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Piedra y Cielo a contraluz


BEA TRI Z R EST R EPO R ES TR EPO
Trabajo fotográfico: Ián Flóre z

a extraña comb inación de las palab ras piedr a y cielo ha reson ado en Co- Página anterio r:
lombia y fuera del país no sólo e n los círculos de poeta s, acad é micos y
L críticos sino tamb ién en el comú n de las gentes. Con ella se ident ifica no al
Juan Ramón Jimé nez. to mada de
J uan Ramón Jiméne z. Primer os
libros de poesía. España . A guilar.
libro de Juan R amón Jimé nez publicado en 1919, sino a un grup o de jóve- 1959· pág. 8.
nes colombianos que toma ron el título de ese libro para prese nta r su obra poética
en 1939· No hay perió dico ni revis ta litera ria en el ámbito nacional que no se haya
ocup ado de los piedr acielistas y siem pre tiene n su puesto guardado en las historias
de poes ía colom biana en tre los Nuevos y Mito.

A unqu e es un nom bre que se ha repet ido muchas veces, se podr ía decir que en
much os casos no se sabe exactame nte qué se designa con las palab ras Pied ra y
Cielo: ¿a los poet as colom bianos nacid os entre I9IO y 1915 , a un a nuev a escuela
poética o a un movimien to literario? Tam poco es claro quiénes form aron parte del
grup o y por cuán to tiem po. Lo que sí es una cons tante es la mane ra como se han
ido desdibuja ndo los versos que hacen que Pied ra y Cielo sea Piedra y Cielo. Por-
que, con muy co nt adas exce pcio nes, los artíc ulos que se escri ben so bre los
piedracielistas no reviven sus versos y más bien habla n de sus integ rante s: de la
mane ra como se e ncon traro n, de las lecturas que los nutri eron , de las corri entes
literarias en las que podr ían inscribirse. Se citan sus anécdotas , sus recue rdos, sus
inten ciones. Pero sus versos no vuelven a nace r en esos artíc ulos, como si el nom-
bre sono ro de Pied ra y Cielo estuviera vacío.

¿Cóm o explicar que una obra de tan escasa circulación haya tenid o, y siga tenien-
do, ese impacto? Es un inter roga nte difícil de conte star porq ue cada vez es más
gran de la dista ncia que hay entre lo que se ha dicho que es Pied ra y Cielo y lo que
fue, y reco rrerla se torna en una especie de traición y en un reto. Traición al mito
que se erigió con este nom bre, con la ayud a y la venia de buen a parte de la crítica.
Y en un reto, porq ue, si bie n se trata de un mito intoc able, es n e~esario remo verlo
para escu char otras versi ones de nues tro pasa do, bien sea desd e la poesía o la
crítica litera ria, opac adas o acall adas por la rigid ez del ca no n de la lite ratur a
colom bian a.

¿QU É FUE P I E DR A Y C I ELO ?

Bien se podr ía decir que Pied ra y Cielo es tamb ién una extra ña combinación de
hech os: fue un proyecto editorial conjunto, un gesto iconoclasta y el eco de ese
gesto. Desp ués, un mito.

Bajo el nom bre de Pied ra y Cielo se publ icaro n, en Bogo tá, entre septie mbre de
1939 y marzo de 1940, sie te delga dos cuad ern os de poesía, prese ntado s por Loza-

110tt.T1 N tULlU K AI V Klti L I OCi K ÁF' I LO. VOl• • .J l . N ÚM. (HJ, ~00 5

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no y Lozano en aq ue ll os Jías como "fascículos (sic] de versos nítidamente edita-
dos. que dirige. edita y costea el jove n y aca udal ado poeta don Jorge Rojas"•· 1 .
Estaban impresos e n lá min as sue ltas de un pape l grueso que no perdía su forma.
en una edición impecable que ace rcaba e invitaba al lector. Se trataba -en orden
de aparición- de La ciudad sumergida de Jorge Rojas (I911- 1995). TerriTOrio
amoroso de Carlos Martín ( 1914- ). Presagio de amor de Arturo Camacho Ramírcz
( 191 o- 1982). Seis elegías y un himno de Eduardo Carranza ( 1913- 1985). Regreso de
la muen e de Tomás Vargas Osorio ( 1908-194 1). El ángel desalado de Gerardo Va-
lencia (19 1 1-1994) y Hahiwnre de su imagen de Darfo Samper ( 1909- 1984). Los
integrantes de Pied ra y Cielo fue ron. entonces. quienes publicaron e n los cuader-
nos y de los cuales no forman parte ni Aurelio Arturo ( 1 906- 1974) ni Antonio
U anos ( 1 905-1978). como se ha dicho e n muchas ocasiones.

Además de los versos, cada uno de los cuade rn os iba acompañ ado de una intro-
ducción en la que se present aba n, como en una especie de poética, los objetivos
que buscaban con éstos y la concepción del poeta y de la poesía que tenía el grupo,
hecha por Jorge Rojas\ en nombre de todos.

Unos meses después de la publicación de los cuadernos, Eduardo Carra nza escri-
bió un artículo titulado " Un caso de ba rdo latría" , en el que, tambié n en nombre de
Piedra y Cielo. arre me tía contra la tradición poética de Guille rmo Va le ncia y pre-
sentaba los poemas de Piedra y Cielo como la alternativa a esa poesía. Este hecho,
calificado por algunos de ·'iconoclasta", levantó una polémica como tal vez nunca
se había visto en el país, la cual se plasmó e n las páginas del periódico El Tie mpo.
Fue así como e l proble ma de lo que debía ser la creación poética llegó al común de
las gen tes y, ligado a él, el nombre de Piedra y Cielo.

EL ECO DE UN GESTO ICONOCLASTA

El escándalo con el que irrumpió Piedra y Cie lo no se originó precisame nte por
sus versos sino por las declaraciones de Eduardo Carranza. O por las decla racio-
nes que los críticos no encon traban respaldadas en los versos de Piedra y Cielo. E l
caso fue que se desa tó la polémica y e l país de pronto aparecía divid ido en dos
bandos "poéticos": los que estaba n de acuerdo con los postulados que defendía
1. Juan Lozano y Lozano. ··Los
poetas de Piedra y Cielo··. en Eduardo Carranza en nombre de los pied racie listas y los que no. Y todos escribían
Suplemento Literario de El artículos, se contradecían y se refutaba n, como si la intelectualidad del país se
Tiempo. Bogotá. 25 de febre·
ro de 1940. pág. 1a.
hubiera puesto como tarea congregarse en torno al proble ma de la creación poéti-
2. Los artículos de periódico que ca, como si todos estuviera n fre nte al mismo cuestionario: ¿D e qué temas se de-
se citan en este ensayo fueron bían ocupar los poetas y de cuáles recursos debían valerse? ¿De q ué manera se
consultados inicialmente en la
compilación de prensa Eduar-
debía mirar la tradición poética del país? ¿Cómo debía hacerse la crítica lite raria y
do Corran w, re a1izada por cuál era el tono que se debía usar?
Alberto Agui lcra Ardila y Te-
resa Galindo. Bogotá, Edicio-
nes Chibchacum, 198R. Querían destronar a Valencia, el ejemplo del político que es ante todo poeta, e l
3· Colcult ura reeditó los cuader- maestro del novecientos amado y ad mirado por muchos, e l mito. Y ese gesto fue
nos de Piedra y Cielo en 1972 liberador para muchos. Pero para otros fue una afren ta, y no precisamente porque
y en 1990. Sólo en la primera
reedición se acla ra que la se- fuera n seguidores incondicionales de Valencia, sino por la forma como Carranza
lección de los poemas y los lo había descalificado, al plantear que Vale ncia era " un poeta sin perspectiva hu-
prólogos son de Jorge Rojas,
quien por entonces era direc-
mana, apenas un buen poeta [... ) ' un impasible a rquitecto de la materia idiomática
tor de Colcultura. cantando a espaldas de su tie mpo y de su pueblo"'4. Críticos como D a niel y J avier
.¡. Cit ado por Antonio García . Arango lo refutaron; era cie rto que Vale ncia había hecho su propia confesión de
.. De Valencia a Carranza"', en
El Tiempo, B ogot á. 24 de
esteticismo: "sacrificar un mundo para pulir un verso", pero no le había dado la
agosto de 194 1, pág. 1a. espalda a su tiempo "que fue e l del novecien tos arie lista, con sus ampulosas deco-

801 t l f ' l CUl i UR\L 1" BIOL I OG R Á>ICO . VOl . 4 2. NÚ M . 69. 2005

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CUADE RNOS
DE PIEDRA Y CIELO

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MINISTERIO DE EOUCACION NACIONAl

INSTITUTO COlOMBIANO DE CULTURA


7"'l-
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Juan L ozano y L ozano. caricatura de Ricardo Rendón publi-
cada en 400 personajes en la pluma de Rendón. Bogotá. Funda-
- ----
Jorge Rojas. Cuademos de Piedra y Cielo. 19J9·H}40. Bogotü.
Instituto Colombiano de Cultura. Biblio teca Colombi ana uc
ción Universidad Central. 1994. pág. 2 1 1. Cu ltura Popular. 1972.

raciones re nacen tinas"s. No le dio la espalda a su tie mpo. dijo tambié n Ant onio
García:

Si Valencia ha buscado los grandes temas exóticos y manidos para


elaborar su concien zuda poesía, desenterra ndo un falso paisaje
grecolatino eso sólo no es el p oeta, ni la originalida d de la falsificación
le pertenece: eso no es sino la más lógica consecuencia de haber vivido
fiel a su época y a su m edio f. .. } Es la confirmación de que América
continuaba siendo una colonia europea y de que carecía de ojos
p erspicaces y críticos para entender su propia realidtut 1

Y por no haber logrado ide ntifica r esa ca racte rística de la poesía de Vale ncia como
expresión de su tie mpo. García califica a Ca rranza de reaccionar io. Pero no se
quedó allí, porque, al igual que 'Otros críticos. no ide ntificó e n los ve rsos de Piedra
y Cielo una poesía que se dife re nciara de la poesía de Valencia. porque las dos se
evadían de su mundo:

A ceptando nuestra insensibilidad frente a los problemas trascendentales


del mundo y nuestra hiperestesia amorosa, ¿qué "mejor" poesía que ésta ) . J avkr Arango. "Va k· nl' l<l ~
de Carranza, Camacho Ramírez y Rojas? f ... j ¿Y qué "m ejor'' que un Carran¡¡¡ ··. éll El lkmptl, Bo·
sistema de símbolos a base de nube y lágrima, prim era y tí/tima novia. ¡!lll:l. 7 <k d1ci.:ml-rl' Ul' llJ.p .
pag. 1.1
ángel y rosa, etc., para "evadirse" de un mundo que nada tiene de
Cl. Anltllllll <iarcía. op. ti/. . pag. 1.1.
poético en el sentido tradiciona/?7 7. Anltlllio <iarcía. "fl· ni.. pag. 1.1

lt U 1 1 1 Í ~ ( ll 1 1 't IC A 1 ' H 1 K 1 1U c. 11 Á 1 1 { (J . \ U l .¡ l • N U M () '1 , ! 1• V ~

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JORGE ROJ A5
CARLOS MARTi:-o

LA ("'Il.IDi\IJ 5U1Y\.ERGIDA

p EM.A PIEDRA Y CIELO EN LA POESÍA


HISPANOAMERICANA

1 1 IEL •

r.i.loiCO !){ LA REPl.ll.tCA VAN COOR ZOSEX - '5-CRA\'CSHACII

Jorge Rojas. La ciudad sumergida. entregas Piedra y Cie lo, Bogo- Ca rlos Martín , Piedra y Cielo en la poesía hispanoamerica-
tá. Editorial Centro. 1939. na. Groninga. r9ó2.

Era como si de pronto los versos de Piedra y Cielo y los de Valencia fueran las dos
caras de una misma moneda: la de esa América que había presentado Antonio
García, esa que continuaba siendo en su espíritu una colonia europea. Por un lado
de la moneda se escuchaba la tradición grecolatina. Por el otro lado, la tradición
española. La polémica traspasó las fronteras, y Alfonso Reyes participó como me-
diador. Se trató de poner en su justo lugar a Valencia, se habló mucho sobre la
poesía de los piedracielistas, pero sus versos, como en otras ocasiones, no salieron
a la luz.

FUNDACIÓN DEL MITO

Piedra y Cielo se establece como un mito porque cada vez es más difícil saber
quiénes formaron parte de él, cuánto duró y cuáles son los versos que lo constitu-
yen. Sin tiempo, ni memoria, ni palabras, se hace mito. En la construcción de ese
mito participaron algunos de los integrantes de Piedra y Cielo, especialmente
Eduardo Carranza y Jorge Roj as, quienes en muchas ocasiones se erigieron en
críticos de su propia poesía. Así, Eduardo Carranza ---<:omo juez y parte, y con
relaciones que le permitían un fácil acceso a los medios de comunicación- defi-
nió su puesto dentro del grupo, señaló la importancia de Piedra y Cielo en el
panorama nacional y homogeneizó a los escritores de la Colombia de esos años,
incluyéndolos en su generación. Una muestra de ello son los apartes de una en-
trevista que concedió en 1970:

R OLET(N CULT U RAL Y BIB LIOG R ÁFICO , VOL . 4 1, NÚ M . 69, 1005

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Debo decirte, de paso, que yo, orgulloso capitán de Piedra y Cielo ,
profe sé siem pre, contra viento y marea, La ufania de mi generación
poéti ca a La que considero como tal, gene ración hom ogén ea, la más
impo rtant e en la historia de la poesia colombiana...

Ade más, e n la mism a e nt revis ta, presenta a Aure lio Artu ro como si for mara parte
del grup o y borra los límites de duración de l piedr acielismo hasta hace rlo ate mpo ra l:

L uego cada quien: Jorge Rojas, Camacho Rarnirez, Aure fio Artu ro,
Gerardo Valencia f ... } enco ntró su voz peculiar, su peculiar expresión ,
sus temas, sus acentos, su cami no personal, hasta conv ertirnos en un alto
y lumi noso coro R.

Aun que dice que cada uno sigui ó su cami no, luego los une en ese coro que ilumina
desd e lo alto, indefi nida me nte. Tam bién conf unde n. en re lación con los integ ra n-
tes de Pied ra y Cielo , otras decl araciones hech as por Edua rdo Carr anza, quie n
incl uye en el grup o, de una mane ra muy afirm ativa, tanto a Aure lio Art uro como a
Anto nio Llan os9. Y las de Carlos Mart ín, quie n para e ll o utiliza un tono basta n te
ambiguo: insin úa que Artu ro estab a cerca. cuen ta que lo in vitar on a form a r parte
de la agru pació n pero no d1ce si acep tó o no la invitación. A sí no lo exclu ye pe ro
tamp oco lo incl uye, como si ya supie ra que no había form ado parte de Pied ra y
Cielo , pe ro no se atrev iera a decir lo 10 . A partir de estas decla racio nes hechas por
los prop ios piedr acielistas , se fund a n las impr ecisiones que le dará n vida a Pied ra y
Cielo y que luego serán repe tidas, hasta el ca nsan cio, por los perio distas y corregi-
das, en parte , por los críticos.

DE CO NST R UC CIÓ N

Liga r la definición de Pied ra y Cie lo a la publicación de los cuad erno s es e l prim e r


paso en la deco nstrucción del mito. El segu ndo paso consiste en acla rar si fuero n
un movi mie nto. una gene ració n o un grup o. Aun que algun os críticos han cons ide- 8. H um be n o Bro nx. Eduar do
Carmn :.a. el pieclracie/ism o _,.
rado que fuero n un movimien to, no lo fue ron, porq ue no sigui eron unos mism os
otros poews . primer a edició n.
postu lados estéticos ni tuvie ron una mism a conc epció n de la poes ía. Es ciert o que S. 1.. S. f.. págs. 32·33·

e n las intro ducciones Jorg e Roja s prese nta una poét ica en nom bre de todo s pero 9· A sí lo expresa. por ejempl o. en
lo que dice y la mane ra como está dicho respo nde básicame nte a la poes ía de Jorg e la presen tación del libro Epi-
tafio de Piedra y Cielo .. -_~· otros
Roja s, Edu ardo Carr anza y C a rl os M a rtín ; los verso s de los dem ás poet as poemas de Carlos Martín (Bo·
piedr aci elista s no cabe n e n su total idad de ntro de esa conce pción de la poesía. gotá. Institu to Caro y Cuervo,
1()8.¡. págs. 13- t.¡ ) y en la intro-
Pied ra y Cie lo no respo nde a una unid ad, y así lo aclar a Jorg e Rojas: ducció n a Visu)n estelar de la
poesía colom biana (Ed uardo
Carran za. Bogot á. Fondo d e
Diferentes estilo s, diferentes actitudes ante la vida, distintos cami nos Promoción de la Cultur a del
estéticos que cumplir, diversas conc epciones de los hond os orígenes del Banco Popula r. 1986. p¡ig. 2 1) .
ser y opuestos postulados políticos, no pued en hacer de noso tros un 1o. Carlos Ma rtín. o p. cit.. 1988.
pág. 9-1·
grup o en el senti do que se Le ha querido dar'' .
1 1. Gera rdo Vale ncia. 1::1 tíngel
desalado. Bogotá. Colcuh ura.
Fuer on una gene ració n, segú n Char ry Lara, " porq ue adem ás de ser co ntem porá- 198t). pág . .¡.
neos, expe rime ntaro n una mism a influe ncia" 12 , básicamen te de las lectu ras de los 12 . Fe rnando Ctwrry Lara. "Pi<:-
dra y Cic lo". clmícrc ncia dic-
poetas espa ñoles inclu idos e n la Anto logfa de Gera rdo Diego, y de poe tas ame ri- tada en la Bibliot eca Naci onal
ca nos como Pabl o Neru da y Vice nte H uido bro. Pe ro usar la me todo logía de las con 111 0 1i vo ck los cinc ue nta
años de Piedra y Cielo. Bogo-
ge nerac iones hom oge neíza ' 3. Y esto es lo que ha pasa do con Pied ra y Cielo. por-
tá. Fonotc ca Casa de Ptk'sía
que se los prese nt a como si fuera n un solo bloq ue, comp acto, sin difer e ncias . Por Silva . 1989.
e llo - y trata ndo de deco nstru ir ese mito- habl aré no de la ge ne ració n sino de l I J. Claudi o G u iiiO.: n . Emre lo 11110
_1· lo dit ·l'l'so. 13arcelona. Fdil o·
grup o Pied ra y C ie lo. ria l Crít ica. ll)t'!). pág. JCll).

U O 1 f 1 l :< l U 1 1 U M .t\ 1 Y IJ 1 h L 1 CJ e, k Á .. 1 C O , \ ' () & • .¡ :! , N U M • 6 ') , 1 OO5

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Fuero n. en e fecto. un gru po de poe tas que decidieron publicar sus poe mas bajo el
mi smo nombreLf. ¿Po r cuéhlto ti empo? Llama la atención que los críti cos que se
han ocupado de Pied ra y Cielo pocas veces haya n formulado una pregunta tan
imple como ésta. da nd o lugar a la mayor confusión que se ha creado e n torno a
e te nombre. Y re. po nderl a es e l te rce r paso para e nca rna r el mito: fue ro n un
grupo durante esos sei meses que duró la edició n de los cuadernos. porque Piedra
y Cielo nace e n los cuadern os y hasta ahí llega. D espués sus integra ntes tuvie ro n
"voces y direccio nes di versas" 15 y. además, no se congrega ron en to rno a ningún
o tro proyecto co njunto. Sin e mbargo. la crítica ha hecho eco de la falta de preci-
sió n de l tiempo de vida del piedracie lismo. al incluir como parte de é l las o bras que
los autores. de mane ra separada. publicaron después, y este único e lemento les ha
pe rmi tido soste ner el mito artifi cia lmente.

LA POÉTICA PIEDRA C IELISTA

Como ya se señaló, e n las introducciones a los cuadernos se publica, e n nombre de


los piedracielistas, la co nce pció n que tenían de l poe ta y de la poesía. Tambié n
hablan de los obje tivos que el grupo buscaba: '·Hay algo que nos une a quienes
escribimos estos cuade rnos de Piedra y Cie lo: nuestro fervor por la poesía., 16.

Pe ro un pro pósito tan genera l habría dado para que e n los cuadernos se incluyera
toda la poesía colombia na, sin arroja r datos sobre la especificidad de los ve rsos
piedraciel istas. Tal vez dice más de l grupo este otro propósito: ·' Pe nsamos echar
estos cuadernos a la calle pa ra decirles a los hombres ciegos nuestra e ntrañable
J.¡ . A sí w m hi ~ nlo planteél Ci arcía verdad '' 1 7.
Maffla. quien afirma que Pie-
d ra y Cielo ~e conforma con
los cuadern os (.l <•imc García Es claro que se conside raban vide ntes e n un mundo de ciegos y que por ello deci-
M <l fll a. con ferencia dictada en dieron hablarles a los otros a "golpes de alma y can to " •R_ Y para hacerlo, definie-
la B iblioteca Nacional co n
moti vo d<: los ci ncuent a años ron la concepción que te nían de l poeta:
de Pi edra y Ci cl o. Bogo t á.
Fonoteca Casa de Poesía Sil-
va. l t.J8t.J) y lo ra tificél Carlos
Enronces Lo imagino [al poeta} tendido en su materia corpórea, como un
M art ín. quien ~e ñ a l a que el puñado de tierra húmeda. Prodigando fluidamente su total estructura,
mot1vo de la agru pación fue
revuelta espesamente el agua de la lluvia. Integrándose a las grietas,
una r aLón edito ri al (Ca rl os
M artín. " Piedra y Ciclo: ¿qu~ empapando las resecas raíces, trepando hasta el temblor de los
!>C hicieron las llamas de los estambres, esparciéndose diminutam ente en el viento, ascendiendo en el
fuegos encendidos?". en ¡'v/a -
nual de fileratura colom biana. vaho de la m adrugada, crucificándose con labios sedientos en el madero
t. 11. I3ogotá. Procultura-Pia- de los árboles. Veo sus ojos m irando desde todos los rios, su ofdo
net a. 1988. pág. 99) . M ar ía
M erce de!> Carran7a señala que
escuchando entre toda materia ciega, su paladar formándose y sus
el propósito que tuvieron estos papilas abriéndose con el primer sabor de Las frutas, conociendo su agria
poet a~ de ser un grupo existió.
delicia antes que el ojo de los niños... 19.
en ellos. al menos inicialmente
( M aría M ercedes Carranza.
Corran za por Corran za. Bogo- El poeta que así describen parece vivir muy integrado con la tierra; sin embargo,
tá . Procultura-Edi toria l La
Rosa. 11)85, págs. t R-19).
se encuentra tan recargado de palabras que termina ahogado e n e llas, extraviado
15 . .Jaime Garcfa M affla. op. cit .. en ese mundo abstracto donde, ta l vez por tratar de mirar desde todos los ríos,
1989. termina por no ver ninguno, ni siquie ra e l suyo. Y será esta co ncepción de l poeta
16. Gerardo Va l encia. op. cit .. la que definirá la ve rdad de los poemas que Jorge Rojas, Eduardo Carranza y
pág. 4·
Carlos Ma rtín publicaron en los cuade rn os. Porque si bien G e rardo Val encia, To-
17. Jorge Rojas. La ciudad sumer·
gida. Bogotá. Colcuhura. 1989. más Vargas Osorio, Darío Samper y Arturo Camacho R amírez formaban parte de
pág. 9· esa verdad, dan muestras de pa rti cipar de otra sensibilidad en algunos de los poe-
18. Ídem.
mas publicados en sus cuadernos. Bajo estas dos tendencias citaré esos versos que
19. Artu r o Camacho R amírez.
Presagio de amor. Bo go t á.
nunca más volvieron a salir, para que sean finalmente ellos los que de n cuenta del
Colcuhura. 1989. pág. 1. alcance que tuvo Piedra y Cielo.

MO JI JtN ( U l l V R A I. \ 818LI OC R AFI C O. VOL . 4 2. N Ú >J . 69. 1005

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• EDUA RDO CARR ANZA
CARL OS /'t\AR TIN

TERRITOf~IO A/Y tOR OS O


SE IS EL EG IA S
y
POE MA
UN HI MN O


'

E~ ·PIJ;OR A Y CIELO·
1
'"' 1
PIJ'[)U ~ \ r lt' l U·

• 1
Carlos Martín . Territorio amoroso. entreg as Piedra y Ciclo . Eduar do Carranza. Seis elegías y w1 himno . entreg as Piedra y
Bogot á, Editor ial Centr o. 1939. Cielo. Bogotá. Edito rial Centro. 1939.

LA OTR A SEN SIB ILID AD

Esa otra sensibilida d se desar rolla e n algun os de los poem as de Tomá s Varga s
Osori o y Artur o Cama cho Ram írez: en ellos se perci be un poeta inscrito en el
mund o , contradicto rio y camb iante, some tido a las leyes de un tiempo que es inexo -
rable. La carac teríst ica más sobre saliente de la mayo r parte de estos verso s es
aludi r a un mund o dond e no hay homb res inmo rtales . ni extensione s sin límites, ni
,
lugares ideali zados. Ese es su mayo r acierto: no haber caído en los juegos ba nales
de los demás piedr acieli stas. De esta tende ncia tamb ién participan algunos poe-
mas de los cuade rnos de Darío Samp er y de Gera rdo Valencia.

Tomá s Vargas Osori o const ruye, por ejemplo, el lugar de la muerte en su poem a
Voz, en contr aposi ción con el de la vida. Se trata de un pa raj e profu ndam ente
desol ado y sin emba rgo más piad oso que esa ti erra idealizada, de " ríos claros".
"aves bellas " y "alba s de ámba r dulce '' que habit a el poeta.

Una tierra seca, sin nomb re,


acogerá nuestros huesos.
Una tierra estéril, hosca, una tierra
de ceniz a, sin pájaros, sin flores y sin fuentes,
una tierra sin bland os rumo res, silenciosa,
con altas y frias peñas,
con gargantas de piedra donde habiten

• 0 1 t.l f H ( li i i U MA I \ l l l l iOL I Á t ltO . VU I 4 2. N UN . 641 . lU05

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'

REGRESO DE l_A M UERTE

P OEMAS

...
Eduardo Carranza. publicado en revista Pan. núm. 20. marzo de Tomás Vargas Osorio. Regreso de la muerte, entregas Piedra
193R. p<íg. IJJ. y Cielo. Bogotá. Editorial Centro. 1939.

las sombras, serpientes que se anudarán a nuestros cuerpos.


Una tierra sin aire dulce que la bese,
sin horizontes, sin trinos.
Una tierra seca, sin nombre.
Más piadosa que ésta
que ciñen claros ríos,
que habitan bellas aves, con albas de ámbar dulce
con follajes, con fuentes, con rumores y un aire
tibio que la hesa y aldeas y mujeres
cantando en los crepúsculos junto a los claros ríos,
a las verdes colinas, a los valles azules,
junto a las horas tiernas.
Una tierra seca, sin nombre.

Es una tierra seca q ue anuncia la muerte, como la que cubre los sueños y pasiones
que canta Neruda en Residencia ,en la tierra, cercana a la tierra que pueblan los
poemas de los primeros años de Alvaro Mutis.

Darío Samper mira de frente el tiempo, sin desconocer cuán limitado es frente a
él, en el poema Biografía de su voz. Lo reconoce implacable, inflexible, por los
siglos de los siglos:

L os días se dispersan por largas carrileras iguales


como trenes que marchan sin destino

BO L t l i N ~ULIU RA L , . 8 18 LIOG it ÁFilO, \'01.. ,p , Wtl M . 69, 10 05

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. .. .

Cuad ernill os de Poesí a


GERA RDO VALE NCIA

Pied ra y -cielo

EL AN GE L DE SA LAD O Selecci on

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t:ntre.g"" •PIEDRA '1 CIELO• ( PANAMe RICANA )


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Gerard o Valencia. El ángel desalado. entrega s Piedra y Cielo. Bogotá. Carlos Nicolás He rnández (compi lador). Piedra y Cie-
Editoria l Centro. 1940. lo. Selección . Bogotá. Paname ricana Editorial. ll)I}H.

arrastrados por vientos, sin saber desde dónde .


No podría detener su curso, su corriente,
su exactitud hambrienta de espacios y estaciones....

Y en Retrato con música de organillo, Sampe r le canta al amor, inscrib iéndol o


dentro de ese mundo limitad o y paradó jico. Habla de ella, la que puede desata r
gestos en el aire, mirar con ojos húmed os de animal , sonreí r y se r al mismo tiempo
una másca ra de muerte. Ella. la que hacía posibl e la música. Y sólo está su retrato:

Había dicho al contem plar su retrato:


Ésta es la mujer de la mano desatada en el aire,
la que tiene la nariz sombr eada de estrellas,
la que mira con ojos húmed os de anima l;
aquella cuya sonrisa está fija en los sueños
como si el rostro se hubiera borrado
y los labios estuvieran quieto s sobre una máscara
{... ¡
Triste habitante de su imagen.
Lejana, fría, mineral, con un pie en la muerte.

I:I UI t-I (N l U I t\I I AL \ IJIMIIO<.. K Ít.t-1(0 . \UI . .¡J, N' r..t ht.J . JUU~

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Si al m enos 1111 día se animase con su sombra de árbol
,. com en ~a ra o caminar con pasos m ecánicos.
con 1111 ondor oxidado que llega de los des l'anes
y hace que se oiga una débilmusiquilla de o rganillo
[... }

Arturo Camacho Ramírez le arranca la mu erte a la m ujer que ama. Después, con
sus palabras. la a nuda nuevame nte a su cabe lle ra. a su costado. y canta el dolor de
esa pé rdid a:

[. .. }
Su arteria clara broTando
un lenro sabor de Trino,
su pequeña muerte atada
a su cabello rendido,
naciéndole en el costado
la som bra az ul com o un lirio.

Y continúa, más ade la nte. sin eludir la contradicción de sus afectos:

Pregumadme por qué amé,


preguntar/me,
que esta sof ocación rne está rnawndo
en el círculo neurro de mi sangre,
que 1engo el labio y el párpado
secos de wnto m irarle,
yerlos de ramo besarle.
Esperadm e:
decid/e que yo no soy.
Escuchadme:
Por m order sus racimos y sus estrellas,
por ampararle,
1engo los brazos llenos de suplicios,
me dejo el corazón en cualquier p arte,
in vento calles nuevas,
bebo una gota oscura y miserable.

Piensa entonces morir siquiera un instante . No es un dolor inventado para uni r


versos en medio de abstracciones y de un modo con trolado para hace r poesía.

La muerte también ro nda en el poema El f un eral de Las violetas de G erardo Valen-


cia, como ronda e n e l poema de Larca Llamo po r Ignacio Sánchez M ejfas:

La llevaban sobre cua1ro almas,


sobre cuatro espigas de plata,
sobre cuatro suspiros de brisa,
sobre cuatro rallos, a la niña pálida.

En andas de grueso gemido,


con paso de llanto,
con ébanos líquidos surcando la sangre enlutada,
con vértigos lentos de paisajes en vagas pupilas,
sobre cuatro almas, espigas de plata, suspiros de brisa,
sobre cuatro tallos, llevaban, llevábamos, a la niña pálida.

[34] R OL Ei ft- CIJLFIJ M \1 \ BIBLI Or. RÁ H CO . \ OL • •p . NÚ M . 69. 2 0 05

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
La crítica suele desco nocer los versos de estos poeta s, y es en e llos donde habrí a
que precis ar el aporte que hizo el piedra cielis mo a la poesía colom biana.

L A VER DAD PI E DR AC I EL IST A

D e ésta forma n pa rte la totali dad de los poem as de los cuade rnos de Jorge R ojas,
Carlo s Ma rtín y Ed uardo Carra nza y algun os de los poem as, no citados en este
ensay o, de los demás integrantes de Piedr a y Cielo . Se trata de una verda d que
podrí a defin irse como abstra cta y metaf ísica, empa re ntada con esa poétic a que se
define en las introd uccio nes a los cuade rnos. Estos poemas prese ntan un exces ivo
uso de palab ras y de imáge nes, de metáf oras vacías.

D os temas marca n los poemas que Jorge Rojas , Carlo s Martín y Edua rdo Carra nza
publi caron e n los cuade rnos de Piedr a y Cielo: e l amor y la naturaleza. Adem ás,
Jorge R ojas le hace un home naje a Tunja , y Edua rdo Carra nza les canta a los
juego s boliva rianos.

Para canta rle a Tunja , J orge Rojas const ruye un a ciudad si n cimie ntos, lite ra lme n-
te e n el aire:

[. ..]
En sillares de espum a, sostenida,
su leve arquitectura volan dera,
se alza como llama estremecida.

Un soplo azul como una enred adera


de agua, la sacud e y la desata
como una albor otada cabellera.

Hecha bosqu e de viento, se arrebata


de rumb os su violen ta arqui tectur a
y trému la en las ondas se recata.

Se arrem olina y vuélve se más pura


su logra da materia, remol ino
parec e de palom as y blanc ura.
[. .. J

E s una ciuda d sin calles, ni acera s, ni gen tes: sólo palab ras que riman y no dicen
nada. E s cie rto que no hay imáge nes mitológicas, ni histór icas, ni religiosas, que
es e l aport e que much os crític os le reco nocen al piedr acieli smo. Pe ro es que eso
ya lo había logra do Luis Vidales e n un os verso s que mira n por prime ra vez la
ci ud ad a travé s de sus vitrin as, de sus edificios , de sus borra ch os y de sus cristos
ma rome ros.

Del amor y la naturaleza habla rá Carlos Martín en sus poemas, siguie ndo muy de
cerca la propu esta de Vicente H uidob ro -a quien cita en e l epígrafe del poem a
Presencia: "Sabe mos posar un beso como una mi rada. 1 Planta r mirad as como árbo-
les"- . Su poem a Entre un ciprés y una rosa es tal vez e l ejemp lo de máximo artificio
que se encue ntra en los cuade rnos de Piedra y Cie lo. Se desar rolla a base de metáf o-
ras que se repiten, tanto en el inte rior de cada estrofa , - pues las abre y las cie rra con
la mism a image n-, como en todo el poema - título y último ve rso. tambi én son

UO L I I (N CU I tU k AI Y Hltll I OG R Áf l lO. \OL . 41 , N Ú).1 . 6Q. ~005 l35]


Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Darío Samper. tomada de revista Nueva Fronte ra. núm. 475. 26 de marzo-1. 0 de abril de 1984.
p<Íg.. 22.

iguales-. El poema constituye un claro ejemplo de la poesía piedracielista. razón


por la cual se hace necesario citarlo completo. pese a su extensión:

En un crisral de recuerdos
donde crecen los suspiros
como ja;.mines del aire;
en w1 crisral.

Donde los hesos maduran


como suefios o num;.anas
ellfre los labios del viento;
donde los besos maduran

Con cuerpo de agua enlunada,


bajo la espuma del pelo,
era la niña del alba
como el agua.

Por su boca el cuerpo largo


de la sonrisa corría
como arroyo con estrellas;
por su boca.

En la rarde se apoyaba
su presencia de ala blanca
como el sol en las m ejillas
de la tarde.

Enredader a de luz
que maduraba los frwos
en el árbol de mi canto;
enredadera .

8 O L E 1 ¡,.. L l 1 11 • A l Y 81 8 l 11)(, l Á 11 l O . \ O1 . _¡ ~ , N ÚM • Ó9 , lO O 5

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DAT~IO 51\~\.PEQ

1\ f
PQ (t,! A S DE TI HU C AIIi N I (

HABITA NT E DE S U IMA GE N

POE MA. S

t " ''"'" ·f'IIP[)I>A ' CIEI O•

Darío Sampe r. Habitante de su imagen. entreg as Piedra y Ciclo . Cubie rta de Gallo fino. Poema s de tierra calien te. de Darío
Bogotá, Editor ial Centro , 1940 . Samper. Suplemento de Altiplano, Tunja. Impre nta Oficial. 1942.

Camp ana con ruiseñ ores


su voz -la niña del alba-
en la torre de mi f rente;
la camp ana.

Y el coraz ón como nube


que atravesara la espin a
de esa voz que m e nomb raba;
y el coraz ón.

Entre las dalias del aire


quedaba cuando se iba
su presencia florecida
com o una dalia en el aire.

Un árbol, de sueño había


madu rado sus racimos
sobre el pecho de los días;
un árbol de sueño había.

La músic a que arrullaba


la canción de la maña na
como la madr e a su hijo
en los brazos de la músic a.

e OLE T 1N C U L 1 U lA l. Y e 1 eL 1 O G l ,( f 1 C O . V 0 l. . 4 1, N l) .. . b9 . HH' 5 [37 1


Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Las ojeras -oro y malva-
de la rarde que se iba
agirando sus cabellos:
las ojeras.

Un vienro de muer/e vino


com o una mano de sombra
so bre la niña del alba:
un vien to de muerre vino.

Emre un ciprés y una rosa,


su cuerpo de agua enlunada,
en una ciudad de niebla;
emre un ciprés y una rosa.

Una vo z como el silencio


con largo traje de lágrimas
y con pájaros cansados
Llora a La niña dormida.

En un lugar de suspiros
como jazmines del aire
donde crecen los sollozos
en un Lugar de suspiros;

entre un ciprés y una rosa.

E n este poema todo es igualme nte plano: e lla, una niña del alba; e l amor por e lla,
sin pasió n ni deseo; su muerte, sollozos y suspiros. Sin e mbargo, hay una clara
intención de hacer música a partir de las re iteraciones de los versos primero y
último de cada estrofa. Pero se trata de reiteracion es que son puro artificio, de
palabras sue ltas, muy lejos de las reiteracion es que Aurelio Arturo ya había logra-
do para ese e ntonces, esas reite raciones de hojas y de viento para cantar todos los
verdes que son este país, la tierra-la a mada, la amante; su infancia y la infancia de
todas las sociedades en el campo. Reiteracio nes artificiosas , " música" muy lejos
también de la que ya había producido León de Greiff.

Y así como Ca rl os Martín, Eduardo Carra nza, e n e l poema Elegía a Maruja


Simmonds , le canta al amor, a e lla

[. ..]
Como estatua morena de azaleas.
Como caliente nudo de perfume.
Como humana respuesta a las estrellas.
[. .. ]
[. ..] como el H ada del Rocío,
[. .. ] como el Ángel de las frutas,

A ella que muere:

La muerte con sus ojos de violeta


acechaba en el aire y las ventanas.
Como un viento violeta era la muerte

8 0LE T (N CULTU R AL Y B IBI. I OG R Á ~ I C O. VOL . 4 2 . N Ó M . 69 . 1005

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
~lV~O <AMA<HO ~AMI~EJ~
1\.RTURO Cl\, \ACHO RA/Y\.IQEZ


PRE SAG IO DEL AMO R e o e

DO E M.A
í)QCJ IOí

1111)\Y(J

Arturo Camacho Ramírcz. Presagio del amor. e ntregas Pie- Art uro Camacho Ramírcz. Espejo de fwufragio s. Bogotá. Edito-
d ra y Cielo. Bogotá . Editorial Centro. ll)39· rial Minerva. 1935 .

gimiendo por los largos corredo res.


Com o in vasora niebla de vio/eras
y violines violeta sollozan do.
La m uerte con sus numos de violeta
cerró unos párp ados....

Es una muerte como la de la niña de los versos de Carlos Martín. una muerte como
para decorar el poema. Ta mbién como decoraciones son estas muje res. especies
de ángeles y de hadas. q ue de~ fi l a n tan virginales. sin contradiccio nes. sin deseos.
sin dolor. por los poe mas. Dice Eduard o G ómez sobre los poe mas amorosos de los
piedrac ie listas:

El grupo se caracterizó por un tratam iento de/ lenguaje bastallle


análogo: m etáforas delicada s con abundan cia de elem em os nalllrales
típicame nte bellos (estrellas, j itentes, árboles}, tomados en su sentido
m ás cándido, y proyección inconsciente de la concepción piadosa de la
Mujer en reiterad os poemas amoros os, lo cual suavizaba e idealizaba
toda manifestación sensual. La nawraleza, tom ada en su apariencia más
frágil y más convenc ional, se asimilaba con mucha frecuencia a una
imagen excelsa de la Mujer, respecto a la cual el poeta de Piedra y Cielo
!o. Edua rd o G nm.:t . prlliO!!ll .ti
adoptaba la actitud caballeresca de una "declaración de amor", tal com o
ltnn1 Currt'ru tic· /u 'u/a ~k
se estilaba en esa época en las clases altas f. ../ estilo muy relacion ado con Arturo Camadw R.lllllr~t .
los usos muy dijimdid os en la España cmólica y en la Colomh ia Jl up.nt;i. ln!>lit Uhl ( \IIOill bi<tiiP
d.:< 'ultura. C•lk.:.:hm Auto r,·,
tradicio nalista... 20 l"a.:tun;d,·' · 197h. pa p.' t:;· q .

lt U 1 1 11 f'1i l U 1 1 ll M A 1 \ lt 111 1 1 U Cl N Á H t U , VU 1 ..¡ J , N " \l (, 9, .! U O~

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
En su cuad erno -además de ve rsos amorosos - Edua rdo Ca rra nza incluye el
poema Himno para camar en los j uegos bolivarian os. Ya no idealiza a las muj e-
res sino cualquier cosa qu e nombra -un balón. una raqueta. la J uve ntud. a toda
la Am é rica. a Bolíva r- . como pretex to para hacer ri mas e n lie nto/. /i na/, le tal.
/or/ ...

f. .. }
Como redondo pensamienr o
un viento azul infla el balón
y, hecho dos alas, está el vienTO
en la espalda del corredot:

Silba la fina jabalina,


silbo del hierro vo lad01~
vuela el que nada en la piscina
del agua límpido aviad01:

Parece un eco la raquera


llena de elástica pasión
y, humana saeta, en la m era
de la carrera el ven cedo r.

Sobre la pista resonante


com o un ángel vuela la lu z
al triunfador con su diamante,
condecora ndo, Juventud!
[. ..}

Y con este poe ma Eduardo Carranza alcanza, finalmente , el tono más afirmativo y
desco nocedor de la realidad del país que se pueda encontrar e n los cuade rn os de
Piedra y Cielo.

D I FUS I ÓN Y R E C EP C I ÓN DE LA CRÍTIC A

Las declaracion es que hizo Eduardo Carranza, cuando salieron los versos de Pie-
dra y Cielo, gene raron dos bandos entre los críticos: aquellos que e ncontraban e n
los versos de Piedra y Cielo una re novación de las formas poé ticas y los que no. E n
ese momento nació una crítica severa, con Javier y Dan iel Arango y Antonio García,
quie nes contradice n a Eduardo Carranza, señalando que entre la poesía de Va len-
cia y la de los pied racielistas no había ningun a diferencia - como ya se dijo- , que
es también lo que afirma Rafael Gutiérrez Girardot: " De una retórica de ampulo-
sidad acartonada , como la que cultivaba Gu ille rmo Valencia, (los piedracieli stas]
pasa ron a una re tórica de primor ingenioso" 21 .

'
Poesía que Alvaro Mutis caracteriza así: " Para nosotros (refirié ndose a Gabriel
21. Rafae l Gutiérrez Girardot.
" L a literatura colombiana García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio y a sí mismo] la poesía de Pied ra y
1925-1950". en Manual de his- Cielo era tan trasnochad a como la poesía del Centenario " 22 •
roria de Colombia. t. 11!. Bo -
gotá, Instituto Colombiano de
Cultura, 1980. pág. 522. Además de a no tar el contrapu nto con Va le ncia, los críticos más rigurosos de
22. Jacques Gilard. '·Entre tien avec Piedra y Cielo se ha n cent rado e n el carácter " evasivo" de estos versos. Se
Álvaro Mutis''. en C.M.H.L.B.
CaraveUe. núm. 64. Toulouse.
trata nueva me nte de Antonio García y de Eduardo Gó mez, q uien profu nd iza
1995- pág. 184. e n ello:

~OLETfN CU L1 U " " ' "818LIOC MÁFI(O , VOL . 42. NUM . 69. 2005

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Se trataba[. ..} de una !frica sin mayo res conflictos, asombrosamente
aislada de la historia moderna. Tenie ndo como trasfondo la guerra civil
española y el triunfo de Franco, el .fortalecimiento del socialismo
scafinista, el triunfo de la revolu ción china, el afianzamien to del fascismo
alemán y la iniciación de la segunda guerra mund ial, en lo exterior, y en
lo interior la agudi zació n violen ta de la lucha de clases con la iniciación
de los movim ientos que desembocan en la Revolución en March a de
L ópez Puma rejo y, más tarde, del gaüanismo {. .. }Hab ía un
empe cinam iento en la evasió n en un mund o fantasmal, en una negación,
por la imaginería, de los conflictos reales que pudieran cuestionar ese
mund o ficticio, comb inado s con una desinf ormac ión y una
insensibilidad nororias 23.

Trece años más tarde, L uis Anto nio Restrepo, adem ás de señal ar ese carác ter eva-
sivo de los verso s piedr acie listas, plante a e l culto que se rindió co n e llos a la hispa -
nidad y al catolicismo 2 4.

Con el corre r de los años, se aca llaro n las voces que cuesti onaba n el piedra cielis mo.
En su lugar, los artícu los de pe riódic o hicier on re fere ncia al mito, sin modificar
ningu na d e las impre cision es que lo const ituyer on como tal. pese a las aclaracione s
q ue algun os estud iosos había n hecho sobre los integrantes del grupo y sobre la
volun tad que tuvier on de confo rmarl o alrede dor de la edición de los cuade rnos.
Por eso es tan frecue nte e ncont rar, por ejemp lo, que much as perso nas catalo gan a
Aurel io Artur o como piedr acielista.

Entre los trabaj os acadé micos más recien tes, que sigue n guard ándole el puest o a
Piedr a y Cielo en la histor ia lite raria de l país, aunqu e tomen dista ncia de algun as
de sus impre cision es. se encuentran " E l piedra cielis mo" de Pieda d Bonn ett (tomo
d e litera tura de la Gran enciclopedia de Colom bia del Círcu lo de Lecto res, 1992) ,
"Pied ra y Cielo " de Ferna ndo C harry Lara (Historia de la poesía colom biana edi-
tado por la Casa de Poesí a Silva, 1991), "Pied ra y Cielo: ¿Qué se hicier on las lla-
mas de los fuego s encen didos ?" de Carlos Martín (Man ual de literatura colom bia-
na, t. 11, 1988). También fo rman parte de estos traba jos la confe rencia " Piedr a y
Cielo " de Ferna ndo Charr y Lara y la de Jaime Garcí a Maffta, quien basa s u inte r-
venci ón en e l traba jo " El mito poético de Piedr a y Cie lo" -ela borad o para la
Unive rsidad de Pittsb urgh- , presentada s en 1989, con motiv o de la conm emora -
ció n de los cincu enta años de Piedr a y Cie lo.

Todas estas reflexiones se carac teriza n por recon oce r e n los poem as del grupo una
renov ación de la poesí a colom biana que les antec ede. Para Pieda d Bonn e tt se tra-
ta de " un camb io saludable ante e l anqui losam ie nto retó rico de un mode rnismo
23. Eduard o G6mez, op. cit.. págs.
rezag ado" 2 5. Charr y Lara va más allá y señala que "desde Piedr a y C ie lo el verso 14· 1).
colom biano , libera do d e la an te rior servid u mbre al razon amie nto o al discu rso, 2.¡. Luis Antonto Restrcp o... Lite·
fue más leve, inte nso, dir ecto y expre sivo" 26 y agreg a q ue, para logra rlo, los rat ura y pe nsamie n t o". e n
Nueva historia de Colomb ia. t.
pied raciel istas aband onaro n toda pomp a verba l. Y tampoco mues tra esos verso s V I. Bogo tá. Planeta C'olom·
leves, intens os y di rectos que parec e haber e ncont rado en los cuade rnos. D ecir biana Edi torial. 19R9. pág. 79·
esto es desco noce r a los poe tas con tempo ráneos de Piedr a y Cie lo , pues con sólo 25. Piedad Bo nne tt. "El piedra-
cidisrno ". e n Gran encidop e·
m ira r los títul os de las public acio nes de Luis Vida les y León de G reiff se puede n dia de Colomb ia. to mo de lite·
adivin ar los gesto s iró nicos y rea lme nte noved osos q ue estos poe tas logra ron con ra tura. Bogo t<Í. C'írt·ulo de
Lectore s. 1992. pág. 220.
sus verso s, m uy lejos del acarto namie nto y los lugare s comu nes que se vislum bran
26. Fernand o C' harry Lara. ··Pie·
desde los mism os títulos de los cuade rnos. No se puede n negar las nuevas pro- drrt y Cielo ... e n l/i.1torta de la
puest as poéticas q ue se diero n e ntre Guille rmo Va lencia y Piedr a y Cie lo; tampo- poesía t·o lo mhiciiW. Bogolll .
Casa de Poesía Stha. 199 1.
co las que se gesta ro n simul tánea mente con ellos, como si los verso s inte nsos, di-
pág. .).¡6.

ttOittiN CUII\J il AI \ ftlltliOh ii:Áfi CO. VOL . .¡2 . Nl)l , 6'> · !005

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
rectos y exprcsi\'os de León de Greiff no contara n. Como si los poemas de Luis
Vida les no hubie ran sido di rectos. Como si la poesía de Aureli o A rt uro no hubiera
sido tambi é n inte nsa y cxpre iva.

Llama la ate nció n que esas afirmaciones contundentes de la crítica que e ntroniza a
Piedra y Cie lo no estén respaldadas por un solo verso que muestre la pre te ndida
re novació n. bien sea con las metáforas. con e l lenguaje. con la sintaxis. con el ritmo,
con la música. E como si la intención que lllvieron los piedracielistas de cambiar la
poesía colombiana hubiera sido mayor que la capacidad de mate rializar esa in tención
en los versos. Po rq ue ese recorrido q ue hemos hecho por los poemas de los cuader-
nos m uestra --en la mayoría de los casos- imágenes y metáforas empobrecidas. y
una versificación escolar que nada tie ne que ver con la li beración q ue en este sentido
habían alcanzado León de G reiff. Luis Yida les y A urelio A rturo. quienes sí renova-
ro n la poesía en e l país, aunq ue ellos nunca hubieran hab lado de ello, ni les hubiera
interesado panicipar e n las polé micas ni figu rar en los periódicos. Su afc1n era otro.

Es cierto q ue los trabajos críticos q ue mantienen a Piedra y Cielo en su puesto inclu-


ye n a Vida les. D e Gre iff y Arturo dent ro de la renovación poética de l país. Es cie rto
que ta mbién precisan muchos de los aspectos que impedían desmi tificar a Piedra y
Cielo. Incluso algu nos dan m uestras de haber mirado críticamente la poesía de los
cuadernos. al señalar que participaron de los ··vicios·· de lo ingenioso 2 7 o que e l
piedracielismo inicial fue ·'ama nerado .. 28 . Pero son notas casi al margen, q ue termi-
nan perdidas e ntre la larga lista de poemas q ue escri bieron los piedracielistas cuan-
do ya no eran piedracielistas. y de sus anál isis. todo bajo el mismo título de Piedra y
Cie lo, con mayúscula. así como se escriben los grandes hitos de la historia.

l QUI ÉN ES ER AN L O S HOMBR E S CI E GO S
D E LA CA LL E?

Los hom bres y muj eres q ue reco rría n las call es y los caminos de Colo mbia e n los
comienzos de la década de los cuarenta, hab ía n crecido y se habían fo rmado bajo
los preceptos de la re ligión católica. Ésta , de la mano con la ideología conse rvado-
ra. había resta urado el país d ura nte la llamada República Conservadora, e ntre
1886 y 1930. a partir del proceso reconocido como la R egene ración, " mode lo de
orden ' teocrático', fiel al más puro y trasnochado hispanismo[ ... ] que comportó un
retroceso histórico en e l que se consoli da ron la Iglesia ca tó lica, la e ducación
confesional y clerical y una men talidad dogmática y anticie ntífica " 29.

Por otro lado, a fi nales de la década de los cuarenta, las elites políticas -conserva-
doras y liberales-, au nque mantenían la división partidista, coexistían en un pac-
to tácito q ue pre te ndía instaurar la paz e n e l país y borrar las contradicciones, e l de
la "co nvivencia". En ese clima de tra nquilid ad , podrían cumplir con la tarea para
la cual se sentían "predestinados" :
27. Fernando Charry Lara. op. ci1.,
pág. 34 1.
28. Piedad Bonnett. op. cí1.. pág. El gobierno era considerado como el moldeador de las vidas anárquicas
219. del hombre común, como el estímulo a la conducta civilizada y la
29. M ario Aguilera. lnsurgencin conciencización de las m asas más allá de las necesidades de la vida
urbana en Bog()l6. Bogotá. Ins-
tituto Colombiano de Cultura.
diaria, a fin de facilitarles su integración a La sociedad3°.
1996. págs. 29-30.
30. H er bert Braun . Maf(/ro n a Los poetas de Piedra y Cielo par ticiparon tanto de esta especie de pacto tra nq uili-
Gairán. Bogotá. Centro Edito-
rial Universidad Nacional de
zado r -al construir en sus versos un mundo sin contradicciones, para la conviven-
Colombia. 1987. pág. ..¡8. cia- como de los "coletazos" de la R egeneración al recoger e n sus versos el ima-

B OLEl(N C t1 LlU Jt AL ' 818 1,. 10C 1t Á .. I C'O. VOL. 41 . NÚ M . 69. 2005

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
ginario católico que se divulgaba desde el púlpito y los catecismos, plagado de
ángeles, vírgenes y querubines.

Habría que decir - siguiendo a Antonio García- que los piedracielistas no le die-
ron la espalda a su tiempo porqu e encar naron y reprodujeron sus falacias. En pri-
mer lugar, contribuyeron a disimular, con sus poemas, las grietas de la sociedad en la
que vivían. Grietas que entre los años 39 y 48 se fue ron acentuando cada vez más y
que en 1948 desatarían una ola de terror que recorrería el país como nadie se había
imaginado, aunque sus causas ya estaban dadas31 • En segundo lugar, porque tampo-
co reconociero n las contradicciones que homb res y mujeres vivían entre su erotis-
mo y la normatividad católica, porque los seres que desfilan por sus poemas se en-
cuentran más allá de su propia piel, enaje nados de su sentir. Finalm ente, habría que
señalar que los piedracielistas encarnaban esa sociedad conse rvadora y clerical que
los había criado , y no ese paréntesis en el que se constituía el gobie rno liberal de
López Pumarejo (1934-1938), que antecedió la publicación de los cuadernos.

No es de extra ñar, entonces, que Piedra y Cielo se haya constituido tanto en mito
como en hito de nuestra historia literaria, y que en ello hayan influido otras causas
que van más allá de la intención que en ello pusieron sus integr antes y sus críticos,
pues se trata de causas que a ellos mismos determinan. Tal es el caso de los hom-
bres que ligaron sus vidas a través de los cuade rnos que publicaron bajo el nomb re
de Piedra y Cielo , como lo reconoce Jorge Child , compañero de generación de los
piedracielistas, a raíz de la muer te de Edua rdo Carranza:

A mí no me educaron para recha zar, discutir o criticar el lirismo de mis


generaciones mayores, nuevo s y piedracielistas, sino para alienarme con
las categorías de la existencia que ellos mane jaban [. .. ] Yo también fui
víctima de esa desinformación de una sociedad que me dio una falsa
educación sentimental, filosófica y política3 2 •

Habe r indagado sobre lo que fue Piedr a y Cielo y contrastarlo con lo que se cons-
truyó bajo ese nomb re no explica todavía cómo una obra con un conte nido del que
nadie quier e habla r sigue tenien do tanto impacto. Para ello sería necesario preci-
sar los vínculos que tuvier on los máximos expon entes de Piedra y Cielo con el
poder político y cultural después de 1939, trabaj o que aún no se ha hecho aunqu e
presenta valiosos antecedentes. Entre ellos se encue ntra la investigació n realizada
por Jacques Gilar d sob re la vida intelectual del país durante los años cuare nta que
muestra cómo pasan a la poste ridad los intelectuales que se adapt an a las necesi-
dades de los grupos políti cos que ejercen el poder, mientras que otros, como es el
caso de Jorge Zalam ea y su revista Crítica, queda n en el olvido33.

Recuperar los textos censurados y enten der cómo se nos ha privado de ellos es
una mane ra de restablecer ese pasad o sesga do y fragm entad o que hemos hereda-
31. Go n zalo Sá n c het. D o nn y
do por generaciones. Porqu e pa_rece ser que sin memo ria estamos conde nados a Meerte ns, Bandoleros, gamo·
repet irnos en las violencias individuale s y colectivas y que volver sob re versos, 1ulles y campes inos. Bogotá. E l

ensayos, cuent os y novelas puede ayuda rnos a reconstruir esos vacíos y a ser, cada Áncora Edi to res. segu nda ed i-
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