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Narcisos

El hombre entró en la habitación y vio que a su derecha se encontraba otro hombre, muy
apuesto. Al observarlo detenidamente, deseó: «Dios… Cómo me gustaría que tocara
suavemente su cuello», mientras deslizaba su mano por el suyo. El hombre a su derecha así lo
hizo. «Sí… Cómo me gustaría ahora que soltara un par de botones de su camisa y se relajara en
aquel sofá», dijo luego mientras se ponía cómodo. El otro soltó un par de botones y se relajó
en un sofá. «Magnífico… Sí… Ahora baja tu cierre… Hazlo», y ambos bajaron sus cierres y
sacaron sus agarrotados penes, presos de una excitación terrible. El primer hombre estaba tan
fuera de sí por la violenta estimulación, que, con el pene entre sus manos, se puso de pie con el
fin de abalanzarse sobre el otro. Y dio el caso que el otro hombre hizo lo mismo, lo que
ocasionó un encuentro fatal, que rompió en mil fragmentos aquel delgado vínculo que permitía
su conomiento.

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