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Bernardo Stamateas
Para alcanzar cosas grandes en Dios siempre debemos triturar el espíritu de víctima. La víctima o la
auto conmiseración es una droga emocional que anestesia, dando un mensaje de auto pena:
"cuiden de mi".
La víctima siempre buscará estrategias para ponerse en el lugar de necesidad: "mi problema es
más grande que el tuyo". Por ejemplo una hija le informa a su mamá que se va a separar y la
madre grita, se descompone, desmaya trasmitiendo: "mi problema es mayor"; y la hija, quien es la
que necesitaba ser abrazada, consolada, debe atender a su madre.
La víctima siempre cambia la atmósfera para que le presten atención, comunica debilidad; "hagas
lo que hagas no me alcanza" es el mensaje que trasmite, siempre un dolor, un malestar para
generar una imagen de dependencia: "te necesito", "no me dejes", "lo hice por vos", "me quedé
soltera por vos y así me pagas", "le di mis mejores años al desgraciado y se fue con una de
veinte".
Lucas Márquez dice que muchas personas tienen la pedagogía del oprimido: alguien que es
torturado por un líder, cuando se libere, se transformará en un torturador mayor que el que tuvo.
Por eso Dios lo dejó a Moisés cuarenta años en la montaña, para eliminar de su vida el liderazgo
de autoritarismo que aprendió al ser criado bajo la autoridad de un déspota como faraón.
Hay personas a las que les han metido culpa (el espíritu de víctima mete culpa) y cuando forman
una pareja, tienen hijos o lideran a otros son más déspotas que sus antecesores.
La sangre de Cristo nos limpió del pasado y nadie puede hacernos sentir culpables. Si reconocemos
y confesamos nuestros errores, Él es fiel y justo para perdonarnos y su sangre nos limpia para
siempre.
Nunca veas a las personas como víctimas cuando atraviesan una dificultad o un momento difícil,
necesitan compasión (pasión compartida), consolación, pero nunca lástima.
No hagas nada para dar lástima, te rebaja y coloca a merced de los manipuladores.
Es una decisión.
Lo material no nos da felicidad porque no tiene vida, nosotros le damos vida y podemos vivir sin
ello y con ello: ser felices con o sin lo material; casados o no; con hijos o sin hijos, con o sin trabajo,
porque felicidad no depende de la gente o las circunstancias.
La gente podrá hablar, sugerir, influenciar pero yo decido qué me conviene. Estoy en control de
mis reacciones por eso nadie puede echar control a mi mundo interior, puedo cantar donde otros
lloran, bailar donde hay tristeza, ser libre donde me oprimen.
Tenemos que decidir alejarnos de aquellos que son destructores, sicópatas, manipuladores,
devastadores de la fe. Aquellos que cuando le decimos algo responden: "Mmm...", tienen un
espíritu de vaca y ¡debemos alejarnos de las vacas! También debemos elegir quienes nos
ministren; nadie puede hacernos sentir inferiores sin nuestro consentimiento ("lo que me dijiste
me lastimó"), si no lo decidís, nadie puede hacerte sentir menos.
Cuando una persona sabe adonde va y tiene su destino claro aparecerán los enemigos de ese
sueño puesto por Dios. No necesitamos agradar a todos porque no somos un billete de cien
dólares para que todos nos amen, somos libres de decidir con quien estar y con quien no. No le
debemos nada a nadie.
Nuestra fuente es Dios, no es la gente, ni los pastores, el trabajo, el dinero, ni la pareja entonces
seremos libres. Cuando pasamos por dolor necesitamos consuelo, un abrazo, pero nunca lástima,
ni generar dependencia de otra persona.
El justo se cae pero vuelve a levantarse . Tenemos derecho a equivocarnos, a cambiar de opinión, a
crecer, a soñar y esperar lo grande, y nadie debe castrarnos, ni robar nuestros sueños.
Cuando pensamos que algo es imposible, debemos preguntarnos si alguien ya lo logró, entonces
no es imposible.
Hay dos tipos de imposibles: con antecedentes y sin antecedentes.
Imposible con antecedentes es el que alguien logró lo que para mí es imposible, Imposible sin
antecedentes es un desafío para mi vida que podré lograr lo que nadie logró.
En mi diccionario la palabra imposible no está, no existe, la corté, porque para Dios no hay nada
imposible. Tampoco existe la palabra excusa.