías de la información para «transferir» información no basta para
garantizar que los usuarios recibirán la información que precisan. De aquí la importan-
cia de las «auditorías de la información», de la idea de «cultura de la información» en las
organizaciones, de los «sistemas personales de información» (un sistema de información
de una organización debería entenderse como un sumatorio de los sistemas de infor-
mación de sus miembros). Y de aquí el posible fracaso de muy bonitas intranets que
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acaban siendo mucho menos eficientes que las simples conversaciones (¿qué mejor
transacción de información que una charla entre conocidos, o mejor, entre amigos?).
La duda que aquí nos asalta es, ¿no es acaso el paradigma educativo actual-
mente vigente un paradigma basado en la idea de transmisión (léase transferencia) de
conocimientos (alquien que sabe, alguien que escucha y, supuestamente, aprende)?
¿No resulta esto algo anacrónico en la era de la interactividad (léase transacción o in-
tercambio)? Y, ¿resulta todo esto tan importante, al fin y al cabo? Veremos en lo que si-
gue como redefinir la educación alrededor de la idea de aprendizaje de por vida, me-
diante esquemas de intercambio de aprendizaje (recibo lo que preciso), con el fin de
obtener una formación de utilidad para el trabajo, resultará de una importancia crítica
para el futuro de las sociedades avanzadas.
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¿Por qué resulta tan importante el desempeño informacional? Este tema está tra-
tado en la segunda parte del citado estudio de la OCDE. Al nivel de los individuos, la
principal conclusión es que en todos los países hay una relación directa entre el nivel
educativo conseguido y el nivel salarial en el trabajo. O sea, a más educación, más sa-
lario. Que esto sea así puede ser por dos razones. Primera, porque una mayor educa-
ción otorgue la cualificación para acceder a determinados puestos con mejor retribu-
ción (o sea, que el título sea una restricción de entrada de candidatos). Y, segunda,
porque una mayor educación permite presuponer un nivel superior de conocimientos y
de habilidades (cosa, que, por cierto, la experiencia nos dice que no es exactamente
cierta).
En el mismo orden individual, pero también con implicaciones sociales, el estu-
dio muestra que personas con mayor nivel de desempeño informacional presentan me-
nos incidencia de desempleo. O sea, a más cultura informacional, menos riesgo de
paro. De hecho, estos datos nos están quizá diciendo que a mayor cultura informacio-
nal más capacidad para adaptarse, para aprender, para responder a los retos de cambio
en el trabajo. A menor cultura informacional, menor capacidad de aprendizaje y de
adaptación. En los jóvenes, a menor educación más desempleo. Obvio.
Hay otra parte del estudio dedicada al aprendizaje de por vida (lifelong lear-
ning). En este punto se hace hincapié en la importancia de las inversiones de las em-
presas en la educación y formación de sus empleados. Y se dice que el éxito del es-
fuerzo que hace un empleado por aprender cosas nuevas no depende sólo de su nivel
de estímulo, sino también de lo exigente que sea su puesto de trabajo. En otras pala-
bras, si el trabajo no te exige desarrollar tus habilidades, ¿qué estímulo tienes para au-
mentarlas? Si la empresa espera de sus empleados que actúen como robots sin ideas,
¿de qué sirve educarlos?
Otro problema en las empresas es que son justamente las personas con mayor
nivel educativo (profesionales, técnicos y directivos) las que están más dispuestas a
participar en esquemas formativos, cuando quién más lo necesitarían son las personas
con menor nivel.
En definitiva, el estudio resulta muy práctico, por cuanto aclara la relación entre
educación y desempeño informacional, y muestra que hay importantes diferencias en-
tre los países en cuanto al nivel de cultura informacional de sus ciudadanos. En esta di-
ferencia se basará, en mi opinión, la distinta suerte de los países en la aventura de la so-
ciedad de la información. Países con ciudadanos más cultos informacionalmente
tendrán más posibilidades de éxito, lo que significa que podrán ofrecerles un nivel de
vida adecuado. Y lo mismo se aplica a las empresas: asegúrate de que tus empleados
quieran aprender, y haz posible que aprendan, que sepan buscar, manejar y explotar
ideas para generar nuevos productos y servicios. Toda una agenda para el próximo de-
cenio.
Para conseguirlo hay que entender, como también proclama el estudio, que la
cultura informacional, que aprender, es cosa de todos («literacy is everyone’s concern»).
Para ello, quizás hay que pasar de un enfoque en el «analfabetismo» informacional (en-
foque por pasiva) a uno en el «alfabetismo» informacional (enfoque por activa). Puede
parecer que se trata de lo mismo, pero no. Hay detrás una cuestión de acento: de «com-
batir» un mal (analfabetismo), a «promover» un bien (alfabetismo). Porque una de las
conclusiones del estudio es que, aunque es cierto que se pueden definir políticas (poli-
cies) para aumentar la cultura informacional de los ciudadanos, resulta más importante
desarrollar una cultura social del aprendizaje. Con ello se quiere decir que los ciudada-
nos entiendan que aprender permanentemente es fundamental, tanto para la mejora (o
mantenimiento) del status social de cada uno, como para asegurar las óptimas condi-
ciones de bienestar en la sociedad. El «gasto» educativo debe verse, por tanto, como «in-
versión» educativa, tanto a nivel personal, organizacional, como nacional.
Es como si fuera necesario un nuevo tipo de civismo, el civismo informacional:
todos comprometidos en generar mejor información, en facilitar su localización, en en-
señar a entenderla, en ser exigentes en cuanto a su calidad, etc. La sociedad comprome-
tida con el conocimiento. El conocimiento como valor social. Y en esto todos tenemos
una responsabilidad. De la misma forma que la limpieza es cosa de todos, el respeto por
el conocimiento como valor personal y económico también lo será muy pronto.
36 Infonomía.com
dían considerarse en ese capítulo. Los cálculos posteriores de Porat mostraron que, en
1970, el 50,6% de la población empleada eran «trabajadores de la información». Obvia-
mente, la primera pregunta que a uno se le ocurre es qué entendían ellos por «trabajador
de la información» o por «trabajador del conocimiento». Baste con decir aquí que ambos
resolvieron esta duda operacionalizando las ocupaciones, es decir, se detuvieron a iden-
tificar, de entre todas las profesiones que aparecían clasificadas en las estadísticas labo-
rales oficiales, aquellas que tenían mucho que ver con el manejo de información. Porat,
por ejemplo, definió los «trabajadores del conocimiento» como aquellos cuyo output (el
resultado de su trabajo) era la «producción, distribución o manipulación de símbolos».
Discutiendo sobre este tema de la clasificación de profesiones (imprescindible
en este tipo de evaluaciones de la economía de la información, porque las estadísticas
oficiales no permiten, al menos por ahora, medir directamente quién es un trabajador
de la información), Martin recoge una idea de Machlup muy útil. Machlup indicó que
era preciso separar aquellas tareas más rutinarias de manejo de información de las ta-
reas no-rutinarias en el manejo de información. Por ejemplo, hay que distinguir clara-
mente alguien que atiende las llamadas telefónicas en la centralita de una empresa, o
que clasifica las cartas que llegan a la misma, de alguien que escribe una novela, dirige
una orquesta, planifica una campaña de márketing o enseña en una clase. El problema
que esta clasificación plantea es que, mientras que resulta fácil determinar si una «tarea»
es rutinaria o no (desde el punto de vista del manejo de información) no resulta en
principio fácil decir si una «profesión» es rutinaria o no.
El problema se resuelve clasificando las profesiones de acuerdo con su «resul-
tado principal» (primary output), es decir, según el tipo de resultado final que cada pro-
fesional produce. Así, mientras que es evidente que un científico lleva a cabo toda una
serie de tareas de información rutinarias (controlar, medir, anotar, por ejemplo, los re-
sultados de sus experimentos), el output principal que persigue es la creación de cono-
cimiento, un resultado científico, típicamente en forma de un artículo publicable. En este
sentido, pues, la profesión de científico es una profesión de información no-rutinaria.
Pues bien, si se junta la idea de Porat de clasificar las profesiones en cinco gran-
des categorías (producción de información, distribución de información, análisis de mer-
cados y coordinación, procesadores de información y operación de maquinaria informa-
cional)18, con la idea de Machlup sobre la división entre profesiones informacionalmente
rutinarias y no-rutinarias, se llega a la clasificación que ha usado Martin en su tesis.
18 Para un mayor detalle de estas categorías, véase el anexo del artículo en cuestión, Martin (1998).
Figura 1.4.
Evolución de las proporciones relativas de las ocupaciones rutinarias
y no-rutinarias, en el sector información norteamericano,
en el período 1970-1994
Ocupaciones
rutinarias
1970 1994
60%
52%
48%
40% Ocupaciones
no-rutinarias
38 Infonomía.com
mayor formación, mientras que decrecen las que requieren una menor for-
mación.
El artículo de Martin aporta algunas explicaciones de por qué está ocurriendo
este cambio. Quizás la explicación más satisfactoria es la que se denomina «desempleo
tecnológico», es decir, que aumenta el desempleo en aquellas profesiones que son más
fácilmente automatizables.
La duda, o el miedo, que generan las conclusiones de la tesis son obvias. Si re-
sulta que la inversión en tecnologías de la información no para de crecer (de hecho no
ha parado ni siquiera en épocas de recesión como la de 1990), hasta constituir hoy ya
el 45% del total de inversiones en bienes de capital de las empresas norteamericanas,
el desempleo tecnológico no hará más que aumentar. Y entonces, ¿dónde va a trabajar
la masa de ciudadanos que no dispondrán de suficiente educación o formación para
llevar a cabo trabajos informacionalmente no-rutinarios? Si hasta ahora se pensaba que
el sector información era el salvavidas del empleo, el que generaría los empleos que
otros sectores, en especial el manufacturero, iban perdiendo, y ahora se demuestra
que no se está generando empleo en este sector de la información, ¿qué nos depara el
futuro?
Uno puede pensar que ésta es una descripción que no encaja con lo que ahora
está haciendo... especialmente si uno está en estos momentos en un trabajo muy ruti-
nario. Pero, un análisis de por qué las empresas han necesitado de estructura para fun-
cionar (análisis que se hace en el artículo), muestra cómo en la era de las comunica-
ciones, una «empresa» (una marca, de hecho) puede «lanzar» a la red su propuesta
de colaboración a emprendedores individuales (free-lancers) o a pequeños grupos, to-
dos ellos con know-how específico, que se unirían en una especie de organización vir-
tual para llevar a cabo el proyecto en concreto. Y que para llevar adelante una em-
presa ya no es preciso mantener pesadas estructuras como se ha venido haciendo
desde la era industrial.
El artículo propone un ejemplo que ya está ocurriendo, y que creo que aclara
las cosas. Se trata de cómo se llevan a cabo las grandes (costosas) películas en estos
momentos. La idea de un estudio con actores, directores, guionistas, etc., todos a
sueldo, ya está desfasada. Una gran parte de los componentes del equipo que hace la
película se «gestiona» a sí mismo como empresa, y en el caso de los actores y directo-
res, se gestionan incluso como «marca». El equipo se une para el proyecto, lo desarro-
lla, y después a otra cosa...
Si este ejemplo no gusta, piénsese también en el caso de la industria automovi-
lística (que se explica en el artículo con cierto detalle), que era antes el paradigma de
la concentración («nosotros lo hacemos todo») y que ahora deviene una industria de
ensamblaje de know-how. El fabricante se dedica básicamente a gestionar la marca, y
para llevar a delante sus proyectos contrata a otras empresas, por ejemplo, contrata a
los mejores diseñadores del mundo, que puede que no estén en su nómina (y que a su
vez se encargan de construir «su» equipo), las diferentes partes de un automóvil están
fabricadas por distintos «expertos», empresas que son contratadas por saber hacer lo
que hacen como nadie sabe hacerlo (aparte de ser muy competitivas en sus precios,
quizás), mientras que otros se dedican a ensamblarlo.
Si el artículo está en lo cierto, veremos como «las empresas grandes, perma-
nentes, dejan paso a las redes flexibles, temporales, de individuos», cada uno con
un know-how específico, o sea, con una serie de activos intelectuales, que está dis-
puesto a «vender» a cambio de algo. El mercado sería, pues, un mercado de cono-
cimientos...
Yo conozco algunas personas que ya trabajan de acuerdo con este esquema.
Uno es iluminador de spots publicitarios. Uno de los mejores de Europa. Gestiona su
40 Infonomía.com
persona como quien gestiona una empresa. Le llaman porque es el mejor. Y no nece-
sita trabajar para nadie en concreto. No hay horarios, no hay sueldo. Hay gestión de
sus activos, de su persona. Otra amiga mía trabaja de traductora, y desde que ha de-
cidido trabajar por su cuenta, tiene más trabajo del que puede absorber. Y más y más
ejemplos que vosotros me podrías contar...
Puede parecer que esto solo es posible si eres uno de los «escogidos». Pero si
pensamos un poco, veremos que cada uno de nosotros sabe hacer algo bien, mejor
que los otros. Y que un «mercado» de conocimientos, un lugar donde pusiéramos nues-
tros activos a la vista de quien los precisara en un determinado momento, podría fun-
cionar. Y más en una era de «mercados digitales» como la que estamos empezando a
experimentar. Todo ello, claro, si es cierto que lo que más se va a valorar de nuestro
trabajo no estar sentado en una mesa, sino las ideas que podamos aportar... cosa que
va a ocurrir de todas formas en el futuro, estoy seguro....
19 Que el autor denonimó en su momento ecuación fundamental de la sociedad de la información en su revista digital Extra!-Net.
42 Infonomía.com
20 Al parecer, el Gobierno francés es muy consciente de la paradoja de que el país se esta retrasando en la carrera hacia la socie-
dad de la información precisamente porque fue uno de los primeros en salir hacia la meta. El Minitel, la envidia de los países eu-
ropeos durante una década, constituye hoy un lastre extraordinario para el despegue de Internet en Francia. La gente esta tan
acostumbrada al sistema (el Minitel tiene unos 17 millones de usuarios en Francia, y un número de servicios accesibles superior a
25.000) que se resiste a abandonarlo, lo que ha impedido hasta ahora el crecimiento de Internet en el país. En estos momentos,
pues, Francia seria un ejemplo de país con cultura de la información, pero con una economía de la información deficiente (no sólo
no hay una industria informática globalmente competitiva, sino que el desarrollo telemático está lastrado, curiosamente, por el
éxito de una tecnología ya obsoleta).
preparado para fomentar el aprendizaje permanente (lifelong learning)21 que otros sis-
temas más «académicos» como el de base francesa aplicado en España, por ejemplo.
El concepto de infoestructura
Podemos replantear la «ecuación fundamental» en términos de dos conceptos
que deben complementarse de cara a conseguir una sociedad de la información: in-
fraestuctura e infoestructura.
La infraestructura abarcaría lo que antes hemos denominado «economía de la
información», es decir, fundamentalmente, una industria potente en el sector de la in-
formación (contenidos, distribución, proceso de información). En la era de Internet, un
componente fundamental de esta infraestructura consiste en una red suficientemente
dimensionada (es decir, con suficiente ancho de banda), de fácil acceso, barata, abierta
a ciudadanos y organizaciones.
Una gran parte de las infraestructuras son hoy construidas por el sector privado,
pero hay otra parte cuya responsabilidad recae en las administraciones. Se trata, por
ejemplo, de las redes para usos académicos o de investigación22, la conexión a la red
desde las escuelas, bibliotecas y otros centros de acceso publico, como por ejemplo ofi-
cinas de correos, etc. Las administraciones, ya sea directamente o a través de empresas
públicas, pueden intervenir en el desarrollo de infraestructuras mediante la financia-
ción, o incluso la gestión de unas infraestructuras de red que hagan posible el despe-
gue de una industria de la información.23
Por otro lado, la infoestructura deriva de la idea de que la riqueza de un país
con infraestructura no se genera como simple consecuencia de tenerla, sino de usarla,
de explotarla. La infoestructura consiste en todo aquello que permite sacar rendimiento
de la infraestructura, porque aunque tirar cables es básico, no es suficiente. Entre los
componentes fundamentales de la infoestructura de un país cabría citar los siguientes:
– Un sistema educativo que tenga por objetivo esencial enseñar a aprender.
Parte de la responsabilidad de la falta de una cultura de la información (en el
sentido utilizado en este artículo) en la sociedad española se puede deber,
quizás, al sistema educativo. Éste ha sido en nuestro país un sistema tradicio-
nalmente más preocupado en impartir conocimientos a los alumnos para
44 Infonomía.com
24 Así, por ejemplo, ¿cómo puede mantenerse que el BOE (en formato digital) sea de pago por parte de los ciudadanos, si estar in-
formado, en particular de las leyes, es un derecho básico? Y ¿por qué se puede seguir impidiendo el acceso a información en ma-
nos de los poderes públicos, si esta información ha sido generada con dinero público, es decir, con dinero de los ciudadanos (de-
jando de lado, obviamente, la información «clasificada», protegida por razones de Estado, por ejemplo)? Y, en la era de las
telecomunicaciones, ¿disponer de teléfono, e incluso de acceso a Internet, debe ser considerado sólo como un servicio contratable
en el mercado, o más bien como un derecho fundamental? Preguntas todas estas cuya respuesta exige de un sistema legal más
acorde con la era de la información
25 Así, por ejemplo, en algunos países, como Alemania, el gasto en prensa económica es desgravable.
26 Aunque también hay quien piensa seriamente en las posibilidades de Europa a la hora de crear problemas a la hegemonía tecno-
lógica norteamericana en algunos sectores, como en la telefonía móvil UMTS (Zachary, 1999).
46 Infonomía.com
– Quizás tanto o más importantes para el desarrollo industrial de los países oc-
cidentales fue que existieran «instituciones» claras, y generalmente aceptadas
(aunque también, a veces contestadas), como las de propiedad (física e inte-
lectual) o sociedad anónima (es ésta la que tiene la responsabilidad, y no
sus accionistas).
– Análogamente, la revolución industrial no hubiera sido posible sin una masa
de ciudadanos con un nivel de formación básica, capaz de aprender a usar
las máquinas, por un lado, y de consumir los productos generados gracias a
ellas, por otro. Sin un sistema educativo que tendiera a la universalización de
la formación, para crear una masa laboral mínimamente preparada, y a un
sistema universitario que generará tecnología de acuerdo con las empresas,
el mundo no sería como lo conocemos hoy.27
La diferencia entre lo que aquí se ha propuesto como infoestructura y ese subs-
trato básico que fue preciso en la revolución industrial está en la mayor «intensidad in-
formacional» de las necesidades presentes. No sólo precisamos una masa laboral bien
formada; precisamos ciudadanos informacionalmente cultos, hábiles, que aprendan a
aprender, y que las organizaciones en las que trabajen les permitan seguir aprendiendo
de por vida. Necesitamos un sistema educativo que esté en el centro del desarrollo de la
sociedad; no es que tener una ciudadanía bien formada sea de utilidad, sino que es ab-
solutamente imprescindible para asegurar un desarrollo sostenible en la sociedad del
conocimiento. Necesitamos un sistema legal que sepa adaptarse con velocidad a los
cambios generados por el avance de la tecnología, y que no vaya a remolque, unos
cuantos años por detrás de ella.
La ecuación fundamental, en los nuevos términos,
nos indica que el énfasis debe dejar de estar exclusivamente en las cuestiones de in-
fraestructura, para dar también importancia al más volátil, más complejo, más rico, más
novedoso, concepto de infoestructura. En su definición, y cómo conseguir desarro-
llarla, deberemos invertir parte de nuestro esfuerzo en los próximos años.
Un país puede entrar en la economía de la información mediante un esfuerzo
de inversión importante en la creación, adquisición e implementación de sistemas y
27 Véase al efecto, el estudio de Landes (1998) sobre la revolución industrial en Gran Bretaña
48 Infonomía.com
este punto se cite sistemáticamente (religiosamente, cabría decir) los estudios sobre el
sector información en los Estados Unidos llevados a cabo por Machlup en los sesenta y
por Porat en los setenta, como ya hemos recordado más arriba. Según Machlup, el
34,5% del PIB norteamericano se debía al sector información (que, por cierto, fue el pri-
mero en definir), mientras que los estudios de Porat permitieron aumentar esa cifra
hasta el 46%.
Para evaluar mejor el impacto del sector información en la economía, en térmi-
nos de PIB y empleo, es preciso, pues, avanzar hacia una mejor definición del mismo,
consiguiendo una más detallada clasificación de sus diferentes segmentos y subseg-
mentos. Un paso importante en esta dirección lo constituye el hecho de que la adminis-
tración norteamericana esté renovando la tradicional SIC (Standard Industrial Classifi-
cation), que databa de los años 30 y que ha funcionado bien en la era industrial,
transformándola en la NAICS (North American Industry Classification System).29 Esta
nueva clasificación es la que ha sido usada en el Economic Census de 1997, cuyos cues-
tionarios fueron enviados a unos cinco millones de empresas norteamericanas. Esta
nueva clasificación contiene 300 sectores nuevos, y agrupa algunos anteriores en cate-
gorías mas lógicas. Así, por ejemplo, bajo la gran categoría de sector de la información
se incluye el sector editorial, el del software, la industria cinematográfica, los medios de
comunicación y telecomunicaciones. En otra categoría de servicios profesionales, cien-
tíficos y técnicos, se incluyen los servicios legales, auditores, consultores, agencias de
publicidad, empresas de investigación de mercados, de estudios de opinión, etc. Con
este cambio hacia el NAICS se pretende reflejar más acertadamente lo que está ocu-
rriendo en la economía, cosa que la SIC ya no permitía.
En el caso de España, no se dispone de cifras fiables sobre la contribución del
sector información30, aunque se han presentado propuestas metodológicas para su me-
jor medida en algunos de los institutos estadísticos oficiales. Por otra parte, una estudio
reciente31 confirmó que el esquema estadístico actual no permite calcular con precisión
ni la composición de ese posible sector información (desgajar sus componentes del ca-
jón de sastre de «servicios»), ni su importancia en términos de empleo (es decir, quién
es white-collar, y quién no). A pesar de todo, el estudio llegó a dos cifras (que deben
50 Infonomía.com
tomarse sólo como una primera aproximación, bastante prudente en cuanto a la esti-
mación de las cantidades finales):
– La participación del sector primario de la información (es decir, excluyendo
el trabajo de manejo de información dentro de las organizaciones) repre-
sentó el 16,5% del PIB español en 1994 (el 10% si se considera el valor aña-
dido bruto).
– El 37,9% de los ocupados en España en 1996 podían ser clasificados como
trabajador de la información (no necesariamente en la producción de bienes
y servicios que proveen información al mercado, sino también en servicios y
uso de información dentro de las empresas).
32 Soy consiciente de que se utilizan aquí los términos «oferta» y «demanda» de empleo de manera algo distinta a como son emple-
ados habitualmente.
33 Véase Financial Times, ITReview, 13/01/99, p. VI.
34 Véase Business Week, 25/01/99, p. 39.
35 «Human capital is a far more important form of wealth than stocks and bonds —and is largely unaffected by the market gyrations—
» (Becker, 1997).
36 En este sentido, es preocupante que la media del gasto público en la totalidad de los niveles educativos en los países de la Unión
Europea haya disminuido desde el 5,3% del PIB en 1993 al 5,2% en 1995. España, con un 4,9% del PIB en educación, ocupaba
el undécimo lugar en el ranking de la UE por este concepto. Estas cifras también muestran que el gasto público en la educación su-
perior (tanto la no-universitaria, como las diplomaturas, licenciaturas y doctorados) fue en 1995 el 0,9% del PIB, frente al 2,2% de
Suecia, el país de la Unión que mayor porcentaje del PIB invirtió en educación superior. Ante esta ligera disminución del gasto pú-
blico medio en la Unión Europea, otras cifras muestran como la participación privada a la enseñanza superior en algunos países
de la OCDE está aumentando; aportación privada que se materializa en forma de pago de matrículas, de los ingresos de las uni-
versidades privadas, así como de los contratos de investigación y transferencia de tecnología entre universidad y empresa. Así,
por ejemplo, la aportación privada a la enseñanza superior en los Estados Unidos representa el 50% del total, o un 40% si sólo se
considera la aportación familiar en forma de tasas de matrícula. En España, la aportación de las familias a la enseñanza superior
representa el 18% del total, mientras que la de las empresas es del orden del 4%; el resto corresponde al gasto público. La ten-
dencia en algunos de los países de la OCDE confirma el interés de familias y empresas por invertir en educación superior, en línea
52 Infonomía.com
Aparte, hay otra poderosa razón que aconseja la inversión en políticas de edu-
cación. Y ésta no es otra que la presunción de que una población educada constituye el
mejor seguro para el correcto funcionamiento, y la continuidad, de la democracia. Que
es, a su vez, un requisito para el funcionamiento de las economías modernas. O sea, no
sólo se debería invertir en educación para no perder competitividad empresarial, sino
para garantizar un contexto de libertades que facilite el crecimiento de empresas mo-
dernas. No es una casualidad que sean justamente las sociedades democráticamente
más avanzadas las que mejores resultados están obteniendo en este final de siglo. En
otras palabras, sin una ciudadanía culta no hay futuro, al menos en una sociedad
avanzada.
Finalmente, no hay que olvidar que en una sociedad del conocimiento, la edu-
cación es, también, un negocio. Un contexto más y más exigente en cuanto a conoci-
mientos, y en el que las ideas se valoran como activos, es un contexto que estimula una
mayor demanda de formación y educación. Una demanda que, según algunos como
Lévy (1998), crecerá por encima de las posibilidades de la oferta, de manera que habrá
que buscar nuevos mecanismos educativos para satisfacer a la demanda. Piénsese, por
ejemplo, que la enseñanza superior es el quinto mayor servicio «exportado» por los Es-
tados Unidos. En el curso 1997-98, casi medio millón de alumnos extranjeros cursaron
estudios en las universidades norteamericanas (de ellos, un 58% de origen asiático), y
generaron un gasto de 7.500 millones de dólares.37 Toda una industria, en crecimiento.
En este sentido, la política educativa española también debería tener en cuenta que hay
que aprovechar la demanda universal creciente de educación y formación, adecuando
su oferta a las posibilidades que se derivan de la extensión geográfica del castellano en
todo el mundo.
con lo que se ha dicho más arriba. Habrá que esperar que ocurra lo mismo en España si no queremos perder competitividad en
nuestro entorno económico natural. El interés del sector privado por la formación se demuestra, por ejemplo, por el elevado nú-
mero de participantes en los cursos realizados por el FORCEM en 1997, más de 1,3 millones de personas, con más de 53 millo-
nes de horas de cursos. O, también, por el hecho de que más de medio millón de personas estudian informática en centros de en-
señanza privada. Pero no queda claro hasta qué punto estas cifras muestran un cierto oportunismo (aprovechar la existencia de
fondos públicos), en el primer caso, o qué resultados prácticos pueden esperarse de este esfuerzo. Porque, como es bien sabido,
no es la cantidad lo que genera resultados en educación, sino la calidad. En este sentido, hay que destacar como nota negativa en
cuanto al interés del sector privado español por el conocimiento como activo, que sólo un 10% de las empresas españolas pueden
considerarse innovadoras, frente a una media del 25% en Europa. Si las empresas españolas no reconocen la necesidad de la in-
novación como motor de supervivencia y de crecimiento, no cabrá esperar un mayor interés por su parte en la educación superior.
Y sin esa percepción del valor del conocimiento como activo por parte de las empresas, poco podrán hacer las políticas para el
desarrollo de una sociedad del conocimiento.
37 Véase Business Week, 21/12/98, p. 12.
38 En este sentido, Sherry Turkle, autora del interesante ensayo sobre la vida en los mundos virtuales, Life on the Screen (1995),
explica como un día descubrió con sorpresa que alguien había usurpado su propia personalidad en la red, y como este im-
postor contestaba las preguntas de internautas que creían estar tratando directamente con ella (entrevista en Business Week,
19/05/97, p. 64EU4).
54 Infonomía.com
mental, pero conseguir tal definición será complejo, aunque sólo sea porque la tendre-
mos que ir adaptando permanentemente, de acuerdo con las nuevas posibilidades de la
tecnología (hoy precisamos saber utilizar un ordenador, pero ¿qué precisaremos dentro
de unos años?) y las nuevas exigencias de las organizaciones (hoy nos conformamos
con saber utilizar la información, pero en el futuro será fundamental desarrollar una es-
pecie de intuición informacional que nos diga cuando vale la pena gastar nuestro
tiempo en una determinada pieza de información). O sea, no sólo tendremos que
aprender a aprender toda la vida, sino que tendremos que aprender a adaptarnos a una
definición mutante de lo qué son conocimientos básicos (alfabetismo funcional). Exa-
gerando un poco, puede que nos despertemos un día siendo «cultos» y acabemos
yendo a la cama como «incultos». Y encima, lo tendremos que aceptar.
El impacto que la necesidad de un nuevo tipo de alfabetización tendrá en los
sistemas educativos es comprensible, pero ello no significa que sepamos qué deba ha-
cerse exactamente. Sin embargo, algo puede decirse:
– Por ejemplo, en una era intensiva en información, saber «manejar informa-
ción» será crítico; consecuentemente, el enseñar, o facilitar los mecanismos
para aprender, gestión de la información, constituirá una parte importante
del esfuerzo de los «enseñantes» (como se verá más adelante).
– Segundo, el sistema educativo deberá poner especial énfasis en ayudar al
ciudadano (véase que no usamos el término estudiante, porque todos lo se-
remos durante toda nuestra vida) a descubrir sus activos de creatividad. Será
más importante ayudar a descubrirse a uno mismo, a desvelar las capacida-
des de cada uno, que transmitir (transferir) unos conocimientos concretos (y,
por ello, rápidamente obsoletos). Quizás hoy no imaginemos cómo hacerlo,
pero la innovación del sistema educativo aportará nuevas ideas al respecto.
Lo que está claro es que, aunque quizás no pueda enseñarse a «ser creativo»,
si que pueden darse ideas para evitar que la creatividad innata se pierda en
un esquema educativo demasiado rígido.39
– Tercero, el aprendizaje de otras lenguas será considerado crítico, y no sólo
en conexión a las políticas industriales que se han comentado más arriba (se
ha visto en el estudio de la IMD citado más arriba, que la competividad de
muchos países depende de su capacidad para conseguir mercados exterio-
39 Resulta interesante comprobar en este punto que los directivos asignan una importancia creciente a la creatividad de sus emplea-
dos (según indica la encuesta «El directivo español 1998», del The Washington Quality Group, citada en La Vanguardia,
15/02/99, p. 54).
40 En este sentido, debe tenerse en cuenta que según una encuesta reciente, sólo el 28% de las empresas invierte en el aprendizaje
del inglés por parte de sus empleados (encuesta Wall Street Institute, citada en Cinco Días, 03/02/99, p. 23); el 42% de los di-
rectivos encuestados aseguraba tener un nivel medio de inglés, mientras que sólo el 15% manifestaba dominar esa lengua, y un
18% reconocía que no tenía ningún conocimiento sobre la misma. En un 43% de las empresas, menos del 10% es capaz de ha-
blar en inglés.
41 Véase al respecto, el interesante artículo de Sheffield (1998).
42 Véase al efecto, Comisión Europea (1997).
56 Infonomía.com
ñido con un mundo informacionalmente más interactivo (un mundo en red). En especial,
en esta época en la que, por primera vez en la historia, un alumno puede enseñar algo al
profesor (como es el caso en informática).43 Quien decide dedicar su tiempo a aprender
en un «centro» (entre otras muchas cosas que podría hacer, como, por ejemplo, aprender
por su propia cuenta en «la red»), debe obtener algún tipo de «compensación» por su es-
fuerzo. Esta compensación no tiene por qué consistir en algún tipo de «reconocimiento
académico» (aunque ya hay instituciones que empiezan a aplicar la idea de la titulación
progresiva, de manera que cada curso superado te da «derecho» a algún tipo de «certifi-
cado» educativo). Más bien se trataría de una compensación de tipo práctico, ligada a la
aplicabilidad «inmediata» (o, por lo menos, demostrable) de lo qué has aprendido.
En otras palabras, en un mundo saturado de información, en un océano audiovisual
y comunicativo, uno invertirá en ponerse a aprender si del esfuerzo obtiene habilidades de
clara aplicación, como lo que ocurre cuando alguien al aprender informática se ve capaci-
tado para empezar a utilizar lo que ha aprendido directamente en su ordenador. Es evidente
que hay disciplinas en las que esta aplicabilidad inmediata no resulta fácil (como la mayoría
de ciencias exactas o naturales), pero ello no debe ser obstáculo para impedir que éstas se
sigan explicando como una abstracción lejana a la experiencia cotidiana de los alumnos.
El método educativo debe migrar desde el paradigma de la transferencia hacia
el paradigma de la transacción, es decir del intercambio de conocimientos, de manera
que el aprendizaje consista en una especie de pacto, de sintonía entre fuentes (profesor
y alumno), en la que ambas partes constaten una mejora de su estado de conocimientos
entre el antes y el después. En otras palabras: yo apostaré por aprender con una «fuente»
de conocimientos si se me demuestra que efectivamente aprendo cada día. No me ser-
virá la promesa del «algún día entenderás porque te explico esto ahora»; necesitaré en-
tender su importancia ahora mismo, porque de lo contrario no dedicaré ni mi tiempo ni
mi atención a escucharte, ni merecerá la pena que lo conserve en mi memoria.
Es evidente que este nuevo proceso educativo, un intercambio de atención del
alumno por conocimiento aplicable (que me permita entender mejor el mundo, ahora),
requiere un cambio radical en la forma de enseñar. Y requiere un tipo significativa-
mente diferente de «profesor». Este «enseñante», nos recuerda Lévy (1998) que deberá
ser más un «animador de la inteligencia colectiva de sus grupos de alumnos que un
dispensador de conocimientos»44 (p. 124). Concepto este, el de inteligencia colectiva45,
43 Véase al respecto, el estudio Growing up digital, de Tapscott (1998), que contiene interesantes ejemplos.
44 La cursiva es nuestra.
45 Véase Lévy (1997).
que describe el hecho de que nadie puede saberlo todo (no hay ya opción enciclope-
dista viable), pero todos sabemos algo. De la comunicación entre nosotros, del estable-
cimiento de un mecanismo que nos permita llegar a quien tiene un conocimiento espe-
cífico cuando lo necesitamos, dependerá que podamos aprender.
Así, el rol del «enseñante» será también vehicular al «alumno» hacia la buena in-
formación. De esta manera, mientras que históricamente el enseñante tenía el conoci-
miento (y era díficil o imposible adquirirlo en otro lugar), hoy el enseñante dirige al
alumno hacia el buen conocimiento, evitándole la pérdida de tiempo que representaría
discriminar la calidad de cada una de las posibles fuentes de información.
En una escuela o universidad tan participativa, en la que la autoridad se diluye
en la inteligencia colectiva, y en la que lo importante no es transferir un conocimiento
sino aprender a encontrarlo en la red, aparece un nuevo e importante reto: cómo con-
seguir resultados positivos (que se aprenda) a través de nuevos patrones de pensa-
miento consistentes en juntar conceptos a partir de fragmentos que los alumnos en-
cuentran por la red. Se trata de una forma radicalmente nueva de aprender, en la que
hay mucho de autoaprendizaje, y, por tanto, en la que será vital la presencia de estí-
mulos que apoyen en el esfuerzo. Las tecnologías podrán ayudar, pero no lo serán
todo, obviamente. El diseño de un esquema de estímulos, muchos de ellos personali-
zados, tendrá tanta o más importancia que la inversión en tecnologías. En este sentido,
la imaginación de los enseñantes deberá aportarnos soluciones hoy impensables. Ha-
brá que invertir, pues, inteligentemente para favorecer el desarrollo de esta imagina-
ción colectiva del colectivo de enseñantes.
Finalmente, en una sociedad del conocimiento en la que se valoran las ideas,
la inteligencia, la imaginación, etc., y en la que el aprendizaje es perpetuo, existirá
una presión psicológica notable sobre los ciudadanos. Por una parte, el mundo será
más y más complejo, más difícil de entender (prácticamente nadie entiende hoy
cómo funcionan la mayoría de aparatos con los que convivimos un día cualquiera de
nuestra vida). La mayoría necesitaremos ayuda psicológica para aprender a convivir
con nuestra ignorancia, y para aprender a sacar partido, en cambio, de la inteligen-
cia colectiva. Por otra parte, deberemos aprender a aceptar nuestra situación de
alumnos perpetuos, a entender que no hay un final en nuestro período formativo, a
metabolizar que cualquier situación es una situación de aprendizaje. Decir que debe-
remos aprender toda la vida es simple, pero no lo es aceptarlo psicológicamente con
todas sus implicaciones. Así pues, tendremos que aprender a convivir con nuestra ig-
norancia, y aceptar que así como debemos comer cada día, también deberemos
aprender cada día.
58 Infonomía.com
60 Infonomía.com
verá forzada a ello. Porque entrará en competencia con una multiplicidad de fuentes de
información y de conocimiento, en especial con los medios de comunicación47, tanto
los tradicionales como los más nuevos, de los que quizás sólo hemos visto hasta ahora
la punta del iceberg. En una sociedad informacional, la información está en todas par-
tes, se comercia con ella, se trabaja con ella, se vive con ella, y por ello es lógico que
aparezcan más y más formas de utilizarla, de difundirla, de manejarla.
Esta competencia de la escuela con los nuevos medios es especialmente aguda
en términos de tecnología: muchos alumnos disponen en sus casas de instrumentos
mucho más avanzados (acceso a Internet, televisión digital, videojuegos, comunicación
por satélite, etc.) de los que encuentran en su escuela, incluso en algunos casos en su
universidad. En este sentido, debería hacernos pensar el hecho de que, mientras que
nuestros hogares han ido cambiado progresivamente de manera sustancial gracias a las
nuevas opciones de recepción de información y de comunicación (el salón de hoy en
día, con la televisión en el centro de la escena, es significativamente distinto del de
principios de siglo; la habitación de los niños orbita, frecuentemente, alrededor del te-
levisor, del PC, y de la videoconsola), la forma básica de la clase no ha cambiado prác-
ticamente en siglos (una habitación rectangular, con una mesas en filas, y con un lugar
privilegiado desde donde emana «el saber»).
La escuela debería acentuar, pues, su rol de experiencia cognitiva por encima de
su rol de transferencia. Se debería constituir en un nodo donde puedan encontrarse (fí-
sica o virtualmente) los diferentes actores interesados en la experiencia del aprendizaje:
los propios centros, los enseñantes, los alumnos, los padres, las empresas, la sociedad
civil en general. Un nodo que permitiera expresar a cada agente su visión sobre lo que
es exigible a la escuela en cada momento (qué programas, qué contenidos, qué méto-
dos, qué formas de evaluación, etc.). En el caso de la universidad, esta participación de
otros agentes no-académicos, como las empresas, resultará fundamental. Primero, por
lo que se ha dicho más arriba en cuanto a la importancia de incorporar a la educación
en la política industrial. Y, segundo, porque en disciplinas sofisticadas, como, por ejem-
plo, la biotecnología, la informática o las telecomunicaciones, está ocurriendo por pri-
mera vez en la historia que los desarrollos más avanzados se producen en la industria y
no en la universidad, con lo que ello puede implicar de concentración en investigación
rentable en detrimento de la investigación pura y básica, siempre imprescindible para
47 Aunque sólo sea a nivel de anécdota, téngase en cuenta que un estudio desveló que cerca de diez millones de personas en Es-
paña «se informan sólo por televisión» (estudio Corporación Multimedia, citado en El País, 28/02/98, p. 53).
62 Infonomía.com
nadie, quisiera hacer una breve reflexión sobre algunas transformaciones que me pa-
recen inevitables.
La tendencia a admitir el valor de la diversidad como principio social, algo que
vemos en sociedades avanzadas, se presentará en el campo educativo a través del re-
conocimiento de que cada cual tiene una forma particular de aprender. En breve: no
todos aprendemos igual. Si embargo, seguimos imponiendo en nuestras clases el
mismo patrón a todo el mundo: una clase es un conjunto de «pacientes» (en el sentido
literal: que tienen paciencia) escuchando a uno solo que emite (y que normalmente no
es capaz de sincronizar su contexto con el de la audiencia). Hasta ahora esta simplifi-
cación de la variedad cognitiva de los humanos podía tener una explicación: no tenía-
mos más forma de «distribuir conocimiento» que poner a quien sabía delante de quien
no sabía, y esperar que algo de lo que el primero decía fuera absorbido por el se-
gundo.
Pero, Internet, el gran almacén de información permite alterar ese esquema.
Nadie sabe tanto como el colectivo, nadie dispone de tanta información como la red.
La función del educador no es hoy «transferir» información, sino «seleccionar» la me-
jor, con el fin de ahorrarle tiempo al aprendedor (el tiempo es el único y verdadero re-
curso escaso). El profesor se convierte en una especie de broker (intermediario) de co-
nocimientos: te indica qué es lo que «merece la pena» ser leído, te ahorra «atención»,
en el sentido de que te ayuda a no malgastar ese escaso recurso en fuentes que él ha
visitado antes (o de las que tiene una idea de su valor gracias a lo que él mismo ha
aprendido en los «mercados de conocimiento» en el que intercambian opiniones ense-
ñantes como él/ella).
Os parece muy abstracto? Pues bien, un output muy concreto: no podríamos
pensar en un web en el que los enseñantes compartieran sus percepciones sobre el va-
lor de las fuentes de conocimientos disponibles, para que pudieran utilizarlas en clase?
Más aún, no podríamos pensar en una forma de retribución de esos enseñantes que es-
tuviera ligada a la calidad de sus «evaluaciones» de los contenidos disponibles? Y, no
podríamos derivar una parte importante de la carga lectiva de los estudiantes hacia un
mayor tiempo de análisis crítico de los contenidos propuestos por esos «guías del co-
nocimiento»?
En una era de exceso de información como la nuestra, el valor está en la
«orientación» en la selva más que en la transferencia de ruido. Además, puesto que la
información de la que disponemos es codificada cada vez con mayor precisión y efi-
cacia (compárese, por ejemplo, un texto de física elemental de principios de siglo con
64 Infonomía.com
los que se usan ahora en las universidades), el proceso de aprendizaje debería ser se-
parado en dos partes:
1. El alumno debería ser informado sobre «dónde» encontrar la información
codificada. O sea, debería ser «formado» sobre las fuentes de conocimiento
«explícito».
2. El alumno debería ser instruido sobre «cómo» interpretar esa información,
sobre cómo analizarla de manera crítica, sobre cómo discriminar lo impor-
tante de lo anecdótico. O sea, debería ser «educado» sobre el arte de co-
nocimiento «tácito». Hoy, el conocimiento explícito está en montones de li-
bros. Pero el espíritu crítico sigue siendo transmitido sólo de persona a
persona. El «maestro» debería ser un artista del sentido crítico. Quién no re-
cuerda ese maravilloso profesor que le enseñó no cómo se hace un loga-
ritmo, sino el placer de la exactitud de las matemáticas? Quién puede olvi-
dar la pasión con la que un profesor de literatura nos transmitió su amor por
la poesía? Cierto, aquí peco de nostalgia, pero eso no quiere decir que no
deba intentar que mis clases sean una «experiencia» para mis alumnos, más
que una mera «transferencia» de algo sobre lo que no he añadido ningún
valor. Si lo que digo está en los libros, simplemente estoy fracasando como
enseñante...
La pregunta es, pues, como siempre: hemos entendido las posibilidades de la
Red para la transformación de la educación, o simplemente queremos perpetuar es-
quemas propios de épocas en las que unos pocos sabían y otros muchos no tenían más
remedio que escuchar?
En fin, tengo la impresión de que no hemos entendido nada. Y que, en el
fondo, el reto del sistema educativo no es ya «enseñar», en el sentido curricular tradi-
cional, sino «inocular el virus de la curiosidad»: quizás no importe que hoy no sepas
tal cosa, pero si es vital que te descubras a ti mismo como un ser curioso.
Este es el tipo de ciudadano al que la Red podrá servir. Y es el tipo de persona
que las empresas van a necesitar... a cualquier precio.
50 Véase http://www.business2.com/content/magazine/ebusiness/2000/06/01/12956.
66 Infonomía.com
qué aquello que explica merece ser escuchado, primero, y aprendido, qui-
zás, después... Mejor aún, debe transmitir de manera pasional por qué de-
dicar tiempo a aquello «tiene un sentido». La educación, opino, tendrá cada
vez más de aportación de herramientas para el planteamiento correcto de
problemas, y para la localización de la información para resolverlo, qué de
solución pasiva de los mismos. Habrá «educación» si hay «implicación» (en-
gagement) intelectual de ambos agentes, alumno y docente.
En fin, muchas más cosas...
Pero todo ello será imposible si no permitimos a los docentes experimentar con
el sistema... Qué paradoja que, en esta «economía del experimento», la educación
esté tan reglada... tan pautada, tan carente de libertad para quién enseña... Dejémos-
les a quienes trabajan todo el día en el tema, que prueben nuevas opciones...
Más oxígeno para los docentes, y, correlativamente, más compensación, eco-
nómica y moral... Sin ellos, no hay futuro...
Conclusiones
Por alguna razón, quizás profunda pero a lo mejor simplemente coyuntural, nos
encontramos con que el concepto «conocimiento» entra a formar parte del discurso eco-
nómico y político en Occidente. Empresas, empresarios, profesores, todos se han
puesto de acuerdo en que el conocimiento es un activo fundamental para el desarrollo;
es más, muchos de ellos convienen en que es «el» activo más crítico para el futuro.
Este discurso coincide, curiosamente, con el momento quizás más dulce en el
campo de las tecnologías de la información (están por todas partes, tenerlas y usarlas
dan posición, no utilizarlas te convierten en un dinosaurio), y a la vez, con un mo-
mento de crisis de la escuela. O sea, el conocimiento es vital, parece que empezamos a
tener herramientas para manejarlo, pero las formas tradicionales de transmitir conoci-
mientos parece que no funcionan.
Se trata de tres problemas distintos, que normalmente tratan expertos distintos,
pero que por razones que quizás no comprendemos aún, están hoy y estarán aún más
en el futuro íntimamente ligados. El reto de los próximos años consiste, precisamente,
en poner a trabajar a mentes normalmente concentradas en áreas muy específicas, en
escenarios más amplios, más complejos, más multidisciplinares.
Como se ha mostrado en este texto, la gestión del conocimiento como activo es
ya considerado como algo crítico desde la perspectiva de la política industrial; la edu-
68 Infonomía.com
Bibliografía
70 Infonomía.com
Capítulo 2
Las organizaciones son información
72 Infonomía.com
Figura 2.1.
Los dos modelos básicos sobre una organización
2 Según un estudio realizado por una bolsa de trabajo en Internet, el 73% de los encuestados manifestaron «estar frustados con su tra-
bajo» actual (El País, Negocios, 19/03/00, p. 40).
74 Infonomía.com
76 Infonomía.com
Gestión de dipolos
La dualidad que se ha comentado, «la organización como máquina» versus «la or-
ganización como red de contratos» no es más que una de las muchas dualidades con
las que debe enfrentarse una organización moderna.3 Ésta se encuentra en una situa-
ción de tensión entre extremos, y con frecuencia la buena gestión consiste en escoger
justo un punto medio entre esos extremos. Aun corriendo el riesgo de caer en el sim-
plismo, se podría decir que las empresas se encuentran en una serie de situaciones he-
gelianas: entre una tesis y una antítesis deben escoger, cuando no generar, una síntesis.
Algunos ejemplos de estas dualidades, o polaridades como se las ha llamado en
la literatura de gestión, o dipolos como preferimos llamarlas nosotros, pueden ayudar a
entender de qué estamos hablando:
– Estructura versus espontaneidad. La economía de los intangibles ha demos-
trado que, probablemente, el activo más importante de una organización es
su capital intelectual, y, más en concreto, su capital humano. Conforme este
capital humano es más consciente de su rol en las organizaciones, exigen
complementar el salario con unas condiciones de trabajo cómodas, y con
una orientación a proyectos que les permitan aumentar su empleabilidad.
Con frecuencia esto está reñido con las estructuras jerárquicas, tan frecuentes
en las organizaciones. En otras palabras, el capital humano inteligente pide
oxígeno para la espontaneidad. De hecho, desarrollar una especie de «es-
tructura espontánea», si es que plasmar este contrasentido es posible, es,
quizás, uno de los retos más interesantes para las organizaciones del futuro.
– Procesos versus prácticas. Brown y Duguid (1999) muestran cómo en las or-
ganizaciones se acostumbra a confiar demasiado en procesos, bien docu-
mentados (en forma de lo que más adelante denominaremos conocimiento
explícito), con frecuencia para conseguir automatizar los procesos, mientras
la realidad enseña que muchas tareas son realizadas por personas que des-
arrollan sus propias prácticas, gracias a la acumulación de experiencias, per-
sonales y colectivas (en lo que denominaremos conocimiento tácito). Tam-
bién se ha documentando lo que se ha venido en llamar amnesia
corporativa, la pérdida de conocimiento que se produce en una organiza-
ción cuando se despide a alguien por razones de edad, sin tener en cuenta la
cantidad y calidad del conocimiento almacenada en esa gran base de datos
3 Recuérdese que ya se ha utilizado el concepto de dipolo, pero aplicado a la competitividad de las naciones, en el capítulo 1.
78 Infonomía.com
finanzas familiares: barato, y con sólo aquellos componentes contables esenciales, los
que todo el mundo puede entender (debe y haber...). Y así nace un nuevo espacio de
mercado: los que no usaban más que el lápiz...
Otro ejemplo. En el mundo de los relojes, la industria se repartía en dos gran-
des bloques: el reloj como cosa funcional (mide la hora), y el reloj como objeto de lujo
(me miden por su marca). En cada uno de esos dos bloques estratégicos, los competi-
dores intentan quitar cuota de mercado al resto a base de innovaciones, pero siempre
dentro de las reglas «generalmente aceptadas». Pero, de golpe, aparece alguien que
pone en cuestión que sólo pueda existir el reloj como función o el reloj como lujo. Y
aparece el reloj como «emoción»: Swatch. Barato, funcional, pero más objeto de
moda que aparato horario. Y Swatch creó nuevo espacio de mercado, en este caso a
través del hecho de que si bien antes de Swatch la gente se compraba un reloj, casi de
por vida, después Swatch mucha gente (el nuevo espacio) se compra muchos relojes,
Swatch, claro está, durante su vida...
Y así más y más ejemplos. El artículo los detalla, y organiza las formas de
«crear» mercados en 6 grandes tipos.
La reflexión que a mí se me ocurre es la siguiente. Ya hemos dicho más de una
vez que en Internet parece funcionar: 1) lo que es mejor que la realidad, y 2) lo que te
aporta soluciones en tus rutinas diarias o tus estados de cambio. Pero, no tendríamos
que añadir aquí también aquello que te permite «crear» espacios de mercado? O sea,
aquello que abre nuevos espacios en sectores muy ligados a convenciones que nadie,
en la industria, se atreve a romper, y que el cliente está quizás esperando a que al-
guien se decida a hacerlo?
Otra reflexion conectada con esta. Si uno mira el ranking de las 100 empresas
más «calientes» en la Red que publicó la revista Business 2.0 en su número de mayo (lo
que podría convertirse en el Fortune 500 de la Red...), vemos que estas empresas se
podrían distribuir en tres grandes grupos. Uno, la empresas relacionadas con la crea-
ción de la infraestructura (por ejemplo, Cisco, por cierto, la primera en el ranking;
IBM, Intel, America Online, MCI, DoubleClick, etc). Dos, las empresas «del mundo
real», o sea que ya existían antes de Internet, que han sabido adaptar sus métodos y
procesos a las exigencias de la dinámica de la Red (Dell, Marshall Industries, Ingram
Micro, Charles Schwab, Disney, etc). Y tercero, las empresas que han nacido con la
Red (Amazon, eBay, eToys, e*Trade, CNET, Priceline, Yahoo, etc).
No será que el éxito de estas últimas se basa, justamente, en su capacidad
para crear mercados que no existían? No ha definido eBay el concepto de «rastro glo-
80 Infonomía.com
Códigos genéticos
Uno de los grandes avances de la ciencia de este siglo ha consistido en demos-
trar que básicamente «somos código».7 En otras palabras, nuestro cuerpo tiene una de-
terminada estructura, formada de partículas, átomos, moléculas, células, etc., pero lo
importante no es la estructura que todos estos componentes toman en un determinado
momento, sino cuál es la receta que indica cómo deben estructurarse. Así, se nos dice
que llegará el día en que repliquemos (clonemos) a un humano gracias a que sabremos
cómo usar la fórmula que lo define para convertir un conjunto de componentes en una
estructura viva, humana.
La pregunta que podemos hacernos es si podemos utilizar la metáfora del có-
digo genético en el análisis de las organizaciones. Si este isomorfismo fuera lícito, cono-
cer el «código genético» de una organización consistiría en conocer la raíz de su activi-
dad, el núcleo de su know-how, los detalles de sus procesos y cultura, aquello de lo
que no puede prescindir sin que ello implicara ser otra organización. El código gené-
tico expresa aquello que la distingue de las demás, aquello que la hace diferente.
Un ejemplo. El código genético de una empresa de paquetería como UPS es
«movemos cosas pequeñas». El código es muy claro: se centran en el movimiento físico
de objetos, que además cumplan con unas determinadas características (pequeño volu-
men —por ejemplo, no transportan sofás—, que no sean mercancías peligrosas, etc.).
Ello queda perfectamente ilustrado en el anuncio mostrado en la figura 2.2.
En teoría, el código genético de una organización sería la receta que debería lle-
varnos a poder replicarla, a clonarla. Por suerte o por desgracia, estamos tan o más le-
jos de poder clonar una organización que de poder clonar un humano. En teoría podría
7 Una idea, por cierto, que avanzó el físico austríaco Erwin Schrödinger, antes de que Watson y Crick descubrieran la estructura del
ADN.
hacerse, pero los detalles de esa alquimia mágica se nos resisten.8 Las organizaciones
son estructuras complejas, de procesos, prácticas, personas, etc. Y que no sean replica-
bles explica, quizás, que dos empresas aparentemente similares, consigan resultados
dispares. Exactamente lo mismo que podríamos decir de dos hermanos gemelos con si-
nos distintos.
Figura 2.2
UPS proclama la raíz de su código genético:
«alguien tiene, finalmente, que transportar los paquetes...»
8 En mi opinión, el management no es, hoy por hoy, una ciencia. Sobre este tema véase Cornella (1998).
82 Infonomía.com
organizaciones poco codificables. En otras palabras, para estudiarlas sirve más, hoy por
hoy, la teoría del caos que las teorías causales à la Laplace.9
Las organizaciones no tienen pues una fórmula que las describa, sino más bien
una personalidad, un término que nos recuerda el carácter caprichoso de muchas de
ellas, opuesto al comportamiento predecible que desearíamos.
La pregunta a hacerse en los tiempos que corren es, por tanto, ¿cuál es el código
genético de mi organización? (versión moderna de aquel recordado «qué hacemos bien»
o «cuál es el núcleo de nuestras habilidades», o «en qué somos los mejores»).
9 El físico francés Laplace perseguía una explicación matemática de la Naturaleza que le permitiera predecir cualquier tipo de ac-
ción con sólo conocer las condiciones iniciales y las ecuaciones del movimiento. O sea, la causalidad predecible como norma fun-
damental del Universo.
10 Según Laudon & Laudon (1996), «hasta un 75% de los grandes sistemas [de información] pueden ser considerados, desde el
punto de vista operativo, un fracaso» (p. 525).
Figura 2.3
La introducción de tecnologías de la información en una organización
traslada la isocuanta hacia el interior
Como bien dice Paul Strassmann: «If computer expenditures and corporate pro-
fits show no correlation, it is a reflection of the human condition that excellence is an
uneven ocurrence».
En otras palabras, la mera inversión en tecnologías no asegura el éxito. Porque
lo importante no es la inversión en sí sino lo que se hace con ella. Las tecnologías de la
información no tienen un valor intrínseco, sino de uso. Una misma tecnología puede
aportar beneficios considerables en una empresa mientras que sea la causa de la ban-
carrota en otra. Y es justamente en este punto dónde la introducción del modelo socio-
técnico de los sistemas de información puede aportarnos algo de luz.
84 Infonomía.com
Figura 2.4
No hay una relación directa entre la inversión en tecnologías de la
información en una empresa y la rentabilidad del capital.
En la gráfica se observa que bancos que invierten anualmente lo
mismo por empleado consiguen unas rentabilidades muy distintas
(véase, por ejemplo, los casos de Wells Fargo y BankAmerica)
Fuente: http://www.strassmann.com.
de la productividad (output/input) había sido menor en esas décadas que en los años
anteriores e inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Así, y concre-
tando en el caso de los Estados Unidos, si bien en el período 1950-73 la productividad
laboral (producto interior bruto por hora trabajada) creció a un ritmo cercano al 2,5%,
en el período 1973-1993 el crecimiento se limitó al 1% anual (Landauer, 1996). Justa-
mente cuando las inversiones en tecnologías de la información se estaban acelerando
(figura 2.5).
Un análisis más fino de los datos demostraba que la mayoría del incremento
de la productividad se había producido en el sector industrial. En efecto, la figura 2.6
ilustra cómo mientras que el crecimiento de la productividad en el sector industrial
había sido superior al 3,5% anual, el correspondiente al sector servicios se había limi-
tado al 0,7% anual. Lo curioso del caso es que mientras que la inversión en tecnolo-
gías de la información realizada por parte de la industria representaba sólo el 20% del
total de la inversión en este capítulo, la inversión llevada a cabo por el sector servi-
cios representaba el 80% restante (Roach, 1992). En otras palabras, la mayor parte de
la inversión en tecnologías de la información iba a parar al sector servicios que, apa-
rentemente, no sabía cómo aprovechar esa inversión para conseguir incrementos de
productividad.
Figura 2.5
Crecimiento de la productividad nacional en los Estados Unidos,
1870-1993
86 Infonomía.com
Figura 2.6
Diferencias en el crecimiento de la productividad en industria
y servicios, durante la década de los ochenta en Estados Unidos
Figura 2.7
Evolución de la productividad en España, 1985-1998
Por otra parte, si se tiene en cuenta que las economías occidentales son cada
vez más dependientes (en términos de importancia en el producto interior bruto) de su
sector servicios (como ilustra la Figura 2.8), entenderemos una12 de las posibles razo-
nes de la paradoja de la productividad, de la que ya tratamos en el capítulo 1: la pro-
ductividad a nivel nacional no está creciendo porque las tecnologías todavía no consi-
guen aumentar la productividad en el sector servicios. Que lo estén consiguiendo en el
sector industrial no tiene tanto efecto, simplemente porque la importancia del sector in-
dustrial en las economías occidentales está decreciendo.
Figura 2.8
Evolución de la importancia del sector servicios en las economías
occidentales, 1960-1990. La ordenada indica el valor añadido
de los servicios, en porcentaje del PIB
12 Hay otras posibles explicaciones, como, por ejemplo, que la medida clásica de la productividad ya no es útil. Hay otros factores a
medir, como la rapidez o calidad del servicio, la fiabilidad y disponibilidad, etc. El tema ha sido estudiado con detalle por
Brynjolfson (1993). La idea es que las tecnologías nos ayudan a hacer mejor las cosas, pero no necesariamente a hacerlas más
productivamente. Esto no debería preocuparnos, a no ser por el hecho de que la economía ortodoxa liga el bienestar de la ciuda-
danía con el aumento sostenible de la productividad.
88 Infonomía.com
13 Algunos ejemplos pueden resultar aquí ilustrativos. Que el autor esté utilizando un ordenador para escribir este texto no representa
una aplicación muy aumentadora de sus capacidades intelectuales; lo sería, por ejemplo, si la máquina fuera capaz de ordenar
las ideas dispersas introducidas por el autor y las convirtiera directamente en un texto no sólo legible sino incluso inteligente. Que
el ordenador me ayude en la función mecánica de escribir es bien distinto de que escriba por mí. Un salto cualitativo muy impor-
tante se produce cuando el ordenador es capaz de escribir un texto que el autor le dicta. Y otro salto aún mayor se producirá
cuando el ordenador sea capaz de traducir directamente el texto a otra lengua, sin que sea precisa la intervención de un traductor
humano. En otra línea, las tecnologías ayudan relativamente poco a un médico que debe seguir su intuición para la generación de
un diagnóstico (como mucho, el ordenador le ayudará a tener ordenadas sus fichas, si es que lo usa...), pero su función quedará
claramente multiplicada cuanda pueda contar con un sistema experto que le ayude a afinar su diagnóstico gracias a un banco de
conocimientos y experiencias previas.
90 Infonomía.com
En otras palabras, el éxito de la inversión pasa por entender que la función prin-
cipal de un sistema de información es informar: «La provisión de datos e información
en la organización, mediante el uso de tecnologías de la información, siendo la infor-
mación provista relevante para las actividades siempre cambiantes de la organización
y/o sus miembros» (Checkland, 1998, p. 39). La función principal de un sistema de in-
formación es informar a sus usuarios. Estos últimos son un componente fundamental
del sistema; están para definir sus requerimientos y para valorar la utilidad del sistema.
Por ello, el diseño de sistemas debe pasar del modelo de planificación actual
(se establecen con mucho detalle las características deseables del sistema, pero durante
el proceso de elaboración del «mapa» las necesidades pueden haber cambiado) a un
modelo más dinámico, más basado en la idea de diálogo entre usuarios y diseñadores,
que permita una sintonización permanente entre necesidades y prestaciones (y que
utilice, por ejemplo, metodologías más ágiles como las de prototipaje).
En resumen, la búsqueda de un aumento sostenible de la productividad a través
de la inversión en tecnologías de la información, pasa por explotar las capacidades au-
mentadoras de las mismas. Pero para ello, es preciso entender mejor qué es la informa-
ción, cómo son nuestros procesos cognitivos, y cómo generamos y utilizamos el cono-
cimiento. Ello implica un cambio notable en nuestra forma de entender los sistemas: si
hasta ahora cuando hablamos de tecnologías de la información pensamos en la forma
«Ti» (la T en mayúscula, la tecnología como foco central), ahora debemos hacerlo en la
forma «tI» (la I en mayúscula, la información como el verdadero recurso de interés).
La primera lectura sobre este tema, altamente recomendable, es el libro The so-
cial life of information, de John Seely Brown, el director científico del PARC de Xerox, y
Paul Duguid, asesor en el PARC y profesor de estudios culturales y sociales en la Uni-
versidad de Berkeley en California.
Leer este libro ha resultado un verdadero placer, aunque sólo sea porque re-
sume muy bien muchas de las cosas de las que hemos hablado en Extra!-Net. Paso a
resumirlo...
Los autores son gatos viejos en cuanto a tecnología se refiere. Han estado y si-
guen estando en uno de los lugares donde se define el futuro, el PARC de Xerox. Por
tanto, saben de qué hablan. Pero, y esto es justamente lo interesante, precisamente
porque están dónde están saben que un discurso totalmente tecnofílico (la tecnología
tiene toda la razón, y reina sin obstáculos) es erróneo.
Así, empiezan por poner en duda algunas de las afirmaciones más difundidas
en esta economía digital: que las organizaciones desaparecerán a favor de indivi-
duos liberados, que la distancia ya no importa, que los «agentes» serán pronto más
listos que nosotros mismos, que los procesos lo son todo en las empresas, que el
aprendizaje es algo puramente personal, realizable a escala individual, que el libro
no tiene futuro, etc.
De una manera pausada, muy razonada, van desmontando todas estas afirma-
ciones. Y el factor común en sus argumentaciones es que, mal que nos pese, somos
personas, y las personas somos seres sociales. Nuestra relación con la información es
compleja. Para que entendamos algo no es, por ejemplo, suficiente que nos los digan,
sino que debemos querer entenderlo, y debemos estar en la situación adecuada para
poderlo entender (poseer el adecuado background, estar motivados o interesados por
el tema, etc). Más aún, es nuestra relación con otras personas la que nos ayuda a sa-
car rendimiento a la información que pasa por delante nuestro. Es la relación con otros
la que nos ayuda a entender... es el contexto social el que nos ayuda a encontrar sen-
tido a esa información...
En mi opinión, lo más interesante de su contribución es que proponen que, en
el fondo, nuestra posición consiste en manejar tensiones entre contrarios. Por ejemplo,
trabajamos más eficazmente cuando estamos solos, pero necesitamos de los demás
para aprender en el trabajo. Las rutinas nos ayudan a coordinar mejor los procesos en
las empresas, pero para enfrentarse a los cambios precisamos de nuestra capacidad
de improvisación (que un robot todavía no puede aplicar). Necesitamos de estructura
para funcionar, pero sin espontaneidad no avanzamos en caminos nuevos...
92 Infonomía.com
La conclusión del texto es muy clara, creo: las personas son componentes esen-
ciales de todo sistema de información... y los mecanismos sociales de intercambio,
apoyo, aprendizaje, de información y conocimientos, son tanto o más importantes que
las tecnologías de la información que hemos desarrollado. Debemos aprender más so-
bre cómo las personas intercambiamos información a la hora de diseñar sistemas de
información más eficaces...
Justamente esto me lleva a la segunda lectura, llegada providencialmente a mi
buzón cuando estaba acabando el libro citado. Se trata del número de Febrero-Marzo
de 2000 del Bulletin of the ASIS, que trata monográficamente sobre el nuevo campo de
social informatics, que yo me atrevo a traducir por socioinformática.
Este es un campo iniciado por varios autores norteamericanos, entre ellos Rob
Kling, que ha fundado en Center for Social Informatics en la Indiana University. La so-
cioinformática tiene por objeto estudiar los «aspectos sociales de la informatización».
O sea, los efectos culturales, el contexto social, en la aplicación de tecnologías de la
información. Un campo muy cercano a lo que nosotros definimos como Infonomía...
Pues bien, en este número del Bulletin del ASIS, hay un fantástico artículo de
Terry Von Thaden, titulado «Social Informatics and Aviation Technology», en el que se
explica como la mayoría de accidentes de aviación no se deben a las máquinas, sino
a procesos ineficientes de intercambio de información entre personas. O sea, la inefi-
ciencia en el intercambio, en el factor social, en las cabinas, es la principal causa de
los accidentes... Y lo curioso es que, al parecer, las compañías estimulan la rotación
frecuente de las personas en las tripulaciones, de manera que no se constituyen grupos
que puedan definir espontáneamente unas pautas de intercambio de información...
La idea es simple: son las personas las que definen los sistemas de información.
Volviendo al libro que citaba antes, los autores aportan una afirmación muy curiosa.
Dicen que si la NASA se propusiera ahora volver a enviar un hombre a la Luna, ten-
dría que empezar desde cero, porque, aunque dispone quizás de la información nece-
saria, y de las máquinas, no dispone de las personas que lo hicieron posible, y por
tanto, no tiene la «expertise», las sinapsis personales, precisas para tal empresa... Tie-
nen el conocimiento explícito sobre la cuestión, pero han perdido el tácito...
software), los procesos, las personas y los documentos. Las máquinas pueden permitir
una agilización de la gestión de los documentos, pero la eficiencia del sistema en su
conjunto depende en último extremo de que las personas utilicen adecuadamente esos
documentos en procesos correctamente diseñados de acuerdo con los objetivos perse-
guidos.
Entre las razones que hacen difícil la gestión de la información en las organiza-
ciones podemos citar las siguientes:
– La información es un proceso. La información no es una cosa que pueda ser
transferida de una a otra persona, a pesar de que, de manera bastante natu-
ral, tendemos a aceptar el denominado modelo de la cesta vacía cuando pen-
samos en la provisión de información: pensamos que cuando alguien solicita
una información su cabeza es como una cesta vacía en la que podemos in-
troducir un pedazo de información, de manera que por el simple hecho de
hacerlo la persona deviene informada. Contra este modelo se alzan otros
modelos más constructivistas, según los cuales la información es más bien
un proceso en el que intervienen factores complejos, como por ejemplo, la
«química» entre informador (quien informa) e informando (quien es infor-
mado), o el prestigio del primero y/o la preparación del segundo (su criterio
para entender la información, sus expectativas, su espíritu crítico, etc.), entre
otros. La información no es, pues, un producto, sino un proceso que constru-
yen conjuntamente informador e informando. Y puede hablarse de informa-
ción sólo cuando alguien deviene informado, de manera que ha habido in-
formación cuando ha habido comunicación. De aquí que para contribuir a
mejorar los flujos de información en las organizaciones debemos entender
mejor los comportamientos informacionales de las personas: sus modelos
mentales (cómo entienden los conceptos, cómo los representan, cómo modi-
fican sus visiones y conceptos, de acuerdo con sus creencias, prejuicios,
etc.), y sus procesos cognitivos (cómo aprenden, cómo desaprenden, etc.),
entre otros.
– La información es fuente de poder (o, como dijo Francis Bacon, «knowledge
is power»). No podemos ser tan ingenuos como para creer que la utilización
de la información en las organizaciones sigue solamente criterios profesiona-
les. Disponer de una información en exclusiva confiere poder, de manera
que las organizaciones tienden a desarrollar espontáneamente la opacidad
informacional más que la transparencia, y a estimular la retención individual
de información más que su compartición (Davenport, 1992). En otras pala-
94 Infonomía.com
96 Infonomía.com
toda su profundidad qué es la información hasta dentro de unos cuantos años... in-
cluso quizás tengamos que esperar un siglo... Me explico...
Comentaba el otro día en otra conferencia (life is miserable...) una metáfora
del matemático Keith Devlin (hablaremos pronto de él en otro mensaje, que dedicare-
mos a su extraordinario libro «InfoValue») sobre nuestra comprensión actual del con-
cepto información. Se pregunta Devlin qué nos respondería un hombre de la edad del
hierro si apareciera de pronto entre nosotros y le preguntáramos: qué es el hierro? Po-
siblemente, se sorprendería de la pregunta, nos enseñaría sus instrumentos de hierro,
nos diría incluso cómo los hace, pero de ninguna forma se vería capaz de responder
qué es... Ante esta frustración, pensaría que nos estamos burlando de él y aplicaría su
hacha de hierro para el fin para el que fue concebida...
Hemos tenido que esperar milenios para entender qué es el hierro... Un ele-
mento químico de tal número atómico, con tal número de protones, neutrones, electro-
nes, etc... Sin duda, nuestra comprensión de qué es el hierro es mucho más profunda
de la que ningún hombre de la edad del hierro hubiera podido soñar... Y para respon-
dernos a esa pregunta tan «obvia», hemos tenido qué esperar a que una cuantas men-
tes brillantes desarrollaran el método científico, que especularan sobre el atomismo,
que clasificaran los elementos, que hicieran hipótesis sobre la composición de la mate-
ria, etc...
Pues bien lo siento mucho, pero coincido con Devlin en que nuestra posición
respecto a qué es la información es exactamente la misma que tenía el hombre del hie-
rro respecto al hierro... La utilizamos cada día, disponemos de máquinas muy sofisti-
cadas para producir información desde cualquier punto... incluso desde una terraza
sobre una espléndida playa... tenemos teléfonos móviles para lanzar esa información
urbi et orbi desde, literalmente, cualquier punto del planeta... pero, lo siento, no sabe-
mos qué es exactamente eso que estamos manejando cada día hasta la saciedad...
Diréis: si, que lo sabemos. Datos, información, conocimiento, inteligencia, toda
esa clasificación que hemos leído en tantos lugares... y que yo mismo he escrito en
unos cuantos libros... incluso tiene un capítulo en el libro que estoy acabando ahora...
pero, lo siento, estamos muy lejos de entender el concepto «información» en toda su
profundidad... Ni siquiera me sirven las teorías de Shannon, o la «teoría de la infor-
mación» de los estadísticos puros...
No me extraña, a este respecto, que el número del 50 aniversario de la revista
de la American Society for Information Science (JASIS, octubre 1999), haga un repaso
al estado de eso, de la «ciencia de la información» (en el sentido anglosajón del tér-
98 Infonomía.com
mino, más próximo al que en Extra!-Net denominamos «infonomía», que al que en Es-
paña se denomina «ciencias de la información», o sea, periodismo...). Y que entre los
artículos haya algunos que intentan entender mejor el concepto básico.
Aunque para mí lo mejor de este extraordinario número de la JASIS (obligato-
rio para todo profesional de la información), es la serie de artículos que reclaman una
visión pluridisciplinar del fenómeno información... como por ejemplo el que clama por
una aproximación mutua entre los hoy separados campos de los «sistemas de informa-
ción» y la «ciencia de la información»... separación que a mi me parece ridícula,
como saben muy bien los alumnos que me han padecido...
Entender que el descubrimiento de «qué es la información» será uno de los más
fundamentales de la historia de la humanidad, y que para llegar a este difícil objetivo
es preciso poner de acuerdo las más diversas disciplinas, o sea, que el empeño es inter
o multidisciplinar, es, en mi opinión, fundamental...
Y lo digo desde el convencimiento de que hay gente a la que nunca le ha gus-
tado mi mensaje... quizás porque creen que hablar sobre la «información» es prerro-
gativa de ciertas profesiones... lo siento, pero sigo diciendo que no estoy de acuerdo,
y que quien no abra su mente no llegará muy lejos...
Porque después de siglos de aplicación del reduccionismo al método científico
(o sea, el análisis de la realidad mediante su división en pequeñas partes analizables),
no tenemos ahora más remedio que completarlo mediante el «consenso intelectual» (lo
que Wilson denomina «consilience» en su fascinante texto con el mismo título). Sólo
una visión multidisciplinar de las cosas puede revelarnos su verdadera esencia... Por
tanto, lo que toca ahora es humildad intelectual... aunque a muchos lo que he dicho les
pueda parecer vanidad...
Si os he molestado, lo siento. Pero es que creo sinceramente que cerrarse es
ahora perderse...
Obviamente, esto no es cierto, pero son muchas las organizaciones que han ca-
ído en el error de creer que con sólo disponer de tecnologías de la información ya lle-
varían a cabo una gestión más eficiente de su información. Y, más aún, que entonces
tomarían mejores decisiones, que les llevarían a mejores resultados y mayores benefi-
cios. La primera responsabilidad de un profesional de la información consiste, proba-
blemente, en desarticular la causalidad de esta ecuación mercantilista, dejando claro
que las tecnologías «puede» que mejoren la gestión de la información, pero sólo si se ha
diseñado una política o un plan al respecto (figura 2.9). Y que disponer de mejor infor-
mación «puede» llevar a conseguir mejores resultados, pero sólo si la organización está
preparada para usar esa información de forma inteligente.
Figura 2.9
Hay que desarticular la «ecuación mercantilista» de la información
El mercantilismo informacional
Modelo de Itami
Afirmar que la información es muy importante parece una obviedad en una so-
ciedad como la nuestra, en que los medios de comunicación, los audiovisuales y la in-
formática, todos ellos tecnologías informacionales, ocupan buena parte del tiempo que
dedicamos al ocio y a los negocios. Sin embargo, en el ámbito empresarial, apenas he-
mos empezado a entender que el éxito depende cada vez más de cómo gestionamos y
explotamos este peculiar recurso. Como veremos, todavía tendremos que dedicar mu-
100 Infonomía.com
chas horas para llegar a entender qué papel tiene la información en las relaciones pro-
fesionales y qué relación deberá establecerse entre humanos y máquinas para que la in-
formación que se intercambien derive en resultados para las organizaciones.
La figura 2.10 muestra el que podemos denominar modelo de Itami16, según el
cual la información es un recurso vital para las organizaciones en tres sentidos muy di-
ferentes.17 Primero, las organizaciones deben disponer de la mejor información sobre el
entorno. Segundo, tienen que unirla a la información que se genera internamente, para
poder llevar a cabo un mejor proceso de decisión y convertirla en conocimientos. Fi-
nalmente, tienen que proyectar información hacia el entorno para reforzar su imagen.
Figura 2.10
Importancia de la información en las organizaciones,
según el modelo de Itami (1987)
y generación de
Uso
y conocim
ación ient
orm os
inf
Información Información
sobre el entorno hacia el entorno
comercial pueden explicar más tarde a sus compañeros qué novedades han visto; se
pueden introducir mejoras en los productos y servicios ofrecidos a los clientes gracias al
análisis de sus quejas y reclamaciones. Esta información sobre el entorno también puede
ser generada a través de fuentes de información externas a la organización como, por
ejemplo, empresas que elaboran estudios de mercado, prensa profesional, empresas
consultoras, servicios de información empresarial o bases de datos comerciales.
De toda la información que la empresa debe reunir sobre el entorno hay dos
componentes especialmente importantes: qué piden los mercados (market-pull) y qué
ofrece la tecnología (technology-push). Con el conocimiento del primer componente la
organización puede adaptar sus productos y servicios a los requisitos del mercado. Con
el segundo, puede intentar aprovechar las tecnologías que van apareciendo para mejo-
rar sus procesos de producción, o de servucción si ofrece servicios, e incluso, para in-
troducir nuevos productos y servicios en el mercado.
Podemos obtener información sobre el entorno en cualquier tipo de formato.
En muchos casos las propias personas son sus portadoras (por ejemplo, alguien comu-
nica verbalmente a un colega qué ha visto en la fábrica de un competidor), mientras
que, en otros, la información queda depositada en un soporte físico, por lo general en
papel o en registros informáticos.
Que la competitividad de las organizaciones dependerá cada vez más de la
cantidad y calidad de información de que dispongan sobre el entorno, es un hecho
cada vez más aceptado. Sin embargo, las empresas españolas suelen disponer de me-
nor volumen de información sobre el entorno que las empresas anglosajonas, cuya cul-
tura de la información está más arraigada y difundida. Este fenómeno se observa espe-
cialmente en cuanto a información en formato electrónico, ya que nuestro consumo de
bases de datos comerciales es menor del que nos correspondería, habida cuenta de
nuestra posición relativa en términos de PIB.18
Con el fin de averiguar qué información sobre el entorno es más conveniente
para el cumplimiento de sus objetivos, las organizaciones pueden llevar una auditoría
de la información. De la realización de esta auditoría y de la consiguiente identificación
de los inputs de información a obtener, debería ocuparse una función información, en
18 En 1995, por ejemplo, España era la octava economía de la OCDE, con un volumen de 557.000 millones de dólares, sólo
7.000 millones de dólares menos que Canadá y algo más que las economías de los Países Bajos y Australia (OCDE, 1996). En
el período 1984-1994, el crecimiento medio del PIB fue del 2,9%. Sin embargo, en cuanto al PIB per capita en términos de PPP
(Purchasing Power Parities), España se sitúa en la 21 posición de la OCDE, con unos 13.581 dólares, por delante de los 25.512
de Estados Unidos. Por otra parte, el 1995 el consumo de servicios de información electrónica para usos profesionales en Es-
paña fue de unos 75 millones de ecus, mientras que en Países Bajos fue de unos 134 millones de ecus, y en Reino Unido de unos
1.174. Es de destacar que Italia tuvo un consumo de unos 353 millones de ecus (Policy Studies Institute, 1996).
102 Infonomía.com
Proyección de información
Finalmente, en la zona derecha de la figura 2.10 vemos que las organizaciones
también proyectan información hacia el entorno. La publicidad es, quizás, la modali-
dad más conocida de esta proyección, pero hay otras más sutiles como la información
sobre las capacidades innovadoras que se da a conocer a través de las patentes o la in-
formación sobre los estados financieros que se ofrece al presentar información en los
registros mercantiles o al elaborar las memorias de la organización.
Con todo, de la información proyectada hacia el entorno, la más importante está
incorporada en los propios productos y servicios, que hablan por sí mismos sobre la or-
ganización que los ha generado o distribuido. Por otra parte, estamos acostumbrados a
que las organizaciones proyecten información mediante el soporte papel o audiovisual,
pero la fuerza con que han despegado las autopistas de la información ha hecho que
empiecen a surgir nuevas maneras de proyectar imagen e incluso servicios hacia el en-
torno, de una forma mucha más interactiva que la conseguida hasta el momento. En
este sentido, apenas hemos comenzado a imaginar los cambios que traerá consigo el
comercio electrónico en un próximo futuro (se tratará sobre este tema en el capítulo 5).
Muchas empresas consideran que es mejor no proyectar mucha información ha-
cia el exterior, a pesar de que algunos estudios demuestran que, muy al contrario, una
estrategia de transparencia informacional puede ser beneficiosa, en especial cuando
la organización va bien (Cornella, 1994, p. 139). No obstante, es evidente que las orga-
nizaciones que proyecten una mejor imagen hacia el entorno, podrán disfrutar de un
mejor posicionamiento en las mentes de los consumidores.
La figura 2.10 muestra, por tanto, que la gestión de la información en los tres ni-
veles de selección y entrada, circulación y explotación y proyección, puede constituirse
en factor crítico para la excelencia de les organizaciones.
104 Infonomía.com
El modelo de Rowley
En un interesante artículo, Rowley (1998) sugiere un modelo general para la es-
tructuración de la disciplina de la gestión de la información (information manage-
ment). Para empezar, recuerda que son diversos los campos que intervienen en el estu-
dio de la información, como, por ejemplo, la psicología cognitiva, la lingüística, la
teoría de la organización, la informática, la economía, etc. Esta dispersión de disciplinas
hace que «haya tantas definiciones de gestión de información como actores han inten-
tado definirla».
Cada una de estas disciplinas concibe la información como un distinto tipo de
recurso: como «conocimiento subjetivo», como «cosa», como «recurso», como «bien con-
sumible» (commodity), como «fenomeno social» («a constitutive force in society»), etc. En
consecuencia, resulta difícil llegar a un acuerdo sobre una definición de información.
Rowley destaca, sin embargo, que muchas de las disciplinas que tratan, de una
u otra forma, sobre información, distinguen entre el proceso de información y la ges-
tión de información:
– El proceso de información es llevado a cabo por cualquier persona que usa o
maneja información: en ese sentido, todos somos «procesadores» de informa-
ción.
– Pero la gestión de la información es realizada por profesionales: el gestor de
información tiene por función encontrar, organizar, distribuir información,
añadiéndole valor.
Esta distinción entre proceso (uso) y gestión resulta fundamental, porque en el
primero los aspectos humanos (psicología cognitiva, comprensión, comunicación, etc.)
son primordiales, mientras que en la segunda priman los aspectos técnicos (tecnología,
métodos y sistemas de información).
Todo ello nos lleva a un modelo general, que denominaremos modelo de Ro-
wley, según el cual la gestión de la información estaría constituida por cuatro grandes
áreas:
– Entorno de la información: las fuerzas «PEST» del entorno (políticas, ecóno-
micas, sociales y tecnológicas), que actúan, condicionan, transforman, los
contextos en los que se utiliza información. Se trata, pues, del entorno infor-
macional, y para entenderlo hay que tener en cuenta las influencias de las
fuerzas políticas (por ejemplo, un sistema democrático estimula más la trans-
parencia informacional que un sistema dictatorial), legales (un sistema sin
respeto a la privacidad de los datos personales es distinto de un sistema con
dispositivos de prevención del mal uso de esa información), económicas (un
país que estimule a las operadoras telefónicas a ofrecer a sus usuarios una
tarifa plana para Internet hace quizás más por sus ciudadanos que otro que
no hace nada en esta dirección), técnicas (un país sin estímulos a la innova-
ción tecnológica siempre tendrá que recurrir a la importación de tecnologías,
lo cual representa, a la larga, una limitación al crecimiento de su desarrollo
informacional), etc.
– Contexto de la información: el estudio del contexto en el que tiene lugar el
proceso y la gestión de información, o sea, el estudio de las organizaciones
en las que las personas tienen la experiencia informacional (empresas, es-
cuelas, comunidades, hogares, etc.), y de los sistemas de información en las
organizaciones.
– Sistemas de información: el estudio de las tecnologías, y sus aplicaciones en
forma de sistemas, ideadas para la entrada, almacenamiento, distribución y
recuperación eficiente de datos. O sea, el estudio de las plataformas técnicas
esenciales para el manejo de información.
– Interfaces persona-información20: el estudio de las «membranas» entre las
personas y los sistemas de información. O sea, el estudio de las herramientas
de búsqueda de información en los sistemas (lenguajes de interrogación,
motores de búsqueda sintáctica o semántica, etc.), de las formas de presenta-
ción de los resultados de las búsquedas (interfaces gráficas, visualización, se-
mántica visual, interfaces hombre-máquina, etc.), y de los mecanismos de
comprensión y aprendizaje humanos (cómo planteamos una pregunta, cómo
«digerimos» un input de información hasta su comprensión, cómo transfor-
mamos conocimiento tácito en explícito, etc.).
Este marco de estudio queda ilustrado en la figura 2.11. En él se resume que la
gestión de la información estudia, en sus distintas facetas, la información en los niveles
de individuo (cognición), sistema, organización y sociedad (entorno).
Rowley propone que la gestión de la información se considere formada por dos
grandes sub-disciplinas:
– Microinformatics: que estudia el individuo y su relación con la información,
así como los sistemas diseñados para facilitar ese uso por el individuo.
Abarca, por tanto, el estudio de las interfaces persona-información y los sis-
temas de información.
20 Rowley utiliza aquí el término information retrieval, que en castellano acostumbra a traducirse por recuperación de información.
Nosotros utilizamos un término más amplio, con lo que proponemos una extensión del modelo original del autor.
106 Infonomía.com
Figura 2.11
Los cuatro ámbitos de estudio del modelo de Rowley
sobre la gestión de la información
Finalmente, Rowley sugiere que en cada una de las cuatro áreas de estudio de
la gestión de la información, la forma en la que se concibe la información es distinta, así
como lo son quien procesa y quien gestiona la información (figura 2.12). Son justa-
mente estas diferencias las que han hecho hasta ahora difícil encontrar un consenso en-
tre todas las disciplinas que tratan, de una forma u otra, la información.
Figura 2.12
Rol de la información en cada uno de los ámbitos de estudio
del modelo de Rowley
Procesador Gestor Definición
Nivel
información información información
Ecología de la información
El campo de sistemas de información se ha autolimitado desde siempre a los
sistemas de información basados en ordenadores21 (Laudon y Laudon, 1996). Uno de
los principales motivos que puede haber contribuido a ello es la percepción de que po-
dría resultar inabarcable su extensión a la otra información, a aquella que se va deposi-
tando sobre las mesas, que se acumula en las mentes de las personas, la imagen que se
proyecta hacia el entorno, todos los componentes del capital intelectual. O sea, se con-
sideraba que esta información que circula informalmente por la organización estaba re-
pleta de objetos muy difícilmente tratables con las herramientas entonces existentes.
Sin embargo, hemos visto en este capítulo que es posible que, debido a proble-
mas de tipo psicológico, político o simplemente humano, las inversiones realizadas en
un sistema de información no produzcan los resultados esperados. Así, por ejemplo, si
los miembros de una organización no tienen la preparación, la motivación o el tiempo
suficiente, la información que se les intente ofrecer no traspasará los límites de su com-
108 Infonomía.com
Así pues, en los entornos informáticos modernos, todo está relacionado con
todo. Pero los humanos son el elemento dominante del ecosistema y, al diseñar el sis-
tema, debemos pensar en ellos, no sólo como usuarios mecánicos, sino que también
debemos tener en cuenta los problemas de tipo psicológico o político, por ejemplo,
que puedan surgir como consecuencia del sistema. Será necesario considerar, además,
los distintos tipos de información que circulan por la organización: formal e informal,
en soportes informáticos o físicos, en los procesos y en las mentes de las personas, e in-
tentar integrarlos. Habrá que definir una función información que tenga como objetivo
una mejor gestión del recurso información en las organizaciones. Por tanto, debemos
considerar que un sistema de información está compuesto por tres elementos muy dife-
rentes pero estrechamente relacionados: personas, máquinas y documentos.
Por último, la ecología de la información propone además un cambio en la forma
de llevar a cabo los proyectos de sistemas de información. Propone abandonar el enfoque
típico de ingeniería basado en modelización y planificación, es decir, en la necesidad de te-
ner un plano detallado del sistema antes de empezar construirlo, y pasar a un enfoque más
orientado a observación y descripción permanente, consecuencia de un diálogo constante
entre diseñadores y usuarios. Este nuevo enfoque permitiría responder más rápidamente a
las necesidades, tal vez con menos precisión, sin tener que esperar a disponer de una des-
cripción muy detallada, que en ocasiones llega cuando el problema a resolver ya es otro.
Todavía desconocemos si la metáfora de la ecología puede trasladarse por com-
pleto al terreno de los sistemas de información. Sería muy interesante ver, por ejemplo,
si podemos derivar verdaderas isomorfias entre los conocimientos de ambos campos.
Podríamos intentar trasladar automáticamente ideas ya establecidas en ecología al estu-
dio de los sistemas de información y comprobar, entonces, si tienen sentido en el
nuevo ámbito. Así, por ejemplo, ¿qué nos depararía la aplicación de una ley de la evo-
lución a los sistemas de información?
Esta perspectiva tiene, por supuesto, tantos defensores como detractores y es
posible que todos tengan razón. Todavía no disponemos de textos que definan con
claridad cómo se resuelven los problemas de los sistemas de información desde la pers-
pectiva de la ecología de la información. Muchos, en cambio, utilizan visiones más or-
todoxas. Tendremos que esperar algunos años para ver si esta nueva visión es útil para
comprender mejor los sistemas de información.
Sea como fuere, lo que posiblemente pervivirá de la perspectiva de la ecología
de la información es la idea de que, para que los sistemas complejos funcionen, debe-
mos tener presente que todo está relacionado con todo. Y que las personas constituyen
una parte fundamental de este todo.
110 Infonomía.com
Ecosistemas informacionales
En Extra!-net hemos dicho muchas veces que una gran parte de los problemas
que presentan los sistemas de información son de tipo social: personas que no se
adaptan a las tecnologías, conflictos de poder por la posesión en exclusiva de la infor-
mación, reingeniería de procesos que no tienen en cuenta la experiencia de las perso-
nas, despidos que olvidan que el conocimiento tácito en nuestras mentes supera, mu-
chas veces, lo especificado en los documentos, empresas que echan a gente para
después tenerlos que contratar como consultores, etc.
Una forma de resumir la situación consiste en decir que los sistemas de in-
formación son «sistemas sociotécnicos», un entramado complejo de máquinas y
personas, y que para conseguir el éxito hay que tener en cuenta que el «manejo de
la tensión» entre personas, entre máquinas, y entre personas y máquinas no es sen-
cillo...
Hablábamos en un mensaje anterior sobre la socioinformática, disciplina emer-
gente, de la que vamos a oír cada vez más...
Pues bien, sobre este tema me permito hoy recomendar las nueve páginas más
inteligentes que he leído últimamente sobre sistemas de información: las páginas 49-
58 del libro «Information Ecologies. Using technologies with heart», de Bonnie Nardi y
Vicki O’Day. En este capítulo, las autoras explican porque les parece conveniente utili-
zar la metáfora de los «ecosistemas» (aunque ellas utilizan la palabra «ecologías»)
para explicar las características de un sistema de información.
El punto principal de su razonamiento es que no podemos analizar los sistemas
de información como simples conjuntos de máquinas, sino que hay que incorporar en
el análisis las personas, las prácticas y los valores. Un «ecosistema informacional» («in-
formation ecology» en su definición), es «un sistema de personas, prácticas, valores y
tecnologías, en una determinada localización física». Lo más interesante de esta pers-
pectiva es que el foco no está puesto en la tecnología, sino en «las actividades huma-
nas que han de ser servidas por la tecnología».
Ejemplos de ecosistemas:
1) La cabina de un avión: personas, prácticas, protocolos, comunicaciones, es-
calas jerárquicas de mando, relaciones personas en un espacio pequeño,
dificultad para conseguir situaciones de descanso, etc.
El modelo híbrido
La figura 2.13 propone un esquema, que denominaremos modelo híbrido, de
cómo debería ser el sistema de información ideal de una organización. Un sistema de
112 Infonomía.com
información está formado por cuatro grandes componentes: obtención de datos e infor-
mación, estructuración en información que sea adecuada para la organización, distri-
bución y uso de esta información. A continuación explicaremos con mayor deteni-
miento cada uno de estos componentes e identificaremos los problemas que plantean y
que pueden reducir la efectividad del sistema de información.
Figura 2.13
Modelo de un sistema de información ideal (modelo híbrido)
Estructuración de la información
Mediante la auditoría de información hemos identificado qué datos e informa-
ción (interna y externa) entrarán en el sistema, así como las fuentes de información que
responden a estas necesidades. En la siguiente etapa diseñaremos y desarrollaremos
mecanismos que permitan localizar, entre toda esa información que ha entrado en la
organización, una pieza concreta que pueda responder adecuadamente (o sea, ser rele-
24 No disponemos de datos que nos permitan determinar en qué proporción se da una situación o la otra, o si hay otras explicacio-
nes. Sin duda, esto constituye un problema en busca de un investigador que lo quiera estudiar.
25 Entre los libros publicados sobre el tema, ver Orna (1990) y Stanat (1990).
114 Infonomía.com
vante, como veremos más adelante) a una necesidad puntual de información. Además,
será necesario que toda esta información se haya estructurado de manera que sea útil a
los miembros de la organización.
En primer lugar, es necesario tener en cuenta que la información ha entrado en
la organización bajo dos formatos muy diferentes:
– Por una parte, están aquellos datos e información que se han almacenado di-
rectamente en el ordenador en forma de registros.
– Por otra parte, están los documentos que han entrado físicamente en la orga-
nización (libros, revistas, informes, etc.).
Por lo general, el departamento de informática se ocupa de estructurar los regis-
tros. En cambio, áreas y personas muy diferentes son responsables de la estructuración
de los documentos en las organizaciones. Todavía está por ver si en el futuro no será
necesario que las organizaciones dispongan de una función información que se ocupe
de estructurar ambos tipos de información de entrada.
Es habitual que los registros se estructuren en bases de datos, sistemas organiza-
dos de datos que pueden consultar los miembros autorizados de la organización. Las
consultas pueden ser más o menos fáciles, dependiendo de si se dispone de interfaces
de consulta sencillos o si es necesario interrogar directamente la base de datos en su
propio lenguaje. La utilidad de estos datos e información depende en gran medida de
cómo hayan sido editados. En los sistemas de información para directivos (EIS), por
ejemplo, es muy importante la selección de las variables que se van a mostrar, así como
la forma en que se presentarán (normalmente en formato gráfico para simplificar su in-
terpretación). En el futuro, esto implicará que las organizaciones necesitarán personal
especializado en la presentación eficaz de información como soporte a la toma de de-
cisiones.
La estructuración de los documentos presenta dos procesos diferenciados:
– Por una parte, la creación de una base de datos documental que permita su
localización.
– Por otra parte, el archivo físico de los documentos (lugar donde se guarda-
rán, por ejemplo, los libros, ya sea en la biblioteca de la organización o en
los estantes de cada uno de los empleados).
Un registro de la base de datos de localización de documentos consta, a grandes
rasgos, de tres elementos principales. El primero abarca los datos de identificación (tí-
tulo, autor, etc.). El segundo, los de localización (en qué punto de la biblioteca está;
para hacerlo, se utilizan sistemas de clasificación bastante estandarizados). Y, el tercero,
categoriza los documentos, a través de una descripción que puede tratarse de un resu-
men del texto, elaborado por un analista, o puede limitarse a unas palabras clave o des-
criptores, generalmente seleccionados entre una lista de términos controlados (es decir,
términos sobre los que se ha convenido un significado y que deben emplearse de ma-
nera obligatoria para evitar que dos analistas utilicen términos muy diferentes para des-
cribir un mismo concepto). Estas listas se conocen con el nombre de tesauros.
Distribución de la información
La fase de estructuración termina cuando se han construido los mecanismos
para localizar los registros informáticos y los documentos físicos que han entrado en la
organización. Aquí aparece un nuevo problema: ¿cómo dar a conocer y distribuir efi-
cazmente toda esta información?
Las organizaciones actuales suelen utilizar dos grandes esquemas para distribuir
información:
– Por una parte están los sistemas de tipo pull (en que la persona interesada en
una información debe ir a buscarla de manera activa).
– Por otra, los sistemas de tipo push (en que la información se envía directa-
mente a quien le pueda resultar útil, de acuerdo con un perfil informacional
que puede haber resultado de una auditoría de información previa).
En muchas organizaciones se utilizan ambos mecanismos, aunque sea de manera
muy primitiva (por ejemplo, bases de datos de la organización a las que se pueda acceder —
pull— y circulares internas enviadas a todos los interesados —push—). Lo ideal sería que to-
dos pudiésemos encontrar la información que necesitamos cuando la necesitamos, y que la
información que pudiera sernos útil nos llegase tan pronto como entrase en la organiza-
ción.26 Hablaríamos entonces de una especie de sistema de información just-in-time. Lamen-
tablemente, la mayoría de organizaciones no lo consiguen y es más fácil encontrar organiza-
ciones en las que imperan los sistemas de información just-in-case (se acumula información
por si algún día puede ser de utilidad, aunque nunca llegue a ser útil para nadie). Aparte de
que en muchas organizaciones se considera que estos sistemas son ineficaces («nunca en-
cuentro la información cuando la necesito»), que tienen su razón de ser para búsquedas ad-
hoc, tampoco constituyen una fuente de información permanente sobre aquellos elementos
del entorno sobre los que es necesario llevar a cabo un control sistemático.
Para que un sistema pull funcione, tendremos que haber estructurado la infor-
mación teniendo en cuenta cómo la buscarán los posibles interesados. Uno de los prin-
116 Infonomía.com
cipales problemas que encontramos en este modelo es que cada persona busca infor-
mación de una manera diferente, en función de su modelo mental. Como ya hemos co-
mentado antes, informarse es un proceso fundamentalmente humano que no acabamos
de entender. Para facilitar la búsqueda de información, la organización puede disponer
de especialistas en la búsqueda en bases de datos, ya sean internos o contratados en el
exterior (los intermediarios de información).27 Otra alternativa consiste en organizar la
información para facilitar las búsquedas, como mínimo las búsquedas más frecuentes.
Los sistemas de información para directivos, o los sistemas de soporte a la decisión, son
quizás los mejores ejemplos de sistemas que multiplican la eficiencia informativa del
output generado por los departamentos de informática.
Sea como fuere, la palabra clave es «red». En la mayoría de empresas se mani-
fiesta en forma de redes de área local (LAN) o redes de área extensa (WAN). Las redes
conectan diferentes máquinas para que puedan compartir datos e información. Entre
los modelos más eficientes de distribución de información en red cabe destacar el de
las intranets28, redes internas que se basan en conceptos y tecnologías desarrollados
con el World Wide Web. Cuando la red se extiende a las distintas sedes de una organi-
zación dispersas territorialmente, o cuando se permite su consulta a proveedores o dis-
tribuidores, la intranet se convierte en extranet.
Las intranets son, posiblemente, un buen canal de distribución de información.
Otra cosa es que los miembros de la empresa utilicen realmente la información que, en
principio, tienen a su alcance. Como ya hemos dicho, no es suficiente con que haya da-
tos e información disponibles, para que las personas estén mejor informadas. Para po-
der utilizarla, la información no sólo tiene que ser potencialmente útil, sino que tam-
bién debe ser atractiva (que, como mínimo, invite a «abrir el sobre») y fácilmente
comprensible. En distintas disciplinas se trabaja para entender qué confieren estos atri-
butos a la información, no sólo en el campo de la informática (en especial los expertos
en la interacción hombre-ordenador)29, sino también de la psicología, la lingüística, la
gestión, etc.
Pero que la información esté correctamente editada30 tampoco garantiza nada.
Es preciso que alguien la lea, la metabolice y sea capaz de tomar decisiones o empren-
der acciones a partir de ella. Es decir, es necesario que en la organización haya una
27 Traducción que proponemos en castellano del término inglés information broker. Sobre este tema ver Cornella (1996, p. 135).
28 Se tratará de este tema en el capítulo 4.
29 Sobre esta nueva disciplina, ver por ejemplo Preece (1994).
30 En el sentido anglosajón del término.
31 Traducimos por serendipia el término inglés serendipity, que significa «habilidad para encontrar cosas accidentalmente».
32 Demostrar que esto es así efectivamente es otro de los motivos de investigación en sistemas de información. Primero, ¿qué impor-
tancia tiene para los directivos este fenómeno de encuentro casual de información? Y, segundo, ¿puede un sistema de información
de tipo push superar la eficacia del encuentro casual de información?
118 Infonomía.com
120 Infonomía.com
Por último, un buen sistema de información debe tener en cuenta que, dejando
a un lado la distribución de información estructurada en forma de documentos o regis-
tros, buena parte de la información que utilizan los miembros de una organización es
información no-estructurada o informal. Se trata, por ejemplo, de los comentarios que
un directivo recibe en una reunión o en una llamada telefónica, de lo que llega a nues-
tros oídos en la visita a una feria comercial, de los rumores sobre un competidor, etc.
Desde los años sesenta, la investigación sobre el comportamiento informacional de los
directivos muestra que prefieren utilizar las fuentes verbales (lo que reciben directa-
mente de personas) como las principales fuentes de información y que utilizan muy
poco la información que tienen a su alcance en los ordenadores de la organización
(McKinnon, 1992).
De acuerdo con Davenport (1997, p. 27), los directivos obtienen las 2/3 partes de
la información que necesitan de fuentes humanas (la mayoría mediante conversaciones
frente a frente y el resto mediante conversaciones telefónicas), mientras que el 1/3 res-
tante la obtiene en forma de documentos (estudios de mercado, revistas profesionales,
diarios económicos, informes comerciales, etc.). La información procedente de fuentes
humanas no suele ser fácilmente estructurable. El diseño de sistemas de información em-
pieza a tener en cuenta esta información informal, cómo incorporarla a los flujos informa-
cionales de la organización, cómo almacenarla. La disciplina de la gestión del conoci-
miento tiene, de nuevo, mucho que decir en este punto, como veremos en el capítulo 4.
Uso de la información
No tiene mucho sentido que una organización invierta en adquirir o generar in-
formación y en diseñar, desarrollar, instalar y mantener sistemas de información, si sus
miembros o sus procesos automatizados no utilizan la información que reciben. Lucey
(1995, p. 5), afirma que «los datos implican costes, [mientras que] la información, si se
comunica y utiliza adecuadamente, puede crear valor».
En general el modo en que los miembros de una organización aplican la infor-
mación varía mucho en función de su nivel jerárquico. Así, los altos directivos pueden
utilizarla para la toma de decisiones estratégicas o para tareas de planificación; los di-
rectivos medios, para el seguimiento y la coordinación de la empresa en su conjunto;
los directivos de niveles operativos, para el seguimiento de las actividades diarias y
para la resolución de problemas; los diseñadores, para idear nuevos productos y servi-
cios; los responsables de comunicación, para proyectar una imagen hacia el entorno;
los administrativos, para realizar sus tareas, y los operarios, para saber cuáles son los
planes del día, etc.
122 Infonomía.com
Conclusiones
Hemos visto que en estos momentos conviven dos visiones sobre la organiza-
ción: la que la considera una «máquina para conseguir objetivos» y la que la considera
una «red de contratos entre personas». Posiblemente, la síntesis de las dos nos aporta la
visión más moderna de la organización, en lo que hemos denominado el modelo so-
ciotécnico.
En la época de gran competitividad que vivimos, en la que además la red re-
duce los costes de transacción entre empresas de tal manera que hoy las «nubes» de em-
presas relacionadas entre sí son más eficientes que las grandes corporaciones de otras
épocas, las empresas van a tender a ser las mejores en aquella parte del engranaje que
más se corresponde con sus habilidades. Así, encontraremos empresas especializadas
en diseño de producto, o en operaciones, o en interfaz de cliente. En este proceso, las
empresas deberán encontrar su código genético, con el fin de cruzarlo con otras em-
presas para crear nuevas especies de organización.
Las empresas también van a saltarse la excesiva dicotomía existente en los mer-
cados entre extremos estables, de manera que, cada vez con más frecuencia, el juego
consistirá en inventarse mercados entre esos extremos, como empresas como Swatch
ya demostraron en su tiempo.
Pero el reto más importante para las organizaciones es hoy entender que son in-
formación. Ello no implica que deba invertirse en tecnologías de la información de ma-
nera incontrolada, sino que se debe entender que la diferencia entre las empresas resi-
dirá en cómo sacan provecho de la información como ventaja competitiva. Hay que
repensar las empresas en términos de flujos de información, utilizando para ello metá-
foras como la de la ecología de la información, para subrayar que las organizaciones
son entramados complejos de elementos (personas, máquinas, documentos y proce-
sos), que coevolucionan, en una dependencia mutua que hay que ir entendiendo cada
vez mejor.
Las tecnologías de la información transforman a las empresas cuando éstas las
utilizan para explotar inteligentemente la información, tanto la que generan en su inte-
rior como la que absorben sistemáticamente de su exterior. Pero esa explotación inteli-
gente de la información no será posible si no comprendemos que más allá de la auto-
matización debemos incidir en el uso de las tecnologías para aumentar nuestras
capacidades, personales u organizacionales.
124 Infonomía.com
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126 Infonomía.com
Capítulo 3
El negocio está en la comprensión
Sobrevivir a la infoxicación
«Demasiada información». Es una queja frecuente entre los profesionales de esta
época. Hay demasiada información a procesar, y poco tiempo para hacerlo. Y, según
muchos, Internet ha venido a complicar las cosas, como el exceso de correo electrónico
que recibimos en nuestros buzones parece confirmar. ¿Estamos condenados a la intoxi-
cación informacional, o infoxicación?
Es justamente en épocas de crisis dónde surgen las soluciones a los problemas.
El problema del exceso de información sin calidad ha sido una constante durante déca-
das. Pero es ahora cuando el exceso se ha acelerado que nos damos cuenta que el pro-
blema no está en el exceso en sí, sino en que la información que recibimos no es de su-
ficiente calidad. Dedicamos mucho tiempo a procesar, o a comprender, información
que quizás finalmente no nos aporta nada.
Cuando todos tienen acceso a mucha información, la diferencia está en saber
filtrarla de manera que sea relevante para nuestros propósitos. Y para que esa relevan-
cia sea fácilmente determinada, es preciso que la información sea comprensible, que
sea fácil de entender. Por tanto, la agenda de desarrollo informacional para los próxi-
mos años tiene dos direcciones muy claras: aumentar la calidad de la información que
circula por el sistema económico, y cambiar la carga de la comprensión, para pasar de
obligar al receptor a interpretar la información a exigir al emisor que se comunique esa
información de manera clara y comprensible.
La calidad de la información
Ciertos atributos estándar caracterizan una información de calidad, a pesar de la
subjetividad intrínseca del valor de la información. Según Davenport (1997), algunos de
los atributos más importantes son fiabilidad, la confianza del usuario en la fuente;
guía1, capacidad de orientar al usuario hacia acciones concretas; escasez, que no esté li-
bremente accesible a los competidores; accesibilidad, que esté en un formato que la
haga fácil de usar.
Por su parte, para Lucey (1995, p. 20), las características de una buena informa-
ción son: relevancia, que sirva para el problema en cuestión; adecuación, que trate so-
2 Como se verá más adelante, algunos investigadores han propuesto que, en la sociedad de la información, el recurso verdadera-
mente escaso no es la información, sino el tiempo que podemos dedicar a obtener y digerir información. Por tanto, más que hablar
de una economía de la información tal vez deberíamos referirnos a una economía de la atención.
3 Todos sabemos que en las organizaciones suele pedirse la información con excesiva urgencia; pero, gracias a su experiencia, el
profesional de la información puede llegar a averiguar cuál es el verdadero margen de tiempo de que dispone para encontrar la in-
formación.
128 Infonomía.com
Figura 3.1
Relevancia, focalización y precisión
130 Infonomía.com
ject el código de proyecto de que se trate, para facilitar el filtraje por parte del recep-
tor. Se trata, como siempre, de desarrollar una cultura de la información en la empresa
que nos ayude a manejar el exceso de inputs...
De hecho, el último estudio de Reuters sobre la gestión de la información por
parte de los directivos (lo realizan cada año desde 1996), titulado «Out of the Abyss:
surviving the information age», llevado a cabo a partir de la encuesta a más de 1000
directivos en todo el mundo, concluye que el porcentaje de los mismos preocupados
por la infoxicación ha disminuido (del 65% en 1997 al 42% en 1998), especialmente
en Occidente y Japón. Al parecer, la causa es que estos directivos han decidido utili-
zar los servicios de empaquetadores de información, de intermediarios que ayuden a
separar el trigo de la paja. La situación no es la misma en Europa del Este y en Asia en
general, dónde los servicios informacionales de valor añadido no parecen ser tan utili-
zados. O sea, que el grado de desarrollo informacional va a resultar clave para so-
brevivir al alud...
Curiosamente, mientras que los estudios anteriores mostraban que los directivos
creían que Internet empeoraría su infoxicación, ahora parece que se inclinan por pensar
que la mejora. Aunque, sorprendentemente, un 48% de las organizaciones afirman que
no tienen ningún plan para llevar adelante una política de gestión de la información.
Relevancia
Una de las características de la información más valoradas por los usuarios es la
relevancia. Tenemos una idea intuitiva de cuándo una información es relevante:
cuando de alguna forma nos sirve para cumplir el objetivo que teníamos planteado.
Pero, si queremos utilizar eficazmente el concepto en el diseño y evaluación de un sis-
tema de información, por ejemplo en un sistema de búsqueda y recuperación de infor-
mación, o en una intranet corporativa, necesitamos una definición más precisa del con-
cepto de relevancia.
Según algunos autores, el concepto de relevancia es «el» concepto fundamental
en el campo de la información. Y, por tanto, prácticamente todos los científicos de la in-
formación lo han tratado en algún momento. En consecuencia, hay centenares de defi-
niciones sobre relevancia, y no podemos considerar que haya «una» definición general-
mente aceptada del concepto. (Para una historia del análisis del concepto, véase
Mizzaro, 1997). Sin embargo, la mayor parte de definiciones tienen como factor común
que consideran la relevancia como una relación entre dos entidades, cada una de las
cuales perteneciente a dos grupos.
132 Infonomía.com
Para entender esta relación, se debe empezar por considerar una situación de
búsqueda y obtención de información. La búsqueda de información empieza por al-
guna forma de pregunta, y persigue la obtención de una respuesta. Normalmente, la
«pregunta» (qué buscamos) presenta cuatro facetas distintas:
– Un problema con el que nos enfrentamos en una determinada situación, y
que nos impulsa a buscar información para resolverlo.
– La representación que nuestra mente hace de ese problema. Es nuestra inter-
pretación de cuál es el problema, en forma de percepción de necesidad de
información. Puede (de hecho ocurre con frecuencia) que esta representa-
ción mental sea distinta del problema original, simplemente porque no haya-
mos percibido de manera correcta cuál era ese problema. En otras palabras,
una cosa es el problema que tenemos y otra el que creemos que tenemos.
– La petición de información (request), es decir, la forma en que expresamos,
mediante el lenguaje humano (lenguaje natural), nuestra necesidad de in-
formación. Puede que sepamos expresar correctamente nuestra necesidad
de información (suponiendo que sepamos cuál es, claro está) o que nuestra
petición no traduzca ni el problema original ni la representación que nuestra
mente se ha hecho del mismo.
– La interrogación a las fuentes de información (query). En esta etapa final es
en la que hacemos realmente la pregunta a una fuente, ya sea a una persona
o a un sistema de información. Por lo general, la interrogación a sistemas se
ha hecho hasta ahora a través de lenguajes booleanos (o sea, mediante con-
ceptos combinados con los operadores Y, O y NO), pero existen ya sistemas
que permiten la interrogación mediante lenguaje natural.4
Por otra parte, la «respuesta» que obtenemos como consecuencia de este pro-
ceso de búsqueda de información, tiene también distintas facetas:
– Primero, la respuesta de la fuente a la interrogación realizada es, normal-
mente, una referencia (si la fuente es un humano, éste nos responde nor-
malmente con una «pista» sobre dónde encontrar más información, o bien
nos da directamente la información solicitada, en particular si ésta consiste
en un mero dato), o un registro en una base de datos o el resultado de una
búsqueda en Internet presentado por un buscador. Este registro es una «fi-
4 Véase, como ejemplo, el buscador AskJeeves, en http://www.aj.com, y, como ejercicio, pregúntese cuál es la distancia entre Bar-
celona y París.
cha» que describe un documento que el sistema sugiere que puede sernos de
utilidad. La descripción se realiza a través de la información contenida en
distintos campos que expresan las características del documento: título, au-
tor, publicación, palabras clave, etc.
– Segundo, el documento en sí, sea cual sea su formato. Si en el punto anterior
obteníamos un registro en una base de datos, referente, por ejemplo, a un ar-
tículo publicado en una revista profesional, o una referencia a una página
web presentada por un buscador en Internet, aquí obtenemos directamente
(en cualquier formato, en forma física o en la pantalla) el documento refe-
renciado.
– Finalmente, la interpretación del documento que hace quien hizo la pre-
gunta. O sea, qué información saca el usuario de la lectura del documento.
Obviamente, distintos usuarios obtendrán distintas informaciones, a causa de
diversos factores (su capacidad de interpretación, sus conocimientos, el
tiempo que hayan dedicado a la lectura, el contexto de la pregunta, etc.).
Se entenderá ahora por qué hay muchos tipos de relevancia. Porque denomina-
mos relevancia a la relación entre dos entidades, una del grupo de «pregunta» y otro del
grupo de «respuesta»:
– Por ejemplo, podemos hablar de la relevancia del registro obtenido en una
base de datos respecto a la interrogación realizada en la misma. A este tipo
de relevancia se le da con frecuencia el nombre de relevancia formal. En
este caso, si el motor de búsqueda está bien construido, el registro es siem-
pre «relevante»: se obtiene exactamente la «respuesta» a lo que se ha interro-
gado, independientemente si esa respuesta nos ayuda en nuestra necesidad
de información o, incluso yendo más allá, al problema original que teníamos
planteado. En este caso, la relevancia es automática (salvo fallo mecánico).
– También podemos hablar de relevancia de un documento respecto a la peti-
ción. A este tipo de relevancia se le da con frecuencia el nombre de relevan-
cia semántica. No todos los documentos que resultan de una búsqueda son
relevantes. La relevancia dependerá de varios factores; por ejemplo, de la es-
pecialización de la base de datos (su calidad con respecto al contexto de la
pregunta: una de las primeras reglas de un experto en la búsqueda de infor-
mación es, justamente, que para encontrar algo «relevante» hay que buscar en
el lugar adecuado), de su exhaustividad (que proporción de documentos
potencialmente relevantes están accesibles a la búsqueda), y de la calidad de
los sistemas de indización y de búsqueda. De hecho, con frecuencia obtene-
134 Infonomía.com
mos documentos en una búsqueda en una base de datos que sólo se aproxi-
man a lo especificado en la petición. Es precisamente para conseguir mayor
relevancia entre documento obtenido y petición realizada que se están des-
arrollando sistemas avanzados de recuperación de información, que permi-
tan la introducción de la petición en lenguaje natural (por parte del propio
usuario), que realicen una análisis semántico de la pregunta, y que ofrezcan
como resultado documentos semánticamente relevantes.
– También podemos hablar de la relevancia de la información obtenida del
documento (más bien dicho, de la interpretación que hace el usuario de la
información contenida en el documento obtenido) con respecto a sus nece-
sidades de información (que, recordemos, es la representación del problema
original que se hace en su mente el usuario). Se denomina con frecuencia
Figura 3.2
Los distintos tipos de relevancia entre las entidades
de pregunta y respuesta
136 Infonomía.com
Arquitectura de la información
Disponer de información de interés es el primer paso para construir un sistema
de información. Pero esa información no resulta útil si no está organizada de una
forma coherente. Esto se ve muy claramente, por ejemplo, en centenares de webs o in-
tranets que, a pesar de que disponen de la materia prima —información potencial-
mente útil—, esperan sin embargo a ser usadas por alguien. Y es que, de igual manera
que los materiales de construcción no hacen un edificio, un buen sistema de informa-
ción requiere algo más que la materia prima. Y esta necesidad de organización es cada
vez más clara conforme el usuario dispone de menos tiempo para poder dedicar a mo-
verse por las fuentes. La organización de la información es esencial para que el sistema
de información sea útil.
La organización de la información en una sistema, por ejemplo en una página
web, es responsabilidad del arquitecto de información. Más exactamente, el arquitecto
de información tiene cuatro funciones principales:
– Definir el objetivo del sistema; o sea, para qué servirá, qué objetivos de la or-
ganización ayudará a satisfacer, cómo se responde a las demandas del «pro-
pietario» del sistema, y cómo se compaginan esas demandas con las de la au-
diencia que usará el sistema (punto este interesante, porque lo que quiere
quien financia el sistema y lo que necesita quien lo usa no es siempre lo
mismo).
– Determinar qué contenidos deben incluirse en el sistema. Si se ha realizado
antes una auditoría de la información, será claro que los contenidos mínimos
deberán ser los que en su momento denominamos información crítica, aque-
lla que es vital para el cumplimiento de los objetivos de los usuarios (y, en
general, de la organización en la que trabajan).
– Idear y especificar los mecanismos de organización y búsqueda en el sis-
tema, o sea, definir cómo los contenidos serán encontrables por los usuarios,
a través de la selección de una forma de organización, de un sistema de na-
vegación y de uno de búsqueda.
– Definir una política clara, y el correspondiente plan, sobre el mantenimiento,
actualización y crecimiento del sistema.
138 Infonomía.com
Esta diversidad de funciones podría hacer pensar que sólo un «mirlo blanco»
puede ser capaz de ser un arquitecto de la información. Sin llegar a tal extremo, hay
que reconocer que el arquitecto de la información requiere una formación multidis-
ciplinar. Debe tener conocimientos de organización de información, de informática,
de gestión de organizaciones, de diseño gráfico, de márketing, de psicología de la
información, de ingeniería de usabilidad y HCI (interacción hombre-máquina), etc.
No es que deba ser un experto en todos los campos, pero sí conviene que conozca
lo fundamental de la mayoría de ellos y, lo más importante, que esté dispuesto a
aprender sobre los demás. Una visión del sistema desde perspectivas diferentes le
permite captar las sutilezas que presenta todo sistema de información, donde no
todo acaba con una sucesión de bits. Si es cierto que el sistema ha de estar orientado
a los humanos que pueden usarlo, resulta claro porque es precisa una perspectiva
multidisciplinar.
Organización
Una de las tareas más críticas del arquitecto de la información consiste en orga-
nizar la información contenida en el sistema. La dificultad de esta tarea es doble: con
frecuencia la organización sólo puede ser subjetiva, y hay tipos de información que no
se prestan a una organización clara. En efecto, no hay por lo general una forma estan-
darizada de organizar una determinada información: distintas personas organizan una
misma información de distintas maneras, puesto que para hacerlo cada una utiliza su
propio modelo mental, personal e intransferible. Por otro lado, incluso dejando aparte
esta subjetividad inherente en todo modelo de organización, ocurre también que deter-
minados tipos de información son a veces difícilmente organizables.
Dos son las principales razones que frecuentemente hacen difícil la organiza-
ción de información: la ambigüedad y la heterogeneidad. Por ejemplo, ¿cómo organiza-
ríamos las actividades realizadas en una ciudad? (problema muy frecuente para quiénes
tienen la responsabilidad de diseñar la web de una ciudad). O, en el mismo caso,
¿cómo organizar de manera coherente formatos de información tan diferentes como
textos, audio, software, vídeo, etc.? La ambigüedad de la información aparece cuando
no hay una forma única de describir esa información (figura 3.3): ¿tiene que estar la pá-
gina del instituto de cultura de la ciudad en el apartado de «acontecimientos culturales»
o en la página del «organigrama del ayuntamiento»? La respuesta puede ser obvia: en
ambas. Pero ello no resuelve el problema.
Para organizar una web, es preciso especificar el esquema de organización y la
estructura de organización (Rosenfeld y Morville, 1998).
Figura 3.3
La clasificación de los animales, transcrita
por Jorge Luis Borges de una supuesta enciclopedia china
En una de sus obras, Jorge Luis Borges menciona una enciclopedia china titulada «Emporio celestial
de conocimientos benévolos», según la cual, dice Borges, los animales se dividen en:
Fuente: J.L. Borges: «El idioma analítico de J. Wilkins», Otras inquisisiones, p. 706.
140 Infonomía.com
Figura 3.4
La página de CEOExpress, un ejemplo de organización ambigua
de una página web (http://www.ceoexpress.com/)
por cada uno de nosotros para organizar los ficheros en nuestro ordenador.
Las agrupaciones ambiguas presentan el problema de que quien busca no
tiene por qué seguir el mismo patrón de ordenación de quien organiza. El re-
sultado de esta falta de sintonía es la paradoja de que en sistemas muy orga-
nizados puede ser difícil encontrar algo. Cualquiera habrá tenido esta expe-
riencia al buscar algo en unas páginas amarillas. Es cierto que puede acabar
encontrándolo, pero sólo después de probar diversas veces y aprender
cómo está organizado el contenido. De la iteración de la búsqueda, y del
aprendizaje sobre la marcha del criterio de organización, depende que se
consiga el resultado buscado. Los sistemas de agrupación ambigua más utili-
zados son los basados en temas (el caso de las páginas amarillas o de las sec-
ciones de un periódico) y funciones (el caso de las funciones disponibles en
la barra de herramientas de un procesador de texto, organizadas por «ar-
chivo», «edición», etc.).
Figura 3.5
La página principal de AmericaOnline, donde se observa la conjunción
de una organización exacta en los Web centers (alfabética) junto
a una organización ambigua (en People&Chat) (http://www.aol.com)
142 Infonomía.com
tas profesionales en las páginas amarillas. Pero para que el esquema sea re-
almente eficiente, habrá que crear grupos de actividades relacionadas, y
grupos de grupos, de manera que quien esté buscando la información lle-
gue a la información que precisa sin tener que recorrer todo el índice de
actividades, sino que le baste encontrar el gran grupo en el que es más pro-
bable que esté la actividad precisa que está buscando. De la misma ma-
nera, el usuario de una biblioteca no tiene porque recorrer toda la clasifica-
ción temática, sino que le basta encontrar aquel punto que mejor describe
lo que está buscando; y una vez en ese punto, puede sumergirse en él, a
través de subclasificaciones sucesivas, hasta encontrar el libro buscado. La
estructura jerárquica es la más frecuentemente utilizada, entre otras cosas
porque es quizás aquella con la que estamos más habituados (es lineal y
hay un orden de importancia: es lo que entendemos normalmente por «es-
tructura»).
— En la estructura hipertextual, los distintos pedazos de información están en-
lazados entre sí, sin que exista una estructura lineal. Quizás por nuestra for-
mación normalmente lineal, o quizás porque todavía no hemos descubierto
cómo utilizar eficazmente esta estructura, los expertos no la recomiendan
como estructura primaria en un sistema. Puede complementar una estruc-
tura jerárquica, pero raramente la puede sustituir en la función de dar una vi-
sión general y particular a la vez. Lo bueno de la estructura jerárquica es que
da justamente esas dos perspectivas (todo el árbol clasificatorio en general, y
a la vez cualquier porción del mismo con detalle); lo bueno de la estructura
hipertextual es que puedes enlazar partes del árbol dispuestas en zonas dis-
tintas del mismo.
— En cuanto a la estructura relacional, la idea es que el usuario no visualiza la
información clasificada, sino que establece una pregunta a una base de da-
tos, tan concreta como el sistema lo permita, y éste responde con los regis-
tros relevantes (recordemos aquí la idea de relevancia formal o semántica).
El problema de la estructura relacional es que el usuario no puede descubrir
lo que está buscando simplemente a partir de la estructura presentada. Si no
sabe qué está buscando, el sistema no le resulta de mucha ayuda. En cambio,
en una estructura jerárquica, el usuario ve sus componentes, y de ello puede
inducir qué parte de la misma responde mejor a lo que está buscando. La es-
tructura jerárquica es ideal para el espigueo (browsing); la relacional para la
búsqueda (searching).
Navegación
Un sistema de navegación es un artificio que facilita el movimiento por un sis-
tema de información organizado. El objetivo principal del sistema de navegación es fa-
cilitar al usuario su localización en cada momento. La etiqueta que mejor traduce esta
idea es la del «Usted se encuentra aquí». En webs muy complejos, por ejemplo, es fun-
damental facilitar un sistema de orientación, que te indique de dónde vienes, dónde es-
tás, a dónde puedes ir, y a dónde puedes volver. El sistema de navegación te da, por
tanto, el contexto del web.
Técnicamente se han desarrollado distintas herramientas para facilitar la nave-
gación. Entre ellas las barras de navegación (en la parte superior o inferior de una pá-
gina web), los marcos (frames) laterales, las ventanas desplegables (pull-down menus),
los mapas del web en cuestión, las visitas guiadas, etc.
Búsqueda
Finalmente, en un sistema bien organizado es fundamental que el usuario
pueda buscar directamente aquello que le interesa. Hay dos formas principales de bus-
car: el espigueo (browsing) y la búsqueda (searching). La primera se aplica cuando no
sabes qué buscas pero crees poder reconocerlo si lo ves. La segunda se usa cuando sa-
bes qué estás buscando, o al menos así lo crees.
La principal dificultad con la que se enfrenta en este punto el arquitecto de in-
formación es que no todo el mundo busca de la misma manera. Si ya hemos dicho an-
tes que la organización es un acto claramente subjetivo en muchas ocasiones, lo mismo
podríamos decir del acto de búsqueda. Porque en ambos casos el usuario recurre a su
modelo mental para organizar y para buscar. Probablemente, uno tiende a buscar de la
forma en que hubiera organizado él la información.
Para complicar más las cosas, cuando un usuario busca, puede en realidad estar
en una (o varias) de cuatro situaciones muy distintas:
— Sabe qué busca, y sabe qué espera encontrar. Por ejemplo, cuando busca los
resultados de los partidos de fútbol del pasado domingo, o cuando busca el
resultado del cupón de los ciegos, o cuando busca el teléfono de una em-
presa de nombre inconfundible. En este tipo de situaciones no hay duda po-
sible: o se tiene la información o no se tiene.
— Sabe qué busca, pero no sabe qué encontrará. Su posición es de explora-
ción. Por ejemplo, «quiero saber más sobre el concepto de usabilidad». No
sabes qué obtendrás, ni cuál es su calidad. El objetivo no es encontrar «la»
respuesta, sino aprender algo sobre el tema. Cuando la búsqueda pretende ir
144 Infonomía.com
más allá de conseguir algunos resultados para obtener todos los resultados,
estaríamos no ya en una situación de exploración sino en una de investiga-
ción.
— No sabe exactamente qué busca, pero cree que hay respuestas. Ésta es una
situación muy conocida por los profesionales de la información: alguien se
dirige a ellos con una pregunta confusa, para ver si existe una respuesta por
casualidad. La situación es, pues, más de pregunta sobre si existe una res-
puesta más que de búsqueda de la respuesta en sí. Un ejemplo sería: «¿exis-
ten estudios de televisión en las grandes ferias comerciales?» Posiblemente
quien hace la pregunta cree saber lo que busca, y lo explicita con una frase,
pero a lo mejor el problema que intenta resolver es otro. Estaría, pues, ha-
ciendo una petición de información que no es realmente relevante para su
problema. Pero la pregunta es muy imprecisa: estudios de televisión, ¿de qué
tipo?, y más exactamente, ¿para qué uso?
— No sabe qué busca, y no sabe si hay respuesta. En este caso el proceso de
búsqueda es normalmente errático. Responde a la situación de espigueo cu-
rioso: estoy mirando una fuente para ver si hay algo que pudiera ser de mi
interés. Como no buscas nada en concreto, tampoco puedes evaluar si el
proceso de búsqueda es eficiente o no. Con frecuencia, sin embargo, en-
cuentras algo que pudiera ser de utilidad, no en la situación de la que par-
tías, sino en otra diferente. O sea, encuentras información por casualidad (se-
rendipia).
Sea cual sea la potencia de los sistemas de organizacion, navegación y bús-
queda, es preciso recordar siempre que la eficacia final del sistema depende de que se
sea capaz de aprender del comportamiento del usuario. Será él (ella), a través de su
movimiento por la web, el que nos indicará si nuestro diseño ha sido acertado. Si no es
así, deberemos ser capaces de aceptarlo y rediseñarlo. Para tener éxito, pues, es preciso
que el sistema sea totalmente orientado al usuario, y que olvidemos un diseño desde la
oferta para aceptar con decisión uno centrado en la demanda, con la que habrá que es-
tablecer un diálogo permanente monitorizando su comportamiento en el sistema.
Usabilidad
Desde el punto de vista del usuario, un sistema de información debe presentar
dos características muy concretas: utilidad y usabilidad. La utilidad indica que el sis-
tema le es útil al usuario para hacer algo concreto. La usabilidad indica la facilidad de
uso del mismo. Un sistema puede ser útil pero de difícil usabilidad, o al revés. Y los pe-
ores sistemas son aquellos que fallan en utilidad y usabilidad. Todo sistema acostumbra
a fallar, en alguna medida, en términos de utilidad y/o usabilidad; un sistema perfecto
en ambos sentidos es realmente difícil de encontrar.
Entre las principales razones que disminuyen la usabilidad de un sistema, po-
demos destacar:
— Una falta de estandarización en las interficies (utilizamos este término en lu-
gar del habitual en castellano interfaz) con el usuario. Un ejemplo típico con-
siste en que los iconos utilizados en distintos programas para indicar una
misma función son distintos, en algunos casos a causa de que el diseño del
icono ha sido registrado por algún fabricante, precisamente para evitar que
otros lo usen.5 Otro ejemplo consiste en las diferencias en las formas de ope-
ración existentes entre programas que aparentemente hacen lo mismo, lo
que implica que quien sabe utilizar una aplicación no tiene por qué saber
automáticamente cómo utilizar la correspondiente aplicación de otro fabri-
cante (un caso muy claro de esto lo constituyen las hojas de cálculo, que
aunque hacen básicamente lo mismo, presentan suficientes diferencias como
para que al usuario de una de ellas no le sea especialmente cómodo migrar
a la otra).
— Complejidad de uso. Por lo general, muy pocos sistemas de información son
intuitivos. La mayoría requieren un cierto nivel de aprendizaje, que requiere
un tiempo del que no dispones (especialmente si no perteneces a la genera-
ción Nintendo, habituada desde temprana edad a manejar instrumentos in-
formáticos). Los manuales, cuando existen, distan de ser fáciles de leer. En
otras palabras, la amigabilidad de los sistemas es en muchas ocasiones más
bien escasa, lo que aumenta el nivel de estrés del usuario cuando no incita su
oposición a utilizar el sistema. Además, los fabricantes de software tienden a
incorporar más y más opciones en sus programas, aunque muchas de ellas
pasan desapercibidas por la mayoría de usuarios y, por tanto, son escasa-
mente utilizadas. La reducción de la complejidad de uso de los sistemas pasa
por entender mejor cómo es la relación entre humanos y máquinas. Una dis-
ciplina relativamente nueva, conocida por HCI (Human Computer Interac-
tion), que bebe de disciplinas tan diversas como la psicología, la sociología,
la lingüística, la semántica, etc., se esfuerza por entender cuáles son los fac-
5 Véase, en este sentido, el interesante estudio realizado por Sun sobre la interpretación, por parte de distintos individuos, de un con-
junto de iconos aparentemente obvios, en http://www.useit.com/papers/sunweb/.
146 Infonomía.com
6 Existen muchos recursos sobre usabilidad, como por ejemplo el web de Jakob Nielsen, en http://www.useit.com, el de UsableWeb,
en http://www.usableweb.com, o el de User Interface Engineering, en http://world.std.com/~uieweb/moreart.htm.
que cuando buscan (search), lo cual indica que el diseño del web debe tener
en cuenta este comportamiento distinto.
– Los usuarios tienen problemas para entender «dónde» busca el buscador in-
corporado en la página en cuestión, y «cómo» están ordenados los resultados.
Pero el resultado más sorprendente es que cuanto menos legible es el texto de
un web (o sea, cuanto más difícil sea de leer, en términos de «test de legibilidad», es de-
cir, cuantas más sílabas tengan las palabras del texto, y cuantas más palabras haya en
cada frase), más éxito tienen en él los usuarios a la hora de buscar información. Esto,
que parece ilógico, tiene su sentido: cuando el usuario está buscando («cazando») infor-
mación en un web, aprecia enormemente que haya suficiente texto en la página para
escanearlo visualmente de manera rápida, desestimar lo sobrante, y seleccionar la
«crema» del contenido.
Así, la búsqueda de información se produciría en dos fases: descremado de con-
tenidos (monitorización rápida con objeto de encontrar lo que se parece a lo que bus-
camos), y lectura atenta de lo descremado (para asegurarse de que nos ofrece algo que
no sabíamos y que nos es relevante para la búsqueda en cuestión).
Utilidad
Por otra parte, entre las principales razones que disminuyen la utilidad de un
sistema podemos destacar:
– Escasa fiabilidad. El sistema puede «caerse» (o sea, no estar accesible, por la
causa que sea) con excesiva frecuencia, de forma que los usuarios no consi-
deran seguro utilizarlo. Esta razón conlleva una segunda, también frecuente:
la infrautilización. En este caso el sistema es menos utilizado de lo espe-
rado, lo que implica que el valor del mismo es mucho menor del inicial-
mente previsto.
– Obsolescencia acelerada y/o alto coste de operación, razones éstas de índole
técnica, que pueden implicar que el nivel de prestaciones es menor del que
las actuales condiciones requieren, por ejemplo porque la inversión ha sido
demasiado alta para el resultado final obtenido y hay que esperar a que los
equipos se amorticen.
– Incapacidad de generar la información necesaria, o de presentarla de forma
que sea utilizable. Aunque un sistema de información que no informe parece
un contrasentido, los hay a miles esparcidos por el mundo.
– Simplificación excesiva de las interficies, o dumbing down, que consiste en
aumentar al máximo la usabilidad, simplificando las interficies, con el efecto
148 Infonomía.com
El equilibrio utilidad-usabilidad
Tanto en el caso de la usabilidad como en el de la utilidad, vemos que los pro-
blemas son tanto de índole humana (ligados a las personas) como instrumental (liga-
dos a las máquinas), aunque también son frecuentes los que tienen ambos componen-
tes. La figura 3.6 resume, en este sentido, lo dicho hasta ahora en cuanto a problemas
de utilidad y usabilidad.
Figura 3.6
Algunos de los problemas típicos de usabilidad-utilidad
en los sistemas de información en las organizaciones
Máquinas Personas
Interfaces complicadas Analfabetismo informático
Usabilidad
Interrogación de bases Oposición del trabajador
de datos (boolean-speak)
7 Un ejemplo: el autor se encontró en una ocasión ante un angustiado empleado de una librería que no supo como abrir la caja, con
el fin de darme el cambio que le pedía para tomar un autobús, porque el procedimiento «normal» de apertura de la caja estaba
asociado a la realización de una venta, que no era exactamente el caso.
Figura 3.7
Algunos ejemplos conocidos de sistemas de información
con distintas combinaciones de utilidad-usabilidad
CRS ATM
> Utilidad Sistemas de reservas Cajeros automáticos
– Los cajeros automáticos son quizás los mejores ejemplos de sistemas útiles
(tu banco las 24 horas, todos los días del año), que además son muy fáciles
de usar. No es de extrañar, por consiguiente, que ya se hayan incorporado a
nuestras rutinas diarias.
— El ordenador MacIntosh ha sido desde siempre considerado como el ordenador
más «intuitivo» de cuantos se han diseñado. Era especialmente fácil de usar (alta
usabilidad). Pero su utilidad ha sido siempre limitada por su falta de compatibili-
dad con los ordenadores PC (falta de software, incompatibilidad de ficheros, etc.).
Y su utilidad decrece si disminuye la base de usuarios que utilizan este estándar.
— Finalmente, hay montones de sistemas que no son ni útiles ni usables. Se-
guro que el lector se ha encontrado con ejemplos de este tipo en diversas
ocasiones.
Los diseñadores de sistemas de información tienen, por consiguiente, el impor-
tante reto de aumentar la utilidad y usabilidad de sus sistemas. En concreto, entre sus
objetivos futuros deberían constar los siguientes:
150 Infonomía.com
Digo clásico porque fue escrito en 1988 (hace más de setenta «años web»,
pues). La lectura ha sido tremendamente interesante por dos razones.
Primera, porque me ha dado a entender que el surgimiento de la ingeniería de
la usabilidad (algo imprescindible para construir webs eficientes y eficaces) no era
algo inesperable sino más bien el resultado de la evolución «natural» de la disciplina
del diseño de objetos (o sea, la búsqueda de soluciones para un mejor diseño de «ob-
jetos físicos», no fue más que el preludio de la búsqueda de soluciones para el mejor
diseño de «objetos informacionales»; en este sentido, me resulta inquietante la idea a
la que he llegado: los objetos físicos son, en realidad, un caso particular, cuando el es-
pacio es importante, de objeto informacional...
Y, segunda, porque la distancia en el tiempo (1988 versus 2000) nos permite
comparar lo que mentes inquietas creían que ocurriría en el futuro con lo que real-
mente ha ocurrido y con lo que todavía no ha ocurrido.
Norman trata en el libro sobre cómo estamos rodeados de objetos cuya utiliza-
ción no resulta nada simple, quizás por el hecho de que quién los diseña no se para a
pensar en cómo hacer la vida más fácil a quién tiene que usarlo. Él utiliza ejemplos
que todavía hoy resultan de penosa utilización, como los lectores de vídeos... en
efecto, estos últimos días he tenido un problema con uno de estos aparatos que me ha
hecho pensar que soy más inepto de lo que en principio estoy dispuesto a aceptar. Por
no decir problemas más simples, como el de puertas que no sabes cómo se abren, o
las radios de automóviles, de las que usas sólo una muy pequeña parte de sus funcio-
nalidades, etc.
Norman define en este sentido dos principios básicos del diseño de todo ob-
jeto, que yo denominaría predictibilidad y evaluabilidad. Para resultar usable, un ob-
jeto debe mostrar qué ocurrirá cuando se hace algo con alguna de sus partes (por
ejemplo, debe indicar que ocurrirá si se aprieta tal botón: predictibilidad), y después
de haber hecho ese algo, debe dar algún tipo de respuesta que le permita saber si lo
que ha hecho es lo que quería hacer (por ejemplo, al apretar el interruptor de la pared,
la luz se enciende: evaluabilidad).
Resulta curioso que, aunque enfermo, ayer atendí a un amigo que está escri-
biendo un libro sobre Internet en España. En un momento determinado, la cinta gra-
badora se paró. Pues bien, mi amigo tuvo que dedicar algunos segundos a probar al-
gunos botones, y a girar la cinta en diversas direcciones, porque no era evidente si
estaba grabando bien o no. La grabadora no era ni fácilemente predicitible ni eva-
luable.
152 Infonomía.com
Visualización de información
La sobrecarga de información que muchos profesionales padecen, y a la que
parece que todos estamos abocados, demanda soluciones informativas eficaces. Las so-
luciones más frecuentes en este momento son las basadas en la personalización y en la
visualización de la información.
Mediante los servicios de personalización, uno obtiene sólo la información que
necesita, gracias a la construcción y mejora continua de sistemas de filtraje y selección
de información. El valor añadido que ofrecen estos servicios es claro: identifican qué
información le interesa al cliente (su perfil informacional), de manera que le presenta
solamente esa información. Los agentes cumplirán aquí una función importante.
Pero esta selección puede no ser suficiente; el usuario, por ejemplo, puede no
tener tiempo ni siquiera para poder digerir la selección que se le ha preparado. O, por
otro lado, puede que la información seleccionada presente núcleos de interés muy dis-
persos (o sea, que el perfil informacional del usuario sea demasiado extenso, y sean de-
masiados los contenidos a resumir). O que la información sea de difícil lectura, caso
frecuente, por ejemplo, cuando la información consiste fundamentalmente en datos y
cifras.
Es por todas estas razones que se han ido desarrollando formas de visualizar la
información, o sea, de presentarla mediante imágenes o gráficos.8 Una imagen o gráfico
bien concebido y construido puede facilitar la captación de mucha información en poco
espacio y tiempo. Y decimos «puede», porque también es muy elevada la capacidad de
las imágenes para transmitir información falsa bajo la apariencia de información verda-
dera.9 Una imagen puede ayudar a transmitir información, si quien la diseña sabe con-
densar en ella la información, y quien la lee sabe como interpretarla. O sea, si tanto el
emisor y el receptor de la imagen disponen de la adecuada cultura gráfica. Algo que
con frecuencia se da incorrectamente como supuesto en esta era intensamente audiovi-
sual. Las imagenes ayudan, pero hemos de aprender a confeccionarlas y a leerlas.
Desde el punto de vista de quien confecciona un gráfico con intención informa-
tiva, hay un principio fundamental que debe siempre seguirse. Según este principio de
excelencia gráfica, el éxito de un buen gráfico se basa en «dar el mayor número de
ideas en la menor cantidad de tiempo, con la menor cantidad de tinta, en el menor es-
pacio posible» (Tufte, 1983) (figura 3.8).
Figura 3.8
Principios de excelencia gráfica de Tufte (1983)
8 Sobre este tema resulta muy recomendable el espacio InfoVis (http://www.infovis.net/), de J.C. Dürsteller.
9 Una recopilación muy notable sobre los mejores y peores gráficos estadísticos «de la historia» puede verse en
http://hotspur.psych.yorku.ca/SCS/Gallery.
154 Infonomía.com
Figura 3.9
Las participaciones de diversos bancos españoles
en las principales empresas del país
10 Para una colección muy interesante de ejemplos en este campo, véase Tufte (1983).
Figura 3.10
Las relaciones entre las subredes de Internet muestran que la red
es una especie de gran cerebro
156 Infonomía.com
Figura 3.11
¿Sabría decir el lector qué dice la frase?
Figura 3.12
¿Sabría decir el lector qué dice la frase?
Figura 3.13
El texto en forma normal
Figura 3.14
Principio de la mínima diferencia, aplicado en un mapa topográfico
(© Albert Martínez, 2000)
158 Infonomía.com
tro ojo puede apreciar líneas mucho más finas? ¿Por qué utilizar en un mapa gamas de
colores muy diferenciadas, si podemos apreciar colores muy próximos en el espectro?
Si aprovechamos este poder de separación del ojo humano, no sólo podemos acercar-
nos al objetivo de la excelencia gráfica antes presentado (se presenta más información
con menos tinta, en menos espacio), sino que además puede que el gráfico sea incluso
más estético (véase el ejemplo del mapa en la figura 3.14).
Pues bien, el lector se preguntará qué tiene que ver todo lo dicho hasta ahora
con la gestión de la información. Pues mucho más de lo que piensa. Porque, como se
ha dicho al principio, la sobrecarga de información demanda nuevas formas de presen-
tar la información, de visualizarla. Y esta visualización no puede hacerse de cualquier
manera, sino de acuerdo con unos principios que aseguren la eficiencia informacional
del gráfico.
De este tipo de problemas, y en general, de la forma en que debe presentarse
la información en un ordenador para que éste sea más usable por un humano, se en-
carga la disciplina conocida por las siglas HCI (del inglés Human Computer Interac-
tion). Un profesional de la información debe conocer los principios fundamentales de
la excelencia gráfica, tanto para no dejarse engañar por una imagen manipulada,
como para ser capaz de generar información gráfica que sea informacionalmente efi-
ciente.
Hay que recordar también que la correcta interpretación de un gráfico require
frecuentemente que el interpretador tenga la preparación adecuada. Un mismo gráfico
puede ser interpretado de maneras muy diferentes por personas con diferente forma-
ción, o en diferentes contextos. La interpretación de un gráfico requiere aclarar en qué
contexto debe leerse, y ello requiere frecuentemente de una cierta preparación por
parte del usuario. La lectura de un gráfico por parte de un indocumentado no genera
información, sino desinformación. Un ejemplo: ¿qué información aporta el gráfico de la
figura 3.15?
Otro error frecuente en la lectura de los gráficos consiste en confundir las si-
militudes con las causalidades. Que dos curvas sigan tendencias parecidas no quiere
decir que haya una relación entre ellas. Así, por ejemplo, si ponemos juntas las gráfi-
cas de la evolución de la Bolsa española en 1987 y en 1997, ambas muestran un tre-
mendo parecido (figura 3.16). ¿Podríamos haber deducido de ese parecido que la
Bolsa debería caer tras el punto de 1997 donde acababa el gráfico? Obviamente, no.
Por mucho parecido que ambas curvas mostraran, nada nos permitía derivar que la
bolsa fuera a caer.
Figura 3.15
Evolución del comercio mundial en el período 1929-33
Abril
Marzo 1929 Mayo
1930
1931
Febrero Junio
1932
1933
2.739$ 1.206$
Enero Julio
2.998$ 1.839$ 992$
Diciembre Agosto
Noviembre Setiembre
Octubre
Fuente: Business Week, 14/09/98, citando el Monthly Bulletin of Statistics de la Liga de Naciones, 1934.
El gráfico muestra el total de las importaciones de 75 países. Una interpretación del gráfico, pues, es que las relaciones comerciales entre esos pa-
íses disminuyeron progresivamente durante los años treinta. Y hay que recordar que en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial.
Y, sin embargo, la Bolsa cayó diez días después de que aquel gráfico saliera edi-
tado. Puede que hubiera razones para pensar en algún tipo de comportamiento cíclico
de la Bolsa que explicara unas ciertas similitudes entre 1987 y 1997. Incluso puede que
alguien desarrollara algún tipo de modelo para explicar este posible ciclo. Pero lo cierto
es que el gráfico en cuestión sólo podía usarse desde la intuición, no desde la demos-
tración. La gráfica no mostraba ninguna causalidad, aunque días después ocurriera el
fenómeno intuido por el analista. Que esto fuera casualidad o que hubiera alguna ra-
zón que lo explicara deberá ser determinado por un análisis científico de los datos. Si
alguien llegara algún día a derivar una teoría que explicara científicamente que esa ca-
ída de la Bolsa era previsible, el gráfico en cuestión tomará una nueva dimensión. Pero,
mientras tanto, ese gráfico es sólo legible hacia atrás (la información histórica que
aporta) y no legible hacia adelante (la previsión de lo que ocurrirá).
160 Infonomía.com
Figura 3.16
Comparación de la evolución de la Bolsa española en 1987 y 1997
rio clicka sobre cualquier objeto que aparece en la pantalla obtiene informa-
ción sobre ese objeto específico. Esta tecnología propone pues el concepto
de «click-on imagery», imágenes que informan al ser pulsadas.
— Ububu (http://www.ububu.com), un programa que te permite organizar tus
ficheros, incluso tu desktop, en forma de una serie de planetas alrededor de
un sol. Se muestra el contenido del disco duro en forma de «planetas» en ór-
bita. Cada planeta se refiere a una clase concreta (por ejemplo, el «planeta
del trabajo»), y en él se sitúa todo lo referente al tema, organizado en forma
de continentes, por ejemplo, en la superficie del planeta (figura 3.17).
— Aurigin (http://www.aurigin.com), una empresa que permite transformar en
mapas topográficos grandes cantidades de información textual. Se aplica,
por ejemplo, al análisis del portafolio de patentes de grandes empresas, con
el objetivo de desentrañar patrones que ayuden a encontrar líneas de investi-
gación no exploradas, o familias de patentes no explotadas.
Figura 3.17
La propuesta de Ububu para la organización en forma de planeta
de los ficheros de un PC (http://www.ububu.com)
162 Infonomía.com
mos», porque con frecuencia no ponemos atención en lo que pasa por delante). Las se-
ñales de tráfico, los semáforos son un típico ejemplo, pero hay muchos más. Las mone-
das pasan por delante de nosotros sin que aparentemente les dediquemos mucha aten-
ción... pero las miramos...
La clave de una estrategia de éxito en Internet pasa por entender bien las «ruti-
nas» y los «cambios» del público objetivo. Pues bien, conforme la oferta informacional
aumenta, quizás deberemos avanzar en la dirección de entender cuáles son las «ruti-
nas visuales» de la gente, o sea, por dónde pasan sus ojos en cada instante (sé que
suena inhumano, horroroso e inapetecible, pero permitidme tratar sobre el tema, sin
que ello indique que yo esté de acuerdo con el planteamiento...).
Y en este punto he llegado a una sinapsis conceptual sorprendente: donde más
tiempo invertimos en mirar es en todos los objetos que utilizamos habitualmente... Por
tanto, el mensaje, el contacto con «la red» debería estar justamente «encima» de los
objetos que usamos. Un ejemplo: es encima de la nevera donde debe aparecer auto-
máticamente la lista de lo que hay que comprar; es encima de la grapadora donde
debe aparecer la información de que las grapas se han acabado... Es encima de la
tarjeta de crédito donde debe aparecer el saldo... Cada objeto debería contener infor-
mación sobre su estado, que permitiera cierto grado de predictibilidad sobre su situa-
ción futura (cada aparato con su sensor..)
Suena muy extraño, lo sé... pero también suena extraño que nuestro cubo de la
basura analice los desechos y deduzca de ello qué hemos comido, de manera que
pueda hacer directamente un nuevo pedido al supermercado, y alguien ya está pen-
sando en el tema (Financial Times 12/01/00, p. 25).
La idea es que «toda superficie se transforme en pantalla»... o sea, que toda in-
terfaz con nosotros sea informacional... «Screens everywhere...»15
Un hermoso ejemplo de lo que esto puede ser en el futuro se intuye en el «agente»
pensado por Ideo (http://www.ideo.com/ideo.htm), una especie de mando a distancia
que es activado mediante el dedo pulgar (cuidado: cuantos dedos pulgares se van a cor-
tar a causa de esto...), cuya superficie cambia de color conforme varía la temperatura...
En fin, la información en toda interfaz, para hacer más eficientes todas nuestras
rutinas visuales...
164 Infonomía.com
Figura 3.18
Un ejemplo del factor de mentira, reproducido a partir de un
anuncio publicado en la prensa española para destacar la diferencia
entre dos programas de radio sobre deporte rivales
cia es un factor de mentira muy superior a 1 (que es el valor que se consigue cuando el
gráfico no miente; a mayor factor de mentira, más falsa es la información que transmite
el gráfico).
Este tipo de argucia visual es muy utilizada en la prensa actual, y quizás debe su
frecuencia a su atractivo visual. Pero debe recordarse que, aunque visualmente atrac-
tiva, la imagen es informacionalmente incorrecta.16
Aunque el anterior es un buen ejemplo de desinformación, tanto su contenido
como su forma lo convierten en un ejemplo algo inocentón. La realidad es que encon-
tramos con excesiva frecuencia ejemplos más preocupantes de usos indebidos de los
medios para informar con falsedades o, al menos, con información de dudosa veracidad.
En la era de la información, la manipulación informativa es más fácil que
nunca. Disimular una información, no ya errónea, sino falsa, en medio de información
más o menos veraz, puede ser una tentación para poderes políticos y económicos sin
escrúpulos. Contra ello la medida más eficaz quizás sea la formación de la población, el
estímulo de la razón crítica del ciudadano, construida alrededor de una cultura de la
información que le permita discernir cuándo una información es fiable, cuándo es ve-
raz, cuándo lo presentado son hechos y cuándo son sólo opinión. No es que un ciuda-
dano formado sea informacionalmente infalible, pero, por lo menos, es más difícil-
mente engañable.
La manipulación informativa está al orden del día. Los causantes pueden ser
poderes fácticos que quieren engañar a una parte de la población. Pero también pue-
den ser profesionales de la información que buscan la notoriedad. De este último tipo
ha habido algunos casos muy sonados, como, por ejemplo, el de las imágenes publi-
cadas en 1992 sobre la guerra de Bosnia, sobre lo que aparentemente parecía ser
gente encerrada tras una valla en un campo de concentración y acabó, al parecer,
siendo gente al otro lado de la valla en la que estaba «casualmente» encerrado el fotó-
grafo (figura 3.19). Según algunos, esta fotografía hizo más por encender el interés de
Occidente por una intervención en Bosnia que muchos meses de barbaridades de uno
y otro bando. Aunque, claro está, puede que esta interpretación esté a su vez también
manipulada.
16 Sobre la utilización de la infografía en la prensa española, existe una tesis doctoral realizada por María Àngels Trèmols en la Uni-
versidad de Barcelona. En su trabajo comparó los gráficos publicados por los periódicos españoles El País y La Vanguardia.
166 Infonomía.com
Figura 3.19
La fotografía de Associated Press, que quizás cambió el rumbo
de la guerra de Bosnia en 1992
Figura 3.20
Portada del artículo de Sokal publicado en Social Text en 1996
Internet es un medio ideal para difundir información falsa. Primero, por la falta
de control: todo es publicable. Y, segundo, por su falta de calidad: nadie garantiza que
lo que lees es verdadero o falso. Es por eso, que la red ha sido utilizada con frecuencia
para difundir o expandir todo tipo de conspiraciones17, por no decir difamaciones.
Contra ello, no hay más remedio que desarrollar un cierto espíritu crítico, que nos per-
mita poner «en cuarentena» todo lo que leemos, sea cual sea la fuente.
Un profesional de la información, en cualquiera de sus facetas, que sea cons-
ciente de su responsabilidad, debe seguir unos principios éticos muy rigurosos. Debe,
por ejemplo, indicar cuándo añade opinión a los hechos, cuándo suprime algunos datos
para simplificar el mensaje, cuál es la calidad de las fuentes utilizadas, y cuándo no está
seguro sobre la fiabilidad de algunas de ellas. Sacrificar la veracidad de la información
por conseguir un mayor atractivo es, claramente, lo último que debe hacer.
168 Infonomía.com
170 Infonomía.com
El negocio de la comprensión
Este punto merece ser iniciado mediante una anécdota. Hace un tiempo tuve la
ocasión de impartir un curso en Toledo. Y, como es lógico, dediqué una tarde a visitar
la ciudad. Para hacerlo, fui tan inocente que pedí un mapa de la misma en la recepción
del hotel en el que estaba. El mapa era el típico mapa turístico de una ciudad. Unos
cuatro colores básicos para representar los bloques de edificios, las calles, las plazas,
los monumentos, etc. Ninguna indicación de dónde estaba el norte, ninguna indicación
relevante de cuáles eran los puntos principales de la ciudad, o sea, los puntos de refe-
rencia. En fin, como cualquier mapa de esos que te dan en los hoteles de cualquier ciu-
dad del mundo.
Pero lo que más me hizo pensar fue la siguiente paradoja: curiosamente, las ca-
lles que el mapa destacaba como principales no disponían «en la realidad» de carteles
con su nombre (como si ya fuera evidente, por su importancia, qué calles eran), mien-
tras que las calles que sí que disponían de un cartel con su nombre no aparecían en ab-
soluto en el mapa. Era como si alguien hubiera decidido que era incompatible que una
calle tuviera al mismo tiempo un rótulo real y su nombre marcado en el mapa: si estaba
marcada en el mapa con su nombre no tenía por qué tener un rótulo en el mundo fí-
sico.
La consecuencia de todo esto fue que el mapa no me sirvió de nada. De hecho,
éramos cinco personas «normales», con algo de formación, por qué negarlo, y ninguno
pudo interpretar correctamente el mapa. Como sistema de navegación, el mapa era un
desastre. Por lo que, para orientarnos por la ciudad tuvimos que recorrer a un sistema
más eficaz: preguntar a la gente.
Esto nos lleva a la siguiente reflexión. Durante demasiado tiempo, hemos
puesto la carga de la comprensión de un proceso comunicativo en el receptor. En otras
palabras, quien emite un mensaje lo emite pensando que el receptor ya hará el esfuerzo
necesario para decodificarlo y metabolizarlo. Quién debe hacer el esfuerzo para com-
prender es el que recibe el mensaje. En el caso del mapa, quien lo ha elaborado no ha
pensado mucho en las necesidades de navegación del usuario del mismo. La «carga de
la comprensión» es de quien recibe el mensaje.
En una era en la que la atención es el recurso escaso, quien siga pensando de
esta forma está condenado al fracaso. Quien emite un mensaje debe pensar, en el
mismo momento de la confección del mismo, en cómo construirlo para qué sea fácil de
entender por el receptor. En otras palabras, en la era del exceso de información (info-
xicación), la carga de la comprensión se debe desplazar hacia el lado del emisor.
Es por ello que no es extraño que aparezcan movimientos como el denominado
«easy-to-read»18, que tiene por objetivo proponer formas de confección de materiales in-
formativos (periódicos, mapas, manuales, etc.) que sean más fáciles de entender por la
172 Infonomía.com
gente. Se entiende, pues, que la visualización de la información sea una de las discipli-
nas informacionales con más futuro, o que se investigue sobre sistemas de información
basados en la idea de la conversación (dónde el emisor va tejiendo su mensaje en
tiempo real de acuerdo con el feed-back que recibe de sus receptores).
Un magnífico ejemplo en esta línea lo constituyen los gráficos ideados por la em-
presa Xplane (http://www.xplane.com), cuyo nombre ya indica su objetivo de «explicar de
manera que las cosas sean más fáciles de entender», objetivo que se plasma en el lema de
la empresa: «The Visual Thinking Company». En una línea parecida, destaca la iniciativa
UnderstandingUSA, dirigida por el pionero de la «arquitectura de la información» Saul Wur-
man, obra cuyo objetivo consiste en mostrar de manera simple, fácilmente comprensible,
las principales estadísticas de los Estados Unidos (http://www.understandingusa.com).
Vamos, en efecto, hacia una revolución en la comprensibilidad de la informa-
ción. El reto es hacer cada vez más fácil de entender información progresivamente más
compleja. Aun más, vamos en la dirección de instrumentos que nos ayuden en esa
comprensión. Por ejemplo, es ya imaginable que algún día llevaremos una especie de
gafas que nos recordarán quién es aquella persona que tenemos delante (algo utilísimo
para quien, como yo, padece del defecto de olvidar fácilmente los nombres de las mu-
chas personas que conoce).
Sin embargo, esta facilitación de la comprensión también conlleva algunos in-
convenientes. Quizás el más importante sea la generación de más «dumbing down»
(que podríamos traducir por atontamiento funcional). La idea es que cuando se simpli-
fica excesivamente la comprensión o el razonamiento por parte del receptor de un
mensaje (o sea, cuando se le considera más tonto de lo que es), se le va acostumbrando
a no pensar en absoluto cuando recibe un input. De manera que cuando recibe un in-
put que no se corresponde con lo que estaba esperando, o sea, con lo que estaba acos-
tumbrado a recibir, no sabe cómo comportarse (piénsese, por ejemplo, en lo que ocu-
rre cuando pides en una hamburguesería «industrial», de esas de las multinacionales que
todos conocemos, algo que no está pre-programado: el camarero no sabe qué hacer.
Diríamos, en lenguaje de otros tiempos, que tal opción «no se contempla».
En fin, que se abre todo un nuevo campo, el del «negocio de la comprensión»
(the business of understanding) como lo denominó el pionero en este campo Saul Wur-
man, y que quizás acabaremos denominando el «negocio del significado».
Diseño de información
Todo lo dicho hasta ahora indica que va a ser cada vez más necesario comple-
mentar la calidad de los contenidos con la calidad de la forma de presentarlos. Todos
174 Infonomía.com
19 Aunque sólo sea porque todavía no se ha inventado la conexión directa del ordenador a nuestro córtex cerebral, como Arthur C.
Clark ya ha propuesto...
der a «in-formar» (dar forma) los datos, como bien nos indica la raíz etimológica de la
palabra información...
176 Infonomía.com
mayor factoría pesquera de Europa. La idea brillante de este emprendedor: ¿por qué
no analizar los miles de ejemplares de invertebrados marinos que caían cada día en
las redes de su flota de pesqueros? ¿Por qué no convertir este «subproducto» de la
pesca en valiosa «primera materia» de una investigación farmacológica?
En una dirección parecida. La edición del periódico español El País del día
15/08/99 (p20), contenía un fascinante artículo de Gabriela Cañas en el que se in-
formaba de cómo, gracias a la investigación de un virus (el JC) que reside en los riño-
nes de cada uno de los humanos del planeta, se estaba determinando con claridad el
patrón de las grandes migraciones de la historia. La idea era que este virus residente
ha sufrido mutaciones distintas en las distintas agrupaciones humanas continentales.
Del análisis de estas variaciones, y más exactamente, del grado de variación entre los
distintos continentes, se deduce científicamente que el hombre se expandió por el
mundo desde Africa, hace cien o doscientos mil años, que llegó a América por el es-
trecho de Bering hace doce o veinticinco mil, así como otros movimientos menos es-
pectaculares. Me parece muy interesante que disciplinas como la antropología y el
biología puedan complementarse de esta forma tan original. Toda una lección para la
imperante ciencia, hoy dividida en disciplinas estancas, que hemos instaurado durante
buena parte del siglo XX. Que por suerte acaba...
Más de lo mismo. Justo dos días más tarde (17/08/99, p22), El País volvió a
sorprenderme, esta vez gracias a un artículo firmado por Isabel Ferrer. En esta ocasión
el artículo informaba de otro estudio, según el cual había indicios razonables de que
la leucemia infantil es causada por un virus. La idea de base: la incidencia de la leuce-
mia infantil es mayor en aquellas zonas en las que habido mayor movimiento migrato-
rio. Lo que induciría a sospechar un origen vírico: a más variedad de gente, más posi-
bilidad de introducción de un virus en la colectividad. Obviamente, el hecho de que no
tengo ni la más mínima idea de medicina me impide poder determinar la validez de
estas hipótesis. Pero lo que si se puede destacar, de nuevo, es como dos disciplinas
alejadas como la medicina y la geografía humana, pueden, y posiblemente, deben,
beber la una de la otra...
Cual es la moraleja? Pues muy simple: ya no es posible pensar en una ciencia
constituida de espacios estancos, sin comunicación. El conocimiento generando en
una rama del saber puede ser fundamental en otra rama. Y justamente en la fertiliza-
ción de los conocimientos «distintos», en la construcción de ideas a base de establecer
«puentes mentales» entre nuestras ideas, de generar «sinapsis conceptuales», puede
residir el futuro de la ciencia...
Figura 3.21
Las emisiones de CO2 y el crecimiento económico en los
Estados Unidos (base 100 en 1990)
Conclusiones
Tener que gestionar con demasiada información es quizás más difícil que ges-
tionar con poca. Cuando se tiene tanta información, siempre se tiene la duda de si hay
178 Infonomía.com
que leer algo más, y nunca se pararía de analizar más y más inputs, hasta encallarse en
lo que algunos han llamado la «parálisis por el análisis».
Contra esta situación debe emerger una exigencia de las organizaciones por in-
formación de calidad. Esta calidad será el resultado de varios componentes: relevancia
(nos sirve para cumplir nuestros objetivos), comprensibilidad (la información es fácil
Figura 3.22
¿Sabría decir el lector cuál de estos titulares se publicó en realidad?
Se entiende que el «mensaje» transmitido en ambos es
ligeramente distinto, puesto que el matiz entre los términos
«un» y «otro» no es trivial20
180 Infonomía.com
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182 Infonomía.com
Capítulo 4
La empresa descubre el valor de la información
de ellos, los directivos con responsabilidades sobre la decisión de los presupuestos que
van a afectar el futuro de esos sistemas de información, debe ser tenida en especial
consideración.
Simplificándolo mucho: si el directivo que ha de decidir sobre el dinero a inver-
tir en el sistema de información no percibe el valor que éste le aporta, no podemos es-
perar que su evaluación subjetiva sobre el retorno de la inversión realizada sea positiva.
Nos encontramos entonces con que toda la «utilidad objetiva» que se ha querido dar al
sistema a través de las etapas de identificación, estructuración y distribución, puede
quedar en entredicho por la «valoración subjetiva» de los miembros de la organización,
y en especial de los directivos. Por muy complejo y sofisticado que sea el sistema de in-
formación desarrollado, fracasa si no es utilizado por los usuarios. En forma gráfica, las
tres etapas previas de desarrollo del sistema no generan ningún retorno si la informa-
ción que es distribuida «rebota» en las «paredes cognitivas» de los potenciales usuarios.
Si el sistema genera nutridas bases de datos (pull) y envía informes a los usuarios
(push), pero éstos no acuden a las bases o no leen los informes, la inversión realizada
será considerada un fracaso, al menos desde la percepción de los usuarios. Un sistema
de información que no informa es un fracaso.
Para el profesional de la información resulta, por tanto, de especial interés, en-
tender cómo funciona informacionalmente un directivo: qué información requiere,
para qué la usa, cómo la valora, qué hace con ella. Comprender mejor la situación in-
formacional de un directivo puede tener importantes consecuencias en la valoración
del sistema de información. Porque de esta comprensión depende que en lugar de for-
zar al directivo a adaptarse al sistema, se consiga un sistema capaz de sintonizar con el
comportamiento informacional del directivo.
184 Infonomía.com
– Así, por ejemplo, se ha visto que las actividades de los directivos son frag-
mentadas y breves, con poco margen para la reflexión, impedida ésta por el
nivel de intensidad de su involucración en la toma de decisiones. Mintzberg,
por ejemplo, mostró como la mayoría de actividades de los directivos les
ocupaban menos de 9 minutos y que sólo un 10% de sus actividades les ocu-
paban más de una hora.
– A pesar de que puedan disponer de sistemas de información corporativos,
los estudios sobre su comportamiento informacional (por ejemplo, Daven-
port, 1997) demuestran sistemáticamente que los directivos se buscan y se
nutren de sus propias fuentes de información, muchas de ellas más informa-
les (red de contactos personales, rumores, especulaciones, intuiciones, etc.)
que formales (el sistema de información corporativo, por ejemplo). Y prefie-
ren más las «formas verbales de comunicación» (el «cara a cara») que las for-
mas escritas, por la riqueza de las mismas (nivel de actualidad, interactividad
instantánea, simplicidad del contacto, «ancho de banda» en términos de con-
tenidos no textuales de la comunicación gestual), a pesar de que esta infor-
mación puede ser menos contrastada que la ofrecida por un sistema formal.
En palabras de Laudon & Laudon (1996):
186 Infonomía.com
188 Infonomía.com
1 Esta idea tan potente la debo al artículo «Attention, media, value and economics» de Philipe Aigrain, publicada en la inestimable
FirstMonday (http://www.firstmonday.dk).
¿Qué es el conocimiento?
Ya se ha intentado en otra sección definir el conocimiento, como el estadio de
absorción y «metabolización» de información en nuestra mente. Sea lo que sea, lo que
parece claro es que no podemos tratar el conocimiento sólo como una «cosa», sino tam-
bién como un proceso. En otras palabras, el conocimiento presenta una dualidad fun-
damental: es a la vez algo almacenable (al menos eso pretendemos) y algo que fluye
(algo que se comunica de persona a persona). Es experiencias, ideas, arte y métodos,
siempre originados, almacenados y aplica-dos por una mente humana, pero también se
acumula en una organización en forma de documentos, rutinas, procesos, prácticas y
normas. Es posiblemente esta dualidad del conocimiento (cosa y proceso, a la vez) la
que dificulta su tratamiento, su gestión.
En un estudio fundamental sobre la creación y difusión de conocimiento en las
organizaciones, Nonaka y Takeuchi (1995, 1997) propusieron un modelo que ayuda a
entender que hay dos tipos distintos de conocimiento en una organización, y que es
Figura 4.1
Un ejemplo gráfico de conocimiento tácito
190 Infonomía.com
192 Infonomía.com
Figura 4.2
La espiral de creación de conocimiento en una organización
194 Infonomía.com
«Una disciplina que aboga por una visión integrada de los procesos de
identificación, captura, distribución, compartición y evaluación de los
activos informacionales de una organización. Entendiendo aquí por ac-
tivos informacionales tanto los documentos, las políticas (formas de
hacer), procedimientos y procesos establecidos, como la experiencia y
sabiduría, tácitas y no almacenadas, residentes en cada uno de los
miembros individuales de la organización».2
De nuevo, pues, vemos que la gestión del conocimiento tiene que ver tanto con
la gestión de documentos y procesos (almacenables, en alguna forma) como con la ges-
tión de la experiencia (residente en las personas). No es de extrañar, por tanto, que
dentro de esta disciplina haya tanto de gestión de tecnología (gestión de bases de datos,
o intranets para la compartición de información, por ejemplo) como de gestión de re-
cursos humanos (las personas como «contenedores» y transmisores de información). La
2 Texto procedente de un curso impartido por Blair en un curso de verano en la Syracuse University, en 1998. Debo el texto a Agustí
Canals.
196 Infonomía.com
gestión del conocimiento heredaría de alguna forma, pues, la dualidad fundamental del
conocimiento como activo que más arriba se comentaba.
Algunos autores proponen que, en realidad, hay dos estrategias básicas de ges-
tión de conocimiento, en cada una de las cuales toma más importancia una de estas dos
facetas. Así, por ejemplo, Hansen, Nohria y Tierney (1999), basándose en el análisis de
las estrategias de gestión del conocimiento de diversas empresas (consultoras y empre-
sas en el sector sanitario o informático), advierten que hay dos tipos básicos de estrate-
gia, y que cada empresa debe escoger aquella que esté más de acuerdo (en gestión de
organizaciones, se usaría el término «alineada») con la estrategia del negocio, y más
concretamente con cómo se da valor a los clientes:
– Una estrategia consiste en almacenar los conocimientos en bases de datos
(u otro tipo de depósito accesible), de manera que cuando alguien los nece-
sita pueda conseguirlos con facilidad. A esta estrategia se le da el nombre de
estrategia de codificación. Funciona en aquellas empresas en las que los tra-
bajos a realizar son siempre bastante parecidos entre ellos, de manera que el
conocimiento es «reutilizable». Las personas que utilizan este depósito de co-
nocimientos tienen un perfil de implementador, no de inventor.
– La otra estrategia, denominada de personalización, consiste en construir for-
mas eficientes de comunicación entre las personas. Se parte de la idea de
que el conocimiento a compartir es tácito (o sea, difícilmente codificable), y
que sólo el contacto entre personas puede garantizar que pase de uno a otro
miembro de la organización. En este caso, lo fundamental es que la gente
disponga de maneras de comunicarse eficientemente. Esta estrategia se
aplica en aquellas empresas en las que se dan soluciones altamente persona-
lizadas al cliente, que busca como valor de la oferta precisamente que le tra-
ten como un caso único, y que le traten personas capaces de «inventar» más
que simples implementadores de soluciones prototipo. Las personas que tra-
bajan en estas empresas son creativos, «inventores» de ideas, capaces de utili-
zar sus capacidades analíticas a la solución de problemas complejos, diferen-
cialmente únicos.
Cada empresa debería escoger aquella estrategia que esté más de acuerdo con
cómo crea valor para el cliente. Aunque quizás no conviene limitarse a sólo una de las
dos estrategias. Si bien sería recomendable focalizarse en una, la otra puede servir
como complemento. Así, quizás lo mejor para una organización concreta sería una del
80/20: 80% de su estrategia de gestión del conocimiento debería centrarse en codifica-
ción, mientras que el 20% restante en personalización, o al revés. Que sea una u otra
198 Infonomía.com
Obviamente, lo que digo debe entenderse sólo como una simple idea... que
nadie lo tome como ciencia...
Pero lo que si es cierto es que los mercados son mecanismos muy eficientes: se
autorregulan de manera natural, estimulan la selección natural... Por tanto, la pregunta
es: no sería interesante pensar en formas de acercar el concepto «empresa» al con-
cepto «mercado»? Más exactamente, de qué tipo de mercado podemos hablar
cuando hablamos de una empresa?
Pues bien, algunas ideas al respecto. En un brillante artículo publicado en la
Harvard Business Review de Septiembre-Octubre (1999, p71), Gary Hamel propone
que las empresas «tradicionales» tienen mucho que aprender de las empresas del Sili-
con Valley. Básicamente propone que en lugar de centrarse en «mantenerse», en so-
brevivir en su estadio actual, las empresas deberían promover mercados internos, de
talento, ideas y capital, para conseguir «reinventarse» de manera permanente. O sea,
la idea es que en esta época fundamentalmente dinámica, hay que promover el espí-
ritu emprendedor dentro de tu empresa, para conseguir «intraprendedores» (intrapre-
neurs), campeones internos que luchan por «vender» sus ideas en el interior.
La idea fundamental del artículo es la siguiente: en lugar de pensar en términos
de «distribución de presupuesto» (resource allocation), o sea, «este es el dinero que te-
nemos disponible, vamos a distribuirlo entre los departamentos», opción que debe so-
meterse al politiqueo típico de alianzas y enemistades internas en toda organización
(sigo diciendo que la racionalidad está con demasiada frecuencia ausente de las es-
trategia empresariales... aunque que nos pese), hay otra opción, la «atracción de pre-
supuesto», por la que los miembros de la organización han de pugnar en un «mer-
cado» interno de ideas, y ser valorados incluso por el resto de la organización, por los
recursos disponibles.
O sea, de distribuir el presupuesto desde arriba a ganárselo desde abajo. Que
es, exactamente, lo que debe hacer un emprendedor en el Silicon Valley: demostrar a
quien tiene dinero (capital semilla o capital riesgo) que su idea vale la pena...
O sea, frente a la burocracia de ideas, el mercado de ideas... De la estática a
la dinámica... de nuevo
Y es que toda empresa debe empezar por una idea... y tal como vamos, debe
ser capaz de mantener un flujo constante de ideas... cosa que debe complementarse
con la capacidad de implementarlas... En definitiva, la organización sería tanto más
inteligente cuanto más dispusiera de mercados de ideas y talento, y cuanto más ágil
fuera en desarrollar mecanismos para poder llevar las «buenas» ideas a la práctica...
Una frase del artículo muy interesante: «la gente que tiene la pasión y la aptitud
para crear riqueza está abandonando la vieja economía por la nueva», o sea, dejan
las empresas tradicionales por las empresas «digitales». Sobre este tema había un in-
teresante artículo en el BusinessWeek del 27/09/99, p89. Una cifra relevante: «Hoy,
el 20% de los MBAs por Harvard fichan por empresas con menos de 100 empleados,
y el 20% de los de Stanford se unen a empresas con menos de 50». Y si lo hacen es
porque quieren, no porque no puedan ir a las grandes... Simplemente, en las grandes
puede que no se pueda pensar... No lo afirmo, pero propongo que dudemos sobre el
tema...
O sea, hay que soltar amarras... y apostar por los mercados del talento dentro
de nuestras organizaciones. Llámeseles «ferias del conocimiento» o como se quiera...
Hay que buscar el apalancamiento de la imaginación, la experimentación, el riesgo,
la prueba-error, la agilidad mental organizativa... la capacidad de aprender, de rea-
prender, de desaprender, y de emprender...
Para acabar: no podemos seguir viendo a las empresas sólo como «máquinas
para conseguir objetivos», porque las organizaciones están hecha de personas con
eso, sus propias agendas, y por lo tanto deberíamos empezar a diseñar mecanismos
de mercado dentro de las organizaciones... y puede que ese mercado sea, en el
fondo, un mercado de talento, de ideas, de conocimiento....
Un apasionante tema en el que deberíamos profundizar...
200 Infonomía.com
lando que hay que distinguir entre «valor de uso» y «valor de cambio», y en este sentido
utiliza el ejemplo tradicional: agua versus diamantes. Mientras que el agua tiene una
alto valor de uso (es fundamental para la vida de los humanos) pero un bajo valor de
cambio (el agua es generalmente barata, en comparación con lo mucho que le debe-
mos para nuestra supervivencia), los diamantes tienen un bajo valor de uso (franca-
mente, podemos vivir perfectamente sin ellos), mientras que su valor de cambio es
enorme (son caros, porque son escasos, pero también porque hemos convenido histó-
ricamente en asignarles un alto valor de cambio).
Pues bien, cuando se aplica este «dualidad» uso/cambio en el valor de la infor-
mación, del conocimiento, se llega a una situación muy curiosa. A diferencia de la ma-
yoría de bienes tangibles, «la información tiene valor económico (valor de cambio) sólo
cuando es usada»: una información que no tiene quien la use no tiene valor, porque el
valor lo da siempre el usuario. Y si una información es «esperada» por alguien que es-
pera usarla, tiene un alto valor, al menos para ese alguien que la va a usar.3
En otras palabras, una información no tiene un valor «per se»; la idea de «valor
de cambio», ligada al concepto de valor intrínseco (una manzana tiene un valor especi-
ficable, determinable en unas determinadas condiciones de oferta y demanda), no tiene
ningún sentido cuando se intenta aplicar a la información o al conocimiento como
«bienes». Es más, la situación con la información es más sorprendente aún cuando se
compara con bienes tangibles, cuyo valor económico (valor de cambio) depende gene-
ralmente de que no se haya usado aun (un coche pierde inmediatamente valor instan-
tes después de que alguien lo ha comprado).
Bien, ¿y cuál es la conclusión? Pues, hay varias, que Glazer comenta certera-
mente. Quizás la más interesante, y que da título al artículo, es ésta: si el valor de la in-
formación es básicamente valor de uso, si la única forma de valorar la información es a
través de la percepción de alguien que la usa, medir la información (y, por consi-
guiente, también el conocimiento), se traduce fundamentalmente en una cuestión de
medir al que usa la información: «medir el conocimiento es, en el fondo, un problema
de medir el significado de la información para quien finalmente la procesa». Lo que
lleva a que una teoría del valor del conocimiento ha de beber de disciplinas muy diver-
sas, de base psicológica, sociológica, etc., y debe enfrentarse al problema de cómo me-
3 De hecho, si alguien duda sobre lo dicho en la frase anterior, porque piensa que hay en el mercado productos de información que tie-
nen un determinado precio, que piense si ese precio corresponde realmente al «valor de la información» que el producto contiene, o
más bien responde a las expectativas que tiene el comprador, o sea, al «valor del contenedor» de la información; cuando una em-
presa contrata los servicios de un consultor, ¿está pagando un precio por la información, o por la «presunción de información» deri-
vada del prestigio acumulado por el consultor?
dir algo sin extraer del proceso de medición al propio observador. Medir el conoci-
miento pasa, por tanto, por medir cómo la gente percibe lo que es informante y cómo
lo discrimina de lo que es no-informante.
Capital intelectual
La idea de capital intelectual está estrechamente relacionada con el concepto
general del valor de la información en las organizaciones al que está dedicado este ca-
pítulo. Según la ortodoxia económica actual, valoramos una empresa en función de su
«valor en el peor de los casos» (Drucker, 1995), es decir, qué obtendríamos de ella en
caso de quiebra. Éste es el motivo de que los activos tangibles (edificios, maquinaria,
existencias, etc.) tengan tanta importancia en el balance, mientras que los activos intan-
gibles (aquellos que no podemos vender directamente y, por tanto, no podemos con-
vertir en dinero) apenas queden reflejados en él.4 Como hemos mencionado en el pri-
mer párrafo de este capítulo, con la llegada de la economía de la información, la
excelencia de las empresas dependerá en gran medida de cómo se gestione la informa-
ción (obtención, proceso y difusión). Por tanto, crece el interés por diseñar mecanis-
mos que nos permitan evaluar los activos informacionales de una organización, su ca-
pital intelectual.
Es muy probable que la definición de un criterio de valoración de los activos in-
formacionales derive en un largo proceso. Los primeros intentos se han centrado en la
clasificación de todos los activos intangibles de una organización relacionados, de al-
guna manera, con la gestión de la información. En este sentido, Brooking (1996) esta-
blece cuatro grandes categorías:
– En primer lugar, los activos acumulados en forma de conocimientos y capa-
cidades de los miembros de la organización: experiencia, creatividad, lide-
razgo, habilidades, etc. Por ejemplo, es obvio que los ingenieros son uno de
los valores principales en una empresa fabricante, como lo son los dibujantes
en una empresa de infografía o los creativos en una agencia de publicidad.
Aparte de estos casos, cada vez es más evidente que la capacidad de una em-
presa para detectar, aprovechar y retener personas con preparación técnica o
conocimientos es clave (desde el operario del taller, pasando por el inge-
niero que está ante una estación de trabajo, hasta el director de márketing).
4 A menudo, los activos intangibles se consideran sólo como fondo de comercio. Sin embargo, las empresas que elaboran ratings so-
bre otras empresas, tienen en cuenta otros factores en sus valoraciones globales.
202 Infonomía.com
ción económica. Hay hoy en día muchos métodos para hacerlo. Por ejemplo, Stewart
(1997) resume algunas de las herramientas de medida disponibles. En el pasado, este
mismo autor ya había presentado un método basado en el cálculo de la parte del rendi-
miento de una empresa atribuible a diferencias respecto a otras empresas del mismo
sector, diferencias que sólo pueden explicarse mediante activos intangibles (Stewart,
1995).5
Muchos de los métodos de medida del capital intelectual tienen en común que
desvelan que este capital intangible es con frecuencia mucho más importante que el ca-
pital físico, el visible en los libros de contabilidad, por lo que con frecuencia se utiliza la
metáfora del iceberg para señalar la gran cantidad de valor que resulta invisible en los
libros tradicionales (figura 4.3).
Figura 4.3
Los activos tangibles son sólo la parte visible del iceberg de los
activos totales de la organización, la mayoría de los cuales
son intangibles
204 Infonomía.com
206 Infonomía.com
el campo de Internet. En la misma línea, se han constituido en toda Europa los «nuevos
mercados» (http://www.euronm.com), las bolsas de empresas de alta o nueva tecno-
logía, en la que puede cotizar empresas que no tengan un registro de beneficios pre-
vios (algo que en muchas bolsas tradicionales les impediría cotizar)
Baruch Lev dirige el Intangibles Research Center del Vincent C. Ross Institute for Ac-
counting Research de la New York University, y en él se están haciendo muchas preguntas so-
bre cómo valorar una empresa en la era de los intangibles (http://www.stern.nyu.edu/Pro-
jectInt).
Necesitamos, pues, nuevos instrumentos para analizar las posibilidades y ries-
gos de una empresa.
Cultura de la información
Se ha visto en los apartados anteriores que para extraer el máximo rendimiento
de la inversión en tecnologías de la información es preciso contar con personas que se-
pan buscar, comprender, aplicar y distribuir información. En otras palabras, la infraes-
tructura tecnológica en la organización debe venir acompañada de una cultura de la in-
formación. Éste es un término que resulta hoy difícil de definir con total claridad, como
hemos ido viendo a lo largo del texto. Por ahora, nos basta con saber que comprende
aquellos conocimientos y habilidades de las personas (y, por extensión, los procesos de
las organizaciones en las que aquéllas trabajan) que les permiten sacar un mayor rendi-
miento de las tecnologías gracias a la explotación inteligente de la información. Una or-
ganización con personal informacionalmente culto tiene una ventaja respecto a otra con
personal informacionalmente inculto. La cultura de la información es un factor multi-
plicador de la inversión en tecnologías de la información.
El concepto de cultura de la información ha recibido muchos denominaciones
distintas, y ha estado permanentemente en el plano de la discusión de los profesionales
de la información durante décadas. Y es que asegurar que existe una cultura de la in-
formación en su organización es quizás una de las principales tareas del profesional de
la información. La American Library Association ha dado la siguiente definición de cul-
tura de la información (information literacy) (Mutch, 1997):
ple are those who have learned to learn. They know how to learn be-
cause they know how the knowledge is organized, how to find informa-
tion, and how to use information in such a way that others can learn
from them».
208 Infonomía.com
6 Debe recordarse aquí, de nuevo, que en muchas ocasiones encontramos información por casualidad (por serendipia) sin buscarla.
Un directivo ha de saber también aprovechar estos momentos de tropiezo casual con información potencialmente útil.
Meador (1998) señala que para que en el mundo digital que se acerca una per-
sona pueda ser considerada educada, deberá disponer de:
– Cultura literal: capacidad para leer, entender un texto escrito, y para escribir
un texto que resulte comprensible.
– Cultura numérica: capacidad para leer y entender contenidos numéricos (ci-
fras, cuadros, etc.) y simbólicos (fórmulas simples).
– Cultura informática: capacidad para usar las aplicaciones elementales de un
ordenador (teniendo en cuenta que lo que se considera elemental va aumen-
tando de complejidad con el tiempo).
– Cultura gráfica: capacidad para entender (y producir) información presen-
tada en forma gráfica.
– Cultura informacional (propiamente dicha): capacidad para buscar, «mane-
jar», evaluar y aplicar información en general.
La realidad nos indica que, en la mayoría de países, estamos lejos de disponer
de población «educada», en el sentido dado a este término más arriba. Recordemos, en
efecto, el estudio de la OCDE comentado en el capítulo 1. En este estudio, titulado Lite-
racy skills for the knowledge society, elaborado a partir de los datos del International
Adult Literacy Survey, una encuesta sobre las habilidades informacionales de los ciuda-
danos de 7 países de la OCDE (España no está entre ellos), se llegó a la conclusión de
que entre el 25 y el 50% de la población de los países de la encuesta no llega al umbral
de cultura informacional (literacy skills) que se considera el mínimo necesario para
poder responder a las exigencias de la sociedad moderna. Por literacy skills (habilida-
des informacionales), se entiende «la habilidad de entender y emplear información im-
presa en las actividades diarias, en el hogar, en el trabajo y en los actos sociales, con la
finalidad de cumplir los objetivos de uno, y de desarrollar el conocimiento y el poten-
cial de uno mismo» (p. 14).
210 Infonomía.com
– El síndrome NIH (not invented here): la idea de que lo que se hace en la orga-
nización es mejor que cualquier cosa que provenga del exterior, y, en particu-
lar, que la información que se genera dentro es mejor que cualquiera que se
elabore fuera (un ejemplo típico: «yo ya sé como funciona mi mercado... nadie
me puede enseñar nada que no sepa ya»). Una especie de etnocentrismo in-
formacional en la organización. En otros casos, el síndrome es justamente el
contrario: qué sólo se considera buena la información que procede del exte-
rior. Obviamente, lo ideal es un equilibrio que valore adecuadamente tanto la
información que se genera interna como externamente, a partir de criterios ob-
jetivos, sin prejuicios.
– La hipnosis de los patrones (pattern hypnosis): la tendencia a extraer «patro-
nes» de la información disponible sin un análisis en profundidad, cuando no
es basándose simplemente en una intuición sin fundamento. Algunas organi-
zaciones lubrican un entorno en el que se llega a conclusiones demasiado
rápidamente, sin bases bien establecidas. O extraen conclusiones sin tener
en cuenta la posibilidad de segundas explicaciones para un mismo hecho.
– La negación de la evidencia (denial): se da en organizaciones que, general-
mente para mantener el statu quo, se niegan a comprender lo que les está
ocurriendo. Por ejemplo, en estos momentos hay empresas que se resisten a
entender que Internet les obliga a reinventarse, simplemente porque se escu-
dan en que sus prácticas actuales aún les reportan éxito. Lamentablemente,
cuando entiendan que Internet no es una moda, quizás ya no tengan tiempo
para reinventarse (obviamente, el enroque es una protección temporal que
no nos salva del final de la partida). Las organizaciones tienen que preve-
nirse contra la tentación de la negación de la evidencia, a través de mecanis-
mos objetivos de seguimiento de los cambios transcendentales que se produ-
cen en el entorno.
— El conformismo grupal (conforming with groupthinking): en alguna organi-
zaciones, las opiniones personales no cuentan, por muy valiosas que puedan
ser, sino que domina el conformismo con una visión única, pactada o, peor
aún, impuesta. Una organización que no dé voz a visiones, interpretaciones
u opiniones diversas, se convierte en un monolito informacional: puede que
sea sólido, pero esa misma solidez le inhabilita en un mundo fundamental-
mente cambiante y dinámico.
— Dominio del ego (ego involvement): aparece cuando la organización tiende a
«premiar» las personalidades fuertes, decididas (o, peor, dominantes), frente a
212 Infonomía.com
sente (resultado, pues, de una auditoría de información llevada a cabo por el individuo,
sobre sus objetivos e intereses); cada área puede contener un número reducido de su-
báreas. Y, a continuación, propone que el individuo se comprometa a llevar a cabo sólo
una de cuatro posibles acciones, cada vez que recibe un input de información (sea
cual sea su formato):
– Tirar (Toss) a la papelera (física o virtual) el input si no está directamente re-
lacionado con una de las áreas de interés actual. Se trata, pues, de renunciar
a la tendencia natural a acumular información por-si-acaso (just-in-case),
que se transforma normalmente en montones de papeles (o documentos di-
gitales) que, al no estar convenientemente organizados y clasificados (usual-
mente por la falta de tiempo del individuo), resultan totalmente inencontra-
bles cuando realmente se necesitan. Vencer esta tendencia a la acumulación
de información no es fácil, pero la existencia de mecanismos de recupera-
ción de información facilitan esta tarea; en efecto, ¿qué sentido tiene almace-
nar un artículo publicado en una revista científica o económica, cuando esa
revista esta indizada y almacenada en una base de datos profesional? Obvia-
mente, puede tener sentido guardar ese documento si está directamente rela-
cionado con alguna de nuestras áreas de interés actuales, pero en caso con-
trario, guardar la información es una pérdida de tiempo y espacio, que
puede evitarse con tan sólo asegurarse el acceso a las fuentes (bases de da-
tos) que se dedican profesionalmente a la organización y almacenamiento de
información.
– Remitir (Refer) la información recibida a quién consideremos que pueda in-
teresarle dentro de nuestro entorno. Este, a su vez, ya determinará qué hacer
con el input remitido, si eliminarlo, remitirlo, o aplicarle unas de las otras dos
acciones que propone el método. Esta acción puede ser facilitada por algu-
nos pequeños artefactos informacionales, como las papeletas de remisión
(que se adjuntan a un documento físico con una pequeña explicación de
porque le ha sido remitido, por ejemplo, «para su conocimiento», «para su ar-
chivo», etc.), los post-it, la función de remisión del correo electrónico, etc.
– Actuar (Act) sobre aquella información recibida que tiene que ver directa-
mente con las áreas de interés en las que estamos trabajando en la actuali-
dad. Obviamente, ello no significa que dejemos de hacer lo que estábamos
haciendo cuando recibimos ese input concreto (algo, por cierto, que se hace
demasiado frecuentemente en organizaciones con acceso permanente al co-
rreo electrónico, cosa que constituye una importante fuente de distracción
214 Infonomía.com
para los individuos)7, sino que se trata de poner el input recibido en un es-
pacio (una bandeja prioritaria en nuestra mesa) destinado a aquello que re-
quiere nuestra atención en el corto plazo.
– Archivar (File) todos aquellos inputs que resultan relevantes para alguna de
nuestras áreas de interés, aunque no para las áreas en las que estamos traba-
jando en el justo momento presente. Obviamente, para iniciar este archivo, es
preciso haber determinado antes cuáles son las áreas y subáreas de nuestro in-
terés. Y para que el archivo resulte útil éste debe basarse en una clasificación
bien organizada (véase lo dicho al respecto en el apartado «Arquitectura de la
información», del capítulo 3. Asimismo, el usuario del archivo debe seguir al-
gunos principios básicos: archivar de manera consistente (filing, not piling), y
depurar su contenido con regularidad (nada debe archivarse a perpetuidad).
La aplicación sistemática del método nos puede permitir una buena organiza-
ción de la información. Pero ello no garantiza que esa información resulte de utilidad.
Como se ha visto a lo largo del texto, sólo la metabolización de la información por
parte de alguien le da verdadero valor. Y el hecho de que cada persona metaboliza de
manera diferente la información implica que el método puede resultar estéril si no es
capaz de adecuarse a las características concretas de metabolización informacional de
cada individuo.
En este sentido, se debe recordar que, por ejemplo, las personas tienen distintas
formas de aprender. Las hay que aprenden leyendo, otras lo hacen escuchando, escri-
biendo, haciendo o incluso hablando (aprender al oírse a sí mismos dirigiéndose a una
audiencia) (Drucker, 1999). Un individuo que aprenda leyendo, sacará muy buen pro-
vecho de un archivo personal de información bien organizado, pero otro que aprenda
escuchando sacará mayor provecho de reuniones y entrevistas con otros individuos.
Igualmente, los individuos tienen distintas formas de aplicar información a la toma de
decisiones o a la resolución de problemas. Los hay que para hacerlo se basan en el aná-
lisis en profundidad de la información disponible, mientras otros se basan fundamental-
mente en su intuición (Baruel, 1998). Teniendo en cuenta todo esto, es obvio que el
método propuesto debe entenderse sólo como un mero instrumento de apoyo o ayuda,
cuya eficacia dependerá finalmente de los hábitos informacionales del individuo en
cuestión. Así pues, para poder desarrollar mejores métodos de gestión personal de in-
formación, se deberá aprender más sobre cómo los individuos usan la información.
7 Y que genera, como hemos visto anteriormente, lo que alguien ha denominado working interruptus.
216 Infonomía.com
Figura 4.4
Un ejemplo de globos de ideas para un texto, desarrollado
por el autor
218 Infonomía.com
220 Infonomía.com
para compartir información y comunicación con otras organizaciones (por ejemplo, con
proveedores, distribuidores, tiendas, etc.), se usa generalmente el término extranet. Así,
una organización puede disponer simultáneamente de su web en Internet (abierto a
todo el mundo), de su intranet (accesible sólo a miembros internos de la organización),
y de su extranet (accesible a todas las organizaciones con las que mantiene intercam-
bios, o sea, sus partners industriales o comerciales).
Internet/intranet/extranet
La «separación» entre la intranet o la extranet y el web libremente accesible
desde el exterior es puramente cuestión de decisión de la organización: la tecnología
usada es la misma, pero mientras que la entrada al web de la empresa puede no tener
ninguna limitación, la entrada a la intranet o extranet puede estar limitada a usuarios
con determinados atributos (por ejemplo, usuarios con un password identificador, o
usuarios que acceden desde una máquina con una dirección Internet autorizada). No se
tratará aquí sobre las tecnologías utilizadas para el control de la entrada, ni sobre los
mecanismos de seguridad, utilizados en una intranet/extranet. Baste con decir que el
administrador del sistema tiene atributos para determinar qué visibilidad, interna o ex-
terna, tiene cada parte de su red.
La utilización en una intranet de la tecnología web aporta algunas ventajas im-
portantes. Quizás la más importante sea que implica costes de aprendizaje muy bajos.
Navegar por una página web no requiere formación, en especial si su arquitectura in-
formacional ha sido bien diseñada. Por otra parte, la mayoría de protocolos de comuni-
caciones utilizados (por ejemplo, el TCP/IP) son públicos y, en consecuencia, más bara-
tos que los protocolos propietarios de empresas de desarrollo de soluciones en red.
Además, el navegador, el programa utilizado por cada usuario desde su ordenador para
acceder a la información en la red, es gratuito, o tiene un coste muy bajo. Y funciona
independientemente de cual sea el sistema operativo, y el hardware, de la máquina del
usuario. Así, la infraestructura de una intranet (protocolos de comunicación, software
del usuario, etc.) es relativamente barata. Aunque la infoestructura, o sea, la arquitec-
tura de los contenidos (diseño, organización de la información, estructura, sistemas de
navegación y búsqueda) pueden llegar a ser muy caros. Todo dependerá de la comple-
jidad y de la cantidad de la información a organizar.
ajusten a sus necesidades, lo normal es que entre ellos consten los siguientes:
– Información interna:
1.Bases de datos corporativas (operaciones, procesos, métodos, documen-
tos, etc.).
2.Manuales con especificaciones y procedimientos (qué hacer en qué situa-
ciones).
3.Manuales de calidad (ISO 9000).
4.Guías internas (teléfonos, direcciones de correo electrónico, etc.).
5.Boletines informativos.
6.Materiales de formación.
7.Provisión de material de oficina, y otras transacciones internas.
8.Calendario de actividades.
– Información externa:
9.Servicios de noticias de interés para la empresa, incluso con posibilidad
de personalización para cada usuario.
10.Bases de datos de valor añadido, suministradas por servidores comercia-
les.
11.Selección de recursos en Internet de interés para la empresa.
– Comunicación:
12.Espacios de discusión (forums, chats, etc.).
13.Groupware (trabajo en grupo).
14.Workflow (procesos ordenados, en los que la realización de cada paso re-
quiere que el paso anterior se haya cumplido adecuadamente).
15.Telefonía Internet.
16.Videoconferencia.
– Herramientas:
17.Depósito de software descargable por el usuario.
18.Actualizaciones de software.
222 Infonomía.com
224 Infonomía.com
– Modelo mixto, con componentes tanto del modelo centralizado como del
descentralizado. Del primero conserva una política única, en cuanto a la tec-
nología a usar, a la apariencia común de las páginas, y al tipo de contenidos
a incluir. Y del segundo aprovecha la riqueza derivada de dar libertad en
cuanto a la creación de contenidos por parte de los usuarios, aunque dentro
de las limitaciones establecidas por la política central ya comentada. El prin-
cipal problema de este modelo reside en cómo conseguir un equilibro entre
control/libertad que sea eficiente, y más aún, que sea aceptado por los usua-
rios.
– Modelo de servicio, en el que los usuarios tienen prácticamente el control so-
bre los contenidos y sobre el continente (software/hardware), pero existe
una unidad que les da apoyo en la construcción de la intranet. No hay polí-
tica centralizada, pero la homogeneidad se deriva de la existencia de un
único centro de apoyo al que se puede recurrir.
Para tener éxito con una intranet hay que tener en cuenta, primero, que el fac-
tor humano es fundamental (la organización son personas), y, segundo, que la organi-
zación se comporta como un ecosistema en constante cambio. Si las personas son clave,
hay que diseñar un sistema en el que se sientan a gusto, que les aporte algo útil, y en el
que puedan participar. La intranet debe ser «de todos». Sólo de esta forma los usuarios
se convertirán en usuarios diarios del sistema, y participarán en su mantenimento. Un
modelo centralizado, que no estimule la partipación, la compartición de información,
no creará la emoción necesaria para que la intranet contribuya al cambio en la organi-
zación, un objetivo en el que siempre debe pensarse.
Entre los factores de éxito en el desarrollo de una estrategia intranet, podemos
destacar:
– Comenzar por un proyecto piloto, de dimensiones manejables, que pueda ser
probado con un número limitado de usuarios, y que permita al equipo des-
arrollador aprender de la experiencia (qué contenidos interesan, cómo esti-
mular la partipación, qué modelo de gestión seguir, etc.).
– Empezar por centros de valor, es decir, por unidades de la empresa en las
que se crea valor para el resto de la organización (puntos a los que el resto
de la organización acude en busca de información, conocimientos, experien-
cia o, simplemente, soluciones).
– Continuar mediante la conexión de los distintos centros de valor que ya se
hayan incluido individualmente en la intranet, buscando la sinergia entre sus
contenidos y usuarios.
– Definir una política de estimulación a los usuarios, puesto que una intranet
que nadie usa, simplemente no existe.
– Dimensionar el sistema apropiadamente, de manera que pueda ir creciendo
progresivamente, ordenadamente, conforme aumentan los contenidos y la
participación de los usuarios.
– Poner al frente de la intranet a un responsable (su webmaster), que se con-
vierta en su «alma», que la mantenga al día, que asegure su funcionamiento, y
que sepa responder adecuadamente al feed-back de los usuarios.
Conclusiones
Una de las principales funciones del directivo ha sido siempre manejar informa-
ción. Se entiende, por tanto, que esta función sea ahora, en esta época, quizás una de
las más importantes. Si es cierto que los activos intangibles son hoy tan críticos, gestio-
narlos adecuadamente se convierte en una estrategia fundamental. La gestión del cono-
cimiento, la explotación inteligente del capital intelectual, el desarrollo de mercados
internos de conocimiento, el estímulo de la creatividad, son quizás más importantes
que la pura gestión de las tecnologías de la información.
De hecho, algo que estamos empezando a entender es que las tecnologías no
consiguen su efecto sin personas que sepan utilizarlas adecuadamente, para conseguir
sacar rendimiento a la inversión en sistemas. Así, por ejemplo, de nada sirve una intra-
net tecnológicamente bien dotada si las personas que deben usarla no han sido estimu-
ladas a utilizar información en la toma de decisiones, y compensadas cuando lo hacen
eficientemente.
Las organizaciones tienen que avanzar mucho en la dirección de entender el
valor de la información. Y, en nuestra opinión, eso no consiste solamente en desarro-
llar mecanismos de medida del capital intelectual para poder introducirlo en el balance
y aumentar así el valor contable de la empresa. Medir es necesario, ciertamente, pero
quizás lo es más entender la sutileza del activo información, y el carácter eminente-
mente humano de los activos intelectuales. No entenderlo así, no entender que las per-
sonas son más importantes que las bases de datos, por ejemplo, es seguir una dirección
que no llevará a ninguna parte.
226 Infonomía.com
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228 Infonomía.com
Capítulo 5
La red cambia las reglas
Figura 5.1
La matriz de negocios en Internet
230 Infonomía.com
trado en la Red la forma de desarrollarse plenamente. Se trata del modelo C2C (consu-
mer-to-consumer), por el que consumidores compran y venden a otros consumidores a
través de una plataforma de intercambio, y del modelo C2B (consumer-to-business),
por el que un consumidor o un grupo de consumidores utilizan la red en alguna forma
para conseguir mejores condiciones en la oferta presentada por una empresa. Estos
cuatro modelos se sintetizan en la figura 5.1.
3 En el momento de escribir este texto, las distintas operadoras españolas ya han empezado a comercializar este servicio.
4 Pueden verse las estadísticas sobre acceso a Internet en España en AIMC (http://www.aimc.es).
5 Puede verse una recopilación actualizada de estadísticas de porcentajes de población conectada a la red, por países, en NUA
(http://www.nua.ie/surveys/how_many_online/index.html).
Figura 5.2
Relación entre costes de conexión y penetración de Internet
(El precio del acceso se calcula teniendo en cuenta el coste de 20 llamadas de una hora de duración,
fuera de horarios punta, incluyendo las tarifas de abono mensual al servicio ISP, en dólares PPP, o sea,
teniendo en cuenta las diferencias de poder adquisitivo entre los países.)
punto es el de las tiendas de productos para animales en la red: en Internet «caben» cen-
tenares de tiendas de éstas, pero ¿cuántas tienen realmente posibilidades de supervi-
vencia, sin modelos de negocio claros? (o sea, sin una forma clara de generar ingresos,
aunque sea a medio o largo plazo).
Esta fiebre pareció frenarse en seco en la primavera de 2000 a consecuencia de
los malos resultados de la campaña de Navidad de 1999. En diciembre de ese año, las
ventas de regalos por la red en Estados Unidos representó tan sólo el 1% del total de las
ventas en el país, una cantidad mucho menor del 10% del total de ventas que se llevó a
cabo a través de la venta por catálogo. Que se consiguieran resultados tan malos cuando
ya más del 50% de la población y el 40% de los hogares tenía acceso a Internet, quizás
hizo pensar a los inversores que el negocio B2C no estaba suficientemente maduro.
Posiblemente, y como se explicará más adelante, el verdadero problema es que
la venta al consumidor final por Internet presenta unas características distintas de las
232 Infonomía.com
que conocemos tan bien en «el mundo real». Algunas de esas nuevas características
(como, por ejemplo, que precisa más información para decidirse por una compra6, o que
se siente inseguro cuando se le requieren datos personales para completar la venta) las
conocemos, pero, seguramente, desconocemos muchas otras. Posiblemente, el campo
del B2C requiere más investigación de la que se ha realizado hasta ahora. Y mucha de esa
investigación es de orden puramente informacional: pensemos que el interfaz mediante
el que se relacionan comprador y vendedor es una pantalla (ya sea de ordenador, televi-
sor o teléfono móvil), que lo que se mueve por la pantalla es información, y que el pro-
ceso de decisión de compra es un proceso de comunicación-decisión.
Obviamente, no puede hablarse de «fracaso» del B2C, aunque sólo sea porque
tampoco está claro que significa el término «éxito» en ese campo.7 Quizás podemos ha-
blar de lento progreso del B2C. En efecto, muchos expertos han pronosticado que el
B2C tardará en arrancar, aunque cuando lo haga moverá cifras de miles de millones de
dólares en todo el mundo. Pero, sea cual sea el volumen que consiga, parece ser que
durante mucho tiempo las cifras serán muy inferiores a las conseguidas en el B2B, o
sea, en las transacciones entre empresas. Así, si en B2C normalmente se habla de miles
de millones de dólares, en B2B las dimensiones utilizadas son del orden de millones de
millones.
6 Como Gerry McGovern ha dicho, «en el comercio [tradicional] se vende a través de personas; en el e-commerce se vende a través
de contenidos».
7 En el momento de escribir este capítulo, tres cuartas partes de las empresas B2C lanzadas al Nasdaq desde 1995, lo hacen por de-
bajo de su precio de salida al mercado. Véase, al respecto, el informe de The Economist, en http://www.economist.com/edito-
rial/freeforall/20000226/index_survey.html.
Las formas en que las empresas utilizan Internet para sus relaciones mutuas
(B2B) son múltiples, pero destacan básicamente dos:
– 1 a N: Una empresa que compra a sus proveedores y vende a sus clientes
empresariales a través de la red. Si la empresa es grande, puede exigir a esas
empresas que ejecuten los intercambios a través de Internet, como antes lo
hacían, posiblemente, a través del EDI (protocolo de intercambio electrónico
de documentos). Si la empresa es pequeña, posiblemente no puede imponer
sus condiciones, sino que más bien le tocará aceptar el reto de ese nuevo
tipo de relación impuesta por uno de sus clientes de mayores dimensiones.
– N a N: Las empresas de un determinado sector se organizan en un mercado
digital, de manera que tanto oferta como demanda son «publicadas» en ese
espacio común, con el objetivo de que se encuentren y se consigan mejores
condiciones. Este tipo de mercados verticales han proliferado en los últimos
años. Se pueden encontrar en prácticamente todos los sectores. Algunos
ejemplos: e-Steel en acero, Neoforma en productos biomédicos, FastParts en
componentes electrónicos, FreeMarkets en suministros industriales, etc.8
Hay varias razones por las que parece que el B2B encuentra menos dificultades
para su expansión:
– La gran competencia entre las empresas les lleva a estar, por lo general, muy
orientadas a la reducción de costes. Los mercados digitales les permiten a
unos encontrar nuevos proveedores, y a otros nuevos compradores (siempre
que el mercado digital en cuestión garantice las condiciones de la oferta: ho-
mologaciones técnicas, plazos de entrega, plazos de pago, etc.).
– La utilización de mecanismos de precios como las subastas, anteriormente
poco utilizadas en el mundo industrial, han introducido dosis de eficiencia
en la empresa. En otras palabras, los mercados B2B se usan no porque se
«sea moderno» al hacerlo, sino porque le conviene a la empresa (o, más sútil
aún, porque le conviene, en términos de gestión del tiempo, por ejemplo, a
aquella persona de la empresa que está utilizando el mercado digital).
– El número de agentes que intervienen en los mercados digitales acostumbra
a ser menor que el implicado en los mercados dirigidos a consumidores fina-
les. En los mercados digitales, una empresa negocia con un número limitado
8 Dos muy buenos lugares para aprender más sobre mercados verticales son NetMarketMakers (http://www.nmm.com/), y Line56
(http://www.line56.com/b2bprofiles/verticals.cfm).
234 Infonomía.com
Figura 5.3
Los distintos tipos de mercado B2B, según Kaplan y Sawhney (2000)
Qué se compra
236 Infonomía.com
10 En el momento de escribir esta nota (setiembre 2000), hay más de 1.000 grandes mercados B2B en el mundo. Puede verse una
lista bastante exhaustiva en Line56 (http://www.line56.com). Sólo en España se contabilizan más de 100.
11 Algunas simulaciones llevadas a cabo por el Institute for Advanced Commerce de IBM, http://www.ibm.com/iac/, muestran
como los shopbots (robots comparadores de precios) desencadenan guerras de precios, nefastas para los vendedores.
238 Infonomía.com
vertirse en un «mundo virtual», con su propio «paisaje», pensado para que determinados
clientes se sientan allí más cómodos que en otros lugares. En el futuro, cada web recre-
ará un mundo con estéticas, normas, personajes, situaciones muy distintas. Exacta-
mente cómo ocurre en las tiendas del mundo físico, en cuyo diseño se trabaja para
crear ambientes especiales, que resulten atractivos, cómodos, para el colectivo al que
se quiere dirigir el mensaje, para el que se quiere construir una «experiencia».13
240 Infonomía.com
14 En el momento de la última revisión de este texto (setiembre 2000), un juez norteamericano ha impuesto una multa de más de
20.000 millones de pesetas a MP3, por vulneración de derechos de copia de los estudios Universal.
El futuro del C2C es imprevisible. Porque, ¿podemos imaginar qué puede ocu-
rrir cuando los individuos dispongan de un medio de pago directo entre ellos mismos,
que les libre de acudir a algún intermediario financiero? ¿Cuáles pueden ser las implica-
ciones para el comercio electrónico de mercados entre individuos sin la intervención
de empresas? ¿Cuál puede ser la implicación en términos fiscales?
Existen ya propuestas en esta dirección, como la de PayPal (http://www.pay-
pal.com). Su modelo de expansión es muy interesante. Para «enviar dinero» a cualquier
persona, basta con darse de alta (nombre, tarjeta de crédito y correo electrónico: los
tres «atributos básicos» de la vida digital) en el sistema. Una vez hecho esto, se envía a
través de PayPal un correo electrónico a la persona en cuestión, especificando cuánto
dinero se le está enviando. Para obtener el dinero, el receptor tiene que darse de alta en
PayPal, lo que constituye un fantástico ejemplo de «márketing viral» (el usuario del sis-
tema se constituye en agente de ventas) porque es el usuario del sistema el que genera
nuevos clientes: ¿qué receptor va a negarse a darse de alta, si ello es preciso para reci-
bir el dinero?
242 Infonomía.com
– Así, por ejemplo, en el modelo B2E la empresa ofrecería una serie de servi-
cios a sus empleados, como, por ejemplo, los de un economato de empresa.
– En el E2B, los empleados podrían ofrecer a la empresa servicios que van más
allá del contrato que les une.
– En el E2E, los empleados podrían usar la infraestructura de la red de la em-
presa para establecer un mercado de individuos restringido a los miembros
de la organización (piénsese, por ejemplo, en lo que esto podría representar
en una gran multinacional). Un caso concreto podrían ser las comunidades
prácticas, grupos informales de personas que se interesan por un mismo
tema y que colaboran para aumentar sus conocimientos, habilidades, etc.15
– Finalmente, hay también mercados de los que ni tan sólo intuimos qué po-
drían significar, como el E2C (empleados a consumidores: ¿podría pensarse
que los empleados utilicen la capacidad de atracción de la empresa para la
que trabajan, para ofrecer algún tipo de servicio a los consumidores?).
– En el C2E (consumidores a empleados: ¿podrían los consumidores, por ejem-
plo, influenciar a los empleados para que actuaran como agentes suyos ante
la empresa para la que estos últimos trabajan?). Posiblemente, no tardaremos
mucho antes de ver este tipo de modelos, y otros aún más sofisticados.
Lo anterior nos sugiere que precisamos un modelo general de mercados, donde
se consideren todos los posibles agentes, sus intercambios y combinaciones. Para ello,
puede resultar de utilidad «acudir a las fuentes», a los conocimientos tradicionales sobre
economía. Así, por ejemplo, podemos acudir a cualquier manual de economía para en-
contrar, en la mayoría de ellos, en los primeros capítulos, un gráfico sobre la denomi-
nada teoría circulatoria de la economía.
Así, en la figura 5.4 se ve como hay tres agentes principales en una economía: los
hogares (como unidad económica, aunque quizás usaremos cada vez más el término in-
dividuo como unidad familiar elemental), las empresas y las administraciones públicas.
Los hogares o individuos venden su fuerza laboral a las empresas o administra-
ciones públicas en el mercado de factores de producción, o sea, venden su trabajo a
cambio de un salario, de intereses, rentas o beneficios. Mediante este mercado, los indi-
viduos se convierten en empleados.
Los hogares también gastan su salario y rentas en adquirir productos fabricados
por las empresas, en el mercado de bienes. En este mercado actúan como consumido-
res. Como individuos, empleados y consumidores, pagan los impuestos marcados por
las administraciones. De esas administraciones reciben también servicios y, en algunos
casos, subsidios.
Las empresas producen productos y servicios, que venden a individuos y admi-
nistraciones, a cambio de dinero. Y pagan a las administraciones impuestos, a cambio
de servicios y algún tipo de subsidios, en algunos casos.
Hemos simplificado el esquema, obviamente, porque no hemos considerado
otros factores de producción como la tierra y el capital.
Figura 5.4
Teoría circulatoria de la economía
os
fici Tier
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, be Mercado de tra
as ba
e nt factores jo
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Salarios
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Salarios, intereses, ventas
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Tierra, trabajo, capital
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Bienes y servicios
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244 Infonomía.com
Figura 5.5
Los mercados entre individuos, empleados, consumidores,
administraciones y empresas
16 Napster es un buen ejemplo de mercado I2I. También lo son algunos programas de participación voluntaria, como los lanzados
por alguna ONG, como netaid.org, wwf.org o impactonline.org.
246 Infonomía.com
nador «ve» qué impresoras tiene cerca, o la radio de un automóvil «detecta» que ha en-
trado un terminal de teléfono móvil, por ejemplo), veremos mercados de máquinas
(M2M, o D2D, device-to-device, en la terminología inglesa) que hoy no nos podemos ni
imaginar.
Y, finalmente, quizás también hay que recordar que algunas empresas aplican el
modelo B2N, el «business-to-nobody», porque ni su producto ni su forma de presentarlo
interesarán jamás a nadie.17
mucho, tienen posibilidades de éxito aquellas iniciativas ante las que el inter-
nauta responde con la expresión «cómo no se le había ocurrido a nadie an-
tes...». Un ejemplo, en el espacio VistaLink (http://www.vistalink.com), un in-
ternauta al que le ha sido diagnosticada una enfermedad, puede solicitar una
«segunda opinión» de un médico.18 En esta línea, y como se verá más ade-
lante, es de esperar que aumente de manera progresiva la sofisticación de las
propuestas de servicios disponibles en la red; veremos tanto servicios ya co-
nocidos que pasan a presentarse de formas innovadoras, como nuevas deri-
vaciones, en muchos casos sútiles ampliaciones de la oferta de valor aña-
dido, de servicios ya ofrecidos hasta ese momento de forma más simple. Y,
por ello, será cada vez más preciso explicar el servicio: la «pedagogía de la
oferta» será esencial.
– Proponen un servicio que viene a satisfacer, resolver o simplificar una nece-
sidad clara de un colectivo bien identificado. O sea, que son útiles para un
determinado grupo de personas. Pueden triunfar, pues, las «respuestas para
las que hay preguntas», mientras que fracasan aquellas propuestas para las
que no hay situaciones en las que puedan ser usadas. Un ejemplo, el espacio
SecretariaPlus (http://www.secretariaplus.com/) pretende empaquetar todos
los servicios que pueda necesitar una secretaria (como, por ejemplo, servi-
cios de adquisición de material de oficina, localización de regalos de em-
presa o personales, servicios de traducciones, etc.). Hay miles de secretarias
en el país, y para ellas el factor tiempo acostumbra a ser importante, por lo
que una oferta que aporte soluciones, y que realmente funcione, puede lle-
gar a convertirse en parte de la rutina de trabajo. Tener una propuesta de va-
lor para un colectivo bien identificado es una condición necesaria para el
éxito, pero, obviamente, no es suficiente. El éxito no sólo se deriva de tener
una propuesta, sino de conseguir que alguien la use de manera que resulte
rentable para quien la ofrece. En otras palabras, en la red acaban funcio-
nando los mismos criterios de viabilidad empresarial «tradicionales» (si la
oferta no es completa, la propuesta no es atractiva; si no hay clientes, no hay
negocio; si no hay ingresos, la empresa acaba cerrando, etc.).
– El servicio funciona, o sea, la promesa de prestación de servicios presentada
en la página no se queda en eso, en promesa, sino que se lleva a cabo de
248 Infonomía.com
19 Puede que los términos aquí usados no sean científicamente correctos, pero se han utilizado por cuanto forman parte del «argot»
de los técnicos en el campo de la arquitectura de la información.
20 Véase http://www.ft.com/specials/sp864e.htm.
21 Diversas compañías de aviación, como American Airlines, ya ofrecen la posibilidad de escoger directamente en pantalla el
asiento del avión que uno desee.
250 Infonomía.com
tura física en red. En efecto, Internet es, tanto desde el punto de vista tecno-
lógico como empresarial, una red. El gráfico de la figura 5.6 muestra las prin-
cipales alianzas existentes en el área B2C, en el momento de acabar este li-
bro, entre los principales actores de Internet en Estados Unidos. Según el
gráfico, existen cuatro grandes «atractores» de alianzas: America Online, Ya-
hoo, Microsoft y AT&T. Y el resto de actores mantienen alianzas, con distintos
grados de «profundidad» con algunos de ellos. Los portales, que ofrecen con-
tenidos y servicios a internautas seducidos por su marca, gracias a importan-
tes campañas de difusión y publicidad, son en realidad «distribuidores» de
Figura 5.6
Las principales alianzas entre empresas norteamericanas, en B2C,
alrededor de los cuatro «polos»: America Online (AOL), Yahoo,
Microsoft y AT&T
Fuente: http://www.orgnet.com/netindustry.html
22 Algunos expertos consideran que muchas de estas patentes, aunque solicitadas y en algunos casos concedidas, no podrán ser de-
fendidas en litigios ante tribunales, porque se intentan proteger ideas que no son tan novedosas. Así, por ejemplo, ¿qué sentido
tiene que alguien patente la idea de compensar a los internautas por aceptar recibir anuncios en su correo electrónico? El pro-
blema es aun más complejo si se tiene en cuenta que la red no tiene fronteras, y que aunque una idea puede ser protegida en un
país, una empresa competidora puede lanzar la misma idea desde otro país en el que la idea no esté cubierta. De hecho, la difi-
cultad, o imposibilidad incluso, de «registrar» una idea en muchos países, obliga a los emprendedores del país en cuestión a ser
especialmente cuidadosos a la hora de presentar sus ideas a posibles inversores cuya honestidad desconoce. Más aún, si la di-
mensión empresarial del emprendedor es demasiado pequeña, puede que acabe estando a merced de empresas mayores que de-
cidan que es mejor copiar la idea, incluso asumiendo los problemas legales que se deriven de ello, antes que pactar con el em-
prendedor.
252 Infonomía.com
Figura 5.7
Patentes USA concedidas a ideas o modelos de negocio en Internet
Company Number U.S. Patent Subject Update
Amazon.com 5.960.411 one-click purchasing Amazon.como has used its patent to force
changes to Barnes&Noble’s Web site.
CyberGold 5.794.210 attention brokerage Patent covers rewarding Web surfers for pa-
ying attention to online advertisements.
E-Data 4.528.643 download-based sales A judge blocked E-data’s attempts to enforce
this pre-Internet era patent.
Netcentives 5.774.870 online incentives One of several recently issued patents cove-
ring reward systems for Internet purchasing.
Open Market 5.715.314 electronic shopping carts This patent may be infringed by mani e-com-
merce sites on the Internet.
Priceline.com 5.794.207 buyer-driven sales Priceline has sued Microsoft and its Expedia tra-
vel site for copying its patente business method.
Sightsound.com 5.191.573 music downloads Sightsoundis demanding a 1% royalty from
all online music sellers, and has sued Time
Warner’s CDNow.com music site for infrin-
ging its patent.
Fuente: http://www.techreview.com/articles/ma00/shulman_table.htm.
Los originadores de contenidos son, obviamente, los que generan los conteni-
dos originales. Por ejemplo, un dibujante de comics.
Los «sindicadores» son los que venden los contenidos de los originadores a los
distribuidores, que son los que hacen llegar finalmente el contenido a los lectores. Su
función consiste en empaquetar contenidos, presentándolos a los distribuidores de una
forma que les añada valor. Un buen ejemplo de este tipo de iniciativas en la red es iS-
yndicate (http://www.isyndicate.com), donde una publicación puede adquirir conteni-
dos «sindicados», por ejemplo, comics como ya se ha citado, artículos de ciencia, ma-
pas meteorológicos, etc.
Finalmente, y como ya he dicho, los distribuidores son el «interfaz» con el usua-
rio final... Su función es organizar los contenidos adquiridos a los sindicadores de una
forma que les sea útil a los usuarios finales... Es el caso típico de los portales... ya sean
genéricos (ejemplo: Yahoo!) o especializados (ejemplo: Nosotras.com)...
Pues bien, Werbach dice en su artículo que este modelo de sindicación, que
funciona desde hace mucho tiempo en la industria de contenidos, se va a ir ampliando
a muchas otras industrias.
Primero, porque muchos de los servicios que se pueden prestar a los clientes fi-
nales son hoy digitalizables (o sea, son «contenidos»). Segundo, porque la utilización
de servicios sindicados permite a las empresas concentrarse en aquello que hacen
bien, por ejemplo, en el caso de los portales, en construir una relación estrecha de con-
fianza y comprensión de intereses con sus clientes... olvidándose de algo tan especia-
lizado como crear contenidos... o relacionarse con esos originadores...
Werbach pone un ejemplo muy interesante, aunque siempre acabe siendo el
mismo: Amazon.com. Señala como, a través de su programa de afiliación (webs que
venden libros de Amazon, o que tienen enlaces hacia Amazon en los libros que pro-
ponen, y que reciben una pequeña comisión a cambio de ello), no es, en el fondo, más
que un sistema de «sindicación de la tienda» de Amazon: la tienda de Amazon es «ori-
ginada» por Amazon, quien al mismo tiempo la «empaqueta» (la hace fácil de incor-
porar en otros webs), de manera que los webs finalistas, los «distribuidores», la pue-
den ofrecer como servicio «propio» en su espacio...
La moraleja es obvia: concéntrate en lo que hagas mejor, y trata de «sindi-
carlo» a los que concentran la atención de la gente...
O, mejor aún, trata de empaquetar servicios de calidad, de una forma que na-
die haya hecho hasta ahora... y que sea difícil de replicar por los distribuidores...
254 Infonomía.com
Véamos, por ejemplo, qué resulta al aplicar algunos de los criterios dados en
este apartado a un ejemplo concreto como FreeMarkets (http://www.freemarkets.com/),
un mercado digital en el que se compran y venden productos industriales:
– La idea en sí no es, realmente, muy diferencial. De hecho, hay muchos otros mer-
cados verticales dirigidos a las empresas industriales. Sin embargo, su verdadera
aportación al mundo del B2B consistió en que propuso el mecanismo de com-
pras mediante el procedimiento de subasta inversa (el comprador pone el precio
máximo que está dispuesto a pagar, y los distintos ofertantes van poniendo sus
ofertas a la baja), en un mercado en el que normalmente no se aplicaba.
– Su propuesta vino a responder de manera original a una necesidad muy
clara, la de constante reducción de costes en los suministros industriales (algo
que las subastas inversas ayudaron a conseguir).
– El sistema funciona, puesto que el espacio ha sabido condensar una oferta y
una demanda, y porque, como consecuencia de que sus impulsores conocen
muy bien los mecanismos de compra en los mercados industriales, se pone
especial atención en que todos los requisitos que hacen eficiente una com-
pra (los denominados RFP y RFQ, por los que se establece qué se demanda y
en qué condiciones se debe servir —plazos de entrega, de pagos, etc.—),
sean garantizados por un instrumento de homologación fiable.
– FreeMarkets fue el primero en proponer el sistema de subasta inversa (u ho-
landesa) para la compra/venta de productos industriales. Ello le permitió
aparecer en centenares de medios de comunicación (publicidad gratuita), y
atraer a decenas de responsables de compras de grandes empresas dispues-
tos a probar el sistema.
— El espacio no ofrece muchos complementos, tan sólo algunas noticias sobre
los principales acontecimientos en los mercados industriales, lo cual no re-
presenta un problema insalvable, si se tiene en cuenta que los usuarios de
este espacio lo utilizan para comprar y vender suministros industriales. Si
embargo, esta información sobre productos industriales, es introducida por
los clientes del espacio, no por el equipo editor de FreeMarkets, de manera
que si apareciera otro espacio que funcionara bajo los mismos principios, y
que presentará una oferta más completa, puede que los clientes optaran por
abandonar este espacio por el nuevo. No disponer de mayor número de ser-
vicios puede ser un inconveniente para la viabilidad del espacio.
— Finalmente, no nos consta que la idea original de FreeMarkets (subasta in-
versa aplicada a la compra/venta de suministros industriales) esté patentada
(aunque sabemos que el software que corre bajo el sistema, BidWare, está
registrado). Pero, incluso aunque lo esté, el riesgo de que sus clientes, gran-
des empresas industriales, entiendan las ventajas del sistema y se decidan a
fundar sus propios mercados digitales, solos o en grupo, es, probablemente,
demasiado elevada. Curiosamente, por tanto, la satisfacción de los clientes
puede ocasionar, en este caso, el fracaso empresarial de la idea.
256 Infonomía.com
258 Infonomía.com
La economía de la atención
En una sociedad en la que los individuos están sometidos a centenares de in-
puts informacionales al día, y donde la infoxicación (exceso inmanejable de informa-
ción) es frecuente, conseguir la atención de la gente será cada vez más difícil. En otras
palabras, en la economía de la información lo que es escaso no es la información23, pre-
cisamente (hace unos cinco años se estimaba que la información disponible en el
mundo se doblaba cada quinquenio; ahora, y gracias al ritmo con el que se genera in-
formación en los medios audiovisuales tradicionales y en Internet, quizás lo haga cada
año). Lo que es realmente escaso es el tiempo del que disponemos para dedicar a cada
posible pedazo de información. En otras palabras, el recurso escaso es la atención de
las personas.24
Por tanto, las propuestas en Internet deberán competir para atraer la atención
de las personas. O, en otros términos, deberán captar su «cuota de órbitas oculares»
(eyeballs), o su «cuota mental». Nos espera un futuro en el que los métodos para atraer
la atención de las personas se harán progresivamente más sofisticados.
23 Aunque en este punto se podría discutir mucho: de lo que hay exceso es de datos, pero si entendemos por información aquello que
ayuda a aumentar el conocimiento de alguien, el recurso se convierte en más escaso aún.
24 El introductor de este concepto de «economía de la atención» fue Goldhaber (1997).
Por ejemplo, puede que se utilice una especie de ley de gravitación informa-
cional. Utilizando el símil de la ley de la gravitación universal, sería como si en la
«materia» información funcionara también el que mayor «masa» atrae más potente-
mente a un «cuerpo» (la fuerza de atracción gravitacional es proporcional a la masa
del cuerpo atrayente). Si alguien concentra masa informacional en un punto, au-
mentará sus posibilidades de atraer a más gente (quizás, es este, el principio en el
que confían los portales para tener éxito). Para atraer, las masas informacionales per-
seguirán añadir a la suya masas muy atractivas, por ejemplo, referentes personales
(personas que son referencia en su sector de actividad, o simplemente amigos). No
es extraño, por ejemplo, que en el web de Amazon haya un apartado donde Oprah
Winfrey (conocida showwoman norteamericana) habla de los libros que está le-
yendo en cada momento. En este sentido, es probable que vayamos hacia una espe-
cie de star system en la información: unos cuantos «monopolizan» la atención de mu-
chos: el funeral de Lady Di, por ejemplo, «captó» la atención de miles de millones de
personas.
Nos queda por determinar cuál sería en esta ley de gravitacion informacional el
equivalente al denominador que aparece en la correspondiente ley física, en la que se
dice que esa atracción gravitacional es inversamente proporcional a la distancia entre
atractor y atraído. Quizás ese denominador será la «distancia» existente entre el interés
de una persona y el resultado ofrecido por el atractor, o sea, el índice de relevancia, al
que hemos hecho mención en un capítulo anterior. Si eso fuera así, el «universo infor-
macional» estaría constituido por miles de pequeños «planetas» con sus pequeños satéli-
tes (el «espacio informacional» de cada persona), más que por grandes atractores rodea-
dos de constelaciones de masas.
En otra línea, es posible que para conseguir la atención de la gente, su tiempo,
o sea, para atraerles, les debamos pagar con la moneda de esta economía: capacidad
de atracción. En otras palabras, para atraer a la gente les deberemos dar algo que les
convierta a ellos mismos en atractores. La seducción del cliente vendrá, quizás, porque
le damos poder de atracción de otros.25 ¿Qué mejor servicio dar a un cliente que con-
vertirlo en alguien?
25 Véase al respecto el artículo «Attention, media, value and economics» de Philipe Aigrain, publicado en la revista digital FirstMon-
day, disponible en http://www.firstmonday.dk/issues/issue2_9/aigrain/.
260 Infonomía.com
De acuerdo con lo dicho hasta ahora, queda claro que el recurso escaso es la
atención de las personas, y que las «ofertas» (todo el que quiera ofrecer un producto o
servicio) deberán luchar por conseguir su cuota de atención de la gente (figura 5.8).
262 Infonomía.com
Figura 5.8
Las tres principales formas de atraer la atención de la gente
Por lo que sabemos, hay tres formas básicas de intentar conseguir la atención
de la gente:
1. Se dispone de una marca bien posicionada en la mente del público objetivo.
En otras palabras, la gente se acuerda de tu marca, y viene a tu espacio si-
guiendo una «atracción natural». En este punto, tienen ventaja las marcas ya
conocidas. Se ha estimado que «construir» una nueva marca en Internet, o
sea, una marca que la gente cite cuando se hace un panel de consumidores,
cuesta unos 200 millones de dólares. Por tanto, será cada vez más difícil con-
seguir atraer a la gente en la red simplemente por el poder de la marca.
2. La oferta que presentamos es «encontrable» a través de los instrumentos de
búsqueda más utilizados por el público objetivo. O sea, estamos dónde la
gente busca. Hasta hoy, esto ha significado estar bien descrito en los grandes
buscadores (Yahoo!, Excite, Lycos, Google, etc.). Pero de manera creciente,
será más conveniente estar en los lugares donde la gente compara (en los
264 Infonomía.com
etc. En todas estas situaciones se presentan conjuntos de problemas que hay que resol-
ver. Pues bien, resulta interesante que muchos webs se están organizando para dar so-
luciones a estos conjuntos de problemas que se presentan en situaciones de cambios.
Es sola una idea pero creo que tendremos que hacer un esfuerzo para entender
como dar satisfacción al dipolo rutinas/cambios puede ser fundamental para tener
éxito en Internet.
Situaciones y soluciones
Es posible que para satisfacer mejor a los consumidores, en lugar de concentrar-
nos en explicar las virtudes de nuestra oferta debamos entender mejor sus situaciones.
Un ejemplo puede aclarar qué entendemos por «situación».
Figura 5.8
Página de HomeWarehouse para el arreglo de una cisterna
266 Infonomía.com
Figura 5.9
Página de HomeWarehouse para el arreglo de una cisterna
26 Resulta paradójico que este fantástico ejemplo de soluciones a situaciones ya no exista en Internet. Un ejemplo más de que no sólo
de ideas se vive en la red.
Figura 5.11
Imágenes colocadas en posición preferente en la portada de Amazon
a finales de mayo de 2000 y principios de junio de 2000
268 Infonomía.com
Figura 5.12
Anuncio del éxito de la campaña de venta de 150 vehículos Smart
en Ya.com, en la primavera de 2000
De la customización a la personalización
Dar un mejor servicio al cliente pasa, posiblemente, por darle un servicio inter-
activo, es decir, por establecer un diálogo con el cliente, una conversación. El objetivo,
claro está, consiste en responder personalizadamente a las necesidades del cliente.
Este concepto de personalización admite dos interpretaciones distintas:
– Por un lado, se puede ofrecer la customización de los servicios. Por customi-
zación se entiende que el cliente puede escoger la opción que más le inte-
resa entre una serie de posibilidades. La lista de posibilidades puede ser
corta o larga, pero en cualquier caso el cliente escoge entre un conjunto li-
mitado. Hasta ahora, mucho de lo que hemos visto en la red como «persona-
lización» se corresponde con esta idea de elección limitada.
– Por otro lado, va a ser cada vez más fácil dar servicios realmente personali-
zados, entendiendo por ello que el cliente es quien define las características
del producto o servicio. Así, por ejemplo, en un servicio customizado de
compra de automóviles en la red, un usuario puede escoger entre diversos
colores que le ofrece el fabricante. En un servicio personalizado, el usuario
es quien define de qué color quiere el vehículo. La diferencia entre escoger o
definir es sútil, pero conlleva problemáticas muy distintas. Parece lógico que,
por ahora, será más fácil ofrecer personalización cuando lo que se venden
son servicios, mientras que cuando lo que se ofrece son productos (que, por
tanto, implican fabricación), será más factible empezar por customización.
Así, por ejemplo, en GetCustom (http://www.getcustom.com/), el usuario puede
«diseñar» un producto, al escoger entre diferentes opciones (por ejemplo, si se trata de
un reloj, puede escoger el tipo de agujas, el fondo, el tipo de números, el color de la
28 ¿Ha calculado alguien a cuánto sale el litro de tinta para impresora de chorro de tinta?
270 Infonomía.com
correa, etc.). Algo parecido, pero con camisas, puede hacerse en ShirtTailor.com. Mien-
tras, en Priceline (http://www.priceline.com/), el usuario puede, al menos en principio,
definir las condiciones de una hipoteca, a la medida de sus necesidades.
El cliente, por tanto, se convierte en co-creador de la oferta, o, como otros auto-
res lo han denominado, co-productor (Moon y Frei, 2000).
Finalmente, las empresas tendrán que determinar qué combinación de self-sold
aplican en su servicio al cliente, o sea, qué parte del trabajo se deja para que se lo haga
el propio cliente (self service) y qué parte es realizado por la empresa (parte que sugeri-
mos que podría denominarse sold-service). Éste es uno de los «dipolos»29 más interesan-
tes para el futuro próximo, y las empresas tienen que empezar a pensar qué combina-
ción es la más adecuada teniendo en cuenta el servicio que prestan al público objetivo
al que se dirige.
manera de un termómetro, que te indica en qué fase del proceso de compra estás, de
manera que sabes cuánto te queda hasta completar la compra...
Uno de los desarrollos que más van a aportar en la línea de la personalización
de productos y servicios reside en la aplicación de los agentes. Los agentes son, bási-
camente, programas que ejecutan una acción de búsqueda y/o comparación de ofer-
tas en la red. Se podría distinguir entre agentes «autónomos» (programas que viajan
solos por la red, buscando cosas; por ejemplo los spiders de los motores de búsqueda)
y agentes «inteligentes» (programas que ayudan al usuario a buscar ofertas, o que le
ayudan a rellenar formularios, etc, cuando el usuario se lo pide).30
Las aplicaciones de los agentes en Internet son múltiples. De hecho, podríamos
decir que aun no hemos empezado ni a imaginar sus posibilidades. Algunos ejemplos
de lo que ahora se está haciendo puede ayudar.
En ewatch (http://www.ewatch.com/), uno puede monitorizar lo que se dice
de una empresa en revistas digitales, grupos de noticias, boletines de inversión, etc. El
sistema te avisa cuando cambia el contenido en una página que previamente has es-
pecificado. Estos servicios son de pago...
En CompanySleuth (http://www.company.sleuth.com) se hace algo parecido,
o sea, se puede seguir lo que sale en centenares de lugares sobre las empresas que de-
signas. Lo diferencial de este sitio es que te dice, por ejemplo, qué marcas está regis-
trando una empresa, qué dominios, qué patentes ha solicitado, etc. Previamente tienes
que abrir una cuenta, aunque los servicios son gratuitos. Yo sigo con cierta frecuencia
lo que hace Amazon a través de este servicio. De esta manera me he enterado, por
ejemplo, de una nueva patente que Amazon ha solicitado sobre «System and methods
for collaborative recommendations».
En etour (http://www.etour.com/) indicas qué temas te interesan, y después,
cada vez que te conectas te presenta (gratis) nuevos webs en la línea de tus intereses...
Alerts.com (http://www.alerts.com/) es un servicio pensado para que un web
pueda avisar a sus usuarios sobre las novedades que ocurran en su espacio. Así, por
ejemplo, pueden avisarlos cuando aparece un contenido nuevo en alguna pagina,
cuando hay algún nuevo producto en oferta, etc.
30 Hay muchos lugares donde se puede aprender sobre estos robots, por ejemplo en The Web Robots Database (http://info.webcrawler.com/
mak/projects/robots/active.html), que contiene una lista de FAQ (http://info.webcrawler.com/mak/projects/robots/faq.html). Y por su-
puesto, un lugar de referencia es BotSpot, ahora en http://bots.internet.com/.
272 Infonomía.com
Vender emoción
Ésta es una economía de la experiencia. De la atención. De la personalización.
Pero también va siendo una economía de la emoción, especialmente en Occidente. Una
vez la gente tiene satisfechas sus necesidades vitales, una vez tiene acceso a todo tipo
de productos en todas las variedades imaginables, puede que compre un producto más
por su resonancia emotiva con el mismo que sólo por sus prestaciones.
Hay marcas en el mundo que son percibidas más como «maneras de vivir»,
como «maneras de ver el mundo», que como identificadores de productos. Virgin vende
lo irreverente, apalancando el carácter de su fundador, Richard Branson. Nike vende
superación personal («just do it»). Coca-Cola, sin embargo, tiene su marca muy identifi-
cada con un producto, y a uno le cuesta creer que alguien va a entrar en una tienda
para comprar ropa Coca-Cola (aunque la firma de Atlanta lo intente con su línea Coca-
Cola Ware), por resonancia emotiva.
Cuando una marca consigue esa resonancia emotiva con el cliente, puede extender
la marca hacia áreas de producto distintas de las habituales. Así, Nike ha lanzado una línea
de electrónica de consumo, que se ha iniciado con relojes cronómetro y lectores de música
en formato digital. Virgin ha lanzado refrescos, líneas áreas, productos financieros, etc.
En el futuro, según algunos expertos, para vender será preciso «explicar una his-
toria». Será necesario emocionar, darle al cliente la sensación de que recibe algo más
que un producto a cambio de su dinero. Por ejemplo, se le puede trasmitir sentido de
pertenencia a una comunidad, hacerle sentir que forma parte de un colectivo. Habrá
que seducir para vender. No es extraño, en este sentido, que haya aparecido un banco
que se construye sobre la imagen de David Bowie (figura 5.13).
Figura 5.13
«Portada» del BowieBank (http://www.bowiebank.com)
274 Infonomía.com
pronostica que este tipo de alianzas serán frecuentes en el futuro. Y segundo, porque
es totalmente lógica: representa la unión de dos mundos. Por una parte el nuevo, en
donde lo importante es la relación directa con cada individuo (la interactividad), en la
que AOL tiene mucha experiencia. Por otra el ya clásico, el de los que saben construir
y explicar historias, el mundo del audiovisual, del cine, de la TV, el de Time Warner. Si
la unión de ambos consigue fundir la capacidad de creación de historias de Time con
la capacidad de llegar personalizadamente a cada individuo de AOL, el resultado es,
en efecto, la «nueva» Internet, algo que aún no hemos ni siquiera imaginado...
Conclusión: veremos muchas más de estas fusiones entre imaginación e inter-
actividad... y el siguiente, si no me equivoco, será Disney... tiempo al tiempo... Y en
cada uno de nuestros países ocurrirá lo mismo, tarde o temprano...
Porque vamos a un mundo en el que, una vez satisfechas las necesidades básicas
(con lo que, soy consciente, me limito sólo al mundo desarrollado), la gente adquirirá sus
productos de acuerdo con la «historia», el «cuento» que estos tengan adjuntado...
Un ejemplo... Paseando el otro día por la calle (he decidido que pasear por la
calle en lugar de ahogarse en los embotellamientos) me paré delante de dos anuncios
dispuestos en la calle. En uno, una chica muy atractiva (hay alguien que se atreva a
pensar en un anuncio con una mujer, sin adjetivos??) sostenía en su mano el producto
de belleza fantástico que había conseguido «su» milagro... (sin palabras). El anuncio
tenía exactamente la lógica visual que se esperaba: SI usas tal producto, ENTONCES
conseguirás tal cosa... Muy tecnocrática la cosa...
Sin embargo, el otro era mucho más sútil. Se trataba, igualmente, de una chica (más
atractiva si cabe), que insinuaba una desnudez sin mostrarla, en una imagen sin color, con
tonos amarillos, y en la que soló destacaban dos cosas: la marca de la empresa (Mango:
http://www.mango.es, un éxito de la moda española), y una cifra (50% rebajas)...
El mensaje era claro, aunque no se enseñaba absolutamente nada del pro-
ducto... ni había ropa, ni el atractivo se basaba en la desnudez de la chica, que no se
veía... El mensaje era: los ojos de esta chica, la transparencia de su mirada, es el re-
flejo del estilo Mango de vida...
Se venderá lo que lleve una carga emotiva... y se dirigirá al público que se
identifique con ese estilo... En Dinamarca hay una marca de huevos que basan su éxito
en que proceden de gallinas que deambulan libres por el campo... Yo mismo consumo
desde hace meses yogures de una empresa que da empleo a personas con alguna mi-
nusvalía psiquíca... Y hay miles de personas que apuran sus horas de ocio apostando
por ONGs que imprimen un estilo a su vida cotidiana...
Figura 5.14
Anuncio utilizado para las rebajas de Mango en enero de 2000
276 Infonomía.com
31 Traducimos aquí el término inglés performance por performancia, como otros ya han hecho, por la dificultad de encontrar un tér-
mino exacto en castellano.
278 Infonomía.com
280 Infonomía.com
Y una iniciativa alineada SÓLO en el eje de recursos es el típico plan del inge-
niero, que cree que una empresa consiste simplemente en definir bien los métodos, los
procesos.
Imaginaros lo que hemos dicho ilustrado por un sistema de tres ejes de coorde-
nadas, en disposición tridimensional. Para el éxito será preciso que una empresa dis-
ponga de una posición equilibrada en esos ejes: una mezcla adecuada de cada uno
de los tres componentes.
Aunque, y ese es el problema, puede que para acumular suficiente energía en
cada dimensión, tendrás que acudir a expertos en cada una de ellas, o sea, a espe-
cialistas en el diseño de producto, especialistas en gestión de recursos (operaciones), y
especialistas en mercado (interfaz con el cliente).
O sea, el éxito depende del equilibro producto/recursos/mercado, pero para
tener suficiente masa en cada uno de esos componentes, tendrás que acudir a una es-
pecie de nuevo «mercado de factores», en el que adquirirás aquella visión (invención
de producto), performancia (costes de escala adecuados), y atractivo (atención del
cliente) que te falten.
Figura 5.15
De la cadena de valor lineal a la circular. Nodos adyacentes y atajos
Esta disposición circular indica que, gracias a la red, es hoy posible que cual-
quiera de los nodos conecte con los otros, ya sea directamente con el adyacente que le
corresponda, o con el más lejano a través de atajos. Así por ejemplo, gracias a Internet,
los fabricantes pueden obviar a los distribuidores y minoristas a la hora de llegar a los
consumidores. También pueden obviar a los distribuidores si quieren llegar a determi-
nados minoristas. Algunos distribuidores pueden llegar directamente a los consumido-
res, como algunos minoristas pueden conectar directamente con fabricantes.
Desde un punto de vista conceptual, la sustitución de una cadena lineal por una
cadena circular no es más que una de las consecuencias de la economía en red: nos es-
tamos moviendo del imperio de la causa-efecto al de la simbiosis de elementos. Lo im-
portante ya no es la linealidad de los procesos, sino la eficacia de los ecosistemas. Lo im-
portante no es dónde empieza un proceso de creación de valor, sino cómo se consigue
transmitir eficacia entre los diferentes elementos del círculo de valor. Los clientes no
32 Debo la idea a una conferencia pronunciada por Paul Romer en Barcelona, en enero de 2000, y que ya fue comentada en un box
del capítulo 1.
282 Infonomía.com
están sólo para recibir las ofertas, sino para co-crearlas. Los intermediarios no están
sólo para distribuir los productos o servicios, sino para observar a los consumidores y
para agrupar sus necesidades, si conviene, para que el fabricante las responda de ma-
nera adecuada.
Así, mientras que hasta ahora, un producto empezaba cuando un fabricante de-
cidía diseñarlo y fabricarlo, en el futuro, en muchos casos será el consumidor quien in-
cite ese proceso de creación de un nuevo producto. La relación entre fabricantes y con-
sumidores es, gracias a Internet, mucho más sofisticada de lo que es en mundo «real».
Así, por ejemplo, los consumidores pueden constituirse en la principal fuente de infor-
mación y de inspiración para el fabricante a la hora de diseñar y producir ofertas, dado
que ya no se venden productos, sino que, como hemos dicho más arriba, se consumen
experiencias.33, 34 Los consumidores se convierten en fuente de competencia para los fa-
bricantes. En consecuencia, quien mejor «conecte», «sintonice», quien mejor co-cree con
el cliente, tendrá, posiblemente, más posibilidades de éxito.
Por otra parte, en una economía dominada por Internet, donde la distancia
juega un papel menos limitador que en el mundo real35, la distinción entre las funciones
de distribuidores y minoristas se hace más borrosa. Hay distribuidores que juegan al pa-
pel de minorista y viceversa. Es por ello que quizás incluso podemos llegar a reducir el
círculo de valor a un triángulo de valor, cuyos vértices son simplemente el fabricante
(quien «presenta» una oferta), el consumidor (quien «compra» una oferta) y el intermedia-
rio (quien «facilita» la conexión de la oferta entre fabricante y consumidor) (figura 5.16).
Se dirá, posiblemente con razón, que esta forma de ver la cadena de valor es
demasiado simplificada. Sin embargo, nos ayuda a entender que muchos de los proce-
sos que antes realizaba el «fabricante» son ahora realizados por un importante número
de intermediarios. De hecho, parece que la cadena se desmorona en pequeñas porcio-
nes, realizadas cada una de ellas por verdaderos expertos.36 Expertos cuya especialidad
es hacer muy bien su pequeña microfunción tremendamente bien.37
Es por ello que, finalmente, podemos reducir la cadena de valor a una relación
entre fabricante (o vendedor) y consumidor (o comprador), llevada a cabo a través de
33 Sobre cómo los consumidores se convierten en «fuente de competencia» para los fabricantes (o sea, cómo quien mejor «conecte»,
«sintonice», o como solemos decir en Internet avanzado, quien co-cree con el cliente, será quién triunfe), véase Prahalad y Ramas-
wamy (2000).
34 Sobre la «economía de la experiencia», véase Pine y Gilmore (1999).
35 Hasta el punto de que se habla con frecuencia de «la muerte de la distancia». Véase, por ejemplo, Cairncross (1997).
36 Véase lo dicho en el box 484 del capítulo 2.
37 Debo este concepto de microfunción a Lluís Martínez Ribes, profesor de ESADE, Barcelona.
Figura 5.16
El «triángulo de valor»
Figura 5.17
Intermediarios entre «quien vende» y «quien compra»
Desconectados de la red
COMPRADORES
Infr
VENDEDORES
amediarios
Infom
ediarios
Mino
rista
s digitales
Conectados a la red
284 Infonomía.com
286 Infonomía.com
que cumplan a la vez con varias funciones de intermediación. Infomediarios que apor-
tan también componentes de infraestructura, minoristas que también ayudan a localizar
la oferta, etc. En cualquier caso, lo importante es que los factores críticos de éxito de un
infomediario no son necesariamente los mismos de los de un inframediario. Y que,
como éste es un mundo de especialistas, posiblemente veremos, cada vez más, servi-
cios de intermediación que son la «multiplicación» (que no suma; o sea, la creación de
sinergias) de servicios de infomediación y de inframediación.
288 Infonomía.com
Podemos utilizar aquí un símil con la física. Durante casi tres siglos, la física
consiguió importantes éxitos gracias a la capacidad predictiva de las leyes de Newton.
La física newtoniana podía explicar el Universo, y prácticamente todo tipo de movi-
miento observable en la Tierra. Pero en 1905, Einstein señaló que esa física no era apli-
cable cuando la velocidad de los objetos estudiados era muy alta, de un orden de mag-
nitud similar a la velocidad de la luz. Para esas velocidades, y por extensión, para toda
la gama de velocidades posibles, las leyes aplicables eran las de la mecánica relativista.
En otras palabras, la física de Newton funcionaba sólo a bajas velocidades (comparadas
con la velocidad de la luz), y era así un caso particular de la física relativista.
Pues bien, en el momento en que disponemos de instrumentos para superar la
distancia y el tiempo (podemos solicitar o colocar «algo» en cualquier parte del mundo
en no-tiempo o en poco-tiempo), aparece un número tremendo de posibilidades de re-
lación entre los agentes de un mercado, posibilidades que eran invisibles en la situación
limitada del mundo real. O sea, la realidad a la que tanto nos aferramos, y todo lo que
hay en ella, como, por ejemplo, los «mercados reales», no son más que casos particulares
de «mercados en red» cuando las condiciones de distancia y tiempo son ineludibles.42
Intercambios 1, N, g
La escala y la profundidad de los intercambios entre fabricantes (F), intermedia-
rios (I) o consumidores (C) que se producen en Internet, no tiene por qué ser necesaria-
mente la misma a la que se produce en el «mundo real». Así, por ejemplo, mientras que
una librería «en el mundo real» sólo puede mantener informados de manera personali-
zada a unos pocos de sus clientes sobre las novedades que van apareciendo en áreas de
su interés (tiene una relación profunda a pequeña escala, o sea una relación muy perso-
nalizada que sólo puede mantener para un número pequeño de clientes), Amazon.com
puede hacerlo con millones de sus clientes a través de su sistema de recomendaciones
personalizadas (tiene una relación profunda a gran escala). Internet hace posible la ma-
sificación de relaciones 1:1. La limitación riqueza/alcance que es inevitable en el mundo
real43, es superada en Internet gracias a las posibilidades de personalización masificada.
Ello implica que las relaciones 1:N típicas en los intercambios F-C (fabricante-
consumidor) en el mundo real (una empresa vende un mismo producto a N personas),
o los intercambios N:N (la oferta en un supermercado donde N consumidores encuen-
42 Para construir esta idea hacemos aquí uso, pues, de la idea de «consilience» (sinapsis conceptuales entre disciplinas del conoci-
miento distintas) que hemos comentado en el capítulo 3.
43 Véase al respecto la ley del compromiso riqueza-alcance de la comunicación, comentada en el capítulo 3.
tran los productos de N fabricantes), se hacen más sofisticadas en Internet. Por ejemplo,
como hemos dicho anteriormente, son asumibles relaciones 1:1 con verdadera perso-
nalización masificada, y no con la mera customización.
En otras palabras, en Internet son posibles las relaciones F-C de los tipos 1:N y
N:N. Pero también son posibles las relaciones 1:1 y N:1. El significado de estas relacio-
nes en el campo B2C (empresa-a-consumidor) sería algo como lo siguiente:
– 1:1. Cada consumidor puede personalizar el producto de 1 fabricante. Ejem-
plo: un consumidor define a través de Internet el color exacto que desea
para su automóvil, por ejemplo, enviando al fabricante un trozo de una ca-
misa que le gusta especialmente. O personaliza la imagen en su tarjeta de
crédito (figura 5.18). En la situación límite, se trataría de que 1 fabricante pro-
duce para un solo cliente (algo difícil de imaginar en F-C pero algo frecuente
en F-F). Por tanto: tienda del fabricante personalizable por el cliente.
– 1:N. Un fabricante fabrica un producto estándar que N consumidores pue-
den adquirir. Ejemplo: la tienda en Internet de un fabricante, que vende sus
Figura 5.18
Personalización de la imagen presente en las tarjetas de crédito
de La Caixa (http://www.lacaixa.es/tarjetas)
290 Infonomía.com
Consumidor
1 N
I Tienda de un fabricante personalizable Tienda de un fabricante no personalizable
por el cliente por el cliente
Fabricante
N Tienda personalizada del cliente Tienda universal de productos estándar
Hasta ahora, hemos tratado de las posibles escalas de relación entre fabricantes
(F) y consumidores (C). Pero lo mismo puede aplicarse a todas las posibles combina-
ciones entre los agentes F, I y C, como, por ejemplo, a la F-F (fabricante-fabricante), I-I
(intermediario-intermediario), I-C (intermediario-consumidor), etc. Así por ejemplo, en
el caso F-F tendríamos:
– F-F 1:1. Una empresa fabrica en exclusiva para otra. Aunque hay ejemplos
reales de este tipo44, donde más encontramos esta relación es entre una em-
presa y su fábrica, que normalmente fabrica sólo para su empresa (aunque
esto está cambiando, de manera que la fábrica de una empresa puede explo-
tar su eficiencia fabricando también para los competidores).45
44 Véase el ejemplo de Mecanizados Cormat, creada para producir en exlusiva para la división de automoción de Gamesa (El País
Negocios, 14/05/00, p. 10).
45 Véase al respecto Hagel y Singer (1999).
Consumidor
1 g N
Tienda de un fabri- Tienda de un fabri- Tienda de un fabri-
cante personalizable cante personalizable cante no personaliza-
1
1 gpor el cliente
N por un grupo de ble por el cliente
clientes
292 Infonomía.com
Encontrar el punto medio entre «un» cliente y «el» mercado, o sea, entre la perso-
nalización y la estandarización, será, quizás, una de los temas más interesantes en los
mercados digitales de los próximos años.
El dipolo real-virtual
Como se ha visto en el capítulo 2, uno de los retos futuros más importantes en
la gestión de las organizaciones consiste en la «gestión de dipolos», o sea, en la bús-
queda del equilibro en, o el apalancamiento de, la diferencia entre extremos. En otras
palabras, la gestión inteligente puede que resida en encontrar el punto medio en las si-
tuaciones polarizadas. La síntesis entre tesis y antítesis (à la Hegel).
Figura 5.19
Los intercambios 1, g, N
En Internet, el dipolo más evidente con el que se tienen que enfrentar las em-
presas es el dipolo real-virtual. Las empresas «del mundo real» quieren estar en Internet,
pero normalmente sin apearse de sus hábitos «reales», mientras que las empresas «Inter-
net puras» desprecian algunos de los criterios tradicionales, de validez probada durante
decenas de años, de las empresas «reales».
46 Incluso algunos expertos dicen que más aún. Véase Hawley (2000).
47 Debo la idea de la diferencia entre «estar» y «existir» en Internet a Guillermo Cisneros, profesor de ESADE, Barcelona.
48 Véase, por ejemplo, Stepanek (1999).
49 Sobre este último punto, véase Komisar (2000), o Hammonds (2000).
294 Infonomía.com
La figura 5.20 ilustra por sí sola las diferencias entre una empresa y una e-mpresa.
Algunos expertos sugieren que la mejor estrategia de éxito en Internet consiste
en sumar lo mejor del mundo real con lo mejor del puramente digital, en lo que se ha
venido en llamar estrategia «clicks and bricks» (pulsaciones y ladrillos). Por ejemplo, la
suma de la capacidad de influencia que aporta la relación física con el cliente, junto a la
disponibilidad 24 horas todos los días del año del servicio al cliente vía Web, es obvia-
mente más atractiva para este último que sólo una de ellas. De la sinergia entre las bon-
dades de la relación offline (real) y la relación online (digital) con el cliente, aflora un
yacimiento de valor añadido con muchas posibilidades para el futuro. Multiplicar el
mundo real por el virtual genera valor comercial. Aunque quizás no tengamos aún la
fórmula perfecta para realizar esa operación con garantías de éxito. Las experiencias de
los próximos años nos ayudarán a descubrir el mejor modo de hacerlo.
Figura 5.20
Portada de la revista Fortune del 08/11/99, en la que se com-
para el aspecto del director de Sears con el de Sears.com
Figura 5.21
La gestión de turbulencias como reto para el futuro en
las organizaciones
296 Infonomía.com
por su «visión», que les parece más un espejismo que un guión de futuro. «Gestión,
gestión y gestión», y «valor real» son el mantra con el que las empresas tradicionales
se escudan ante los nuevos visionarios.
Por otra parte, las empresas «.com», acusan a las tradicionales de poca veloci-
dad de innovación, y de obsesión por retener sus mercados a base de prácticas cuasi-
monopolísticas. Quizás no tengan recursos o procesos bien definidos, pero «están in-
ventando el futuro»...
Obviamente, y a las alturas en las que ya estamos, parece lógico que ambas
formas de ver las cosas tienen su grado de razón, pero que ninguna de ellas puede
subsistir sin la otra. Las nuevas empresas necesitan «rigor en la gestión del valor» (y el
valor es algo que, a la larga, no lo define sólo el mercado financiero, sino principal-
mente el mercado real: la valoración de las empresas vendrá de que sean capaces de
prestar servicios reales a precios realistas...), y las empresas tradicionales deben atre-
verse a reinventarse, dando más relevancia a la imaginación como instrumento de evo-
lución corporativa.
Justamente en este punto, he recordado que uno de los artículos de marzo-abril
de la Harvard Business Review trata sobre cómo las grandes empresas tienen proble-
mas a la hora de innovar. El artículo señala que las capacidades de una empresa se re-
sumen finalmente en tres cosas: recursos, procesos y valores.
Los recursos son lo tangible (equipo, tecnologías, dinero, etc) e intangible (dise-
ños, información y conocimiento, marcas, relaciones, etc) que te permite hacer cosas.
Los procesos son los «patrones de interacción, coordinación, comunicación y toma de
decisiones» que permiten a la empresa transformar sus recursos en productos y servi-
cios (y generar así valor). Y los valores son los principios compartidos que indican qué
debe hacerse o no, desde el punto de vista de lo que le conviene a la compañía (por
ejemplo, tal tipo de producto o mercado es más o menos interesante, porque genera
más o menos margen, etc).
Una empresa que empieza acostumbra a tener pocos recursos, pocos procesos
y menor valor. Su único recurso importante está en forma de gente con la idea (el «fun-
dador»....). Pero, con el tiempo, la empresa desarrolla procesos y metodologías (trans-
forma el conocimiento tácito de sus fundadores en conocimiento explícito), para final-
mente establecer «valores» («lo que nos conviene y lo que no»), de manera que la
gente de la empresa puede actuar con cierta autonomía.
Pero cuando los valores se «materializan», o sea, cuando se establecen sólida-
mente en la organización, pueden convertirse en un freno a la innovación. Es aquella
298 Infonomía.com
frase que tantas veces hemos oído de «aquí el negocio es este... ya nos funciona, y por
tanto, por qué cambiarlo?».
Posiblemente, las empresas tradicionales, en especial las grandes, se ven im-
posibilitadas para pensar de formas distintas a las que han utilizado hasta ahora...
aunque sólo sea porque es demasiado arriesgado apostar por nuevos productos, pro-
cesos o mercados... pero eso no quiere decir que innovar en estos temas sea imposible
para pequeñas empresas con menos inercia y aún menos estructura...
O sea, que las grandes pueden experimentar en lo nuevo mediante la visión de
las pequeñas, y las pequeñas pueden crecer gracias al vigor de las grandes... O sea,
«visión» multiplicado por «robustez»: visión sólida...
Lo difícil será pensar en formas de alianzas entre grandes y pequeñas que no
sean las más simplistas: la compra pura y dura, o el enfrentamiento drástico.
Creo que quien invente un nuevo sistema de colaboración entre empresas de
dimensiones muy distintas, en el que se valoren los activos (físicos de unos, intangibles
de los otros) de manera creativa, y en el que se reconozcan mutuamente los atractivos
y las limitaciones, estará haciendo una contribución muy sustancial a la sostenibilidad
de esta «nueva economía»...
Porque lo que me parece claro es que ni unos ni otros tienen toda la razón, y
que lo mejor que les podría ocurrir es que decidieran entenderse...
Y veremos pronto, estoy seguro, estas alianzas entre desiguales... Davids alián-
dose con Goliats, en un proceso simbiótico del que ambas partes salen ganando...
El mercado, un ecosistema50
La gran pregunta en Internet es, obviamente, ¿qué tipo de soluciones está dis-
puesto el internauta a valorar? O, más llanamente, ¿qué se vende bien en Internet? La
experiencia nos está demostrando que la respuesta más adecuada es que funciona en la
red lo que es «mejor que la realidad». Por ejemplo, será difícil que compremos el pan a
través de la red, si conseguirlo en «la vida real» es tan simple como bajar a la calle y
comprarlo en la esquina. Será difícil que operemos con nuestro banco en la red si los
servicios que nos ofrece son puramente testimoniales, y si el esfuerzo de conectarse no
50 Partes de esta sección fueron publicadas en el artículo «La era del cliente» que apareció en el suplemento dedicado al SIMO de
1999 de El País (02/11/99), y obtuvo el premio Andersen Consulting al mejor artículo sobre comercio electrónico publicado en
la prensa española durante 1999. Su co-autor fue Javier Creus.
nos vale la pena (no es casualidad que el 50% de los internautas que se registran cada
año para usar su banco en la red dejan de usarlo antes de los 12 meses).51 Pero usamos
la red con convicción cuando precisamos adquirir un libro norteamericano, cuando
buscamos la mejor oferta para un billete de avión o cuando deseamos aprender a jugar
a bolsa.
Parece, pues, que la pregunta de «qué se vende» debería ser sustituida por la
pregunta «cómo se vende», porque la verdadera clave del éxito reside, como estamos
viendo cada día en la red, en entender qué «propuesta de valor» percibe el cliente, y
cuando para él esa propuesta merece ser utilizada porque es «mejor que la realidad»
(porque le ahorra tiempo, esfuerzo, dinero, espacio, etc., o porque le abre nuevas pers-
pectivas, hace posible lo que hasta entonces le era imposible, porque le ofrece un ser-
vicio totalmente personalizado, etc.). Es esta una lógica muy simple, pero que pocos
entienden en toda su extensión.
En efecto, en lugar de pensar sobre ella, muchos construyen sus estrategias de
comercio electrónico sobre el mero ejercicio de muñir los datos disponibles sobre co-
mercio en la red hasta conseguir indicios de lo que puede que funcione. Y decimos de
nuevo «puede» porque cualquier información que se obtenga ahora sobre lo que se
vende bien en la red debe ser considerada meramente coyuntural, en un doble sentido:
lo que hoy se vende bien puede que no se venda tan bien mañana, y lo que hoy puede
que no se venda en absoluto puede que sea un tremendo éxito de ventas en el futuro.
Ante esta estrategia tradicional de análisis, que tiene por lastre la fragilidad de los datos
típica de un mercado que prácticamente no existe, porque está siendo creado por la
oferta, o mejor, co-creado entre una oferta imaginativa y una demanda inquieta, cabe
una segunda estrategia, claramente más atrevida.
Esta nueva estrategia consiste principalmente en entender el mercado como un
ecosistema, en el que todo depende de todo. Ayuda a ello el hecho de que estamos in-
mersos en una serie de cambios profundos. Por ejemplo, el de una transformación
desde una cultura de medios masivos (alguien emite, muchos reciben) a una cultura de
interacción (muchos emiten y reciben simultáneamente). La verticalidad es sustituida
por la horizontalidad en muchos ámbitos. De la dependencia o independencia se pasa
a la interdependencia. De la competencia a la colaboración (o a la coopetencia, la com-
binación de cooperación y competencia).52 La estandarización va siendo sustituida por
la personalización. Ya no hay un futuro sino futuros, el futuro de, para y según cada
300 Infonomía.com
uno de nosotros.53 Nadie tiene la exclusiva de la creación, a no ser que busque su aisla-
miento. Nadie sabe tanto como el colectivo. No hay reglas sino principios. Y nadie
puede sobrevivir contraviniendo los principios de su ecosistema.
Esta estrategia de sincronización con el ecosistema consiste, en el fondo, en po-
ner al mando nuestra capacidad de aprendizaje, de adaptación, de evolución. El típico
enamoramiento del producto padecido por las empresas debe ser sustituido por la hu-
mildad sistemática. Porque triunfa en la red sólo quien está dispuesto a aprender de y
con ella. Quien está dispuesto a deshacerse de toda presunción sobre la viabilidad de
sus productos que no quede demostrada por la aceptación, monitorizable en riguroso
tiempo real, de sus clientes. Quien entienda que ahora los mercados son co-creados
con la demanda, que el rol de la oferta ha cambiado drásticamente. En otras palabras,
tiene éxito quien aprende a desaprender. Quien entiende, pues, que ésta es una econo-
mía del experimento, de la prueba-error como método.
302 Infonomía.com
Quizás aflora ahora también una nueva aplicación de la idea del dipolo. En mu-
chos sectores, las empresas parecen organizarse en dos extremos, el «puramente real»
(empresas con presencia sólo en el mundo real), y el «puramente virtual» (empresas sólo
Internet). De lo que se ha dicho en las páginas anteriores, se desprende que hay quien
propone que lo que ahora conviene es huir de esos extremos (sólo real-sólo virtual), y
explotar una situación de equilibrio entre ellos, a la manera de lo que hemos denomi-
nado «visión sólida». Del cruce de los códigos «real» y «virtual» aparecen muchas posibili-
dades de apalancamiento, de multiplicación de las posibilidades de cada uno, de siner-
gias que afloran cuando dos mundos con características tan distintas se combinan.
Y quizás de la combinación de códigos genéticos tan distintos puede surgir una
nueva especie de empresa, que hoy no podemos imaginarnos. Aunque, a decir verdad,
también puede que no salga nada, por la simple «incompatibilidad genética» de los mo-
delos real y virtual.
304 Infonomía.com
formacional), hay que estar en disposición de tener de cada producto distintas versio-
nes, con el fin de que cada cliente pueda escoger la que más se ajuste a sus necesida-
des, al nivel de precios que está dispuesto a aceptar. O sea, diferentes clientes repre-
sentan distintos precios, lo que implica distintas versiones. Son distintas las formas de
definir varias versiones de un mismo producto informacional (distinto grado de actuali-
zación, por ejemplo: la información de bolsa en tiempo real puede ser muy cara, pero
la misma información proporcionada con 15 minutos de retraso puede darse gratis).
Por lo que se refiere a cuál es el número óptimo de versiones que debe tener un pro-
ducto informacional, la opinión de Varian y Shapiro es que no es ni una ni dos, sino por
lo menos tres (la estándar, la profesional y la «oro»), para evitar lo que denominan «aver-
sión a los extremos» tan típica en los consumidores (que les recomienda no escoger
ninguno de los dos extremos posibles, sino la situación intermedia).
Los citados autores tratan también con mucho detalle el tema de la gestión de
derechos. Un punto interesante es el siguiente. Comentan que los propietarios de conte-
nidos ven sólo los peligros de la era digital, empeñándose en no ver las ventajas. Su re-
comendación es clara: ver la red como una oportunidad para difundir sus contenidos
más que obsesionarse en verla sólo como un riesgo. Valga el ejemplo de editoriales que
han puesto el texto completo de algunos de sus libros accesibles en la red (lo que a pri-
mera vista parecería que podría canibalizar su negocio), pero los han puesto de tal
forma que no facilitan la impresión íntegra de todo el texto, sino solamente la visualiza-
ción de fragmentos (está todo el libro, pero presentado a porciones, de manera que im-
primirlo todo resulta complejo). La idea, pues, es usar la red para enseñar porciones que
interesen al lector, que finalmente tenga interés en comprar el libro en formato físico.
Finalmente, en el texto Information rules hay una serie de reflexiones sobre el
éxito en la red, que podrían resumirse en dos principios:
– hay que conseguir rápidamente cuota de mercado (get big fast), y
– hay que conseguir «atar» a los clientes (lock-in), de manera que «no puedan
vivir» sin nuestros servicios y que cambiar a cualquier otro proveedor tenga
para ellos unos costes tan altos que no les salga a cuenta hacerlo.
O sea, hay que invertir en construir una base de clientes, y pensar en un mo-
delo de negocio de rendimiento a largo plazo más que a corto. Para lo que se necesi-
tan, como hemos dicho en muchas ocasiones, estructuras ágiles de capital riesgo.
como para que la cultura imperante les permita sobrevivir) o a iniciativas que surgen en
garajes. Emprendedores convencidos de la necesidad de sincronizar su contexto con el
de su ecosistema (clientes, mercados, competidores, tecnologías emergentes, cambios
sociales, nuevos modelos de negocio, etc.). Emprendedores que comprenden la futili-
dad de la pregunta «¿qué se vende bien en la red?» frente a la más substancial de «¿en
qué puedo ser yo el mejor... a nivel mundial?» (pues para ellos no hay más mercado que
el planeta Internet). Experimentadores que persiguen co-evolucionar con el cliente, a
través de la observación en tiempo real de su comportamiento y el despliegue de me-
canismos de interacción y respuesta inmediata. Y que apalancan su imaginación de
forma casi obsesiva, que experimentan compulsivamente, y que, claro está, asumen su
cuota de riesgo con convicción.
Este emprendedor sabe que su principal función es la de constituirse en «atractor»:
— Atractor, primero, de capital intelectual, o sea de talento (tanto gente joven,
como seniors con experiencia que buscan una segunda juventud profesional
cuando dejan sus apoltronados empleos en grandes empresas «escleróticas»
para aportar su experiencia y conocimientos a nuevas empresas que se nu-
tren básicamente de la ilusión de jóvenes visionarios).
Figura 5.22
Una economía de emprendedores, que buscan pasárselo bien...
(© Albert Martínez Rius, 2000)
306 Infonomía.com
Conclusiones
Es obviamente pronto para entender en toda su profundidad cómo Internet va a
cambiar las organizaciones. Es más, tenemos que estar preparados para cambios radica-
les en este discurso: lo que decimos hoy puede ser diametralmente opuesto a lo que
decíamos hace unos años, y puede serlo con respecto a lo que diremos cuando haya-
mos alcanzado algo más de madurez en este tema.
Tenemos que agradecer a Internet que haya puesto en primera línea de debate
temas fundamentales como la economía de la atención, o la tendencia a la personaliza-
ción, o la emergencia de las soluciones frente a ofertas estandarizadas. Además, Internet
hace posibles mercados impensables en otros momentos, como, por ejemplo, el mer-
cado de individuos (que hemos denominado I2I).
Y tenemos que pedirle a Internet que sirva para conseguir una economía más
justa, sin que aumenten los excluidos. Y esto va a ser un reto muy díficil, porque las ci-
308 Infonomía.com
fras señalan que en el país donde Internet ha tenido un mayor impacto, en los Estados
Unidos, la diferencia entre los más ricos y los más pobres no ha parado de crecer en
una época en la que la tecnología parece haber acelerado el ritmo de crecimiento de la
economía.
Internet es un desarrollo importante de la Humanidad, ciertamente. Pero tiene
que demostrar aún que lo es para las personas, con nombres y apellidos, y que mejora
su calidad de vida. Porque si al final todo se reduce a vender más, a aumentar nuestro
consumo ya de por sí desenfrenado, el viaje no habrá valido, éticamente, la pena.
Bibliografía
310 Infonomía.com
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Capítulo 6
Hacia la infonomía
En este texto hemos intentado mostrar por qué las organizaciones son informa-
ción, y cómo la gestión inteligente de la información en las organizaciones se convertirá
en uno de los factores críticos del éxito de las mismas, si no lo es ya.
También se ha tratado de temas muy diferentes, aunque todos ellos relaciona-
dos por un factor común: la gestión de la información. Disciplinas emergentes como la
gestión del conocimiento, la gestión del capital intelectual o la arquitectura de la infor-
mación, entre otros, se deberán complementar en el futuro para poder entender mejor
ese recurso esencial, la información. La visión reduccionista (el análisis muy detallado
de pequeñas porciones de la realidad) debe ser complementado aquí por una visión de
consenso.
Y si la empresa es información, todos los que trabajan en ella son gestores de
información. No se trata, en efecto, de que en las organizaciones haya expertos cuya
responsabilidad sea manejar información, sino que todos y cada uno de sus componen-
tes dedicará una parte cada vez más importante de su jornada a crear, manejar o pro-
yectar información. Ello implicará, por un lado, que deberemos aprender a manejar
mejor ese recurso, y, por otro, que la tecnología nos deberá aportar mejores instru-
mentos para extraer inteligencia de la información. Por otro lado, aparecerán muchas
nuevas profesiones, y muchas otras se reciclarán.
Por todo ello, va a ser preciso que emerja una disciplina consagrada a desarro-
llar los conocimientos necesarios para mejorar la utilización inteligente de la informa-
ción en las organizaciones. Nosotros hemos denominado infonomía a esta disciplina.
Con este título hemos escrito este libro, y hemos lanzado el correspondiente espacio en
Internet (http://www.infonomia.com). No es ésta una disciplina universitaria, aún. Pero
ya hay cientos de personas en todo el mundo que se definen oficiosamente a sí mismos
como infonomistas.
Todo empezó en un mensaje emitido en la revista digital Extra!-net en noviem-
bre de 1997:
312 Infonomía.com
una empresa tampoco llevan en su tarjeta la descripción de economistas, sino que son
llamados «directores de finanzas», o «de contabilidad», o de «recursos de...», etc. Y
es que una cosa es la formación académica (el logos) que uno recibe, y otra en qué
aplica esos conocimientos. El infonomista de formacion tendría distintos posibles car-
gos en una organización: algunos trabajarían en marketing, otros en recursos huma-
nos, y otros en informática, pero todos ellos tendrían una misma formación académica,
centrada en la gestión y administración del «bien» información.
Así pues, soy de la opinión que YA se podría constituir un programa acadé-
mico alrededor de la gestión de la información (con componentes de gestión de las tec-
nologías de la información, de la gestión de las organizaciones, y de la gestión de la
información), conjugando ideas y conocimientos que ahora se imparten, errónea-
mente, en carreras muy distanciadas. Y que esa carrera debería llamarse infonomía (o
infonómicas?), como hay otra que se llama economía (o económicas). De la misma
forma que un día nació esa carrera, hoy debería empezar una nueva...
También los bibliotecarios deberían entender la idea de este mensaje. De
aprender biblioteco-nomía (la gestión de la biblioteca) pasarían a aprender info-nomía
(la gestión de la información). Y en este cambio su enfoque se centraría en la informa-
ción como «bien» y no en los «libros» como productos.
Muchas de las cosas que se dicen en Extra!-Net YA tratan de la infonomía:
cuando tratamos de la auditoría de la información, dijimos que se trataba de detectar
los activos de información en la organización. Cuando tratamos de inteligencia com-
petitiva, tratamos de cómo averiguar éticamente sobre el comportamiento de nuestros
competidores y de explotar inteligentemente esa información. Cuando hablamos de
capital intelectual, estamos hablando de gestionar inteligentemente ese activo informa-
cional que es el capital intelectual.Y todos los ejemplos que damos de la utilización de
la Red, no son en el fondo mas que ejemplos de utilización estratégica, inteligente, del
activo información, el activo del siglo xxi.
El problema con la infonomía radica, seguramente, en que las universidades
no se han planteado enseñarla porque las empresas no piden aún infonomistas, y al re-
vés, las empresas no piden infonomistas porque la universidad no prepara tal cosa.
Pero soy consciente de que ya hay conocimientos suficientes para estructurar una ca-
rrera de infonomía (agregando conocimientos hoy repartidos entre informática, admi-
nistración de empresas, comunicación, telecomunicaciones, psicología, economía,
etc.), y de que cuando una empresa se dirige a mí para que les sugiera un «buen ges-
tor de información», en realidad lo que desean es un «infonomista». Ni las universida-
314 Infonomía.com
des lo han descubierto, ni las empresas saben aún qué están buscando, ni quizás nos-
otros tampoco.
Tengo la sensación de que muchos de los lectores de Extra!-Net dirán conmigo Eu-
reka!: ese es el término que estábamos buscando. En una economía de la información en
la que el conocimiento, la inteligencia, la información es el principal activo, están ac-
tuando como infonomistas, aunque lo que saben y aplican lo han aprendido como auto-
didactas. Pero ahora, cuando la información rige el mundo, incluso el económico, debe-
mos construir la ciencia de la infonomía. Lo realmente importante es que entre los lectores
que coincidan conmigo habrá ingenieros, periodistas, economistas, abogados, bibliote-
carios, etc., todos ellos interesados por la gestión de la información como recurso, por la
«administración recta y prudente de la informacioó» en una organización. La convergen-
cia de conocimientos será vital para la construcción de la infonomía.
Este mensaje, escrito frenéticamente en unos minutos sin interrupción, debo de-
dicárselo a jóvenes infonomistas que aún no tienen este título oficialmente pero que
ejercen como tales, en centenares de empresas en el mundo. Ellos, algún día, imparti-
rán clases de infonomía en las universidades... Y nosotros aprenderemos de ellos.
Yo, mientras tanto, me voy a dormir... Aunque sigo pensando en ello...
316 Infonomía.com
318 Infonomía.com
Figura 6.1
Anuncio del Pony Express solicitando mensajeros
320 Infonomía.com
Figura 6.2
El filtrado de la información que entra en la organización,
para aumentar su relevancia, será una de las responsabilidades
crecientes del gestor de información en las organizaciones
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Figura 6.3
Responsabilidades de un gestor de conocimiento en una organización
Inversiones
Organizacionales Tecnológicas
Explícito Capacidades Exploración
Concimiento empático Directorios y herramientas
Procesos de gestión Groupware
Sistemas basados
en conocimiento
1 Hay muchos más ejemplos en la revista mensual FastCompany (HIPERVíNCULO http://www.fastcompany.com) http://www.fas-
tcompany.com).
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Conclusiones
A todos los que disfrutan intentando entender qué es la información, les espera
una época fascinante. Muchas de las cosas que se han dicho en este libro se pondrán
326 Infonomía.com
Figura 6.4
Mapa de navegación del espacio Infonomia.com (octubre 2000)
Bibliografía
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