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CAPITULO IX

HACIA UN DESARROLLO
HUMANO INTEGRAL

CONSIDERACIONES
ANTROPOLÓGICAS Y ÉTICAS

Síntesis del Capitulo Anterior

En el capítulo precedente hemos expuesto los principios funda­


m entales orientadores de la acción de todo cristiano, ya sea que
actúe en forma personal u organizada. El sentido más profundo
del compromiso social de toda persona que intenta ser discípulo
fiel de Jesucristo es contribuir al desarrollo integral de todo el
hombre y de todos los hombres; para ello basta, no sólo nuestra
c o m p re n sió n de esto s p rin c ip io s, sino tam bién el poder
concretarlos en nuestra vida cotidiana, hacerlos presentes en
nuestro modo de actuar, de pensar, de decidir... De esta forma,
nos estaremos acercando a este gran proyecto de la Iglesia que el
Papa Pablo VI anunciará en su encíclica Populorum Progressio,
el Desarrollo Humano Integral. Este es el tema que nos va a ocupar
en este capítulo.

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MANUAL DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Objetivo

Explicitar las dimensiones antropológicas y éticas más relevantes


involucradas en el concepto de desarrollo humano integral y sus
proyecciones en los modelos, estrategias y políticas para imple-
mentar procesos de desarrollo tanto a nivel micro como macro
social.

9.1. HACIA UNA CONCEPCIÓN DE DESARROLLO


HUMANO INTEGRAL

Asumimos la concepción de desarrollo humano integral propuesta


por Pablo VI en la encíclica Populorum progressio y reasumida
por Juan Pablo II en su carta Sollicitudo rei socialis. El desarrollo
es visto como un proceso global de todo el hombre: no cabe aquí
ningún reduccionism o de tipo determ in ista, psicologista,
economicista, estatista o dentista. La verdad sobre el hombre -
espíritu encarnado-, recogiendo los aportes de las ciencias sociales
y humanas se lee en último término en clave religiosa, de fe vivida
por el Pueblo de Dios desde sus orígenes. El hombre se define
esencialmente como una creatura racional llamada a hacer crecer
en sí misma y solidariamente también en los demás, la imagen y
semejanza de Dios. Con razón señala Pablo VI en un texto
admirable que el transitar de condiciones menos humanas a
condiciones más humanas debería posibilitar:

El reconocimiento, p o r parte del hombre, de los valores


supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más
humanas por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido
por la buena voluntad de los hombres y la unidad en la caridad
de Cristo que nos llama a todos a participar, como hijos en la
vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres'.

1 Pablo VI, Populorum Progressio, N214-15.


CAP. IX: HACIA UN DESARROLLO HUMANO INTEGRAL

Cuando decimos de todo el hombre queremos significar también


que un auténtico proceso de desarrollo crea espacios apropiados
para el ejercicio de todos los derechos y obligaciones correlativas
que derivan de la misma naturaleza humana y, en especial, el
derecho a la vida, a la verdad, al trabajo, a la libertad religiosa y a
vivir en un ambiente no contaminado. La vigencia real de estos
derechos y de sus obligaciones, constituye quizás el mejor indica­
dor para discernir acerca de la integralidad de un proceso de
desarrollo.

De todos los hombres quiere decir que en esta tarea todos estamos
llamados a participar. No podemos excluir a nadie. Todo ser
humano debe ser no sólo objeto de preocupación social sino sujeto
activo, autor de su propio destino. Todos los hombres, todas las
comunidades y todos los pueblos están comprometidos en esta
gran tarea. Ningún proceso de desarrollo podrá llamarse tal si
produce marginalidad o no incorpora a los actualmente margina­
dos o si espera que una especie de rebalse2resultado de automatis­
mos del mercado, sea la porción que corresponde a los pobres.

E l desarrollo es un medio: la persona es el fin . Este lenguaje,


corresponde al equipo del PNUD e ilustra muy apropiadamente
nuestra postura. El hombre considerado como persona -centro
autónomo de decisiones, libre y responsable- es realmente un fin
cuando el mismo se compromete en la gran tarea del desarrollo.

Pareciera que la hum anidad estuviera hoy en una situación


privilegiada para hacer realidad este afán de incorporar a todos
los marginados del mundo e integrarlos a la gran tarea de superar
la miseria, la pobreza y de alcanzar la calidad de vida. Así se
desprende de los informes de la Cumbre de Desarrollo Social,
celebrada en Copenhague entre el 6 y el 12 de marzo de 1995.

2 La expresión corresponde a Juan Pablo II en el discurso de la CEPAL antes citado.

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MANUAL DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El desarrollo, en consecuencia, no se reduce sólo al crecimiento


económico, ni al sólo tener más, sino que se orienta a ser más en
todos los ámbitos de la existencia individual y social. El desarrollo
concebido integralmente no es sólo económico sino político,
social, cultural, religioso y ecológico.

Lo anterior nos remite directamente al ámbito macro-económico


y macro- social. Vamos a recordar cada una de las áreas ahí
comprehendidas. No obstante, queremos partir señalando que el
desarrollo tiene una dimensión micro-social, personal y familiar,
sin la cual el nivel macro carece de significación: la persona es el
principio, el fin y el sentido de todo proceso de desarrollo; el
desarrollo es para el hombre y no el hombre para el desarrollo.

9.2. LA DIMENSIÓN PERSONAL Y FAMILIAR


DE TODO PROCESO DE DESARROLLO

Desde nuestra perspectiva, el desarrollo es, en primer lugar, una


vocación, un llamado que Dios mismo formula a todo hombre, a
toda mujer, a crecer como personas, conforme a los talentos que
cada uno ha recibido. Así entendido, el desarrollo es una obligación
moral, una tarea ineludible propuesta a todo ser humano, de asumir
su propia responsabilidad y ser sujeto y protagonista de su propio
crecimiento.

El desarrollo de la familia, de la comunidad y de la sociedad entera


suponen el desarrollo de cada uno de sus miembros. No habrá
sociedad nueva sin hombres nuevos.

Sin embargo, no hay que olvidar que toda persona existe en


sociedad e historia, vale decir, que el crecimiento personal está
condicionado por las estructuras. Es el viejo problema de la
relación dialéctica entre cambio (transformación, desarrollo) de
las personas y/o de las estructuras3. ¿A qué debemos dar prioridad?
3 Pierre Bigo, La Iglesia y tercer mundo, Ediciones Sígueme. Salamanca 1975. Págs.
140-141.

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