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Artículo de Sucasas PDF
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Del primero son estas palabras: «Siem- pecha o imagina; el otro señala el triunfo
pre nos estremeceremos por no ser más de la maquinaria del Lager, la apoteosis
que tubos de sopa, algo que se llena de concentracionaria. Entre ambos, se des-
agua y que mea mucho.»3 En su crudeza pliega un vasto espacio cuyo centro es el
expresiva (es decir, en su designio realista), cuerpo:
esa frase nos introduce en el corazón de
la experiencia concentracionaria, nucleada «Estamos a punto de asemejarnos a cuanto
en torno a la vivencia del propio cuerpo. sólo lucha por comer y muere de no comer,
Pero de un cuerpo que ya no cabe con- a punto de igualarnos con otra especie, que nun-
siderar, sin más, cuerpo propio. Paradójica ca será nuestra y hacia la cual tendemos; pero
experiencia: a la par, extrañeza de un cuer- ésta, que al menos vive según su auténtica ley
po que ha dejado de pertenecerle y radi- (los animales no pueden volverse más animales),
calización de la identificación con su cuer- aparece tan suntuosa como la nuestra “verda-
dera”, cuya ley también puede ser conducirnos
po; el concentracionario vive, en tanto que
hasta aquí. Pero no hay ambigüedad: seguimos
horizonte irrebasable de su existencia, la
siendo hombres y moriremos como hom-
aporía de la impropiedad del propio cuer-
bres.»4
po.
Siendo el Lager un máquina de destruc-
ción de la subjetividad, la condición cor-
2. La identidad tachada
poral del recluido es lo único que resiste
al furor aniquilador: sin identidad, el con-
Así pues, si el pensamiento clásico afirmó
centracionario se convierte en pura exis-
un sujeto sin cuerpo y Merleau-Ponty pro-
tencia somática, en carne desnuda. Como puso la alternativa del sujeto-cuerpo, el
si de las definiciones tradicionales del hom- Lager nos exige concebir un cuerpo sin
bre (animal racional, animal político, ani- sujeto, o al borde de perderlo (el «a punto
mal lingüístico,...) sólo el primer miembro de» de Antelme). Tal es el telos del sistema
preservase su poder afirmativo, eclipsán- concentracionario.
dose, a manera de accidente sin sustancia, Lager es el nombre de un mecanismo
el adjetivo. De ahí la tremenda conmoción cuyo rendimiento consiste en arrebatar al
categorial inherente a la tentativa de decir sujeto en él recluido su identidad, arro-
o pensar una experiencia que sacude la jando la operación, como saldo final, un
axiomática de nuestra conciencia antropo- residuo o resto irreductible (sobre el que
lógica: dificultad para el testigo, ante la ejercerá su dominio el poder concentra-
opacidad que la cosa opone al afán de cionario): el cuerpo. En primer término,
nombrarla; dificultad para quien, escucha- habrá que inventariar los múltiples estratos
do ese testimonio, quiere darle articula- que conforman el espesor de esa operación
ción discursiva. enajenante.
Sin que por ello la experiencia concen- La deportación instaura un corte abso-
tracionaria se convierta en un capítulo del luto en la vida del sujeto; el mundo del
saber zoológico. Digamos, más bien, que Lager anula cuanto hasta entonces cons-
su campo se mueve, según intensidades tituía su mundo: hogar, país, profesión,
variables, entre dos extremos: la vida ple- objetos personales, familia, amistades,
namente humana, la del no-concentracio- hábitos, lengua materna,... Aniquilación,
nario; la figura que, en la jerga de los cam- por tanto, de la identidad personal, pero
pos, recibe el nombre de musulmán. El también impugnación de la pertenencia a
primer umbral nada sabe de la existencia la especie: el trato humillante e indigno
del concentracionario, ni siquiera la sos- del que es objeto el concentracionario es
fico, reemplazado por el biológico. Impre- los árboles se sequen o que hayan muer-
visible e inmodificable, el futuro desapa- to.»18
rece. «¿Sabéis cómo se dice ”nunca” en
la jerga del campo? “Morgen früh”, mañana
por la mañana.»15 4. El cuerpo menesteroso
La opacidad del mundo no puede sepa-
rarse del eclipse del pensamiento, en parte Somos sujetos de necesidad, siendo nues-
por incapacidad (las escasas energías han tra finitud la de un cuerpo permanente-
de emplearse, íntegramente, en el esfuerzo mente atravesado por la carencia o la falta.
por mantenerse vivo, siguiendo los dicta- Ese régimen antropológico, derivado de
dos del organismo: no reflexión, sino refle- nuestro estatuto corpóreo, forma parte de
jos) y en parte por inutilidad (el choque las evidencias primordiales de la especie,
con la necesidad desvela la impotencia del aunque el orden civilizatorio tienda a rele-
pensamiento; apenas logra arañar super- garlo a un discreto segundo plano.
ficialmente la contundente realidad con- En el Lager ocupa, por el contrario, el
centracionaria). En la medida en que se primer plano, hasta adueñarse de todo el
conserve un margen de decisión, el único espacio de la experiencia: desnudez, inclu-
designio es el de resignarse a la incom- so del cráneo (rasurado), apenas disimu-
prensión: «Clausner me enseña el fondo lada por un uniforme a rayas («registro
de su escudilla. Allí donde los demás gra- físico» de la realidad somática: harapiento,
ban su número, y Alberto y yo hemos gra- manchado de sangre (de la propia y de
bado nuestro nombre, Clausner ha escrito: la de los piojos aplastados) y otros fluidos
“Ne pas chercher à comprendre”.»16 corporales, con restos de comida y sucie-
Mundo no pensado y apenas dicho: uni- dad) y unos zuecos que torturan los pies
verso silencioso, en el que la palabra figura y causan heridas siempre infectadas; sucie-
como un cuerpo extraño, las más de las dad, frío y fetidez; fatiga (estado perma-
veces reducida a la exclamación o el insul- nente, más que ocasional) y enfermedad
to, expresando «cierto eructo de la miseria; (si la distinción sano/enfermo todavía
una bilis de palabras.»17 Ese empobreci- resulta aplicable al cuerpo concentracio-
miento del lenguaje no sólo deriva de las nario); heces y orina, cuya presencia cons-
carencias expresivas del hablante (acentua- tante es la irrisión de pudor civilizado; sed
das por el carácter babélico de los campos), («Qué importan los golpes o las torturas
sino de la propia resistencia que las cosas, imaginables: lo esencial, beber.»19);... y,
en su opacidad, oponen al sentido. Opa- sobre todo, el hambre, nunca satisfecha
cidad y mutismo se refuerzan recíproca- por las miserables raciones de un alimento
mente, confirmando la sentencia del Trac- sin apenas poder nutritivo. De hecho, ese
tatus: los límites de mi lenguaje coinciden, inventario de la necesidad tiene en la expe-
en efecto, con los de mi mundo. riencia del hambre su centro, vivido como
Con todo, esa opacidad esencial esboza vacío del cuerpo (jamás lleno, nunca satis-
también posibles puntos de fuga: si la indi- fecho) o nihilismo somático; acaso la ima-
ferencia de la naturaleza ante el sufrimien- gen más emblemática del cuerpo necesi-
to de los hombres puede incrementarlo, tado sea la de una boca que saliva y mas-
es esa misma indiferencia (o la belleza, tica, como un reflejo pavloviano, en ausen-
reverso positivo de la opacidad) la que cia de alimento:
señala un límite al poder de los amos. «El
hecho de que los SS hayan decidido que «Nada más mirar el trozo de pan negro o
no éramos hombres no ha provocado que pensar en él un poco antes (la espera empezaba
siempre con una media hora de antelación), la que no sugiere una liberación de su mate-
boca se llenaba de saliva.»20 rialidad, sino la ilimitada identificación con
una necesidad imposible de satisfacer:
«Pero el vacío en el pecho, en la boca, en
los ojos, entre las mandíbulas que se abren y «Empujo carretillas, trabajo con la pala, me
se cierran sobre nada, sobre el aire que entra fatigo con la lluvia, tiemblo ante el viento; ya
en la boca. Los dientes mastican el aire y la mi propio cuerpo no es mío: (...) cuando no nos
saliva. El cuerpo está vacío.»21 vemos durante tres o cuatro días nos recono-
cemos con dificultad.»23
Nada comparable, aunque los nombres
(hambre, frío, sed, etc.) coincidan, a la Se comprenderá la significación gigan-
experiencia normal del cuerpo, para la cual tesca que la satisfacción de una necesidad
las necesidades son algo a satisfacer y, en adquiere para el concentracionario:
grados diversos, de hecho satisfecho. En
los campos, la necesidad vive en estado «Beber, beber, beber. Resurrección del agua.
de permanente insatisfacción y deviene un (...) y la alegría, una alegría triunfante del
absoluto. Hasta el punto de poderse hablar cuerpo.»24
de una experiencia fragmentaria del cuer- [Tras lograr robar unas cuantas patatas]
po (o un cuerpo metonímico): en función «Volví con lo que había cogido. Sentía el peso
de la necesidad en cada momento más de mi bolsillo hinchado. Era rico. El porvenir
apremiante, del cuerpo no se experimenta estaba lleno de patatas.»25
tanto su unidad como la zona anatómica
Aunque esa apoteosis de lo ínfimo tan
afectada (cuerpo-boca o cuerpo-estómago
sólo sea el reverso incidental del omnipre-
en el hambre; cuerpo-piel o cuerpo-pul-
sente imperio de una necesidad insatis-
món en el frío;...), generalizando así una
fecha.
vivencia que el mundo de «los vivos» sólo
conoce en momentos de sufrimiento y
enfermedad.
5. El cuerpo esclavo
Ausencia del deseo. Extinción, o cuando
menos latencia, de la sexualidad, sólo pre-
«El SS está allí, apostado en el recodo del
sente en los amos (o sus auxiliares entre
sendero. Adivino que mira. Está ahí con
los reclusos), mientras que el concentra-
sus botas y el Gummi. (...) A través de
cionario carece de ella (incluso en el ele-
la niebla y la oscilación de toda mi cabeza,
mento de la fantasía) o sólo la sufre en he visto (...) el desprecio, un desprecio de
tanto que instrumento de satisfacción del odio hacia mi cuerpo.»26 Elucidar la expe-
deseo del otro: homosexualidad y pede- riencia de la víctima es imposible sin pres-
rastia frecuentes entre los Kapos, en forma tar atención a la inhumanidad del verdugo.
de violación o en un modo no institucio- De hecho, la dualidad SS/concentraciona-
nalizado de prostitución (las más de las rio subyacía a cuanto llevamos dicho, aun-
veces, a cambio de alimento). «Cuando nos que sólo ahora sea directamente temati-
cruzábamos con una mujer, [Lucien, el zada. Representa la clave decisiva para
Meister] miraba sus senos y sus piernas, entender la experiencia concentracionaria,
y se giraba. Nosotros veíamos una silueta pues el Lager es, ante todo, un mundo de
con una bolsa en el brazo. Debía de haber amos (hasta tal punto que cualquier ele-
pan y leche en la bolsa. Lucien, que comía, mento hostil, incluso la indiferente natu-
miraba a la mujer.»22 raleza, reviste, ante el concentracionario,
Todo ello desemboca en lo que antes rasgos SS: «Pues el invierno era SS, el vien-
llamamos impropiedad del propio cuerpo, to y la nieve eran SS.»27). El icono del SS
«Pannwitz [el doctor que examina a los can- mo de conciencia de clase. «Somos siervos
didatos al Kommando químico 98] es alto, del- de las piedras, hombros para vigas, manos
gado, rubio; tiene los ojos, el pelo y la nariz para martillos, y, si las piedras, las vigas
como todos los alemanes deben tenerlos, y está y los martillos desaparecen, el escándalo
formidablemente sentado detrás de un compli- estalla, no tenemos razón de ser ni excusa;
cado escritorio. Yo, Häftling 174517, estoy en envenenamos la fábrica.»36
pie en su estudio, que es un verdadero estudio, En segundo lugar, el cuerpo golpeado.
que brilla de limpio y ordenado, y me parece Si hasta aquí el vínculo entre señores y
que voy a dejar una mancha sucia donde tenga siervos se desarrolló en lo visible y lo audi-
que tocar.»33 ble, ahora se abre a otra modalidad sen-
sorial: el universo táctil, donde el cuerpo,
En cuanto a la voz, admite una única en tanto que superficie ofrecida al con-
respuesta: la obediencia. Dominación tacto, se define por una esencial vulnera-
absoluta en la renuncia a cualquier auto- bilidad. Universo violento del que eran
nomía o capacidad de iniciativa, desterra- pálidas anticipaciones el icono de la fuerza
das de un mundo cuya gramática excluye y la agresividad de la voz. El Lager instituye
la expresión ¿por qué?34. Obediencia ciega «la violencia abierta como relación social
o sumisión incondicional en la que culmina fundamental»37. Vasta taxonomía de la vio-
la victoria del Lager sobre el hombre: lencia: intersubjetividad perversa univer-
salizada (golpean el SS, los Kapos y los
«Destruir al hombre es difícil, casi tanto
propios compañeros, víctimas del hacina-
como crearlo: no ha sido fácil, no ha sido breve,
miento y la lucha por la existencia; incluso
pero lo habéis conseguido, alemanes. Henos
uno mismo –mutilaciones voluntarias para
aquí dóciles bajo vuestras miradas: de nuestra
evitar el trabajo–); violencia directamente
parte nada tenéis que temer: ni actos de rebel-
corporal (puñetazos, patadas,...) o instru-
día, ni palabras de desafío, ni siquiera una mira-
mental (látigos, porras, barras de
da que juzgue.»35
hierro,...); violencia cotidiana o excepcio-
Si la filosofía ha definido la subjetividad nal (tortura);... El cuerpo concentraciona-
como conciencia que es para-sí, los campos rio es una masa orgánica susceptible de
imponen una figura de lo (in)humano ser golpeada. Sufre una violencia inmoti-
como cuerpo para-el-otro. Ahí alcanzamos vada e imprevisible. Absoluta indefensión
el sentido definitivo de la paradoja de la de la ciudad punitiva.
impropiedad del propio cuerpo: el concen-
tracionario es su cuerpo, pero no le per-
tenece, sino que es la propiedad del amo. 6. Muerte y superviviencia
Los señores son dueños de los cuerpos.
El concentracionario es un cuerpo escla- El poder soberano SS consiste en la capa-
vo. cidad de decidir la muerte, anticipada, en
Dos son sus determinaciones funda- cada acto de violencia, como su natural
mentales. En primer lugar, el trabajo servil: desenlace. Y ser concentracionario signi-
únicamente el beneficio extraíble de su fica saber que la muerte es el destino nece-
productividad libra (aunque sólo tempo- sario del habitante del Lager, esa inmensa
ralmente: el propio trabajo es mortal) al necrópolis. Muerte masiva, antes que nin-
concentracionario de la muerte. Acumu- guna otra, de las poblaciones extermina-
lación del capital (que ni siquiera se detie- das; pero esa figura de la mortalidad per-
ne ante el cadáver) en la extrema explo- manece radicalmente irrepresentable (si no
tación: plusvalía concentracionaria sin aso- en el plano objetivo de la historiografía,
la solidaridad» que convirtió el afán bio- una victoria del SS. Pero los detenidos no han
lógico de supervivencia en proyecto de decidido explotarse mutuamente para vivir.»45
resistencia, introduciendo así un islote «Los que se pelean o se insultan de ese modo
clandestino de humanidad (política) en la no son enemigos. Se llaman entre ellos con jus-
geografía de lo inhumano. Pero la solida- ticia camaradas, porque no han decidido sobre
ridad existió también en la forma del esa lucha; es su estado.»46
impulso moral individual de quienes no
renunciaron a «la reivindicación furiosa, Una última, y decisiva, dimensión moral
y casi siempre solitaria, de seguir siendo, de la supervivencia: seguir vivo y mantener
hasta el final, hombres»42. Así nace una la esperanza de salir algún día de la ciudad
concentracionaria, es un deber, el de apor-
santidad laica, específica del Lager, cuyo
tar a los hombres (a los «vivos» de «allá»)
reflejo en la literatura testimonial parece
el relato de lo inhumano. Nacimiento del
convertirla en escritura sagrada. Por lo
testigo:
demás, ambos modos de la solidaridad no
eran incompatibles; el diálogo entre dos «Me doy cuenta, y pido indulgencia por ellos,
Kapos comunistas anticipa la crítica de la de los defectos estructurales del libro. Si no en
barbarie estalinista: acto, sí en la intención y en su concepción, nació
en los días del Lager. La necesidad de hablar
«No llegaste a la revolución porque Marx a ”los demás”, de hacer que ”los demás” supie-
te hubiese convencido, sino por una rebelión sen, había asumido entre nosotros, antes de
de lo más íntimo de ti mismo contra la sociedad nuestra liberación y después de ella, el carácter
que se te imponía. (...) Después, comprendiste de un impulso inmediato y violento, hasta el
a Marx. Sólo después. Si pierdes tu alma, ¿qué punto de que rivalizaba con nuestras demás
queda de ti, incluso si tu cerebro no olvidó nada necesidades más elementales; este libro lo escri-
del materialismo dialéctico? Quizá te hayas con- bí para satisfacer esta necesidad; en primer
vertido en un funcionario, pero estás muerto.»43 lugar, por lo tanto, como una liberación inte-
rior.»47
Antelme es, entre todos los testigos,
quien mejor ha destacado el valor del Pero quien escribe (el testigo) es ya un
esfuerzo por seguir con vida. Sobrevivir es, superviviente; es decir, alguien que,
en medio de la desolación y la muerte, habiendo estado allí (en el infierno del
una forma de resistencia, una tarea sagra- Lager), ha logrado regresar al mundo de
da: los hombres. Es alguien que, restablecida
su condición de sujeto y de hombre, obe-
«Militar es, aquí, luchar de un modo racional dece al deber de recordar la experiencia
contra la muerte. Y la mayor parte de los cris- de quien (¿él mismo?) se vio reducido a
tianos la rechazan aquí con tanto empeño como ser un cuerpo. En la palabra del testigo
los demás (...) porque la criatura nunca ha esta- la existencia carnal deviene signo, escri-
do tan cerca de considerarse a sí misma un valor tura: literalmente, bio-grafía. Este hombre
sagrado. (...) La liberación que el cristiano podía (que es y no es aquel cuerpo) da cumpli-
creer que encontraría allá en la muerte, sólo miento, en el acto de escritura, a lo que
puede encontrarla aquí en la liberación material allí era un deseo somático, una pulsión de
de su cuerpo prisionero.»44 memoria.
«No hay que morir: ése es aquí el verdadero Autobiografía del testigo: muerte y
objetivo de la batalla. Porque cada muerte es supervivencia. Ecce corpus.
NOTAS
1
M. Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción 20
Ibid., p. 322.
(1945), Barcelona, Península (trad. de J. Cabanes), 21
Antelme, op. cit., p. 92.
1975, p. 77. 22
Ibid., p. 121.
2
En realidad, el proceso comenzó ya el verano del 23
Levi, op. cit., p. 39 (cursiva nuestra).
año anterior, con el avance del ejército soviético en 24
Rousset, Les jours... I, op. cit., p. 56.
el frente oriental. 25
Antelme, op. cit., p. 125.
3
R. Antelme, L’espèce humaine (1947), París, Galli- 26
Rousset, Les jours... I, op. cit., p. 127.
mard, 1978, p. 101. 27
Antelme, op. cit., p. 181.
4
Ibid., pp. 228-229.
28
Ibid., p. 27.
5
Cf. P. Levi, Si esto es un hombre (1947), Barcelona,
29
Ibid., p. 226.
Muchnik Editores (trad. de P. Gómez Bedate), 1987,
30
Ibid., p. 15.
p. 206.
31
Rousset, Les jours... I, op. cit., p. 128.
6
D. Rousset, Les jours de notre mort II (1947), París,
32
Antelme, op. cit., p. 193.
Hachette, 1993, p. 593.
33
Levi, op. cit., p. 112.
7
Antelme, op. cit., p. 11.
34
Cf. Levi, op. cit., pp. 30-31; Antelme, op. cit., pp.
8
Levi, op. cit., p. 129. 41 y 158.
35
Levi, op. cit., p. 157.
9
Ibid., p. 126. 36
Antelme, op. cit., p. 183.
10
Ibid., p. 29. 37
Rousset, Les jours... I, op. cit., p. 225.
11
Rousset, Les jours de notre mort I (1947), París, 38
Ibid., pp. 142-143.
Hachette, 1993, p. 72. 39
Antelme, op. cit., p. 17.
12
Merleau-Ponty, op. cit., p. 336. 40
Rousset, Les jours... II, op. cit., p. 438.
13
Antelme, op. cit., p. 273. 41
Cf. ibid., p. 151; Levi, op. cit., p. 92.
14
Levi, op. cit., p. 38. 42
Antelme, op. cit., p. 11.
15
Ibid., p. 140. 43
Rousset, Les jours... I, op. cit., p. 63.
16
Ibid., p. 110. 44
Antelme, op. cit., p. 45.
17
Antelme, op. cit., p. 141. 45
Ibid., p. 71.
18
Ibid., p. 50. 46
Ibid., p. 72.
19
Rousset, Les jours... I, op. cit., p. 44. 47
Levi, op. cit., pp. 9-10.