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JUAN Y SU AMIGA, LA ESTRELLA MÁS HERMOSA

Todas las noches, cuando caía la espesura de la oscuridad, Juan, el niño más
obediente y creativo de la escuela, salía al parque que queda cerca de su casa a
mirar las estrellas. Cierto día se le ocurrió la idea que sí tendría una, sería su mejor
amiga. Quien lo acompañaría a todos los lados y le leería todos los hermosos
cuentos e historias que escribe en las clases de lengua castellana, pensaba.
Observó en el firmamento una estrella grande, que resplandecía a todas las demás.
Pensó: esa será mi estrella, será mi confidente. Pero había un problema; como
alcanzar a la estrella más hermosa de la noche, refutó contra sus deseos. Pero
como Juan era un niño muy creativo, inmediatamente el bombillo de la creatividad
se le encendió.
¡Ahhhhh! Mañana cuando baje, cansada de tanto alumbrar, iré a la montaña cerca
de la playa y atraparé a la estrella más hermosa de la noche y la convenceré para
que sea mi fiel amiga, comentó su sutil pensamiento. Y así fue. Juan, ese domingo
se levantó más temprano que nunca. De un salto se levantó de la cama, corrió al
baño, se duchó y se lavó los dientes como de costumbres; pero ese día estaba feliz
porque tendría un encuentro con quien sería su amiga. Desayunó, además fue a la
nevera y preparó un sándwich para comer durante esperaba a la estrella de sus
sueños.
Juan caminó y no tardó mucho tiempo en llegar a la montaña, pues no quedaba tan
lejos de donde vivían sus padres. Inmediatamente se hizo bajo la sombra de un
árbol y miró al cielo. De un lado a otro. Miraba por el otro lado pero no alcanzaba a
divisar a la estrella más hermosa que sus ojitos pudieron ver en la noche anterior.
Se sentó bajo la sombra a esperar que apareciera. Espero una hora, dos horas,
cuatro horas, ocho horas… y la estrella no aparecía. Se comió su rico sándwich casi
al caer el sol en el horizonte de la playa. Cuando ya se preparaba para irse para su
casa, ¡sorpresa!, en el cielo azul y arriba de la playa, estaba ella. Hermosa como la
había presenciado antes. Era la estrella de sus sueños, tal como la imaginaba.
Pero… como alcanzarla. Seguía muy alta y por más gigante que fuera, no llegaría
hasta donde ella.
Se subió al árbol que le dio sombra durante el día soleado. Aún estaba muy alta,
pensaba. Repartió la mirada para todos los lados y se fijó, con mirada tierna, en la
sublimidad del agua al acariciar la arena de la playa. Notó algo extraño en el agua.
Era la estrella más hermosa que había bajado a la playa, tal vez a presenciar la
delicadeza del agua, trazaron sus pensamientos.
Bajó corriendo del árbol y se fue directamente al muelle a atrapar a la estrella. Corrió
con una felicidad inmensurable. Sus ojos eran dos cristales que irradiaban su
consuelo y su tranquilidad al mismo tiempo, pues tendría por fin una amiga. Cuando
llegó al muelle, estiró su delicado bracito pero no pudo atrapar a la que sería su
amiga. Casi desconsolado, miró la feliz arena de la playa y en ella relucía la figura
hermosa de una estrella.
Rápidamente se levantó, caminó con pasos entrecortados. Con desconfianza. Su
corazón latía cada vez más. Su felicidad se exteriorizaba por sus poros. Al fin llegó
a la playa. Fue algo eterno el trayecto. Se acercó a la estrella y precisamente era
ella. La estrella que siempre había soñado. El atardecer brillo ese día debido a la
alegría de Juan. Tomó a la estrella en sus brazos, la besó cuantas veces pudo y
felices se fueron a la casa.
Ahora todos los días, Juan y su estrella son los amigos inseparables.

Autor, Andrés David Guerra Merlano

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