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Pedagogía Social. Revista interuniversitaria. nº9 Segunda época. Diciembre 2002, pp. 91-125 91
Construir la profesión: la Educación Social... Pedagogía Social 9 Segunda época
signs of identity, with a double intention: blemente sea esta “demora” histórica
to stimulate the educating paper of the lo que permite justificar muchas de las
society and to increase the socializing pos- dificultades que todavía existen a la hora
sibilities of the education, diversifying its de lograr acuerdos concluyentes sobre el
professional task in a extensive network campo semántico de las profesiones y su
and associate educational programs. In proyección en la educación, recurriendo
any case, being complex tasks, in which para ello al lenguaje del que habitualmente
flow diversity of values, competences hace uso la Sociología de las Profesiones,
and knowledges: capacities, attitudes, aunque no siempre de forma unívoca.
behaviors, abilities, etc. De algún modo, en la medida en que
Some and other they underlyne the el mundo de la educación se ha reducido
importance of professional deontology a la geografía de la escuela, las preocu-
that resolve the commitments and res- paciones por la profesionalización se han
ponsabilities that acquire the pedagogues centrado casi exclusivamente en la figura
and social educators with the society, in de los profesores y en el desarrollo de
favour of the citizenship, of the public sus competencias profesionales, poniendo
ethics and the quality in social action. Of énfasis en cuestiones relacionadas con
all it treats this article. su formación inicial y permanente, en su
Keywords: Social Education, So- transición de la formación al trabajo, en el
cial Pedagogy, deontology, profession, diseño y articulación de la carrera docente
professional identity, social educators, y, por extensión, en las repercusiones que
civic ethics. el desempeño profesional ejerce en los
procesos de reforma e innovación peda-
Introducción gógica, en la mejora de la enseñanza, el
clima y la cultura institucional de los
Sobreponiéndose a un pasado en el centros educativos o las dinámicas de
que apenas existen referencias sobre los cambio y transformación social. En todo
nexos que se establecen entre el quehacer caso, sin obviar los ecos que el oficio de
pedagógico y el desempeño profesional, maestro o la profesión docente tiene en el
en las últimas décadas son abundantes las discurso de las Ciencias Sociales y de la
alusiones a quienes, en diversos ámbitos Educación, en cuyo interior es frecuente
de la práctica educativa, ven reconocidos apelar al “malestar” de los profesores o
sus derechos y deberes como profesiona- a su caracterización como un “extraño
les de la educación, ya sea en el interior sociológico” (véanse, entre otros: Hoyle
del sistema educativo (como maestros, y Megarry, 1980; Esteve, 1987; Lerena,
profesores, orientadores, pedagogos, psi- 1987; Fernández Pérez, 1988; Holly y
cólogos, psicopedagogos, logopedas, etc.) McLoughlin, 1989; Villar Angulo, 1990;
o en otros espacios educativos y sociales Fernández Enguita, 1993; Esteve, Franco
(como formadores, pedagogos, educado- y Vera, 1995; de Miguel y otros, 1996;
res, monitores, animadores, etc.). Biddle, Good y Goodson, 2000).
Al margen de otras consideraciones Sea como sea, todo parece indicar
de naturaleza teórica, epistemológica, que la profesionalización –entendida
socio-laboral, académica, etc., posi-
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ésta como la acción y el efecto de pro- por ello algún tipo de compensación. De
fesionalizar una determinada ocupación ahí que la profesionalización se nos pre-
humana– constituye, hoy más que nunca, sente a menudo como una meta valiosa
un referente clave en la construcción de y deseable, reflejo de un
la identidad social de la educación y de conjunto de procesos históricamente ana-
los diferentes agentes –no sólo los pro- lizables, por medio de los que un grupo
fesores– que participan en su desarrollo de profesionales demuestra su competencia
en una actividad de relevancia social y es
de un modo intencional y sistemático. capaz de transmitir a otros tal competen-
Una profesionalización que, al igual cia y de imponer su modelo frente a otros
que sucede en otras prácticas sociales, profesionales concurrentes con la ayuda
se admite desde el momento en que el del Estado: es decir, es capaz, a juicio
de éste, de conservar el monopolio y las
quehacer educativo supone la prestación gratificaciones en orden a una solución
de un “servicio público”, mediante el que de los problemas aceptados socialmente
se da respuesta a distintas necesidades y (Tenorth, 1988: 82).
demandas de los ciudadanos, satisfacien- Más que esto, como indican Sarra-
do para ello una serie de requisitos, como mona, Noguera y Vera (1998: 100), cabe
son: configurarse a partir de un proceso pensar que el mismo concepto de pro-
formativo específico, demostrar o acre- fesión es una construcción social, “que
ditar el dominio de ciertas competencias exige ser estudiado en sus condicio-
o habilidades, asumir responsabilidades nantes sociales e históricos”, a resultas
ocupacionales o laborales diferenciadas, de la imagen que unas personas tienen
percibir una remuneración, actuar de sobre su trabajo, de las percepciones que
acuerdo con un código ético y deonto- existen en la sociedad acerca de lo que
lógico, etc. Todos ellos, en mayor o menor hacen y de los servicios que prestan a los
medida, siendo aspectos que se consideran demás con sus contribuciones, siempre
sustantivos para que pueda concebirse la con relación a un determinado contexto
profesión como “una característica de la social, económico, cultural e ideológico.
cualificación de la persona, adquirida Por lo tanto, añaden, “parece razonable
por formación o experiencia, cuyo re- pensar que la profesión no consiste tanto
conocimiento social otorga derechos a en una lista precisa de rasgos que cum-
ejercer ciertas ocupaciones retribuidas” ple un trabajo de forma fija e inmutable,
(Garrido Medina, 1998: 605). sino un proceso continuo de búsqueda y
perfeccionamiento para el logro de una
1. Las profesiones como cons- serie de objetivos”. Esta argumentación
trucción social vendría refrendada por el hecho de que,
como apunta Sykes (1992: 86),
De los profesionales se afirma que
la significación del profesionalismo varía se-
son personas que poseen una preparación, gún las naciones, lo que sugiere que la historia
competencia y/o especialización en un y la cultura, las tradiciones y las instituciones
determinado campo del “saber” y “hacer” han tenido una presencia poderosa en la emer-
públicos; a las que se valora y estima gencia de sus formas particulares; no se trata
socialmente por la labor que realizan en aquí de una dinámica inevitable basada, por
ejemplo, en el crecimiento del conocimiento
beneficio de otras personas, recibiendo científico y la tecnología.
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que hagan uso de él en provecho pro- 1995; Riera, 1998). Y que, pueden resu-
pio, manteniendo o incrementando sus mirse en lo que sigue:
privilegios. Como ha señalado Popketwitz • Disponibilidad de un ‘corpus’ teórico
(1990), con independencia del importante sistemático (científico, tecnológico,
servicio social que debemos reconocer metodológico, etc.), que se traduce
a las profesiones, es forzoso admitir en un conjunto de conocimientos
que muchas de las características que más o menos organizado conforme a
habitualmente les atribuimos son mitos un esquema internamente consistente,
legitimadores del poder y de la autoridad en el que se apoyan las tareas y des-
existente en una sociedad profundamente trezas de quienes ejercen la profesión.
desigual. En esta misma línea, Fernández Son, básicamente, conocimientos es-
Enguita (1990: 149) alude a los grupos pecializados que se requieren para “ser
profesionales para referirse a colectivos competentes” en una actividad deter-
autorregulados de “personas que traba- minada, con un campo de acción en el
jan directamente para el mercado en una que el profesional resuelve problemas
situación de privilegio monopolista. Sólo que la aplicación de otros conocimien-
ellos pueden ofrecer un tipo determinado tos especializados no resolvería con el
de bienes o servicios protegidos de la mismo grado de idoneidad o compe-
competencia por la ley”. En su opinión, tencia. La existencia de un cuerpo de
hay que diferenciar a los profesionales conocimientos específico proviene de
de los obreros, entre los cuales surgen la investigación científica y tecnológi-
las “semiprofesiones”, constituidas por ca, así como de la oportuna elaboración
asalariados sometidos a la autoridad de teórica por parte de quienes constituyen
empresarios, pero que poseen ciertas el ámbito propio –o compartido– de
dosis de autonomía y control sobre las cada profesión.
condiciones de su trabajo, así como unos • Una formación técnica reglada,
salarios relativamente elevados, lo que le desarrollada a través de una prepara-
sitúa en un ‘estatus’ social intermedio. La ción previa e institucionalizada, que
enseñanza, para Fernández Enguita, sería capacita a quienes la realizan para
un ejemplo de semiprofesión. explicar, optar, decidir y justificar las
Como ya hemos anticipado, en actuaciones asociadas a su función.
la configuración de una determinada Con frecuencia, dentro y/o fuera
profesión resulta imprescindible que del proceso formativo, se requiere
quienes la practican puedan hacer uso la demostración de las competencias
de un conocimiento específico mediante adquiridas mediante la superación
el que, además de formarse o capacitar- de pruebas de aptitud, sean éstas de
se, sea posible desarrollar algún tipo de naturaleza teórica, práctica o mixtas.
aplicación. Pero, además, son precisos • El reconocimiento social de las activida-
otros criterios o atributos, respecto de los des que llevan a cabo los profesionales
que se ha alcanzado un relativo consenso o, en su defecto, de la utilidad colectiva
(véanse, entre otros: Moore, 1970; Elliott, del servicio afectado por el desempeño
1975; Fermoso, 1978; García Carrasco, profesional; de esta forma, se espera
1983; Carr y Kemmis, 1988; Touriñán, que su quehacer responda al interés
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etc. que es necesario poseer); el “saber Carrasco, 1983; Touriñán, 1990 y 1995;
hacer” (relacionado con el desarrollo de Sáez, 1996) a la hora de dirimir
las habilidades técnicas que posibilitan si podemos aplicar el concepto de profe-
una aplicación adecuada de los conoci- sionalidad a la actuación educativa con los
mientos); el “saber ser” (relativo a las ac- mismos parámetros que lo hacemos para otras
actividades cuando resulta que la educación
titudes y a los estilos de comportamiento nos implica de manera tan directa a todos y
que se proyectan en la convivencia); y el existe desde que existe la humanidad misma.
“saber estar” (vinculado, fundamental- (Sarramona, Noguera y Vera, 1998: 105).
mente, a las habilidades sociales y a las Con frecuencia es una cuestión que
capacidades de interacción, colaboración, se resuelve identificando a los profesiona-
etc. con otras personas e instituciones). les de la educación con los profesores o,
Estas competencias, según Romans como señala Touriñán (1990), con quie-
(2000: 172-173), deben orientarse hacia nes son competentes y están habilitados
tres niveles preferentes: las personas a las en funciones pedagógicas, concibiendo
que dirige su acción; las organizaciones éstas como actividades específicas ba-
tanto públicas como privadas; y el equipo sadas en el dominio de un conocimiento
de trabajo que debe constituirse y en el que autónomo de la educación que permite
los profesionales han de estar integrados generar decisiones pedagógicas, y cuyo
(véase figura nº 1). concurso se considera necesario para sa-
En líneas generales, son conceptos y tisfacer la demanda social de calidad en la
criterios cuyos planteamientos satisfacen educación. Las funciones pedagógicas a
quienes se dedican a la Pedagogía-Edu- las que suele aludirse, dentro y fuera del
cación Social y que, por lo tanto, posibi- sistema escolar, son esencialmente tres:
litan que puedan ser considerados como docencia, apoyo al sistema educativo e
“profesionales” en este campo; lo que no investigación.
obsta para que la definición de su esta-
tuto profesional sea objeto de frecuentes
controversias, dada la confusión todavía
existente acerca de la multiplicidad de
denominaciones, funciones, perfiles,
competencias, responsabilidades, etc.
atribuidas a quienes trabajan o desean
hacerlo en los diferentes ámbitos que es-
tructuran la acción e intervención socio-
educativa. Y que, como es obvio, trascien-
den la mera distinción entre “pedagogos
sociales” y “educadores sociales” para
situar el debate en el amplio escenario
de las “profesiones sociales”.
En este sentido, no puede soslayarse
la preocupación que han mostrado diver-
sos autores (véase, entre otros: García
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Conlleva...
Profesiograma
Capacidades físico-intelectuales necesarias para
la experiencia, la naturaleza, el grado de
responsabilidad, el medio ambiente social,
condiciones de remuneración y de promoción
PERFIL
PROFESIONAL
tarea
profesión
trabajo competencia
cualificación
empleo
clasificaciones
salario profesionales
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otorgarse entre los profesionales de las ellos. Ninguno de ellos se corresponde con
Ciencias Sociales a la interdisciplinarie- una profesión de entidad real. Tendríamos
que inventarnos, por tanto, ese ámbito pro-
dad, a la colaboración y coparticipación fesional y laboral y además conseguir que la
en proyectos y acciones comunes: sociedad/mercado de trabajo se los creyera
así, habrá que hablar más de finalidades y reconociera y éste me parece un esfuerzo
sociales que de estatutos profesionales ce- condenado al fracaso. Un pedagogo escolar
rrados. En general, dentro de las ciencias no puede ser menos que un psicopedagogo,
sociales y profesiones sociales, no creo que un educador social, por utilizar las denomi-
sea conveniente establecer una ordenación naciones propuestas, y otras cosas más. De
rígida estudios-salidas profesionales, pues, la misma forma, un psicopedagogo tiene que
dado el dinamismo de la sociedad actual, una ser un pedagogo escolar, un educador social y
asignación muy fija de competencias profe- otras cosas más. Lo que es más difícil precisar
sionales podría conducir a esclerotizar o, al es qué es/debe ser un ‘educador social’. La
menos, limitar un enriquecimiento progresivo educación, cualquiera que sea su ámbito y
o cortar posibilidades de futuro a esas carreras sus destinatarios es ante todo y sobre todo
profesionales. un proceso social, la educación, si algo es, es
social. La distinción entre psicopedagogo y
Sin embargo, intereses contra- pedagogo escolar y educador social es, pues,
puestos de muy diverso signo (acadé- absurda desde su misma base epistemológica.
micos, políticos, laborales, históricos, Ahora bien, si con el educador social lo que
profesionales, corporativos, etc.), que se se pretende es formar redentores sociales,
profesionales de la salvación de los droga-
manifiestan con cierta frecuencia en las
dictos, alcohólicos, parados, mujeres, putas,
percepciones y representaciones socia- gitanos, etc., esto es, lo que hasta hace unos
les que manejan diversos interlocutores, pocos años se llamaba y era el objetivo de
complican sobremanera esta tarea. Al la Pedagogía Diferencial, me parece un
respecto, cabe recordar las controversias disparate y un retroceso enorme en el desa-
rrollo de la Pedagogía en el Estado español.
que ya se suscitaron en los últimos años Los problemas de estos colectivos no son,
ochenta con motivo de la Reforma de obviamente, básica ni fundamentalmente
los Planes de Estudio y las propuestas educativos. Son de otra naturaleza. Por otra
del llamado Grupo XV del Consejo parte, parece absurdo que el pedagogo se
convierta en un Asistente Social, para eso
de Universidades, a las que hacemos
ya están los Asistentes Sociales.
alusión en el capítulo que dedicamos a
la “Pedagogía Social como disciplina Las valoraciones del autor, es-
académica”. pecialmente en lo que atañe a los pe-
dagogos-educadores sociales, son una
Anotamos, entre muchas otras y
muestra palmaria del clima de opinión
por expresar un parecer relativamente
que existía y que, en parte, todavía existe
extendido –y, en este caso, publicado–,
respecto de su desempeño profesional
las observaciones que entonces realizaba
y de las tareas que les corresponde des-
Rodríguez Guerra (1990: 146), Profesor
envolver en la sociedad. Por fortuna,
de Sociología de la Universidad de La
contrarrestados por las percepciones que
Laguna a la luz de dicha propuesta:
desde hace años vienen realizando otros
Observando la propuesta del Grupo 15, por
otra parte, a uno no le queda claro qué podría
colectivos profesionales y académicos,
ser un pedagogo escolar, un psicopedagogo como la Asociación Internacional de
o un educador social y cuál sería el ámbito Educadores de Jóvenes Inadaptados
profesional y laboral concreto de cada uno de (AIEJI) –hoy de “Educadores Socia-
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el interventor actúa... más como catalizador posible de los individuos. Sería precisa-
de esfuerzos y promotor de desarrollo (ayudar mente a partir de este autor, superados
a otros a ayudarse a sí mismos) que como
profesional que aporta directamente solucio-
los años centrales del siglo XIX, cuando
nes a los problemas”, de tal forma que “las la deontología comienza a ser estimada
personas y grupos son vistos como agentes como una disciplina descriptiva y em-
potenciales (no como pacientes de problemas pírica, que tiene por objeto determinar
o receptores de soluciones diseñadas por los
los deberes que han de cumplirse en
profesionales).
determinadas circunstancias sociales, y
Los derechos y deberes que “re- muy especialmente en el desempeño de
gulan” los códigos deontológicos o una profesión.
deónticos, en lo que presuponen de
En esta perspectiva, el sentido del
compromisos y responsabilidades de
deber –indisociable de un código ético
los profesionales en y con la sociedad,
y moral que otorgue legitimidad a la
son elementos fundamentales en este
Educación Social y a los educadores
proceso, en el que se inscriben invo-
sociales en las múltiples tentativas que
cando la coherencia de actuar profesio-
emprenden para satisfacer los derechos
nalmente ante las situaciones complejas
y necesidades de los ciudadanos– cons-
y difíciles sin vulnerar la dignidad de
tituye un referente clave para la cons-
los implicados; y que, como advierte
trucción da su identidad profesional.
Haynes (2002) en su apelación a los
Máxime cuando, como apunta Vilar
profesores y a la ética en la escuela,
(2001), muchas de sus iniciativas nos
conlleva interesarse por las formas de
sitúan ante una práctica educativa y so-
interactuar con las personas, por las
cial que no define solamente un marco
decisiones que se adoptan acerca de
de trabajo o una forma de especializa-
las necesidades y expectativas de los
ción académica, sino y sobre todo, una
demás, o por cualquier aspecto que
experiencia emocional, una esfera de
pretenda contribuir al bienestar social,
compromisos y responsabilidades, un
transfiriendo a la educación a metas que
mundo de valores, una fuente de con-
presupongan mayores cotas de libertad
tradicciones y de sensaciones difíciles
y equidad.
de racionalizar.
En sus acepciones más clásicas, la
Para diversos autores, especial-
deontología acostumbra a presentarse
mente en el ámbito de las profesiones
como la “ciencia de los deberes”. Así la
sociales, esto supone que, además de co-
percibimos en Kant, para quien la na-
nocer y aplicar “estrategias”, “métodos”,
turaleza correcta o equivocada de una
“técnicas” o “procedimientos” eficaces,
determinada acción humana depende
exista una preocupación permanente por
mucho más de la obligación o deber
el trasfondo político, ideológico y axio-
que la impulsa que de sus propias con-
lógico de las acciones e intervenciones
secuencias. O en Jeremy Bentham, quien
sociales que se promueven, a tenor de
al equiparar la deontología a la “ciencia
los intereses y de las finalidades que
de la moralidad”, le atribuye el estudio de
las motivan. Al respecto, no debe ob-
los deberes que han de consumarse para
viarse que la deontología, aún cuando
alcanzar el ideal de la máxima felicidad
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