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¿Para quién fue el castigo?

Entre risas, rodillas raspadas y juegos interminables como las chapadas, lingo, kiwi, yases,
escondidas y muchos juegos más que hoy reemplazan todos los aparatos digitales, había un
momento del día en mi infancia donde todo se detenía. Este era el gritó de las mamás de mis
amigos y la mía a viva voz: ¡¡LA COMIDA YA ESTA LISTA!! el aviso para todos era en diferentes
lapsos, para algunos a las 12 en punto, otros media hora después y los últimos llamados eran a
la una.

Después del almuerzo todos regresábamos a la calle plan de 3 de la tarde y nos contábamos
que habíamos comido, yo sentía que para la mayoría de mis amigos la hora del almuerzo era
como jugar en la ruleta de la suerte, ya que no sabías si ibas a comer algo que te gustaba como
tu pollito al horno con papitas doradas o te tocaba tragarte tu ensalada de brócoli con apio,
arroz y alguna carne que a la mamá se le antojaba cocinar. Este último plato era como la
muerte para algunos sobre todo por el brócoli nadie en mi cuadra quería a esa verdura con
forma de arbolito.

Sin embargo, para mí la hora del almuerzo era mágica, y de verdad yo siento hasta ahora que
mi mamá tiene algún ingrediente secreto que le pone a la comida porque cada plato que ella
prepara es un manjar de los dioses, y no lo digo porque sea mi madre, pero esa señora, así le
decía para molestarla; cocina EXCELENTE no hay persona que se resista a su sazón y no la
alague hasta por un arroz con huevo que salga de sus manos.

Además de cocinar rico las comida de la Keka siempre evocan una historia, como la vez que
preparó col saltada con pollo y para rematar le puso aceitunas.

Esto era para castigar a mi hermana Lale y a mí por no haber comido el menestrón del día
anterior. La señora muy oronda y con aires de venganza en la mirada nos sirvió el plato de col y
aceitunas, que por cierto Alejandra no comía ninguna de las dos, y se sentó en medio de las
nosotras a ver como “disfrutábamos” el almuerzo.

En un primer momento sus dos crías pusieron caras de asco y se vio reflejada en su rostro
felicidad, porque su comida había cumplido su función, castigar a sus dos engendras por hacer
berrinche para no comer el día anterior y conchudamente afrontar su malcriadez con su padre
y quejarse de la comida diciéndole: “Papi ella sabe que no comemos eso e igual lo ha
preparado”, Lale apoyo diciendo: “Papito ¿te parece justo que hayamos comido solo fruta
porque no nos gusta esa sopa verde”. Mi padre nos miró se hecho a reír y nos llevó a comer
pollo a la brasa a las tres.

Creo que eso fue lo que más le molesto a mamá, es por eso que cuando vio nuestras caras se
sentía victoriosa, hasta que Lale olió la comida, miró el plato con curiosidad y entonces fue
cuando decidí dar mi primera cucharada que fue interrumpida por la siguiente frase: ¡Hoy se
comen todo, no me van a dejar ni un grano de arroz! Después de la orden, Alejandra fue la
primera en probar el menú del día, grande fue mi sorpresa cuando no hizo mala cara y paso la
comida sin ningún gesto, por mi mente paso la idea de que mi hermana estaba siendo muy
valiente y estaba comiendo, las coles y aceitunas solo por darle la contra a mamá, porque mi
adorada hermana solo come lo que le gusta y eso se reduce a tallarines con huancaína,
chicharrón de chancho y su favorito por excelencia pollo o chuleta frita. Mis ansías por comer
aumentaron al ver esa escena y me embutí una cucharada de coles, entonces fue ese
momento en que comprobé que los ingredientes mágicos y secretos si existen, también me
quedó clarísimo que la sazón de mi mamá es la mejor y no hay mujer ni hombre que cociné
más rico que ella, ya que hizo de un plato de castigo un manjar delicioso a tal punto que ese
día mi hermana y yo repetimos en el almuerzo y en la cena.

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