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Perfume.

Podrás haber pasado por los cabellos más dorados en los atardeceres más
rojizos de la vida;

Podrás haber amanecido entre una montaña de cabelleras femeninas,


producto de la más real infatuación;

Podrás perfumarte con el aroma de las uvas, de los cerezos, de los higos y
de las ciruelas, dibujando en tu piel la dulce tinta de un tinto Malbec de
pampas argentinas;

Pero no habrá perfume que te hunda, que te sumerja y que te embriague


tanto como es la soledad; no hay manera de eliminar tan amante y a su vez,
tan pérfido éter. Hará que te enamores de ella, caerás, y creerás estar
acompañado de su amargo aroma.

A veces preferimos aromas cítricos, otros moderados, incluso florales, pero el


aroma de la soledad es abismal y abarca todos los matices que puedas
imaginar. El aroma de la soledad durará hasta que las deidades se apiaden
de tu física existencia, prevalece aunque estés rodeado de un harén de
preciosas joyas con silueta de mujer, y con aromas más penetrantes, pero
eso no va a importar, pues el aroma de la soledad no solo se quedó en las
conexiones eléctricas de vuestro cerebro, pero ya llegó a los profundo de
vuestra alma.

Francisco Pazmiño.

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