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PERSPECTIVAS

Usos y abusos de lo ‘neuro’


José E. García-Albea

Introducción keting, neuropolítica, neuroética, neurofilosofía, neu­ Departamento de Psicología/CRAMC.


roteología, neuropsiquiatría, neurosociología, neuro­ Universitat Rovira i Virgili.
Es curioso –e inquietante a la vez– comprobar el de­ antropología, neuroastronomía, neurojurisprudencia, Tarragona, España.

venir reciente de una disciplina tan respetable como la neuroestética, neuromúsica y neurogastronomía, y Correspondencia:
neurología, con antecedentes preclaros y un bagaje que podría ampliarse fácilmente a otras con incluso Dr. José Eugenio García-Albea Ristol.
histórico inequívoco, que ha venido a verse desborda­ algo más de predicamento, como la neuropsicología, Departamento de Psicología.
Universitat Rovira i Virgili. Ctra.
da por las así llamadas ‘neurociencias’ o, si se prefiere la neuropedagogía, la neurolingüística, la neurocom­ Valls, s/n. E-43007 Tarragona.
el singular integrador, por la neurociencia en general. putación o la neuroetología. No cabe duda de que lo
E-mail:
A primera vista, y sólo atendiendo a la etimología, los ‘neuro’ ha alcanzado un estatus privilegiado a través jegarcia.albea@urv.cat
términos ‘neurología’ y ‘neurociencia’ deberían consi­ de su presencia omnímoda en el mundo científico –y
derarse sinónimos a todos los efectos, por lo que po­ hasta en el literario; el último hallazgo de que tenemos Financiación:
Trabajo financiado en parte
dría resultar chocante, al menos para un observador noticia es el de la neuroliteratura o neurocrítica (neu­ por las ayudas SGR2009-401
descontextualizado, el desmedido énfasis que ha co­ ro lit-crit), de la que se informaba hace unos meses en de la Generalitat de Catalunya
brado el segundo de estos términos a costa del prime­ El País [4]–. y PSI2009-12616 del Ministerio
de Ciencia e Innovación.
ro. Y es que no se trata de una mera cuestión termino­ Ante la patente euforia y atracción mediática que
lógica, se supone que hay mucha más miga dentro. ello llega a suscitar (estamos ‘a un paso de leer la men­ Aceptado tras revisión externa:
21.02.11.
Aparte de posibles matices diferenciadores entre lo te’, titulaba Javier Sampedro un reportaje sobre neu­
más clínico de la neurología y lo más básico de la neu­ rociencia también en El País [5]), cabe hacerse unas Cómo citar este artículo:
rociencia, algunos llegan a sugerir que el cambio de cuantas preguntas. En primer lugar, si no habrá un García-Albea JE. Usos y abusos
de lo ‘neuro’. Rev Neurol 2011;
nombre refleja todo un ‘cambio de paradigmas’: más tanto de exceso en todo ello, en la utilización abusiva 52: 577-80.
allá de la neurología clásica, centrada en el estudio del de lo ‘neuro’ para tratar de reciclar cualquier otro ám­
sistema nervioso (su estructura, función y desarrollo) bito del saber (sobre todo si es ‘humanístico’ en un © 2011 Revista de Neurología

en estado normal y patológico, la nueva neurociencia sentido genérico). En segundo lugar, a qué se puede
se presenta con vocación universalista y multidiscipli­ atribuir dicho exceso y si, a pesar de todo, tiene algún
nar, que traspasa las fronteras departamentales y aspi­ sentido, si supone una contribución sustantiva al avan­
ra a la reconciliación (la ‘consiliencia’ se dice ahora [1]) ce de las disciplinas así recicladas. Y, en tercer lugar,
de las ciencias y las humanidades, proyectándose en habría que preguntarse también por aquello que pue­
una especie de ‘neurocultura’ de la que se esperan da afectar a la neurología como tal, hasta qué punto se
grandes beneficios para la humanidad [2]. ha de conformar con ser abducida por el gigante de la
La neurociencia vendría a abrir así nuevos y muy neurociencia o, por el contrario, ha de procurar man­
variados campos a la neurología clásica, en la medida tenerse fiel a su trayectoria y sus contenidos propios,
en que no pone límite a su pretendida influencia en aun sin renunciar a todos los avances que puedan faci­
‘todas las disciplinas del conocimiento humano’ (sic), litar la exploración de esos contenidos.
aplicando el prefijo ‘neuro’, también sin límite, al estu­
dio de cualquier actividad o manifestación humana,
como reflejo, a su vez, de la actividad del sistema ner­ El auge de lo neurológico
vioso [3]. De ello se hace eco, con ánimo constructivo,
el Suplementos de octubre de 2009 de la revista Neuro- No hacía falta que llegara la era ‘neurocientífica’, o que
logía, que nos ofrece un amplio catálogo de neuro­ se celebrara con gran éxito promocional la ‘década del
ciencias, desde la neuroeconomía a la neuromagia, cerebro’ (la de 1990), para tener claro el papel central
pasando por disciplinas tan dispares como neuromar­ que desempeña el sistema nervioso en el control y la

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J.E. García-Albea

regulación de todas las funciones del organismo. En genuino cambio de paradigmas que, como anuncia la
este sentido, es verdad que no hay capacidad, conduc­ neuropropaganda, vendrá a resolver los antiguos enig­
ta o logro de los humanos que no dependa directa­ mas (el problema mente-cuerpo, el problema de la
mente del sistema nervioso. Nadie duda ya –al menos consciencia o el problema de la acción voluntaria, en­
en el ámbito científico– de que lo neuronal constituye tre otros) y concederá por fin carta de naturaleza cien­
el sustrato físico más próximo que hace posible la acti­ tífica, la del ‘núcleo duro’ (hardcore science), a las otro­
vidad mental (el cerebro como órgano de la mente) y, ra más que débiles ciencias sociales y humanidades.
por lo mismo, la actividad social, económica, artística, Éstas quedarían así convertidas en especialidades de la
religiosa, científica, etc., de los humanos. No ha habi­ gran neurociencia, empezando por la misma psicolo­
do que esperar al boom de la neurociencia para que la gía (que para algunos habría muerto ya, sacrificada en
neurología clásica (ciencia del cerebro) y la psicología el altar de la llamada ‘neurociencia cognitiva’ [6]).
(ciencia de la mente) hayan tratado de encontrarse en Ahora bien, ¿tiene todo esto algún sentido?
esa aventura interdisciplinar de la neuropsicología,
que cuenta ya con una dilatada tradición, asociada
principalmente al estudio de los trastornos funciona­ Cuestiones de fondo
les debidos a lesiones o malformaciones cerebrales. Su
objetivo último estaba claro, dar con los correlatos Aparte de sonar a bombo y platillo, la impresión que
neurobiológicos de nuestras funciones mentales bá­ da es que los medios se han transmutado en fines, pro­
sicas (percepción, memoria, pensamiento, lenguaje, duciéndose el efecto ilusorio de que el avance tan es­
emociones) y sus alteraciones, lo cual, en principio, pectacular que se ha llevado a cabo en la ‘exploración’
habría podido servir de pauta a aquellos otros ámbi­ del órgano (el cerebro y el sistema nervioso en gene­
tos, de las ciencias sociales y las humanidades, en que ral) va a garantizar de modo automático la ‘explicación’
se despliegan dichas funciones. de la función (cualquiera que sea su ámbito de aplica­
No obstante, hay que reconocer que el factor deci­ ción). Basta un somero repaso de la literatura sobre
sivo que ha impulsado este ambicioso programa de neurociencia para comprobar sus excesos en cuanto al
investigación ha sido el de los espectaculares avances predominio que trata de ejercer sobre las demás disci­
tecnológicos en la exploración del cerebro. Más allá de plinas (de ahí, quizá, lo de ‘neurocultura’), presentán­
los datos clínicos relacionados con el daño cerebral, dose como último argumento explicativo de éstas. El
las observaciones por necropsia o las del cerebro vivo hecho de encontrar el correlato neuronal (en términos
por intervención quirúrgica, hemos asistido en las úl­ de áreas, circuitos o procesos bioquímicos) de una
timas décadas al desarrollo de sofisticadas técnicas de función mental (o de alguna de sus derivadas) se toma
registro electrofisiológico y magnetográfico de la acti­ como prueba suficiente y definitiva para su explica­
vidad neuronal, de técnicas avanzadas de estimulación ción, lo que acaba resultando sencillamente abusivo.
cerebral, de exploración por tomografía axial compu­ Está bien, por supuesto, constatar la presencia de
tarizada, por emisión de positrones o por resonancia esos correlatos neuronales y establecer los nexos que
magnética y resonancia magnética funcional, junto al correspondan entre órgano y función (de indudable
de aquellas que utilizan marcadores bioquímicos y utilidad en algunos campos, como, por ejemplo, el de
procedimientos de la biología molecular para llegar la enfermedad mental [7]), pero ello no exime de tener
hasta los condicionantes genéticos del desarrollo y el que dar cuenta de la función en el nivel de explicación
deterioro neuronal. Como se ha dicho tantas veces, se que le sea propio (normalmente más abstracto que el
han roto las barreras que impedían el examen en vivo de su implementación física). Así, incluso en funcio­
de nuestro ‘órgano oculto’ y podemos ya examinar el nes mentales tan básicas como la visión, por ejemplo,
cerebro en acción. A partir de ahí, la proliferación de siendo muy importante lo que ya se sabe del sistema
neurociencias (neuro-X) caería por su propio peso. neurosensorial responsable de ésta, no es, en cambio,
Para remplazar ‘X’, bastará con acotar uno u otro ám­ suficiente para dar cuenta de los mecanismos y proce­
bito de la actividad humana, y en el ejercicio de dicha sos de carácter computacional que subyacen a ese lo­
actividad comprobar el comportamiento cerebral que gro adaptativo del organismo que llamamos ‘ver’ [8].
corresponda, plasmado, por cierto, en imágenes diná­ Si esto es así con respecto a la visión, qué no habría
micas que gozan ya de gran resolución espaciotempo­ que decir de los requisitos explicativos que comportan
ral. La neuroimagen en la base de la neurociencia. funciones como el lenguaje, la toma de decisiones, las
Con todo lo que estos avances tecnológicos han su­ preferencias estéticas, el juicio moral o el pensamiento
puesto para la propia neurología, básica y aplicada, la creativo, por añadir sólo algunos ejemplos. Las disci­
cuestión está en saber hasta qué punto su utilización plinas que se han ocupado tradicionalmente de esas
masiva en las antedichas disciplinas ‘neuro-’ constitu­ funciones podrán tener un carácter más o menos cien­
ye una auténtica revolución científica. Es la cuestión tífico (por su nivel de adecuación explicativa, por su
de hasta qué punto la neurotecnología comporta un rigor metodológico, etc.), pero sea éste el que fuere, el

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Usos y abusos de lo ‘neuro’

anteponerles el prefijo ‘neuro’ no las convierte en más dencia puntual de lo mental con lo neuronal: la estruc­
científicas, no añade un ápice de valor explicativo al tura y funcionamiento del cerebro como modelo de la
que ya tuvieran de por sí. Aunque supiéramos con de­ estructura y funcionamiento de la mente. Quizá el
talle lo que pasa en nuestro cerebro cuando realizamos mejor ejemplo de esta opción isomorfista lo tenemos
cualquiera de las funciones referidas, quedaría por ex­ en el así llamado enfoque conexionista o de ‘redes neu­
plicar en qué consisten dichas funciones y cómo se lle­ ronales’ [12], que, aun hablando de neuronas y de si­
van a cabo en términos operativos. Y, con respecto a napsis en un sentido abstracto, plantea un diseño de la
ello, parece claro que la contribución de la neurocien­ arquitectura mental en estricto paralelismo con lo que
cia al desarrollo de esas otras disciplinas es más bien sabemos de la arquitectura neuronal. Su influencia se
nula, no aporta nada sustantivo al conocimiento y ex­ ha hecho notar claramente en el movimiento de la
plicación de los fenómenos de uno u otro tipo en el neurociencia cognitiva, desde la que se ofrecen pro­
ámbito de la psicología, las ciencias sociales o las hu­ puestas aparentemente integradoras, como la del sis­
manidades. Del mismo modo que para comprobar los tema de ‘cognits’ neuronales de Joaquín Fuster, quien,
usos y funciones de un ordenador tiene poco sentido al comienzo de su celebrada obra Cortex and mind
desmenuzarlo e inspeccionar cada uno de sus com­ [13], no duda en declarar que su objetivo último ha
ponentes físicos (relés, cables, conexiones, materiales sido ‘to substantiate the correlations between a neural
conductores, etc.), siendo imprescindible acceder al order and a phenomenal order, the isomorphism of cor-
software, así, para entender lo que es la visión (o el len­ tex and mind’.
guaje, etc.) no se llega muy lejos inspeccionando al de­ El empeño isomorfista deja a la psicología atrapada
talle todo lo que pasa en el cerebro mientras se realiza en la neurociencia, algo que resulta, como poco, des­
la función, sino que es imprescindible descifrar el com­ mesurado. Y no es porque no se pueda contemplar la
plejo sistema de procesamiento de información que da propuesta del isomorfismo como una hipótesis plausi­
cuenta de la propia función y de la posibilidad misma ble del funcionamiento mental, sino por el ‘aprioris­
de realizarla. mo’ de considerar dicha propuesta como la única
En el fondo de todo este asunto es fácil detectar un compatible con los rigores de la ciencia. El que nues­
amago de vuelta al ‘reduccionismo eliminativista’, por tro cerebro sea, de hecho, una gran estructura asocia­
el que los fenómenos psicológicos, sociales, religiosos, tiva, de unidades conectadas entre sí por flujos excita­
económicos o de cualquier otro dominio que concier­ torios e inhibitorios, no implica necesariamente que el
na al ser humano terminarían por ser explicados en funcionamiento mental tenga que proceder al modo
términos neurocientíficos. Las disciplinas que tradi­ de una ‘máquina asociativa’ (cosa que, por cierto, ya
cionalmente se han ocupado de esos distintos fenóme­ proponían los empiristas británicos del s. xviii). Entre
nos (psicología, sociología, antropología, economía, otras alternativas igualmente viables (pero no isomor­
etc.) tendrían así una vigencia transitoria, en espera de fistas, ni asociacionistas), cabe la posibilidad –o, al
que los previsibles avances de la neurociencia nos per­ menos, así lo propone una corriente bien acreditada
mitan acabar prescindiendo de ellas. en la psicología cognitiva actual– de que se parezca
El caso de la psicología es bien ilustrativo, al haber más a una ‘máquina simbólica’ (procesos reglados que
mostrado una especial sensibilidad (¿vulnerabilidad?) operan sobre representaciones discretas), al modo de
ante las propuestas reduccionistas, aunque sólo haya las máquinas de Turing en que se basa el modelo clási­
sido para resolver la tensión entre el mentalismo pro­ co de computación. No es el momento de escoger en­
pio de su objeto de estudio (¿cómo funciona la men­ tre ambos modelos de arquitectura cognitiva; baste
te?) y los presupuestos materialistas de que parte la aquí con indicar que es ésta una cuestión enteramente
ciencia moderna. Es verdad que la superación del dua­ empírica y que no puede, por tanto, quedar zanjada a
lismo ontológico cartesiano por la adopción de un ni­ priori ni en un sentido ni en otro. Sirva como ejemplo
vel de explicación funcionalista le ha permitido a la ilustrativo de este abordaje empírico el clarificador
psicología contemporánea hablar de lo mental sin en­ trabajo de Randy Gallistel en el ámbito del aprendizaje
trar en conflicto con esos postulados materialistas, y y la memoria [14,15].
sin caer tampoco en el reduccionismo eliminativista
[9]. Lo que, sin embargo, no ha hecho disminuir el
enorme atractivo que han ejercido –y siguen ejercien­ Neurología y neurociencia
do– sobre ella las distintas propuestas reduccionistas
que se le han ofrecido, bien en sus formas más radica­ Y, a todo esto, ¿en qué situación queda la neurología
les de eliminación de lo mental (como, por ejemplo, como tal?; ¿qué le ha aportado su supuesta transfor­
las contenidas en el programa de neurofilosofía de mación en neurociencia?
Paul Churchland [10,11]), o bien, de forma más sutil, a Pues, la verdad, tampoco parece que mucho. Ni ha
través del frecuente recurso al argumento explicativo cambiado su objeto de estudio, ni ha cambiado su me­
del ‘isomorfismo’, por el que se asume una correspon­ todología (salvo en lo que aportan las nuevas técnicas

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de exploración), ni ha cambiado su aparato concep­ bién por su propio pie, es verdad que con gran apoyo
tual. Las innovaciones principales han venido de las tecnológico, para desentrañar los principios y compo­
ciencias más básicas –la física, la química y la biología nentes básicos que caracterizan la anatomía, fisiología
molecular– y poco, realmente poco, han hecho por y patología de un órgano tan capital para la vida y las
ella las disciplinas de nivel más abstracto (como las obras del ser humano.
‘humanísticas’ en sentido amplio). Nada, desde luego, Ahora bien, el respeto a las diferencias (de objeto,
como para que se haya producido un cambio de para­ método y nivel de explicación) entre disciplinas no es
digma (como sí sucedió, por ejemplo, con la teoría de ni mucho menos incompatible con la colaboración en­
la neurona de nuestro insigne Santiago Ramón y Cajal tre ellas. De ahí que se deba reconocer el importante
hace ya un siglo). avance que se ha producido, bajo el amparo de lo ‘neu­
Ello no quita para que la neurología como tal siga ro’ y la neurotecnología, en todo aquello que podría­
gozando de buena salud, haya avanzado técnicamente mos considerar los correlatos neurobiológicos de las
de forma espectacular y tenga un futuro prometedor funciones mentales y sus derivadas. Un avance que
en cuanto a sus aplicaciones clínicas (curar el cerebro deja todavía muchas cosas por resolver, y que sigue
enfermo), sin necesidad alguna de quedar absorbida quedando abierto a que dichos correlatos se manifies­
por la marca ‘neurociencia’. Es verdad que los avances ten de forma más o menos (o nada) consistente, de
que se han podido producir en las disciplinas ‘huma­ forma localizada o global, puntual o recurrente, etc.,
nísticas’ le han proporcionado un input significativo pero que permite apostar por la consolidación de un
para evaluar las funciones críticas y orientar la explo­ ámbito auténticamente interdisciplinar que sirva de
ración de sus bases neurobiológicas. Y hasta es posible ‘puente’ entre la ciencia del cerebro y la ciencia de la
que, con respecto a las disciplinas más cercanas (como mente y sus derivados. No sé si, para designarlo, con­
la psicología y la psiquiatría), se dé un intercambio vendrá seguir usando lo de ‘neurociencia’ (o neuro-X),
productivo en lo que es el conocimiento cabal de las pero después, al menos, de haber reflexionado sobre el
funciones mentales básicas y sus alteraciones. Pero, de buen uso y los abusos de lo ‘neuro’, y de haber rebajado
ahí a pretender que estamos ‘a un paso de leer la men­ un tanto las ínfulas con que a veces se presenta.
te’, o que la economía, la sociología, la ciencia política,
la jurisprudencia o la antropología cultural van a in­ Bibliografía
fluir en el rumbo de la neurología (o verse influidas
1. Wilson EO. Consilience. The unity of knowledge. New York:
por ella) no es más que una quimera. Alfred A. Knopf; 1998.
2. Mora F. Neurocultura. Madrid: Alianza Editorial; 2007.
3. Martínez-Salio A, Porta-Etessam J. Introducción. Neuro-
economía. Nuevos campos de la neurología. Neurología
Consideraciones finales Suplementos 2009; 5: 1-3.
4. Rodríguez-Rivero M. Paso a la neurocrítica. El País 14/04/2010,
Para terminar, y a modo de conclusión, entiéndase p. 40.
todo lo anterior sencillamente como una llamada a la 5. Sampedro J. A un paso de leer la mente. El País 26/04/2005,
p. 35.
moderación, a contener la euforia del neurocientifis­ 6. Gazzaniga MS. The mind’s past. Los Angeles: University of
mo y, sobre todo, a tratar de evitar el fraude de cara al California Press; 1998.
gran público. Para ello, es muy importante saber dis­ 7. Insel TR. Faulty circuits. Sci Am 2010; 302: 28-35.
8. Marr D. Vision: a computational investigation into the
tinguir –al hablar de neurociencia en general o de human representation and processing of visual information.
neurociencias en particular– lo verdaderamente sus­ New York: W.H. Freeman; 1982.
tantivo de lo que es pura retórica o estrategia de mar- 9. García-Albea JE. Mente y conducta. Madrid: Trotta; 1993.
10. Churchland PM. The engine of reason, the seat of the soul:
keting (es evidente que lo ‘neuro’ vende mucho y atrae
a philosophical journey into the brain. Cambridge, MA:
fondos de financiación). Por muy vistosos que sean los MIT Press; 1995.
resultados de la investigación con neuroimagen, no 11. Churchland PM. Neurophilosophy at work. Cambridge:
está bien confundir a la gente con injustificadas expec­ Cambridge University Press; 2007.
12. Rumelhart DL, McClelland JL. Parallel distributed processing.
tativas que no hacen sino ocultar las graves dificulta­ Explorations in the microstructure of cognition. Cambridge,
des que comporta el estudio de la mente, sus logros y MA: MIT Press; 1986.
capacidades, o el estudio de los fenómenos sociales, 13. Fuster JM. Cortex and mind. Unifying cognition. Oxford:
Oxford University Press; 2003.
políticos, económicos, éticos, estéticos, etc. Las disci­ 14. Gallistel CR. The nature of learning and the functional
plinas que se ocupan de ellos tendrán que avanzar por architecture of the brain. In Jing Q, eds. Psychological science
su propio pie para esclarecerlos, sin que el saber que around the world. Vol. 1. Sussex: Psychology Press; 2006,
todos dependen, a la larga, de un cerebro en acción p. 63-71.
15. Gallistel CR, King AP. Memory and the computational brain:
reste dificultad al intento. Y, del mismo modo, la cien­ why cognitive science will transform neuroscience. New York:
cia que se ocupa del cerebro tendrá que avanzar tam­ Wiley/Blackwell; 2009.

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