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Las preguntas sobre qué somos, en qué consiste nuestra condición, cuál es nuestro origen
como especie y de qué manera se ha desarrollado la cultura, forman parte de los interrogantes
que el ser humano se ha planteado desde la Antigüedad. Tanto nuestra naturaleza biológica
como la dimensión social o simbólica que nos caracteriza constituyen elementos
fundamentales a la hora de llevar a cabo la reflexión filosófica sobre el ser humano.
1.1. La antropología
La investigación que responde al esfuerzo por contestar las preguntas formuladas más arriba
ha dado lugar a una disciplina específica que se dedica al estudio del ser humano en todas sus
facetas: la antropología. Dicho término procede del griego, de los conceptos anthropos, ser
humano, y logos, estudio o conocimiento. Esta investigación incorpora el examen de la
evolución biológica de nuestra especie, el estudio de los distintos tipos de sociedades humanas
y sus particularidades culturales, la comparación entre los diversos modos de organización
social, etc. Los más antiguos precedentes de la antropología se remontan a la Grecia antigua.
Como tales han sido considerados los estudios médico-anatómicos de los médicos helenos
Hipócrates y Galeno. En el aspecto cultural, Herodoto de Halicarnaso describió la organización
y costumbres de los diferentes pueblos de su tiempo. El desarrollo de la antropología en
Occidente, no obstante, recibirá un impulso excepcional a partir del descubrimiento de
América, cuando los europeos entran en contacto con las culturas aborígenes de México,
Colombia, Perú, etc., a causa del gran contraste entre las distintas formas de vida. Ya en 1749,
con Georges Louis Leclerc, conocido como el conde de Buffon, y su Historia natural del hombre
la antropología alcanza su madurez. El ser humano quedó incluido como objeto de estudio de
la ciencia natural en el siglo xviii gracias a la clasificación de las especies de Linneo. Adquirió
entonces su denominación taxonómica: Horno sapiens, orden primates, clase mamíferos,
subfilo vertebrados, filo corlados. En el siglo xix, las teorías de Darwin Y los viajes a países
exóticos propiciaron la sistematización de la antropología como disciplina na científica. La
fundación de la Sociedad de Antropología de París, creada en 1859 por el médico francés Paul
Broca, suele tomarse como la fecha inicial de ciencia antropológica moderna.
Antropología filosófica aspira a una explicación global de nuestra identidad frente a los demás
seres, para lo cual pretende definir los rasgos esenciales del ser humano. Esta preocupación
acompaña a la filosofía desde su mismo origen. El método de trabajo de la antropología
filosófica consiste en la reflexión a partir de los datos facilitados por las ciencias sociales
(historia, sociología, economía...) y de las ideas generadas por el propio pensamiento filosófico
a lo largo de su historia.
La antropología científica es una disciplina de origen mucho más reciente. Sus teorías Y
afirmaciones proceden de los datos recogidos mediante la observación. Surgió en la segunda
mitad del siglo xix, alentada por el
desarrollo de la teoría de la evolución. Se ocupa tanto de la dimensión biológica de la especie
humana como de la dimensión cultural. Por este motivo, actualmente se distinguen dos
grandes ramas de la antropología científica: antropología física y antropología cultural.
La antropología física estudia los aspectos biológicos propios del ser humano; es decir, el ser
humano en cuanto organismo animal.
Tres son los análisis fundamentales que lleva a cabo la antropología física:
1. Estudia el ser humano como producto de la evolución biológica, es decir, de los cambios
experimentados por la especie desde su aparición en tiempos prehistóricos.
2. Describe las diferencias físicas observables entre los seres humanos y el resto de los
homínidos, que son nuestros parientes más cercanos en el árbol evolutivo.
3. Distingue entre las variedades físicas observables entre los distintos grupos étnicos que
componen la humanidad actual.
ANTROPOLOGÍA FÍSICA:
ANTROPOLOGÍA CULTURAL:
Cuando se quiere explicar por qué algo (una pintura, una receta, una mascota) es como es, un
buen procedimiento consiste en comenzar por dar cuenta de sus orígenes: cómo se ha
formado y qué hechos o factores han influido en su constitución, en su desarrollo y su
evolución. A la pregunta sobre el origen del ser humano, es decir, sobre su antropogénesis, se
han dado muchas y diversas respuestas. Nos centraremos en las más relevantes a lo largo de la
historia: las explicaciones preevolucionistas y evolucionistas.
La aparición de las especies podría haber sido por generación espontánea, o por medio de la
voluntad divina que las había creado, como explican muchas religiones y culturas. Así, la
tradición bíblica explicaba el origen del ser humano acudiendo a la teoría creacionista, que se
sustentaba en una interpretación literal del libro del Génesis. Sus tesis básicas eran: la creación
separada y definitiva de todas las especies vivas, y la creación del ser humano por Dios, a su
imagen y semejanza.
En el siglo xviii, el creacionismo fijista tuvo defensores como Carl von Linneo y Georges Cuvier.
Sus trabajos fueron decisivos en el terreno de la historia natural, ya que consideraban que la
adaptabilidad de los individuos al medio es el resultado o producto de un diseño inteligente. Y,
según ellos, esto evidenciaba la existencia de un creador detrás de todo el proyecto de la vida.
La publicación en 1859 de la obra de Charles Darwin El origen de las especies puso la quiebra
de las doctrinas fijistas imperantes hasta ese momento, las cuales habían sido cuestionadas ya
medio siglo antes por parte del naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck en su libro Filosofía
zoológica. Charles Darwin sentó las bases de las explicaciones evolucionistas actuales.
Podemos sintetizar su teoría en tres tesis fundamentales:
Las especies tienen lugar por transformaciones continuadas. Todas las especies, botánicas y
zoológicas (incluso la especie humana), provienen de otras anteriores por medio de cambios
graduales.
La selección natural es el principio explicativo de la evolución. Así, entre los muchos cambios
que espontáneamente se producen en las especies, solo perduran y se transmiten aquellos
que resultan más eficaces en la lucha por la vida. Los individuos mejor dotados, los que mejor
se adaptan al medio, sobreviven y transmiten hereditariamente sus características.
El ser humano desciende de antiguos primates. Como los demás animales, procede por
evolución de especies anteriores ya extinguidas.
La publicación de El origen de las especies tuvo una gran repercusión social y genero mucha
polémica en su época. En la actualidad, la teoría de la evolución se ha confirmado con
numerosos datos paleontológicos.
La teoría darwinista, sin embargo, no explicaba los mecanismos que determinarán qué
características se transmitían de generación en generación, ni de qué manera lo hacían. La
ausencia de una teoría que diera cuenta de cuáles eran los factores que influían en la herencia
biológica de los caracteres fue subsanada por Gregor Mendel.
Siete años después de la aparición de El origen de las especies, este religioso agustino formuló
una teoría de la herencia en la que aseguraba que los caracteres hereditarios están
determinados por factores específicos. Más tarde, estos factores fueron llamados genes.
Los estudios de Mendel iniciaron una larga y fecunda tradición de investigadores sobre la
herencia biológica. Las doctrinas mutacionistas, consecuencia de estas investigaciones,
explican los cambios en las características de las especies a partir de alteraciones o mutaciones
en el material genético.
Una vez que las teorías evolucionistas proporcionaron las líneas maestras de la evolución, la
paleontología, la biología, la genética y la inmunología han ido precisando los escalones
concretos de este proceso. La ciencia ha explicado como a partir de los primeros organismos
multicelulares se llega hasta el ser humano.
Las clasificaciones que muestran los orígenes del hombre a partir de la evolución de los
primates están sujetas a frecuentes cambios, debido a la rapidez con que avanzan las
investigaciones en estas cuestiones.
El ser humano está emparentado con especies como el chimpancé, el gorila o el orangután.
Según los expertos, la bifurcación de la rama de los hominoideos en póngidos y homínidos se
produjo hace unos 5 o 10 millones de años.
Dentro de los homínidos, la evolución humana parece que se ha producido del siguiente
modo; el homínidos, más antiguo conocido fue el Ardipithecus ramidus (4,4 millones de años).
Posteriormente, apareció el género Australopithecus (2-4 millones
de años), cuyo representante más antiguo fue el Australopithecus afarensis. Al parecer, este
dio lugar a dos líneas de evolución, una extinguida (Paranthropus aethiopicus) y otra que
evolucionó hasta el ser humano actual. Apartir de esta segunda línea apareció una especie
considerada ya humana como el Homo habilis. Con el se produjo un aumento de la capacidad
craneal y cambios culturales muy destacables. Siguiendo esta línea evolutiva llegamos hasta el
Homo sapiens, nuestro antepasado inmediato que vivió hace aproximadamente 250.000 años,
dando paso hace 35.000 años a nuestra especie, el Homo sapiens sapiens.
La teoría del candelabro. Afirma que el origen del ser humano es multirregional. Se produjeron
diferentes procesos evolutivos en lugares del mundo dispares y hubo un intercambio genético
entre las poblaciones existentes. Por tanto, el origen del ser humano podría haberse dado en
cualquiera de estos enclaves. Esta teoría se apoya en las cantidades importantes de fósiles
encontrada en distintas partes del mundo.
La teoría del arca de Noé. Afirma que el ser humano actual tiene un origen único situado en el
continente africano. Los humanos actuales habrían emigrado desde África y ocupado
progresivamente otras partes del planeta. Recientes estudios genéticos sobre la herencia del
ADN darían apoyo a esta teoría.
Hemos analizado las líneas maestras de nuestra evolución y el parentesco del ser humano con
otros primates, ahora profundizaremos en los cambios más importantes que supusieron la
aparición de un nuevo género: el género homo. Podemos destacar: la posición erguida, la
liberación de las extremidades superiores y desarrollo cerebral.
Posición erguida. A diferencia de otros primates, los antepasados del ser humano se
caracterizaban por la marcha bípeda, es decir, caminaban sobre los dos pies, sin utilizar como
apoyo las manos. La marcha vertical o erguida provocó una serie de cambios anatómicos:
pérdida de la prensión en los pies, cambios en la curvatura de la columna, fortalecimiento del
cuello..., pero, sobre todo, permitió la observación de mayores áreas de espacios naturales y la
liberación de las extremidades superiores.
Liberación de las extremidades superiores. Caminar erguido sin utilizar las extremidades
superiores permitió que las manos se especializasen en funciones distintas de la marcha: la
manipulación de objetos, la caza, la defensa o la construcción. Las manos sustituyeron a la
boca como órgano de defensa y de trabajo, y posibilitaron la utilización e invención de toda
clase de instrumentos. Sin embargo, para poder fabricar y manipular objetos es necesario
poseer también una serie de capacidades que dependen de la existencia de un cerebro
desarrollado y complejo.
Desarrollo cerebral. Entre Australophitecus y Homo sapiens sapiens el cerebro triplica su
tamaño y se hace más complejo. Aunque se desconocen las causas exactas que propiciaron
este aumento cerebral en los homínidos muchos estudiosos coinciden en destacar que la
liberación de las manos pudo ser el estímulo de este desarrollo. Cuanto mayor sea la pericia en
la manipulación y fabricación de objetos, mayor será la capacidad para idearlos y concebirlos. Y
al revés, a mayor capacidad cerebral, mayor destreza manual.
El desarrollo cerebral de la especie fue el elemento que hizo posible la aparición de las
capacidades técnicas y simbólicas del ser humano.
Capacidad técnica:
Capacidad simbólica:
Es la capacidad que el posee el ser humano d crear y expresarse por medio de símbolos. Los
símbolos son signos, por que están en lugar de otra realidad a la que representan y sustituyen.
(así como un semáforo en rojo simboliza prohibido pasar).Gracias a dicha capacidad simbólica
son posibles los logros humanos tales como el arte o el lenguaje, y también la autoconciencia
o conciencia moral.
Como hemos visto, uno de los rasgos que surgen en el proceso de hominización y que
marcarán la diferencia entre el Homo sapiens y el resto de primate es la capacidad simbólica.
Esta, a su vez, es la responsable de la aparición de la capacidad cognitiva más asombrosa del
ser humano: el dominio del lenguaje articulado como vehículo de comunicación. Aunque el
origen y la causa exacta de esta capacidad siguen siendo un misterio, sí sabemos que ha sido
responsable del apogeo de la cultura humana que analizaremos en el próximo apartado.
El ser humano, en cambio, mediante el lenguaje, sí puede hacerlo. Por eso para muchos
pensadores el lenguaje supone una diferencia cualitativa; es decir, un rasgo específicamente
humano. Ahora bien, existen diversas teorías acerca del origen del lenguaje tal y como lo
conocemos hoy.
Se supone que el lenguaje articulado ha derivado de un primer lenguaje gestual, en el que los
homínidos se comunicarían a partir de gestos más o menos acompañados de sonidos. ¿Cómo,
cuándo y por qué los gestos dieron lugar a la comunicación articulada? Existen diversas
hipótesis:
Una mutación genética habría causado esta especialización. En cualquier caso, habría sido
múltiple y comportaría un largo proceso, pues habría debido
producir cambios en la organización del cerebro, el conducto vocal y el sistema auditivo. No
parece probable que todas las adaptaciones neurológicas que facilitan el lenguaje se deban a
una única y aislada mutación.
Es posible que las tres teorías anteriores sean complementarias y, lejos de excluirse unas a
otras, compongan una explicación multicausal del origen del lenguaje. Lo que parece claro es
que para que apareciese el lenguaje en los homínidos tuvieron que darse varias condiciones:
una predisposición para comunicarse, la capacidad de imitar sonidos, la inteligencia necesaria
para aprender a poner nombres y relacionar entre sí clases de objetos y fenómenos, y la
sensibilidad las diferencias de orden en las secuencias de sonidos.
La propia evolución biológica produjo la aparición de un atributo que diferencia aún más al ser
humano: la dimensión cultural. Por esta razón, trataremos de ver en qué sentido la cultura es
el principal factor humanizador, y para ello tendremos que definir qué entendemos por cultura
y constatar las diferencias entre la llamada cultura animal y la cultura humana.
Acabamos de ver cómo el proceso evolutivo va desde las formas más antiguas de primates
hasta nuestros antepasados homínidos más próximos. En este proceso de millones de años no
solo se produce la hominización (aparición del género Homo y de todas sus especies), sino que
también se produce la humanización (aparición de las primeras especies que se pueden
considerar propiamente humanas).
Pero ¿qué queremos decir cuando afirmamos que surgen las primeras especies humanas?,
¿cuál es el rasgo diferenciador que nos permite hablar del ser humano? Hemos visto que los
homínidos sufren una serie de cambios hasta llegar al ser humano: posición erguida, liberación
de las manos, desarrollo cerebral. Pero, en todo ello, lo realmente diferenciador es la aparición
de la cultura.
Así entendida, no podemos afirmar que la cultura sea exclusiva del ser humano. También los
animales, incluso los que no son primates, tendrían algún tipo de cultura, ya que son capaces
de transmitirse conductas adquiridas socialmente. Los chimpancés aprenden el uso de diversas
herramientas mediante la observación de otros chimpancés, las orcas tienen una alta
capacidad para imitar que aplican en sus técnicas de caza, los pájaros aprenden por imitación
sus cantos...
Hoy en día, conviven en nuestro planeta numerosas culturas: rural, urbana, oriental ,
musulmana, cristiana, latina, protestante, norteamericana... Esta pluralidad se conoce con el
nombre de diversidad cultural. Las grandes ciudades contemporáneas, como Nueva York, Hong
Kong, y también Madrid, Barcelona, Valencia..., son ejemplo de convivencia de etnias
diferentes y de gente de distinta procedencia.
La variedad de culturas es consecuencia de una característica propia del ser humano. Este,
ante la vida, no está programado para responder de forma fija, sino que posee cierta libertad
para determinar su propia conducta. Mientras que los animales solo pueden reaccionar de
manera limitada ante los estímulos de la naturaleza, el ser humano posee libertad e
inteligencia para elegir la respuesta que le parece más adecuada en cada caso. Por esta razón,
los distintos pueblos han creado su propia forma de vida. Una forma de vida que se ha
adaptado a las condiciones ambientales en las que se ha desarrollado pero que también se ha
retroalimentado de sus propias creaciones culturales.
A lo largo de la historia, el aislamiento y la falta de contacto entre los distintos grupos que
pueblan la Tierra han favorecido la diferenciación y la diversidad. El hecho de tener que
enfrentarse a situaciones problemáticas, desde circunstancias y Posibilidades distintas, ha
propiciado esta pluralidad, la cual puede generar posturas distintas al respecto
Evolución MATERIA mente viva inteligencia
Los animales que se instiguen son los que no tienen inteligencia ( el hombre a veces tan bien
instigue a los orinales )