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La invención de Grecia.

Fernando García

El fenómeno de la escritura en la antigüedad clásica poseía características bastante más


dinámicas que aquellas de la modernidad. Es probable que la formación de una cultura propiamente
escrita tomara varios siglos en determinar radicalmente el pensamiento de una sociedad oral. Si
consideramos que Grecia toma el alfabeto fenicio sobre el siglo IX y que los lacios comenzarían a
escribir el latín sobre el siglo VII, entendemos que lo que llamamos época clásica es ante todo un
espacio de tiempo en que la oralidad como tal aún jugaba un peso determinante sobre las formas
escritas, es en el siglo V que Pisístrato encarga la escritura de los poemas homéricos. Las sociedades
orales en las que la palabra es una realidad ajena a la vista eran culturas donde el canto, la sonoridad
de la voz en el entrelazamiento de las palabras, determinaba la forma del decir. Es así que el canto
colmaba las actividades cotidianas, repitiendo los relatos inmemoriales.

También el silencio era un fenómeno ajeno a la letra. Virgilio compuso La Eneida a través del
canto. A la mañana recitaba los versos eternos lejos del stylus, los cuales eran escritos por un
escriba. De tal forma ocupaba las tardes para corregir los versos surgidos en el canto matinal. En el
siglo IV de nuestra era Agustín de Hipona se sorprendería al ver a su maestro Ambrosio leyendo en
silencio. Suponía que el silencio de su maestro se debía a la búsqueda de la tranquilidad frente a las
constantes consultas de sus discípulos o tal vez con el solo ánimo de cuidar su voz ( Confesiones,
VI, 3). Este también es un rasgo sintomático del fin de la cultura antigua, en la que la letra no era
aún fundamentalmente un fenómeno mental. Ambrosio inventa el silencio del texto.

Los escritores antiguos no ponían puntos en la frase, no existían signos críticos ni espacios. Todo
ello será el fruto de la tarea filológica de los eruditos alejandrinos. Así pues, tampoco los textos eran
concebidos bajo una forma definitiva. Un texto podía continuar corrigiéndose mientras su autor
estuviese vivo, enmendándose en sucesivas ediciones.

Evidentemente el nacimiento de la imprenta acabó en términos generales con el rasgo más artístico
del libro copiado a mano y muchas veces iluminado. El fenómeno comercial del texto era conocido
ya en la antigüedad. Existía la figura del editor, no tan lejana a nuestra concepción moderna. Lo que
Roberto Calasso entiende como género literario de la edición estaba plenamente funcionando en la
antigüedad. Cicerón, por ejemplo, trabajaba con uno de los editores más importantes de la época,
Ático poseía un taller donde varios copistas se dedicaban a reproducir las obras, y había
desarrollado un sistema de distribución que abarcaba Italia y Grecia. De tal modo un autor podía
incorporar correcciones a una obra que luego iban a introducirse en ediciones sucesivas.
En la época clásica el fenómeno era algo más complejo, el volumen no había alcanzado el nivel de
desarrollo que logró durante el helenismo. Platón nunca copió Las leyes al papiro, durante su
escritura permaneció en tablillas de cera 1. Sabemos que a fines del siglo IV a. C. ya no había
volúmenes autografiados por Platón en la Academia.

A diferencia de lo que sucedería en Roma, Atenas no tenía bibliotecas públicas. Recién en las
escuelas filosóficas surgirían las grandes colecciones de libros. El liceo fundado por Aristóteles en
el año 336 fue uno de los primeros centros de investigación en poseer una biblioteca donde se
reunían toda clase de textos. Aristóteles contaba con un espíritu universalista en el campo de
estudios que volcó a la forma y metodología del liceo. Tanto la biblioteca antigua como la medieval
tenían cerca el scriptorium, por lo que durante todos estos siglos albergó el arte del copista.

Como consecuencia de la muerte de Alejandro en el 323 a.C. Aristóteles ya anciano debe huir de
Atenas debido a la creciente atmósfera antimacedónica. Probablemente hubiera dirigido sus pasos
hacia Lesbos, donde había pasado sus mejores años junto a su joven discípulo Teofrastro y donde
también acostumbraba a nadar con delfines, según nos deja ver en Historia de los animales. No
obstante muere a causa de una enfermedad en Calcis, donde poseía una casa. Deja el Liceo bajo la
dirección de Teofrastro quien a su vez habría de encargarse del cuidado de la biblioteca. Según nos
deja ver Estrabón, habría una biblioteca personal de Aristóteles que fue luego sumada a la de
Teofrastro y otra propia del Liceo, esta última fue llevada a Roma en el año 86 a. C. como botín de
guerra, a consecuencia del saqueo de Sila, el cual provocó una gran destrucción en el Liceo y
también en la Academia. 2
Por su lado la biblioteca de Teofrastro, que incluía la aristotélica fue luego de la muerte de este
heredada por Neleo quien fuera a su vez discípulo de los dos grandes maestros del Liceo. Neleo por
su parte se vio obligado a marcharse a Escepsis de donde era originario, a su muerte la biblioteca es
legadas a sus sucesores:

“(…) hombres ignorantes que tuvieron los libros cerrados bajo llave
y ni siquiera colocados cuidadosamente. Cuando se enteraron del empeño

1 Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos ilustres, 3.37.


2 Según relata Plutarco en Vidas paralelas, Sila mandó talar todos los bosques que rodeaban Atenas con el fin de que
los atenienses se vieran impedidos de construir cualquier máquina bélica: “(…) acudió por fin a los bosques
sagrados, despojando la Academia, que todos los alrededores de Atenas era el más poblado de árboles, y el Liceo.”
de los reyes atálidas, bajo cuyo dominio estaba la ciudad, por buscar
libros para crear la biblioteca de Pérgamo, los escondieron bajo tierra en
una especie de túnel, pero en algún momento posterior, cuando ya se
habían estropeado por la humedad y los gusanos, sus descendientes
vendieron los libros de Aristóteles y los de Teofrastro por mucho dinero
a Apelicón de Teos. Apelicón era más bien un bibliófilo que un filósofo,
por eso, en el intento de restaurar lo que se habían comido los gusanos
pasó el texto a una nueva copia sin suplir bien los huecos y publicó
los libros llenos de errores.3

Estrabón conoció esta historia de primera mano, puesto que fue discípulo de Tiranión el gramático
quien se hizo con la biblioteca llevada por Sila a Roma. Según el geógrafo también se la
distribuyeron algunos libreros que “se valían de malos escribas y no comparaban los textos”. La
biblioteca de Aristóteles tendría que esperar hasta el 30 a. C. para encontrarse con Andrónico de
Rodas quien la ordenó por libros y temas, convirtiéndose en su principal editor.

De tal modo, la biblioteca antigua y medieval jugó un papel central en la conservación y


transmisión de los textos antiguos. En tiempos preplatónicos, la suerte de la supervivencia de un
libro implicaba otros derroteros. Heráclito escribió un solo volumen al que tituló, como era el estilo
de la época, Sobre la naturaleza (Peri physeos), una vez terminado depositó su único ejemplar en el
templo de Artemisa en Éfeso, donde logró conservarse en la memoria de los antiguos.

Frente al áurea creadora de los siglos clásicos, el helenismo se caracterizó por el ordenamiento y la
imitación del estilo antiguo. Es debido señalar que la catalogación de las obras de Sófocles en
Alejandría ascendía a unas 130 obras dramáticas. A menudo en los trágicos ocurría que un autor
dramático no lograba representar la totalidad de las obras compuestas en vida, muchas veces eran
los herederos de su arte, en general sus hijos o nietos, los que tomaban esa tarea como propia.
Edipo en Colono, fue compuesta por Sófocles en su madurez, pero recién fue llevada al templo de
Dionisos por su nieto, en la primavera del año 401, pocos años después de la muerte de su abuelo de
mismo nombre. Hoy conservamos solo 7 tragedias de Sófocles.

3 Estrabón, Geografía, XIII, 54.


Durante el helenismo las grandes obras de la literatura pasan a un campo más perecedero que es el
de las escuelas de gramática o retórica, donde se conformaban volúmenes con fines pedagógicos,
que muchas veces contenían un orden de temas. Sumado a este problema vinculado al poco interés
por las obras literarias, debemos incluir también la cuestión del pasaje del rollo al códice,
fenómeno que se desarrolla en los primeros siglos de nuestra era. En efecto, el rollo era una
tecnología realizada con materias vegetales principalmente provenientes de Egipto. Ello suponía
que un rollo raramente superaba en condiciones normales los 300 años de vida. Por otro lado, la
lectura del rollo implicaba una dificultad inherente, el volumen de El banquete platónico por
ejemplo podía medir unos 7 metros. El rollo se iba abriendo ( explicare) hacia donde se leía y se
cerraba sobre la superficie leída (plicare), cuando tenían un rollo completamente abierto se le
llamaba explicitus.4 Esta forma de la lectura tiene graves consecuencias en torno a la cuestión de la
memoria en los antiguos y el tipo de citación que realizaban. Se podría afirmar que la lectura del
rollo puede emparentarse más a la experiencia que tenemos al leer un pdf que la propia del libro. El
lector del rollo estaba obligado a otro ritmo y otra fijeza en la lectura, de ahí que la palabra
“volumen” venga de volvere. Como sabemos, toda tecnología que el ser humano desarrolla con
fines de archivo determina la experiencia misma de la memoria. Los escritores antiguos, pues, no
volvían al texto que deseaban citar en sus propios escritos, siempre citaban de memoria ( apò
stómatos). Por su parte, el códice fue una tecnología desarrollada en Pérgamo, de ahí su nombre,
pergamino. Los romanos le llamaban membrana, o también vitela por su origen animal, dado que
para su fabricación se usaba cuero de vaca, cabra, carnero o en el mejor de los casos de ternero
(vitelus). La escritura comenzaba a estar mediada por el sacrificio animal.

Los siglos de decadencia de la cultura antigua que supusieron los primeros tiempos del cristianismo
implicaron para los textos clásicos una suerte de cuello de botella también propiciado por el cambio
en la tecnología de la escritura. Hubo una gran pérdida de interés en lo clásico y sobre todo en la
literatura. Por un lado, los intelectuales cristianos, salvo excepciones, combatieron en general la
literatura greco-romana, y como sabemos ello tuvo consecuencias en la desaparición también de
muchas bibliotecas. No obstante, a la vez aparecen otra gama de escritores en estos siglos que son
conscientes de su tiempo y ven la necesidad de compendiar el saber antiguo. De tal forma, aparece
la forma literaria del compendio. La antigüedad tardía y la edad media fueron épocas propicias para
la existencia de estos libros que se encargaban de coleccionar fragmentos, anécdotas, historias o

4 Seneca en una carta a Lucilio transporta el sentido: “Lo que sucede con los rollos de los libros cuyas vueltas quedan
pegadas por el moho, eso mismo creo me ha sucedido a mí. Hay que desenrollar el alma (explicandus est animus) y
revisar a menudo cuantos conocimientos se le han confiado en depósito a fin de tenerlos a mano siempre que la
necesidad exigiere.” Epíst. 72. 1. Ed. Gredos, 1986.
incluso animales fantásticos como es el caso del Bestiario. Gran parte de la transmisión de los
textos antiguos se la debemos, pues, a las gramáticas y compilaciones escolares.

Así pues, mucho de lo que un lector moderno puede leer de la antigüedad era desconocido en la
Edad media latina. Por un lado, la tarea de lo que podríamos llamar “intelectual” se desarrollo
fundamentalmente dentro de las instituciones eclesiásticas, donde las bibliotecas conservaban gran
cantidad de códices que no eran dados a copiarse, y permanecían enclaustrados y prohibidos.
A mediados del siglo XIII Guillermo de Moerbeke recorre Europa en búsqueda de códices antiguos
perdidos o poco conocidos, logra dar con la obra de Arquímedes y las obras teológicas de Proclo,
textos que traduce al latín, posteriormente será responsable de la traducción de los textos
aristotélicos que Tomás de Aquino estudiará para escribir la Summa Theologiae, dado que el
aquitense no leía el griego. Un siglo después Petrarca atraviesa Europa a caballo en busca de libros
antiguos. Fue en la abadía de Leija, al este Bélgica donde descubre el Pro Arquia de Cicerón, un
discurso clave para comprender la noción romana de humanitas que fuera fundamental para dar
lugar el humanismo renacentista. Petrarca por su lado, aprendió a leer el griego gracias a su maestro
Barlaam de Seminara, un maestro italo-griego que vivió en el sur de Italia. Petrarca, célebre en
juventud por sus hazañas en el campo del alpinismo, vivió sus últimos años copiando a mano la
Ilíada y la Odisea.

Hay otra vertiente de la tradición antigua que no se transmitió a través de la escritura y se vincula
sobre todo con el folklore de las sociedades rurales durante la edad media, las cuales siguieron
celebrando los rituales y fiestas religiosas durante la Edad media cristiana. Existen estudios como
los de Jean Seznec5 que nos muestran de qué forma la cultura y tradición antigua no desapareció
durante la Edad media como a veces se nos intenta enseñar. Muchas de las creencias religiosas de la
antigüedad perviven más en ámbitos rurales que en ámbitos letrados, aunque también en estos
últimos hubo una gran resistencia hasta por lo menos el siglo V. El cristianismo primitivo tuvo un
mayor epicentro en las ciudades como lo muestran las epístolas paulinas, de modo que le fue más
difícil penetrar en los medios rurales. Como consecuencia de ello aparece el término paganus.
Pagus era un concepto vinculado al espacio rural, y el paganus refería al hombre rural que
permanecía cultivando la cosmovisión y religión antiguas, y era pues, aquel que se debía convertir o
combatir. De igual forma, el rollo en los primeros tiempos del cristianismo se asocia al paganismo
lo cual produce cierta intencionalidad en la desaparición de esta forma de soporte de los textos
antiguos.
*

5 Los dioses de la Antiguedad en la Edad media y el Renacimiento, Taurus, 1983.


El rollo desaparece hacia el siglo III, es en época de Dioclesiano cuando se generaliza el gusto por
el libro o códice. Ello va de la mano con la caída de las elites senatoriales en Roma y la llegada de
una nueva clase de gobernantes, los homini novi. Esta es una época de “cuello de botella” como la
llama Luciano Cánfora, dado que hubo un sin número de obras que por diversas razones no
lograron copiarse a este nuevo soporte de la escritura, y por lo tanto desaparecieron.

En la Edad media el copista se convierte en una figura intelectual clave para la supervivencia de los
textos antiguos. Evidentemente en el caso de los textos griegos, el campo de acción del copista era
mucho más propicio en la Iglesia griega que en la romana. Es así que la posibilidad que tenemos
hoy de leer los textos griegos antiguos se la debemos en gran parte a los copistas bizantinos.
Primero en su pasaje al mundo musulmán y luego en el siglo XV su pasaje a la Europa latina.

La tarea del copista suponía a menudo cierta transformación de la obra, por razones de diversa
índole se producían cambios y alteraciones en los textos copiados. Eso que se llama “tipología del
error” y que es estudiado en el campo de la paleografía y de la filología.
Luciano Cánfora entiende que el copista es en muchos casos propiamente un autor. En su bellísimo
libro Il copista comme autore nos somete a la cuestión de la ausencia del “original”. A saber, que
ningún texto de los que sobreviven de la antigüedad clásica, excepto un número modesto de
papiros, tienen este carácter. Eso justamente lleva al helenista italiano a cuestionar la noción de
autor y de original en el campo de la filología clásica y a plantear la dificultad de establecer una
forma incuestionable de los textos, considerando los diferentes aspectos y grandes cambios que
sufrió la escritura del griego a lo largo de la historia.

Un caso paradigmático puede valorarse en la figura de Demetrio Triclinio, uno de los más
importantes copistas y filólogos bizantinos. Triclinio vivió en Tesalónica en el siglo XIV, y su
conocimiento de la métrica antigua le permitió desarrollar una metodología del estudio de los textos
poéticos desconocida hasta el momento. En efecto, los filólogos y copistas medievales poseían un
conocimiento muy limitado de las cuestiones métricas de la poesía antigua, por lo cual no podían
tener en consideración este punto central en el verso a la hora de enmendar o corregir. En cambio
Triclinio pudo conocer de primera mano algunos manuales alejandrinos sobre métrica, ello le
permitió aproximarse de manera mucho más cabal a los textos poéticos, además de poseer un afán
filológico admirable en poner atención en la comparación de copias de orígenes diferentes.
Imaginemos la dimensión de los cambios que debieron haber sufrido los textos antiguos al cabo de
más de un milenio de copias a mano. A Demetrio Triclinio por otro lado, le debemos el
descubrimiento de un códice que contenía 9 tragedias de Eurípides que eran prácticamente
desconocidas en Bizancio. De tal forma, se encargó de preparar una edición de estas tragedias
corregidas por él mismo para uso de sus discípulos. Esta copia es la responsable de la supervivencia
de casi la mitad de las obras de Eurípides. Un ejemplar de la edición arreglada por Triclinio de las
tragedias de Eurípides llega a Aviñón en 1348, posteriormente en el siglo XV es adquirido por la
familia Medicis,6 de donde toma el nombre de Laurentianus. Los occidentales habían comenzado a
familiarizarse con los códices griegos desde que el emperador bizantino Juan VIII Paleólogo visitó
Florencia a propósito del Concilio de Ferrara en 1438 7, pero es al momento cuando Mehmed II y el
ejército turco asedia Bizancio a mediados del siglo XV que los libros huyen a occidente. Sófocles
llega a Florencia en un códice del siglo XIII que también incluía Esquilo y a Apolonio de Rodas.
Por esos años Basilio Besarión, patriarca de la iglesia de Constantinopla poseía una de las mayores
bibliotecas en Bizancio, de la cual dona a la República de Venecia unos 800 códices griegos
bizantinos.

Platón es el único autor antiguo cuya obra llega completa, acompañada incluso de un puñado de
diálogos apócrifos. Fue un astrólogo alejandrino llamado Claudio Trasilo quien ordenó los diálogos
platónicos en tetralogías en época de Tiberio. 8 Este hecho iba a determinar la forma de las ediciones
medievales bizantinas de Platón. Calcidio tradujo la primera parte del Timeo al latín en el siglo IV,
este fue el ejemplar del cual se copió y se distribuyó en las bibliotecas cristianas europeas la única
obra conocida de Platón durante 800 años.

En 1468 Marcilio Ficino recibe de mano de Cosme de Medici un conjunto de códices que contenían
los diálogos platónicos los cuales traduce vorazmente al latín. Se toma 15 años para estudiar y
comentar los diálogos. Finalmente, en 1484 se editan 1025 ejemplares de los Platonis opera omnia
en la imprenta del convento benedictino de San Jacopo di Ripoli en Florencia.
Ficino omitió algunos pasajes que podían, a su parecer, entenderse literalmente cuando su lectura
debía hacerse de forma alegórica, por ejemplo en el Cármides censura un pasaje entre 155c y 155e,
6 Lesky, A. La tragedia Griega, p. 255.
7 Este concilio tenía el cometido fundamental de unir las iglesias de oriente y occidente.
8 Trasilo había ganado gran celebridad entre los eruditos de Rodas y fue llevado a Roma por Tiberio como astrólogo
personal. Suetonio nos cuenta que fue justamente Claudio Trasilo quien inspiró a Calígula a construir un descabellado
puente flotante que unía la bahía de Bayas con el dique de Pozzuoli, donde el emperador realizó una gran fiesta como
era su costumbre. Suetonio cuenta que allí atravesó el puente recién construido, varias veces y con distintos atuendos a
caballo de un lado a otro. “(…) cuando yo era niño, oía contar a mi abuelo que el motivo de esta obra, revelado por los
esclavos personales del emperador, habían sido las palabras del astrólogo Trasilo a Tiberio, cuando se hallaba
angustiado a propósito de su sucesor y más inclinado hacia su verdadero nieto, le aseguraba que Gayo (Calígula) tenía
tantas posibilidades de ser emperador como de recorrer a caballo el golfo de Bayas.” Suetonio, Vidas de los doce
Césares, IV, 19, 3.
donde Platón refiere a lo impresionado que quedó Sócrates al conocer la gran belleza del joven
Cármides:

“(…) me miró con ojos que no sé qué querían decir y se lanzaba


ya a preguntarme, y todos los que estaban en la palestra nos cerraban
en círculo, entonces, noble amigo, imaginé (eidón) lo que había debajo de
su vestido y me sentí arder y estaba como fuera de mí (...)” 9

Johann Joachim Winckelmann nació en Stendal en 1717, su padre esperaba que continuara el
humilde oficio familiar de zapatero, sin embargo opta por dedicarse al estudio de la teología y los
clásicos antiguos. La historia lo ubica como el hombre responsable de introducir el gusto por la
estética griega en la cultura alemana y dar inicio al denominado mito griego alemán. En 1748 luego
de desarrollar sus estudios clásicos en la Universidad de Halle consigue un puesto de bibliotecario
en Dresden en el castillo de Heinrich von Bünau, quien poseía una de las bibliotecas más grandes de
Sajonia y le permite a Winckelmann concentrarse en el estudio de la antigüedad. En esos años
escribe Gedanken über die Nachahmung der griechischen Werke in der Malerei und Bildhauerkunst
(Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y escultura, 1755), donde sostiene
que “el único modo en que podemos volvernos grandes, o cuando menos dignos de imitación, es
imitar a los griegos”.
Antes de emprender el soñado viaje a Roma, Winckelmann se convierte al catolicismo. El prestigio
ganado rápidamente en Roma por su erudición lo lleva a trabar amistad con el cardenal Alessandro
Albani, uno de los mayores coleccionistas de esculturas antiguas, quien lo pone bajo su protección y
le encomienda el cuidado de su biblioteca. La cercanía de Albani le iba a abrir las puertas de la
biblioteca papal y participar de las recientemente comenzadas excavaciones arqueológicas en
Herculano y Pompeya. El encuentro con las copias romanas de Laocoonte y sobre todo el Apolo de
Belvedere10 es clave para su comprensión del arte clásico que determinará la visión estética de las
siguientes generaciones de poetas e intelectuales alemanes. Es en referencia a estas esculturas que
caracterizará al estilo griego con su célebre “noble simplicidad y serena grandeza” ( edle Einfalt und
stille Grösse) en su Historia del arte. Winckelmann ya no regresaría a su tierra, muere en Trieste en

9 Traducción de la Ed. de Gredos, Diálogos I, 1989. p. 330, corregida por el autor.


10 En una carta a su amigo Francke de marzo de 1756 escribe: “La descripción del Apolo requiere el más elevado
estilo literario; una elevación que, por sobre todo, debe ser humana. Es indescriptible la impresión que produce esta
estatua.” en Ortega y Medina, J. Imagen y carácter de J.J. Winckelmann, cartas y testimonios, UNAM, 1992, p. 98.
manos de un delincuente italiano de nombre Francesco Arcangeli, al intentar defenderse del robo de
unas medallas antiguas.

La tarea fundamental de la filología racionalista que surge con las siguientes generaciones de
helenistas alemanes fue la de reinventar un ideal de la cultura antigua, valiéndose del estudio
sistemático de los textos griegos y romanos.

Escribe Anthony Andurand:


“Laboratorio prestigioso de las Alterumwissenschaft, centro mundial
de la producción de saberes sobre la Antigüedad, Alemania es también,
en la misma época (...) la patria de un “mito” único en su género, al cual
algunos dan el nombre de “mito griego alemán”” 11

Friedrich W. Ritschl fue uno de esos filólogos fundamentales en la construcción de la metodología


científica en la filología alemana. Maestro en Bonn y en Leipzig tuvo entre sus alumnos a un joven
prometedor de nombre Friedrich Nietzsche. 12 Ritschl que definía la filología como una
Alterumwissenschaft, es decir, como una ciencia de la antigüedad, consideraba que todos los textos
antiguos transmitidos tenían alteraciones ocurridas por los errores e interpretaciones al discurrir de
las variadas copias que se fueron dando a través de los siglos. La tarea pues, de esta ciencia de la
antigüedad era la enorme pretensión de restablecer el original por medio del cuidadoso análisis de
los manuscritos, citas y referencias históricas. Ritschl fue director de la Rheinisches Museum, una
de las principales revistas alemanas de filología donde se publicó gran parte de las investigaciones
tendientes a reconstruir esa “imagen perdida” de la antigüedad, allí el maestro publicó los primeros
trabajos filológicos del joven Nietzsche, sobre Teognis y sobre las fuentes de Diógenes Laercio,
donde ya puede olfatearse una incipiente crítica a la visión racionalista de la cultura griega.

Más allá del campo académico, también el movimiento romántico alemán precozmente fue un
ambiente propicio para la traducción de los poetas griegos. Hölderlin comienza a traducir a Sófocles
en 1796. Goethe, que había leído a Esquilo en la traducción de Wilhem von Humboldt, coronó el
encuentro entre Alemania y Grecia en la unión de Fausto y Helena. Es pues, fundamentalmente con
Humboldt a fines del siglo XVIII que se inicia, entre los artistas e intelectuales alemanes, la
creencia en el destino de ser los “griegos de la época moderna”. Se trató de una afinidad electiva

11 Le mythe grec allemand, PUR, 2014, p. 13.


12 “(…) Ritschl -lo digo con veneración-, el único docto genial que me ha sido dado conocer hasta hoy. Él poseía
aquella agradable corrupción que nos distingue a los de Turingia y con la que incluso un alemán se vuelve
simpático: -nosotros, para llegar a la verdad continuamos prefiriendo los caminos tortuosos (...)” Nietzsche, Ecce
Homo, Alianza.
que a través de la creación de una cierta imagen de la cultura antigua podía producir en los artistas
alemanes la creencia en la continuidad, o la descendencia de Grecia, y por tanto el sentirse
protectores de una herencia.

Siguiendo esa interpretación, nos recuerda Andurand:


“En esa cadena de repeticiones, de ecos y de reutilizaciones, de referencias
y de apropiaciones, una constante parece emerger: el relato del eterno
retorno hacia Grecia no expresa solamente la nostalgia de una edad de oro;
en él se dibujan un proyecto y un destino para Alemania” 13

Es justamente de cara a este problema que debe leerse El nacimiento de la Tragedia de Nietzsche.
En efecto, el programa de este libro pretendía elaborar una crítica a la imagen de la antigüedad
griega construida por el racionalismo de la filología académica. Para Nietzsche el estudio de la
tragedia griega suponía ser un objeto de crítica intempestiva 14que afectaba directamente en la
creación del ideal estético al seno mismo de la Bildung. La crítica nietzscheana se dirigía al centro
de ese ideal construido por Winkelmann, el cual no lograba incluir bajo su manto aquellos aspectos
irracionales, báquicos y musicales que eran, en la visión de Nietzsche, los preclaros y más
determinantes elementos de la época trágica pre-platónica. La ofensiva que libra Nietzsche en 1871
contra la filología alemana tiene como campo de batalla justamente la educación y la cultura de su
tiempo. Intenta pues, destruir la concepción historicista de la verdad mostrando la emergencia y
determinación del presente de cualquier imagen construida del pasado.

Posteriormente, Heidegger afirmaría que la gramática de la cultura occidental provenía


fundamentalmente de la lengua griega, de modo que “(…) esta lengua (en cuanto a las posibilidades
del pensamiento) es, al lado de la alemana, la más poderosa y espiritual”15. En cierto grado, es
debido asociar la afinidad de Heidegger con el nazismo en términos de la conservación de la
herencia cultural griega en Europa y en particular en Alemania frente al riesgo que suponía el
avance del comunismo. Para los intelectuales europeos conservadores el comunismo significaba
cabalmente el fin de la cultura europea de raíz, en tanto podría suprimir la dinámica histórica con la
antigüedad clásica. Grecia de la mano de Atenas se convirtió en una cultura determinante al haber
puesto un límite a los persas, puede comprenderse ese espejo en el que se miró la burguesía europea
temerosa de la conversión comunista.

13 Andurand, A. Op. Cit. p. 25.


14 Véase Baccino, D., “La tragedia como objeto de crítica intempestiva” en Calabria, R. y Díaz, A. (Comp.),
Actualidad de Nietzsche: a propósito de los fragmentos póstumos, Montevideo, UdelaR, pp. 57-63.
15 Introducción a la Metafísica, Gedisa, 2001, p. 59.
*

La vuelta de tuerca hecha por Nietzsche en el seno de un ideal estético inventado en la modernidad
convierte al filólogo de Basilea en el filósofo más determinante del pensamiento contemporáneo. Es
justamente Nietzsche quien nos enseñó a ver ese “azar de la lucha”, vínculo inherente de la historia
con el presente.

Este tránsito ha recorrido la pregunta por las mil caras. El atavío de la repetición, ese culto
nostálgico del origen. Cómo finalmente hemos dado con la Grecia, esa cara que hoy necesitamos
ver.

***

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