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Amor por accidente

Samantha Conde C.

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Gracias Yaz

Gracias mamá

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{PROLOGO}

S
erene Boucher es una niña mimada, inteligente, pero nadie le
puede quitar de la cabeza aquellas historias de princesas que
conocían al amor de su vida en un baile real y que
finalizaban en un “y vivieron felices para siempre” algo tonto ¿no?, pero así
es ella, piensa que tiene el mundo a sus pies, pero pronto va a topar con
pared y esa pared tiene nombre, es…Ferdinand Cordier.

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{El centro comercial}

L
as siete de la mañana, la hora indicada para ir al colegio,
obviamente el más caro de todo París. Hoy por fin mi padre
me dejará salir sola de compras, creo que tiene miedo de
que me gaste toda la tarjeta de crédito.

Recuerdo la última vez que salí sola de compras, mi padre terminó


con una deuda de casi diez mil dólares, pero toda la culpa es de Pauline,
mi mejor amiga, si ella no me incitara a comprar no habría problema
alguno, sin embargo eso no es así, Pauline es la típica chica que tiene
dinero pero no lo gasta sola, está obsesionada con los zapatos, tiene
alrededor de un par para cada día del año, es la envidia de todas las chicas
del instituto excepto yo.

Al contrario de Pauline, soy algo introvertida y no hago amistad con


cualquiera que esté fuera del círculo social de mi familia.

Pero en fin, hoy es mi gran día, después de mis clases en la


universidad Saint-Germain-des-Prés. Acordé con Pauline que
esperaríamos a que la limusina de mi padre llegara a recogernos e iríamos
cual locas a comprar lo último en moda, he estado esperando este día toda
mi vida, me compraré los vestidos de las pasarelas de Yves, Chanel, Louis
Vuitton, Prada, Etro, Burberry, etc…podría seguir nombrándolas. Así es,
como ya se imaginarán, soy una adicta a la moda, mi madre trabaja para
la revista Haute Couture y mi padre es el Presidente de “Meilleur Mode”
alias “M&M”, si, como los chocolates.

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—El desayuno está preparado señorita— ha indicado la sirvienta—
baje antes de que se enfríe.

— ¡Allá voy! — grito molesta con ella, aunque alegre por mi gran día.

Al bajar veo la mesa tendida con toda la comida sobre ella, primero
mi vaso de jugo de frutas, la sirvienta acostumbra hacerme de fresas ya
que es mi fruta preferida, aunque a veces lo haga de naranja o mandarina
por falta de tiempo. El desayuno de hoy consta de:

• Jugo de frutas.
• Ensalada de frutas o de verduras, aunque yo no la como y
siempre termino dejando todo a medias y por eso me castigan.
• Mi sopa o algún caldo con verduras.
• Una taza de café o té.
• Pan, pastel o cualquier otro postre con harina.

Y siempre es la misma rutina, excepto hoy, este día sería especial.

Llegué antes de lo planeado a la escuela y nadie estaba en el salón;


por lo que tuve que acomodar las bancas y barrer el piso

— ¡Iug! — exclamé al tocar un chicle pegado debajo de una de las


bancas, se me quedó en la mano, tenía pelos y basura de lápiz mezclados
en esa…esa cosa— que asco— dije en voz alta aunque sabía que nadie
podía escucharme.

—Hoy no hay clases pequeña, se supone que iría de excursión tu


grupo— dijo una voz fuera del salón.

Salí a ver quién era y me topé con mi asesora de grupo.

—No lo sabía—dije preocupada.

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—No me extraña, si no estuviera hablando en todas las clases con
Pauline hubiera puesto un poquito de atención— reprochó— ahora me
temo que le hablaré a su padre para que vengan a recogerla.

— ¡No!, es decir, no es necesario, alcanzaré a los chicos en la


excursión, ¿Dónde se encuentran? — pregunté intrigada del lugar y
angustiada por que mi padre no se enterara de esto.

—Están en el edificio de Meilleur Mode señorita Boucher— dijo con


una sonrisa en su rostro.

Maldita, ella sabía que es la empresa de mi padre, ahora si me ve


llegando tarde me matará, literalmente, y no me dejará ir de compras, no
lo puedo permitir.

Salí al estacionamiento en busca de la limusina para que me llevara


al trabajo de papá, pero no estaba ahí, hoy después de todo no iba a ser
un día tan perfecto.

Fui a las bodegas a ver si había algún camión o algún transporte


para los que nos quedamos, pero nadie estaba ahí, no puede ser tan malo,
alguien se tuvo que haber quedado aquí también, no puedo ser la única.

Fui a la parada de enfrente para tomar un taxi, <<mi bolso se quedó


en la limusina, mi dinero, esto no puede estar pasando>> pensaba
mientras caminaba.

¿Por qué a mí?, ¿Por qué justo hoy se me tuvo que olvidar la salida?,
esto no puede empeorar.

Un consejo, nunca digan “esto no puede empeorar”, porque sí puede.

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Ahora está lloviendo y yo estoy en la banqueta mojada de pies a
cabeza y sola frente a mi escuela

— ¿Quieres que te lleve? — dijo un chico que estaba a mi lado


estacionado.

— ¿Tan mal me veo como para causar lástima? — pregunté triste.

—Algo, ahora te llevo o no— dijo con displicencia.

—Prefiero que me arrolle un auto antes de permitir que me lleves—


respondí.

—Como gustes—dijo antes de arrancar en su auto, pero como estaba


en rojo el semáforo, no avanzó mucho.

Me levanté para regresar a casa caminando cuando una motocicleta


pasó rápido sobre un charco en la orilla de la banqueta salpicando toda el
agua sucia hacia mí, ¡maldición!, hoy si que no puede empeorar mi
situación.

— ¡Estás feliz! —grité al cielo, estaba furiosa y no sabía cómo


desquitar mi ira, así que eso fue lo único que se me ocurrió.

—La verdad si— respondió alguien detrás de mí, giré lentamente


para ver quién era y para mi nada grata sorpresa era aquel chico que me
vio en la banqueta.

— ¡Piérdete! —dije indignada, molesta, avergonzada y demás


emociones que se me juntaron en ese momento, estaba al borde de las
lágrimas.

—La oferta sigue en pie, si quieres tomarla…

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—Gracias— musité.

—No es nada, pero creo que me debes una disculpa—dijo mostrando


una sonrisa.

—Eso nunca, no estoy tan mal para bajar la guardia de esa


manera— respondí como la persona que mis padres me enseñaron a ser
ante los demás.

—Ya lo veremos—dijo mientras abría la puerta para introducirse en


el auto y me dejaba parada fuera de éste.

— ¿No piensas abrirme?

—No, tienes manos ¿cierto?, creo que puedes abrir una simple
puerta—abrí la boca para repelar pero esta vez no tenía forma alguna de
vencer.

Una vez dentro del coche comencé a pensar en una excusa lo


suficientemente coherente para mi padre.

— ¿En qué estas pensando? — preguntó aquel chico.

—No debo responder, ni siquiera te conozco.

—No, pero estas en mi auto, así que creo merecer una explicación de
lo que te sucedió.

—Me quedé retrasada en una excursión, mi bolso se me olvidó en la


limusina de mi padre, no habían transportes en mi escuela, no llevo dinero
porque estaba en mi bolso por lo que no pude tomar un taxi ni un mugre
camión, está lloviendo y no tengo ropa para cambiarme, la excursión es en
la empresa de mi padre, un hombre en motocicleta me salpicó agua sucia

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en toda mi ropa y veamos ¿Qué más me paso hoy?, ah sí, ahora estoy
charlando con un extraño en un coche— musité enfadada.

—Ya veo, tu vida es una desgracia—admitió.

—Gracias— dije con sarcasmo.

—Perdona, pero ¿Cómo te llamas? — interrogó.

—No te diré— refunfuñé.

—Intento ser amigable, pero si no quieres…

—Pues de hecho no quiero, creí que era evidente— contesté.

—Muy bien señorita arrogancia, si no me dices tu nombre creo que


te llamaré…Yves— culminó sonriente.

— ¿Yves? ¿De verdad me llamarás Yves?, debe ser una broma—


expresé.

—Sí, ya que no me dices tu nombre, me quedo con el de la marca de


tu vestido— mis mejillas enardecieron ante su confesión. Se había fijado
en mi ropa.

— ¿Me dirás tú tu nombre? — indagué.

—No, nombre por nombre, es un buen trato— formuló.

—No me parece justo… espera ¿a dónde vamos? — musité dándome


cuenta de que no le había dicho a dónde iba.

—A mi casa, ya que no me dices a dónde te llevo, yo voy a mi


destino.

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—Oye, necesito regresar a la excursión, ¿me llevas? — dije tratando
de ser amable.

— Y dónde es la dichosa excursión.

—En Meilleur Mode— mascullé molesta.

—Una empresa de moda, será interesante.

Recorrimos casi quince minutos en el auto de aquel chico y aún no


llegábamos, mientras me secaba en la parte de atrás escuchaba la música
de mi iPod que llevaba en la bolsa de mi abrigo con mis auriculares y
tarareaba “the book of love”.

—Que bien cantas— bromeó mi acompañante e hice como si no lo


escuchara— claro, no quieres hablar— y regresó su vista hacia la
carretera.

Aún no llegábamos y ya estaba a punto de terminar el recorrido, si


mi padre no me veía para cuando entraran en su oficina, ahora sí estaría
muerta y mi día se arruinaría por completo.

—Llegamos— advirtió el chico.

Salí de su auto.

—Gracias— musité haciendo una pequeña reverencia

—No fue nada, nos vemos pronto—cerró su puerta y arrancó en el


auto.

Corriendo y con mi vestido arrugado y sucio me introduje en la


empresa, subí en el elevador hasta llegar al piso de la oficina de mi padre y
esperé hasta ver a todos reunidos ahí.

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Pasaron cerca de tres minutos cuando el elevador se abrió con
Pauline abordo y con una sonrisa al verme me recibió.

— ¿Dónde has estado?, espero que con algún chico lindo— insinuó
con una sonrisa.

—Sí, me revolqué en el lodo y después ni tiempo me dio de


arreglarme para que mi padre no se diera cuenta— dije con sarcasmo.

— ¿De verdad? — preguntó contrariada por mi comentario.

— ¡Claro que no!, solo se me pasó lo de la salida y un chico… ¡No me


dijo su nombre! — dije más para mí que para Pauline.

— ¿Te metiste con un chico y ni siquiera sabías su nombre? —


preguntó nuevamente.

—Ya te dije que no me metí con nadie, sólo se me olvidó la maldita


excursión y llegué tarde, me pasaron mil desgracias en mi trayecto y un
chico DEL CUÁL NO SÉ SU NOMBRE— recalqué— me trajo en su auto.

—Qué pena, pero llegas a tiempo, no he visto a tu padre, que suerte


tienes— << ¿Suerte?, ¿Qué te pasen mil desgracias es suerte?>> pensé.

—Al menos no todo está arruinado—murmuré antes de entrar a la


oficina de mi padre con el resto del grupo.

Mi padre nos explicó todas las funciones de su empresa, nos habló


de moda, de todo lo que él hacía ahí y la mejor parte, de todo lo que gana
en un día normal de trabajo. Lo sé, mis padres tienen el mejor trabajo del
mundo en el mejor lugar del mundo.

Hubo un momento de la charla en el que se me quedó viendo, a


juzgar por su mirada diría que estaba sorprendido por mi aspecto.

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Al pasar por un cristal del edificio me vi reflejada y daba pena o tal
vez asco. Mi cabello estaba esponjado y lleno de hojas secas ¿de dónde
salieron las hojas? No importa, mi vestido parecía sacado de un basurero y
mi rostro tenía manchas de mugre, me veía fatal, creo que ni en mis
peores momentos me he visto así. Ahora que lo pienso, pobre del chico que
me trajo, de verdad debí dar una primer mala impresión pero lo bueno es
que jamás lo voy a volver a ver.

Salimos del recorrido por la empresa y nos dirigimos de regreso a la


escuela. Pauline trató de no hacer algún comentario alusivo a mi mal
aspecto, pero a juzgar por su rostro explotaría de risa en cualquier
momento por mi imagen. Y así fue, la risa estalló en cuanto bajamos del
transporte.

—Es que no puedo creer que estés así y peor aún, que un extraño te
haya traído— dijo entre risas.

—Yo menos, pero ya se pasará todo, ahora iré a mi casa a


cambiarme y te veo en el centro comercial— culminé y fui hacia la
limusina que ya me esperaba.

—Cambio de planes, vamos a casa— ordené al chofer.

—Como ordene señorita— dijo sin chistar y continuó de camino a


casa.

Al entrar la sirvienta estaba acomodando la mesa para la comida


“familiar” sin mi padre obviamente ocupado por su trabajo, por lo que sólo
mi madre y yo estábamos en la casa, salvo por las personas de servicio.

—Hola cari… ¿Qué te ha pasado?, ¿Alguien te asaltó? — dijo


realmente asustada.

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—Hola mamá, te vez bien y también me da gusto verte— contesté
con sarcasmo.

—Lo siento Serene, pero de verdad te ves fatal.

—Lo sé, y es una larga historia que no puedo contar por falta de
tiempo, saldré con Pauline y solo vine a cambiarme de ropa y a ducharme.

— Entonces no te distraeré más, sube a hacer lo que tengas que


hacer y listo, puedes irte— por fin entendió que no tenía ganas de hablar.

Subí a bañarme y a arreglarme para ir al centro comercial, elegí un


vestido corto de Versace y fui hacia la limusina.

— ¿Lista señorita? — preguntó el chofer.

—Seguro, ahora no parezco vaga ¿Verdad? — pregunté.

— Claro que no señorita, ahora si no se le olvida nada, nos vamos.

Condujo hasta dejarme en la puerta del centro comercial.

—Llámeme media hora antes para venir por usted— indicó.

—Por supuesto, dígale a mi padre que tengo una buena explicación


por lo que vio.

—Como ordene, con su permiso— arrancó el auto y se alejó de aquel


lugar.

Caminé hacia el interior y me quedé boquiabierta, todas las marcas


en un solo lugar y dispuestas a que yo comprara en ellas y encantada lo
haría.

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— ¡Serene! — gritó Pauline para llamar mi atención, pues estaba
embobada viendo todas las tiendas que me rodeaban— ¿Lista? — dijo
mostrando su tarjeta de crédito.

—Por supuesto.

Y nos adentramos al mundo de las compras, dábamos vueltas por


aquí y por allá, comprando desde ropa interior hasta accesorios que tal vez
jamás usaríamos, pero nada importaba, hoy era nuestro día.

Agotadas por tanto comprar <<sí, comprar también cansa>>,


decidimos entrar a comer a un Mc Donald’s que estaba dentro del centro
comercial.

Estaba a punto de sentarme cuando alguien jaló mi silla y caí de


sentón en el suelo.

— ¡Perdona! No me fijé ¿Te encuentras bien? — dijo una voz del otro
lado de mis cosas nuevas regadas en el piso.

— No idio… ¿tú?— exclamé.

Del otro lado estaba el rostro del chico que me llevó a la excursión,
esto no me puede estar pasando.

— Hola Yves, veo que ahora eres ¿Versace? — preguntó sonriendo


mientras mi amiga me observaba boquiabierta.

— ¡Piérdete! — grité metiendo furiosamente las cosas a sus


respectivas bolsas.

—Déjame ayudarte con eso— dijo mientras empacaba otro tanto de


mis pertenencias— esta vez no me des las gracias Versace.

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— ¿De qué rayos hablan? — dijo Pauline totalmente fuera de lugar
por aquella situación tan extraña.

— Mi nombre es Ferdinand Cordier— dijo aquel chico tendiéndole la


mano a mi amiga—conocí a Versace justo hoy en la mañana.

—Soy Pauline la amiga de “Versace” — dijo sonriente mientras yo


seguía metiendo cosas.

—Mucho gusto, veo que tu amiga siempre anda con mala suerte.

—Nunca le pasan estas cosas, pero hoy no es su día— musitó


Pauline.

—Gracias por la ayuda FERDINAND— dije recalcando su nombre


pero no tengo tiempo para quedarme a conversar, fue un gusto verte de
nuevo, si nos permites…

—Déjame invitarte unas papas o algo para compensar todo lo de hoy


¿Si? — musitó esperanzado a que aceptara.

—Encantadas— se adelantó Pauline.

— ¿Ahora si me dirás tu nombre? — me preguntó.

—No, me quedo con mis marcas— contesté esperando a que Pauline


entendiera que no tenía ganas de seguir con esto.

—Como gustes preciosa…

— ¡SERENE!, me llamo Serene, no me vuelvas a decir Preciosa por


favor— confesé.

—Serene no está mal tu nombre, sin embargo yo me quedo con


preciosa— me guiñó y fue por la comida.

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— ¡Qué lindo!, preséntamelo— dijo Pauline.

— ¿Estás loca, ciega, bizca o mal de la cabeza?, no es lindo, es


molesto y creo que él ya se tomó la molestia de presentarse.

—No, tú estás mal, él es lindo podría pasar por modelo y eso


explicaría su buen ojo para las marcas además de que es amable y…

—Arrogante— complementé— es alguien desagradable para mí y no


pienso quedarme aquí por más tiempo.

— ¿Por qué no te negaste a la comida entonces? — preguntó Pauline


con una estúpida sonrisa de insinuación en su rostro.

—Porque eso se llama cortesía y educación— respondí sin dar más


detalles.

—Entonces, si está disponible iré por el— confesó Pau.

—Como gustes, me tiene sin cuidado.

—Entonces no se diga más, deséame suerte— dijo antes de


levantarse e ir con él.

Pasaron diez minutos y aún no llegaban con las cosas así que me
levanté para irme por Pau y salir de aquí, pero al dar la vuelta los vi juntos
regresando a mi dirección. Al parecer los dos ahora se llevaban de
maravilla.

— ¿Entonces cuándo puedes? — preguntó Ferdinand a Pau.

—Tú pon fecha y con gusto salimos.

— ¿También irá la preciosa de ahí? — dijo señalándome.

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—Ya te dije que no…

—No, ella no nos acompañará— interrumpió mi amiga.

—Qué lástima, tenía ganas de disfrutar más tiempo con ustedes dos,
pero por lo visto tendré que estar sólo contigo Pauline— molestó
Ferdinand.

—Bueno, los dejo, mi padre me llamó hace un rato y quiere verme


con urgencia por lo del negocio, que disfruten con su tarde— mentí y me
levanté dispuesta a irme por un taxi.

—Te llevo a tu casa, yo también debo irme— invitó Ferdinand.

—Gracias, pero la limusina me espera afuera— aunque no era cierto,


se supone que tendría que llamarla media hora antes, que tonta soy.

—Mínimo déjame ayudarte a llevar todo esto al auto, no creo que


puedas sola— insistió.

— ¿No aceptas un no por respuesta cierto?

—Veo que nos estamos conociendo.

Cogimos las bolsas y nos encaminamos hacia el estacionamiento


<<Debí llamar a la limusina, ¿Qué hare ahora?>> pensaba mientras nos
acercábamos un poco más al estacionamiento.

—Listo preciosa ¿dónde está la limusina? — preguntó a sabiendas


de mi nerviosismo.

—Por lo visto no ha llegado, pero pediré un taxi— solucioné.

—De ninguna manera, yo te llevo.

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—No pienso subirme de nuevo a tu auto.

—Como quieras, entonces no te devuelvo tu ropa— amenazó.

—No estoy jugando Ferdinand, dame mis cosas.

—Yo tampoco, tenemos tanto en común—bromeó—deberíamos salir


algún día.

—En tus sueños, ahora devuélveme mis cosas por favor o tendré que
hablarle a mi padre.

—No me importa, háblale a quien quieras, de todas formas yo no te


daré nada si no subes a mi auto.

—Un momento ¿Y Pauline? — pregunté, no me había dado cuenta de


su ausencia.

—Dijo que se quedaría a seguir comprando ropa—respondió —así


que esta vez no tienes salida.

—Está bien, llévame a la empresa de la excursión y listo— acepté sin


contratiempo, me urgía perderlo de vista.

—No creo que vivas ahí—bromeó—no a menos que seas la veladora


claro está y no creo que lo seas.

—No lo soy, eso es asqueroso—contesté mientras fruncía el ceño.

— Entonces dime dónde vives o te llevo a mi departamento—


amenazó nuevamente.

—Llévame a la casa donde estoy viviendo— respondí


sorprendiéndome a mí misma.

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—Está bien, ¿Dónde te estás quedando?

—En el Boulevard Haussmann— contesté esperando que no se


sorprendiera.

—Wow, vives con ricos ¿cierto?, con razón puedes comprar esas
marcas.

— ¿Claro? — titubeé—ahora ¿ya me llevas?

—Claro, ponte el cinturón porque no suelo conducir muy lento.

Y en efecto, conducía como el infierno, tan rápido que mi cabello se


dispersaba por todos lados en la parte trasera del auto.

—Quita tu cabello de aquí.

—Si pudiera créeme que lo hago.

—Pues en ese caso—se inclinó hacia atrás para tomar mi cabello en


su mano y me ató una liguita haciéndome una coleta— listo, mantén tu
cabello fuera de mi cara.

—En primer lugar tú no eres nadie para tratarme así y en segundo,


no es que yo quiera, tal vez si manejaras más lento…—dije rodando los
ojos.

—Ya entendí, hemos llegado— se apresuró a salir y a abrirme la


puerta del otro lado.

—Vaya, hasta que eres cortés.

—Solo porque hoy me acompaña una chica preciosa—musitó.

—No me digas así—reclamé.

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—No me importa, me gusta más preciosa que Serene.

Nos despedimos dándonos dos besos <<en la mejilla obviamente>> y


caminé hacia mi casa.

Mi papá me debe estar esperando, ¿Qué le diré?, si le digo que un


extraño me llevó porque me vio así en la calle me matará, pero si le digo
que se me olvidó la salida peor aún, no me dejará comprar por el resto de
mi existencia. Debo pensar en una magnífica excusa.

—Buenas noches padre—saludé.

Ha llegado la hora de mi estrepitoso final y más vale que sea fuerte


para no ponerme a hacerles una escena como la de la última vez.

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{La empresa de papá}
a casa se escuchaba deshabitada, ni mi madre ni mi padre

L respondían.

— ¿Hola?, ¿Hay alguien aquí? —pregunté mientras me


dirigía al comedor.

—Hola hija, siéntate, hoy no vendrá tu padre a comer, está en una


cena de negocios y me temo que no puede llegar, pero dime ¿a qué se debe
tu llegada así el día de hoy? —preguntó molesta mi madre, <<oh no, ¡su
ceño está fruncido!, ella no arruga la frente a menos que esté muy molesta,
y hoy es uno de esos días>>—así que él no lo sabrá a menos que quieras
decirlo frente a él…

—No hay nada que explicar, y me da igual si debo explicarle algo a


papá, él ya me ha visto en ese estado— respondí esperando que no
siguiera preguntando.

—Ya veo, no quieres decirme lo que sucedió.

—No es eso mamá, solo que…—suspiré—no fue un gran día y no


tengo ganas de hablar de esto, no lo tomes a mal ¿Sí?

—Te comprendo, pero espero que haya una buena explicación para
todo esto, ya sabes cómo es tu padre y no quiero que te castigue sólo por
cómo te veías.

—Gracias ma—musité agachando la cabeza.

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Subí las escaleras arrastrando los pies en cada escalón hasta llegar
a mi habitación, giré el picaporte haciendo rechinar la puerta y me
introduje en ella, me quité los zapatos y subí a mi cama. Acostada
bocabajo tomé mi iPod y lo encendí esperando mis notificaciones de
Facebook.

Más de quinientos me gusta a una foto mía con un enorme abrigo de


Prada en rojo Valentino y tacones de no más de ocho centímetros en piel
beige con la punta en charol negro, típicos de Chanel, mi padre me los
compró hace una semana por una transacción con un empresario que
logré concretar. Pero eso no importa, en cuanto me duerma y amanezca
estaré muerta.

Mi padre me castigará y no creo soportar otras dos semanas sin ir de


compras a ningún sitio.

La última vez que estuve castigada papá se encargó de cerrar mis


cuentas y quitarme el acceso a mis tarjetas, es por eso que ahora no poseo
ninguna, pero esta vez sí exageré, digamos que mis castigos siempre
dependen de que tan grave es la situación.

Esta vez, como hija de un gran empresario, debo mantener mi


imagen impecable, pues como él trabaja en una de las más prestigiadas
empresas de moda no me puedo dar el lujo de lucir fuera de lugar ni nada
por el estilo, siempre debo usar lo último en moda y hasta ahora lo he
llevado todo a cabo. Pero hoy con mi error al introducirme en esas
condiciones a su empresa estoy segura que lo irrité demasiado.

Mi único consuelo es que al menos pude disfrutar mi último día de


compras con mi amiga, hubiera sido maravilloso si no fuera porque
Ferdinand decidió traerme a casa.

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Dormí como tronco el día de hoy. Mi alarma no sonó y acabo de
despertarme porque mi teléfono estaba sonando con una llamada entrante.

—Bueno—contesté aun adormecida.

—Hola Ser, ¿vas a venir a la escuela? —preguntó Pau.

—Buenos días, que gusto que estés bien.

—Perdona, pero es que estamos en clase y te estoy hablando debajo


de mi mesa, así que ¿sí vienes o no? — demonios, había olvidado la
escuela.

—Sí, enseguida voy para allá—contesté apresurada.

Busqué en mi armario algo que ponerme, el clima no era nada


favorable para los vestidos, así que me decidí por unos jeans, una playera
con cuello en “V” y unos tenis. Algo muy sport para mi propio gusto.

Al bajar mis padres ya no estaban, ambos se habían ido a trabajar y


solo estaba la sirvienta recogiendo la mesa.

—Buenos días señorita, su padre me dijo que cuando salga del


instituto una limusina pasará por usted para que asista a una reunión con
uno de los nuevos accionistas de la empresa—ordenó.

—Gracias—dije dirigiéndome a la puerta.

—Espere señorita, un joven pasó por aquí esta mañana preguntando


por usted, le dije que estaba dormida— ¿Un joven preguntando por mí?

—Y… ¿Cómo era ese chico? —indagué.

—Era alto, delgado, atractivo para las jóvenes de su edad, cabello


castaño claro, ojos café muy claro tanto que parecían dorados, la tez

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blanca y venía con una camisa a cuadros y un pantalón de vestir—
concluyó la descripción—y venía en un auto Peugeot si no me equivoco, de
color negro.

—Gracias—dije molesta.

No puede ser, Ferdinand vino a verme.

Al llegar al instituto ya habían pasado la mitad de las clases y yo no


había entrado a ninguna.

—Con que ahí estás, ¿Qué ha sucedido? —preguntó Pauline.

—Me quedé dormida y apenas me desperté.

—Todos los profesores pasaron lista y ya dejaron las tareas, por


cierto…no sé cómo decirte esto…

—Escúpelo.

—Reprobaste de nuevo psicología empresarial.

—No puede ir peor mi día Pauline, ¿Cuándo son los exámenes de


regularización? —pregunté agotada.

—El martes de la semana que viene Ser, ¿te encuentras bien?

—No, probablemente me castiguen hoy por lo del otro día.

— ¿Por regresar tarde? —rió.

—No te hagas—la regañé—por lo de mi imagen—confesé cabizbaja.

—Pero no fue tu culpa, si aquel chico no se hubiera tomado el


camino a su casa no hubieras llegado tarde.

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—Pauline, es mi culpa por completo, si no hubiera olvidado la salida
a la empresa hubiera evitado todo esto—susurré evitando que las lágrimas
que habían logrado nublar mi vista se derramaran.

—Ven aquí Ser—dijo abriéndome los brazos y estrujándome contra


ella—ya no llores, todo irá bien.

—Es solo que no quiero que vuelvan a salirse de control las cosas
Pau, no sé cuándo permití que todo esto me sucediera en un día.

—Pero no todo es tan malo, al menos conociste a un chico


guapísimo.

—Eso no ayuda mucho para consolarme.

— ¿Vas a negar que estaba lindo? —recriminó.

—No estaba lindo, ya te dije que no es mi tipo y que me resulta de lo


más arrogante su actitud.

—Lo que tu digas, solo te recuerdo que yo lo pedí primero.

—No me interesa—sentencié.

Entré a la siguiente y última clase lista para prestar la mayor


atención posible, pues era la materia que había reprobado y de verdad
necesitaba aprobar su materia o le daría más razones a mi padre para
reforzar el castigo.

—Y es así jóvenes, como la psicología nos puede ayudar a contratar


al mejor personal y más calificado para nuestras empresas—puntualizó el
señor Baker

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— ¿Nos vamos? —preguntó Pau del otro lado del salón mientras los
demás alumnos salían corriendo hacia sus respectivos automóviles.

—Lo siento Pauline, hoy vendrán por mí.

— ¿Problemas con la empresa? —interrogó.

—No, sólo es un nuevo inversionista.

—Suerte Ser, ya me darás las buenas nuevas de tu adquisición.

Me dio dos besos y se retiró a su motocicleta.

Caminé hacia el estacionamiento esperando a ver a limusina, que en


efecto, ya se encontraba esperándome.

—Buenas tardes señorita, su padre necesita de su presencia


urgentemente en la empresa, espero que la señora Valois le haya
informado.

—Sí, lo hizo y por cierto puede llamarme Serene, Ser o como guste,
creo que llevamos demasiado tiempo conociéndonos como para seguir
tratándonos de “usted”.

—Como guste…s Serene—sonreí ante su detalle.

—Gracias…

—Joseph—terminó mi frase.

—Ok, gracias Joseph—noté como su boca se curvaba en una leve


sonrisa.

Mi chofer prácticamente era como mi abuelo, siempre hablaba


conmigo cuando era pequeña, me consolaba cuando estaba triste, estuvo

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en todos los momentos buenos y malos desde mi infancia y yo no puedo
seguirlo tratando como alguien ajeno a mi vida, realmente para mí es como
alguien más de mi familia.

—Llegamos Serene, tu padre debe esperarte ahí dentro.

—Gracias Joseph.

—Suerte Serene, y estoy seguro de que podrás concretar la


inversión—dijo con cierta esperanza en su rostro antes de retirarse y
dejarme justo en la entrada del lujoso edificio.

} {
—Adelante señorita Boucher—invitó mi padre.

—Papá, sabes que puedes llamarme Serene ¿cierto?

—Lo sé hija, pero no debo mezclar la familia con los negocios.

—Bueno, dejemos estas tonterías para otro momento, ahora dime


¿dónde está el inversionista?

—En la sala de juntas esperando—resopló—ten cuidado, es algo


“especial” —dijo acentuando esas palabras haciendo unas comillas con los
dedos.

—Lo tendré, ahora si no hay más indicaciones, me iré a concretar


este asunto.

28
Salí del despacho de mi padre hacia la sala de juntas repitiendo cada
una de las cláusulas de los contratos, las respuestas a las preguntas más
frecuentes, la misión, visión, etc. de la empresa hasta llegar a la puerta de
la sala.

—Buenas tardes señor, lamento y ofrezco mil disculpas ante mi


tardanza—recité mientras cerraba la puerta de espaldas a la sala.

—No te preocupes preciosa—Maldición, maldición, maldición, esto


no puede estar pasándome.

Giré para ver el rostro de Ferdinand observarme divertido por mi


expresión. Estaba más que roja, esperaba encontrarme hasta a un perro
sentado en ese lugar pero jamás me lo hubiera imaginado a él.

—Veo que te he sorprendido.

—Para nada señor Cordier, ahora bien, me han informado que


quiere hacer una inversión en M&M.

—Está en lo correcto preciosa—ya no lo soporto más, si vuelve a


llamarme así no podré contenerme.

—Ahora bien, creo que sabe en qué precio oscilan nuestras


acciones—continué tratando de parecer lo más seria posible.

—El dinero no es problema si es lo que está insinuando señorita…

—Serene Boucher—complementé—ahora, debe firmar antes estos


papeles para poder realizar las transacciones indicadas—tendí todos los
papeles sobre la mesa tal y como había visto hacer a mi padre.

Ferdinand tomó el contrato y ni siquiera se tomó la molestia de


leerlo, así sin más lo firmó.

29
— ¿No lo piensa leer? —pregunté notablemente sorprendida.

—No, confío plenamente en la empresa, ahora sólo tengo una duda


¿qué beneficios tengo con todo esto?

—Recibir un porcentaje de las ganancias de la empresa—respondí


automáticamente.

— ¿Y qué pierdes si decido no firmar?

—A un inversionista, creí que era obvio—contesté algo molesta por el


rumbo de la conversación.

—Sabes de lo que estoy hablando, ahora contesta o perderás a un


inversionista—ordenó con esa horrible sonrisa sancarrona tatuada en su
rostro.

—Muy bien, no pierdo nada—contesté tratando de disimular mi


preocupación.

Estaba mintiendo, si perdía esta inversión mi padre no me dejaría


hacer las prácticas del instituto aquí y qué decir del castigo que
obviamente traería esto.

—Muy bien, en ese caso…—tomó los papeles a punto de partirlos a


la mitad.

— ¡NO! —grité desesperada.

—Creo que ya nos estamos entendiendo.

—Está bien, está bien, ¿Qué quieres a cambio de firmar esos


papeles? — mascullé con una cara de pocos amigos.

— ¿Te parece una cita? — respondió.

30
—Ni loca…—y volvió a tomar los papeles—…rechazaría tal oferta.

—Pero eso no es todo, estarás a mi disposición por una semana.

— ¿Se le ofrece algo más a su majestad?

—Nada más preciosa, ahora corre feliz a disfrutar de tu nuevo


logro— musitó mientras se ponía de pie y me daba los documentos—solo
no quiero que rompas la promesa.

—Idiota—susurré mientras el giraba el picaporte de la sala para


salir.

Se detuvo frente a la puerta girando la cabeza para verme

—Pero por toda una semana seré tu idiota—enfatizó.

No pude mantenerle la mirada fija en sus ojos y me agaché para


evitar nuevamente aquel contacto visual que me era tan incómodo.

Sentí el móvil vibrar en la bolsa trasera de mi pantalón y lo saqué


para ver de quién se trataba.

“Mañana paso por ti a las 4 para ir a comer Atte: Tu idiota”

Volví a releer el mensaje sin darle crédito al texto que tenía ante mi
¿De verdad accedí a este trato por el negocio de mi papá?, ¿tanta era mi
desesperación por conseguir la inversión? Me estaba volviendo loca.

Caminé saliendo de la sala de juntas dispuesta a entregarle los


documentos a mi padre y retirarme del edificio para darme un respiro de
todo lo vivido en estos dos últimos días.

—Felicidades—dijo mi padre esperándome en la recepción.

31
—Gracias, fue… sencillo.

—No seas tan modesta pequeña, estoy orgulloso de ti—dijo con una
amplia sonrisa en su rostro.

—De verdad no fue nada—dije tratando de disminuir la atención que


todos ponían en mí.

Papá jamás me llamaba “hija” en el trabajo, siempre era “señorita


Boucher” o simplemente “joven Serene” pero esta vez se veía notablemente
feliz.

—Bien Serene, ve a casa y ya hablaremos más tarde, ni creas que lo


pasaré por alto—sentenció, esta vez no tenía escapatoria.

Joseph me recogió en la empresa y subí sin ánimo a la limusina.

— ¿Te encuentras bien? — cuestionó Jos.

—No, la noche será complicada para mi Jos, no sé qué haré si me


vuelve a castigar—confesé.

Debía hablar con alguien sobre todo esto y tal vez Jos era la persona
indicada y con la madurez suficiente para apoyarme.

— ¿Se puede saber esta vez por qué te castigará?

—Claro, por ir cual vaga a la empresa de papá— contesté frunciendo


a boca.

—Ya veo, lo siento mucho, creo que no te puedo sacar de esta.

—No te preocupes, no es tu culpa—dije sacudiendo la mano para


restarle importancia a mi situación.

32
Nadie más mencionó algo durante el recorrido a casa, simplemente
necesitaba ahogarme en mis pensamientos y olvidar todo, tal vez después
de todo esto mi cita con Ferdinand sería mi única forma de salir de casa.

Al llegar a casa mi madre ya me esperaba con una tarjeta en la


mano, la hora de mi juicio final ha comenzado.

—Estoy lista— dije de manera cantarina.

—Espera jovencita, alguien te ha dado algo— se quitó de donde


estaba para mostrarme un ramo de tulipanes—esto merece una
explicación ¿no crees? — extendió la tarjetita que sostenía hace un
momento.

“Espero que las recibas con gusto Atte: El idiota”

—Mentiría si te dijera que puedo explicarlo—murmuré viendo ante


mi ese precioso arreglo.

— ¡Serene ha completado…—la voz de mi padre se fue apagando


conforme se acercaba a ver el arreglo!— ¡¿se puede saber qué rayos hace
eso en mi casa?!

—No tengo idea, no sé qué es esto ni quien lo ha dejado—grité


molesta.

—Serene Boucher, le hablan en a puerta—avisó la sirvienta dejando


toda la atención puesta en mí.

—Ve a ver quién es—dijo mi madre.

Abrí la puerta para ver quién era y… ¡maldición!, no esta vez.

33
{En mi casa no}

E
sta vez se presentó en mi casa, ¿en qué estaba pensando al
presentarse de esa manera aquí?, ni siquiera mis padres
sabían que yo ya lo conocía y no estaba esperando que se
enteraran de esta manera.

Giré sobre mis talones para permitirle la entrada a mi casa, pero al


observar a todos mirándome no pude evitar poner mala cara y hacer un
mohín.

—Buenas tardes señor y señora Boucher—saludó respetuosamente a


mis padres dejándome boquiabierta.

—Joven Cordier, gracias por aceptar la invitación de venir a hablar


de negocios—correspondió el saludo mi padre.

Ahora sí no sabía a qué venía todo este drama, ¿ahora ya se había


metido en la bolsa a mi padre?, qué sigue ¿Qué se gane la confianza hasta
del perro?

— ¿El…se queda? —tartamudeé torpemente.

— ¿Qué te sorprende? —preguntó evasiva mi madre.

—No, no es nada, es solo que papá nunca…

—Debemos habar—interrumpió mi madre mientras me llevaba


escaleras arriba hacia la terraza.

Una vez arriba, se limitó a posarse cerca del barandal admirando la


vista. Desde este sitio se podía ver la mitad de la ciudad completamente

34
iluminada por los faroles de las calles y de los coches que transitaban de
un lado a otro.

—Ehm…ehm—me aclaré la garganta.

—Hija, no hagas eso de nuevo delante de tu padre—ordenó mi madre


clavándome una mirada asesina—te estás comportando extraña, ¿sucede
algo?

Dudé en decirle la verdad a mi madre y dejarme llevar por mis


emociones, pero preferí aguantar y no hacer sufrir con mis problemas a
mis padres.

—No pasa nada ma—dije con una sonrisa fingida.

—Te creeré, pero ahora que tengo tu atención, me vas a decir por
qué estabas así el otro día—y emití un enorme suspiro.

—Me olvidé de una excursión a la empresa de papá, comenzó a llover


y una motocicleta me empapó de pies a cabeza, en cuanto a las hojas no
puedo darte una explicación por que ni yo tengo idea de cómo me hice de
ellas—me sentí aliviada al decirle todo…o bueno, la mayor parte de la
historia.

—Bueno, me has dejado sin palabras Serene, no sé qué decirte.

—Un “no te castigaremos” sería suficiente—dije con una risa de


amargura.

—No te preocupes hija, tu padre no se enterará, se lo importante que


es para ti salir de compras—no agregó nada más y se retiró de la terraza.

La imité unos minutos más tarde con la esperanza de que aquel


chico se hubiera marchado.

35
Traté de pasar directamente a mi habitación sin hacer ningún ruido
que me delatara en las escaleras, giré para ir al pasillo de mi cuarto y la
puerta del baño del frente comenzó a crujir por el movimiento del
picaporte.

Tratando de no perder la calma me introduje rápidamente a mi


habitación mientras espiaba por una rendija.

Ferdinand salió del baño con la cara empapada y recién lavada <<al
menos tiene educación>> pensé, cuando torpemente me recargué en la
puerta para ver más de cerca y ésta se abrió por completo dejándome caer
de boca frente a él.

— ¡Pero qué demonios! —Gritó alarmado por mi caída— ¿Qué


estabas haciendo? — preguntó confundido sin ayudarme a levantar.

— ¿Me ayudas a ponerme de pie? —reproché con mala cara.

Me tendió una mano y la tomé mientras me ponía de pie, levanté la


vista y lo encontré observándome con algo de preocupación.

—Bien, mañana hablaremos al respecto—dijo confundido mientras


se pasaba una mano por el cabello.

—Ni lo recuerdes—espeté.

— ¿Tan malo es?

—Más de lo que te imaginas.

— ¿Más que tu caída? — “arrogancia detectada”

— Largo de mi casa—susurré señalando hacia la salida.

36
—Esto depende de tu padre, no de ti—culminó dirigiéndose escaleras
abajo.

Me fui directo a mi dormitorio esta vez sin repararme a darme un


baño antes de dormir.

} {
Por fin sábado libre de la universidad y de trabajos escolares <<
¡Ring!>> suena mi celular desde el otro extremo de mi cama.

— ¿Hola? — contesté.

—Hola Ser, perdón que te despierte tan temprano, pero me ha


hablado aquel chico del centro comercial... —dejó de hablar por unos
segundos— ¿cómo se llama?

—Ferdinand—musité mientras rodaba los ojos.

—Ah cierto, Ferdinand, llamó para invitarme a salir hoy—chilló de


emoción, tal era el furor que dejó caer el celular al suelo—perdona por eso
Ser, estoy tan emocionada.

—Pues felicidades.

—No te escuchas muy feliz que digamos.

—No, no, de verdad que estoy contenta por ti—fingí una risita para
corroborar mi felicidad “juro desde este momento que no dejaré que ese
cretino se aproveche de mi mejor amiga” me repetí.

37
—Te creeré, pero no tengo que ponerme así que qué dices si salimos
de compras…—dudó por unos instantes— ¿o estás castigada?

—Aún no, pero aprovecharé al máximo ¿paso por ti?

—No, es mi turno de llevarte, espero estés lista a las 4—y colgó sin
despedirse

— ¿Bueno? —dije mirando perpleja a mi celular.

Bajé de inmediato a desayunar con mis padres, pero a juzgar por la


expresión de mi padre esta no sería para nada una mañana tranquila.

—Buenos días—saludé en general a todos en la mesa.

—Si piensas que son buenos…—masculló mi padre.

Con un inmenso miedo apoderándose de mí decidí posarme en mi


habitual asiento a desayunar con ellos.

—Si crees que dejaré que las cosas se queden así está muy
equivocada señorita—inició mi padre. Miré a mi mamá en busca de apoyo
pero ella hizo como si no existiese ahí.

— ¿A qué te refieres?

—Ni creas que lo he olvidado Serene—soltó al fin mi padre.

—No sé de qué estás hablando—mentí.

—Una cosa es que sea paciente y tolerante y otra que me tomes


como estúpido—estalló en ira mientras mi mamá se retiraba del comedor
dejándonos a solas.

Y yo necesitaba testigos para el homicidio que me iba a preceder.

38
— ¿Quieres la historia larga o el resumen? —contesté cruelmente.

—Solo quiero saber la verdad—tomó por fin asiento.

—Olvidé la excursión a la empresa pa y luego un chico en


motocicleta me salpicó un charco encima y las hojas en mi cabello son lo
único que no puedo explicar, ¡pero eso no es un maldito crimen! —por fin
estallé harta de responderle la misma pregunta a todas las personas que
me vieron así.

—Perdona hija, sé que he sido muy duro, pero esto se merece un


castigo, no por lo que te haya pasado, si no porque no lo dijiste antes—
esta vez no podía salvarme, él tenía la razón.

— ¿Cuántos días?

—Una semana será suficiente—concluyó y se levantó de la mesa—y


no quiero discutir nuevamente sobre esto.

—Ni yo.

Me levanté de mi asiento y fui directo a mi habitación sin la


intención de cruzar palabra con nadie, pero mi celular volvió a sonar.

—Bueno, no estoy de ánimo para hablar Pau, márcame en otro


momento—dije y colgué, pero el teléfono volvió a sonar.

— ¡No me vuelvas a colgar!, estoy preparándome para ir de compras


y quería saber qué color de zapatos llevar…

—Ahora no Pau, no ando de humor—interrumpí.

— ¿No irás cierto? —resopló, solamente ella podía adivinar lo que me


pasaba con sólo hablar por teléfono.

39
—No, no lo tengo permitido, pero espero y te la pases increíble con
tu cita.

—Gracias, eres una amiga fenomenal Ser, por eso te amo—dijo


chillando de emoción.

—Cuidado con lo que dices o tu cita me golpearía por recibir de tu


amor—y ambas soltamos una carcajada.

—De verdad gracias, y lo siento mucho—dijo antes de colgar.


Nuevamente no se despidió de mí.

La comida pasó muy rápido y demasiado silenciosa, se reprimió a la


típica charla de “¿Qué tal tu día?” “¿Me pasas la sal?” y ese tipo de cosas.

Subí de nuevo a mi habitación y puse una película para distraerme


un rato, estaba tan entretenida que cuando sonó mi celular y lo cogí vi
cinco llamadas perdidas de un solo número.

— ¿Bueno?

— ¡Te he estado marcando y no contestabas!

—Perdón por no estar a tu disposición las 24 horas del día—


mascullé irritada.

—Solo te llamo para recordarte que paso por ti a las seis en punto—
dijo del otro lado, me lo imaginé riendo ante su dejo de confianza.

—No me permitirán salir—dije por primera vez aliviada de que mi


padre me haya castigado.

—Veré como lo arreglarlo, te veo a las seis

—Quisiera que no—murmuré molesta.

40
—Cuídate, bye—y colgó.

Me tumbé en mi cama hecha un nudo de confusión ¿Y cómo


exactamente piensa sacarme de mi casa?, no importa, que haga lo que
quiera, estoy segura de que no me dejará salir.

Al terminar la película bajé con el cabello alborotado y me lo cepillé,


vi mi reloj y ya eran 5:45am y comencé a arreglarme para salir, sé que no
debería importarme ir con Ferdinand, pero mis padres me habían
acostumbrado a ser educada.

Me puse un vestido y un abrigo, unos tacones de cinco centímetros y


bajé cuando escuché que tocaban el timbre.

Ante mí estaba un chico alto, muy guapo vestido de traje, al parecer


de Oscar de la Renta, los zapatos perfectamente limpios y qué decir de su
cuerpo, tenía todo en su lugar, era delgado pero sin llegar a ser flaco y
tenía los músculos marcados pero no como los hombres que se ven en la
TV, si no como un modelo de revistas de moda, tal y como los de las
revistas de mi madre

— ¿Me vas a dejar pasar? —dijo el chico frente a mí. Me sonrojé por
mi propia expresión de admiración ante él.

—Cla…claro, adelante—abrí la puerta para que pasara.

Mis padres aparecieron y se quedaron impresionados al verlo ahí.

—Buenas tardes señor y señora Boucher—saludó amablemente.

—Buenas tardes joven Cordier—musitó mi padre— ¿a qué se debe


su visita tan formal? —cuestionó.

41
—Vengo a ver a la joven Serene, no terminamos de firmar todos los
documentos, así que solo vengo por trabajo—mintió, se le daba tan bien
eso de las mentiras, era de admirar para un hombre que finge ser
totalmente honesto.

—Entonces no los entretengo más, vaya a terminar y espero acepte


dejar su dinero con nosotros—mi padre nos abrió la puerta mientras
salíamos.

Una vez fuera me abrió la puerta de su auto y se introdujo detrás


conmigo, pensé que el conduciría, pero traía un chofer, ¡maldición!, debí
traer un vestido más largo y elegante.

— ¿A dónde vamos? —preguntó interrumpiendo mis pensamientos.

—No lo sé, creí que tu decidirías el lugar—respondí tajante sin


voltear a verlo, pues estoy consciente de que luce fantástico de traje y que
no podría dejar de admirarlo.

—Es tu salida, así que escoge el lugar.

—No, yo no quería salir y además hicimos un trato, así que no me


importa el lugar, solo llévame y listo—dije mientras fruncía el ceño.

—Muy bien, entonces vallamos a comer a mi casa—se burló.

—Como quieras—reté encogiéndome de hombros.

Dirigió el rumbo del automóvil hacia otra dirección contraria a la que


íbamos, pero no me asusté, pues sabía que no sería tan cretino como para
llevarme a su casa realmente.

— ¿A dónde nos dirigimos? —pregunté.

42
—A mi casa—sonrió y yo no pude evitar una risita.

—Hablo enserio Ferdinand.

—Yo también—esta vez su semblante era más serio.

—No pensé que…

—Me diste la opción de elegir, así que es lo que hago—interrumpió


dejándome sin habla.

Pasamos unas cuantas calles y nos detuvimos en una casa de dos


pisos pequeña pero la fachada era lujosa.

—Bienvenida a mi departamento—abrió mi puerta y me tomó de la


mano para ayudarme a salir.

Caminamos por todo el patio hasta llegar a su puerta, pero


sorpresivamente aun no me soltaba la mano y tuve que tirar de ella para
soltarme de su agarre. Ferdinand se sonrojó al darse cuenta de la tontería
que había cometido.

Abrió de par en par las puertas del departamento y me sorprendió lo


limpio y ordenado que estaba y lo adornado y lujoso que lo mantenía.

— ¿Sorprendida? —había leído mis pensamientos nuevamente.

—Un poco—admití esta vez, toda la arrogancia había desaparecido


de mí.

—Vaya, veo que comienzas a ser honesta.

—Si sigues con esto vas a morir en tu propio departamento.

—Entendido.

43
Se apresuró a colgar mi abrigo en un closet cercano a las escaleras y
me invitó al comedor.

—Pasa preciosa—de nuevo ese mote, ya me estaba cansando.

Hice lo que me dijo, y al asomar la cabeza en el comedor la


sorpresa de nuevo se marcó en mi rostro, ¡había arreglado todo para
la comida!

—No debiste…

—Ya está hecho, solo disfruta—interrumpió.

Pero no todo podía ser tan perfecto como lo esperaba, mi teléfono


volvió a sonar con Pauline del otro lado.

—Bueno, Pauline no es un buen momento—susurré.

—Ser, Ferdinand no ha llegado.

—Maldición—solté y colgué

— ¿A qué se debe esa expresión?

—Vete con Pauline—respondí con ira hacia Ferdinand.

—Maldición—musitó—lo olvidé por completo—sacó su celular y


marcó un número.

Observé cómo caminaba de un lado a otro pasando su mano por el


cabello en repetidas ocasiones.

—Te lo compensaré preciosa—me jaló del brazo y me sacó de su


departamento.

— ¿Qué sucede? —pregunté contrariada.

44
—Voy con Pau—respondió mientras tiraba de mí hacia fuera.

—Puedo largarme sola Ferdinand Cordier—giré y me fui


rápidamente.

— ¡Perdóname, te lo compensaré! —Gritaba detrás de mí, lo ignoré y


paré un taxi para subirme a él—No es necesario, puedo llevarte.

—Se te hará tarde—respondí y cerré de un portazo el taxi—Al


Boulevard Haussmann—le ordené al taxista.

—Enseguida—respondió.

Comencé a llorar en cuanto arrancó el taxi. Es estúpido, <<no siento


nada por él, no siento nada por él>> me repetía incesablemente, pero mi
mente me evocaba a Ferdinand vestido con aquel traje y no podía evitar el
llanto. Lo peor de todo es la explicación que les daré a mis padres al llegar
así.

45
{Ahora la escuela también}

A
l llegar a mi casa tenía todo el rímel corrido por mis mejillas y
las sombras totalmente mezcladas sobre mis párpados
haciéndolos lucir multicolores. No me esperé a ver a mis
padres, probablemente dirían y supondrían un sinfín de cosas que me
pudieron haber llevado a poner un pie así en mi propio hogar, pero
ninguna de ellas se acercaría, ya que solo fui a una “cita de negocios”.

Me introduje rápidamente en mi habitación y comencé a llorar en mi


almohada sofocando contra esta mis gritos desesperados, jamás me
habían dejado plantada, si acaso el más cercano fue Luke, un chico de
preparatoria que me invitó a salir y llegó muy tarde a nuestra cita, ha sido
la única vez que me han dejado plantada y humillada, pero con Luke
jamás me había sentido tan miserable como con Ferdinand.

¿Por qué tuvo que suceder hoy?, ¿Por qué debía llegar tan bien
arreglado?, bien pudo haber llegado como siempre y no habría reaccionado
así, si no que decidió arreglarse y quedar el mismo día con mi mejor amiga
y lo que es peor ¡Se supone que no debería importarme!

Seguí afligida en mi habitación por este acontecimiento para


después darme cuenta que no valía la pena y que hiciera lo que hiciera
jamás solucionaría nada llorando, así que empecé por cambiar un poco mi
imagen, salí sin permiso hacia la estética del club de la familia a teñirme el
cabello ¿será rosa o naranja?, debía hacer algo para distraerme.

—Señorita, ¿Ha decidido ya lo que desea que le hagamos? —


preguntó la señora de la estética.

46
—Sí, quiero teñirme el cabello de algún color…pero aun no decido
cuál.

—Con el color de tus ojos me parece que te iría bien un naranja.

—Entonces naranja será—decidí, no estaba segura del resultado, ni


de lo que mis padres pensarían, pero no me importaba ahora pues estaba
desesperada por hacer algo que me mantenga alejada de mis propios
pensamientos.

—Necesitaré que espere un poco a que la base se asiente para


después colocarle la segunda capa de color.

—Pero sólo quiero un ligero naranja ¿entiende?…uhm, algo no tan


llamativo.

—Está bien, solo le enjuago el cabello y quedará listo.

—Gracias—suspiré, realmente estaba agradecida con esta señora


por hacer que me olvidara del resto del mundo que seguramente me
recordaría de golpe todo lo que me ha sucedido.

Me miré en el espejo asombrada por mi aspecto, si quería un cambio


definitivamente lo había logrado y drásticamente. La Serene inocente e
ingenua había quedado atrás y ahora se mostraba la Serene seria, la que
había tratado de ocultar todo este tiempo.

Al llegar a mi casa la primera en verme así fue mi madre.

—Hola mamá—saludé pasándome derecho a la sala para ver la


televisión con ella siguiéndome de cerca.

— ¿Qué te ha pasado en la cabeza? —preguntó pausando cada


palabra.

47
—Nada, decidí pintarlo, ya le hacía falta un cambio.

—Pero no de ese tipo de cambios hija, no sabes la estupidez que


acabas de hacer.

— ¿Perdona?, no es ninguna estupidez, de hecho es una de las cosas


más inteligentes que he hecho y de las pocas decisiones que me he
permitido tomar y tu…tu, por primera vez que decido en mí vida, me
regañas y te molestas por algo que si bien no te afecta a ti, ¡A mi si! Así
que si sigues pensando que es una estupidez, es mí estupidez no la tuya—
estallé, me había estado guardando todo esto y justo ahora vine a estallar
y contra mi madre.

— ¡A tu habitación jovencita! —gritó furiosa pero herida por mis


comentarios.

Era muy tarde para pedir perdón y yo muy orgullosa para poder ir a
hacerlo, esto solo empeoraba las cosas, pero si no les ponía un ultimátum
jamás podría decidir algo sola, mis únicas decisiones constaban en el color
de mi blusa, el vestido indicado, el maquillaje que combine…y cosas tan
banales como esas.

Una vez en mi cama <<últimamente mi santuario de reflexión,


literalmente, porque ya hasta me había comprado una cajita con inciensos
y fragancias para aromaterapia>> me tiré esta vez a reflexionar, al menos
para pensar bien las cosas que me estaban pasando.

Inmediatamente esbocé una sonrisa al pensar en la cita de Pauline,


aunque ésta se desvaneció al recordar con quién era. Comencé a
preocuparme por mi amiga, porque estaba sola con Ferdinand y si él fue
capaz de echarme de su casa de esa manera no sé cómo reaccionaría con
Pauline y ella era tan delicada en ese sentido.

48
Decidida salí de mi habitación y corrí bajando las escaleras, tomé las
llaves de mi auto y salí como alma que lleva el diablo hacia nuestro garage.
Una vez ahí abrí la puerta para introducirme y manejar directo a su casa,
cuando una persona pasó corriendo hacia mi casa y tocó el timbre. Pero
decidí no prestarle atención y que alguien más se hiciera cargo de esto.

Corrí en el auto por las calles, por primera vez me sentí realmente
libre, busqué en mi bolsa mi celular para llamar a Pauline per éste se me
olvidó en la cómoda de mi habitación. Aun así continué con mi trayecto
hasta su casa, al llegar aparqué en un lugar frente a la banqueta y salí
furiosa con las manos en puños a los costados. Llamé una vez a la puerta,
pero nadie abrió, intenté de nuevo y esta vez mi amiga decidió abrirme,
pero ella estaba llorando, seguramente por Ferdinand.

—Pasa—susurró abriéndome la puerta.

— ¿Te encuentras bien? —pregunté sin tacto alguno hacia su


situación.

—Sí, las lágrimas son de felicidad—ironizó.

—Ya, ya, he entendido, disculpa, pero me alarmaste después de


verte llorando—la tomé en un abrazo y la consolé hasta que dejó de
sollozar, deben ser como las ocho de la noche y yo sigo aquí en la casa de
mi amiga— ¿Por qué estas así?

—Ferdinand, el…—sollozó nuevamente—él…me dejó…y


salió…porque tenía…cosas que hacer—y volvió a caer en lágrimas, al
parecer no se había dado cuenta del color de mi cabello puesto que no
había comentado algo al respecto y no se había tomado la molestia por
regañarme.

49
—No te preocupes, ya tendrá él sus razones para dejar ir a una chica
tan genial como tú—traté de consolarla. Ella volteó su mirada hacia mí.

— ¡¿Qué le has hecho a tu cabello?! —al menos ya la había logrado


distraer.

—Me gusta así Pau, necesitaba un cambio y éste me vino muy


bien—dije orgullosa de mi decisión.

—Al menos no fue un tatuaje como la última vez que quisiste un


“cambio” —me regañó.

—Al menos mi temor a las agujas me salvó de esa estupidez—sonreí


ante el recuerdo.

Pau y yo acabábamos de salir de la preparatoria y yo estaba furiosa


con Luke, así que decidí hacer un “cambio” tatuándome una mariposa en el
hombro derecho. Pau estuvo conmigo en todo el camino tratando de hacerme
reconsiderar las cosas, pero no la escuché; y no fue hasta que vi la aguja del
“aparato de tatuajes” que me asusté y huí de aquel lugar.

—Gracias por venir Ser, eres una muy buena amiga.

—No hay de qué, pero si no te importa, debo ir a casa o mis padres


se pondrán peor que insoportables.

—No te preocupes, gracias por venir. Nos vemos—me abrió la puerta


y salí hacia la lluvia de la calle.

Me planté en la esquina en la espera de un taxi, pues mi auto


apenas y tenía suficiente combustible como para quedarme varada a
medio camino, pero la mayoría pasaban llenos o bien, no se detenían al

50
hacerles la parada. Estuve ahí durante un buen rato hasta que alguien se
detuvo frente a mí.

— ¿Qué haces así de nuevo? —dijo un voz familiar.

— ¿Te conozco? —pregunté tratando de ver a través del vidrio a


alguna cara familiar.

—Sí—contestó entre risas.

—Si no bajas la ventana no sabré quien eres—espeté golpeando el


vidrio que detenía mi completa visión.

—Yo creo que sí…preciosa—contestó, e inmediatamente supe quién


era.

—Ferdinand, lárgate de una vez antes de que llame a la policía o


comience a gritar—advertí, ese día no estaba de broma.

—Lo siento, fui a tu casa a verte, pero no estabas y creí que te


encontraría en casa de tu amiga—confesó—por cierto, tu cabello luce loco,
pero fabuloso.

—Gracias…—dudé—lo digo por el cumplido, pero jamás te perdonaré


por lo de Pau, ¿qué era aquel asunto tan “importante” que debías atender
como para dejarla así? —no podía controlar mi ira, el simple hecho de que
haya dejado así a mi amiga lo había hecho merecedor a un puesto en mi
lista de “los chicos más odiados” y él encabezaba la lista.

—Tú— contestó seriamente.

— ¿Yo qué?

51
—Tú eras ese asunto tan “importante” que debía atender—musitó
imitando mis gestos.

—Pero…—me dejó sin excusas, el había dejado a Pau por mí.

No sabía cómo reaccionar, por un lado estaba furiosa porque me


dejara y después le hiciera lo mismo a mi amiga; pero por el otro, me había
ido a buscar hasta casa.

—Pero nada, ahora sube y vámonos a tu casa.

—No, no pienso subir a tu auto, prefiero morir de hipotermia y


mojada antes que subirme de nuevo a tu auto—la ira ganó.

—No digas tonterías y sube—su voz se escuchaba más forzada.

—He dicho que no—refunfuñé.

—No me obligues a cargarte.

— ¿Qué?

—Tú lo quisiste—al terminar la frase, me cogió por las piernas y la


cintura y me acurrucó en sus brazos como a un bebe

— ¡Auxilio! ¡Auxilio! —grité mientras él me metía en su auto. Un


hombre se aproximó y lo empujó contra su auto

—Deja a la señorita—advirtió el tipo que se detuvo a ayudarme

—Está ebria, no sabe lo que dice—mintió y aquel tipo se alejó


dejándome indefensa en los brazos de Ferdinand

—Bájame—reproché ya sin esperanza alguna

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—Te lo advertí, no me diste otra opción—se encogió de brazos y
condujo hasta mi casa—listo, ahora puedes irte

—Idiota—mascullé y azoté la puerta tras de mí.

Me introduje rápidamente a casa sin mirar la hora que era, todas las
luces estaban apagadas y no se escuchaba ruido alguno en las
habitaciones. Encendí la luz de mi habitación y miré hacia mi celular que
yacía aun en la cómoda, 2:00am decía el reloj. Solté un grito de estúpida
colegiala en cuanto vi la hora.

Unos pasos rápidos se aproximaron a mi habitación y a sabiendas


de que me habían escuchado me tumbé en el piso envuelta en mis
sábanas para fingir una caída

— ¡¿Qué sucedió?!—preguntó mi madre dando unos tras pies dentro


de mi habitación

—Me caí de la cama, fue solo eso, no te alteres—musité mientras me


ponía de pie

—Buenas noches—cerró de un portazo mi habitación, pues seguía


molesta por mi discusión de esta mañana.

Me fui a dormir y cuando abrí los ojos el sol estaba resplandeciendo


en la ventana de mi habitación me levanté lista para afrontar, esta vez a
mi padre, así que me duché y me arreglé como siempre sólo para estar en
casa, bajé las escaleras y entré como si nada al comedor

—Ya era hora—bufó mi padre

— ¿Hora de qué? —preguntamos mi madre y yo al unísono

53
—De que te arreglaras…el cabello—dijo con una sonrisa—siempre te
veías igual de seria y ahora sí pareces una mujer de tu edad

—Gracias—dudé.

El día transcurrió muy aburrido, creo que empezaba a extrañar mis


discusiones con Ferdinand, ¡en qué rayos estoy pensando!, no, no extraño
nada y punto, si vuelvo a pensar una tontería como tal me golpearé la
cabeza contra un muro para sacar estas ideas.

Después de un largo tiempo pasando del sillón a mi cama y


viceversa, decidí irme a dormir cabizbaja a mi habitación, en definitiva el
peor día de mi vida, sí, inclusive peor que el día de la excursión.

A la mañana siguiente me preparé para la universidad, esta vez no


iba a retardarme y asistiría a mis clases completas.

Hasta ahora en la limusina todo iba bien, nada sospechoso para


arruinar mi día.

Al entrar al salón de clases sólo estaban dos chicas en sus salones,


Eve y Chris, dos tipas que solían coquetear con los chicos populares, por
lo que todos teníamos más que claro a qué nos ateníamos al tratar con
ellas, en caso de ser mujer serías un fácil más en el grupo y al ser un
hombre se sabía que solo querían sexo con ellas

—Buenos días—entró la directora de la facultad de administración al


aula—vengo a presentarles a un compañero más dentro de la facultad, su
nombre es Ferdinand Cordier

—Maldición—dije en voz alta y todas las miradas se dirigieron a mí—


Perdone directora yo no quise…—mi cara ardía en rojo vergüenza

54
—No te disculpes señorita, después hablaremos de tu
comportamiento.

Una sombra comenzó a avanzar y a disminuir su tamaño hasta que


por fin Ferdinand se hizo presente, giró hacia mí y me guiñó un ojo, todos
presenciaron aquel gesto e iniciaron los cuchicheos de mi salón.

55
{El examen de psicología}

N
o sé por qué debo de encontrarlo en todas partes, pero si lo
hace a propósito yo también puedo llevarle el ritmo.

—Joven Cordier, seleccione un lugar vacío y después se


le asignará un casillero—musitó la directora.

—Si—contestó y fue en busca de un asiento vacío que


afortunadamente no estaba cerca de mí.

—No puede ser, ese tonto no nos va a dejar en paz—masculló


Pauline a mi costado y me hizo reír.

—Pero tú lo pediste ¿no?, deberías estar feliz de poder compartir


ocho horas al día con el—bromeé.

—No después de lo que me hizo, pero tal vez tú podrías averiguar el


por qué de su huida.

—No, no creo que quiera hablar al respecto Pau, será mejor que
dejes de pensar en él—sacudí la cabeza para sacar las palabras de
Ferdinand de mi mente <<tú eres ese asunto tan importante>>—y además,
sea cual sea la respuesta no debes darle importancia.

—Tienes toda la razón Ser, ahora él es todo tuyo.

—Ya te dije que no—repliqué molesta porque ella piense que siento
algo por él.

—Como quieras, los dos hacen una linda pareja—continuó con su


sonrisa.

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— ¡Que no! —espeté interrumpiéndola clase.

— ¡Señorita Boucher, salga de mi clase ahora! —ordenó furiosa la


profesora de matemáticas.

—Pero yo solo…estaba hablando un poco y perdí los estribos—dije


fulminando a Pauline con una mirada asesina.

—No me interesa, desde hace un momento estuve viéndote charlar


con tu compañera…la de al lado—señaló a Pauline—y te sales de mi clase
o te daré de baja por una semana.

—Me largo—cogí mi mochila y salí del salón hacia la cafetería.

Al llegar ahí estaba completamente vacía, solo estábamos la cocinera


y yo, pero no estaba tan deprimida para ponerme a platicar con ella como
si fuese un bar tender.

La clase continuó, ya que mis horas con ella eran tres seguidas y
decidí caminar un rato por el campus, con la esperanza de encontrar a
alguien familiar.

— ¿Ya viste al nuevo chico de la facultad de administración? Es tan


encantador—susurró un grupo de chicas que estaban sentadas cerca de
las bancas para comer.

— Dicen que es millonario—respondió otra.

—Por favor Corin, todos aquí somos millonarios, no por nada es la


escuela más cara y prestigiosa de París—y todas rieron ante el tonto
comentario.

—Pero volviendo al tema, es maravilloso ese chico, ya quiero saber


cómo besa—murmuró la que hace un momento llamaron Corin.

57
—Sí, es tan sexy—y todas volvieron a reír.

Molesta por sus comentarios decidí ir a poner un hasta aquí a toda


su conversación.

—Ustedes ni siquiera lo conocen y apuesto que si lo hicieran, él no


estaría besando a cualquier zorra que se le cruce enfrente—alcé las manos
y las dejé caer a los costados llena de ira, salí de ahí tomando camino
hacia mi edificio de la facultad para dirigirme a la siguiente clase, pero las
chicas a las que hace un momento interrumpí iban pisándome los
talones— ¿Cuál es su problema? —giré sobre mis talones para
enfrentarlas.

—No, cual es TÚ problema—respondió la rubia del grupo


apuntándome acusatoriamente.

—Ustedes, ustedes son un problema—respondí agarrando cada vez


más duro las asas de mi mochila.

—Que linda, al menos eres honesta—y me abofeteó.

—No me importa, de todas formas eso no te quita lo zorra—di un


paso hacia atrás para alejarme de ellas antes de que empeorara la
situación.

—Pues a mí sí, no soy una zorra, no más de lo que eres tú y no te


permitiré que hables de mí así—y volvió a abofetearme. Esta vez ya estaba
llena de ira y llevé mi mano al aire para asentarle un golpe para que dejara
de molestarme, pero una mano tomó mi muñeca impidiendo el golpe.

—Suéltame—tiré de regreso mi mano.

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—Preciosa, déjalas, no te rebajes a ese nivel—comentó Ferdinand
tomándome de la mano para alejarme de aquel sitio y yo esta vez no hice el
esfuerzo de liberarme de su agarre, al contrario, lo abracé por la cintura
para cerrarles la boca a las descaradas que nos observaban.

—Gracias—susurré.

—No es nada, no me gustó la forma en que te estaban observando,


daban miedo, parecían gatos cazando a su presa—rió y yo lo imité— ¿por
qué te golpeó una de ellas?

—Yo…yo…no tiene importancia ya—enrojecí al recordar lo que me


había enfadado de su conversación.

—Parece que estoy en boca de todos el día de hoy, unas chicas hace
un rato hablaban de mí.

— ¿De verdad? —el no respondió—pues es que eres “la sensación del


momento—jugué.

—Gracias, por que supongo que eso es ¿un halago?

—No te emociones.

Nos dirigimos al salón de clases y me dejó en mi asiento, me soltó de


la mano, un momento ¿no lo había soltado ya en el camino?, demonios,
todos debieron habernos visto así. Agaché la cabeza dejando caer mi
naranja cabellera sobre mi rostro.

—Me voy a mi asiento—susurró antes de irse.

—Adiós—sacudí mi mano de un lado a otro en señal de despedida.


Patéticamente dio cerca de cinco pasos y llegó a su asiento y yo me dejé

59
caer de lleno en mi mesa, ¿en qué estaba pensando al actuar así?, esto
solo me traerá problemas.

Tocaron el timbre para la siguiente clase, mi némesis, “psicología


empresarial” es una materia muy sencilla pero demasiado complicada para
mí.

—Les recuerdo que el día de mañana se llevará a cabo mi examen de


regularización, los siguientes alumnos serán los que deben asistir:

• Boucher Serene.
• Cordier Ferdinand.
• Dassé Grant.
• Simons Bernard.

—Los veo mañana a las siete en punto, ni un minuto después o se


les quitará el derecho a examen—advirtió el profesor—ahora, saquen el
libro en la página ciento veinticinco y hagan las actividades indicadas por
equipos de tres y al terminar me dan una hoja con las aportaciones que les
dio el ejercicio y de tarea quiero que lleven a cabo esta actividad en la
empresa asignada a sus prácticas y que su jefe selle un formato que
mandaremos.

—Serene—me llamó Pau—hagamos equipo.

—Uhm…si—dije distraída—nos falta uno.

—Completos—dijo Ferdinand uniéndosenos.

—Prefiero hacer equipo con Eve y Chris antes de estar contigo en


uno—repeló Pauline.

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—Pues a ellas les falta una, aún puedes unírteles—contestó
Ferdinand con ese deje de descaro y Pauline solo gruñó en su defensa.

—Ahora si los dos se comportan y dejan de pelearse—musité.

—Está bien—dijeron los dos al mismo tiempo, lo que enfureció aun


más a Pauline y yo solo rodé los ojos en señal de agobio.

—Dice aquí—señalé un párrafo del libro—que hagamos una


¿representación de contrato?, ¿cómo se hace eso? —pregunté.

—A mi no me mires, también la reprobé en mi anterior universidad—


respondió Ferdinand.

—Es una de esas sesiones de entrevista para trabajo—respondió


Pauline.

—Ya entiendo, yo entrevisto—dije inmediatamente.

—Yo… ¿respondo? —ofreció Ferdinand.

—Yo superviso—murmuró Pauline suspirando.

—Muy bien señor Cordier, ¿tiene alguna experiencia en el rubro?

—Si…uhm… ¿de qué rubro hablamos? —los tres reímos.

—Cierto…uhm… de moda supongo—me encogí de hombros—Muy


bien señor Cordier, tiene alguna experiencia en el rubro…de ¿la moda? —
re formulé mi pregunta.

—Sí.

— ¿En qué ha trabajado?

61
—Fui modelo de Oscar de la Renta y Miu Miu; y solía trabajar para
revistas después de eso, estuve en tres portadas de revistas de moda en el
dos mil cinco y dos mil siete, he invertido mucho dinero en diferentes
casas diseñadoras y actualmente soy inversionista de la empresa Meilleur
Mode—terminó de explicar y me quedé atónita.

— ¿Eso es cierto? —cuestioné.

—Claro, no puedo mentir en una entrevista de trabajo—me guiñó un


ojo nuevamente y desplegó una media sonrisa perfectamente estudiada, lo
que comprobaba eso de que posó para tres revistas.

— ¡Contratado! —grité entusiasmada. Todas las miradas se volvieron


hacia nosotros.

—Era sólo una simulación señorita Boucher—advirtió el profesor.

—Lo siento—tomé mi lugar.

Pauline y Ferdinand estaban anonadados ante mi reacción y no


dejaban de observarme.

—Sólo me sorprendí ¿sí?, no es para tanto—excusé mi conducta en


ese argumento que a mi parecer era el mejor.

—Muy bien, te entiendo, muchas suelen sorprenderse sobre mi


pasado—admitió Ferdinand alzando las manos en señal de inocencia.

—Ya deja de presumir Ferdinand Cordier—estalló Pauline—no nos


interesa en lo más mínimo quién eres ni de dónde vengas así que mejor
mantén esa boca cerrada.

—Pauline cálmate, no lo vale—alejé a mi amiga fuera del salón.

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Caminamos por el campus mientras ella se desahogaba llorando
sobre mí, estábamos escondidas detrás del edificio entre los arbustos
sentadas.

— ¿Por qué hiciste eso?

—Lo lamento Ser, me ganó la ira esta vez y eso fue todo, no volverá a
suceder.

—Ya déjalo, fue un idiota contigo, pero no por eso le des más
importancia de la que merece.

—Ser, hace unos días lo odiabas y ahora lo defiendes, ¿sabes cuán


patético es eso?

—Lo sé—me llevé las manos a la cabeza sin saber qué más hacer—
no sé qué sucede.

—Cuéntamelo todo, es lo único que puedes hacer—sonrió


animándome a hablar.

—No puedo—dije tomando mi rostro entre mis manos—simplemente


ni yo sé qué debo contarte.

—Te comprendo y si no quieres hablar está bien, no forzaré las


cosas, pero hay algo que si debes contarme ¿quién te golpeó?

—Ah, eso, fue un grupo de chicas no fue nada grave.

—Y por qué—entrecerró los ojos mirándome.

—Porque estaban hablando de alguien y me irritó su forma de


expresarse—confesé restándole importancia.

—Deja de decir las cosas a medias Ser, esto es serio—farfulló.

63
—Estaban hablando de Ferdinand ¿sí? Y lo defendí, no es nada del
otro mundo—la empujé molesta y me levanté para salir de nuestro
escondite exasperada.

—Basta Serene, detente—ordenó Pauline mientras tiraba de mi


brazo.

— No, detente tú, defendí a un chico ¿y qué? Eso no es algo del otro
mundo, así que deja de actuar como si hubieses visto un extraterrestre
frente a ti—estallé, estaba molesta porque mi propia amiga pensaba que
había sido torpe mi decisión.

Me retiré de aquel lugar y evité hablar con Pauline en todo el


trayecto al edificio de la siguiente clase. La profesora no llegó por lo que me
dio tiempo de bajar a la biblioteca para estudiar un rato para el examen de
mañana, hasta ahora mi padre no sabe que lo reprobé, por lo que si no me
recupero en esta regularización lo pagaré y muy caro.

—Pase señorita—me habló la bibliotecaria.

Hurgué en mi bolso en busca de mi credencial y no la encontraba,


comencé a sacar todas mis cosas frente al escritorio; mi maquillaje, libros,
lapicera, cartas, hojas, mi cartera y basurita, todos los objetos estaban
tendidos sobre el escritorio y no aparecía la credencial.

—Señorita, no puede ingresar sin la credencial—reclamó la


bibliotecaria.

—Lo sé, espere se que la traje—metí nuevamente la mano en la


bolsa—se que la dejé por aquí—busqué entre cada libro y libreta y no la
hallé, en mi cartera y la lapicera tampoco estaba y ya había gastado quince
minutos buscando todo.

64
—Se puede retirar si no trae nada.

—Se que la traje, espere unos minutos y…

—Venimos juntos—un brazo tendió una credencial, giré sobre mis


talones para ver a la persona responsable de esto.

—Ferdinand—suspiré—gracias.

—No es nada, ahora solo tenemos media hora para estudiar, ¿no
vienes? —me tendió su mano y yo la tomé.

—De verdad gracias, no sé cuánto tiempo habría tardado en


encontrar mi credencial.

—No importa, ahora estudiemos que hay un examen que pasar.

Nos sentamos en unos sillones uno frente al otro, tomamos nuestros


libros y comenzamos con nuestra ronda de estudio. De vez en cuando nos
preguntábamos conceptos y cosas que no entendíamos, pero tratamos de
conversar lo mínimo posible.

Cansada de tanto leer levanté la vista del libro para observar a mi


acompañante. Ferdinand estaba sumergido en su lectura y no me prestó
atención, sus ojos miraban fijamente siguiendo la dirección de su lectura y
a veces fruncía el ceño para concentrarse, pero seguía sin percatarse de mi
presencia.

Por fin levantó la vista del libro debido a un bostezo y me miró


observándolo

— ¿Por qué sonríes? —preguntó.

—Yo no estaba sonriendo.

65
—Si lo hacías.

—Claro que no, me conozco lo suficiente como para saber que no


estaba sonriendo—mis mejillas ardían y bajé la cabeza para que no lo
notara.

—Entonces por qué me observabas.

—Simple curiosidad.

— ¿Con que sí me estabas observando? —rió sorprendido por mi


confesión.

—Bueno, eso me pareció más interesante que ver los estantes de los
libros.

— ¿Así que soy más interesante que un estante? —alzó una ceja
pícaramente.

—Algo así, pero si no te callas me iré con los estantes—me crucé de


brazos y puse mala cara.

—Bueno, al menos he pasado de “idiota” a interesante—me miró


para registrar alguna reacción y yo sólo le sonreí.

—Así parece, pero no cantes victoria porque si vuelves a cometer un


error conmigo…

—No sucederá—interrumpió—pero por el momento se nos hace tarde


así que vámonos.

—Como ordenes—rodé los ojos.

—No hagas eso.

66
— ¿Hacer qué?

—Eso—rodó sus ojos y yo reí.

—Una mala costumbre.

Salimos de la biblioteca y corrimos hacia el salón pues en seis


minutos empezaría la clase y nosotros no habíamos tomado en cuenta qué
tan lejos nos encontrábamos del edificio de la siguiente materia
“mercadotecnia” la única clase que se me da bien aparte de las
matemáticas.

—Apresúrate que se nos hará tarde y no quiero reprobar otra


materia—tiró de mí muy fuerte para hacerme apresurar el paso lo cual
funcionó muy bien.

En el camino al aula, nos encontramos con las chicas que antes me


habían golpeado, bueno aunque solo fue una de ellas, y cogí de la mano a
Ferdinand, estaba decidida a cerrarles la boca de cualquier modo y por lo
visto de paso impresioné a Ferdinand, quien solo me apretó la mano con
más fuerza mientras subíamos corriendo las escaleras.

—Puedes soltarme—jadeé una vez fuera del salón.

—Pero no quiero—e hizo un puchero.

—De verdad, suéltame—tiré de mi mano y logré zafarme.

—Te recuerdo que tenemos un trato.

—Lo sé, pero solo dijimos que serían “salidas”.

—Bien, paso a tu casa a las seis.

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—Pero estoy castigada—me excusé, por primera vez comienzo a
amar mis castigos.

—Bien, entonces será otra cita de negocios—ofreció media sonrisa y


entró a clases seguido por mí.

El timbre sonó y todos salimos en busca de nuestros vehículos.


Pauline no se despidió de mí y sólo la vi alejarse en su motocicleta; por el
contrario de Ferdinand, quien esperó a que me subiera a mi auto y me
retirara.

Manejaba por segunda vez en mi vida, siempre mis padres insistían


que manejara a la universidad pero prefería la limusina, después del
accidente de mis padres en el auto no pensé en manejar de nuevo. Mi
teléfono volvió a sonar y decidí contestar esta vez.

—Hola, ¿qué quieres? Dijiste que pasarías a las seis.

—No podré, mi llanta se ponchó y no he salido de la facultad.

— ¿Y qué quieres que haga al respecto? —bufé.

—Podrías, no sé, ¿llevarme a casa?

—Acabo de llegar a la mía.

—Si no mal recuerdo te llevé a donde querías en dos ocasiones


diferentes— ¿me estaba chantajeando?

—Está bien, voy para allá—colgué y giré en dirección a la escuela.

Al llegar Ferdinand estaba en la banqueta sentado y mojado por la


ligera brisa que se soltó después de la escuela.

— ¿Quieres que te lleve? —bajé mi ventana para observarlo.

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—No es gracioso—masculló irritado.

—Ahora sabes cómo me sentí aquel día.

— ¿Me vas a dejar subir o no? —gritó.

—Sube—abrí la puerta de atrás pero él abrió la de junto.

—Hazte a un lado, yo conduzco.

—Mi auto, creo que puedo con él.

—Por favor, odio que manejen para mí—juntó sus manos en forma
de súplica pero no cedí.

—Lo siento pero no, debo manejar.

Manejé de camino a casa para poder protegernos de la lluvia y mi


incómodo pasajero no dejaba de quejarse de mi forma tan prudente de
conducir, entre “acelera”, “no frenes”, “no pares cuando esté el amarillo”
mi ira iba aumentando.

—Cierra la boca por un momento Ferdinand, ya casi llegamos—giré


a verlo porque no respondía, y estaba dormido recargado totalmente en el
asiento—ahora no por favor, no me hagas esto—lo moví para despertarlo
pero no reaccionaba—Ferdinand—aún sin respuesta— ¡Ferdinand! —soltó
un suspiro pero no despertó—ahora no Dios ¿por qué a mí?

Descendí del auto y me metí a mi casa para refugiarme de la lluvia,


miré hacia el garage y el auto estaba ahí con Ferdinand dentro, lo que me
hizo sentir culpable.

Resignada salí y abrí la puerta de mi acompañante para sacarlo y


llevarlo dentro.

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— ¿Cómo te saco? —Le pregunté a Ferdinand que aún reposaba en
el asiento—te tendré que cargar.

Y así lo hice, lo tomé en mis brazos y lo llevé dentro de mi casa, subí


las escaleras y lo dejé caer en mi cama.

—Normalmente es el chico quien carga a la chica, no al revés—le dije


a sabiendas de que estaba profundamente dormido—que bueno que voy al
gym o te hubieras quedado dentro—seguí hablándole—me debes una y
grande.

—Está bien—respondió adormecido Ferdinand.

Me quedé congelada delante de él sin poder girar a verlo, mi cara


ardía de vergüenza.

—Descansa—susurré.

—No preciosa…

—Serene.

—Como sea, me voy a mi casa.

— ¿Ya viste la hora?, son las tres de la mañana no puedes irte a sí a


esta hora.

—No quiero estar aquí además esta es tu cama.

—Puedo dormir en el sillón.

—Duerme en tu cama, yo voy al sillón—se puso de pié y avanzó


hacia mí, tropezando y derribándome con él sobre el sillón. Nuestra
respiración era cada vez más difícil después de la caída.

70
El yacía sobre mí a escasos centímetros de mi rostro, se inclinó y me
besó; pude haberme apartado pero no quise, lo prefería así, juntos
después de tantas peleas.

—Yo…lo siento no debí…

—Descuida, no…no ha pasado nada—tartamudeé confundida por


nuestra reacción y me metí a dormir a mi cama.

Pasó muy poco tiempo y sonó mi despertador, me levanté como si


nada, cogí mi ropa y salí a tomar una ducha, abrí la puerta del baño y…

— ¡Para eso existen las puertas! —gritó Ferdinand.

—Perdona…no recordaba…uh…lo siento—corrí fuera del baño


asustada por todo e inmediatamente el recuerdo de su beso se coló en mi
mente.

—Listo, el baño es todo tuyo.

—Sal antes de que mis padres te vean y piensen que nosotros…ya


sabes…

—Te entiendo, cojo mi ropa y voy a mi apartamento.

—Hoy es el examen de psicología, no te dará tiempo de cambiarte.

—No puedo ir con la misma ropa ser, ni tú has hecho eso—musitó


contrariado por mi propuesta.

—Déjame ver que tengo—busqué en mi armario algo para él—tengo


esta camisa—la sostuve frente a él—y éste pantalón.

—La camisa es rosa, me sienta horrible— y solté una sonora


carcajada— ¿qué es tan gracioso?

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—Jamás pensé en discutir sobre ropa con un hombre—y volví a reír.

—Dame eso y me largo—se giró para cambiarse y me quedé


observándolo—si sigues viendo no podré cambiarme.

—Uh…cierto, yo…debo ducharme—salí de mi habitación hacia el


baño y me di una ducha rápida, me cambié dentro del cuarto de baño y
salí hacia el garage por mi auto.

—Vámonos—dijo Ferdinand cerrando la puerta tras de él.

Aceleré el auto y conduje hasta la facultad. Una vez dentro corrimos


hacia el edificio 132-B a hacer el examen de regularización.

— ¿Nerviosa? —preguntó Ferdinand.

—Algo, ¿y tú?

—No, estoy seguro de aprobar ¿quieres relajarte?

—Sí, supongo—se acercó más a mí y yo di un paso atrás, acercó su


rostro al mío y volví a sentir sus labios sobre los míos en un casto beso.

—Espero que eso sirva—entró en el aula listo para hacer el examen.

Estaba muy inquieta en mi asiento, no podía concentrarme, al


distraerme un poco del examen recordaba el beso de Ferdinand y me ponía
a fantasear como una boba y por cómo me miraba un chico frente a mí
supuse que tenía una tonta sonrisa en la cara. Me detesto por eso.

El timbre sonó y entregamos el examen todos juntos esperando en la


fila.

—Fue sencillo—dijo uno de los chicos del frente.

72
—Sí, muy simple—contestó el otro.

Nerviosa avancé y entregué el examen aún dudando que mis


respuestas fueran acertadas.

—Espero y pueda aprobarlo señorita Boucher—musitó el profesor


cuando me tuvo de frente.

—Yo también—mascullé por lo bajo.

Caminé hacia la salida del salón y me apresuré a bajar las escaleras,


no estaba segura de querer hablar con alguien en este momento y menos
con Ferdinand. Debo sopesar todo lo que me ha pasado con él y repensar
las cosas.

“No debo mezclar la escuela con el trabajo” me repetí las palabras de


mi padre, “no debo mezclar la escuela con el trabajo” me decía con cada
escalón que descendía para jamás olvidar mi error cometido, se suponía
que Ferdinand no me agradaba y estúpidamente lo defendí, se supone que
no debía convivir con él y lo llevé a mi casa y se supone que no debí sentir
algo por él y me besó. Mi vida se está saliendo de control.

Pasé mi mano por mi cabello para tranquilizarme al pisar el último


escalón, me senté ahí para relajarme. Esperé a que tocaran el timbre para
levantarme, pero Chris y Eve venían de frente hacia el edificio

—Oí que alguien ya está pretendiendo a Ferdinand—cuchicheó Eve.

—Lo sé, pero no le hará caso, ayer estuvo conmigo—mintió Chris.

—Eso es mentira—espeté—él ayer estuvo…—me detuve antes de


cometer un terrible error.

73
—Estuvo conmigo toda la tarde y…uf, qué decir de la noche—
comentó con una sonrisita la tonta de Chris.

—No, él no estuvo contigo en ningún momento—mis manos estaban


apretadas en puños detrás de mí y no podía contener más mis palabras a
tal grado de estar completamente roja de ira—él no pudo estar contigo
porque pasó toda la noche en mi casa—las palabras salieron por sí solas
sin poder detenerme.

—Exacto, me la pasé con ella ¿sí?, así que de una vez por todas
dejen de decir tantas incoherencias y déjenla en paz, ella está conmigo—
dijo Ferdinand detrás de mí.

— ¿Con que están juntos?

—Juntos juntos ehm…—dudé mi respuesta.

—Sí, juntos en cualquier sentido que puedan pensar—posó una de


sus manos en mi cintura y yo imité su movimiento.

Nos alejamos de aquel lugar y me separé de Ferdinand.

—No debiste hacerlo—reproché.

—Ya está hecho Serene.

—Pero ahora todos pensarán…—cubrí mi rostro con mis manos.

—Es solo una mentira…y tu eres la mejor parte de ella—tomó mi


mano y nos dirigimos hacia el aula de clases.

¿Qué me está pasando?, espero que esto no sea tan malo como
parece y peor aún que me traiga problemas ¿hasta qué punto podré fingir?

74
{En tu casa sí}

E
l transcurso de las clases fue muy pesado debido a mi anterior
encuentro con Ferdinand, esta vez no estaba en el salón,
supongo que es porque debía recoger sus resultados del
examen, sin embargo al apartar mi mirada de su lugar observé los asientos
de Chris y Eve vacíos.

No pasa nada ¿cierto?, es lo suficientemente maduro como para


cuidarse solo y para poder hacer la elección correcta, si les habla a ellas
que se olvide de mí, yo no estoy dispuesta a cruzar palabra con ellas.

— ¿No que no te importa? —susurró Pau en mi oído.

—No me importa él, me preocupo por dónde estarán Chris y Eve.

—Escuché que hace un rato tuvieron un altercado.

—Escuchaste bien—asentí con la cabeza—nos dijimos ciertas


cosas…

—Entre ellas lo de Ferdinand ¿no es así?

—Siempre vas un paso adelante.

— ¿Es cierto que ustedes…tu sabes están juntos? —titubeó Pauline


al preguntar.

—No Pauline, fue solo una mentira.

—Ya veo, entonces hasta dónde la van a llevar.

—No lo sé y no quiero hablar de esto ¿si?

75
—Perdóname por lo de ayer, fui una tonta.

—Es historia antigua—respondí.

—Gracias, eres una gran amiga—me tomó la mano rápidamente


para que no nos viera el profesor y me regaló una sonrisa.

La clase continuó sin la aparición de Ferdinand. Alguien tocó mi


hombro y giré para observar quién fue, vi a Pauline con una cara de
angustia detrás de mí.

—Ferdinand me habló y dijo que estaba muy mal y que por eso no se
pudo quedar a clases ah, y te manda saludos—murmuró en medio del
pasillo.

—Está bien ¿y no te dijo algo más? —pregunté mordiéndome el labio


inferior preocupada.

—No, solo eso, nos vemos Ser debo ir a mi casa—me dio un beso en
la mejilla y se alejó en la motocicleta aparcada al lado de mi auto.

Saqué mi celular dirigiéndome a mi auto, me introduje en el asiento


del conductor, marqué unos números que me sabía de memoria y esperé a
que contestaran.

— ¿Bueno? —habló una mujer del otro lado.

—Con el señor Boucher por favor—se escucharon unas voces e


inmediatamente regresó su boca a la bocina.

—Enseguida la conecto con él—sonó la música de espera.

— Está hablando con el señor Boucher, dueño de la empresa


Meilleur Mode ¿Con quién hablo?

76
—Papá llegaré tarde a casa, debo hacer un trabajo en equipo, me
quedo en la casa de Pauline hasta mañana—advertí aun en pánico por mi
mentira.

—Seguro, te hablaré más tarde Serene para ver cómo van las cosas,
recuerda el castigo.

—Lo sé pa—suspiré—te regresaré la llamada más tarde—colgué y


posé mi cabeza en el volante.

Introduje las llaves en el lugar indicado y salí rumbo a la casa de


Ferdinand.

No sabía qué estaba haciendo ni siquiera el porqué, pero ya había


tomado mi decisión, mi teléfono sonó y esta vez era Ferdinand.

—Hola Ferdinand ¿te encuentras bien?, Pauline me comentó todo


voy enseguida a verte—dije más preocupada de lo que creí y el solo rió al
otro lado—no es gracioso—espeté.

—Veo que te preocupo—sonrió.

—No, es solo que debo fingir ¿recuerdas? —me escudé aunque si


estaba algo preocupada por él.

—Ajá, como digas—dijo con ironía—bueno, de todas formas gracias


por venir.

—Espera, estoy estacionando en tu casa—colgó—oye no cuelgues—


grité al celular.

Bajé del auto lista para entrar por segunda vez en la vida a la casa
de Ferdinand. Giré la perilla y esta se trabó como si estuviera cerrada con
llave, decidí tocar la puerta pero nadie abría, intenté con el timbre y unos

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pasos se acercaron lentamente a la puerta, abrieron y vi a Ferdinand en
perfecto estado y muy arreglado sosteniéndome la puerta abierta.

—Pensé que tardarías más—comentó mientras cerraba.

—Pues heme aquí—giré para verlo—y por lo que veo vas mejorando.

—Bueno, no del todo, necesito que me pases mi medicina, está en la


sala del cuarto a la izquierda de las escaleras—señaló el lugar donde
estaba.

—Pero veo que puedes caminar—musité—y no veo el porqué debo


ayudarte en eso.

—Solo hazlo por favor, no puedo permanecer mucho tiempo de pie—


cayó de sentón en el suelo y corrí a ayudarlo.

—Ponte…de…pie—dije mientras lo echaba en mi espalda.

—No puedo, me siento débil—susurró con poco aire, la frase fue casi
inaudible para mí.

—Está bien, si te lastimo perdona—lo dejé caer frente a su televisor


en un sillón.

—La medicina—bufó.

—Ya voy.

Me dirigí a aquel lugar en su departamento y al entrar la música


llegó a mis oídos, rodeé un sillón y al ver su comedor quedé anonadada
admirándolo.

— ¡No debiste! —chillé.

78
— Es demasiado tarde para advertirlo—jugó y lo golpeé
juguetonamente en el brazo.

Me condujo hasta una de las sillas en la pequeña mesa y me obligó a


tomar asiento, todo lucía espectacular; había preparado comida para dos
personas, había carne, ensalada, postre, pan, bebida, todo estaba a la
perfección.

—Mírate, tus ojos están tan brillosos—comentó Ferdinand


sacándome así de mis pensamientos.

—Eso es mentira, mis ojos no tienen brillo.

—Claro que sí, los he visto brillar ya antes—bajé la cabeza para


ocultar mi sonrojo—no es que estuviera observando, pero los chicos de la
universidad dicen que es lo más encantador de ti, además de tu loco
cabello anaranjado.

Inconscientemente acaricié mi cabello y le sonreí con gratitud.

—Eso no es cierto, los chicos no dicen nada de eso—reí.

—Eso dices porque no hablas muy seguido con ellos, pero es verdad
y ahora soy la envidia de media facultad—sonrió ante su comentario.

—Solo parte de la mentira—musité y el dejó de sonreír y bajó la


mirada, se le veía dolido, pero esa era la verdad ¿no?, todo esto era parte
de una farsa.

—Cierto, solo tomemos unas fotos de nosotros juntos para darles de


qué hablar—se levantó y salió del comedor.

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Me hirió el saber que todo este drama era sólo para continuar la
mentira, en verdad deseaba que fuera por simple desinterés de pasar el
momento conmigo.

Al poco rato llegó con una cámara profesional y me enfocó con ella;
yo seguía fingiendo una sonrisa como si todo esto fuera de lo más divertido
y la tomó, después de una ardua sesión de fotografía para mantener la
mentira decidí que era mejor retirarme.

—Disculpa, pero debo ir a mi casa—musité algo triste por la


situación.

—Pero aún no has comido nada.

—No tengo hambre.

—Vamos, te saqué de tu casa para que vinieras y supongo que no di


tiempo a que tomaras un refrigerio.

—Eso no importa—susurré al borde de las lágrimas.

—Se que si, ahora siéntate a comer.

—Dije que no—chillé en forma de “berrinche pos llanto”.

—Siéntate, cociné todo esto ¿piensas dejarme aquí comiendo algo


para dos personas?

— ¡Dije que no! —espeté y corrí por su casa hacia la salida.

— ¿Qué demonios te pasa? —interrogó mientras me seguía.

Tomé la perilla de la puerta y logré abrirla, pero él la cerró


impidiendo mi salida.

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—Déjame salir—exigí.

—No hasta que me digas qué te sucede.

—No es nada, ahora abre la jodida puerta y déjame salir.

—No lo haré—se abalanzó hacia mí y me besó, esta vez de una


manera desesperada, me cogió por la cintura y me alzó hacia él posando
sus labios sobre los míos una y otra vez en un apasionado beso, su lengua
pidió permiso para entrar en mi boca y ésta inmediatamente se abrió paso
para hacer un eterno juego con la mía, no sé cuánto tiempo había pasado,
pero fue la sensación más embriagante y tentadora en toda mi vida.

Me costaba respirar y mantenerme de pie después de aquel beso.

— ¿Qué fue eso? —jadeé.

—Un beso, creí que lo sabías.

—No seas tonto—sonreí—me refiero a por qué lo hiciste.

—Y por qué no hacerlo, tengo la oportunidad de estar en mi


departamento sólo con la chica de mis sueños.

—Pero hace un momento dijiste que era parte de la mentira.

— ¿Ese beso te pareció una mentira?, porque a mí no—levantó las


cejas sorprendido.

—No lo sé, debo probar nuevamente para corroborar que no fue una
simple mentira.

Volvió a depositar sus labios con los míos en un tierno beso, como
aquellos de los cuentos de hadas en el que todo se resume en un “y
vivieron felices para siempre”.

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— ¿Sigue pareciéndote una mentira? —interrogó tomando mi rostro
entre sus suaves y cálidas manos, obligándome a mirarlo de frente.

—No, pero no estoy segura de querer seguir con esto—me aparté de


su lado y abrí la puerta.

— ¿Por qué?, ¿por qué no puedes continuar con esto? —gritó


ofendido mientras avanzaba hacia mi auto.

—Porque todo esto es una mentira Ferdinand, por que Eve y Chris
nos han orillado a esto—musité sin poder verlo de frente para no
derrumbarme junto con mi mundo frente a él.

—Ellas no tuvieron nada que ver con esto Serene—comentó dando


un paso hacia mí—yo siempre quise estar así, contigo.

—Deja de decir esas tonterías, tu no me quieres ni yo a ti, sólo


fuimos presas de la situación—mi estómago se oprimió mandándome un
intenso dolor.

—Tienes toda la razón, ahora vete, no quiero que pongas un pie de


nuevo en mi departamento—se metió y cerró la puerta de un golpe.

—No te preocupes, no lo volveré a hacer—susurré segura de que no


me escucharía haciendo así una promesa conmigo misma “no poner un pié
de nuevo en la casa de Ferdinand Cordier”.

Regresé cabizbaja y agotada a mi auto, dispuesta a abandonar su


propiedad inmediatamente, introduje mi mano a la bolsa de mi abrigo
buscando mi llavero.

—Joder, están en mi bolsa y la bolsa está…—entorné mis ojos hacia


la casa de Ferdinand—no, no, no, ahora no por favor, no puede suceder

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esto—recargué mi cabeza en el volante dándome por vencida—no puedo
regresar a esa casa, me lo he prometido—me dije—mejor llamaré a Pauline
para que venga por mi y poder ir a su casa a pasar la noche tal y como se
los dije a mis padres—hurgué nuevamente en la bolsa del abrigo y —
maldición, maldición, maldición, ya no más, de verdad esto me terminará
matando.

Bajé del auto para regresar por mis pertenencias a la casa de


Ferdinand, pero mi orgullo y la poca dignidad que me quedaba me
impedían tocar el timbre; así que resignada, regresé al auto a esperar que
un milagro sucediera y el saliera a devolverme mis cosas.

Me quedé dormida en el asiento del conductor durante bastante


tiempo, pues cuando abrí los ojos el sol ya estaba puesto e iluminaba
todas las calles. Bajé de mi asiento tratando de recordar lo sucedido la
noche anterior o al menos saber por qué me quede en el asiento.

Me froté los ojos, pues la luz no me dejaba ver del todo bien y las
imágenes retornaron a mí.

Ferdinand me besó, nos peleamos y yo salí hacia mi auto, olvidé mis


pertenencias dentro y…demonios, no regresé por ellas.

Me dirijo esta vez hacia la puerta y antes de arrepentirme toco el


timbre, nadie abre, vuelvo a intentar y sigo sin conseguir respuesta.

Miro a mi alrededor para saber si su coche sigue en el garage y así


es, el sigue dentro de su casa.

— ¡Esto no es gracioso Ferdinand, déjame tomar mis cosas! —


Reclamé—se que estas ahí, no me obligues a derribar tu puerta—volví a
decir.

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— ¿Y si no quiero qué?, ¿soplarás, soplarás y la casa derribarás? —
se burló dentro de su departamento.

—No es divertido Ferdinand, quiero mis pertenencias ahora—


comencé a patear su puerta para ver si así me abría pero todo fue inútil.

—Me debes una puerta—advirtió Ferdinand.

—Me debes mis pertenencias—farfullé.

—Pues pasa.

—Pues abre—rodé los ojos ante su tonta respuesta.

—Se que lo haces

— ¿Hacer qué? —recriminé.

—Ese movimiento con los ojos, es irritante.

—No es cierto…yo…no estaba haciendo eso—volví a rodar los ojos.

— ¿Ves?, ahí está de nuevo.

— ¿Cómo puedes saberlo? —Interrogué y no respondió—


¿Ferdinand, sigues ahí?

—Si—la voz sonó cerca. Giré sobre mis talones y lo vi tras de mí,
provocando que soltara un grito. Me tapó la boca con sus manos y me llevó
al interior de su casa.

— ¡¿mmmmmmm?! —dije contra su mano.

—Me estás llenando de baba la mano—se quejó y enseguida la


aparto limpiándose con mi vestido.

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— ¿Qué rayos te sucede?, eso parecía un secuestro—corrió hacia el
interior de su casa y yo fui tras de él.

—Toma—extendió mi bolso hacia mí—esto te pertenece, ahora largo


de mi departamento.

—Pero fuiste tú quien me trajo—repelé.

—No, yo te dejé en la entrada, tú viniste hasta aquí.

—Pero yo…—se me acabaron las excusas, esta vez él había ganado.

—Si no te callas y te vas te besaré nuevamente—amenazó con una


pícara sonrisa.

Me sonrojé por el argumento de su amenaza y di la vuelta dispuesta


a marcharme, abrí la puerta y salí hacia mi auto.

—Hoy hay clases, ¿piensas ir así? —Gritó recargado de una manera


sexy en el marco de su puerta— ¿puedes dejar de mirarme así?, eso
asusta—me guiñó un ojo y se adentró a su casa— ¡¿no piensas entrar?! —
gritó desde el interior.

—Dijiste que no pusiera un pie en tu casa ¿recuerdas? —reclamé


aun fuera.

—Te estoy invitando, ¿vas a pasar o no?

—No, estoy mejor aquí afuera—musité cruzándome de brazos.

—Entonces te cambiarás acá afuera de ropa—cerró de un portazo y


corrí a detenerlo pero fue inútil, arrojó la ropa por la ventana y se quedó
observándome mientras sonreía—apúrate o se te hará tarde.

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—Abre la puerta, déjame cambiarme y me largo—bajó y abrió la
puerta dejándome pasar.

—Toma una ducha y te espero para irnos—cerró la puerta tras de él


y yo subí a su habitación a prepararme, mi celular vibró y contesté.

— ¿Bueno? —pregunté

—Serene Boucher dónde estás, te he estado marcando toda la


noche—espetó mi padre del otro lado de la línea.

<<Demonios, debí haber pedido mi teléfono antes>>

—Uh…yo estaba durmiendo y no lo escuché—mentí y Ferdinand


comenzó a reírse tras de mí. No me di cuenta de cuándo subió a verme.

—Te quiero aquí enseguida—ordenó irritado.

—Debo ir a la escuela, adiós—colgué y dejé caer el teléfono en la


cama de Ferdinand.

—Eres una mentirosa—rió Ferdinand

—Pero una de las buenas—me di la vuelta y caminé hacia el cuarto


de baño.

— ¿Necesitas algo? —logré oír a Ferdinand tras el sonido del agua


cayendo al suelo desde la regadera.

—Privacidad—bufé y continué con mi ducha.

Salí con la toalla envuelta sobre mi delgado cuerpo y recogí la ropa


que me había dado Ferdinand.

—Se hace tarde—se quejó girando la perilla.

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Entró y me vio frente a él, salté sobre la cama y me cubrí con las
sábanas.

— ¡Largo de aquí!, me estoy vistiendo—recriminé mientras el reía.

—Enseguida me voy, solo toma—se agachó y recogió la toalla que


abandonó mi cuerpo una vez que estuve en la seguridad de las sábanas—
póntela—la lanzó a mi rostro y se marchó.

Eso estuvo cerca.

Salí y Ferdinand me esperaba sentado en un sofá de su sala.

— ¿Lista? —interrogó alzando una ceja.

—Sí, solo tengo una duda.

— ¿Qué sucede?, si crees que te vi desnuda la respuesta es no, no vi


nada.

—No es sobre eso—me sonrojé ante su suposición—sólo quería saber


por qué tienes ropa de mujer.

—No es lo que estás pensando—se levantó de un salto del sofá y


caminó hacia mí.

—Tú eres la única mujer además de mi madre que ha estado en este


departamento y la ropa es de una pasarela, la obsequiaron y la llevo cada
que me mudo de casa por si acaso y pues ahora…es toda tuya, te ves
increíble—frotó su nuca con la mano y bajó la mirada.

—Pues en ese caso gracias—nos quedamos en silencio.

—Yo no debí…—dijimos al mismo tiempo.

87
—Dilo tú—sonreí y el suspiró.

—No debí hacer lo que hice ¿sí?, espero que lo entiendas y que me
disculpes, perdones o lo que sea que hagas para saber que no hay
rencores—desplegó una sonrisa de “de verdad espero que me perdones” y
no pude evitar devolvérsela.

—Fuimos los dos, así que no hay nada que perdonar, todo está
disculpado.

—Y qué dices de un beso de reconciliación—musitó.

—Ferdinand—rodé los ojos divertida.

— ¡Lo volviste a hacer! —imitó el movimiento de ms ojos.

—Es algo como un tic, no puedo evitarlo—reí.

—Pues por cada vez que hagas eso buscaré la forma de darte un
beso.

— Eso es una… ¿amenaza?

—Algo así—me dio una última sonrisa y me abrazó por los hombros
con un brazo para dirigirme a su automóvil—tu conduces—me dio las
llaves de su auto.

— ¿Yo? Pero este es tu auto ¿recuerdas?, tu auto, tu conduces—le


devolví las llaves.

—Bueno, quizá es mi auto, pero me gusta cómo conduces, así puedo


estar más tiempo contigo—se subió del otro lado rápidamente.

—Deja de molestar—lo golpeé en el brazo.

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—Eres divertida—se le formo aquel hoyuelo en la mejilla y comencé a
conducir.

89
{La cafetería}

A
l llegar a la universidad decidimos hacer nuestro recorrido
por separado, pues en la entrada se escuchaba el rumor de
que me había peleado con Ferdinand tras pasar la noche
anterior en su casa ¿Acaso me estaban espiando?, hoy en día ya no se
puede tener privacidad; no hay problema de que digan que pelamos, sino
que insinúen que pasamos la noche juntos, técnicamente esa era mi
intención, debo admitirlo, ¡Pero sólo pasar la noche EN SU CASA, no con
él! Y peor aún, la pasé en mi auto; si van a contar un chisme, tan siquiera
que sea algo factible. Pero al parecer nadie dudaba del hecho, era como si
todos aceptaran la mentira y firmaran con sangre que me habían visto
durmiendo con él.

Generalmente me molestaría e iría al inicio del escándalo, donde


supongo que Eve, Chris y otro par de zorras más terminarían embarradas.

Esta vez no lo haré, no caeré en su juego para decir otra estupidez


más como la de mi última discusión con ellas; sí, con la que se inició la
mentira sobre su relación.

—Oye, ¿tú eres la tonta que dejó ir a Ferdinand Cordier? —dijo una
chica que estaba observándome mientras caminaba.

—No soy ninguna tonta y no diré nada más sobre esto, ni siquiera te
conozco—espeté.

—Lo siento, soy Kate Youth, de la clase de matemáticas, me siento a


dos lugares detrás de ti—musitó sin parar de hablar.

90
—Mucho gusto, yo soy…

—Serene Boucher—es definitivo, esta chica si asusta.

— ¿Y tu cómo sabes mi nombre? —interrogué con cierta cautela, tal


vez se convierta en una especie de ninja y me secuestre.

—Ya te dije que estoy en tu clase de matemáticas, pero no es por eso


realmente, ¡tienes a media universidad hablando de ti! —chilló mientras
daba saltitos y yo me quedaba estupefacta.

—Y… ¿Qué es lo que dicen?

—Que conquistaste al famoso Ferdinand Cordier y que…

—Alto alto alto, ¿famoso? —cuestioné.

—Sí, no te hagas la chistosita, te pescaste un buen partido—me


guiñó un ojo y se fue.

¿De qué rayos estaba hablando?, ¿Con quién me vine a juntar?


Inmediatamente debo ir a preguntarle qué sucede con todo esto. De
famoso no tiene nada y si lo fuera yo estaría enterada de la procedencia de
su fama.

Entré a mis clases y esta vez decidí sentarme hasta el rincón del
salón de clases, estaba justo en la orilla de las ventanas, donde se veían a
los chicos y chicas corriendo para entrar a sus respectivos salones o a
aquellas parejas que tan amorosamente se besaban cerca de los
barandales del cuarto piso del edificio. Todo era tan bello, jamás me había
dado cuenta de la hermosa vista que tenía desde ahí.

91
La clase dio inicio y de inmediato me aburrí, el mismo tema de
siempre en literatura, “el uso de los signos de puntuación”. Siempre lo
mismo.

Decidí echar un vistazo por la ventana. Admirar los árboles


meciéndose con el viento, cómo las nubes poco a poco se reunían
formándose bloques grises que anunciaban que pronto llovería de una
manera impresionante, los pajarillos volando como locos tratando de
ocultarse bajo cualquier rama.

Y en cuestión de segundos, unas gotas comenzaron a pegarse al


cristal que estaba frente a mí, y con esto mi señal para divagar
mentalmente plasmando inconscientemente tonterías en mi libreta.

— ¡Señorita Boucher! —gritaba al frente la profesora a cargo del


grupo en la hora.

— ¿Uh?…am… ¿le sucede algo? —<< ¿De verdad Serene?, “¿le


sucede algo?”, es obvio que está molesta contigo>>me regañé al tiempo que
sopesaba lo que estaba sucediendo.

—Sí, le estoy hablando, traiga su libreta y muéstreme sus ejercicios.

Me levanté mientras mi rostro enrojecía provocando risitas en mi


salón y miradas estilo “de dónde salió ese bicho raro” sin tomar en cuenta
todas las señas obscenas que algunas chicas me dedicaban. Llegué hasta
el escritorio lista para mi regaño de la semana, no tenía nada escrito en mi
libreta, salvo un pedacito de mi hoja que tenía unas iniciales en un cor…
demonios.

Traté de arrancar aquel pedazo de hoja y la maestra me dio un


manotazo en mi mano, le puse la mano encima del escrito para impedir su

92
visión y comenzamos así una guerra infantil de “cubre la nota para que no
te delaten”, hasta que logró arrancar el pedazo de hoja y llevarlo hacia sus
ojos, parándose lista para leer el contenido. Hasta que hice lo más
inesperado; le arrebaté el pedacito de hoja y me lo metí a la boca. Fue
asqueroso, sabía a la crema humectante de la profesora y a monedas que
habían estado entre las hojas de esa libreta.

Masqué y masqué el trozo de hoja hasta que pude pasarlo a través


de mi garganta.

—Eso es repugnante en muchos sentidos—externó la profesora.

—Lo sé, pero fue necesario—chillé aun con ese peculiar sabor en mi
boca.

— ¿Qué decía aquella nota? —sondeó.

—Nada importante—sonreí tiernamente para que dejara de prestar


interés en la nota.

—No creo que haya sido algo tan insignificante como para que se lo
tragara señorita Boucher, creo que me veré obligada a mandarla a
suspensión por una semana—recriminó—a menos que nos comparta lo
que aquella hoja decía.

Puse mis palmas en puños a mis costados, apretando fuertemente


mis ojos, como si al abrirlos todos desaparecieran y aquel momento jamás
se hubiese suscitado. Tomé una gran respiración y solté lo que decía la
estúpida nota.

—Efe ce y Ese be—susurré.

—Qué quiere decir con eso—continuó la profesora.

93
—Nada, solo unas iniciales.

— ¿Alguien en especial? —musitó con una pícara sonrisa en ese


arrugado rostro.

—Mi…mi perro—mentí.

—Ama a sus mascotas—aseveró con aire de incredulidad.

—Si…ehm…mi perro…es como el hermano que nunca tuve—me llevé


las manos hacia el corazón.

—Ya veo, siéntese, espero pronto nos deje ver al pequeño


cachorrito—se sentó y continuó la clase.

Regresé a mi rincón a volver a admirar el paisaje.

—Cht, cht—hizo alguien a mi costado.

— ¿Uhm? —murmuré mientras me pasaba un papelito. Lo desdoblé


cuidadosamente y en el interior de un corazón estaban unas iniciales.

FC&SB

Giré mi cuello hacia el lugar de quien me lo dio para averiguar quién


lo había mandado.

—No lo sé, me lo pasó ella—señaló una silla a un lado de él y así fue


sucesivamente hasta que los dedos apuntaron a Ferdinand.

—Tú estás muerto—gesticulé para que comprendiera y sólo puso


cara de inocente.

—No sé de qué hablas—respondió.

Saqué una libretita de notas y escribí ahí un mensaje para él.

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Serene: Ya deja de fastidiar ¬¬’

—Hey—llamé al chico que me pasó el papelito—a Ferdinand—y de


inmediato el papelito voló por varias manos hasta llegar al destinatario.

Ferdinand: ¿Qué no son las iniciales de tu perro? :P

Serene: Sí y a él si lo AMO ;)

Ferdinand: Muy bien, iré a tu casa a verlo :D

Serene: No es necesario, podría morir al verte :3

Ferdinand: Lo sé, causo ese efecto cuando admiran mi belleza,


aunque él sería el primer animal ¬u¬

Serene: De verdad ya basta con esto D:

Ferdinand: Dijiste que se trataba de tu mascota ☺

Serene: Sabes que eso fue una mentira >:O

Ferdinand: Así que una mentira ¿no? Y entonces qué decían las
iniciales

Serene: Creo que sabes qué decían :/

Ferdinand: ¿Estas admitiendo que esas iniciales son MIS


iniciales?

Serene: De verdad no quiero discutir en un papel -_-

Ferdinand: En la cafetería de la escuela después de la salida


¿si?

Serene: De todas formas te debo un trato, quiera o no debo


estar ahí.

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Comencé a doblar el papel para regresarlo y la profesora se acercó a
mi lugar.

—Serene.

—Espera un momento, estoy intentando doblar esto…—gruñí


molesta por la interrupción y el salón explotó en sonoras carcajadas, alcé
la vista y la maestra me quitó el papel y esta vez se aseguró de estar lo
suficientemente lejos como para que yo se lo arrebatara.

—Bien, veamos lo que la chica tiene que decir—se aclaró la garganta


y comenzó a leer cada línea de los mensajes dejándome en mal plan ante
todo el salón.

Me hacía cada vez más abajo en mi asiento hasta que casi llegaba al
suelo, giré a ver a Ferdinand y el estaba como si nada ¿Por qué demonios
sólo me afectaba a mí?, él parecía como si solo le estuvieran recitando las
oraciones para un dictado mientras mantenía esa perfecta sonrisa en su
rostro.

La clase terminó y no paraban las indirectas sobre el tema con cosas


como “a mí también me gustaría tener un cachorrito así” y ese tipo de
estupideces.

Las clases continuaron como siempre, aunque para mí era una hora
más de tortura psicológica. Todo seguía tan normal como siempre para el
resto del aula, aunque para mí, el mundo estaba colapsando lentamente a
mi alrededor y yo era la única sobreviviente junto con Ferdinand y
entonces nosotros…—¡Ya basta Serene! —Me reproché—deja de pensar en
tonterías—decía una y otra vez alejando aquellos pensamientos tan cursis
poco a poco.

96
Terminó otra clase y así de lento continuó todo. No podía salir a
comer porque afuera estaba lloviendo a cántaros y nos podíamos resbalar,
me vale un comino si me resbalo o no, yo sólo necesito un respiro y
alejarme de todo esto.

Salí aunque las personas me advertían que el piso estaba totalmente


mojado. Sin importarme, continué mi camino, bajé los primeros escalones
sin ningún inconveniente, hasta que llegué a los escalones finales las
cosas se complicaron, mis pies se deslizaban por sí solos en el escalón y
cuando levanté un poco el pié para bajar por fin al suelo me resbalé y caí
con mi trasero impactando en los mosaicos del escalón.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó un chico frente a mí.

—Sí, sólo fue una caída—respondí.

Me tendió la mano para ayudarme a levantar y yo la tomé.

— ¿Qué haces Serene? —preguntó alguien a mis espaldas.

—Levantan…—paré para dar un respiro hondo—Ferdinand, por


favor ahora no.

—Veo que conociste a un chico nuevo, los dejo solos para que
continúen—murmuró irritado.

— ¿Celoso? —preguntó el chico que aún sostenía mi mano entre las


suyas.

—No, para nada—dijo con ironía, lo cual me hizo sonreír—preciosa,


te espero en la cafetería.

—Si—respondí con la mano aún cautiva por el chico.

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— ¿Cómo te llamas? —preguntó por fin el chico.

—Serene Boucher ¿y tú?

—Christopher Onetto—musitó tendiéndome la mano.

—Mucho gusto—sacudí la mano que seguía bajo su agarre y él me


soltó de inmediato poniendo se rojo.

Su cabello era de un tono rojizo y sus ojos azules, de un azul muy


suave y claro, su cuerpo muy bien definido, tan perfecto como un actor de
Hollywood y qué decir de su sonrisa, era de aquellas que te enamoran con
el simple hecho de marcarse en su pálido rostro, cuando enrojeció porque
no paraba de admirarlo sus mejillas se tiñeron de un leve rosa. Parecía un
actor de verdad.

— ¿Tengo algo en la cara? —preguntó al notar que no apartaba la


vista de él.

—No, para nada, es sólo que tus ojos son divinos—chillé dando
saltitos y él se ruborizó un poco más.

—Bueno, a mi me encanta tu cabello—acaricié mi cabello y el posó


un mechón rebelde tras mi oreja—eres muy bella Serene, lástima que
Ferdinand sea tu acompañante, espero volver a verte pronto—besó mis
nudillos de una manera gentil y se alejó sosteniendo su portafolio con el
brazo.

—Tierra hablando a Serene Boucher ¿me copias? —gritó Pauline en


mi oído.

—Deja de hacer eso—espeté—es muy irritante.

—Deja de babear a sí por ese chico lindo, es muy irritante.

98
— ¿Babear?, yo no estaba babeando por él.

—Sí, claro—rodó los ojos.

—De verdad, no estoy mintiendo—recriminé.

—Entonces por qué estas sonriendo de esa manera, exijo una


respuesta creíble.

—Mi día ha sido de maravilla, sólo estoy feliz.

— ¿Acaso es por tu salida a la cafetería con Ferdinand? —alzó las


cejas con insinuación.

—No, pero en parte sí.

—Con eso de que los corazones ahora son para las mascotas…

—Perdona ¿sí?, fue un momento de estupidez.

—De estupidez de enamorada—sentenció.

—No estoy enamorada—espeté.

—Claro, se nota en tus ojos que no lo estás.

—Deja tu ironía a un lado, de verdad te digo que no estoy


enamorada.

—Bueno, entonces no te importará que vaya tras del pelirrojo sexy


que te estaba hablando hace un rato.

—Ni se te ocurra acercarte a él—Pau soltó una sonora carcajada


cogiéndose el estómago.

—Wow, Serene Boucher enamorada del sexy pelirrojo, ya era hora—


chocó su palma contra la mía en señal de victoria.

99
—Pero cállate—susurré.

— ¿Por qué?, ¿porque Ferdinand nos podría escuchar?

— ¿Qué podría escuchar qué? —preguntó Ferdinand acercándose a


nosotras.

—Que tienes competencia—Pauline nos dio dos besos a ambos en


las mejillas y se retiró bamboleándose de un lado a otro.

— ¿Cómo que competencia? —preguntó Ferdinand.

—Ferdinand, por favor ahora no.

—Deja de llamarme Ferdinand, recuerda que estamos saliendo,


puedes llamarme simplemente Fer.

—No te diré nada, detesto esta mentira, quiero ser libre de esta
tortura lo más pronto posible.

— ¿Me estás terminando? —rió y no pude evitar sonreír ante la idea.

—No seas torpe—lo golpeé en el brazo—jamás te terminaría—


continué con el juego.

—Entonces demos algo más de que hablar. Me tendió el brazo y lo


tomé.

Caminé asida a su brazo hasta llegar a la cafetería, nos sentamos en


un lugar apartado de todos los estudiantes, y antes de sentarnos me tomó
por la cintura agarrándome desprevenida y plantó un exquisito beso en
mis labios.

100
Nos movíamos rítmicamente con el beso hasta que nos fue difícil
respirar y nos separamos. Dejándome así con todos los sentimientos a flor
de piel y las miradas de todos los chicos de la cafetería sobre mí.

Mañana seguramente daremos de qué hablar a media universidad,


nuevamente.

101
{El zoologico}

N
os sentamos en la mesita del rincón una vez que me soltó.

Todos nos estaban observando y traté de no prestarles


atención, pero era inútil, nadie parecía tener la menor
intención de retirarse de ahí sin haber disfrutado de la función completa.

Una señorita llegó a darnos la carta del menú y ambos fijamos la


vista en aquel papel frente a nosotros como si nuestra vida dependiera de
elegir el postre indicado.

Después de una larga meditación sobre el postre, Ferdinand hizo


una seña a la camarera para que nos atendiera.

—Quiero un pastel delicia de chocolate—ordenó.

— Uhm…yo…quiero—hice una pausa para pensar mejor mis


opciones—una tarta helada de fresas—sonreí hacia la señorita y ella salió
disparada con una hojita garabateada con nuestra orden.

Un silencio incómodo se estableció entre Ferdinand y yo, era como si


nos hubiésemos dicho todo ya, no había insultos, peleas, acuerdos, nada
entre nosotros.

La señorita regresó con el café y el postre que pedimos, agradecí


completamente su interrupción y fue ella quien rompió aquella
incomodidad.

—Que disfruten—ofreció y se retiró lentamente.

—Muy bien, ya tenía hambre—musitó Ferdinand.

102
—Yo también—me limité a contestar.

Comimos lentamente cada cosa, y haciendo acopio a toda mi


valentía decidí ser yo quien acabara con esa tortura.

— Perdón por escribir tonterías en la clase—musité


sorprendiéndome a mí misma disculpándome por escribir su nombre, ¿no
se me pudo ocurrir un mejor pretexto?

—No hay nada que perdonar, no te culpo por tu distracción conmigo,


por cierto ¿quién era el chico de hace un rato?

— ¿Uh? —me tomó desprevenida su pregunta.

—Hablo del pelirrojo que estaba hablando contigo hace un rato.

—Ah, solo él—resoplé aliviada y pude ver ¿celos? En él—es un


amigo, me ayudó a levantarme simplemente.

— ¿Y cómo se llama? —interrogó.

—No lo recuerdo, creo que no me dijo su nombre—tomé una gran


porción de mi tarta y la metí en mi boca para evitar que me preguntara
algo más. Pero resultó de lo más incómodo pues ahora me estaba
contemplando mientras masticaba— ¿algún problema? —dije una vez que
tragué el bocado.

—Además de él no—respondió tajantemente.

—Él no es ni un problema—reproché tomando las cosas con la


mayor calma posible—me agrada.

— ¿Qué dijiste?

—Que me agrada.

103
—Ahora veo, entonces no sé qué hago aquí, deberías estar con tu
amigo.

—Ferdinand…—musité llegando al punto de irritación.

—Te dije que me puedes llamar Fer—contestó mientras pedía la


cuenta.

—Me gusta Ferdinand—grité sin meditar el impacto de mis palabras.

Todas las miradas regresaron hacia nosotros y por fin me di cuenta


del error cometido.

—Y a mí también me gusta Serene—gritó mientras todos nos


observaban.

—Eso…eso no es lo que quería decir—resollé con un susurro.

—Nadie te escucha—susurró.

—No importa ya, todo es una mentira y espero que se termine


pronto, y si quieres verlo así, sí, he terminado contigo—agaché la cabeza y
dejé aquel lugar con las miradas de todos en mi espalda y sintiéndome
culpable por dejar ahí a Ferdinand.

Oí unos pasos acercándose rápidamente hacia mí, giré y un chico


me tomó del brazo para atraerme hacia su pecho.

— ¡Aléjate! —grité apartándolo de un empujón.

Lo vi por un instante frente a mí y sin dudarlo me tiré en sus brazos,


me apretó con fuerza contra su cuerpo haciéndome estremecer al
contacto. Frotó mi espalda de arriba abajo mientras me alejaba poco a
poco de su abrazo.

104
— ¿Te encuentras bien? —preguntó Christopher.

—Sí, necesito estar a solas por favor—musité.

—Entonces no estás bien—sonrió—no pienso dejarte sola si estas


así, ven—tiró de mi brazo—vayamos a algún lugar, yo invito.

—Christopher no necesitas hacer esto por mí, de verdad que estoy


bien.

—No lo hago por ti, es porque si te dejo en este estado me sentiré


culpable…ammm…míralo de esta manera, si te dejo así mi conciencia me
dirá todos los días “dejaste a esa indefensa criatura sola, podría morir” —
dijo imitando a un fantasma.

—Jajajaja—reí—está bien, vayamos…no…perdona—bajé la mirada—


mi padre me castigó y me temo que no puedo irme así como así—puso
cara de estar pensando y sonrió.

—Dame tu celular—estiró la mano.

— ¿Para qué lo quieres?

—Tú solo dámelo—insistió.

—Está bien—saqué el celular de mi bolso y se lo di.

Observé como marcaba un número tras otro y hacía cortas


llamadas. Esperé un poco más a que terminara, temía que se gastara todo
mi crédito

—Listo—devolvió mi celular a mi bolso—podemos irnos—me tomó de


la mano y salimos de la escuela caminando.

—Traigo mi auto, podemos…olvídalo, se quedó en la casa del cretino.

105
— ¿Cretino? —ladeó la cabeza.

—Ferdinand—bufé—se quedó en su casa.

— ¿Viven juntos? —preguntó y me avergoncé por su pensamiento.

—No—agité varias veces la cabeza negando todo—fui a verlo para


un…asunto…y me trajo a la escuela, pero mi auto se quedó ahí.

—Puedo ir si gustas—ofreció.

— ¿Siempre eres tan amable? —La pregunta salió por si sola de mi


boca—no…no te ofendas y no contestes si no quieres, fue una…tontería—
tartamudeé.

—No hay problema—sonrió—tú fuiste amable conmigo, así que no


tengo razón alguna para tratarte mal o ¿es acaso que mi actitud te
incomoda?

— ¿Hablas en serio? Cómo podría incomodarme, eres muy…—pensé


en mis palabras— muy buena persona Christopher.

—Llámame Chris—interrumpió.

—Ok, Chris, como te decía eres muy dulce, me encanta tu forma de


ser—se abalanzó hacia mí y me abrazo— ¿sucede algo?

—No—respondió suavemente contra mi oído—me gusta que pienses


eso de mí.

—Pues yo…ya ves…creo que eres muy buena persona—titubeé


apartándome un poco de él.

106
—Perdón por mi atrevimiento, pero ¿Por qué llorabas hace un rato?
—se mordió el labio preocupado por mi y no pude evitar esbozar una
sonrisa.

—Gracias por preocuparte, solo…—suspiré—terminé con


Ferdinand—confesé tratando de reprimir nuevas lágrimas que
amenazaban nublando mi vista.

—Perdón yo no sabía…—su rostro se ensombreció.

—No, no, no, no es tu culpa, de hecho jamás habíamos estado


“juntos” —musité con una risa nerviosa—todo esto fue sólo una mentira
para unas chicas, pero jamás creímos que media universidad se enteraría.

— ¿Y hasta cuándo lo iban a mantener en pie?

—No lo sé, yo ya pensaba ponerle fin de inmediato, pero…—busqué


alguna excusa ya que sorpresivamente no tenía razón alguna para seguir
con todo esto—pero…no, no te puedo decir un pero por ahora, pero debe
existir algún motivo por el cual no lo hice—sonreí con satisfacción al ver
que podía confiar en él.

Caminamos continuamente parando de vez en cuando en algún local


a comprar dulces o algo para el camino sin cruzar palabra alguna.

—Me da dos helados por favor.

— ¿De qué sabor?

— ¿De qué sabor? —dijo Chris dirigiéndose a mí.

—De fresa está bien.

Nos entregaron nuestros helados y continuamos con el camino.

107
— ¿Ya me dirás a dónde nos dirigimos? —pregunté con el helado
derritiéndose en mi paladar.

—Sí, estamos cerca…

— ¿El centro comercial? —rió ante mi comentario.

— ¡No!, el zoológico—soltó una risita.

—Muy bien—me limité a decir.

No me agradaban mucho los animales y a decir verdad no me


encontraba preparada para ver a un león o a un tigre tan cerca de mí.

— ¿Sucede algo? Te noto muy tensa.

—No es nada, es solo que…—pensé en un pretexto y sonó mi móvil


salvándome de la situación—permíteme—susurré.

Saqué el móvil de mi bolso y vi una llamada entrante.

— ¿Bueno?

— ¿Quién habla? —preguntó alguien al otro lado.

— ¿Con quién quiere hablar? —respondí riendo.

— ¿Eres Serene?

—Eso depende, ¿quién habla? —Reímos ambos—ya de verdad quién


habla.

—Ferdinand Cordier—me quedé pasmada en ese momento.

¿Por qué me llamaba? Pensé que me odiaría después de esto

— ¿Qué quieres? —titubeé al preguntar.

108
—Nada, sólo hablo para saber cómo estás y con quién, tu padre me
mandó a llamar a su empresa para saber si estabas conmigo, estás en
serios problemas—susurró como si estuviera escondido.

— ¿Dónde estás?

—En mi armario, mandaron a checar mi casa para ver si no estás


aquí ¿dónde te has metido?

—Estoy con Christopher en el zoológico—susurré para evitar que


Chris me escuchara.

— ¿Y por qué demonios no le dijiste nada a tu padre?

—Le dije…no, Christopher le dijo…espera un momento, enseguida te


marco—colgué molesta y giré a ver a Christopher, quien ya estaba
pagando las entradas.

Caminé hacia él y le planté una sonora bofetada en su rostro.

— ¡¿Qué te ocurre?! —masculló sobándose la mejilla donde mi mano


había quedado marcada con un intenso rojo.

—No, ¿qué te ocurre a ti?, ¿qué le dijiste a mi padre? —grité


montando un espectáculo mejor que el de los animales.

—Tranquila—musitó tomándome del brazo y alejándome de todas


las personas.

— ¡Suéltame! —espeté tirando mi brazo de vuelta.

—Le dije a tu padre que saldrías con tu novio a una cita y que
regresabas a las once de la noche.

— ¿Qué novio? —abrí los ojos con sorpresa.

109
Mi padre no estaba enterado de lo de Ferdinand y no se lo dije
porque era una farsa, ¡nada de eso fue real!

—Ferdinand Cordier—y peor aún, él era un inversionista de la


empresa ahora.

— ¿Por qué?

—Porque a él lo conoce y creí que lo sabía.

—Eres un imbécil, el no sabe nada—pasé mis manos por mi cabello


cubriéndome la cara—él no sabía nada de esto—susurré.

—Disculpa—musitó pasándome un brazo por los hombros para


acercarme a él.

Lo hice a un lado de un empujón.

— ¡Déjame! —Exigí—me largo.

Caminé rápidamente hacia una parada donde estaban varios taxis.

—Espera Serene, te llevo a casa.

—Conozco el camino—me introduje furtivamente al primero que


encontré desocupado y cerré de un portazo.

—Espera, aun no hemos terminado el recorrido—subí la ventana y el


chofer arrancó mientras Christopher corría detrás del taxi.

Le di al taxista la dirección de Ferdinand para ir a verlo lo más


pronto posible. Saqué mi celular y busque su número en mis contactos.

—Ferdinand voy a tu casa—dije de inmediato.

—Date prisa, tu padre está aquí.

110
— ¿Sigues en tu departamento?

—En el baño para ser precisos, tu padre me está dando una charla,
y no una de negocios exactamente—trató de bromear lo cual me provocó
una leve sonrisa.

—Cuídate, ya casi llegamos—colgué y miré la nuca del conductor—


dese prisa por favor—ordené.

—Claro señorita—asintió y apresuró la marcha.

Ojalá que mi padre no asesine a Ferdinand, debo remediar las cosas


lo más pronto posible y haré pagar más tarde a Christopher por todo esto.

111
{Accidentes}

C
ontinuamos el camino el chofer y yo a toda marcha y el
celular volvió a sonar.

— ¿Bueno? —contesté.

—Serene, más vale que te apresures, tu padre está de pie frente al


baño esperando a que salga—colgó y me quedé perpleja viendo mi móvil.

—Señorita, ya llegamos—musitó el conductor.

Le pagué y bajé del auto.

Voy caminando hacia el interior de la casa por el caminito


empedrado que conduce a la entrada del departamento.

Toco y nadie abre, intento con el timbre y nadie abre, me asomo por
una rendija que quedó entre las bisagras de la puerta y veo a mi padre
sentado en el recibidor con la cara roja de ira.

Decido empujar la puerta y ésta se abre de golpe azotado contra la


pared y llamando la atención de mi padre.

— ¡¿Dónde estabas?! —gritó exasperado.

—Fuera con Pauline haciendo un trabajo—mentí tranquilamente.

—Hace un momento el joven Cordier me marcó para decirme que


estabas en una cita con él y que llegarías tarde ¡y lo hizo desde tu teléfono,
así que no me mientas! —gritó perdiendo los estribos.

112
Ferdinand al escuchar todo lo que estaba sucediendo salió del baño
corriendo, lo que me hizo sonreír y tranquilizarme.

—Señor Boucher, ya le dije que yo no le marqué nunca—espetó en


mi defensa Ferdinand.

— ¿Entonces de quién era esa voz señor Cordier?

—Yo que voy a saber, yo no estaba con su hija—respondió a la


defensiva.

—Serene—giró hacia mí mientras me encogía en mi asiento— ¿Quién


era?

—Ya te dije que estaba con Pauline y te habló un chico que estaba
en el equipo, si no me crees háblale—le tendí el móvil y enseguida lo tomó.

Se levantó y caminó fuera de nuestra vista dentro de la casa de


Ferdinand.

—Oye, ¿qué rayos pasó? —preguntó con apenas un susurro.

—Chris le dijo que había salido contigo—admití.

— ¿Quién es Chris?, ¿hablas de la zorra del salón? —reí.

— ¡No! —Externé contenta—hablo de Christopher…el chico pelirrojo.

—Ahora veo, y por qué el poco hombre no pudo decirle que estaba él
contigo.

—Yo que sé—respondí encogiéndome de hombros.

—Es que simplemente eso no fue correcto.

113
— ¿Estás celoso? —levanté las cejas de una forma pícara y divertida,
a lo que él respondió con un sonrojo.

Entrelazó los dedos y dejó caer sus manos entre sus piernas.

—Yo no estoy celoso o bueno…—pasó su mano a través de su


cabello—no, definitivamente no estoy celoso—concluyó levantándose del
sillón.

Mi padre regresó después de la llamada y me vio ahí sentada sola.

—Toma—estiró la mano con el celular—dile al joven Cordier que lo


siento y que mañana habrá una reunión con los inversionistas, también te
quiero ahí a ti—se despidió y lo dirigí a la salida—por cierto discúlpame tu
también—pausó sus palabras—la reunión es a medio día.

—Pero tengo clases—repelé.

—Pediré permisos para que faltes—abrió la puerta y salió.

La verdad no me preocupaban las clases, me preocupaban los


resultados del examen de regularización que serían entregados justamente
mañana.

Ferdinand no aparecía y decidí subir a su habitación a ver si se


encontraba ahí.

Abrí la puerta y no lo encontré, tome una hojita de su buró y anoté


el recado que mi padre me indicó.

Mi padre te ofrece sus más cordiales disculpas y perdona por

las molestias que te provoqué, espero me puedas perdonar por eso.

114
Por otra parte mañana debes asistir a una junta de inversionistas

en “Meilleur Mode”

Atte: Serene Boucher

PD: La junta es al medio día, justo a la hora en la que

entregan los resultados.

PPD: Espero que en realidad puedas perdonarme.

Doblé con especial cuidado la nota y la deposité en el mismo lugar


en el buró. Abrí la puerta y la cerré cuando salí.

Giré para ir debajo de las escaleras y al dar la vuelta para


recargarme con la puerta y ésta se cerrara con mi peso vi a Ferdinand de
frente. Estaba viéndome con una malvada sonrisa en el rostro.

Recargó su mano empujando la puerta para abrirla y acercó su


rostro poco a poco al mío. Cerré los ojos pensando que me besaría, pero se
desvió hacia mi oído y me susurró “cuídate”.

Me puse a llorar ahí, justo en ese instante y él sólo se fue y me dejó


llorando ahí hecha un ovillo contra la pared.

Al terminar de llorar mis párpados pesaban y sentía los ojos


claramente hinchados. Dispuesta a bajar tomé mi bolso de la recámara de
Ferdinand y me regresé con a nota que le había escrito.

—Deja eso ahí—me sorprendió su voz logrando que diera un


pequeño salto.

115
—Es mío, me lo llevo.

—Déjalo, está en mi casa y creí haberte dicho que no volvieras a


poner un pié en mi departamento—demandó.

—Lo sé y por eso me voy Ferdinand—tomé el papel y lo guardé en mi


bolso.

—Te he dicho que lo dejes.

—Y yo te he dicho que no—reté.

—En verdad, si no me lo das no te irás de aquí.

—Es que ahora no tiene sentido nada de lo que contiene.

— ¿Entonces por qué te lo llevas? ¿Por qué no me lo quieres


mostrar?

—Porque nada de esto te incumbe—respondí irritada.

—Dámela—espetó.

—No—me crucé de brazos y me planté ahí tan valiente como pude—


no te la daré.

—Entonces no te irás—salió a paso firme mientras lo seguía


pisándole los talones.

Cerró la puerta por dentro y lanzó la llave por la ventana ¿qué


trataba de hacer?, cerró la ventana con seguro e hizo lo mismo con el resto
de ellas.

— ¿Qué haces? —interrogué.

116
—Me aseguro de que no te puedas ir hasta que no me des esa
maldita nota—contestó algo irritado.

— ¿No hablas en serio verdad?, todo este drama es por una nota,
¡¿te das cuenta de lo patético que es todo esto?! —grité.

—No es nada patético Serene, estoy harto de que no puedas actuar


bien conmigo, de que cada cosa te parezca indiferente—musitó con toda la
tranquilidad del mundo.

— ¡No puede ser! —Dejé caer mis brazos a los costados y levanté la
mirada hacia el techo.

—Pero así es, así que más vale que te relajes porque pasarás aquí
mucho tiempo—subió de regreso a su habitación mientras yo iba detrás de
él.

Cerró la puerta en mi cara golpeando mi nariz y provocando que me


saliera un poco de sangre, corrí asustada hacia el baño mientras me
presionaba la nariz con los dedos.

Al llegar abrí la puerta y me introduje a lavarme las manos, a cara,


me puse papel como loca por toda la nariz y me recosté bocarriba como
siempre me decía mi madre.

Pasé un largo rato ahí dentro esperando a que mi nariz parara de


sangrar y cuando esto sucedió me digné a salir del baño para hacerle
frente a Ferdinand.

— ¿Qué te ha sucedido? —preguntó asustado.

—Me golpeaste con la puerta—mascullé irritada.

117
Sus ojos se abrieron demasiado con sorpresa y algo que interpreté
como arrepentimiento.

— ¿Te encuentras bien? —susurró.

— ¿No te parece demasiado tarde como para preocuparte? —


demandé.

—Si…perdona—agachó la cabeza y se desplomó en el sillón.

—Pero puedes dejarme salir—musité.

—Claro que no, dame la nota, ese fue el trato—se puso de pié para
pasarse frente a mí.

—Bueno Einstein, aunque te de la maldita nota, tiraste las llaves y


no podremos salir—reclamé.

—Buen punto—frotó su barbilla con el pulgar para pensar en algo—


derribaré la puerta y listo.

—Como quieras, no es mi casa—me encogí de hombros para restarle


importancia.

—Está bien, voy por algo para poder derribar la puerta.

—O podrías llamar a un cerrajero para que nos abriera—sonreí con


ironía.

—Buena idea.

Sacó su móvil y buscó en internet alguno cercano a su casa, llamó y


dio la dirección para que vivieran.

118
El lugar estaba en un silencio incómodo, pues nadie tenía nada que
decir.

—Toma—extendí la nota.

—No la quiero—musitó negando con la cabeza.

—He dicho que la tomes.

—Y yo que no la quiero.

¿Cuándo fue que cambiamos los papeles?, se supone que yo no


quería que él la viera.

—Como quieras, allá tú—musité guardando la hoja.

Me arrepentí de ocultarla y la extendí sobre la mesita de centro que


tenía en su sala.

—Quítala de ahí—espetó arrojándola hacia otro lado.

Me levanté por mi nota y la volví a poner en el mismo lugar.

—Te dije que la quitaras—volvió a tirar la nota y yo me volví para


ponerla en su lugar.

— ¡Esto es muy infantil! —esbozó una sonrisa.

—Lo sé—sonreí con generosidad.

—Pero aun así no quiero esto—tomó la nota y la partió en cachitos—


de todas formas vas a salir de aquí.

—En fin, de todas formas te diré que decía—imité su tono de voz.

Se puso cómodo en el asiento y listo para escucharme atentamente.

119
—Pues mi padre te dijo que mañana hay junta de inversionistas y
que lo perdones por todos los problemas que te causó—dije
tranquilamente.

— ¿Eso es todo?, ¿por eso no querías enseñarme la nota? —musitó


señalando los trozos de papel que quedaron esparcidos por el suelo.

—Sí.

Ferdinand me miró con incredulidad y al parecer comenzaba a


sospechar que no le había explicado todo.

— ¿Y eso es todo? —insistió.

— ¿Acaso no confías en mí?

Dudó su respuesta, realmente desconfiaba y tenía razón en hacerlo,


después de cómo me trató no pensaba pedirle las disculpas que decía la
hoja.

—Si…si confío en ti—culminó y el timbre nos interrumpió.

Ferdinand intentó abrirle al señor pero obviamente la puerta no se


abría y yo estaba muriendo de la risa detrás de él.

—Señor, abra por afuera—reí sonoramente—para eso lo llamé, me


quedé encerrado—admitió entre carcajadas al igual que yo.

—Claro, como ordene—dijo confundido el señor del otro lado.

No podía parar de reír, a tal grado que me empezaba a faltar el aire,


mientras que Ferdinand totalmente apenado decidió irse a un rincón con
la cara roja de vergüenza.

120
El señor logró abrirnos la puerta y Ferdinand le pagó con un billete
de quinientos. El señor sorprendido porque no le pidiéramos cambio salió
del departamento.

—Puedes irte—señaló la puerta recién arreglada.

Salí y recogí las llaves que habían sido arrojadas al suelo horas
antes.

—Tómalas—extendí las llaves en mi palma y él las tomó.

—Gracias.

Se instaló entre nosotros un silencio incómodo. No sabía cómo


despedirme.

Si le doy la mano parecerá que estoy cerrando un trato con él. Pero
no estoy lista para despedirlo con un beso. Decidida a retirarme me di la
vuelta para encararlo y estaba con la mirada perdida viendo algo, no sé a
qué veía o a quien; pero estoy segura de que no era nada bueno.

— ¿Qué sucede? —pregunté sacándolo de su concentración.

—No…no es nada—ve con cuidado.

Me dio un beso en la mejilla y me llevó a tomar un taxi.

—Pero mi auto está aquí—señalé el lugar que ocupaba en su garage.

—Sí, perdona, pasa a tomarlo—me acompañó con cuidado hacia el


garage.

Definitivamente algo malo estaba sucediendo.

121
— ¿Me dirás ya qué te pasa? —me planté frente a él con los brazos
cruzados.

—No es nada ya te lo dije, ahora puedes irte y no te olvides de los


resultados de mañana.

—Ni tú de la junta en la empresa—me dio otro beso y me subí al


auto.

Conduje hasta casa con cansancio y tomando los atajos que habían
en las avenidas para tardar menos.

Los tiempos entre cada cambio del semáforo eran largos y


adormecedores, los cláxones no paraban de sonar cada vez que cabeceaba
ante la carretera, hasta que de pronto me quedé dormida.

Algo me impactó; mi visión se fue haciendo borrosa hasta estar


completamente obscura, mi cuerpo no reaccionaba y no podía pedir ayuda.
Sentía un gran dolor en mi estómago, pero cualquier intento de moverme
lo agravaba más.

Desperté en la cama de un hospital o de algún centro médico. No


había nadie más ahí, solo estaba yo con un suero siendo suministrado por
una aguja conectada a mi brazo. No había ruido alguno ni movimientos en
algún lugar. Es como si estuviera a salvo pero sola, muy, muy sola.

122
{La junta}

S
eguía ahí tumbada y con el brazo punzando de dolor, mi
estómago rugía por comida y no podía levantarme de ahí.

Escuché unos pasos acercarse e inmediatamente fingí


estar dormida, aunque mi respiración aún seguía acelerada, ninguno se
percató de que estaba realmente despierta.

— ¿Estará bien mi hija? —preguntó alguien.

¿Su hija?, de qué estaba hablando.

—No lo sabemos, ciertamente sufrió una gran contusión con el


choque, pero en cuanto despierte le haremos los análisis correspondientes
y les diremos cómo se encuentra, está en buenas manos.

—Mi hija…mi hija—sollozaba una mujer.

Poco a poco fui abriendo los ojos y me encogí en la cama, un hombre


con bata me vio y de inmediato sacó a todos los que estaba ahí.

—Serene, ¿estás bien? —preguntó aquel desconocido.

—Si…o no lo sé… ¿dónde estoy? —susurré sin fuerzas.

—En el hospital, chocaste y te trajeron aquí.

—No, yo no choqué, yo no manejo—balbuceé torpemente.

—Pues así te encontraron atrapada dentro del auto, ¿quieres ver a


tus padres?

123
— ¿Padres? —pregunté.

—Sí, el señor y la señora Boucher—contestó con una severa mirada


mientras me veía una y otra vez.

—No, no conozco a esas personas, ¿quiénes son?

—Espera un momento—abrió una puerta y se retiró.

No sé de qué me estaba hablando, hace tiempo que yo no veía a mis


padres, no después de su accidente.

Mi mente empezó a evocarme imágenes sobre algunas situaciones,


pero en todas yo era una niña, una chiquilla pequeña que jugaba con otros
niños y me di cuenta de que no sabía qué me estaba pasando en ese
momento.

—Amnesia retrógrada—dijo el hombre entrando nuevamente a mi


habitación.

— ¿Qué? —grité perdiendo la cordura.

—Ese es tu padecimiento, la contusión lastimó ciertas partes de tu


cabeza y pudo haberte dañado en la memoria—comentó apacible.

—No entiendo.

—Puedes recordar todo lo que te suceda de hoy en adelante, pero no


recuerdas qué hacías antes de aquel accidente.

—Ajá—asentí con la cabeza.

—Por eso debemos darte rehabilitación, en un momento estarán tus


padres aquí.

124
Apenas y podía creer lo que me decía aquella persona, que supongo
era un médico. Pasó muy poco tiempo cuando dos personas entraron
donde yo me encontraba.

—Hija—lloriqueó una mujer tirándose junto a mi cama.

— ¿Quién eres? —pregunté confundida.

— ¿Hija? —preguntó el señor que estaba a su lado.

— ¿Quiénes son? —interrogué entrecerrando los ojos y forzando a mi


mente para recordar todo.

Comencé a llorar de impotencia pataleando una y otra vez.

—No puedo…no puedo… no puedo—gritaba para mis adentros.

—Calma Serene—dijo la mujer.

— ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no te recuerdo? —dije


llorando mientras trataba de no salir de mis casillas.

—Somos tus padres Lewis y Nadine Boucher—dijo el señor.

—Perdonen, pero no tengo idea de qué me hablan.

La señora no soportó más y salió corriendo de la habitación mientras


se cubría la cara con las manos.

—Serene, recuérdanos por favor—rogó el señor.

—Créeme que lo intento, pero no puedo, me siento


tan…tan…impotente—gemí tratando de ahogar un grito de dolor.

125
—No te preocupes hija te juro que te recuperarás, no importa si
tengo que vender la empresa, juro que lograrás recuperarte de esto—
dijo con tanta esperanza que deseé poder comprender todo.

No me importaba el no recordar a ese señor, pero si ese era mi


padre, creo que llegaría a quererlo como tal, se veía alguien tan
tierno, me demostró que daría todo por mí, por alguien que ni
siquiera lo recuerda, que lo trata como alguien ajeno a su vida.

— ¿Papá? —Pregunté en un nuevo intento de asimilar todo—


¿tienes una empresa?

—Sí.

— ¿Qué haces en tu empresa?

—“Nuestra” empresa—recalcó esas palabras—se llama


“Meilleur Mode” y ahí trabajamos los dos como presidente y
vicepresidenta, aunque tú te encargabas de contratos, inversiones y
esas cosas.

— ¡Papá! —grité emocionada.

Ahora lo podía recordar, recuerdo la junta de inversionistas que


debíamos tener, mi castigo (por desgracia), una pelea que no
recuerdo por que la tuve en una casa, supongo que en mi casa.

—Eres tú—lloré mientras él me abrazaba fuertemente.

—Pequeña, lo sabes, me recuerdas—dijo con la voz partida.

—Sí, te recuerdo.

126
—Gracias Serene, iré por mamá para ver qué puede decirte.

—No te preocupes, yo puedo buscarla.

Me levanté torpemente y salí al pasillo para encontrarla


llorando en una banca.

— ¿Mamá? —titubeé.

—Serene—se levantó de un salto y corrió hacia mí. Todos nos


abrazamos, tal y como una familia normal, como supongo que antes
lo hacía.

— ¡Me ha recordado! —gritó mi padre con demasiado


entusiasmo que tuvieron que salir a callarlo.

—Dios, esto es tan…—no pudo seguir hablando y calló en


llanto nuevamente.

—No…no llores—susurré—estoy segura de que pronto te


recordaré.

} {
Ya había pasado cerca de una semana desde mi accidente y
recordaba a mi madre, a papá, a mi casa y mi escuela.

—Estás lista para regresar a clases—musitó mi mamá a la hora del


desayuno.

127
— ¿Estás segura? —dudó mi padre.

—Ayer el médico dijo que hoy podría intentar aunque sea por un
momento ir al colegio para ir ambientándose.

—Muy bien—aceptó papá—yo la llevaré hoy.

Terminé mi desayuno entusiasmada, pues para mí éste sería como


mi primer día de la universidad.

—Hemos llegado—interrumpió mi padre.

—Gracias—bajé torpemente del auto y comencé a avanzar hacia la


entrada.

Corrí hacia el interior y di una vuelta con alegría, al fin en la


universidad, al fin fuera de casa.

Tocaron el timbre y me dirigí hacia donde iba una multitud de


chicas, golpeé accidentalmente a una de ellas en el hombro y ésta se giró
para encararme.

— ¿Qué te pasa? —Preguntó molesta— ¿no te bastó con lo de la vez


pasada?

— ¿De qué hablas? —Interrogué algo avergonzada— ¿Quién eres?

Soltó una carcajada ante mi pregunta y se cogió el estómago.

—No te hagas la idiota, soy Chris—se dio la vuelta y me dejó ahí, salí
corriendo tras de ella para averiguar qué había pasado entre nosotras.

—Perdona—grité llamando su atención— ¿te hice algo?

128
—Déjame pensar—apoyó uno de sus dedos en el mentón—peleamos,
me llamaste zorra, estuviste a punto de golpearme… ¿Quieres que
continúe?

—No…no…perdona—musité confundida.

No podía ser así, mis padres me dijeron que yo no era conflictiva y


ella me dice todo eso, no se a quien creerle, no sé quién soy realmente.

Comencé a llorar justo donde me quedé mientras una chica con la


mirada fija en mí se acercó con una sonrisa.

—Ser—saludó dándome dos besos en las mejillas.

—Hola.

— ¿Cómo te fue en la reunión?—preguntó.

—No fui—musité aún confundida.

— ¿Tienes algo?

— Perdona pero ¿quién eres? —pregunté por fin.

—Pauline…tu mejor amiga—contestó tan confundida como yo— ¿no


me recuerdas?, la adicta por los zapatos, la que te hace burla todo el
tiempo.

Una imagen repentina de ella en motocicleta cruzó rápidamente.

—Un poco, tú tienes una moto, es todo lo que recuerdo de ti,


perdóname.

—Bueno, es algo, entonces es cierto que tienes amnesia—suspiró


con tristeza.

129
—Sí, pero poco a poco he ido recordando cosas, así que supongo que
pronto llegaré a acordarme de ti—la observé, pero ella tenía la mirada
perdida en otro lado, giré para localizar aquello que observaba y llegó un
chico a reunirse con nosotras.

—Uff, ya llegó, yo me largo—comentó irritada.

— ¿Quién es?

—Deja que él te lo explique todo, a ver si así recapacitas—comentó


antes de irse.

El muchacho me observaba con una sonrisa, como si con el simple


hecho de verme le alegrara la existencia.

— ¿Quién eres? —me atreví a preguntar.

—Ferdinand Cordier.

—Bien, me debo ir a clases.

—Qué casualidad, yo también.

— ¿Estudias conmigo?

—Más que estudiar.

Decidí no decir nada más, no sé qué esperarme de él y peor aun si


no lo conozco, cómo quisiera recordar todo.

—Llegamos—interrumpió el chico.

Abrió la puerta para que yo pasara y agradecí su gesto, supongo que


no es tan mala persona, si hace eso no lo parece y sinceramente espero
que no lo sea.

130
—Siéntate cerca de la ventana, ese lugar es tu favorito—susurró
mientras nos dirigíamos a la esquina del salón.

Tomó un asiento al frente de mí y giró para conversar.

—Veo que los rumores son ciertos.

— ¿Tu y yo somos algo? —pregunté avergonzada, pero decidida a


terminar con esto.

Sus ojos se iluminaron con mi pregunta y sus labios esbozaron una


linda sonrisa.

— ¿No lo recuerdas? —preguntó un tanto divertido y no pude evitar


sonreír de vuelta.

—No, por eso te pregunto—solté una risita y él se inclino


acercándose a mí.

— ¿Segura de que no? —volvió a preguntar.

—No—me limité a responder.

Se acercó demasiado a mí hasta que posó sus labios sobre los míos
en un beso tímido hasta que me liberé de esa hermosa sensación.

— ¿Ya lo recuerdas?

—Eres… ¿mi novio? —titubeé, no pensé que tuviera novio, mis


padres jamás me dijeron nada de esto.

—Sí, soy tu novio y estoy celoso de un tal Chris, un tipo pelirrojo que
coquetea contigo—dijo con mala cara.

131
—Entonces creo que dejaré de hablarle, si es lo que quieres—
contesté mordiéndome el labio.

—Eso me gusta, te veré hoy en mi departamento ¿sí?, debo


agradecerte algo que hiciste por mí.

—Pero no sé dónde vives.

—No te preocupes, yo pasaré por ti, yo si sé dónde vives.

—Muy bien ahí te espero cariño—contesté instintivamente.

—Muy bien—sonrió ampliamente.

Las clases pasaron una tras otra mientras yo trataba de recordar


algo sobre las clases anteriores, pero todo era inútil, ninguno de esos
profesores despertaba algo en mí.

Entró el último maestro, un señor de cabello cano, con lentes,


demasiado alto y con un cuerpo casi esquelético.

Puso su portafolio sobre la mesa y se dispuso a iniciar la clase.

—Bien jóvenes, saquen el libro y respondan el bloque número siete,


lo revisaré dentro de dos clases, dense prisa y no hablen—ordenó.

— ¿Quién es? —le susurré en el oído a Ferdinand.

—El profesor de psicología empresarial—musitó de vuelta.

—Gracias—le sonreí a mi novio.

—No es nada, oye por cierto sí pasamos el examen de regularización.

Mi mente comenzó a trabajar en cuanto escuché la palabra


“examen”. Y pude recordarlo.

132
Yo reprobé y presenté el de regularización, justo un día después de
mi accidente me darían los resultados, el mismo día que la junta de los
inversionistas.

—Lo recuerdo—susurré para mí.

— ¿Qué? —preguntó Ferdinand.

—Ahora lo recuerdo, reprobé el examen—dije entusiasmada.

—Si—sonrió.

—Y tú…tú eres un inversionista de mi empresa, de la empresa de mi


padre.

—Sí—volvió a contestar.

—Y…espera, espera, espera, creo que estoy recordando algo más—


me detuve un momento y me froté la sien como si así pudiera lograr
recordar algo—sí, tu… ¡Ferdinand! —espeté en el salón y todos giraron a
verme.

—Señorita Boucher, si tiene algo que decirle al joven Cordier los dos
se pueden retirar—musitó el maestro con amabilidad.

—Gracias—me levanté y tiré el brazo a Ferdinand para que me


siguiera afuera.

Salimos a paso rápido y bajamos las escaleras para llegar hasta


atrás del edificio de la facultad y ocultarnos tras los arbustos.

—Tú no eres mi novio—reclamé lo más tranquila posible—eres


Ferdinand, el maldito chico engreído.

—Hace un momento tú me llamabas cariño—rió.

133
—Trataste de aprovecharte de mí Ferdinand—reclamé con la voz esta
vez más recia.

—Era sólo una broma ¿sí?, deberías ser menos amargada—mi


estómago se retorció con sus palabras.

¿Yo una amargada?, ¿acaso una amargada se teñiría el pelo de


anaranjado?, ¿o perdonaría a un idiota un centenar de veces todo por
tratar de llevar las cosas bien con él? ¡No!, yo no soy ninguna amargada.

—Fíjate primero cómo actúas para poder juzgarme—respondí y giré


sobre mis talones para retirarme a llorar tranquila en el baño. Pero una
mano me detuvo en seco.

—No Serene, fíjate tú en lo que hacemos los de más a tu alrededor y


después, cuando te hayas dado cuenta de todo aceptaré cualquier insulto
que me digas—sonrió con satisfacción y se retiró.

Saqué mi celular y marqué el número de la empresa para charlar


con mi papá.

— ¿Bueno? —contestó una de sus asistentes del otro lado de la


línea.

—Buenas…tardes…me gustaría hablar con mi padre, soy Serene.

—En un momento la comunicamos.

Sonó aquella musiquita de espera que me indicaba que había alguna


junta importante o que se encontraba ocupado mi padre, cuando un “clic”
del otro lado sonó.

—Bueno, Serene—contestó mi padre.

134
—Me voy a casa papá, pero la limusina la llevó mamá y yo no puedo
manejar, no estoy preparada—dije con la respiración entrecortada.

—Bien hija, enseguida no puedo, tengo una juta importante aquí


que debo atender, dile al joven Cordier que venga de inmediato a la junta y
de paso te vienes con él—sugirió.

—No, papá, quiero ir a casa, no me siento bien como para iniciar


también a trabajar—excusé.

—Pero te necesito aquí, ¿cómo vas con lo de tu amnesia? —cambió


rotundamente de tema.

—Olvidado—reí—quiero decir que recuerdo ya todo, esto me ha


servido demasiado, pero no me creo capaz de manejar de nuevo.

—Muy bien hija, pero yo no puedo ir y tu mamá tampoco, dile al


joven Cordier por favor, también te necesito aquí—rogó.

—Está bien, iré para allá—mascullé mientras rodaba los ojos.

—Te espero, cuídate—colgó por fin y guardé el celular en mi bolso.

Caminé alrededor de la universidad tratando de alejar mis


pensamientos un rato de los estudios, a cada paso reflexionaba sobre las
posibilidades de llegar a la empresa sin tener que pedirle nada.

Pero hoy era mi día de suerte, Christopher estaba en la cafetería


sólo, tal vez él podría llevarme.

Me acerqué corriendo a la cafetería para ir a pedirle el favor aunque


aún dudaba sobre si debería después de lo que me hizo.

—Chris—dije jadeando después de mi carrera.

135
— ¿Serene?, no…no esperaba verte aquí.

—Bueno, pues heme aquí—sonreí.

—Me da gusto volver a verte. Pero antes te debo una disculpa—se


levantó de su asiento—fui un idiota al comportarme así contigo,
simplemente no debí ni siquiera pensarlo.

—Ya Christopher, no era necesario eso, aunque aún puedes hacer


algo para encomendar tu error—sonreí pícaramente.

—Lo que sea con tal de que me perdones—sonrió.

—Necesito ir a la empresa de mi padre, pero no tengo mi auto, ni mi


limusina y mis padres no pueden recogerme y necesito un transporte
urgentemente; y pensé que tal vez tú podrías…

—Claro, ¿A qué hora debes estar ahí? —cuestionó.

—Exactamente a la hora de la salida.

—Pues entonces de una vez vayamos al estacionamiento.

Me ofreció su brazo y yo me pesqué de él rápidamente. Caminamos


platicando de cosas triviales.

— ¿Entonces era cierto lo de tu amnesia? —preguntó sorprendido.

—Sí, aunque ya no hay secuelas, recuerdo todo perfectamente—


sonreí nuevamente.

—Pues las cosas aquí estuvieron feas.

— ¿A sí? —traté de esconder mi curiosidad sobre el tema, pero él de


inmediato lo notó.

136
—Chris y Eve no dejaban de hablar pestes de ti Ser, aunque
Ferdinand…—paró de hablar y dio un largo suspiro—él estuvo todo el
tiempo pendiente de tu salud, le contó a Pauline que estuvo yendo al
hospital a verte, pero no dejaban pasar mas que a tus padres y que él se
quedaba sólo en la recepción esperando a que salieras de aquel lugar.
Hasta que pasó casi una semana y tú aún no despertabas. Pero no se dio
por vencido, de hecho estuvo molestando a cada persona preguntando por
ti, pero jamás me dijo nada, todo esto me lo contó tu amiga—se encogió de
hombros como si eso no valiera nada.

—Yo no…no lo sabía—bajé la cabeza y comencé a caminar un poco


encorvada mientras mi estómago se desmoronaba poco a poco dejándome
un gran vacío, como si mis emociones se hubiesen esfumado.

— ¿Estás bien? —preguntó Chris un poco preocupado.

—Sí, no me pasa nada—musité.

—Bueno, pronto llegaremos al estacionamiento.

—Espera, debo hacer una llamada—saqué mi móvil y busqué entre


mis contactos a Ferdinand.

— ¿Bueno? —contestó después de cuatro llamadas.

—Hola Ferdinand, mi padre te espera enseguida en la empresa,


tenemos junta—advertí.

—Muy bien, iré para allá…—guardó un enorme silencio— ¿quieres


que pase por ti?

—Amm…—esperé aproximadamente un minuto sin dar respuesta—


no, no es necesario, tomaré un taxi.

137
—Como quieras, allá te veo—colgó.

Regresé a mi lugar junto a Chris mientras íbamos al


estacionamiento. Llegamos y caminamos entre los espacios que dejaban
entre cada coche para llegar al auto de Chris, cuando de pronto alguien
chocó conmigo logrando que cayera al suelo.

—Fíjate por dónde andas—repelé mientras me ponía de pié—


Ferdinand—susurré asustada.

— ¿Qué haces aquí? ¿No que ibas por un taxi?

— ¡Ser, date prisa! —gritó Chris llamando la atención de Ferdinand.

—Ya veo, perdona por interrumpir—dijo molesto.

—No, no es lo que piensas.

—No, no creo que lo sea—contestó amargamente.

—Por favor déjame explicarlo—rogué.

—No Serene, no me debes ninguna explicación, pero yo si te debo


una—sacó un ramo de flores de una bolsa que llevaba.

Eran rosas rosas, olían delicioso y no pude evitar aspirar una


bocanada de aire.

—Eran para ti, pero veo que no necesitas a otro pelagatos que esté
tras de ti—arrojó las rosas al suelo justo entre nosotros—no esperes ver
esto nunca más.

— ¿Por qué haces esto? —Pregunté iracunda—haces un hermoso


detalle y al final lo arruinas, siempre es así con cada cosa, con la cena, las

138
veces que salimos, nuestros fortuitos encuentros, siempre es lo mismo
contigo—grité desenfadada.

—No Serene, te equivocas—sonrió decepcionado—tú eres la que tira


todo por la borda, siempre quiero hacer algo por ti y tú no te tomas la
molestia en reconocerlo, en apreciar nada, me mentiste, ¿y ahora me
hechas la culpa?, estás muy equivocada si crees que todo este tiempo
fuiste tú la que me perdonó.

—No Ferdinand—fue lo único que alcancé a decir mientras mis


emociones huían de mí dejándome vulnerable ante él.

—Olvídalo Serene, hasta aquí llegó mi paciencia.

—Ferdinand—murmuré una vez más.

—Te dejo Serene, que disfrutes de tu compañía—abandonó el


estacionamiento y al pasar junto a Chris chocó su hombro contra él.

—Serene…—se acercó Christopher.

—Solo llévame a la empresa por favor—respondí tajante.

Sin ningún comentario más subimos al auto y nos pusimos en


marcha rumbo a la empresa.

Me senté en la parte trasera y con cada tope o cambio de velocidad


mi cuerpo temblaba, aún le tenía miedo a los autos, aún no lo podía
superar.

Llegamos muy rápido y descendí sin voltear a ver a Christopher, sólo


escuché un leve “adiós, cuídate” proveniente de él, pero no tuve el valor de
responder.

139
Entré rápidamente sin dirigirle el saludo ni la vista a nadie, tal y
como si el resto del mundo fuera invisible para mí.

Entré abruptamente a la sala de juntas donde ya todos estaban


esperando, pero mi mirada fue hacia alguien en particular. Vi el asiento
vacío junto a él pero preferí parame junto a la pizarra electrónica donde se
mostraban los nuevos diseños.

—Qué bueno que se haya podido reunir con nosotros señorita


Boucher—inició mi padre.

—Sí—respondí cortante, todos me observaron mientras clavaba mi


mirada en un punto invisible en la pared de enfrente.

—Bien, comencemos con el primer punto, los he llamado aquí debido


a que son los mayores inversionistas y necesitamos que decidan qué
temática utilizaremos para nuestra temporada otoño invierno—dio inicio la
junta.

— ¿Qué les parece el animal print?—sugirió un hombre extraño—


hace años que impuso moda, podríamos intentarlo con un look retro.

Ferdinand levantó la mano para pedir la palabra.

—Joven Cordier—cedió la palabra mi padre.

— ¿Qué le parece la temática de el amor?—me sonrió y yo fruncí el


ceño.

—Interesante tema, ¿qué sugiere para él?

—Una mescla en tonos rosa, coral, rojos, lo típico de San Valentín—y


rieron todos ante su comentario, todos menos yo.

140
Levanté por fin la mano para dar mi propuesta.

— ¿Si señorita Boucher?, ¿tiene alguna otra propuesta? —contestó


mi padre.

—Sí…ehm…me gustaría la temática de “sentimientos encontrados”


—alcé una ceja pícaramente hacia Ferdinand y él torció la boca—sería
como una mezcla de colores encendidos, amarillos, fucsias, rojos,
anaranjados, verdes, azules…de ese estilo—terminé mi idea y mi padre me
miró sorprendido mientras que Ferdinand sólo me observaba con hastío.

Ferdinand pidió nuevamente la palabra y mi padre se la cedió.

—También sería buena idea algo que diga “celos” por sí mismo,
algunos tonos encendidos, pero obscuros…algo así como negros, grises,
verdes fuertes…colores de penumbra—sonrió socarronamente esperando
alguna reacción de mí, pero no le di el gusto.

—Todas son muy buenas ideas, ahora necesito un eslogan, sé que


los encargados de mercadotecnia se deben encargar de esto, pero necesito
ideas innovadoras, visiones diferentes fuera del mundo de la moda—
musitó mi padre en forma de charla motivacional, había visto ya varias
veces ese truco usado con el personal.

Pedí la palabra.

— ¿Qué les parece algo así como: “al igual que los sentimientos, la
moda es un asunto serio”?

—O algo como “usar Meilleur Mode, algo mejor que las indirectas—
intervino Ferdinand— ¿qué era eso?, ni siquiera tiene sentido su execrable
eslogan.

141
—Pues allá ustedes decidan, me retiro de la junta, debo arreglar el
papeleo—excusé para poder salirme de aquel lugar.

—También podría ser “huir de la moda no sirve de nada” —canturreó


Ferdinand mientras pasaba junto a los asientos.

—O qué les parece “no le hagan caso a las estúpidas propuestas de


Ferdinand Cordier” —ironicé irritada—eso sería excelente, así tendríamos
mayores ventas—mascullé ente dientes.

—Serene Boucher ven aquí—llamó mi padre—deja de comportarte de


esta manera tan ridícula, esto es serio—exhortó mi padre.

—Pues dígale al joven Cordier que deje de estar con sus indirectas
tan infantiles—respondí y giré hacia Ferdinand—en cuanto a ti—lo
señalé—si tienes algo que decirme prefiero que sea de frente.

Pasé a un lado de la mesa ignorando las miradas de los señores al


mismo tiempo que avanzaba. Tomé el pomo de la puerta, lo giré y salí
rumbo al estacionamiento.

Tuve que bajar corriendo las escaleras, pues los elevadores estaban
sin servicio.

— ¡Serene! —gritaba alguien siguiéndome, giré un momento para ver


quién era y, en efecto, Ferdinand si tenía algo que decirme. Pero no me
detuve.

Continué bajando tan rápidamente que Usain Bolt se quedaría corto


con mi carrera. Jamás volví a mirar hacia atrás, pero podía escuchar el
crujir de los escalones provocados por sus pisadas.

— ¡Serene! —Insistió— tenemos que hablar.

142
—Yo no tengo nada más que decirte—solté.

—De eso es lo que te estuve hablando, siempre te portas como si tú


no importaras, como si pensaras que jamás te escucharé, y eso es muy
malo Serene, tu opinión me importa—pasó su mano por la cabeza—incluso
más de lo que te imaginas.

—Es que eres tan…extraño, de pronto actúas como si yo fuera la


mejor persona del mundo y en unos segundos me tratas como si me
odiaras, es solo…que no te entiendo—acepté resignada a encararlo.

—Ya te dije que si me importas, me importa tu opinión, me importas


demasiado, pero es que tú no aprecias mis malditos detalles.

—Yo no llamaría detalle el sacarme de tu casa—sonreí con


amargura.

—Pero yo sí al beso que nos dimos antes de eso—mi corazón se


hinchó de alegría al saber que él había hecho eso en serio, que en ese
momento ya no estaba actuando.

— ¿En verdad fue un detalle? —me mordí el labio con nerviosismo.

—Sí, para mí esos son detalles—admitió recargando su frente contra


la mía—y estoy a punto de demostrarte otro detalle—sonrió y posó sus
labios en los míos.

Me abracé a su cuello y el tomó mi cintura con sus fuertes brazos,


nos besábamos desesperadamente sobre las escaleras sin importarnos que
alguien pudiera vernos, ahora sólo existíamos nosotros dos.

Sus labios suaves y delicados se movían sobre los míos con una
delicadeza adorable, haciéndome sentir cada parte de ellos, sentir esa

143
frescura que tenían, saborear el agradable perfume mentolado de su boca.
Y en mi mente sólo estaba él, cada momento en el que lo encontré así, por
accidente.

144
{Alemania}

M
e separé de él jadeando y sonriendo con satisfacción,
esperando el momento de regresar mi boca a la suya.

Se me había ido volando el tiempo en aquel lugar,


que cuando me di cuenta mi padre me observaba desde arriba, con una
cara espantosa e ilegible.

—Serene Boucher, tenemos que hablar— llamó mi padre alzando la


voz de una manera estrepitosa.

—Enseguida—musité con temor.

— ¿Estamos en problemas? —interrogó Ferdinand.

—Tú no, pero yo sí—pasé junto a él golpeándolo con mi hombro a


modo de broma.

—Auch—se sobó fingiendo dolor y no pude evitar sonreír.

Subí detrás de mi padre todos los escalones, notando cómo cada vez
que subíamos más, él se iba tensando y yo preparaba mi estrategia.

—Pasa—abrió la puerta de su oficina y la cerró una vez que los dos


estuvimos dentro.

— ¿Para qué me llamas?, padre—pregunté tentativamente.

—Sabes perfectamente para qué te hablo, ¿cuándo pensabas


decírmelo?

145
— ¿Decirte qué?

—No te hagas la estúpida, sabes perfectamente a qué me refiero.

—Pero nosotros no somos nada—repelé.

— ¿O sea que andas besando a cualquier hombre que se te pare


enfrente?, porque eso es lo que me estás diciendo ahora.

—No, me refiero a que no es nada “oficial”, fue algo más…—dudé—


espontáneo—sonreí.

—No Ser, perdóname pero no puedes continuar con esto—musitó


evitando mi mirada.

— ¿A qué te refieres con esto?

—No dejaré que sigas así, debes dejarlo.

— ¿Hablas de Ferdinand? —susurré.

—Sí, ese chico te ha cambiado por completo—respondió con toda la


sinceridad puesta en esas palabras.

—El no lo ha hecho—pronuncié esta vez sin aire.

— ¿Qué?

—No, él no ha hecho esto, fueron ustedes, cada vez que me


prohibieron, que me hicieron mantener una apariencia, cada vez que me
llamaban para reuniones, juntas, asambleas, contratos; todo eso fue por
ustedes, ¡Ya déjenme ver por mí misma!, déjenme tomar mis decisiones
por primera vez—externé desesperada y con lágrimas en mis ojos.

—Perdona Serene, pero debes irte.

146
— ¿De qué hablas?

—Debes retirarte de Francia por un tiempo, esto te está afectando.

— ¿Estás hablando en serio? —él sólo asintió— Padre, ¿el tratar de


expresarme es estar mal? — dije con una risa de amargura.

—No, lo que estás haciendo, tu comportamiento, eso es lo que está


mal.

— ¿Y qué piensas hacer?

—Te mandaré a un viaje de negocios, irás a ajustar detalles con


nuestros inversionistas en Alemania, no muy lejos de aquí.

—No.

— ¿Qué?

—No, no iré a ninguna parte.

—Entonces ve buscando otro lugar para tus prácticas—musito muy


molesto.

— ¿Es en serio? —pregunte contrariada.

—Sí—asintió secamente.

—No papá, no puedes hacerme esto—gemí entre sollozos.

—Perdona, pero ya está hecho, en tres horas sale el avión y te


necesito en ese vuelo—me tendió el boleto y se retiró, dejándome sola en
su oficina.

Bajé enjuagándome las lágrimas lo más rápido que pude, pero


Ferdinand ya no estaba, chequé mis bolsillos para coger el móvil y

147
marcarle, pero no estaba, mi bolso se había quedado en la oficina y ahí
estaba el móvil.

Subí nuevamente para tomar mi bolso, pero la oficina ya estaba


cerrada y en dos horas el vuelo debería estar despegando conmigo abordo.

Salí del edifico y cogí un taxi para el aeropuerto, esperaba que tal vez
Ferdinand me buscara, que hiciera algo más por mí. Jamás creí que
llegaría a quererlo, que estaría enamorada de él; y justo ahora, todo el
mundo se pone entre nosotros.

Al llegar bajé por las escaleras automáticas mientras observaba por


cada rincón del aeropuerto, con la esperanza de ver a Ferdinand ahí.

— ¿Usted es Serene Boucher? —preguntó una señorita que estaba


frente a mí.

—Amm…sí, ¿Qué ocurre?

—Me han indicado que le dé esto y que le avise que lo encontró su


padre en las escaleras, además de que su equipaje lo trajo un
señor…amm… ¿Cómo se llamaba?

— ¿Joseph?

—Sí, él mismo, así que guarde asiento y por favor espere un


momento—me entregó una hoja, tal vez la que mi padre encontró en las
escaleras.

Serene, perdona pero me tuve que ir, me han llamado para

hacer la portada de una revista y saldré por algunos días de

Francia, perdóname por no avisarte antes, pero todo esto surgió de

148
improvisto, recuerda que tenemos algo pendiente, espero verte

cuando regrese

Te Ama

Ferdinand Cordier

PD: Recuerda que siempre te amaré

¿Por qué no me lo dijo antes?, ¿por qué no me entregó la maldita


nota o me lo dijo de frente?, ni siquiera me ha dicho dónde estará.

Pero yo también lo he dejado, no puedo creer que mi padre me haya


hecho esto, me siento traicionada y de hecho creo que así es.

Han anunciado el vuelo 234, mi vuelo, me dirijo hacia la entrada al


avión y una aeromoza me indicó mi lugar, nos avisaron que el equipaje
llegaría en otro avión con el mismo destino.

Las horas pasaron y se me hicieron eternas, en total 3 horas de


vuelo y no pude ni siquiera dormir un mísero minuto, a pesar de que ya
estaba todo obscuro.

Decidí cerrar las cortinas para ver si conseguía aunque sea por un
momento, descansar. Pero fue inútil, cada vez que cerraba los ojos veía a
mi padre gritando y las palabras de la carta de Ferdinand se venían a mi
cabeza.

149
Anunciaron que todos nos abrocháramos los cinturones, pues el
avión iba a aterrizar y, tras unos movimientos turbulentos, llegamos por
fin a Berlín justo en la capital.

—Listo señorita, puede bajar por su equipaje y un taxi vendrá


enseguida—ordenó la aeromoza

—Gracias—asentí y me fui hacia los asientos desocupados para


esperar y con la nota aun arrugada en mi mano.

Un claxon sonó y giré para encontrar el taxi que me llevaría al hotel


para que me hospedara, según las indicaciones de mi padre estaría aquí
por una semana. Aunque mi madre habló para decir que me quedaría
más, pues ella vendría de vacaciones conmigo y yo podría terminar mi
carrera en Alemania. Pues la universidad tenía un convenio con la
Universidad Witten-Herdecke, pero yo no quiero.

He llegado al fin al hotel y ya tenía un mensaje en el teléfono: “Hola


hija, espero pronto asistas a esa importante reunión, te extrañamos en
casa, aunque tu madre pronto te verá, te quiero y cuídate” repitió la voz
robótica de la contestadora.

Me recosté en la suave cama a esperar que el sol saliera, en pocas


horas, para poder levantarme e ir a las odiosas juntas que se vendrían en
toda la semana, mientras mi padre disfruta plácidamente en la semana de
la moda justo en París.

} {
150
La primer junta fue a las doce de la mañana para terminar los
contratos de exportación de telas para la empresa y sus maquiladoras, un
contrato que concreté exitosamente y por el cual recibí nueva ropa como
recompensa.

La segunda junta fue hasta en la noche, con un joven muy apuesto,


no recuerdo el nombre, pero preparó una “cena de negocios” que
terminaría en otro tipo de proposiciones para firmar el contrato, por lo que
de inmediato le avisé a mi padre para que jamás volviera a hacer trato
alguno con esa empresa.

Por fin, la tercer junta en la madrugada, con una anciana que nos
vendería máquinas y demás tecnología para la empresa. Esta vez no hubo
compensación.

Terminó mi semana entre juntas, conferencias, fotografías y


contratos y mañana vendría mi madre para pasar unas “vacaciones” de
una semana antes de comenzar mi último año de la carrera.

Llegué al hotel a descansar un poco antes de que llegara mamá e


interrumpiera mi soledad.

No tardó mucho en presentarse y llevarme a recorrer las calles de


Berlín hasta llegar a toda una calle llena de aparadores con las marcas
que más me gustaban, sin embargo yo no estaba de ánimo como para
comprar.

—Hija ¿qué ocurre? —preguntó deteniéndose justo a la entrada del


hotel

—Nada ma, sólo quiero descansar, tengo mucho sueño—mentí

—Conozco esa mirada—dije entrecerrando los ojos

151
—Es la de siempre

—Claro que no, esta es…diferente—me examinó una y otra vez


tratando de averiguar qué era lo que me ocurría

—Te he dicho que no ocurre nada

—Sí, sé lo que te pasa

— ¿A sí? —titubeé

—Sí, ¿quién es? —preguntó sonriendo, ¿de verdad se dio cuenta?

— ¿Quién es quién?, ¿de qué hablas?

—El afortunado—posó su mano en su cadera y comenzó a mover la


punta del pie de arriba abajo

— ¿Cómo la sabes?

— ¡Por favor, eres mi hija!, ¿cómo no saberlo?, debería estar ciega


para no notarlo—expresó

—Ferdinand Cordier

— ¡¿El inversionista que la otra vez fue a la casa?! —preguntó


boquiabierta

—Sí, él mismo—respondí casi orgullosa y con una gran sonrisa

—Debe estar esperándote entonces

—No, él se fue por su trabajo y no sé a dónde—agaché la mirada

—No te preocupes, estoy segura de que esperarán ambos hasta


entonces.

152
—Gracias—musité entre sus protectores brazos

Entremos al hotel a descansar.

Pasamos así casi medio año, solas ella y yo. En mi nueva escuela no
le hablaba a nadie y me limitaba a ir y venir de mi escuela a mi casa y
viceversa.

Toda mi estadía fue deprimente. Mientras que supongo que


Ferdinand debe estar alegre de todo esto, divirtiéndose de sus momentos a
solas.

No podía moverme de mi casa, esperaba el momento de recibir


alguna llamada al hotel, pues mi celular ahora estaba en Francia. Esperé y
esperé sin sentido, más de medio año y ni una sola llamada suya.

Pero tenía un plan, adelantar horas para poder salir antes que el
resto y verlo lo más pronto posible.

Aunque mis calificaciones habían bajado considerablemente, seguí


esforzándome para terminar a tiempo la carrera.

} {
Por fin, terminé la carrera, pude hacerlo antes de lo previsto. Mi
madre se había regresado a Francia por asuntos de la revista, mientras
que yo pronto regresaría.

153
Ya había reservado el vuelo y ya había mandado todo lo necesario en
las maletas rumbo a Francia. Todo estaba hecho, sólo faltaba que
anunciaran el vuelo.

—Vuelo 427—anunció por el altavoz un hombre

—Mi vuelo—dije para mí.

No tardé en subir, es más, creo que era la única que ya se


encontraba ahí. No podía esperar, no podía cerrar los ojos, estaba tan
emocionada de por fin volver a verlo.

Después de un año mi cabello ya no era naranja, había vuelto a su


tono castaño. Y mi apariencia, supongo que me veía más madura, a pesar
de que seguía siendo tan infantil como siempre.

No puedo imaginarme a Ferdinand ¿Se habrá dejado el cabello un


poquito largo?, o tal vez se lo habría teñido, probablemente la revista se
vendió demasiado cuando él posó para eso.

Estaba tan ansiosa que por mi mente comencé a imaginar las


diferentes circunstancias en las que lo encontraría.

Probablemente estaría esperándome en el aeropuerto, o quizá lo


vería en mi casa.

Esperé lo suficiente como para llegar despierta al aeropuerto de


Francia. Cogí un teléfono público y marqué a casa para avisar que me
mandaran una limusina.

Esperé parada algunos minutos y Joseph llegó por mí.

—Qué bueno que has regresado—musitó mientras abordaba

154
—Gracias, también es un gusto volver a verte

—Señorita ¿la llevo a casa? —interrogó

—No—sonreí—iremos a la casa de Ferdinand

Joseph condujo por donde le indiqué hasta llegar a la puerta. Aun


no se estacionaba y yo salté fuera del vehículo.

—Espero un momento—musité al tiempo que cerraba de un portazo.

Llegué por el caminito empedrado que tantas veces había recorrido,


pero la luz estaba apagada. Llamé a la puerta y nadie salió, toqué el timbre
y nada. No estaba nadie en ese momento.

—Joseph, vamos a casa, necesito estar ahí lo más rápido que


puedas—ordené

—Como ordene

Salimos disparados hacia mi casa, pasando los edificios tan rápido


que todo lo que pasaba a mí alrededor se hacía borroso, todo corrido y sin
gracia alguna

— ¿Ya casi? —interrogué preocupada

—Sólo dos calles y llegamos—pisó el acelerador y caí contra mi


asiento pegándome a él.

Avanzamos rápidamente que en cuestión de segundos ya estábamos


frente a mi casa. Sin pensarlo más atravesé por el arco de la puerta al
interior de mi casa.

— Hola a todos—dije pasándome derecho hacia mi cuarto

155
—Bienvenida…—escuché decir a mi madre.

Llegué a mi habitación y busqué el celular, marqué el número e


inicié mi llamada. Timbró una, dos, y tres veces y me mandaba directo a
mensajes de voz, pero él no contestaba. Lo intenté nuevamente obteniendo
así el mismo resultado.

Me tire en la cama a llorar, ahora sí Ferdinand había desaparecido


de mi vida, literalmente.

Pasaron lo que me parecieron unas horas y mi padre subió a verme

—Serene, ¿te encuentras bien?

—Se ha ido—sollocé contra mi almohada

— ¿Quién?

—Ferdinand, se ha ido y todo es tu culpa—grité empujándolo para


abrirme paso hacia las escaleras

—Hija espera, él no quería irse—musitó detrás de mí—él no quería,


yo estaba hablando con él—continuó y me detuve en seco para escucharlo,
pero sin darle la cara—le hablaron por teléfono y no pudo rechazar la
oferta

— ¿Dónde está? —interrogué al tiempo que giraba para verlo

—No lo sé, no dijo nada al respecto

—Gracias—bajé rápidamente hacia mi cocina y salí por mi auto

— ¡Serene!, aún no puedes hacerlo—gritó mi madre mientras yo me


montaba en el vehículo

156
—Sí puedo, y debo hacerlo—introduje con todo el miedo del mundo
la llave al acceso y arranqué el auto.

Tenía mucho miedo, estuve a punto de detenerme en medio de la


calle que pasaba por mi casa, pero no lo hice, debía superar esto, y si esta
era la única forma así lo haría.

Manejé hasta el aeropuerto sin importar que a fuera ya estuviera


todo oscuro y el tránsito de vehículos ya no era tanto. Al llegar no dudé en
preguntar si Ferdinand había comprado algún boleto.

—Señorita, necesito saber si Ferdinand Cordier ha hecho compra de


un boleto fuera de Francia

—Espero unos minutos por favor, el sistema está muy lento y me


temo que no se lo puedo informar.

—Por favor, necesito saberlo, el…se llevó unos documentos


importantes de mi empresa y necesito saber dónde se encuentra

— ¿Levantó una denuncia? —interrogó

—No, no lo hice porque fue un…accidente—mentí

—Se encuentra en Italia, pagó un boleto de viaje circular y estará


aquí en una semana aproximadamente ¿Necesita un boleto para ir a verlo?

—Sí, para mañana, el primer vuelo que tenga—musité decidida.

Mis padres no saben nada de esto y dudo que se enteren, tal vez
investiguen, tal y como lo hice yo con Ferdinand.

Me quedé en los asientos esperando algún vuelo que anunciaran


como el mío, pero sólo había algunos de llegada.

157
—Señorita su vuelo—me despertó una chica a mi lado

—Uh…sí, gracias—me levanté caminando hacia la puerta para


entrar a la aeronave.

En cuestión de minutos ya estábamos sobrevolando París con rumbo


a Venecia.

—Disculpe—llamé a la aeromoza— ¿Dentro de cuánto tiempo


llegaremos?

—En dos horas aproximadamente estaremos sobrevolando las


tierras italianas, pero no sé exactamente la hora del aterrizaje

—Gracias—suspiré.

Decidí descansar por un momento en lo que llegaba a Italia.

—Por favor desciendan lentamente y pasen a las bandas laterales


por su equipaje—ordenaron por el altavoz

Por fin he llegado, sólo me falta encontrarlo, saber dónde está y por
qué está aquí.

158
{La elección}

M
e encaminé hacia los taxis que estaban estacionados en
las filas de afuera del aeropuerto.

— ¿Me puede llevar a un hotel aquí cerca? —le


pregunté a uno de los conductores.

—Sí, sube—contestó.

Me introduje en el transporte para evitar tardarme más de lo debido.

Me asomaba por la ventana admirando la belleza del paisaje, aunque


habían bastantes edificios y el agua inundaba, obviamente, a Venecia, la
vista era de admirarse. En París no había algo semejante.

—Señorita, me temo que hasta aquí puedo traerla, el agua no me


dejará pasar más allá, puede pedirle a algún remero que la transporte al
hotel en su góndola—Sugirió amablemente el chofer.

—Muchas gracias—pagué la cantidad indicada y esperé en un


estrecho puente a que pasara alguno de los tales “remeros” que pudiera
llevarme.

Seguía esperando después de media hora, ya que todas las góndolas


estaban ocupadas.

Probablemente el tiempo no me hubiera preocupado de no ser


porque Ferdinand regresaría en una semana, y yo necesitaba ese tiempo
para arreglar las cosas y decirle lo que he venido a decirle.

159
—Señorita ¿necesita transporte? —preguntó un remero
interrumpiendo mis pensamientos.

—Ehm…sí, voy a un hotel aquí cerca, en la orilla cruzando dos


puentes—respondí.

—Bien, si quiere suba y yo la llevo.

Subí y el remero me transportó lentamente para que admirara la


vista de todo ese lugar, simplemente hermoso.

Los edificios erigiéndose ente este paisaje que pareciera artificial, al


mismo tiempo combinado con la naturaleza, con la tranquilidad
transmitida por el agua.

— ¡Auch! —escuché gritar al remero mientras se detenía de golpe y


la góndola se desestabilizaba, provocando que casi cayéramos al agua.

— ¿Qué sucede? —interrogué.

—Lanzaron esto—mostró una bolita de papel.

Le quité el papel de la mano y lo desenvolví para ver su contenido,


pues se notaba rayado por dentro.

“Bienvenida a Venecia, te veré en el hotel Bauer en media


hora”

— ¿Es para usted? —pregunté al remero.

—No lo creo, no espero a nadie—sonrió.

—Bueno—susurré— ¿Sabe?, mejor lléveme a esta dirección—señalé


el papel.

160
—Como ordene—la góndola dio un movimiento brusco cambiando de
dirección.

Navegamos por unos quince minutos más hasta llegar a la orilla.

—Llegamos, espero que haya disfrutado del recorrido y que su


estancia aquí sea amena—musitó el remero.

—Muchas gracias—le di el dinero y me bajé de mi tan caótico


transporte.

Caminé unas cuatro cuadras pidiendo indicaciones a las personas


que se cruzaban en mi camino.

— ¿Disculpe, sabe dónde está el hotel Bauer? —pregunté a una


señora que llevaba jarrones y otras piezas hechas a mano.

—Camina dos calles, a mano derecha otras dos, doble a la izquierda


y ahí está el hotel.

—Gracias—musité.

Caminé dos calles tal y como la señora indicó, giré a la izquierda, y


al caminar una calle más me vi en una especie de estrecho callejón.

Ese definitivamente no era el lugar, creo que no había seguido las


indicaciones bien y ahora estaba perdida.

Ni siquiera sé por qué me dirigía a ese hotel, ni quién lanzó aquella


nota. Pero mi curiosidad me estaba matando.

Caminé tratando de salir del callejón, pero una mano me atrajo a


una persona.

—Suéltame—ordené tirando de mi mano.

161
—Eres muy hermosa para estar sola por aquí—susurró alguien a mi
oído.

—No…no estoy…sola—tartamudeé entrando en pánico.

— ¿Qué te parece si nos deshacemos de tu acompañante y vienes


conmigo?—dijo mientras me tomaba por la cintura acercándome a su
cuerpo.

—No, no tengo ganas y se me hace tarde, me esperan—rechacé con


educación.

—Veo que tú no eres de aquí princesa, ¿de dónde vienes? —


interrogó.

Podía sentir sus labios cerca de mi mejilla mientras me acercaba


cada vez más a él.

—De Francia, por favor suélteme debo irme.

—Tú no irás a ninguna parte—susurró nuevamente y posó una de


sus manos en mi pierna, subiendo cada vez más.

— ¡No! —vociferé.

—Tranquila, esto será rápido—mordió mi lóbulo y comenzó a besar


mi mejilla buscando la llegada a mis labios.

—No, por favor—imploré llorando.

—Cálmese, se que le gustará

— No, por favor, no—supliqué sin aire.

162
Metió una de sus manos en mi abrigo despojándome de él. Pasó
después por mi blusa, desabrochando cada botón mientras luchaba contra
mí para impedirlo.

—Estese quieta—ordenó abofeteándome.

— ¡Largo de aquí! —gritó una persona iluminando el callejón.

—No estamos haciendo nada malo, ¿verdad mi amor? —musitó a la


persona que estaba en la salida del callejón mientras tomaba mis mejillas
en sus manos.

—He dicho que la suelte—la persona me jaló hacia él poniéndome a


sus espaldas.

—No sabe con quién se mete—amenazó aquel tipo.

Tomé lo primero que vi y se lo lancé a mi agresor. Por lo visto fue


una botella, pues crujió un cristal y se apagó por completo la voz de aquel
tipo.

—Gracias—musité a mi salvador abrazándolo por la espalda.

—No es nada, ¿se encuentra bien?

—Sí—gemí llorando por completo.

—No llores preciosa, sabes que odio verte así.

— ¡¿Ferdinand?! —grité obviamente sorprendida, pero al mismo


tiempo aliviada de que fuera él quien estuviera ahí para mí.

— ¿Es que tengo que encontrarte a cualquier parte que voy? —se
quejó, haciendo la misma pregunta que yo iba a hacerle.

163
—Esta vez es diferente—dije nuevamente entre sollozos. Aquel tipo
me hacía sentir sucia, de sólo recordar sus palabras me estremecí en los
brazos de Ferdinand.

—Vámonos, te llevaré al hotel—me ayudó a levantarme del suelo, y


me abrazó por los hombros.

Caminamos en silencio por las calles de Venecia apresurándonos en


toda la oscuridad.

—Estás muy callada—murmuró Ferdinand mientras bajaba su brazo


para tomarme de la mano.

Con ese simple gesto mi corazón se aceleró desenfrenadamente. Y el


palpitar hacía eco en mis oídos. Una sensación maravillosa.

—No, no tengo ganas de conversar—respondí aferrándome a su


mano.

—Debí llegar antes, perdóname—respondió.

—No es tu culpa, yo debí seguir las indicaciones de la señora—sonreí


para que no se sintiera culpable, porque no lo era.

—Bien, ahora dime ¿Qué haces aquí?

—Qué curioso, yo también te iba a hacer la misma pregunta, te


fuiste sin avisar—agaché la mirada.

—Bueno, yo pregunté primero—musitó entre pequeñas risas, no


había cambiado nada. Seguía siendo el Ferdinand infantil que conocí en
París.

—Vine a buscarte—confesé sonrojándome.

164
—Wow, que sorpresa, reí que no querías verme.

— ¿Por qué dices eso?

—Fuiste tú la que me dejó para irse a Alemania a estudiar—confesó


pasando su mano entre su cabello.

—No, no te dejé por eso, es más ni siquiera te dejé, fue mi padre


quien me obligó a irme.

—Supongo que después dejó que vinieras.

Demonios, lo había olvidado por completo, ya llevaba casi dos días


lejos de casa y sin avisarles, algo muy desagradable me esperaría a mi
regreso.

—Así como que dejarme, dejarme…no—reí.

— ¡¿Qué?! ¡¿Ellos no lo saben?! —preguntó parándose a media


caminata.

—No, vine sin permiso, no sé que es lo que te sorprende—me encogí


de hombros para restarle importancia.

—Estas aquí, solo conmigo y sin el permiso de tus padres.

—Ferdinand ya pasó un año, ya tengo veinte, creo que puedo


cuidarme sola—rodé los ojos.

—Veo que aun tienes ese tic—imitó el movimiento de mis ojos.

—Sí, pero ahora dime tú por qué estás aquí.

—Trabajo—confesó.

— ¿Qué tipo de trabajo? —insistí.

165
—Me contrataron para un photoshot de una revista, pero una
agencia de modelaje me vio en la revista y me canalizó a la pasarela de la
semana de la moda en Milán para Armani y al ver que no regresabas decidí
continuar con mi vida—confesó un poco entristecido.

—Bueno, suena convincente, te creeré por hoy—respondí


continuando el camino rumbo al hotel.

Al llegar Ferdinand me abrió la puerta y agradecí, esta vez


honestamente, su gesto.

—Habitación veinte—musitó Ferdinand en la recepción para que le


entregaran las llaves.

Subimos en el elevador aún tomados de la mano y sonriéndonos


cada vez que nuestras miradas se encontraban.

—Llegamos—musitó abriendo la puerta de la habitación.

Toda la habitación estaba desordenada. La ropa botada sobre la


cama y la cocina con trastes un poco sucios.

—Creo que el ama de llaves reportará esto—reí.

—Ya qué, ahora se mantendrá ocupada—se encogió de hombros.

— ¿Cómo puedes decir eso?, yo limpiaré, no hagas sufrir al personal


del hotel, ellos no tienen la culpa—me arremangué la blusa y corrí al
cuarto de escobas que había en su habitación.

—No viniste aquí a ser la criada de nadie, ya se encargará el servicio


de limpieza, es un hotel de cinco estrellas, deberías saberlo.

—Pero es muy maleducado—reproché haciendo pucheros.

166
—Ya—me tomó por la cintura acercándome a él—no te molestes,
prometo no volver a hacerlo.

Besó mi frente de una manera tierna que me deshice en sus brazos.

—Ahora dime que es lo tan importante que debías decirme—susurró


en mi oído.

—Te lo diré más tarde—respondí balanceándome de un lado a otro.

Nos recostamos en la cama los dos juntos, nadie dijo nada, pues la
situación aún era un poco incómoda.

—Creo que dormiré en el sillón—musitó sentándose en la orilla de la


cama.

—No, duerme conmigo ¿sí?

—No creo que sea pertinente.

—Ven—di unas palmaditas en la almohada de al lado.

Se fue acercando poco a poco hasta estar a mi lado. Sólo quería


sentir que estaba a mi lado, sentirme segura con alguien.

—No muerdo, acuéstate—sonreí y él lo hizo.

—Bueno, descansa que mañana debemos comer e ir por tu boleto de


regreso.

— ¿De regreso? ¿No quieres que me quede? —musité haciendo


pucheros.

167
—Sí, pero tengo otros planes, así que tendrás que regresar y ya nos
veremos en Francia—susurró abrazándome y poniéndome a su lado,
aspirando una y otra vez el aroma de mi cabello.

—Ya qué—me quejé—hasta mañana.

—Hasta mañana.

Dormimos plácidamente uno al lado del otro, pero el estúpido


despertador tuvo que sonar y separarnos.

—Después me tendré que deshacer de él, no dejaré que el


despertador nos separe—bromeó Ferdinand.

—Está bien—volteé y él me plantó un casto beso. Un buen inicio de


día.

—Levántate, tenemos que bajar al restaurant a desayunar.

Me recogí el cabello para levantar un poco la habitación mientras


Ferdinand se duchaba.

—El agua sigue caliente, date un baño y bajemos—ordenó y lo


obedecí.

Disfruté como nunca de la ducha, como si fuese la última que


recibiría en toda mi vida.

Bajamos al restaurant y todo estaba impecable, aunque no esperaba


menos de un hotel cinco estrellas, nos asignaron una mesa en una
esquina.

168
En medio de la mesa estaba una cesta con baguetes para acompañar
la comida, una botella de agua y una cestita con salsas para condimentar,
sazonar, etc. la comida.

—Siéntate, enseguida traerán la comida—me invitó.

—Pero no he ordenado—recriminé.

—No te preocupes, pedí todo desde la habitación—respondió con la


voz un tanto temblorosa.

— ¿Te encuentras bien? —pregunté viendo su estado, estaba


sudando, seguramente tenía fiebre o algo parecido.

—Sí, primero, antes que nada, ¿Quieres ser mi novia? —Preguntó de


la nada y yo reí—hablo en serio Serene.

—Sí, sí y mil veces sí, eres el amor de mi vida Ferdinand—musité


con una enorme sonrisa.

Eso era a lo que venía, a confesarle mi amor y él se adelantó a la


noticia.

—Gracias mi amor, ahora sí eres MI AMOR—remarcó cada palabra,


logrando que las lágrimas invadieran mis ojos.

Comimos tranquilamente hasta que llegó el postre en un capelo de


cristal negro. Lo abrieron poco a poco frente a nosotros y lo primero que vi
fue un destello en la parte de arriba de una fresa.

Cada vez se hacía más y más lento el proceso y yo moría de ganas


por ver todo el pastel, que por cierto lucía espectacular.

169
Por fin lo descubrieron y vi lo que estaba sobre la fresa emitiendo
aquel brillo.

Era un anillo plateado con diamantes incrustados por todo el aro y


con un zafiro mediano justo en medio.

— ¿Qué hace eso aquí? —pregunté a Ferdinand.

—No lo sé, averígualo—sonrió mientras observaba aquel anillo.

No podía ser lo que estaba pensando, apenas y somos novios, de


hecho hace dos horas que somos novios.

— ¿Qué es esto? —dije por fin con el anillo en mi mano.

—Serene Boucher—se hincó llamando la atención de todos hacia


nuestro pequeño e íntimo rincón—te amo, sé que es muy pronto pero
desde que te vi en aquella banqueta…—volteó a ver al resto de los
comensales y se puso horriblemente rojo—…bueno, tú sabes qué sucedió
ese día—solté una carcajada de nervios.

Tenía la mala costumbre de reírme cada vez que estaba nerviosa, y


esa era una de esas situaciones.

—Sólo quiero pedirte que seas mi esposa, que compartas el resto de


tu vida conmigo—culminó, mientras me secaba unas lágrimas de los
ojos—no quiero que me des respuesta, piensa bien esto, no quiero
presionarte.

Me colocó el anillo en mi dedo y besó mis nudillos, para después


besar el anillo que estaba en mi dedo.

El restaurant estalló en gritos y vítores después de nuestro


espectáculo.

170
—Ferdinand yo…—colocó un dedo sobre mi boca para callarme.

—No digas nada, por favor, esperaré hasta que puedas darme una
respuesta después de meditarlo.

¿Pero acaso no era obvio?, diría que sí, a cualquier cosa que me
dijera porque yo sentía lo mismo, pero no quería presionarme, lo dijo
claramente y respetaría su decisión.

—Muy bien, te diré cuando regreses a Francia—culminé.

Comimos el postre aún con la mirada de todos sobre nosotros y


salimos del hotel rumbo al aeropuerto a comprar mi boleto de regreso a
Francia.

} {
Estuve esperando con Ferdinand mi vuelo, hasta que por fin lo
anunciaron.

Subí tras una larga despedida, no podía dejarlo ahí y regresar sola a
casa, además de que me fui sin avisar y soltera, y regresaré a casa
comprometida. Al pesarlo sentí que el corazón se me detenía.

—Amor, no quiero que te vayas—susurró.

—Ni yo quiero irme, ¿qué te parece si tomo unas vacaciones contigo?


—pregunté con la esperanza de un sí.

171
—No, debes ir a tu casa o tus padres me matarán, si de por sí tu
padre me odia y debo pedir tu mano, no quiero imaginar lo que hará
cuando me vea llegar contigo, así que no, debes irte—culminó con los ojos
tristes.

—Está bien—me di a vuelta y él tiró de mí para darme un último


beso.

—Para que no me olvides—musitó mientras se metía hasta el avión


conmigo, me dejó en mi asiento y enseguida salió.

Pasó una eternidad para que por fin llegara a París con mi estómago
a punto de ser expulsado por completo.

Ferdinand llamó a su chofer para que me llevara sana y salva a casa.


Sin duda un hermoso detalle de su parte.

Al llegar a la calle de mi casa vi a las cámaras de diversas


televisoras, tanto locales como internacionales.

— ¿Papá? —pregunté al verlo fuera de casa.

— ¡Serene!, has vuelto—me tomó entre sus brazos y me llenó de


besos al igual que mi madre.

— ¿Qué está pasando aquí?

—Creímos que te habían secuestrado o que había huido de casa—


lloriqueó mamá.

—Ya estoy aquí—giré hacia los reporteros—ahora por favor dejen a


mi familia, ya estoy de regreso, no me pasó nada—grité.

172
Todos comenzaron a retirarse, pero ni ellos ni mis padres se habían
percatado del anillo.

—Vamos a casa—musitó mi padre mientras caminábamos al


interior.

— ¿Qué es esto? —murmuró mi madre mientras sentía el anillo


alrededor de mi dedo.

—Un anillo

— ¿Quién te lo dio? —me mordí el labio con nervios y debatiéndome


entre sí decirle la verdad o mentir.

—Ferdinand—confesé gritando.

— ¿Ferdinand qué? —masculló mi padre.

—Serene, felicidades—musitó mi madre abrazándome y llorando


sobre mi hombro.

— ¿Ferdinand qué? —insistió mi padre.

—Nos casaremos—susurré con miedo.

— ¿Qué? —preguntó contrariado.

—Nuestra pequeña y el joven Cordier se casarán—gimió mi madre


mientras se secaba algunas lágrimas.

—Eso es una tontería, tú tienes veinte años y él unos veintitrés, eso


es imposible.

—No—le mostré el anillo—he tomado mi decisión sonreí.

—No lo harás—gritó mi padre.

173
—Ya es muy tarde ¿no lo crees? —Farfullé—he tomado mi decisión y
me temo que no harán esta vez nada para impedirlo.

—Haré lo que sea para impedirlo Serene, así tenga que hacerte elegir
lo haré—la boca se me secó en ese instante.

¿Hacerme elegir?, no pensaba en realidad eso, no lo haría. Ya había


controlado suficiente tiempo mis decisiones ¿y me haría elegir aun así?,
estaba segura de cuál sería mi elección en ese caso.

No tenía nada que perder, ¿dinero?, yo tenía mi dinero invertido en


la empresa y Ferdinand también. ¿Mi hogar?, Ferdinand tenía un
departamento al que me dejaría mudarme o si no, yo tengo dinero como
para hacerme de mi propia casa.

— Piensa bien las cosas antes de cometer una tontería…Lewis—lo


llamé por su nombre, jamás me había atrevido a llamarlo así, aun estando
molesta.

—Estoy seguro—sonrió—tú eliges.

—Ferdinand—contesté automáticamente.

— ¡Hija! —se sobresaltó mi madre.

—Perdona ma, pero no puedo seguir aquí así, ahora ya no formo


parte de este núcleo “familiar” —giré y me dispuse a salir.

—No me esperen, jamás regresaré a este sitio—sonreí amablemente


y cerré de un portazo.

Corrí hacia la calle alejándome lo más posible de mi antiguo hogar,


no quería saber nada de ellos. Ni siquiera había sacado mis cosas, o mi
dinero, pero al menos salí libre de aquel siniestro lugar.

174
Corrí sin parar y jadeando en busca de aire hacia el departamento
de Ferdinand.

— ¿Hay alguien aquí? —grité tocando la puerta y esperando que el


chofer estuviera a cargo de su casa ahí dentro.

Nadie respondió algo, a pesar de que las luces estaban encendidas.

— ¿Me abren? —insistí presionando el botó n del timbre en múltiples


ocasiones.

—Enseguida, cálmese, espere un momento—contestó alguien ahí


dentro.

Esperé cerca de dos interminables minutos afuera hasta que el


chofer me abrió la puerta.

—Oh, es usted, pase—comentó alegre.

—Buenas… ¿tardes? —saludé.

—Sea bienvenida señorita Boucher, el joven Ferdinand me ha


ordenado que arregle el departamento, así que por favor perdone todo este
desastre.

Por la casa estaba todo aventado, los CD’s con música regados, la
ropa botada en la sala y la cocina.

— ¿Para qué es todo esto? —pregunté con cierta expresión de


espanto.

—Quería sorprenderla, pero veo que ahora no será posible—rió, ese


señor comenzaba a agradarme.

— ¿Puedo quedarme? —pregunté avergonzada.

175
—Por supuesto, ahora ésta también es su casa.

Me abrí paso rumbo a la que antes era su habitación para


encontrarme con un completo cambio, ahora las paredes estaban blancas
y con algunos detalles femeninos, unas florecitas en tonos pastel.

Revisé el closet y tenía dentro su ropa y otro espacio más para la


mía, ahí colgado estaba el abrigo con el que por primera vez entré aquí y
jamás lo regresó; así como ropa de mujer que seguramente también le
habían regalado en las pasarelas.

Acaricié la tela de los vestidos recordando aquél momento en el que


él me dio ropa para ir a la escuela, y la que por cierto me regaló.

—Ferdinand—suspiré.

Ya no me quedaba mas que esperar a que regresara de Italia, ya no


tendría a mis padres apoyándome ni nada de eso, ahora estaba
literalmente sola.

176
{Acepto}

E
l resto de la semana pasó lentamente.

Me dediqué exclusivamente a asistir a las juntas de


inversionistas que se suscitaron en la empresa, lo cual
molestó demasiado a mi padre, pues asistía como
“inversionista” y no como la vicepresidenta, cargo que yo había
abandonado.

En mi lugar dentro de la vicepresidencia se quedó Christopher, le


sugerí a mi padre que lo contratara, pues es muy capaz para esas grandes
responsabilidades, y hasta la fecha lo ha desarrollado bien.

Comencé a entenderme mejor con Kail, el mayordomo y chofer de


Ferdinand, quien inició una semana llena de bromas y no dejaba de
llamarme “Señorita de Cordier”, cosa que me agradó de inmediato.

Pauline aún no lo sabía y tenía que ir a verla para avisarle todo, para
mantenerla al tanto de mi avance con Ferdinand.

Salí por uno de los autos de Ferdinand para ir a casa de Pau,


después de todo este drama ya había superado lo de mi accidente y podía
manejar bien, aún con un poco de precaución extra, pues según el médico
el accidente me dejaría secuelas.

—Pau, soy Serene—llamé a su puerta.

—Pasa—abrió y me recibió con un abrazo.

177
— ¿Dónde te habías metido?, tus padres casi destruyeron mi
departamento diciendo que estabas aquí—contó muy molesta.

—Lo siento, estaba en Italia.

— ¿Italia?, ¿Qué no se supone que estarías en Alemania estudiando?


—frunció el ceño

—Algo así, sí me fui a estudiar y te extrañé demasiado.

—Pensé que ya me habías cambiado—bromeó.

—No, jamás haría eso, pero en fin, fui a Italia sólo por una razón—
levanté mi mano frente a mi rostro para mostrarle el anillo.

Las dos soltamos gritos de euforia y emoción, nos abrazábamos y


Pauline sólo jalaba mi mano de un lado a otro para observar
detenidamente el anillo.

— ¿Quién fue el valiente y afortunado? —preguntó a punto de entrar


en lágrimas.

— ¿En verdad quieres saber? —musité.

—Sí, por eso pregunto, ahora dime, dime, dime—exigió.

—Ferdinand, Ferdinand me propuso matrimonio—y me solté a llorar


de emoción, por fin me permití abrirle paso a mis emociones, con Pauline
siempre podía ser así.

Después de secarme las lágrimas vi el rostro de mi amiga con una


mirada perdida, como si no expresara absolutamente nada.

— ¿Pasa algo? —interrogué preocupada.

178
— ¿Ferdinand?, ¿Ferdinand Cordier?, ¿El Ferdinand que
conocemos? —preguntó aún sin darle créditos a mi aviso.

—Sí, él mismo.

— ¿No que no te gustaba? —por fin sonrió.

—“Aba”, ahora es completamente diferente—suspiré.

—Amiga, eso es amor—me dio unas palmaditas en la espalda.

— ¡Lo sé! —grité emocionada.

— ¿Por qué no me avisaste antes?

—Porque me estaba mudando.

— ¿Ya vives en su casa?

—Algo así, pero es que tuve una pequeña pelea con mis padres y me
hicieron elegir entre ellos o mi boda. Obviamente elegí mi felicidad, la
boda.

—Buena elección, pero pudiste venir aquí—recriminó.

—Lo sé, pero quiero estar para Ferdinand en canto vuelva.

Nos quedamos un largo rato sentadas en el sillón y comiendo una


pizza que ordenamos.

La película trataba de una chica que había escapado de varias bodas


por miedo al compromiso.

—Gracias por el apoyo—bufé y Pau rió.

—Es lo que hay en la TV. Bien Serene, me temo que en unos


momentos tendré visitas, espero que la pases bien.

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— ¿Me estás corriendo?

—No, pero esto es muy importante, así que mañana te veré para
terminar de charlar.

Me sacó de su casa y cerró la puerta. Algo importante tenía que


hacer como para tratarme así.

} {
Pasaron por fin los tres días que restaban para que Ferdinand
regresara y yo estaba impaciente en la casa.

Le había preparado un pastel de fresas con chocolate, que si bien no


era el más exquisito, tenía buen aspecto y por lo menos mostraba indicios
de ser comestible.

Pasaron las horas y estaba muy nerviosa hablando rápidamente con


Kail, quien trataba de calmarme.

— ¿Y si vamos por él al aeropuerto? —sugerí.

—Si quieres darle una sorpresa, creo que debemos esperar—sí, ya


teníamos tanta confianza que nos hablábamos de “tu”.

—Bien Kail—rodé los ojos—esperaremos al señor Boucher en su


casa.

Pasaron más horas de agonía.

— ¿Entonces le dirás que si? —interrumpió Kail.

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—No lo sé, eso será sorpresa para los dos.

—Eres una tramposa, deberías decirme para evitar mis gritos—rió—


no sabes el escándalo que se armaría.

—Ya cálmate, te dije que fuéramos al aeropuerto.

Alguien tocó el timbre y me apresuré a abrir, ganándole así en la


carrera a Kail. Le mostré la lengua y abrí rápidamente.

—Ferdinand—grité al verlo y me lancé a sus brazos.

—Serene, te extrañé demasiado—murmuró contra mi cabello.

—Pasa.

Dejó las maletas en la sala y reaccionó al verme ahí.

— ¿Qué haces aquí?

—Mi padre me hizo elegir entre ellos o tú, creo que has ganado—
sonreí.

—Pero debo pedir tu mano…

—Ya tomé mi elección—interrumpí y él se puso pálido.

—Ferdinand, yo no puedo…

— ¿Es un no?

—Déjame hablar—espeté torciendo la boca—yo no puedo…no


puedo…negarme a esto, tú eres maravilloso y me alegra que me hayas
encontrado en la banqueta, uhm…eso no sonó muy bien.

—Bueno, no sé de alguien más que haya dicho tan conmovedoras


palabras—reímos—pero continúa.

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—Bien, como te decía, eres maravilloso, omitamos la parte del
encuentro, pero sí.

— ¿Sí qué?

—Acepto Ferdinand Cordier, quiero ser tu esposa.

Corrí hacia sus brazos para después fundirme en su boca, extrañaba


eso. Sentir sus labios contra los míos y su lengua intrusa en mi boca,
extrañaba ese sabor mentolado de su boca y su perfume delicado que
despertaba mis sentidos.

—Te amo—musitó recargando su frente contra la mía.

—Yo te amo más—respondí con un casto beso.

Salimos a comer a un restaurant y en el camino le conté sobre el


problema de la familia Boucher.

—No te preocupes, no pueden estar molestos para siempre.

—Se ve que aún no conoces a mi familia—sonreí amargamente.

—Pero lo haré por ti, enfrentaré a tu padre—le dio mi dirección a


Kail y de inmediato se dirigió hacia allá.

—No Ferdinand, detente, esto no es necesario.

—Quiero hacerlo de la manera correcta, de todas formas ya me diste


el sí—rió.

—No quiero que lo hagas, no es por hacer lo correcto, mi padre te


odia y no creo que seas muy bien visto en mi casa, no lo hagas por favor—
rogué abrazando su cintura.

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—Perdona, pero debo hacerlo, eso se llama educación.

Y listo, ese era un argumento muy válido para mí y pensándolo bien,


si lo intentaba tal vez podría convencerlo de que él era perfecto para mí.

Llegamos a mi casa y toqué tímidamente la puerta y la sirvienta


abrió.

—Señorita Serene, pase—musitó.

Se hizo a un lado para dejarnos pasar a mi antigua casa.

—Señor, señora Boucher—saludó Ferdinand y yo no dije ninguna


palabra.

Creo que no estaba ayudando de mucho aquí.

—Padre, madre—decidí saludar tras un incómodo silencio.

—Señor Cordier—saludó mi padre ignorándome y mi madre se


introdujo de inmediato subiendo las escaleras hacia mi habitación.

—Perdona que venga así a su casa pero tengo un asunto muy


importante que hablar con usted.

—Sé a qué te refieres—musitó tranquilo mi padre.

Esa actitud no era propia de él, esperaba que se abalanzara a


golpearlo o que lo amenazara o quizá que me dejara en casa y lo sacara
para mantenerme ahí con ellos.

—Entonces será más fácil—suspiró mi prometido.

Mi padre nos dijo que tomáramos asiento en los sillones de la sala,


cosa que nos puso más nerviosos. Ferdinand me tomó de la mano para

183
que pudiera tranquilizarme o al menos para que me sintiera segura. Y lo
logró.

—Vengo a pedirle la mano de su hija, me quiero casar con


Serene…yo…yo la amo—musitó tiernamente y con sinceridad.

—Lo sé, se lo que ambos sienten y los comprendo, pero ¿no creen
que es muy pronto?

—No papá, no lo creemos—respondí interrumpiendo.

—Joven Cordier, debe estar enterado ya del problema que tuve con
mi hija, ¿me permitiría un momento a solas con ella? —musitó
cortésmente y Ferdinand sólo asintió dejándome en la sala con mi padre.

Tragué con dificultad y me puse de pie para tomar valor ante lo que
viniera y poder afrontarlo.

—Lo lamento Serene, no debí reaccionar así. Debí darme cuenta


desde el principio de lo que sentías por ese joven, perdóname por favor—
musitó con la voz partida.

—Padre, estás perdonado, no era necesario esto.

—Para mí sí—me abrazó y así terminó una satisfactoria


reconciliación con mi familia—ahora ve por el chico, debo decirle algunas
cosas.

Fui hacia la cocina a ver a Ferdinand, quien estaba caminando


nerviosamente de un lado a otro.

— ¿Qué te dijo? —indagó aún nervioso.

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—No es muy importante, no pasó nada, ya puedes ir, de hecho
quiere verte—sonreí.

Caminamos lentamente con nuestras manos entrelazadas hacia la


sala.

—Joven Cordier, he pensado en su petición—prosiguió mi padre—y


creo que tus intenciones son buenas.

—Gracias—tragó Ferdinand con dificultad.

—Y sí, supongo que puedes casarte con mi hija, aunque supongo


que mi opinión no es muy necesaria, pues ella ya aceptó—solté una risita
nerviosa—espero que sean felices juntos, cuida bien de mi hija.

—Lo haré señor Boucher, eso téngalo por seguro.

—Entonces disfruten de su día.

Avanzó a abrirnos la puerta y así nos dispusimos a salir.

—Amor, quiero hacer los preparativos—musité en el camino de


regreso a casa.

— ¿Preparativos para qué?

—Para la boda.

—Podríamos esperar si quieres.

—Y yo que pensé que nos casaríamos pronto—suspiré


dramáticamente.

—Como quieras preciosa…—se detuvo— ¿ya puedo llamarte así?

—Mi opinión al respecto jamás te detuvo—respondí.

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—Muy bien preciosa, cómo y cuando tú quieras haremos los
preparativos de la boda.

Al llegar a casa llamé a Pauline para que me diera “la lista”. No faltó
mucho tiempo para escuchar el rugir del motor de su transporte tan
peligroso.

—Felicidades Ser, aquí está—me tendió la tan preciada lista que ya


teníamos enmicada.

—Siempre pensé que tú serías la primera en usarla—musité.

—Yo también, aunque ya decía yo que te traías algo con Ferdinand.

—Ya basta, ahora sólo debemos marcar los números.

—Ve por tu teléfono Ser, tendremos demasiadas horas de trabajo.

“La lista” consistía en una serie de números de diferentes tiendas


para nuestras bodas, teníamos ya la florería, la casa diseñadora, la iglesia,
los regalos, los adornos, todo estaba perfectamente planeado.

Iniciamos la lista desde hace cuatro años, cuando recién salíamos de


la preparatoria. Las dos teníamos una cierta obsesión con algo que su
madre algún día nos dijo: “Si quieren una hermosa boda, deben planearla
lo más pronto posible, aún si faltan años para eso”.

Su madre tuvo una boda desastrosa, dice Pau que hasta el pastel
llegó al día después de la boda y por nada del mundo queríamos que eso
nos sucediera.

Llamé a la tienda en la que hice una cita para ver invitaciones.


Había visto en su sitio web un modelo de una especie de conejos de Chanel
hermosos.

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Después de eso iría a recoger un vestido que había encargado desde
el momento en el que puse un pié en Francia cuando me propuso
matrimonio.

Por último visitaría el servicio de banquete para obtener alguno que


fuera delicioso, pues el dinero jamás sería problema.

Asistí con Ferdinand a ver las invitaciones, y eran magníficas, tenían


una textura muy delicada y las letras estaban impresas con una fina capa
de tinta.

Después fuimos por el vestido, un hermoso vestido rosa pálido de


Versace.

Era de forma princesa, escote asimétrico, la tela claramente era


organza y tafetán, sin mangas y con una cola corta. El vestido perfecto
para mí.

— ¿Por qué de ese color?, pensé que debía ser blanco—musitó


Ferdinand mientras cargaba el enorme vestido para meterlo en el auto.

—Me gusta el rosa y se ve casi blanco, supongo que de lejos nadie lo


notará—me encogí de hombros.

— ¿Qué otro lugar nos falta?

—Mmm…—revisé mi agenda para la boda—sólo hoy debemos ir al


servicio de banquetes para poder elegir lo que queremos que se sirva.

Esbozó una sonrisa, pues sabía que nos darían una pequeña
muestra del menú para elegir, cosa que supongo lo volvía loco y alegre.

Llegamos casi derrapando frente al establecimiento y entramos por


unos elegantes canceles de vidrio.

187
—Supongo que deben cocinar esquicito—murmuró mi acompañante.

Inhalé el aroma que provenía de lo que supongo era la cocina, era


una mezcla de especias que me abrió enormemente el apetito.

—Adelante, enseguida les traeremos la carta y las muestras de lo


que deseen—informó la señorita como una especie de “protocolo”.

—Gracias—respondimos al mismo tiempo y nos sonreímos


mutuamente.

— ¿Qué es lo que deseas?

—No lo sé, supongo que algo sencillo.

—Pero es nuestra boda, así que date el gusto de pedir, si así lo


deseas, lo más caro del menú.

—Ese no es mi estilo Fer, sólo quiero cosas simples.

Revisamos varias veces la carta que nos dio la señorita castaña con
falda corta que no apartaba la vista de mi prometido.

— ¿Se le ofrece algo? —preguntó Ferdinand y aquella castaña se


ruborizó.

—Ehm…no, no pasa nada, continúen con lo suyo—tartamudeó


torpemente la castaña.

— ¿Tienes que causar eso a cada lugar al que vayamos?, porque te


advierto que soy muy celosa—hice un puchero infantil.

—No las culpo—bromeó.

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Continuamos eligiendo y probando los platillos, al final nos
convenció como entrada una crema de tomate y zanahorias, como plato
fuerte unos ravioles de queso y espinaca y como postre una pequeña
compota de fresas.

Lo más complicado fue el pastel. Yo lo quería cuadrado y de un solo


piso, mientras que Ferdinand lo quería de tres pisos y circular. Después de
una ardua discusión sobre el pastel dejé que él eligiera.

El resultado fue un pastel cuadrado de tres pisos con betún de


quesocrema y mantequilla; el relleno de fresas del primer piso, luego uno
de blueberrys y el último de zarzamora. Lo único con lo que estaba yo de
acuerdo.

—Por fin terminamos—inició Ferdinand mientras guardaba las notas


y tickets en su bolsillo.

Manejó a casa muy lento, mientras con una mano sostenía el volante
y con la otra tomaba mi mano y la estrujaba de vez en cuando.

—Te amo Serene Cordier—musitó suavemente, haciendo hincapié en


su apellido.

—Suena bien—sonreí.

—O si gustas puedo quedarme como Ferdinand Boucher.

—Créelo o no, me encantó tu nombre en cuanto lo escuché, suena


bien.

— ¿De verdad?, yo amaba tus marcas Yves—tocó mi nariz con su


dedo índice.

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Continuamos en silencio hasta casa para hablar a la iglesia. Según
las invitaciones nuestra boda sería dentro de tres semanas.

} {
Las semanas pasaron muy rápidas, y con éstas se fueron mis ganas
de comprar, de salir, de hacer cosas al aire libre. Comencé a vivir cas
enclaustrada mientras Ferdinand salía sin mí a trabajar o simplemente a
distraerse, pero es que los nervios de que estábamos a un día de la boda
no me dejaban en paz. Ya hasta estaba soñando que yo interpretaba
aquella película que vi con Pauline sobre la chica que escapaba de sus
bodas.

— ¿Estás bien?, tienes ojeras Ser y luces pálida, si sigues así


mañana te verás horrible.

—Eso no me ayuda mucho.

Llevaba dos días seguidos sin dormir y eso ya había causad estragos
en mi piel.

—Es muy en serio Serene, debes ir a dormir.}

—No tengo sueño.

—No me importa.

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Se acercó rápidamente al sofá y me cogió por las piernas y la cintura
para que me acomodara en sus protectores brazos.

— ¡Bájame! —exigí.

—Duérmete—respondió.

—No tengo sueño.

—Que mal porque yo sí, y tengo ganas de dormir junto a mi amada—


besó de frente y me dejé consentir.

Subimos lentamente las escaleras y sentí cómo mis párpados se


cerraban involuntariamente hasta que quedé profundamente dormida.

Desperté a las cuatro de la mañana, cuando las asistentes entraron


a mi habitación gritando.

Me ordenaron que tomara un baño en la tina con “sales de no sé qué


cosa” para que mi piel se repusiera de las horas de sueño que jamás tomé.

AL finalizar procedieron a ponerme el vestido, maquillaje, uñas,


peinado. Todas estaban sobre mí y no había señales de Ferdinand.

— ¿Saben algo sobre el novio? —interrogué a una de las personas


que me estaban arreglando.

—Es de mala suerte ver al novio antes de la boda—susurró como si


la hubiera amenazado de muerte.

—Está bien—bufé.

Después de un arduo y complicado arreglo de imagen salí para


recibir la limusina con mi padre dentro.

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—Te ves maravillosa hija, no puedo creer que te vayas a casar, sólo
tienes veinte, se supone que disfrutarías tu juventud—sonrió
amargamente.

—Esta es mi forma de disfrutarla papá, y qué mejor que con una


nueva familia.

—Pero para ser una familia necesitan tener hijos.

—Lo sé, pero ya pronto lo seremos.

— ¿Estás embarazada? —gritó sorprendido y yo solté una carcajada.

—No, aún no, pero supongo que no faltará mucho.

—No sigas Serene o me arrepentiré de esto.

—Pero no eres tú el que va a aceptar.

Me sonrió y abrió la puerta para que saliera frente a la iglesia.

Me acerqué hasta la entrada y me recibió Pauline, sí, ella era mi


dama de honor y Christopher, a pesar de todo, fue elegido por Ferdinand
como padrino.

Comenzó a sonar la marcha nupcial y cogí el brazo de mi padre lista


para la entrada, sólo un par de pasos me separaban del altar, donde
esperaba mi futuro esposo.

Con cada paso recordaba cada imagen de nosotros discutiendo, cada


beso, cada cumplido, cada sonrisa y sobre todo, cada momento en el que
lo encontré como un accidente y agradecí que así fuera, que el destino
eligiera un solo camino para nosotros, para compartirlo por el resto de
nuestras vidas.

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—Queridos hermanos y hermanas—inició el padre—nos
encontramos aquí, en la casa del señor para unir en sagrado matrimonio a
esta afortunada pareja, a Serene Boucher y a Ferdinand Cordier, quien al
aceptar ante Dios, jurarán permanecer juntos pase lo que pase.

Las lágrimas comenzaron a nublar mi vista mientras mi perfecto


maquillaje se deslizaba con ellas. Ferdinand tomó fuertemente mi mano
mientras hacíamos caso omiso a las palabras del padre.

—Pueden proseguir con sus votos—susurró el padre esperando que


habláramos, y fue Ferdinand quien tomó la iniciativa.

—Serene Boucher—tragó con dificultad mientras yo sofocaba mis


sollozos—yo, Ferdinand Cordier, me entrego a ti, sabiendo que la magia de
nuestro amor es caminar juntos, en la prosperidad y en la adversidad.
Quiero ser tu compañero, y que tú seas mi compañera todos los días de
mi vida—terminó.

—Yo Serene Boucher me entrego a ti este día, para compartir mi vida


contigo. Puedes confiar en mi amor por que es real. Prometo serte una
esposa fiel, compartir y apoyarte en tus sueños, esperanzas y metas. Mi
voto estará contigo para siempre. Cuando caigas, te levantar; cuando llores
te reconfortaré, cuando rías compartiré tu gozo. Todo lo que tengo y todo lo
que soy es tuyo, desde este momento hasta la…—mi voz comenzaba a ser
inaudible a estas alturas, pero estoy segura de que al menos Ferdinand si
podía hacerlo—…hasta la eternidad.

—Serene Boucher, ¿aceptas a Ferdinand Cordier como tu legítimo


esposo?

—Sí, acepto.

193
—Ferdinand Cordier, ¿aceptas a Serene Boucher como tu legítima
esposa?

—Sí, acepto.

—Por el poder que me concede Dios, yo los nombro marido y mujer.

Pasó Chris con los anillos y Ferdinand lo deslizó en mi dedo.


Imitando sus movimientos puse la sortija en su dedo.

—Ferdinand Cordier, puede besa a la novia.

Tomó mis manos y me dio un casto beso, todos tomaron fotografías,


videos, todo o que podían por recordar ese momento. Incluso vi a mi padre
llorando, de verdad le era difícil dejarme ir, pero supongo que fue muy
tierno de su parte aceptar la realidad y dejarme vivir mi vida a mí gusto.

} {
Probablemente la vida en los cuentos de hadas no pueda ser posible,
eso no sucede a diario, pero tuve la suerte de conocerlo y de que mis
sentimientos fueran correspondidos.

Parecerá el final de una linda historia.

Pero para nosotros apenas y es el inicio.

194
{Fin}

195
{Epílogo}

H
an pasado ya 3 años de casados, después de nuestra luna de
miel en Inglaterra tuvimos muchas cosas por hacer, arreglar
la empresa.

Yo me volví una modelo muy reconocida e hice muchas portadas


para revistas al igual que mi esposo.

Ahora estoy embarazada por segunda vez, sé que soy joven, pero me
entusiasmó tanto la idea de tener hijos que ni él ni yo pudimos
contenernos.

Mi niño, Bernard de tan solo un año y mi pequeña, quien aún sigue


en mi vientre. La pequeña Hilarye, que por cierto la podré tener entre mis
brazos en un par de semanas más.

La alegría de mi hogar.

Ferdinand se ha vuelto muy cuidadoso conmigo, me mima


demasiado, tanto que no me deja ni levantarme de la cama.

Y después de todo Pauline y Christopher milagrosamente se


confesaron su amor. Y al igual que nosotros e casarán dentro de 2 meses.

Y aún no podemos aguantar hasta que confirmen el sexo de su bebé.


Así es, mi amiga está embarazada y dentro de seis meses.

Como pueden ver mi vida no siempre transcurre entre accidentes y


accidente. Pero me alegra que Ferdinand haya sido uno de ellos.

196
{Agradecimientos}
Primero debo agradecer a los lectores de mi novela en Wattpad,
quienes me apoyaron y alentaron a terminar esta historia.

A mi amiga Yazmin Domínguez, quien leyó cada capítulo y siempre


insistió en que debía terminarla, creo que sin su presión probablemente no
habría terminado nunca la novela.

A Fernando Escalona, un amigo que me sirvió para inspirarme en


Ferdinand, de verdad gracias por ser así conmigo y con los que te rodean.

Al “Club de los corazones solitarios”, un grupo de Facebook que leyó


la historia y me dio muchos comentarios positivos, ¡en verdad las adoro
chicas!

Al grupo de Facebook “Lee y descubre escritores”

Y a todos los que hayan llegado hasta aquí, por tomarse el tiempo de
leer mi pequeña novela, muchas gracias lectores y lectoras, en verdad me
agrada que haya valientes que lean los nuevos proyectos.

197
{Puedes encontrarme}
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Licencia: All right reserved

Registro: 28-jul-2013 3:54 UTC

Título: Amor por accidente

Código de registro: a6d137681d1609bcfb7c6863519a798c

Autor: Samantha Conde Carrillo

© 2013 Amor por accidente

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