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Verdad Histórica

406-410
http://centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2012/verdad_judicial_verdad_hist
orica.pdf

A la luz de dicho concepto, repasemos los imaginarios de verdad que recorren los relatos de las
tres mujeres. María de la Cruz es una mujer campesina con un nivel precario de escolarización,
rasgo que se re*eja en su itinerario de búsqueda de la verdad. Ella no busca verbalizar su
experiencia de dolor ni dilucidar las circunstancias del crimen, ni conocer a los culpables. A pesar
del resentimiento que la mueve a asistir a todo tipo de reuniones con otros familiares de víctimas,
tanto dentro como fuera de su vereda, María de la Cruz opta por el silencio, pues no le interesa
averiguar quiénes fueron los que se llevaron a su marido. Lo que quiere es preservar a toda costa
su recuerdo y representarlo. Por ello carga consigo a donde va, unos retratos pintados de su
marido, su sobrino y de algunos vecinos desaparecidos. Durante los años transcurridos después de
la desaparición, María de la Cruz ha elaborado su duelo de una manera performativa, llevando a
cuestas unas memorias pintadas que insisten en el carácter irremediable de su pérdida, un
itinerario que comparte con otras mujeres que también vieron desaparecer a sus seres queridos.
Cielo, en cambio, es una mujer educada y con estudios profesionales, que experimenta la pérdida
de su padre como un vacío insoportable que únicamente podrá ser subsanado en la medida en
que ella se lo haga conocer al asesino de su padre. Una vez lo confronta, Cielo no espera que el
perpetrador aclare los aspectos relacionados con los últimos momentos de su padre, simplemente
quiere poner en escena su duelo, haciéndole conocer al perpetrador de todo lo que la privó con la
desaparición intempestiva del padre. De todas ellas, Inés es, quizás, la que lleva al límite su
necesidad de saber qué pasó con la persona desaparecida, en este caso, su hermano. Para ello se
asesora de una abogada y emprende un itinerario largo y tortuoso, animada por el deseo de
conocer en detalle cómo fueron los últimos momentos de su ser querido, una verdad que solo
conoce el perpetrador. Se trata de tres voces en busca de certezas de diversa índole, mujeres que
luchan por establecer la verdad de lo ocurrido con sus familiares muertos o desaparecidos, y que
lo hacen explorando rutas extrajudiciales. Las revelaciones que hacen los postulados en los
recintos judiciales, adquieren peso de verdad en la medida en que los !scales logren probar los
hechos confesados e imputar cargos. Son verdades que, a partir de procedimientos probatorios,
adquieren un valor judicial que se con!gura dentro de las salas públicas de los tribunales. El acceso
de los familiares de las víctimas a los espacios judiciales donde transcurren las versiones libres está
muy restringido, pues estos son ubicados en salas aparte, donde pueden observar a los
paramilitares que rinden versión libre a través de una pantalla de televisión. Ello impide la
interpelación directa a los paramilitares por parte de los familiares, por lo cual algunos de ellos se
valen de múltiples estrategias para hacerles saber a los versionados los nombres de sus familiares
y las fechas de los hechos. Con tal !n, escriben los nombres de sus víctimas y las circunstancias de
su desaparición en papeles que le hacen llegar al !scal del caso para que sea él quien indague por
su paradero. Los protocolos relacionados con esas indagaciones son laxos y cada !scal toma
decisiones según su criterio. Algunos, por ejemplo, dejan entrar a las víctimas a los recintos
judiciales y permiten encuentros cara a cara con sus victimarios, los cuales suscitan emociones
encontradas y explosiones de llanto. Otros son enfáticos en que esto no debe hacerse y no lo
permiten. Los tres casos analizados dejan ver la naturaleza porosa del proceso de Justicia y Paz
que juzga los crímenes del paramilitarismo en Colombia. Se trata de un proceso de justicia
transicional, cuyos bordes y límites son tan imprecisos que permiten búsquedas intersticiales de
verdad y negociaciones extrajudiciales. La búsqueda del contacto cara a cara con el perpetrador le
otorga a este último un poder que no hace parte de la estructura jurídica formal pero que, sin
embargo, *ota entre sus segmentos. La omnipotencia de quien dispuso de la vida de otros seres se
expresa con toda su fuerza cuando el perpetrador revela su verdad ante una víctima que implora
por ella. Dicha solicitud con!gura una situación asimétrica entre unos perpetradores que poseen
algo que los familiares de víctimas desean conocer fervientemente, y unos familiares que harán
cualquier cosa por obtener una confesión que disipe sus dudas. Un abismo separa a unos y a otros
debido al agravio moral y al sentimiento de injusticia que embarga a los familiares de las víctimas,
en contraposición a la ausencia de arrepentimiento que los perpetradores han mostrado tener. A
pesar de esta distancia abismal, la memoria personal del perpetrador es capaz de tender un
puente que genera sentimientos encontrados en la víctima, pues, por un lado, la libera de la
incertidumbre que la agobia y, al mismo tiempo, inaugura una segunda etapa de victimización al
forzar a la persona que busca la verdad a aceptar las condiciones impuestas por el perpetrador.
Como vimos en el caso de Inés, un supuesto perpetrador aprovecha la situación para improvisar
una confesión que resulta mentirosa, sometiendo a la mujer a sus caprichos. Los itinerarios
narrados por María de la Cruz, Cielo e Inés, hacen parte de ese mundo informal e intersticial, en
medio del cual se debaten algunos familiares de víctimas en su afán por esclarecer hechos que
partieron en dos sus vidas. Son familiares de personas desaparecidas que no logran acceder a los
circuitos institucionales que administran las reparaciones porque no encuentran cómo hacerlo, no
creen que se vaya a hacer justicia o consideran infame la reparación administrativa que otorga el
Estado. Es frecuente oírles decir que aceptar dinero equivale a ponerle precio al familiar
desaparecido y a!rman que sus muertos no tienen precio.

La asimetría entre el número de víctimas que se presentan con la esperanza de esclarecer lo que
sucedió con sus seres queridos y la información aportada inicialmente por los victimarios, da lugar,
en efecto, a una suerte de diálogo indirecto entre las víctimas, los victimarios y los "scales, en el
cual, como en un caleidoscopio, se trata de buscar que los fragmentos de verdad que cada uno de
ellos aporta, "nalmente casen unos con otros y produzcan la verdad esperada por las víctimas
sobre el destino de algún ser querido. (606)

Y lo que es igualmente importante, la construcción caleidoscópica de verdad está en el centro de


las diná- micas de mesa redonda del modelo cooperativo de construcción de verdad, propio de
Justicia y Paz, a cuyo análisis está dedicado todo el capítulo segundo. (607)

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