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(218 a.c.)
..
paz a Cartago después de la derrota de Aníbal en Zama; significaba e/fin de la Segunda Guerra Púnica.
E
flexión de forma global sobre más alejado de estos párrafos. Y digo esto por
algunas de las hipótesis y es que los historiadores profesionales, aquellos que
peculaciones en torno al origen se dedican con ahínco al periodo aquí tratado,
de la Segunda Guerra Púnica pudieran no estar de acuerdo con alguna de las
(la cuestión de la Kriegssc/]ule!frage), un asunto so afirmaciones planteadas más adelante. Es lógi
bre el que se ha escrito mucho, pero que, dada co dada la complejidad del asunto.
la parcialidad de las fuentes pro romanas y el Únicamente se pretende reflexionar de for
interés por inculpar a Aníbal como responsa ma sencilla (que no simple) sobre el origen
ble único del desencadenamiento del conflic de un conflicto que obvjam.ente estuvo ya des
to, sigue constituyendo lill aspecto puntual que de el comienzo tergiversado por la analística ro
a la historiografía de la Antigüedad le resulta mana. Seguramente fueron los vencedores de
prácticamente imposible desvelar. la guerra los primeros interesados en mostrar
La consideración de los motivos que pueden que llevaban razón, que habían sufrido la agre
en cierta medida explicar el cómo y los porqués sión del belicoso caudillo bárcida (Aníbal Bar
del origen de la Segunda Guerra Púnica, desde ca) y, lógicamente, tuvieron que responder
la distancia de más de 22 siglos que nos se así (?) para defender sus razones y e! sentido de
paran de aquellos hechos, más parece un em su proyecto expansivo.
peño virtual que otra cosa. No importa. Poder
jugar en la lejanía con las hipótesis no deja de SAGUNTO, «C..tiSUS BELl.1»
ser tarea entretenida. a historiografía desde finales del siglo
Estas líneas han de ser [Qmadas en el senti
do antes indicado, lo que no quiere decir que
L XIX y a lo largo de! XX (como ha mos
trado Narciso Santos Yanguas) se ha inclina
haya que prescindir del rigor histórico o que, por do en un debate erudito, )' las más de las ve
40 el contrario, todo lo que aquí se intente exponer ces estéril, sobre si Aníbal fue o no res pon
EL INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA (218 A.C.)
sable del desencadenamiento del conflicto. Eso nadie lo pone en duda. De hecho sor
Se diría que los historiadores se estaban mi prendió a los escipiones y su Ejército se plan
rando en el espejo reciente de los conflictos de tó. tras sonoras victorias (las conocidas de Te
Europa. No se ha de perder de vista que los sina, Trebia. Trasimeno y Cannas), ad portas de
países europeos transpiraban nacionalismo por la capital republicana. Luego no pudo o no
todos sus poros y los que intentaban refle se atrevió a asediada. Pasado e! tiempo tuvo
xionar sobre el pasado forzosamente no es que reconocer su impotencia y finalmente y
taban por ello exentos de ideología o, por lo muy a su pesar (como Napoleón en Waterloo)
menos, de ideas -y prejuicios- yen ciertos ca acabó por sucumbir en Zama y no le quedó
sos. en el de los estudiosos de la Antigüedad. más opción que aceptar la odiosa primacía
de una buena dosis de conservadurismo (L. de! romano y firmar una paz impuesta en e!
Canfora). Pero no quisiera meterme 20r a.e.
en cuestión harto complicada Vamos a considerar los hechos desde otro
para la que de momento sólo punto de vista, aunque toda la responsabilidad
tengo sospechas. en el desencadenamiento de la guerra (quie
Lo que no parece lógico nes se la imputan, porque otro porcentaje de
es centrarse sólo en la fi historiadores -y tan imporrante como el pri
gura del bárcida. De acuer mero-le liberan de tamaña responsabilidad) le
do, Aníbal fue el que desen viene a Aníbal, el brillante hijo de Amílcar Bar
cadenó el ataque a Roma. ca, del ataque llevado a cabo sobre Sagvm/u111) que
«Últimos días de Sagunto». Sobre estas líneas, pintura de Francisco Domingo y Marqués que ¡mustra el ataque
púnico a «Saguntum», ciudad aliada de Roma. A la izquierda) restos de su teatro romano con la ciudadela.
La urbe levantina pudo ser utilizada por Roma para sus intereses expansionistas)' en su lucha contra Cartago.
El Ebro. u" tratado entre Roma y Asdrúbal (en la otra página, mo/uda con su efigie) convertía al río en el límite que
Cartago no podía traspasar. Sin embargo, a~unas fuentes ntlpan aAníbal de cruzarlo en varias ocasiones, violando el acuerdo.
«Carthago Nova». Entrada al puerto de Cartagma, donde desembarcó Amílcar Barca. En la página siguiente)
fragmento del papiro que recoge el tratado de paz qur pusofin a la Segunda Guerra Púnica (Arsinoe, Egipto)'
Perdón eme eJ lector por estas dlsgreslOnes, zá hubiera bastado con decir: «Aníbal, has
pero lo que en el fondo se intenta es señalar atravesado el Ebro, luego has violado un
lo confuso del asunto y las vueltas que se le acuerdo firmado en tiempos de Asdrúbal». Y
han dado al problema (al final de estos pá esto en el supuesto de que concedamos al
rrafos se citan otras lecturas que amplían el acuerdo un valor primordial en toda esta
planteamIento). cueSClón (?).
En este Ir y vemr de especulaciones y razo Roma, además, pudo buscar intenciona
nalDlentos podemos considerar dos cosas: damente sacrificar a su aliada Sagunto: no ..
ID) que a Aníbal, además de agresor (que lo acudir en su ayuda (que es lo que en la prác
fue), se le imputó algún tipo de responsabilidad Clca hIzo) para, de ese modo, ponerla como
Jurídica en la línea de mostrar o de pretender cebo (Justificar así el casus belli) e inIClar un
mostrar (la opm¡ón pública no existía). proceso lmparable en el que no cupIera po
2') que la impiedad de Aníbal era total y que sibilidad alguna de rectificaCIón y, así, aplas
el cartag1l1és era ejemplo supremo de lo que tar a la potenCIa rIval, Cartago (José Ma
el romano entendía que era el púnico como ar nuel Roldán).
qUetipO de actitud artera y falaz. Otra cuestión es considerar además hasta
Da la Impresión, por lo tanto, de una con qué punto Aníbal estaba obligado a cumplir
dena moral y qUlzá de ahí elmterés por centrar el acuerdo firmado entre Asdrúbal y Roma
la cuestión en supuestas vlOlaClones de Im y si éste era un Simple acuerdo (y no trata
precisos acuerdos que los textos antiguos des do, pues la cosa cambia mucho) y SI el Sena
lizan. pero que no muesrran nada a las claras. do cartaginés considetó (como así parece
Es b diplomacia de Roma la que busca mostrarse parcidano cuando la embajada ro
ahados y justifica su intervención, la que crea mana acaba por declarar la guerra a Carta
un casus belll justificatIvo para imputar al de go) que no tenía por qué cumplirlo. El mIsmo
rrotado, en su momento agresor, la respon comportamiento de tratar de preguntar tanto
46 sabilIdad de todo el conflicto, cuando qui las cosas (embajadas constantes), de la mi
EL INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA (7.18 A.C.)
... - ---- .. _-_._. _._._ .. _- _ _._.-- .. ---------. . - _ _........ _ ".- -.-. -. ".--,~~ .
nuciosidad jurídica ( el hecho de declarar la venía expresando por ambas partes con no
guerra cuando al atacante parece importarle table afán de dominio. El conocido historia
poco tal aspecto, o no lo sabemos), nos si dor griego Polibio, admirador de aquella ex
túa ante una de las claves del romano: su ob pansión, escribió sus libros de Historia para
sesión (?) por tener toda la cuestión legal alabar, protegido por el clan de los Escipiones,
cerrada y de su parte. aquella frenética expansión. Bár
En todo momento la guerra cidas y Escipiones simbolizaban
que emprende Roma pretende ser las familias enfrentadas de dos
justa (bellum iustum) y la razón potencias que se odiaban desde
debe estar de su parte. Por otro antiguo porque no podían com
lado -y no es menos importan partir un espacio común, y esa ac
te en todo ello-, aunque Aníbal titud sólo podía llevarles al en
había atacado Sagunto (para frentamiento. Para eso se necesi
Roma ciudad aliada, pero para tó, además de un Aníbal y de un
Aníbaluna simple urbe situada Escipión (e/Africano), de una gue
en el área de su influencia y que rra (¿inevitable?) de mucha jus
no sabemos a ciencia cierta su tificación, un asunto que será di
situacIón jurídica respecto del fícil desvelar pues ab origine las
Tratado del Ebro) fue Roma la fuentes son descaradamente par
interesada en declarar la guerra. ciales y quizá interesadamente
¿Cómo justificar tal declaración si no existía confusas. Muchas de las lecturas que sobre este
violación de algún tipo de acuerdo? Sagunto asunto se han hecho podrían ser además (?) in
era la pieza a utilizar y los saguntinos sus terpretaciones trazadas al calor de otros con
víctimas. flictos habidos recientemente en el siglo Xx.
Roma hizo las cosas bien. Aníbal no sólo apa Pero ésa ya es otra cuestión. ce
rece como el agresor, si no que fUe además el que
se situó al margen de la legalidad.
Bibliografía
UN CONFLICTO POR EL CONTROL Y ~ J. Carcopino. L1/)' etapas rltlll1lprrial/5lilO romano} 13. A ll'C'S,
OCCIDENTAL
>. J. M. Roldán Hervás, 1-"/ República RO/llalla, Madrid,
y ss.
No había sitio para las dos potencias en el ,. S. Lancel, Aníbal, Barcelona, 1997, pág. 49 Y ss.
Mediterráneo occidental. Y si era así (como " N. Santos Yangtlas, «El Trorado del Ebro y el ol'lgcn
perder el tIempo con la tarea de atacar o jus .. A. Sancho Royo, «En torno al Tratado del Ebro elltre
tificar a Aníbal? (si bien los historiadores que Roma y Asdrúbal», flabú, ,,0 7, [976, pp. 7S-1I0.
le de henden han intentado poner las cosas en >- G. Chic García,. {(La acruación polítíco-militJl'
cartaginesa en la Península Ibérica entre los. años 237 }'
su sitio ante la confusión informativa e inte 218», flob,s, nO 9,1978. pp. 233-242.
resada de las fUentes que monopolizan la visión ,.. Carlos G. Wagner, «Los Bárquidas y la conquista de la
unilateral romana). Península Ibérica», CeriólI, ,," 17, 1999, pp. 263-294.
... L. Sánchez González, «El modelo romano de (as,,, bel/':
Ambas potencias se enfrentaron porque antecedentes al estJUido de la Segunda Guerra Plmican,
su expansionismo (el romano era aún mayor y Hisloria Allligua. XX\~ 2001, pp. 47-74.
más poderoso) imperialista (o imperial) así lo 47
frente a Roma.
El mito y la gloria
losé Iacobo Storch de Gracth
" " -&
Celebrarás un banquete en
el Capltollo
VktorA l o m l'koncoso
Derecha, la reina
DI& en un
sacrmclo;nana
del manuscrito
Vi@us Vatlcanus,
sigh N - V
(Vaticano,Blbiiotcca
Apost6Uca).
Arriba, eleiante con
su cría y SOldOdW
c+Fses; phm
pintado del s. m
&C. (üoma,Musm
deVlllnGlulln).
Cartago, fundada por la legendaria reina Dido, se convirtió
en un Imperio comercial y marítimo que dominó el Norte de
África durante medio rnilenio. Su pujanza estorbaba la
expansión romana, lo que provocó la ruina púnica
José Jacobo Storch de Gracia -unos sesenta y cinco años anterior a la propia Ro-
Profesor de Arqueologla ma-, el poderío marítimo que llegó a alcanzar por
Universidad Complutense de Madrid medio de su flota mercante y de guerra, los territo-
rios que llegó a dominar, la organización social. la
C
UANDO EN EL ANO 814 ANTES DE religión y tantas otras consecuciones tecnicas y
nuestra Era. unos navegantes originarios económicas llamaron poderosamente la atención
de Fenicia y Chipre doblaron el cabo Bon, de sus contemporáneos, griegos y romanos princi-
encaminándose hacia el fondo del golfo palmente.
de Cartago, poco imaginaban el éxito que tendría
su elección del terreno ni el brillante futuro que le Orígenes legendarios
esperaba a la ciudad que allí proyectaban construir. Como toda ciudad que en el mundo antiguo tu-
Pocos nombres de ciudades sugieren tantas es- vo un papel importante, Cartago no podía ser me-
cenas-históricas o míticas, que import+en la m e nos a la hora de contar con un pasado mítico, con
moria colectiva de los pueblos y resisten el paso del unas raíces en las leyendas más difundidas y, de
tiempo como en el casa de Cartago. Su antigOedad
- acuerdo con el carácter comercial de los fenicios,
la empresa de su fundación tambien está impreg-
nada de esa astucia que caracteriza a los buenos
negociantes.
La historia dio comienzo en Tiro, una de las más
poderosas ciudades en la costa del Levante medi-
terráneo; allí se desarrolló un drama familiar digno
de la mejor novela de exito. El rey Pigmalión ambi-
cionaba las riquezas de su cuñado Ajerbas, el gran
sacerdote de Melkart, y mandó matarlo para apo-
derarse de ellas a Desar de los rueeos de su herma-
na Elisa, más conocida por Dido, poético nombre
que le dio Virgilio en su Eneida. De este modo, la
princesa se encontró a la cabeza del bando oposi-
tor al rey; a toda prisa se organizó una expedición
para huir de Tiro y en ella tomaron parte un buen
número de ciudadanos de alcurnia. además de ma-
rinos, comerciantes, artesanos, esclavos, etcetera.
Los fugitivos arribaron a Chipre, donde otro con-
tingente de personas se sumó a la flota; ésta se en-
caminó hacia cualquier lugar del Norte de Africa,
bien conocido desde mucho antes oor los infatiea-
I
bles navegantes fenicios. Así, llegaron a un lugar
-cuyo nombre aún decconocemm que ya estaba
poblado por gentes de su mismo origen y cuyo jefe
cedió a Elisa "todo aquel terreno que pueda ser
contenido por una piel de buey". La inteligencia de
Elisa demostró su capacidad de dar la vuelta al ter-
mino ambiguo del contrato y permitió establecer a
toda su expedición, pues hizo cortar la piel de un
buey en una fina y muy larga
~ - tira de cuero con la
cual pudo marcarun terreno amplio, cortando una
península y obteniendo una superficie con unos 4
km. de perímetro en la que fundar Qarf Hadasht, la
"Ciudad Nueva", la futura Carthagode los romanos. Vista do Cartago pecialmente la conquista de Tiro por Nabucodono-
Con la visita de Eneas -por entonces huyendo de conDfdoyEnoas, sor II, Cartago sustituyó a la ciudad de origen y se
Troyay camino de Italia- y sus amores con Dido, la 6ko de Ciaudlo de convirtió en la nueva metrópoli fenicia del Medite:
leyenda cierra otro capítulo y concluye en tragedia: Lo- de 1676 rráneo ya desde fines del siglo VI1 a.c.
el rey libio Hiarbas pretendiódespocar a la reina Di- -w.
do; no queriendo ésta salir de su viudez, y en ho- Kuosthaiie), arriba. Un lugar idóneo
menaje a su difunto marido, organizó un ceremo- En el pase, amuleto Los restos más primitivos hallados en Cartago
nial de expiacidn y al termino del mismo se arrojó pUnim m forma de confirman su antigüedad literaria: al lado del puer-
a la hoguera. De este modo se explica que en Car- m8scara,pas*1de to comercial, en el año 1947, apareció un yaci-
tago perdurase el culto a Elisa y la proliferación de vidrio, siglos N-III miento con cerámicas chipro-fenicias de fines de la
este nombre -Elishat- en las estelas púnicas halla- aC. (Cartap. Museo Edad de Bronce. Sin embargo, la arqueología no ha
das en sus necrópolis. Virgilio dramatizó aún más Nacional). podido documentar todavía la existencia de un es-
este relato, narrando que el suicidio de Dido fue tablecimiento humano contemporáneo a la fecha
consecuencia del abandono de Eneas y del mal de del 814, pues las tumbas más antiguas no se re-
amores hacia éste. montan más allá de los años finales del siglo V l l l
Tras estos mlticos origenes se esconde la reali- a.c.
dad de un prestigio que no hizo más que aumentar La población cartaginesa de los primeros tiem-
y, con el paso del tiempo, se constituyd en la más pos se estableció en dos montículos cercanos a la
pujante de todas las ciudades del Norte de Africa. línea costera, llamados Byrsa -bursa, en griego,
Su inicio vinculado a la realeza de Tiro y la instala- significa bolsa de cuerc- y colina de Juno. En la
cidn en ella de aristdcratas y grandes comerciantes primera se alz6 la ciudadela fortificada cuyos im-
la convirtieron en la preferida entre todas las colo- ponentes restos pusieron al descubierto los Padres
nias fenicias, por encima de otras más antiguas e Blancos y los primeros arqueólogos franceses ya en
igualmente prósperas como Otica o Hadrumetum los últimos años del siglo XIX. Las casas que hoy se
-la actual Susa-. Con la caída de las ciudades me- pueden contemplar en las laderas de la colina, rec-
tropolitanas de Fenicia en manos de los asirios, es- tangulares y de buena construcción, con varias cis-
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ternas y patios, son las que maveral a la fecundidad y en
corresponden a los últimos el que los nifios no siempre
tiempos de independencia se sacrificaban vivos. En todo
cartaginesa, anteriores al afio caso, esta cuestión no se ha
146 a.c., fecha de su caída aclarado aún y seguirdi susci-
en manos romanas. En epoca tando encendidos debates.
de Augusto se desmochó la El hábitat arcaico se extendía
colina, amesetándola, con lo entre las colinas y la playa,
que se ha perdido todo vesti- donde diversos sondeos han
gio de la acrópolis cartagine- permitido recuperar algunos
sa, con los edificios que las aspectos de la vida de Carta-
fuentes nos cuentan que ha- go entre los siglos VI1 y V a.c.
bía en 41: unas murallas muy Sin embargo, los restos ar-
altas. el gran templo de Esh- queológicos cartagineses de
mún en el centro y la escali- mayor importancia, urbanísti-
nata de sesenta escalones camente hablando, corres-
que a el conducía ... ponden al período de las
Al sur de la colina de Byr- Guerras Púnicas, las guerras
sa se encuentra uno de los lu- con Roma, a pesar de su re-
gares más emblemáticos de sultado adverso. Las calles y
Cartago, el tofet de Sa- casas muestran una fuerte in-
lammb6. Se trata de una ne- fluencia helenística, con un
crópolis utilizada desde me- trazado regular de calles pa-
diados del siglo V l l l hasta el ralelas y manzanas de casas
siglo II a.c., donde las urnas con varios pisos -hasta seis-,
cinerarias se cubrían con un cisternas y jardines en el in-
cipo o una estela. Además de terior. Estucos y pavimentos
constituir un esplendido de- de gran calidad, junto con co-
pósito arqueológico en el que estudiar la evolución
de la cerámica, el ajuar funerario y las estelas car- los úMmw tiempos,
- lumnas, pasillos, escaleras,
drenajes de aguas, pozos ne-
taginesas, el tofet ilustra uno de los aspectos más -sus@d* gros... muestran la calidad de
polemices de la civilización púnica: los sacrificios vida alcanzada por las clases
humanos. En efecto, la mayoría de las urnas allf en- acomodadas de Cartago.
contradas encerraban los restos de nifios recien na-
cidos y de entre 2 y 4 afios, sacrificados en la ce- Potencia marítima...
remonia del molkomor o mol'k, en el cual estos in- Para favorecer la principal
fantes eran arrojados a la hoguera en homenaje a fuente de riqueza de la ciu-
Baal Hammón y a la diosa Tanit, pero que tambien dad durante siglos -el comer-
ha sido interpretado como una simple ofrenda pri- cio marrtimo a traves de una
amplia flota- se construyó a lo largo de la línea de
playas toda una serie de dársenas y diques que per-
mitían las labores de atraque y desembarco de mer-
cancias. Para ello. los fenicios contaban con un ti-
Cccr Lugardondese~rataiamo ~ a l o s c u t a g l a ~ , d e c u y o t e c m f - po de nave panzuda y de gran capacidad, dotada
n e d a , ~ a n i s i p o o s d i s t i o t i - no es sinónimo. con remos y una amplia vela rectangular. a veces
~ 0 6 o a ~ d e n o m b r e s p m p o s q u eSufete. Nombre que ielos m- con una proa levantada en forma de cabeza de ca-
se aa&&m sobre da ~ ~ o s d e i a d u d n d d e ~ballo, - de donde proviene el nombre que los griegos
Cipo. Moj6n o monoiito de piedraque t a g o y d e o m s c o l w i n s ~ e ~ ~ ~le. daban -hippos-, especialmente cuando se refe-
solfa iIguse para mnrePr el emplaza- 1Pe$das anuahmte entre la3 famllles rían a la nave fenicia de Gadir (Cádiz).
~ t o d e i m r h i m b q s u s t l h i l d o ~pdadpaies y en número de dos, susPi- La tradición marinera de los fenicios se mantuvo
por^^ tuhnalosanüguosreps. y se amplid aún más entre los cartagineses, como
- m e @ - Toht, Srmhudo aenldo y p6nlw dm- lo prueban los famosos periploi de Himilcón y de
paiqneseoponedpM@gmIs*lenuna de se pImi& sacdedos humanos. Hannón, entre otros. Hannón el Navegante condujo
~IiaouinohtertnL ~ e h n n h a l l a d o e n h c a , M ~ ~ d - una expedición al Atlántico sur con sesenta naves
Paipio.Nombreqnesinepamb lia,peroelmísh~fueeldeGula- de 50 remos, 30.000 hombres y mujeres, víveres y
sigoaria~60deimslpiebeebop el equipo necesario para un viaje de reconocimien-
im wqante para de.scuWt n u ~ p tie- s mientcsdurantemásdeseis~ to y fundación de nuevas colonias. Fue un viaje por
rns.Bntrelosepaagineses,-los Tmpo.Pignn-quem el Atlantico costeando Africa, en el que presunta-
P e i p l o s d e A o m i ó n y d e ~ p o r memp!arunapiabmenmisi@íica- nente se llegó hasta el golfo de Guinea, con aven-
sgulga- dopocoIi1MauLrasformasmísim- uras y episodios tenidos de referencias míticas de
Widco.D6cesedeLodedpndodelos origen griego (la lucha de Perseo y Gorgona, entre
aenl~gdesnrrollaQporcaltago.Re Y i a s i n w . otras). Himilcón abrió las rutas hacia el Atlántico
iorte, especialmente importantes para conseguir
DOSSIER
7
metales varios, entre los que destacaba el estatío. bates del mal tiemp* se ha interpreta-
La flota comercial permitía un ventajoso inter- do en realidad como una dársena militar.
cambio de productos manufacturados -cerámica, A continuacidn y hacia el interior, en pa-
telas, joyas y amuletos, piezas de marfil, huevos de ralelo a la línea de costa, se abría el co-
avestruz trabajados como recipientes, etc.- por ma- thon o puerto militar, un lago circular
terias primas -metales, principalmente y produc- con una isla artificial en el centro. En
tos agrícolas y pesqueros. El control de ese circui- ella se alzaban los edificios del Almiran-
to comercial y la protección de las zonas de in- tazgo cartagines, las atarazanas -con ca-
fluencia se llevaba a cabo a traves de una eficaz pacidad para 220 naves. según nos
flota de guerra, compuesta por una variada tipolo- cuenta ~ p i a n * y los almacenés de la
gía de naves entre las que destacaba la trirreme flota de guerra.
-triera en grieg*, una invenci6n fenicia del siglo En estos puertos interiores, fechados en
VI1 y que fue mejorada por los griegos: un barco los dos últimos sinlos de la Cartano DÚ-
provisto con dos espolones en la proa y con una tri- nica, se construí& y reparaban L s na-
ple serie de remos que convertían a la nave en un ves de guerra. Toda esta construccidn se
ariete. La quinquerreme se cowirtid en el buque de hallaba protegida por un doble muro con
guerra más grande de su tiempo y, junto con las tri- puertas que ocultaban a la vista el inte-
rremes, en el protagonista de la Primera Guerra Pú- rior del puerto, discreción muy conve-
nica, en la que los principales escenarios del en- niente para evitar el espionaje romano
frentamiento con Roma fueron las batallas navales. sobre todo despues de la derrota de Za-
Los rápidos avances romanos en la carrera naval ma, en el 202 a.c.. En la consiguiente paz, Roma
empujaron a los cartagineses a impulsar y desarro- exigid a Cartago la entrega de toda su flota de gue-
llar la guerra terrestre con grandes ejercitas, campo rra para su destrucción, permitiendole conservar
en el que los caudillos bárquidas demostraron una tan sdlo 1 0 trirremes y sus agentes vigilaban para
excepcional destreza y eficacia. que los púnicos no rehiciesen su poderío marítimo.
En Cartago, el llamado puerto comercial -un re- La construcción naval se hallaba tan desarrollada
cinto rectangular de amplias dimensiones que co- -con el diseno y ejecuci6n de piezas prefabricadas
municaba con el mar a traves de un canal y una es- marcadas y numeradas, entre otras cosas- que per-
trecha bocana que alejaban los barcos de los em- miti6 el montaje rápido de varias decenas de trirre-
La Constitución de Cartago
ncwntoaJBaldou@ineS,me e m d o n d e s e ~ l a ~ e n t r e b I P g
mostróset&or.~~~deto- qoe&edr,emnlosmm-,la&
do in&duo, de toan sodedad poiitiea, laeiitedelosdndadm~,de~que
detoan~humpiuestsnmrada lapdnicaUeppdrporestos~osera
porunperiodode~ent0,unpe- la mejor y pudieron, a pesar de les
dodo de lllhm, un periodo de d a - apiaamies derrotas, imponda Barl-
deadnyesenelmomemdelarmmi- memeniagumoontn~g~r-
rezninndosealaiunelgndo&nlio dpsahsabiduríadesusdeckiones.
PoUMo, Histah,Ubro VI, VII, 51.
>"
b
pendencia de otros centros de la aprrstpbipnimbnrcosparala~n
costa africana. especialmente en <dibujode So-).
las zonas mdis fértiles, justifican
la afirmación de Estrabón acerca
del predominio de Cartago. En el
siglo IV, la capital controlaba di-
rectamente mdis de la mitad del acerca de la calidad alcanzada por la agricultura
actual Túnez, mucho mdis de lo púnica en la irrigación de los campos, la variedad
que podía controlar la propia Ro- de especies cultivadas. la destreza y especializa-
ma en el centro de Italia en el ción en cuestiones de injertos, selección de espe-
mismo período. 1 cies, etcétera. Pero el grueso de la producción agrí-
como paradigma del aprove- cola lo componía el cultivo del olivo, la vid y los ce-
chamiento cartaginés de estos te- reales; especialmente estos últimos atrajeron la
rritorios se cita sobre todo a Ma- ambición de los romanos, convirtiendo al agro car-
g6n elAgr6nom0, autor de un ira- taginés en uno de los graneros de Roma, una vez
tado de Agricultura en 28 libros a conquistado el territorio.
finales del siglo IV a.c., que fue-
Delenda est Carthago!
ron traducidos fielmente al latín y
cuya ciencia fue recogida por au- ~ Fueron precisamente la variedad y riqueza agrí-
tores como Plinio o Columela. Es-
tos autores se hacen lenguas - cola del Norte de Africa las razones que empleó Ca-
tón el Viejo para azuzar a sus contempordineos del
Senado en contra de Cartago. Como buen terrate-
niente que vela peligrar la producci6n agrlcola de
La riqueza de Cartago era indudable y los -pa. il/
darios de la "soluci6n final" en el Senado vieron re-
Italia por las importaciones africanas que tanto be- forzada su posici6n en el aflo 151, una vez que los
neficiaban al eterno enemigo, acababa invariable- vencidos cumplieron con el dltimo pago de la tre-
mente, viniese o no a cuento, todos sus discursos menda indemnizacidn impuesta tras la Segunda
en el Senado con la consabida frase: Delenda est Guerra POnica. Con la excusa del incumplimiento 1%
Catthegol-"Cartago ha de ser destruidan-. En una de una de las cliusulas del tratado del aflo 201
ocasibn, ejemplificd este peligro hablando de la fi- -tras la derrota de Zama- debido a una guerra de-
cus Africana y, tomando en su mano un higo de fensiva de los cartagineses contra los ndmidas de
gran calidad, maduro y liso, sostenla que habla si- Masinisa, aliados de Roma, esta encontr6 el pre-
do recolectado tres dlas antes en la campifla carta- texto para acabar con la vieja metr6poli africana. @$
ginesa y proponla, una vez mis, la destruccidn de- A pesar de hallarse poco armada -precisamente ,
finitiva de la ciudad rival en una "guerra preventi- en cumplimiento del tratado con Roma-, Cartago
va", afirmando " ~ P u ~sí,stenemos un enemigo tan ofreci6 una gran resistencia al asedio romano que
cerca de nuestras murallas...!". se prolong6 cerca de tres años, entre el 149 y el j
146 a.c. Una "triple muralla" de unos 5 Byrsa, solicitaron la benevo-
km. protegía la ciudad por el istmo, lencia de Escipión: cerca de
desde el lago de Túnez hasta el mar Me- 50.000 hombres se rindieron
diterráneo, era en realidad un muro que y salvaron la vida, aunque
I
tenía nueve metros de anchura y unos fueron reducidos a la esclavi-
quince metros de altura, protegido por tud, mientras un millar de
. . .v un foso: cada sesenta me-
un parapeto personas se recluía en el
tros, una torre hacia mas difícil el asal-
to a esta fortificación. Un muro sencillo
m 1 templo de Eshmún, dispues-
ta aresistir hasta la muerte.
cerraba la ciudad por la línea de costa, El final de Cartago vuelve a
aprovechando las alturas de los escarpes adquirir aspectos de novela:
rocosos. Hoy día apenas queda algún la muier del zeneral Asdrúbal
resto visible de estas murallas, pues las ~ i s c ó nle reprochó a Bste su
piedras de la ciudad púnica, al igual que rendición y, acompañada de
la posterior ciudad romana, sirvieron pa- sus hijos, se arrojó a la ho-
ra la construcción de Túnez, Sidi-Bou-
Said y otras ciudades medievales y mo-
dernas de los alrededores.
1
guera, rememorando el últi-
mo acto de la reina Elisa-Di-
~~ ~ ~
60
- n/
DOSSIER
í
LOS Marauidas
T • ria habría de s u ~ l i la
r ~brdidade Sicilia
y Cerdefia tras la conclusión de la gue-
A
INICIOS DEL SIGLO VI1 A.C., LOS CAR-
tagineses fueron sustituyendo a los feni-
cios en el dominio de los emporios co-
merciales del Norte de Africa y del sur
de la Península Iberica, iniciando pronto su expan-
sión por las islas Baleares. donde se instalaron a
mediados de ese mismo siglo. Tras la derrota sufri-
da en la Primera Guerra Púnica -con la consecuen-
te pérdida de Sicilia, Córcega y Cerdefia-, Cartago
volvió sus ojos hacia Occidente en busca de nuevos
territorios donde ejercer su dominio y, sobre todo,
donde obtener los medios económicos necesarios
para pagar la enorme deuda de guerra contraída
con Roma.
Amílcar, el conquistador
En el a60 237 a.c. Amllcar Barca, un prestigio-
so general cartaginbs que se habla distinguido por
sus exitos contra los romanos en la guerra de Sici-
lia y sus victorias en el N. de Africa contra los mer-
cenarios sublevados, desembarcaba con sus tropas
en la vieja ciudad fenicia de Gadir. Le acompafia-
ban su hijo Aníbal y su yerno Asdrúbal, miembro,
como él, de una familia de la aristocracia púnica.
Los romanos, incapaces de aceptar su propia
responsabilidad frente a los cartagineses, le atribu-
yeron luego intenciones perversas, como preparar,
movido por el odio. una guerra de revancha. Pero
sus motivos reales eran otros. La conquista de Ibe-
r
Estas victorias le dieron a Amílcar el control de AnveM de una
las principales zonas mineras de Andalucía y Gadir, moneda de
que hasta entonces sólo había emitido monedas de Adramalek de Reconsmicsión de una qu- o Lmtm
bronce, estuvo desde ya en condiciones, junto con Biblos, con una
otras cecas cartaginesas, de acuñar moneda de pla- navedeguen-ayun griego8 paca la peñtecbnfera o M"e de
ta de extraordinaria calidad. Luego se vi6 obligado ~pocampo. dneuenta rrmam. Podúui nevar un mastll
a paralizar su campaña conquistadora porque el es- Medisaos del sigio pkgableenelcentrodelaembuendmqcun
tallido de una revuelta de los númidas en el Norte v PC una~pnn-rectuisi>lnr,yom,más
de Africa le obligó a enviar a su yerno Asdrúbal, con ~sltvadoa~enotrasou~siones,
una parte de las tropas, para sofocarla. nosehaüabaQtadoconvelasysuúnleo
Sometidos los africanos, la atención de Amílcar sistema de propulsión eran los remos. El
se centró en la Andalucía oriental, el Sureste y el impulrodeesmaseacekmbaenfasode
Levante, donde fundó la que seria desde entonces combate, emplepndo el espolón de proa
su base de operaciones: Akra Leuke, en las proxi- , mmounnrletepunnbíirdbPrco~
midades de Alicante -algunos, no obstante, la si- en la línea de tlotaddn y hundirlo. M d m s de
túan cerca de Cdstulo, en JaBn-. Desde allí em- los ekmentoa de ea* barcoa se montaban a
prendió nuevas conquistas con el fin de apoderarse mdepiaasprrfPbrieadns<dmujode
de las comarcas, ricas en plata, de Cartagena y WPuel Sobrino>.
Cástulo, y de las minas de hierro y cobre del litoral
de Murcia, Málaga y Almería. En el año 231 a.c.
una embajada romana visitaba a Amílcar, que ar-
Asdrúbal, el politico
Tras la muerte de Amílcar, AsdrCibal fue procla-
mado comandante en jefe por las tropas, segrln una
costumbre de los ejbrcitos helenlsticos de la bpoca.
El gobierno de Cartago ratific6 el nombramiento.
Tras recibir refuerzos de Africa, acometi6 la con-
quista de toda la Oretania, para vengar la muerte de
62
Amílcar y para controlar las riquezas mi- en un arsenal y un centro manufacture- Arrll>l, ms<lue<p del
neras de la región y los caminos que ro de primera magnitud. Reciente- basti6n cmtaghéa
conducían a la costa. Muchas po- mente se ha descubierto en Carta- & I a ~ G f e
blaciones fueron sometidas y sus gena un tramo de la muralla pú- Sevfllriacarmona
ciudades reducidas a la catego- nica, y en el llamado Cerro del A la izqul&,
ría de tributarias. Luego em- Molinete -una de las cinco co- AmÍlcar&uu
-
prendió una política de acerca- linas que rodeaban la ciudad -cumoMellurt-y
miento hacia los nativos, des- cartaginesa y romana- se han -BPICP<m
posándose con un princesa in- encontrado restos de un posi- &monedas&
dígena, granjeándose la amis- ble santuario púnico. Una ex- plarancu9ls&uim
tad de los notables locales y Ile- cavación de urgencia ha docu- Cartbap N- a
gando a ser aclamado jefe supre- mentado, así mismo, una serie hsaüosZ3üaC.y
mo de los Iberos. Ejercía el mando Ir de habitaciones de un edificio re- 216209 %C.,
con cordura e inteligencia y prefería lacionado con actividades pesqueras m -
.
los métodos diplomáticos a los milita- que fue destruido en el asalto a la ciu-
res. Estableció lazos de hospitalidad con los dad por Escipión en el 209 a.c.
jefes autóctonos y con los pueblos que ganó a su Carthago Nova, cuya población estaba compues-
alianza por medio de la amistad de sus dirigentes. ta por artesanos, menestrales y hombres de mar,
Asdrúbal fundó, en las cercanías del cabo de Pa- llegó a contar unos dos mil trabajadores especiali-
los, una ciudad para convertirla en centro político, zados. Aunque desconocemos su regimen jurídico,
económico y estrategico, a la que denominó Qart sabemos que en Cartago los trabajos artesanales y
Hadasht, igual que la metrópolis, y que los ro- especializados eran desempeñados normalmente
manos llamarían Carthago Nova (Cartage- por hombres libres. Tras su conquista. Es-
na). La capital de Asdrúbal, situada cipión dejó en libertad a un buen nú-
en uno de los mejores abrigos de la mero de sus habitantes mientras que
costa meridional, facilitaba el otros pasaron a convertirse en pro-
control de la explotación de las piedad del pueblo romano. Proba-
minas de plata de la región, blemente estos últimos eran
contaba con un excelente siervos o esclavos de los Bárqui-
puerto y disponía en sus proxi- das, empleados en los trabajos
midades de explotaciones de de las canteras y los arsenales,
sal y de campos de esparto, como sucedía con este tipo de
muy útiles para el manteni- trabajadores en la metrópolis.
miento de la flota. La ciudad, También el trabajo en las minas y
que albergaba un palacio, así co- en las explotaciones de sal, que
mo divenos templos, llegó a tener eran un monopolio de los cartagine-
cuarenta mil habitantes y se convirtió I - ses, fue realizado por siervos o esclavos.
64
-
DOSSIER
En el 226 a.c. Asdrúbal reci- junto al Tajo a una coalición de olcades, carpetanos
bía en Carthago Nova una y fugitivos del sitio de Helmantika, con lo que con-
nueva embajada romana que solidaba la dominación cartaginesa hasta la sierra
se interesaba por los progre- de Guadarrama.
sos de los cartagineses en la Lo que Aníbal pretendía con estas campañas era
Península. El resultado de las controlar la vieja ruta tartésica que unía el Suroes-
negociaciones que se enta- te con el Noroeste de la Península, rico este último
blaron fue un tratado en el en oro y estaiio, al tiempo que se aseguraba el ac-
que ambas partes se compro- ceso al valle del Duero para garantizar el suminis-
metían a no atrave-
sar en armas el río
Ebro, que de esta forma se convertía en
el limite de los territorios sometidos a
Cartago en la Península.
Cinco años más tarde, y tras ocho de
ejercer el mando, Asdrúbal era asesinado
en sus aposentos en circunstancias os-
curas, a manos, al parecer, de un galo
que quería saldar una afrenta personal y
vengar a su señor.
La cuestión de las
responsabilidades
Los romanos pretendieron
asedio de la ciudad ibera. justificar su comportamien-
Anlbal, que se habla ca- to -abandonando a su suer-
sado con Imilce, una prince- te a los saguntinot para,
sa de CBstulo, convirtió Sa- una vez tomada la ciudad
gunto en colonia cartagine- por Anlbal, declarar la gue-
sa, sumándose as1 a Akra rra a Cartago con un ultima-
Leuke, Carthsgo Nova y otra ciudad fundada por tum inaceptable, argumentando que el tratado del
Asdrúbal de la que se desconoce el nombre, y a las Ebro hacía una excepci6n de Sagunto, o llegando a
que luego se atiadirlan aún Barcino, convertida en afirmar incluso que la ciudad se encontraba situa-
fortaleza púnica por Anlbal o su lugarteniente Han- da al norte del Ebro, lo que ha dado pie a que al-
n6n en el 218 a.c., y Mahbn, en las Baleares, po- gunos investigadores imaginen, en su af6n por
siblemente fundada como campamento militar en comprender el punto de vista romano, que el Ebro
el curso de la Segunda Guerra Púnica. del tratado del 226 a.c. no era el Ebro actual, sino
En los primeros meses del 218 a.c. una nueva algún otro río, como el Júcar, de la región de Le-
embajada romana planteaba, ahora ante el gobier- vante. Pero si verdaderamente Sagunto se encon-
no de Cartago, sus reclamaciones. Querían saber si traba al norte de un río llamado lber q u e , enton-
Anlbal habla actuado por su cuenta y, de ser así, ces, no serla el mismo que el Ebro actual- y el tra-
exigían que les fuera entregado para castigarle. Los tado del 226 a.c. prohibla a los cartagineses cru-
cartagineses argumentaron que Sagunto no figura- zarlo en armas, ~cbmoes posible que la reacci6n
ba entre los aliados de Roma en el tratado del 241 romana no se produjera hasta la calda de la ciu-
a.c., único que reconoclan, ya que el que habla fir- dad?
66
Parece, por tanto, que las relaciones que vincu-
-
DOSSIER
Los libiofenicios
En la lberia bárquida las ciudades feni-
cias gozaron del estatuto de aliados y
gozaron de independencia política y ad-
ministrativa. Para asegurar el dominio
cartaginés se procedió al traslado de
africanos a la Península, mientras que
contingentes de iberos eran enviados al
Norte de Africa, a fin de reforzar su fi-
delidad y eficacia militar, desvinculán-
dolos as1 de sus lugares de origen. La
instalación en la Península de estas tro-
pas africanas, con un componente Ilbi-
co-beréber y númida acusado, buscaba
proporcionarles una forma de subsis-
tencia en los periodos de desmoviliza-
ción, por lo que fueron convertidos en
colonos militares a los que se asignaba
una tierra, a cambio de sus servicios
cuando les fueran requeridos. Así apare-
cieron y se potenciaron varios núcleos ur-
banos: Ana, Lascuta, Turricina, Iptuci, Veci,
Bailo, Olba y Asido, que emitieron moneda
con leyendas en el alfabeto denominado "li-
biofenicio". Eran gentes africanas reclutadas
por los cartagineses y parcialmente puniciza-
das que se asentaron en territorio bástulo, en
la región situada en torno al estrecho de Gi-
i braltar. Además de los camDamentos militares
situados en torno al ~ u a d a l ~ u i vyiguarneci-
r
dos por jinetes númidas, otros contingentes
de africanos fueran asentados en la región de
Cádiz y Sur de Extremadura, en un régimen
similar al del colonato militar.
Celebrarás un
banquete
el Ca~itoli I
Cannas fue la gran oportunidad
1
I
de Anííal. Después, pese sus
nuevas victorias, iría
debilitándose y peráiendo
1 - aliados; Roma, por el contrario, 7
1. levantó mayores ejércitos y
1 mantuvo su cohesión interna
i
Vlctor Alonso Troncoso -te indico, conque Tyche, la voluble diosa de la que tanto habla-
Catedrático de Historia Antigua sugulayw ban los griegos, se había encaprichado con la cau-
Universidad de La Coruiia mtüietemnáos sa de los Bárquidas. ~ A c ~noMacababa de soplar
sol&idos, al que Lede cara al enemigo el viento volturno 4 siroc*,
RA'UN DIA
E
DE AGOSTO DEL ANO 216, ~lgueuonaipPlat0 privándole de la visibilidad durante la batalla?
en la llanura de Cannas, a orillas del Aufi- PintaaOProcoamte La voz de Maharbal, que era la voz victoriosa de
do, y acababa de tener lugar una gran ba- deCasaMandP, la caballería, se atrevió a proponer un movimiento
talla. La fama volandera llevaba la noticia cerCadeA*TIp>er. rapido y resolutivo para aquella partida que se es-
a las poblaciones vecinas de Apulia, como Canusio C b ~ ~ i g l o r n taba jugando en Italia: "Sígueme, yo iré delante
y Venusia. y desde ellas iba llegando hasta la Urbe, a.c. (Ale&, Miureo con la caballería -dijo a su jefe, y dentro de cinco
a donde conducían todas las calzadas. En medio de 1- días celebrarás la victoria con un banquete en el
los muertos y heridos, apilados por millares, grupos d - Capitolio".
de oficiales y soldados se agolpaban en torno al Jér&ne etropinol. La escena aparece en Tito Livio (22,511, uno de
caudillo cartaginés que, a sus treinta años, había esos escritores augústeos que no ahorraba tintes
sido el verdadero artífice del triunfo. épicos o novelescos a su narración con tal de en-
En el frenesí de la victoria, númidas, iberos, ga- grandecer el pasado de Roma. Si el estudioso mo-
los, baleares cruzaban felicitaciones en todas las derno puede albergar dudas sobre la veracidad de
lenguas y estrechaban sus manos blondas o aceitu- muchas de sus historias, en esta ocasión, sin em-
nadas, se diría que a salvo de odios africanos o de bargo, no hay por qué poner en tela de juicio su re-
terrores interétnicos. Baal Haddad frente a Marte: lación de los hechos: la magnitud y el dramatismo
el dios púnico de la guerra daba otra vez prueba in- de esta Segunda Guerra Púnica fueron tales que
contestable de su fuerza, como si quisiera resarcir realmente resultaban superfluos los efectos espe-
a sus devotos de pasadas humillaciones, por no ha- ciales.
blar de las mil penalidades que aquel mismo ejér- Si acaso, se hacía inevitable aliviar el trauma de
cito había debido soportar durante las últimas cam- la derrota desacreditando moralmente al jefe carta-
pañas, de los Pirineos a los Alpes, del caudaloso ginés que, cosa nunca vista, había humillado por
Ródano a las ciénagas del alto Arno. cuarta vez consecutiva a las legiones de Roma: en
¿No habla hecho el hijo de Amílcar un viaje ex el Tesino y en el Trebia í218), en el lago Trasimeno
profeso a Gadir para renovar sus votos a Melkart en (217) y, ahora, en Cannas. Haciendo además re-
vísperas de esta segunda guerra contra los roma- caer la responsabilidad del desastre sobre uno de
nos? Raro sería que algunos no dieran en pensar los dos cónsules se ponía a salvo el honor de la re-
68
pública: Cayo Terencio Varrón, el magistrado plebe- ciar a su hijo de nueve años sobre el altar de Baal, .:i
yo que aceptó el desafío en aquel día nefasto para antes de embarcar hacia Hispania: iurare iussit ',
el calendario romano, fue presentado ante la pos- numquam me in amicitia cum Romanis fore. En el
teridad como el hombre impulsivo que llev6 al de- colegio oímos un día al profesor de Clásicas el tex-
sastre del año 216 a cerca de cuarenta mil hom- to de Nepote (23,2).como también el retrato de
bres, entre romanos, latinos y aliados itálicos. Por Aníbal en Livio (21,4),y sus tonos vibrantes nos
contra, su colega patricio, Lucio Emilio Paulo, parecieron un alivio y un estímulo en la lucha par-
muerto en combate, quedó idealizado en la analís- ticular que cada cual libraba con las declinaciones,
tica senatorial como exemplum de valor, patriotis- como si el latín pudiese convertirse por un instan-
mo y mesura. te en la lengua vehicular de nuestros sueños medio
infantiles todavía.
Odio eterno a los romanos La verdad es que todo en aquella historia pare-
Cualquier lector que haya cursado el antiguo ba- cla invitar a la fantasía. Para empezar, la presenta-
chillerato reconocerá sin mayores dificultades el ción del general era como un redoble de tambor
nombre implícito en todo este relato. Se trata de A l ñ ( > a l - a w d o ~ x que anunciaba el comienzo de un gran paseo mili-
Aníbal, claro es, el enemigo número uno de Roma. AWS, por tar: Hannibal, Hamilcaris filius, Karthaginensis...
El lector sabrá tambikn, o al menos le sonará, ~ n n d s f o d e ~ o y a Apenas repuestos de la primera impresión. nos sen-
aquello del "odio eterno a los romanos", el famoso (hiaddd, ~>&cd6n tíamos arrastrados por el torrente de los aconteci-
juramento que Amílcar Barca habría hecho pronun- pnroculnr). mientos, un encadenamiento inaudito de hazañas k,
I con el paraje o la táctica
más a propósito para tal
linaje de asechanzas,
esas que sus enemigos
consideraban típicamen-
tes fenicias.
Para hacer aún más
completa nuestra felici-
dad, los libros de texto
comoensaban
,~~ los
~-
~~
arca-
~~-~ ~
10s generale
nla~delabntallndeZninqdosho~seenhevistPronwnlaesirateginyporsuinnopoIftiwcmLosPUndos,loquenolesprhrrba
E la el ñu de ioienm un d o sln m n e r sus rrswafvos eikiios a de mostnrse con dureza hacia aauellos me mastraban tibieza o no cum-
dednicdón. Del encuhtm en& Anlbal y &&6n &as que pliui las órdenes recibidas.
dan testimonios, snhu Plgunns notidas de lito LMo, qulenintmducela en- Vdadem triunhdores tras un buen n6mm de bntallps, tanto uno
nwisiawn las siguientes @m: "lo mutua admirad6n les deJ6sin ha- wmo otm m i m n que hamfrente a las &dias y las luchas poIíücas de-
bla, y se wntemphn el uno al otm m dendo". ~~~susdu~na$leseneontradesusrespectlnis~-
Aunque pe~enedma dos m& opuestos y por entonces enepmiza- Uls (Clrrago iokut6 en wfas ocasiones *le del mando del e]&&, y
h t e mhtados. los dos ides militves habían oasado uoa biopratln el c 6 d Cneo W o Ceoión meda rese- la do& de la derrota de
. d e por lo que el &de~~oma
b a s ~ m t e m a ~ p ~ í e d d n d e l ~ ( i u e ~ ~ b ~ s u p o n i e r . & ~ P ;aquél, hubo de &ituirle para que Bsci-
Inmllilsdeorlgen~w~BáquidasdeCmagoylosCom~os piónpudleseprosegulrNeamPpaasegúnloprevisto).lobntallndeZlmn
s premiaba en el momento álgido de ambas biogdh: los dos wuoclan
d e R o m a ) , q u e b a b í a n d a d o l l u s t r e s ~ y w n I m ~ t e s ~ d ose
al BstPdo en N haber. Los dos redbiemn una bmuid6n de üpo prind- bien las esasteglas del wnado, contaban con unos efedivos muy Iguala-
pesw: hablaban grkgo cm Buidez y estaban íadbdmbwn la cuIW dos y se empleamn a fondo sablendo lo que Prriesghn.
eluteylaUternhinproplmdelmundohd~.BInurln*unvUae li;lselenfm~,lasblogdh~,pemnodempsfpdo.
lesapm~6n6nm&p;deedadeseeiauuis(BEeipi6nen12añosm8sjo-Anmnl~pudosegulrsimdo&deCmagoeoSnceptarlaswn-
ven que Anmnl), la earreni miiitar c o m d ponto para ellos, prádica- dldones de Bsdpi6n . y . emprendi6 r e f m politicas, ewnómicas y mili-
meni en la adolesmck el amgh&acom@6 a& pPdre la wn- tares hasta que sus ene&os acabamn denÜnd4ndolo a los ro-
qUistPdemerinsin~nimplldo~lOaños,yelmmuiopartldpóen manos.I3SperipeciasdeMbalenOdente4kia,CretzyBüiaiaz-sn
la batalla de Tesino m a~enss15.Amdienn mw i h e s al nenemlm bien wnoddas: aM se envenenó antes de delme en- " alas mmanos.
cm 26 años Anlbal enya el jefedel ejQdto cuk&& en [be&, cuando ~sdpiónpm&ouid vidodosas eampfias & oriente y a su regreso, sus
~~
empmdi6 la conquistn de m t o y su eampPen de I i a h Bsdplón tenía enemigos poiíticos le exlgienn cuentas acerca de sus gastos; pudo S&
8610 24 cuando foe nombrado prwónail de HIspants slltándose las a- del aprieto pem deddl6 r e t h x de la poiítica y acab6 sus días en sus ñu-
pas pr'para un cvsup hmmwm wmo en debhb. Mugpopulnres as de Lüemum en el año 183 &C., el mismo en que moda su alter ego
yqueadosporsussoldados,lmbos~u~toporsusermdode camgin&.
q , * . ' h ' i i < w ~ ~ ~ ~ , " , n , z : ~ > c > , ~ , ~.p##&yc,*;""r:
(:~II:.\,i~ : ; : . . . - 8,. ..'.Y: ,, .,
~ ~ , ~ * ~ ~ ~ ~ l ; , " , f ' " ~ ~ * , ~ r ~ , , ~ ! l X: !"N*# * ~ ~<>'.;."<:~-x.?::1..'.'!;.~~~~.,*"!-~.~~,+
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estratagema nocturna para escapar de Fabio Máxi- -=m desde su estallido, con la toma de Sagunto (2191,
mo impartía una lección de estrategia que se haría -m* hasta la decisiva batalla de Zama (202). Muchos
digna de estudio en las academias militares de to- mapa, el teatro de otros nombres quedaron asociados al drama belico,
da Europa? t es de la repartiendose los más variados papeles, ora de hé-
Había algo insólito y frustrante, sin embargo. en
s*lundn- roes, ora de villanos, ora de tibios, incapaces o pru-
la aventura del Barquida. Aníbal ganaba todas las P I n i P i ~ m a n dentes. Ninguno de ellos, sin embargo, con fuerza
batallas (después del 216: Casilino, Petelia, Her- la mltnd ocddaurl suficiente para disputar al cartaginés el auténtico
dónea), pero al final perdía la guerra, la victoria se
del MediMánm, protagonismo de la contienda.
le escapaba de las manos. Los griegos representa- tanta m U e m Ni Se~ilio,ni Minucio, consulares sacrificados
ban alada a Nike, porque sabían que no tenía due- como por m. tambien en Cannas; ni Fabio Máximo, ni Junio Pe-
Fio, y de ahí que los atenienses consagrasen en la ra, que en días de tribulación como aquellos revis-
Acrópolis un templo a Nike Aptera, a la Victoria sin tieron en Roma la magistratura extraordinaria de la
Alas, para que no pudiese volar a otra ciudad. Co- dictadura; ni los reyes Filipo V de Macedonia y Je-
mo recordaba Alvaro D'Ors (ires temas de la guerra rónimo I de Siracusa, aliados de Cartago, pero so-
antigua, Madrid, 1947). de Numidia precisamente bre todo inquietantes sombras del Oriente helenís-
es un antiguo vaso de cristal que lleva esta leyen- tico; ni Sífax, ni Masinisa, los reyezuelos númidas
da: "la Victoria, cógela". El vencedor de Cannas no que mudaron odios y lealtades por una hija de Car-
pudo ganar la guerra, pero conquistó las simpatías tago; ni Indíbil, ni Mandonio, r6gulos ilergetes de-
de los lectores modernos, llegando incluso a ganar votos del Africano, y encarnaciones de un estereo-
una batalla póstuma ante la propia Roma en tiem- tipo historiogrtífico -el individualismo hispan*
pos de los Severos, aquellos emperadores africanos que llega hasta nuestros días.
que reivindicaron la memoria del cartaginés en el Por no hablar de la nómina de oficiales cartagi-
siglo III de nuestra era. neses que tomaron parte en la conflagración: As-
drúbal y Magón (los hermanisimos del jefe, muer-
Bellum Hannibalicum tos en la contienda), Hannón, Maharbal, Himilcón,
En un punto, cuando menos, hizo justicia al de- Bomílcar, Giscón, Cartalo... Ni siquiera Publio Cor-
rrotado la historiografía antigua. El segundo en- nelio Escipión Africano. deuteragonista casi imber-
frentamiento entre Roma y Cartago fue denomina- be a orillas del Tesino, por mucho que Polibio en-
do bellum Hannibalicum, la guerra anibalica. Un grandeciese su figura como vencedor en Zama. (El
hombre dio unidad y sentido al conflicto bélico, Africano debiera haberse cognominado, con más
71
propiedad, Hispano, ya que fue gracias a sus éxitos ninsular en torno a la ciudad del Tíber. Articulación
en la Península Ibérica por lo que Aníbal perdió su no sdlo jurídico-política (el diseño radial de foede-
base de operaciones y suministros, y Roma pudo ra bilateralescon Roma), sino también socio-cultu-
pasar a la ofensiva en Africa a partir del 204). ral, viaria y poblacional (las coloniae civium Roma-
norum diseminadas por doquier), que ni siquiera
La fortaleza de la República un genio de la guerra como el cartaginés estaba en
Si hay un antes y un después de la Segunda condiciones de abolir.
Guerra Púnica, para Cartago y para Roma, también Para Italia, y en especial para las economías
hay un Aníbal antes de Aníbal, prologuista brillan- campesinas de pequeña escala. la sombra de la
te en tierras hispanas de su epopeya itálica, como guerra fue funesta y alargada. Un botín inmenso,
ya sabían los autores antiguos, y aún otro Aníbal una gran devastación y la muerte o el desarraigo
despues de Zama, el que escribe un nóstosepilogal del campesinado enrolado en las legiones: este fue
e inverso entre Cartago, Antioqula y Bitinia. La Se- el verdadero legado de Aníbal, como escribió Toyn-
gunda Guerra Púnica marca el apogeo de su vida y, bee, preludio de la crisis de la República en el si-
en ella, Cannas constituye probablemente el clímax glo siguiente. El abandono de las labores agrícolas
de la historia política del Mediterráneo occidental durante la contienda favoreció la expansión del la-
antes de las invasiones germánicas. tifundio, de la misma manera que el frentismo po-
Cannas del Aufido fue una derrota lítico exigido para combatir al invasor fortaleció al
que, por paradójico que parezca, evi- Senado en detrimento de los Comicios y el Tribu-
dencid -de manera más reveladora y nado de la Plebe.
definitiva que las victorias romanas La Segunda Guerra Púnica aún pasó por muchos
de Sentino (295), Cinoscéfalo altibajos, hasta que por fin el año 211 ofreció aus-
(197) o Magnesia de Sipilo (189)- picios favorables a los descendientes de Rómulo.
la fortaleza de la República, la efi- Para aliviar el asedio de Capua, Aníbal amagó ese
cacia de sus instituciones de go- alio un ataque relampago contra la mismísima Ro-
bierno (magistrados, Senado y ma, presentándose con una fuerza montada ante la
Comicios) y la consolida- Puerta Colina. Una exclamación recorrió la Urbe:
cidn de un orden social Hannibal ante portas! Hubo lamentos y gestos reta-
presidido por la nobi- dores, hubo avances y repliegues de ambos ejérci-
litas (fusión del pa- tos, hubo agüeros y señales, aunque a la postre allí
triciado y la elite no hubo nada. Era ya un tropo de la literatura anti-
plebeya). Y que, gua relacionar la muralla con la fortaleza institu-
contra los planes cional de la ciudad, y el BBrquida lo sabía.
del vencedor, no Ocho años después, el invasor levaba anclas del
consiguió invali- Brucio en auxilio de la patria invadida, no sin antes
dar la hegemo- depositar en el templo de Hera Lacinia, en Crotona,
nia de Roma al una inscripción con la memoria bilingüe de sus
'
frente de la con- campalias. Junto a la púnica, aparecía la lengua
federación itálica. griega, al uso de un caudillo que hoy se tiene por
Si es cierto que el hijo legítimo de la civilización helenística, acaso
carácter de los hombres se con más justos títulos que muchos helenos y ma-
conoce mejor en la derrota cedonios de su época. De Lacedemonia fueron sus
que en la victoria, el Senado y el dos maestros y cronistas; helenística fue su con-
pueblo romano (Senatus Populusque cepción de la guerra y las relaciones internaciona-
Romanos) dieron en aquel trance la les; helenísticos sus dos grandes ídolos: Alejandro
verdadera medida de sí mismos: nada a
y Pirro (Apiano, Syr. 10).
que pactar con el invasor, nada que
pagar por los cautivos, nada de re- Una fugaz visión
nuncias en la contraofensiva militar de Roma
en Italia y España. Las cuatro legiones caídas fue- ~zquierda,ñuto de Si es verdad que el
ron reemplazadas por otras cuatro, y en los años si- Eseiplón el conquistador de Peng
guientes unas veinte más serían puestas en pie de ~fneano, polis alimentaba lo
guerra. b e era el lenguaje de la República cuando pmcedente dela sueños de Aníbal, tam-
se la intimidaba; y aquélla no sería ni la primera ni eo*cdbnmr&se bien resulta creíble
la última respuesta de semejante calibre. (verdies, Museode que las palabras de Ma-
Desde el año 216, las defecciones de confede- vasalles).~erediz, harbal persiguiesen al car-
rados se produjeron en cadena (Apulia, Samnio, el]ovuilrnn>nl taginés por toda Italia, co-
'
Magna Grecia, Brucio), destacando la de Capua, (dibufode mo sugieren las fuentes (Titc
segunda ciudad de Italia, al paso que aliados exte- .
)
-
E Livio 26,7). Victor Ni Capi-
riores tan valiosos como Siracusa se pasaban al tolio epulaberis: "DarL- .
enemigo. Mas he aquí que el corazón de la alianza un banquete de vence-
-Lacio, Etruria, Umbría- se mantuvo firme en su dor en el Capitolio". Al-
lealtad, evidenciando ya una real vertebración pe- tisonante, la propuesta
72
del oficial de la caballería era algo más
-
DOSSIER
La guerra de Aníbal
Colonias latinas
Territorio romano
La Galia Cisalpina
Fueron múltiples las tribus que de una forma u otra aceptaron ali-
nearse con Aníbal: unas por la fuerza, como los taurinii; otras an-
tes incluso antes de que Aníbal llegasen si quiera a los Alpes, co-
mo los noii; los insubros y otros esperaron a que los romanos tu-
viesen sus primeros descalabros.
Poco se sabe del alcance de los tratados del cartaginés con los
pueblos celtas. En caso de que los celtas se querellaran con los
cartagineses, los jueces serían magistrados y generales púnicos; si
la querella era de cartagineses contra celtas, juzgarían las mujeres
celtas. Dice Polieno que desde tiempos remotos, las mujeres parti-
cipaban con su voto en las asambleas de los galos cuando en ellas
se hablaba de la guerra o de la paz, siendo su voto decisivo.
II Guerra Púnica. Pág. 4/86
Ligures
Los ligures no eran de origen celta, pese a las influencias que in-
dudablemente recibían de esa cultura. Parece que estaban más
emparentados con los iberos que con sus vecinos del norte. Se en-
tendían por la costa hasta Massilia, a la que cíclicamente castig-
aban con sus incursiones terrestres, pero sobre todo, navales.
Nación guerrera como pocas, aprovechando su ubicación en plena
montaña (de los Alpes a los Apeninos), se encontraban en una
guerra casi perpetua con los romanos, aunque en general sin mu-
cha fortuna, al menos duradera. Fueron calificados por Tito Livio
como el pueblo gracias al cual los romanos podían mantenerse
militarmente en forma debido a las continuas guerras con las di-
ferentes tribus que configuraban esta nación (dependiendo de las
fuentes, unas tribus son ligures o no).
Insubros
Boyos (boii)
Fue uno de los pueblos más afectados por las anexiones romanas,
y los primeros que se sublevaron al recibir las noticias de que el
ejército de Aníbal se acercaba a Italia. El levantamiento fue un
éxito, incluso expulsaron por sí mismos a los romanos de su terri-
torio (no de las colonias), obligándoles a renunciar al contraata-
que durante algún tiempo. Durante el resto de la guerra se limita-
ron a responder a las incursiones romanas y a entorpecer las co-
municaciones entre las colonias del Po y la provincia romana de
Umbría.
Cennomanos
Sennones
La República de Roma
La ciudad
Todo este conjunto se encontraba separado del istmo por una mu-
ralla (parece ser que de tres líneas). A su vez, Megara estaba sepa-
rada del resto de la ciudad por una muralla simple. La ciudadela
disponía de su propio recinto fortificado.
1
Los movimientos de tierra que realizaron los romanos para la construcción de edifica-ciones en la
colina arrasaron con todo lo que podría haber subsistido de la primitiva ciudadela púnica. Todo lo
que nos cuentan los relatos antiguos sobre la famosa e inex-pugnable fortaleza de Cartago, sobre su
renombrado templo de Eshmún y la larga escali-nata de sesenta escalones que llevaba hasta ella...
todos los restos que obviamente po-dían haber quedado de estas importantes edificaciones fueron
pulverizados por los tra-bajos que realizaron los ingenieros romanos, que alisaron la superficie
(entre tres y cua-tro hectáreas de terreno) de la colina para, como decía, construir sobre ella.
La ciudad, verdadero emporio comercial, llegó a contar en su mo-
mento de mayor esplendor con unos 200.000 habitantes; en el año
146 a.C. era considerada como la ciudad mas rica del mundo co-
nocido.
El puerto
Uno de los pocos aspectos bien tratados por los antiguos, pues no
dejaron de admirarlo, fueron las instalaciones portuarias de la ciu-
dad de Cartago. El llamado Cothon se dividía en dos partes bien
diferenciadas.
Según Polibio, cada uno los tres muros que separaban la ciudad
del istmo tenían una altura de 13,5 m, sin contar con los bastiones
y las torres, y una anchura de unos 9 m. Cada 59 m se elevaban
torres de defensa a lo largo de todo su perímetro. En los muros se
encontraban los establos para 300 elefantes y 4.000 caballos, ade-
más de cuarteles para unos 25.000 soldados.
El territorio africano
No deseo por ahora extenderme sobre Cartago, por lo que diré tan
sólo que el imperio se dividía en ciudades aliadas o socias como
Útica, territorios autónomos como Hadrumetum, y el imperio pro-
piamente dicho, que abarcaba unas 300 ciudades mayores y me-
nores (antes de la I Guerra Púnica).
1) El cabo de Bon.
Artículo en obras...
LA GUERRA EN HISPANIA
Los celtíberos
Los lusitanos
Cuando Aníbal (según Livio) se dirige a sus tropas una vez que
avistan Italia desde los Alpes, las arenga con estas palabras:
Los iberos
Otros hispanos
De los cantabros, Silio Itálico dice que sentaron cátedra como los
mejores mercenarios, y los nombra como caetrata iuventus. Los
describe como valientes, fieros y tenaces.
Eran tan conocidos estos guerreros que Silio Itálico los pone co-
mo representantes de los ejércitos hispánicos, como los libios eran
de los africanos. Iban armados con varias jabalinas de hierro (sol-
ferrum), con una espada recta y un cuchillo curvo adherido a la
vaina de la espada. Llevaban un pequeño escudo curvo (caetra), y
protegían la cabeza con un casco que posiblemente fuera de cue-
ro .
Infantería ligera cantabra
Honderos baleáricos
II Guerra Púnica. Pág. 26/86
Decidió continuar solo con la flota, que reforzó con los mejores
contingentes la de infantería. Con una escuadra de 35 barcos de
guerra, partió hacia el sur. A los dos días de travesía, las naves
exploradoras massilotas le informaron de la presencia de la flota
cartaginesa en la desembocadura del Ebro, y de que los marineros
estaban acampados en tierra.
2
Retrocedió Asdrúbal frente a Escipión replegándose hasta Lusitania, sin perder no obstante, el
contacto con el enemigo, al que posteriormente seguiría sus pasos en su vuelta al norte de la
península.
II Guerra Púnica. Pág. 34/86
3
Era costumbre, al menos en Hispania, tomar rehenes a las tribus para garantizar su alianza o
mantenerlas sometidas. Los cartagineses y los romanos usaron esta costum-bre; más los púnicos,
que eran implacables hasta con sus más fieles aliados. Los esci-piones sabían que liberando los
rehenes que mantenían los cartagineses, lograrían que muchas tribus importantes cambiaran de
bando o al menos retirarían su apoyo a los car-tagineses. La intención final de este movimiento era
hacerse con los rehenes que los cartagineses mantenían en la ciudad, rehenes pertenecientes a la
mayor parte de las tri-bus hispanas, que de esta manera se encontraban atadas a la alianza con
Cartago.
Cartago, recibió 4.000 infantes y 500 jinetes. Ya más seguro de
sus fuerzas, se acercó a los romanos al tiempo que aprestaba una
nueva flota de combate, pero cuál fue su sorpresa cuando se vio
sorprendido por la deserción de los marinos procedentes de la An-
dalucía atlántica, gentes de gran importancia cuantitativa dentro
de la flota púnica en Hispania. Pero además de desertar estas uni-
dades que ya el año anterior se habían mostrado menos leales y
dispuestas a los cartagineses (habían sido duramente amonestadas
por Asdrúbal tras la batalla naval de la desembocadura del Ebro
que terminó en desastre para las armas cartaginesas), en la baja
Turdetania hubo una rebelión abierta contra Cartago. Al poco
tiempo, la rebelión se propagó e incluso tomaron una ciudad al
asalto.
4
Siempre se achaca al senado de Cartago el abandono a Aníbal y su fijación por defen-der
Hispania, perjudicando así al general bárcida y el frente que en realidad decidía la guerra. Según
Livio, si releemos bien sus escritos, el año en que se gana la batalla de Cannas y que Aníbal envía a
Magón a Italia en busca de refuerzos, el senado cartaginés, no solo autoriza la recluta de un ejército
para Magón, sino que ordena a Asdrúbal Barca abandonar la Península y dirigirse a Italia. Las
más que serias advertencias del bárcida desde Hispania acerca de que deberá mandarse antes una
fuerza armada para sustituirle condicionan a partir de ese momento la estrategia púnica en
general. Serán ahora varios los intentos de Asdrúbal Barca de salir de Hispania hacia la Galia y
varios los ejércitos cartagineses enviados a la península para detener el avance romano por la
región. En la estrategia púnica, aparece como uno de los ejes principales la obvia necesidad de re-
forzar a Aníbal en Italia. La dificultad de hacerlo por vía marítima conduce a intentarlo por vía
terrestre. En ello se volcará Asdrúbal Barca desde Hispania durante muchos años hasta que por
fin, aprovechando la inexperiencia de P. Cornelio Escipión, conse-guirá cruzar los Pirineos y
adentrarse en la Galia.
II Guerra Púnica. Pág. 38/86
5
Tras el desastre de Cannas y el esfuerzo necesario para la recuperación, las arcas ro-manas
quedaron exhaustas y los recursos de todo tipo bajo mínimos. Fue precisamente esta precariedad la
que empujó al senado a ordenar que fuera de Italia (como Sicilia, Cerdeña o la misma Hispania)
cada general se buscase por sí mismo lo necesario para su supervivencia. La presión impositiva y
las requisas que se hicieron sobre los pueblos de esas zonas, sobre todo en Sicilia y Cerdeña, es
opinión de, por ejemplo, Valerio Máximo, que empujaron a esas zonas más tarde a la rebelión y la
alianza con los cartagi-neses.
Restos arqueológicos del poblado ibero
de La Moleta del Remei, Alcanar (Tarragona).
poderosos, o al menos, numerosos ejércitos, este rey africano podía poner en verdaderos aprietos a
la propia Carthago, de ahí que se llamase sin tardanza a uno de los ejércitos que combatían en
Hispania, el de Asdrúbal Giscón.
cho fortuito les libró del descalabro total; los romanos se retiraron
cuando Cneo Escipión fue herido en la refriega. Se dice que en es-
te combate perdieron la vida cerca de 12.000 soldados cartagine-
se s.
Saltus Cástulonensis
Cástulo
II Guerra Púnica. Pág. 46/86
Un año más, los cartagineses son empujados hacia el sur. Sin em-
bargo, la falta de una adecuada base de comunicaciones en el
centro de la península (P. Cornelio Escipión dispondría luego de
Cartago Nova), impedía a los romanos establecerse sólidamente
en las zonas sometidas y mantener la presión sobre sus enemigos,
que siempre se rehacían al comienzo de la primavera gracias a la
pausa invernal y a las excelentes bases y comunicaciones que
disponían con el continen-te africano.
Los generales romanos, que en verdad tenían por delante una difí-
cil tarea, dedujeron que si querían expulsar a los cartagineses de
la península, deberían dar caza a sus ejércitos y no permitirles, co-
mo hasta ahora, que se replegasen y pusiesen tierra por medio, in-
ternándose en las profundidades del país, donde sin duda era muy
difícil seguirles. A tal efecto, dividieron sus fuerzas y obligaron a
combatir a sus rivales. Los cartagineses disponían de tres ejér-
citos al mando de Asdrúbal, Magón y Asdrúbal Giscón7. Magón y
Asdrúbal Giscón se unieron, pero ejército realmente peligroso era
el de Asdrúbal Barca.
Asdrúbal Barca; P. Escipión, con los otros dos tercios de las fuer-
zas romanas, haría otro tanto contra Magón y Asdrúbal Giscón.
En realidad se trataba de batirles al mismo tiempo para evitar que
la noticia de la derrota de uno de ellos hiciese huir al otro y co-
menzase una de esas persecuciones a través de Hispania a que les
tenían ya acostumbrados los cartagineses.
8
Era la primera vez que los romanos incluían mercenarios dentro de sus ejércitos. Nunca antes
habían contratado el servicio de soldados mercenarios como auxiliares a sus propias fuerzas.
9
Desconocemos el momento exacto en el que Indíbil tuvo que exiliarse en territorio suessetano,
nación establecida entre los ilergetes y los vascones En menos de tres años se habían sublevado dos
veces los ilergetes; es de suponer que tras la segunda revuelta, Indíbil se vería expulsado de sus
tierras. Por tanto, se encontraba ya abocado a la alianza con los cartagineses.
Mayores problemas encontró P. Escipión en su marcha contra
Magón y Asdrúbal Giscón; tuvo que sufrir la presencia en las filas
cartaginesas del joven Massinisa, excelente líder y jinete númida,
que al mando de sus guerreros montados, causaba día y noche los
mayores estragos y desconcierto en las columnas romanas, obli-
gándoles a marchar por terrenos desfavorables para la caballería,
que no osaba salir a la llanura.
Una vez allí, fue elegido por la tropa como jefe del ejército, en
tanto en cuanto no llegasen nuevos mandos desde Roma. Precedió
L. Marcio a fortificar el campamento y preparar la defensa ante el
inevitable ataque de las victoriosas fuerzas enemigas, quienes no
tardaron en aparecer.
10
Todo lo referente a la asombrosa derrota de los cartagineses por los restos de las tropas romanas
de los dos escipiones es puesta unánimemente en duda por los historiadores modernos. Sin duda,
pasó algo, pero la catástrofe que deja entrever Livio parece en verdad exagerada. Lo cierto es que
los cartagineses no intentaron nunca más atravesar el Ebro y expulsar a los romanos. Quizás no lo
necesitaban. Todavía tenían que ajustar cuentas entre los hispanos que se habían mostrado dubita-
tivos o se habían aliado a los romanos. Lo que si se sabe es que, a partir de este momento, el destino
en Hispania no era deseado por nadie; se dio el caso en Roma, tras la insulsa campaña de Nerón,
que nadie presentó su candidatura para comandar el ejército en Hispania, lo nunca visto.
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11
A partir de este momento, los cartagineses entran en una seria crisis interna.Entre los bárcidas y
Asdrúbal Giscón no hay más que disputas. Parece que ya no actúan de forma conjunta, lo que les
impide una acción seria y contundente contra los últimos romanos
II Guerra Púnica. Pág. 54/86
Con esto ganó Asdrúbal una noche más, en la que sacó a otra par-
te de su ejército. Al día siguiente, de nuevo la misma tónica y la
misma perdida de tiempo, y así día tras día y noche tras noche.
Revisó el estado de las tropas, a las que animó e intentó dar con-
fianza12, al tiempo que mostraba su admiración y agradecimiento
a L. Marcio, responsable de que los romanos no hubiesen sido ex-
pulsados de Hispania después de la derrota y muerte de los dos
Escipiones.
12
En este momento, los historiadores tratan de hacernos ver a qué bajo nivel había llegado la moral de las
tropas destinadas en Hispania. Uno de los puntos en que se apoyó Escipión para devolverles la confianza
fue la falta de cohesión entre los generales enemigos, cuyas disputas personales parece que habían
impedido cualquier acción conjunta contra los romanos que quedaban en la península.
Escipión les hizo ver que esa falta de unidad haría posible combatir con ellos por separado. Esto quiere
decir que la estrategia cartaginesa de esperar al enemigo y concentrarse para batirlo era en esencia la
correcta, y ante la cual, bien desarrollada, los romanos no tenían opciones.
II Guerra Púnica. Pág. 56/86
13
Difícilmente podrían haber ejecutado una marcha tan rápida en tan pocos días, más siendo un
ejercito tan heterogéneo, con miles de aliados hispanos y distintos tipos de tropas, tanto pesadas co-
mo ligeras.
viaron a su prometida, retenida por los cartagineses, y en agra-
decimiento, acudió junto a Escipión con 1.400 jinetes celtíberos.
Cuando comenzó el asalto romano por el itsmo, Magón, con sus 2.000 me-
jores hombres, salió para detenerlos. Este ataque, realizado por tropas real-
mente combativas, puso en aprietos a los romanos, por lo que Escipión or-
denó replegarse; los cartagineses se alejaban más y más de las angostas
puertas de la ciudad, de donde seguían fluyendo lentamente los soldados
púnicos. Por un tiempo, el combate estuvo igualado por la calidad y resolu-
ción de ambos contendientes, que eran animados desde las murallas de la
ciudad, por un lado, y desde los campamentos, por otro. Pero la mayor fa-
cilidad con que los refuerzos romanos acudían al campo de batalla a relevar
a sus compañeros (los cartagineses se encontraban a dos estadios de las
murallas) inclinaron el choque del lado romano. Los cartagineses huyeron
del campo de batalla, muriendo unos a manos romanas y otros aplastados al
intentar acceder en masa a la ciudad por la puerta de la muralla. La visión
de sus tropas apelotonadas y presas del pánico desconcertó a los defen-
sores, hasta el punto que poco faltó para que desguarnecieran la ciudad.
Mientras tanto, los romanos, que perseguían a los derrotados cartagineses, a
poco se introducen en medio de la confusión por las mismas puertas, cerra-
das con dificultad a causa de los cadáveres que se amontonaban en ellas.
Mientras tanto, los ataques a la muralla por el lado del istmo habían dado
sus frutos y los soldados subían por ella; los legionarios de la flota también
lograban el éxito al conseguir tomar un tramo de la muralla, haciéndose
finalmente con su control.
14
Los importantes yacimientos mineros que los cartagineses encontraron en Hispania les per-
mitieron a los bárcidas afrontar cómodamente los ingentes gastos que generaban sus operaciones
militares en la península, así como preparar cuidadosamente la guerra que se avecinaba. Sin duda,
el producto de las diferentes minas en explotación en el territorio peninsular proporcionaron in-
gentes ingresos, pero no hay que olvidar que los diferentes generales cartagineses que se encontra-
ban en Hispania no dejaron nunca de recibir o pedir fondos a la poderosa metrópoli africana.
Movilizar de un día para otro los numerosísimos ejércitos que los púnicos solían desplegar en los
campos de batalla, les costaban incalculables cantidades de dinero, más cuando las continuas
derrotas a manos de los romanos les empujaban a levantar en armas a ejércitos mercenarios uno
detrás de otro.
De las minas situadas en el área de Carthago Nova disponemos de una descripción tardía hecha por
Estrabón. En ella nos comenta que su extensión es de 400 estadios y que trabajan unos 40.000
obreros en la mitad del siglo II a.C. Hay que señalar que todas las minas en territorio ibero que los
romanos explotaron fueron descubiertas y trabajadas antes por los cartagineses.
Otra de las industrias en las que sobresalía el emporio púnico era la de la pesca, con una incipiente
y rica industria del salazón.
II Guerra Púnica. Pág. 64/86
15
El método de combate inicial de los celtíberos y los romanos era muy similar; descargaban una
lluvia de proyectiles sobre el enemigo antes de cargar con la espada, por ello chocaron y se en-
frentaron a la primera descarga romana, cubriéndose con los escudos y esperando el momento de
su respuesta. Quizás otro tipo de tropa irregular habría sido desbaratada tras un ataque similar en
el preciso momento en que marchan para desplegarse.
II Guerra Púnica. Pág. 70/86
16
Se dan muchas ubicaciones; quizás pudiese ser la actual Jaén.
II Guerra Púnica. Pág. 72/86
17
Según Polibio, Asdrúbal Giscón se encontraba allí comisionado por el senado de Cartago; según
Tito Livio, fue una casualidad, ya que Asdrúbal marchaba de Gades a Cartago y solo hacia un alto
en el puerto del rey númida, su yerno y aliado.
los dos barcos y no tuvieron tiempo de armar y embarcar a la tri-
pulación, por lo que los romanos atracaron en el mismo puerto.
El asedio de Iliturgis fue llevado con gran ferocidad tanto por los
romanos como por los asediados, que eran conscientes de que los
romanos deseaban vengarse. En la defensa toman parte hombres,
mujeres y niños. Los romanos atacan con escalas por dos puntos,
siendo rechazados una y otra vez, por lo que los decididos defen-
sores ganan confianza. Escipión, viendo que su victorioso e imba-
tido ejército está en trance de ser derrotado y se encuentra inde-
ciso ante las murallas de la ciudad, amenaza a las tropas con coger
él mismo las escalas y atacar la muralla en persona; se acercó a
las posiciones del enemigo al tiempo que el resto del ejército,
avergonzado ante su general, prorrumpió en un clamor y asaltó en
masa la muralla desde muchos sitios a la vez; tal fue su ímpetu,
que finalmente la tomaron, y tras ella, la propia ciudadela en me-
18
Es difícil saber con precisión si se trata de la Iliturgis que conocemos u otra ciudad mal
reconocida por Livio. Evidentemente, las cinco jornadas de camino entre Cástulo e Iliturgis pare-ce
a todas luces desmesurada, salvo que se transportasen diversos componentes pesados para el ase-
dio, léase catapultas y demás. Lo cierto es que los especialistas dan otras ciudades como alternativas
a esta Iliturgis; otros historiadores antiguos, como Apiano, dan, por ejemplo, la ciudad de Ilorci, en
la región de Murcia.
II Guerra Púnica. Pág. 76/86
19
El relato de la batalla, Tito Livio no menciona este hecho, por lo que aprovechamos aquí para
extraer de los escritos de Apiano esta buena información complementaria. Sobre Iberia, 34.
Una vez que los mercenarios bajaron de la colina, L. Marcio les
expuso la última de sus condiciones: entregarían sus armas y po-
drían entonces retirarse a sus ciudades de origen. La indignación
se apoderó de los celtíberos, que gritaron que no entregarían sus
armas; entraron en combate, donde, después de haber opuesto una
feroz resistencia, cayó la mitad del los mercenarios; los demás pu-
dieron unirse a Magón Barca, que llegó oportunamente a la costa
al frente de una flota de 60 navíos.
20
Hay que señalar la presencia en la ciudad de gran número de soldadesca y las penalidades que
esto causaba a la población civil, incluido el hambre, que por falta de suministros se padecía en la
ciudad púnica.
II Guerra Púnica. Pág. 80/86
El motín de Sucro
Magón Barca envió agentes con dinero para sobornar a los cabe-
cillas de la rebelión mientras animaba a los cartagineses a invertir
el rumbo de los acontecimientos.
21
Al comenzar la campaña de Hispana en el 218 a.C., el senado no se planteó en lo más mínimo
cualquier posibilidad de anexión u ocupación permanente en la península. Se encontraban allí por
razones circunstanciale, por batir a los cartagineses y liberar Sagunto. Tras diez años de guerra,
se había conquistado sistemáticamente toda la costa mediterránea y gran parte de los territorios del
interior. En el 206 a.C. el objetivo se había llevado a cabo, y sobre el papel, había llegado la hora de
regresar. Evidentemente, nada de eso se haría, pero en ese momento no se había tomado todavía
ninguna resolución seria acerca de qué hacer con el rico e importante territorio ocupado. Aníbal,
durante la campaña italiana, dejó bien claro que, tras derrotar a los romanos, los cartagineses se
retirarían de la península; los romanos, por suerte para ellos, nunca dijeron nada similar al co-
menzar su campaña en Hispania.
II Guerra Púnica. Pág. 82/86
Ordenó así mismo que los siete tribunos que habían estado en Su-
cro con los rebeldes regresaran junto a ellos y que cada uno, de
manera diplomática, se hiciese con cinco de los considerados ca-
becillas, para, mediante algún subterfugio, alejarlos de la tropa
con cualquier excusa.
Indíbil y Mandonio, tras las noticias del fin del motín, habían re-
gresado a sus territorios y se mantenían inactivos a la espera de
que el general romano perdonase sus faltas. Esperanza tenían,
pues había perdonado a sus propios soldados. Pero cuando se en-
teraron de la atroz muerte de los responsables de la revuelta, ar-
maron a sus gentes, no esperando de Escipión ninguna medida de
gracia.
Magón Barca reunió todo el dinero que pudo encontrar de los fon-
dos públicos gaditanos y expolió todo el oro y plata de templos y
casas particulares. Después zarpó con la secreta intención de to-
mar Cartago Nova por sorpresa, como último zarpazo de los bár-
cidas en Hispania. La flota costeó el sur de la península pero se
entretuvo imprudentemente en saquear territorios cercanos a su
objetivo, por lo que la guarnición de Cartago Nova se encontraba
ya advertida de la presencia de tropas púnicas en sus aguas. Fon-
deada la flota púnica frente a la ciudad, Magón lanzó su ataque
por la noche, por el mismo lugar que los romanos tomaron la
muralla por el lado marítimo. Para el ataque, el cartaginés desem-
barcó una mezcolanza de tropas y marinería con poca capacidad
combativa.
El primer encuentro se dio casi por casualidad. Los dos jefes en-
viaron tropas ligeras de exploración para espiarse mutuamente. Al
divisarse, se desplegaron para el combate. Escipión colocó sus ar-
queros en primera línea, seguidos por los jinetes galos aliados; en
la reserva dejó a los romanos y a los aliados de más valía.
Aníbal desplegó en el centro de su dispositivo a la caballería de lí-
nea, y en las alas, a los númidas; en cuanto éstos avanzaron, los
arqueros de Escipión emprendieron la fuga, y de esta forma, solo
quedó en el campo la caballería de ambos contendientes. El com-
bate fue duro e igualado hasta que los númidas de los flancos,
después de dispersar a los arqueros, dando un rodeo, aparecieron
por la espalda del enemigo. El miedo se apoderó de la formación
romana, sobre todo cuando el cónsul fue herido (lo salvó su hijo,
el joven Escipión, quien más tarde sería conocido como El Afri-
cano).
A partir de aquí hay dos versiones acerca del paso del río Po: una
dice que fue cruzado a viva fuerza; otra, la versión más creíble,
que Aníbal construyó un puente de balsas. Sea lo que sea, las
primeras tropas que cruzaron el río fueron la caballería ligera nú-
mida y la infantería ligera hispana, con las que Magón se dirige a
Piacencia a espiar el dispositivo enemigo. Aníbal, mientras se rea-
liza el transporte de los bagajes y de las tropas pesadas, recibe a
los embajadores de las diferentes tribus galas que acuden a su pre-
sencia. Una vez al otro lado del Po, Aníbal marchó hasta Pia-
cencia y acampó a seis millas de la ciudad. Después, desplegando
II Guerra Púnica. Pág. 4/78
1
Siguiendo a Polibio, siempre tan atento con los escipiones, parece ser que Aníbal llevó al impul-
sivo, o al menos, más decidido Sempronio al combate, a sabiendas de que Escipión no deseaba
enfrentarse al cartaginés en terrenos particularmente favorables a su superior caballería. Otra
versión, la de Livio, da a entender que Sempronio, más fresco y menos escarmentado con el car-
taginés, tenía decidido combatir (por otra parte, Escipión hizo lo mismo cuando no conocía a su
contrincante). Livio dice que efectivamente el cartaginés sabía que su contrincante quería luchar y
preparó la celada de Trebia... Lo cierto es que el momento elegido por Sempronio no eran ni con
mucho el más adecuado para el choque.
II Guerra Púnica. Pág. 6/78
.....
4
Algunos etruscos se habían levantado en armas en alianza con los galos durante la ultima guerra.
Sin embargo la situación no estaba todavía madura; tendrían que pasar algunos años para que este
pueblo estuviese de nuevo al borde de la rebelión. Solo una decidida intervención del cónsul y el
ejército consular de turno conseguiría mantener la calma en esta estratégica y rica zona.
5
Los romanos ya habían puesto en práctica un plan como éste contra los galos en su última y
invasión. El plan salió bordado, y los galos, exterminados. Con este precedente, los romanos confia-
ban en la victoria, y Flaminio y Servilio asumían el papel que cada uno de ellos debía seguir para la
feliz consecución de las operaciones.
II Guerra Púnica. Pág. 10/78
6
En cuanto a este personaje, en principio hay dos versiones. La primera lo pone como oficial del
ejército del cónsul Gneo Servilio; en realidad, al mando de la caballería del cónsul, quien lo envía
con 5.000 jinetes en busca de C. Flaminio para reforzarle antes de que ambos ejércitos lleguen a
encontrarse. La otra versión es la que aquí expongo, la de Apiano, que es la más detallada. Las dos
pueden ser perfectamente válidas, aunque se suele aceptar la de Livio, que parece que sigue a Po-
libio.
Aníbal se propuso atraer a G. Flaminio7 a un terreno favorable pa-
ra sus planes, pues era difícil batir al romano si avanzaba contra él
en Arezzo (Arretium). Dedicó sus esfuerzos a saquear la rica cam-
piña etrusca, dejando a un lado al romano, por delante del cual,
llegó incluso a "desfilar" con sus fuerzas tras acercarse hasta el
mismo Arretium. Finalmente, Aníbal dejó atrás al romano y sa-
queó con especial crueldad el territorio entre Cortona y el lago
Trasimeno. Flaminio quizás no pudo evitar seguir los pasos del
cartaginés, puesto que se le alejaba demasiado y el plan de esperar
a su colega no tenía sentido si el enemigo marchaba decididamen-
te hacia el sur o directamente a Roma.
7
En honor a la verdad, C. Flaminio no se dejó atraer por Aníbal. La critica ha sido feroz, volcando
en él la responsabilidad total del desastre por cuanto no esperó a su colega y emprendió por sí solo
la campaña contra Aníbal. C. Flaminio era un experimentado soldado; no reaccionó ante la devas-
tación provocada por el cartaginés y solo se movió cuando éste se alejaba demasiado al hacia el sur,
lo cual es quizás una interpretación mas aséptica y acertada de lo sucedido.
II Guerra Púnica. Pág. 12/78
Lago Trasimeno
.....
8
Éste es un punto confuso. Según Livio, el cónsul Servilio Gemino se encontraba haciendo algún
tipo de campaña punitiva contra los boyos cuando Aníbal cruzó los Apeninos; tuvo el tiempo
mínimo para retirarse sin gloria de la Cisalpina (solo la destrucción de algún fuerte galo y poco
más) y emprender la marcha por Umbría rumbo a Etruria. En ese momento, se entera de la
derrota de su colega. y se dirije directamente a Roma.
to Maharbal apareció a sus espaldas, provocando el pánico y la
huida de las tropas romanas (murieron unos 3.000 y se capturaron
800).
9
Se reforzaron las murallas, se armaron hasta los ancianos, se requisaron todas las armas que se
encontraron (por ejemplo, las que existían en los templos como ofrendas de antiguas victorias). Se
destruyeron los puentes sobre los que previsiblemente Aníbal tendría que pasar, y en resumen,
todo lo que humanamente se puede hacer en una situación de extrema necesidad como aquélla.
II Guerra Púnica. Pág. 14/78
Una vez que fueron alistadas dos nuevas legiones, partieron para
encontrarse con el ejército de G. Servilio, quien, saliendo de Ari-
minum, se dirigía hacia Roma. Se encontraron en las cercanías de
Otriculum; Servilio entregó sus fuerzas a Q. Fabio11 y se retiró a
Roma, donde se le encomendaría el mando de la flota de guerra
que debía partir inmediatamente para combatir a los cartagineses
que merodeaban por el Tirreno.
10
La gran cantidad de caballería a disposición de Aníbal le obligaba a moverse continuamente. Los
caballos necesitan terreno para pastar, y se permanecen durante un tiempo en un lugar determi-
nado, agotan los pastos.
11
Desde ese momento, la estrategia romana ya no volverá a caer en la tentación de luchar contra
Aníbal con dos ejércitos por separado. Solo después de Cannas, donde se demostró que era im-
posible vencer en su terreno al cartaginés, los ejércitos consulares actuaban por separado pero a la
defensiva, sin osar ponerse delante de Aníbal con las suficientes garantías.
marcha hacia el sur. Las comarcas de los praetutii (en el Piceno)
fueron devastadas, y luego, más al sur, las tierras de los vestinii,
los marrucios, paelignos y marsos.
12
El magister equitum (maestro de caballería) era elegido por el dictador y ejercía las funciones de un
moderno jefe del estado mayor. y por ende, segundo jefe del ejército.
Así transcurrió el verano: Aníbal intentando provocar a Fabio pa-
ra que bajase de las montañas, y Fabio, a duras penas, mante-
niendo el pulso, atrincherado en las colinas y vigilando atenta-
mente los movimientos del cartaginés.
.....
13
Tito Livio 23.11.7, Apiano, libro: La Guerra de Aníbal, 29.
donde los hirpinos se unieron a él, y el notable Estacio Trebio le
entregó la ciudad de Compsa. Dejó a Magón para que sometiera
la región y él se dirigió a la costa con el firme propósito de apo-
derarse de un puerto desde donde poder establecer sólidas líneas
de comunicación con Cartago. Llegaron hasta las murallas de Ná-
poles y saquearon a placer la zona (incluso sorprendieron a un es-
cuadrón de caballería enemiga, haciéndola caer en una embos-
cada). Renunciando al asalto de Neápolis por estar bien amura-
llada, Aníbal se dirigió a Capua, donde se formalizó un tratado de
alianza14 que incluía a otras ciudades menores. (Es posible que
Magón Barca fuera en-iado a Cartago en este momento para dar
noticia de los recientes éxitos y pedir refuerzos; al menos así se
refleja en Púnicas).
14
El tratado entre Aníbal y la ciudad de Capua: ningún general o mandatario cartaginés tendría
jurisdicción alguna sobre ciudadanos campanos, y ningún campano, sin su consentimiento,
cumpliría obligaciones civiles o militares. Capua mantendría sus propias leyes y sus propios
gobernantes. Los cartagineses entregarían trescientos prisioneros a los campanos (los que ellos
eligiesen) para canjeados por los jinetes campanos que servían al ejercito romano en Sicilia Tito
Livio 23-7.3,4.
II Guerra Púnica. Pág. 24/78
acudir allí y capturar la ciudad, pues no podía permitir que los ro-
manos se estableciesen tan cerca de Capua, donde quizás podrían
producirse conatos de rebelión.
Después de la batalla, los restos del ejército romano escaparon en todas las
direcciones. Sin embargo, gran parte de las tropas supervivientes se reagru-
paron en los dos campamentos17 que ocupaban las legiones antes de la ba-
talla. En el pequeño se reunieron alrededor de 7.000; en el mayor, unos
10.000 (la mayoría pertenecientes a la guarnición dejada allí por los cón-
sules antes de la batalla); en la aldea de Cannas, unos 2.000; otros grupos
menores se dispersaron por la región.
17
El campamento más pequeño, situado cerca del campo de batalla, había sido ocupado por los
nuevos reemplazos traídos por los cónsules desde Roma. En el mayor se encontraban las tropas
veteranas o, al menos, las que se encontraban ya en campaña antes del nombramiento de los nuevos
cónsules.
18
Cada legión disponía de 6 tribunos militares, nombrados anualmente. Cada uno mandaba 10 cen-
turias, y uno ellos, por turnos, la legión completa. A los tribunos de rango senatorial se les denomi-
naba Laticlavii; al resto, Angusticlavii.
marchar aquella noche, si no que, tras reunir a cuantos pudo (no más de
seiscientos), salió por las puertas y avanzó en formación cerrada, pudiendo
abrirse paso hasta el campamento mayor pese a que fueron hostigados por
los númidas durante el camino. Seguramente esa noche fue la peor que pa-
sarían en sus vidas... Una vez allí, como quiera que tampoco nadie se de-
cidía a salir para dirigirse a Canusio, volvió a tomar la resolución de mar-
char con cuantos voluntarios quisiesen, y tras unírsele una numerosa co-
lumna, consiguieron llegar sanos y salvos a la ciudad, donde una noble y ri-
ca ciudadana, Busa, se encargó de alimentarlos y vestirlos.
De esta manera parece que se superó el momento más difícil para el ejér-
cito romano, cuando el estado de ánimo de Roma era crítico.
19
Entregarían sus armas y caballos así como sus personas, pero el cartaginés se comprometía a
poner precio a sus cabezas, trescientos denarios por cada ciudadano romano, doscientas por cada
aliado y cien por los esclavos. Una vez pagado el rescate, se les dejaría en libertad y se les daría una
vestimenta por persona. Aníbal no cumplió lo prometido y exigió 500 denarios por los jinetes, 300
por los infantes y 100 por los esclavos. Sin embargo, dejó libres a los aliados.
20
El grupo de oficiales que secundó la idea de abandonar Italia, entre los que se encontraban M.
Cecilio Metelo, sufriría más tarde las represalias de los censores (en el 209 a.C.). C. Metelo fue
expulsado del senado.
II Guerra Púnica. Pág. 28/78
Años después, considerando que ya habían cumplido con la "pena" que les
había impuesto el senado por la derrota de Cannas, decidieron enviar a Ro-
ma una delegación21 (los más valientes y condecorados de entre los solda-
dos). Se presentaron ante el cónsul Marcelo en el invierno del 213 a.C. (que
a la sazón comandaría las operaciones romanas en Sicilia), quien se avino a
encauzar sus peticiones al senado romano. Sin embargo, se hicieron oídos
sordos a la solicitud de los veteranos de Cannas, quienes continuaron com-
batiendo en la isla.
Llegamos al año 204 a.C. con los veteranos acuartelados en Sicilia (se
encontraban encuadrados en 2 legiones, reforzados por legionarios de otras
unidades también castigadas por "mal comportamiento"). Llegó a la isla P.
21
La delegación argumentaba, con razón, por qué a ellos se les castigaba con el exilio de Italia y al
propio cónsul, tribunos y otros oficiales, también presentes en Cannas y que huyeron de la batalla,
se les había reintegrado en la ciudad, e incluso muchos de ellos ejercían cargos de importancia en el
ejército y en el gobierno de la República. Los soldados de Cannas pensaban que, con su compor-
tamiento en la difícil guerra que se llevaba a cabo en Sicilia, habían pagado con creces la posible
responsabilidad que en la derrota de Cannas podrían haber incurrido.
Cornelio Escipión con la intención de llevar la guerra a África. Los inte-
reses del general y el de los veteranos coincidían; por un lado, los veteranos
pensaban que el general podía poner fin a su ignominioso destierro de Ita-
lia; a su vez, Escipión, veía en ellos los mejores hombres con los que podía
contar: aguerridos y veteranos después de 11 años de servicio en campaña,
los más expertos en todo tipo de luchas, ya sea campal, ya sean asedios.
Formó dos legiones, la V y la VI, y tras eliminar a los miembros in-ser-
vibles, completó su número con nuevos reclutas. De esta forma, los vetera-
nos de Cannas pasaron a África, donde tras una gloriosa campaña, com-
batieron y vencieron a Aníbal en Zama, vengando su derrota en Cannas y
ganándose finalmente la vuelta a casa en el año 202 a.C.
Por los informes que le dieron los brutitos, Aníbal atacó la ciudad
de Petelia, fiel aliada de Roma, que pese a no tener muchos habi-
tantes, rechazó sin contemplaciones la rendición que proponbía el
cartaginés y su imbatido ejército. Se procedió a su asedio; se asal-
taron sus murallas pero en vano (la maquinaria que se acercaba,
torres y demás artefactos, eran incendiados por los defensores).
II Guerra Púnica. Pág. 30/78
22
Valerio Máximo VI,6,2.
Tras la caída de Petelia23 en manos de Himilcón24 (Hannón quizá
se encontraba ya en Lucania), los cartagineses prosiguieron la
conquista de las ciudades del área puesto que los romanos no po-
dían hacer nada por ellas. No tardó en caer Cosentia, y tras ella,
Crotone (para conquistarla, sólo intervinieron los bruttios pues los
defensores no podían ni cubrir el perímetro de tan amplia como
desierta ciudad; solo la ciudadela prestó resistencia).
Por esas fechas, verano del 215 a.C., llegaron a Locrii importantes
refuerzos procedentes de Cartago: unos 10.000 infantes, caballería
y elefantes al mando de Bomílcar, además de dinero y víveres.
Aníbal ordena a Hannón que se una a él, pues necesitaba todos
sus efectivos para la campaña de ese año en Campania. A la llega-
da del otoño/invierno, Hannón regresó de nuevo con su ejército al
Bruttium, donde invernaron y esperaron el inicio del nuevo año.
Aníbal en Campania
de entidad. En estos años, salvo el orgullo, seguramente no quedaba nada del odio a su antiguo
enemigo. Salvo guarniciones locales, no se sabe nada de los auxiliares samnitas dentro del ejército
púnico, aunque sí, que una indeterminada cantidad combatieron junto a él, algunas tropas incluso
le acompañaron a África.
La ciudad de Casílinum disponía de un puente sobre río Voltur-
ñnus, que dividía la ciudad en dos partes. En el lado que da hacia
Roma se atrincheraron los romanos, y alrededor de ella, estable-
cieron el cerco, los cartagineses. Las ciudades con la bandera
morada eran aliadas de los púnicos; las restantes, bajo control
romano.
Fue este día cuando Aníbal confesó públicamente el mal que ha-
bía hecho a su ejército el haber pasado el invierno en Capua, don-
de la antigua fiereza y resistencia de sus veteranos parecía haberse
disipado en contacto con los lujos y buena vida que encontraron
en la populosa ciudad campana.
Aníbal en Apulia
26
Con el tiempo, la pericia y rigor con que Fabio Máximo conducía a sus tropas se haría prover-
bial, y en adelante, las unidades con mayor grado de disciplina y profesionalidad se llamarían “Fa-
bianas” .
II Guerra Púnica. Pág. 38/78
27
Los romanos decidieron prudentemente no seguirles. Se podía bloquear Capua pero al mismo
tiempo perseguir a Aníbal era poco menos que imposible en esos momentos para el ejército roma-
no .
En el norte, los romanos le arrebatan, entre tanto algunas ciu-
dades, poniendo a otras en una difícil tesitura. Aníbal decide in-
vernar cerca de los romanos para mantenerlos controlados y de-
fender las ciudades aliadas28.
Operaciones en Campania
28
Cuando Aníbal se decidió, en el 216 a.C., por asumir la defensa de sus nuevos aliados en el sur de
Italia, supuso que tenían suficientes recursos para afrontar solos, durante un tiempo, un aataque
romano (solo Brittium era capaz de afrontarlo). A partir de entonces, Aníbal se verá obligado a
condicionar su estrategia; puso guarniciones para apoyar la defensa a sus débiles aliados. El carta-
ginés no podía hacer otra cosa; era necesario demostrar que cuidaba de sus amigos, tal y como ha-
cían los romanos.
II Guerra Púnica. Pág. 40/78
29
Los campanos, dirigidos por el medix tuticus de aquel año, Gn. Magio Atelano, habían preparado
un poderoso ejército a base de ciudadanos y esclavos, con los que, se decía, atacarían el campa-
mento de Fabio mientras se encontraba ocupado frente a Casílino. Por esta razón, Fabio Máximo
decidió disuadir a los campanos del ataque, concentrando junto a él el resto de las fuerzas romanas
en campaña, unas seis legiones.
II Guerra Púnica. Pág. 42/78
30
Para variar, se castigó a este magistrado responsable, como otras veces tantos otros, del último
descalabro romano a manos del astuto Aníbal. En este caso, se le responsabilizaba, no de la derrota
en sí, sino del hecho de que sus legiones hubiesen perdido por aquellos días cualquier asomo de dis-
ciplina y marcialidad. Además, su huida del campo de batalla fue en exceso poco decorosa. A re-
sultas de todos estos cargos fue condenado al exilio.
cartaginés debía acudir y levantar el cerco a cualquier precio. Aní-
bal se encontraba ante una seria disyuntiva; por un lado, se debía
acabar con la resistencia de la ciudadela de Tarento (ver siguiente
apartado), factor vital para la estrategia cartaginesa, pues se podría
disponer así de un puerto en las costas italianas por donde recibir
suministros y refuerzos de África; por otro, la llamada de auxilio
de Capua debía responderse porque, si se dejaba caer la ciudad en
manos romanas, el prestigio del bárcida caería muchos enteros en-
tre sus aliados, quienes se mantenían expectantes. Finalmente, se
inclinó por ayudar a los campanos.
Tras el fracaso del intento de romper las líneas romanas que ro-
deaban Capua31, Aníbal cambió de estrategia; dirigiría su ejército
31
Es difícil calibrar las cifras de los ejércitos enfrentados en Campania. Intentando afinar, se
podría dar la cifra de 20.000 campanos y cartagineses encerrados en Capua; Aníbal tendría unos
35.000 (aunque es ciertamente difícil dar cifras cuando se refieren a este general); y los romanos,
unas 8 legiones y quizás 8 aliadas, en total, unos 70-80.000
hombres dispersos entre guarniciones y el propio cerco a la ciudad.
II Guerra Púnica. Pág. 44/78
32
La flota llegaba desde Siracusa. Las operaciones bélicas romanas contra la ciudad siciliana
permitieron a los cartagineses disponer de una cierta libertad de movimientos. La flota cartaginesa
llegó hasta Tarentum sin contratiempos; los romanos no pudieron perseguirla ni oponerse éste y ni
siguiente año a las actuaciones de esta escuadra. Quizás los púnicos podrían haber aprovechado
para enviar tropas a Aníbal, sin embargo, las operaciones que en gran escala se llevaban a cabo en
la isla absorbían la totalidad de los recursos humanos cartagineses por aquel entonces.
fueron finalmente aceptados y su presencia en las legiones se ge-
neralizó; antes, su número no era regular. Se les dotó con un es-
cudo ligero y se le proporcionó más armamento ofensivo. En el
año 211 a.C., estos cambios se generalizaron en todo el ejército
romano.
Cuando los romanos descubrieron que entre las filas de los nume-
rosos desertores númidas se hallaban muchos espías, decidieron
reunirlos a todos (los desertores fueron unos setenta númidas, jun-
to con otros muchos de distinto origen). Todos ellos fueron azo-
tados, y después se les amputó las manos, mandándolos de esta
guisa de vuelta a Capua. El espectáculo que supuso para los ciu-
dadanos la venganza romana les convenció de que debían capitu-
lar; la curia se reunieron en pleno. El discurso de Vibio Virrio,
uno de los adalides de la alianza con los cartagineses, fue sencillo
y directo: la rendición era ya irreversible pero los romanos no
perdonarían las numerosas ofensas ocasionadas; su venganza sería
terrible; avisaba que él, por su parte, no sería capturado con vida y
que esa misma noche celebraría un suntuoso banquete, al término
del cual, a los comensales se les daría una copa de veneno; des-
pués, todos ellos serian pasto de las llamas. Para él era el mejor de
los finales. Demostrarían así a Aníbal qué valerosamente se ha-
bían comportado hasta el final los aliados a quien él había aban-
donado en manos de sus enemigos. A aquel banquete acudieron
27 senadores, quienes, con ayuda del vino, se entregaron en bra-
zos del veneno. Algunos tardaron en morir, pero al amanecer, nin-
II Guerra Púnica. Pág. 46/78
Termina así el año. Tras la caída de Capua, serán muchas las ciu-
dades del bando púnico en las que los filorromanos ganarán te-
rreno. La causa cartaginesa en Italia sufre un importante revés.
Tras la rebelión de Capua (216 a.C.), los romanos pasaron dos difíciles
años combatiendo a la defensiva. Cuando las aguas se calmaron, retoma-
ron, al menos en Campania, la iniciativa. Las operaciones bélicas llevadas a
cabo a partir del año 214 a.C. van dirigidas, por un lado, a aislar la región
campana del resto del territorio en poder del cartaginés, y por otro, a tomar
posiciones alrededor de Capua con el fin de ir asfixiando a la ciudad re-
belde. La intermitente intervención de Aníbal en la zona solo consigue dis-
persar las fuerzas romanas de turno. Éstas, evitando siempre el enfrenta-
miento directo, esperaran la inevitable marcha del general cartaginés para
volver a tomar posiciones frente a la ciudad enemiga. En el año 213 a.C.,
II Guerra Púnica. Pág. 48/78
los romanos aumentan la presión; las legiones saquean los campos ante las
murallas de Capua; comienza así el último acto del drama.
Cuando el senado romano decidió cercar de la ciudad rebelde hasta sus úl-
timas consecuencias (212 a.C.), no se escatimaron medios para llevar a
cabo tan complicada y peligrosa operación. Se reforzó y se mantuvo como
principal base de operaciones y suministros la ciudad de Casilinum. En
Puzzuoli se estableció una fuerte guarnición para vigilar la costa, y en la
desembocadura del Volturnus, se construyó un fortín que se dotó también
con una numerosa guarnición. Tanto Casilinum como Puzzuoli recibieron
grandes reservas de trigo; serían bases de aprovisionamiento de los ejérci-
to s .
Se hizo venir también a C. Nerón desde Suéssula, de tal forma que fueron
tres los ejércitos, tres los puestos de mando que se instalaron alrededor de
la ciudad enemiga. Se decidió contruir una empalizada alrededor de Capua
para aislarla totalmente del exterior. Pese a frecuentes salidas de los cam-
panos para interrumpir los trabajos, la empalizada con sus fortines, torres
y un profundo foso, se consiguió terminar. Los capuanos solicitaron ayuda
urgente a Aníbal.
Los romanos hicieron saber a la ciudad que se permitiría retirarse sin daño
o represalias a todo aquel que lo desease; el limite era el 15 de marzo. A
partir de ese día, todos los habitantes de Capua compartirían el mismo
destino. Ningún ciudadano aceptó el ofre-cimiento de los romanos.
era rival para las legiones), acosaba a las avanzadillas romanas causando
los daños físicos, pero sobre todo morales (verse acosados por un enemigo
atrapado y derrotado desmoralizaría a las tropas).
El mando romano distribuyó sus tropas para cubrir todos los sec-tores de la
línea de defensa romana. Por un lado, Appio Claudio, con 3 legiones (y un
indeterminado apoyo aliado), haría frente a los campanos, mientras que el
resto de las tropas, 3 legiones y aliados, se despegaría fuera de la empali-
zada exterior y ofrecería batalla. La caballería se desplegó en los flancos,
cubriendo las líneas de comunicación del ejército, pero lo suficientemente
cerca de la formación para acudir a la batalla si era necesario.
entonces Fulvio a los más duros de sus combatientes: los centuriones primi-
pilus33, entre ellos, Quinto Navio. Les dijo que hiciesen todo lo posible por
cercenar la embestida de aquel contingente cartaginés que amenazaba con
hundir la moral del ejército. Rápidamente se puso al frente de un nutrido
contingente de tropas (los hispanos eran realmente pocos; si los romanos
contraatacaban serían sin duda derrotados. Lo que pasa es que eran tropas
especialmente duras y la moral romana estaba seriamente tocada).
33
Son los centuriones veteranos de más rango de la clase de los triarii. El del primer manipulo,
primipilus, participaba en el consejo del estado mayor. Posiblemente los primipilus se encontraban
junto al cónsul al comienzo de la batalla. De esta forma, pudo echar mano de ellos en el momento
adecuado.
La situación era delicada. Combatiendo en formación cerrada, el avance de
los hispanos parecía irresistible; existía la opción de dejarles llegar a la em-
palizada para que rompieran la formación, y así serían fácilmente dete-
nidos. Parece que se impuso la necesidad de frenarlos allí donde se encon-
traban, por ello, Quinto Navio se lanzó contra los flancos de la formación
enemiga con las tropas que pudo reunir, y como era habitual en casos de-
sesperados, con el estandarte en mano, amenazó a las tropas con dejarlo
caer en manos del enemigo si los soldados no le seguían. Por los dos flan-
cos de la formación hispana, nuevas y motivadas tropas romanas ata-aron
su línea de avance.
Sobre el duro combate entre los hispanos y los romanos por la posesión del
campamento existen varias versiones. Todas ellas nos dan a entender lo es-
pectacular de la refriega. Unos dicen que los elefantes llegaron hasta las
tiendas y provocaron una terrible confusión en el campamento, donde miles
de acémilas correrían espantadas de aquí a allá tras haber roto sus ataduras,
y donde, se cuenta, Aníbal había infiltrado varios agentes latinos que en
ordenaban a las tropas huir y retirarse del campamento por orden de los
cónsules (fueron descubierto y ejecutados).
Los hispanos, debido a su cada vez más escaso número, finalmente fueron
obligados a retroceder. Aníbal vio que la cuña de sus valerosos hispanos no
conseguía el objetivo propuesto, y en vista de los daños que recibían de los
34
Cada ejército consular disponía de seis tribunos.
II Guerra Púnica. Pág. 54/78
Fulvio, pese al ardor de sus hombres, se dio por satisfecho con haber de-
tenido la irrupción cartaginesa, y regresó al campamento.
Las bajas varían según los autores. Unos dan la cifra de 8.000 cartagineses
y 3.000 campanos muertos; tros no dan cifras; otros, incluso, señalan que
no hubo tal refriega, solo una gran confusión cuando los cartagineses apa-
recieron de improviso contra las líneas romanas. La versión que aquí relato
es la de Livio, y como seguimos a este autor, aquí queda.
No intentaría Aníbal nada más contra los romanos que cercaban Capua. Re-
conoció su impotencia en rebasar la férrea resistencia que oponían sus
enemigos. Marchó contra Roma con la esperanza de que algunas legiones
abandonaran el cerco para defender la capital; luego podría dar rápida-
mente la vuelta y atacar las legiones restantes. El plan falló porque los ro-
manos apenas debilitaron su dispositivo de asedio. Aníbal se marchó de la
zona para no regresar jamás. Poco después, Capua se rindió.
LA PÉRFIDA CAPUA
Sin duda, uno de los hechos que más conmocionó a los senadores romanos
fue la traición de Capua, no solo por el hecho de pasarse al cartaginés, sino
por hacerlo de la manera en que se hizo.
Como en todas las ciudades, pervivió siempre una facción partidaria de los
romanos, incluso el joven hijo de Pacuvio Calavio, que era un activo miem-
bro del partido pro-rromano liderado por Decio Magio, intentó asesinar a
Aníbal mientas éste se encontraba en un convite en casa de su padre.
Tampoco salieron bien parados los campanos que tras la caída de Capua se
rindieron en Calatia y a Atela: unos setenta magistrados fueron ejecutados
y unos trescientos nobles y principales acabaron encadenados o repartidos
II Guerra Púnica. Pág. 58/78
por las colonias latinas para su vigilancia. El resto de la población fue es-
clavizada.
Después de estos hechos, el cónsul Levino llegó a Capua. Fue abordado por
una muchedumbre de campanos suplicantes; le rogaban que les dejase
enviar una embajada a Roma en su defensa, pues parecía que los romanos
estaban decididos a exterminarlos a todos. Quinto Flaco, el magistrado ro-
mano responsable de la zona les había condenado a permanecer dentro de
las murallas de Capua, pues objetaba que en cuanto ponían el pie fuera, o
se dirigían al campamento de Aníbal o a Roma causar males. Finalmente
Q. Flaco permitió que una embajada marchase a Roma con el cónsul pero a
condición que regresase a los cinco días de que el senado hubiese decidido.
Cuentan que la defensa de su causa fue patética, pues ¿qué podían decir
después de lo ocurrido? El senado fue duro, el pueblo no menos, la
sentencia fue durísima. Tito Livio no se quiere alargar en la sucesión de pe-
nas contra personas y clanes; unos perdieron sus bienes, otros, además, fue-
ron esclavizados con sus mujeres e hijos; solo se salvarían las hijas que por
matrimonio pertenecieran ahora a otra comunidad. Otros fueron a prisión
en espera de otra condena peor. El estado romano confiscó e inventarió
35
En el templo de Vesta se guardaban las reliquias más respetadas y queridas por los romanos. Por
ejemplo, el fuego perpetuo, una llama que ardía constantemente y que era alimentaoa por las vesta-
les (más de una pagaría con su vida por haber dejado apagar la llama). También se guardaba allí
una imagen de Palas Atenea, llamada Palladium; se supone que había sido entregada por la diosa a
los míticos fundadores de Troya, y que Eneas había podido salvarla de la destrucción.
todos los bienes de los campanos. Una vez hecho esto, se precedió a
entregar a los ciudadanos pro-romanos todo el ganado menos los caballos,
los esclavos que no fuesen adultos y los bienes que no fuesen inmuebles.
Se ordenó poner a la venta todos los bienes de los senadores que fueron
condenados a muerte en las distintas ciudades campanas, y los que hubie-
sen sido condenados a esclavitud, llevarlos a Roma para venderlos.
Tras la guerra, la mejor parte del territorio campano fue anexionado por
Roma, y el resto del territorio, colonizado. (Años antes ya se habían entre-
gado tierras a refugiados de otras zonas de Italia, por ejemplo, la ciudad de
Atela, cuyos habitantes habían sido deportados)...
II Guerra Púnica. Pág. 60/78
ANÍBAL AD PORTAS
Estos planes, comunicados a los sitiados por un valiente númida que se in-
filtró entre las líneas romanas y llegó hasta la ciudad, fueron apoyados por
los compungidos campanos, que seguían confiando en la genialidad del lí-
der púnico.
36
Es difícil cuantificar el ejército de Aníbal. Antes de acudir a Campania, para realizar la marcha
lo más rápidamente posible, dejó toda su impedimenta y armas pesadas en el Bruttio, por lo que se
deduce que sus efectivos estarían sensiblemente reducidos con respecto a lo que era habitual. Es de
suponer que la marcha a Roma la haría con estas tropas "ligeras". Tras el fracaso estratégico de la
campaña en Campania, vuelve al Brutito, donde, además de recoger el resto de sus fuerzas, ataca
por sorpresa Rhegium sin resultados.
Allifae. La Vía Latina atraviesa esta comarca.
El avance cartaginés fue anunciado por las avanzadillas númidas, que cau-
saban autenticas escabechinas entre los ciudadanos y las tropas dispersas
que trataban, en su retirada, de refugiarse en Roma.
37
Las noticias que llegaban de que Aníbal se preparaba para marchar sobre Roma suscitaron un
agrio debate en el senado. P. Cornelio Asina opinaba que debería retirarse el ejército que asediaba
Capua y prepararse para defender la Roma con todas las fuerzas disponibles. Esta opinión era
diametralmente opuesta a la que recomendaba Fabio Máximo, que prefería defenderse solo con
tropas que se encontraban en la ciudad, y mantener el cerco de Capua, tanto por motivos de pres-
tigio como de estrategia. P. Valerio Flaco otorgó a los cónsules decidir según su criterio, pidiéndoles
que estudiasen la viabilidad de reforzar las defensas de Roma al tiempo que mantenían el sitio de
Capua.
38
Aquí difieren diametralmente las dos mejores fuentes. Livio cuenta lo que aquí se relata. Polibio
dice que Roma se salvó gracias, no a Flaco (que en realidad nunca llegó a Roma), si no a dos le-
giones que casualmente se encontraban en Roma para salir hacia Hispania.
Para Aníbal, que basaba sus esperanzas de tomar Roma en que no existiesen fuerzas de relevancia
para proteger una ciudad tan extensa y con una muralla tan dilatada (hacia ya casi dos siglos que
era la mayor metrópoli de Italia), la presencia de un número de tropas suficiente como para abor-
tar su intento era razón suficiente como para no intentarlo, menos, cuando sabía que no tardaría en
aparecer el ejercito de los cónsules. Aníbal sometió a todo el territorio a su alcance a una
devastación que todavía serecordaba en la época deCelio Antipater, cronista que vivió alrededor
del 120 a.C.
La crítica se inclina más por la versión de Polibio, que parece más sensata que la casi heroica gesta
de Fulvio Flaco llegando a Roma en el último momento. Sea lo que fuere, expongo aquí la de Livio
pues a él seguimos, y en el fondo, tampoco se puede demostrar fehacientemente quién de los dos tie-
ne razón.
Aníbal avanzó hasta el río Anio, a tres millas de la ciudad, donde estableció
el nuevo campamento. Al frente de dos mil jinetes, se acercó cuanto pudo a
las murallas, cerca de la puerta Colina. Q. Fulvio, indignado por el hecho
II Guerra Púnica. Pág. 64/78
de que el general enemigo pudiese llegar con tal calma hasta las mismas
murallas, despachó contra él a la caballería.
39
Como en casi todos los puntos de esta controvertida campaña de Aníbal, la razón por la que re-
nunció a presentar batalla difiere según los autores. Para Polibio, fue la misma presencia de las
tropas romanas las que le disuadieron, pues al llegar a Roma, pensaba que la ciudad se encontraría
indefensa ante él, o al menos sin legiones operativas. Para Apiano, la razón fue que, pese a encon-
trar a Roma a sus pies, pues el ejercito de Flaco no era rival para él, no quiso tomar la ciudad, pues
temía que acabada la guerra, en Cartago le quitarían el mando militar. En definitiva. La critica da
por buena la teoría de Polibio, más sensata que la de Livio con sus tor-mentas divinas, así pues,
siguiendo a este escritor griego...
tados, otros se suicidan, y la población es deportada; es el fin de la flore-
ciente ciudad campana.
40
Pese al más o menos masivo apoyo logístico de los lucanos a Aníbal, el apoyo militar que la región
podía ofrecer era ínfimo, en nada comparable al único aliado que realmente pudo volcarse en favor
del púnico y al que ayudó decisivamente durante estos largos años de guerra, Bruttium.
41
La forma en que murió T. Graco varía según los autores. Para algunos, la celada fue casual, fruto
solo de una de las muchas que continuamente hacían los númidas, expertos en este tipo de guerra.
Las versiones, como decía, varían. Unos afirman que fue en realidad lo mataron cuando se alejó un
poco del campamento para lavarse; acompañado tan solo de los lictores y tres esclavos, fueron ata-
cados por los númidas que se encontraban ocultos en un saucedal; dicen que se defendió, a falta de
Del año 211 a.C. se sabe que Aníbal se retiró hasta el Bruttium
para invernar, escapando del acoso de los ejércitos romanos. Allí,
tras reorganizarse, volvió a Apulia, donde aplastó un ejército ro-
mano.
armas, a pedradas. Otra versión habla de que lo mataron mientras realizaba unos sacrificios ritua-
les a quinientos pasos del campamento.
42
La razón de esta arriesgada acometida romana hay que buscarla en Fabio Máximo. Decidido a
tomar la ciudad de Tarentum, se le ocurrió la idea de distraer al general cartaginés haciendo un
ataque diversivo en el Bruttium con tropas de "deshecho". El plan salió a la perfección, Aníbal, al
ser informado del ataque romano, salió rápidamente de Lucania para, en una rápida marcha, coger
desprevenidos y exterminar a los osados romanos. Entre tanto, Fabio Máximo se acercó a Taren-
tum y la sitió. Cuando Aníbal emprendió el camino de Tarento, la ciudad cayó a traición en manos
del cónsul. Tras la pérdida de Tarentum, el cartaginés declaró que consideraba ya imposible
continuar con éxito la guerra con las pocas tropas que le quedaban.
II Guerra Púnica. Pág. 70/78
Aníbal, que prefería presentar batalla para salir del impasse que
imponía la táctica del general romano, veía cómo sus intentos no
eran secundados por Q. Claudio, que prefería mantenerse en sus
fortificaciones, contentándose con agobiar al cartaginés con esca-
ramuzas y con su terca presencia. Así transcurrieron los días hasta
que, por fin, el cónsul vio posibilidades de presentar batalla. Co-
piando a su enemigo, Q. Claudio destacó un fuerte contingente de
infantería detrás de una colina; por la mañana, muy temprano, for-
mó al resto de los legionarios. Las tropas cartaginesas salieron
precipitadas del campamento para formar en la llanura. Aprove-
chando el desorden, Q. Claudio manda cargar a la caballería. Aní-
bal, que no tiene tiempo ya de formar un sólido frente de batalla,
da la orden de cargar directamente contra el enemigo, y mientras
el veterano general cartaginés se las ve y se las desea para orga-
nizar a sus tropas sobre la marcha, aparecen inesperadamente por
la espalda los legionarios emboscados en la colina; el ejercito pú-
nico renuncia a combatir y se da abiertamente a la fuga. Según
Tito Livio, durante la retirada, los cartagineses sufrieron severas
pérdidas, más de 8.000 hombres por a penas 500 romanos y alia-
dos.
44
Aníbal había convertido Crotona en su centro de operaciones durante esta última etapa en Italia.
En ella almacenó gran cantidad de suministros y todo lo necesario para llevar la guerra. También
alojaba a los rehenes o a los personajes de dudosa fidelidad.
Un día45 apareció en las costas del Bruttium una flota de trans-
porte cartaginesa al mando de Asdrúbal. El senado, consciente del
momento crítico que se vivía en África, ordena a Aníbal que
abandone Italia y regrese con su ejército a Cartago; también había
sido llamado su hermano Magón, que se encontraba en Liguria.
Desalentado y temeroso de un futuro incierto, Aníbal construyó
rápidamente embarcaciones para trasladar a África el mayor nú-
mero de tropas posibles. La región disponía de abundante madera,
por lo que no fue difícil completar en poco tiempo el número de
barcos que se requerían. Antes de partir, los cartagineses acapara-
ron todos los bienes y objetos de valor; el propio Aníbal ordenó al
almirante Asdrúbal que se dirigiera a las ciudades aliadas para
conseguir todo lo que pudiera, cosa que hacían las tropas con avi-
dez. Al enterarse de este comportamiento, muchas ciudades ataca-
ron a las guarniciones púnicas antes de que llegara Asdrúbal; hu-
bo sitios donde los ciudadanos se hicieron con el control, y otros
en que, con grandes matanzas, las guarniciones púnicas se impu-
sieron. En estos últimos momentos de la presencia cartaginesa en
Italia, las tropas cometieron todo tipo de brutalidades, como ase-
sinatos, violaciones y raptos de doncellas.
45
Esta parte final, la del abandono de Italia, está prácticamente en su totalidad sacada de la
historia romana de Apiano, de su libro La Guerra de Aníbal.
II Guerra Púnica. Pág. 78/78
El destino quiso que la flota púnica, que también por aquellas fe-
chas partió hacia Cerdeña, se viese envuelta en medio de una
fuerte tormenta, que desbarató las naves y las desvío, ni más ni
menos, que hasta las islas Baleares, donde tuvieron que varar para
repararlas, perdiendo un tiempo precioso que sería aprovechado
por los romanos.
Sicilia - Siracusa
218-216 a.C.
1
El pro-pretor T. Otacilio Tuvo que recurrir a su único aliado y valedor, Hierón de Siracusa, quien
inmediatamente pagó las soldadas de los legionarios y proporcionó trigo para los siguientes seis
meses de campaña.
2
T. Otacilio Craso, casado con una sobrina del mismísimo Q. Fabio Máximo. Posiblemente su
parentesco le había facilitado su carrera política. Sin embargo, el hecho de que los cartagineses
hubiesen conseguido hacer llegar a Aníbal poderosos refuerzos y haber continuado asolando las
costas de Italia y Sicilia mientras él tuvo el gobierno de la flota, llevó a su propio suegro a decla-
rarse públicamente en contra de su candidatura al consulado en el año 214 a.C., candidatura que
fue finalmente rechazada.
lanzarían golpes de mano contra las ciudades aliadas a los carta-
gineses. También sirvió como punto de apoyo de la última gran
ciudad bajo control romano de ese territorio, Rhegium, ciudad
estratégica que servía de puente entre la isla de Sicilia y la pe-
nínsula, y que se defendía, por tanto, con firmeza.
3
Adranodoro y Zoipo, casados con dos hijas del tirano. Pronto mostraron ansias de poder...
4
Otros personajes que aparecen mencionados por Polibio como afines a Roma son: Aristomaco de Corin-
to, Dannipes de Esparta y Autono el Tesalió.
consecuencia de un complot palaciego, donde se vio involucrado
Trasón, cuya cabeza no tardó en rodar. Muerto su más íntimo con-
sejero, no fue difícil convencer al rey para que enviara una emba-
jada a Aníbal, que respondió enviando a su vez a los hermanos
Hipócrates y Epícides, quienes, aunque cartagineses, eran nietos
de refugiados siracusanos (llegó también con ellos un joven noble
llamado Aníbal). Hipócrates y Epícides firmaron una alianza con
Hierónimus.
Vista desde Catania del Etna y la costa que se extiende hasta Si-
racusa, que aparece al fondo. Todas estas tierras pertenecían al
Reino de Siracusa.
La ciudad
El ataque
El asalto por tierra que llevó a cabo Appio Claudio no fue menos
desastroso que el naval. Reunidos los oficiales romanos, se deci-
dió no intentar más un asalto a viva fuerza, sino rendir la ciudad
por hambre (sin embargo, no dejarían de intentarlo durantes los
siguientes meses).
8
¿? -)
la noche. Cuando estaban instalando el campamento, Marcelo,
que regresaba de Agrigentum, los atacó; la mayor parte de los si-
racusanos fueron destrozados; la caballería, tras intentar defen-
derse, se refugio en Acras; Hipócrates, con algunas tropas, pudo
refugiarse en el campamento cartaginés de Himilcón.
9
En estos momentos, el senado romano tenía más interés en Sicilia que en las correrías de Aníbal
por Italia. Alarmados por la masiva irrupción cartaginesa en la isla, le enviaron a Marcelo una
legión de refuerzo (dispondría así de 5). La unidad llegó a Mesina, pero no avanzó la costa (el
camino más lógico) como esperaba el general cartaginés, sino por el interior.
Al comenzar la primavera se desató con toda virulencia la ofen-
siva del ejército de Himilcón por toda la isla. Marcelo se vio obli-
gado a aliviar un tanto el cerco de Siracusa para enviar parte de
sus fuerzas contra los cartagineses; de todas formas, no esperaba
tomar al asalto las murallas ni rendir la ciudad por hambre, pues
entraban con facilidad suministros por mar dada la dificultad de
cerrar tan amplio perímetro. Intentó, no obstante, negociar con los
filoromanos de Siracusa para tomarla por traición; cuando estaba
el plan estaba preparado, todo se vino a bajo por un chivato. La
represión alcanzo a unos 80 conjurados que fueron inmediatamen-
te ejecutados.
El contraataque
10
La muralla que separaban la Achradina de la meseta se encontraban en ese momento
guarnecidas principalmente por desertores romanos, quienes, al no tener esperanzas de salvación
en caso de caer en manos de sus compatriotas, impidieron que nadie se acercase a las murallas ni se
dirigiese a los romanos. Estos desertores, en un numero inusualmente alto (quizás antes de co-
menzar la guerra habría unos 4.000 en territorio siracusano) habían huido del ejercito y sobre todo
de la flota establecida en Sicilia años antes. Por aquella época, Siracusa era, más o menos, un estado
neutral.
La peste hizo acto de presencia en las tropas situadas alrededor
del puerto grande. Establecidas en terrenos pantanosos e insanos,
pronto apareciesen las fiebres; con el tiempo, el mal persiguió a
ambos ejércitos. La enfermedad hizo estragos hasta tal punto en-
tre los púnicos, que su propio general, Himilcón, cayo víctima de
este invisible enemigo (en las legiones romana también hubo bas-
tates bajas, aunque no tantas).
La flota cartaginesa
216. Mientras una escuadra púnica ataca las costas del reino de
Siracusa, otra aguarda el momento de lanzarse sobre la provincia
romana de Sicilia. Después de causar grandes daños, la flota car-
taginesa debe retirarse de la costas siracusanas ante la llegada de
refuerzos romanos.
Los púnicos reúnen hasta 150 navíos para apoyar a sus aliados si-
racusanos. El ejercito es derrotado y la flota se retira.
210. Se construye una inmensa flota (en Roma piensan que será
utilizada para reconquistar Sicilia); 40 navíos al mando de Amíl-
car pasan a Cerdeña, isla que recorre de costa a costa saqueando
con éxito el territorio pese a la presencia de una flota romana que
protege la isla.
La flota romana
Cuando Aníbal atacó Italia, ante el brusco giro que dieron los
acontecimientos, se trastocó toda la estrategia. Ahora la prioridad
naval no sería dar cobertura al ataque contra Cartago sino evitar
que Aníbal recibiese refuerzos en Italia; defender las costas de la
península e islas; y efectuar ataques y razzias en territorio enemi-
go.
1
Los barcos se sacaban a tierra, donde permanecían en dique seco hasta que se encesitasen. Podían
permanecer así hasta cuarenta o más años. Un barco de la Liga Aquea (durante ese guerra) tenía
más de cuarenta años, aunque no duró mucho, y casi se deshizo el solo. En el año 209, ante la
necesidad de nuevas e mbarcaciones y la falta de recursos, los romanos llegaron a echar mano de l o
más antiguo que conservaban; unos 30 barcos fueron reparado para poder ponerlos en condiciones.
todo el sistema colapsa al comenzar la guerra de Sicilia, cuando
es necesario bloquear por mar la ciudad de Siracusa. La imposibi-
lidad de abarcar tantos frentes al mismo tiempo permitió a los car-
tagineses por ejemplo, desembarcar dos grandes ejércitos en Sici-
lia.
2
Posiblemente Asdrúbal, tras la derrota en Hispania, se encontraba autoe xiliado en la corte de Si-
fax, desde donde operaba al servicio de Cartago. Por otra parte, Asdrúbal era suegro del rey
númida, en quien su hija Sofonisba ejercía una poderosa influencia.
No existía un verdadero ejército cartaginés en África cuando los
romanos desembarcaron. Las guarniciones de soldados profesio-
nales se habían empleado en Sicilia y en otros frentes de guerra.
Más allá de un pequeño contingente de fuerzas profesionales, los
cartagineses tenían que movilizar a los ciudadanos y apoyar se
en Sifax; reclutaron gran cantidad de soldados en poco tiempo
pero poco podían hacer frente a las legiones. Tras la derrota de
este heterogéneo ejército, se llamaría a las últimas fuerzas profe-
sionales: los ejércitos de Aníbal y Magón Barca.
3
Es difícil tomar posición acerca de los objetivos o del futuro de la campaña que se le abría a
Escipión ante si. Empantanando en el asedio de Utica, la iniciativa, durante mucho tiempo, c o-
rrespondería a sus enemigos, que organizaban sus fuerzas a placer. Q uizás el romano no disponía
de fuerzas para impedir que los cartagineses maniobrasen a su antojo; sol o podía esperar un
ataque, y después golpear con fuerza a sus adversarios. Veremos cómo la guerra en si, carente de
objetivos estratégicos para él, fue una sucesión de batallas afortunadas tras las que aprovechó las
ventajas estratégicas que le proporcionaron. Aquí vemos la diferencia con la campaña de Aníbal en
Italia: invadió la península con pocas fuerzas pero de calidad, como el romano, pero tenía cla-
ramente perfilados sus objetivos estratégicos, a los que nunca renunció.
El suceso más importante en estos momentos es la aparición de
Massinisa, que se une a Escipión con sus fuerzas. Según los au-
tores, la cifra de las tropas oscila entre 200 y 2.000 jinetes. Mes-
sinisa será crucial en esta campaña.
4
La actitud de Sifax en los albores del enfrentamiento final entre romanos y cartagineses
parecía un tanto ambigua. Aunque inclinado a los cartagineses, Escipiòn espera que al
menos se mantuviese neutral. Sifax, que merodeaba con un ejército cerca Carthago,
atacó de improviso una posición romana donde se almacenaban suministros y bagajes;
después, con un fuerte contingente de refuerzo procedente de Numidia, se unió a As-
drùbal Giscòn.
Campaña del año, 203 AC
A la llegada del invierno del 204 a.C. los dos ejércitos enemigos
se establecieron en campamentos, suspendiendo las hostilidades a
gran escala. Los romanos recibiendo de Sicilia e Italia grandes
cantidades de grano, que sumada a la conseguida en los territorios
enemigos circundantes, les permitieron sobrellevar el invierno sin
contratiempos. Todos los demás suministros solicitados por Esci-
pión, según parece, también se suministraron sin mayors dificul-
tad, como por ejemplo, cerca de 1.200 togas y 12.000 túnicas para
la tropa. A la llegada de la primavera (203 a.C.), de nuevo fueron
enviadas a África, al campamento de Escipión, gran cantidad de
abastecimientos desde Hispania, Cerdeña y sobre todo Sicilia; se
volcaban las autoridades en satisfacer todas las necesidades del
ejército expedicionario.
5
En este punto la versión de Apiano difiere radicalmente en muchos aspectos de otr os autores.
Cuenta que Asdr ùbal Giscòn, temeroso de presentarse en Carthago tras tan humillante derrota,
procedió a reclutar tropas auxiliares por su c uenta, enrolando esclavos y mercenarios númidas has-
ta hacerse con una pequeña hueste; durante un tiempo, no se sal ve más sobre Asdr ùbal. Apiano
dedica muchísima más atención a Asdrùbal que Livio y Polibio.
Los romanos volvieron a cercar Utica6. El tiempo que perdió Es-
cipión fue aprovechado por Asdrúbal para reorganizar y reforzar a
base de levas las fuerzas cartaginesas. Saliendo de Cartago con su
nuevo ejército (como se verá más adelante, de ínfima calidad),
durante la marcha se reunió con los 4.000 mercenarios celtíberos7,
recién llegados de Hispania; se dirigían al encuentro de Sifax, que
acampaba en las Grandes Llanuras, lejos del radio de acción del
ejército romano.
Guerreros celtíberos
6
De nuevo, Escipión se encuentra en una difícil situación estratégica al no poder hacerse, pese a sus
repetidos intentos, con Útica, sin duda un objetivo de primera línea y que por si solo podría decidir
la campaña; no puede evitar que los ejércitos enemigos se mue van a sus anchas por el territorio
cartaginés aprovechando que todas las fuerzas romanas se encuentran detenidas frente a la metró-
poli púnica. Esto hace que los cartagineses recuperen un tanto sus fuerzas y moral y se apresten a
un nuevo y decisivo choque. Es posible que a Escipión no le importase que sus dos antagonistas se
reorganizasen para, de esta forma, batirles de nuevo antes de la llegada de Aníbal, pero lo cierto es
que, clavado ante Útica, entrega la iniciativa a sus oponentes, a quienes tendrá que ir a buscar en
un territorio del que, en caso de derrota, no existía salida alguna.
7
Los mercenarios reclutados el año precedente como reacción al desembarco romano en África
(que la vox populi había elevado a la cifra de 10.000) es muy posible que fueran desembarcados en
Thabraca (foto), desde donde marcharían hacia el sur. Q uizás por esta razón y porque podrían
unirse a Sifax antes de que Escipión pudiera impedirlo, fue por lo que Asdrúbal Giscón debió
alejarse tanto de Carthago con su ejército. Por otra parte, la mejor manera de alejar a Escipión de
la capital era colocarse tras él. Como veremos, acabó todo en un desastre propiciado por el incom-
petente Gascón y la facción belicista del senado.
Las grandes llanuras, un amplio y fértil valle donde 4 afluentes
desembocaban en el Medjerda. Ideal para la concentración gran-
des contingentes armados.
La batalla de las Grandes Llanuras
No fue éste un choque con mucha historia. Por un lado, los carta-
gineses alineaban un heterogéneo ejército compuesto en su mayor
parte por reclutas provenientes de una leva ciudadana; por otro,
Sifax, que había perdido lo mejor de sus fuerzas en el choque noc-
turno junto al Bagradas, solo confiaba en su caballería, también
provenientes de una precipitada leva en sus territorios. Las únicas
fuerzas realmente competentes eran los 4.000 celtíberos que for-
maban parte del ejército púnico; sobre ellos recaerá el peso de la
batalla.
Los dos ejércitos acamparon uno junto a otro. La batalla dio co-
mienzo por una simple escaramuza ecuestre, un choque menor
donde cada bando iba agregando poco a poco más y más tropas
hasta convertirse en un combate en toda regla. Mientras la lucha
se limitó solo a la caballería, los más numerosos jinetes de Sifax
dominaban el encuentro, pero al final, la infantería legionaria hizo
acto de presencia a través de los huecos que dejaba la caballería
de Masinissa. Los legionarios, ofreciendo un frente sólido y conti-
nuo, dispersó a caballería enemiga.
8
Según a Apiano, Sifax colaborara entonces con Escipión hasta el punto de informarle al
detalle sobre la situación política interna en el área númida, dándole datos acerca de los
personajes más influyentes del reino. Puso en guardia al general romano acerca de la po-
sibilidad de que Sofonisbe, fiel y leal hija de Cartago, pudiese seducir al númida Massinisa
(quizá sólo lo dijo porque lo odia). Sifax fue llevado a Roma, donde no tardó en fallecer en
la cárcel, mientras los senadores todavía discutían el destino que le reservaban.
.
Masinissa Micipsa, hijo de Masinissa
9
Asdrúbal Giscón había contactado con un grupo de mercenarios hispanos que militaban
en las filas romanas y que se ofrecían (a cambio de una sustanciosa recompensa) para
prender fuego al campamento ro mano por la noche, a la vez las fuerzas cartaginesas de
Hannón y Asdrúbal caerían por sorpresa en las fortificaciones romanas presas, es de
suponer, del caos y el desconcierto ocasionado por los rápidos y múltiples incendios que
ocasionarían los conspiradores. La conjura siguió adelante pero la misma noche en que
todo se debía llevar a cabo, fue descubierta y abortada. Escipión ejecutó a las decenas de
conspiradores y echó sus cuerpos fuera de las empalizadas. Asdrúbal Giscón, advertido
del fracaso de la trama, rehusó seguir adelante y se marchó a su lugar sin avisar a las res-
tantes fuerzas cartaginesas, las de Hannòn, que llegaron al lugar indicado. Al no
comparecer Asdrúbal y descubrir los cuerpos insepultos de los conspiradores, decidiero n
también dar por finalizada la operación. Hannón acusó a Asdrúbal de traición, denigran-
do aún más su persona a los ojos del pueblo que, más adelante, acabaría con su vida.
buscando un puerto que le permitiese mantener abiertas las comu-
nicaciones con Sicilia. Pero de nuevo fracasó, perdiendo un tiem-
po precioso. Escipión, harto de la guerra de asedio, decidió pren-
der fuego a todas sus máquinas de guerra y dedicarse a saquear
los territorios del interior en busca de botín y suministros10.
10
Es curioso comparar la actitud de los dos generales rivales, Aníbal y Escipión. Ambos
lucharon hasta la extenuación por conseguir bases navales en territorio del enemigo y nin-
guno lo consiguió. Aníbal, aunque pudo hacerse con Tarento, no consiguió desbloquear el
puerto cerrado por la fortaleza de la ciudad que se mantuvo firmemente en manos roma-
nas; también fracasó ante Rhegium, aunque la atacó repetidas veces por sorpresa. Esci-
pión dispuso, según dice, del mejor tren de asedio de toda la guerra, mnagníficamente
diseñado y construido por sus ingenieros en Sicilia e Hispania; pues bien, fracasa hasta
tres veces ante Útica, y de nuevo ante Hippo Rhegius; no intenta nada, visto lo visto,
contra Carthago; y finalmente, decide deshacerse de su pesado, lento e inservible tren de
asedio. Aníbal confiaba en la traición, la diplomacia o la sorpresa a la hora de atacar las
ciudades enemigas; generalmente le salía bien. Escipión empleó toda la fuerza de que era
capaz contra las principales bases enemigas; fracasó rotundamente en todas salvo contra
Cartago Nova, en que la sorpresa fue entonces la principal donde la sorpresa pudo más
que las armas.
.
para socorrer a su patria, así como el reclutamiento que se llevaba
a cabo en Cartago por medio de Hannón para poner de nuevo en
línea una fuerza de combate operativa). Por otro, tampoco se
quería dejar concluir una guerra sin llegar a un resultado decisivo
sobre los "pérfidos púnicos". Finalmente, se decidió permitir que
Escipión, a pie de campo, decidiese lo más conveniente para los
intereses de la República.
11
El pueblo parece que estaba bastante harto de tantos sacrificios. La ciudad se encuen-
tra semi-desabastecida. Así pues, la resolución del conflicto político que se acababa de
crear estaba en manos de una población exacerbada por sus propias desgracias (por su-
puesto, los demagogos las alimentaban para que engordasen un poco más).
.
cassus belli agrediendo a los embajadores. Los que estaban a fa-
vor de la paz, facilitaron el regreso de los legados romanos hasta
Castra Cornelia por mar, escoltándolos con varias trirremes.
En construcción (22-02-2010)
La mejor
Infantería de Hannibal
José Antonio Alcaide Yebra
6
Existe una falsa idea acerca
de la guerra en la antigüedad
y la infantería española en
particular. El duelo singular,
este hecho anecdótico, se
configura siempre como la
habitual forma de combate de
los íberos, cuando es, eso,
anecdótico.
La antigüedad
de un ejército
8
y mucho frente, como en época napole- Mientras, en primera fila, su longitud era
ónica se diría: en formaciones de línea. mas corta, similar a la altura de un hom-
La formación de línea de combate fue bre o quizás tan solo de 110 centímetros,
la elegida para estas fuerzas por diver- en la cuarta fila podía tener un metro o
sas causas que alejaban la posibilidad de dos más de longitud. En algunos casos
usarlas como las clásicas falanges mace- ha surgido la polémica con estas medi-
donias o griegas. La altura de los hom- das, sobre todo por aquellos que defien-
bres, su complexión física y sobre todo den la utilización exclusiva de las largas
su armamento. Las formaciones en línea lanzas por la caballería, extremo este
permitían el uso de un armamento más muy discutible, pues se sabe por el
ligero y también eran más flexibles que número de arreos y equipos de los jine-
las falanges, por lo que eran más útiles tes existentes que no puede ser así, pues
cuando existía la posibilidad de manio- adjudicaría la posesión de múltiples lan-
bras tácticas rápidas, sobre todo cuando zas a la exigua, aunque potente caballe-
el terreno no permitía grandes desplie- ría pesada ibera.
gues o incluso grandes movimientos de
las tropas en formación. daban la forma final, similar a una
La habitual formación era de tan solo puerta de características normales. Su Los cazadores a caballo,
de tres en fondo, hasta un máximo de función, esconderse tras ella y formar ¿infantes o jinetes?
seis o siete líneas, pues no se pretendía el una autentica valla, tras la que aguantar,
empuje de la profunda formación falán- igual que los hombres de Wellington el Un tercero en discordia aparece en el
gica. Por otra parte tampoco se disponía ataque contrario, y servir de escondite uso del soliferrum, los cazadores a caba-
de una gran cantidad de personal para desde el que lanzar el contra-ataque a un llo. Estas tropas típicamente iberas eran
realizar estas formaciones, por lo que el enemigo cansado por su acción. Com- similares a las de los siglos XVII y XVIII.
número era un dictador en cuanto a la plementario e insustituible al escudo Tácticamente se desplazaban como
formación de las mismas. estaba el soliferrum, la larga lanza metá- caballería, pero combatían como infan-
lica que con un exiguo diámetro pero con tería. Sus acciones eran: el reconoci-
una punta lanceolada y una contera con miento, la escolta y la preparación de la
Armas y armamento forma de bola complementaba la acción batalla con ataques puntuales y final-
táctica. Esta arma pensada para conver- mente, si esta tanto se ganaba como per-
El típico soldado de infantería media tir la formación en un autentico erizo de día, el elemento que explotaba el éxito
ibera disponía del escudo llamado “tipo espinas era también un arma arrojadiza, propio o frenaba la acción del enemigo
puerta”. Auténticamente éste era simi- con muy buenos resultados a corta dis- tras la culminación del combate.
lar a eso, una puerta, pues estaba consti- tancia. La lanza tipo soliferrum estaba El cazador, además, disponía de una
tuido por diversas laminas de madera fabricada en diversas longitudes, todas armamento similar al de la infantería
que entrecruzadas, encoladas, clavetea- ellas relacionada con la posición del sol- ligera, realmente era eso infantería
das y recubiertas por una piel pintada dado en la profundidad de las líneas. ligera, es decir un pequeño escudo, una
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falcata y un cuchillo, un casco y sobre
todo varias jabalinas. Nueva discrepan-
cia pues en el tema de la longitud de los
soliferrum, pues en los enterramientos
los cazadores entrarían como jinetes, por
los equipos de montar, y harían alejar
aun mas las cifras de disponibilidad de
los largos soliferrum de la caballería, de
los realmente encontrados.
Tácticas ligeras
avanzaba contra el enemigo, siempre lento. Dos murallas de escudos que cho-
Tácticas pesadas secundados por diversas unidades auxi- can, los soliferrum que tratan de pene-
liares. Hoy en día se prepara el combate trar la defensiva valla contraria de escu-
La infantería media actuaba siempre con la aviación o la artillería, antes eran dos, mientras los pilum, de momento
como una formación cerrada que avan- los honderos y la infantería ligera los que venablos, romanos llueven sobre los íbe-
zaba y se cubría, y cuya funcione era “trabajaban” las formaciones enemigas, ros de la formación y desde detrás de
doble para el empuje o el frenado del para a base de ataques rápidos y selecti- estos los honderos lanzan todo tipo de
contrario. Es típica su acción en la Pri- vos ir demoliendo las formaciones cerra- material sobre la infantería romana. Las
mera Guerra Púnica. Sicilia es el escena- das, para que al contacto con la infante- phalaricas, prototipo de los futuros
rio perfecto, múltiples batallas se des- ría pesada o media propia se rompiera pilum romanos son las armas arrojadi-
arrollan en planicies muy exiguas donde su cohesión. Mientras, y muy impor- zas más habituales y que más efectividad
una falange no tiene, ni cabida, ni posi- tante, era el mantener libres de ataques tienen. Estas armas constituidas por un
bilidad de movimiento, pero donde las sorpresivos y sobre todo muy letales a mango largo, con una punta redondeada
formaciones de entre trescientos y qui- los flancos de la infantería propia, pues y abierta que permite insertar una punta
nientos hombres si pueden formar y el enemigo también contaba con infan- lanceolada, sujeta por una cuerda de
moverse. La acción, una vez formadas tería y caballería ligeras. esparto embreada, eran encendidas
10 las unidades y, manteniendo la línea, se El contacto final era sumamente vio- momentos antes de lanzarse. La llama
quemaba la cuerda y cuando se dos.
producía el impacto sobre el Hannibal comprendería
blanco enemigo el hierro que- esto desde que con nueve años
daba clavado, mientras la empiezo su carrera militar con
madera del mango se despren- los soldados españoles. Su
día del conjunto. padre que hacía que le instru-
Los segundos pasan mien- yeran los mejores filósofos,
tras el empuje de uno y otro pensadores, matemáticos o lin-
bando se hace mas patente, güistas, le obligaba a vivir día a
hasta que alguien flaqueaba y la día con los soldados de su fiel
formación se rompía, por este infantería ibera. De esta viven-
agujero se colaba la punta de cia Hannibal sacaría la mejor
lanza enemiga que atacaría a la infantería del mundo antiguo,
inerme infantería que estaba que en Cannas sujetaría a un
parada en su posición de enemigo superior en número
empuje. Los infantes eran acu- tres veces, mientras por las alas
chillados por detrás y los lados y apoyados por la caballería
por el enemigo y si las fuerzas ganarían una batalla estéril.
que quedaban en reserva o la Una batalla en la que morirían
caballería no actuaban rápida- más de setenta mil hombres,
mente se produciría un colapso pero que no aportaría nada a
que acabaría con toda la línea, y una hipotética derrota romana.
con la huida de los que pelea- Tan solo la infantería ligera y
ban como si de las fichas de un media de las dos primeras
domino se tratara. La batalla legiones desaparecerá en la
entraría en su fase más des- batalla, el resto es soldadesca
tructiva, la persecución de los de reemplazo, excautivos que
que huyen y las muertes en han sido redimidos o libertos.
medio de la desesperación. El Muchos soldados romanos
baño de sangre era pues inevi- muertos, pero casi todos susti-
table. futuros soldados bebían en las fuentes tuibles, mientras Hannibal tuvo muy
que marcaban los veteranos que regre- pocas bajas, pero entre ellas esta la flor y
saban del frente cargados de experien- la crema de su infantería española. Vic-
Enseñanzas cia y la infantería ibera era poco a poco toria pirrica con muchos muertos entre
y aprendizaje una evolución de la falange griega pero los españoles y muy poca ventaja en el
con vocación de espacios limitados y computo final. Hasta Zama no habrá
Las diversas acciones en Grecia y acciones muy concretas. La infantería mas batallas para la “Reina” de las armas
Oriente Medio, así como la Primera Gue- ibera necesitaba poco espacio para en el combate, no habrá mas batallas en
rra Púnica van a conformar poco a poco maniobrar, pero necesitaba acción, Italia, pero si en Hispania, donde un
la táctica de las unidades medias y pesa- mucha acción y sobre todo combates general famoso, Scipio –el futuro afri-
das iberas. Trescientos años de ense- verdaderamente fuertes en los que des- cano–, levantara una leyenda sobre un
ñanzas, traídos por los supervivientes de arrollar una capacidad de acción propia montón de muertos innecesarios, pero
vuelta a casa son muy importantes. Los de unos mercenarios muy bien prepara- el Montgomery de la Segunda Guerra
Púnica siempre ganaba sus batallas por
su capacidad logística y su abrumadora
superioridad en hombres, nunca por su
genio militar.
Batallas en Levante
y Andalucía
DE ROMA
GENERAL
247 a.C.
Nace Aníbal en Cartago,
hijo del general Amncar
Barca, en el seno del pode
roso clan de los Bárcidas.
229 a.C.
Poco antes de morir,
Aml1car hace jurar ante un
altar a su hijo Aníbal odio
eterno a los romanos.
218-217 a.C.
Anlbal cruza los Alpes para
invadir Italia. Resulta ven
cedor en las batallas de Te
sina, Trebia y Trasimeno.
216 a.C.
En Cannas, el ejército ro
mano comandado por los
cónsules Varrón y Paulo n el «firmamento» histórico de la Antigüe
Un historiador
E
es aniquilado por Aníbal. dad Aníbal aparece como un cometa que
romano admitió
surge de una constelación mal conocida,
207 a.C. que Aníbal en el apartado Occidente, ocupa el centro
Asdrúbal es derrotado por sobrepasó a con un brillo fulgurante durante un breví
los romanos en Metauro todos los sima tiempo, para iniciar después un progresivo oscu
cuando llevaba refuerzos recimiento, con algunos destellos, hasta el final de su vi
asu hermano Aníbal.
generales de su
da allá en el Oriente profundo. Justo la ruta contraria a
época por su la del sol. Ese momento de fulgor -los dos años que van
202 a.C. talento militar, del inicio de la marcha sobre Italia hasta el triunfo de
Derrota cartaginesa en Za aunque otros Cannas, esto es, de 218 a 216 a.C.)-le bastó para con
ma, en el norte de África. vertirse en un protagonista indiscutible de su tiempo,
denunciaron su
Escipión el Africano ani colocado por la historiografia antigua y moderna a la al
quila al ejército de Anlbal. «perfidia púnica» tura de Ciro, Alejandro y Escipión, su más directo rival.
Son muchos los testimonios sobre la genialidad mi
193-186 a.C. litar de Aníbal, sobre todo la desplegada en los dos años
Aníbal pide asilo aAntío de marcha triunfal por Italia. Camelia Nepote, autor de
ca III en Siria. Más tarde se la única biografia antigua de nuestro personaje, la abre
refugia en la corte del rey con la siguiente aseveración: «Aníbal sobresalió por en
Artaxias de Armenia. cima de los demás generales en talento militar, tanto
cuanto Roma aventajó en valor a todos los p;;eblos jun
186-183 a.C. tos».Y más adelante, cuando se acerca el final de la
En la corte del presencia de Aníbal en Italia, reclamado por Cartago,
rey Prusias de concretará las razones de esa admiración: «Sería prolijo
Bitinia, se suici enumerar todas las batallas. Bastará con aludir a una
da con veneno sola cosa, de la que fácilmente puede deducirse cuán
para no caer en grande fue aquel hombre: mientras permaneció en Ita
manos de Roma. lia no hubo quien se le resistiera en el campo de com
bate y, tras la batalla de Cannas, nadie osó colocar su cam
ESCIPIÓN EL AFRICANO. pamento frente a él en terreno llano. Despu~ fue de nue
BUSTO DE MÁRMOL.
SIGLO 11 A.C. MUSEOS vo llamado para defender su patria sin haber sufrido has
CAPITaLINOS.
ROMA. ta el momento derro~a alguna».
UNODIO
HEREDADO
EL RELATO MÁS COMPLETO del episodio del juramen
to de odio eterno a Roma por Aníbal aparece en la biogra
fía de Camelia Nepote. En el texto es el propio Anibal quien,
al final de su vida, se lo cuenta al rey Antíoco cuando és
te decía desconfiar de su sentimiento antirromano:
«MI PADREAMíLCAR, cuando era yo un niño de no más de
nueve años, al salir de Cartago para dirigirse a España co
mo general, inmoló víctimas a Júpiter Óptimo Máximo, y
mientras hacía estos sacrificios me preguntó si quería ir
con él a la guerra. Al decirle yo que iría con mucho gusto
y rogarle que no dudara en llevarme, él me contestó:
"Está bien, irás si me juras lo que te vaya pedir". Al mo
mento me llevó junto al altar ante el que estaba haciendo
el sacrificio y, ordenando que se fueran los demás, me hi
zo jurar con la mano sobre el altar que jamás firmaría una
paz con Roma». Aníbal termina asegurando que nunca ANíBAL jura odio eterno a Roma ante los dioses. Óleo por Jacopo
había faltado a ese juramento. Amigoni. Siglo XVIII. Real Sitio de la Granja de San IIdefonso.
Aunque quizás el mayor reconocimiento de la valía sejo de Cartago, con un entrenado ejército -en el que se
militar de Aníbal es el que Tito Livio pone en boca del mezclaban los componentes africanos e hispanos-, y so
principal contrincante del cartaginés en Italia, el dicta bre todo, con un «motor» mental extraordinario, sin el
dor Quinto Fabio Máximo. Con motivo de las eleccio cual es imposible comprender su descomunal empre
nes a cónsules en el año 2 15 a. C. (uno después de Can sa: un odio inextinguible hacia Roma y lo romano, que
nas), Máximo dirigió, según Livio, un dramático dis le inculcó su padre desde su infancia.
curso a la Asamblea animándola a esforzarse en escoger Es bien conocida la anécdota del famoso juramento
a los mejores: «Como en esta guerra y con este enemi ante el altar de Cartago. Todos los historiadores antiguos
go jamás general alguno cometió un error sin que ello que se ocupan del personaje recogen este rasgo, con
supusiera un grave desastre para nosotros, es convenien ligeras variantes en cuanto al «texto». Según Nepote, lo
te que emitáis el voto para la elección de cónsules tan que el padre le hizo jurar fue que «jamás firmaría una
alerta como cuando salís armados al campo de batalla, paz con Roma»; según Apiano, que «nunca dejaría de
que cada cual se diga a sí mismo: "Voto por un cónsul conspirar contra los romanos»; según Valerio Máxi
que está a la altura de Aníbal como general"». mo, que «cuando se lo permitieran sus fuerzas, sería el
enemigo más implacable del pueblo romano»; según
OBSESiÓN POR LA VENGANZA Polibio, en fin, que «jamás sería amigo de los romanos».
Este mismo historiador hablaba de las excepcionales cua Este autor comenta: «Amílcar tan enemigos hizo de los
lidades deAníbal como militar desde sus años jóvenes, romanos a Asdrúbal (que era el marido de su hija) ya
en el magnífico «retrato del Aníbal adolescente» que nos su propio hijo Aníbal, que este odio resultó insuperable.
dejó al comienzo del libro XXI de su Historia de Roma; <<Era, Pero Asdrúbal murió prematuramente y nopudo hacer
con diferencia, el mejor soldado de caballería y de in notorias todas sus inclinaciones; Aníbal, en cambio, tu
fantería al mismo tiempo...», escribía. A la sombra de su vo la ocasión de demostrar, a carta cabal, el odio que con
padre, primero, a las órdenes deAsdrúbal después, el jo tra los romanos había heredado de su padre».
ven Aníbal poseyó la habilidad para asegurarse la fideli Aníbal fue fiel a su juramento hasta el final de sus
dad de sus hombres y para ganarse el apoyo de las po días. En cuanto fue proclamado general del ejército car
blaciones indígenas, así como el perfecto dominio de taginés en Hispania, tras la muerte de su cuñado As
los planteamientos tácticos que le harían famoso. drúbal, puso en marcha su plan, «como si le hubiese
Así pertrechado, cuando aún no había cumplido los sido asignada Italia por decreto como Provincia», en
treinta años, se lanzó a lo que sería la misión obsesiva de palabras de Tito Livio. De sobras es conqcida la estra
su vida: vengar a su patria y obtener para ella la supre tegia que puso en marcha: la provocación de Sagunto,
macía en el oeste del Mediterráneo. Contaba para ello la celeridad de la partida hacia su objetivo, la perfecta
con el apoyo del sector político dominante en el Con realización de su marcha hasta los Alpes, su irrupción,
EL ARMA DE ANÍBAL
EL RECUERDO DE ANíBAL como general va unido recida, de menor tamaño que los del 4,..:1'..........,
al empleo de los elefantes. Alejandro Magno había surdeÁfrlcaOAS¡a.EsoexPII-C. ~",'" (r ~
adoptado esta práctica de los indios, y los Ptolome ca que pudieran atravesar fj!j
os la prolongaron. Roma ya se enfreritó a ellos du con relativa facilidad los AI .~ ':>'
rante las invasiones de Pirro de Épiro, en 280 a.C., pes, pero también Invalida la . '(j¡J1)
pero la aparición de 37 de estos animales con el ejér imagen de grandes animales
cito de Anlbal que llegó a Italia en 218 a.C. fue uno de con enormes torres de combate en el
los factores que explican su arrollador éxito inicial. dorso, como se recrea en el tapiz reproduci .
LOS HISTORIADORES han discutido si Anlbal empleó do bajo estas Irneas, que muestra una es
elefantes asiáticos. domesticados ya por los indios. cena de la batalla de Zama (202 a.C.)
o africanos. mucho más difíciles de controlar. Se cree basada en una obra de Giulio Romano.
que, en realidad, los que usó procedían de la zona GUERRERO PúNICO sobre un elefante
del Atlas y pertenecían a una especie hoy desapa africano. Museo Arqueológico. Nápoles.
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FUGITIVO
mó un veneno que solía llevar siempre consigo». Bitinia. Miniatura de un códice del siglo XV. Universidad de Gante.
Hasta allí llegó el largo brazo del Senado de Roma, pulo religioso». Crueldad, perfidia, impiedad. Conver
que envió unos legados para capturar al cartaginés. Sin tida en tópico, esta estela descalificadora fue seguida por
embargo, antes de rendirse, el indómito general pre la mayoría de los historiadores romanos cuando hablan
firió suicidarse. Corría el año 183 a.e.; por uno de esos deAníbal, como si fuera un sambenito. Un ejemplo de
azares sorprendentes de la historia, el mismo año en ello lo ofrece Valerio Máximo, que en sus Dichos y hechos
que murió Escipión, el único hombre que le venció en memorables recoge algunos episodios «ilustrativos» de esas
el campo de batalla y con el que siempre había man virtudes y vicios, incurriendo en exageraciones y con
tenido una ejemplar relación de mutuo respeto. tradicciones, para acabar con el mismo apaño retórico
que Livio: «Destinado como estaba a dejar a la posteri
UNA LEYEI\JDA NEGRA dad un recuerdo insigne de su nombre, nos dejó en la
La inquina de Roma perseguiría a Aníbal más allá de su duda de si fue mayor su grandeza o su perversidad».
muerte. Es un hecho inveterado que el vencedor en la Entre tanto tópico, contradicción y retórica, la ver
guerra remate su victoria con la crónica que impone so dadera personalidad de Aníbal Barca (¿qué pensaba,
bre ella, maquillando los hechos de manera que, «ante qué sentía, a quién amaba?) se nos escapa casi por com
la historia», él quede lo mejor parado y su enemigo lo pleto. La historiografia moderna, excepto cuando ha
más desprestigiado posible. Por burdo que parezca, siem bla de su genio militar, suele moverse en cierta ambi
pre ha dado resultado. Con Aníbal se hizo a conciencia. güedad superficial y retórica: «un gran hombre en el
Como sus méritos militares eran insoslayables, la pro verdadero sentido de la palabra», es el juicio deTheo
paganda romana, bien servida por sus historiadores, se dar Mommsen; «un gran personaje histórico, cua
dedicó a cargar las tintas sobre las «maldades» del car lesquiera sean los aspectos donde se ponga, el acento»,
taginés. La excepción fue el biógrafo Camelia Nepote, escribe Karl Christ, su último biógrafo. Para ser un per
en cuya semblanza de Aníbal en sus Vidas de hombres ilus dedor, una «estrella fugaz», no está mal. _
tres dominan la objetividad e incluso la simpatía por el
• PARA SABER MÁS
personaje (<<este hombre, el más valeroso de todos...»).
Para la historiografia posterior será decisiva la valora ENSAYO Vidas.
Aníbal. Karl Christ. Cornelio Nepote.
ción deTito Livio que cierra el «retrato» del jovenAní Herder, Barcelona, 2006. Trad. M. Segura.
bal antes referido pues será la pauta que seguirán sus su Gredas, Madrid, 1985
TEXTOS
cesores: «Las virtudes tan pronunciadas de este hombre Historia de Roma LA
se contrapesaban con defectos muy graves: una cruel desde su fundación Aníbal: la noveJa
(libros XXI-XXX) deCartago.
dad inhuniana, una perfidia peor que púnica, una falta Tito Livio. Trad. J A Villar Gilbert Haefs
absoluta de franqueza y de honestidad, ningún temor a Gredas. Madnd.1993. Planeta. Barcelona. 2006.
los dioses, ningún respeto por lo jurado, ningún escrú
Masinissa nació en el seno de la familia que reinaba sobre los númidas maesilos, quizás
alrededor del año 230 a.C. Las primeras noticias que tenemos sobre el joven príncipe
nos sitúan en el año 213 a.C. En África se produce un acontecimiento que altera la
aparente paz en la que se vive. Sifax, rey de los poderosos númidas masessilos, se acaba
de alinear con los romanos y ha firmado una alianza con los escipiones, generales que
combaten en Hispania. La situación es extremadamente delicada para los cartagineses
que sufren una gran derrota ante el ejercito de Sifax y que deben retirar a uno de sus
ejércitos de Hispania para trasladarlo a Africa; necesitan del concurso de todos los alia-
dos númidas que puedan encontrar. Se dirigen a Gaia (3) (ya anciano), rey de los
Maesilos y padre de Masinissa, para solicitar sus tropas y sus jinetes. Gaia parece que se
deja tentar fácilmente ante la perspectiva de alinearse junto a la poderosa Cartago,
contra su, seguramente, odiado vecino. El joven Massinisa, entusiasmado por entrar en
guerra, reclama para sí el mando del ejército real. Con tan solo 17 años, Masinissa se
une al ejército púnico de Asdrúbal Giscón y juntos marchan contra Sifax, derrotándolo
en singular batalla. Golpean de tal manera al regulo númida que se ve obligado a huir
precipitadamente del campo de batalla, en el que se dice perdió 30.000 hombres (año
213/12 a.C.). Sifax abandonó sus tierras, internándose en el territorio de los mauries,
donde su nombre era respetado; allí enseguida se puso reclutar un ejército con el que,
según parece, pasar a Hispania para unirse a los escipiones. No contaba Sifax con el
joven e impetuoso príncipe de los Maesilos, quien al frente tan solo de su gente, siguió a
su enemigo hasta las tierras de los mauries, en el área del estrecho, en donde volvió a
derrotarle con contundencia y sin la ayuda cartaginesa. De Sifax nada más se sabe por el
momento; seguramente se escondió en las profundidades de Maurisia para regresar en
secreto junto a sus tribus en Numidia.
Masinissa fue a Cartago, donde, sin duda, sería agasajado y recompensado por tan
imprevisible victoria. Fruto de esta guerra fue la amistad entre él y Asdrúbal Giscón,
quien incluso le prometió la mano de su hija Sofonisba (según parece muy bella) como
medio de estrechar lazos entre ambas familias y pueblos.
MASINISSA EN HISPANIA
En estos día fue cuando, según parece Masinissa regresó a la península son la cabellería
y con varios familiares acompañantes; por ejemplo, el joven Masiva, su sobrino, que
siendo huérfano de padre, lo crío Gaia, el padre de Masinissa. Al joven Masiva le estaba
prohibido, por su juventud, entablar combate; sin embargo, sin que su tío lo supiese,
formó con una unidad númida en Baecula, con tan mala fortuna, que fue hecho
prisionero y llevado a presencia de Escipión; al enterarse de la identidad de su joven
prisionero, decidió dejarlo en libertad además de darle un caballo y otros regalos como
un primer intento de congraciarse con Masinissa, al que tenía en ese momento como el
mejor y más peligroso combatiente del bando contrario.
Tras Baecula, los cartagineses decidieron emprender una guerra defensiva en Hispania.
A Masinissa le entregaron los 3.000 mejores jinetes del ejército para que, por su cuenta,
hostigase el territorio afecto a los romanos. Poco tiempo antes de la batalla de Ilipa
(206 a.C.), en una afortunada acción, la caballería de Masinissa y Magón Barca atacaron
con decisión a los romanos cuando estos montaban su campamento en las cercanías del
lugar donde se libraría la famosa batalla. El encuentro puso en grave aprieto al general
romano, aunque éste, al final, consiguió rechazar con éxito a los atacantes. En los días
sucesivos, los romanos no se librarían de los constantes ataques de los jinetes de Masi-
nissa, al menos hasta el día de la gran batalla, que concluyó con la severa derrota carta-
ginesa.
Nada más se sabe de las correrías del príncipe númida hasta el día en que, refugiados los
cartagineses en la única ciudad, Gades, que le quedaba en Hispania, decidió entablar
negociaciones con los romanos por su cuenta. Se citó con Escipión en algún lugar del
sur de la Bética. Pidió permiso a Magón para pasar de Gades (que aquel entonces era
una isla) a tierra firme para hostigar a los aliados de los romanos; pero, en realidad lo
que pretendía era ir a la entrevista secreta con el romano. El encuentro fue decisivo para
Masinissa se pasarse al enemigo; desde hacia tiempo, el númida se sentía atraído por la
aureola de prestigioso del general romano, y al verse en persona, ambos se causaron una
gran impresión. Se selló la alianza entre Masinissa y Publio Cornelio Escipión que
tantos frutos daría en un futuro muy próximo. Masinissa, que en ese momento estaba en
Gades, tuvo que regresar a Ábrica para luchar por sus derechos al trono de los númidas
maesilos.
La marcha de la guerra había dado un gran vuelco tras la conquista de Hispania por los
romanos. Ahora, tanto Sifax como Masinissa se alineaban con Roma (Sifax ya hacía
tiempo que había restablecido su poder en África y había firmado la paz con Cartago
(4). tras la batalla de Ilipa, se declaraba alineado de los romanos aunque no beligerante).
Los cartagineses, que veían en Sifax al principal objetivo de su diplomacia, se volcaron
en conseguir la amistad y la alianza de este personaje ahora que Masinissa (no lo
olvidemos, gran enemigo de Sifax) se había pasado a los romanos.
El príncipe Masinissa desembarcó en Africa por el lado del estrecho, entre los mauries,
se entrevistó allí con un poderoso régulo, Bagud, quien le proporcionó una escolta de
4.000 hombres para que pudiese llegar sin peligro hasta su reino. Avisó a sus parientes y
amigos de su próxima llegada para que le esperasen en las fronteras del reino y, cuando
llegó, 500 númidas se le unieron y la guardia mora tomaba el camino de vuelta.
Mientras avanzó por el interior del reino, se topó con el joven rey Lacumazes y su
escolta ( viajaban camino de la corte de Sifax); éstos retrocedieron a una ciudad cercana
(una tal Tapso, sin identificar), ciudad que fue tomada rápidamente al asalto por las
exiguas tropas del númida. No fue difícil para Masinissa hacerse con la población; los
que no se rindieron, fueron muertos, y los restantes miembros de la guarnición y de la
guardia del rey pasaron a sus filas. Sin embargo, durante el combate, la confusión
proporcionó a Lacumazes la oportunidad de escapar, llegando indemne ante Sifax.
Este éxito inicial de Masinissa corrió rápidamente por el pueblo maesilo. Acudieron
ante él una multitud de hombres dispuestos a servirle (en su mayor parte, veteranos del
ejercito de su padre, Gaia).
Mientras tanto, Mazetulo, que contaba con un buen ejército procedente de sus cabilas y
contingentes del ejército real, recibió apoyo directo de Sifax, con lo que sumó un total
de 15.000 infantes y 10.000 jinetes. No tardó mucho en llegar a las manos con Masi-
nissa, quien en absoluto contaba con tal cantidad de hombres. Sin embargo, las tropas
del príncipe númida se encontraban mucho más fogueadas por ser veteranas de comba-
tes contra romanos y cartagineses. Durante la batalla, prevaleció la calidad a la cantidad;
Mazetulo fue derrotado, aunque pudo retirarse con su tutelado Lacumazes a territorio
cartaginés, donde fue bien acogido.
Masinissa tardó en recuperarse. Cuando pudo ponerse en pie y, con la ayuda de sus dos
acompañantes, montar a caballo, partió hacia el interior de “su reino”. Por el camino, se
le unieron unos cuarenta. Cuando se presentó ante su pueblo y vieron que no había
muerto, provocó tal conmoción, que en poco tiempo levantó un ejercito de 16.000
infantes y 4.000 jinetes, con los que atacó a los cartagineses y a los númidas; tal fue su
arrogancia, que Sifax se vio obligado a entrar personalmente en campaña, estableciendo
su ejército entre Cirta e Hippo Rhegius. Llegó la hora de la batalla decisiva. Masinissa
se presentó en el terreno escogido por Sifax, quien le tendió una trampa mortal;
enviando a su hijo a las montañas para que flanquease al enemigo, cuando la batalla
estaba en su apogeo, Vermina, el hijo de Sifax, surgió por la espalda de Masinissa y
exterminó la mayoría sus tropas. Masinissa a duras penas pudo romper el cerco con dos-
cientos jinetes; perseguido por Vermina, escapó finalmente de sus garras, conservando
solo 60 hombres. Se retiró lo mas lejos que pudo de su reino, en las tierras de la Sirtes
Minor, entre las colonias cartaginesas y el territorio de los garamantes. Paso allí una
larga temporada hasta que el general romano Lelio, amigo de Escipión y conocido
seguramente del propio Masinissa, desembarcó cerca de Hippo Rhegius para saquear las
tierras circundantes. Acompañado por unos jinetes, Masinissa se presentó a Lelio y le
pidió que informara a Escipión sobre la oportunidad que se le ofrecía para atacar de
inmediato África, puesto que los cartagineses no disponían del ejército profesional en su
propio territorio y Sifax estaba envuelto en guerras fronterizas. Se daba, según él, el
momento propicio para la intervención. Sea lo que fuere, Masinissa garantizó al romano
su adhesión, y si se producía la invasión, acudiría como aliado.
Masinissa
El ataque romano se retrasó un año. Escipión era terriblemente detallista y quería dis-
poner de todo lo necesario para llevar adelante su cometido. Cuando desembarcó no
lejos de Útica en el año 204 a.C. disponía de un excelente ejército, fuerzas a las que
presto se uniría el desterrado númida.
LA GUERRA DE ÁFRICA
El apoyo prestado por Masinissa a las fuerzas romanas fue decisivo. Por un lado, tenía
un detallado conocimiento del terreno; por otro, disponía de valiosas fuerzas auxiliares.
Además, era oponente del poderoso rey de los númidas masesilios.
Tras las primeras victorias en suelo africano, Escipión, ya con la iniciativa, prestó a
Masinissa las tropas romanas suficientes para que, junto con las propias, intentase
recuperar el control de su reino. Hubo una gran batalla entre los dos líderes númidas. En
principio, con ventaja para Sifax; Sin embargo, la aparición de los aliados romanos de
Masinissa inclinaron la balanza de su lado. Sifax fue hecho prisionero y su reino
derrumbó sin él. Masinissa recuperó Cirta y rápidamente se hizo con la totalidad de sus
antiguas posesiones. También caía en su poder su querida Sofonisba, con quien trató de
casarse pero Escipión no deseaba en absoluto que la hija de Asdrúbal Giscón estuviese
tan cerca de su aliado más importante.
Tras la desaparición de Sifax, Vermina, su hijo, controló las regiones más occidentales
del antiguo imperio de su padre. Al finaliazar la guerra, Versina fue reconocido por los
romanos como rey de esos territorios.
EL REINO DE MASINISSA
Tras la batalla de Zama y la derrota final de los cartagineses, Masinissa (que tenía ya 37
años) se convirtió en el principal amigo y aliado del pueblo romano. De éstos recibió la
soberanía tanto de las antiguas tierras del reino de los Masilos como de los territorios
que los romanos habían confiscado a Sifax. Del lado cartaginés, también Masinissa fue
autorizado a anexionarse una cierta extensión de territorio. Sin embargo, los limites o no
eran del todo precisos o bien permitían muchas interpretaciones, por lo que el rey
númida no dejó nunca de reclamar a los cartagineses más y más tierras en virtud de los
derechos que le confería el tratado con los romanos. Durante el siglo II a.C., Masinissa
litigó con los cartagineses en varias ocasiones. Durante los años 195 (1), 193, 182, 172,
162 y 153 a.C., fruto de estas reclamaciones, siempre atendidas en Roma, fue la
expansión territorial del númida a costa del sufrido estado cartaginés Todo acabó
cuando hartos ya de las agresiones de Masinissa (que contaba por aquel entonces con
más de 80 años), los cartagineses se lanzaron finalmente al combate. Masinissa se
enfrentó con éxito al ejército cartaginés. Este hecho sirvió como excusa al senado de
Roma para declarar una nueva guerra total contra Cartago (2), guerra que acabaría con
la existencia de este pueblo pero que Masinissa no llegaría a ver.
Al morir, dejaba cerca de diez hijos, una prolífica familia que pocos años después se
enfrentaría entre sí y llevaría con el tiempo a su pueblo a la perdición. El reino que
Masinissa legó a sus sucesores era uno de los más ricos del Mediterráneo. Lo que
antaño era un pueblo de nómadas, Masinissa lo había convertido en un pueblo de
agricultores; además, alentó y promovió el asentamiento de las tribus y fundó
numerosas ciudades por su territorio.
Lo que nunca pudieron hacer los cartagineses con la guerra, se hizo con la paz: el
comercio, el idioma y la cultura púnica se extendió por la región, y tanto es así, que hoy
por hoy la segunda necrópolis púnica más extensa que se conserva es la de Cirta, capital
númida.
Se piensa que Roma veía con desconfianza el inmenso poder que comenzaba a
acumular el rey. Los romanos no les cederán ni un ápice más de territorio tras la guerra
con Cartago.
Masinissa hizo de su alianza con Roma el eje de toda su política. Presta ayuda
constantemente a la república a la menor oportunidad; en todas las grandes guerras en
que Roma se involucra en aquellos tiempos, se encuentran auxiliares númidas (guerra
contra Perseo, contra Filipo o contra Antìoco, etc.) De hecho, en el 151, el propio
Escipión se encontraba en su corte (incluso estuvo presente en la batalla contra Asdrú-
bal el Samnita), para solicitar al rey númida elefantes de guerra para transladarlos a
Hispania. Recelos a parte, sin duda Masinissa fue lo suficientemente inteligente para
alinearse con decisión junto a Roma, a la que debía su posición.
Antes de morir (148 a.C.), Masinissa dividió el reino entre tres de sus hijos (Micipsa,
Manastebal y Gulussa), quienes ya antes compartieron con él el gobierno. Esto, como
era de esperar, provocó guerras entre ellos, guerras de las que se aprovecharía Roma
pocos años después para acabara con la independencia de la parte más rica y prospera
de este poderoso pueblo africano.
Altar dedicado a Masinissa por su hijo Micipsa. Reconstrucción.
(1) En este caso, se trataba de la anexión por el númida de un territorio que su padre
Gaia arrebató a los cartagineses pero que luego estos reconquistaron. Masinissa lo
reclamaba como propio.
(2) Es extraño el comportamiento romano durante este conflicto. Parece ser que hasta
que no se dieron cuenta de la difícil tarea de vencer a los cartagineses (después de serios
reveses,) no pidieron ayuda a Masinissa. ¿Por qué no se encontraba alineado desde el
principio junto a ellos?. Quizás los romanos recelaban ya de su poder y no querían
engrandecerlo mas todavía.
(3) Este rey ya había tenido algún más que serio conflicto con los cartagineses, a los que
había arrebatado algunos territorios. Los "pérfidos" púnicos seguramente hicieron tabla
rasa con tal de alinear a este régulo en contra del poderoso Sifax.
(4) La necesidad de los cartagineses de llegar a un acuerdo con el rey númida fue tal,
que incluso sabiendo que ambicionaba casarse con la hija de Asdrúbal Giscón,
Sofonisba, prometida a Masinissa, a espaldas del padre, el senado de Cartago le ofreció
y entregó a la muchacha como esposa. Joven, inteligente y sagaz, mantuvo a su marido,
Sifax, unido a Cartago por el resto de su vida, prestando así al estado púnico un
reconocido servicio.
FABIO MÁXIMO
De todas las personalidades romanas de esta época, son sin duda las mas conocidas, las
de Publio Cornelio Escipión y Q. Fabio Máximo Verrucosus, ambos curiosamente se
destacarian por dos visiones, o concepciones estrategicas del conflicto, totalmente
contrapuestas, el primero, joven, partidario de la ofensiva contra los cartagineses y
finalmente partidario de atacar la capital enemiga desembarcando en África. El
segundo, consecuencia de las experiencias adquiridas en la presente guerra, partidario
de una estrategia de dilación y desgaste del enemigo, fue el mas tenaz opositor de
Escipión y en sus últimos años de vida entorpeció lo que pudo los planes del "africano"
de llevar la guerra a África y aunque no pudo evitarlo como era su intención, si que es
cierto que la expedición partió mas por la propia iniciativa y esfuerzos del hábil general
romano que por el respaldo sincero de un gobierno de la república dominado en estos
momentos por los fabios. Pero esto fue, para Fabio Máximo, a decir de los historiadores
antiguos, un triste broche final a su gloriosa carrera política y militar, sin duda la mas
importante de todo este difícil siglo para Roma.
Para comprender los hechos que narraremos será mejor introducirnos antes un poco en
la época que tratamos, en donde encontramos a un joven y vigoroso estado romano
pletórico de fuerzas y moral. Pocos años antes de la llegada de Aníbal a Italia se había
derrotado y detenido definitivamente la amenaza que los belicosos galos podían suponer
para Roma en la decisiva batalla de Sentinum, después, en la guerra de Iliria se había
aplastado a las tribus que practicaban la piratería en el Adriático y Jónico y para
asegurarse de ello Roma se había instalado en las costas de Grecia ocupando una larga
franja costera frente a las costas de Italia. Roma por tanto, no solo se sentía segura y
victoriosa si no que ni siquiera pensaba que los pérfidos púnicos pudiesen oponerles, en
caso de guerra, mas que una estrategia defensiva, ni que decir tiene que no imaginaban
que tendrían que luchar en el propio suelo italiano y por la propia supervivencia de su
república
Cuando estalla la guerra con Carthago, los planes romanos no son, por supuesto,
combatir en Italia, por lo que se aprestan dos ejércitos, uno para llevar la guerra a África
y otro para enviar a Hispania y evitar que el propio Aníbal se atreva a venir a la
península, lo que viene después ya es harto conocido, Aníbal, que ya tiene todo previsto
y en la medida de lo posible se ha ganado la voluntad de los mas de los galos con
sobornos, emprende un difícil camino hacia Italia a través de la Galia, cuando los dos
escipiones llegan a Massilia deciden que ya es tarde para detenerle, se abandona
entonces los planes de atacar África (que no los de Hispania) y se aprestan las fuerzas
para aplastar al temerario general cartaginés si es que al final consigue llegar hasta la
Cisalpina. Cuando Aníbal desciende de los pasos alpinos hasta la llanura le esperan
unos desconcertados romanos que no están preparados para enfrentarse a tan
extraordinario general como es Aníbal Barca, seguramente el mejor tactico de la historia
antigua.
En el comienzo, o los albores del conflicto, fue nombrado Fabio Maximo, junto con
otros de sus colegas (senadores) embajadores encargados de dirigirse a Carthago para
pedir ante su senado explicaciones por los echos acontecidos en Hispania (Sagunto y los
rumores de que Anibal se podia poner en marcha contra Italia). En Carthago no
obtienen la satisfaccion a sus demandas por lo que emprenden un largo largo viaje,
recalan en Hispania en donde se entrevistan con algunos regulos locales ante los cuales
no logran nada (esta vivo el reciente recuerdo de la caida de Sagunto, que pese a ser su
aliado, fue abandonado por Roma), de alli entran en la Galia en donde se reunen
tambien con algunos de los mas poderosos regulos de la zona ante los cuales se pone en
evidencia lo dificil de su mision: LLegados a la presencia de un indeterminado rey celta,
se le exhorto a este a la alianza con Roma y el evitar por las armas que el ejercito
cartagines cruzase por su territorio, el celta les pregunto que si lo que le pedian es que
para evitar que la guerra, y con ella todos los terribles males que provoca, cayesen sobre
Italia, debian hacer que esta recayese sobre sus tierras, sus familias y posesiones. Los
romanos, y con ellos Fabio Maximo, no supieron que responder. La noticia de este
encuentro y de la pregunta en cuestion se propagaron rapidamente entre los galos del sur
de Francia, desde ese momento ya no se recibio a unos embajadores que,
evidentemente, no hablaban con cordura.
Fracasada la mision, la embajada llego a Massilia tras lo que, via maritima, regreso a
Roma.
LA DICTADURA
Antes de la invasión de Italia por Aníbal, ostento por dos veces el cargo de cónsul, la
primera vez (233 a.C.) dirigió la guerra contra los ligures, de quienes triunfo y a quienes
castigo por sus devastadoras incursiones en territorio romano. Repitió consulado en el
año 228 a.C., aunque no hay datos acerca de sus hechos durante estos años, lo cierto es
que al comenzar la II Guerra Púnica, era ya Fabio un prestigioso senador experto bien
en la milicia bien en la política, configurando así al personaje que protagonizara los
primeros y mas difíciles años de la mas dura guerra que tuvo que afrontar nunca Roma.
La grave derrota en Trasímeno, seguida de la perdida de 5.000 jinetes mas a manos del
cartaginés, impulsaron al senado a recuperar la vieja y casi olvidada magistratura de la
dictadura (5) , la elección recayó en un respetado senador llamado Quinto Fabio
Verrucosus (6).
Nombrado pues dictador por el senado (2) Q. Fabio Máximo fue encargado de preparar
y mejorar las defensas de una desprevenida Roma en lo que gasto el poco tiempo que le
quedaba hasta las nuevas elecciones en las que de nuevo fue nombrado dictador aunque
ya con el concurso del único cónsul electo que se encontraba en servicio, Gneo Servilio.
Ahora y ya con mas tiempo emprendió en primer lugar la dura tarea de restablecer la
moral del pueblo tan gravemente afectada tras la sucesión de derrotas a manos de
Aníbal, en esos momentos se tenia ya al cartaginés y sus tropas como invencibles,
asumiendo así el típico complejo de inferioridad (1) que temporalmente se sufre en
estos casos y tantas veces visto en la historia. Luego procedió a asumir sus
responsabilidades militares diseñando un plan estratégico destinado a eludir el combate
frontal con el cartaginés y llevar a cabo una política de tierra quemada con el fin de
evitar que su ejercito se pudiese abastecer, se ordeno, así mismo, que se abandonasen
todas las posiciones no suficientemente fortificadas y se concentrase la defensa en las
ciudades y fuertes bien preparados, abandonando como decía los campos por donde se
presentase el cartaginés pero no sin antes incendiar y destruir todo lo que pudiese ser de
utilidad para el enemigo. Esta estrategia, la única que se podía llevar a cabo en ese
momento (y que demostró su eficacia) no podía a medio plazo encontrar muchas
simpatías entre gran parte del senado, una guerra defensiva de ese tipo, al tiempo de ser
en cierto modo humillante, exponía el territorio romano y el aliado a devastaciones sin
limite que proporcionaba a los sectores mas demagógicos o nacionalistas de la ciudad
combustible suficiente para enervar los ánimos de la plebe, siempre decisiva en el
nombramiento de los magistrado anuales.
Q. Fabio Máximo tomo el mando del principal ejercito romano y procedió a seguir los
pasos del cartaginés, se encontraron ambos en Apulia, frente a frente, Aníbal desplegó
su ejercito para el combate y los romanos, cosa antes nunca vista, siguiendo las pautas
dadas por Fabio, renunciaron al combate manteniendose en sus campamentos
fortificados. En ese momento, el cartaginés, se dio cuenta de que las cosas habían
cambiado. A partir de ese momento, Aníbal hacia lo posible para provocar al combate al
romano, saqueando y destruyendo sin piedad a su paso todo el territorio que recorría, Q.
Fabio, sin embargo, se mantenía siempre a la expectativa y marchando por terrenos
elevados o de fácil defensa pero siempre pegado al cartaginés y en la medida de lo
posible y con todas las garantías posibles hostigando al enemigo mediante pequeños
ataques y combates haciendo así que sus desmoralizadas y temerosas tropas ganasen
confianza y moral. Como era de esperar, esta estrategia al poco tiempo encontró una
seria oposición, empezando por su propio jefe de la caballería, o lo que es lo mismo, el
segundo jefe del ejercito, quien continuamente censuraba y criticaba al dictador y no
solo en privado si no en publico (4).
Por aquellos días, Aníbal se encontró, sin darse cuenta, encerrado en una limitada franja
de territorio rodeada de ríos y montañas sobre las que rápidamente se fortifico el ejercito
romano. Aníbal, seriamente preocupado, llevo su estrategia de provocación al máximo,
los ánimos entre la oficialidad del dictador se exaltaron y hubo casi un brote de sedición
e incluso la tropa, enterada siempre de estas desavenencias, también se inclinaba
abiertamente por enfrentarse en batalla al cartaginés Así pues, Fabio debía combatir en
dos frentes, uno contra los enemigos y otro contra los amigos, es de imaginar lo difícil
de su situación cuando pese a su autoridad no se atrevió a detener o expulsar a ninguno
de sus oficiales, sin embargo se mantuvo firme y la disciplina de las legiones no se
resquebrajo pese a que ya en Roma estaban al tanto de lo que acontecía en las filas del
ejercito y los mas estaban ya también cansados de esta política de contención del
cartaginés que tantos daños llevaba a las tierras propias y aliadas. Al final, Aníbal pudo
escapar de la comprometida situación en que se encontraba y marchar de nuevo al
saqueo de las tierras de sus enemigos. Q. Fabio, como siempre tras el, pero sin dejarse
llevar al combate, por lo que Aníbal volvió a emplear uno de sus trucos para excitar los
ánimos que sabia ya exaltados de sus enemigos, durante el saqueo que llevaba a cabo en
las tierras del Samnio hizo que se respetasen de entre todas solo las haciendas que el
propio dictador poseía en esa región, como dando a entender que podía existir algún
tipo de confabulación entre el y Q. Fabio. El romano reacciono rápidamente a esta treta
entregando sus posesiones en la provincia al estado romano, pero no fue esto óbice para
que los comentarios y rumores se extendiesen por Roma y se sumasen a la ola de
descontento que provocaba la política de Q. Fabio.
Fabio Máximo, mantuvo siempre un ejemplar comportamiento para con la república,
primero, y a causa de la estratagema de Aníbal, no dudo en entregar sus tierras en el
Samnium al estado, y mas adelante, cuando tras llegar a un acuerdo de canje de los
prisioneros con Aníbal, que determinaba que al finalizar el intercambio de hombre por
hombre, el bando que se quedase con hombres por canjear, estos se cambiarían
entonces por dinero. Al terminar el canje de hombre por hombre, le quedaron todavía a
Aníbal 250 prisioneros romanos, por lo que como habían acordado, tendrían que
entregarse a cambio de dinero. El senado no acepto entregar dinero al cartaginés y
desautorizo a Fabio, quien por no faltar a su palabra dada, pago el dinero debido de su
propio pecunio, siendo su hijo quien se encargo en Roma de vender cuantos bienes o
propiedades fueran necesarias para saldar la deuda.
Se llego así al final del verano y con ello tenia Q. Fabio que cumplir con algunas
responsabilidades de su cargo en Roma, por lo que dejo el ejercito a cargo de su
segundo (y rival) M. Minucio (no sin antes rogarle encarecidamente que no entablara
combate con el cartaginés en su ausencia), y marcho a Roma.
Como temía Q. Fabio, M. Minucio comenzó a elaborar planes de carácter mas ofensivo,
de momento bajo de las colinas y asentó el campamento en la llanura y llego a un
combate campal con el cartaginés en el que gracias a un echo fortuito llevo la mejor
parte, por lo que engrandecido este echo por la distancia y los deseos y una no menos
exagerada misiva del propio jefe de la caballería, llego a Roma como noticia de una
gran victoria romana, llevando así al pueblo y al senado a la alegría mientras al mismo
tiempo sumía a Q. Fabio en la pesadumbre, considerando que a veces la buena suerte
tiene consecuencias mas temibles que la mala, estos comentarios, llegados a oídos de
todos, ofuscaron contra el a los mas de la plebe y el senado y el propio tribuno de la
plebe, Marco Metilio, le acuso de ineptitud en el cumplimiento de sus responsabilidades
militares y elevo una singular propuesta a la asamblea, ya que no se podía desposeer al
dictador de su poder, se elevaría al jefe de la caballería a su nivel, dandole así poderes
de dictador. Tal desatino fue defendido en la asamblea por G. Terencio Varrón (quien
mas tarde provocaría el desastre de Cannas) ganando fama por tan demagógica
propuesta, propuesta que fue por supuesto aceptada por la mayoría de la plebe. Es cosa
comentada entonces la oposición, ya puramente personal, que enfrentaba a Fabio contra
el sector populista del senado, quienes hacían lo posible para atacar y dañar el poder y
prestigio del dictador.
El pueblo de Roma se congregaba en un lugar llamado comitium, ya que en el se
reunían los comicios curiados, estaba situado en sus comienzos frente a la curia. Se
encontraba rodeado por una muralla que acondicionada como tribuna en su cara
interior, se encontraba decorada en su cara externa con rostrae (espolones de navíos
capturados). El orador, por ejemplo el tribuno de la plebe Marco Metilio, se instalaba
en la parte mas elevada de la muralla y dando la espalda al pueblo dirigía su discurso
hacia los presentes situados en las tribunas y hacia la curia, cuya puerta permanecía
abierta para que los senadores en su interior escuchasen lo que se decía en la
asamblea. El pueblo, situado en el foro, a la espalda del orador, escuchaba también el
discurso del magistrado de turno.
Se encontraba ya de camino hacia el ejercito cuando recibió el romano las nuevas del
senado acerca de el ascenso de M. Minucio a su nivel de mando, cosa que pese a
intranquilizar a Fabio no le hicieron de ninguna manera, variar de su estrategia militar.
Así las cosas, al llegar hasta las legiones se llego al acuerdo de, ni mas ni menos,
dividirse el ejercito entre los dos, cada uno levaría dos legiones mas los aliados y así y
de esta manera se vieron al mismo tiempo dos campamentos romanos en campaña a
pocos kilómetros el uno del otro. No le costo mucho a Aníbal enterarse de las nuevas en
el ejercito romano y rápidamente se puso en la tarea de provocar a M. Minucio al
combate lo que no le costo mucho, poco después el ejercito de M. Minucio ya se
encontraba al borde del exterminio cuando apareció en el horizonte el ejercito de Fabio
quien había acudido rápidamente al encuentro de su insensato colega cuando fue
informado de la comprometida situación en que le había colocado su temeridad. Ante la
llegada del dictador, el cartaginés se retiro prudentemente proclamando públicamente
que aquel día Fabio Máximo había salvado a un ejercito romano de la destrucción.
Aquella noche, y ya todas las legiones reunidas en el campamento del dictador, M.
Minucio hizo un acto publico de arrepentimiento de su comportamiento para con Q.
Fabio y exhorto a todos a obedecerle como merecía tan sensato general. En Roma, como
siempre en estos casos, al recibirse la noticia de lo sucedió volvió Fabio a tener la
consideración de la mayoría, tan proclive a volverse siempre al viento que mas sopla.
Así termino su segunda y ultima dictadura, fueron nombrados nuevos cónsules (a los
que mas tarde se prorrogaría el mando) y estos llevaron durante su mandato la política
que había perfilado Q. Fabio Máximo, acosando al ejercito de Aníbal sin dejarse ver en
la llanura y solo presentando combate en terrenos claramente favorables al uso de la
infantería, eludiendo así la temible caballería del cartaginés y acosando sin respiro a sus
forrajeadores hasta el punto que se dijo que Aníbal se encontraba meditando ya el
regresar a la Cisalpina.
Llego el tiempo de los nuevos comicios y con ellos volvieron a tomar fuerza los
sectores mas demagógicos (desde el punto de vista de los nobles, claro) con G. Terencio
Varrón (3)como líder de la facción, esta, apoyandose en la plebe (el propio Terencio
provenía de sus filas) impuso su influencia en la elección de los cónsules del año 216 a.
C., los nobles, viendo que era imposible detener el ascenso de Varrón maniobraron para
que al menos su colega en el consulado fuese uno de sus propias filas, L. Emilio Paulo,
un noble con una asunto de corrupción en su haber que odiaba a la plebe y que por tanto
seria el justo contrapeso al populista Terencio Varrón. Después llego Cannas y la
perdida de dos ejércitos consulares, las confusas noticias que llegaban a Roma desde las
posiciones romanas en Apulia, sumaban en el miedo y la confusión al pueblo y al
senado, en estas circunstancias Fabio Máximo se abrogo la responsabilidad de mantener
en pie la moral y el gobierno de la república y personalmente se dedico a recorrer la
ciudad animando a los mas y obligando a los ciudadanos a sobreponerse a la derrota,
también se hizo cargo de reunir al senado, y de colocar en las puertas de la ciudad
guardias que evitasen la huida de ciudadanos. En resumen, era tal la consternación
general que incluso cuando volvió el responsable de la catástrofe, Terencio Varrón, le
recibieron con afecto por haber regresado y no haber dado por perdida a la república,
necesitada ahora de todos sus hombres.
De esta forma, los romanos afrontan ya las hostilidades de una manera diferente a la que
hasta entonces habian llevado. Ya no se trata de chocar con el cartagines y derrotarlo,
este, como objetivo, se deja de lado, se dedicaran a partir de ahora a combatir a sus
aliados e indirectamente minar su capacidad de movimiento, capacidad esta soberbia
tanto por el uso que hace de su ejercito Anibal, como por el cuidado sistema de
abastecimientos sobre el terreno que ha creado el cartagines desde que tras Cannas
cambio de estrategia, escarmentado supongo por el eficaz acoso que de su ejercito hizo
el propio Fabio Maximo y sus sucesores, quienes le hicieron ver la necesidad de
disponer bases de abastecimientos mas alla de los suministros que normalmente y hasta
entonces sacaban de los campos por donde operaban sus fuerzas.
Durante unos años en los que veremos al anciano Fabio participar continuamente en la
direccion de las operaciones militares (9), ya sea como consul o como ayudante de su
propio hijo nombrado tambien consul en deferencia hacia su padre, se arrebata al
cartagines gran parte del territorio que habia conquistado o bien que se le habia unido,
cuando finalmente cae Capua, la influencia de Anibal se derrumba en Campania, Apulia
y gran parte de Lucania.
La siguiente hazaña de Fabio Maximo sera la reconquista de Tarentum, para ello
necesito de la ayuda de su colega Marcelo para que mantuviese el contacto con Anibal y
le presionase lo mas posible para que el pudiese concentrarse en la toma de Tarentum.
Tambien ordeno a la guarnicion de Rhegium, casi un ejercito, salir de la ciudad y atacar
el territorio de Caulonia. Estas tropas, para nada legiones en toda regla, eran una ralea
de todo tipo de soldadesca acumulada alli precisamente por su mal comportamiento y
empleada para combatir como bandidos contra los escurridizos bruttios. Fabio Maximo
hizo de estos el cebo para que Anibal, llegado el caso, tuviese que desplazarse lejos, al
Bruttium, mientras el continuaba ante Tarentum.
LA TOMA DE TARENTUM
Tras llegar al territorio de Tarento con sus fuerzas, probablemente un ejercito consular
en pleno, procedio primero a arrasar el territorio enemigo, el pueblo de los salentinos
parece que militaba del lado cartagines, Manduria fue asaltada y destruida, 3.000
hombres fueron aprisionados. Despues de limpiar su retaguardia y los flancos se dirigio
directamente contra la ciudad. Se escogio intentar el asalto por la zona de la peninsula
en donde se encontraba la ciudadela y la entrada a la rada de Tarentum. Para ello solo
podia contar con la flota, por ello embarco a sus tropas y maquinas en los navios y
preparados para dirigirse contra las murallas de esa parte del perimetro defensivo de la
ciudad. Fue quizas entonces, antes del asalto a las murallas, cuando el consul recibio la
noticia de que quizas pudiese expugnarse la ciudad gracias a la traicion. Un oficial
brucio se presto para traicionar a su causa y esto cambio los planes del consul. Una
noche, cuando todo estuvo preparado, Fabio Maximo, al frente de un contingente de
tropas, circunvalando la rada de Tarentum se aposto sigilosamente en el extremo
opuesto de la ciudad en el mismo momento en que el grueso de sus fuerzas atacaban,
segun se habia convenido, el puerto desde el mar y desde la misma ciudadela, atrayendo
asi la atencion de las feurzas defensoras hasta ese extremo de la ciudad. Entre tanto el
brucio, que guarnecia una porcion de las murallas tras las que se ocultaba el consul, dio
subida a ellas a los soldados romanos, hasta que, en numero suficiente, pudieron atacar
por detras a los soldados enemigos que guarnecian la puerta llamada Temenitida. Una
vez tomada y abierta esta, los romanos entraron ya en masa a la ciudad. Poco pudieron
hacer ya los valientes defensores ante el avance en formacion cerrada de los legionarios,
la ciudad cayo en manos del consul Fabio Maximo (10).
Una vez en Tarentum considero el romano avanzar sobre Metapontum, de donde habían
llegado unos enviados que le anunciaban la posibilidad de tomar la ciudad tan solo al
hacer acto de presencia, el cónsul no lo pensó y se preparo para la partida, lo que no
sabia es que todo era un ardid de Aníbal, que había montado una emboscada cerca de
Metapontum con intención de acabar con el.
(Pagina en preparación)
(1) Es ese momento psicológico en que los ejércitos sufren de un complejo ante sus
adversarios que les lleva muchas veces a darse por vencidos antes de tiempo y que
provoca tantos quebraderos de cabeza para el bando que esta afectado por ello.
Generalmente se soluciona cuando se llega por fin a una gran victoria o incluso a una
pequeña pero que supone una demoledora aportación de moral para el ejercito
anteriormente derrotista. Así por ejemplo veremos casos como los de la batalla de
Bailén, que representa el fin de la invencivilidad de las armas napoleónicas, la batalla de
Moscú para los ejércitos del III Reich o la de Rocroi para acabar con el mito de los
tercios españoles de Flandes, al final se sigue combatiendo contra las mismas unidades
pero la moral ya a cambiado y esto supone la mayor parte de las veces que nada vuelva
a ser al menos igual igual que antes. Volver.
(2) La ley decía que debían ser los cónsules en activo quienes debían nombrar al
dictador, sin embargo, con G. Flaminio muerto y su colega combatiendo el la Cisalpina
no había tiempo para detenerse en formalismos, así que el senado adopto la decisión de
nombrar el mismo al dictador sentando así un peligroso precedente. Volver.
(3) G. Terencio Varrón, a decir de Tito Livio, era un personaje que empleaba a la
manera de los típicos demagogos y populistas, enfrentandose a la nobleza y criticando
con especial dureza a Fabio Máximo, al que hizo blanco de sus ataques incluso después
de terminar este su mandato como dictador. Esta maneras de manejarse le granjearon el
afecto de la plebe quienes poco después le auparon al cónsulado.Volver.
(5) Cuando el senado declara el Estado de Excepción, se encarga a uno de los cónsules
en activo que designe el magistrado ( tiene que ser un excónsul) que ocupara el puesto
de Dictador. Estos se eligen para un periodo de seis meses, dispone de plenos poderes,
tan solo el Tribuno de la Plebe mantiene sus prerrogativas intactas, todos los demás
magistrados se le subordinan. El Dictador elige ahora un Maestro de la Caballería, que a
la sazón, hará de su segundo en el ejercito. Volver.
(6) Q. Fabio, recibió a lo largo de su vida muchos apodos, el primero, Ovícula, del que
ya hemos hablado, el segundo Verrucosus, a causa de una verruga que le salió por
encima del labio, Máximo, por sus hechos, y finalmente Cunctator (Contemporizador)
por la estrategia que siguió contra Aníbal, aunque este apodo fue dado mas bien con
sorna por sus enemigos politicos. Volver.
(7) Con el tiempo, la fama de Fabio como general, o al menos como sobrio y
profesional hombre de armas, llevo a los romanos a llamar tropas fabianas a las que
mejor disciplina y profesionalidad demostraban. Lo que nos hace deducir que este
personaje consiguió hacer de las legiones bajo su mando un ejemplo a seguir. Durante
este consulado se reclutaran ni mas ni menos que 6 nuevas legiones y se botaran 100
navios de guerra. Volver.
(9) Acompañado por fin por un cierto numero de generales competentes como el
famoso Marcelo, Sempronio Graco o Quinto Fulvio Flaco entre otros. Volver.
(10) Esta manera de tomar la ciudad, a traición, no sentó muy bien entre los romanos,
acostumbrados a otra forma de guerra y no a esta forma muy anibalica de expugnar
ciudades. Seria atacado por ello por sus enemigos en el senado.Volver.
General y estadista cartaginés nacido en el 290 a.C. y muerto en el 229 a.C. Fue el
primero del poderoso clan cartaginés de los Bárcidas que coparon la política de Cartago
durante la segunda mitad del siglo III a.C.
Padre de Aníbal Barca y Asdrúbal Barca, y suegro de Asdrúbal, en el 247 a.C. fue
nombrado comandante en jefe del ejército cartaginés que luchaba contra Roma en la
Primera Guerra Púnica. Se hizo cargo de las operaciones en Sicilia, desde donde dirigió
continuas acciones de saqueo contra las costas italianas y levantó fortificaciones en las
poblaciones del norte de la isla, pero ante el acoso continuo de los romanos y la falta de
apoyos de la metrópoli, fue derrotado en la batalla naval de Egatas en el 241 a.C., tras la
cual Cartago, arruinada e incapaz de sostener por más tiempo una guerra que ya era
excesivamente larga, cedió la isla de Sicilia a Roma. Amílcar tuvo que replegarse con
los restos de su ejército a África, donde fue apartado del mando por sus enemigos. Poco
después se le otorgó de nuevo la dirección del ejército, esta vez para aplacar la
sublevación de los mercenarios de Cartago que no habían recibido sus sueldos. Desde el
241 al 238 a.C. perduró la revuelta, en el transcurso de la misma Cartago perdió la isla
de Cerdeña y los pueblos iberos, aprovechando la debilidad cartaginesa, intentaron recu-
perar su independencia.
Sea como fuese, lo cierto es que Amílcar desembarcó en Cádiz, único territorio que
permanecía en poder de los cartagineses, acompañado por su hijo Aníbal y su yerno
Asdrúbal, comandando un poderoso ejército. Dominó con facilidad el valle del Gua-
dalquivir, sometió a los bastetanos y con gran dificultad venció a los turdetanos; marchó
desde allí por el levante conquistando a los contestanos y alcanzó las proximidades de
Sagunto que, debido a su condición de aliada de Roma, fue respetada por Amílcar,
manteniendo el pacto existente entre ambas potencias, por el cual se limitaban las zonas
de influencia de romanos y cartagineses. Fundó la ciudad de Akra Leuké (que algunos
identifican con Almería) convirtiéndola en la base de operaciones de su ejército.
Invernando en esta ciudad, se produjo la sublevación de los turdetanos y celtas de Cu-
neo, dirigidos por Istolacio, que pereció en el combate mientras sus tropas eran vencidas
por Amílcar. Prosiguió las conquistas dominando la totalidad de la Bética, Almería,
Murcia y Valencia; incluso llegó por la costa mediterránea hasta los Pirineos. En el
interior se encontró con la fuerte resistencia de los vetones a los que, pese a vencerlos,
concedió la libertad por su heroísmo en la lucha.
Se dirigió hacia la ciudad de Helice (quizás la actual Elche) donde Orissón, régulo de
los oretanos, se había hecho fuerte. Sitió la ciudad pero los pueblos de los alrededores
acudieron en ayuda de sus vecinos y rompieron el sitio cartaginés. El ejército de
Amílcar fue puesto en fuga y en ella perdió la vida su general, no se sabe si ahogado en
el Guadiana, o muerto en combate mientras se retiraba. Asdrúbal y Aníbal continuaron
con su obra en Hispania.
ASDRÚBAL BARCA (C.A. 245-207 A.C.)
Célebre general cartaginés, hijo de Amílcar Barca y hermano de Aníbal Barca. Desde
pequeño, Asdrúbal pasó gran parte de su tiempo con su padre, Amílcar Barca, y su
hermano Aníbal, en las campañas de Hispania. Nada más comenzar la Segunda Guerra
Púnica, en el año 218 a.C. entre Cartago y Roma, sustituyó a su hermano como jefe del
ejército cartaginés en la península Ibérica cuando éste atravesó los Pirineos para llegar a
la península Itálica por el norte y atacar el mismísimo corazón de Roma.
Aunque en un primer momento logró contener e incluso infligir severas derrotas a los
ejércitos de Cneo y Publio Escipión, en el año 215, el hijo de este último, Publio Cor-
nelio Escipión el Africano, le venció cerca de la localidad de Dertosa (actual Tortosa),
lo que provocó que los refuerzos que estaba esperando su hermano Aníbal en Italia tu-
viesen que emplearse en Hispania. Semejante revés militar, le obligó, en el año 212, a
dirigirse precipitadamente al norte de África, donde las posiciones cartaginesas estaban
en peligro, y enfrentarse a los númidas aliados de Roma.
Al año siguiente, regresó a Hispania para seguir combatiendo a Cneo y Publio Escipión
con éxito, a los que logró matar en ese mismo año. Sus exitosas campañas se dilataron
hasta el año 208, cuando no tuvo más remedio que volver a abandonar Hispania y
refugiarse en la Galia asediado por Publio Cornelio Escipión el Africano, hasta que no
tuvo más remedio que ir en auxilio de Aníbal, que se encontraba en el sur de Italia.
En el año 207, quiso seguir los pasos de su hermano y dirigió sus tropas a través de los
Alpes hasta Italia, con intención de unirse a él, objetivo que no pudo llevar a cabo al ser
interceptado a medio camino por las tropas comandadas por los cónsules Livio Salinator
y Claudio Nerón, quienes le derrotaron y mataron en la batalla de Metauro (río situado
en el centro de Italia). Su cabeza fue arrojada al campamento de Aníbal. Ciertamente, su
fracaso en el intento de enlazar con las tropas de su hermano y reforzar las posiciones
cartaginesas en el sur de la península Itálica fue decisivo para el resultado de la guerra,
favorable para Roma.
Cuando en el año 212 a.C., Publio Cornelio Escipión el Joven, hijo del general difunto
de mismo nombre, se puso al frente de las legiones romanas, la suerte de Roma en la
guerra cambió de manera radical y se inició un período positivo para ellos. Durante
aquel tiempo, el joven Escipión hizo brillantemente su aprendizaje militar en Hispania,
al igual que hiciera anteriormente Aníbal. Durante su estancia en la Península Ibérica,
Escipión basó todo su esfuerzo en impedir que de Hispania saliese refuerzo alguno en
ayuda de Aníbal, que se encontraba acampado en el sur de Italia. Con tal objetivo,
Escipión atacó la base principal del enemigo, Cartagena, de la que se apoderó con tanta
audacia y rapidez que la plaza cayó antes de que los ejércitos cartagineses tuvieran tiem-
po de reaccionar. Una vez que tuvo en su poder Cartagena, Escipión atacó frontalmente
a las tropas de Asdrúbal, al que encontró en Baecula (Bailén). La victoria correspondió
a Escipión, pero Asdrúbal pudo escapar hacia el norte con casi todas sus fuerzas, y se
dirigió hacia Italia para auxiliar al exhausto Aníbal, siguiendo el mismo trayecto que
recorrió anteriormente su propio hermano. Aníbal se encontraba en Italia en una posi-
ción muy delicada, pues, tras la pérdida de Tarento y Siracusa, estaba atrincherado en
los montes Abruzzos y en el sur de Apulia, esperando con ansiedad los refuerzos nece-
sarios de Asdrúbal. Sin duda alguna, Asdrúbal adoptó la decisión de abandonar la
península hispánica en manos romanas porque comprendió que tarde o temprano Hispa-
nia acabaría en manos de los romanos. El joven Escipión venía desarrollando una labor
magnífica en la Península Ibérica que hacía presagiar los temores de Asdrúbal. Es un
hecho no curioso, pero sí importante, que la propia carrera militar de Escipión el Joven
parece calcada de la del propio Aníbal, su gran enemigo.
Asdrúbal atravesó los Alpes con la misma celeridad que su hermano. Las tribus mon-
tañesas le dejaron pasar sin obstáculo alguno, ya que sabían que la expedición carta-
ginesa no iba dirigida contra ellas. En el otoño del año 208 a.C., Asdrúbal ya había
llegado a la Galia Cisalpina, al mando de un ejército de 60.000 hombres, entre los que
se hallaban muchos galos enrolados durante la travesía de los Pirineos y los Alpes.
Roma volvía a encontrarse con la misma situación de peligro inminente que sufrió diez
años antes. Pero ahora, si cabe, el peligro era mayor puesto que si ambos hermanos
lograban enlazar sus respectivos ejércitos, Roma estaría irremediablemente perdida. Por
todo ello, Roma logró formar un ejército improvisado con la intención de presentar
batalla a Asdrúbal. Éste pretendió, desde un primer momento, esquivar el choque, ya
que su objetivo era unirse con Aníbal y no desgastar el ejército. El choque fue
inevitable, ya que los romanos se interpusieron en el camino de avance hacia el sur de
los cartagineses. El esfuerzo de reclutamiento de Roma dio resultado, ya que se logró
enrolar un grueso de infantes que superaba dos veces a los cartagineses. Asdrúbal, vién-
dose acorralado, no tuvo más remedio que lanzarse a la desesperada e intentar romper
las líneas romanas. Las compactas formaciones romanas neutralizaron el ataque carta-
ginés, y la lucha se prolongó de forma cada vez más feroz y sangrienta. El ejército
cartaginés fue aniquilado totalmente, lo que puso de relieve la manifiesta superioridad
de las profesionales y efectivas legiones romanas. El propio Asdrúbal pereció en el
fragor de la batalla. Apenas lograda la victoria (la primera victoria importante de los
romanos contra las tropas cartaginesas), el cónsul Claudio Nerón se dirigió hacia la
Italia meridional para enfrentarse con Aníbal, el cual esperaba con auténtica zozobra no-
ticias de su hermano. A la llegada del cónsul Nerón, Aníbal comprendió enseguida la
realidad, con lo que puso fin a sus últimas esperanzas de asestar el golpe definitivo
contra Roma. El cónsul romano había mandado cortar la cabeza de Asdrúbal y,
acercándose a los puestos avanzados de Aníbal, la arrojó a las trincheras cartaginesas,
haciéndole saber a éste que ya no tenía nada que esperar de Hispania. Lo cierto es que,
con la ventaja romana en ese momento, Claudio Nerón no tuvo el suficiente valor para
enfrentarse directamente con Aníbal, no se sabe si por puro respeto o porque estaba
esperando refuerzos del norte peninsular.
El anuncio de la victoria del Metauro causó una alegría indescriptible en el atemorizado
pueblo de Roma, dos veces amenazado por el peligro cartaginés, y otras tantas salvado.
Lo cierto es que la batalla del Metauro determinó sobremanera el posterior curso de la
guerra, inclinando la balanza del lado romano. El ocaso de Aníbal comenzó a gestarse
ese día.
Bibliografía
En el año 218 a.C., Magón colaboró activamente junto a su hermano en la campaña mi-
litar desarrollada en Italia, donde contribuyó a la victoria cartaginesa en la importante
batalla de Ticino de ese mismo año. También participó al mando de un ala del ejército
en la famosa batalla de Cannas, del año 216, tras de lo cual Aníbal le envió a Cartago
con el anuncio de tan sorprendente victoria. En Cartago, en un primer momento, el
Senado le nombró jefe de las tropas que habían de acudir en auxilio de Aníbal, pero
debido a los acontecimientos de la propia guerra, se decidió que acudiera a Hispania
para reforzar las tropas de su hermano Asdrúbal y del general Himilcón. Aquí combatió
con éxito durante diez años, en los cuales consiguió tomar Iliturgi en el 214 y aniquilar
junto con Asdrúbal, hijo del general Giscón, el ejército de los generales romanos Publio
y Cneo Escipión en la batalla de Baecula, en el 208.
CHG
Batalla de Cannas
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Cannas
Trasfondo estratégico
Poco después del comienzo de la Segunda Guerra Púnica, el general cartaginés había
logrado llegar a Italia cruzando los Alpes durante el invierno y había vencido rápida-
mente a los romanos en dos grandes victorias, en la batalla del Trebia y la Batalla del
Lago Trasimeno. Los romanos, tras sufrir esas pérdidas, nombraron a Quinto Fabio Má-
ximo como dictador romano para que hiciese frente a la amenaza cartaginesa. Fabio se
embarcó en una guerra de desgaste contra Aníbal, dedicándose a cortar sus líneas de su-
ministro y rechazando el enfrentamiento en una batalla campal. Esa estrategia, que sería
conocida en el futuro como las Tácticas Fabianas, resultó ser muy impopular entre los
ciudadanos romanos que, una vez que comenzaron a recuperarse de las victorias carta-
ginesas, comenzaron también a cuestionar las tácticas de su dictador, que en parte ha-
bían permitido reagruparse al ejército cartaginés1. La estrategia de Fabio era particu-
larmente frustrante para la mayoría del pueblo romano que deseaba un rápido final de la
guerra con Cartago. También se temía que si Aníbal continuaba arrasando Italia sin opo-
sición, los aliados itálicos comenzaran a dudar de la capacidad de Roma de protegerles
y se pasasen al bando del enemigo.
Ante esta situación política, el Senado Romano no renovó los poderes dictatoriales a la
finalización del mandato, y devolvió el mando del ejército a los cónsules Cneo Servilio
Gémino y Marco Atilio Régulo. En 216 a. C., las elecciones consulares finalizaron con
la elección de Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, que tomaron el mando del
ejército que se había reclutado para enfrentarse con Aníbal. El ejército reunido superaba
en tamaño a cualquier ejército anterior en la historia romana hasta esa fecha, y sobre su
composición Polibio escribió lo siguiente:
“El Senado determinó llevar a ocho legiones al campo de batalla, algo que Roma no
había hecho antes, cada legión formada por cinco mil hombres más los aliados. (...) La
mayoría de sus guerras se deciden por un cónsul y dos legiones, con su cuota de aliados;
y raramente emplean las cuatro al mismo tiempo en un único servicio. Pero en esta oca-
sión, tan grande era la alarma y el terror de lo que podría suceder, que decidieron enviar
no cuatro sino ocho legiones al campo de batalla.”2
Estas ocho legiones, junto con una estimación de unos 2.400 soldados de caballería ro-
mana, formaban el núcleo de un inmenso ejército. Estando cada legión acompañada de
un número igual de soldados aliados, y con una caballería aliada de unos 4.000 hom-
1
Liddell Hart, Basil, Strategy, New York City, New York, Penguin Group, 1967
2
Internet Ancient History Sourcebook
bres; el ejército total que se enfrentó a Aníbal no debía estar muy por debajo de unos
90.000 hombres3.
Preludio
Tras dos días de marcha se encontraron con él en la ribera izquierda del río Aufidus, y
acamparon a seis millas (unos 10 kilómetros) de distancia. Supuestamente, un oficial
cartaginés llamado Gisgo hizo un comentario sobre el gran tamaño del ejército romano.
Aníbal le contestó «Otra cosa que se te ha pasado, Gisgo, es todavía más sorprendente:
que aunque haya tantos de ellos, no hay ninguno de entre todos ellos que se llame
Gisgo»4.
Normalmente cada uno de los dos cónsules dirigiría su parte del ejército, pero dado que
los dos ejércitos estaban unidos en uno solo, la ley romana les ordenaba la alternancia
diaria en el mando. Parece ser que Aníbal era conocedor este hecho, y que planeó su
estrategia de acuerdo con ello.
El cónsul Varrón, que estaba al mando el primer día, es presentado por las fuentes an-
tiguas como un hombre de naturaleza descuidada y que estaba determinado a vencer a
Aníbal. Mientras que los romanos se acercaban a Cannas, una pequeña porción de las
fuerzas de Aníbal emboscaron al ejército romano, y Varrón repelió con éxito el ataque
continuando el viaje a Cannas. Esta victoria, aunque esencialmente se trató más de una
escaramuza sin valor estratégico que de una verdadera victoria militar, disparó la con-
fianza del ejército romano y es posible que la del propio cónsul Varrón. Paulo, sin em-
bargo, era contrario a proceder al enfrentamiento tal y como se estaba planteando. Al
contrario que Varrón, éste cónsul era un hombre prudente y cauteloso, y consideraba
que era estúpido luchar en campo abierto contra Aníbal, a pesar de la superioridad un-
mérica de los romanos. Esto tenía sentido táctico, puesto que Aníbal seguía mante-
niendo su ventaja en el ámbito de las tropas de caballería, en dónde contaba con mayor
número de efectivos y de mayor calidad. Sin embargo, y a pesar de sus reticencias,
Paulo tampoco consideró acertado retirar al ejército tras ese éxito inicial, y decidió orde-
nar acampar a dos tercios de su ejército al este del río Aufidus, enviando al resto de sus
hombres a fortificar una posición en la ribera opuesta. El propósito del segundo campa-
mento era cubrir a las partidas de forrajeadores del campamento principal y poder hos-
tigar las del enemigo.
Los dos ejércitos permanecieron en sus localizaciones durante dos días. En el segundo
de estos dos días (1 de agosto), Aníbal, conocedor de que Varrón estaría al mando al día
siguiente, salió del campamento y ofreció batalla a los romanos. Paulo, sin embargo, re-
chazó la invitación. En ese momento Aníbal, conocedor de la importancia del agua del
río Aufidus para el ejército romano, envió su caballería al campamento de menor ta-
3
Cottrell, Leonard, Enemy of Rome, Evans Bros, 1965. ISBN 0-237-44320-1
4
Lazenby, J.F., Hannibal's War, London, 1978
maño para acosar a los soldados que salían a abastecerse de agua fuera de las fortifica-
ciones. Según Polibio, su caballería dio vueltas sin oposición al campamento romano,
creando el caos y cortando el suministro de agua5.
5
Caven, B., Punic Wars, London, George Werdenfeld and Nicholson Ltd., 1980
La batalla
Fuerzas
Las fuerzas combinadas de los dos cónsules sumaban un total 75.000 soldados de in-
fantería, 2.400 de caballería romana y 4.000 de caballería aliada, contando únicamente a
la porción de tropas que se utilizó en la batalla campal. Además, en los dos campamen-
tos fortificados había otros 2.600 hombres de infantería pesada y 7.400 de infantería li-
gera (un total de unos 10.000), por lo que la fuerza total que los romanos llevaron a la
guerra equivalía a unos 86.400 hombres. En el otro bando, el ejército cartaginés estaba
compuesto aproximadamente por 40.000 hombres de infantería pesada, 6.000 de in-
fantería ligera y 8.000 de caballería6.
Equipamiento
6
Gowen, Hilary. Hannibal Barca and the Punic Wars. Consultado el march 25de 2006
7
Daly, Gregory, Cannae: The Experience of Battle in the Second Punic War, London, England,
Routledge, 2002, ISBN 0-415-26147-3
La caballería pesada cartaginesa llevaba dos jabalinas y una espada curva, así como una
fuerte armadura. La caballería númida, más ligera, no utilizaba armadura y sólo llevaba
un pequeño escudo, jabalinas y una espada.
Por último, los hostigadores que actuaban como infantería ligera estaban armados con
hondas o con lanzas y, de éstos, los honderos baleares (famosos por su puntería con esa
arma) llevaban hondas cortas, medias y largas, aunque no llevaban ningún equipamiento
de carácter defensivo. Los lanceros sí que llevaban escudos, jabalinas, y posiblemente
espada o, al menos, una lanza diseñada para ensartar a corta distancia.
Hondero balear
Despliegue táctico
La imagen final que ofrecía el ejército romano mantenía por tanto el estilo clásico. En
líneas perpendiculares al río, los romanos presentaban dos bloques en líneas cerradas, el
de la infantería ligera delante y el de la pesada detrás. A su derecha, junto al río, la caba-
llería romana y en el flanco izquierdo la caballería compuesta por aliados de Roma.
Desde el punto de vista del cónsul Varrón, Aníbal parecía tener poco espacio para ma-
niobrar y ninguna posibilidad de retirada, debido a su elección de desplegarse con el río
Aufidus a su retaguardia. Varrón pensaba que cuando fuesen presionados por la su-
perioridad numérica del ejército romano, los cartagineses caerían hacia el río y, sin sitio
para maniobrar, cundiría el pánico. Por otro lado, Varrón había estudiado las últimas
victorias de Aníbal, en las que sus victorias se habían producido en gran parte gracias a
una serie de subterfugios del general cartaginés. Debido a esto, Varrón buscó una ba-
talla en campo abierto, en el que no hubiera posibilidad de que tropas ocultas prepa-
rasen una emboscada.
Aníbal también formó su tropa en dos líneas, pero no las hizo compactas. Las desplegó
con el centro apuntando ligeramente al centro romano, basándose en las cualidades par-
ticulares de lucha que cada unidad poseía, y teniendo en cuenta tanto sus fortalezas co-
mo sus debilidades para el diseño de su estrategia. Colocó a los íberos, galos y celtíbe-
ros en el centro, alternando la composición étnica de las tropas de la línea del frente. El
centro de Aníbal lo componían sus tropas íberas más disciplinadas, mientras que detrás
de éstos se situaban los galos, con menor grado de disciplina. La infantería púnica de
Aníbal se posicionó en las alas, justo en el extremo de su línea de infantería.
Se suele pensar erróneamente que las tropas africanas de Aníbal estaban armadas con
picas, teoría aportada por el historiador Peter Connolly. En realidad, las tropas libias
llevaban lanzas más cortas incluso que la de los triarii romanos. Su ventaja, por tanto,
no eran las picas, sino la experiencia de su infantería, muy veterana tras tantas batallas,
que permaneció cohesionada y atacó los flancos romanos.
Asdrúbal dirigía a la caballería íbera y celtíbera del ala izquierda del ejército cartaginés
(ubicada al sur, cerca del río Aufidus). Tenía a su mando a 6.500 hombres, mientras que
Janón estaba al frente de 3.500 hombres de caballería númida ubicados en el ala dere-
cha. La fuerza de Asdrúbal fue capaz de derrotar rápidamente a la caballería romana
ubicada al sur, atravesar la retaguardia de la infantería, y enfrentarse también a la
caballería aliada romana que estaba luchando con los númidas. Las fuerzas combinadas
de Asdrúbal y Janón dispersaron a la caballería romana, lo que les permitió acosar a la
infantería desde la retaguardia.
Tras rodearles, se produjeron una serie de factores que favorecieron la victoria cartagi-
nesa. En primer lugar, en lugar de enfrentarse a una dura línea de triarii veteranos que
normalmente se ubicaban en la retaguardia, la caballería se encontró con los hostiga-
dores velites, que estaban en plena retirada a través de las líneas tras haber hecho su la-
bor de hostigamiento. Esto permitió a los cartagineses acabar estratégicamente con los
líderes de las centurias a la vez que crear una gran confusión entre los hastati. Ésta
confusión fue también alimentada por el bombardeo con proyectiles que estaba reci-
biendo el ejército romano: éste bombardeo, si bien sólo producía heridas leves, hacía
que los laterales del ejército romano tratasen de refugiarse acercándose al centro de la
formación, lo cual provocó una situación en la que las tropas romanas estaban de-
masiado cercanas las unas a las otras como para poder utilizar con efectividad sus ar-
mas, incrementando el número de bajas.
Aníbal no se sentía impedido por su posición en contra del río Aufidus. Por el contrario,
supuso un factor principal de su estrategia: el río protegía sus flancos de ser superados
por el ejército más numeroso de los romanos, y la existencia de esa barrera natural
implicaba que la única vía de retirada de los romanos era su flanco izquierdo. Además,
las fuerzas cartaginesas habían maniobrado de forma que los romanos estuviesen mi-
rando al este, con lo que no sólo recibían en la cara el sol de la mañana, sino que los
vientos del sudeste arrojaban tierra y polvo sobre sus caras a medida que se
aproximaban al campo de batalla.Se puede decir, por tanto, que el despliegue de tropas
realizado por Aníbal, basado en su percepción y entendimiento de las capacidades de
sus tropas, resultó decisiva en la batalla.
Acontecimientos
A medida que los ejércitos avanzaban uno hacia el otro, Aníbal fue extendiendo de
forma gradual el centro de su línea. Tal y como describe Polibio:
“Tras desplegar a su ejército al completo en una línea recta, tomó a varias compañías de
celtas y de hispanos y avanzó con ellas, manteniendo al resto en contacto con estas
compañías pero quedándose atrás de forma gradual, para conseguir una formación en
forma de luna creciente. La línea de compañías de flanqueo iba estrechándose cada vez
más a medida que se prolongaba, siendo su objetivo utilizar a los africanos como fuerza
de reserva y comenzar la lucha con los celtas y los hispanos.”
Polibio describe un centro cartaginés muy débil, desplegado en curva con los romanos
en el centro y las tropas africanas en los flancos y en formación diagonal. Se cree que el
propósito de esta formación era romper el impulso frontal de la infantería romana, y re-
trasar su avance hasta que se produjesen otros acontecimientos que permitiesen a Aníbal
desplegar su infantería africana de la forma más efectiva posible. En cualquier caso, al-
gunos historiadores han tachado a este relato de fantasioso, y comentan que la curvatura
del ejército cartaginés se pudo deber o bien por la curvatura natural que se produce
cuando una línea de infantería avanza, o bien a la propia reacción del ejército cartaginés
al enfrentarse al choque con el pesado centro de infantería romana.
Por otro lado, mientras que los cartagineses derrotaban a la caballería romana, los dos
ejércitos principales, compuestos por la infantería de ambos bandos, avanzaron el uno
contra el otro en el centro del campo de batalla. Para poder entender bien la batalla, es
necesario detenerse a examinar las duras condiciones a las que estaban sometidos los
soldados de infantería romanos, y que hacían que la batalla fuese especialmente difícil
para ellos: a medida que los romanos avanzaban, el viento del este soplaba hacia ellos,
arrojando polvo sobre sus caras y obstaculizando su visión. En este aspecto, es im-
portante tener en cuenta que los dos ejércitos levantaban mucho polvo al desplazarse, lo
que amplificaba el efecto del viento. Además del polvo, otro factor importante de la ba-
talla fue la falta de sueño de las tropas: debido a la distancia entre los campamentos y el
campo de batalla, es muy posible que ambos ejércitos se hubiesen visto obligados a dor-
mir muy poco tiempo. En particular, los romanos sufrían la falta de una buena hidra-
tación previa a la batalla, causada por el ataque de Aníbal a su campamento el día ante-
rior que les había impedido suministrarse del río. Por último, la masiva cantidad de tro-
pas suponía un tremendo estruendo de fondo, lo cual era psicológicamente muy duro
para los hombres de la formación.
Los cartagineses dispusieron una línea con unos 800 honderos baleares para intentar
frenar el avance de las tropas romanas, pero no tuvo éxito. Cuando ambos ejércitos
estaban uno en frente de otro se inició una auténtica lluvia de lanzas entre los
hostigadores. Tras ese inicio comenzó la batalla cuerpo a cuerpo.
Aníbal se colocó junto con sus hombres en el débil centro de la formación, y les hizo
desplazarse en una retirada controlada. Conociendo la superioridad de la infantería ro-
mana, Aníbal dio instrucciones para esta retirada, creando un semicírculo cada vez más
estrecho que iba rodeando a las fuerzas romanas. Los romanos empujaron en su ataque
y el centro de Aníbal cedió terreno, curvándose hacia atrás, ocupando el centro romano
el espacio desalojado por el centro cartaginés. Con ese movimiento, Aníbal convirtió la
fuerza de la infantería romana en una debilidad: a medida que las tropas avanzaban, el
grupo de tropas romanas comenzaban a perder cohesión debido a que los soldados co-
menzaban a empujar los unos contra los otros hasta que llegaron a situarse tan próximos
los unos a los otros que no tenían espacio ni para maniobrar con sus armas. Además, en
su intento de romper cuanto antes la línea de tropas gálicas e hispanas, los romanos ha-
bían ignorado (puede que también debido al polvo) a las tropas africanas que se habían
colocado sin oposición en los extremos de la formación cartaginesa. La caballería carta-
ginesa, por su parte, ya había conseguido eliminar a la caballería romana de los dos
flancos, y cargó contra el centro de la formación romana desde la retaguardia.
El ejército romano, con sus flancos eliminados, formó una cuña que iba introduciéndose
cada vez más dentro del semicírculo cartaginés, metiéndose de lleno en una ubicación
en la que la infantería africana controlaba ambos flancos. En este momento, Aníbal or-
denó atacar a su infantería africana, rodeando por completo a los romanos en lo que se
convertiría en el primer ejemplo bélico conocido de movimiento de tenaza.
Cuando la caballería cartaginesa atacó a los romanos por la retaguardia y las tropas
africanas asaltaron la formación desde las alas, el avance de la infantería romana quedó
detenido bruscamente. Los romanos estaban atrapados, y sin vía de escape. Polibio
comenta que, «a medida que las tropas del exterior eran masacradas, los supervivientes
se veían forzados a retirarse hacia el centro y agruparse más, hasta que finamente todos
murieron en el lugar en el que se encontraban».
Los legionarios estaban aterrorizados. No podían ni siquiera alzar los escudos para
defenderse, ni podían desenvainar sus espadas. En ese momento la falange ibera avanzó
hacia el cerco para atacar por los flancos a los romanos. Los iberos que habían retro-
cedido, gracias a sus cortas pero mortales espadas hicieron una masacre entre las filas
enemigas. Tras esta batalla, los romanos, impresionados por la eficacia de la espada
ibera, adoptarían una similar para sus tropas (el conocido como gladius hispaniensis).
Aníbal, viendo que su plan estaba resultando en una victoria casi total y necesitando to-
davía consolidar sus logros, y tomar únicamente a aquellos prisioneros que estuviesen
dispuestos a cambiar de bando en la guerra, ordenó a sus hombres que mutilasen
rápidamente a los enemigos supervivientes. Más adelante, cuando ya no había soldados
romanos con capacidad de resistencia al enemigo, procederían a masacrar a los romanos
sin obstrucción alguna.
“ Había tantos miles de romanos yaciendo (...) Algunos, con sus heridas, agravadas por
el frío de la mañana, se levantaban, y a medida que se levantaban cubiertos de sangre de
entre la masa de masacrados, eran sobrepasados por el enemigo. Otros fueron encon-
trados con sus cabezas enterradas en la tierra, en agujeros que habían excavado; habien-
do con ello, parece, creado sus propias tumbas, en las que se habían asfixiado ellos
mismos.”
Fueron masacrados casi seiscientos legionarios por minuto hasta que la oscuridad trajo
su fin al derramamiento de sangre. Sólo 14.000 hombres lograron escapar, la mayoría de
los cuales habían logrado abrir una vía de escape hacia la cercana ciudad de Canusium.
Al final del día, de las tropas iniciales romanas compuestas por 87.000 hombres, sólo
habían sobrevivido alrededor de uno de cada seis hombres.
Bajas
Aunque la cifra exacta de bajas probablemente nunca llegue a conocerse, Tito Livio y
Polibio nos ofrecen unas cifras según las cuales murieron entre 50.000 y 70.000 ro-
manos y entre 3.000 y 4.500 fueron hechos prisioneros. Entre los muertos se encontraba
el propio Lucio Emilio Paulo, así como los dos cónsules del año precedente, dos
cuestores, veintinueve de los cuarenta y ocho tribunos militares y unos ochenta sena-
dores (en una época en la que el Senado romano estaba compuesto tan sólo por unos
300 hombres, por lo que la cifra constituye entre un 25 y un 30% del total). Otros 8.000
hombres de los dos campamentos romanos y de los poblados vecinos se rindieron al día
siguiente (después de que la resistencia se cobrara todavía más víctimas, aproxima-
damente 2.000).
Finalmente, puede que más de 75.000 romanos de una fuerza original de 87.000 re-
sultasen muertos o capturados, totalizando más del 85% del ejército total. De los que
participaron en la batalla, puede que el 95% de los romanos y aliados muriesen o fueran
capturados.
Se perdieron más vidas romanas en Cannas que en cualquier otra batalla posterior,
exceptuando quizás la batalla de Arausio del año 105 a. C. Además, Cannas es la segun-
da batalla con mayor porcentaje de bajas de toda la historia de Roma, situándose sólo
por detrás de la batalla del bosque de Teutoburgo (año 9 d. C.).
Por su parte, los cartagineses sufrieron 16.700 bajas, la mayoría de ellas de celtíberos e
íberos. De éstas, 6.000 fueron mortales: 4.000 celtíberos, 1.500 íberos y africanos y el
resto de caballería.
La cifra total de bajas en la batalla, por tanto, excede de 80.000 hombres. En la época en
que se produjo, Cannas posiblemente fue la segunda batalla con más bajas de la historia
conocida, por detrás de la batalla de Platea (comparándola con las cifras que sobre la
batalla de Platea ofrece Heródoto y que son consideradas exageradas por muchos histo-
riadores modernos), si bien en Platea la mayoría de las bajas no se produjeron en el
transcurso de la propia batalla, sino que ocurrieron en la persecución del ejército persa
tras su derrota. Hasta las invasiones mongolas, 1.500 años después, la batalla de Cannas
estuvo entre las diez batallas más costosas en término de vidas humanas de la historia, e
incluso hoy en día todavía permanece dentro de las cincuenta batallas más letales de la
historia.
Eventos posteriores
“ Nunca antes, estando la ciudad todavía a salvo, se había producido tal grado de exci-
tación y pánico dentro de sus murallas. No intentaré describirlo, ni debilitaré la realidad
entrando en detalles. (...) Pues según los informes, dos ejércitos consulares y dos cón-
sules se habían perdido; no existía ya ningún campamento romano, ningún general, nin-
gún soldado; Apulia, Samnio, casi toda Italia estaba a los pies de Aníbal. Con seguridad
no hay otra nación que no hubiera sucumbido bajo el peso de tal calamidad”
Lucio Cecilio Metelo, un tribuno militar, se dice que llegó a tal estado de desesperación
en los días que siguieron a la batalla de Cannas que llegó a sugerir que todo estaba per-
dido para la causa romana, e hizo una llamada para que los otros tribunos navegasen con
él para ofrecer sus servicios como mercenarios a algún príncipe extranjero. Poste-
riormente fue obligado a hacer un juramento de lealtad a Roma hasta el fin de sus días.
En cuanto a los supervivientes del desastre de Cannas, fueron reconstituidos en dos le-
giones y asignados a Sicilia durante el resto de la guerra, como castigo por su humillan-
te deserción en el campo de batalla.
Aníbal, tras apuntarse una nueva gran victoria (tras la batalla del Trebia y la batalla del
Lago Trasimeno), había derrotado en total a un equivalente a ocho ejércitos consulares.
En tan sólo tres temporadas de campaña, Roma había perdido a un quinto de la pobla-
ción total de ciudadanos mayores de diecisiete años (cerca del doce por ciento de su po-
blación activa). Además, el efecto desmoralizador de su victoria fue tal que la mayor
parte del sur de Italia se unió a la causa de Aníbal. Tras la batalla de Cannas, las
provincias helenísticas del sur de Italia, entre las que se encontraban Arpi, Salapia,
Herdonia, Uzentum y las ciudades de Capua y Tarento (dos de las mayores ciudades
estado de Italia) revocaron su alianza con Roma y juraron lealtad a Aníbal. Polibio co-
menta:
“Cuán seria fue la derrota de Cannas, que aquellos que la precedieron lo pudieron ver en
el comportamiento de los aliados de Roma; antes del señalado día, su lealtad perma-
neció imperturbable, y ahora comenzaba a flaquear por la simple razón de que perdieron
la esperanza en el poder de Roma.”
Durante ese mismo año, las ciudades griegas en Sicilia fueron incitadas a rebelarse con-
tra el control político de Roma, mientras que el rey macedonio Filipo V declaró su leal-
tad a Aníbal, iniciando con ello la Primera Guerra Macedónica contra Roma. Aníbal
también acordó una alianza con el rey Hierónimo de Siracusa, el único monarca inde-
pendiente que quedaba en Sicilia.
Por lo tanto, inmediatamente después de Cannas, Aníbal envió una delegación liderada
por Carthalo para negociar un tratado de paz con el Senado. Sin embargo, y a pesar de
las múltiples catástrofes que Roma había sufrido, el Senado romano se negó a parla-
mentar. Por el contrario, redoblaron sus esfuerzos militares mediante la movilización de
toda la población masculina y el reclutamiento de nuevas legiones a partir de los ciuda-
danos sin propiedades e incluso esclavos. Tan duras fueron las medidas adoptadas que
se prohibió pronunciar la palabra «paz», y el luto se limitó a tan sólo treinta días, están-
do las lágrimas en público permitidas únicamente a las mujeres. Los romanos, tras
experimentar esta derrota catastrófica y perder otras batallas frente a Aníbal, habían
aprendido la lección: durante el resto de la guerra en Italia no volverían a enfrentarse a
Aníbal en batallas campales, sino que volverían a retomar las Tácticas Fabianas que
Quinto Fabio Máximo les había enseñado y que resultaron ser la única forma posible de
hacer que Aníbal abandonase Italia.
A la larga, Roma tendría su venganza. Una flota romana transportó al ejército hasta el
continente africano y, en la batalla de Zama, el general Publio Cornelio Escipión el
Africano lograría derrotar a Aníbal, marcando el final de la Segunda Guerra Púnica.
Importancia histórica
La batalla de Cannas tuvo una gran importancia en la historia de la estructura del ejér-
cito romano y en la organización táctica del ejército republicano. Durante la batalla, los
romanos asumieron una formación clásica muy parecida a la de la falange griega, lo que
facilitó su derrota en la trampa diseñada por Aníbal. Dada su incapacidad de maniobrar
de forma independiente al grupo principal del ejército, los romanos no pudieron respon-
der a la maniobra envolvente de la caballería cartaginesa. Además, las estrictas normas
aplicadas por el Senado romano requerían que el alto mando del ejército alternase entre
los dos cónsules electos, los cual restringía la consistencia estratégica del ejército com-
binado. En los años que siguieron a Cannas, se fueron introduciendo una serie de refor-
mas para paliar estas deficiencias.
En segundo lugar, la batalla de Cannas sirvió como lección de que era necesario recupe-
rar un mando unificado del ejército. Tras varios experimentos políticos, Publio Cornelio
Escipión el Africano fue nombrado comandante en jefe de los ejércitos romanos en
África, y se le aseguró el cargo por toda la duración de la guerra. Este nombramiento
pudo haber violado las leyes constitucionales de la República pero, tal y como apuntó
Hans Delbrück, «comenzó una transformación interna que incrementó su potencial mili-
tar enormemente» mientras que de alguna forma comenzaba el declive de las institucio-
nes políticas republicanas.
Además, la batalla dejó expuestos los límites del ejército basado en una milicia de ciu-
dadanos. Tras la debacle de Cannas, el ejército fue evolucionando gradualmente para
terminar convirtiéndose en una fuerza profesional: el núcleo del ejército de Escipión que
luchó en la batalla de Zama estaba compuesto por veteranos que se habían enfrentado a
los cartagineses en Hispania durante casi dieciséis años, durante los cuales se había ido
moldeando para crear una gran fuerza militar.
Importancia en la historia militar
La batalla de Cannas tiene gran importancia en la historia militar tanto por las tácticas
implementadas por Aníbal como por su importancia en la historia militar de la antigua
Roma. La batalla supuso la derrota más grave de la República de Roma hasta la batalla
de Arausio y, en sí misma, adquirió una significativa reputación dentro del campo de la
historia militar. Sobre el particular, el historiador Theodore Ayrault Dodge escribió lo
siguiente:
“Pocas batallas de la antigüedad están tan marcadas por la habilidad como la batalla de
Cannas. La posición era tal que daba toda la ventaja al bando de Aníbal. La forma en la
que la imperfecta infantería hispana y gala fue avanzada en una formación diagonal,
mantuvo su posición y luego se fue retirando paso a paso, hasta que llegó a la posición
inversa, es una simple obra maestra de las tácticas de batalla. El avance de la infantería
africana en el momento adecuado, y su giro a izquierda y derecha sobre los flancos de
los desordenados y hacinados legionarios está más allá de todo elogio. La batalla en sí
misma, desde el punto de vista del bando cartaginés, es una obra de arte, no habiendo
ningún ejemplo superior, y pocos iguales, en historia militar. ”
El historiador estadounidense Will Durant, por su parte, comentó que «fue un ejemplo
supremo de mando, nunca mejorado en la historia (...) y marcó las líneas de las tácticas
militares durante 2000 años».
El «modelo de Cannas»
Además de ser una de las mayores derrotas infligidas a los ejércitos de Roma, la batalla
de Cannas representa el arquetipo de batalla de aniquilación, estrategia que raramente se
ha implementado con éxito en la historia moderna. Dwight D. Eisenhower, Comandante
Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada en la Segunda Guerra Mundial, escribió en
una ocasión que «Todo comandante busca la batalla de aniquilación; hasta dónde las
condiciones lo permiten, intenta duplicar en la guerra moderna el clásico ejemplo de
Cannas». La victoria total de Aníbal convirtió al nombre de Cannas en un sinónimo de
éxito militar, y se estudia al detalle en la actualidad en varias academias militares de to-
do el mundo.
La noción de que un ejército entero pudiera ser rodeado y aniquilado de un sólo golpe
atrajo la fascinación de los generales occidentales durante siglos, que intentaban emular
el paradigma táctico del movimiento envolvente para recrear su propio «Cannas». Por
ejemplo, Norman Schwarzkopf, comandante de las Fuerzas de la Coalición en la Guerra
del Golfo, estudió la batalla de Cannas y aplicó los principios utilizados por Aníbal en
su exitosa campaña de tierra contra las fuerzas iraquíes.
Cuando los miembros del Estado Mayor alemán, antes de la Primera Guerra Mundial,
examinaban a los aspirantes a pertenecer a esta élite y les ponían para resolver un
problema de táctica, cuando veían cómo lo resolvía el alumno, exclamaban invaria-
blemente defraudados: «¡Otra vez Cannas!».
El estudio que Hans Delbrück hizo de la batalla tuvo una profunda influencia en los teó-
ricos alemanes y, en particular, de Alfred Graf von Schlieffen, militar y mariscal ale-
mán, quien desarrolló el denominado Plan Schlieffen, que estaba inspirado en la manio-
bra militar de Aníbal. A través de sus escritos, Schlieffen escribió que el «modelo de
Cannas» seguiría siendo aplicable a la guerra de maniobras a lo largo del siglo XX:
“Una batalla de aniquilación puede llevarse a cabo hoy en día de acuerdo al mismo plan
desarrollado por Aníbal en tiempos ya olvidados. El frente enemigo no es el objetivo del
ataque principal. La masa principal de las tropas y de las reservas no deberían con-
centrarse contra el frente enemigo; lo esencial es que los flancos sean aplastados. Las
alas no deben buscar los puntos más avanzados del frente, sino que en su lugar deben
abarcar toda la profundidad y extensión de la formación enemiga. La aniquilación se
completa a través de un ataque contra la retaguardia enemiga (...) Conseguir una victoria
decisiva y aniquiladora requiere un ataque contra el frente y contra uno o los dos flancos
(...). ”
Alfred Graf von Schlieffen desarrolló más adelante su propia doctrina de operaciones a
través de una serie de artículos que fueron más tarde traducidos y publicados bajo una
obra titulada Cannae.
OTRAS LECTURAS
CARLTON, James, The Military Quotation Book, New York City, New York, Thomas Dunne Books,
2002
DEXTER HOYOS, B., Hannibal: Rome's Greatest Enemy, Bristol Phoenix Press, 2005, ISBN 1-
904675-46-8 (hbk) ISBN 1-904675-47-6 (pbk)
DALY, Gregory, Cannae: The Experience of Battle in the Second Punic War, Routledge, London/New
York, 2002, ISBN 0-415-32743-1
GRANT, Michael, Atlas de historia clásica: del 1700 a. C. al 565 d. C., ed. Akal, Tres Cantos, 2002,
ISBN 84-460-1182-4
LIVIO, Tito, La Guerra Contra Aníbal: Libros XXI–XXX de la Historia de Roma desde su Fundación,
ISBN 0-14-044145-X (pbk)
TALBERT, Richard J.A., ed., Atlas of Classical History, Routledge, London/New York, 1985, ISBN 0-
415-03463-9
Enlaces externos
"Rome and Carthage: Classic Battle Joined" — artículo de Greg Yocherer en Military History
Magazine