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LA MORAL DEL ABOGADO

Al hablar de la moral, nos enfocamos en el abogado como el


profesional al que se le reconoce las facultades otorgadas por la ley para
representar y asistir en justicia y en derecho a otras personas, cuyo interés
y /o pretensiones son puestas de manifiesto en procesos extrajudiciales, así
como en litigios de carácter judicial, teniendo éste el deber de ejercer su
función con la más alta calidad intelectual y conductual: de manera que su
actuación no sólo debe ser apegada a las normas de derecho que rigen la
sociedad, sino que también su actuación debe enmarcarse dentro de los
parámetros de la moral y la ética, puesto que al actuar como representante
de los intereses de terceras personas, ostenta en sus manos los más
preciados tesoros para su cliente, por lo que, el ejercicio del derecho es una
profesión delicada.

El abogado debe cumplir la ley y exigir que se cumpla en provecho


de la causa que éste defiende, pero siempre en buena lid y acorde a la moral
y los criterios éticos que forjarán en la persona del abogado una imagen de
calidad humana y profesional, aunque en distintas épocas han surgido
profesionales mediocres o habilidosos que con empleo de artilugios
inmorales logran satisfacer sus deseos, no menos cierto es que sí existen
abogados que imprimen el sello de la moral al ejercicio digno de la
abogacía.
Como bien esboza el autor: “Hay que servir al fin bueno aunque
sea con los medios malos”, ciertamente puede decirse que esta frase
representa el desdoblamiento del pensamiento Maquiavélico de que el fin
justifica los medios, el cual ha servido para alimentar el espíritu
conquistador y ha parido las mas inescrupulosas ansias de poder aun en el
escenario del arte de "litigar y abogar por otro", en el caso de la especie, el
autor del Alma de la Toga, atinadamente emplea esta licencia retórica
para ilustrar medios empleado en derecho, con los cuales no es posible
obtener un resultado legal cuando se han utilizado maniobras ilegales.
Obviamente esto no representa nuestra realidad actual.

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